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La brisa marina resultaba ser bastante agradable como de costumbre. Los azulados ojos oscuros de aquella chica estaban fijos en el puerto y en sus distintas gentes. Vestía con un kimono negro típico del país de Wano. En sus pies podían verse unas sandalias de madera y llevaba una funda en la cintura, más exactamente en el lado derecho. Aquella persona no era otra que la princesa Azumi, la semigyojin del Nuevo Mundo. Sus brazos estaban cruzados y debía admitir que estaba un poco cansada de buscar a los Taketo. No había forma alguna de contactar con Ban o con los demás miembros. Chasqueó la lengua y miró al sol con algo de rabia. Empezaba a hacer bastante calor y eso no le gustaba nada.
- Necesito encontrar un sitio donde poder resguardarme.
Dijo al mismo tiempo que se giraba abandonando el muelle. Pese al clima, la gente continuaba por la zona, comprando pescado y otros productos típicos de la zona. El marisco estaba caro y se notaba que solo lo compraban gente de buen vestir y seguramente buen trabajo. Ella simplemente caminaba por la zona observando el panorama que se estaba formando. También pudo ver a algunos pescadores un poco más retirados con sus cubos y cañas. Esos debían estar más a gusto que el resto, con sus camisetas de tirantes y sombreros de paja. La isla parecía estar llevada por el gobierno, aunque no podía confirmarlo del todo. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro cuando vio un cangrejo volar por los aires. La gente alzaba los brazos por cogerlo y eso le hizo un poco de gracia.
Un barco marine estaba anclado en el muelle y eso le hizo alzar una ceja. No había tenido contacto por el momento con aquella gente. Pudo ver a un par de tipos uniformados caminar por la zona y ella se acercó a ellos con una mirada seria. Ambos la observaron esperando qué tenía que decirles. Azumi simplemente se cruzó de brazos y observó fijamente a aquellas dos personas. Parecían jóvenes e inexpertos. Se estaba aburriendo demasiado y quizás podía dar una vuelta por el barco y ver cómo era todo.
- Solicito dar una vuelta por vuestro barco. Traedme a vuestro superior. – Dijo haciendo una leve reverencia y mostrando una sonrisa confiada. Estaba orgullosa de su cargo y esperaba poder lograr entrar de aquella forma.
- Necesito encontrar un sitio donde poder resguardarme.
Dijo al mismo tiempo que se giraba abandonando el muelle. Pese al clima, la gente continuaba por la zona, comprando pescado y otros productos típicos de la zona. El marisco estaba caro y se notaba que solo lo compraban gente de buen vestir y seguramente buen trabajo. Ella simplemente caminaba por la zona observando el panorama que se estaba formando. También pudo ver a algunos pescadores un poco más retirados con sus cubos y cañas. Esos debían estar más a gusto que el resto, con sus camisetas de tirantes y sombreros de paja. La isla parecía estar llevada por el gobierno, aunque no podía confirmarlo del todo. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro cuando vio un cangrejo volar por los aires. La gente alzaba los brazos por cogerlo y eso le hizo un poco de gracia.
Un barco marine estaba anclado en el muelle y eso le hizo alzar una ceja. No había tenido contacto por el momento con aquella gente. Pudo ver a un par de tipos uniformados caminar por la zona y ella se acercó a ellos con una mirada seria. Ambos la observaron esperando qué tenía que decirles. Azumi simplemente se cruzó de brazos y observó fijamente a aquellas dos personas. Parecían jóvenes e inexpertos. Se estaba aburriendo demasiado y quizás podía dar una vuelta por el barco y ver cómo era todo.
- Solicito dar una vuelta por vuestro barco. Traedme a vuestro superior. – Dijo haciendo una leve reverencia y mostrando una sonrisa confiada. Estaba orgullosa de su cargo y esperaba poder lograr entrar de aquella forma.
Keith S. Branwen
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Keith sudaba intensamente mientras golpeaba con fuerza en saco de arena que tenía en frente. Por supuesto, el joven estaba usando guantes ahora. No era un estúpido para usar sus manos desnudas en un objeto como ese. Su fuerza era lo suficientemente mortal para dañar sus propias manos en el proceso. Por esa misma razón, se encontraba entrenando sus músculos más allá de los límites. Lo necesitaba, necesitaba aumentarlo. Pese a que usó toda su fuerza en contra Xemnas, éste ni siquiera se había inmutado. De hecho, estaba seguro que él mismo terminó con todo el daño de rebote. Si con una fuerza de seis toneladas, aproximadamente, no le hizo nada al rubio... Eso quería decir que aún no era lo suficientemente fuerte físicamente. Eso era inaceptable, se negaba a crear eso. Con un último grito, el joven impactó todo el peso de su puño en el costal, derribándolo en el proceso. Keith cerró sus ojos y suspiró. Nuevamente su frustración termino ganando; ya eran cuatro sacos destruidos con eso.
– Oficial Keith – la voz de un recluta, que provenía desde la entrada del pequeño gimnasio, interrumpió sus pensamientos.
Una sonrisa imperceptible se formó en su rostro al escuchar su título. Luego de algunos meses estancado en el rango de Sargento, por fin pudo avanzar en la jerarquía. Cada vez se acercaba más a su meta, por lo que eso le reconfortaba un poco. Se retiró los guantes y miró con curiosidad al marine, esperando lo que venía a decirle.
– Hay una... princesa del país del Wano esperando abajo en el barco – Keith parpadeó al escuchar eso y arqueó una ceja en dirección al hombre. – Dice que quiere dar una vuelta en el barco – agregó luego de algunos momentos de duda.
Keith entrecerró sus ojos mientras dejaba los guantes a un lado. ¿Una princesa? Lo que faltaba: una niña mimada paseándose por su barco. Chasqueó su lengua mientras cerraba sus orbes, pensando en como proseguir. Si fuera por él, la mandaría derecho a los peces, pero eso se reflejaría mal en su imagen y en la del gobierno. Pese a que no le importaba demasiado, debía mantener las apariencias por el momento.
– Llevadla a la habitación de estar, y accedan a todas sus peticiones. Yo iré en un momento – luego de decir eso, el peligris se dio la vuelta y fue hacia las duchas.
Al cabo de unos minutos, el joven salió vestido del gimnasio. Llevaba una camisa negra semi abierta y unos pantalones azules. Su cabello aún se encontraba un poco mojado luego de eso. Sin más que hacer, el oficial se dirigió hacia donde se encontraba la princesa. Al llegar, no pudo evitar estremecerse internamente al ver su apariencia. Esos cabellos negros y ojos violeta... Keith negó con la cabeza y se acercó. Solo era el color. Quitando eso, no se acercaba a como era Sara.
– Mis disculpas por el retraso, princesa. Tuve que darme una ducha rápida antes de venir. Ahora... ¿En qué puedo ayudarla? – dijo el joven mientras hacía una leve reverencia. Todo rastro de lo que pensaba anteriormente acerca de la pelinegra, se había esfumado.
– Oficial Keith – la voz de un recluta, que provenía desde la entrada del pequeño gimnasio, interrumpió sus pensamientos.
Una sonrisa imperceptible se formó en su rostro al escuchar su título. Luego de algunos meses estancado en el rango de Sargento, por fin pudo avanzar en la jerarquía. Cada vez se acercaba más a su meta, por lo que eso le reconfortaba un poco. Se retiró los guantes y miró con curiosidad al marine, esperando lo que venía a decirle.
– Hay una... princesa del país del Wano esperando abajo en el barco – Keith parpadeó al escuchar eso y arqueó una ceja en dirección al hombre. – Dice que quiere dar una vuelta en el barco – agregó luego de algunos momentos de duda.
