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Maldije por lo bajo mientras exploraba estas oscuras cavernas. Había pasado un par de semanas desde el encuentro con Slicerin y Hikaru, y pensé que era hora de volver a Marineford, pero mi mentor me dijo otra cosa. Al parecer debía empezar a forjarme un nombre y explorar lo que el mundo podía ofrecer. Como si fuera así... La traducción a eso era muy sencillo: o vas a obtener experiencia por ti mismo o te reviento a golpes. Naturalmente elegí la primera opción. No es que le tuviese miedo... vale, sí un poco. De todas formas, igual debía darle la razón a ese vicealmirante. Explorar por mi propia cuenta me ayudaría a largo plazo para cuando tuviese que liderar un batallón por mi propia cuenta. Lo que más me extrañaba era que mi mentor tenía fe en que sería un buen líder, y no solo él. Argentum también mencionó algo similar en el cuartel del sur, pero cuando lo encaré, simplemente me dijo que aún no estaba preparado y que me lo diría otro día. Aquello me molestó un poco, pero no rechisté. Pese a los enfrentamientos que tenía con el dragón, sabía de sobre que él solo quería lo mejor para mí. Solo por eso no le decía nada.
– De igual forma no me gusta – pensé mientras suspiraba.
Me metí las manos en el bolsillo y seguí explorando aquellas cuevas. Este fue el primer destino que elegí, y como era navegante... sabía como llegar de un lado a otro en los mares cardinales, al menos. Debía admitir que esta isla me atraía por su forma. Al contrario de otras que era bosques, montañas o ciudades; esta era una serie de cuevas conectadas entre sí. Eso apelaba a mi sentido de aventurero, por lo que me vine hacia acá sin rechistar. Debía haber algo bueno en una serie de túneles y cavernas, algo que no fueran solo rocas... Me estaba arrepintiendo de mi decisión.
Suspiré pesadamente mientras caminaba por aquellas cavernas oscuras. Era una suerte que tenía una linterna para no perderme y, por si las dudas, dejaba algunas marcas en el camino. Lo único malo... era el infernal calor que hacía acá adentro. Si afuera hacía un calor de mierda, aquí dentro era un jodido horno. Rechiné mis dientes y activé el aura helada... solo para desactivarlo después. Había olvidado que no podía sentir frío... ¿Siempre iba a sentir calor? Dios, no por favor. Ahora entiendo porque eran frutas malditas... Con sentir calor por el resto de mis días, me sobraba. Me encogí de hombros y me saqué la camiseta. Por encima me puse la chaqueta, pero la dejé abierta, dejando a la vista mi torso desnudo. No era mucho, pero al menos anularía un poco el calor. Una vez que hice eso, seguí explorando por aquí. Vamos, debía haber algo por aquí. No podían ser solo rocas... ¿O sí?
– De igual forma no me gusta – pensé mientras suspiraba.
Me metí las manos en el bolsillo y seguí explorando aquellas cuevas. Este fue el primer destino que elegí, y como era navegante... sabía como llegar de un lado a otro en los mares cardinales, al menos. Debía admitir que esta isla me atraía por su forma. Al contrario de otras que era bosques, montañas o ciudades; esta era una serie de cuevas conectadas entre sí. Eso apelaba a mi sentido de aventurero, por lo que me vine hacia acá sin rechistar. Debía haber algo bueno en una serie de túneles y cavernas, algo que no fueran solo rocas... Me estaba arrepintiendo de mi decisión.
Suspiré pesadamente mientras caminaba por aquellas cavernas oscuras. Era una suerte que tenía una linterna para no perderme y, por si las dudas, dejaba algunas marcas en el camino. Lo único malo... era el infernal calor que hacía acá adentro. Si afuera hacía un calor de mierda, aquí dentro era un jodido horno. Rechiné mis dientes y activé el aura helada... solo para desactivarlo después. Había olvidado que no podía sentir frío... ¿Siempre iba a sentir calor? Dios, no por favor. Ahora entiendo porque eran frutas malditas... Con sentir calor por el resto de mis días, me sobraba. Me encogí de hombros y me saqué la camiseta. Por encima me puse la chaqueta, pero la dejé abierta, dejando a la vista mi torso desnudo. No era mucho, pero al menos anularía un poco el calor. Una vez que hice eso, seguí explorando por aquí. Vamos, debía haber algo por aquí. No podían ser solo rocas... ¿O sí?
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Un enorme suspiro invadió la cueva cuando la chica miró uno de los den den mushi que tenía cerca, aunque sin cobertura. La pobre había entrado a explotar aquel sitio la noche anterior por una misión de Hector y para su desgracia, se había perdido. No era buena orientándose y por ello estaba en un pasillo donde hacía un poco de frío. Su espalda estaba pegada a la pared y se hallaba abrazada así misma. Vestía con una blusa negra que dejaba su enorme pecho casi al descubierto, una gorra blanca de la marina que no pegaba nada y por si fuera poco, su pantalón corto. Se había equivocado de ropas claramente. En sus pies había unas sandalias que dejaban ver sus pies. La pobre chica tenía un frío enorme. Se sopló con fuerza en las manos y después decidió abrir su mochila despacio para ver lo que podía encontrar para mejorar un poco la situación.
- Maldita sea. No puedo creerme que la jodida salida no aparezca por ningún lado, pero no puedo rendirme. Pienso encontrarla.
Dijo colocándose en pie y sacando de aquel objeto un trozo de chocolate. Al parecer, solo había metido comida en su equipaje y eso era típico de la rubia. Mordió aquel trozo y después de unos momentos le dio una pereza enorme andar, por lo que se volvió a sentar. El frío era demasiado para ella por ir con aquella ropa y volvió a abrazarse de forma exagerada. Un poco de escarcha podía verse en su pelo y no tardó mucho en fruncir el ceño. Pese a estar en el Sur, había ido a dar con la zona fría de la jodida cueva. Se sopló de forma violenta en las manos y volvió a masticar el chocolate, sintiendo el delicioso sabor que le proporcionaba. Entonces fue cuando escuchó unos pasos acercarse a su posición. Tomó su espada plateada y entonces cayó en que tenía fuego y no lo había usado en toda la noche.
- ¡Oh!
Hizo que unas llamas blancas a doscientos veinte grados surgieran de su espada y empezó a calentarse con ella mientras mostraba una sonrisa dulce. También sacó una pequeña bolsa de nubecitas y decidió empezar a hacerlas, olvidando los pasos que había escuchado. Era la reina de las despreocupaciones mientras hubiera comida por el camino. Se relamió despacio y empezó a reír despacio mientras se sentía por fin algo calentita. También sacó una bolsa de patatas fritas, unas bolitas de arroz y unos cuantos bocadillos de atún y queso. Los dejó por la zona y empezó a comer nubecitas mientras mostraba una sonrisa agradable.
- ¡Qué rico! – Gritó con ganas mientras resonaba en toda la cueva.
