Eikel
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En ese momento Eikel estaba especialmente dedicado al tema de la navegación, estaba leyendo un montón sobre barcos y viajes, pasando horas en el puerto esperando a que llegasen nuevos marineros a los que atormentar a preguntas, aunque desgraciadamente pocos le hacían caso o le contestaban de malas maneras haciendo así, desistir a la ardilla.
Esa misma tarde llego un pequeño barco de la marina, pararía en el puerto un par de días para tomar provisiones. Eikel no pudo evitar fijarse en la única mujer que estaba con la tripulación, las mujeres solían ser mas amable con el, aunque aun no sabia muy bien porque. Se acercó a ella corriendo mientras mentalmente iba formulando preguntas y curiosidades que le reconcomían por dentro.
-Hola, me llamo Eikel, bienvenida. Dijo este dedicándole su mas amplia sonrisa. Los otros miembros de la tripulación no se contuvieron de hacer comentarios jocosos y burlarse de su compañera, pero a esta no parecía importunarle demasiado. La chica en un primer momento parecía agradable así que lo intentó.
-¿Quieres que te enseñe el pueblo? Preguntó casi cruzando los dedos.
Sorprendentemente la chica accedió a ir con el, estaba emocionado, no sabia por donde empezar, pero debía conservar las formas para no agobiarla a preguntas y sacar la máxima información posible. Cuando llegar al centro del pueblo se encontraron que la pastelería del pueblo estaba cerrando. La señora que era tremendamente cariñosa con Eikel, le dio una bolsita de papel con dos magdalenas de chocolate en su interior. Los dos siguieron caminando durante un rato, y éste empezó con preguntas sencillas sobre la marina. Al cabo de un rato, se detuvo.
-¿Quieres una? Exclamó sonriente extendiéndole la bolsa a la chica.
Esa misma tarde llego un pequeño barco de la marina, pararía en el puerto un par de días para tomar provisiones. Eikel no pudo evitar fijarse en la única mujer que estaba con la tripulación, las mujeres solían ser mas amable con el, aunque aun no sabia muy bien porque. Se acercó a ella corriendo mientras mentalmente iba formulando preguntas y curiosidades que le reconcomían por dentro.
-Hola, me llamo Eikel, bienvenida. Dijo este dedicándole su mas amplia sonrisa. Los otros miembros de la tripulación no se contuvieron de hacer comentarios jocosos y burlarse de su compañera, pero a esta no parecía importunarle demasiado. La chica en un primer momento parecía agradable así que lo intentó.
-¿Quieres que te enseñe el pueblo? Preguntó casi cruzando los dedos.
Sorprendentemente la chica accedió a ir con el, estaba emocionado, no sabia por donde empezar, pero debía conservar las formas para no agobiarla a preguntas y sacar la máxima información posible. Cuando llegar al centro del pueblo se encontraron que la pastelería del pueblo estaba cerrando. La señora que era tremendamente cariñosa con Eikel, le dio una bolsita de papel con dos magdalenas de chocolate en su interior. Los dos siguieron caminando durante un rato, y éste empezó con preguntas sencillas sobre la marina. Al cabo de un rato, se detuvo.
-¿Quieres una? Exclamó sonriente extendiéndole la bolsa a la chica.
Era una sensación agradable el bajar del barco por fin, aunque sería una parada rápida de unos pocos días y después otra vez de vuelta a la mar sin más escalas hasta llegar a la base de la Marina en el Mar del Este. A su amigo J lo habían en la otra punta del Blue así que esta vez estaba “sola”.
Cuál fue su sorpresa al ver que el comité de bienvenida estaba compuesto por una ardilla. Una ardilla. Leah la miró fijamente mientras fruncía el ceño. Una ardilla que hablaba, en efecto. Intentó recordar si había ingerido alguna sustancia alucinógena, también buscó alguna señal en el terreno que indicase la presencia de brujería, pero sin éxito.
La ardilla se presentó y le ofreció un tour turístico por el pueblo. Ea, ¿por qué no? No es que tuviese nada mejor que hacer mientras disfrutaba de su permiso y realmente tenía curiosidad por aquel roedor.
- Si… claro. Yo… uhm, yo soy Leah. Aun estaba obviamente aturdida por el hecho de conversar con una ardilla. Tampoco se presentaba con el sobrenombre de Kurohashi que adoptaría tiempo después. Eso sí, era igual de hija de p*** que siempre.
Por lo visto la ardilla debía ser una espía de los revolucionarios mínimo, porque su interrogatorio sobre la Marina, aun siendo un sondeo en superficie, no parecía tener fin. Leah respondía lo que buenamente podía, la mayoría era verdad, otras cosas las exageraba y también intentaba hacerse la importante delante de la ardilla. Decidió que era algo triste tras pensarlo con detenimiento.
También observó que tenía contactos importantes. Lo que daría ella por tener un trato especial con la pastelería del lugar. Cuando le ofreció aquellas madalenas de chocolate casi le arranca la bolsa de la mano, pero contuvo y controló a la bestia igual que cuando un ocelote sale a cazar.
- Fbueno… ¿y quef fhacen laf ardillaf para divertirfe por aquí? Preguntó con la boca llena de dulces mientras pensaba que igual fue un acierto el encontrarse con aquel animal.
Cuál fue su sorpresa al ver que el comité de bienvenida estaba compuesto por una ardilla. Una ardilla. Leah la miró fijamente mientras fruncía el ceño. Una ardilla que hablaba, en efecto. Intentó recordar si había ingerido alguna sustancia alucinógena, también buscó alguna señal en el terreno que indicase la presencia de brujería, pero sin éxito.
La ardilla se presentó y le ofreció un tour turístico por el pueblo. Ea, ¿por qué no? No es que tuviese nada mejor que hacer mientras disfrutaba de su permiso y realmente tenía curiosidad por aquel roedor.
- Si… claro. Yo… uhm, yo soy Leah. Aun estaba obviamente aturdida por el hecho de conversar con una ardilla. Tampoco se presentaba con el sobrenombre de Kurohashi que adoptaría tiempo después. Eso sí, era igual de hija de p*** que siempre.
Por lo visto la ardilla debía ser una espía de los revolucionarios mínimo, porque su interrogatorio sobre la Marina, aun siendo un sondeo en superficie, no parecía tener fin. Leah respondía lo que buenamente podía, la mayoría era verdad, otras cosas las exageraba y también intentaba hacerse la importante delante de la ardilla. Decidió que era algo triste tras pensarlo con detenimiento.
También observó que tenía contactos importantes. Lo que daría ella por tener un trato especial con la pastelería del lugar. Cuando le ofreció aquellas madalenas de chocolate casi le arranca la bolsa de la mano, pero contuvo y controló a la bestia igual que cuando un ocelote sale a cazar.
- Fbueno… ¿y quef fhacen laf ardillaf para divertirfe por aquí? Preguntó con la boca llena de dulces mientras pensaba que igual fue un acierto el encontrarse con aquel animal.
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Eikel se quedo impactado con el ansia de la chica por los dulces, a lo que solo pudo responder entregándole la bolsa con la otra magdalena.
-Uhm... Donde mas tempo paso es en la biblioteca del pueblo o en la tienda del viejo Python... ¡Tiene un surtido de frutos secos enooooorme! Dijo la ardilla abriendo los brazos exagerando al máximo sus movimientos.
Al ver la cara de la joven, Eikel supuso que no le hacían demasiada gracias sus lugares preferidos, así que le propuso ir a la taberna del pueblo, donde había mas vida. Al llegar quizás no era lo que Leah esperaba, mayormente eran viejos marineros y granjeros que ocupaban las mesas, los cuales ni siquiera se giraron al entrar ellos dos. Eikel dio un par de saltos para localizar alguna mesa vacía y un poco apartada, cuando la localizó le hizo un gesto a la chica y fue corriendo hacia la mesa.
Nada mas sentarse un joven se acerco a Eikel y le dio dos palmadas en la cabeza, mientras preguntaba si lo de siempre. Cada vez era mas obvio que la ardilla no pasaba desapercibida en ningún lugar en ese pequeño pueblo.
Si, por favor y lo mismo para mi acompañante. Dijo felizmente la ardilla.
Al poco llegó el joven con dos platos con tarta de almendras y dos grandes vasos llenos de zumo de arándanos. Daba a entender que la taberna recibía todo tipo de clientela, pero a esta hora era bastante claro quien la habitaba.
Espero que sea de tu agrado, me encanta la tarta de este lugar. Siempre intento sonsacarle la receta pero se niega a dármela. Exclamó la ardilla arqueando las cejas ligeramente. Se encogió de hombros y comenzó comer.
Que se siente al viajar de un lado a otro, aprenderás mucho supongo. ¿Cual ha sido tu viaje mas emocionante? Seguía la tanda de preguntas del curioso Eikel que esperaba una respuesta observando a la joven con los ojos como platos, a este extraño gesto le acompañaba un cómico bigote dejado por el azúcar de la tarta, lo que le daba un aspecto bastante gracioso.
-Uhm... Donde mas tempo paso es en la biblioteca del pueblo o en la tienda del viejo Python... ¡Tiene un surtido de frutos secos enooooorme! Dijo la ardilla abriendo los brazos exagerando al máximo sus movimientos.
