Un crimen desorganizado. ¿O tal vez no? [Privado: NGC 1672 | Sarah Foxxx]

¡Magnífico! El cuerpo del muchacho estaba frío como el aire que circulaba por la gélida isla en la que se encontraba. Avanzaba por la vasta nieve recordando cómo había llegado hasta ese lugar, pero no lo consiguió. Negro, absolutamente todo negro cuando se trataba de recordar cómo es que había llegado hasta un lugar tan helado como ese. El día estaba completamente nublado, las densas y grises nubes tapaban al sol y todo rayo de este. Era un lugar perfecto para el vampiro, era una zona en donde sus poderes podían ser usados al 100%.

Avanzó hasta encontrar un misterioso pueblo. No se escuchaba ningún ruido, ni siquiera el palpitar de los corazones atormentados de las personas. Ningún ser vivo habitaba ese lugar. La madera estaba podrida, podía olerlo; las ventanas, rotas; el pozo, seco. Lo único que había era un montón de cruces del tamaño de un humano normal, algo así como de 2’5 metros. Llamó la atención del vampiro, este se acercó sigilosamente hacia ellas.

Pasó su mano enguantada por sobre la madera astillosa y sucia.

–Sangre, ¿eh?

El viento ululaba pareciendo ser un fantasma. Escuchó el aullido de un lobo y sus cabellos se erizaron, las leyendas afirmaban que los de su especie no se llevaban precisamente bien con aquellos cuyos colmillos derramaban sangre. Comenzó a contar las cruces que había en ese lugar llegando a afirmar que había más de quince. Sin embargo, pese a haber evidencia de sangre, ¿dónde estaban los cuerpos? Recapitulando: no recuerda cómo llegó y caminó hasta un pueblo abandonado lleno de cruces ensangrentadas.

Sintió curiosidad por saber qué es lo que estaba ocurriendo allí, pero tenía cosas que hacer.... Solo que no recuerda que cosas tenía que hacer. Siguió caminando echando un vistazo a las casas abandonadas. Entró a una cuya puerta estaba completamente destrozada. Como si de una película se tratase, imágenes oscuras y turbias aparecieron en la cabeza de Ryan quien llevó sus manos a la cabeza al sentir como esta le explotaba. Soltó un pequeño grito y las imágenes cesaron. ¿Qué era aquello que vio? Un monstruo acercándose a la casa, espesa cabellera negra y feroces ojos rojos.

– ¿Qué ha sido eso? – se preguntó para sí mismo en un susurro.

Exploró la casa encontrando una muñeca carente de un brazo. El olor a sangre estaba impregnado en ella y a medida que avanzaba notó como la casa estaba completamente destruida por dentro. Salió del lugar advirtiendo que se encontraba en un lugar peligroso. Su mente activa le indicó que se trataba de un genocidio causado por una bestia, una verdadera masacre. Sin embargo no se trataba de una bestia común y corriente, podía tratarse de algo más complicado... Una criatura bípeda que podía caminar como un cuadrúpedo, eso era un problema.

Advirtió un sonido y su vista se volteó hacia la zona del ruido. Desenfundó ambas espadas y se puso en posición de pelea.

La vida es una perra caprichosa. Así es como siempre lo definió el espadachín. Te quería –y siempre te tenía– en el lugar y momento preciso para que tu vida gire completamente, de una vueltecita como no esperabas. El ruido ocasionado por el desconocido, el mismo que advirtió el vampiro, permitió que Ryan se diera cuenta de que en realidad estaba frente a un genocida perfecto. No solo había dejado pruebas evidentes de sus hazañas –y con hazañas me refiero a asesinatos–, sino que había dejado pruebas evidentes para que algún tonto detective se diera cuenta de ello.

Sin embargo después del ruido hubo un silencio tormentoso que sacaba de los nervios a Ryan. En cualquier minuto saltaría del miedo, tal cual salta un gato tras descubrir que hay un cuerpo detrás suyo. Avanzaba lentamente en posición de defensa, con ambas espadas en lo alto procurando no hacer ruidos. Una conclusión –apresurada– le calmó los nervios para saber que lo que había allí afuera no era ningún asesino; normalmente los genocidas son gente que dejan pruebas para que los busques y no vuelven al sitio marcado con una “x”.

