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Mientras estaba sentado en la banca fumándose un cigarrillo, vio a un hombre escapar de dos policías que le exigían detenerse. ¿Tendrá recompensa? Lo dudaba, alguien como él no parecía ser lo suficientemente peligroso para que el Gobierno se preocupe por su cabeza. Los uniformados no dudaron más y abrieron fuego, agujereando la espalda del muchacho cuya sangre escurría rápidamente debido a la intensa lluvia. Los ojos ámbar del pelirrojo le dedicaron una inexpresiva mirada y comenzó a reflexionar… La vida iba y venía, así de fácil.
Los policías se acercaron al cadáver y registraron sus pertenencias.
–Michael Hunks, 21 años –dijo uno de ellos, evitando ver el cuerpo del muchacho–. ¿Por qué siempre tenemos que matar a estos chicos?
–Es nuestro trabajo. Si no son ellos, somos nosotros.
Fenrir lanzó el cigarrillo que cayó cerca del cadáver y comenzó a caminar por la calle poco concurrida. Podía escuchar las sirenas y luego como un retén de policías se detenía frente a la escena del crimen. En Silicia era pan de cada día ver a los policías enfrentarse a mafiosos armados, muchos chicos y chicas morían a causa de esto y los más afectados de siempre eran quiénes no tenían más opción que vivir en una ciudad contaminada por el caos. No le gustaba la visión en que el mundo estuviera dividido en dos tipos de personas, no le agradaba asumir que aquellos que no tenían suficientemente fuera solo eran masacrados por los que sí tenían. Sin embargo, únicamente la fuerza terminaba por liberarte.
Caminó durante varios minutos hasta encontrarse frente a la puerta de un bar. Allí dentro había un tablón con un anuncio que indicaba una cuantiosa recompensa. Los ojos del pelirrojo se abrieron de par en par al verla, jamás había visto tantos ceros en su vida. Indicaba que aquellos interesados podían dirigirse a tal dirección para hablarte ante Thomas Pengraph.
–¿Esa recompensa es de verdad? –Le preguntó al tabernero, quien estaba secando un vaso.
–Claro que sí, pero no me arriesgaría –mencionó con tono de preocupación–. Pobre hombre…
Ya había confirmado que la recompensa era de verdad y que efectivamente había un trabajo que podía requerir de sus habilidades, aunque no sabía a lo que se estaba enfrentando. Reunió un poco más de información sobre este hombre, quien era un empresario importante de la ciudad cuya personalidad no terminaba de calzar dentro de un mundo de corrupción y muerte. A Fenrir no le importaba si el hombre era mafioso o el representante de la benevolencia, mientras no tuviera problema con el Gobierno Mundial podía hacer cualquier tipo de pedido. Últimamente no ha recibido muchos trabajos.
Los policías se acercaron al cadáver y registraron sus pertenencias.
–Michael Hunks, 21 años –dijo uno de ellos, evitando ver el cuerpo del muchacho–. ¿Por qué siempre tenemos que matar a estos chicos?
–Es nuestro trabajo. Si no son ellos, somos nosotros.
Fenrir lanzó el cigarrillo que cayó cerca del cadáver y comenzó a caminar por la calle poco concurrida. Podía escuchar las sirenas y luego como un retén de policías se detenía frente a la escena del crimen. En Silicia era pan de cada día ver a los policías enfrentarse a mafiosos armados, muchos chicos y chicas morían a causa de esto y los más afectados de siempre eran quiénes no tenían más opción que vivir en una ciudad contaminada por el caos. No le gustaba la visión en que el mundo estuviera dividido en dos tipos de personas, no le agradaba asumir que aquellos que no tenían suficientemente fuera solo eran masacrados por los que sí tenían. Sin embargo, únicamente la fuerza terminaba por liberarte.
