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La joven caminaba con una expresión calmada en el rostro. Se hallaba en un largo pasillo que parecía alargarse unos cincuenta metros más. Tan solo podía verse de ella algunos mechones rosados de su cabello, pues iba muy cubierta. Una capucha marrón cubría su rostro, ocultándole la cara. Sus azulados ojos estaban fijos al frente y su expresión era tranquila. Vestía con una chaqueta blanca de manga larga y debajo de ella con una camiseta negra. Unos pantalones adornaban su figura y unas botas en sus pies. En su espalda portaba una funda de tamaño considerable. En sus manos unos guantes de tela y en la cintura una botella de agua. El motivo por el que estaba en aquel edificio, era el de llegar a la azotea e informar a los demás rebeldes sobre la situación, pues en el edificio contrario había una reunión de la marina.
Galia subió por unas escaleras y no tardó mucho en llegar a lo más alto. Abrió una puerta de metal y pudo ver entonces el otro edificio a unos sesenta metros de distancia. La chica caminó hasta estar al borde y entonces sacó de su bolsillo un Den den mushi, unos prismáticos y una libreta. La joven se sentó y se quedó mirando tranquilamente las ventanas con su precioso objeto de lentes. Pudo ver a unos doce marines reunidos y hablando de cosas que no podía oír. Entonces soltó un suspiro y encendió el comunicador. Cuando dio señal se quedó un momento pensativa, pero segundos después comenzó a hablar en un tono calmado.
- Adelante…
El sonido de una explosión surgió de la nada y entonces la entrada del edificio marine reventó. Una considerable bola de fuego subió hasta arriba y la chica sonrió de lado. Sus compañeros ya estaban haciendo la parte destructiva. Ella se quedó allí arriba apuntando las cosas en su libreta y haciendo cálculos sobre lo que debían hacer. Ella dirigiría el ataque por orden de Dranser y debía hacerlo lo mejor posible. El Colmillo blanco soltó un suspiro y observó cómo los tipos de la reunión se levantaban y corrían hacia el piso de abajo. Con ella allí arriba todo estaría seguro. De nuevo comenzó a hablar con el comunicador.
- Están bajando hacia la planta baja, en cinco segundos proceded a entrar con armas de fuego. Creo que uno de ellos es un oficial, de modo que id con cuidado.
Cuando terminó de decir aquello empezó a olisquear el ambiente para detectar posibles ataques sorpresa en su posición. Aunque todo el mundo vería una figura con capucha sentada en una azotea, podía ser sospechoso y al mismo tiempo no. La joven se hallaba atenta al ataque. El objetivo principal era derrotar a los marines y enterarse de los planes que tenían esos capullos.
Keith S. Branwen
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Keith fruncía el ceño mientras fulminaba con la mirada a la puerta de su habitación. Se estaba celebrando una reunión marine en el piso de abajo del edificio, pero el no formaba parte de esta. ¿Razón? El no iba a formar parte de la operación por culpa de un castigo que le impusieron debido a lo sucedido en su última misión. No era culpa suya, fue esa jodida serpiente que le cabreó lo suficiente para que rompiera el timón sin querer. Por tenía un suspendido por una semana, aunque no podía quejarse. Fue una suerte que no le quitaran su rango de Sargento por eso, aunque sabía que sería más difícil ascender por su actitud inmadura. Para "fortuna" suya, el oficial a cargo de la reunión era un completo arrogante. Creía que por ostentar un rango mayor tenía el derecho para hacer lo que se le antojase. Personas como él le repugnaban. Era el estereotipo perfecto a la forma en como su padre se comportaba dentro de la marine, y eso hacía que el chico de cabellos grisáceos le tuviera más manía.
– Escucha, no quiero que hagas ruido. ¿Entendiste, "sargento"? – le dijo al dragón, resaltando su rango, como si no se lo mereciera.
Keith cerró sus puños con fuerza y golpeó la pared, ocasionando que parte de esta quedara destrozada. El sargento no pensaba que podría conocer a alguien mas odioso que Slicerin, pero se equivocó rotundamente. Ese hijo de perra le ganaba por mucho a esa jodida serpiente. Al menos el pelirrojo tenía motivos para hablar debido a su fuerza, pero ese oficial era pura palabrería. Era el típico mal estratega que llevaba a sus hombres una muerte segura. El dragón chasqueó su lengua y pateó una silla que se encontraba en el lugar, destruyéndola en el proceso.
– Estúpido idiota – pensó con frustración el joven dragón.
Antes que pudiese seguir descargándose con todo lo que encontrase, escuchó algo parecido a una bomba en la entrada del edificio. Keith entrecerró sus ojos y salió de la habitación, desobedeciendo sus castigo en el proceso. Entrecerró sus ojos al ver como varios reclutas corrían despavoridos del lugar. El joven tomó de la camiseta a uno de ellos y lo sostuvo en el aire.
– Recluta, ¿me puede explicar que es lo que sucede? –
– Estamos bajo ataque de unos rebeldes, ahora mismo se dirigen al lugar donde se está celebrando la reunión – dijo el recluta con voz llena de miedo.
El dragón se quedó en silencio durante unos momentos, pensando en que hacer. Al contrario de los demás marines, el sabía como mantener su compostura en situaciones así. ¿Unos rebeldes? Eso era interesante. Era una lástima que no pudiera bailar con ellos al máximo debido a la ineptitud de su superior. Keith entrecerró sus ojos, al tiempo que una vena empezaba a formarse en su frente debido a todo el griterío del lugar.
– Si no quieren que los reporte, callaos ahora mismo – dijo finalmente el dragón con una voz gélida y tétrica. Pese a que no gritó, el tono fue lo suficiente para calmar a todos los reclutas del lugar. – Escuchen, en vista que el oficial Derek no puede hacer su trabajo bien, yo estoy al mando ahora. ¿Alguna queja? – les preguntó mientras fulminaba con la mirada a los ya mencionados. Estos tragaron en seco y negaron con la cabeza. – El ganador en una batalla, es el primero que cumple sus objetivos. Mi prioridad es sacarlos a todos ustedes de aquí con vida, y eso es lo que haré – dijo con una voz llena de convicción.
– Señor... ¿Por qué no salimos de aquí por la puerta trasera? Nos han tomado por sorpresa, por lo que es imposible ganar. Y por lo que se... usted puede ser el último marine de alto rango que quede en pie –
– Porque... es casi seguro que nos tengan una emboscada si intentamos huir – respondió de forma seria. – Escuchen, vayan a la puerta posterior. Yo os daré la orden cuando puedan salir – le dijo a los reclutas. Estos se miraron entre ellos y asintieron.
Keith suspiró y se ocultó en las sombras para no ser detectado. Su destino era el piso inferior, pero no haría nada por el momento. Si la situación lo requería, usaría la niebla para bloquear sus sentidos de la vista. A veces amaba sus dotes de espía, pese a que debía ir caminando para no hacer ruido.
– Escucha, no quiero que hagas ruido. ¿Entendiste, "sargento"? – le dijo al dragón, resaltando su rango, como si no se lo mereciera.
Keith cerró sus puños con fuerza y golpeó la pared, ocasionando que parte de esta quedara destrozada. El sargento no pensaba que podría conocer a alguien mas odioso que Slicerin, pero se equivocó rotundamente. Ese hijo de perra le ganaba por mucho a esa jodida serpiente. Al menos el pelirrojo tenía motivos para hablar debido a su fuerza, pero ese oficial era pura palabrería. Era el típico mal estratega que llevaba a sus hombres una muerte segura. El dragón chasqueó su lengua y pateó una silla que se encontraba en el lugar, destruyéndola en el proceso.
– Estúpido idiota – pensó con frustración el joven dragón.
Antes que pudiese seguir descargándose con todo lo que encontrase, escuchó algo parecido a una bomba en la entrada del edificio. Keith entrecerró sus ojos y salió de la habitación, desobedeciendo sus castigo en el proceso. Entrecerró sus ojos al ver como varios reclutas corrían despavoridos del lugar. El joven tomó de la camiseta a uno de ellos y lo sostuvo en el aire.
– Recluta, ¿me puede explicar que es lo que sucede? –
– Estamos bajo ataque de unos rebeldes, ahora mismo se dirigen al lugar donde se está celebrando la reunión – dijo el recluta con voz llena de miedo.
El dragón se quedó en silencio durante unos momentos, pensando en que hacer. Al contrario de los demás marines, el sabía como mantener su compostura en situaciones así. ¿Unos rebeldes? Eso era interesante. Era una lástima que no pudiera bailar con ellos al máximo debido a la ineptitud de su superior. Keith entrecerró sus ojos, al tiempo que una vena empezaba a formarse en su frente debido a todo el griterío del lugar.