Al ver la cara de la joven, Eikel supuso que no le hacían demasiada gracias sus lugares preferidos, así que le propuso ir a la taberna del pueblo, donde había mas vida. Al llegar quizás no era lo que Leah esperaba, mayormente eran viejos marineros y granjeros que ocupaban las mesas, los cuales ni siquiera se giraron al entrar ellos dos. Eikel dio un par de saltos para localizar alguna mesa vacía y un poco apartada, cuando la localizó le hizo un gesto a la chica y fue corriendo hacia la mesa.
Nada mas sentarse un joven se acerco a Eikel y le dio dos palmadas en la cabeza, mientras preguntaba si lo de siempre. Cada vez era mas obvio que la ardilla no pasaba desapercibida en ningún lugar en ese pequeño pueblo.
Si, por favor y lo mismo para mi acompañante. Dijo felizmente la ardilla.
Al poco llegó el joven con dos platos con tarta de almendras y dos grandes vasos llenos de zumo de arándanos. Daba a entender que la taberna recibía todo tipo de clientela, pero a esta hora era bastante claro quien la habitaba.
Espero que sea de tu agrado, me encanta la tarta de este lugar. Siempre intento sonsacarle la receta pero se niega a dármela. Exclamó la ardilla arqueando las cejas ligeramente. Se encogió de hombros y comenzó comer.
Que se siente al viajar de un lado a otro, aprenderás mucho supongo. ¿Cual ha sido tu viaje mas emocionante? Seguía la tanda de preguntas del curioso Eikel que esperaba una respuesta observando a la joven con los ojos como platos, a este extraño gesto le acompañaba un cómico bigote dejado por el azúcar de la tarta, lo que le daba un aspecto bastante gracioso.
Leah solo quería alejarse un rato del barco, distanciarse de la brisa marina... ¿Y dónde se encontraba? Sin comerlo ni beberlo estaba en una taberna, en una especie de pseudo cita a ciegas con una ardilla. Y no una ardilla normal, no, una ardilla a la que le gustaba leer y escribir entre otros placeres poco correspondientes a su especie.
Aquella taberna, o las tabernas en general no es que fueran el lugar predilecto de Leah pero tampoco iba a quejarse por todo. Casi le sabía mal hacerle sentir incómoda a esa ardillita, era como si estuviese rodeada por una especie de aura protectora de moñería.
Según parecía la ardilla la invitaba a sus manjares. Bueno, realmente esperaba que la estuviese invitando porque no tenía intención de pagar nada. Probó un poco de tarta y bajó el trozo con algo de zumo.
- No está mal, ardilla-kun. No mentía, no estaba nada mal lo que tenía delante. Siguió comiendo tranquilamente hasta que le inquirió con otra de sus preguntas. ¿Mi viaje más interesante…? Preguntó en voz medio alta, cuando debería haber sido una reflexión silenciosa. Lo primero que le vino a la mente fue el incidente, aquel día que unos piratas hundieron su barco y se llevaron la vida de su mentor e instructor y casi la suya propia.
Su rostro se tornó muy serio y su mirada se perdió en la lejanía, de pronto ya no estaba en aquella taberna. Estaba extraviada en su pasado y no había sido culpa de su nuevo conocido, lo habría hecho sin querer pero l verdad es que a Leah aún le costaba superar aquello.
Aquella taberna, o las tabernas en general no es que fueran el lugar predilecto de Leah pero tampoco iba a quejarse por todo. Casi le sabía mal hacerle sentir incómoda a esa ardillita, era como si estuviese rodeada por una especie de aura protectora de moñería.
Según parecía la ardilla la invitaba a sus manjares. Bueno, realmente esperaba que la estuviese invitando porque no tenía intención de pagar nada. Probó un poco de tarta y bajó el trozo con algo de zumo.
- No está mal, ardilla-kun. No mentía, no estaba nada mal lo que tenía delante. Siguió comiendo tranquilamente hasta que le inquirió con otra de sus preguntas. ¿Mi viaje más interesante…? Preguntó en voz medio alta, cuando debería haber sido una reflexión silenciosa. Lo primero que le vino a la mente fue el incidente, aquel día que unos piratas hundieron su barco y se llevaron la vida de su mentor e instructor y casi la suya propia.
Su rostro se tornó muy serio y su mirada se perdió en la lejanía, de pronto ya no estaba en aquella taberna. Estaba extraviada en su pasado y no había sido culpa de su nuevo conocido, lo habría hecho sin querer pero l verdad es que a Leah aún le costaba superar aquello.
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No pudo evitar fijarse en lo extasiada que se quedo la chica y enseguida se dio cuenta de que algo no iba bien. Comenzó a hacer movimientos con las manos para intentar devolverla a la realidad pero sin éxito, así que se bajo de su silla y agarró fuertemente la manga de la chaqueta de Leah y dio un par de fuertes tirones del codo. Eso pareció bastar para que volviese en si y ella le mostró una forzada sonrisa.
-Perdona...No quería incomodarte con ninguna pregunta. Dijo con una enorme cara de tristeza que denotaba sinceridad absoluta.
Eikel se quedó pensando durante un buen rato en como podía animar a la chiquilla y se le ocurrió un plan. En las afueras del pueblo había un mercado ambulante que recién había llegado a la ciudad, acompañada de una feria con varios juegos y un pequeño teatrillo. Supuso que le vendría bien distraerse un poco. La ardilla le ánimo a que apurara sus bocados e impaciente fue corriendo a la barra, sacando una pequeña bolsa del bolsillo interior de su capa con varios berries. El camarero se negó rotundamente a cobrarle repitiendo que era una invitación de la casa, Eikel insistió pero fue en vano, así que guardo su dinero dando las gracias y corrió hacia la puerta haciéndole señales a Leah desde el marco de la misma.
Los dos se encaminaron hacia las afueras del pueblo, la joven no tenia ni idea de a donde se dirigían pero al ver a la ardilla tan entusiasmada decidió seguirle la corriente. Conforme se acercaban, el bullicio se hacia presente, mientras varios niños se cruzaban en su camino una y otra vez en pequeños grupos. Al fin divisaban la feria, la cual tenia de todo, carretas de comida, juegos de puntería, carretas llenas de objetos de todo tipo a la venta y lo que a Eikel mas le gustaba, un decorado al fondo un poco alejado, custodiado por dos hogueras, el teatro al aire libre.
-¡TACHAAAAAAAAAAN! Brindó sonoramente mientras le mostraba las maravillas que le rodeaban.
Con un rápido vistazo, la ardilla corrió hacia un puesto y volvió casi planeando. Había comprado una cajita con tres dulces de coco recubiertos de chocolate que había entregado a su nueva amiga adicta al dulce.
-Que te gustaría hacer primero. Preguntó con gran emoción el joven Eikel.
-Perdona...No quería incomodarte con ninguna pregunta. Dijo con una enorme cara de tristeza que denotaba sinceridad absoluta.
Eikel se quedó pensando durante un buen rato en como podía animar a la chiquilla y se le ocurrió un plan. En las afueras del pueblo había un mercado ambulante que recién había llegado a la ciudad, acompañada de una feria con varios juegos y un pequeño teatrillo. Supuso que le vendría bien distraerse un poco. La ardilla le ánimo a que apurara sus bocados e impaciente fue corriendo a la barra, sacando una pequeña bolsa del bolsillo interior de su capa con varios berries. El camarero se negó rotundamente a cobrarle repitiendo que era una invitación de la casa, Eikel insistió pero fue en vano, así que guardo su dinero dando las gracias y corrió hacia la puerta haciéndole señales a Leah desde el marco de la misma.
Los dos se encaminaron hacia las afueras del pueblo, la joven no tenia ni idea de a donde se dirigían pero al ver a la ardilla tan entusiasmada decidió seguirle la corriente. Conforme se acercaban, el bullicio se hacia presente, mientras varios niños se cruzaban en su camino una y otra vez en pequeños grupos. Al fin divisaban la feria, la cual tenia de todo, carretas de comida, juegos de puntería, carretas llenas de objetos de todo tipo a la venta y lo que a Eikel mas le gustaba, un decorado al fondo un poco alejado, custodiado por dos hogueras, el teatro al aire libre.
-¡TACHAAAAAAAAAAN! Brindó sonoramente mientras le mostraba las maravillas que le rodeaban.
Con un rápido vistazo, la ardilla corrió hacia un puesto y volvió casi planeando. Había comprado una cajita con tres dulces de coco recubiertos de chocolate que había entregado a su nueva amiga adicta al dulce.
-Que te gustaría hacer primero. Preguntó con gran emoción el joven Eikel.
- ¿Eh? No te preocupes, no me suele pasar. Le contestó entre risas para tranquilizarlo. Supongo que no he tenido muchos viajes emocionantes todavía. Era raro que no hubiese respondido a esa pregunta exagerando el trabajo de la Marina, aunque solo fuese una recluta del tres al cuarto.
Se le había quitado un poco el hambre pero para no hacer el feo fue pegando bocados espontáneos, al menos hasta que la ardilla le metió prisa y tuvo que dar su mejor demostración de gourmet express. Eikel la llevó a las afueras, parecía que le gustaba ir de caminata en caminata. No tenía ni idea de cómo podía tener tanta energía algo tan pequeño.
