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Una isla que el gobierno mundial y la marina no quitaban el ojo de encima sobre ella. Era un sitio bastante bueno por el que apenas pasaban piratas. Era una suerte que esa mañana un par de ellos se hubiesen atrevido a dar un pequeño golpe contra una tienda de licores para llevarse cincuenta litros de ron. A la hora de largarse su barco había sido destrozado por algunos acorazados de la marina y ahora estaban escondidos en algún sitio de la isla. No representaban una amenaza muy grande y por ello habían enviado a la nueva flota de la marina, la cual estaba formada por la capitana Hikaru y sus hombres. Debido a que Katharina estaba probando al nuevo miembro y Kaori no estaba presente, la chica había avisado tan solo a su querido completa papeleos. También había tenido una llamada suya hacía un par de días diciendo que le debía una.
El barco de velas blancas de aquel dúo viajaba por el mar de forma calmada. Habían tardado lo suyo en llegar al Este desde el Sur, pero por fin la cosa iba bien. La rubia tenía muchísima ilusión por la misión y se hallaba en la cubierta. Miraba con ilusión el puerto de la isla y a su alrededor había unos cuantos reclutas. El apodo de la joven había pasado a ser “La gata dorada” debido a sus cabellos, sus miradas felinas y la elegante forma de moverse. No le desagradaba del todo y ella lo había aceptado con gusto. En su posición de sargento se hallaba cómoda, pero debía continuar ascendiendo. No se vería superada por los demás en cuanto a eso y ya tenía consigo la recomendación de la capitana Misa Amane. Mostró una sonrisa dulce y después se quedó mirando a uno de sus reclutas. Un chico joven de cabellos negros y ojos verdes como la esmeralda.
- Ya estamos llegando al puerto ¿Me haces el favor de avisar a Keith de que hemos llegado ya? Estoy segura de que debe estar durmiendo o en el cuarto de baño.
- Como vos ordenéis, capitana Kineko.
Otro de los curiosos apodos que tenía. Si alguna vez llegaba a almirante, ese sería el sobrenombre que usaría “Gato amarillo”. Soltó una pequeña sonrisa y acarició las fundas de sus espadas asegurándose de que estaban en el sitio correcto. Vestía con una camisa blanca con el símbolo de la marina, la cual le quedaba un poco pequeña por sus senos. Tenía una gorra en la cabeza, un pantalón marrón y unas botas del mismo tono. En sus hombros poseía unas hombreras en las que ponía “Sargento”. También poseía una mochila gris. Se veía bastante bien así, llevaba mucha más ropa de lo habitual. Al ver que el navío por fin estaba parando en el muelle soltó una carcajada feliz y de un salto quedó en la madera. Empezó a caminar hacia el puerto esperando que Keith la alcanzase en cuanto pudiese.
El barco de velas blancas de aquel dúo viajaba por el mar de forma calmada. Habían tardado lo suyo en llegar al Este desde el Sur, pero por fin la cosa iba bien. La rubia tenía muchísima ilusión por la misión y se hallaba en la cubierta. Miraba con ilusión el puerto de la isla y a su alrededor había unos cuantos reclutas. El apodo de la joven había pasado a ser “La gata dorada” debido a sus cabellos, sus miradas felinas y la elegante forma de moverse. No le desagradaba del todo y ella lo había aceptado con gusto. En su posición de sargento se hallaba cómoda, pero debía continuar ascendiendo. No se vería superada por los demás en cuanto a eso y ya tenía consigo la recomendación de la capitana Misa Amane. Mostró una sonrisa dulce y después se quedó mirando a uno de sus reclutas. Un chico joven de cabellos negros y ojos verdes como la esmeralda.
- Ya estamos llegando al puerto ¿Me haces el favor de avisar a Keith de que hemos llegado ya? Estoy segura de que debe estar durmiendo o en el cuarto de baño.
- Como vos ordenéis, capitana Kineko.
Otro de los curiosos apodos que tenía. Si alguna vez llegaba a almirante, ese sería el sobrenombre que usaría “Gato amarillo”. Soltó una pequeña sonrisa y acarició las fundas de sus espadas asegurándose de que estaban en el sitio correcto. Vestía con una camisa blanca con el símbolo de la marina, la cual le quedaba un poco pequeña por sus senos. Tenía una gorra en la cabeza, un pantalón marrón y unas botas del mismo tono. En sus hombros poseía unas hombreras en las que ponía “Sargento”. También poseía una mochila gris. Se veía bastante bien así, llevaba mucha más ropa de lo habitual. Al ver que el navío por fin estaba parando en el muelle soltó una carcajada feliz y de un salto quedó en la madera. Empezó a caminar hacia el puerto esperando que Keith la alcanzase en cuanto pudiese.
Keith S. Branwen
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Keith mantenía sus orbes cerrados mientras tocaba la flauta. El no era músico, pero se le daba bastante bien usar ese instrumento como pasatiempo. La música que tocaba era relajante a los oídos de los demás, mucho más para él gracias a su sensible oído. Al cabo de unos minutos, la melodía se detuvo y el sargento abrió lentamente sus ojos. Estiró sus brazos y suspiró tranquilamente, para luego levantarse de la cama. Luego de varias semanas sin actividad de forma oficial, por fin le habían mandado a una misión. Para su suerte, le habían mandado a él y a su capitana como frente ofensivo. El mar del este era considerado como el más "débil" a los ojos de los demás, por los altos mandos consideraban mandar a esta flota novata como un buen ejercicio para que se acostumbraran a la forma de operar de la marina. Bueno, el ya había tenido las suyas fuera de la banda, e imaginaba que Hikaru también debido a que ambos tenían el mismo rango ahora.
– Sargento Keith, la capitana Kineko dijo que le esperaba en el puerto – dijo una voz a las afueras de su habitación.
El dragón arqueó una ceja al escuchar lo que dijo el recluta, y no pudo evitar soltar una pequeña risa. Tenía una vaga idea del por qué le decían así, y pese a que no era el más original de los apodos, debía admitir que le quedaba a la perfección a su capitana. Keith se calmó y dijo que saldría en un par de minutos. Se paró de la cama y se colocó su chaqueta habitual, aunque esta tenía la insignia de la marina en la espalda. Si bien él nunca usaba las ropas oficiales, igual debía portar algo que le identificara como tal. Lo consideraba una verdadera molestia, pero las reglas estaban para cumplirse... Al menos en cierta forma. Por otro lado, era una suerte que las ojeras habían desaparecido. Eso hubiera dañado su imagen profesional de forma irremediable.
Antes de salir del camarote, Keith repasó lo que debían hacer. Era el típico trabajo de arrestar a una banda local que estaba haciendo de las suyas en esa isla. No deberían representar mayores problemas, pero de todas formas estaría alerta en todo momento. En antaño quizá los hubiera desmerecido como simples insectos, pero los días en los que su arrogancia nublaba su juicio ya habían pasado. Se notaba mucho más tranquilo desde que abandonó su isla natal. A lo mejor era porque no tenía a cierta persona sacándolo de quicio las veinticuatro horas del día, o simplemente estaba madurando. A todas las personas le llegaba algún día, evidentemente.
No tardó mucho en alcanzar a Hikaru. Tenía un olor particular, así que pudo averiguar donde estaba. Eso y además no le dio la oportunidad de alejarse demasiado del puerto.
– ¿Por donde empezamos, Kineko-chan – preguntó de forma perezosa mientras se ponía a su lado. Cuando la misión terminara... se encargaría de echarle un poco la bronca por todo lo que hizo.
– Sargento Keith, la capitana Kineko dijo que le esperaba en el puerto – dijo una voz a las afueras de su habitación.
El dragón arqueó una ceja al escuchar lo que dijo el recluta, y no pudo evitar soltar una pequeña risa. Tenía una vaga idea del por qué le decían así, y pese a que no era el más original de los apodos, debía admitir que le quedaba a la perfección a su capitana. Keith se calmó y dijo que saldría en un par de minutos. Se paró de la cama y se colocó su chaqueta habitual, aunque esta tenía la insignia de la marina en la espalda. Si bien él nunca usaba las ropas oficiales, igual debía portar algo que le identificara como tal. Lo consideraba una verdadera molestia, pero las reglas estaban para cumplirse... Al menos en cierta forma. Por otro lado, era una suerte que las ojeras habían desaparecido. Eso hubiera dañado su imagen profesional de forma irremediable.
Antes de salir del camarote, Keith repasó lo que debían hacer. Era el típico trabajo de arrestar a una banda local que estaba haciendo de las suyas en esa isla. No deberían representar mayores problemas, pero de todas formas estaría alerta en todo momento. En antaño quizá los hubiera desmerecido como simples insectos, pero los días en los que su arrogancia nublaba su juicio ya habían pasado. Se notaba mucho más tranquilo desde que abandonó su isla natal. A lo mejor era porque no tenía a cierta persona sacándolo de quicio las veinticuatro horas del día, o simplemente estaba madurando. A todas las personas le llegaba algún día, evidentemente.
No tardó mucho en alcanzar a Hikaru. Tenía un olor particular, así que pudo averiguar donde estaba. Eso y además no le dio la oportunidad de alejarse demasiado del puerto.
– ¿Por donde empezamos, Kineko-chan – preguntó de forma perezosa mientras se ponía a su lado. Cuando la misión terminara... se encargaría de echarle un poco la bronca por todo lo que hizo.
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Hikaru continuaba caminando con una sonrisa en su rostro. Estaba ojeando el mercado que había en aquel puerto. Los peces estaban a buen precio, al igual que el marisco y los crustáceos. Sus ojos estaban fijos en todos los alimentos y por unos momentos había olvidado la razón por la que estaba allí. Solo quería comérselos. Deseaba meterlos en un buen horno con limón, sal y quitarles las espinas cuanto antes. Debía de ser sabrosos con trocitos de jamón por encima y salsa de pimienta verde. La chica notó un poco de su baba caer mientras observaba el panorama. Quería lanzarse con todas sus ganas a por el negocio y gastar su pequeño sueldo. Una deliciosa lubina podía estar bien. Era una pena que Keith no pudiese asarla con fuego, pero ella con su katana sí.
No tardó mucho en escuchar la voz del chico a su espalda. Se sorprendió por la forma de la que la había llamado y por ello alzó una ceja. Una cosa eran los reclutas o superiores y otra muy distinta que él la llamase así. No estaba acostumbrada y por ello se encogió de hombros mientras le miraba de una forma más inocente de lo normal. Como si hubiese hecho algo malo. La gente observaba confusa, pues era una mirada demasiado bien hecha, victimismo puro. Entonces tragó un poco de saliva, como si tuviese miedo aunque la cosa no fuese así.
- ¿No te gusta mi nombre, Keith-kun? – Le preguntó en un tono tímido.
Justo entonces desvió la mirada hacia un hombre que estaba comiéndose un bocadillo de calamares fritos con tomate. Eso hizo que la baba volviese a salir de la boca de la joven. Entonces se quedó mirando a su tercero al mando con una sonrisa muy distinta a la de antes, de pura felicidad. Se puso de rodillas frente a él y colocó las manos en una posición de rezo. Parecía una recluta en lugar de una capitana, pero ella se sentía siempre de esa forma a la hora de pedir algo.
- ¡Comamos primero antes de empezar, por favor!
Dicho aquello notó las miradas de todo el mundo sobre ella, aunque más sobre el dragón. Era como si le estuvieran acosando de mala forma. La chica sin embargo mantenía aquella sonrisa mientras miraba a su compañero con toda la ilusión del mundo y aun salivando. El hambre que notaba era impresionante y todo por culpa de ver tantos puestos.
No tardó mucho en escuchar la voz del chico a su espalda. Se sorprendió por la forma de la que la había llamado y por ello alzó una ceja. Una cosa eran los reclutas o superiores y otra muy distinta que él la llamase así. No estaba acostumbrada y por ello se encogió de hombros mientras le miraba de una forma más inocente de lo normal. Como si hubiese hecho algo malo. La gente observaba confusa, pues era una mirada demasiado bien hecha, victimismo puro. Entonces tragó un poco de saliva, como si tuviese miedo aunque la cosa no fuese así.
- ¿No te gusta mi nombre, Keith-kun? – Le preguntó en un tono tímido.