– Si no quieren que los reporte, callaos ahora mismo – dijo finalmente el dragón con una voz gélida y tétrica. Pese a que no gritó, el tono fue lo suficiente para calmar a todos los reclutas del lugar. – Escuchen, en vista que el oficial Derek no puede hacer su trabajo bien, yo estoy al mando ahora. ¿Alguna queja? – les preguntó mientras fulminaba con la mirada a los ya mencionados. Estos tragaron en seco y negaron con la cabeza. – El ganador en una batalla, es el primero que cumple sus objetivos. Mi prioridad es sacarlos a todos ustedes de aquí con vida, y eso es lo que haré – dijo con una voz llena de convicción.
– Señor... ¿Por qué no salimos de aquí por la puerta trasera? Nos han tomado por sorpresa, por lo que es imposible ganar. Y por lo que se... usted puede ser el último marine de alto rango que quede en pie –
– Porque... es casi seguro que nos tengan una emboscada si intentamos huir – respondió de forma seria. – Escuchen, vayan a la puerta posterior. Yo os daré la orden cuando puedan salir – le dijo a los reclutas. Estos se miraron entre ellos y asintieron.
Keith suspiró y se ocultó en las sombras para no ser detectado. Su destino era el piso inferior, pero no haría nada por el momento. Si la situación lo requería, usaría la niebla para bloquear sus sentidos de la vista. A veces amaba sus dotes de espía, pese a que debía ir caminando para no hacer ruido.
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Galia mostró una expresión seria al darse cuenta de la cantidad de olores que el viento le traía, aunque tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no confundir todos los aromas con el de la pólvora. Sus azulados ojos se entrecerraron despacio y después de unos momentos tuvo claro lo que hacer. Era el momento de intervenir, pues no parecía haber nada más serio en aquel lugar. Se colocó al borde del edificio y sin pensárselo se tiró de cabeza. Parecía un suicidio, pero entonces la joven desenfundó su enorme mandoble. De un potente movimiento clavó una pequeña parte en la pared y entonces fue bajando reduciendo su velocidad. Cuando estuvo a unos cinco metros lo clavó más a fondo para poder frenarse. La humareda que había formado sobre ella era enorme, pero eso pareció darle lo mismo. Aterrizó en el suelo con elegancia y empezó a caminar hacia la entrada.
- No parece haber mucho más movimiento. Recuerden que son órdenes directas del oficial Dranser. Estos imbéciles forman parte del mismo gobierno que mató a nuestros hermanos años atrás…
Aunque los suyos había muerto hacía apenas unas semanas. De todas formas se encontraba motivada para mostrar que el colmillo blanco estaba preparado para afrontar cualquier cosa. Pudo ver entonces a los marines avanzad de frente hacia ellos. No tardaron mucho en retroceder sin motivo alguno y eso hizo a la chica pelirosa alzar una ceja. Notaba un olor distinto en el piso inferior y por ello se quedó mirando a varios de los rebeldes. Todos parecían algo confusos al ver la mirada de la joven. Fue en ese momento cuando Galia abrió los ojos algo más de lo normal y olisqueó despacio a su alrededor. Sin duda había alguien distinto por la zona y posiblemente el motivo por el que aquellos tipos se habían ido hacia arriba.
- Quedaos fuera del edificio, a mi señal entrad si es necesario. Esto es algo que os queda un poco grande si os soy sincera.
Muchos la miraron con el ceño fruncido, pues no aguantaban que una chica les diese semejante orden. Entonces uno de aquellos tipos mandó a callar al resto y dijo que la obedecieran. Todos conocían la Quimera y sabían que era la banda más poderosa que había tenido la rebelión desde Akatsuki. Cuando Galia se quedó sola, no tardó en mirar hacia la dirección de la que provenía el olor distinto y frunció el ceño.
- Sal de tu escondite, chico. Puedes engañar a la vista, pero no al olfato. Entregaros ahora mismo a las fuerzas de la rebelión o de lo contrario deberé venceros…
Ella no había usado la palabra matar en ningún momento, pues claramente no era su estilo. Se centraba mejor en el combate elegante y en la oportunidad de dejar con vida a los demás. Se mantuvo relajada y con su capucha puesta, dejando solo un largo mechón rosa a la vita y la piel pálida de su cuello.
- No parece haber mucho más movimiento. Recuerden que son órdenes directas del oficial Dranser. Estos imbéciles forman parte del mismo gobierno que mató a nuestros hermanos años atrás…
Aunque los suyos había muerto hacía apenas unas semanas. De todas formas se encontraba motivada para mostrar que el colmillo blanco estaba preparado para afrontar cualquier cosa. Pudo ver entonces a los marines avanzad de frente hacia ellos. No tardaron mucho en retroceder sin motivo alguno y eso hizo a la chica pelirosa alzar una ceja. Notaba un olor distinto en el piso inferior y por ello se quedó mirando a varios de los rebeldes. Todos parecían algo confusos al ver la mirada de la joven. Fue en ese momento cuando Galia abrió los ojos algo más de lo normal y olisqueó despacio a su alrededor. Sin duda había alguien distinto por la zona y posiblemente el motivo por el que aquellos tipos se habían ido hacia arriba.
- Quedaos fuera del edificio, a mi señal entrad si es necesario. Esto es algo que os queda un poco grande si os soy sincera.
Muchos la miraron con el ceño fruncido, pues no aguantaban que una chica les diese semejante orden. Entonces uno de aquellos tipos mandó a callar al resto y dijo que la obedecieran. Todos conocían la Quimera y sabían que era la banda más poderosa que había tenido la rebelión desde Akatsuki. Cuando Galia se quedó sola, no tardó en mirar hacia la dirección de la que provenía el olor distinto y frunció el ceño.
- Sal de tu escondite, chico. Puedes engañar a la vista, pero no al olfato. Entregaros ahora mismo a las fuerzas de la rebelión o de lo contrario deberé venceros…
Ella no había usado la palabra matar en ningún momento, pues claramente no era su estilo. Se centraba mejor en el combate elegante y en la oportunidad de dejar con vida a los demás. Se mantuvo relajada y con su capucha puesta, dejando solo un largo mechón rosa a la vita y la piel pálida de su cuello.
Keith S. Branwen
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Keith, desde su posición en las sombras, frunció el ceño al ver el a los rebeldes que tenía delante de él. No había nada que le llamase la atención acerca de ellos, a excepción de cierta persona que entró hace tan solo unos segundos atrás. Se trata de una pelirroja y, para su sorpresa, medía mucho más que cualquier otra mujer que hubiera conocido en su vida. Nunca pensó que los del sexo opuesto podían llegar a tal estatura, pero al parecer se equivocó. El sargento se encogió de hombros y siguió observando desde su escondite. Veía curiosamente como la mujer le daba órdenes a los demás rebeldes que se encontraban en el lugar. ¿Con que ella era la líder? No lo parecía. Es más, alguno de los que se encontraba allí la miraron con cara de pocos amigos; tuvo que aguantarse para no echarse a reír allí mismo. De todas formas, sentía curiosidad acerca del porqué dio esa orden. No veía el caso que ella se quedara sola dentro del edificio mientras los demás hacían guardia.
En eso, la chica dijo algo que hizo que sus ojos se abrieran más de lo normal. ¿Cómo mierda supo donde se encontraba? ¿Acaso la mujer poseía el mantra? Keith frunció el ceño y cerró los ojos. Quizás fue mejor hacer eso desde un principio, pero ya daba igual. Más valía tarde que nunca. Se concentró un poco y empezó a olisquear el ambiente, más concretamente donde se encontraba la mujer. Su ceño se frunció aún más al descubrir algo peculiar. Por lo general, cada persona tenía un determinado olor, pero habían excepciones donde poseían algo fuera de lo común. Le sucedió con Hikaru, Venom y Taiga anteriormente. Si aquella mujer emanaba eso.... significaba solo una cosa. De todas formas, era la primera vez que sentía algo similar consigo mismo. Como... si hubiera algo que tuvieran en común en ese aspecto.
Keith suspiró un poco y salió desde las sombras. Por primera vez, desde que la pelirroja entró al edificio, pudo contemplar mejor sus facciones. Tenía razón en algo: su altura era fuera de lo común. Era casi del mismo porte que el sargento, y éste no era muy pequeño que digamos. Quitando eso, el dragón intuía que la mujer era más que una cara bonita.
– Es curioso – dijo tranquilamente el marine al salir de su escondite. – No esperaba encontrar a un usuario zoan por estos lares – porque debía ser de ese tipo. Si pudo olerlo con facilidad, eso significaba que tenía sentidos mayores a los de un humano, lo que vendría siendo un animal. – Soy el Sargento Keith, por cierto. Y me temo que no elijo ninguna de las dos – se presentó mientras bostezaba.
El joven dragón ladeó su cabeza a un lado mientras seguía estudiando al rebelde, manteniendo una expresión neutral en todo momento. Abrió su boca para decir algo, pero en eso apareció en el lugar la persona que menos quería ver en este momento. Keith frunció el ceño y maldijo internamente al verle. Lo que hubiese dado para que la revolución se lo hubiese cargado, pero... ¿Por qué carajos no tenía una sola herida en su cuerpo?
– Ah, allí estás, Sargento – dijo el oficial mientras sonreía falsamente. – Requiero de tu protección como escudo para salir con vida de aquí. Un oficial como yo no puede morir aquí – terminó en un tono arrogante.