- Maldita sea. No puedo creerme que la jodida salida no aparezca por ningún lado, pero no puedo rendirme. Pienso encontrarla.
Dijo colocándose en pie y sacando de aquel objeto un trozo de chocolate. Al parecer, solo había metido comida en su equipaje y eso era típico de la rubia. Mordió aquel trozo y después de unos momentos le dio una pereza enorme andar, por lo que se volvió a sentar. El frío era demasiado para ella por ir con aquella ropa y volvió a abrazarse de forma exagerada. Un poco de escarcha podía verse en su pelo y no tardó mucho en fruncir el ceño. Pese a estar en el Sur, había ido a dar con la zona fría de la jodida cueva. Se sopló de forma violenta en las manos y volvió a masticar el chocolate, sintiendo el delicioso sabor que le proporcionaba. Entonces fue cuando escuchó unos pasos acercarse a su posición. Tomó su espada plateada y entonces cayó en que tenía fuego y no lo había usado en toda la noche.
- ¡Oh!
Hizo que unas llamas blancas a doscientos veinte grados surgieran de su espada y empezó a calentarse con ella mientras mostraba una sonrisa dulce. También sacó una pequeña bolsa de nubecitas y decidió empezar a hacerlas, olvidando los pasos que había escuchado. Era la reina de las despreocupaciones mientras hubiera comida por el camino. Se relamió despacio y empezó a reír despacio mientras se sentía por fin algo calentita. También sacó una bolsa de patatas fritas, unas bolitas de arroz y unos cuantos bocadillos de atún y queso. Los dejó por la zona y empezó a comer nubecitas mientras mostraba una sonrisa agradable.
- ¡Qué rico! – Gritó con ganas mientras resonaba en toda la cueva.
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Parpadeé varias veces al sentir que el calor iba desapareciendo y ahora solo sentía temperatura normal. Debía estar en la zona más fría de la cueva, pero como era inmune a esto... no lo sabía decir con exactitud. De todas formas, cierto olor en el ambiente captó mi atención. Entrecerré mis ojos y una sonrisa algo divertida se formó en mi rostro. Nunca pensé que vería a Hikaru por acá, porque debía ser ella. El grito que pegó me lo confirmó casi en el acto. Me reí ligeramente y me acerqué un poco más hasta donde se encontraba. En efecto, se trataba de ella y... ¿Qué demonios estaba usando? ¿Acaso no tenía frío vestida de esa forma? No solo eso, sino que provocaba más de la cuenta, pero tenía la sensación que no lo hacía adrede. De todas formas, esas ropas eran demasiado provocativas para su propio bien. Si iba por allí vestida así, era muy probable que volviera a escuchar similares a los dichos por esos reclutas en la cafetería del cuartel del sur. Me di un masaje en la siendo y me acerqué lo suficiente para quedar justo enfrente de ella.
– Sabes, con ese grito podrías atraer a compañía indeseada... Eso y lo que llevas puesto – le dije de forma divertida mientras me apoyaba en la pared de la caverna. – Hola, por cierto – agregué a lo último.
Me quedé unos segundos allí y observé algo que llamó mi atención. Había visto su espada con lo sucedido en el muelle del cuartel, pero no tenía idea que tenían un poder especial como ese. Inconscientemente me alejé un poco de esas llamas, con unas gotas de sudor cayendo por mi rostro. Como no sentía frío, el calor lo absorbía en extremo. Era una de mis mayores debilidades y que tendría que corregir a futuro. ¿Qué pasaría si enfrentase a un usuario de fuego más adelante? Según mi mentor, los poderes se anularían, pero yo no estaba tan seguro.
– Si tienes frío, toma – le dije mientras me quitaba la chaqueta y se la pasaba a la rubia, quedando completamente a torso desnudo. – Soy inmune al frío por culpa de mi fruta, así que no me molesta... Por cierto, ¿Haz descubierto algo nuevo acerca de tu fruta? – me hacía una buena idea de cual era su poder, pero quería ponerla a prueba para ver si pudo averiguar algo por su cuenta o no.
– Sabes, con ese grito podrías atraer a compañía indeseada... Eso y lo que llevas puesto – le dije de forma divertida mientras me apoyaba en la pared de la caverna. – Hola, por cierto – agregué a lo último.
Me quedé unos segundos allí y observé algo que llamó mi atención. Había visto su espada con lo sucedido en el muelle del cuartel, pero no tenía idea que tenían un poder especial como ese. Inconscientemente me alejé un poco de esas llamas, con unas gotas de sudor cayendo por mi rostro. Como no sentía frío, el calor lo absorbía en extremo. Era una de mis mayores debilidades y que tendría que corregir a futuro. ¿Qué pasaría si enfrentase a un usuario de fuego más adelante? Según mi mentor, los poderes se anularían, pero yo no estaba tan seguro.
– Si tienes frío, toma – le dije mientras me quitaba la chaqueta y se la pasaba a la rubia, quedando completamente a torso desnudo. – Soy inmune al frío por culpa de mi fruta, así que no me molesta... Por cierto, ¿Haz descubierto algo nuevo acerca de tu fruta? – me hacía una buena idea de cual era su poder, pero quería ponerla a prueba para ver si pudo averiguar algo por su cuenta o no.
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La joven comía nubecitas con una sonrisa en su rostro. Se sentía muy a gusto en aquel momento y lo único que deseaba era continuar calentita mientras jalaba como una dragona. Era curioso que no lo fuese, pero tampoco se quejaba del poder de su fruta en el tema bélico. Recibir daño era como atacar al oponente y después realizar su propio corte, era fantástica. Aunque en las curaciones era mejor hacerlo ella o de lo contrario todos podrían ponerse en peligro. Ya encontraría la forma de hacer las cosas correctas, pero por el momento se encontraba muy cómoda de aquella manera. Masticó la golosina con una mirada calmada y después de aquello notó una sensación agradable recorrerle las mejillas por el calorcito. Era genial poder tener aquella espada tan maravillosa en su poder. La otra servía para lo contrario en climas abrasadores.
Entonces apareció el chico de cabellos plateados. La joven no tenía ni idea de lo que hacía allí, por lo que simplemente le saludó con la mano sin dejar de masticar. Sus palabras la hicieron estar algo confusa, pues no veía nada malo en su ropa. No era su culpa tener aquel pecho impresionante. La culpa era de los tíos, que estaban salidos. O sea, que ellos podían ir sin camiseta y las mujeres no, vaya machismo. Soltó un suspiro y tomó una bola de arroz que había a su lado, empezando a masticarla. Notó que estaba rellena de atún con salsa de soja y sus ojos se abrieron como platos. Era algo estupendo el sentir aquella sensación en su boca. Todo ese líquido dándole la sensación de varios sabores, mezclado con el pescado y el arroz. No tardó mucho en relamerse y después de eso se quedó mirando al joven.