Sus ojos se abrieron de par en par tras ver lo que se alzaba, elegante y bellamente, en el horizonte. Una criatura de más de 4’5 metros, busto voluminoso, figura arqueada y un hedor a sangre que solo podía ser distinguido por alguien de la estirpe del vampiro. ¿Quién era? Tenía que descubrirlo, pero tenía que actuar sumamente bien y elegir cuidadosamente sus palabras. ¿Y si se trataba de un marine? ¿O algún agente del gobierno? ¿Y si se había equivocado y efectivamente era el asesino? Lo último no lo creía. ¿Esa criatura convertirse en un monstruo cuadrúpedo? Era una posibilidad, pero fue descartada por el hecho de que la distancia entre las huellas no calzaba con su tamaño.

Avanzó sin hacer ruido alguno. Sin embargo no percibió, pese a tener su Haki de observación activado, ningún indicio de hostilidad. Pero, en ese momento, la curiosidad le carcomía el alma y debía saber qué hacía alguien como ella en un lugar tan... inhóspito. Se acercó hacia ella guardando ambas hojas en sus respectivas fundas.

Sus movimientos eran veloces y precisos, no causaban ruido más del que el mismo vampiro quería causar. Se pasó la lengua por los labios superiores y enseñó los colmillos en señal de sonrisa malévola. Recordó que no había comido hace un tiempo, necesitaba de su alimento. La sed cada vez se hacía más grande y ya le costaba trabajo controlarla. Esa fue una pista para descubrir que había pasado mucho tiempo inconsciente.

–¡Hey! – Saludó a lo lejos enseñando la palma – ¿Sabes algo de lo que ha ocurrido aquí?

Señaló los cadáveres repartidos por todo el pueblo. El hedor a sangre lo estaba volviendo loco y eso no era algo bueno para nadie.

Su corazón se puso alerta tras la advertencia que captaron sus ojos al ver como la gigante ponía su mano en el puño de la navaja de esta. Sonrió para sí mismo al reconocer que la presente tenía cojones para realizar un movimiento tan amenazador frente a un desconocido en un paisaje tan... lúgubre. ¿Cuerpos desparramados por aquí y por allá? Daba suficientes pruebas para dudar de un hombre que se aparece de la nada. Afortunadamente concluyó que ella definitivamente no era a quien estaba buscando; a simple vista carecía de inteligencia y ni hablar de sus habilidades diplomáticas.

El aspecto de la mujer, reconoció Ryan, era pintoresco. Su enorme bulto desconcentraba el lado humano de la criatura de cabellos rubios, en cambio su lado de depredador le exigía arrancarle el cuello y beber de él. Tenía suerte de que aún podía controlar su sed de sangre, de no ser por el control sobreactuado del muchacho, ella yacería en el piso sin vida.

Tenía muchas cosas que descubrir y con ella a su vista no lo lograría. Era demasiado grande y pasar desapercibido con una criatura de tal calibre como su acompañante era una estrategia que solo un niño pensaría. No le molestaba estar solo, además, lo único que quería lograr en aquel sitio era saciar su curiosidad. Enfrentar a la bestia era un juego para él, no le temía, sino que formaba parte de sus entretenciones e intereses.

Ryan llevaba puesto una chaqueta de cuero azul desabrochada que dejaba ver una un chaleco muy fino de color negro. En sus piernas, llevaba unos pantalones negros de cuero que finalizaban en unas botas de color café.

El vampiro soltó una carcajada enseñando ambos colmillos.

–No podrías lastimarme aunque quisieras – detuvo la risa –. Y para que te bajes de la nube en la que vives, no tengo mucho interés en ti. Lo siento, el genocidio del pueblo te ha arrebatado toda la atención.

El sarcasmo con el que hablaba indicaba que algo le disgustaba. No en ella; claro que no. Había un extraño hedor en el aire que no le dejaba tranquilo, de alguna u otra forma aceleraba su naturaleza depredadora. ¿Quizás se trataba de alguna feromona? Lo dudaba, él no se consideraba un animal. Monstruo tal vez, pero jamás animal.

–Silencio – ordenó Ryan –. No estamos solos.

