La Revelación Del Alma [Kasai-Alice]

La albina veía, sin expresión en su rostro, como el viento azotaba las ramas de los árboles. Era una isla invernal, de modo que siempre estaba cubierta de nieve. Era una lástima; en verdad le abría gustado ver como serían las hojas verdosas de Blanc Leumont. "¿Y desde cuando es que me enfoco en cosas así?", pensó la albina mientras sonreía de forma melancólica. Sus ojos ya no eran los de siempre desde lo sucedido en Sakura y Sideros. Era un milagro que su mentalidad aún estuviera intacta... en su mayoría, al menos. ¿Hace cuando que no sonreía alegremente? Quizá desde que durmió en la habitación de Xemnas, aunque tampoco se hacía ilusiones. Sabía muy bien que, gracias a los años que estuvo con la fachada en alto, podía fingir de lo más bien. Con el rubio no tuvo que hacer uso de eso tanto, dado que igual disfrutaba de su compañía. Eran cosas como esas que impedían que la albina cayera completamente en ese hoyo negro.

– ¿Pero cuánto va a durar? – le preguntó a la nada que había en ese parque. – ¿Cuanto falta para que caiga completamente ante a oscuridad de mi corazón? –

Alice no era una ilusa. Sabía muy bien que la oscuridad era parte de ella, solo que nunca lo había aceptado por miedo a fallarle a Irene y a su madre. ¿Ahora? Simplemente se sentía cansada y débil. Con los candados de su corazón completamente abiertos, solo era cuestión de tiempo para que dejara de ser la misma de siempre, y eso le asustaba. Parpadeó al sentir como algo líquido bajaba por sus mejillas. ¿Acaso estaba lloviendo? No... sonrío amargamente y cerró sus ojos. Una lágrima solitaria se le había escapado de uno de sus ojos, sin que pudiera haber hecho nada para evitarlo.

– Maldita sea todo – susurró mientras una mueca desagradable aparecía en su rostro.

De la rabia, pateó el árbol más cercano con fuerza. Chasqueó su lengua y se alejó unos pocos metros de allí. Pausó en su andar al notar agua congelada en el suelo, reflejando a la perfección su cuerpo. Su piel estaba pálida, lo suficiente para pasar por el color de la leche. Sus ojos estaba desteñidos y su albino cabello ya no era tan liso como antes. De hecho, juraba que era un poco más rebelde que antes. Llevaba puesta un suéter negro, una bufanda blanca y unos pantalones azules. Alice suspiró y se echó en un banquillo, ignorando la mujer que pasó corriendo llorando por alguna razón. Simplemente... no tenía ganas de hacer nada.

Alice se estremeció un poco al sentir un corriente de aire helada. Quizá debió abrigarse más aquel día, pero nunca pensó que el frío fuera para tanto. A ella le gustaba este tipo de climas, pero tampoco para tanto. La albina suspiró, soltando una pequeña bocanada de aire helado de sus labios. Ya era hora de volver al hostal, para luego volver a la agencia mañana. Si bien seguía teniendo días libres, ella quería aprovecharlos al máximo... O lo que pudiera en su estado lamentable actual. Tuvo la intención de levantarse del asiento para llevar a cabo su cometido, pero una voz se lo impidió. La peliblanca parpadeó al ver que se trataba de Kasai Kuro, y negó varias veces con la cabeza. Al contrario del vicealmirante rubio, era casi imposible burlar al Yonkaikyo con su estado anímico actual. Cortesía de su fruta, simplemente.

Al sentir la mano de Kasai, simplemente cerró sus ojos y suspiró, relajándose ante el toque. Escuchó como se sentaba a su lado, a lo que simplemente se encogió de hombros, sin tener ninguna intención ahora de levantarse. Escuchó las palabras del rubio y no pudo evitar que una de sus cejas temblara levemente. Por esa razón era casi imposible ocultar su verdadera personalidad con el cazador. Uno de los poderes de su fruta, era ver el alineamiento de las personas. Por otro lado, no reaccionó ante lo que dijo acerca de su alma. De hecho, se hubiera sorprendido si no hubiera cambiado luego de todo lo sucedido. Aunque... ¿tan buena fue ocultando su propia oscuridad? Si mal no recordaba, el rubio nunca le enfrentó por eso. Puede que hubiera estado al tanto de eso y, simplemente, había decidido no sacar el tema... O puede que solo no se hubiera dado cuenta. Ella misma llegó al punto de olvdarse completamente de esa parte suya, después de todo.

