Perdido en la oscuridad. Solo un rayo te salvará. [Moderado 3][Asriel]

Tus órdenes no son para nada específicas y los cazadores te miran confusos pues piensan que tú eres el líder y debes ser tú quien dé las órdenes. Por otra parte, los tiradores del grupo (que no son más que cuatro) usan todo tipo de armas para asediar a la feroz bestia, sin obtener un buen resultado debido a la resistente armadura del primate. Los luchadores (que no son más que cinco) se dan de hostias contra tu objetivo, pero muchos de ellos no son capaces de resistir los brutales puñetazos del simio; es más, muchos de ellos tienen miedo de ser asesinados, considerando que su compañero murió en manos del monstruo. ¿Se te ocurre alguna orden, más específica?

Para suerte tuya, los únicos hombres que hacen su trabajo son los cazadores, quienes flanquean a la criatura. Uno de ellos da un enorme salto, logrando clavar ambas dagas en el cuello; sin embargo, es agarrado por una de las manos del monstruo y es lanzado impactando directamente contra un árbol. “Diablos, si solo supiera qué hacer…” Es lo que escuchas en uno de tus soldados, parece que aquí solo hay un problema de estratega. Como resultado de tu primer intento de ataque, dos de los luchadores que hicieron de primera línea caen inconscientes y las probabilidades de que mueran son altas. A este paso no conseguirás ni siquiera acercarte a la tribu enemiga.

El gorila pasa de tus hombres y se enfoca directamente en ti, parándose con las dos patas traseras y golpeándose el pecho. Inmediatamente cae sobre sus puños delanteros y carga hacia ti a una velocidad increíble, es mejor que lo esquives. En caso de no hacerlo, aquí termina tu historia.

Pese a la oscuridad, los tiradores buscan la zona más alta del terreno para poder apuntar bien y lanzar sus proyectiles hacia donde tú has dicho. Por suerte para ti, el gorila no conectó su ataque y terminó derribando un par de árboles; es tiempo de acabar con él. Te iluminas y sientes una poderosa fuerza que fluye en tu interior, parece que ya estás dominando esta técnica. A penas das la orden de fuego, los tiradores tensan las cuerdas de sus arcos y una lluvia de flechas cae sobre la bestia, soltando un fuerte grito de dolor.

Los guerreros intentan detener sus movimientos para que no avance, logrando mantener cierta distancia; la batalla ya está tornándose a tu favor. Una vez conectas tu técnica, la bestia se sacude y comienza a lanzar puñetazos a ciegas, pero por suerte no ha dañado a nadie. Antes de que pudieras dar el salto, el enorme gorila de armadura da media vuelta y comienza a correr. Bien, puedes seguirle y acabar con su vida para que no termine lastimando a nadie más o puedes dejarle y enfocarte en tu verdadera misión. Aún falta mucho para llegar y tal vez debas apresurarte, perdiste a un hombre y terminaste un poco herido.

Los hombres desaparecen por un momento en busca de hierbas medicinales y vuelven después de unos veinte minutos. Algunos cargan en sus manos una grotesca cantidad de flores y hierbas, pero otros vuelven con las manos vacías. En todo caso ninguno de ellos aparenta saber medicina, de hecho, ahora tienes otro problema.

–Uno de nuestros chamanes murió peleando contra la bestia –dice uno de tus hombres–. No haremos mucho con estas plantas la verdad.

Los murmullos recorren todo el lugar, tus subordinados no parecen estar del todo contentos. Deberías pensar en alguna forma para aliviar el dolor y sanar las heridas de tus compañeros, tal vez es posible que si preguntas a cada uno de ellos, encuentres a alguien que sí sepa un poco de medicina. En caso de que lo hayas hecho y efectivamente hayas encontrado a alguien, la moral de tus hombres subirá y podrás seguir adelante.

Sin importar si tus hombres están recuperados o no, debes seguir caminando. El camino es oscuro, sigues tropezando un par de veces, pero parece que tu vista se está acostumbrando a la oscuridad, ¿acaso tus sentidos se están mejorando? Puedes escuchar claramente las pisadas de tus hombres, y eso que son expertos caminando en el bosque. Después de unas cinco horas de caminata, comida y descanso llegas hasta el fin del bosque y comienza una llanura. Puedes ver que hay enormes rocas que pueden servir para esconderse de posibles enemigos, y más allá de estas descubres un tenue color anaranjado en el horizonte. ¿Qué será?

El explorador vuelve rápidamente y comienza a descansar sobre sus rodillas con la cabeza mirando al suelo. Está cansado y parece que ha tenido que correr mucho para llegar hasta donde estás, y a juzgar por sus expresiones en el rostro no es que traiga buenas noticias. El hombre, tras recuperar el aliento te advierte de los peligros que conlleva llegar hasta donde tú pretendes llegar.

–Es la aldea enemiga, Cazador –te dice con respeto–. Conté rápidamente, así qué tan certero sea el número... Cazador, hay más de cincuenta soldados en la aldea enemiga. Si nosotros vamos a por ellos, seguramente moriremos.

–Podemos tomarlos por sorpresa –dice repentinamente otro de ellos–. Nadie espera que ataquemos, y ambos sabemos que somos mejores guerreros que ellos.