Caminó durante varios minutos hasta encontrarse frente a la puerta de un bar. Allí dentro había un tablón con un anuncio que indicaba una cuantiosa recompensa. Los ojos del pelirrojo se abrieron de par en par al verla, jamás había visto tantos ceros en su vida. Indicaba que aquellos interesados podían dirigirse a tal dirección para hablarte ante Thomas Pengraph.
–¿Esa recompensa es de verdad? –Le preguntó al tabernero, quien estaba secando un vaso.
–Claro que sí, pero no me arriesgaría –mencionó con tono de preocupación–. Pobre hombre…
Ya había confirmado que la recompensa era de verdad y que efectivamente había un trabajo que podía requerir de sus habilidades, aunque no sabía a lo que se estaba enfrentando. Reunió un poco más de información sobre este hombre, quien era un empresario importante de la ciudad cuya personalidad no terminaba de calzar dentro de un mundo de corrupción y muerte. A Fenrir no le importaba si el hombre era mafioso o el representante de la benevolencia, mientras no tuviera problema con el Gobierno Mundial podía hacer cualquier tipo de pedido. Últimamente no ha recibido muchos trabajos.
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El día calzaba perfectamente para mí. Esa mezcla perfecta entre lluvia y chocolate caliente convertía a cualquier día en uno bueno, pese a todo el trabajo que tenía en Sicilia. La ciudad estaba infectada de caos, corrupción y muerte; ciertamente me venía bien un lugar así, conseguir almas era un trabajo difícil y si los ciudadanos de esta ciudad se mataban entre sí, la recolección de almas se hacía mucho más fácil. Fui convocada por un importante empresario para que le asistiese en la recuperación de su hija. Extraño resultaba que la Marina se involucrara en asuntos tan cotidianos, así que seguramente detrás de todo esto había algo importante.
El ambiente de aquel bar era agradable y tranquilo, un poco de música que relajaba el corazón, mucho olor a café y alcohol y por último hombres que usaban sombreros de copa. Sí, todo era sumamente tranquilo. En el tablón de a mi derecha indicaba una cuantiosa recompensa que tenía estrecha relación con mi trabajo, así que seguramente terminaría trabajando con más personas. Eso siempre resultaba fastidioso, si podía hacer el trabajo yo sola y luego volver a casa, ¿para qué necesitaban más gente? Hablando de gente… Escuché unos pasos provenientes de mi espalda, miré de reojo y me encontré con una silueta familiar: cabello rojo y una imponente figura. ¿Acaso era Rayne? Con un brusco movimiento me volteé, esperando encontrarme con el pelirrojo, pero no era más que un hombre… Sí, un hombre con cierta similitud a mi maestro.
–Qué decepción… –susurré para mí misma, procurando que nadie me escuchara.
Después de unos pocos minutos el hombre tuvo una conversación con el tabernero, ¿alguien cómo él interesado en tal trabajo? Por cómo se expresaba, inferí inmediatamente que no era un lugareño. El tipo no sabía quién era el hombre que buscaba personal para recuperar a su hija y todos en la ciudad le conocían, así que con eso quedó confirmada que mi hipótesis era cierta. Había solo una cosa que me resultaba intrigante en él: la similitud con Rayne Bloodfallen. Quería saciar mi curiosidad, pero si le hablaba al hombre así porque sí, preguntando si conocía a tal persona terminaría sonando un poco extraño. Sin embargo, encontré la manera perfecta para mi entrada.
–Otro interesado en el trabajo, ¿no? –comenté después de darle un sorbo a mi vaso de chocolate caliente.
Esperaba que con ese comentario el hombre de cabellos rojos se interesara en tener una conversación, entonces ahí terminaría saliendo de mis dudas. Mientras más lo observaba, más parecido le encontraba… Cabello rojo, ojos ámbar y el mismo color de piel. Trabajé por muchos años para la Orden y eso me hizo conocer a muchas personas, pero un pelirrojo tan parecido a mi maestro… Resultaba por lo menos incómodo. Él sólo me contó que tuvo un hermano y ya estaba muerto. “Bien, copia de Rayne, ¿qué dirás?”, me dije a mí misma.