Keith entrecerró sus ojos mientras dejaba los guantes a un lado. ¿Una princesa? Lo que faltaba: una niña mimada paseándose por su barco. Chasqueó su lengua mientras cerraba sus orbes, pensando en como proseguir. Si fuera por él, la mandaría derecho a los peces, pero eso se reflejaría mal en su imagen y en la del gobierno. Pese a que no le importaba demasiado, debía mantener las apariencias por el momento.
– Llevadla a la habitación de estar, y accedan a todas sus peticiones. Yo iré en un momento – luego de decir eso, el peligris se dio la vuelta y fue hacia las duchas.
Al cabo de unos minutos, el joven salió vestido del gimnasio. Llevaba una camisa negra semi abierta y unos pantalones azules. Su cabello aún se encontraba un poco mojado luego de eso. Sin más que hacer, el oficial se dirigió hacia donde se encontraba la princesa. Al llegar, no pudo evitar estremecerse internamente al ver su apariencia. Esos cabellos negros y ojos violeta... Keith negó con la cabeza y se acercó. Solo era el color. Quitando eso, no se acercaba a como era Sara.
– Mis disculpas por el retraso, princesa. Tuve que darme una ducha rápida antes de venir. Ahora... ¿En qué puedo ayudarla? – dijo el joven mientras hacía una leve reverencia. Todo rastro de lo que pensaba anteriormente acerca de la pelinegra, se había esfumado.
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Los marines parecieron acceder a su deseo de dar una vuelta por el barco. Ella mostró una sonrisa de satisfacción y acto seguido asintió con la cabeza. Aquellos hombres la condujeron a una sala en el interior del navío, la cual parecía ser bastante cómoda. Ella se tumbó en un sillón que había en la zona y entrecerró los ojos mirando a varios sitios. Se quitó las sandalias como era tradición en su isla y lo siguiente que hizo fue soltar un largo bostezo. Debía esperar a que llegase la persona que estaba al mando en aquel sitio. Su mirada se fijaba en las paredes, muebles y demás. Todo parecía bastante bien puesto y organizado. Soltó un suspiro debido al aburrimiento y colocó ambas manos en las mejillas. Si no llegaba alguien empezaría a buscar comida o bebida por el barco.
No tardó mucho en aparecer un chico de altura considerable, al menos comparada con la suya. Clavó sus ojos en los de él y después escuchó sus palabras. Parecía ser un tipo de confianza de primeras, pero eso lo iba a juzgar ella misma. No tardó en hacerle también una pequeña reverencia de educación al ver que él hacía lo mismo. Entonces escuchó sus palabras y se quedó un poco pensativa. Quería saber todo sobre aquellos hombres y por ello tenía seleccionadas las palabras que iba a utilizar con él.
- Mi nombre Azumi ¿El vuestro? La verdad es que hace poco que empecé mi viaje y deseaba saber quién es la marina, cómo es la marina y qué hace la marina. He escuchado tan solo lo típico, pero me gustaría profundizar.
Dijo al mismo tiempo que en su rostro se mostraba una sonrisa. De su mochila sacó una pequeña botella y entonces bebió un trago enorme de agua. Aquella fría sensación la hizo sentirse bastante mejor y por ello se estiró un poco. Debía reconocer que después del sake, el agua era lo mejor que había en el mundo. Se rascó un poco la cabeza y esperó una respuesta por parte de aquella persona que tenía delante de sus ojos.
No tardó mucho en aparecer un chico de altura considerable, al menos comparada con la suya. Clavó sus ojos en los de él y después escuchó sus palabras. Parecía ser un tipo de confianza de primeras, pero eso lo iba a juzgar ella misma. No tardó en hacerle también una pequeña reverencia de educación al ver que él hacía lo mismo. Entonces escuchó sus palabras y se quedó un poco pensativa. Quería saber todo sobre aquellos hombres y por ello tenía seleccionadas las palabras que iba a utilizar con él.
- Mi nombre Azumi ¿El vuestro? La verdad es que hace poco que empecé mi viaje y deseaba saber quién es la marina, cómo es la marina y qué hace la marina. He escuchado tan solo lo típico, pero me gustaría profundizar.
Dijo al mismo tiempo que en su rostro se mostraba una sonrisa. De su mochila sacó una pequeña botella y entonces bebió un trago enorme de agua. Aquella fría sensación la hizo sentirse bastante mejor y por ello se estiró un poco. Debía reconocer que después del sake, el agua era lo mejor que había en el mundo. Se rascó un poco la cabeza y esperó una respuesta por parte de aquella persona que tenía delante de sus ojos.
Keith S. Branwen
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Keith arqueó una ceja mientras observaba discretamente la forma de comportarse de la pelinegra. Retiraba lo dicho anteriormente; no parecía como una niña mimada. Por otro lado, debía decir que Azumi era mucho más pequeña de lo que se veía, aunque también no era le mejor persona para decir eso. Su altura superaba un poco el promedio, después de todo. Así a lo rápido, podía decir que lo separaban unos veinte centímetros más o menos. Lo suficiente para que le llegar un poco más debajo del cuello. No estaba acostumbrado a eso. Generalmente con todas las personas que había lidiado, habían sido altos. Ni siquiera las mujeres se salvaban de eso. Hinori, Hikaru, Galia... ellas superaban la altura de lo que debía medir una mujer, al menos en su opinión. No pudo evitar negar con la cabeza mientras esperaba respuesta suya.
– Ah, perdón mis modales. Mi nombre es Keith Branwen – se presentó con naturalidad el peligris. Luego de eso, le habló a los reclutas que permanecía en la habitación. – Ustedes, marchaos. Yo escoltaré a la princesa por el barco – ordenó el joven. Una vez que solo quedaron ellos dos, el joven suspiró y volvió a hablarle a la pelinegra. – Demos una vuelta por el barco mientras le explico como funcionan un poco las cosas, princesa – sugirió el dragón.
La verdad era que quería hacer un poco de tiempo, por lo menos para pensar un poco en que decir. Ella quería saber un poco de como funcionaba la marina, ¿pero cual de ellas? ¿La corrupta? ¿La que abusaba de los inocentes? ¿Los que en verdad luchaban por la justicia de los mares? Eran muchas versiones que contar, pero la mayoría podía darle una sentencia a él por ir de malas lenguas. Supuso que podría darle la versión original, pero agregando su toque en medio de la explicación. No lo suficiente para que pudiera tener a los altos cargos encima de su cuello, pero si para darle algo de que empezar y juzgar por ella misma.
– La marina... básicamente son los que mantienen el orden en los mares. Se encargan de capturar a los piratas, organizar los mares imponer su justicia en estos – pausó por algunos segundos y prosiguió. – Pero esa es la cuestión, ¿qué es justicia? ¿Proteger a los inocentes? ¿Imponer las leyes? ¿Mantener el orden? Preguntaste cómo es la marina... pero me temo que ese es un concepto demasiado diverso. Hay tantos miembros con ideales distintos entre sí, que los conceptos van variando dependiendo de con quien estás hablando. De todas formas, todo llega a un solo punto, sea cual sea el punto de vista: mantener el orden bajo cualquier medio posible – Keith pausó un poco para que la pelinegra digiriera la información, al tiempo que veía el mar desde la cubierta.
– Ah, perdón mis modales. Mi nombre es Keith Branwen – se presentó con naturalidad el peligris. Luego de eso, le habló a los reclutas que permanecía en la habitación. – Ustedes, marchaos. Yo escoltaré a la princesa por el barco – ordenó el joven. Una vez que solo quedaron ellos dos, el joven suspiró y volvió a hablarle a la pelinegra. – Demos una vuelta por el barco mientras le explico como funcionan un poco las cosas, princesa – sugirió el dragón.