Los ojos de Keith se entrecerraron aún más, y sus pupilas se alargaron tal reptil. Eso que dijo... ¿Acaso ese imbécil hizo lo que creo que hizo? Porque si era así, con razón no tenía ninguna herida en su cuerpo.
– Oficial, las personas de la reunión... ¿Las usó como escudo para salir de aquí? – dijo con voz neutral, pero se podía notar un deje de peligrosidad.
– Por supuesto, mi vida es más importante que las de unos cabos y sargentos. Personas muertas no cuentan historias, de todas formas – dijo como si nada, sin mostrar nada de arrepentimiento.
Keith apretó sus puños debido a la confesión de ese bastardo. Sabía que se trataba de un hijo de perra... ¿Pero a ese nivel? Si, en verdad Derek era peor de lo que Slicerin nunca podría llegar a ser. El dragón chasqueó su lengua y miró tranquilamente a la pelirroja.
– Rebelde-san... ¿Seguro que no te lo quieres llevar a él en vez de a mi? – dijo neutralmente el sargento. Lo cierto era que, pese a su expresión relajada, quería acabar con ese imbécil con sus propias manos. Se vería mal en su papel, de todas formas. O se lo cargaban los rebeldes, o tendría que llevarlo para que aceptara cualquier castigo que le impusieran.
En eso, la chica dijo algo que hizo que sus ojos se abrieran más de lo normal. ¿Cómo mierda supo donde se encontraba? ¿Acaso la mujer poseía el mantra? Keith frunció el ceño y cerró los ojos. Quizás fue mejor hacer eso desde un principio, pero ya daba igual. Más valía tarde que nunca. Se concentró un poco y empezó a olisquear el ambiente, más concretamente donde se encontraba la mujer. Su ceño se frunció aún más al descubrir algo peculiar. Por lo general, cada persona tenía un determinado olor, pero habían excepciones donde poseían algo fuera de lo común. Le sucedió con Hikaru, Venom y Taiga anteriormente. Si aquella mujer emanaba eso.... significaba solo una cosa. De todas formas, era la primera vez que sentía algo similar consigo mismo. Como... si hubiera algo que tuvieran en común en ese aspecto.
Keith suspiró un poco y salió desde las sombras. Por primera vez, desde que la pelirroja entró al edificio, pudo contemplar mejor sus facciones. Tenía razón en algo: su altura era fuera de lo común. Era casi del mismo porte que el sargento, y éste no era muy pequeño que digamos. Quitando eso, el dragón intuía que la mujer era más que una cara bonita.
– Es curioso – dijo tranquilamente el marine al salir de su escondite. – No esperaba encontrar a un usuario zoan por estos lares – porque debía ser de ese tipo. Si pudo olerlo con facilidad, eso significaba que tenía sentidos mayores a los de un humano, lo que vendría siendo un animal. – Soy el Sargento Keith, por cierto. Y me temo que no elijo ninguna de las dos – se presentó mientras bostezaba.
El joven dragón ladeó su cabeza a un lado mientras seguía estudiando al rebelde, manteniendo una expresión neutral en todo momento. Abrió su boca para decir algo, pero en eso apareció en el lugar la persona que menos quería ver en este momento. Keith frunció el ceño y maldijo internamente al verle. Lo que hubiese dado para que la revolución se lo hubiese cargado, pero... ¿Por qué carajos no tenía una sola herida en su cuerpo?
– Ah, allí estás, Sargento – dijo el oficial mientras sonreía falsamente. – Requiero de tu protección como escudo para salir con vida de aquí. Un oficial como yo no puede morir aquí – terminó en un tono arrogante.
Los ojos de Keith se entrecerraron aún más, y sus pupilas se alargaron tal reptil. Eso que dijo... ¿Acaso ese imbécil hizo lo que creo que hizo? Porque si era así, con razón no tenía ninguna herida en su cuerpo.
– Oficial, las personas de la reunión... ¿Las usó como escudo para salir de aquí? – dijo con voz neutral, pero se podía notar un deje de peligrosidad.
– Por supuesto, mi vida es más importante que las de unos cabos y sargentos. Personas muertas no cuentan historias, de todas formas – dijo como si nada, sin mostrar nada de arrepentimiento.
Keith apretó sus puños debido a la confesión de ese bastardo. Sabía que se trataba de un hijo de perra... ¿Pero a ese nivel? Si, en verdad Derek era peor de lo que Slicerin nunca podría llegar a ser. El dragón chasqueó su lengua y miró tranquilamente a la pelirroja.
– Rebelde-san... ¿Seguro que no te lo quieres llevar a él en vez de a mi? – dijo neutralmente el sargento. Lo cierto era que, pese a su expresión relajada, quería acabar con ese imbécil con sus propias manos. Se vería mal en su papel, de todas formas. O se lo cargaban los rebeldes, o tendría que llevarlo para que aceptara cualquier castigo que le impusieran.
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El olor se hizo más intenso cuando aquella persona salió de las sombras. La mirada de la joven se clavó en la suya sin pensárselo dos veces y pudo darse cuenta que tenían el mismo color de orbes. Aquello la hizo sorprenderse un poco, pero enseguida volvió a su faceta seria. Se mantuvo recta en todo momento mientras observaba la situación. Las palabras del marine la hicieron chasquear la lengua y quedarse atenta a lo que pudiese pasar. Le tocaba lidiar con un sargento también y al estar solo decidió luchar un uno contra uno. La chica cerró los ojos unos segundos para después abrirlos del tirón. Sus pupilas tomaron la forma de las típicas de los felinos y lo siguiente que hizo fue gruñir. El combate estaba a punto de desarrollarse y la chica sería la primera en atacar. Hizo un amago de correr a por él, pero entonces sucedió algo que no se esperó.
El tipo que había visto por los prismáticos apareció de la nada. Su capa de oficial hacía a la chica sentir un ligero estremecimiento, pues ya había sido envenenada por uno en su misión anterior. Soltó un suspiro y después supuso que iba a tener que luchar con los dos. Aquellos marines empezaron una conversación algo violenta y la joven no pudo evitar quedar paralizada. No podía creer lo que escuchaba ¿Ese cabrón hablaba en serio? Usar a tus compañeros de escudo era sin duda algo cruel. Ella no se imaginaba colocando en medio de un ataque a Ryuken de ninguna forma. Eso la enfureció un poco. A continuación escuchó las palabras del chico del pelo plateado y se quedó pensativa. Agachó la cabeza un momento y cuando la levantó tenía unas pocas lágrimas en sus ojos, además del ceño fruncido.
- ¿Cómo puede haber gente tan miserable? ¡Eran tus hombres, imbécil! ¿Acaso los reclutas no tenemos derecho a vivir? Nosotros confiamos en nuestros senseis, para algún día ser como ellos… ¡La marina dais asco!
La chica de repente se movió a una velocidad impresionante y lanzó un potente corte al aire. Una onda cortante se formó entonces, pero ¿similar a la de los espadachines? No, más poderosa. Aquel ataque impactó en el pecho del oficial, tirándole al suelo y formando en su pecho una herida potente. No llegaba al punto de muerte o de gravedad, pero si a uno a tener en cuenta. Ella no había ido a matar y se notaba. A continuación señaló con su espada al joven anterior y frunció de nuevo el ceño.
- Me lo llevaré a él, el resto podéis iros. Yo asumiré las consecuencias de mis actos… ¡En nombre de Krauser K. Redfield y Silver D. Dranser, quedas detenido! – Gritó señalando con su arma al oficial herido.
Pensaba llevárselo consigo y entonces empezó a caminar hacia él con cuidado. Pasó por al lado de la otra persona con la cabeza agachada y un poco de nervios por si decidía atacarle a ella. Entonces al no estar muy atenta, aquel tipo se puso en pie y sacó una pistola. El oficial soltó un gruñido y disparó hacia la chica, la cual saltó lanzándose a por el hombre del pelo de plata.
- ¡Cuidado! – Gritó tratando de apartarle aunque el tiro no fuese hacia él, pero por si las moscas. No quería que gente como aquella sufriese consecuencias por los actos de gilipollas.
Galia se colocó entonces en pie, observando el oficial y sintiendo algo de dolor en su hombro. La bala la había rozado y un pequeño hilo de sangre surgía desde su brazo hasta el interior de la chaqueta. Ella notó una sensación húmeda y caliente en su piel al mismo tiempo que el oficial apuntaba de nuevo hacia ella.
El tipo que había visto por los prismáticos apareció de la nada. Su capa de oficial hacía a la chica sentir un ligero estremecimiento, pues ya había sido envenenada por uno en su misión anterior. Soltó un suspiro y después supuso que iba a tener que luchar con los dos. Aquellos marines empezaron una conversación algo violenta y la joven no pudo evitar quedar paralizada. No podía creer lo que escuchaba ¿Ese cabrón hablaba en serio? Usar a tus compañeros de escudo era sin duda algo cruel. Ella no se imaginaba colocando en medio de un ataque a Ryuken de ninguna forma. Eso la enfureció un poco. A continuación escuchó las palabras del chico del pelo plateado y se quedó pensativa. Agachó la cabeza un momento y cuando la levantó tenía unas pocas lágrimas en sus ojos, además del ceño fruncido.
