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El sonido de unos cascabeles se escuchó en mitad de la noche. Todo parecía relajado, pues el viento apenas soplaba y no había mucho alboroto en las calles. La luna estaba llena sobre aquella isla del Norte. El frío se hacía notar pese a todo. Los aullidos de los lobos se escuchaban a la perfección y eso podía poner nerviosas a muchas personas. De hecho, era otro de los motivos por el que no había ni un alma por la calle. Un trueno sonó de repente, cayendo al suelo y provocando un pequeño estallido. Algunos nubarrones cruzaban el cielo de forma tétrica y todo parecía ser malo aquella noche. Era un escenario escalofriante sin duda alguna. Nada parecía poder cambiar aquello, se venía una noche siniestra y bastante horripilante.
Una figura avanzaba despacio por una de las calles. No podía verse su rostro debido a que poseía un sombrero de madera con algunas tiras de papel que bajaban ocultándola. También poseía unos leves cascabeles en los hombros. Se podía ver una corta melena oscura en la parte de su nuca. Vestía con un kimono negro típico de los samuráis de Wano y unas sandalias de madera. En su espalda podía verse una mochila y en su cintura la vaina de una katana. Los pasos de aquella persona la llevaron a una pequeña colina que terminaba en un río. Ella se sentó en la orilla con los ojos cerrados y se tumbó bocarriba, mirando el cielo y escuchando los truenos.
Se trataba de Azumi Taketo, una joven samurái mafiosa que estaba empezando su camino y había decidido visitar aquella isla en busca de rumores sobre los Taketo. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos metió la mano en su mochila, sacando lo que parecía ser una botella de plástico. Al abrirla salió un pequeño olor a sake y entonces le dio un trago. Finalmente se quitó el sombrero desvelando sus ojos oscuros y su rostro pálido, pero hermoso. Mostró una expresión calmada y volvió a dar otro trago mientras observaba el río con toda la calma del mundo. Le parecía un sitio magnifico para relajarse y además estaba bien abrigada. Se abrazó un poco así misma y después se peinó a un lado.
- Vaya mala suerte he tenido hoy, no logro encontrar nada útil sobre la mafia…
Dijo en un tono calmado al mismo tiempo que continuaba observando la situación. Acarició su espada despacio por encima de la vaina y después de unos momentos se estiró allí tumbada. Estaba realmente a gusto y empezaba a sentir demasiada pereza para levantarse y continuar buscando. De hecho, una leve brisa hizo que se abrazase todavía más y queda allí tumbada con los ojos cerrados, sin estar dormida claro. Su expresión era dulce y adorable, todo lo contrario a como en verdad solía ser de primeras.
Una figura avanzaba despacio por una de las calles. No podía verse su rostro debido a que poseía un sombrero de madera con algunas tiras de papel que bajaban ocultándola. También poseía unos leves cascabeles en los hombros. Se podía ver una corta melena oscura en la parte de su nuca. Vestía con un kimono negro típico de los samuráis de Wano y unas sandalias de madera. En su espalda podía verse una mochila y en su cintura la vaina de una katana. Los pasos de aquella persona la llevaron a una pequeña colina que terminaba en un río. Ella se sentó en la orilla con los ojos cerrados y se tumbó bocarriba, mirando el cielo y escuchando los truenos.
Se trataba de Azumi Taketo, una joven samurái mafiosa que estaba empezando su camino y había decidido visitar aquella isla en busca de rumores sobre los Taketo. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos metió la mano en su mochila, sacando lo que parecía ser una botella de plástico. Al abrirla salió un pequeño olor a sake y entonces le dio un trago. Finalmente se quitó el sombrero desvelando sus ojos oscuros y su rostro pálido, pero hermoso. Mostró una expresión calmada y volvió a dar otro trago mientras observaba el río con toda la calma del mundo. Le parecía un sitio magnifico para relajarse y además estaba bien abrigada. Se abrazó un poco así misma y después se peinó a un lado.
- Vaya mala suerte he tenido hoy, no logro encontrar nada útil sobre la mafia…
Dijo en un tono calmado al mismo tiempo que continuaba observando la situación. Acarició su espada despacio por encima de la vaina y después de unos momentos se estiró allí tumbada. Estaba realmente a gusto y empezaba a sentir demasiada pereza para levantarse y continuar buscando. De hecho, una leve brisa hizo que se abrazase todavía más y queda allí tumbada con los ojos cerrados, sin estar dormida claro. Su expresión era dulce y adorable, todo lo contrario a como en verdad solía ser de primeras.
Eichi Tsukasa
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El pelirrojo cerró sus ojos mientras dejaba que el viento acariciara sus cabellos. Era una noche perfecta, en su opinión. Pese a que había un frío que calaba los huesos, el viento no era lo suficientemente fuerte para impedir el caminar de una persona. Se podía escuchar el aullido de algunos animales a lo lejos, pero eso poco le importaba. No era ninguna persona indefensa, por lo que los animales salvajes eran un tema menor para él. Eichi frunció el ceño mientras acariciaba una de sus muñecas. Llevaba unos guantes negros en sus manos. No por estética, sino porque uno de estos ocultaba el vendaje que tenía en su mano. Dicha herida fue cortesía de Ban Midou... si se le podía llamar a eso cortesía. Pero ya le daba igual. Últimamente pasaba de todo el mundo, cosa que era rara en él. Considerando todo lo que había ocurrido últimamente, era de esperarse. La rebelión, la guerra próxima en el mar del sur, el tema de su hermana... Si, diversas cosas ocupaban su mente para preocuparse de todo lo demás.
Esa noche llevaba un atuendo más bien simple. En su parte superior llevaba una camisa blanca sin botones y por encima una chaqueta negra. Debajo llevaba un pantalón oscuro y unas zapatillas negras. Desde hace rato que usaba atuendos de ese estilo. Además de denotar su estado anímico, le gustaban la combinación de colores. El hecho que su familia repudiaría un atuendo así, era un plus en su libro. Una sonrisa amargada se formó en su rostro y miró la luna llena. Por alguna razón, las noches así de tranquilas siempre le calmaban un poco. Lo suficiente para no estar en su estado emo por un rato.
– Este lugar está muy diferente – pensó el pelirrojo mientras suspiraba y miraba a su alrededor.
Las calles estaba muy tranquilas, casi ya no quedaba gente por este lugar. Era muy diferente a la última vez que puso un pie en aquella isla. En esa ocasión se lío a golpes con una de las pocas personas que consideraba una amiga y luego pasaron una tarde y noche... entretenida, por no decirlo de otra forma. Al contrario de esa vez, que estuvo todo animado, ahora estaba todo pasivo. En verdad eventos como una lucha en vivo y un festival, entre otros, podía sacar el lado más animado de una persona. El joven príncipe suspiró y siguió caminando hacia... La verdad era que no tenía en destino en mente. Simplemente dejaba que el viento le guiara a su destino.
Al cabo de varios minutos, el clima empezó a cambiar. Las nubes taparon la hermosa luna que se alzaba en el cielo y se podía escuchar el sonidos de truenos en el horizonte. ¿Una tormenta? Eso parecía, y tenía pinta que sería una de esas peligrosas. O tal vez no. El no era navegante, simplemente era un cocinero que a la vez ejercía como príncipe. Una triste combinación, pero que denotaban completamente a existencia conocida como Eichi Tsukasa. Lo que si tenía claro, era que lo iba a pasar mal. La última vez tuvo a Hinori para desviarse de sus recuerdos que le provocaban los truenos, pero ahora ella no estaba.