El ambiente de aquel bar era agradable y tranquilo, un poco de música que relajaba el corazón, mucho olor a café y alcohol y por último hombres que usaban sombreros de copa. Sí, todo era sumamente tranquilo. En el tablón de a mi derecha indicaba una cuantiosa recompensa que tenía estrecha relación con mi trabajo, así que seguramente terminaría trabajando con más personas. Eso siempre resultaba fastidioso, si podía hacer el trabajo yo sola y luego volver a casa, ¿para qué necesitaban más gente? Hablando de gente… Escuché unos pasos provenientes de mi espalda, miré de reojo y me encontré con una silueta familiar: cabello rojo y una imponente figura. ¿Acaso era Rayne? Con un brusco movimiento me volteé, esperando encontrarme con el pelirrojo, pero no era más que un hombre… Sí, un hombre con cierta similitud a mi maestro.
–Qué decepción… –susurré para mí misma, procurando que nadie me escuchara.
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–Otro interesado en el trabajo, ¿no? –comenté después de darle un sorbo a mi vaso de chocolate caliente.
Esperaba que con ese comentario el hombre de cabellos rojos se interesara en tener una conversación, entonces ahí terminaría saliendo de mis dudas. Mientras más lo observaba, más parecido le encontraba… Cabello rojo, ojos ámbar y el mismo color de piel. Trabajé por muchos años para la Orden y eso me hizo conocer a muchas personas, pero un pelirrojo tan parecido a mi maestro… Resultaba por lo menos incómodo. Él sólo me contó que tuvo un hermano y ya estaba muerto. “Bien, copia de Rayne, ¿qué dirás?”, me dije a mí misma.
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Fenrir le dirigió una mirada desinteresada a la muchacha que le comentó sobre su interés en el trabajo. Cabellos plateados y ojos violetas, no parecía de ser por estos lados. Parecía que había más gente interesada en el mismo trabajo que el cazador y eso no le hacía mucha gracia, la recompensa era cuantiosa pero la quería únicamente para él. Antes de responderle le pidió un vaso de whiskey al cantinero y una vez se lo sirvió, miró a la mujer y le respondió.
–Algo así… Aún estoy considerando mis ganas de envolverme en este asunto –su voz era lenta y floja, como si estuviera sumamente cansado–. No tienes pintas de andar cazando recompensas, ni mucho menos ser de por aquí. ¿Qué te trae a Silicia?
El whiskey tenía un exquisito sabor y un vaso se hizo poco para el pelirrojo, pero no tenía suficiente dinero para pagar otro. Ya se estaba convenciendo de que de verdad necesitaba ese trabajo y rescatar a una chica en manos de un grupo de mafiosos parecía ser muy interesante, pero también enormemente poderoso. Era resistente y fuerte, pero aún así las balas le podían atravesar la piel y convertirse en un queso lleno de agujeros no le hacía ninguna gracia.
Después de unos pocos minutos de responderle a la chica, recordó lo que tenía a su lado: una mujer de cabello plateado y enormes pechos. Un nudo se formó en su garganta y comenzó a sudar, tenía que hacer algo para salir de esa incómoda situación. Se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta negra y sacó un cigarrillo.
–Señor, dentro del bar no está permitido fumar. Si desea fumar, puede hacerlo afuera.
¿Por qué todas las personas le tenían que decir lo que hacer y lo que no? No estaba obligado de ninguna forma a cumplir con las normas que el bar tenía y respetando sus creencias, lo encendió de todas formas. Cuando las leyes no eran obedecidas, las cosas comenzaban a transformarse de tal forma que siempre envolvía a las personas en problemas. El cantinero reaccionó negativamente al ver que su cliente no obedecía las normas del lugar, sacó una pistola del mesón y apuntó en la cabeza a Fenrir.