- ¿Cómo puede haber gente tan miserable? ¡Eran tus hombres, imbécil! ¿Acaso los reclutas no tenemos derecho a vivir? Nosotros confiamos en nuestros senseis, para algún día ser como ellos… ¡La marina dais asco!
La chica de repente se movió a una velocidad impresionante y lanzó un potente corte al aire. Una onda cortante se formó entonces, pero ¿similar a la de los espadachines? No, más poderosa. Aquel ataque impactó en el pecho del oficial, tirándole al suelo y formando en su pecho una herida potente. No llegaba al punto de muerte o de gravedad, pero si a uno a tener en cuenta. Ella no había ido a matar y se notaba. A continuación señaló con su espada al joven anterior y frunció de nuevo el ceño.
- Me lo llevaré a él, el resto podéis iros. Yo asumiré las consecuencias de mis actos… ¡En nombre de Krauser K. Redfield y Silver D. Dranser, quedas detenido! – Gritó señalando con su arma al oficial herido.
Pensaba llevárselo consigo y entonces empezó a caminar hacia él con cuidado. Pasó por al lado de la otra persona con la cabeza agachada y un poco de nervios por si decidía atacarle a ella. Entonces al no estar muy atenta, aquel tipo se puso en pie y sacó una pistola. El oficial soltó un gruñido y disparó hacia la chica, la cual saltó lanzándose a por el hombre del pelo de plata.
- ¡Cuidado! – Gritó tratando de apartarle aunque el tiro no fuese hacia él, pero por si las moscas. No quería que gente como aquella sufriese consecuencias por los actos de gilipollas.
Galia se colocó entonces en pie, observando el oficial y sintiendo algo de dolor en su hombro. La bala la había rozado y un pequeño hilo de sangre surgía desde su brazo hasta el interior de la chaqueta. Ella notó una sensación húmeda y caliente en su piel al mismo tiempo que el oficial apuntaba de nuevo hacia ella.
Keith S. Branwen
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El joven dragón debía darle crédito a la revolucionaria, la pasión de su voz solo era comparada con su belleza. Intentó ignorar esa punzada el corazón acerca de que la marine daba asco, pero no pudo evitarlo. Cerró sus ojos y llevó su mano a la frente. No podía reprocharle nada a la mujer, puesto que el mismo pensaba así. El gobierno estaba corrupto y eso nadie lo podía negar. ¿Por qué entonces alguien como él se encontraba dentro de la marine entonces? Simplemente para llevar a cabo su venganza. No le importaba el código de la marine, simplemente seguía las órdenes bajo su propio criterio. Eso podía jugarle una mala pasada en los ascensos, pero no importaba. Tenía todo el tiempo del mundo, por lo que subir de forma lenta era un contratiempo menor. Una vez que cumpliera con su ambición, abandonaría la marine... o eso era el plan original.
– O ese era el plan – pensó el joven mientras suspiraba.
La imagen de cierta rubia pasó por su mente y no pudo evitar mirar hacia otro lado. No... no podía. Quién lo diría, ¿alguien como él teniendo otro pensamiento a parte de su misión? Era algo inaudito. Quizás... no había razón para abandonar todo esto. Tal vez sacaría una página del libro de Alice e intentaría cambiar las cosas desde adentro. Conocer a otros marines provocaba que su pensamiento acerca del gobierno cambiara, o al menos en parte. No podía negar que existían personas que en verdad querían ayudar a los demás. Keith sonrío de lado y negó con la cabeza. No, no iba a abandonar la flota. Juró que protegería a la rubia y eso iba hacer. Ver a alguien como ella como reina de los marines, despejaría todas sus dudas acerca del tema. El gobierno quedaría en buenas manos, después de todo.
En fin, de tanto pensar olvidó donde se encontraba. Regresó a la realidad justo a tiempo para escuchar las palabras de la pelirroja. Bien, aquello estaba bien. Ahora tendría una excusa para deshacerme de ese maldito de una vez por todas... ¿Y por qué mierda se encontraba tan lastimado? Al parecer se perdió de algo. En fin, marines como el no tenían cabida dentro del nuevo gobierno. Discretamente apretó un botón de su mano, dándoles la señal a los demás reclutas para que fueran a los barcos por la puerta posterior. Era la oportunidad perfecta para que huyeran. El, por otro lado, seguiría en el edificio hasta el último segundo para hacer tiempo. Era normal que no confiara. Estaba tratando con la revolución, después de todo.
En eso, el joven entrecerró los ojos al ver lo que sacaba el oficial. Una puta pistola... Keith apretó sus puños y se dispuso a lanzarse contra ese capullo, pero ocurrió algo que no se esperó. La mujer lo apartó de allí y recibió el disparo en su hombro. El dragón intento hablar, pero nada salía de su boca. Se sentía totalmente confuso debido a lo sucedido. ¿Por qué la revolucionaria hizo eso? Eran de bandos distintos, no tenía lógica alguna.
Pese al disparo, la joven pudo colocarse de pies, lo que hizo que el respeto hacia ella subiera nuevamente. No, no dejaría que ese maldito hiciera de las suyas. Antes que el oficial pudiera disparar nuevamente, Keith ya se encontraba delante de él. Antes que pudiera decir algo, el sargento pateó la mano del Derek y la pistola salió disparado hacia el otro lado. Seguido de eso, el chico le dio un fuerte puñetazo al ahora ex marine. Fue lo suficientemente potente para dejarlo inconsciente. Keith suspiró pesadamente y se acercó hasta quedar delante de la revolucionaria.
– ¿Te encuentras bien? – le preguntó con preocupación. Al contrario de otras veces, esta vez se preocupaba legítimamente. ¿Cómo no hacerlo? La mujer recibió un disparo que iba hacia él, después de todo.
– O ese era el plan – pensó el joven mientras suspiraba.
La imagen de cierta rubia pasó por su mente y no pudo evitar mirar hacia otro lado. No... no podía. Quién lo diría, ¿alguien como él teniendo otro pensamiento a parte de su misión? Era algo inaudito. Quizás... no había razón para abandonar todo esto. Tal vez sacaría una página del libro de Alice e intentaría cambiar las cosas desde adentro. Conocer a otros marines provocaba que su pensamiento acerca del gobierno cambiara, o al menos en parte. No podía negar que existían personas que en verdad querían ayudar a los demás. Keith sonrío de lado y negó con la cabeza. No, no iba a abandonar la flota. Juró que protegería a la rubia y eso iba hacer. Ver a alguien como ella como reina de los marines, despejaría todas sus dudas acerca del tema. El gobierno quedaría en buenas manos, después de todo.
En fin, de tanto pensar olvidó donde se encontraba. Regresó a la realidad justo a tiempo para escuchar las palabras de la pelirroja. Bien, aquello estaba bien. Ahora tendría una excusa para deshacerme de ese maldito de una vez por todas... ¿Y por qué mierda se encontraba tan lastimado? Al parecer se perdió de algo. En fin, marines como el no tenían cabida dentro del nuevo gobierno. Discretamente apretó un botón de su mano, dándoles la señal a los demás reclutas para que fueran a los barcos por la puerta posterior. Era la oportunidad perfecta para que huyeran. El, por otro lado, seguiría en el edificio hasta el último segundo para hacer tiempo. Era normal que no confiara. Estaba tratando con la revolución, después de todo.
En eso, el joven entrecerró los ojos al ver lo que sacaba el oficial. Una puta pistola... Keith apretó sus puños y se dispuso a lanzarse contra ese capullo, pero ocurrió algo que no se esperó. La mujer lo apartó de allí y recibió el disparo en su hombro. El dragón intento hablar, pero nada salía de su boca. Se sentía totalmente confuso debido a lo sucedido. ¿Por qué la revolucionaria hizo eso? Eran de bandos distintos, no tenía lógica alguna.
Pese al disparo, la joven pudo colocarse de pies, lo que hizo que el respeto hacia ella subiera nuevamente. No, no dejaría que ese maldito hiciera de las suyas. Antes que el oficial pudiera disparar nuevamente, Keith ya se encontraba delante de él. Antes que pudiera decir algo, el sargento pateó la mano del Derek y la pistola salió disparado hacia el otro lado. Seguido de eso, el chico le dio un fuerte puñetazo al ahora ex marine. Fue lo suficientemente potente para dejarlo inconsciente. Keith suspiró pesadamente y se acercó hasta quedar delante de la revolucionaria.
– ¿Te encuentras bien? – le preguntó con preocupación. Al contrario de otras veces, esta vez se preocupaba legítimamente. ¿Cómo no hacerlo? La mujer recibió un disparo que iba hacia él, después de todo.