– Lo mejor será volver a la posada – murmuró el joven mientras se estremecía ligeramente.
En eso, algo captó su atención. Allí, cerca del río, se encontraba tirada una pequeña mujer. Eso hizo que el pelirrojo arqueara una ceja y la mirara confusamente. ¿Es que no se daba cuenta que el clima estaba horrendo? Eichi suspiró y se acercó hasta donde se encontraba. Supuso que un acto de caridad de vez en cuando no le vendría mal.
– Señorita... ¿Se encuentra bien? – preguntó el joven. Puede que se sintiera mal y no se daba cuenta de como el clima empeoraba a su alrededor, o simplemente no le importaba. No tenía nada con preguntar, así que le daba un poco igual.
Esa noche llevaba un atuendo más bien simple. En su parte superior llevaba una camisa blanca sin botones y por encima una chaqueta negra. Debajo llevaba un pantalón oscuro y unas zapatillas negras. Desde hace rato que usaba atuendos de ese estilo. Además de denotar su estado anímico, le gustaban la combinación de colores. El hecho que su familia repudiaría un atuendo así, era un plus en su libro. Una sonrisa amargada se formó en su rostro y miró la luna llena. Por alguna razón, las noches así de tranquilas siempre le calmaban un poco. Lo suficiente para no estar en su estado emo por un rato.
- Atuendo de Eichi (El de la izquierda):
– Este lugar está muy diferente – pensó el pelirrojo mientras suspiraba y miraba a su alrededor.
Las calles estaba muy tranquilas, casi ya no quedaba gente por este lugar. Era muy diferente a la última vez que puso un pie en aquella isla. En esa ocasión se lío a golpes con una de las pocas personas que consideraba una amiga y luego pasaron una tarde y noche... entretenida, por no decirlo de otra forma. Al contrario de esa vez, que estuvo todo animado, ahora estaba todo pasivo. En verdad eventos como una lucha en vivo y un festival, entre otros, podía sacar el lado más animado de una persona. El joven príncipe suspiró y siguió caminando hacia... La verdad era que no tenía en destino en mente. Simplemente dejaba que el viento le guiara a su destino.
Al cabo de varios minutos, el clima empezó a cambiar. Las nubes taparon la hermosa luna que se alzaba en el cielo y se podía escuchar el sonidos de truenos en el horizonte. ¿Una tormenta? Eso parecía, y tenía pinta que sería una de esas peligrosas. O tal vez no. El no era navegante, simplemente era un cocinero que a la vez ejercía como príncipe. Una triste combinación, pero que denotaban completamente a existencia conocida como Eichi Tsukasa. Lo que si tenía claro, era que lo iba a pasar mal. La última vez tuvo a Hinori para desviarse de sus recuerdos que le provocaban los truenos, pero ahora ella no estaba.
– Lo mejor será volver a la posada – murmuró el joven mientras se estremecía ligeramente.
En eso, algo captó su atención. Allí, cerca del río, se encontraba tirada una pequeña mujer. Eso hizo que el pelirrojo arqueara una ceja y la mirara confusamente. ¿Es que no se daba cuenta que el clima estaba horrendo? Eichi suspiró y se acercó hasta donde se encontraba. Supuso que un acto de caridad de vez en cuando no le vendría mal.
– Señorita... ¿Se encuentra bien? – preguntó el joven. Puede que se sintiera mal y no se daba cuenta de como el clima empeoraba a su alrededor, o simplemente no le importaba. No tenía nada con preguntar, así que le daba un poco igual.
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Su adorable cara de amabilidad cambió a una realmente seria al momento en el que desenvainaba la mitad de su espada, realizando un sonido metálico que inundó el ambiente. El susto que le había dado aquella persona salida de la nada fue considerable y por ello reaccionó de aquella forma. La joven abrió el ojo derecho despacio y acto seguido se fijó en aquel pelirrojo que le había dirigido la palabra ¿Qué hacía allí? ¿Quién diablos era? De todas formas, no había razón para lanzarle un corte o tratarle mal. Simplemente su oscuro ojo se clavó en los suyos, manteniendo el otro cerrado en todo momento. Permaneció en silencio durante un largo tiempo (Un minuto) sin decir palabra alguna, simplemente con la mirada fija en él. Se estaba pensando qué decirle, pero le dio pereza continuar y decidió decir lo primero que se le pasase por la mente en respuesta a su pregunta.
- ¿Por qué no iba a estarlo? Tan solo estoy observando el clima un poco.
Dijo al mismo tiempo que llevaba de nuevo la mano a su botella de sake y le daba un largo trago. El alcohol bajó por su garganta de repente y sintió aquel ardor que tanto la hacía sentir mejor. Fue entonces cuando se colocó en pie tranquilamente y después de unos momentos sacó su katana del todo. Observó al pelirrojo con calma y después le apuntó con el filo de su arma de forma calmada. Una sonrisa siniestra se mostró en su rostro y volvió a permanecer callada. Entonces una ráfaga de aire la inundó por completo, haciéndola ocultar su arma y abrazarse así misma a una velocidad impresionante.
- ¡Qué frío!
Dijo al mismo tiempo que se tumbaba de nuevo y hacía la técnica de la bolita. Debido a su ropa y al poco espacio en el que se había acurrucado, podría mantener un poco de calor. Soltó un enorme suspiro y después de unos momentos olvidó que tenía a aquel joven al lado. Dirigió una fría mirada hacia él y después volvió a permanecer en silencio. A lo mejor funcionaba lo que tenía planeado decirle o de lo contrario no, pero no perdía nada por intentarlo. Aclaró la voz tosiendo un poco y después de unos momentos le dirigió la palabra con un tono algo engreído, más de lo normal.
- Oye, hombre de clase baja ¿Te importa llevarme a cuestas hasta la posada más cercana? Si no lo haces deberás cortarte el cabello ante una estatua budista.
Hablaba muy en serio y además parecía sentir bastante frío. Sin embargo, por el momento no tendría tanta confianza como para pedírselo de buenas maneras. Ella al comienza era así con todo el mundo y no solía cambiar aquel temperamento que tenía.
- ¿Por qué no iba a estarlo? Tan solo estoy observando el clima un poco.
Dijo al mismo tiempo que llevaba de nuevo la mano a su botella de sake y le daba un largo trago. El alcohol bajó por su garganta de repente y sintió aquel ardor que tanto la hacía sentir mejor. Fue entonces cuando se colocó en pie tranquilamente y después de unos momentos sacó su katana del todo. Observó al pelirrojo con calma y después le apuntó con el filo de su arma de forma calmada. Una sonrisa siniestra se mostró en su rostro y volvió a permanecer callada. Entonces una ráfaga de aire la inundó por completo, haciéndola ocultar su arma y abrazarse así misma a una velocidad impresionante.
- ¡Qué frío!
Dijo al mismo tiempo que se tumbaba de nuevo y hacía la técnica de la bolita. Debido a su ropa y al poco espacio en el que se había acurrucado, podría mantener un poco de calor. Soltó un enorme suspiro y después de unos momentos olvidó que tenía a aquel joven al lado. Dirigió una fría mirada hacia él y después volvió a permanecer en silencio. A lo mejor funcionaba lo que tenía planeado decirle o de lo contrario no, pero no perdía nada por intentarlo. Aclaró la voz tosiendo un poco y después de unos momentos le dirigió la palabra con un tono algo engreído, más de lo normal.
- Oye, hombre de clase baja ¿Te importa llevarme a cuestas hasta la posada más cercana? Si no lo haces deberás cortarte el cabello ante una estatua budista.