–No me gusta que mis clientes no obedezcan las normas del lugar.
–Lo que haga o no, es mi problema. Si quieres disparar, adelante.
El hombre de cabellos rojos se levantó del asiento y se impuso ante el cantinero, quien no le llegaba a los hombros. En el momento de duda por parte del dueño del lugar, Fenrir sujetó su brazo y lo apretó con tal fuerza que hizo que el viejo cantinero soltara el arma y dejara escapar un quejido de dolor. El arma cayó sobre el mesón y el pelirrojo la guardó en su cinturón, deseando que lo dejaran fumar tranquilo. Finalmente, le dio una calada a su cigarrillo y exhaló el humo en el rostro del hombre.
–Algo así… Aún estoy considerando mis ganas de envolverme en este asunto –su voz era lenta y floja, como si estuviera sumamente cansado–. No tienes pintas de andar cazando recompensas, ni mucho menos ser de por aquí. ¿Qué te trae a Silicia?
El whiskey tenía un exquisito sabor y un vaso se hizo poco para el pelirrojo, pero no tenía suficiente dinero para pagar otro. Ya se estaba convenciendo de que de verdad necesitaba ese trabajo y rescatar a una chica en manos de un grupo de mafiosos parecía ser muy interesante, pero también enormemente poderoso. Era resistente y fuerte, pero aún así las balas le podían atravesar la piel y convertirse en un queso lleno de agujeros no le hacía ninguna gracia.
Después de unos pocos minutos de responderle a la chica, recordó lo que tenía a su lado: una mujer de cabello plateado y enormes pechos. Un nudo se formó en su garganta y comenzó a sudar, tenía que hacer algo para salir de esa incómoda situación. Se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta negra y sacó un cigarrillo.
–Señor, dentro del bar no está permitido fumar. Si desea fumar, puede hacerlo afuera.
¿Por qué todas las personas le tenían que decir lo que hacer y lo que no? No estaba obligado de ninguna forma a cumplir con las normas que el bar tenía y respetando sus creencias, lo encendió de todas formas. Cuando las leyes no eran obedecidas, las cosas comenzaban a transformarse de tal forma que siempre envolvía a las personas en problemas. El cantinero reaccionó negativamente al ver que su cliente no obedecía las normas del lugar, sacó una pistola del mesón y apuntó en la cabeza a Fenrir.
–No me gusta que mis clientes no obedezcan las normas del lugar.
–Lo que haga o no, es mi problema. Si quieres disparar, adelante.
El hombre de cabellos rojos se levantó del asiento y se impuso ante el cantinero, quien no le llegaba a los hombros. En el momento de duda por parte del dueño del lugar, Fenrir sujetó su brazo y lo apretó con tal fuerza que hizo que el viejo cantinero soltara el arma y dejara escapar un quejido de dolor. El arma cayó sobre el mesón y el pelirrojo la guardó en su cinturón, deseando que lo dejaran fumar tranquilo. Finalmente, le dio una calada a su cigarrillo y exhaló el humo en el rostro del hombre.
Katharina von Steinhell
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La voz del hombre era sumamente aburrida. Yo hablaba sin expresiones, pero al menos no provocaba que las demás personas comenzaran a sentir sueño. El pelirrojo no estaba convencido de si trabajar para el empresario, pero algo me decía que terminaría haciéndolo. No parecía ser de los chicos que tuvieran una generosa cantidad de dinero, incluso me impresionó que pudiera comprar ese whiskey. ¿Me había equivocado? Era raro en mí, pero no era perfecta y sabía que podía equivocarme.