Una feria ambulante era su destino, en realidad le parecía un buen plan, solo que seguramente alguno de sus imbéciles compañeros Marines también habría conseguido enterarse y estaría por allí. Leah observó en panorámica todo aquel despliegue de actividades y gentío acompañada por el “tachán” de la ardilla. Esta le preguntó que quería probar primero pero la chica lo tenía muy claro: el puesto de tiro al blanco. Casi se olvidó de los dulces al presenciar a esa gente disparando alegremente en el puesto.
Se dirigió allí con una sonrisa, no había tenido oportunidad de disparar mucho últimamente y se moría de ganas por apretar el gatillo. El tendero de brindó uno de esos rifles de pega y Leah lo examinó con cuidado. Estaba algo desgastado y el cañón desviado a propósito, se notaba algo de empeño extra en pos del fallo.
Leah apuntó a los objetivos móviles, eran caricaturas de reyes del mar que mediante un mecanismo subían y bajaban, adelante y atrás. Era un movimiento errático pero repetitivo y predecible con estudiarlo solo unos instantes. Disparó una vez y falló, el proyectil se desvió a la izquierda. Calibró la dirección de apuntado en consecuencia. Acertó siete de los diez disparos que tenía. No quedó muy contenta pero como dio en el blanco con un promedio de más de la mitad de disparos tuvo derecho a elegir un mini premio. Escogió un muñequito de tela un poco más pequeño que Eikel el cual debía representar algo tradicional que ella no tenía ni idea de lo que era.
- Toma, para que hagáis cosas de pequeñajos. Le dijo tendiéndole el muñeco como pago justo por los dulces. ¿Tú no vas a probar o qué? Puedes lanzarles bellotas o algo. Dijo riéndose de/con el de manera no exageradamente ofensiva. Al menos se lo estaba pasando bien.
Se le había quitado un poco el hambre pero para no hacer el feo fue pegando bocados espontáneos, al menos hasta que la ardilla le metió prisa y tuvo que dar su mejor demostración de gourmet express. Eikel la llevó a las afueras, parecía que le gustaba ir de caminata en caminata. No tenía ni idea de cómo podía tener tanta energía algo tan pequeño.
Una feria ambulante era su destino, en realidad le parecía un buen plan, solo que seguramente alguno de sus imbéciles compañeros Marines también habría conseguido enterarse y estaría por allí. Leah observó en panorámica todo aquel despliegue de actividades y gentío acompañada por el “tachán” de la ardilla. Esta le preguntó que quería probar primero pero la chica lo tenía muy claro: el puesto de tiro al blanco. Casi se olvidó de los dulces al presenciar a esa gente disparando alegremente en el puesto.
Se dirigió allí con una sonrisa, no había tenido oportunidad de disparar mucho últimamente y se moría de ganas por apretar el gatillo. El tendero de brindó uno de esos rifles de pega y Leah lo examinó con cuidado. Estaba algo desgastado y el cañón desviado a propósito, se notaba algo de empeño extra en pos del fallo.
Leah apuntó a los objetivos móviles, eran caricaturas de reyes del mar que mediante un mecanismo subían y bajaban, adelante y atrás. Era un movimiento errático pero repetitivo y predecible con estudiarlo solo unos instantes. Disparó una vez y falló, el proyectil se desvió a la izquierda. Calibró la dirección de apuntado en consecuencia. Acertó siete de los diez disparos que tenía. No quedó muy contenta pero como dio en el blanco con un promedio de más de la mitad de disparos tuvo derecho a elegir un mini premio. Escogió un muñequito de tela un poco más pequeño que Eikel el cual debía representar algo tradicional que ella no tenía ni idea de lo que era.
- Toma, para que hagáis cosas de pequeñajos. Le dijo tendiéndole el muñeco como pago justo por los dulces. ¿Tú no vas a probar o qué? Puedes lanzarles bellotas o algo. Dijo riéndose de/con el de manera no exageradamente ofensiva. Al menos se lo estaba pasando bien.
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Eikel aun estaba estupefacto ante la puntería de la chica. Tardo un poco en reaccionar cuando ésta le ofreció el pequeño muñeco que había ganado. Cuando volvió en si, le indico que mejor le diera el muñeco a una niña, y la señalo. Estaba sola sentada en un tronco de árbol roto y parecía que no portaba una ropa demasiado nueva. Le contó que era hija de una pareja de marines que jamas volvió a casa, y la niña estaba viviendo en el orfanato del pequeño pueblo que apenas daba a basto.
Leah le entrego la muñeca a la pequeña y ésta con los ojos vidriosos le abrazo por las piernas y salió corriendo con su nuevo juguete. Cuando Eikel volvió a ser el foco de atención, respondió con un "OK" con el pulgar hacia arriba.
La extraña pareja siguió paseando entre los puestos, la ardilla no pudo contenerse mas y le preguntó. -¿Me enseñarías a disparar como tu? La tensión estaba en el aire, era obvio que el pequeño no podría portar un arma de ninguna de las maneras y menos aun soportar el retroceso de la misma. Leah intento explicarle lo mejor y de la manera mas suave posible el porque no podría, pero al ver la cara de Eikel solo pudo responder con un "Ya se nos ocurrirá algo".
Según avanzaba el tiempo, cada vez el publico que poblaba la feria era mas adulto, los niños tenían que irse a la cama y su espectáculo preferido empezaría en breves. Toda la gente se iba acomodando alrededor del pequeño teatrillo, en bancos o en el mismo suelo, que es donde se situaron la ardilla y su acompañante. Antes de que empezara la actuación una joven pareja se acerco a ellos y se sentó justo detrás. La ardilla se levanto y saludo con alegría.
-Hola Eikel, que sorpresa verte por aquí. Dijo la mujer con tono sarcástico. -Quien es esta chica tan guapa. Preguntó con curiosidad.
Justo cuando la ardilla empezaba a contarles todo un sonoro "shhhhh" seguido por una música de un organistrum le hizo callarse de pronto y con los ojos abiertos de par en par, se sentó mirando al escenario. Se notaba a la legua que disfrutaba como nadie con este tipo de cosas.
La obra en si no era muy original, iba de un grupo de piratas que buscaban un tesoro llamado one piece, aun así estaba completamente absorbido por la actuación, incluso a veces movía la boca intentando imitar en voz baja los diálogos poniendo voz grave. El joven miró a Leah que en ese momento le observaba y levantó los brazos con una gran sonrisa a modo de emoción.
Leah le entrego la muñeca a la pequeña y ésta con los ojos vidriosos le abrazo por las piernas y salió corriendo con su nuevo juguete. Cuando Eikel volvió a ser el foco de atención, respondió con un "OK" con el pulgar hacia arriba.
La extraña pareja siguió paseando entre los puestos, la ardilla no pudo contenerse mas y le preguntó. -¿Me enseñarías a disparar como tu? La tensión estaba en el aire, era obvio que el pequeño no podría portar un arma de ninguna de las maneras y menos aun soportar el retroceso de la misma. Leah intento explicarle lo mejor y de la manera mas suave posible el porque no podría, pero al ver la cara de Eikel solo pudo responder con un "Ya se nos ocurrirá algo".
Según avanzaba el tiempo, cada vez el publico que poblaba la feria era mas adulto, los niños tenían que irse a la cama y su espectáculo preferido empezaría en breves. Toda la gente se iba acomodando alrededor del pequeño teatrillo, en bancos o en el mismo suelo, que es donde se situaron la ardilla y su acompañante. Antes de que empezara la actuación una joven pareja se acerco a ellos y se sentó justo detrás. La ardilla se levanto y saludo con alegría.
-Hola Eikel, que sorpresa verte por aquí. Dijo la mujer con tono sarcástico. -Quien es esta chica tan guapa. Preguntó con curiosidad.
Justo cuando la ardilla empezaba a contarles todo un sonoro "shhhhh" seguido por una música de un organistrum le hizo callarse de pronto y con los ojos abiertos de par en par, se sentó mirando al escenario. Se notaba a la legua que disfrutaba como nadie con este tipo de cosas.
La obra en si no era muy original, iba de un grupo de piratas que buscaban un tesoro llamado one piece, aun así estaba completamente absorbido por la actuación, incluso a veces movía la boca intentando imitar en voz baja los diálogos poniendo voz grave. El joven miró a Leah que en ese momento le observaba y levantó los brazos con una gran sonrisa a modo de emoción.
Después de la parada en aquel puesto de tiro al blanco y el tierno desenlace con la niña huérfana, Eikel y su acompañante pusieron rumbo a lo que parecía uno de los puntos fuertes de la feria. Estaba resultando un día bastante completo, por suerte Leah también guardaba suficiente energía como para aguantar el tirón de la ardilla.
Se sentaron en el suelo a la espera de que comenzase la función, algo que la ropa de Leah no agradecería. Lo cierto es que ella estaba acostumbrada a salir con sus padres y hermanos a grandes y lujosas actuaciones, de hecho había estado en demasiadas óperas (siempre contra su voluntad eso sí). Para ella esto era algo nuevo y sucio, sobre todo nuevo pero sobre todo sucio.
Después de la molesta intromisión de la pareja de desconocidos por fin comenzó la función. Tenía un argumento terrible que hacía hervir la sangre de Leah. Piratas, retratados como intrépidos aventureros en busca de riqueza y tesoros, cuando en realidad eran despojos de la sociedad que solo habían encontrado un brillo de esperanza en el robo y asesinato para sentirse vivos y creer que sus miserables vidas valían algo. Aun así la ardilla parecía estar pasándoselo pipa.