La verdad era que quería hacer un poco de tiempo, por lo menos para pensar un poco en que decir. Ella quería saber un poco de como funcionaba la marina, ¿pero cual de ellas? ¿La corrupta? ¿La que abusaba de los inocentes? ¿Los que en verdad luchaban por la justicia de los mares? Eran muchas versiones que contar, pero la mayoría podía darle una sentencia a él por ir de malas lenguas. Supuso que podría darle la versión original, pero agregando su toque en medio de la explicación. No lo suficiente para que pudiera tener a los altos cargos encima de su cuello, pero si para darle algo de que empezar y juzgar por ella misma.
– La marina... básicamente son los que mantienen el orden en los mares. Se encargan de capturar a los piratas, organizar los mares imponer su justicia en estos – pausó por algunos segundos y prosiguió. – Pero esa es la cuestión, ¿qué es justicia? ¿Proteger a los inocentes? ¿Imponer las leyes? ¿Mantener el orden? Preguntaste cómo es la marina... pero me temo que ese es un concepto demasiado diverso. Hay tantos miembros con ideales distintos entre sí, que los conceptos van variando dependiendo de con quien estás hablando. De todas formas, todo llega a un solo punto, sea cual sea el punto de vista: mantener el orden bajo cualquier medio posible – Keith pausó un poco para que la pelinegra digiriera la información, al tiempo que veía el mar desde la cubierta.
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La joven escuchó las palabras del peligris, tanto su nombre como la orden a los otros hombres para que se retirasen de la habitación. Ella se quedó callada en todo momento y con los ojos cerrados. Una vez que ellos se fueran mostraría una expresión totalmente calmada. Cuando él le dijo lo de dar el paseo no tardó nada en colocarse en pie, se ajustó bien el kimono y acto seguido empezó a caminar. Sus manos estaban en los bolsillos y de nuevo se había colocado sus sandalias de madera. Así podría ir cómoda por aquel enorme vehículo que usaban los marines para surcar los mares. Se estiró un poco primero y después suspiró con fuerza. Bostezó y empezó a mirar todo con curiosidad cual niña pequeña.
Escuchó la explicación que había dado y no tardó mucho en mostrar una expresión algo pasota mientras le observaba. De modo que cada cual hacía lo que le daba la gana mientras la supuesta paz se respetase. Parecía un método eficaz, pero no le agradaba mucho el gobierno y su sistema. Lo siguiente que hizo fue mirarle a los ojos fijamente. Debía admitir que podía soltarle lo de la mafia y arriesgarse a un combate, pero no era tan idiota. Aquellos hombres eran muchos y con pinta de ser poderosos. La joven entonces meció sus cabellos despacio y le contestó en un tono calmado.
- Vaya, ya entiendo. De todos modos he oído que los del gobierno no respetan mucho a los Gyojin desde lo sucedido en una guerra que hubo. Yo soy mitad pez y por ello no creo llevarme bien con ellos.
Mencionó observando las velas del barco y su símbolo. Aquel debía de ser la insignia que representaba a los uniformados como marines. Se quedó con ella en su memoria y acto seguido cerró los ojos despacio. Tenía pensando bien lo que hacer ahora y por ello miró de nuevo a aquella persona que estaba siendo bastante agradable. Estiró su mano y con toda la confianza del mundo la colocó en el hombro de él. Después le miró a los ojos y acto seguido sonrió de forma siniestra.
- Te agradezco la información, pero… ¿Qué hacéis los marines para divertiros? O al menos tú. Estoy algo aburrida y necesito entretenerme. Puedo esperar a que termines tu turno si estás de servicio.
Dijo entonces cruzándose de brazos y mirándole algo impaciente. Estaba pensando en sake, pues ella no tenía otra forma de pasárselo bien debido a toda su vida. No conocía nada que la hiciera empezar a reírse salvo chistes de humor negro. Pero delante de alguien que era parte de la autoridad, lo mejor era no hacerlos.
Escuchó la explicación que había dado y no tardó mucho en mostrar una expresión algo pasota mientras le observaba. De modo que cada cual hacía lo que le daba la gana mientras la supuesta paz se respetase. Parecía un método eficaz, pero no le agradaba mucho el gobierno y su sistema. Lo siguiente que hizo fue mirarle a los ojos fijamente. Debía admitir que podía soltarle lo de la mafia y arriesgarse a un combate, pero no era tan idiota. Aquellos hombres eran muchos y con pinta de ser poderosos. La joven entonces meció sus cabellos despacio y le contestó en un tono calmado.
- Vaya, ya entiendo. De todos modos he oído que los del gobierno no respetan mucho a los Gyojin desde lo sucedido en una guerra que hubo. Yo soy mitad pez y por ello no creo llevarme bien con ellos.
Mencionó observando las velas del barco y su símbolo. Aquel debía de ser la insignia que representaba a los uniformados como marines. Se quedó con ella en su memoria y acto seguido cerró los ojos despacio. Tenía pensando bien lo que hacer ahora y por ello miró de nuevo a aquella persona que estaba siendo bastante agradable. Estiró su mano y con toda la confianza del mundo la colocó en el hombro de él. Después le miró a los ojos y acto seguido sonrió de forma siniestra.
- Te agradezco la información, pero… ¿Qué hacéis los marines para divertiros? O al menos tú. Estoy algo aburrida y necesito entretenerme. Puedo esperar a que termines tu turno si estás de servicio.
Dijo entonces cruzándose de brazos y mirándole algo impaciente. Estaba pensando en sake, pues ella no tenía otra forma de pasárselo bien debido a toda su vida. No conocía nada que la hiciera empezar a reírse salvo chistes de humor negro. Pero delante de alguien que era parte de la autoridad, lo mejor era no hacerlos.
Keith S. Branwen
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Keith parpadeó al escuchar la confesión de la pelinegra, pero simplemente ladeó su cabeza hacia un lado. Había notado un leve aroma a mar que emanaba de la chica, pero nunca esperó que fuera por eso. Simplemente creía que era alguien que pasaba mucho tiempo expuesta al océano. Discretamente observó a la pelinegra y no pudo evitar arquear una ceja. Para ser mita gyojin, ella no tenía rasgo alguno que le identificara como tal. A simple vista, Azumi parecía como un humano común y corriente. Eso era interesante, ¿acaso el gen humano era más dominante que el de Gyojin? Fuese cual fuese la respuesta, su opinión no iba a cambiar. El mismo era mitad reptil, por lo que no iba a ir soltando comentarios racistas porque sí. Aquello era de muy mala educación, y no lo toleraba en lo más mínimo.
– Debo darte la razón de eso, pero personalmente no me importa. El racismo es para los cobardes que se creen superiores a los demás – dijo el peligris en respuesta a su confesión.
En cuanto a lo otro... el dragón debía admitir que le tomó por sorpresa. Abrió la boca para responder, pero las palabras se le quedaron ahí mismo. Al cabo de unos segundos, simplemente la cerró y miró hacia abajo. Como se entretenían los marines... Cualquier otro recluta probablemente le hubiera podido contestar de mejor forma. En cambio él... era la peor en cuanto a eso se refería. No mentía cuando decía que era un lobo solitario. No compartía con nadie fuera de, en ocasiones, Hikaru. De hecho, estaba pensando en usar la excusa del papeleo para escapar de la realidad que el mundo social representaba. Y cuando no se encontraba trabajando... se la pasaba investigando acerca de la ubicación de su hermana, cosa que no podría hacer.
– No... lo sé – admitió de forma algo confusa el peligris, y se podía notar un deje leve, casi imperceptible, de pánico en sus ojos. No era como si lo fuera admitir, de todas formas. – No tengo turno ahora, pero... Nunca he hecho nada para divertirme por mi propio bien – mencionó mientras desviaba la mirada.