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Galia jadeada un poco dolorida por el balazo y no pensó en otra cosa que no fuera derrotar a aquel maldito, el cual apuntaba con su arma a la chica. Los azulados ojos de la muchacha se centraron en su objetivo y pensó en realizar un rápido movimiento, pero por el momento ella no era más rápida que las balas. Se quedó un momento pensativa y después de unos instantes se le ocurrió la idea de lanzar una onda cortante y rodar por el suelo lo más rápido posible. Si lograba ejecutar bien aquel ataque, podría terminar lo que había empezado con aquel maldito oficial que se hallaba delante de sus ojos. Le daba demasiada rabia que hubiese gente así en el mundo y por ello chasqueó la lengua. Entrecerró los ojos y se dispuso a atacar.
En un abrir y cerrar de ojos, el otro hombre se colocó frente a la basura de marine que había en el sitio y de un puñetazo lo derribó. La analizadora mente de Galia no tardó en procesar que aquel hombre era fuerte con narices y eso podía ser algo raro. Sumado al olor que tenía, ella no tardó en darse cuenta de que debía ser otro usuario. Entonces el chico se acercó a ella preguntándole si estaba bien. La joven no sabía cómo tomarse aquello, pues se trataba de uno de los enemigos. Dio unos cuantos pasos hacia atrás y después alzó su espada de forma un poco agresiva. No podía fiarse de nadie y menos de un marine. Sentía un poco de nervios, pues ella nunca había enfrentado a un usuario. Tragó saliva un poco y después de unos momentos se dio cuenta de que la nariz de aquel imbécil estaba rota. Una mala bestia parecía ser el chico. Ella misma poseía una fuerza ridícula, por lo que no se quejaba mucho de ello.
- Estoy bien… Pero esto no cambia nada. No voy a meteros a todos en el mismo saco, pero tu sistema de mierda está podrido. No descansaré hasta haber tumbado la bandera blanca…
Dijo con el ceño fruncido mientras miraba a aquel hombre. Notó un escozor intenso en el brazo, pero eso era normal. Cuando uno se hacía una herida enorme apenas dolía, pero había peligro. Cuando era pequeña y la persona no peligraba, dolía muchísimo más. No entendía aquella lógica, pero así era. Soltó un enorme suspiro y después de unos momentos se quedó mirándole fijamente. Que hubiese golpeado a ese marine le honraba y no podía permitir que el chico se metiese en líos. No era un cabrón como el otro o al menos eso parecía. La chica entonces le miró de forma seria, como si temiese ser atacada en cualquier momento.
- Puedes decir a tus jefes que yo he derrotado a ese imbécil. Así no te meterás en líos. Mi nombre es Galia Shirou. Supongo que otros quince millones por mi cabeza no hacen el daño suficiente.
Mencionó al mismo tiempo que continuaba observando a aquella persona de forma alarmante. No se fiaba un pelo de nadie que perteneciese al gobierno y se notaba por la forma en la que su mano temblaba.
En un abrir y cerrar de ojos, el otro hombre se colocó frente a la basura de marine que había en el sitio y de un puñetazo lo derribó. La analizadora mente de Galia no tardó en procesar que aquel hombre era fuerte con narices y eso podía ser algo raro. Sumado al olor que tenía, ella no tardó en darse cuenta de que debía ser otro usuario. Entonces el chico se acercó a ella preguntándole si estaba bien. La joven no sabía cómo tomarse aquello, pues se trataba de uno de los enemigos. Dio unos cuantos pasos hacia atrás y después alzó su espada de forma un poco agresiva. No podía fiarse de nadie y menos de un marine. Sentía un poco de nervios, pues ella nunca había enfrentado a un usuario. Tragó saliva un poco y después de unos momentos se dio cuenta de que la nariz de aquel imbécil estaba rota. Una mala bestia parecía ser el chico. Ella misma poseía una fuerza ridícula, por lo que no se quejaba mucho de ello.
- Estoy bien… Pero esto no cambia nada. No voy a meteros a todos en el mismo saco, pero tu sistema de mierda está podrido. No descansaré hasta haber tumbado la bandera blanca…
Dijo con el ceño fruncido mientras miraba a aquel hombre. Notó un escozor intenso en el brazo, pero eso era normal. Cuando uno se hacía una herida enorme apenas dolía, pero había peligro. Cuando era pequeña y la persona no peligraba, dolía muchísimo más. No entendía aquella lógica, pero así era. Soltó un enorme suspiro y después de unos momentos se quedó mirándole fijamente. Que hubiese golpeado a ese marine le honraba y no podía permitir que el chico se metiese en líos. No era un cabrón como el otro o al menos eso parecía. La chica entonces le miró de forma seria, como si temiese ser atacada en cualquier momento.
- Puedes decir a tus jefes que yo he derrotado a ese imbécil. Así no te meterás en líos. Mi nombre es Galia Shirou. Supongo que otros quince millones por mi cabeza no hacen el daño suficiente.
Mencionó al mismo tiempo que continuaba observando a aquella persona de forma alarmante. No se fiaba un pelo de nadie que perteneciese al gobierno y se notaba por la forma en la que su mano temblaba.
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Keith ladeó su cabeza a un lado y miraba atentamente a la pelirrosa. ¿Entonces ella era una de esas idealista? No se iba a quejar, además no podía negar que sentía curiosidad. Era la primera vez que hablaba de frente con una revolucionaria, después de todo. Fue el comentario que vino después, que hizo que sus ojos se entrecerraran. Creía que se le hacía algo familiar acerca de ella, ¿acaso vio su cartel en algún momento y no se dio cuenta? De todas formas, le daba bastante pereza pensar en eso. Una sonrisa se formó en su rostro y una risilla se le escapó de sus labios. Le gustaba esa actitud desafiante, por algún motivo le quedaba bien esa personalidad a la mujer que tenía enfrente. Si fuera uno de esos extremistas, probablemente el joven se sentiría ofendido y hubiera atacado, pero él no era los demás. Le importaba bien poco lo que la gente opinara acerca del gobierno, puesto que eso no cambiaría el resultado final: Hikaru como almirante de la flota arreglando las cosas y el amenazando a todo ser corrupto que se encontrara en su camino.
– Vaya actitud que tienes, mujer. ¿Te das cuenta que comportándose así no vas a recibir nunca un beso de un hombre? – Bueno... una cosa era molestarse y otra muy distinta era no lanzar comentarios sarcásticos. Eso era parte de él, a fin de cuentas.
El joven dragón suspiró y entró en su modo serio. El comentario de la rebelde tenía méritos, por lo que debía pensar en algo para que ambas partes salieran beneficiadas. No tuvo que planear mucho, la verdad. Las condiciones ya estaban dadas para que ambos salieran ganando en todo este conflicto. Ella no tendría más recompensa por su cabeza, y él tendría una molestia menos con la que lidiar. Que irónico era todo, ¿quién hubiera pensado que serían sus propias órdenes que terminarían por beneficiarme en todo esto? En verdad el karma era una perra a veces cuando devolvía los favores.
– Te lo ibas a llevar, ¿no? Además, técnicamente no hay nadie aparte de nosotros dos acá que pueda refutar los hechos... o mi versión de ellas – pausó durante algunos segundos y prosiguió. – Técnicamente estoy suspendido, por lo que ahora soy tan solo alguien que trazó el mejor plan para que sus hombres pudieran salir con vida de este lugar. No iba a dejar que unos reclutas sufrieran por la idiotez de este imbécil – señaló al hombre inconsciente mientras mantenía una expresión de aburrimiento en su rostro. – Llévatelo, así ambos ganamos. Tu no aumentas tu recompensa, puesto que no diré nada, y yo salgo impune de todo... además que el gobierno no necesita personas corruptas como esas, por lo que es mejor así – por algunos instantes, una mirada de disgusto se formó en su rostro. Tan solo duró unos segundos y, luego, volvió a adoptar la relajada de antes. Podía parecer como si fuera perezoso, pero la verdad era que estaba pensando en varios planes por si la rebelde no aceptaba llevarse al hombre... y había algunos planes que no le agradaban en lo absoluto.
– Vaya actitud que tienes, mujer. ¿Te das cuenta que comportándose así no vas a recibir nunca un beso de un hombre? – Bueno... una cosa era molestarse y otra muy distinta era no lanzar comentarios sarcásticos. Eso era parte de él, a fin de cuentas.
El joven dragón suspiró y entró en su modo serio. El comentario de la rebelde tenía méritos, por lo que debía pensar en algo para que ambas partes salieran beneficiadas. No tuvo que planear mucho, la verdad. Las condiciones ya estaban dadas para que ambos salieran ganando en todo este conflicto. Ella no tendría más recompensa por su cabeza, y él tendría una molestia menos con la que lidiar. Que irónico era todo, ¿quién hubiera pensado que serían sus propias órdenes que terminarían por beneficiarme en todo esto? En verdad el karma era una perra a veces cuando devolvía los favores.