Leah no sabía ya como colocarse para hacer que no se le durmiera un pie. Solo mantenía su intriga en la actuación el pensar que al final esa banda de piratas sería capturada por la Marina y con suerte ejecutados por crímenes contra la humanidad. Desgraciadamente la historia tenía un final algo más infantil destinado a no traumatizar a los niños que posiblemente disfrutaban de la obra.
- ¿Cómo te puede gustar esto? Preguntó a la ardilla tapándose la boca con la mano, mientras todos aplaudían entusiasmados. Básicamente están invitando a todos los niños a convertirse en piratas. Ser pirata no es divertido, Eikel-kun. Tampoco lo era ser Marine, incluso era bastante más duro, pero al menos era digno. Esperaba no haber herido la sensibilidad de su acompañante pero ella era Marine y eso era lo que pensaba, supuso que lo entendería.
Se sentaron en el suelo a la espera de que comenzase la función, algo que la ropa de Leah no agradecería. Lo cierto es que ella estaba acostumbrada a salir con sus padres y hermanos a grandes y lujosas actuaciones, de hecho había estado en demasiadas óperas (siempre contra su voluntad eso sí). Para ella esto era algo nuevo y sucio, sobre todo nuevo pero sobre todo sucio.
Después de la molesta intromisión de la pareja de desconocidos por fin comenzó la función. Tenía un argumento terrible que hacía hervir la sangre de Leah. Piratas, retratados como intrépidos aventureros en busca de riqueza y tesoros, cuando en realidad eran despojos de la sociedad que solo habían encontrado un brillo de esperanza en el robo y asesinato para sentirse vivos y creer que sus miserables vidas valían algo. Aun así la ardilla parecía estar pasándoselo pipa.
Leah no sabía ya como colocarse para hacer que no se le durmiera un pie. Solo mantenía su intriga en la actuación el pensar que al final esa banda de piratas sería capturada por la Marina y con suerte ejecutados por crímenes contra la humanidad. Desgraciadamente la historia tenía un final algo más infantil destinado a no traumatizar a los niños que posiblemente disfrutaban de la obra.
- ¿Cómo te puede gustar esto? Preguntó a la ardilla tapándose la boca con la mano, mientras todos aplaudían entusiasmados. Básicamente están invitando a todos los niños a convertirse en piratas. Ser pirata no es divertido, Eikel-kun. Tampoco lo era ser Marine, incluso era bastante más duro, pero al menos era digno. Esperaba no haber herido la sensibilidad de su acompañante pero ella era Marine y eso era lo que pensaba, supuso que lo entendería.
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Eikel contestó con una enorme sonrisa.
-No se trata de ser pirata o marine, bueno o malo, se trata de decidir como vives tu vida y perseguir tus sueños. No creo que todos los piratas sean unos psicópatas asesinos ni que todos los marines sean un estandarte de bondad. Así somos los seres vivos, impredecibles y eso es lo que nos hace ser tan fantásticos. Dijo mientras se levantaba sacudiéndose el polvo de la capa.
Se giró hacia la pareja que se había dirigido a el anteriormente y les explico acerca de Leah, todo lo que habían hecho esa tarde y lo bien que lo pasaron. Se empezaba a denotar el enorme entusiasmo que ponía la pequeña ardilla a todo, tenia el extraño poder de volver interesantes cosas completamente ordinarias. La pareja no pudo evitar invitarla a cenar a casa, sin aceptar un no por respuesta, y si quería pasar la noche con ellos, también podría.
Comenzaron el camino de retorno a casa, estaba en lo mas alto de la colina, así que tenían un largo camino por delante. Durante la travesía no paraban de cruzarse con gente que bajaba del bosque de la parte alta de la isla y no dudaban en saludar efusivamente a la pareja y a Eikel, todos en el pueblo parecían conocerlos y ser bastantes queridos allí. Después de unos veinte minutos de caminata por fin divisaron la granja. Era enorme con un gran prado, su granero, sus establos, parecía sacada de un cuento. A pesar de verse claramente que no era una familia de clase alta, para ser granjeros aparentaban vivir bastante bien. Al llegar al porche de la gran casa, dos niños pequeños salieron corriendo y antes que saludar a sus propios padres, abrazaron a Eikel poniéndose de rodillas, luego fueron corriendo con sus progenitores que los enviaron a la cama inmediatamente.
Entraron todos en la casa e invitaron a Leah a ponerse cómoda, le preguntaron si queria algo de beber y se dispusieron a preparar la cena. El padre de familia acompañaba en el comedor a la chica mientras charlaban y la madre comenzaba a preparar la mesa. La ardilla no tardo en aparecer ataviado con un pequeño mandil que parecía estar hecho a medida.
-Espero que te guste el pavo. Dijo la ardilla mientras volvía a la cocina. Desde la posición de Leah se podía ver a través de la puerta a la ardilla en los fogones, subido a lo que parecía una silla/escalera hecha precisamente para él.
-No te asustes, es mejor cocinero de lo que te imaginas. Sentenció el padre con una media sonrisa dibujada en su rostro, mientras que ayudaba a su mujer a poner la mesa.
Al cabo de un rato, la ardilla llegó con lo que parecían ser unos generosos platos de pavo desmenuzado, acompañado de una guarnición de hortalizas y un cuenco enorme de puré de patata. Mientras todos se ponían a la mesa, la ardilla fue hasta la cocina de nuevo y volvió con un vaso de zumo y un pequeño recipiente lleno de frutos secos.
-Buen provecho. Espero que sea de tu agrado. Dijo mirando a Leah con una sonrisa mientras se sentaba en una silla adaptada para que la pequeña ardilla pudiese sentarse a la mesa con el resto.
-No se trata de ser pirata o marine, bueno o malo, se trata de decidir como vives tu vida y perseguir tus sueños. No creo que todos los piratas sean unos psicópatas asesinos ni que todos los marines sean un estandarte de bondad. Así somos los seres vivos, impredecibles y eso es lo que nos hace ser tan fantásticos. Dijo mientras se levantaba sacudiéndose el polvo de la capa.
Se giró hacia la pareja que se había dirigido a el anteriormente y les explico acerca de Leah, todo lo que habían hecho esa tarde y lo bien que lo pasaron. Se empezaba a denotar el enorme entusiasmo que ponía la pequeña ardilla a todo, tenia el extraño poder de volver interesantes cosas completamente ordinarias. La pareja no pudo evitar invitarla a cenar a casa, sin aceptar un no por respuesta, y si quería pasar la noche con ellos, también podría.
Comenzaron el camino de retorno a casa, estaba en lo mas alto de la colina, así que tenían un largo camino por delante. Durante la travesía no paraban de cruzarse con gente que bajaba del bosque de la parte alta de la isla y no dudaban en saludar efusivamente a la pareja y a Eikel, todos en el pueblo parecían conocerlos y ser bastantes queridos allí. Después de unos veinte minutos de caminata por fin divisaron la granja. Era enorme con un gran prado, su granero, sus establos, parecía sacada de un cuento. A pesar de verse claramente que no era una familia de clase alta, para ser granjeros aparentaban vivir bastante bien. Al llegar al porche de la gran casa, dos niños pequeños salieron corriendo y antes que saludar a sus propios padres, abrazaron a Eikel poniéndose de rodillas, luego fueron corriendo con sus progenitores que los enviaron a la cama inmediatamente.
Entraron todos en la casa e invitaron a Leah a ponerse cómoda, le preguntaron si queria algo de beber y se dispusieron a preparar la cena. El padre de familia acompañaba en el comedor a la chica mientras charlaban y la madre comenzaba a preparar la mesa. La ardilla no tardo en aparecer ataviado con un pequeño mandil que parecía estar hecho a medida.
-Espero que te guste el pavo. Dijo la ardilla mientras volvía a la cocina. Desde la posición de Leah se podía ver a través de la puerta a la ardilla en los fogones, subido a lo que parecía una silla/escalera hecha precisamente para él.
-No te asustes, es mejor cocinero de lo que te imaginas. Sentenció el padre con una media sonrisa dibujada en su rostro, mientras que ayudaba a su mujer a poner la mesa.
Al cabo de un rato, la ardilla llegó con lo que parecían ser unos generosos platos de pavo desmenuzado, acompañado de una guarnición de hortalizas y un cuenco enorme de puré de patata. Mientras todos se ponían a la mesa, la ardilla fue hasta la cocina de nuevo y volvió con un vaso de zumo y un pequeño recipiente lleno de frutos secos.
-Buen provecho. Espero que sea de tu agrado. Dijo mirando a Leah con una sonrisa mientras se sentaba en una silla adaptada para que la pequeña ardilla pudiese sentarse a la mesa con el resto.
Una ardilla le estaba dando lecciones sobre la vida, hablando sobre matices y escalas de gris entre blanco y negro. Todo eso era muy cierto en la teoría pero desgraciadamente son los extremos son los que se hacen notar y los que causan que se generen los prejuicios que desgraciadamente suelen ser ciertos en la mayoría de casos. Sea como fuere no se iba a poner a discutir con una ardilla, de hecho aún le costaba asimilar el hecho de que estuviese hablando.