Justo entonces desvió la mirada hacia un hombre que estaba comiéndose un bocadillo de calamares fritos con tomate. Eso hizo que la baba volviese a salir de la boca de la joven. Entonces se quedó mirando a su tercero al mando con una sonrisa muy distinta a la de antes, de pura felicidad. Se puso de rodillas frente a él y colocó las manos en una posición de rezo. Parecía una recluta en lugar de una capitana, pero ella se sentía siempre de esa forma a la hora de pedir algo.
- ¡Comamos primero antes de empezar, por favor!
Dicho aquello notó las miradas de todo el mundo sobre ella, aunque más sobre el dragón. Era como si le estuvieran acosando de mala forma. La chica sin embargo mantenía aquella sonrisa mientras miraba a su compañero con toda la ilusión del mundo y aun salivando. El hambre que notaba era impresionante y todo por culpa de ver tantos puestos.
Keith S. Branwen
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La ceja del peligris temblaba violentamente al notar todas las miradas que le dirigían. Si no conociera a la rubia, podría decir que se encontraba fingiendo para se armara un lío en su contra, pero le conocía y eso era lo peor. Su actitud inocente era genuina, y eso provocaba que fuera imposible quedarse enojada con ella por mucho rato. Keith suspiró pesadamente y tomó la mano de la chica, llevándola al restaurante más cercano que había, ignorando los puestos de antes. Por suerte era un lugar bueno, tranquilo, grande y se notaba que no era frecuentado por gente de poca monta. Se dio cuenta que aún tenía la mano de la rubia en la suya, por lo que rápidamente la soltó. Actuó sin pensar debido a todas las miradas que le dirigían las personas del lugar, pero... En cierta forma, no se arrepentía. El dragón suspiró y desvió la mirada hacia un lado mientras se cruzaba de brazos.
– Esta bien, comamos antes. No hay apuro por el momento – finalmente cedió ante la mirada de la rubia.
Se sentaron en una de las mesas y esperaron a que vinieran a tomar la orden. Solo esperaba que la rubia no pidiera tanto, de lo contrario... se iría a la bancarrota, y de por sí no le pagaban mucho por todo eso. Keith suspiró y miró tranquilamente a su capitana. La verdad era que esa actitud inocente fue lo que llamó su atención en primer lugar. Era raro encontrarse a gente así y que no fingieran. Por lo que había visto, Hikaru era completamente genuina. Lo cual era sorprendente... si consideraban su linaje. Uno era un mercenario que no tenía la mejor de las reputaciones, y el otro era un puto loco que mataba por mero placer. ¿Cómo mierda podía ser un Surfer con esa actitud? Por no decir que no se parecía en nada físicamente a los otros dos que conocía.
– Nunca dije que no me gustara. De hecho, a pesar de no ser uno de los más originales, te queda bien – le respondió al comentario de antes.
El peligris se rascó la nuca y observó como se un mozo se acercaba a tomar la orden. Era alguien joven, de pelo castaño y ojos verdes... Orbes que miraban de forma indebida a su capitana. Keith frunció el ceño y le lanzó una gélida mirada al camarero. Éste pareció notarlo, puesto que se puso pálido y aquella mirada de antes había desaparecido.
– ¿Qué se van a servir? – preguntó el castaño, y el peligris sonrío internamente con satisfacción al notar un leve temblor en su voz.
– Esta bien, comamos antes. No hay apuro por el momento – finalmente cedió ante la mirada de la rubia.
Se sentaron en una de las mesas y esperaron a que vinieran a tomar la orden. Solo esperaba que la rubia no pidiera tanto, de lo contrario... se iría a la bancarrota, y de por sí no le pagaban mucho por todo eso. Keith suspiró y miró tranquilamente a su capitana. La verdad era que esa actitud inocente fue lo que llamó su atención en primer lugar. Era raro encontrarse a gente así y que no fingieran. Por lo que había visto, Hikaru era completamente genuina. Lo cual era sorprendente... si consideraban su linaje. Uno era un mercenario que no tenía la mejor de las reputaciones, y el otro era un puto loco que mataba por mero placer. ¿Cómo mierda podía ser un Surfer con esa actitud? Por no decir que no se parecía en nada físicamente a los otros dos que conocía.
– Nunca dije que no me gustara. De hecho, a pesar de no ser uno de los más originales, te queda bien – le respondió al comentario de antes.
El peligris se rascó la nuca y observó como se un mozo se acercaba a tomar la orden. Era alguien joven, de pelo castaño y ojos verdes... Orbes que miraban de forma indebida a su capitana. Keith frunció el ceño y le lanzó una gélida mirada al camarero. Éste pareció notarlo, puesto que se puso pálido y aquella mirada de antes había desaparecido.
– ¿Qué se van a servir? – preguntó el castaño, y el peligris sonrío internamente con satisfacción al notar un leve temblor en su voz.
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La sonrisa de la rubia se hizo más notoria cuando aquel hombre le preguntó lo que deseaba y además con una expresión amable. Incluso parecía lamerse los labios despacio y sonreír más de la cuenta, pero debido a una mirada del dragón se puso algo más serio. No entendía la manía de Keith acojonando a la gente sin motivo, pero le dio lo mismo. Ella quería comer en ese momento y lo que pasara a su alrededor le importaba bastante poco. Se quedó mirando en la carta el bocadillo supremo de calamares con alioli y sal marina con verduras del Norte. Sus ojos se iluminaron y sin pensárselo mucho lo pidió, pero sin la verdura. Además, había pedido el tamaño grande, que podía ser como media mesa. Una cosa cara con narices, pero invitaba su… No, no podía ser así.
- Mmmm… Pensándolo mejor, quiero el pequeño. De beber una botella de agua.
Su tercero al mando estaba siempre mimándola y lo último que quería hacer era dejarle sin su sueldo. Ella misma le gastó una broma metiendo un papel falso entre el papeleo, sus dotes de ladrona falsificadora aun no eran buenas, pero servían. En ese momento la chica rubia se levantó y con una sonrisa se abrazó a Keith con fuerza, pegando su mejilla a la de él y frotándola al mismo tiempo que reía de forma alegre.
- ¡Gracias por invitarme, Keith-kun!
- ¡!!Oooooooaaaaaah!!! – Gritó el camarero mirando la escena mientras unas lágrimas se formaban en su rostro y después se iba corriendo a la cocina. La chica no entendía nada, pero no tardó en volver a su sitio.
La gente estaba animada, aunque tampoco hubiese mucha. Hikaru continuó mirando la carta con calma con algo de hambre, pues sabía que el bocadillo tardaría y más estando aquel extraño tipo. No parecía un camarero decente y más bien estaba loco. No paraba de mirarla de forma extraña y empezó a sospechar que quería quitarle su gorra de marine. Eso la hizo estar un poco alerta y después de unos momentos notó su estómago hacer un pequeño rugido.
- Vaya, se ve que no puede esperar.
Tras aquellas palabras soltó una pequeña carcajada y cogió con fuerza el tenedor. Dio un par de golpecitos en la mesa con él y acto seguido empezó a jugar con el cenicero que había en la mesa. En menos de cinco segundos se puso a imitar a animales con la boca. Era un maldito saco de nervios y muchos clientes empezaban a ponerse nerviosos.
- Mmmm… Pensándolo mejor, quiero el pequeño. De beber una botella de agua.
Su tercero al mando estaba siempre mimándola y lo último que quería hacer era dejarle sin su sueldo. Ella misma le gastó una broma metiendo un papel falso entre el papeleo, sus dotes de ladrona falsificadora aun no eran buenas, pero servían. En ese momento la chica rubia se levantó y con una sonrisa se abrazó a Keith con fuerza, pegando su mejilla a la de él y frotándola al mismo tiempo que reía de forma alegre.
- ¡Gracias por invitarme, Keith-kun!
- ¡!!Oooooooaaaaaah!!! – Gritó el camarero mirando la escena mientras unas lágrimas se formaban en su rostro y después se iba corriendo a la cocina. La chica no entendía nada, pero no tardó en volver a su sitio.
La gente estaba animada, aunque tampoco hubiese mucha. Hikaru continuó mirando la carta con calma con algo de hambre, pues sabía que el bocadillo tardaría y más estando aquel extraño tipo. No parecía un camarero decente y más bien estaba loco. No paraba de mirarla de forma extraña y empezó a sospechar que quería quitarle su gorra de marine. Eso la hizo estar un poco alerta y después de unos momentos notó su estómago hacer un pequeño rugido.
- Vaya, se ve que no puede esperar.
Tras aquellas palabras soltó una pequeña carcajada y cogió con fuerza el tenedor. Dio un par de golpecitos en la mesa con él y acto seguido empezó a jugar con el cenicero que había en la mesa. En menos de cinco segundos se puso a imitar a animales con la boca. Era un maldito saco de nervios y muchos clientes empezaban a ponerse nerviosos.
Keith S. Branwen
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El peligris arqueó una ceja al notar como la rubia se corregía a si misma, y le miró con confusión. Pese a que conocía a Hikaru mejor que otras personas con las que había trabajado, igual eran mas o menos desconocidos. Ninguno tenía idea del pasado del otro, básicamente porque nunca sacaron el tema. Eso no quería decir que el dragón no fuera alguien que no observara con detenimiento a las demás personas con las que hablaba. Se le daba bien saber la personalidad del otro haciendo eso, cosa que ya se lo probó a la rubia el día que se conocieron. Gracias a eso, tenía una buena idea de como era su personalidad... Al menos la que demostraba abiertamente. Y en todo caso, ¿alguien como Hikaru podría tener segundas intenciones o un lado oculto? El solo pensar en eso, hacía que le dieran ganas de reír un poco. Por lo que le conocía... dudaba que tuviera algo como eso.
Dejando eso de lado, fue por eso que le extrañó la decisión de la rubia de pedir el pequeño. Sabía de sobra el enorme apetito que tenía su capitana, por lo que eso le tomó por sorpresa. De todas formas, se aseguró de mantener eso bajo su semblante de siempre. Era raro, sí, pero no tanto como otras cosas que había visto. Keith suspiró y negó con la cabeza. Ya qué... Luego le compraría algo para el camino cuando terminaran con todo este lío.
– Unas patatas fritas y una gaseosa de cola, por favor – le dijo con simpleza al acobardado mozo.
Fue en ese momento, cuando sintió como algo acariciaba su mejilla. Por toda esa mata de cabello rubio, y por como gritó ese estúpido... Sabía de sobra lo que ocurrió. Se sonrojó un poco, aunque consiguió controlarse para cuando Hikaru se separó. Lo peor... era que no hacía eso con segundas intenciones. En verdad era alguien inocente, y consideraba todo contacto físico como algo normal, y eso podría ser bueno o malo. Cualquier persona podría aprovecharse de eso y su capitana no tendría idea alguna. El día que él o alguien más de la tripulación no estuviera cerca, y sucediera algo como eso... El dragón se estremeció y negó con la cabeza. No, no había caso pensar en eso. Solo debía pensar en positivo, nada más.
Al cabo de unos minutos, la comida llegó hasta la mesa. El mozo dejó los platos y rápidamente se marchó, no sin antes desearles un buen provecho. Keith se encogió de hombros y probó una de las papas. Estaban deliciosas, y no pudo evitar relamerse un poco. Tal vez no haya sido mala idea desviarse de la misión para comer un aperitivo.
– Está bueno – le comentó a su compañera mientras bebía un largo trago de la gaseosa.
Dejando eso de lado, fue por eso que le extrañó la decisión de la rubia de pedir el pequeño. Sabía de sobra el enorme apetito que tenía su capitana, por lo que eso le tomó por sorpresa. De todas formas, se aseguró de mantener eso bajo su semblante de siempre. Era raro, sí, pero no tanto como otras cosas que había visto. Keith suspiró y negó con la cabeza. Ya qué... Luego le compraría algo para el camino cuando terminaran con todo este lío.
– Unas patatas fritas y una gaseosa de cola, por favor – le dijo con simpleza al acobardado mozo.