Hablaba muy en serio y además parecía sentir bastante frío. Sin embargo, por el momento no tendría tanta confianza como para pedírselo de buenas maneras. Ella al comienza era así con todo el mundo y no solía cambiar aquel temperamento que tenía.
Eichi Tsukasa
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El pelirrojo arqueó una ceja al tiempo que una sonrisa divertida se formaba en su rostro; quién diría que se encontraría con una persona paranoica a estas alturas de la noche. Observó como la pelinegra se levantaba de allí y clavaba sus negros ojos en los bicolores del príncipe. Bueno, al parecer no tenía más ganas de hablar. Eichi se encogió de hombros y se dispuso a marcharse de allí luego de un minuto de silencio, pero no hubo necesidad. ¿Ver el clima? Podría creerle... si no fuera porque eligió un día horrible para apreciar eso. De todas formas, eso no le interesaba, así que no cuestionó sus extraños gustos. Eso sí, su mirada se puso seria cuando observó que la mujer desvainaba completamente su espada. Además de paranoica, al parecer también era alguien busca peleas. Bueno, no podía quejarse. Quizá necesitara una pelea para calentar su cuerpo y capear el frío que predominaba en el ambiente.
Eichi tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no darse un golpe en la cara a ver tal bizarra situación. Enserio... ¿Quién amenazaba a alguien para después hacerse un ovillo? Miraba sin expresión alguna como la joven se acurrucaba para formar tener algo de calor. Al parecer, se había olvidado de la presencia del joven príncipe por como actuaba ahora. Nuevamente una sonrisa divertida se formó en su rostro, y estuvo a punto de aclarar su garganta para hacerle saber que aún se encontraba allí, pero no fue necesario. La mujer le dirigió una fría mirada y parecía como si estuviera pensando en algo. El joven arqueó una ceja y esperó lo que iba a decir... solo para luego quedarse helado.
– ¿Clase baja? – murmuró atónito el pelirrojo... solo para después echarse a reír.
¿Él? ¿Clase baja? Debía admitirlo, eso lo tomó completamente desprevenido. Le habían llamado varias cosas insultante durante su vida: príncipe fallido, inútil, títere, perdedor, entre otras cosas... pero era la primera vez que le llamaban por eso. Estuvo un buen tiempo así, incluso llegaron a salir un par de lágrimas aleatorias por ahí. Al cabo de unos momentos, pudo controlarse y le dirigió una mirada divertida a la pelinegra.
– Si vas a amenazar a alguien, has que sea convincente, princesa-chan... Y soy de todo, menos clase baja – dijo Eichi mientras se frotaba el estómago por tanto reír.
El joven pelirrojo suspiró y miró tranquilamente a la pelinegra. Meditó unos segundos sobre lo que debía hacer y luego se encogió de hombros. No veía nada de malo en llevarla a una posada... pero no de esa forma. Afortunadamente para ella, la posada donde se hospedaba quedaba a pocas cuadras del río.
– Lo haré, pero me rehúso llevarte a cuestas – dijo de forma exasperada del pelirrojo. Se quedó en silencio durante algunos segundos y luego se retiró su chaqueta. Se lo tiró con fuerza normal a la pelinegra. – Para que te abrigues, de todas formas la posada queda cerca, así que solo sígueme – luego de decir eso, se puso las manos en el bolsillo y le dio la espalda, empezando a caminar lentamente hacia su destino. Por supuesto no era tan idiota como darle la espalda a alguien con una espada. Tenía activado su Kenbunshoku por si la mujer se ponía hostil e intentaba atacarle.
Eichi tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no darse un golpe en la cara a ver tal bizarra situación. Enserio... ¿Quién amenazaba a alguien para después hacerse un ovillo? Miraba sin expresión alguna como la joven se acurrucaba para formar tener algo de calor. Al parecer, se había olvidado de la presencia del joven príncipe por como actuaba ahora. Nuevamente una sonrisa divertida se formó en su rostro, y estuvo a punto de aclarar su garganta para hacerle saber que aún se encontraba allí, pero no fue necesario. La mujer le dirigió una fría mirada y parecía como si estuviera pensando en algo. El joven arqueó una ceja y esperó lo que iba a decir... solo para luego quedarse helado.
– ¿Clase baja? – murmuró atónito el pelirrojo... solo para después echarse a reír.
¿Él? ¿Clase baja? Debía admitirlo, eso lo tomó completamente desprevenido. Le habían llamado varias cosas insultante durante su vida: príncipe fallido, inútil, títere, perdedor, entre otras cosas... pero era la primera vez que le llamaban por eso. Estuvo un buen tiempo así, incluso llegaron a salir un par de lágrimas aleatorias por ahí. Al cabo de unos momentos, pudo controlarse y le dirigió una mirada divertida a la pelinegra.
– Si vas a amenazar a alguien, has que sea convincente, princesa-chan... Y soy de todo, menos clase baja – dijo Eichi mientras se frotaba el estómago por tanto reír.
El joven pelirrojo suspiró y miró tranquilamente a la pelinegra. Meditó unos segundos sobre lo que debía hacer y luego se encogió de hombros. No veía nada de malo en llevarla a una posada... pero no de esa forma. Afortunadamente para ella, la posada donde se hospedaba quedaba a pocas cuadras del río.
– Lo haré, pero me rehúso llevarte a cuestas – dijo de forma exasperada del pelirrojo. Se quedó en silencio durante algunos segundos y luego se retiró su chaqueta. Se lo tiró con fuerza normal a la pelinegra. – Para que te abrigues, de todas formas la posada queda cerca, así que solo sígueme – luego de decir eso, se puso las manos en el bolsillo y le dio la espalda, empezando a caminar lentamente hacia su destino. Por supuesto no era tan idiota como darle la espalda a alguien con una espada. Tenía activado su Kenbunshoku por si la mujer se ponía hostil e intentaba atacarle.
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Las venitas de la frente de Azumi se marcaron bastante cuando aquel imbécil se echó a reír de repente ¿Quién se creía que era ese pelirrojo? Debía de raparlo al cero y después tirarlo al mar por idiota, pero decidió contenerse por el momento. Acarició unos momentos la funda de su arma y después le estuvo mirando a los ojos con toda la calma del mundo. Tomó muchísimo aire y después los sacó de su cuerpo, mirándolo bien. Alzó una ceja cuando la llamó princesa, eso sí le había gustado y sonrió por unos momentos, pero sin duda le molestaba que se riera tanto. Al parecer se trataba de una especie de persona que no era de clase baja por lo que decía y lo mismo era un noble y todo. Aunque tuviese pintas de espinaca. Entonces frunció el ceño cuando el chico dijo de no llevarla a cuestas.
Cuando le lanzó la chaqueta, la joven la cogió y se la colocó despacio, pero chasqueando la lengua. Cuando el joven se dio la vuelta sonrió de forma siniestra y entonces desenvainó su espada lo más rápido posible, realizando un sonido metálico algo incómodo. Sin pensárselo se quitó la chaqueta, alzándola en el aire y cortándola en tres pedazos. Una vez hizo aquello, mostró una sonrisa algo siniestra y envainó su arma. El olor de aquella cosa no le gustó mucho y por ello lo hizo, a continuación lanzó un corte rápido hacia el pelirrojo, tratando de darle en el ojo derecho. Le diese o no, ocultaría su espada y después le miraría con superioridad.