– Mi alma... No me sorprendería que la veas distinta – dijo lentamente mientras ladeaba su cabeza hacia un lado. – Supongo que es imposible no haber cambiado luego de haber matado, indirectamente, a una persona inocente a sangre fría. Aunque hubiera sido para salvar al resto... seguía siendo un civil – Alice suspiró y se recostó un poco en su asiento. Pese a todo, no iba a llorar. No lograría nada con eso, tan solo parecer una triste niñita lamentándose por la vida. – Contéstame algo... La primera vez que nos conocimos, ¿pudiste ver algo raro en mi alma? – la pregunta ya estaba hecha. Ella ya sabía la respuesta, pero quería asegurarse completamente acerca de su oscuridad oculta. ¿Quién más para saberlo que un Serafín?

Escuchó atentamente las palabras de Kasai, a lo que no pudo evitar bajar la mirada cuando sus sospechas se confirmaron en su totalidad. Su cuerpo tembló levemente, pero se negaba a soltar más lágrimas. Se prometió a sí misma que no lo volvería hacer, no desde la muerte de Irene. Alice sintió que el rubio ponía su gabardina sobre ella, a lo que simplemente asintió en señal de agradecimiento. Seguía meditando las palabras del cazador, y no pudo evitar centrarse en cierto tema. Él lo llamó maldad... ¿Pero era tan así? Sabía muy bien que tenía oscuridad en su corazón, pero llegar hasta ese punto... ¿En verdad podía terminar volviéndose mala? Era bastante improbable, si se tenía en cuenta su personalidad brillante. Pese a que fue una imagen creada por ella misma para despistar a los demás, no podía negar que aquella máscara se había vuelto parte de ella, a tal punto de convertirse en algo completamente verdadero.

– Y ahí tengo mi respuesta – pensó mientras una sonrisa melancólica se formaba en su rostro.

No, era imposible que pudiera llegar a ser mala. Seguía preocupándose por las personas que apreciaba, después de todo. Alguien maligno no haría eso... ¿no? Puede que tomara decisiones cuestionables en un futuro pero, al fin y al cabo, lo hacía por el bien mayor. Lo haría con toda la intención de hacer el bien, pese a que probablemente hubiera muchas muertes en su camino... Si seguía siendo CP, eso sí. Aún tenía tiempo que recobrar parte de su inocencia si dejaba el gobierno, pero algo se lo impedía. Tal vez porque no quería ser una cobarde, no quería volver a esquivar la realidad para encerrarse, nuevamente, en su burbuja imaginaria y sus sueños utópicos.

– Gracias, Kasai-nii – murmuró la albina mientras una pequeña sonrisa se formaba en su rostro.

Esta vez era sincera. En verdad el rubio le había ayudado para aclarar su mente. Tenía razón en que el mundo no era en blanco y negro, solo que ella no quería verlo. Suspiró un poco mientras se levantaba del asiento. Gracias a la gabardina del cazador, se le había pasado casi todo el frío. Podría entrar en su forma híbrida o completa para capear eso, pero lo hubiera considerado un mal gasto de energía. Seguía siendo una agente y nunca se sabía cuando sería necesario usar sus poderes, por lo que no tenía sentido malgastarlo en algo como eso.

– ¿Qué tienes en mente? – preguntó con curiosidad mientras hinchaba sus mofletes un poco en señal de puchero. Había vuelto a ser la misma de momento, y eso le aliviaba un poco.

Alice miró por varios segundos al rubio y lentamente tomó su mano. Su luz estaba siendo comprometida por su oscuridad interna y, por lo que dijo Kasai, él la iba a ayudar a que desapareciera... O al menos que corrompiera más su alma de lo que ya estaba. Era posible aún, pero su trabajo la complicaba. Tarde o temprano tendría que cometer algún acto horrible para lograr un bien mayor, y tenía terror que hiciera sin tener segundos pensamientos. Se mordió levemente el labio y negó con la cabeza. No, no pensaría en eso por el momento. Los altos mandos no confiaban en ella, por lo que era muy probable que no la mandasen a una misión de ese estilo en mucho tiempo... Quizá nunca. No debería preocuparse por eso. Tan solo debería disfrutar de la vida lo más posible, ignorando su parte oscura por el momento. Era sencillo ahora, considerando que solo abarcaba un porcentaje menor de su alma.