Podía responder sinceramente a su pregunta, así como podía mentirle. Sin embargo, para averiguar si tenía alguna relación con mi maestro, parecía que tenía que decirle la verdad. Antes de que pudiera abrir la boca, el chico sacó un cigarrillo y pese a las indicaciones del cantinero, lo encendió igual. Eso provocó que este último defendiera su posición, su lugar de trabajo y las normas que lo regían, sacando un arma y apuntando directamente a la cabeza de su cliente. No obstante, este último con palabras provocadoras lo desarmó sin ningún problema. “Sí que sabe luchar”, pensé al mismo tiempo que notaba que era mucho más fuerte que yo, al menos físicamente.
–Si vas así como así, causando problemas no tardarás en tener una bala dentro de ti. Mi nombre es Katharina von Steinhell y estoy aquí para cumplir la voluntad de la Marina –respondí dejando caer un tono ligeramente sarcástico, sobre todo en mi último comentario.
Después de las presentaciones, normalmente las personas comenzaban con preguntas más “personales”. Esperaba conocer su nombre, así que no importando lo que pudiera pensar de mí y de mis intenciones, ataqué.
–Supongo que tienes un nombre, ¿cuál es?
Una vez supiera su nombre, me levantaría y tomaría una decisión dependiendo de su respuesta. Estaba completamente segura que no fue más que una tonta idea mía y no tenía ninguna relación con Rayne, pero en caso de que fuera así me quedaría en el bar. En todo caso, ya era hora de presentarme ante el empresario cuya hija aún estaba secuestrada; mis fuertes no eran rastrear ni mucho menos explorar pistas, pero de seguro que algo se me ocurriría. Ya estaba deseando tener un conjuro que indicara lo que mi corazón quería. Bien, señor violencia, ¿cuál era su nombre?
Podía responder sinceramente a su pregunta, así como podía mentirle. Sin embargo, para averiguar si tenía alguna relación con mi maestro, parecía que tenía que decirle la verdad. Antes de que pudiera abrir la boca, el chico sacó un cigarrillo y pese a las indicaciones del cantinero, lo encendió igual. Eso provocó que este último defendiera su posición, su lugar de trabajo y las normas que lo regían, sacando un arma y apuntando directamente a la cabeza de su cliente. No obstante, este último con palabras provocadoras lo desarmó sin ningún problema. “Sí que sabe luchar”, pensé al mismo tiempo que notaba que era mucho más fuerte que yo, al menos físicamente.
–Si vas así como así, causando problemas no tardarás en tener una bala dentro de ti. Mi nombre es Katharina von Steinhell y estoy aquí para cumplir la voluntad de la Marina –respondí dejando caer un tono ligeramente sarcástico, sobre todo en mi último comentario.
Después de las presentaciones, normalmente las personas comenzaban con preguntas más “personales”. Esperaba conocer su nombre, así que no importando lo que pudiera pensar de mí y de mis intenciones, ataqué.
–Supongo que tienes un nombre, ¿cuál es?
Una vez supiera su nombre, me levantaría y tomaría una decisión dependiendo de su respuesta. Estaba completamente segura que no fue más que una tonta idea mía y no tenía ninguna relación con Rayne, pero en caso de que fuera así me quedaría en el bar. En todo caso, ya era hora de presentarme ante el empresario cuya hija aún estaba secuestrada; mis fuertes no eran rastrear ni mucho menos explorar pistas, pero de seguro que algo se me ocurriría. Ya estaba deseando tener un conjuro que indicara lo que mi corazón quería. Bien, señor violencia, ¿cuál era su nombre?
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La albina terminó comentando la leve discusión que tuvo Fenrir con el dueño del local, advirtiéndole que si iba por ahí haciendo lo que quería de seguro que terminaría teniendo varios enemigos, o al menos eso entendió el pelirrojo quien se sentaba en el mismo lugar de antes, dándole otra calada a su cigarrillo. El lugar ya le parecía incómodo, los cuatro hombres reunidos en una mesa ubicada a la izquierda de él no dejaban de mirarlo, como si quisieran tener problemas o buscar una pelea. No le quiso dar mucha importancia, pero si ellos querían empezar algo, Fenrir no tenía problemas en terminarlo.