- No me gusta la ropa barata. Llévame a cuestas de una vez, maldito pelo gallináceo. Estas frente a una de las princesas más conocidas de Wano. De modo que muestra sumisión o deberé darte una patada en los huevos.
Una vez dijo aquello, se quedó mirándole a los ojos desafiante, con ambas manos en los bolsillos y con aquella mirada de cabrona que tiraba para atrás. No tardó en reír por lo bajo al mismo tiempo que sacaba su botella de saque y la echaba a un lado. Era su tesoro mayor y no quería perderla. La acarició despacio con cuidado y tras darle un beso la dejó echada en el césped. Si el chico planeaba algo, no quería que su elixir de la vida estuviese dañado de ninguna forma. Perderlo podía ser mortal.
Cuando le lanzó la chaqueta, la joven la cogió y se la colocó despacio, pero chasqueando la lengua. Cuando el joven se dio la vuelta sonrió de forma siniestra y entonces desenvainó su espada lo más rápido posible, realizando un sonido metálico algo incómodo. Sin pensárselo se quitó la chaqueta, alzándola en el aire y cortándola en tres pedazos. Una vez hizo aquello, mostró una sonrisa algo siniestra y envainó su arma. El olor de aquella cosa no le gustó mucho y por ello lo hizo, a continuación lanzó un corte rápido hacia el pelirrojo, tratando de darle en el ojo derecho. Le diese o no, ocultaría su espada y después le miraría con superioridad.
- No me gusta la ropa barata. Llévame a cuestas de una vez, maldito pelo gallináceo. Estas frente a una de las princesas más conocidas de Wano. De modo que muestra sumisión o deberé darte una patada en los huevos.
Una vez dijo aquello, se quedó mirándole a los ojos desafiante, con ambas manos en los bolsillos y con aquella mirada de cabrona que tiraba para atrás. No tardó en reír por lo bajo al mismo tiempo que sacaba su botella de saque y la echaba a un lado. Era su tesoro mayor y no quería perderla. La acarició despacio con cuidado y tras darle un beso la dejó echada en el césped. Si el chico planeaba algo, no quería que su elixir de la vida estuviese dañado de ninguna forma. Perderlo podía ser mortal.
Eichi Tsukasa
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Su mantra le avisó lo que iba hacer, a lo que el joven simplemente se echó para atrás, esquivando completamente el corte que iba a su ojo derecho. Pese a que la pelinegra cortó chaqueta en pedazos, eso no le importaba mucho. Tenía una muda entera de ropa para poder reponerla. Además, tenía dinero de sobra para comprar otra chaqueta similar a esa. De todas formas, era una suerte que no haya sido una de sus preferidas. De lo contrario se hubiera lamentado más tal perdida. Eichi se metió la manos en el bolsillo mientras escuchaba como la pelinegra anunciaba su estatus como princesa del país del Wano. Puede que le hubiese reconocido, pero no tenía mucho interés en la realeza que se encuentra el Nuevo Mundo. ¿Para que investigar sobre un mar donde posiblemente no pondría pie alguno? Péndragon se encuentra en el mar del este, muy alejado de aquellas aguas peligrosas. Era por eso mismo que solía moverse por los mares cardinales, y en algunas ocasiones por el paraíso.
– Eso tendría peso en tu isla, ¿pero lejos de ella? No creas que la gente no vaya hacerte nada solo por ser una princesa... – le reprendió el pelirrojo, deteniéndose al final. No tenía idea de cual era su nombre. Como buen príncipe se lo hubiese preguntado en otra ocasión, ¿pero con este clima amenazante? Lo mejor sería volver a la posada antes que el tiempo se volviera peor...
Y ahí está, acaba de hacer de gafe. El pelirrojo frunció el ceño al ver como gotas empezaban a caerle encima y suspiró. Típico, su mala suerte atacaba de nuevo sin compasión alguna en el peor momento. ¿Acaso podría descansar algún día sin que le pasen cosas por ese estilo? Cada vez que visitaba alguna isla, tenían que sucede algo en su contra... Y no necesariamente tenían que ser cosas malas. Recordaba perfectamente como la mala suerte le invadió ese día en esta misma isla. Particularmente en lo anterior al torneo. El joven príncipe suspiró pesadamente y miró a la pelinegra.
– Como príncipe, me niego a hacer eso; también tengo mi orgullo. Si quieres ir a una posada, entonces sígueme – Eichi, aún con el mantra activo, se dio la vuelta y empezó a trotar hacia el sur.
En antaño no revelaría su estatus como príncipe así como así, ¿pero ahora? Viendo que pronto volvería a tomar su papel, ya estaba cansado de ocultarlo. Además, simplemente le devolvió la cortesía a la chica. Como ella reveló que era una princesa, su código de honor hizo que el también lo dijera. Eichi suspiró y se fijó que ya había llegado a la posada. Suspiró de alivio, pero antes miró hacia atrás para ver si la pelinegra se tragó su orgullo y le siguió, o simplemente se quedó en medio del clima lluvioso y frío sin protección alguna.
– Eso tendría peso en tu isla, ¿pero lejos de ella? No creas que la gente no vaya hacerte nada solo por ser una princesa... – le reprendió el pelirrojo, deteniéndose al final. No tenía idea de cual era su nombre. Como buen príncipe se lo hubiese preguntado en otra ocasión, ¿pero con este clima amenazante? Lo mejor sería volver a la posada antes que el tiempo se volviera peor...
Y ahí está, acaba de hacer de gafe. El pelirrojo frunció el ceño al ver como gotas empezaban a caerle encima y suspiró. Típico, su mala suerte atacaba de nuevo sin compasión alguna en el peor momento. ¿Acaso podría descansar algún día sin que le pasen cosas por ese estilo? Cada vez que visitaba alguna isla, tenían que sucede algo en su contra... Y no necesariamente tenían que ser cosas malas. Recordaba perfectamente como la mala suerte le invadió ese día en esta misma isla. Particularmente en lo anterior al torneo. El joven príncipe suspiró pesadamente y miró a la pelinegra.
– Como príncipe, me niego a hacer eso; también tengo mi orgullo. Si quieres ir a una posada, entonces sígueme – Eichi, aún con el mantra activo, se dio la vuelta y empezó a trotar hacia el sur.
En antaño no revelaría su estatus como príncipe así como así, ¿pero ahora? Viendo que pronto volvería a tomar su papel, ya estaba cansado de ocultarlo. Además, simplemente le devolvió la cortesía a la chica. Como ella reveló que era una princesa, su código de honor hizo que el también lo dijera. Eichi suspiró y se fijó que ya había llegado a la posada. Suspiró de alivio, pero antes miró hacia atrás para ver si la pelinegra se tragó su orgullo y le siguió, o simplemente se quedó en medio del clima lluvioso y frío sin protección alguna.
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Precisión
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La morena frunció el ceño al escuchar las palabras de aquel idiota. Decía que sus palabras no tenían peso allí, pero su mafia era muy poderosa y tenía todo el derecho a ser así. Al menos pensaba que dicha organización continuaba existiendo, aunque en menor medida. Era imposible que todos hubiesen muerto y mucho menos dos personas que tenía en mente. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido alzó una ceja al escuchar que el chico era un príncipe. Eso no se lo esperaba y no tuvo más remedio que tragar un poco de saliva. Le daba demasiada rabia aquel estacazo que se había llevado y lo siguiente que hizo fue cruzarse de brazos y fulminar con la mirada a aquella persona. Su suerte no parecía aumentar mucho después de haber salido de casa.