Pasó su mano por su larga cabellera albina y retiro unos pocos restos de nieve que habían quedado luego de golpear el árbol. Pese a que era de noche, su pelo blanco era idéntico al tono de la nieve y parecía iluminar ese parque en penumbras. Caminaron en silencio durante varios segundos hasta llegar a un sitio que le sorprendió. Un lago enorme se podía apreciar y sus aguas no habían sido afectadas por el frío perpetuo de la isla. Al rededor se podían ver varios árboles, incluso algunos que mantenían su verdor. Era increíble que un sitio así se mantuviera en estas condiciones, si se consideraba el clima de la isla. El viento agitó un poco su cabello y la albina cerró sus ojos al sentir paz en su interior. El lago despedía una calma tremenda, especialmente con solo el sonido de la naturaleza haciéndose presente.

– Es hermoso – murmuró la peliblanca mientras una sonrisa serena se formaba en su rostro.

En eso escuchó la confesión del rubio, y no pudo evitar cerrar con fuerzas sus puños. No tenía idea que Kasai hubiera formado parte de aquellas escorias, pero eso no cambiaba en nada. Su respeto por el rubio había subido nuevamente. Era más, podía simpatizar con su situación, viendo que ambos eran similares en ese sentido.

– Siendo una antigua noble, puedo comprender eso – murmuró con suavidad mientras observaba la luna. – La mejor decisión que tomé fue la de abandonar aquella vida, y no me arrepiento... Es una pena que haya tanto odio y discriminación en este mundo –

Alice veía totalmente maravillada como el rubio se transformaba delante de sus ojos. La joven sabía de su poder de serafín. El mismo se lo había dicho la primera vez que se conocieron, pero una cosa era saberlo y la otra era verlo con sus propios ojos azulados. No era necesario tener un mantra entrenado para percibir tal presencia. Aquella aura blanca le hacía sentir una tranquilidad que nunca antes había sentido en su vida. Incoscientemente cerró sus ojos y se perdió en sus recuerdos. Cuando su madre solía contarle historias de fantasía, cuando jugaba con su hermano en aquellas tardes de lluvia... Aquellos fueron días felices, y no pudo evitar que una lágrima solitaria cayera por uno de sus ojos.

– Es hermoso – murmuró la albina mientras abría sus ojos. Por primera vez desde ese encuentro con Jin, que sentía como la oscuridad retrocedía un poco. Debería alegrarse por eso, entonces... ¿Por qué sentía un vacío en su corazón?

La peliblanca vio como el rubio estiraba la mano hacia ella, pero esta vez no dudó como en el parque. Con mucha seguridad se sujetó de Kasai, y dejó escapar un tierno quejido al verse en el aire de improvisto. C.K y Taiga ya le hicieron experimentar la sensación de volar, pero aún no terminaba por acostumbrarse del todo. Al cabo de unos segundos, la agente se relajó y disfrutó del espectáculo que tenía en frente. Nunca había visto nada igual en su vida, por lo que simplemente se limitó contemplar el paisaje y a memorizarlo por el resto de sus días. El agua, la luna, los árboles... Si no considerara al cazador como un hermano, probablemente hubiera pensado que se trataba de un paseo romántico.

Al cabo de unos minutos, terminaron con eso y Kasai la dejó suavemente en el suelo. Sentía varias emociones en aquel momento, pero era gratitud y esperanza lo que predominaba. Sin poder contenerse más, se abalanzó sobre el rubio y firmemente le abrazó. Su cuerpo temblaba debido al caos que eran sus emociones, pero no se puso a llorar. Ella era fuerte, y lo iba a demostrar. Si aún así terminaba cediendo ante la oscuridad... entonces la utilizaría como un arma para proteger a lo que más amaba, no para hacer el mal.

– Gracias, gracias, gracias... – repetía una y otra vez a peliblanca, mientras mantenía su cabeza pegada al pecho del cazador. No necesitaba decir nada más, aquello decía todo.