Resultó que aquella molesta pareja de antes eran más que conocidos de Eikel, y por ende se vio arrastrada a una invitación para una cena familiar. Comida gratis a salvo de la compañía de cualquier chusma de posada barata, no sonaba mal del todo. Llegaron hasta aquella especie de rancho donde unos mocosos salieron como recibimiento. Así es como vivían los pobres al parecer, sin ley ni orden. Esa era la clase de pensamiento que le solía pasar a Leah por la cabeza.
La ardilla, que estaba llena de sorpresas y bellotas, también parecía saber cocinar. Apareció con una comida de pinta apetecible. Que aproveche. Dijo para hacerse pasar por una educada damisela más. Lo que Leah llevaba todo el rato preguntándose es que demonios pintaba ella allí, en medio de aquella comida. Todo el día había pasado demasiado rápido.
Sin poder evitarlo soltó un pequeño bostezo de cansancio que medio disimuló como pudo pero que inevitablemente atrajo la atención de todos los comensales. Sonrió arqueando una ceja e inmediatamente se llevó otro pedazo de pavo a la boca.
Resultó que aquella molesta pareja de antes eran más que conocidos de Eikel, y por ende se vio arrastrada a una invitación para una cena familiar. Comida gratis a salvo de la compañía de cualquier chusma de posada barata, no sonaba mal del todo. Llegaron hasta aquella especie de rancho donde unos mocosos salieron como recibimiento. Así es como vivían los pobres al parecer, sin ley ni orden. Esa era la clase de pensamiento que le solía pasar a Leah por la cabeza.
La ardilla, que estaba llena de sorpresas y bellotas, también parecía saber cocinar. Apareció con una comida de pinta apetecible. Que aproveche. Dijo para hacerse pasar por una educada damisela más. Lo que Leah llevaba todo el rato preguntándose es que demonios pintaba ella allí, en medio de aquella comida. Todo el día había pasado demasiado rápido.
Sin poder evitarlo soltó un pequeño bostezo de cansancio que medio disimuló como pudo pero que inevitablemente atrajo la atención de todos los comensales. Sonrió arqueando una ceja e inmediatamente se llevó otro pedazo de pavo a la boca.
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Pasaron una agradable velada con preguntas de cortesía acerca del trabajo, sin ahondar demasiado en la vida personal de cada uno. Todos se habían dado cuenta de que Leah parecía cansada, así que poco después del postre y una taza de café o chocolate caliente, decidieron acostarse. Mientras la mujer acompañaba a su huésped al cuarto de invitados, Eikel recogía felizmente la mesa y dejaba todo limpio como una patena.
Frente a la puerta del cuarto de Leah se encontraba una habitación cerrada, que no tardo en abrirse cuando la ardilla llegó. -Buenas noches. Dijo sonriente mientras de un salto abría el pomo de la puerta. Mas que una habitación, parecía un despacho completamente lleno de libros por todas partes, ordenados dentro del desorden, daba una extraña impresión.
La noche pasó sin casi darse cuenta y Eikel se levantó para hacer sus tareas matutinas. Ordeñar leche fresca para el desayuno era su primer labor, seguido de preparar un equilibrado desayuno con varios cereales y galletas recién horneadas. Todo esto denotaba un mimo especial, la mayoría de los ingredientes eran cosechados en la misma granja, por no decir todos. La ardilla puso la mesa mientras mordisqueaba una galleta con pequeños bocados, para tener todo listo para cuando se levantasen todos.
A pesar de que tenían visita no podía descuidar sus otras tareas, así que se dirigió a la bomba de agua del rancho y comenzó a hacer la colada, hasta que viese movimiento en la casa, adelantaría todo lo que pudiese su trabajo.
La verdad es que la ardilla estaba algo acelerada no solo por el hecho de que Leah estuviese allí, sino que en su cabeza no paraba de dar vueltas la idea de que hoy le llegaría un libro que había encargado hace semanas y no veía el momento de bajar al pueblo a recogerlo. Era un manual básico de medicina que no era demasiado fácil de conseguir, de hecho le había costado la mayoría de sus ahorros, pero valdría la pena.
Cuando sintió movimiento en la casa, apuró la poca colada que le quedaba y fue corriendo hacia la casa. -¡Buenos días! Gritó mientras entraba corriendo en el comedor. Denotaba nerviosismo por los cuatro costados.
-¿Otro libro Eikel? Fueron las palabras del hombre acompañadas de un sonora carcajada familiar. En el poco tiempo que llevaban juntos, éste se había vuelto transparente como el agua para ellos, lo que en general reconfortaba bastante al pequeño.
-Te acompañare de vuelta al pueblo. Sentenció la ardilla utilizando a Leah como excusa para ir a la tienda lo antes posible.
Frente a la puerta del cuarto de Leah se encontraba una habitación cerrada, que no tardo en abrirse cuando la ardilla llegó. -Buenas noches. Dijo sonriente mientras de un salto abría el pomo de la puerta. Mas que una habitación, parecía un despacho completamente lleno de libros por todas partes, ordenados dentro del desorden, daba una extraña impresión.
La noche pasó sin casi darse cuenta y Eikel se levantó para hacer sus tareas matutinas. Ordeñar leche fresca para el desayuno era su primer labor, seguido de preparar un equilibrado desayuno con varios cereales y galletas recién horneadas. Todo esto denotaba un mimo especial, la mayoría de los ingredientes eran cosechados en la misma granja, por no decir todos. La ardilla puso la mesa mientras mordisqueaba una galleta con pequeños bocados, para tener todo listo para cuando se levantasen todos.
A pesar de que tenían visita no podía descuidar sus otras tareas, así que se dirigió a la bomba de agua del rancho y comenzó a hacer la colada, hasta que viese movimiento en la casa, adelantaría todo lo que pudiese su trabajo.
La verdad es que la ardilla estaba algo acelerada no solo por el hecho de que Leah estuviese allí, sino que en su cabeza no paraba de dar vueltas la idea de que hoy le llegaría un libro que había encargado hace semanas y no veía el momento de bajar al pueblo a recogerlo. Era un manual básico de medicina que no era demasiado fácil de conseguir, de hecho le había costado la mayoría de sus ahorros, pero valdría la pena.
Cuando sintió movimiento en la casa, apuró la poca colada que le quedaba y fue corriendo hacia la casa. -¡Buenos días! Gritó mientras entraba corriendo en el comedor. Denotaba nerviosismo por los cuatro costados.
-¿Otro libro Eikel? Fueron las palabras del hombre acompañadas de un sonora carcajada familiar. En el poco tiempo que llevaban juntos, éste se había vuelto transparente como el agua para ellos, lo que en general reconfortaba bastante al pequeño.
-Te acompañare de vuelta al pueblo. Sentenció la ardilla utilizando a Leah como excusa para ir a la tienda lo antes posible.
Después de la cena no hubo mucha más acción, sabía que su cansancio les había condicionado un poco, pero no se iba a quejar por el hecho de recibir una oportunidad para descansar. Una vez la mujer llevó a Leah a la habitación donde iba a pasar la noche se dio cuenta de que esta no traía más ropa a parte de su elegante conjunto blanco el cual no era apto para irse a la cama. Se la había dejado en el barco.
Tras un pequeño rato de buscar por un sinfín de cajones consiguió encontrar una especie de blusón viejo de color blanco que haría su función como falso pijama. No hace falta decir que cabían dos Leahs allí dentro, no porque la mujer estuviese fondona, sino porque la joven no era un gigante precisamente. Con su nuevo vestido de boda se enfiló hacia la cama despidiéndose de la mujer y de Eikel que según parecía también iba a planchar la oreja.
Sus temores se hicieron realidad en mitad de la noche: no podía dormir. Tenía sueño pero encontraba extremadamente complicado dormir en una cama de esa calidad, muy inferior a lo que estaba acostumbrada. No solo le pasaba allí, también en alta mar y cuando entrenaba con su maestro fuera de su mansión familiar. Tras dar como cien vueltas en la cama se levantó con pesadez y miró por la ventana, observando como la luz de la Luna bañaba la granja y el interior de su habitación. No hubo momentos de reflexión profundos o melancolía, había estado tantas veces en esa situación que ya no le quedaban momentos ñoños o tristes que rememorar.
Abrió la puerta de su cuarto lo más sigilosamente que pudo y se dirigió afuera de la casa. Le recordaba tanto a sus escapadas nocturnas… solo que ahora no las hacía por capricho. Tras estar un rato dando vueltas sin sentido volvió al interior, aquel vestido era realmente incómodo y no podía soportar moverse con él.
La mañana siguiente llego tras una noche eterna para Leah, escuchó la puerta del cuarto de Eikel abrirse pero no tenía fuerzas ni para pensar. Al cabo de no sabía ni cuánto tiempo decidió levantarse para que no pensaran que había muerto, su aspecto era horrible y las ojeras le llegaban hasta los pies. Fue al comedor y vio la mesa ya preparada, los padres la saludaron educadamente y uno de los críos le pregunto si había dormido bien a lo que respondió con un abstracto “meh”.
- ¿Al… dónde? Preguntó tras no acabar de procesar las palabras de la ardilla. Su cerebro funcionaba algo lento en ese instante y la atención de sus sentidos solo se veía atraída por la comida matutina que había sobre la mesa. Algo le decía que este día iba a ser incluso más largo que el anterior, así que mejor prepararse para lo peor.