De todas las preguntas que pudo haber hecho, justo debía ser la que no tenía respuesta alguna. Todo lo que tuviera que ver con vida social era su punto débil, para su disgusto. De hecho, ahora que lo pensaba... ¿Cuando fue la última vez que hizo algo divertido sin que tuviera alguna razón de por medio? Cuando su madre estaba viva, quizá...
– Debo darte la razón de eso, pero personalmente no me importa. El racismo es para los cobardes que se creen superiores a los demás – dijo el peligris en respuesta a su confesión.
En cuanto a lo otro... el dragón debía admitir que le tomó por sorpresa. Abrió la boca para responder, pero las palabras se le quedaron ahí mismo. Al cabo de unos segundos, simplemente la cerró y miró hacia abajo. Como se entretenían los marines... Cualquier otro recluta probablemente le hubiera podido contestar de mejor forma. En cambio él... era la peor en cuanto a eso se refería. No mentía cuando decía que era un lobo solitario. No compartía con nadie fuera de, en ocasiones, Hikaru. De hecho, estaba pensando en usar la excusa del papeleo para escapar de la realidad que el mundo social representaba. Y cuando no se encontraba trabajando... se la pasaba investigando acerca de la ubicación de su hermana, cosa que no podría hacer.
– No... lo sé – admitió de forma algo confusa el peligris, y se podía notar un deje leve, casi imperceptible, de pánico en sus ojos. No era como si lo fuera admitir, de todas formas. – No tengo turno ahora, pero... Nunca he hecho nada para divertirme por mi propio bien – mencionó mientras desviaba la mirada.
De todas las preguntas que pudo haber hecho, justo debía ser la que no tenía respuesta alguna. Todo lo que tuviera que ver con vida social era su punto débil, para su disgusto. De hecho, ahora que lo pensaba... ¿Cuando fue la última vez que hizo algo divertido sin que tuviera alguna razón de por medio? Cuando su madre estaba viva, quizá...
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Estaban apañados. Ella no sabía diversión que no fuera la suya propia y esperaba que esa le sirviera a él. Entonces se puso a pensar y después de unos momentos tuvo la solución. Si empezaban a beber sake las ideas irían mucho más fluidas y de mejor forma. Era una de las mejores opciones. Ella entonces mostró una expresión siniestra y sacó su mochila de los hombros. Al abrirla empezó a mirar en el interior y no tardó mucho en sacar una enorme botella de dos litros. Al mirarle le hizo un gesto para que le siguiera y empezó a caminar hacia la sala de antes. No había nadie, pues él mismo había echado a los otros tipos anteriormente. Se quedó mirando el sillón y se sentó en uno, dejando el otro frente a la mesa.
- El sake es lo mejor para la diversión. Cuando hayas bebido un par de platillos te vendrán ideas divertidas y olvidarás todas las tonterías.
En cuanto fijo aquello colocó dos platillos y los llenó, le ofreció a él uno y después tomó el otro con cuidado entre sus manos. Empezó a beber de él con toda la calma del mundo y después de unos momentos soltó un suspiro. La garganta le ardía un poco, pero merecía la pena totalmente aguantar aquello para el efecto de después. Se quedó mirando al marine por unos momentos y fue entonces cuando le sonrió de forma siniestra.
- Te desafío a ver quién se pone contento antes. Aunque no me creas este licor de Wano es genial. Al principio sabe fuerte, pero después la vida te cambia.
La experta bebedora se sirvió otro platillo y dejó la botella sobre la mesa a la espera de que fuese el joven quien se sirviese a continuación tras beber el primero. Ella clavó sus azulados ojos en él y simplemente se mantuvo callada observándole. Deseaba saber lo que iba a hacer ahora y por ello estaba atenta.
- El sake es lo mejor para la diversión. Cuando hayas bebido un par de platillos te vendrán ideas divertidas y olvidarás todas las tonterías.
En cuanto fijo aquello colocó dos platillos y los llenó, le ofreció a él uno y después tomó el otro con cuidado entre sus manos. Empezó a beber de él con toda la calma del mundo y después de unos momentos soltó un suspiro. La garganta le ardía un poco, pero merecía la pena totalmente aguantar aquello para el efecto de después. Se quedó mirando al marine por unos momentos y fue entonces cuando le sonrió de forma siniestra.
- Te desafío a ver quién se pone contento antes. Aunque no me creas este licor de Wano es genial. Al principio sabe fuerte, pero después la vida te cambia.
La experta bebedora se sirvió otro platillo y dejó la botella sobre la mesa a la espera de que fuese el joven quien se sirviese a continuación tras beber el primero. Ella clavó sus azulados ojos en él y simplemente se mantuvo callada observándole. Deseaba saber lo que iba a hacer ahora y por ello estaba atenta.
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Keith ladeó su cabeza hacia un lado al escuchar la respuesta, al tiempo que se estremecía por dentro. El dragón era confiado para varias cosas, pero el alcohol no era uno esos. Nunca en su vida lo había probado y, viendo como era la experiencia de los novatos, alejaba cualquier pensamiento de su mente para intentar beber algo de eso. Y definitivamente, no era por ser cobarde. Simplemente le disgustaba ver como la gente vomitaba luego de pasar los límites humanos, pero ahora que lo pensaba... ¿Era lo mismo en su caso? Aún estando en esa forma, su resistencia natural era muy superior a la de una persona promedio que nunca antes había entrenado en su vida. Quizá su propio límite era alto, pero para asegurarse... El oficial suspiró y abrió la conexión mental para preguntárselo a Argentum.
– Oye, ¿cuánto crees que podría resistir? –
Podía sentir la respiración mental del dragón, por lo que intuía que se encontraba durmiendo cuando lanzó aquella pregunta. Argentum frunció el ceño y respondió.
– Ahora mismo tu resistencia es quince veces más a la de una persona normal... Por lo que supongo que empezaras a notar los efectos entre la copa número quince o por allí – luego de decir eso, el dragón cerró los ojos y se largó a dormir.
Bueno, eso ya era una duda resuelta. El dragón no lo dijo, pero el oficial pudo ver detrás de sus palabras. Si superaba ese límite, era muy probable que tendría la borrachera del siglo. Keith, al nunca haber experimentado algo así, no tenía idea de como sería bajo los efectos del alcohol. ¿Atrevido? ¿Más retraído? ¿Hablador? El peligris suspiró y negó con la cabeza. No pensaba llegar hasta ese punto, así que daba un poco igual intentar averiguar el cómo sería su comportamiento.
Una vez decido, el joven alzó lentamente su mano y tomó con delicadeza el platillo. Miró el líquido por algunos segundos y luego cerró sus ojos. Rápidamente se bebió el trago de una. Tuvo que forzar su garganta, puesto que estuvo a punto de escupir el licor. Demasiado fuerte para su gusto. SI fuera por el, viviría a base de gaseosas. No era secreto que el joven dragón era un amante de ese tipo de bebidas.
– Estuvo mejor de lo que esperaba – comentó el peligris para luego llenarse nuevamente el platillo. Esta vez fue tomando lentamente, intentando acostumbrarse al sabor. Muchos decían que era un gusto adquirido. Quién sabía, a lo mejor terminaba por gustarle sin que se diera cuenta.
– Oye, ¿cuánto crees que podría resistir? –
Podía sentir la respiración mental del dragón, por lo que intuía que se encontraba durmiendo cuando lanzó aquella pregunta. Argentum frunció el ceño y respondió.
– Ahora mismo tu resistencia es quince veces más a la de una persona normal... Por lo que supongo que empezaras a notar los efectos entre la copa número quince o por allí – luego de decir eso, el dragón cerró los ojos y se largó a dormir.