–Vaya, tenemos a la representante de la ley –respondió sin mirarla, no quería comenzar a tartamudear–. No es normal que una chica se interese en mí al preguntar mi nombre, pero si tanto quieres saberlo… Me llamo Fenrir.
El pelirrojo cerró los ojos y escuchó los delicados movimientos de la albina, quien se estaba levantando del asiento. Terminó por darle la última quemada al cigarrillo y lo apagó en el mismo mesón, observando los ojos de furia del cantinero. Ya había perdido su oportunidad de demostrar quién era y que las reglas en ese bar se respetaban, pero lamentablemente (para él) falló. Si bien podía buscar otro encuentro con el pelirrojo, tenía claro que no era rival para la inhumana fuerza de su cliente.
–Tengo intención de ir a ver al hombre del cartel. Tal vez nos veamos dentro de poco –comentó el chico después de levantarse de su asiento.
Sin esperar ninguna respuesta de la mujer de cabellos plateados, se dirigió a la puerta y la abrió, encontrándose nuevamente en ese lluvioso y gris mundo de Silicia. Le entraron ganas de encender otro cigarrillo, pero sabía que si ahora fumaba, próximamente no tendría qué fumar y no contaba con dinero para comprar más cigarrillos. Su situación económica era lamentable y esperaba que con el trabajo del secuestro pudiera conseguir un poco más de dinero, además estaba casi seguro que los mafiosos que la tenían contaban con una recompensa por su cabeza. A Fenrir no le importaba capturarlos con o sin vida, para él no había mucha diferencia. Después de todo, tanto los malos como los buenos terminaban bajo tierra y era un hecho innegable.
Por alguna razón sentía que la ciudad lloraba y estaba triste, tal vez ese whiskey ya le estaba haciendo efecto puesto que no era común en él tener esa clase de sentimientos. Suspiró e intentó olvidarse de esos incoherentes pensamientos y movió la cabeza hacia ambos lados, tratando de ubicarse en esa contaminada ciudad sin obtener muchos resultados. Después de todo, sí que tendría que consultarle a la albina.
–Vaya, tenemos a la representante de la ley –respondió sin mirarla, no quería comenzar a tartamudear–. No es normal que una chica se interese en mí al preguntar mi nombre, pero si tanto quieres saberlo… Me llamo Fenrir.
El pelirrojo cerró los ojos y escuchó los delicados movimientos de la albina, quien se estaba levantando del asiento. Terminó por darle la última quemada al cigarrillo y lo apagó en el mismo mesón, observando los ojos de furia del cantinero. Ya había perdido su oportunidad de demostrar quién era y que las reglas en ese bar se respetaban, pero lamentablemente (para él) falló. Si bien podía buscar otro encuentro con el pelirrojo, tenía claro que no era rival para la inhumana fuerza de su cliente.
–Tengo intención de ir a ver al hombre del cartel. Tal vez nos veamos dentro de poco –comentó el chico después de levantarse de su asiento.
Sin esperar ninguna respuesta de la mujer de cabellos plateados, se dirigió a la puerta y la abrió, encontrándose nuevamente en ese lluvioso y gris mundo de Silicia. Le entraron ganas de encender otro cigarrillo, pero sabía que si ahora fumaba, próximamente no tendría qué fumar y no contaba con dinero para comprar más cigarrillos. Su situación económica era lamentable y esperaba que con el trabajo del secuestro pudiera conseguir un poco más de dinero, además estaba casi seguro que los mafiosos que la tenían contaban con una recompensa por su cabeza. A Fenrir no le importaba capturarlos con o sin vida, para él no había mucha diferencia. Después de todo, tanto los malos como los buenos terminaban bajo tierra y era un hecho innegable.