Un montón de lugareños rodearon a la pareja. ¿Quiénes eran? ¿Cómo llegaron sin que el vampiro los hubiese escuchado u olido? Definitivamente ellos no eran normales.

Podía contar suficientes cadáveres para hacer un increíble juego, un verdadero show para entretener a sus espectadores. Los pueblerinos que llegaron eran en su totalidad hombres armados con herramientas como tridentes y palas, solo algunos tenían armas de verdad; también había mujeres y niños que tenían expresión de furia en sus miradas. ¿Así serían las cosas? ¿Solo se trataba de sobreponerse al más débil? La expresión juguetona y satírica del vampiro cambió de un segundo a otro pasando a ser una de disgusto y rencor.

Podía oler el mismo hedor de la gente que recién había llegado. Ese repugnante olor que descontrolaba al nigromante, y para colmo lo conocía muy bien: era el olor a muerte. Ambos estaban completamente rodeados, se encontraban en el centro del pueblo y por alguna razón llegó a creer que en realidad no se trataba de un asesino serial que era capaz de convertirse en bestia. Quizás eso quería que la gente creyera cuando en realidad se trataba de un pueblo entero que se había vuelto loco y comenzó a asesinar a sus vecinos. Sin embargo era una idea muy perturbadora, incluso para la mente del vampiro.

No tenía intención de barrer con un montón de estúpidos ignorantes que estaban dominados por la ira. Algo extraño notaba en ellos y era la expresión de sus ojos. Muchos hombres los tenían inyectados en sangre y de sus bocas caía baba, como si de perros rabiosos se tratase. Sin embargo, por la forma en que lo miraban –como si se lo fueran a comer– no tuvo más opción que desenfundar una de sus espadas.

La mujer había mencionado dos veces su nombre. A la primera Ryan lo había ignorado, pero como tenía tantas ganas de presentarse el vampiro pensó que debía hacer lo mismo. Con su petición de “ayudar a matarlos” le bastó para concluir que de verdad la gigante era una guerrera sangrienta. ¿Asesinar a un montón de pueblerinos sin razón alguna? Eso sí que era una idea sanguinaria.

–Puedes llamarme Ryan, valiente guerrera –comentó con sarcasmo.

Comenzó a acercarse lentamente a los hombres.

–¡Hey! –saludó con entusiasmo fingido– ¿Qué pasa con esas caras largas? ¿Saben lo que ha ocurrido aquí?

Como supuso: no hubo respuesta. Al menos no como la de cualquier humano relativamente normal. Uno de los hombres se apresuró en lanzar su tridente en dirección al muchacho que se encontraba –supuestamente– indefenso, pero sin ninguna dificultad, moviéndose como si el tiempo se ralentizara, esquivó el proyectil. Suspiró y se dio cuenta de que la verdad no quedaba otra que responder con violencia. Siempre lo mismo con los humanos, pensó Ryan.

Un orbe oscuro comenzó a aparecer sobre la palma de su mano al mismo tiempo que giraba en sentido horario del. La esfera tenía su centro negro como la noche y a medida que se expandía la energía se lograba ver un color más morado. De pronto, un montón de estelas saltó desde el orbe hacia el cielo. Era un verdadero espectáculo, las luces brillaban oscuramente hasta que se extinguieron tras tocar a los cuerpos sin vida. Un sonido sepulcral retumbó en el pueblo e inmediatamente después del sonido, los cuerpos comenzaron a levantarse dejando a simple vista las heridas mortales que habían sufrido.

Cuerpos sin voluntad más que la de su amo fueron reanimados para cumplir los caprichosos deseos de Ryan. A cualquier humano carente de pensamiento militar huiría del pánico, pero, en cambio, ellos siguieron cerrando el círculo pretendiendo empalar a los turistas. Desconcertado, el vampiro ordenó a sus invocaciones que arrasaran con todos los presentes, incluyendo niños y mujeres. Usó a unos cuantos como guardaespaldas para abrir un pasillo y salir del centro de la ciudad.

–Llegué a una conclusión. Quizás apresurada y sin sentido, pero pienso que estos hombres están muertos en vida. Puede que se trate de una fruta del diablo o tal vez de Nigromancia, no lo sé – comentó mientras avanzaba calmadamente mientras escuchaba los gritos de los hombres al caer muertos–. O tal vez se trate de algo completamente nuevo, pero hay muchas pistas que indican que no son más que títeres de un perturbador genio.