Fue en ese momento, cuando sintió como algo acariciaba su mejilla. Por toda esa mata de cabello rubio, y por como gritó ese estúpido... Sabía de sobra lo que ocurrió. Se sonrojó un poco, aunque consiguió controlarse para cuando Hikaru se separó. Lo peor... era que no hacía eso con segundas intenciones. En verdad era alguien inocente, y consideraba todo contacto físico como algo normal, y eso podría ser bueno o malo. Cualquier persona podría aprovecharse de eso y su capitana no tendría idea alguna. El día que él o alguien más de la tripulación no estuviera cerca, y sucediera algo como eso... El dragón se estremeció y negó con la cabeza. No, no había caso pensar en eso. Solo debía pensar en positivo, nada más.
Al cabo de unos minutos, la comida llegó hasta la mesa. El mozo dejó los platos y rápidamente se marchó, no sin antes desearles un buen provecho. Keith se encogió de hombros y probó una de las papas. Estaban deliciosas, y no pudo evitar relamerse un poco. Tal vez no haya sido mala idea desviarse de la misión para comer un aperitivo.
– Está bueno – le comentó a su compañera mientras bebía un largo trago de la gaseosa.
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Por fin era el momento de comer. La rubia tomó aquel bocadillo con ambas manos y entonces abrió la boca de forma exagerada. Estaba a punto de darle el mayor de los bocados cuando de repente el sonido de un disparo se escuchó en aquel sitio. El trozo de pan que tenía en la mano había sido reventado por una bala y ahora el rostro de Hikaru estaba lleno de alioli. Parecía una escena demasiado erótica debido a aquella salsa blanca y más cuando se relamió despacio. Eso provocó que el camarero tuviese el mayor derrame nasal del mundo y cayese inconsciente al suelo. La chica sin embargo miró hacia la zona de atrás para ver lo ocurrido. Había dos tipos altos, de bigotes similares y rostros exactos. Eran gemelos al parecer.
- Por fin un rehén interesante para salir de la isla. Muy bien, marine sexy, manos arriba y ponte contra la pared, eres nuestra prisionera.
La joven rubia ladeó la cabeza un poco confusa y trató de coger el pedazo de pan que quedaba en el suelo, pero otro disparo lo hico pedazos. Ella se quedó totalmente callada y después de unos momentos soltó un pequeño suspiro. Lo primero que hizo fue levantarse de su asiento y mirar a uno de los camareros. Ignoró por completo a los piratas, pues lo primero que tenía que hacer era dejar todo bien, pues la culpa fue suya.
- Un cepillo y un recogedor, por favor. Quiero recoger la comida, no me gusta verla en el suelo y menos con tantas personas pasando hambre.
Dijo en un tono algo preocupante. A continuación tomó aquel objeto empezando a recoger la comida en mitad de todo el bar. La gente miraba asustada y eso provocó que los dos gemelos empezaran a reírse de forma siniestra mientras la miraban.
- ¡Es una buena mujer! ¡Barre todo, puta!
Dijo uno tirando un plato de cocido al suelo y empezando a reír. Fue entonces cuando la joven desapareció de la visión de esos dos. Se desplazó a un lado y desenvainó ambas espadas, lanzando dos tajos en forma de equis al pecho de uno. Cuando el ataque impactó, no solo lo tiró de espaldas, formó una pequeña explosión que lo tiró fuera del local. El otro se quedó asustado al ver semejante habilidad. La marine entonces ocultó las hojas y simplemente se agachó tirándose al suelo, limpiando la comida tirada con un trapo.
- Por fin un rehén interesante para salir de la isla. Muy bien, marine sexy, manos arriba y ponte contra la pared, eres nuestra prisionera.
La joven rubia ladeó la cabeza un poco confusa y trató de coger el pedazo de pan que quedaba en el suelo, pero otro disparo lo hico pedazos. Ella se quedó totalmente callada y después de unos momentos soltó un pequeño suspiro. Lo primero que hizo fue levantarse de su asiento y mirar a uno de los camareros. Ignoró por completo a los piratas, pues lo primero que tenía que hacer era dejar todo bien, pues la culpa fue suya.
- Un cepillo y un recogedor, por favor. Quiero recoger la comida, no me gusta verla en el suelo y menos con tantas personas pasando hambre.
Dijo en un tono algo preocupante. A continuación tomó aquel objeto empezando a recoger la comida en mitad de todo el bar. La gente miraba asustada y eso provocó que los dos gemelos empezaran a reírse de forma siniestra mientras la miraban.
- ¡Es una buena mujer! ¡Barre todo, puta!
Dijo uno tirando un plato de cocido al suelo y empezando a reír. Fue entonces cuando la joven desapareció de la visión de esos dos. Se desplazó a un lado y desenvainó ambas espadas, lanzando dos tajos en forma de equis al pecho de uno. Cuando el ataque impactó, no solo lo tiró de espaldas, formó una pequeña explosión que lo tiró fuera del local. El otro se quedó asustado al ver semejante habilidad. La marine entonces ocultó las hojas y simplemente se agachó tirándose al suelo, limpiando la comida tirada con un trapo.
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[justify]Una gota de sudor cayó por la sien de Keith al darse cuenta de todo lo que sucedió. Una manchada capitana (que parecía sacada de una película erótica luego de como quedó), un camarero desmayado debido a un derrame nasal y los tíos que buscaban, ahora se encontraban asaltando el restaurante en el que se hallaban. Arqueó una ceja al escuchar como amenazaban a su capitana, al tiempo que bufaba por lo bajo. Si... eso había sido mala idea. La rubia sabía defenderse muy bien, por lo que esos tipejos no tenían oportunidad alguna. Además, el mismo se encargaría de sacar la basura luego. Nadie insultaba a Hikaru delante de él y sale impune. No los iba a matar, sabiendo muy bien que su capitana repudiaba esos actos. Pero si se encargaría de darles un escarmiento que recordarían para el resto de sus miserables vidas.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro cuando oyó lo que dijo la rubia. Esa era una de las razones por la cual le interesaba tanto su capitana: su generosidad y bondad. Muy pocas personas podían ser tan genuinas para demostrar sentimientos como esos y, quitando a su capitana, solo conocía a Alice y a su madre. El resto, o tenían cargos de consciencia, o simplemente sus manos estaban demasiado manchadas. El mismo se incluía en esa última categoría, sabiendo muy bien que no era tan inocente como la joven creía. Keith suspiró y acarició un poco sus cabellos. A veces dudaba si contarle todo a su capitana o no, pero casi siempre ganaba el no. El no sabía cuando ocurriría, pero sospechaba que pronto.
Inmediatamente, los ojos del peligris se entrecerraron y sus pupilas se alargaron cual reptil, demostrando que estaba entrando en su fase animal. Eso fue... muy idiota de su parte. Inmediatamente la temperatura del ambiente descendió rápidamente, cayendo fácilmente a los veinte grados bajo cero. Por el rabillo del ojo podía ver como la gente temblaba debido al frío, pero en su estado actual poco le importaba. Estuvo a punto de asesinar a esos dos, cuando de repente la rubia entró en acción y atacó a uno de los maleantes. Al ver como salía despedido. Inmediatamente, el joven salió disparado de su asiento e impactó su puño en todo el rostro del otro, sin darle oportunidad alguna de responder. Usó toda su fuerza que tuviera disponible en su forma actual, de modo que el maleante salió impulsad a una distancia considerable. Sabía de sobra que con eso quedaría inconsciente, así que no se molestó en ir a ver su estado.
– Mis disculpas por todo lo sucedido – le dijo al dueño mientras desactivaba su control del clima. Keith suspiró y, con toallas y servilletas, empezó a limpiar el suelo también. Lo bueno de todo lo sucedido... es que ya no tenían que preocuparse por los maleantes.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro cuando oyó lo que dijo la rubia. Esa era una de las razones por la cual le interesaba tanto su capitana: su generosidad y bondad. Muy pocas personas podían ser tan genuinas para demostrar sentimientos como esos y, quitando a su capitana, solo conocía a Alice y a su madre. El resto, o tenían cargos de consciencia, o simplemente sus manos estaban demasiado manchadas. El mismo se incluía en esa última categoría, sabiendo muy bien que no era tan inocente como la joven creía. Keith suspiró y acarició un poco sus cabellos. A veces dudaba si contarle todo a su capitana o no, pero casi siempre ganaba el no. El no sabía cuando ocurriría, pero sospechaba que pronto.
Inmediatamente, los ojos del peligris se entrecerraron y sus pupilas se alargaron cual reptil, demostrando que estaba entrando en su fase animal. Eso fue... muy idiota de su parte. Inmediatamente la temperatura del ambiente descendió rápidamente, cayendo fácilmente a los veinte grados bajo cero. Por el rabillo del ojo podía ver como la gente temblaba debido al frío, pero en su estado actual poco le importaba. Estuvo a punto de asesinar a esos dos, cuando de repente la rubia entró en acción y atacó a uno de los maleantes. Al ver como salía despedido. Inmediatamente, el joven salió disparado de su asiento e impactó su puño en todo el rostro del otro, sin darle oportunidad alguna de responder. Usó toda su fuerza que tuviera disponible en su forma actual, de modo que el maleante salió impulsad a una distancia considerable. Sabía de sobra que con eso quedaría inconsciente, así que no se molestó en ir a ver su estado.
– Mis disculpas por todo lo sucedido – le dijo al dueño mientras desactivaba su control del clima. Keith suspiró y, con toallas y servilletas, empezó a limpiar el suelo también. Lo bueno de todo lo sucedido... es que ya no tenían que preocuparse por los maleantes.
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Hikaru continuaba limpiando, cuando de repente, notó una especie de frío no visto recorrer su cuerpo. La chica cerró los ojos despacio y se abrazó un poco así misma mientras pensaba que la estaban atacando con algo helado. Se dio la vuelta un poco confusa y entonces se dio cuenta de que el culpable era su compañero. Su querido tercero al mando estaba haciendo algo fuera de lo común y sus ojos parecían haber cambiado. Tragó un poco de saliva esperando que no se descontrolase, pues entonces debería usar su poca fuerza para intentar parar un tanque. Esperaba que no sucediese y por ello simplemente lanzó un pequeño suspiro al aire mientras no le quitaba sus dorados ojos de encima. Se rascó un momento la cabeza y continuó limpiando tranquilamente.
Entonces su amigo (pues la lo consideraba así) soltó un puñetazo que hizo volar a aquella persona a toda velocidad, derribando la pared por el camino y dejando una lluvia de astillas en el suelo. La rubia quedó impresionada por la fuerza que tenía y debía admitir que le maravillaba tenerlo con ella. Entonces fue cuando el chico se puso también a limpiar. Una sonrisa se formó en el rostro de la espadachín y sin pensárselo mucho se lanzó sobre él. Le abrazó con fuerza y tras una fuerte carcajada le miró a los ojos.
- ¡Eres un gran nakama! ¡Arigato!
Debía admitir que estaba muy contenta. Entonces se separó de él, no sin antes pasar sin querer su rodilla por la entrepierna del chico despacio ¿Le habría dado? No lo sabía, pues fue sin querer. Entonces terminó de limpiar ella también y se colocó en pie mientras mostraba una mirada dulce. Tal vez era el momento de proceder a arrestar a aquellos tipos. Aunque con la somanta de palos estarían inconscientes un buen rato. Justamente en ese momento, la marine con el puesto de sargento se quitó la camisa blanca, quedando solo con un sujetador. Sus dos enormes globos salieron a la luz, dejando a todo el mundo flipando y gritando de emoción. La chica la sacudió un poco y se la volvió a poner tranquilamente.
- Eres de los pocos marines que quiere hacer misiones conmigo… ¿Crees que soy débil?
Entonces su amigo (pues la lo consideraba así) soltó un puñetazo que hizo volar a aquella persona a toda velocidad, derribando la pared por el camino y dejando una lluvia de astillas en el suelo. La rubia quedó impresionada por la fuerza que tenía y debía admitir que le maravillaba tenerlo con ella. Entonces fue cuando el chico se puso también a limpiar. Una sonrisa se formó en el rostro de la espadachín y sin pensárselo mucho se lanzó sobre él. Le abrazó con fuerza y tras una fuerte carcajada le miró a los ojos.
- ¡Eres un gran nakama! ¡Arigato!