La joven pudo ver al tipo salir disparado hacia la posada, pero ella no iba a quedarse quieta. Mostró una expresión sádica y entonces desenfundó su katana. Salió disparada notando el agua caer sobre ella y en su rostro se formó una mueca de superioridad. Entonces fue cuando lanzó un corte directo al pecho del chico, giró sobre sí misma lanzándole otro a su rostro. Finalmente saltó y en pleno aire lanzó un corte descendente buscando su oreja izquierda. Le diese o no, le miraría a los ojos con una sonrisa algo siniestra. Podía decirse que era una chica bastante complicada. La espadachín entonces ocultó el arma y después le miró a los ojos. No sabía si había sobrevivido, pero le daba lo mismo, no creía matarlo con aquello. Si lo hería, que se jodiera por capullo.
- Muy bien, pero espero que tengas la decencia de invitarme a sake. Llevo mucho bebiendo uno de mala calidad y no es como el de mi isla. De modo que adelante.
Dijo entonces ignorando que había estado atacándole hacía un par de segundos. Cuando entró en aquella taberna, ella estaba empapada, pero debido a su poco pecho, nadie podría babear por ella. Había poca gente y ella lanzó una mirada fiera a todos, los cuales continuaron bebiendo. Entonces fue cuando se sentó en la barra esperando al pelirrojo. Miró al camarero, el cual parecía ser un hombre joven de cara pervertida y ojos verdes. Tenía un bigote enorme y además sonreía como un jodido loco mientras esperaba a lo que la chica iba a pedir. Ella esperaba la invitación del pelirrojo y por ello le miró a él a los ojos, esperando a que hablase. La joven cerró los ojos haciéndose la orgullosa y cruzándose de brazos totalmente.
La joven pudo ver al tipo salir disparado hacia la posada, pero ella no iba a quedarse quieta. Mostró una expresión sádica y entonces desenfundó su katana. Salió disparada notando el agua caer sobre ella y en su rostro se formó una mueca de superioridad. Entonces fue cuando lanzó un corte directo al pecho del chico, giró sobre sí misma lanzándole otro a su rostro. Finalmente saltó y en pleno aire lanzó un corte descendente buscando su oreja izquierda. Le diese o no, le miraría a los ojos con una sonrisa algo siniestra. Podía decirse que era una chica bastante complicada. La espadachín entonces ocultó el arma y después le miró a los ojos. No sabía si había sobrevivido, pero le daba lo mismo, no creía matarlo con aquello. Si lo hería, que se jodiera por capullo.
- Muy bien, pero espero que tengas la decencia de invitarme a sake. Llevo mucho bebiendo uno de mala calidad y no es como el de mi isla. De modo que adelante.
Dijo entonces ignorando que había estado atacándole hacía un par de segundos. Cuando entró en aquella taberna, ella estaba empapada, pero debido a su poco pecho, nadie podría babear por ella. Había poca gente y ella lanzó una mirada fiera a todos, los cuales continuaron bebiendo. Entonces fue cuando se sentó en la barra esperando al pelirrojo. Miró al camarero, el cual parecía ser un hombre joven de cara pervertida y ojos verdes. Tenía un bigote enorme y además sonreía como un jodido loco mientras esperaba a lo que la chica iba a pedir. Ella esperaba la invitación del pelirrojo y por ello le miró a él a los ojos, esperando a que hablase. La joven cerró los ojos haciéndose la orgullosa y cruzándose de brazos totalmente.
Eichi Tsukasa
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"No aprende, ¿no?", pensó el pelirrojo mientras predecía como la pelinegra se preparaba para atacarle nuevamente. Tenía una suerte enorme que él era una buena persona... la mayoría de las veces. Habían otros que respondían si les atacabas, aunque fuera algo simple. Eichi rodó sus ojos con exasperación y volvió a ver a la princesa, que estaba a punto de conectar su primer asalto. En alguna otra ocasión lo hubiera esquivado, ¿pero ahora? Tenía demasiada pereza para moverse más de lo necesario, por lo que simplemente hizo lo más eficiente. Activó el Busoshoku en todo su cuerpo, con el objetivo de recibir todos los ataques de lleno... bueno, todos excepto el primero. No le pasaría nada a él, pero no quería seguir destruyendo sus ropas de forma tan innecesaria. Se apartó hacia un lado para esquivar el corte al torso y los otros dos los recibió. Tan solo sintió una pequeña sensación, pero nada de que alarmarse. No tenía ninguna marca en las zonas afectadas, mucho menos sangraba.
– ¿Ya terminaste? – le preguntó mientras alzaba una ceja.
Eichi suspiró al escuchar lo que dijo y simplemente desactivó su Haki. Sabía que lo usó en algo demasiado trivial como lo fue aquello, pero en verdad no sentía ganas de moverse más de lo necesario. Incluso pensó en ir a acostarse e ignorar lo que dijo la pelinegra, pero no lo hizo por dos razones. La primera fue porque su código de cortesía no se lo permitía, y lo otro... Debía admitir que tenía algo de sed. Así que de todas formas mataría dos pájaros con un tiro. Además, necesitaba algo con que ahogar las penas. Tal vez un trago fuera lo ideal para eso. Se acercó a paso lento hacia la barra del bar del hostal y se sentó al lado de la pelinegra, al tiempo que tomaba una toalla desechable y se secaba el cabello.
– Denos el mejor sake que tenga, por favor – le dijo cortésmente al hombre.
Internamente el joven suspiraba al ver la cara del tabernero. ¿Enserio debía tocarle uno de esos tipos justo este día? Bueno, si intentaba algo contra la pelinegra... se encontraría en un mundo de dolor. Puede que que solo la conociera por unos minutos, pero ya había notado que tenía un temperamento corto. Además que ella no... no tuvo un buen desarrollo al frente, por no decirlo de otro modo. Por lo general, personas como ese tipo solo acosaban a personas super dotadas como Milena. El por su lado... le daba igual, la verdad. Aprendió de muy pequeño (y a la mala) a no juzgar o apreciar a una mujer por su apariencia. Además... prefería más lo otro que lo de al frente.
– Eichi T. Péndragon – dijo de repente el joven pelirrojo. De príncipe a princesa... supuso que por eso se presentó con su nombre completo. – ¿El tuyo? – preguntó mientras ponía una mano en su mejilla y apoyaba su codo en la barra.[/i]
– ¿Ya terminaste? – le preguntó mientras alzaba una ceja.
Eichi suspiró al escuchar lo que dijo y simplemente desactivó su Haki. Sabía que lo usó en algo demasiado trivial como lo fue aquello, pero en verdad no sentía ganas de moverse más de lo necesario. Incluso pensó en ir a acostarse e ignorar lo que dijo la pelinegra, pero no lo hizo por dos razones. La primera fue porque su código de cortesía no se lo permitía, y lo otro... Debía admitir que tenía algo de sed. Así que de todas formas mataría dos pájaros con un tiro. Además, necesitaba algo con que ahogar las penas. Tal vez un trago fuera lo ideal para eso. Se acercó a paso lento hacia la barra del bar del hostal y se sentó al lado de la pelinegra, al tiempo que tomaba una toalla desechable y se secaba el cabello.
– Denos el mejor sake que tenga, por favor – le dijo cortésmente al hombre.
Internamente el joven suspiraba al ver la cara del tabernero. ¿Enserio debía tocarle uno de esos tipos justo este día? Bueno, si intentaba algo contra la pelinegra... se encontraría en un mundo de dolor. Puede que que solo la conociera por unos minutos, pero ya había notado que tenía un temperamento corto. Además que ella no... no tuvo un buen desarrollo al frente, por no decirlo de otro modo. Por lo general, personas como ese tipo solo acosaban a personas super dotadas como Milena. El por su lado... le daba igual, la verdad. Aprendió de muy pequeño (y a la mala) a no juzgar o apreciar a una mujer por su apariencia. Además... prefería más lo otro que lo de al frente.