Tras un pequeño rato de buscar por un sinfín de cajones consiguió encontrar una especie de blusón viejo de color blanco que haría su función como falso pijama. No hace falta decir que cabían dos Leahs allí dentro, no porque la mujer estuviese fondona, sino porque la joven no era un gigante precisamente. Con su nuevo vestido de boda se enfiló hacia la cama despidiéndose de la mujer y de Eikel que según parecía también iba a planchar la oreja.
Sus temores se hicieron realidad en mitad de la noche: no podía dormir. Tenía sueño pero encontraba extremadamente complicado dormir en una cama de esa calidad, muy inferior a lo que estaba acostumbrada. No solo le pasaba allí, también en alta mar y cuando entrenaba con su maestro fuera de su mansión familiar. Tras dar como cien vueltas en la cama se levantó con pesadez y miró por la ventana, observando como la luz de la Luna bañaba la granja y el interior de su habitación. No hubo momentos de reflexión profundos o melancolía, había estado tantas veces en esa situación que ya no le quedaban momentos ñoños o tristes que rememorar.
Abrió la puerta de su cuarto lo más sigilosamente que pudo y se dirigió afuera de la casa. Le recordaba tanto a sus escapadas nocturnas… solo que ahora no las hacía por capricho. Tras estar un rato dando vueltas sin sentido volvió al interior, aquel vestido era realmente incómodo y no podía soportar moverse con él.
La mañana siguiente llego tras una noche eterna para Leah, escuchó la puerta del cuarto de Eikel abrirse pero no tenía fuerzas ni para pensar. Al cabo de no sabía ni cuánto tiempo decidió levantarse para que no pensaran que había muerto, su aspecto era horrible y las ojeras le llegaban hasta los pies. Fue al comedor y vio la mesa ya preparada, los padres la saludaron educadamente y uno de los críos le pregunto si había dormido bien a lo que respondió con un abstracto “meh”.
- ¿Al… dónde? Preguntó tras no acabar de procesar las palabras de la ardilla. Su cerebro funcionaba algo lento en ese instante y la atención de sus sentidos solo se veía atraída por la comida matutina que había sobre la mesa. Algo le decía que este día iba a ser incluso más largo que el anterior, así que mejor prepararse para lo peor.
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Eikel ni siquiera se dio cuenta de que Leah no le había entendido, así que se puso detrás de ella y la empujo hasta la silla.
-Come, Come. Dijo metiendole prisa en el cuerpo. Estaba ansioso por llegar al pueblo y sus esfuerzos por ocultarlo eran ridículos, dejando mas aun en evidencia sus ganas de salir de la casa corriendo.
Al cabo de un rato, salieron juntos del rancho, era una extraña estampa, el enérgico roedor y la casi desfallecida marine iban caminando juntos. Era como un rollback en el tiempo, toda la gente saludaba a Eikel mientras bajaban la colina, clásica educación de pueblo. Mientras caminaban, no paraba de preguntarle a la chica si se le había ocurrido alguna cosa para poder practicar tiro al blanco.
Unos minutos mas tarde, por fin llegaron al centro del pueblo lo que para Leah supondría un alivio puesto que la ardilla se había callado de pronto al divisar la librería. Con sus cuarenta centímetros de altura, aunque parezca mentira, hizo apurar el paso de la chica que lo acompañaba y por fin se paró enfrente de la librería, infló todo lo que pudo el pecho y gritó.
-¡SEÑOOOR YOOOOOLO ABRAAAAA! Parece mentira que de una cosa tan pequeña saliera tal estruendo, incluso algunas personas que estaban sumidas en sus pensamientos dieron un ligero brinco asustándose.
La puerta no tardo en abrirse y de la nada apareció un hombre que tenía pinta de todo menos de vender libros. Era gigantesco, calvo, con un enorme bigote y varias cicatrices cubriéndole la cara, una de las cuales surcaba un ojo el cual parecía haber perdido. Eikel hizo caso omiso de los saludos de cortesía y se metió corriendo en la tienda. Yolo negó con la cabeza antes de fijarse en Leah con un semblante serio y pasado unos instantes le hizo un ademán caballeroso para que entrase. La tienda no era muy grande y la verdad, carecía bastante de buen genero pero era suficiente para ese pequeño pueblo, ademas, siempre quedaban los encargos que eran lo que le daban vida a la tienda. Todo estaba puesto de manera caótica, pero daba la sensación de que si pedías algo, Yolo lo encontraría al momento.
-Ha llegado verdad, ha llegado. Exclamaba la ardilla desde una posición en la que no era visible, pero su posición fue delatada detrás del mostrador al salir unos cuantos libros volando. -¡Aquí esta! Grito alzando el libro con las dos manos como si de un tesoro se tratase.
-Muchas gracias, cuando consiga el dinero suficiente le pediré el siguiente tomo. El tendero sonrió y asintió con la cabeza mientras Eikel arrastraba fuera de la tienda a Leah con su nueva adquisición.
-Por cierto, no te he preguntado. ¿Cuando te vas? Dijo el roedor una vez fuera, con una expresión un tanto triste.
-Come, Come. Dijo metiendole prisa en el cuerpo. Estaba ansioso por llegar al pueblo y sus esfuerzos por ocultarlo eran ridículos, dejando mas aun en evidencia sus ganas de salir de la casa corriendo.
Al cabo de un rato, salieron juntos del rancho, era una extraña estampa, el enérgico roedor y la casi desfallecida marine iban caminando juntos. Era como un rollback en el tiempo, toda la gente saludaba a Eikel mientras bajaban la colina, clásica educación de pueblo. Mientras caminaban, no paraba de preguntarle a la chica si se le había ocurrido alguna cosa para poder practicar tiro al blanco.
Unos minutos mas tarde, por fin llegaron al centro del pueblo lo que para Leah supondría un alivio puesto que la ardilla se había callado de pronto al divisar la librería. Con sus cuarenta centímetros de altura, aunque parezca mentira, hizo apurar el paso de la chica que lo acompañaba y por fin se paró enfrente de la librería, infló todo lo que pudo el pecho y gritó.
-¡SEÑOOOR YOOOOOLO ABRAAAAA! Parece mentira que de una cosa tan pequeña saliera tal estruendo, incluso algunas personas que estaban sumidas en sus pensamientos dieron un ligero brinco asustándose.
La puerta no tardo en abrirse y de la nada apareció un hombre que tenía pinta de todo menos de vender libros. Era gigantesco, calvo, con un enorme bigote y varias cicatrices cubriéndole la cara, una de las cuales surcaba un ojo el cual parecía haber perdido. Eikel hizo caso omiso de los saludos de cortesía y se metió corriendo en la tienda. Yolo negó con la cabeza antes de fijarse en Leah con un semblante serio y pasado unos instantes le hizo un ademán caballeroso para que entrase. La tienda no era muy grande y la verdad, carecía bastante de buen genero pero era suficiente para ese pequeño pueblo, ademas, siempre quedaban los encargos que eran lo que le daban vida a la tienda. Todo estaba puesto de manera caótica, pero daba la sensación de que si pedías algo, Yolo lo encontraría al momento.
-Ha llegado verdad, ha llegado. Exclamaba la ardilla desde una posición en la que no era visible, pero su posición fue delatada detrás del mostrador al salir unos cuantos libros volando. -¡Aquí esta! Grito alzando el libro con las dos manos como si de un tesoro se tratase.
-Muchas gracias, cuando consiga el dinero suficiente le pediré el siguiente tomo. El tendero sonrió y asintió con la cabeza mientras Eikel arrastraba fuera de la tienda a Leah con su nueva adquisición.
-Por cierto, no te he preguntado. ¿Cuando te vas? Dijo el roedor una vez fuera, con una expresión un tanto triste.
Leah, al borde del empacho, salió de paseo nuevamente con su ardillado amiguito. No tenía ni idea de a donde se dirigían pero el sueño la hacía querer estrangular a todos con los que se cruzaban. La falta de descanso la hacía un poco bastante más irascible de lo habitual, convirtiendo afables saludos desinteresados en molestos despliegues de incordio gratuito.
Según parecía su parada era una tienda de libros. Arqueó los labios en forma de “C” pensando que pro una vez la idea no estaba nada mal, de hecho era bastante fanática de las novelas policiacas y la lectura en general. Ahora que se fijaba en Eikel dedujo que aquel lugar era la fuente de su inquietud y mientras él corría al interior de la tienda, Leah sentía que aquel hombre robusto que regentaba la tienda no era o al menos fue un ciudadano ejemplar. Parecía una de esas personas que disfrutan viviendo al límite ya que piensan que solo se vive una vez. Eso no es una excusa para justificar las acciones de alguien.
La chica ojeaba somnolienta algunos títulos, buscando alguno que despertase su interés pero la ardilla parecía tener prisa por concluir su efímera visita a la tienda de libros. Debía haber encontrado lo que buscaba, fuera lo que fuera.
Salieron del local y la ardilla tardó varias centésimas de segundo en empezar con otra tanda de preguntas, lo que asustó a Leah haciéndole pensar que quizás había enfermado. Era una cuestión temporal esta vez.
