Tiempo sin vernos, capitán [Privado - Syxel y Nassor] (+18)

Ambos mantuvimos el silencio durante unos instantes, hasta que Nassor pudo reaccionar a lo que acababa de ver. Ligeramente pálido, y con la mirada clavada en mi rostro, se forzó a reaccionar y estrecharme la mano. Quiso decir algo, pero no debió de encontrar las palabras porque se quedó en un amago. Pero mientras ambos asentíamos entendí que finalmente se encontraba satisfecho, había comprobado lo que quería.

- Entiendo que no es fácil de asimilar.

Con el paso de los años había visto todo tipo de reacciones al adoptar aquella forma. Y al menos él había mantenido la calma. Después de todo, no debía de ser una sensación agradable la presión que ejercía semejante oscuridad.

- Será mejor que volvamos al muelle, tus nuevos camaradas nos esperan.

El pelirrojo asintió, notablemente más tranquilo, y recogió sus cosas. Hice lo propio y recuperé mis espadas, enfundando ambas y ciñéndolas a mi cinturón. Para luego dirigirme al extremo del acantilado para tomar el mismo camino que había seguido en el ascenso. Nassor iba justo detrás, descendiendo por la rocosa ladera sin una sola queja por la herida de su pierna. Ni tan siquiera me planteé ofrecerle mi ayuda, pues sabía bien que lo consideraría una ofensa, por lo que ya la trataría una vez en el barco.

Apenas unos minutos después ya nos encontrábamos recorriendo las calles de aquel asentamiento pirata. Durante mis años en el North Blue aquel archipiélago me había servido de hogar y refugio en más de una ocasión, y no pude evitar sentir algo de nostalgia al ser consciente de que probablemente no volvería.

- Espero que estés preparado para el viaje que nos espera - me dirigí a mi viejo amigo.

- Puedes contar con ello - se limitó a responder, acompañando sus palabras de una sonrisa.

Enseguida pude ver el muelle, no muy lejos de nuestra posición, y no tardé en ubicar nuestra embarcación. Contaba con que Airok y Jish hubiesen cumplido con mi encargo y reunido las provisiones. Así que una vez que nos reuniésemos a bordo, ya todo estaría listo para zarpar.

Avergonzado consigo mismo, se dio la vuelta y se dirigió a recoger sus cosas. El gesto era en realidad para ocultar sus emociones, pues en cuanto se giró hizo una mueca de rabia y se mordió el labio con fuerza, furioso consigo mismo. Comprobó que todo estuviera en su petate, en un gesto vacío e inútil, pues ya sabía que todo estaba ahí. Todo lo que quería era tener un momento para sí mismo, para mortificarse por su debilidad. Había fallado en lo único que no tenía que haberlo hecho: había retrocedido y dejado que el miedo lo dominara. Su capitán le había mostrado un gesto amistoso y de compañerismo tras la dura batalla y ni siquiera había sido capaz de dominarse. Respiró hondo calmándose un poco, más resignado que otra cosa. No merecía la pena llorar sobre la leche derramada y aunque había mostrado su debilidad faltando a su deber como guerrero, todo lo que tenía que hacer era no repetir la falta. Con un rostro adusto se echó el petate al hombro y caminó hacia su capitán impertérrito y con apariencia nuevamente impasible y calmada, sin rastro alguno del miedo que había mostrado antes. Se puso a su lado y le hizo un gesto con la cabeza.

- Estoy listo.

El descenso fue duro, no por la complicación en sí de trepar por la pared rocosa hacia abajo, con el constante peligro de dar un paso en falso y caer al vacío, sino por su herida. Que Syxel estuviese por delante de él era un alivio, pues le permitía pararse de vez en cuando a dejar reposar su extremidad unos segundos sin darle muestras de debilidad. Tras todo aquello estaba algo taciturno, pero poco poco y pese al dolor que sentía, su alegría retornó. Se había acabado la espera y los años de recorrer en solitario el mar, había llegado al fin el momento de levar el ancla y partir con su amigo. Aún no conocía a nadie más de su banda, pero no estaba excesivamente preocupado por aquello. Nunca había sido una persona particularmente sociable, no porque fuese de trato difícil o desagradable, sino simplemente porque disfrutaba más del silencio que de parloteo constante e inútil. Muchas veces una mirada o un gesto lo decían todo así que, ¿por qué perder tiempo en hablar de más? Además estaba mejor a su aire atendiendo a sus propios asuntos que intercambiando palabras vacías con otros. Syxel era una especie de excepción y era más hablador con él, pero era un caso especial. Era difícil no confiar en alguien con quien habías pasado años en una celda y combatido codo con codo. En el momento en que terminaron el descenso, un enorme felino de piel moteada se les acercó silenciosamente, pero Nassor lo vio en cuanto lo tuvieron a unos metros.