– Eichi T. Péndragon – dijo de repente el joven pelirrojo. De príncipe a princesa... supuso que por eso se presentó con su nombre completo. – ¿El tuyo? – preguntó mientras ponía una mano en su mejilla y apoyaba su codo en la barra.[/i]
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Las palabras del pelirrojo fueron más que suficientes para que aquel hombre suspirase y fuese a por el pedido. Se iba a quedar con las ganas de que la morena le pidiese algo a él. Ella analizó un poco más al joven y después de unos momentos metió ambas manos bajo las magas. De esa forma estaba mucho más cómoda. El típico pervertido de bar, que en esta ocasión era el camarero, continuaba mirando a la joven de forma rara, aunque también desviaba la mirada de vez en cuando a otras clientas. A ella le daba lo mismo, pues iba a poder beber su sake de una buena vez y disfrutar de ello. Mostró una expresión algo sádica y finalmente pudo ver la botella y los platillos, iba a ser algo delicioso.
Tomó aquel envase despacio y llenó ambos platillos totalmente. Antes de nada olió despacio el aroma de aquel líquido y después soltó un pequeño suspiro. Se notaba que era bueno solamente por la fragancia que desprendía. Era fuerte e intensa, justo como a ella le gustaba. Sin pensárselo, empezó a beber de él hasta terminárselo del tirón. Golpeó la mesa con el objeto y después abrió la boca sacando todo el aire mientras se relamía. Adoraba aquella sensación que siempre solía hacer. Entonces fue cuando escuchó las palabras del pelirrojo. Se estaba presentando y la verdad es que el apellido no le sonaba de mucho. Cosas de estar viviendo en el mar más peligroso, no podían estar pendientes de otras islas.
- Taketo K. Azumi. Creo que el apellido sí es conocido por estos mares, aunque no tiene muy buena fama. – Dijo tranquilamente mientras volvía a llenarse el vaso de sake.
Soltó un suspiro mientras se pasaba la mano por la frente y después soltaba un pequeño bostezo. No sabía por dónde comenzar a buscar al resto de supervivientes. Sabía que estaban vivos debido a los carteles de “se busca” que había podido ver a lo largo del viaje. El capullo de Ban ya costaba casi doscientos millones, mientras que su tío unos trescientos. Además, quedaba aquella persona que ella admiraba, la cual llegaba a los quinientos perfectamente. Sonrió de lado y después de unos momentos volvió a beber del platillo, mirando a los ojos de aquel pelirrojo que la había invitado a sake después de todo.
- ¿Unas patatas estarían bien, no? Esta vez invito yo. – Le dijo finalmente dándole un toque en el hombro. Ella solo era arisca al principio, solo había que conocerla un poco para saber que era de confianza.
Tomó aquel envase despacio y llenó ambos platillos totalmente. Antes de nada olió despacio el aroma de aquel líquido y después soltó un pequeño suspiro. Se notaba que era bueno solamente por la fragancia que desprendía. Era fuerte e intensa, justo como a ella le gustaba. Sin pensárselo, empezó a beber de él hasta terminárselo del tirón. Golpeó la mesa con el objeto y después abrió la boca sacando todo el aire mientras se relamía. Adoraba aquella sensación que siempre solía hacer. Entonces fue cuando escuchó las palabras del pelirrojo. Se estaba presentando y la verdad es que el apellido no le sonaba de mucho. Cosas de estar viviendo en el mar más peligroso, no podían estar pendientes de otras islas.
- Taketo K. Azumi. Creo que el apellido sí es conocido por estos mares, aunque no tiene muy buena fama. – Dijo tranquilamente mientras volvía a llenarse el vaso de sake.
Soltó un suspiro mientras se pasaba la mano por la frente y después soltaba un pequeño bostezo. No sabía por dónde comenzar a buscar al resto de supervivientes. Sabía que estaban vivos debido a los carteles de “se busca” que había podido ver a lo largo del viaje. El capullo de Ban ya costaba casi doscientos millones, mientras que su tío unos trescientos. Además, quedaba aquella persona que ella admiraba, la cual llegaba a los quinientos perfectamente. Sonrió de lado y después de unos momentos volvió a beber del platillo, mirando a los ojos de aquel pelirrojo que la había invitado a sake después de todo.
- ¿Unas patatas estarían bien, no? Esta vez invito yo. – Le dijo finalmente dándole un toque en el hombro. Ella solo era arisca al principio, solo había que conocerla un poco para saber que era de confianza.
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No tardó mucho para que llegara el sake, y eso lo apreciaba el pelirrojo. Iba a echarse un poco al platillo, pero no hubo necesidad de eso. Eichi parpadeó un poco al ver el gesto de la pelinegra y no pudo evitar ladear su cabeza hacia un lado debido a la confusión que sentía. ¿Donde quedó la chica agresiva de antes? Por lo que veía, ahora era más dócil que antes. Por lo menos no le estaba amenazando cada dos por tres o atacándole con sus espadas. El joven se encogió de hombros y simplemente se echó el platillo a los labios. Parpadeó durante algunos segundos y se encogió de hombros. Debido a su buen desarrollado sentido del gusto, tendía a encontrar... fallos en todo lo que comía o bebía. El sake estaba bien, pero tampoco era el mejor que había probado en su vida. Comparándose con los brebajes que habían en su castillo... el de este local no le llegaba ni a los talones. Si Hinori no fuera alguien tan amable, probablemente le hubiera maldecido por pegarle esas manías.
– Bueno, no hay nada que hacer – suspiró el joven mientras seguía bebiendo.
Escuchó la presentación de la joven... y tuvo que usar todo su auto control para no reaccionar visiblemente ante eso. De todas las personas que podía haberse encontrado, ¿debió haber sido alguien que ostentaba ese apellido? Aunque hubo algo que llamó su atención. Azumi tenía el apellido, mientras que Ban, pese a pertenecer a la familia, no lo portaba. Eso era curioso, y nunca tuvo la oportunidad de preguntarle el porqué de eso. Muchas teorías se formaban en su mente, pero solo eran eso. Sin un fundamento válido, no serviría de mucho hasta que volviera a encontrarse con el mafioso.... lo cual no debería ser muy difícil. Últimamente se lo había encontrado varias veces por azares del destino, incluso casi perdió su mano en uno de esos encuentros.
– No gracias – respondió rápidamente ante su invitación. Antes que se armara un malentendido, bajó su voz para que el cocinero no escuchara. – No es por ser grosero, pero desde cierto incidente que no me he fiado de la comida de afuera. Todo lo que ingiero, es preparado por mi mismo, y solo comería en restaurantes o tabernas a menos que no tuviera elección – se explicó antes que la joven se enojara. Eichi suspiró un poco y se tragó el resto del sake de golpe, ignorando el calor que este le provoco. – Reconozco el apellido, pero no por la razón que crees. Digamos que Ban y yo... tenemos cierta relación de amistad – ¿Amistad? Ni el mismo sabía si eso era cierto o no. Una cosa era segura; no eran enemigos ni de joda, tampoco simples conocidos.
– Bueno, no hay nada que hacer – suspiró el joven mientras seguía bebiendo.