- ¡Arigatou! – Gritó la joven con fuerza mientras se colocaba la chaqueta por encima y después miraba a los ojos a su compañero. – Pues que todo aquel que me dañe recibirá el mismo pago y poco a poco voy mejorando sin quererlo, por lo que es posible que llegue el momento de que toda persona que me ataque muera… Y no me hace gracia…
Pareció poner una mirada apenada por unos momentos, pues había cosa en las que era necesario un poquito de dolor, como por ejemplo un mordisco cariñoso. Tampoco le agradaba ver a la gente morir y ella nunca había matado a nadie. Tampoco pensaba hacerlo y por ello soltó un suspiro mientras continuaba masticando bolas de arroz y observando al chico con calma.
- Nunca he matado a nadie, ni pienso hacerlo, de modo que espero que esto se pare pronto. Por cierto ¿Tienes comida? – Dijo ofreciéndole una bolita de arroz con atún mientras le mostraba una sonrisa dulce y le guiñaba un ojo.
Entonces apareció el chico de cabellos plateados. La joven no tenía ni idea de lo que hacía allí, por lo que simplemente le saludó con la mano sin dejar de masticar. Sus palabras la hicieron estar algo confusa, pues no veía nada malo en su ropa. No era su culpa tener aquel pecho impresionante. La culpa era de los tíos, que estaban salidos. O sea, que ellos podían ir sin camiseta y las mujeres no, vaya machismo. Soltó un suspiro y tomó una bola de arroz que había a su lado, empezando a masticarla. Notó que estaba rellena de atún con salsa de soja y sus ojos se abrieron como platos. Era algo estupendo el sentir aquella sensación en su boca. Todo ese líquido dándole la sensación de varios sabores, mezclado con el pescado y el arroz. No tardó mucho en relamerse y después de eso se quedó mirando al joven.
- ¡Arigatou! – Gritó la joven con fuerza mientras se colocaba la chaqueta por encima y después miraba a los ojos a su compañero. – Pues que todo aquel que me dañe recibirá el mismo pago y poco a poco voy mejorando sin quererlo, por lo que es posible que llegue el momento de que toda persona que me ataque muera… Y no me hace gracia…
Pareció poner una mirada apenada por unos momentos, pues había cosa en las que era necesario un poquito de dolor, como por ejemplo un mordisco cariñoso. Tampoco le agradaba ver a la gente morir y ella nunca había matado a nadie. Tampoco pensaba hacerlo y por ello soltó un suspiro mientras continuaba masticando bolas de arroz y observando al chico con calma.
- Nunca he matado a nadie, ni pienso hacerlo, de modo que espero que esto se pare pronto. Por cierto ¿Tienes comida? – Dijo ofreciéndole una bolita de arroz con atún mientras le mostraba una sonrisa dulce y le guiñaba un ojo.
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Alcé una ceja al escuchar la respuesta de la rubia y me crucé de brazos. Si, era lo que tenía en mente y, al parecer, la rubia había descifrado muy bien el poder de su fruta. En pocas palabras, el poder suyo era reflejar y compartir el dolor recibido, y eso no hacía mucha gracia. Si bien era muy útil en ciertos aspectos, tenía una clara desventaja. Si Hikaru querría hacer daño a su oponente, debería estar preparada para recibir un dolor similar. Me estremecí al pensar que pasaría si accidentalmente le cortaba la cabeza a alguien o atacaba uno de sus puntos vitales. Frutas bendecidas por el mismo diablo... ahora sabía bien de donde salía ese apodo. El poder de la rubia era una jodida arma de doble filo, se viese por donde se viese. Fruncí el ceño al pensar en eso y suspiré. Con que la rubia no busque dejarse lastimar por los demás, todo estaría bien. Después de todo, las heridas en batallas eran comunes y de eso podría aprovecharse. Con que no matara a alguien accidentalmente de la forma más horrenda jamás vista, todo estaría bien.
– Al parecer llegamos a la misma conclusión – le dije con una sonrisa.
En eso me senté y me coloqué la camiseta verde de antes. Al tiempo que hacía disminuir la temperatura del lugar un poco, no lo suficiente para causarle problemas a la rubia. Así mi cuerpo estaría a temperatura ambiente en vez de absorber todo el calor del ambiente. Al escuchar la petición de Hikaru, arqueé una ceja y saqué algo de mi mochila. Se trataba de uno de esos contenedores que se usaban para mantener el líquido fresco y a temperatura ambiente. Saqué la tapa y dentro había un delicioso jugo de piña. Me relamí despacio y luego miré fijamente a la rubia.
– Gracias – le dije mientras recibía el alimento de la chica. El jugo sería para acompañar, puesto que casi nunca comía algo sin tener algo para beber a mano
Luego de eso, le di un mordisco al alimento y cerré los ojos. Era una suerte que no cociné yo, puesto que no sabrían tan bien como los hechos por cocineros expertos. Si bien sabía cocinar, lo mío eran mas alimentos para sobrevivir que cosas extravagantes. Luego de terminarme la comida, me quedé pensativo por algunos segundos. Luego, me recosté en la muralla y le hablé con total tranquilidad a la rubia que tenía en frente.
– Es curioso, ambos estamos malditos en cierta manera. Tu con matar accidentalmente a las personas, y yo nunca podré volver a sentir frío en mi vida. Ese es el precio que debemos pagar los usuarios además de no poder volver a nadar – le dije en un tono melancólico. Aceptaba el hecho que no podría volver a sentir frío, pero tenía porque gustarme. Aquellos días de invierno con mi madre y hermana eran unos de mis preferidos, y nunca más podría volver a sentir algo así. Suspiré con calma y me acomodé para que la espalda no me incomodase tanto. No valía la pena pensar en eso ahora.
– Al parecer llegamos a la misma conclusión – le dije con una sonrisa.
En eso me senté y me coloqué la camiseta verde de antes. Al tiempo que hacía disminuir la temperatura del lugar un poco, no lo suficiente para causarle problemas a la rubia. Así mi cuerpo estaría a temperatura ambiente en vez de absorber todo el calor del ambiente. Al escuchar la petición de Hikaru, arqueé una ceja y saqué algo de mi mochila. Se trataba de uno de esos contenedores que se usaban para mantener el líquido fresco y a temperatura ambiente. Saqué la tapa y dentro había un delicioso jugo de piña. Me relamí despacio y luego miré fijamente a la rubia.
– Gracias – le dije mientras recibía el alimento de la chica. El jugo sería para acompañar, puesto que casi nunca comía algo sin tener algo para beber a mano
Luego de eso, le di un mordisco al alimento y cerré los ojos. Era una suerte que no cociné yo, puesto que no sabrían tan bien como los hechos por cocineros expertos. Si bien sabía cocinar, lo mío eran mas alimentos para sobrevivir que cosas extravagantes. Luego de terminarme la comida, me quedé pensativo por algunos segundos. Luego, me recosté en la muralla y le hablé con total tranquilidad a la rubia que tenía en frente.