Debía admitir que estaba muy contenta. Entonces se separó de él, no sin antes pasar sin querer su rodilla por la entrepierna del chico despacio ¿Le habría dado? No lo sabía, pues fue sin querer. Entonces terminó de limpiar ella también y se colocó en pie mientras mostraba una mirada dulce. Tal vez era el momento de proceder a arrestar a aquellos tipos. Aunque con la somanta de palos estarían inconscientes un buen rato. Justamente en ese momento, la marine con el puesto de sargento se quitó la camisa blanca, quedando solo con un sujetador. Sus dos enormes globos salieron a la luz, dejando a todo el mundo flipando y gritando de emoción. La chica la sacudió un poco y se la volvió a poner tranquilamente.
- Eres de los pocos marines que quiere hacer misiones conmigo… ¿Crees que soy débil?
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Esta vez no se sobresaltó mucho al recibir uno de esos típicos abrazos de la rubia y, simplemente, le respondió de vuelta. A veces su capitana era demasiada niña para sus cosas, pero supuso que ese era su encanto natural... Aunque le dieran ganas de corromper eso y mandar todo a la mierda en algunas ocasiones... Como la de ahora. Se estremeció un poco al sentir su rodilla en la entrepierna, pero no dijo nada. Lo peor era que la rubia ni sabía lo que provocaba haciendo esas cosas, como lo de sacarse su uniforme y quedar solamente en sujetador. Su ceja tembló con violencia y se masajeó levemente su nuca, al tiempo que su irritación crecía con cada comentario ofensivo hacia su capitana. A veces se preguntaba si lo hacía a posta, sabiendo la reacción que provocaba ante el sexo masculino... Pero algo le decía que en verdad no sabía nada.
– Reclutas, vengan al restaurante que está cercano al puerto. Los tipos han sido neutralizados y solicito equipo para llevarlos al calabozo del barco... Y tenéis el día libre, pero aseguraos de tener a esos dos con vigilancia constante. La sargento Hikaru y yo... debemos hacer un par de cosas – le dijo al DDM que sacó de su bolsillo y usó para comunicarse con el barco.
Keith suspiró con pesadez y escuchó acerca de lo de ser débil. Entrecerró sus ojos y negó con la cabeza. Tenía la ligera sensación de saber porque tendían a evitar a la rubia, pero para aclarárselo... tendría que meterse en cierto tema que prefería evitar a toda costa, pero ya no tenía otra alternativa. El joven sargento entró en su forma híbrida y, sin decir palabra alguna, tomó a Hikaru de la cintura e intentó llevársela volando.
– Tu y yo iremos a dar un paseo, capitana. Disfruta del viaje – le dijo en su oído para luego impulsarse hacia arriba.
Llegaron a un bosque que había a las afueras del pueblo y dejó a la rubia suavemente en el suelo. Keith suspiró y volvió a su forma humana, para luego mirar seriamente a su compañera.
– Primero que todo, nunca digas que eres débil. Eres una de las personas más fuertes que conozco, y en cuanto a lo otro – el dragón suspiró y negó con la cabeza. – Sinceramente, y sin que te ofendas... ¿Qué sabes acerca de reproducción o las diferencias entre ambos sexos? – le preguntó con la mayor seriedad posible, aunque su rubor delataba en como se sentía ahora. No podía creer que iba a tener esa conversación con su capitana, pero... Era por el bien común.
– Reclutas, vengan al restaurante que está cercano al puerto. Los tipos han sido neutralizados y solicito equipo para llevarlos al calabozo del barco... Y tenéis el día libre, pero aseguraos de tener a esos dos con vigilancia constante. La sargento Hikaru y yo... debemos hacer un par de cosas – le dijo al DDM que sacó de su bolsillo y usó para comunicarse con el barco.
Keith suspiró con pesadez y escuchó acerca de lo de ser débil. Entrecerró sus ojos y negó con la cabeza. Tenía la ligera sensación de saber porque tendían a evitar a la rubia, pero para aclarárselo... tendría que meterse en cierto tema que prefería evitar a toda costa, pero ya no tenía otra alternativa. El joven sargento entró en su forma híbrida y, sin decir palabra alguna, tomó a Hikaru de la cintura e intentó llevársela volando.
– Tu y yo iremos a dar un paseo, capitana. Disfruta del viaje – le dijo en su oído para luego impulsarse hacia arriba.
Llegaron a un bosque que había a las afueras del pueblo y dejó a la rubia suavemente en el suelo. Keith suspiró y volvió a su forma humana, para luego mirar seriamente a su compañera.
– Primero que todo, nunca digas que eres débil. Eres una de las personas más fuertes que conozco, y en cuanto a lo otro – el dragón suspiró y negó con la cabeza. – Sinceramente, y sin que te ofendas... ¿Qué sabes acerca de reproducción o las diferencias entre ambos sexos? – le preguntó con la mayor seriedad posible, aunque su rubor delataba en como se sentía ahora. No podía creer que iba a tener esa conversación con su capitana, pero... Era por el bien común.
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La rubia sonrió al escuchar a su tercero al mando pedir refuerzos para llevarse de allí a aquellos tipos. Eso hizo que ella mostrase una expresión dulce ante todo, pues el trabajo ya estaba hecho por así decirlo de alguna forma. No tardó mucho en rascarse un poco la cabeza y pensar en lo que iba a comer en aquel momento. Justo entonces fue cuando notó una sensación un poco rara cuando se notó elevada en el aire. Alzó las cejas mientras ladeaba la cabeza y se dio cuenta de que estaba siendo cogida por su compañero. Le mostró una expresión amable y asintió a lo del paseo. Estuvo disfrutando de las vistas tan maravillosas que había en la zona, pero entonces llegaron a un bosque y él le hizo una extraña pregunta. Ella entonces miró a otro lado mientras pensaba un poco.
- Se que se describe como sexual, pues yo estuve a punto de ser una esclava sexual hace unas semanas. No sé lo que significaba, pero muchos hombres me ataban y maltrataban, cuando casi me venden del todo me salvaron… Pero por lo que tengo entendido, me iban a llevar a un sitio oscuro y ayudar a la cigüeña a traer bebés al mundo ¿Es eso no? No conozco bien los detalles. Y las diferencia es que las mujeres tenemos senos y podemos ir al baño sentadas. – Dijo con un tono de voz inocente.
No sabía si lo de desvelar que estuvo a punto de ser una esclava sexual estuvo bien, pero lo dijo sin miedo y por su rostro, no sabía bien lo que le esperaba. La joven no había escuchado nunca de aquel tema debido a que siempre estaba sola. También le sorprendía de que el dragón le dijese aquello y por ello se acercó colocándole la mano en la mejilla.
- ¿Deseas que hablemos con esa cigüeña los dos juntos y traigamos un niño? – Le preguntó con un tono algo preocupado. Pese a que en boca de otra persona habría sido una petición de echar un polvo, ella de verdad creía que iba a haber un animal que hablaría con ellos. Además, le miraba como si él estuviese herido, pues estaba preocupada. – Perdóname si no sé mucho del tema, pero podrías enseñarme a hablar con ella si lo deseas… Espero no ser una carga. – Terminó de decir mirando a otro lado.
- Se que se describe como sexual, pues yo estuve a punto de ser una esclava sexual hace unas semanas. No sé lo que significaba, pero muchos hombres me ataban y maltrataban, cuando casi me venden del todo me salvaron… Pero por lo que tengo entendido, me iban a llevar a un sitio oscuro y ayudar a la cigüeña a traer bebés al mundo ¿Es eso no? No conozco bien los detalles. Y las diferencia es que las mujeres tenemos senos y podemos ir al baño sentadas. – Dijo con un tono de voz inocente.
No sabía si lo de desvelar que estuvo a punto de ser una esclava sexual estuvo bien, pero lo dijo sin miedo y por su rostro, no sabía bien lo que le esperaba. La joven no había escuchado nunca de aquel tema debido a que siempre estaba sola. También le sorprendía de que el dragón le dijese aquello y por ello se acercó colocándole la mano en la mejilla.
- ¿Deseas que hablemos con esa cigüeña los dos juntos y traigamos un niño? – Le preguntó con un tono algo preocupado. Pese a que en boca de otra persona habría sido una petición de echar un polvo, ella de verdad creía que iba a haber un animal que hablaría con ellos. Además, le miraba como si él estuviese herido, pues estaba preocupada. – Perdóname si no sé mucho del tema, pero podrías enseñarme a hablar con ella si lo deseas… Espero no ser una carga. – Terminó de decir mirando a otro lado.
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Era como si el mismo tiempo se hubiera congelado en medio de ese bosque. Keith ya no sentía irritación, sino que ahora se encontraba completamente enfadado. Cuando hizo esa pregunta, pensó que se trataba de un mal caso de enseñanza, pero nunca se esperó que era... eso. Desvió su mirada hacia otro lado mientras apretaba con fuerza sus puños, sin saber muy bien que decir. Solo esperaba que esos hombres estuviera muertos, sino el mismo se iba a encargar de borrarlos de la faz de la tierra. Inconscientemente volvió a su forma híbrida debido a su perdida de control, y podía sentir que no iba a acabar allí. No, podía sentir en su cuerpo como su poder iba a creciendo de una gran forma, mucho más de lo que había usado desde que consumió su fruta. Y no solo en atributos, sino que en apariencia también. Eso poco le importaba ahora, tan solo quería irse de allí y destruir todo a su paso hasta que no quedara nada.
– Keith, tranquilízate. Mira lo que te haz hecho a ti mismo – le dijo Argentum con preocupación.
El dragón parpadeó y se fijó que las nubes estaban mucho más cerca de lo normal... ¿Eso eran pájaros que acababan de pasar al lado de su cabeza? Keith dudó o no si mirar hacia abajo, pero no tenía alternativa. Sus ojos se abrieron de par en par al notar todo lo que creció, Hikaru parecía un punto insignificante desde su punto de vista. Tardó un poco en reaccionar, pero cuando entró en sí, supo que lo que sucedió. De alguna forma su furia había hecho que entrara inconscientemente en su forma verdadera, lo cual... Nunca había usado desde que consumió la fruta. Su dragón interior le había advertido de los peligros que llevaba liberar el máximo, por lo que el Sargento accedió a no utilizar eso a menos que fuera un último recurso.
Keith cerró sus ojos y se concentró, volviendo a su forma humana antes que recibiera mayores secuelas. Por suerte no lo hizo durante un combate, por lo que solo tuvo algo de fatiga al volver a la normalidad.
– Lo siento si te asusté, pero no me pude controlar – dijo el peligris mientras agachaba la cabeza. El sargento suspiró y se colocó unas gafas que sacó de quien sabe donde, para luego mirar de forma decidida a su capitana. – Primero que todo, la cigüeña es un mito. Los niños no vienen al mundo debido a eso – cerró sus ojos, tomó aire y empezó a explicar lo que sería un largo monólogo... Y tenía dudas si podía funcionar si se tenía en cuenta la mentalidad de la rubia.
– Y eso es todo – terminó de explicar el sargento.
Esa había sido... lo más complicado que había hecho en toda su puta vida. Tuvo que empezar de cero, explicando todas las diferencias entre el cuerpo de una mujer y el de un hombre. Luego pasó al sistema reproductor (de ambos sexos), además de algo pequeño de las hormonas, y... no tuvo otra opción que decirlo todo en el tono más simple que pudiera lograr. Luego vino la parte difícil y fue... explicar como un hombre y una mujer hacían un hijo, y que luego la mujer debía esperar nueve meses estándares para dar luz al niño... o niña. Si pudiera ver su rostro ahora, podría jurar que parecía igual que un tomate maduro. Además se aseguró de decirle lo que hacía una pareja normal, como eran las muestras de afectos más... intimas que las de un amigo a una amiga. Para concluir, tuvo que decirle porque algunas personas (en su mayoría hombres) intentaban pasarse de listo con ella. Era, básicamente, porque dejaba sus generosos atributos a la vista de todo.
– ¿Alguna pregunta o duda? – preguntó cual profesor, intentado ocultar su disconformidad.
A parte de lo complicado... también explicó la diferencia entre esos esclavistas de mierda y lo que hacían las parejas... o amigos con ventajas. No quería que tomara asco a algo tan natural y biológico como era eso.
– Keith, tranquilízate. Mira lo que te haz hecho a ti mismo – le dijo Argentum con preocupación.