Bueno, eso ya era una duda resuelta. El dragón no lo dijo, pero el oficial pudo ver detrás de sus palabras. Si superaba ese límite, era muy probable que tendría la borrachera del siglo. Keith, al nunca haber experimentado algo así, no tenía idea de como sería bajo los efectos del alcohol. ¿Atrevido? ¿Más retraído? ¿Hablador? El peligris suspiró y negó con la cabeza. No pensaba llegar hasta ese punto, así que daba un poco igual intentar averiguar el cómo sería su comportamiento.
Una vez decido, el joven alzó lentamente su mano y tomó con delicadeza el platillo. Miró el líquido por algunos segundos y luego cerró sus ojos. Rápidamente se bebió el trago de una. Tuvo que forzar su garganta, puesto que estuvo a punto de escupir el licor. Demasiado fuerte para su gusto. SI fuera por el, viviría a base de gaseosas. No era secreto que el joven dragón era un amante de ese tipo de bebidas.
– Estuvo mejor de lo que esperaba – comentó el peligris para luego llenarse nuevamente el platillo. Esta vez fue tomando lentamente, intentando acostumbrarse al sabor. Muchos decían que era un gusto adquirido. Quién sabía, a lo mejor terminaba por gustarle sin que se diera cuenta.
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La morena observaba atenta los movimientos del marine que tenía delante de sus ojos. Parecía estar dudando un poco, pero después se bebió el platillo y ella no pudo evitar sonreír de lado. Al fin alguien que le daría diversión y no se aburriría mucho. Era curioso, pues posiblemente ella no tardaría mucho en tener un precio interesante por su cabeza. Se relamió despacio y lo siguiente que hizo fue ver cómo se servía otro platillo. No iba a tardar mucho en empezar la diversión y ella estaba bastante relajada. Se remangó un poco el kimono y se sirvió con toda la calma del mundo de nuevo. Cuando aquel objeto estuvo lleno, lo llevó a sus labios y bebió todo lo que pudo. Contuvo la sensación de ardor en la garganta y después de unos momentos suspiró con fuerza.
- No pienso dejarme vencer, colega.
Dijo con toda la confianza del mundo mientras que a continuación se servía el tercero y clavaba sus azulados ojos oscuros en los suyos. La expresión que puso fue algo siniestra y sádica al mismo tiempo, pero se notaba que se lo estaba pasando bastante bien. Se quedó calmada con ambos codos sobre la mesa y esperando a ver lo que el chico hacía a continuación. Ella se conocía y sabía sus reacciones, pero se moría de ganas por ver cómo era aquella persona en estado de embriaguez. Soltó una pequeña carcajada y después mojó los labios despacio en el líquido de su plato, pero sin llegar a beber. A continuación se quedó mirándole de nuevo fijamente a los ojos.
- Hagamos esto divertido. El que pierda deberá cumplir un reto que el otro quiera y debe de ser cualquier cosa. – Mencionó al mismo tiempo que estiraba su mano hacia él esperando para ver si cumplía.
Ella ya sabía bien lo que pensaba pedir. Tirarle de los pezones con una pinza podía ser divertido, aunque también que fuese desnudo por la isla o le hiciera un baile en calzoncillos. Muchas ideas se le ocurrían, incluso que él fuese con ropa interior femenina por la cubierta del barco cantando ser un bailarín. Podía ser demasiado divertido.
- No pienso dejarme vencer, colega.
Dijo con toda la confianza del mundo mientras que a continuación se servía el tercero y clavaba sus azulados ojos oscuros en los suyos. La expresión que puso fue algo siniestra y sádica al mismo tiempo, pero se notaba que se lo estaba pasando bastante bien. Se quedó calmada con ambos codos sobre la mesa y esperando a ver lo que el chico hacía a continuación. Ella se conocía y sabía sus reacciones, pero se moría de ganas por ver cómo era aquella persona en estado de embriaguez. Soltó una pequeña carcajada y después mojó los labios despacio en el líquido de su plato, pero sin llegar a beber. A continuación se quedó mirándole de nuevo fijamente a los ojos.
- Hagamos esto divertido. El que pierda deberá cumplir un reto que el otro quiera y debe de ser cualquier cosa. – Mencionó al mismo tiempo que estiraba su mano hacia él esperando para ver si cumplía.
Ella ya sabía bien lo que pensaba pedir. Tirarle de los pezones con una pinza podía ser divertido, aunque también que fuese desnudo por la isla o le hiciera un baile en calzoncillos. Muchas ideas se le ocurrían, incluso que él fuese con ropa interior femenina por la cubierta del barco cantando ser un bailarín. Podía ser demasiado divertido.
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Keith arqueó una ceja al ver esa expresión en el rostro de la pelinegra, pero no comentó nada al respecto. Realmente veía raro algo así en un cara como esa, aunque supuso que cada uno tenía una forma distinta para mostrarse. Él, por su parte, solo mantenía una expresión neutral que no delataba nada de lo que sentía en éste momento. Así se le educó, pese a su disgusto. No tuvo otra opción que aprender a mostrarse así delante de la gente... Y todo para nada al final. Alice se marchó y el quedó a merced de ese hijo de puta. Ya no tenía nada que lo atara a su padre... Salvo su deseo por verlo caer algún día. Costara lo que costara, el joven no se rendiría tan fácil. Cualquier reto que se le pusiera en frente, él lo acataría de la mejor forma posible. Si perdía, bien... pero nunca iba a huir. Eso era una palabra que no se encontraba en su diccionario.
Tan metido estuvo en sus pensamientos, que no se dio cuenta que ya se había terminado el segundo trago. Clavó sus ojos en los de la pelinegra y se estremeció mentalmente. Pese a sus intentos de alejar la imagen de Sara a lo más profundo de su mente, no pudo evitarlo. Negó varias veces con la cabeza y se sirvió su tercer platillo. Lo miró por algunos segundos y suspiró. Rápidamente se lo tragó de una, al tiempo que se estremecía un poco debido al ardor. En eso, escuchó la propuesta de la joven. Ladeó su cabeza hacia un lado y clavó sus celestes ojos en los de Azumi, al tiempo que meditaba lo que podría decir.
– Si se respeta el ritmo del otro, y también se involucran retos que no puedan cumplirse en un solo día, entonces trato hecho – estrechó la mano de la pelinegra mientras una pequeña sonrisa se formaba en su rostro.
Ahora, ¿qué podría darle si perdía? ¿Que bailara desnuda frente a todos? ¿Convertirla en su subordinada fuera de la marine? ¿Que hiciera crecer sus pechos de alguna forma? Se le ocurrían varias cosas... Aunque debía admitir que lo último le parecía muy divertido. Keith suspiró un poco y se sirvió su cuarto cuarto trago. Lo miró por algunos segundos y entrecerró sus ojos. Puede que perdiera primero, pero no por emborracharse realmente. Ese ardor de mierda le daba un poco de asco. Activo su aura helada en un rango de unos pocos centímetros para que Azumi no lo sintiera. Al cabo de unos segundos, el peligris asintió y se empezó a beber lentamente del platillo, al tiempo que desactivaba sus poderes. Si, ahora sí que estaba un poco más pasable que antes.
Tan metido estuvo en sus pensamientos, que no se dio cuenta que ya se había terminado el segundo trago. Clavó sus ojos en los de la pelinegra y se estremeció mentalmente. Pese a sus intentos de alejar la imagen de Sara a lo más profundo de su mente, no pudo evitarlo. Negó varias veces con la cabeza y se sirvió su tercer platillo. Lo miró por algunos segundos y suspiró. Rápidamente se lo tragó de una, al tiempo que se estremecía un poco debido al ardor. En eso, escuchó la propuesta de la joven. Ladeó su cabeza hacia un lado y clavó sus celestes ojos en los de Azumi, al tiempo que meditaba lo que podría decir.