– Es curioso, ambos estamos malditos en cierta manera. Tu con matar accidentalmente a las personas, y yo nunca podré volver a sentir frío en mi vida. Ese es el precio que debemos pagar los usuarios además de no poder volver a nadar – le dije en un tono melancólico. Aceptaba el hecho que no podría volver a sentir frío, pero tenía porque gustarme. Aquellos días de invierno con mi madre y hermana eran unos de mis preferidos, y nunca más podría volver a sentir algo así. Suspiré con calma y me acomodé para que la espalda no me incomodase tanto. No valía la pena pensar en eso ahora.
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Sin duda el sabor era delicioso y la rubia masticaba despacio, notando sus deliciosas bolitas de arroz hacerla sentir mucho mejor. Cerró los ojos unos momentos y entonces se estiró despacio. La cueva era espaciosa y que el chico hiciera que el frío aumentase la hizo pegarse un poco más a su querida espada en llamas, la cual la mantenía calentita como si fuese una estufa. También tomó un poco de una botella de refresco de naranja con gas, disfrutando el rico y dulce sabor. Entonces cogió la bebida de pilla del chico y sin permiso le dio un trago, disfrutando el delicioso sabor también. Sonrió cuando aceptó su bola de arroz, pero el sumo de piña le gustó tanto que se bebió más de la mitad, después escuchó sus palabras y no pudo evitar soltar una intensa carcajada que resonó de nuevo en toda la cueva.
- Claro que puedes volver a sentirlo. Los usuarios somos débiles al agua y al mineral este raro llamado Midoseki o algo así. Por lo que si te metes en una bañera fría podrás sentir esa sensación de nuevo. O colocándote un poco de ese material.
Le dijo con una sonrisa ladeada. Después tomó un trozo de tortilla de queso y le echó un poco de salsa de pimienta llevándosela a la boca y masticando. Parecía disfrutar comiendo de aquella forma y sus mejillas quedaron algo hinchadas mientras disfrutaba. Parecía que estaba de excursión y todo. Fue entonces cuando tragó el alimento y después intentaría volver a beber del zumo de piña de su compañero.
- Oe estoy formando una flota, pues quiero ser el rey de los marines ¿Quieres ser mi nakama? Necesito un navegante amable como tú y alguien que sepa hacerme sentir cómoda. – Dijo sonriendo de lado.
A continuación se quedó unos momentos callada y después tosió un poco fuerte. A continuación se quedó mirando al chico de forma calmada y después le colocó la mano en la cabeza, revolviéndole el pelo y después sonriendo. Sus enormes senos se movían de un lado a otro cuando la chica también movía la mano. Entonces no se esperaba la aparición de él y ahora era el momento de saberlo.
- ¿Me has seguido? Es mucha casualidad que me hayas encontrado aquí. Yo me perdía ayer y decidí quedarme a comer aquí por eso.
- Claro que puedes volver a sentirlo. Los usuarios somos débiles al agua y al mineral este raro llamado Midoseki o algo así. Por lo que si te metes en una bañera fría podrás sentir esa sensación de nuevo. O colocándote un poco de ese material.
Le dijo con una sonrisa ladeada. Después tomó un trozo de tortilla de queso y le echó un poco de salsa de pimienta llevándosela a la boca y masticando. Parecía disfrutar comiendo de aquella forma y sus mejillas quedaron algo hinchadas mientras disfrutaba. Parecía que estaba de excursión y todo. Fue entonces cuando tragó el alimento y después intentaría volver a beber del zumo de piña de su compañero.
- Oe estoy formando una flota, pues quiero ser el rey de los marines ¿Quieres ser mi nakama? Necesito un navegante amable como tú y alguien que sepa hacerme sentir cómoda. – Dijo sonriendo de lado.
A continuación se quedó unos momentos callada y después tosió un poco fuerte. A continuación se quedó mirando al chico de forma calmada y después le colocó la mano en la cabeza, revolviéndole el pelo y después sonriendo. Sus enormes senos se movían de un lado a otro cuando la chica también movía la mano. Entonces no se esperaba la aparición de él y ahora era el momento de saberlo.
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No dije nada cuando Hikaru tomó sin permiso el termo, simplemente me encogí de hombros. Tenía muchos contenedores en mi mochila para saciar mi sed. Nunca salía sin ellos fuera de casa, nunca se sabía cuando serían útiles. Suspiré pesadamente y escuché las palabras de la rubia. Asentí lentamente mientras bebía un sorbo del termo. Ojalá funcionara así... Sabía muy bien lo que hacía el Kairoseki en nosotros los usuarios, viendo que yo mismo experimenté con pulseras de ese material cuando entrenaba. Viendo que nunca hacía frío en Marineford, era difícil ver si mi inmunidad se viera anulada o no por eso. Tenía bien en claro que mis poderes activos se veían anulados, pero en el caso de los pasivos como era mi inmunidad al clima frío... No sé si la perdería o no. Bueno, ya experimentaría más adelante cuando tuviese oportunidad de probarlo nuevamente. Mientras más temprano terminase con mi expedición, más tiempo tendría para mi en Marineford cuando vuelva.
No lo iba a negar, la propuesta de la rubia me tomó por sorpresa. Me consideraba a mi mismo como un lobo solitario, pero... algo en lo que dijo la rubia me apelaba. No podía negar que tener compañeros se sentiría bien, pero algo me detenía en aceptar. Sentí la mano de Hikaru y simplemente cerré los ojos. Puede... que ya fuera momento de dejar mis manías de individualista a un lado. Al menos, si me uno, serviría para callarle la boca a la lagartija sobredesarrollada. El jodido dragón me molestaba a cada rato por mi complejo de lobo solitario, y eso terminaba de sacarme de mis casillas.
No lo iba a negar, cuando escuché las siguientes palabras de la rubia, me eché a reír con todo. No, no era una persona acosadora, aunque se tratase de una mujer. Me consideraba a mi mismo como caballero, por lo que aquello era una falta de respeto. No solo eso, las hostias que me darían las tres personas más importantes en mi vida, serían legendarias. Prefería mantener lo que me definía como hombro intacto, muchas gracias. Lentamente me fui calmando y sacudí un poco el cabello de Hikaru.
– No, simplemente mi mentor me prohibió que volviera a Marineford por algunas semanas. Su orden fue expresamente que visitara islas en los mares cardinales para acumular experiencia. Simplemente, fue coincidencia que justo escogiera esta isla – le respondí con sinceridad. Me recosté un poco más en la pared y una sonrisa ladeada se formó en mi rostro. – En cuanto a lo otro... me lo pensaré. No soy del tipo que es liderado por los demás, la verdad. Tendrás respuesta antes de partir de esta isla – era una decisión importante, después de todo. Debía pensarlo bien antes de actuar.
No lo iba a negar, la propuesta de la rubia me tomó por sorpresa. Me consideraba a mi mismo como un lobo solitario, pero... algo en lo que dijo la rubia me apelaba. No podía negar que tener compañeros se sentiría bien, pero algo me detenía en aceptar. Sentí la mano de Hikaru y simplemente cerré los ojos. Puede... que ya fuera momento de dejar mis manías de individualista a un lado. Al menos, si me uno, serviría para callarle la boca a la lagartija sobredesarrollada. El jodido dragón me molestaba a cada rato por mi complejo de lobo solitario, y eso terminaba de sacarme de mis casillas.