El dragón parpadeó y se fijó que las nubes estaban mucho más cerca de lo normal... ¿Eso eran pájaros que acababan de pasar al lado de su cabeza? Keith dudó o no si mirar hacia abajo, pero no tenía alternativa. Sus ojos se abrieron de par en par al notar todo lo que creció, Hikaru parecía un punto insignificante desde su punto de vista. Tardó un poco en reaccionar, pero cuando entró en sí, supo que lo que sucedió. De alguna forma su furia había hecho que entrara inconscientemente en su forma verdadera, lo cual... Nunca había usado desde que consumió la fruta. Su dragón interior le había advertido de los peligros que llevaba liberar el máximo, por lo que el Sargento accedió a no utilizar eso a menos que fuera un último recurso.
- Apariencia de Keith:
Keith cerró sus ojos y se concentró, volviendo a su forma humana antes que recibiera mayores secuelas. Por suerte no lo hizo durante un combate, por lo que solo tuvo algo de fatiga al volver a la normalidad.
– Lo siento si te asusté, pero no me pude controlar – dijo el peligris mientras agachaba la cabeza. El sargento suspiró y se colocó unas gafas que sacó de quien sabe donde, para luego mirar de forma decidida a su capitana. – Primero que todo, la cigüeña es un mito. Los niños no vienen al mundo debido a eso – cerró sus ojos, tomó aire y empezó a explicar lo que sería un largo monólogo... Y tenía dudas si podía funcionar si se tenía en cuenta la mentalidad de la rubia.
X minutos más tarde...
– Y eso es todo – terminó de explicar el sargento.
Esa había sido... lo más complicado que había hecho en toda su puta vida. Tuvo que empezar de cero, explicando todas las diferencias entre el cuerpo de una mujer y el de un hombre. Luego pasó al sistema reproductor (de ambos sexos), además de algo pequeño de las hormonas, y... no tuvo otra opción que decirlo todo en el tono más simple que pudiera lograr. Luego vino la parte difícil y fue... explicar como un hombre y una mujer hacían un hijo, y que luego la mujer debía esperar nueve meses estándares para dar luz al niño... o niña. Si pudiera ver su rostro ahora, podría jurar que parecía igual que un tomate maduro. Además se aseguró de decirle lo que hacía una pareja normal, como eran las muestras de afectos más... intimas que las de un amigo a una amiga. Para concluir, tuvo que decirle porque algunas personas (en su mayoría hombres) intentaban pasarse de listo con ella. Era, básicamente, porque dejaba sus generosos atributos a la vista de todo.
– ¿Alguna pregunta o duda? – preguntó cual profesor, intentado ocultar su disconformidad.
A parte de lo complicado... también explicó la diferencia entre esos esclavistas de mierda y lo que hacían las parejas... o amigos con ventajas. No quería que tomara asco a algo tan natural y biológico como era eso.
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Hikaru abrió los ojos como platos al ver a aquel enorme dragón formarse ante ella. La joven cayó de culo al suelo y se quedó mirando mientras su boca quedaba un poco abierta y notaba un pequeño temblor en su mano derecha. Aquella forma era algo asombroso y por ello tragó saliva estando algo asustada por así decirlo. Sabía que Keith no iba a hacer nada malo en su contra, pero la forma que la intimidaba estaba delante de ella. Se quedó paralizada por unos instantes, clavando sus dorados ojos en los de aquel ser. Si era el poder de su fruta del diablo debía admitir que era increíblemente peligrosa, incluso más que la suya por el momento. Soltó un suspiro de alivio cuando volvió a la forma humana y le dijo después que la cigüeña no existía. Toda su infancia se había ido a tomar por culo. Kotaro la había engañado entonces.
Tras la explicación, los ojos de la chica se habían abierto como platos al escuchar semejantes animaladas de aparatos gruesos con venas y agujeros húmedos. Debía admitir que tenía curiosidad y por ello caminó un poco hasta él y se quedó mirándolo a los ojos de forma pensativa. No dijo nada y simplemente estiró su mano despacio, agarrando sin permiso aquella “cosa” que el dragón debía tener entre las piernas de forma suave. Si lo lograba simplemente le miraría a los ojos de forma inocentes.
- Entonces los amigos con mucha confianza hacen estas cosas… ¿Nosotros somos así de amigos? – Dijo con un tono inocente al mismo tiempo que ladeaba un poco la cabeza.
La chica continuaba siendo demasiado inocente al parecer, pero supuestamente ellos eran amigos, por lo que no creyó que estuviese haciendo nada malo. Cuando otro que no era amigo quería hacerlo, era un delito y por eso estaba un poco liada. Se mantuvo quieta mirándole despacio y después trató de soltarle despacio mientras le dedicaba una dulce sonrisa.
- ¿Entonces deberíamos hacer eso? Continuo un poco liada y bueno ¡Supongo que todo se aprende con la práctica! – Realmente se había enterado del método, pero su mente lo pintaba todo de forma divertida y natural. Hikaru simplemente se quedó mirándole con una sonrisa y pegada a él mientras movía las manos sobre los hombros del dragón dando saltitos.
Tras la explicación, los ojos de la chica se habían abierto como platos al escuchar semejantes animaladas de aparatos gruesos con venas y agujeros húmedos. Debía admitir que tenía curiosidad y por ello caminó un poco hasta él y se quedó mirándolo a los ojos de forma pensativa. No dijo nada y simplemente estiró su mano despacio, agarrando sin permiso aquella “cosa” que el dragón debía tener entre las piernas de forma suave. Si lo lograba simplemente le miraría a los ojos de forma inocentes.
- Entonces los amigos con mucha confianza hacen estas cosas… ¿Nosotros somos así de amigos? – Dijo con un tono inocente al mismo tiempo que ladeaba un poco la cabeza.
La chica continuaba siendo demasiado inocente al parecer, pero supuestamente ellos eran amigos, por lo que no creyó que estuviese haciendo nada malo. Cuando otro que no era amigo quería hacerlo, era un delito y por eso estaba un poco liada. Se mantuvo quieta mirándole despacio y después trató de soltarle despacio mientras le dedicaba una dulce sonrisa.
- ¿Entonces deberíamos hacer eso? Continuo un poco liada y bueno ¡Supongo que todo se aprende con la práctica! – Realmente se había enterado del método, pero su mente lo pintaba todo de forma divertida y natural. Hikaru simplemente se quedó mirándole con una sonrisa y pegada a él mientras movía las manos sobre los hombros del dragón dando saltitos.
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El peligris abrió sus ojos como plato y se estremeció al sentir el contacto de la mano de Hikaru con... eso. Rogaba a Bahamut y a todos los dioses dragones existentes, que por favor la rubia no hizo lo que creía que hizo. Keith miró dudosamente hacia abajo y, para su sorpresa, se dio cuenta que era verdad. En verdad pensó que con esa charla sería un poco menos lanzada ahora que sabía lo que provocaba, pero al parecer lo volvió mucho peor que antes. Aunque ahora... la rubia sabía muy bien lo que hacía (algo) y no tenía miedo de pedirlo... Eso o falló en algo durante su explicación. Al escuchar lo que dijo, tuvo que resistir el impulso de golpearse a sí mismo por cometer esa idiotez. Si... tal vez decir eso como ejemplo no fue una de sus mejores ideas. Más considerando cual era la mentalidad de su capitana. Sea como fuera, ahora debía arreglar la situación antes que fuera demasiado tarde... O sino terminaría con los huesos rotos si alguien llegaba a enterarse.
– No, ignora eso que dije – Keith negó con la cabeza. – Eso es algo que se hace entre dos personas que se quieren mucho – chasqueó su lengua y miró seriamente a la rubia. – Por eso mismo no debes ir diciendo o pidiéndole eso a cualquier persona, solo a la que más quieras, porque sino te empezar a coger disgusto. Eso queda en la privacidad, por ende tampoco debe hablarse del tema fuera de las dos personas involucradas – bueno, había tenido que mentir un poco. Sabía de sobra que entre amigos solían hablar del tema, pero no se lo haría saber a su capitana por razones obvias.
Suspiró con alivio al sentir como su capitana le soltaba, para luego dar unos pasos hacia atrás. Una gota cayó por su sien al ver como la rubia empezaba a dar saltitos debido a la emoción. Si tan solo supiera lo peligroso que era, entonces no estaría haciendo eso. El dragón resopló mentalmente y miró de forma tranquila a la rubia.
– Me temo que no puedo hacer eso. Sumado a lo que dije, la primera vez de una mujer es sagrada y no puedes dárselo a cualquier persona – el sargento dudó por algunos segundos, pero luego se encogió de hombros. – Como dije antes, solo con la persona que más ames, aprecies y confíes en este mundo... Quitando la familia de uno, por su puesto – se apresuró a agregar antes que volviera a torcer sus palabras e intentara cometer algo de lo que se arrepentiría. En verdad esperaba que eso haya sido lo último, porque en verdad quería que la tierra se lo tragase en este mismo momento.
– No, ignora eso que dije – Keith negó con la cabeza. – Eso es algo que se hace entre dos personas que se quieren mucho – chasqueó su lengua y miró seriamente a la rubia. – Por eso mismo no debes ir diciendo o pidiéndole eso a cualquier persona, solo a la que más quieras, porque sino te empezar a coger disgusto. Eso queda en la privacidad, por ende tampoco debe hablarse del tema fuera de las dos personas involucradas – bueno, había tenido que mentir un poco. Sabía de sobra que entre amigos solían hablar del tema, pero no se lo haría saber a su capitana por razones obvias.
Suspiró con alivio al sentir como su capitana le soltaba, para luego dar unos pasos hacia atrás. Una gota cayó por su sien al ver como la rubia empezaba a dar saltitos debido a la emoción. Si tan solo supiera lo peligroso que era, entonces no estaría haciendo eso. El dragón resopló mentalmente y miró de forma tranquila a la rubia.
– Me temo que no puedo hacer eso. Sumado a lo que dije, la primera vez de una mujer es sagrada y no puedes dárselo a cualquier persona – el sargento dudó por algunos segundos, pero luego se encogió de hombros. – Como dije antes, solo con la persona que más ames, aprecies y confíes en este mundo... Quitando la familia de uno, por su puesto – se apresuró a agregar antes que volviera a torcer sus palabras e intentara cometer algo de lo que se arrepentiría. En verdad esperaba que eso haya sido lo último, porque en verdad quería que la tierra se lo tragase en este mismo momento.
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- P-pero… Tú eres la persona que más quiero en el mundo y en la que más confío. Todos los demás quitando a la tripulación me odian. Tampoco tengo familia, entonces no lo entiendo muy bien… – Dijo mientras miraba al chico un poco apenada ¿Él no la quería? Lo tenía como su único y mejor amigo.
Se alejó un poco de él con una mirada triste y después de unos momentos se sentó en el suelo. Ella no tenía conocimiento sobre lo que era el amor y todas aquellas cosas, solo le habían explicado una cosa por la que tenía curiosidad. Según las normas, Keith era el único y como ella no tenía vergüenza, así estaba la cosa. Se encogió de hombros al mismo tiempo que abrazaba sus rodillas despacio. No quería incordiarle y por ese mismo motivo se rascó un poco la parte de tras del cuello mientras continuaba mirando el suelo allí sentada. Ella era feliz con sus creencias y no pensaba cambiar su forma de vestir. También era un problema, pues cualquier persona que le sonriese ya era para ella un amigo.
- Supongo que entonces eres tú el que no me quiere lo suficiente… – Dijo con un tono de voz algo triste y apagado. No iba a comprender la situación y menos a la primera.
Lo siguiente que hizo fue caminar hasta un pequeño árbol y después se puso de rodillas pegando su frente al tronco, agachó la cabeza y las manos y un aura oscura “depresiva” salió de su cuerpo. Realmente era una chica que estaba sola en el mundo. La masacre de su familia la dejó en la ruina y después de la esclavitud solo le habían quedado dos personas que estaban lejos. Keith y Katharina, una lejos metafóricamente, pues ella pensaba que la apreciaba igual que ella a él.
- Entonces me volveré fuerte para que me aprecies… Prometo no volver a gastarte bromas ni a mandarte el papeleo en tus ratos libres…
Susurró contra el tronco del árbol mientras cerraba los ojos despacio y se abrazaba un poco así misma. Ahora tan solo quería irse a su cuarto a dormir y desear que todo hubiese sido un mal sueño. Soltó un pequeño suspiro y entonces apretó la frente contra el tronco, haciéndose un leve corte debido al rozamiento. De hecho, notaba algo incómodo en sus ojos ¿Por qué se humedecían? Ladeó la cabeza un poco confusa.