Escuchó la presentación de la joven... y tuvo que usar todo su auto control para no reaccionar visiblemente ante eso. De todas las personas que podía haberse encontrado, ¿debió haber sido alguien que ostentaba ese apellido? Aunque hubo algo que llamó su atención. Azumi tenía el apellido, mientras que Ban, pese a pertenecer a la familia, no lo portaba. Eso era curioso, y nunca tuvo la oportunidad de preguntarle el porqué de eso. Muchas teorías se formaban en su mente, pero solo eran eso. Sin un fundamento válido, no serviría de mucho hasta que volviera a encontrarse con el mafioso.... lo cual no debería ser muy difícil. Últimamente se lo había encontrado varias veces por azares del destino, incluso casi perdió su mano en uno de esos encuentros.
– No gracias – respondió rápidamente ante su invitación. Antes que se armara un malentendido, bajó su voz para que el cocinero no escuchara. – No es por ser grosero, pero desde cierto incidente que no me he fiado de la comida de afuera. Todo lo que ingiero, es preparado por mi mismo, y solo comería en restaurantes o tabernas a menos que no tuviera elección – se explicó antes que la joven se enojara. Eichi suspiró un poco y se tragó el resto del sake de golpe, ignorando el calor que este le provoco. – Reconozco el apellido, pero no por la razón que crees. Digamos que Ban y yo... tenemos cierta relación de amistad – ¿Amistad? Ni el mismo sabía si eso era cierto o no. Una cosa era segura; no eran enemigos ni de joda, tampoco simples conocidos.
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La chica alzó una ceja al escuchar las palabras del pelirrojo. No veía coherente que le dijese que no aceptaba comida de un bar, pero sí bebiera de él. Era algo que dejó a la espadachín un raro sabor de boca. Aquello parecía un poco hipócrita por su parte, pero ya se lo mencionaría después. Si no quería comer nada que ella pidiese, pues allá él. Entonces fue cuando soltó un enorme suspiro y volvió a beber del platillo. Terminó aquella pequeña cantidad de sake y entonces soltó un bostezo. Pidió la ración de patatas para ella sola y algo de salsa de mayonesa. Así podría tomar algo más rico. Bebió de nuevo de la bebida y después de unos momentos escuchó las palabras de aquella persona.
¿En serio conocía a Ban? ¿Ban Midou? Ella no pudo evitar mostrar una sonrisa algo siniestra. Entonces recordó la figura del chico de la camisa blanca y no pudo evitar soltar una leve carcajada. Era uno de los tipos a los que deseaba encontrar para que se uniesen a ella. Aunque de los tres que le interesaban, él era el más débil. Soltó un pequeño suspiro y después se cruzó de brazos mientras cerraba los ojos y asentía despacio.
- Vaya, podrías decirme dónde encontrarle entonces. Puede que sea una simple “Cobaya”, Pero mientras haga su trabajo y continúe ciego da igual. No me hace gracia que un crío de a fuera esté dentro de los gloriosos Taketo. Igualmente me servirá.
Dijo con un tono algo egocéntrico para después soltar un suspiro. Se quedó mirando al chico a los ojos de forma calmada para después cruzarse de brazos. Necesitaba saber enseguida la ubicación de aquel chico. Iba a servirle a base de bien para sus propósitos. Entonces fue cuando sacó un pequeño Den den mushi y miró al pelirrojo con una sonrisa ladeada.
- Vamos, dame su número.
¿En serio conocía a Ban? ¿Ban Midou? Ella no pudo evitar mostrar una sonrisa algo siniestra. Entonces recordó la figura del chico de la camisa blanca y no pudo evitar soltar una leve carcajada. Era uno de los tipos a los que deseaba encontrar para que se uniesen a ella. Aunque de los tres que le interesaban, él era el más débil. Soltó un pequeño suspiro y después se cruzó de brazos mientras cerraba los ojos y asentía despacio.
- Vaya, podrías decirme dónde encontrarle entonces. Puede que sea una simple “Cobaya”, Pero mientras haga su trabajo y continúe ciego da igual. No me hace gracia que un crío de a fuera esté dentro de los gloriosos Taketo. Igualmente me servirá.
Dijo con un tono algo egocéntrico para después soltar un suspiro. Se quedó mirando al chico a los ojos de forma calmada para después cruzarse de brazos. Necesitaba saber enseguida la ubicación de aquel chico. Iba a servirle a base de bien para sus propósitos. Entonces fue cuando sacó un pequeño Den den mushi y miró al pelirrojo con una sonrisa ladeada.
- Vamos, dame su número.
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Eichi arqueó una ceja ante el comentario de la pelinegra. Bueno... eso aclaraba la duda del por qué Ban no ostentaba el apellido Taketo. Nunca creyó que era por una razón como esa. Por la forma de hablar de Ban, el joven pelirrojo en verdad creía que era un Taketo de verdad, ¿pero que simplemente haya sido un experimento? Ni en sus más alocadas alucinaciones se esperó algo así. El joven suspiró pesadamente y vertió más sake en su platillo. Luego de esa revelación, iba a necesitar otro trago para procesar mejor eso. La alternativa era emborracharse y olvidar que esta noche ocurrió, pero no haría la diferencia por una muy sencilla razón: estúpida memoria eidética. Recordaba absolutamente todo lo que su cerebro pudiera procesar, y no solo las imágenes. Emociones y sensaciones también podía recrearlos a la perfección dentro de una memoria en específica. Aquello podía ser tanto una maldición, como una bendición. Dependía de la situación, pero no iba a entrar en detalles ahora.
– Ban cambia su número constantemente, así que no tiene caso que te lo de. La mejor forma de encontrarlo es ir investigando las mafias famosas... Eso o simplemente seguir el rastro donde ocurra una alta destrucción contra el gobierno – le dijo de forma simple, poniendo una pequeña mentira de por medio. La verdad es que Ban nunca le dio su número, así que tuvo que inventarse eso al momento.
Bostezó un poco y puso una mano en su mejilla, al tiempo que usaba el codo como soporte para reposar un poco su cabeza. Ya le estaba pasando un poco la cuenta todo lo que había dormido, pero no tenía elección. Si dormía, vería en sus sueños recuerdo de lo que le sucedió a Tristán durante su pelea con Tsubasa. Aún se culpaba a si mismo por lo que sucedió. Si le hubiera echo caso a su advertencia... Si no se hubiera puesto arrogante... probablemente el rubio seguiría con vida. Seguía sin saber lo que sucedió con esa mujer luego de que el primer caballero se la llevó, pero esperaba que se encontrara bien.
– Tómalo como quieras esto que voy a decir, pero espero que sea como un consejo – Eichi entrecerró sus ojos y se bebió de golpe el resto del sake de su platillo. – Ban está en el mar del sur, pero es mejor que no le veas. Está demasiado inmerso en la oscuridad para que te le acerques de esa forma, peor sería si sabe la verdad. Lo digo por tu bien – en ese momento, un trueno cayó en las afueras. El viento soplaba con fuerza y podía oírse el sonido de la lluvia golpear con el suelo. Por el rabillo del ojo, observó como algunas personas volvían a la posada. Eso era normal, con el temporal y la hora... La gente prefería estar calentita debajo de sus sábanas.
– Ban cambia su número constantemente, así que no tiene caso que te lo de. La mejor forma de encontrarlo es ir investigando las mafias famosas... Eso o simplemente seguir el rastro donde ocurra una alta destrucción contra el gobierno – le dijo de forma simple, poniendo una pequeña mentira de por medio. La verdad es que Ban nunca le dio su número, así que tuvo que inventarse eso al momento.