No lo iba a negar, cuando escuché las siguientes palabras de la rubia, me eché a reír con todo. No, no era una persona acosadora, aunque se tratase de una mujer. Me consideraba a mi mismo como caballero, por lo que aquello era una falta de respeto. No solo eso, las hostias que me darían las tres personas más importantes en mi vida, serían legendarias. Prefería mantener lo que me definía como hombro intacto, muchas gracias. Lentamente me fui calmando y sacudí un poco el cabello de Hikaru.
– No, simplemente mi mentor me prohibió que volviera a Marineford por algunas semanas. Su orden fue expresamente que visitara islas en los mares cardinales para acumular experiencia. Simplemente, fue coincidencia que justo escogiera esta isla – le respondí con sinceridad. Me recosté un poco más en la pared y una sonrisa ladeada se formó en mi rostro. – En cuanto a lo otro... me lo pensaré. No soy del tipo que es liderado por los demás, la verdad. Tendrás respuesta antes de partir de esta isla – era una decisión importante, después de todo. Debía pensarlo bien antes de actuar.
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Las palabras del chico la hicieron alzar una ceja, quedando un poco confusa y necesitando una respuesta al momento, pues ella era muy impaciente. Aunque él dijese que no, trataría de convencerlo al máximo si era necesario. Mordió de nuevo una de las bolas de arroz y no pudo evitar soltar un pequeño gemido. No entendía cómo podían ser tan deliciosas y no quería separarse de ellas en todo momento, la sensación era sobresaliente. Terminó de relamerse y lo siguiente que hizo fue notar la mano del joven en sus cabellos. Eso solía hacerlo ella, pero no recibirlo, por lo que se quedó un poco confusa con aquello. Mostró finalmente una sonrisa amplia y volvió a masticar su bola de arroz, llegando al centro y notando el atún con la salsa de soja. La combinación era perfecta. Necesitaba un cocinero en su flota cuanto antes.
- Pues yo te seguiré insistiendo hasta que seas mi nakama. Es una lástima que no seas cocinero, estoy segura de que te ataría a mi cama para que me hicieras delicias cada noche…
Aquello había sonado demasiado mal, pero la inocencia de Hikaru para aquellas cosas era legendaria y a veces usaba tonos provocativos sin saberlo. Mostró una expresión dulce y lo siguiente que hizo fue mirar un poco la cueva. Se colocó en pie y tomó sus espadas, hizo desaparecer el fuego y terminó de comerse la comida. Aquello la entristeció un poco, pero era la hora de moverse de aquel sitio. Justo entonces escuchó unos pasos acercarse y ladeó un poco la cabeza. Frente a sus orbes apareció un tipo de cabellos azulados, ojos rojizos y con una espada dorada en su mano. Pareció algo sorprendido al ver la gorra de la rubia y por ello retrocedió un poco. Hikaru se llevó una sorpresa al verlo y no pudo evitar sacar su espada azulada mientras suspiraba.
- Midotima Kintaro, un asesino que ayer mismo se dio a conocer. Tu precio es de diez millones de berries. Pienso detenerte y llevarte a las autoridades del cuartel…
Mencionó al mismo tiempo que se colocaba en posición de combate. No pensaba dejar que el otro chico se lo quitase, pues aquel hombre era su presa. Ella lo había visto primero y sin pensárselo se lanzó a por él. De dos cortes violentos lo hizo retroceder un poco, causándole heridas en los hombros y acto seguido trató de darla una patada. El hombre respondió con un corte directo a la pierna de la chica, la cual cayó de espaldas al suelo soltando un quejido de dolor y empezando a sangrar. El hombre clavó una rodilla en el suelo, frunciendo el ceño y notando él la misma sensación, pero algo reducida. Hikaru se colocó en pie como pudo y empezó a cojear mientras miraba a su oponente.
- Maldito…
- Pues yo te seguiré insistiendo hasta que seas mi nakama. Es una lástima que no seas cocinero, estoy segura de que te ataría a mi cama para que me hicieras delicias cada noche…
Aquello había sonado demasiado mal, pero la inocencia de Hikaru para aquellas cosas era legendaria y a veces usaba tonos provocativos sin saberlo. Mostró una expresión dulce y lo siguiente que hizo fue mirar un poco la cueva. Se colocó en pie y tomó sus espadas, hizo desaparecer el fuego y terminó de comerse la comida. Aquello la entristeció un poco, pero era la hora de moverse de aquel sitio. Justo entonces escuchó unos pasos acercarse y ladeó un poco la cabeza. Frente a sus orbes apareció un tipo de cabellos azulados, ojos rojizos y con una espada dorada en su mano. Pareció algo sorprendido al ver la gorra de la rubia y por ello retrocedió un poco. Hikaru se llevó una sorpresa al verlo y no pudo evitar sacar su espada azulada mientras suspiraba.
- Midotima Kintaro, un asesino que ayer mismo se dio a conocer. Tu precio es de diez millones de berries. Pienso detenerte y llevarte a las autoridades del cuartel…
Mencionó al mismo tiempo que se colocaba en posición de combate. No pensaba dejar que el otro chico se lo quitase, pues aquel hombre era su presa. Ella lo había visto primero y sin pensárselo se lanzó a por él. De dos cortes violentos lo hizo retroceder un poco, causándole heridas en los hombros y acto seguido trató de darla una patada. El hombre respondió con un corte directo a la pierna de la chica, la cual cayó de espaldas al suelo soltando un quejido de dolor y empezando a sangrar. El hombre clavó una rodilla en el suelo, frunciendo el ceño y notando él la misma sensación, pero algo reducida. Hikaru se colocó en pie como pudo y empezó a cojear mientras miraba a su oponente.
- Maldito…
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Suspiré de forma pesada al escuchar la respuesta de la rubia. Al parecer, no iba aceptar un no como respuesta y seguiría insistiendo hasta que dijera que si. Por otro lado, no pude evitar que una gota de sudor cayera por mi sien al captar eso último que dijo. Por lo poco que conocía a Hikaru, sabía que tenía un gusto anormal por la comida, pero...¿Tanto? Y... debía parar un poco con las palabras con doble sentido. Podría provocar algo peor que unas simples risas de unos idiotas. Me rasqué la parte superior de mi cabeza y sonreí de forma leve. Pese a lo inocente que era a veces, era complicado permanecer enojado por mucho tiempo con la rubia. Tenía ese efecto en las personas, al parecer. Me encogí de hombros e intenté levantarme. Tener la espalda apoyada en una roca durante mucho tiempo, era malo para la salud. Hice sonar los músculos de los brazos y miré tranquilamente a la rubia. Ésta se levantó... y empezamos a oír unos pasos.