Su cuerpo tembló durante algunos minutos hasta que por fin pudo controlarlo. Suspiró pesadamente, pero con tranquilidad, y se desprendió del cuerpo del rubio. No sin antes soltar una tierna risa cuando levantó su barbilla. Negó con la cabeza y vio como el cazador volvía paulatinamente a su forma humana. Su cabello empezó a decrecer y su casco desapareció. Sus alas se esfumaron como si nunca hubieran estado en primer lugar. Mostró una pequeña sonrisa cuando el hombre acarició su cabeza, y simplemente se dejó ser. Aunque nunca lo decía en voz alta, a ella le gustaba que le mimaran de esa forma... Por alguna extraña razón que ni ella conocía. Quizá fue producto de la atención que le dio su madre, o tal vez debido a lo sucedido en esa prisión. Puede que haya sido una combinación de las dos, incluso. Sea cual sea la respuesta, nadie podía negar que la albina era una niña mimada.

Ladeó su cabeza hacia un lado, mostrando una adorable señal de confusión en su rostro. Tal vez haya sido imaginación suya, pero por algunos instantes pensó que la mirada del cazador había cambiado luego de decir aquellas palabras, pero como no podía ver bien sus ojos debido a la oscuridad y a esos lentes, quizá no era nada malo y solo lo pensaba demasiado. Se encogió de hombros y pensó un poco en que responder. ¿A estas horas de la noche? Dudaba que algo estuviera abierto, o tal vez sí. Blanc Leumont era una isla invernal, después de todo. Las tiendas debían cerrar temprano debido al clima, aunque... puede que hubieran algunos locales de este tipo abierto. Cuando mencionaba aquello, quería decir esos establecimientos que vendían cosas calientes para pasar el tiempo.

Un viento azotó de repente aquel lugar, y la albina se estremeció un poco. Se acurrucó más aún a la chaqueta negra que le pasó el cazador, sintiendo como el frío recorría su piel. Tal vez no fue una de sus mejores ideas venir tan desabrigada a este lugar. En su defensa, ella estaba acostumbrado a vestir ligero en climas fríos. Solía pasearse descalza en aquellas tardes de lluvia en su isla natal, después de todo. Quizá subestimó demasiado el clima invernal del Paraíso, y ahora lo estaba pagando claro.

– Pues – empezó a hablar la albina, mientras apretaba levemente la mano del rubio. – Un lugar para protegerse del frío... y algo de chocolate caliente si encontramos. – la agente desvió la mirada un poco, avergonzada, mientras se ruborizaba de forma leve. No era buena pidiendo cosas sin que sonara grosero, y eso se podía notar. Aún seguía en etapa de aprendizaje, después de todo.

Al ver que el rubio asentía, la albina se relajó y le siguió tranquilamente. El lago había quedado atrás, pero la peliblanca se recordó a sí misma con volver nuevamente a ese lugar si volvía a pasar por esta isla. Le había encantado aquel paisaje. Tanto que, por si no regresaba, atesoraría esa memoria para el resto de sus días. Desde hace mucho tiempo que no sentía una paz y calma en su interior. La última vez fue cuando su madre seguía con vida, antes que su hermano se alejara de ella. Pensar en Keith provocó que se estremeciera un poco, para luego negar con la cabeza. Seguía sin entender el por qué de su actuar. Recordaba vagamente como, luego de la muerte de mamá, su hermano fue a encarar a su padre. Alice no tenía idea de lo que sucedió en la oficina, pero tuvo la ligera sospecha que fue por eso que el peligris se distanció de ella.

La albina suspiró y dejó de pensar en eso una vez que llegaron al hostal. Era pequeño, pero acogedor. Entraron e inmediatamente Alice empezó a sentir la calefacción que había dentro. El frío le abandonó, ocasionando que una sonrisa leve apareciera en su rostro. Al ver que Kasai le tendía el asiento a su lado, la joven rápidamente aceptó. Una vez hecho eso, la joven se sacó la chaqueta que le dio el cazador y se la tendió, al tiempo que le mostraba una dulce sonrisa en señal de agradecimiento, y por el comentario de princesa.

– Gracias por eso – dijo cortésmente la albina.