Bostezó un poco y puso una mano en su mejilla, al tiempo que usaba el codo como soporte para reposar un poco su cabeza. Ya le estaba pasando un poco la cuenta todo lo que había dormido, pero no tenía elección. Si dormía, vería en sus sueños recuerdo de lo que le sucedió a Tristán durante su pelea con Tsubasa. Aún se culpaba a si mismo por lo que sucedió. Si le hubiera echo caso a su advertencia... Si no se hubiera puesto arrogante... probablemente el rubio seguiría con vida. Seguía sin saber lo que sucedió con esa mujer luego de que el primer caballero se la llevó, pero esperaba que se encontrara bien.
– Tómalo como quieras esto que voy a decir, pero espero que sea como un consejo – Eichi entrecerró sus ojos y se bebió de golpe el resto del sake de su platillo. – Ban está en el mar del sur, pero es mejor que no le veas. Está demasiado inmerso en la oscuridad para que te le acerques de esa forma, peor sería si sabe la verdad. Lo digo por tu bien – en ese momento, un trueno cayó en las afueras. El viento soplaba con fuerza y podía oírse el sonido de la lluvia golpear con el suelo. Por el rabillo del ojo, observó como algunas personas volvían a la posada. Eso era normal, con el temporal y la hora... La gente prefería estar calentita debajo de sus sábanas.
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La morena mostró una sonrisa un poco siniestra al escuchar las palabras de aquel chico. Si el mafioso se hallaba en los mares del Sur, debería ir hacia ellos para poder dar con él. Le daba lo mismo que cambiase de número. Solo necesitaba un poco de disciplina de una superior y ella se ocuparía de aquello. Tomó el resto de la botella levantándose de su asiento y dándole un enorme trago, notando el líquido bajar por su garganta de aquella forma. Entonces fijó sus ojos en los del pelirrojo y se colocó en pie, mirándole de forma un poco engreída. Tenía una meta y era dirigirse hacia aquel lugar cuanto antes. Estaba en la zona contraria, el jodido Norte. Soltó una leve carcajada y después continuó escuchando al príncipe.
De modo que el espadachín del magma estaba mosqueado por todo. Eso le convertía en un perro fiel y debía hallarlo cuanto antes, aunque no era nada tonta y pensaba callarse la verdad. Nunca diría nada y de esa forma todo estaría perfecto. Lo siguiente que hizo fue caminar unos momentos hacia la salida, pero llegando a ella se frenó de golpe.
- Esa información ha sido bastante valiosa. La próxima vez que nos veamos… No, no creo que nos veamos. Voy a tener que hacer mucho papeleo y demás, de modo que atento a los carteles, es posible que el precio de mi lacayo nuevo aumente más de la cuenta. Incluso puede que veas uno mío.
Pensaba mandar a Ban a muchísimas misiones especiales. Los cabrones de los marines no iban a salirse con la suya. Se notaba que Azumi era un poco cabrona pese a su edad. En realidad ella solo era así en los temas de trabajo, luego tampoco era para tanto. Lo único que le molestaba, era que un Midou tuviese relación en una familia que no era la suya. Los Midou no le sonaban de nada, pero la banda en la que nació el chico ya había sido exterminada. Era una lástima que Rokuro no fuese más cruel, pero era otro de los que pensaba buscar en cuanto pudiese. Una nueva sombra estaba a punto de crecer en el Sur.
De modo que el espadachín del magma estaba mosqueado por todo. Eso le convertía en un perro fiel y debía hallarlo cuanto antes, aunque no era nada tonta y pensaba callarse la verdad. Nunca diría nada y de esa forma todo estaría perfecto. Lo siguiente que hizo fue caminar unos momentos hacia la salida, pero llegando a ella se frenó de golpe.
- Esa información ha sido bastante valiosa. La próxima vez que nos veamos… No, no creo que nos veamos. Voy a tener que hacer mucho papeleo y demás, de modo que atento a los carteles, es posible que el precio de mi lacayo nuevo aumente más de la cuenta. Incluso puede que veas uno mío.
Pensaba mandar a Ban a muchísimas misiones especiales. Los cabrones de los marines no iban a salirse con la suya. Se notaba que Azumi era un poco cabrona pese a su edad. En realidad ella solo era así en los temas de trabajo, luego tampoco era para tanto. Lo único que le molestaba, era que un Midou tuviese relación en una familia que no era la suya. Los Midou no le sonaban de nada, pero la banda en la que nació el chico ya había sido exterminada. Era una lástima que Rokuro no fuese más cruel, pero era otro de los que pensaba buscar en cuanto pudiese. Una nueva sombra estaba a punto de crecer en el Sur.
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Eichi arqueó una ceja al escuchar las palabras de la pelinegra y se encogió de hombros. Ella decía eso, pero el pensaba otra cosa muy distinta. Su suerte era algo muy aleatorio, pero si había algo fijo en todo eso... Era que siempre terminaba conociendo y rencontrándose con personas de todo tipo en las situaciones más bizarras que se pudiera conocer. Un ejemplo era Milena, la otra era Ban, la otra era Alex, seguía Hinori... Si, la lista era interminable. Lo peor era que tres de cada cinco veces salía mal parado. Ya sea siendo herido de forma considerable o humillado de la peor forma posible. A veces las dos cosas iban de la mano, y eso hacía que la situación fuese mucho peor dependiendo de como se hubieran dado las cosas.
– Nunca digas que nunca, Azumi-san. El destino es caprichoso... Y eso es algo que lo sé mejor que nadie – se bebió el resto del sake y se paró de su asiento. – Dicho esto, marcho a dormir. Espero que la fortuna te sonría – le dijo cortésmente mientras le besaba la mano y luego se marchaba. Así era su forma de despedirse de las damas. Simplemente había sido educado a tal punto, que ese tipo de costumbres ya estaban completamente grabadas en su consciencia. Su memoria eidética no ayudaba tampoco.
Finalmente llegó a su habitación y se tiró de lleno en su cama. Afuera el viento seguía soplando con fuerza, y la lluvia se hizo mucho más intensa que antes. Al menos los truenos no eran tan frecuentes como antes, sino dudaría en poder dormir por esa noche. ¿Qué se supone que haría ahora? Aún tenía tiempo antes que empezara la guerra, pero no sabía en que aprovecharlo. Quizá haría algo de entrenamiento, o simplemente haría el vago, como siempre. Como lo dijo anteriormente... este último tiempo no tenía ganas de nada.
– Nunca digas que nunca, Azumi-san. El destino es caprichoso... Y eso es algo que lo sé mejor que nadie – se bebió el resto del sake y se paró de su asiento. – Dicho esto, marcho a dormir. Espero que la fortuna te sonría – le dijo cortésmente mientras le besaba la mano y luego se marchaba. Así era su forma de despedirse de las damas. Simplemente había sido educado a tal punto, que ese tipo de costumbres ya estaban completamente grabadas en su consciencia. Su memoria eidética no ayudaba tampoco.
Finalmente llegó a su habitación y se tiró de lleno en su cama. Afuera el viento seguía soplando con fuerza, y la lluvia se hizo mucho más intensa que antes. Al menos los truenos no eran tan frecuentes como antes, sino dudaría en poder dormir por esa noche. ¿Qué se supone que haría ahora? Aún tenía tiempo antes que empezara la guerra, pero no sabía en que aprovecharlo. Quizá haría algo de entrenamiento, o simplemente haría el vago, como siempre. Como lo dijo anteriormente... este último tiempo no tenía ganas de nada.
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