- Se me había olvidado. Esta es Kilah, mi compañera y ladrona de comida. Te recomiendo ponerle candado o algo a la nevera en el barco.

Esta se limitó a sentarse y lamerse la pata como si aquello no fuera con ella. El pelirrojo esbozó una sonrisa y se acercó al animal, acariciándole el lomo. La gueparda reaccionó lanzándole un mordisco juguetón a la mano, sin hacerle daño real. Era un animal esbelto y elegante, de mucho mayor tamaño que el resto de los de su raza. Su cruz estaba a la altura de la cintura de Nassor y de la cabeza a la cola era más grande incluso que el propio luchador. Un rasgo llamativo a parte de su tamaño eran sus ojos, uno dorado y el otro azul. Echó a andar acompañando a su capitán hacia el puerto y Kilah se levantó caminando silenciosamente a un par de metros de ellos, observando todo con sus atentos ojos. Del puerto llegaban voces de un barco viejo y con no demasiada buena pinta. Mirándolo con cierto desdén por la falta de disciplina, se dirigió a que creía que debía ser de Syxel, un imponente galeón de buen tamaño. Cuando se dio cuenta se habían separado ya un trecho y el espadachín se dirigía al navío de la tripulación bulliciosa. El pelirrojo entornó los ojos y contuvo un suspiro, dirigiéndose hacia su amigo.

- De tal capitán, tal banda - le dijo con su seriedad habitual, pero con un ligero tono de burla.

- Espero que estés preparado para el viaje que nos espera - dijo Syxel de repente.

- Puedes contar con ello – respondió, sonriendo.

No sabía bien cuanto tiempo había pasado ni qué hora era, pero cuando salí a cubierta escuché a Jish dando el aviso para irnos sin muchas ganas de esperar por nadie más, lo que me irritó bastante pero, restado con el buen rato que acababa de pasar en mi camarote, no iba a ser causa para que me arruinase el día. Sólo tenía que poner a cada uno en su sitio.

-- Aquí nadie hace nada hasta que yo lo diga -- Había apresurado un poco el paso para llegar a cubierta mientras estuviesen allí los reclutas.

Mantuve mi paso para acercarme a la posición de Jish, que no paraba de mirarme como si no se esperase que saliese justo en aquel momento. Casualmente había sido todo muy oportuno.

No podía negar que a una parte de mí le gustaba contradecir y restar la autoridad de Jish, pero aquel momento no lo hacía por puro placer, sino por necesidad. No había dejado jamás tirado a Syxel en ningún puerto y no iba a ser aquella la primera, y mucho menos a causa de que un chaval se impacientara. Por dentro estaba más molesta de lo normal, pero no iba a dejar que se me notase más de lo que ya se me notaba siempre.

-- Haced recuento de las provisiones panda de holgazanes, y revisad que el navío esté listo para zarpar en cuanto llegue el Capitán -- Recalqué esa última palabra mirando a Jish directamente.

-- No me gustan las conversaciones largas y mucho menos tener que explicar la misma cosa dos veces. -- Dije con un tono de lo más neutro y relajado, realmente nunca había sido de pegar gritos. -- Hasta que tu Capitán no lo ordene, aquí nadie respira. Si él no está, hasta que yo no lo ordene, aquí nadie respira. Y si te parece que ninguno de los dos está, aquí nadie se mueve medio centímetro si yo no lo digo porque yo siempre estoy. --

Lentamente me alejé de aquel inepto muchacho y miré el muelle desde arriba. Los cabos de amarre seguían bien atados y la ausencia de oleaje creaba una sensación de estabilidad poco usual sobre un navío a flote. Me crucé de brazos y sin mirarlo concluí.

-- Si no te gustan nuestras formas, puedes irte ya -- Me di media vuelta descruzándome de brazos y volviendo a cubierta -- O puedes pensártelo y te tiras luego por la borda --

Definitivamente aquel personaje no me caía nada bien y eliminaba cualquier resto carismático que pudiera quedar en mi persona.

Una vez en cubierta, algunos reclutas se acercaban a mí con dudas y tareas que ya habían terminado. Confiaba en que Syxel llegaría de un momento a otro por lo que me dispuse a terminar de revisar que todo estuviera listo para zarpar.