Entrecerré los ojos y observé tranquilamente a la figura que salió desde las sombras. Era un tipo de cabellos azulados, ojos rojizos y con una espada dorada en su mano. Vagamente lo reconocí como un tipo que tenía diez millones por su cabeza, pero no me importaba mucho. No me tomaría ni un minuto acabar con alguien así, pero... Le eché una mirada rápida a la rubia y me crucé de brazos. Sus palabras me dieron una idea. De momento no estaba seguro si unirme a su flota o no, pero si me mostraba que podía con alguien así... probablemente me uniría. Con eso en mente, me alejé un poco para poder ver bien mejor el combate.
– Bien, demuéstrame lo que puedes hacer... Capitana-san – murmuré en voz baja mientras una sonrisa ladeada se formaba en mi rostro.
Bueno, debía reconocer que la chica tenía una velocidad considerable. Lanzó dos cortes violentos a sus hombros, consiguiendo herir al asesino un poco. Entrecerré los ojos al ver que consiguió herirle la pierna y, por el rabillo del ojo, como el hombre también sintió el dolor de aquella herida. Al parecer el poder de la mujer era pasivo, pero no podía hacer conjeturas de momento. Me mantuve estoico en todo momento, pero tenía tensado mis músculos. Puede que tomara este combate como una prueba para la rubia, pero eso no quería decir no fuera a intervenir si veía que se encontraba en peligro.
Entrecerré los ojos y observé tranquilamente a la figura que salió desde las sombras. Era un tipo de cabellos azulados, ojos rojizos y con una espada dorada en su mano. Vagamente lo reconocí como un tipo que tenía diez millones por su cabeza, pero no me importaba mucho. No me tomaría ni un minuto acabar con alguien así, pero... Le eché una mirada rápida a la rubia y me crucé de brazos. Sus palabras me dieron una idea. De momento no estaba seguro si unirme a su flota o no, pero si me mostraba que podía con alguien así... probablemente me uniría. Con eso en mente, me alejé un poco para poder ver bien mejor el combate.
– Bien, demuéstrame lo que puedes hacer... Capitana-san – murmuré en voz baja mientras una sonrisa ladeada se formaba en mi rostro.
Bueno, debía reconocer que la chica tenía una velocidad considerable. Lanzó dos cortes violentos a sus hombros, consiguiendo herir al asesino un poco. Entrecerré los ojos al ver que consiguió herirle la pierna y, por el rabillo del ojo, como el hombre también sintió el dolor de aquella herida. Al parecer el poder de la mujer era pasivo, pero no podía hacer conjeturas de momento. Me mantuve estoico en todo momento, pero tenía tensado mis músculos. Puede que tomara este combate como una prueba para la rubia, pero eso no quería decir no fuera a intervenir si veía que se encontraba en peligro.
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La joven continuaba mirando a su oponente de forma seria, pues la herida de su pierna la estaba molestando bastante y lo siguiente que hizo fue tratar de concentrarse lo mejor posible. Se dio cuenta de que la herida era inferior al alcance de la hoja y por se extrañó un poco. Ya lo había sospechado, pero al parecer, su poder también reducía el daño que su oponente le hacía. Sin pensárselo apretó sus espadas y gruñó por lo bajo. Surha se envolvió en unas terribles llamas blancas que parecían sacadas de una película. Entonces se lanzó a por su oponente y realizó unos cuantos tajos que le hicieron soltar algunos quejidos de dolor. Logró cortarle un poco en el brazo derecho y en el pecho, pero aquel tipo parecía ser un poco más duro de pelar y enseguida se levantó.
- Voy a matarte, princesa… – Mencionó el peliazul mientras sacaba una pistola de su bolsillo derecho y después apuntaba hacia la joven.
- En ese caso, arrodíllate ante la princesa, criminal de pacotilla… – Hikaru se movió a una velocidad increíble y de dos rápidos arrojó la pistola a un lado e hirió a su oponente en la rodilla.
El tipo soltó un quejido de dolor y lo siguiente que hizo fue buscar en su otro bolsillo, pero la rubia apagó su espada con la voluntad que poseía y de un terrible golpe con la zona ancha lo dejó tirado en el suelo. A continuación, la recluta se llevó la mano derecha al rostro y después suspiró. No veía correcto lo que había pasado y por ello cortó las armas de fuego con facilidad. Lo siguiente que hizo fue mirar al chico de los cabellos plateados con una mirada calmada. No estaba enfadada, pero tampoco feliz. No le gustaba hacer daño a los demás y lo siguiente que hizo fue desarmar a aquella persona y mirar de nuevo a su compañero.
- ¿Puedes cargarlo tú? No quiero que muera… – Dijo en un tono algo bajo.
Lo siguiente que hizo fue ponerse a recoger sus cosas rápidamente. Lo mejor era que pusieran rumbo hacia el cuarte cuanto antes. No quería que ese peliazul despertase y tuviera que incapacitarle de nuevo. La rubia sangraba un poco por la pierna, pero el dolor le daba lo mismo. Le bastaba saber que más personas inocentes no sufrirían daños por aquel bastardo. Soltó un enorme suspiro y esperó a que el chico caminase primero hacia la salida de la cueva, pues ella no sabía cómo ir.
- Voy a matarte, princesa… – Mencionó el peliazul mientras sacaba una pistola de su bolsillo derecho y después apuntaba hacia la joven.
- En ese caso, arrodíllate ante la princesa, criminal de pacotilla… – Hikaru se movió a una velocidad increíble y de dos rápidos arrojó la pistola a un lado e hirió a su oponente en la rodilla.
El tipo soltó un quejido de dolor y lo siguiente que hizo fue buscar en su otro bolsillo, pero la rubia apagó su espada con la voluntad que poseía y de un terrible golpe con la zona ancha lo dejó tirado en el suelo. A continuación, la recluta se llevó la mano derecha al rostro y después suspiró. No veía correcto lo que había pasado y por ello cortó las armas de fuego con facilidad. Lo siguiente que hizo fue mirar al chico de los cabellos plateados con una mirada calmada. No estaba enfadada, pero tampoco feliz. No le gustaba hacer daño a los demás y lo siguiente que hizo fue desarmar a aquella persona y mirar de nuevo a su compañero.
- ¿Puedes cargarlo tú? No quiero que muera… – Dijo en un tono algo bajo.
Lo siguiente que hizo fue ponerse a recoger sus cosas rápidamente. Lo mejor era que pusieran rumbo hacia el cuarte cuanto antes. No quería que ese peliazul despertase y tuviera que incapacitarle de nuevo. La rubia sangraba un poco por la pierna, pero el dolor le daba lo mismo. Le bastaba saber que más personas inocentes no sufrirían daños por aquel bastardo. Soltó un enorme suspiro y esperó a que el chico caminase primero hacia la salida de la cueva, pues ella no sabía cómo ir.