– Si se respeta el ritmo del otro, y también se involucran retos que no puedan cumplirse en un solo día, entonces trato hecho – estrechó la mano de la pelinegra mientras una pequeña sonrisa se formaba en su rostro.
Ahora, ¿qué podría darle si perdía? ¿Que bailara desnuda frente a todos? ¿Convertirla en su subordinada fuera de la marine? ¿Que hiciera crecer sus pechos de alguna forma? Se le ocurrían varias cosas... Aunque debía admitir que lo último le parecía muy divertido. Keith suspiró un poco y se sirvió su cuarto cuarto trago. Lo miró por algunos segundos y entrecerró sus ojos. Puede que perdiera primero, pero no por emborracharse realmente. Ese ardor de mierda le daba un poco de asco. Activo su aura helada en un rango de unos pocos centímetros para que Azumi no lo sintiera. Al cabo de unos segundos, el peligris asintió y se empezó a beber lentamente del platillo, al tiempo que desactivaba sus poderes. Si, ahora sí que estaba un poco más pasable que antes.
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Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de la morena cuando aquel tipo estrechó su mano despacio. Sus azulados ojos se quedaron mirando fijamente de nuevo a aquel tipo y después de unos momentos observó que él podía beber de nuevo como si nada. No tardó mucho en ladear la cabeza algo confusa. Seguro que era un bebedor supremo y lo había ocultado todo el tiempo. Ella entonces bebió de nuevo otro plato del tirón y notó un leve mareo que la hizo sonreír un poco. Empezaba a sentir los efectos del alcohol y lo primero que hizo fue tener un leve rubor por la bebida. Soltó una pequeña carcajada tratando de disimular y se quedó mirando al chico en todo momento de forma calmada.
- Esto no es nada, puedo beber durante años.
Respondió orgullosa bebiendo de nuevo otro plato del tirón y notando el ardor en su garganta. Al hacerlo clavó sus ojos de nuevo en aquella persona y soltó un pequeño suspiro, haciendo que el estado de su garganta fuese un poco mejor. Debía admitir que estaba un poco cansada por el peso de la bebida y su rubor aumentó un poco. Al mismo tiempo, su mirada se fue nublando un poco. Se había bebido cinco del tirón y aquello era demasiado para ella. Se frotó la mano por la frente limpiándose un poco de sudor y después de aquello pegó la frente a la mesa. No quería admitir nada, pero era un poco imposible. El rojo en sus mejillas la delataba y por ello no tardó en alzar su mano derecha en señal de rendición.
Se mantuvo callada por mero orgullo, pero no la iba a engañar. Ella sospechaba que él llevaba mucho tiempo bebiendo y por eso tenía más resistencia que ella. Esperaba ahora la petición de él, a lo que clavó de repente sus ojos en los de él de forma seria. Su mirara expresaba seriedad, pero diversión al mismo tiempo, como si le diese igual todo. La verdad, es que si estaba en la mano de ella, podía hacer cualquier reto del mundo. No tenía vergüenza en aquel sentido y por ello no tardó nada en sonreír de forma maliciosa.
- Adelante…
- Esto no es nada, puedo beber durante años.
Respondió orgullosa bebiendo de nuevo otro plato del tirón y notando el ardor en su garganta. Al hacerlo clavó sus ojos de nuevo en aquella persona y soltó un pequeño suspiro, haciendo que el estado de su garganta fuese un poco mejor. Debía admitir que estaba un poco cansada por el peso de la bebida y su rubor aumentó un poco. Al mismo tiempo, su mirada se fue nublando un poco. Se había bebido cinco del tirón y aquello era demasiado para ella. Se frotó la mano por la frente limpiándose un poco de sudor y después de aquello pegó la frente a la mesa. No quería admitir nada, pero era un poco imposible. El rojo en sus mejillas la delataba y por ello no tardó en alzar su mano derecha en señal de rendición.
Se mantuvo callada por mero orgullo, pero no la iba a engañar. Ella sospechaba que él llevaba mucho tiempo bebiendo y por eso tenía más resistencia que ella. Esperaba ahora la petición de él, a lo que clavó de repente sus ojos en los de él de forma seria. Su mirara expresaba seriedad, pero diversión al mismo tiempo, como si le diese igual todo. La verdad, es que si estaba en la mano de ella, podía hacer cualquier reto del mundo. No tenía vergüenza en aquel sentido y por ello no tardó nada en sonreír de forma maliciosa.
- Adelante…
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"Y eso ocurre cuando quieres ir a lo loco", pensó con algo de exasperación mientras una media sonrisa se formaba en su rostro. Había agregado la condición del ritmo específicamente para evitar que terminara así. Beber todo de una... fue por eso que el joven no cometió semejante estupidez. Con resistencia alta y todo, dudaba que pudiera haber durado si hubiera mantenido un ritmo veloz. Ahora Azumi estaba pagando las consecuencias, aunque en verdad no se encontraba tan mal de todo. Keith creía que, a estas alturas, estaría hablando estupideces o haciendo cosas de raro. Pese a estar algo "contenta", el joven debía admitir que sabía como manejarse. Quitando ese rubor en sus mejillas, no parecía como si la pelinegra en verdad estuviera borracha. Keith se encogió de hombros y miró tranquilamente a la pelinegra.
– Parece que yo gano, princesa – comentó mientras se terminaba el cuarto platillo.
El dragón suspiró y entrecerró sus ojos un poco. Podía pedir de todo, según sus palabras. Desde algo simple, hasta lo más vergonzoso. Incluido algo como "eso", pero... Algo le incomodaba. Fue una victoria para él, sí, pero no lo sentía como una. En el pasado, todas sus victorias habían sido por esfuerzo propio. Esta vez simplemente tomó ventaja de algo que ya estaba estipulado en su cuerpo. Nunca antes había bebido alcohol, por lo que tenía todas las de perder. Si no hubiera sido por su alto metabolismo y resistencia que le daba su fruta, probablemente hubiera caído en el primer y segundo plato.
– No... no acepto una victoria de ese modo – dijo mientras se cruzaba de brazos. – Nunca antes había probado alcohol, por lo que si era un humano normal hubiera perdido en el primer trago – suspiró y revolvió sus cabellos un poco. – Pero yo no soy normal. Mi cuerpo no es completamente humano, y mi metabolismo y resistencia es muy alto gracias a eso – se explicó el joven.
Bueno, a final de cuentas su orgullo impidió que pudiese llevarse la victoria el día de hoy. Había terminado en empate, después de todo. ¿Cómo terminara todo esto?
– ¿Qué hacemos, entonces? – Keith apoyó su mano en su mejilla mientras ponía el codo en la mesa, al tiempo que clavaba sus celeste ojos en los azules de Azumi.
– Parece que yo gano, princesa – comentó mientras se terminaba el cuarto platillo.
El dragón suspiró y entrecerró sus ojos un poco. Podía pedir de todo, según sus palabras. Desde algo simple, hasta lo más vergonzoso. Incluido algo como "eso", pero... Algo le incomodaba. Fue una victoria para él, sí, pero no lo sentía como una. En el pasado, todas sus victorias habían sido por esfuerzo propio. Esta vez simplemente tomó ventaja de algo que ya estaba estipulado en su cuerpo. Nunca antes había bebido alcohol, por lo que tenía todas las de perder. Si no hubiera sido por su alto metabolismo y resistencia que le daba su fruta, probablemente hubiera caído en el primer y segundo plato.
– No... no acepto una victoria de ese modo – dijo mientras se cruzaba de brazos. – Nunca antes había probado alcohol, por lo que si era un humano normal hubiera perdido en el primer trago – suspiró y revolvió sus cabellos un poco. – Pero yo no soy normal. Mi cuerpo no es completamente humano, y mi metabolismo y resistencia es muy alto gracias a eso – se explicó el joven.