– Te lo ibas a llevar, ¿no? Además, técnicamente no hay nadie aparte de nosotros dos acá que pueda refutar los hechos... o mi versión de ellas – pausó durante algunos segundos y prosiguió. – Técnicamente estoy suspendido, por lo que ahora soy tan solo alguien que trazó el mejor plan para que sus hombres pudieran salir con vida de este lugar. No iba a dejar que unos reclutas sufrieran por la idiotez de este imbécil – señaló al hombre inconsciente mientras mantenía una expresión de aburrimiento en su rostro. – Llévatelo, así ambos ganamos. Tu no aumentas tu recompensa, puesto que no diré nada, y yo salgo impune de todo... además que el gobierno no necesita personas corruptas como esas, por lo que es mejor así – por algunos instantes, una mirada de disgusto se formó en su rostro. Tan solo duró unos segundos y, luego, volvió a adoptar la relajada de antes. Podía parecer como si fuera perezoso, pero la verdad era que estaba pensando en varios planes por si la rebelde no aceptaba llevarse al hombre... y había algunos planes que no le agradaban en lo absoluto.
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La joven continuaba mirando al dragón sin fiarse ni un pelo. Era demasiado desconfiada con personas que portasen el emblema de aquellos perros que asesinaron a los suyos. Se mantuvo en guardia en todo momento y con sus ojos centrados en el chico. Esperaba ver qué era lo siguiente que iba a hacer. Justo entonces soltó un comentario sobrante. La ceja izquierda de la joven se alzó un poco y entonces fue cuando miró a otro lado. Aunque hubiese sido por razones de supervivencia, ya lo había recibido. Entonces negó un par de veces y después le dirigió la palabra al tipo de cabellos plateados con un tono algo más bajo de la cuenta. Como quitándole importancia al asunto del que estaban hablando en ese preciso momento.
- ¿Para qué quiero recibir un beso? ¿Es algo necesario para ser mejor que los demás? Además, ya lo he recibido. Pero no estamos aquí para hablar sobre esas cosas. – Dijo con un tono realmente serio.
Entonces la chica continuó escuchándolo tranquilamente. Su idea parecía la mejor para los dos, pero si él era pillado, menuda bronca y despido se podría llevar. Los hombres de la joven estaban apostados fuera, vigilando la entrada con los explosivos y eso la hizo entrecerrar los ojos. Miró al cuerpo de aquel imbécil y se acercó, cogiéndolo con una sola mano por la pierna y lanzándolo hacia fuera. Su fuerza fue sobrenatural y el cuerpo salió disparado como si nada. A continuación se quedó mirando al joven. Sus hombres seguramente ya estarían esposando al imbécil. La misión había sido un éxito y entonces fue cuando la chica de cabellos rosados caminó despacio hasta el dragón.
- Bueno. Con esa forma de ser, espero que te vaya bien en tu camino. Eres una buena persona, estoy segura de que encontrarás compañeros tan amables como tú. Sin embargo, no cambiaré mis palabras. Voy a destruir vuestro sistema junto a mis camaradas.
El tono fue calmado y sus ojos se clavaron en los del chico de cabellos plateados de forma algo desafiante. Se notaba que no le tenía miedo a nadie y eso se veía con facilidad. Tenía muchísimo honor y una determinación sorprendente. Eso sumado a las enseñanzas de Dranser y a las tácticas de Krauser, la hacían una chica con un potencial impresionante. Sus habilidades solo necesitaban ser pulidas.
- ¿Para qué quiero recibir un beso? ¿Es algo necesario para ser mejor que los demás? Además, ya lo he recibido. Pero no estamos aquí para hablar sobre esas cosas. – Dijo con un tono realmente serio.
Entonces la chica continuó escuchándolo tranquilamente. Su idea parecía la mejor para los dos, pero si él era pillado, menuda bronca y despido se podría llevar. Los hombres de la joven estaban apostados fuera, vigilando la entrada con los explosivos y eso la hizo entrecerrar los ojos. Miró al cuerpo de aquel imbécil y se acercó, cogiéndolo con una sola mano por la pierna y lanzándolo hacia fuera. Su fuerza fue sobrenatural y el cuerpo salió disparado como si nada. A continuación se quedó mirando al joven. Sus hombres seguramente ya estarían esposando al imbécil. La misión había sido un éxito y entonces fue cuando la chica de cabellos rosados caminó despacio hasta el dragón.
- Bueno. Con esa forma de ser, espero que te vaya bien en tu camino. Eres una buena persona, estoy segura de que encontrarás compañeros tan amables como tú. Sin embargo, no cambiaré mis palabras. Voy a destruir vuestro sistema junto a mis camaradas.
El tono fue calmado y sus ojos se clavaron en los del chico de cabellos plateados de forma algo desafiante. Se notaba que no le tenía miedo a nadie y eso se veía con facilidad. Tenía muchísimo honor y una determinación sorprendente. Eso sumado a las enseñanzas de Dranser y a las tácticas de Krauser, la hacían una chica con un potencial impresionante. Sus habilidades solo necesitaban ser pulidas.
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Keith miraba con tranquilidad como la mujer se acercaba al inconsciente imbécil. Arqueó una ceja y una sonrisa algo divertida se formó en sus labios al ver lo que hizo. Tomó al idiota del pie y lo tiró hacia afuera con una fuerza monumental, casi igualándose a la suya propia. Bueno, ya había adivinado que era una usuaria de zoan mitológica. Ahora tan solo debía saber el poder que tenía, pero eso era sencillo si buscaba información sobre ella en la base. Galia tenía una cantidad de quince millones por su cabeza, por lo que si lo filtraba y hablaba con la persona que le puso tal precio, era posible que descubriera esa información. De momento, tan solo quedaba terminar con todo este rollo de una vez por todas.
– Ya los tengo, pero gracias por tus palabras – pausó un poco y luego bostezó un poco. – Puedes intentarlo, a mi ya me da igual ese tema. Eso y... tengo la sensación que eres una persona que no cambiará sus metas con meras palabras vacías – terminó mientras se echaba en la pared.
Porque eso era lo que sería: palabras vacías y sin motivación. La gente quería oír siempre lo que su corazón deseaba, pero palabras así no funcionarían sino hablabas enserio. Una pequeña cosa que aprendió de su padre: si hablas sin creerlo, entonces al menos hazlo para manipular y que sea convincente. Algo bueno que hiciera ese hijo de perra en su vida. Rodó sus ojos con exasperación y, en eso, escuchó un sonido que provenía de su bolsillo. Frunció ligeramente el ceño y metió la mano para ver de que se trataba. Arqueó una ceja al ver que se trataba de su comunicador.
– Sargento, señor; ya hemos llegado a los barcos y estamos en esperas de órdenes para poder marchar – dijo un recluta por medio del aparato, escuchándose su voz por todo el pasillo.
– Está bien, pueden marcharse sin mí – tenía una idea de lo que el marine diría a continuación, por lo que se apresuró a agregar – Tengo mis propios medios para salir de aquí; no os preocupéis – el marine dudó o no si acatar las órdenes o no, pero luego accedió. El joven era un Sargento, por lo que debía saber lo que hacía. Sin decir otra palabra, colgó y abrió las velas del barco para poner marcha hacia el cuartel.
Keith suspiró y guardó el comunicador en su bolsillo. En cierta forma, podía entender las preocupaciones del recluta. El quedó solo en medio de un grupo de rebeldes, después de todo. No se preocupaba mucho de eso, tenía la certeza que podría escapar si la situación escalaba a algo peligroso. Algunos podían llamar eso arrogancia, pero no lo era. Simplemente, se tenía plena confianza en el mismo y en sus habilidades. El dragón suspiró y meditó lo que haría ahora. Miró la herida de la pelirrosa y eso le dio una idea. Mataría dos pájaros de todas formas.
–Debo ir a destruir cierta máquina y de camino esta la enfermería. Podemos ir y vendar esa herida... Y no, no tengo una trampa o algo por el estilo. Simplemente estoy apegándome a mi código de honor – esperaría para oír respuesta de la joven y luego iría hacia su destino. En cuanto a lo que iba a destruir... Bueno, debía deshacerse de toda la evidencia de lo sucedido así, ¿no? Era normal que quisiera estropear la sala de vigilancia y eliminar los vídeos de lo sucedido. Si alguien preguntaba, simplemente tendría la excusa de que fueron los revolucionarios para poder ocultar su identidad y el gobierno no tuviera rostros a que poner recompensa.
– Ya los tengo, pero gracias por tus palabras – pausó un poco y luego bostezó un poco. – Puedes intentarlo, a mi ya me da igual ese tema. Eso y... tengo la sensación que eres una persona que no cambiará sus metas con meras palabras vacías – terminó mientras se echaba en la pared.
Porque eso era lo que sería: palabras vacías y sin motivación. La gente quería oír siempre lo que su corazón deseaba, pero palabras así no funcionarían sino hablabas enserio. Una pequeña cosa que aprendió de su padre: si hablas sin creerlo, entonces al menos hazlo para manipular y que sea convincente. Algo bueno que hiciera ese hijo de perra en su vida. Rodó sus ojos con exasperación y, en eso, escuchó un sonido que provenía de su bolsillo. Frunció ligeramente el ceño y metió la mano para ver de que se trataba. Arqueó una ceja al ver que se trataba de su comunicador.