Se alejó un poco de él con una mirada triste y después de unos momentos se sentó en el suelo. Ella no tenía conocimiento sobre lo que era el amor y todas aquellas cosas, solo le habían explicado una cosa por la que tenía curiosidad. Según las normas, Keith era el único y como ella no tenía vergüenza, así estaba la cosa. Se encogió de hombros al mismo tiempo que abrazaba sus rodillas despacio. No quería incordiarle y por ese mismo motivo se rascó un poco la parte de tras del cuello mientras continuaba mirando el suelo allí sentada. Ella era feliz con sus creencias y no pensaba cambiar su forma de vestir. También era un problema, pues cualquier persona que le sonriese ya era para ella un amigo.
- Supongo que entonces eres tú el que no me quiere lo suficiente… – Dijo con un tono de voz algo triste y apagado. No iba a comprender la situación y menos a la primera.
Lo siguiente que hizo fue caminar hasta un pequeño árbol y después se puso de rodillas pegando su frente al tronco, agachó la cabeza y las manos y un aura oscura “depresiva” salió de su cuerpo. Realmente era una chica que estaba sola en el mundo. La masacre de su familia la dejó en la ruina y después de la esclavitud solo le habían quedado dos personas que estaban lejos. Keith y Katharina, una lejos metafóricamente, pues ella pensaba que la apreciaba igual que ella a él.
- Entonces me volveré fuerte para que me aprecies… Prometo no volver a gastarte bromas ni a mandarte el papeleo en tus ratos libres…
Susurró contra el tronco del árbol mientras cerraba los ojos despacio y se abrazaba un poco así misma. Ahora tan solo quería irse a su cuarto a dormir y desear que todo hubiese sido un mal sueño. Soltó un pequeño suspiro y entonces apretó la frente contra el tronco, haciéndose un leve corte debido al rozamiento. De hecho, notaba algo incómodo en sus ojos ¿Por qué se humedecían? Ladeó la cabeza un poco confusa.
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Keith abrió su boca para decir algo, pero nada pareció salir de sus labios. En verdad... nunca se esperó esa reacción, además que empezaba a sentir lástima por su capitana. En verdad no tenía nadie más en el mundo, salvo a él y al resto de la tripulación. Nunca esperó que no tuviera familia, aunque debió imaginárselo. El mismo, salvo a su hermana (que ahora sabía, gracias a Taiga, que se encontraba a salvo ), no tenía a nadie más en este mundo. Bueno, también era culpa suya la verdad. El mismo decidió alejarse de todo para evitar que volviera a ocurrir algo como lo sucedido con Sara. Todas las personas que terminaban acercándose a él, terminaban muriendo o desapareciendo por culpa de las manipulaciones de su padre. Solo para que terminara rompiéndose mentalmente, pero no iba darle el gusto. Podría perder absolutamente todo, pero aún así no iba a resignarse. No hasta ver caer a ese hijo de puta ante la verdad.
El dragón se rascó su cabeza, sin saber muy bien que hacer en este caso. Él era pésimo reconfortando a las personas, y cabía la posibilidad que lo que dijera, fuera usado en su propia contra... Como todo lo de ese día, vaya. Keith suspiró con pesadez, y lentamente fue acercándose hasta donde se encontraba su deprimida capitana. Al llegar, nuevamente pasó su mano por sus cabellos, intentando que podría decir para no cagarla aún más.
– Sabes, hace tiempo decidí en no dejar que nadie se volviera a acercar a mí de forma emocional. Todas las personas que lo hacían, terminaban teniendo un trágico destino. Por esa razón no sé muy bien como medirme con las palabras, desde que decidí alejarme de todo y concentrarme en mi objetivo – le explicó de forma melancólica a la rubia. Keith suspiró y abrazó con fuerza a su capitana, aunque no lo suficiente para lastimarla con su prodigioso poder. – Has sido la primera en mucho tiempo, y hasta ahora única, a la cual me he abierto. Por eso mismo – movió levemente su cabeza para clavar sus ojos en los de ella y chocar ambas frentes. – No vuelvas a decir eso, porque no es verdad. En verdad te quiero como eres, por lo que no debes probarme nada, Hikaru – le dijo seriamente a su capitana.
Suspiró de forma pesada y se alejó un poco, para luego mirar tranquilamente a la joven. Se rascó la cabeza y volvió a entrar en su forma híbrida, para luego tenderle la mano.
– ¿Volvamos al barco? Estar así vestida puede ser un poco incómodo – si accedía, la volvería a tomar de la cintura e iría volando hacia el barco.
El dragón se rascó su cabeza, sin saber muy bien que hacer en este caso. Él era pésimo reconfortando a las personas, y cabía la posibilidad que lo que dijera, fuera usado en su propia contra... Como todo lo de ese día, vaya. Keith suspiró con pesadez, y lentamente fue acercándose hasta donde se encontraba su deprimida capitana. Al llegar, nuevamente pasó su mano por sus cabellos, intentando que podría decir para no cagarla aún más.
– Sabes, hace tiempo decidí en no dejar que nadie se volviera a acercar a mí de forma emocional. Todas las personas que lo hacían, terminaban teniendo un trágico destino. Por esa razón no sé muy bien como medirme con las palabras, desde que decidí alejarme de todo y concentrarme en mi objetivo – le explicó de forma melancólica a la rubia. Keith suspiró y abrazó con fuerza a su capitana, aunque no lo suficiente para lastimarla con su prodigioso poder. – Has sido la primera en mucho tiempo, y hasta ahora única, a la cual me he abierto. Por eso mismo – movió levemente su cabeza para clavar sus ojos en los de ella y chocar ambas frentes. – No vuelvas a decir eso, porque no es verdad. En verdad te quiero como eres, por lo que no debes probarme nada, Hikaru – le dijo seriamente a su capitana.
Suspiró de forma pesada y se alejó un poco, para luego mirar tranquilamente a la joven. Se rascó la cabeza y volvió a entrar en su forma híbrida, para luego tenderle la mano.
– ¿Volvamos al barco? Estar así vestida puede ser un poco incómodo – si accedía, la volvería a tomar de la cintura e iría volando hacia el barco.
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La joven se dejó abrazar, pero no le servían aquellas palabras. Ella continuaba pensando que no estaba siendo del todo sincero con ella. Ella no iba a morir mientras tuviese sus espadas con ella y eso estaba clarísimo. Por nada se estaba matando a entrenar con ellas cada día. Se quedó callada negando varias veces y simplemente se cruzó de brazos. Miró de nuevo la corteza del árbol, la cual estaba conociendo ya y todo y simplemente cerró los ojos. Le habían quitado sus pensamientos inocentes para enseñarle algo que no iba a saber como era. Ya lo descubriría por su cuenta. Soltó un pequeño suspiro y se quedó callada mientras pensaba en algunas cosas que mejor no diría en voz alta.
Notó entonces como el dragón juntaba su frente con ella y simplemente miró sus ojos con naturalidad, como si estar así de cerca no le afectase. Normal, no sentía vergüenza por aquel tipo de cosas. Sus palabras no le sirvieron para nada, pero eso ya daba igual.
- No te creo… Me dijiste que eso solo lo hacen amigos que se quieren mucho… Y dijiste claramente que no, por lo que eso significa que no me quieres mucho.
Dijo sacando sus teorías sin sentido, pero era normal después de todo. Lo siguiente que hizo fue mirar su mano y al chico en forma dragón. Negó y se quedó sentada con la espalda pegada al árbol. No le apetecía irse al barco. La misión estaba terminada y no quería aburrirse encerrada en un camarote. Se sentía un poco confusa. Se cruzó de brazos de nuevo y desvió la mirada a otro lado.
- Yo me quedaré… No quiero ir al barco. De todas formas, yo misma comprobaré entonces como se hace eso con alguien que me…
Iba a decir la frase “quiera lo suficiente”, pero no existía semejante amigo por lo que se veía. Una explicación incompleta podía desencadenar confusiones en ella y ahora era muy tarde. Tal vez Misa podía enseñarle o quizás Katharina. Pero entonces según las explicaciones del cuerpo, ellas no podrían. Soltó un suspiro entonces. Se quedó con la espalda pegada al árbol y miró al suelo cerrando los ojos después.
- Puedes irte si quieres, yo me quedaré aquí.
Notó entonces como el dragón juntaba su frente con ella y simplemente miró sus ojos con naturalidad, como si estar así de cerca no le afectase. Normal, no sentía vergüenza por aquel tipo de cosas. Sus palabras no le sirvieron para nada, pero eso ya daba igual.
- No te creo… Me dijiste que eso solo lo hacen amigos que se quieren mucho… Y dijiste claramente que no, por lo que eso significa que no me quieres mucho.
Dijo sacando sus teorías sin sentido, pero era normal después de todo. Lo siguiente que hizo fue mirar su mano y al chico en forma dragón. Negó y se quedó sentada con la espalda pegada al árbol. No le apetecía irse al barco. La misión estaba terminada y no quería aburrirse encerrada en un camarote. Se sentía un poco confusa. Se cruzó de brazos de nuevo y desvió la mirada a otro lado.
- Yo me quedaré… No quiero ir al barco. De todas formas, yo misma comprobaré entonces como se hace eso con alguien que me…
Iba a decir la frase “quiera lo suficiente”, pero no existía semejante amigo por lo que se veía. Una explicación incompleta podía desencadenar confusiones en ella y ahora era muy tarde. Tal vez Misa podía enseñarle o quizás Katharina. Pero entonces según las explicaciones del cuerpo, ellas no podrían. Soltó un suspiro entonces. Se quedó con la espalda pegada al árbol y miró al suelo cerrando los ojos después.
- Puedes irte si quieres, yo me quedaré aquí.
Keith S. Branwen
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"Nunca pensé que sería tan testaruda", pensó algo incrédulo el peligris. Sabía muy bien que cuando se le metía algo a la cabeza a su capitana, rara vez desistía. Entonces... ¿Cómo demostrar la veracidad de sus palabras? Si hacía eso, obviamente quedaría como un aprovechado por usar las circunstancias a su favor. Aunque, teniendo su aprobación... ¿En verdad podía ser considerado como tal? El hizo trabajo contándole, por lo que lo que hiciera a partir de ahora iba por su propia cuenta. El dragón suspiro y volvió a su forma humana, al tiempo que se colocaba en un árbol para poder meditar mejor las cosas. Lo cierto era, como sea que se dieran las cosas, el sargento no iba a salir impune de todo esto. Si ya estaba teniendo un dolor de cabeza debido a lo absurdo de la situación, quién sabe como quedaría luego de este día. Eran diversos factores a tener en cuenta, por lo que debía pensarlo bien.
Vale, ya no tenía que pensarlo. Su ceja tembló violentamente al escuchar lo que dijo, y no pudo evitar su mirada se ensombreciera levemente. No tenía el derecho a detenerla, sino fuera por cierto problema que acarrearía eso. Con la mentalidad que poseía la rubia, era muy probable que se lo pidiera a la persona equivocada, o peor: que se aprovecharan de ella. Si ella consideraba a esos esclavistas como una de las peores escorias, eso significaba que aún no se encontraba con lo peor de lo peor. Se rascó sus cabellos con algo de agresividad y apoyó su cabeza en el tronco, al tiempo que cerraba sus ojos por algunos instantes. Habían solo dos posibilidades: irse y esperar a que la rubia cometiera un error, además de provocar fricción entre ellos; o... acceder a su demanda de hacerlo.
– Si quieres mi opinión... Yo iría por el menor mal posible, porque dudo que haya una salida apropiada a todo esto – comentó su dragón interior.
Abrió sus ojos lentamente y se reincorporó, para luego caminar lentamente hacia donde se encontraba Hikaru. Quedó parado frente a ella y, por algunos segundos, dudó. Luego recordó lo que dijo y su mirada pasó a ser tanto seria como determinada. Ya había llegado una decisión, pese a todas las consecuencias que pudieran derivar de todo eso. Ahora... solo quedaba esperar que la rubia no estuviera tan mosqueada y accediera pese a lo tardío.