Bueno, a final de cuentas su orgullo impidió que pudiese llevarse la victoria el día de hoy. Había terminado en empate, después de todo. ¿Cómo terminara todo esto?
– ¿Qué hacemos, entonces? – Keith apoyó su mano en su mejilla mientras ponía el codo en la mesa, al tiempo que clavaba sus celeste ojos en los azules de Azumi.
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De modo que un metabolismo superior y resistencia exagerada… Algo no iba bien con aquello y ella empezó a pensar que podía tratarse de una especie de ser biónico o no humano. De hecho ¿Tendría alguna fruta del diablo? Tal vez se dopaba, pero su rendición fue honor suficiente para que ella sonriese de forma siniestra. Apretó un poco los puños y después se quedó mirándole a los ojos. En todo caso si había sido un empate, ambos podrían pedir algo al otro y ella no pensaba ser la primera. Se rascó un poco la cabeza y después le miró despacio. Retiró el alcohol unos momentos y se quedó pensativa. Entonces decidió decirlo la primera, así no le quitarían su opción.
- Si ha sido un empate, pediremos algo cada uno. Cómo yo he sido la primera en proponer esto, empiezas tú. La petición de uno no puede anular la del otro, de modo que elige bien, porque después pediré yo.
Dijo con un tono realmente siniestro. Se preguntaba lo que el peligris querría pedir. Había muchísimas opciones, pero no se imaginaba nada de lo que pudiera pasar por su mente. Entonces fue cuando analizó un poco la sala, pero no había nada interesante. Entonces podía tener una ligera idea de lo que diría, sí. Ya tenía su plan en mente y por ello no tardó en reír un poco por lo bajo. Si tenía ese honor, debería cumplir su palabra y ella pensaba arriesgarse mucho. Tendría que vigilar su lenguaje y decirlo con indirectas para no quedar como una loca o algo parecido.
- Adelante, Keith-kun.
Dijo de forma bastante siniestra. Disfrutaba con aquella mirada que dejaba clavada en el chico. Cuando ella la ejercía en su palacio los guardias le temían, pero le agradaba que él no saliese corriendo ni nada por el estilo. Tan solo quería esperar el momento perfecto para cumplir una de sus misiones a la perfección. Se quedó callada a la espera de la petición del chico mientras se cruzaba de brazos. No creía que hubiese nada que la avergonzase lo suficiente.
- Si ha sido un empate, pediremos algo cada uno. Cómo yo he sido la primera en proponer esto, empiezas tú. La petición de uno no puede anular la del otro, de modo que elige bien, porque después pediré yo.
Dijo con un tono realmente siniestro. Se preguntaba lo que el peligris querría pedir. Había muchísimas opciones, pero no se imaginaba nada de lo que pudiera pasar por su mente. Entonces fue cuando analizó un poco la sala, pero no había nada interesante. Entonces podía tener una ligera idea de lo que diría, sí. Ya tenía su plan en mente y por ello no tardó en reír un poco por lo bajo. Si tenía ese honor, debería cumplir su palabra y ella pensaba arriesgarse mucho. Tendría que vigilar su lenguaje y decirlo con indirectas para no quedar como una loca o algo parecido.
- Adelante, Keith-kun.
Dijo de forma bastante siniestra. Disfrutaba con aquella mirada que dejaba clavada en el chico. Cuando ella la ejercía en su palacio los guardias le temían, pero le agradaba que él no saliese corriendo ni nada por el estilo. Tan solo quería esperar el momento perfecto para cumplir una de sus misiones a la perfección. Se quedó callada a la espera de la petición del chico mientras se cruzaba de brazos. No creía que hubiese nada que la avergonzase lo suficiente.
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Bueno, al menos llegaron a un acuerdo. A Keith le parecía justo que, viendo que había sido un empate, ambos le pidieran un reto al otro. Ahora... ¿Qué podría pedir? Podía ser cualquier cosa, y Azumi había accedido a su condición de que los retos a largo plazo igual valía. Eso ampliaba el abanico de posibilidades hasta un número casi ilimitado. Demasiadas opciones y tan poco tiempo para responder... aunque lo cierto era que ya se hacía una idea desde hacía rato. Chasqueó sus dedos mientras una sonrisa algo inocente aparecía en su rostro. Esto le podría valer una buena colleja o un reto de lo más vergonzoso de su parte, pero valdría la pena con solo ver su cara. De todas formas, sería bueno y le daría un tiempo amplio para que pudiera lograr con su cometido.
– Te reto a que, en dos años como máximo, llegues a copa D... – Keith pausó un poco y frunció el ceño. Quizá se había pasado un poco, por lo que bajaría un poco. – Bueno, copa C como mínimo si no te la puedes – finalizó mientras mantenía esa expresión de inocencia fingida en su rostro.
Ignoraba esa mirada siniestra. Puede que fuera intimidante para otras personas, pero él era inmune a eso. Una, dos... Creció con tres mujeres en su niñez. Cada una más mandona y atemorizante que la otra. Una leve sonrisa se formó en su rostro al recordar a esas tres. Pese a esos defectos, el joven no las cambiaría por nada en el mundo. Gracias a ellas se convirtió en la persona que era ahora (anti social), y por eso estaría en deuda por toda la eternidad. Solo quedaba Alice con vida, por lo que la protegería hasta que su vida se acabara.
– Entonces, ¿qué vas a pedirme, Azumi-chan? – preguntó mientras se recostaba en el asiento.
Ya sabía que sería algo vergonzoso, cortesía del reto que usó contra ella. Pese a eso, estaba de lo más tranquilo. No era alguien que sintiera mucha vergüenza en las cosas que hacía (como explicarle a Hikaru como funcionaba la cigüeña en verdad), por lo que podría manejar todo lo que le lanzara. Además... era un experto en encontrar vacíos legales en cosas así. Viendo que la pelinegra no sabía cierto secreto sobre él, podría usarlo como ventaja. Era algo de un solo uso, pero que serviría si era algo sin pudo... Como caminar desnudo, por ejemplo.
– Te reto a que, en dos años como máximo, llegues a copa D... – Keith pausó un poco y frunció el ceño. Quizá se había pasado un poco, por lo que bajaría un poco. – Bueno, copa C como mínimo si no te la puedes – finalizó mientras mantenía esa expresión de inocencia fingida en su rostro.
Ignoraba esa mirada siniestra. Puede que fuera intimidante para otras personas, pero él era inmune a eso. Una, dos... Creció con tres mujeres en su niñez. Cada una más mandona y atemorizante que la otra. Una leve sonrisa se formó en su rostro al recordar a esas tres. Pese a esos defectos, el joven no las cambiaría por nada en el mundo. Gracias a ellas se convirtió en la persona que era ahora (anti social), y por eso estaría en deuda por toda la eternidad. Solo quedaba Alice con vida, por lo que la protegería hasta que su vida se acabara.
– Entonces, ¿qué vas a pedirme, Azumi-chan? – preguntó mientras se recostaba en el asiento.
Ya sabía que sería algo vergonzoso, cortesía del reto que usó contra ella. Pese a eso, estaba de lo más tranquilo. No era alguien que sintiera mucha vergüenza en las cosas que hacía (como explicarle a Hikaru como funcionaba la cigüeña en verdad), por lo que podría manejar todo lo que le lanzara. Además... era un experto en encontrar vacíos legales en cosas así. Viendo que la pelinegra no sabía cierto secreto sobre él, podría usarlo como ventaja. Era algo de un solo uso, pero que serviría si era algo sin pudo... Como caminar desnudo, por ejemplo.