Alice se estiró un poco y se sacó el suéter negro den encima. Debajo llevaba una polera blanca, un poco más grande que su talla. Debido a sus... generosos atributos, y a un comentario de Lorenz que le hizo darse cuenta de que atraía mucho la atención en su forma de vestir anterior, la joven se había decido en usar ropa un poco más grande. Lo suficiente para que sus pechos llamaran la atención. De todas formas, sus intentos no eran tan eficaces. Alice decía que ella no era nada del otro mundo, pero su cabello extraño, tez pálida y ojos azules solían a atraer a gente indeseada.

Sus ojos se iluminaron al ver que llegaba el chocolate caliente y empezó a tomar con gusto del tazón. Pausó por algunos segundos y añadió tres cucharadas más de azucar. Lo probó de nuevo y asintió con satisfacción; ahora sí estaba perfecto. Escuchó el comentario del rubio y frunció el ceño por algunos segundos, pensando en como ayudarlo. Al cabo de unos segundos, chasqueó sus dedos y se levantó de su asiento. Se colocó detrás del cazador y, con sus manos, lentamente empezó a masajear los hombros y espalda del Serafín. No era mucho pago por todo lo que él había hecho por ella, pero algo era algo.

Alice sonrío dulcemente cuando escuchó sus palabras. Eran muy ciertas, pese a que podía enumerar con una mano las personas con las que se sentía a gusto. Eran básicamente todas con las que había tenido más contacto físico y emocional desde que se unió al CP. Lexy, Misa, Xemnas, Taiga, el mismo Kasai... Personas con las que había formado un vínculo irrompible a lo largo de su estadía en el gobierno. Yendo desde situaciones mundanas, como pasar un día en un establecimiento vacacional, hasta situaciones más serias como la misión que hizo con el dúo marine, y con Taiga en Sideros. Pensó en que estarían haciendo ahora. Lexy probablemente ejerciendo su labor de CP como ella, al igual que Taiga, mientras que el dúo marine estaría haciendo de las suyas por ahí.

– Yo tampoco lo entenderé, y probablemente sea porque no es necesario usar máscaras delante de la gente que confías. Puedes ser tu yo verdadero sin que la sociedad te critique – respondió la albina luego de unos segundos.

Infló sus mofletes un poco al escuchar sus palabras, pero no respondió. No se trataba de merecer o no merecer. Era algo que ella hacía por mera voluntad, y no quería nada a cambio por sus acciones. Además, no era una molestia; en lo más mínimo. Simplemente era su forma de ser con la gente que quería y apreciaba, no por algo porque se sentía debida hacia alguien o algo por el estilo. En verdad le dolía un poco que el rubio se considera un ciervo de la justicia. Era como si no pudiera actuar por cuenta propia, tan solo siguiendo lo que la sociedad quería de él. El ayudaba a todos, pero no dejaba que el resto intentara cargar con su presión.

– Una de las razones por la cual quería terminar con todo esto – pensó la albina mientras se deprimía un poco.

Suspiró y se dio cuenta que Kasai se alejaba, al tiempo que le hacía un gesto para seguirle. Alice negó con su cabeza y fue hacia la habitación, sin mostrar signos de lo que pensaba anteriormente. Al llegar, sus ojos se iluminaron al ver el tamaño de la cama. Alice rápidamente se quitó sus botas y se tiró allí. Suspiró con alegría al sentir la suavidad de las sábanas. Para ser un hostal tan pequeño, debía admitir que tenían buen servicio. Quizá era porque, en esa isla, era necesario tener comodidades así para os viajeros. En recordó que solo había una, por lo que frunció el ceño y levantó la mirada, buscando a Kasai con sus ojos.

– Ne, no es necesario eso. Puedes dormir también en la cama. Es lo suficiente grande para los dos sin tener ese... tipo de problemas.

Teniendo el poder que tenía, era imposible hacer eso... ¿Qué quería decir con esa respuesta? Alice tardó unos segundos en recordar la naturaleza de la fruta del rubio. Frunció un poco el ceño y repasó un poco lo que sabía acerca de esos seres. Eran criaturas de luz que salían en la biblia y... eran completamente puros. La joven parpadeó un par de veces y tuvo que resistir el impulso de golpearse la cara. Por supuesto, debía ser eso. Si en verdad la naturaleza de las frutas zoan se pasaban a su portador, entonces debía ser normal que el usuario tuviera ciertos rasgos del animal o ser en cuestión. Ahora tenía una mejor profundidad del porqué Kasai se comportaba de esa forma. Su propia personalidad justiciera se profundizaba aún más debido a eso. Alice suspiró y colocó una mano en el mentón. No habría forma de convencer al cazador, aunque insistiera. Si no dormiría en la cama, entonces haría otra cosa.

– Esta bien, pero – Alice se levantó y se dirigió a un pequeño armario que había en la esquina. Por algunos momentos solo se escuchaba el ruido de cosas moverse, hasta que finalmente la albina encontró lo que buscaba. – Al menos usa esto – le dijo mientras le pasaba unas sábanas de repuesto, al tiempo que le dedicaba una mirada seria... bueno, intentaba. Parecía más como un cachorro intentando parecer bravo.

Lo aceptara o no, la albina se dirigiría hacia su bolso para sacar su pijama de allí... solo para darse cuenta que no lo trajo. Alice suspiró por lo bajo y ladeó su cabeza. Había olvidado por completo que no había traído prendas adicionales. En su defensa, no pensó que su estadía en aquella isla duraría un día entero. Tan solo vino a reflexionar un poco y perderse en sus pensamientos de niña depresiva. Nunca esperó encontrarse con el rubio, realmente. Tampoco que su personalidad hubiera, nuevamente, cambiado luego de lo sucedido... aunque esta vez fue para bien.

– Kasai-nii – le habló lentamente mientra ponía una mano en su cara para ocultar su vergüenza. – ¿Podrías darte la vuelta y mirar hacia el lado contrario, por favor? –

Si no accedía, tendría que meterse a la cama con ropa y todo, dando como resultado que esté arrugado para cuando tenga que marcharse mañana. Si accedía, entonces se quitaría todas sus prendas, quedando solo en ropa interior. Rápidamente se metió debajo de las sábanas y hundió su rostro en la almohada para que Kasai no pudiera ver su estado actual. Es había sido... interesante.

Alice no pudo evitar que una gota de sudor cayera por su nuca; nunca pensó que Kasai sería de los que hablaran en sus sueños. Además, su rencor hacia Misa era más grande de lo que esperaba. ¿No se suponía que los ángeles eran seres benevolentes que perdonaban casi todo lo malo? Quizá eran ideas suyas, puesto que tampoco es como si pudiera preguntarle directamente a uno. Kasai era distinto. Él era un portador de una fruta que le daba poderes de esos seres, pero eso no le hacía un ángel real... o al menos eso creía. El tema de las frutas del diablo era muy difícil de entender. Cada una tenía poderes y mecanismos distintos, especialmente las de tipo zoan mitológica. Eran tan versátiles que todo podía ocurrir con aquellos usuarios. Kasai era la prueba de ello, puesto que compartía, al parecer, personalidad con el ser además de sus poderes.

– Pero bueno. No quiero pensar más en eso ahora. Tengo mucho sueño... lo cual es raro – pensó la albina mientras suspiraba.

Río levemente al ver que al rubio se le cayeron los lentes y acurrucó más a las sábanas. Puesto que solo se encontraba en ropa interior, era normal que quisiera absorber todo el calor que había para poder capear el frío invernal. Se rascó la cabeza un poco y pensó que era lo que haría de ahora en más. Su oscuridad se encontraba comprometida ahora gracias Kasai, pero debido a su trabajo era muy probable que resurgiera nuevamente. De todas formas, ahora estaría lista para eso. No negaría ese aspecto suyo ni mucho menos, pero tampoco dejaría que dictara su vida como le diera la gana. Iba a seguir siendo la misma, solo que con un toque más "dark".

– Y son solo suposiciones – la albina suspiró y se rascó su cabellos. – Buenas noches, Kasai-nii – dijo la albina antes de cerrar sus ojos.

Solo deseaba que no tuviera pesadillas aquella noche. Lo que menos quería ahora, era incomodar al rubio con ese aspecto suyo. De todas formas, dudaba que ocurriera. Se encontraba demasiado animada para tener sueños de ese estilo. Con una última sonrisa en su rostro, Alice dejo que Morfeo la trajera hasta su reino.