Un niño, de no más de diez años, se apresuró en atacar a Ryan con la daga que llevaba en su mano derecha. Este se la enterró en el muslo derecho al nigromante quien reaccionó de forma esperada para alguien como él. Desenterró el cuchillo de su muslo –el cuál se regeneró instantáneamente– y se lo enterró en el estómago a la pequeña criatura. Sin remordimiento alguno siguió avanzando mientras disfrutaba del espectáculo. No obstante, no terminó el show hasta haber drenado el cuerpo de una dulce señorita cuya piel lentamente se hacía más y más pálida debido a la ausencia de sangre.

–Ya no cabe duda de que soy un monstruo, ¿verdad? – dijo sonriendo con la boca manchada de sangre.

El frío velo de la muerte acarició al resto de las personas que intentaban estar un segundo más en la horrible realidad que ellos mismos llamaron vida. Los zombies, seres sin sentimientos ni voluntad, arrasaron con el montón de pueblerinos. Su sed ya estaba saciada, pero aún necesitaba ver más... cada vez más de cerca lo que su polémica obra había ocasionado. Cadáveres por aquí, cadáveres por allá. Lo que indicó que Ryan ya había cruzado la línea que prometió jamás cruzar fue la imagen de una niña de unos cinco años, cuyos ojos inyectados en sangre no dejaban de mirar al vampiro con odio y furia, como si de un perro rabioso se tratase. Sin embargo, en vez de ayudarla, lo único que hizo fue clavarle su espada en el estómago.

La crueldad de la criatura superó cualquier límite conocido. ¿Por qué lo hizo? ¿Solo para causar dolor? Después de asesinar a la pequeña criatura, se dio cuenta de lo que hizo y como no había sentido remordimiento por haber hecho eso. Lo único que sintió fue vergüenza que fue acallada por la justificación de que el ambiente lo estaba dañando y convirtiendo en un auténtico monstruo.

Las palabras de la gigante sacaron al vampiro del mundo de los pensamientos.

Una pregunta muy difícil. Ni siquiera él sabía cómo había llegado hasta ese lugar, ni siquiera sabía en donde se encontraba. Lo único que sabía es lo que veían sus ojos y no era más que un montón de nieve, sangre, cuerpos sin vida y cada vez más árboles bañados en nieve. Probablemente, por la ubicación, se encontraba en una zona muy al norte o muy al sur del planeta. Era lo más lógico, ¿no?

–No tengo idea –respondió fríamente Ryan–. Y la verdad mi interés está puesto, justo en este momento, en saber quién ocasionó el primer genocidio. Hay muchas pistas, pero pocas útiles. Si quieres sobrevivir, sígueme.

La densa niebla cubrió la zona. A penas y se podía ver un par de metros más allá, pero todo lo demás era imposible de distinguir. La mejor opción era pasar la noche ahí mismo. El día cada vez se hacía más oscuro por lo que la noche ya estaba llegando. Antes de destruir a todas sus invocaciones, les ordenó que juntarán a todos los cadáveres y se los llevaran a unos cuantos metros del pueblo para no estar lidiando con la perturbadora imagen y el nauseabundo aroma de la muerte.

Entró a la casa más grande. Era completamente de madera, aunque se podía notar fácilmente que esta estaba podrida. En su interior había olor a incienso. Comenzó a subir la escalera cuando un ruido lo detuvo. Había jurado que se encontraba solo en esa casa, sin contar a la enorme gigante que estaba a sus espaldas. ¿Acaso su olfato le fallaba? Fue hacia la zona del ruido.

–¿Un armario? –se preguntó hacia sí mismo.

Arrancó la puerta con fuerza y desde dentro vio una pequeña niña de cabellos largos y rubios. Pudo sentir el miedo que la pequeña sentía. No tenía más de quince años. Estaba vestida con harapos y sus violetas ojos comenzaron a bañarse en lágrimas. ¿Qué debía hacer? ¿La dejaría morir? ¿O acabaría con su sufrimiento allí mismo? Desenfundó la espada que tenía en su espalda, pero antes de clavársela advirtió que no tenía la misma mirada que los furiosos pueblerinos de antes.