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Al ver la pistola que sacó el asesino, entrecerré mis ojos y tensé mis músculos. Puede que estuviera siendo algo paranoico con todo esto, pero no estaba de más prevenir. Ya había visto como dos personas morían frentes a mis ojos y una que desaparecía... No dejaría que ocurriese otra vez, no en mi guardia. Me relajé y suspiré de alivio al ver que la rubia no tuvo mayores complicaciones. Pese a la peligrosidad del tipo de cabellos azules, Hikaru era mucho más rápida y peligrosa al cuerpo a cuerpo. Era una suerte que su fruta no funcionaba por dos vías, o eso sería un contratiempo serio. No molaba el hecho de que la rubia no podría hacer daño a alguien, sin que ella recibiese un pago similar. Ahora no tendría que preocuparse de eso, por lo que era un peso menos con el que cargar.
– Buen trabajo – fue lo primero que le dije una vez que la pelea terminó.
A continuación, se acercó al tipo inconsciente y se arrodilló para ver su estado más de cerca. No tenía heridas serias, por lo que podría llevarlo al cuartel sin mayores contratiempos. La medicina física no iba con lo mío. Esa era la especialidad de Alice, mientras que su ámbito iba más por la salud mental y sus derivados. Satisfecho, me paré y saqué un comunicador del bolsillo.
– Sargento Keith al habla – dije una vez que conseguí contactar con el cuartel, revelando mi rango en el proceso. – Llevo a un criminal de diez millones, por lo que tengan una celda lista. Por lo demás... la recluta Hikaru se lleva todo el crédito, es todo – una vez hecho eso, colgué y cargué fácilmente al sujeto con un solo brazo. Ahora mismo podía cargar a más de cinco personas, por lo que lo veía como un contratiempo menor.
– Vamos – le hice una seña a la chica para que me siguiese y fue al frente para poder salir de estas cuevas. No di ni tres pasos, cuando pausé repentinamente. Miré tranquilamente a Hikaru mientras tenía al hombre sobre mi hombro. – Será un gusto trabajar contigo... Capitana – agregué, dando a entender que aceptaba a unirme a su flota. Una vez hecho eso, me di la vuelta y continué caminando.
– Buen trabajo – fue lo primero que le dije una vez que la pelea terminó.
A continuación, se acercó al tipo inconsciente y se arrodilló para ver su estado más de cerca. No tenía heridas serias, por lo que podría llevarlo al cuartel sin mayores contratiempos. La medicina física no iba con lo mío. Esa era la especialidad de Alice, mientras que su ámbito iba más por la salud mental y sus derivados. Satisfecho, me paré y saqué un comunicador del bolsillo.
– Sargento Keith al habla – dije una vez que conseguí contactar con el cuartel, revelando mi rango en el proceso. – Llevo a un criminal de diez millones, por lo que tengan una celda lista. Por lo demás... la recluta Hikaru se lleva todo el crédito, es todo – una vez hecho eso, colgué y cargué fácilmente al sujeto con un solo brazo. Ahora mismo podía cargar a más de cinco personas, por lo que lo veía como un contratiempo menor.
– Vamos – le hice una seña a la chica para que me siguiese y fue al frente para poder salir de estas cuevas. No di ni tres pasos, cuando pausé repentinamente. Miré tranquilamente a Hikaru mientras tenía al hombre sobre mi hombro. – Será un gusto trabajar contigo... Capitana – agregué, dando a entender que aceptaba a unirme a su flota. Una vez hecho eso, me di la vuelta y continué caminando.
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La joven no pudo quedarse algo impresionada cuando su compañero dijo tener ya el rango de sargento. Aquello debía de ser una broma, pues hacía nada tenían ambos el mismo y ahora él estaba por encima dos puestos. La chica entonces apretó el puño dispuesta a ser la que subiera más rápido a un cargo superior, pero empezaba a ver las cosas bastante difíciles. No tenía la fuerza sobrehumana del dragón, pero claramente podía superarlo en agilidad y cortes. Su capacidad a la hora de moverse y usar sus armas era bastante buena y eso sería algo a tener en cuanta en futuras batallas de entrenamiento. Se relamió despacio y después de unos momentos se llevó la mano derecha al pelo para acariciarlo. Ahora que había atrapado a un capullo de al menos unos diez millones, la cosa debía inclinarse un poco a su favor.
- Bienvenido a bordo entonces, mi querido peliplateado.
Mencionó entonces la joven al mismo tiempo que le guiñaba el ojo. Ahora eran tres miembros y con buenas y diferentes artes en el combate. La chica con sus tiros y mascotas, el luchador con su fuerza y ella con sus espadas. Podrían ser un enorme equipo en la marina y cumplir los deberes sin problemas. Lo malo sería cuando ella se ocuparía de todo el papeleo, pues a esas alturas se esperaba de todo. Lo siguiente que hizo fue pasarle el brazo por el hombro, como si ella fuera un chico y él fuese su colega. Entonces le dedicó una sonrisa amplia y bastante amable. Sin duda parecía un tío más que una mujer, pero aquello le daba lo mismo a ella al menos. Era su forma de ser y no pensaba cambiarla.
- Como yo deberé hacerme cargo de los papeles de las misiones, espero que sepas que tu deber será el de proteger a los más débiles. Así como yo misma juro tratar de dar mi vida por ti y cualquiera de mis nakamas en mi camino de convertirme en la reina de los marines.
Sin duda estaba hablando en serio y su expresión lo mostraba.
- Bienvenido a bordo entonces, mi querido peliplateado.
Mencionó entonces la joven al mismo tiempo que le guiñaba el ojo. Ahora eran tres miembros y con buenas y diferentes artes en el combate. La chica con sus tiros y mascotas, el luchador con su fuerza y ella con sus espadas. Podrían ser un enorme equipo en la marina y cumplir los deberes sin problemas. Lo malo sería cuando ella se ocuparía de todo el papeleo, pues a esas alturas se esperaba de todo. Lo siguiente que hizo fue pasarle el brazo por el hombro, como si ella fuera un chico y él fuese su colega. Entonces le dedicó una sonrisa amplia y bastante amable. Sin duda parecía un tío más que una mujer, pero aquello le daba lo mismo a ella al menos. Era su forma de ser y no pensaba cambiarla.
- Como yo deberé hacerme cargo de los papeles de las misiones, espero que sepas que tu deber será el de proteger a los más débiles. Así como yo misma juro tratar de dar mi vida por ti y cualquiera de mis nakamas en mi camino de convertirme en la reina de los marines.
Sin duda estaba hablando en serio y su expresión lo mostraba.
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Suspiré pesadamente y me encogí de hombros. Ya no había nada que hacer, me había unido a la flota de alguien ignorando mi mentalidad, pero... ¿Acaso sería tan malo? Parte de mí, muy al fondo, deseaba tener compañía humano. La última vez que tuve una relación cercana con alguien fuera de mi familia, a excepción del bastardo de mi padre, fue Sara. Ella fue mi mejor amiga... y terminó pagando el precio. Apreté mis puños con fuerza, pero mi expresión se mantuvo estoica para que la rubia no se diera cuenta. A final de cuentas, fue culpa mía lo que le sucedió a ella. Si no se hubiera relacionado conmigo, probablemente mi padre no la hubiera usado para intentar dañarme emocionalmente. Si... a final de cuentas, sentía algo de temor acerca de relacionarme con la gente. Si bien ya no estaba bajo la esclavitud de ese bastardo, sabía muy bien que lo que podría hacer un con su rango dentro de la marine. Con el fin de que no hiciera eso, yo mismo cree una barrera fría exterior alrededor mío para alejar a la gente de mi. Miré a la rubia una vez más y volví a suspirar. Tendría que estar más alerta de ahora en adelante, pero sería un pago menor. Si mi padre hacía algo... lo acabaría con mis propias manos, no importaban las consecuencias.