Subí a bordo sin llamar demasiado la atención. Acompañado de Nassor, que caminaba justo a mi lado, y de Kilah, el enorme felino que nos seguía de cerca. Una vez en cubierta me acerqué a Airok, que se encontraba discutiendo algo con Jish. Esperé a que este terminase de hablar, y dejé caer la mano sobre el hombro del primero. El pequeño liante dio un salto, como si tuviese muelles en lugar de piernas, y se quedó mirándome en completo silencio. Aunque trataba de disimularlo, estaba claro que no esperaba verme en aquel momento.

El silencio se mantuvo durante unos instantes. Jish aguardaba expectante cualquier palabra que saliese de mi boca mientras Airok trataba sin mucho éxito de contener una carcajada, y yo me limitaba a mirarlos una y otra vez. A ellos dos y a cuantos se encontraban a su alrededor, entre los que pude ver alguna que otra cara nueva y magullada.

- Me encargaré de ti en unos minutos - sentencié señalando a Jish, para luego dirigirme a mi intendente. - En cuanto a ti… - hice una breve pausa mientras con la mano señalaba al extraño tipo que había subido a bordo buscándola. - ¿Hay algo que tengas que contarme?

Airok me mantuvo la mirada sin pestañear, y cuando la mantenía de esa forma ya me quedaba claro que algo ocurría. Enseguida pude hacerme una idea de lo que había pasado. Me encogí de hombros al mismo tiempo que exhalaba, resignado. Sin decir ni una palabra a la pelirroja di media vuelta.

- La chica se queda. - Saqué un par de monedas de uno de mis bolsillos y se las entregué a aquel desgraciado. - Si tienes algún problema, podemos discutirlo. - Añadí, consciente de que no había quedado conforme con mi resolución. Y tal y como esperaba, se marchó sin rechistar.

En cuánto hubo abandonado nuestro barco me dirigí a Airok, cambiando el tono a uno algo más serio. - La dejaremos en el próximo puerto que visitemos. - Solucionado el primer problema, mi dirigí a mi viejo y liante amigo. - Esto me duele a mi más que a ti - exclamé con una sonrisa.

Definitivamente me estaba desafiando. Parecía que mientras más le decía, peor escusas me daba y con más ahínco intentaba convencerme de dejar a Syxel en tierra. No sabía ya si terminar de darle una bofetada, si tirarlo al puerto y dejarlo allí a él, o qué narices hacer ya con ese maldito canijo. Todos los reclutas nos miraban discutir, y lo último que necesitaba ahora era encima ponerme histérica, por lo que trataba de contenerme todo lo posible.

De pronto, mi cabreo se disipó cuando Jish saltó hacia el otro lado al ver que Syxel estaba justo detrás de él. Yo tampoco lo había visto llegar, y el pensar que hubiera escuchado aunque sea parte de la conversación me reconfortaba. Y tras poner a Jish en su sitio, me tocó a mi...

El viejo de la chica estaba en cubierta, seguramente al ver el panorama, habría vuelto para recoger su mercancía un poco antes de lo que me esperaba. Ante la pregunta de Syxel, no pude contestar.

Al fin y al cabo, era el capitán y como tal, merecía cierto respeto. Era cierto que siempre terminaba haciendo lo que me daba la gana cuando él no estaba, pero ya me había llamado la atención otras veces diciendo que debía de dar ejemplo y tal vez aquella situación no era una de las mejores.

Para mi sorpresa, se deshizo del viejo y me dejó quedarme a la muchacha. No solo tendría corset nuevo, sino que además, un entretenimiento para un par de días.

Asentí con la cabeza ante su advertencia de que bajaría en el próximo puerto, y me dirigí hacia la tripulación, dejándolo sólo con Jish para lo que esperaba fuera un buen rapapolvo.

-- ¿Qué estáis mirando? ¡preparaos para partir holgazanes! -- Caminaba por cubierta dando las indicaciones oportunas y esperando el tiempo justo para que lo comenzasen a hacer y dar la siguiente -- ELEVAD ANCLA, TODO A ESTRIBOR, TIRAR AMARRAS, SOLTAD LA VELA MAYOR -- el navío comenzó a moverse lentamente, y una vez estuvo lo suficientemente lejos del puerto y alejado del barco que había atracado delante, terminé de indicar -- TODO A BABOR HASTA ENDEREZAR Y SOLTAD VELAS. Vámonos ya de este lugar -- susurré mientras me dirigía con seguridad a mi camarote

Una vez entré, vi a aquella joven de pie mirando hacia los lados, como nerviosa.