- Pueees... A la chicha le dolía horrores la cabeza y el Sol no ayudaba mucho. Creo que nos vamos mañana a primera hora. Le respondió reparando en la algo afligida expresión del roedor. Se imaginaba que era lo que le pasaba por la cabeza. Mira, Eikel-kun, hoy estoy que me caigo pero dentro de unos días seguramente me destinaran otra vez y tendremos que pasar aquí para lo mismo. Te prometo que te enseñaré un par de truquillos para afinar tu puntería. Serás la envidia de las demás ardillas. Había estado muy pesado con eso así que supuso que se alegraría. Lo cierto es que Leah era buena tiradora pero tanto como para impartir clases igual era pedir demasiado. Pero bueno, una promesa es una promesa.
Según parecía su parada era una tienda de libros. Arqueó los labios en forma de “C” pensando que pro una vez la idea no estaba nada mal, de hecho era bastante fanática de las novelas policiacas y la lectura en general. Ahora que se fijaba en Eikel dedujo que aquel lugar era la fuente de su inquietud y mientras él corría al interior de la tienda, Leah sentía que aquel hombre robusto que regentaba la tienda no era o al menos fue un ciudadano ejemplar. Parecía una de esas personas que disfrutan viviendo al límite ya que piensan que solo se vive una vez. Eso no es una excusa para justificar las acciones de alguien.
La chica ojeaba somnolienta algunos títulos, buscando alguno que despertase su interés pero la ardilla parecía tener prisa por concluir su efímera visita a la tienda de libros. Debía haber encontrado lo que buscaba, fuera lo que fuera.
Salieron del local y la ardilla tardó varias centésimas de segundo en empezar con otra tanda de preguntas, lo que asustó a Leah haciéndole pensar que quizás había enfermado. Era una cuestión temporal esta vez.
- Pueees... A la chicha le dolía horrores la cabeza y el Sol no ayudaba mucho. Creo que nos vamos mañana a primera hora. Le respondió reparando en la algo afligida expresión del roedor. Se imaginaba que era lo que le pasaba por la cabeza. Mira, Eikel-kun, hoy estoy que me caigo pero dentro de unos días seguramente me destinaran otra vez y tendremos que pasar aquí para lo mismo. Te prometo que te enseñaré un par de truquillos para afinar tu puntería. Serás la envidia de las demás ardillas. Había estado muy pesado con eso así que supuso que se alegraría. Lo cierto es que Leah era buena tiradora pero tanto como para impartir clases igual era pedir demasiado. Pero bueno, una promesa es una promesa.
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El roedor se alegró de saber que se volverían a verse y eso hizo que la tristeza abandonara su mente ligeramente. Sabía que Leah estaba cansada, así que decidió acompañarla hasta el barco para que se tomase el día de descanso, no todos podían seguir el ritmo de la ardilla. Una vez llegados al barco, hubo una ligera despedida con un hasta mañana, ya que habían quedado en verse antes de que el barco zarpase.
Eikel estaba ligeramente acostumbrado a la soledad , el tiempo que no pasaba en casa lo pasaba en cualquier rincón, comiendo frutos secos y leyendo libros solo, a pesar de que tenía buena relación con todo el mundo, no tenía amigos propiamente dichos. Así que se aproximo a la tienda del viejo Python y compro una pequeña bolsa de frutos secos variados. Una vez hecho esto volvió al puerto y se sentó en una de las cuerdas de los amarres de un barco, balanceándose ligeramente como si de un columpio personal se tratara y se puso a leer su nuevo libro sobre medicina, era el primer tomo de lo que parecía ser una enciclopedia, medicina y cuidados básicos, rezaba en su tapa. Mientras leía no paraba de fantasear con ser medico y tener su propia consulta, que sería totalmente gratuita y atendería a todo el mundo, sin importar su historia. Soñando se le hizo tarde, tenía que volver a casa para hacer la cena, la responsabilidad y el deber lo devolvieron a la realidad, acompañado por los últimos rayos de sol, inició su vuelta a casa.
Como era de costumbre, se desvió ligeramente de su camino para adentrarse en el bosque, allí dejaría esparcidos los frutos secos que le habían sobrado, para compartir con sus "familiares" mas cercanos. Una vez hecho esto, se encaminó a toda velocidad hacia el rancho de nuevo. Nada mas llegar saludó y se puso a hacer la cena a toda velocidad.
La velada transcurrió tranquila, comentando que tal había sido el día de todos, por costumbre se dejaba por último a Eikel que empezaba a desvariar y a contar todo lo que había leído o aprendido en sus libros, era lo normal ya que era el que mas hablaba de todos los presentes. Una vez todos se fueron a la cama, Eikel termino de limpiar las cosas y dejar preparadas otras tantas para mañana, quería adelantar trabajo por el mero hecho de salir temprano al puerto ya que no quería que Leah se fuera sin despedirse.
Eikel estaba ligeramente acostumbrado a la soledad , el tiempo que no pasaba en casa lo pasaba en cualquier rincón, comiendo frutos secos y leyendo libros solo, a pesar de que tenía buena relación con todo el mundo, no tenía amigos propiamente dichos. Así que se aproximo a la tienda del viejo Python y compro una pequeña bolsa de frutos secos variados. Una vez hecho esto volvió al puerto y se sentó en una de las cuerdas de los amarres de un barco, balanceándose ligeramente como si de un columpio personal se tratara y se puso a leer su nuevo libro sobre medicina, era el primer tomo de lo que parecía ser una enciclopedia, medicina y cuidados básicos, rezaba en su tapa. Mientras leía no paraba de fantasear con ser medico y tener su propia consulta, que sería totalmente gratuita y atendería a todo el mundo, sin importar su historia. Soñando se le hizo tarde, tenía que volver a casa para hacer la cena, la responsabilidad y el deber lo devolvieron a la realidad, acompañado por los últimos rayos de sol, inició su vuelta a casa.
Como era de costumbre, se desvió ligeramente de su camino para adentrarse en el bosque, allí dejaría esparcidos los frutos secos que le habían sobrado, para compartir con sus "familiares" mas cercanos. Una vez hecho esto, se encaminó a toda velocidad hacia el rancho de nuevo. Nada mas llegar saludó y se puso a hacer la cena a toda velocidad.
La velada transcurrió tranquila, comentando que tal había sido el día de todos, por costumbre se dejaba por último a Eikel que empezaba a desvariar y a contar todo lo que había leído o aprendido en sus libros, era lo normal ya que era el que mas hablaba de todos los presentes. Una vez todos se fueron a la cama, Eikel termino de limpiar las cosas y dejar preparadas otras tantas para mañana, quería adelantar trabajo por el mero hecho de salir temprano al puerto ya que no quería que Leah se fuera sin despedirse.
La ardilla había tenido piedad esta vez, aunque todo el mundo sabía que era para tener tiempo de ojear el libro que acababa de adquirir. Acompañó a la chica hasta su maravilloso barco estándar de la Marina donde nada más despedirse todos le empezaron a bombardear a preguntas… que donde había estado, que había comido y esas cosas típicas de cotillas marujonas.
La joven intentó escaquearse hasta los camarotes comunes, donde apilaban a los reclutas, para recoger un poco sus pertenecías y echarse una siesta pero sus planes no tardaron en truncarse pues se dio de bruces con el capitán que al igual que el resto de sus compañeros le comentó que no la había visto el día anterior. Sin intentar hacerse el preocupado ni un instante más le sugirió que revisara los cañones de los laterales ya que los necesitaban listos antes de zarpar.
Después de preguntar si no lo podía hacer otro y quejarse reiteradamente se dirigió a las cubiertas inferiores a la altura de la primera hilera de cañones para comenzar con el tedioso trabajo de examinarlos uno por uno, pulirlos y comprobar que nada fallase en la mecha. También tocaba inventario de municiones así que organizaron pequeños grupos de tres para realizar las tareas.
Al caer la noche Leah estaba tan hecha polvo que incluso el interior de un cañón le parecía la mejor de las literas, aun así durmió en su cama propia. Soñó con ardillas. Ella era la reina (con corona y todo) de un reino de roedores que estaban bajo sus órdenes y unos piratas estereotipo con parches y garfios asaltaba su castillo mientras ella movilizaba un ejército compuesto de catapultas lanzabellotas demás alocadas invenciones de una mente destruida por el cansancio. Mañana sería otro día.
La joven intentó escaquearse hasta los camarotes comunes, donde apilaban a los reclutas, para recoger un poco sus pertenecías y echarse una siesta pero sus planes no tardaron en truncarse pues se dio de bruces con el capitán que al igual que el resto de sus compañeros le comentó que no la había visto el día anterior. Sin intentar hacerse el preocupado ni un instante más le sugirió que revisara los cañones de los laterales ya que los necesitaban listos antes de zarpar.
Después de preguntar si no lo podía hacer otro y quejarse reiteradamente se dirigió a las cubiertas inferiores a la altura de la primera hilera de cañones para comenzar con el tedioso trabajo de examinarlos uno por uno, pulirlos y comprobar que nada fallase en la mecha. También tocaba inventario de municiones así que organizaron pequeños grupos de tres para realizar las tareas.
Al caer la noche Leah estaba tan hecha polvo que incluso el interior de un cañón le parecía la mejor de las literas, aun así durmió en su cama propia. Soñó con ardillas. Ella era la reina (con corona y todo) de un reino de roedores que estaban bajo sus órdenes y unos piratas estereotipo con parches y garfios asaltaba su castillo mientras ella movilizaba un ejército compuesto de catapultas lanzabellotas demás alocadas invenciones de una mente destruida por el cansancio. Mañana sería otro día.