– Si mis palabras no tienen peso, entonces lo demostraré con acciones – una media sonrisa se formó en su rostro, aunque eso demostraba lo cansado que estaba. – Lo haré, voy a hacerlo – dijo finalmente, para luego quedarse en silencio mientras esperaba respuesta de su capitana.
Vale, ya no tenía que pensarlo. Su ceja tembló violentamente al escuchar lo que dijo, y no pudo evitar su mirada se ensombreciera levemente. No tenía el derecho a detenerla, sino fuera por cierto problema que acarrearía eso. Con la mentalidad que poseía la rubia, era muy probable que se lo pidiera a la persona equivocada, o peor: que se aprovecharan de ella. Si ella consideraba a esos esclavistas como una de las peores escorias, eso significaba que aún no se encontraba con lo peor de lo peor. Se rascó sus cabellos con algo de agresividad y apoyó su cabeza en el tronco, al tiempo que cerraba sus ojos por algunos instantes. Habían solo dos posibilidades: irse y esperar a que la rubia cometiera un error, además de provocar fricción entre ellos; o... acceder a su demanda de hacerlo.
– Si quieres mi opinión... Yo iría por el menor mal posible, porque dudo que haya una salida apropiada a todo esto – comentó su dragón interior.
Abrió sus ojos lentamente y se reincorporó, para luego caminar lentamente hacia donde se encontraba Hikaru. Quedó parado frente a ella y, por algunos segundos, dudó. Luego recordó lo que dijo y su mirada pasó a ser tanto seria como determinada. Ya había llegado una decisión, pese a todas las consecuencias que pudieran derivar de todo eso. Ahora... solo quedaba esperar que la rubia no estuviera tan mosqueada y accediera pese a lo tardío.
– Si mis palabras no tienen peso, entonces lo demostraré con acciones – una media sonrisa se formó en su rostro, aunque eso demostraba lo cansado que estaba. – Lo haré, voy a hacerlo – dijo finalmente, para luego quedarse en silencio mientras esperaba respuesta de su capitana.
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La joven continuaba allí sentada mirando al suelo de forma calmada con sus ojos cerrados. Por el momento estaba cómodo en cuanto a estar sentada se refería. Justo en ese momento pudo escuchar las palabras del chico de cabellos plateados. Se quedó en la misma situación, alzando la mirada y observándole de forma inocente. Se quedó unos segundos mirándole fijamente a los ojos sin hace ningún tipo de movimiento o sin tener algún pensamiento. Ya no le iba a servir que ahora dijese que sí cuando antes lo había negado. Ladeó la cabeza estando un poco confusa y después soltó un suspiro.
- No. Si no has querido desde primera hora, no me sirve que ahora digas eso. No me gusta obligar a nadie a nada. Te lo he pedido ya que has dicho que lo hacen los amigos que se quieren mucho, si no accediste de primeras ya lo he entendido. Además, no quiero que me veas desnuda.
Dijo manteniéndose allí sentada y desviando la mirada. No tenía sentido, pero ella quería hacer aquella cosa con ropa de por medio, pues eso si le daba algo de vergüenza por así decirlo. Nunca llegaba a quitarse del todo la ropa, pero igualmente según el método que le había dicho en la explicación se podía perfectamente. Cerró los ojos unos momentos y después clavó sus dorados ojos en aquella persona que tenía frente a él.
- Puedes que tú seas un experto en asesinar cigüeñas, pero yo sé bastante de lo que hace sentir mejor a los nakamas… O al menos a mí… Esperaba que me enseñases con ilusión y una sonrisa en tus labios. Yo no dudaría en cortarme los brazos por ti. De todas formas, ya me las apañaré por mi cuenta, como siempre…
Finalmente se cruzó de brazos estando allí sentada y bajó su gorra hasta que le ocultase el rostro. Tampoco pensaba que hubiese pedido nada malo, solo un poco de cariño y de práctica con alguien de confianza. Igualmente, tal vez era fea o algo parecido, no lo entendía. Quiso dejar de entenderlo y simplemente se quedó allí callada. Un poco de viento sopló con fuerza e hizo que sintiera un poco de frío, pero tampoco dijo nada.
- No. Si no has querido desde primera hora, no me sirve que ahora digas eso. No me gusta obligar a nadie a nada. Te lo he pedido ya que has dicho que lo hacen los amigos que se quieren mucho, si no accediste de primeras ya lo he entendido. Además, no quiero que me veas desnuda.
Dijo manteniéndose allí sentada y desviando la mirada. No tenía sentido, pero ella quería hacer aquella cosa con ropa de por medio, pues eso si le daba algo de vergüenza por así decirlo. Nunca llegaba a quitarse del todo la ropa, pero igualmente según el método que le había dicho en la explicación se podía perfectamente. Cerró los ojos unos momentos y después clavó sus dorados ojos en aquella persona que tenía frente a él.
- Puedes que tú seas un experto en asesinar cigüeñas, pero yo sé bastante de lo que hace sentir mejor a los nakamas… O al menos a mí… Esperaba que me enseñases con ilusión y una sonrisa en tus labios. Yo no dudaría en cortarme los brazos por ti. De todas formas, ya me las apañaré por mi cuenta, como siempre…
Finalmente se cruzó de brazos estando allí sentada y bajó su gorra hasta que le ocultase el rostro. Tampoco pensaba que hubiese pedido nada malo, solo un poco de cariño y de práctica con alguien de confianza. Igualmente, tal vez era fea o algo parecido, no lo entendía. Quiso dejar de entenderlo y simplemente se quedó allí callada. Un poco de viento sopló con fuerza e hizo que sintiera un poco de frío, pero tampoco dijo nada.
Keith S. Branwen
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Bueno, ya se le habían acabado las ideas. Si de algo estaba seguro, es que no se marcharía de ahí. Dejarla sola iría en contra de todos sus principios (aunque la rubia no le crea), por lo que no lo haría. La seguiría hasta que dejara de malinterpretar las cosas si era necesario. Además... estaba sintiéndose un poco mal, sabiendo que en parte tuvo la culpa de todo esto... Aunque muy mínima. El verdadero culpable fue quien le enseñó a la rubia, porque en verdad que no hizo un buen trabajo. No sabía si el... ella que hizo eso, o era un idiota... O simplemente lo hizo a posta para que la rubia terminara con una mentalidad de niña. Y ya estaba pensando que nada podría revertir todo el daño que le hicieron.
– Si quieres estar así, bien. Pero no me moveré de aquí – dijo mientras se cruzaba de brazos. En verdad parecían dos niños testarudos, ninguno dispuesto a desistir.
Le dio la espalda para regresar al árbol de antes, pero en eso empezó a olfatear algo en el ambiente. Entrecerró sus ojos, al tiempo que sus ojos se volvía mas claros y sus pupilas se rasgaban cual reptil. Reconocía ese aroma pestilente, era uno de los dos piratas de antes. Ahora... ¿Como mierda llegó hasta acá? Creía recordar que uno termino cortado y el otro salió volando a quien sabe donde. Luego tuvo que llamar a los reclutas para que vinieran por ellos y... Ah, ahí estaba el problema. El golpe fue lo suficientemente potente para mandar su cuerpo lejos del conflicto... pero al parecer no fue lo suficiente para dejarlo inconsciente. Tuvo el tiempo suficiente para alejarse antes que los marines llegaran.
– A veces suelo ser muy imbécil en mis cosas – pensó mientras chasqueaba su lengua.
De todas formas, pese al comentario hacia su capitana, tuvo que aceptar de mala gana que tenía algo de respeto por ese idiota. Pocos desconocidos podían quedar en pie luego de una de sus hostias, después de todo. Finalmente ubicó al pirata y, con su vista mejorada, observó algo alarmante. El tipo estaba sacando una pistola, para luego apuntarle con ella, pero... Había cierto problema con ello, y era que su capitana, debido a que estaba justo en frente del dragón, estaba en su línea de fuego.
– Será hijo de puta – pensó mientras sus ojos se abrían de una forma exagerada.
Sin pensarlo dos veces, intentó tomar la rubia para luego dejarla a un lado (puesto que, al parecer, no tenía los sentidos del dragón)... y cambio recibió un dolor agonizante en su estómago. Siseó y, al mirar hacia abajo, observó como su camisa se manchaba de sangre a un ritmo alarmante. La gente podía superar sus límites con tal de un venganza sin sentido, y eso era algo que estaba aprendiendo ahora. Keith chasqueó su lengua y se puso de pie con dificultad, al tiempo que fulminaba con la mirada hacia la dirección de donde vino. Iba a pagar, el mismo se encargaría de hacerlo una vez que se recuperara.
– Si quieres estar así, bien. Pero no me moveré de aquí – dijo mientras se cruzaba de brazos. En verdad parecían dos niños testarudos, ninguno dispuesto a desistir.
Le dio la espalda para regresar al árbol de antes, pero en eso empezó a olfatear algo en el ambiente. Entrecerró sus ojos, al tiempo que sus ojos se volvía mas claros y sus pupilas se rasgaban cual reptil. Reconocía ese aroma pestilente, era uno de los dos piratas de antes. Ahora... ¿Como mierda llegó hasta acá? Creía recordar que uno termino cortado y el otro salió volando a quien sabe donde. Luego tuvo que llamar a los reclutas para que vinieran por ellos y... Ah, ahí estaba el problema. El golpe fue lo suficientemente potente para mandar su cuerpo lejos del conflicto... pero al parecer no fue lo suficiente para dejarlo inconsciente. Tuvo el tiempo suficiente para alejarse antes que los marines llegaran.
– A veces suelo ser muy imbécil en mis cosas – pensó mientras chasqueaba su lengua.
De todas formas, pese al comentario hacia su capitana, tuvo que aceptar de mala gana que tenía algo de respeto por ese idiota. Pocos desconocidos podían quedar en pie luego de una de sus hostias, después de todo. Finalmente ubicó al pirata y, con su vista mejorada, observó algo alarmante. El tipo estaba sacando una pistola, para luego apuntarle con ella, pero... Había cierto problema con ello, y era que su capitana, debido a que estaba justo en frente del dragón, estaba en su línea de fuego.
– Será hijo de puta – pensó mientras sus ojos se abrían de una forma exagerada.
Sin pensarlo dos veces, intentó tomar la rubia para luego dejarla a un lado (puesto que, al parecer, no tenía los sentidos del dragón)... y cambio recibió un dolor agonizante en su estómago. Siseó y, al mirar hacia abajo, observó como su camisa se manchaba de sangre a un ritmo alarmante. La gente podía superar sus límites con tal de un venganza sin sentido, y eso era algo que estaba aprendiendo ahora. Keith chasqueó su lengua y se puso de pie con dificultad, al tiempo que fulminaba con la mirada hacia la dirección de donde vino. Iba a pagar, el mismo se encargaría de hacerlo una vez que se recuperara.
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La joven se mantuvo serena, hasta que notó un empujón violento contra ella. Abrió los ojos algo confusa y enfurecida por el golpe a traición que nunca se esperó. Estuvo a punto de darle incluso una colleja a su compañero, pero entonces escuchó aquel sonido que la hizo desviar la mirada para ver a aquel hombre. Pudo entender lo que había pasado y en ese momento abrió los ojos como platos al ver la herida en el estómago de su compañero. Un escalofrío recorrió la espalda de la joven y su pecho empezó a palpitar con fuerza. Su boca se abrió como nunca y gritó con fuerza al mismo tiempo que sus ojos se humedecían.
- ¡Keith!
Gritó con fuerza dañándose incluso la garganta por la violencia del grito. Colocó su mano izquierda en la nuca del joven y la otra en la zona del disparo manchando su mano de aquel líquido rojizo. No pudo evitar romper a llorar como una niña y acto seguido fulminó a aquel tipo la mirada. Desenvainó su espada Ucher y canalizó toda su energía en un solo corte. Lanzó un tajo violento con toda su fuerza y una onda cortante intensa y resplandeciente salió de su arma. No era un ataque cualquiera, pues aquella onda parecía mucho más grande que las normales y su color blanco provocaba tensión en el ambiente. Se llevó por delante incluso tres árboles antes de impactar en el pecho de su oponente. El tipo cayó al suelo con los ojos en blanco y sangrando bastante e inconsciente. Continuaba vivo, pero ya no volvería a molestar.