– Sargento, señor; ya hemos llegado a los barcos y estamos en esperas de órdenes para poder marchar – dijo un recluta por medio del aparato, escuchándose su voz por todo el pasillo.
– Está bien, pueden marcharse sin mí – tenía una idea de lo que el marine diría a continuación, por lo que se apresuró a agregar – Tengo mis propios medios para salir de aquí; no os preocupéis – el marine dudó o no si acatar las órdenes o no, pero luego accedió. El joven era un Sargento, por lo que debía saber lo que hacía. Sin decir otra palabra, colgó y abrió las velas del barco para poner marcha hacia el cuartel.
Keith suspiró y guardó el comunicador en su bolsillo. En cierta forma, podía entender las preocupaciones del recluta. El quedó solo en medio de un grupo de rebeldes, después de todo. No se preocupaba mucho de eso, tenía la certeza que podría escapar si la situación escalaba a algo peligroso. Algunos podían llamar eso arrogancia, pero no lo era. Simplemente, se tenía plena confianza en el mismo y en sus habilidades. El dragón suspiró y meditó lo que haría ahora. Miró la herida de la pelirrosa y eso le dio una idea. Mataría dos pájaros de todas formas.
–Debo ir a destruir cierta máquina y de camino esta la enfermería. Podemos ir y vendar esa herida... Y no, no tengo una trampa o algo por el estilo. Simplemente estoy apegándome a mi código de honor – esperaría para oír respuesta de la joven y luego iría hacia su destino. En cuanto a lo que iba a destruir... Bueno, debía deshacerse de toda la evidencia de lo sucedido así, ¿no? Era normal que quisiera estropear la sala de vigilancia y eliminar los vídeos de lo sucedido. Si alguien preguntaba, simplemente tendría la excusa de que fueron los revolucionarios para poder ocultar su identidad y el gobierno no tuviera rostros a que poner recompensa.
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La chica quedó algo confusa al ver lo que estaba pasando. El marine ordenó a los demás largarse de la isla y eso supuso una victoria para la rebelión. Entonces se mantuvo callada tranquilamente con las manos en los bolsillos. No era opción decir nada por el momento y aquella persona parecía estar sola. No sería un problema para ella si intentaba algo, pues era más y ella no había mostrado nada de su poder. Se mantuvo firme en todo momento, mirando los ojos de aquella persona y esperando a ver lo que pasaba a continuación.
Justo entonces, ese tipo dijo algo que la impresionó un poco. Lo de le enfermería parecía una buena idea y por ello asintió con la cabeza despacio. Sus hombres estarían ocupados pateando al otro imbécil que había sido lanzado por los aires. Entonces la rebelde asintió empezando a caminar hacia el interior de aquel edificio. Cuando llegaron a una sala con un cartel de una cruz roja, la pelirrosa abrió la puerta despacio y pudo ver unas diez camas. Cinco en cada lado y con cortinas entre ellas. La joven se sentó en una y se quitó la chaqueta con capucha, quedando con una camiseta de tirantes únicamente, claro que por debajo llevaba un sostén rosado. Su hombro podía verse y por ello no tuvo que quitarse más ropa, ya bastante ligera había quedado.
- ¿Eres médico o algo por el estilo?
Mencionó buscando un botiquín con la mirada y permaneciendo tranquila. Si lo era, dejaría que le curase la herida de bala, pero atenta para ver que usaba. No quería quedar dormida y de repente aparecer en el cuartel de la marina. Era demasiado desconfiada. Clavó sus azulados ojos en los del chico y después simplemente le dio la espalda, entrecerrando los ojos, pero mirando de reojo. Estaba algo nerviosa pese a todo, pues sería la primera vez que recibiría una curación de una batalla. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos habló con un tono algo más tembloroso.
- Ya puedes empezar… Pero que no me duela mucho… – Dijo entonces esperando a ver lo que pasaba con aquella herida que disponía.
Justo entonces, ese tipo dijo algo que la impresionó un poco. Lo de le enfermería parecía una buena idea y por ello asintió con la cabeza despacio. Sus hombres estarían ocupados pateando al otro imbécil que había sido lanzado por los aires. Entonces la rebelde asintió empezando a caminar hacia el interior de aquel edificio. Cuando llegaron a una sala con un cartel de una cruz roja, la pelirrosa abrió la puerta despacio y pudo ver unas diez camas. Cinco en cada lado y con cortinas entre ellas. La joven se sentó en una y se quitó la chaqueta con capucha, quedando con una camiseta de tirantes únicamente, claro que por debajo llevaba un sostén rosado. Su hombro podía verse y por ello no tuvo que quitarse más ropa, ya bastante ligera había quedado.
- ¿Eres médico o algo por el estilo?
Mencionó buscando un botiquín con la mirada y permaneciendo tranquila. Si lo era, dejaría que le curase la herida de bala, pero atenta para ver que usaba. No quería quedar dormida y de repente aparecer en el cuartel de la marina. Era demasiado desconfiada. Clavó sus azulados ojos en los del chico y después simplemente le dio la espalda, entrecerrando los ojos, pero mirando de reojo. Estaba algo nerviosa pese a todo, pues sería la primera vez que recibiría una curación de una batalla. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos habló con un tono algo más tembloroso.
- Ya puedes empezar… Pero que no me duela mucho… – Dijo entonces esperando a ver lo que pasaba con aquella herida que disponía.
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Keith ladeó su cabeza hacia un lado, sorprendido que la rebelde hubiera accedido a su muestra de hospitalidad. Al parecer su orgullo no era tan grande como él esperaba, y eso le alegraba un poco. El dragón asintió lentamente y se dirigió hacia donde se encontraba la enfermería. Estudió los planos del edificio a fondo, por lo que se sabía de memoria le ubicación de todos los lugares como la enfermería, por ejemplo. De todas formas, podía averiguar donde estaba por el olor. De ninguna manera un lugar que olía a químicos podría escapar de su sensible nariz, y al parecer para la pelirrosa era lo mismo, puesto que llegó antes que él. El joven arqueó una ceja y entró después de ella; usaría ese dato para cuando llevara a cabo su investigación. La habitación era tal como se podía esperar de una enfermería normal: llena de camas con cortinas y con paredes de color blanco. El peligris suspiró un poco y se encogió de hombros; demasiado cliché para sus gustos personales.
– Psicólogo, más bien, pero tengo conocimientos de algo sencillo como son los primeros auxilios – respondió con un tono relajado en su voz.
Buscó con la mirada lo necesario para llevar a cabo el procedimiento. Una leve sonrisa apareció en su rostro al ver el objeto en cuestión. Un pequeño maletín rojo se podía apreciar encima de uno de los cajones del lugar. Perezosamente se dirigió hasta allí y abrió la caja de primeros auxilios. Inspeccionó los elementos por algunos segundos y asintió para si mismo. Sacó una venda, una botella de alcohol, unos algodones y unas pinzas. Nada más ni nada menos, tan solo eso sería necesario para lo que iba hacer.
Se acercó hasta donde se encontraba la pelirrosa y se fijó que ahora estaba con un camisón. Normalmente, eso lo excitaría como a cualquier hombre normal, pero ahora se encontraba en modo profesional y no podía dejar que cosas como esas le distrajera. Tomó una bolsa pequeña de plástico y en el lavamanos la llené con agua. Bajo los ojos de la revolucionaria, Keith activó aura helada concentrada en su mano donde tenía su bolsa. Casi de forma instantánea el agua se convirtió en hielo. El dragón sacó el objeto de la bolsa y lo colocó en un papel, para luego entregarlo a Galia.
– Muerde eso si sientes dolor – dijo con simpleza.
Hecho todo eso, empezó con la extracción. Con la pinzas, retiró la bala del hombro de la mujer. Por suerte, no se había incrustado tan a fondo y le fue fácil extraerlo. Lo dejó a un lado y, con las pinzas, empapó los algodones con alcohol. Suavemente pasó el material por la herida de la revolucionaria y luego se dispuso a vendar su hombro. Una vez terminado eso, se retiró para poder ver su trabajo. Asintió hacia si mismo y sonrío de forma leve.
– Listo, te va a doler por un par de días más, pero no es nada para preocuparse – dijo el marine mientras guardaba las cosas en el maletín y tiraba la bala a la basura.
– Psicólogo, más bien, pero tengo conocimientos de algo sencillo como son los primeros auxilios – respondió con un tono relajado en su voz.
Buscó con la mirada lo necesario para llevar a cabo el procedimiento. Una leve sonrisa apareció en su rostro al ver el objeto en cuestión. Un pequeño maletín rojo se podía apreciar encima de uno de los cajones del lugar. Perezosamente se dirigió hasta allí y abrió la caja de primeros auxilios. Inspeccionó los elementos por algunos segundos y asintió para si mismo. Sacó una venda, una botella de alcohol, unos algodones y unas pinzas. Nada más ni nada menos, tan solo eso sería necesario para lo que iba hacer.