–Claro que lo somos, pero también es cierto que estamos heridos y cansados –replica el explorador–. Cazador, ¿qué hacemos? En cualquier caso, si nos quedamos mucho tiempo aquí, terminarán por pillarnos.

Decide atacar o quedarte a esperar al otro escuadrón para que así sean un buen número, aunque con la aparición del otro fuerte se acaba toda esperanza de realizar un ataque sigiloso. Sin embargo, debiste haber propuesto alguna señal para saber en qué momento deberán atacar o especificar el plan... ¿Ahora cuándo sabrás que es el momento? Considera esto, tal vez sea mejor opción entrar y asesinar a varios. En todo caso no deberían tardar mucho en llegar los refuerzos, pero es tu decisión.

En caso de que hayas decidido esperar, no pasará nada... ¿o sí? Por otro lado, si aceptas atacar sigilosamente, deberás elaborar un buen plan porque de lo contrario morirás. No es un juego. En caso de que te acerques a la aldea verás que hay una pequeña empalizada de dos metros de alto, parece difícil cruzarla pero si exploras bien descubrirás que hay un pequeño agujero entre la tierra y la base de esta. Cabes perfectamente por allí. ¿Qué decidirás? ¿Esperar o atacar? Ambas decisiones tienen sus riesgos, solo escoge la que mejor te acomode.

Como siempre… Esperas demasiadas cosas en vez de salir a dirigir a tus hombres en el campo. ¿Tu principal error? Encargarles demasiadas tareas a los tiradores, cuando en realidad no son tantos como para encargarse de tantos enemigos. En fin, puedes ver como tus subordinados desaparecen tras las sombras y tras un rato comienzas a escuchar gritos provenientes desde la tribu. Inmediatamente después el cielo comienza a iluminarse de un intenso color anaranjado mezclado con tenues tonos rojizos, indicando que es producto de llamaradas de fuego.

¿Qué sucedió? Te podrás preguntar. Uno de tus hombres falló un tiro y alertó a uno de los guardias, el cual avisó al resto. Puedes ver que un montón de guerreros armados con lanzas, espadas y todo tipo de armas salen corriendo hacia ti. Es tiempo de defenderse. Un hombre de casi dos metros de altura, barbilla pronunciada y ojos negros te mira con deseos de hacerte trizas. En cada una de sus manos porta un hacha, las cuales blande con destreza. Tras unos pocos segundos de verte carga directamente hacia ti y en el momento en que llega, deja caer dos tajos descendentes y verticales. Es tiempo de esquivarlos, o bloquearlos; como prefieras.

Logras posicionarte fácilmente en su espalda para darle un corte con tus espadas, pero la armadura del hombre le protege de casi todo el daño, provocando nada más que un par de heridas superficiales. Sin embargo, no tienes suficiente tiempo para cortar sus brazos y toda tu estrategia es derrumbada por no haberla planteado bien. El hombre se da vuelta, bloquea tus espadas y te manda un pisotón en el pecho que te hace retroceder; pese a que duele, parece no provocar mucho daño.

–¡Estás muerto, sabandija! –Te grita justo antes de cargar hacia ti.

El guerrero comienza a girar ambas hachas y estas arden violentamente, rodeándose de llamas calientes. Tras eso, corre directamente hacia ti a una increíble velocidad. Justo cuando llega hacia ti lanza un corte descendente a toda potencia, que parece poder cortar fácilmente el hierro; ni pensar lo que puede hacer con un cuerpo humano. O de animal, en tu caso. Las llamas siguen el movimiento de las hachas y estas, sin importar si impactan contra ti o no, provocan una explosión en cono de 120º que abarca por lo menos unos tres metros. Más vale que lo esquives bien, de lo contrario, recibirás serias quemaduras y probablemente tu aventura aquí se termine.

Penalización: Únicamente te limitas a decir “esquivé de aquí para allá” y a mencionar un montón de acciones sin justificación ni narración. No me gusta. Es una escritura que puede mejorar y deberías argumentar tus acciones. No es lo mismo decir “usé mi electro para esquivar”, a decir: “Cargué de electricidad mis piernas, para así moverme ágilmente y buscar un espacio para posicionarme mejor y darle un corte cruzado en la espalda de mi enemigo. Me lanzo hacia él y en el último momento doy una voltereta, permitiendo así esquivar por los pelos el corte del bárbaro que se alza sobre mí”.

El grito de los hombres llega a tus oídos y con ello puedes ver que llegan los refuerzos. Los hombres del otro escuadrón cargan violentamente hacia tus enemigos y uno de ellos enfrenta al hombre que tienes en frente. Ya no es necesario que sigas luchando contra él; bueno, puedes hacerlo pero no es necesario. Recuerda tu objetivo, pues ya va faltando poco. Desde este momento tienes completa libertad para decidir qué hacer.

Elegir quedarse en el campo de batalla retrasará indudablemente tu objetivo principal, pero ayudarás a tus compañeros de armas y tal vez las bajas sean mínimas. Quedarse a luchar contra tu enemigo hará que tus movimientos ofensivos descritos en tu post anterior se realicen. Finalmente, puedes correr hacia delante y encarar directamente a su jefe… Por cierto, dentro de lo poco y nada que logras ver, hay un hombre de imponente tamaño que lleva un gigantesco sable en sus manos y de su cuello cuelga un collar que termina en una esfera muy brillante.