-- Nos movemos, no puedo quedarme aquí, el viejo... no puedo irme -- hablaba muy agitadamente, a penas reservaba aliento para respirar y hablar a la vez

-- Sshh -- la agarré por los brazos y para tranquilizarla -- ya está todo arreglado -- le cogí la cara para que me mirase a los ojos -- te vas con nosotros--

Los latidos de su corazón bajaban el ritmo poco a poco a medida que me miraba y su respiración se tranquilizaba. ¿Era posible que hubiese conseguido que alguien confiara en mi? De pronto, sus ojos se tornaron en un brillo triste y preocupado... Ya no sabía qué más hacer para consolarla.

La cogí de la mano con la mayor delicadeza que pude y caminé con ella por el pasillo mientras me abrazaba. Al llegar a una puerta la abrí ante su mirada expectante, era otro camarote, más grande que el mío y con un escritorio a un lado. La senté sobre la cama mientras no paraba de mirarme extrañada.

-- Todo va a salir bien --

Y luego...:

Cuando subieron a bordo pudo al fin ver quiénes eran los causantes del jaleo: una mujer joven pelirroja vestida con un traje que parecía de oficial naval y un tricornio y un chico moreno y delgado. Además había una buena cantidad de piratas que no parecían estar interviniendo activamente en la discusión. Ella parecía ser una de los oficiales de Syxel por su forma de hablar y tono autoritario, mientras que el otro... bueno, en cuanto Nassor escuchó lo que estaba diciendo frunció ligeramente el ceño. No tenía claro si lo estaba diciendo de broma o no, pero el mero hecho de que alguien insinuara algo como aquello no era algo que fuera a tolerar. Se acercó silenciosamente al tipo y se situó a su espalda, con los brazos cruzados y los ojos clavados en él. Si bien el pelirrojo en sí ya era intimidante (especialmente por el hecho de que le sacara un par de cabeza en todas direcciones al chico), su mirada desafiante y el gesto de desagrado lo acentuaban. Carraspeó con fuerza para llamar su atención y una vez se hubiera girado se quedaría mirándolo a los ojos en silencio durante unos segundos, sin pestañear. Luego dijo, inesperadamente calmado y tendiéndole la mano.

- Saludos, mi nombre es Nassor.

Se la estrecharía con fuerza y sin dejar de mirarle fijamente o variar la expresión. Tras eso volvió a coger el petate y a echárselo al hombro, dirigiéndose a la bodega a dejar sus cosas, mientras escuchaba a Syxel lanzarle la amenaza. A medio camino se paró y giró la cabeza hacia él:

- Por cierto, si vuelves a sugerir o siquiera insinuar algo de un motín, te pasaré por la quilla.

Acompañó sus palabras con una mirada cargada de ira, algo inusual en el luchador. Normalmente era una persona muy poco expresiva y calmada que rara vez mostraba lo que sentía. Sin embargo aquella situación lo había sacado de sus casillas; esperaba por el bien de aquel chico que hubiese estado de broma. A pesar de que había decidido hacerse pirata, lo había hecho sólo por Syxel y seguía teniendo muchos prejuicios contra ellos. Ya se había mentalizado para lo peor y asumido que estaría rodeado de gente indisciplinada y bulliciosa, muy diferente a todo lo que había hecho hasta ahora, pero eso no implicaba que fuera a tolerar las faltas de aquel tipo. A menos que Syxel le dijera específicamente lo contrario, pensaba encargarse de cualquiera que tuviera la mala idea de enfrentarse a su compañero. Abrió la compuerta de la bodega y comenzó a bajar, mientras por su parte Kilah avanzaba cuidadosamente por cubierta olfateándolo todo con actitud desconfiada. Al cabo de un rato se quedó mirando el castillo de proa meneando la cola, flexionó las piernas y subió al techo, acurrucándose en este con un ronroneo.

- ¿A dónde pondremos rumbo, capitán? - dijo con una media sonrisa saliendo de la bodega.

Viendo al resto trabajando, comenzó a trepar por el mástil para ayudar a desplegar las velas. A pesar de que no era un marinero experto tampoco era profano en el tema, en muchos de sus viajes había estado en barcos mercantes como uno más trabajando para sacarse unas monedas y viajar gratis. Además su agilidad era una ayuda a la hora de moverse rápidamente por los palos y desatar cabos. Observó el mar frente a ellos y volvió a esbozar un amago de sonrisa, feliz. Su aventura estaba por comenzar, y esta vez no partía solo. Por primera vez en mucho tiempo se alegró de estar en compañía.