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La venita de la frente de la morena empezó a hincharse de repente y no solo eso, sus puños se apretaron de una forma exagerada hasta el punto de hacerse daño ella misma. Su ira empezó a florecer mientras su expresión pasaba a una totalmente distinta. Era el enfado personificado. De todos los temas del mundo había tocado el único que no debía. Encima era algo absurdo, ya que ella no podía hacer nada para cambiar su cuerpo. Recurrir a las tonterías químicas era un deshonor por su parte. El cabreo la invadía y ahora no pensaba contenerse. Desenvainó su katana a una velocidad impresionante y sin pensárselo se lanzó por el chico. Era el momento de hacer su petición.
- Mi reto es… ¡Que te dejes cortar las orejas, imbécil!
Dijo al mismo tiempo que lanzaba dos rápidos tajos a cada una de ellas tratando de cortarlas con toda su fuerza. El odio la recorría totalmente y todo por culpa de aquel estúpido. Ella se había portado bien con él todo el tiempo y tan solo le iba a pedir que siguieran llevándose bien siempre (Ya que ella posiblemente terminase con precio) Pero descubrió a un obsceno pervertido que mencionó lo único de lo que carecía. Una vez hubiese realizado los cortes, le hubiese dado o no, le daría la espalda y mostraría una expresión fría como el hielo.
- ¿Qué cojones importará eso? Estoy orgullosa del mío y no pienso cambiar mi aspecto con mierdas que usáis los modernos. Ya nos veremos por los mares, marine pervertido. – Dijo fulminándolo con la mirada.
La joven entonces trató de colocarse en pie y empezar a caminar hacia la cubierta con el ceño fruncido. Las venas de su frente continuaban hinchadas y se notaba que poseía un cabreo sobrehumano encima. La rabia estaba invadiéndola y lo primero que haría después de salir del barco sería ponerse a cortes con todo el mundo. Una criminal más a la lista y a ver quién osaba buscarlas teniendo al mismísimo mar de su parte.
- Mi reto es… ¡Que te dejes cortar las orejas, imbécil!
Dijo al mismo tiempo que lanzaba dos rápidos tajos a cada una de ellas tratando de cortarlas con toda su fuerza. El odio la recorría totalmente y todo por culpa de aquel estúpido. Ella se había portado bien con él todo el tiempo y tan solo le iba a pedir que siguieran llevándose bien siempre (Ya que ella posiblemente terminase con precio) Pero descubrió a un obsceno pervertido que mencionó lo único de lo que carecía. Una vez hubiese realizado los cortes, le hubiese dado o no, le daría la espalda y mostraría una expresión fría como el hielo.
- ¿Qué cojones importará eso? Estoy orgullosa del mío y no pienso cambiar mi aspecto con mierdas que usáis los modernos. Ya nos veremos por los mares, marine pervertido. – Dijo fulminándolo con la mirada.
La joven entonces trató de colocarse en pie y empezar a caminar hacia la cubierta con el ceño fruncido. Las venas de su frente continuaban hinchadas y se notaba que poseía un cabreo sobrehumano encima. La rabia estaba invadiéndola y lo primero que haría después de salir del barco sería ponerse a cortes con todo el mundo. Una criminal más a la lista y a ver quién osaba buscarlas teniendo al mismísimo mar de su parte.
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– Yo no haría eso, si fuera tú – dijo seriamente el peligris.
Sus palabras cayeron en oídos sordos y la pelinegra seguía con su ataque; que conste que se lo había advertido. Entró en su forma híbrida y recibió el impacto de lleno en sus orejas. Sabía de sobra que sus resistencia y escamas eran lo suficiente para para un corte de ese poder sin recibir una herida... pero sentía curiosidad por ver si eran lo suficientemente fuertes para destruir el metal de una espada. Oh bueno, si sucedía, probablemente la pelinegra tendría que encontrar un repuesto en otro lugar. Honestamente se sentía confuso; el solo quiso ayudarla un poco con su apariencia. Keith suspiró y se encogió de hombros, al tiempo que se paraba y volvía a su forma humana sin un rasguño. De todas formas, aunque las hubiera perdido, probablemente se hubieran regenerado en un par de semanas. El salía ganando en cualquiera de los dos casos.
– Mujeres son mujeres. Nadie las entiende – susurró mientras se encogía de hombros.
Una vez limpiado todo eso, el joven bostezó y caminó hasta su oficina. Allí se dejó caer en su asiento y frunció el ceño al ver la descomunal torre de papeleo que le esperaba. Eso era lo horrendo de ascender... Que esa mierda se duplicaba cada vez que subías un rango. Más poder para él, más mierda que leer y aprobar. Se llevó una mano a su cabeza y suspiró, al tiempo que colocaba su cabeza en la mesa. Bueno, no era una perdida tan grande. Nobles eran nobles después de todo... Aunque eso sonara muy hipócrita viniendo de su parte.
– Señor, le traigo más papeleo – mencionó un recluta que entró a la oficina con otra pila que... salió de quien sabe donde.
Keith parpadeó y fulminó con la mirada al tipo, ocasionando que empezara a sudar como cerdo en un matadero. No dijo nada durante algunos segundos, incrementando el nerviosismo del hombre, pero luego suspiró y se encogió de hombros.
– Dejadlo en el rincón. Primero terminaré con esto – dijo, para luego fulminar a esa mierda de trabajo que tenía delante.
El recluta tragó en seco, hizo un saludo militar y se marchó por donde vino. Keith suspiró pesadamente y tomó el primer papel. Mientras más rápido terminara con todo esto, más tiempo tendría para él mismo.
Sus palabras cayeron en oídos sordos y la pelinegra seguía con su ataque; que conste que se lo había advertido. Entró en su forma híbrida y recibió el impacto de lleno en sus orejas. Sabía de sobra que sus resistencia y escamas eran lo suficiente para para un corte de ese poder sin recibir una herida... pero sentía curiosidad por ver si eran lo suficientemente fuertes para destruir el metal de una espada. Oh bueno, si sucedía, probablemente la pelinegra tendría que encontrar un repuesto en otro lugar. Honestamente se sentía confuso; el solo quiso ayudarla un poco con su apariencia. Keith suspiró y se encogió de hombros, al tiempo que se paraba y volvía a su forma humana sin un rasguño. De todas formas, aunque las hubiera perdido, probablemente se hubieran regenerado en un par de semanas. El salía ganando en cualquiera de los dos casos.
– Mujeres son mujeres. Nadie las entiende – susurró mientras se encogía de hombros.
Una vez limpiado todo eso, el joven bostezó y caminó hasta su oficina. Allí se dejó caer en su asiento y frunció el ceño al ver la descomunal torre de papeleo que le esperaba. Eso era lo horrendo de ascender... Que esa mierda se duplicaba cada vez que subías un rango. Más poder para él, más mierda que leer y aprobar. Se llevó una mano a su cabeza y suspiró, al tiempo que colocaba su cabeza en la mesa. Bueno, no era una perdida tan grande. Nobles eran nobles después de todo... Aunque eso sonara muy hipócrita viniendo de su parte.
– Señor, le traigo más papeleo – mencionó un recluta que entró a la oficina con otra pila que... salió de quien sabe donde.
Keith parpadeó y fulminó con la mirada al tipo, ocasionando que empezara a sudar como cerdo en un matadero. No dijo nada durante algunos segundos, incrementando el nerviosismo del hombre, pero luego suspiró y se encogió de hombros.
– Dejadlo en el rincón. Primero terminaré con esto – dijo, para luego fulminar a esa mierda de trabajo que tenía delante.
El recluta tragó en seco, hizo un saludo militar y se marchó por donde vino. Keith suspiró pesadamente y tomó el primer papel. Mientras más rápido terminara con todo esto, más tiempo tendría para él mismo.
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