- Doom…
Susurró envainando su arma. A continuación colocó las manos en la camisa del dragón y de un tirón trató de romperla. No sabía nada de medicina y por eso tembló un poco mientras clavaba sus dorados ojos en los del chico, bastante asustada. Todo había sido culpa suya por haberle tratado de aquella forma y por cabezona.
- Keith, perdóname por favor… – Dijo entre lágrimas mientras le miraba asustada.
Su mano temblorosa cogió el comunicador y empezó a solicitar ayuda bastante nerviosa y con un tono de voz muy alto. No quería perder a aquella persona de ninguna forma y notaba que el mundo se le estaba echando encima. El miedo la estaba recorriendo después de algunos meses cuando estuvo en las jaulas de esclavitud. Se sentía bastante impotente.
- ¡Keith!
Gritó con fuerza dañándose incluso la garganta por la violencia del grito. Colocó su mano izquierda en la nuca del joven y la otra en la zona del disparo manchando su mano de aquel líquido rojizo. No pudo evitar romper a llorar como una niña y acto seguido fulminó a aquel tipo la mirada. Desenvainó su espada Ucher y canalizó toda su energía en un solo corte. Lanzó un tajo violento con toda su fuerza y una onda cortante intensa y resplandeciente salió de su arma. No era un ataque cualquiera, pues aquella onda parecía mucho más grande que las normales y su color blanco provocaba tensión en el ambiente. Se llevó por delante incluso tres árboles antes de impactar en el pecho de su oponente. El tipo cayó al suelo con los ojos en blanco y sangrando bastante e inconsciente. Continuaba vivo, pero ya no volvería a molestar.
- Doom…
Susurró envainando su arma. A continuación colocó las manos en la camisa del dragón y de un tirón trató de romperla. No sabía nada de medicina y por eso tembló un poco mientras clavaba sus dorados ojos en los del chico, bastante asustada. Todo había sido culpa suya por haberle tratado de aquella forma y por cabezona.
- Keith, perdóname por favor… – Dijo entre lágrimas mientras le miraba asustada.
Su mano temblorosa cogió el comunicador y empezó a solicitar ayuda bastante nerviosa y con un tono de voz muy alto. No quería perder a aquella persona de ninguna forma y notaba que el mundo se le estaba echando encima. El miedo la estaba recorriendo después de algunos meses cuando estuvo en las jaulas de esclavitud. Se sentía bastante impotente.
Keith S. Branwen
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Se estremeció al escuchar aquel grito de su capitana. No... nunca le había oído así, y estaba seguro que sus cuerdas bucales resultaron algo dañadas luego de eso. Y... genial, ahora se sentía más culpable al ver como Hikaru rompía a llorar. Chasqueó su lengua y miró hacia abajo, al tiempo que su mirada se ennegrecía. Realmente, cuando se despertó esta mañana, nunca pensó que el día escalaría de esa forma, ni en sus sueños más salvajes. Notó como la rubia se encargaba del sujeto, a lo que sonrío de forma orgullosa. Pese a la situación crítica, no dudo en ir contra ese mal nacido en primera instancia. Su respeto hacia su capitana había crecido nuevamente, aunque su condición no fuera de las mejores.
– No, es mi culpa por no asegurarme... Y supongo que es un castigo por lo idiota que he sido – le respondió luego de que rompiera su camiseta.
Lentamente tomó la mano de la rubia y retiró la prenda rota de allí. Hizo un nudo en la parte afectada y suspiró de alivio. Para cualquier otra persona, un disparo en ese sector hubiera resultado fatal, pero Keith no era exactamente normal. Su fruta le daba una resistencia prodigiosa como efecto pasivo, por ende su piel era más dura que las de personas normales. La bala no se incrustó demasiado dentro de su cuerpo, por lo que no representaba un peligro mayor a su vida. Por otro lado, esa venda improvisada se encargaría de parar el sangrado hasta que tuviera atención de verdad dentro del barco.
– Oye, estoy bien. No te preocupes, un dragón no puede caer con algo como es – intentó consolar a su capitana de alguna forma.
En eso, los marines llegaron a la escena. Un recluta le ayudó a levantarse, provocando que un pinchazo de dolor recorriera su abdomen. Por el rabillo del ojo, vio como esposaban al criminal de antes y se lo llevaban. Se estremeció un poco al ver el estado de su cuerpo, y se juró allí mismo que no enojaría más de la cuenta a la rubia. Mientras caminaban en dirección al barco, el joven le lanzó una mirada de preocupación a la rubia. Esperaba que no estuviera culpándose a ella misma, de lo contrario oficialmente su día sería una mierda.
– No, es mi culpa por no asegurarme... Y supongo que es un castigo por lo idiota que he sido – le respondió luego de que rompiera su camiseta.
Lentamente tomó la mano de la rubia y retiró la prenda rota de allí. Hizo un nudo en la parte afectada y suspiró de alivio. Para cualquier otra persona, un disparo en ese sector hubiera resultado fatal, pero Keith no era exactamente normal. Su fruta le daba una resistencia prodigiosa como efecto pasivo, por ende su piel era más dura que las de personas normales. La bala no se incrustó demasiado dentro de su cuerpo, por lo que no representaba un peligro mayor a su vida. Por otro lado, esa venda improvisada se encargaría de parar el sangrado hasta que tuviera atención de verdad dentro del barco.
– Oye, estoy bien. No te preocupes, un dragón no puede caer con algo como es – intentó consolar a su capitana de alguna forma.
En eso, los marines llegaron a la escena. Un recluta le ayudó a levantarse, provocando que un pinchazo de dolor recorriera su abdomen. Por el rabillo del ojo, vio como esposaban al criminal de antes y se lo llevaban. Se estremeció un poco al ver el estado de su cuerpo, y se juró allí mismo que no enojaría más de la cuenta a la rubia. Mientras caminaban en dirección al barco, el joven le lanzó una mirada de preocupación a la rubia. Esperaba que no estuviera culpándose a ella misma, de lo contrario oficialmente su día sería una mierda.
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Hikaru apartó a todo el mundo. Ordenó a los reclutas alejarse de Keith al grito de “alejáis de mi dragón” y muchos obedecieron por lealtad, el resto por miedo. Cuando se hubieron marchado en otra dirección para llevarse a los criminales, ella tomó el brazo del peliplateado y se pegó a él de forma sobreprotectora. Fulminó con la mirada al resto y empezó a caminar al barco con su brazo secuestrado y sin intención de devolvérselo. Su mirada estaba clavada en todos los rincones posibles y no tardaron mucho en llegar al barco de la marina. Estaba claro que no se iban a ir sin ellos o en ese caso la rubia los habría cortado muchísimas veces. Se lo merecían aunque no hubiese motivo.
- Ahora te vas directo a la enfermería ¿Vale? Ah y tranquilo. Esperaré lo que haga falta para que seas tú quien me enseñe a asesinar cigüeñas.
Le dijo entonces en un tono dulce esperando su respuesta. Dijese lo que dijese empezaría a caminar despacio hacia la sala principal. Cuando llegó pudo darse cuenta de la enorme cantidad de marines que había haciendo apuestas en una pizarra sobre el tipo de pizza favorita de la rubia. Se sorprendió al ver que iba ganando la barbacoa y soltó una pequeña risa al mismo tiempo que levantaba los brazos entusiasmada.
- ¡Pedid entonces diez gigantes! Kaori-chan paga.
Dijo ilusionada olvidándose de todo lo que había pasado al ver que iban a comer algo tan delicioso. La mente de la rubia a veces estaba en sitio que nadie podía comprender, pero en su mente estaba su querido dragón. Debería ser mucho más fuerte para protegerlo de cualquier enemigo y eso también contaba para sí misma. Acarició despacio sus katanas y después soltó un pequeño suspiro mientras miraba el comunicador.
- Ahora te vas directo a la enfermería ¿Vale? Ah y tranquilo. Esperaré lo que haga falta para que seas tú quien me enseñe a asesinar cigüeñas.
Le dijo entonces en un tono dulce esperando su respuesta. Dijese lo que dijese empezaría a caminar despacio hacia la sala principal. Cuando llegó pudo darse cuenta de la enorme cantidad de marines que había haciendo apuestas en una pizarra sobre el tipo de pizza favorita de la rubia. Se sorprendió al ver que iba ganando la barbacoa y soltó una pequeña risa al mismo tiempo que levantaba los brazos entusiasmada.
- ¡Pedid entonces diez gigantes! Kaori-chan paga.
Dijo ilusionada olvidándose de todo lo que había pasado al ver que iban a comer algo tan delicioso. La mente de la rubia a veces estaba en sitio que nadie podía comprender, pero en su mente estaba su querido dragón. Debería ser mucho más fuerte para protegerlo de cualquier enemigo y eso también contaba para sí misma. Acarició despacio sus katanas y después soltó un pequeño suspiro mientras miraba el comunicador.
Keith S. Branwen
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Bueno, había descubierto otra cosa de Hikaru luego de todo este fiasco: era muy sobre protectora con los suyos. Si lo de "alejaos de mi dragón" podía tomarse como literal, entonces debía ser algo instintivo. Una media sonrisa se formó en su rostro cuando la rubia le tomó del brazo, pero no hizo nada para alejarse. Aunque tuviera la capacidad de caminar por si mismo, de todas formas no lo hubiera hecho. Se sentía cómodo en esa posición, y no podía negar que se aprovechaba un poco de la situación. Y hablando de eso... esperaba que Hikaru hubiera aceptado quedarse callada. Si empezaban a circulas rumores, evidentemente todos irían a parar con él. Y gracias a eso... su padre tendría a otra persona para usar en su contra, y eso era algo que no podía permitir.
Hizo un saludo militar cuando la rubia le dijo que fuera a la enfermería. Su herida no era para tanto, solo necesitaban extraer la bala de su cuerpo. Luego de eso, su propia regeneración actuaría para cerrar la herida de la mejor forma posible. Por otro lado... desvió la mirada hacia el techo cuando escuchó el comentario de la cigüeña, al tiempo que los marines que estaban alrededor se miraron confusamente entre sí. No podía culparles. Si el no supiera como trabaja la mente de Hikaru, probablemente no hubiera captado el significado oculto en esa frase. Suspiró con resignación y entró a la enfermería, manteniendo un semblante serio en todo momento.
– Hoy, definitivamente, no es mi día ideal – pensó con resignación el sargento.
Una vez dentro, se acercó al botiquín de primeros auxilios para empezar a curarse. Por suerte, no era tan difícil alcanzar el área donde impactó la bala. Si uno de sus brazos hubiera recibido aquello, probablemente la historia habría sido distinta. Tomó una botella de alcohol y se lo echó en su abdomen, al tiempo que siseaba debido al dolor. Con las pinzas, cuidadosamente extrajo la bala y la botó en el basurero. Se aseguró de limpiar bien y se recostó en una de las camas. La jefa mandaba, por lo que no tenía más opción que quedarse allí hasta que volviera... Que podría volverse eterno, si se tenía en cuenta la actitud descuidada de su capitana.
Hizo un saludo militar cuando la rubia le dijo que fuera a la enfermería. Su herida no era para tanto, solo necesitaban extraer la bala de su cuerpo. Luego de eso, su propia regeneración actuaría para cerrar la herida de la mejor forma posible. Por otro lado... desvió la mirada hacia el techo cuando escuchó el comentario de la cigüeña, al tiempo que los marines que estaban alrededor se miraron confusamente entre sí. No podía culparles. Si el no supiera como trabaja la mente de Hikaru, probablemente no hubiera captado el significado oculto en esa frase. Suspiró con resignación y entró a la enfermería, manteniendo un semblante serio en todo momento.
– Hoy, definitivamente, no es mi día ideal – pensó con resignación el sargento.
Una vez dentro, se acercó al botiquín de primeros auxilios para empezar a curarse. Por suerte, no era tan difícil alcanzar el área donde impactó la bala. Si uno de sus brazos hubiera recibido aquello, probablemente la historia habría sido distinta. Tomó una botella de alcohol y se lo echó en su abdomen, al tiempo que siseaba debido al dolor. Con las pinzas, cuidadosamente extrajo la bala y la botó en el basurero. Se aseguró de limpiar bien y se recostó en una de las camas. La jefa mandaba, por lo que no tenía más opción que quedarse allí hasta que volviera... Que podría volverse eterno, si se tenía en cuenta la actitud descuidada de su capitana.
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