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La hora de levantarse había llegado, aun somnoliento Eikel se estiro con cuidado de no tirar ninguna de las pilas de libros que tenía alrededor y como si de un zombie guiado por control remoto se tratara salió de la habitación dando tumbos esquivando dichas columnas literarias.
Lo primero que hizo fue preparar el desayuno estándar y luego paso mas tiempo de lo habitual en la cocina, preparando varios tipos de postres. Estos últimos los dejo enfriar y los metió en una bolsa de papel antes de volver a su habitación. Buscó entre sus libros hasta que encontró el que buscaba. El roedor se había fijado que Leiah ojeaba novelas policíacas en la librería, así que busco algo que se adaptase a sus gustos, "Los intocables" rezaba en el dorso. Ilusionado, esperaba que fuera de su agrado. Una vez preparado todo, Eikel cogió la bolsa, el libro y partió hacia el pueblo, con cuidado de no hacer ruido al cerrar la puerta.
El viaje hasta allí fue tranquilo, más de lo habitual debido a lo temprano que era. Los primeros rayos de sol se asomaban entre las pocas nubes y las ramas de los arboles, dando una sensación de bienestar con banda sonora propia, el canto de los pájaros. Al roedor esto le traía recuerdos de su inconsciente, antes de la fruta, y le resultaba enormemente reconfortante.
Por fin había llegado a su destino, observo el puerto desde la lejanía y no veía ningún tipo de movimiento, la mayoría de los locales estaban cerrados y todo en calma. Decidió tomarse su tiempo en bajar. Una vez allí se sentó en el borde del muelle y empezó a lanzar hojas secas de los arboles que adornaban el camino hasta allí, dirigiendo la mirada de vez en cuando al barco de la marina. Pasados unos minutos, empezaron a llegar trabajadores del puerto con los últimos pedidos que habían hecho para el barco, todo parecía indicar que partirían pronto.
Una vez cargado, algunos marines salieron a estirar las piernas entre los cuales no se encontraba Leah, Eikel empezaba a pensar que se había olvidado y no saldría a despedirse, pero en ese momento vio a la chica salir del barco. El pequeño corrió hacia el barco y se planto ante ella. Hablaron durante unos minutos y la chica le advirtió que el barco zarparía en breves, pero que no había olvidado su promesa.
-Toma, para el viaje. Dijo Eikel dándole la bolsita con dulces y el libro. Una vez dicho esto, el roedor salió corriendo mirando hacia atrás, mientras se despedía con la mano. Su pequeña figura desapareció en en la lejanía, aun así no le había puesto triste la despedida, confiaba en Leah, así que tan solo era un hasta luego. No veía el momento de que le enseñase a defenderse.
Lo primero que hizo fue preparar el desayuno estándar y luego paso mas tiempo de lo habitual en la cocina, preparando varios tipos de postres. Estos últimos los dejo enfriar y los metió en una bolsa de papel antes de volver a su habitación. Buscó entre sus libros hasta que encontró el que buscaba. El roedor se había fijado que Leiah ojeaba novelas policíacas en la librería, así que busco algo que se adaptase a sus gustos, "Los intocables" rezaba en el dorso. Ilusionado, esperaba que fuera de su agrado. Una vez preparado todo, Eikel cogió la bolsa, el libro y partió hacia el pueblo, con cuidado de no hacer ruido al cerrar la puerta.
El viaje hasta allí fue tranquilo, más de lo habitual debido a lo temprano que era. Los primeros rayos de sol se asomaban entre las pocas nubes y las ramas de los arboles, dando una sensación de bienestar con banda sonora propia, el canto de los pájaros. Al roedor esto le traía recuerdos de su inconsciente, antes de la fruta, y le resultaba enormemente reconfortante.
Por fin había llegado a su destino, observo el puerto desde la lejanía y no veía ningún tipo de movimiento, la mayoría de los locales estaban cerrados y todo en calma. Decidió tomarse su tiempo en bajar. Una vez allí se sentó en el borde del muelle y empezó a lanzar hojas secas de los arboles que adornaban el camino hasta allí, dirigiendo la mirada de vez en cuando al barco de la marina. Pasados unos minutos, empezaron a llegar trabajadores del puerto con los últimos pedidos que habían hecho para el barco, todo parecía indicar que partirían pronto.
Una vez cargado, algunos marines salieron a estirar las piernas entre los cuales no se encontraba Leah, Eikel empezaba a pensar que se había olvidado y no saldría a despedirse, pero en ese momento vio a la chica salir del barco. El pequeño corrió hacia el barco y se planto ante ella. Hablaron durante unos minutos y la chica le advirtió que el barco zarparía en breves, pero que no había olvidado su promesa.
-Toma, para el viaje. Dijo Eikel dándole la bolsita con dulces y el libro. Una vez dicho esto, el roedor salió corriendo mirando hacia atrás, mientras se despedía con la mano. Su pequeña figura desapareció en en la lejanía, aun así no le había puesto triste la despedida, confiaba en Leah, así que tan solo era un hasta luego. No veía el momento de que le enseñase a defenderse.
Una suave brisa matutina se alzaba sobre el puerto, los primeros rayos del astro rey bañaban el paisaje y el olor a espuma de mar recordaba a todos el por qué habían elegido la vida de un marino. Leah por su parte se conformaba con dormir hasta tarde, algo imposible dado que todos los días a primera hora, el encargado de dar el toque para despertar a los reclutas y organizarlos en sus puestos cumplía fervientemente con su tarea.
Aquella mañana no fue distinto y teniendo en cuenta que partirían en cuestión de una hora o menos no había mucho que pudiese hacer al respecto. Se dirigió a cubierta agradeciendo al cielo las breves pero maravillosas horas de sueño que había disfrutado a la vez que se ajustaba en la cabeza su gorra de Marine. Miró en dirección al puesto esperando ver al menos una cara conocida pero sin éxito por el momento.
Si no fuese porque se trataba de Eikel, igual alguna mínima duda de que no apareciese habría rondado su cabeza pero no era el caso. Tuvo que ayudar a cargar algunas cajas más y justo en el momento que volvió a salir a fuera supo que la hora de la despedida había llegado. La ardilla acudió apresurada como siempre y Leah siguió su trayectoria con la mirada, pensó que sería algo difícil acertar a un blanco tan pequeño en movimiento. No es que fuese a dispararle, eran defectos de su entrenamiento y profesión.
Cuando el roedor llegó hasta ella se alejaron un poco de la rampa que subía hasta el navío y dedicaron un rato a típica charla trivial de conocidos. Eikel le dio más dulces y hasta un libro para el trayecto. “Hay que ver…” Pensó para sí. No podía entender cómo podía existir gente o seres como él o ello, tan desinteresado y vivaracho. Le entraron ganas de pegarle en la cara y abrazarlo pero no hizo ninguna de las dos cosas, simplemente se limitó a sonreír de forma sincera. Muy en lo hondo de su corazón sabía que le caía bastante bien.
Guardó el libro en el interior de su espaciosa chaqueta y se metió algunos dulces en la boca mientras Eikel ya se alejaba despidiéndose. Leah se puso los dedos índice y corazón en la sien y los movió hacia delante en un gesto que indicaba “adiós”. Sin más se giró sin mirar atrás para continuar con sus tareas navales. El viaje que había por delante era largo, no obstante tenía pinta de ser algo menos aburrido que el de ida.
Aquella mañana no fue distinto y teniendo en cuenta que partirían en cuestión de una hora o menos no había mucho que pudiese hacer al respecto. Se dirigió a cubierta agradeciendo al cielo las breves pero maravillosas horas de sueño que había disfrutado a la vez que se ajustaba en la cabeza su gorra de Marine. Miró en dirección al puesto esperando ver al menos una cara conocida pero sin éxito por el momento.
Si no fuese porque se trataba de Eikel, igual alguna mínima duda de que no apareciese habría rondado su cabeza pero no era el caso. Tuvo que ayudar a cargar algunas cajas más y justo en el momento que volvió a salir a fuera supo que la hora de la despedida había llegado. La ardilla acudió apresurada como siempre y Leah siguió su trayectoria con la mirada, pensó que sería algo difícil acertar a un blanco tan pequeño en movimiento. No es que fuese a dispararle, eran defectos de su entrenamiento y profesión.
Cuando el roedor llegó hasta ella se alejaron un poco de la rampa que subía hasta el navío y dedicaron un rato a típica charla trivial de conocidos. Eikel le dio más dulces y hasta un libro para el trayecto. “Hay que ver…” Pensó para sí. No podía entender cómo podía existir gente o seres como él o ello, tan desinteresado y vivaracho. Le entraron ganas de pegarle en la cara y abrazarlo pero no hizo ninguna de las dos cosas, simplemente se limitó a sonreír de forma sincera. Muy en lo hondo de su corazón sabía que le caía bastante bien.
Guardó el libro en el interior de su espaciosa chaqueta y se metió algunos dulces en la boca mientras Eikel ya se alejaba despidiéndose. Leah se puso los dedos índice y corazón en la sien y los movió hacia delante en un gesto que indicaba “adiós”. Sin más se giró sin mirar atrás para continuar con sus tareas navales. El viaje que había por delante era largo, no obstante tenía pinta de ser algo menos aburrido que el de ida.
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