Conseguí calmarme al cabo de unos segundos y nuevamente una sonrisa ladeada se formó en mi rostro al escuchar a la rubia. Internamente, casi lloro de la emoción. Me salvé, no tendría que lidiar con ese maldito papeleo. El que lo inventó merece el peor de los castigos por crear semejante monstruosidad. Sentí que la rubia pasaba su brazo por mi hombro, pero le resté importancia. Ya me había dado cuenta que actuaba más como un tío que como una mujer. Vaya capitana que iba a tener, aunque hubo algo que llamó mi atención. ¿Otra persona más? Vaya, pensé que era el primero. Ya daba igual, con estar dentro me bastaba.
– Entonces te protegeré a ti y al resto de la flota. Mientras respire, no dejaré que les pase nada malo – le dije de forma determinada. Luego, puse mi cabeza en su hombro y fingí llanto, al tiempo que le hablaba en un tono serio y de dolor. – Por cierto... mi más sentido pésame por tener que ocuparte del papeleo. Si vez que se multiplican de la nada... que sepas que es un misterio de la vida – obviamente, estaba bromeando un poco para aligerar el ambiente. En eso, noté un poco de luz que entraba desde más adelante. Ah, perfecto. Al fin conseguimos llegar a la salida. Solo quedaba llevar al asesino al cuartel y... bueno, ya verían que hacer luego de eso.
Conseguí calmarme al cabo de unos segundos y nuevamente una sonrisa ladeada se formó en mi rostro al escuchar a la rubia. Internamente, casi lloro de la emoción. Me salvé, no tendría que lidiar con ese maldito papeleo. El que lo inventó merece el peor de los castigos por crear semejante monstruosidad. Sentí que la rubia pasaba su brazo por mi hombro, pero le resté importancia. Ya me había dado cuenta que actuaba más como un tío que como una mujer. Vaya capitana que iba a tener, aunque hubo algo que llamó mi atención. ¿Otra persona más? Vaya, pensé que era el primero. Ya daba igual, con estar dentro me bastaba.
– Entonces te protegeré a ti y al resto de la flota. Mientras respire, no dejaré que les pase nada malo – le dije de forma determinada. Luego, puse mi cabeza en su hombro y fingí llanto, al tiempo que le hablaba en un tono serio y de dolor. – Por cierto... mi más sentido pésame por tener que ocuparte del papeleo. Si vez que se multiplican de la nada... que sepas que es un misterio de la vida – obviamente, estaba bromeando un poco para aligerar el ambiente. En eso, noté un poco de luz que entraba desde más adelante. Ah, perfecto. Al fin conseguimos llegar a la salida. Solo quedaba llevar al asesino al cuartel y... bueno, ya verían que hacer luego de eso.
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Pues una experiencia bastante buena y ya solo faltaba llegar a la base. Esperaba llegar a la maldita base de una vez para que le dijeran si había logrado impresionar a los de arriba. Su objetivo era ascender y sí lo hacía mucho podría sentirse mejor. No quería ser la capitana y estar muy por debajo de los demás en rango. Tendría que empezar a realizar misiones lo antes posible ya fuesen en solitario y con Immortals. Tenía una determinación enorme y la joven no iba a pensárselo más. Mostró una sonrisa amable imaginándose algunas situaciones mientras caminaba al lado del chico de cabellos plateados, el cual parecía estar en lo suyo o más bien era ella la que estaba en el mundo yupi. Solía pasarle muchísimo cuando imaginaba cosas, pues era una especie de don que tenía la chica.
La joven sonrió ante las palabras de su compañero, pero cuando apoyó la cabeza y dijo lo del papeleo empezó a pensar que los folios mordían o algo. Ella misma solo rellenó uno con su nombre y un resumen de situación, pero nada más. Esperaba que no fuesen toneladas iba a pasarlo mal. Tragó un poco de saliva sin saber bien lo que iba a pasar y lo siguiente que hizo fue reír mientras le acariciaba la cabeza al chico. Sentía su dolor de alguna forma y eso le vino a la mente una idea. Podría también reflejar los sentimientos en su oponente y hacer a las personas más felices, eso le dio una gran idea. Ya tenía algo que entrenar y pensaba hacerlo a toda costa. Repartir ilusión a los criminales para que dejasen de hacer el mal era demasiado perfecto para ser cierto.
Cuando la luz por fin entró por la cueva, la chica mostró una sonrisa calmada, pues sería la deliciosa hora de ir a comer tras entregar al criminal. Apretó el puño y lo alzó al cielo al mismo tiempo que empezaba a reír de forma amistosa. Lo primero que comería sería un enorme tazón de fideos y unas deliciosas setas con salsa de mayonesa. Tenía un hambre voraz y lo mejor es que no engordaba. Estando todo el día de allí para allá la hacía permanecer así. Al menos tendría también deliciosos batidos de fresa y un clima no tan frío para estar muy cómoda. Era el momento de empezar con lo rico.
- ¡Vamos a ello!
La joven sonrió ante las palabras de su compañero, pero cuando apoyó la cabeza y dijo lo del papeleo empezó a pensar que los folios mordían o algo. Ella misma solo rellenó uno con su nombre y un resumen de situación, pero nada más. Esperaba que no fuesen toneladas iba a pasarlo mal. Tragó un poco de saliva sin saber bien lo que iba a pasar y lo siguiente que hizo fue reír mientras le acariciaba la cabeza al chico. Sentía su dolor de alguna forma y eso le vino a la mente una idea. Podría también reflejar los sentimientos en su oponente y hacer a las personas más felices, eso le dio una gran idea. Ya tenía algo que entrenar y pensaba hacerlo a toda costa. Repartir ilusión a los criminales para que dejasen de hacer el mal era demasiado perfecto para ser cierto.
Cuando la luz por fin entró por la cueva, la chica mostró una sonrisa calmada, pues sería la deliciosa hora de ir a comer tras entregar al criminal. Apretó el puño y lo alzó al cielo al mismo tiempo que empezaba a reír de forma amistosa. Lo primero que comería sería un enorme tazón de fideos y unas deliciosas setas con salsa de mayonesa. Tenía un hambre voraz y lo mejor es que no engordaba. Estando todo el día de allí para allá la hacía permanecer así. Al menos tendría también deliciosos batidos de fresa y un clima no tan frío para estar muy cómoda. Era el momento de empezar con lo rico.
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