Mientras Nassor se presentaba ante su nuevo camarada, llamé la atención de un par de miembros de la tripulación, que acudieron raudos hasta nosotros. Tras dirigirles unas simples palabras, sujetaron al liante de brazos y piernas, alzándolo en el aire mientras este trataba inútilmente de liberarse.

Ante la atónita mirada de todos los presentes, en especial de los nuevos reclutas del día, recorrí la cubierta seguido de cerca de los dos hombres, que cargaban con un cada vez más inquieto Jish. Justo antes de llegar al castillo de popa me detuve. Di media vuelta, encarándome a mis acompañantes, y alzando la diestra les señalé la rueda del ancla. Un enorme mecanismo, con una rueda horizontal, que utilizábamos para subirla y bajarla.

Sin un solo ápice de duda, tumbaron al pasajero sobre la gran pieza de madera y le sujetaron, mientras un tercero cercano comenzó a atarlo a la misma. Los nudos serían suficiente para mantenerlo ahí durante un rato. Algo que esperaba fuese suficiente para tener unos minutos de tranquilidad.

- Aprovecha este tiempo para aclararte las ideas - me despedí mientras le volvía la espalda.

Paseé de nuevo por la cubierta, intercambiando miradas con los miembros de la tripulación que me iba cruzando. Enseguida identifiqué a los hombres que habrían reclutado en la taberna, como les pedí, pues sus caras eran las únicas que no reconocía a bordo del barco. Pero tanto estos como los más veteranos iban de un lado a otro, atareados. Airok les había dado las órdenes pertinentes antes de zarpar, y todos se aseguraban de cumplirlas sin rechistar. Quizás no le gustase demasiado su trabajo, pero debía reconocer que era efectiva en ello.

Tras pasear durante un rato me reuní con mi viejo amigo, el guerrero pelirrojo, que había estado observando la escena tratando de ocultar una sonrisa de diversión en su serio semblante.

- Puede que creas que estoy loco - comencé, respondiendo a su pregunta. - Y lo cierto es que no serías el único, ni tengo argumentos para discutírtelo. - Ante mis palabras, la expresión de su rostro cambió a una de duda. - Volvemos a Cliff Island. Tenemos asuntos que resolver antes de continuar con nuestro viaje.

Ante mi revelación, Nassor se limitó a torcer ligeramente el rostro, mas no añadió nada. Aunque no hacía falta para saber que nuestro destino no era de su agrado. Confiaba en que comprendiese la necesidad de hacerlo una vez le explicase el plan que, desde hacía ya varias semanas, iba tomando forma en mi cabeza.

Estando todo listo en cubierta, y dejando a Balagus al mando mientras zarpábamos, decidí finalmente retirarme a mi camarote. Había sido un día largo, por lo que necesitaba un buen trago y la comodidad de un buen colchón. Llegué hasta la puerta de la habitación y la abrí, pero tras cruzar el umbral de la misma me detuve. Bajo las sábanas de mi cama se entrelazaban. Al verme entrar, una de ellas dio un ligero salto, y su mirada se clavó en mí. Se trataba de una joven adorablemente bella, de mirada inocente y expresión tímida. Al verla arqué una ceja, sorprendido por su presencia.

Miradas:

Parecía haberse alarmado con mi llegada, pero la pelirroja enseguida comenzó a tranquilizarla mientras acariciaba su cabello. Dirigí entonces la mirada a la pelirroja, quién me la devolvió cargada de complicidad y con una media sonrisa. Encogiéndome de hombros di un paso al frente, para luego cerrar la puerta a mi espalda con un golpe de mi bota.

Al lío:

Dejándose llevar, ambas continuaron con sus juegos mientras yo me dirigía al escritorio. Sin dejar de observarlas me retiré el abrigo, dejándolo sobre una silla cercana. Y luego el cinturón con mis espadas, que dejé sobre la misma mesa. Alcé el brazo hasta un estante cercano y tomé una botella, de cuyo contenido di un largo trago. Finalmente entendía los motivos que habían llevado a mi intendente a actuar de esa manera, arriesgándose a una discusión. Después de todo, aquella joven me recordaba a la misma Airok que, años atrás, había conocido en Cliff Island.

Recorrí la estancia hasta llegar a una pequeña mesilla junto a la cama. Dejé sobre esta la botella y me senté junto a Airok. Primero me quité las botas, y acto seguido la camisa, dejando al descubierto un torso lleno de tatuajes y alguna que otra cicatriz. Tras dar otro trago a la botella, volví a dejarla en la mesilla y me tumbé de espaldas, uniéndome a la fiesta.

Good night: