¿Madera? Yo fumo de éso. [Privado] [Kaworu L. Nagisa/Sarah Foxxx]

Después de haber abandonado la isla de los barcos naufragados Kaworu se dispuso a continuar con las aventuras, había perdido a un gran compañero por el camino, no por muerte, le había gustado aquel lugar y había preferido continuar sus bizarradas en una zona sin ley, no lo culpaba, sabía que su mente sádica lo llevaría lejos de las aventuras del joven pirata.

Lo echaba de menos, éso era todo y esperaba que pronto volviese a estar con él.

Su destino no sería demasiado alejado del West, se había informado por medio de una marine novata del lugar en el que podría obtener madera para construir su barco, aquel lugar era Kabushi, una pequeña aldea conocida por sus escarabajos gigantes que en negación a las palabras de admiración que había tenido la joven marine a él no le habían sorprendido en nada.

Conocía las historias que se hablaban sobre la zona, ¿un escarabajo poderoso que tras derrotarlo otorgaba fortuna? Una mera estupidez, una sencilla leyenda hecha para que los aventureros dejasen la aldea y falleciesen bajo el dominio de algún saqueador.

Necesitaba la madera pero también estaba falto de algo muy importante, personas, necesitaba manos de obra para dirigir su embarcación, así que no tenía ni lo uno ni lo otro...

El sueño de construir "The Queen´s Anne´s Revenge" estaba resultando cada vez más efímero pero no el motivo por el que deseaba construirlo, su propia fortaleza en los mares que lo alejase de la ley, de un gobierno que estipulaba lo que deseaba sin importarle las ambiciones de un pueblo oprimido, así era él y nadie sería capaz de cambiarlo.

Ansiaba conocer más de aquella isla, sus lugareños, sus mapas, sus historias aunque todas fuesen relacionadas con aquellos escarabajos... Así que fue directamente hacia la central de información de todo poblado, la taberna, había tenido sus peores momentos en tabernas, parecía que era pisar una y tendría que suceder algo sí o sí... Una pelea, un cazarrecompensas en busca del precio que ofrecían por llevar su cabeza, incluso buenos amigos.

En todas aquellas ocasiones siempre había tenido algo en común, la cerveza, quizás el único manjar a disfrutar en todo momento. Su dinero no era precisamente un bien inagotable, más bien era escaso pero le cubría lo suficiente como para sobrevivir día tras día, no era precisamente el pirata más temido, ni el más alabado, iba a su propio rollo y pese a tener tal recompensa nadie le conocía, era normal, tampoco había cometido delitos de guerra demasiado grandes, de hecho, ni si quiera los había cometido él.

Dejó la pequeña barcaza que le servía como transporte a buen recaudo en el puerto, sin su bandera pirata y tras ello allí estaba, sentado en la barra del local pagando una cerveza, con un tabernero que no hacía más que lanzar indirectas acerca de los revolucionarios y varios que parecían ser pertenecientes a éste bando, borrachos como nadie, hablando acerca de acontecimientos en sus vidas bastante dudables.

No era la mejor forma de comenzar una historia, pero no toda historia tendría que tener un comienzo fértil, lo bueno nacería con el tiempo y esperaba que lo nuevo no resultase en la monotonía, escapar a gran velocidad de la aldea porque los piratas lo habían encontrado.

Mi barco ya se acercaba al puerto, dispuesta a dejarlo allí anclado mientras compraba algunas cosas. Lo paré con toda la suavidad que pude. Salí del barco en busca de una tienda, pero estaba demasiado sedienta para seguir buscando. 

Llegué delante de una tienda de ultramarinos, más adelante vi una taberna. ``Vaya, ¿y ahora que hago?´´ -pensé para mi, tenía ambos lugares muy cerca. Me senté en un banco que había enfrente de la tienda, y me quedé un buen rato mirando para un lado y el otro. La gente que pasaba cerca de mi me miraban como si fuera un monstruo. Simplemente les miraba y me sonreía, no les hacía el menor caso. 

-Decidido -dije para mi. Finalmente me levante, y me dirigí primero a la tienda. Debía abastecer mi barco, pues me quedaban pocas provisiones. No entré, ya que no cabía, así que primero saqué las uñas con mi Horu Horu, y me inyecté hormonas para hacerme de raza humana. Hice una pequeña mueca de dolor al sentir mis propias uñas atravesando mi cuerpo.

Una vez me clavé las uñas en el brazo, comencé a disminuir rápidamente. En cuestión de un minuto ya medía como el resto de los que andaban por allí. Era igual que en semigigante, pero altura de 1.70. Entré en la tienda, en la cual todos me miraron boquiabiertos. 

``¿Será que vieron como me hice pequeña?´´ -pensaba para mi mientras entraba cogiendo una cesta. Empecé a caminar por allí, buscando lo que necesitaba, olvidando las miradas indiscretas que me observaban. Compré bastante comida, accesorios de cocina varios, y grandes cantidades de agua, pero me faltaba algo, alcohol.

Pagué en la tienda lo que había cogido, y según salí, me dirigí hacía la taberna. Entré por la puerta, y la mayoría de la gente se me quedó mirando, excepto un chico que había pedido una cerveza, y la estaba pagando. Me senté en el único lugar libre en la barra. 

-Hola, ¿que te pongo? -me pregunta el tabernero con educación.

-Hola, ¿vendes barriles de algún alcohol por casualidad? -le pregunté al hombre, que me miraba casi directamente a los ojos.

-Si, ¿cuantos barriles y de que licores? -me pregunta secándose sus manos con un trapo.

-Me pones dos de whiski, dos de ron y 3 de cerveza, y para tomar ahora, una cerveza -dije mirando al chico que tenía a mi lado.

-Hola, me llamo Sarah, encantada -dije mirando al chico, mientras el hombre me daba la cerveza, y preparaba fuera un carro con los barriles.

Los segundos se hacían eternos en aquel local, cuanto más los minutos, aunque vio la facilidad de poder reclutar a varios miembros para su tripulación al fin y al cabo estaban borrachos, no sabrían lo que firmaban y una vez en el barco el pensamiento no sería muy diferente, Leafar era un hombre con mentalidad revolucionaria que se había convertido en un pirata. Se decidió a comenzar el reclutamiento segundos antes de que llegase aquella mujer, justo cuando ya tenía preparado el discurso la mujer le interrumpió pidiendo aquella cantidad de barriles, no parecía tratarse de un marine, por el recibimiento del tabernero también descartó el que fuese revolucionaria, aquella mujer iba a comprar unas cantidades grandes de alcohol y sospechaba que era nueva allí, quizás una aventurera que se había detenido en aquellos puertos para repostar mercancía, tampoco había parecido dedicarle demasiado tiempo, estaba en una taberna y los precios serían más caros que en un importador.

En principio no iba a comenzar una conversación con ella, disfrutaba, si es que se le podía llamar así, del ambiente con cada sorbo que le daba a su bebida, poco a poco le estaba gustando más aquel líquido que al principio consumía para que surgiesen temas de conversación en las tabernas.

La voz de la joven le hizo apartarse completamente de sus pensamientos, ¿Sarah? Jamás había escuchado un nombre similar, aunque tampoco había navegado tanto por los mares, sin más decidió continuar la conversación, no era descortés ni mucho menos maleducado, también le interesaba obtener nuevos contactos y ¿por qué no? descubrir un poco más acerca de sus peticiones.

-Buenas tardes señorita, un placer.-

Levantó la cerveza y dirigió la mirada hacia el rostro ajeno.

-Es un placer conocer a una dama en una taberna, no suelo ver muchas en éste tipo de lugares.-

Dirigió ahora una mirada hacia el tabernero el que negó con la cabeza, comprendía a qué se refería y no le quiso dar importancia, de nuevo volvió a desviar la mirada hacia la muchacha.

-Mi nombre es Kaworu.-

Hizo una leve pausa para mojarse los labios con la cerveza y disfrutar de su gusto.

-Me he percatado de que habéis comprado una gran cantidad de alcohol, ¿sois una revolucionaria de los mares?-

Le preguntó mirando de reojo al tabernero, el cual prestó atención a la conversación por puro interés, tomó una hoja de papel y comenzó a tomar nota en ella los gastos del pedido mientras que su joven trabajador, un mozo de gran musculatura y de complexión ancha iba realizando los preparativos en el exterior de la taberna, sobre la carreta ya mencionada.

``Y yo que pensaba que no me haría caso´´ -pensé al ver que me respondía. Por como actuaba diría que estaba intentando escapar de algo. Desde luego no sabía si era cosa mía, pero no tenía buenas sensaciones en aquel lugar. 

-Así que no sueles ver a muchas mujeres -comenté de forma graciosa, pues lo que iba a ver un poco más adelante iba a dejarle atónito, por el hecho de la altura.

Poco después me preguntó si era una revolucionaria del mar. 

-No, solo soy una pirata abasteciendo su barco -dije susurrando a su oído, mirando a mi alrededor. 

-Señorita, son 18.000 berries por los barriles, y 300 berries a mayores por la cerveza -me dijo mirándonos a ambos.

-Muy bien -saqué una bolsa con mis berries, saqué 19.000 berries y le pagué. -Cobre mi cerveza y la de él y quédese con el cambio -dije colocando de nuevo mi bolsa con dinero en mi cadera. Mientras observaba que fuera había un hombre fornido poniendo mis barriles en un carro. Si creciese en algún momento podría llevarlos yo misma, pero por ahora me voy a quedar así.

Sabía de sobra que aquella mujer no era una revolucionaria, quería ayudarle a obtener una rebaja con el tabernero. Ante mi sorpresa resultaba ser lo mismo que yo, un pirata. Aquella taberna había resultado ser más barata de lo que pensaba, el precio de los barriles no era excesivo y la cerveza le salió gratis; aunque quizás lo primero tuvo que ver con mencionar a los revolucionarios. No podía pedir más de aquel día, hasta había sido complacido con la visita de una mujer. El mar estaba plagado de hombres cuanto más robustos y asquerosos, siempre que veía una mujer era motivo de celebración. No me confundáis, no soy un mujeriego, solo aprecio la belleza humana.

Después de haber escuchado las palabras de la mujer, tenía dos opciones, me podía sincerar con ella y contarle que también era pirata, con un poco de suerte me hablaría más sobre los mares, y quizás me diese algún consejo. O por otro lado podría mantener la boca cerrada, al fin y al cabo ella tenía un barco lleno de piratas y yo un barco, mentira, una barca a la que perfectamente podríamos llamar "¡La Zorra Marina!".

El tiempo no era mi aliado, nunca lo había sido aunque tampoco era aliado de nadie, te mata. Con rapidez barajé las dos opciones y opté por contarle la verdad, aunque aquello me despertó una pregunta antes de proceder... "¿Por qué me había confiado tal información?" Perfectamente podía haberse mantenido callada y negar lo de la revolución, pero me comentó que era pirata sin titubear, quizás ella me conociese, al fin y al cabo tenía una recompensa por su cabeza.

No dudé más en cómo proceder, me acerqué con todo el sigilo que pude ante la extraña mirada del tabernero que teníamos enfrente y susurré.

- Yo también soy revolucionario de los mares.

Había captado el mensaje de la joven y yo había decidido responder sin alarmar al tabernero, si nos hubiese escuchado posiblemente tendríamos problemas.

- Disculpe, ¿nos otorga cierta intimidad?

Le pregunté al tabernero que sin más se alejó de ellos.

- Gracias por la cerveza, Sarah.

Finalicé dirigiendo mi mirada hacia la de Sarah.

Después de observar al fornido hombre que metía los barriles en una carreta, volví mi mirada a Kaworu. Bebí mi cerveza poco a poco, quería degustarla bien. 

-De nada, ha sido un placer -dije sonriendo, mientras le guiñaba un ojo.

-¿Que te trae por aquí? -le pregunté mientras seguía su mirada. Al fin el tabernero nos dejaba tranquilos, pues no hacía mas que orejear todo lo que hablábamos. 

Pensaba en que estaría tramando, y que pensaría al ver como soy de verdad en altura. Eso seguramente no se lo esperaría. Miraba a mi alrededor, seguía teniendo un mal presentimiento, pero suponía que solo era la tensión de estar en un lugar, que para mi gusto, era un poco hostil. Antes de dejarle hablar, salí un momento a dejar las cosas que había comprado en la tienda, en la carreta, le pedí al fornido hombre si podía llevarlas a mi barco. Le señalé cual era, y de paso le avisé que ya estaba pagado. Luego volví con Kaworu.

-Discúlpame, pedí al chico que llevase las cosas a mi barco por mi, cuéntame -le dije mirándole a los ojos, como sondeando que pensaba, y si me diría la verdad.