Se acercó hasta donde se encontraba la pelirrosa y se fijó que ahora estaba con un camisón. Normalmente, eso lo excitaría como a cualquier hombre normal, pero ahora se encontraba en modo profesional y no podía dejar que cosas como esas le distrajera. Tomó una bolsa pequeña de plástico y en el lavamanos la llené con agua. Bajo los ojos de la revolucionaria, Keith activó aura helada concentrada en su mano donde tenía su bolsa. Casi de forma instantánea el agua se convirtió en hielo. El dragón sacó el objeto de la bolsa y lo colocó en un papel, para luego entregarlo a Galia.
– Muerde eso si sientes dolor – dijo con simpleza.
Hecho todo eso, empezó con la extracción. Con la pinzas, retiró la bala del hombro de la mujer. Por suerte, no se había incrustado tan a fondo y le fue fácil extraerlo. Lo dejó a un lado y, con las pinzas, empapó los algodones con alcohol. Suavemente pasó el material por la herida de la revolucionaria y luego se dispuso a vendar su hombro. Una vez terminado eso, se retiró para poder ver su trabajo. Asintió hacia si mismo y sonrío de forma leve.
– Listo, te va a doler por un par de días más, pero no es nada para preocuparse – dijo el marine mientras guardaba las cosas en el maletín y tiraba la bala a la basura.
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Ese chico se notaba que sabía lo que hacía. No tardó mucho en curarla de forma básica y sacarle la herida. No tuvo que morder nada, pues simplemente soltó un quejido pequeño de dolor y nada más. Entonces fue cuando todo pasó rápido y pudo tener su hombro en perfectas condiciones. Tras unos momentos se colocó en pie miró al chico a los ojos de forma calmada. Al parecer, era un tío legal y no sintió nada raro. Se colocó de nuevo su chaqueta y después de unos momentos le colocó la mano en el hombro a Keith, dedicándole una expresión tranquila.
- Es el momento de que me vaya, marine. Gracias y espero que te vaya bien en tú trabajo. Pronto terminaré con todo lo que llamáis gobierno.
Una vez dijo aquello, la joven empezó a caminar hacia la salida tranquilamente. Debía quedarse bien con el rostro de aquel chico para futuras misiones tener cuidado, pues le había quedado clarísimo que no era nada normal. Debía de tener un poder sorprendente después de lo que había visto y ella era lo suficiente lista como para no meterse con gente así sin entrenar. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido salió a la calle, observando a sus hombres atar a aquella persona e interrogarla. Ella sonrió de forma calmada y se puso al lado de ellos, dándole una colleja a aquel idiota que estaba atado y después mirando a uno de sus hombres.
- Tenemos a un verdadero idiota como rehén, pero supongo que Dranser-san estará satisfecho con el primer trabajo del colmillo blanco en solitario. Bueno, es el momento de largarse de aquí, chicos.
Terminó de decir empezando a caminar hacia una dirección con una mano metida en el bolsillo y la otra en la funda de la espada. Los rebeldes entre risas comenzaron a caminar, esperando llegar pronto a los medios de transporte y terminar de una vez con aquel viaje. Ahora podrían descansar y comer como verdaderas vacas. Era el premio por haber completado la misión de forma perfecta gracias a Galia.
- Es el momento de que me vaya, marine. Gracias y espero que te vaya bien en tú trabajo. Pronto terminaré con todo lo que llamáis gobierno.
Una vez dijo aquello, la joven empezó a caminar hacia la salida tranquilamente. Debía quedarse bien con el rostro de aquel chico para futuras misiones tener cuidado, pues le había quedado clarísimo que no era nada normal. Debía de tener un poder sorprendente después de lo que había visto y ella era lo suficiente lista como para no meterse con gente así sin entrenar. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido salió a la calle, observando a sus hombres atar a aquella persona e interrogarla. Ella sonrió de forma calmada y se puso al lado de ellos, dándole una colleja a aquel idiota que estaba atado y después mirando a uno de sus hombres.
- Tenemos a un verdadero idiota como rehén, pero supongo que Dranser-san estará satisfecho con el primer trabajo del colmillo blanco en solitario. Bueno, es el momento de largarse de aquí, chicos.
Terminó de decir empezando a caminar hacia una dirección con una mano metida en el bolsillo y la otra en la funda de la espada. Los rebeldes entre risas comenzaron a caminar, esperando llegar pronto a los medios de transporte y terminar de una vez con aquel viaje. Ahora podrían descansar y comer como verdaderas vacas. Era el premio por haber completado la misión de forma perfecta gracias a Galia.
Keith S. Branwen
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Al escuchar las palabras de la pelirrosa, pese a todo lo ocurrido, no pudo evitar que una pequeña carcajada se le escapase. No se estaba burlando de eso, más bien lo contrario. Le gustaba que hubiera gente que desafiara al gobierno de esa forma. De esa forma los imbéciles de arriba tendrían más pega para lidiar con los rebeldes, ignorando completamente lo que sucedía delante de sus narices. Ya daba igual; mientras el gobierno intentaba contener a la revolución, él ascendería junto al resto de su flota para llegar a lo más alto. Luego, antes que éstos se dieran cuenta, Hikaru llegaría a lo más alto y empezarían a arreglarse las cosas. Lo primero sería firmar un armisticio con la rebelión, aunque eso sería difícil de concretar. De todas formas, había oído que Krauser era una persona razonable, por lo que puede que funcionara al fin y al cabo. El dragón dejó de reír y miró atentamente a la joven.
– Te deseo suerte, entonces. Odiaría encontrarte en el campo de batalla, pero ya nada se puede hacer si se trata de algo oficial – Keith se dirigió a la salida y miró por última vez a la pelirrosa. – Hasta que nuestros caminos se vuelvan a encontrar, rebelde-san – luego de decir eso, el joven se marchó de la enfermería.
Tenía un destino claro en mente; la sala de vigilancia. Como se lo mencionó a Galia anteriormente, su objetivo estaba de camino, por lo que mataría dos pájaros de un tiro. No tardó mucho en llegar a la habitación. Al llegar, simplemente destrozó la puerta y entró como perro en su casa. A estas alturas ya daba igual si intentaba evitar destrozos. ¿Para que si los rebeldes hicieron un buen trabajo con esos explosivos? Además, quería acabar con todo esto rápido para ir al cuartel y darse un merecido descanso.
– Veamos... ¿Cómo haremos esto? – le dijo a la nada misma.
Luego de unos minutos sin hacer nada, el peligris eligió su mejor plan para proseguir. Entró en forma híbrida y descendió la temperatura al máximo que lo que su nivel le permitiera. Las pantallas y los controles empezaron a llenarse de escarcha, estropeando los circuitos en el proceso. Para asegurarse, empezó a destruir todo a su alrededor. Para cuando terminó, la habitación era irreconocible. Los monitores se encontraban destrozados, y los controles eran completamente irreconocibles. Las cintas de vídeos fueron golpeadas a tal punto que sería imposible repararlos y saber lo que fue grabado. No iba a terminar así, de todas formas. Iba a ir destruyendo todas las cámaras del edificio una a una, y luego volvería a esta sala para destruir nuevamente. Para cuando terminase, empezaría a desinfectar todo el lugar para borrar sus huellas digitales. Le tomaría su par de horas, pero le daba igual. No tenía prisas, de todas formas.
– Te deseo suerte, entonces. Odiaría encontrarte en el campo de batalla, pero ya nada se puede hacer si se trata de algo oficial – Keith se dirigió a la salida y miró por última vez a la pelirrosa. – Hasta que nuestros caminos se vuelvan a encontrar, rebelde-san – luego de decir eso, el joven se marchó de la enfermería.
Tenía un destino claro en mente; la sala de vigilancia. Como se lo mencionó a Galia anteriormente, su objetivo estaba de camino, por lo que mataría dos pájaros de un tiro. No tardó mucho en llegar a la habitación. Al llegar, simplemente destrozó la puerta y entró como perro en su casa. A estas alturas ya daba igual si intentaba evitar destrozos. ¿Para que si los rebeldes hicieron un buen trabajo con esos explosivos? Además, quería acabar con todo esto rápido para ir al cuartel y darse un merecido descanso.
– Veamos... ¿Cómo haremos esto? – le dijo a la nada misma.
Luego de unos minutos sin hacer nada, el peligris eligió su mejor plan para proseguir. Entró en forma híbrida y descendió la temperatura al máximo que lo que su nivel le permitiera. Las pantallas y los controles empezaron a llenarse de escarcha, estropeando los circuitos en el proceso. Para asegurarse, empezó a destruir todo a su alrededor. Para cuando terminó, la habitación era irreconocible. Los monitores se encontraban destrozados, y los controles eran completamente irreconocibles. Las cintas de vídeos fueron golpeadas a tal punto que sería imposible repararlos y saber lo que fue grabado. No iba a terminar así, de todas formas. Iba a ir destruyendo todas las cámaras del edificio una a una, y luego volvería a esta sala para destruir nuevamente. Para cuando terminase, empezaría a desinfectar todo el lugar para borrar sus huellas digitales. Le tomaría su par de horas, pero le daba igual. No tenía prisas, de todas formas.
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