Por alguna razón sentía que la ciudad lloraba y estaba triste, tal vez ese whiskey ya le estaba haciendo efecto puesto que no era común en él tener esa clase de sentimientos. Suspiró e intentó olvidarse de esos incoherentes pensamientos y movió la cabeza hacia ambos lados, tratando de ubicarse en esa contaminada ciudad sin obtener muchos resultados. Después de todo, sí que tendría que consultarle a la albina.
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Así que Fenrir… Jamás había escuchado ese nombre y el hombre no quiso decirme su apellido. Era extraño, actuaba despreocupadamente sin seguir ningún código de conducta ya que lo normal era pedir el nombre de la otra persona. Por cierto, el chico comentó algo bastante interesante… ¿Yo tener interés en alguien tan estúpido como él? En lo único que tenía interés era en saber si tenía alguna conexión con mi maestro, aunque ahora que lo pensaba tampoco es como si fuera a hacer algo con esa información. Desligándome del tema, observé como el pelirrojo cruzaba la puerta del bar.
Sin responder el último comentario de Fenrir, crucé la puerta y me encontré con él. Lo noté confuso, ni siquiera había cogido el anuncio de la misión para ver la dirección del lugar, aunque estaba segura que tampoco sabría cómo llegar. ¿Acaso esa persona, tan torpe y despreocupada terminaría siendo mi compañero? No me agradaba para nada, pero no era decisión mía elegir con quien trabajar. Antes de dirigirle la palabra, saqué la sombrilla y me protegí de la lluvia; hacía frío y había una densa niebla que no permitía ver mucho más allá de unos pocos metros.
–Parece que no sabes dónde ir –le comenté sin mirarlo, detenida en la acera mientras miraba la calle–. ¿Estás completamente seguro que trabajarás para Thomas Pengraph?
Dependiendo de su respuesta comenzaría a actuar. Según la información que tenía, hoy era el último día para que los interesados se presentaran ante Thomas. Ahora que lo pensaba con más detención, tal vez no seríamos los únicos involucrados en formar parte de este trabajo puesto que la cantidad de dinero que el empresario estaba ofreciendo era excesivamente alta. Mientras no tuviera que relacionarme con un montón de inútiles, por mí estaba todo bien.
Sin responder el último comentario de Fenrir, crucé la puerta y me encontré con él. Lo noté confuso, ni siquiera había cogido el anuncio de la misión para ver la dirección del lugar, aunque estaba segura que tampoco sabría cómo llegar. ¿Acaso esa persona, tan torpe y despreocupada terminaría siendo mi compañero? No me agradaba para nada, pero no era decisión mía elegir con quien trabajar. Antes de dirigirle la palabra, saqué la sombrilla y me protegí de la lluvia; hacía frío y había una densa niebla que no permitía ver mucho más allá de unos pocos metros.
–Parece que no sabes dónde ir –le comenté sin mirarlo, detenida en la acera mientras miraba la calle–. ¿Estás completamente seguro que trabajarás para Thomas Pengraph?
Dependiendo de su respuesta comenzaría a actuar. Según la información que tenía, hoy era el último día para que los interesados se presentaran ante Thomas. Ahora que lo pensaba con más detención, tal vez no seríamos los únicos involucrados en formar parte de este trabajo puesto que la cantidad de dinero que el empresario estaba ofreciendo era excesivamente alta. Mientras no tuviera que relacionarme con un montón de inútiles, por mí estaba todo bien.
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Escuchó la puerta abrirse y volteó la mirada, encontrándose con la misma chica de cabellos plateados de antes. Debido a su adicción a las mujeres, comenzó a pensar que ella estaba interesada en él, pero causa de las constantes desgracias que sufría a manos de las mujeres, descartó completamente esa idea y se resignó a suspirar (como siempre). Finalmente no pudo aguantar más y encendió el último cigarrillo que le quedaba en la cajetilla, pensando que luego pediría dinero prestado. Estaba convencido de que terminaría conociendo gente poderosa en cuanto a lo económico y de seguro que no tenían problemas en proveerle unos cuantos cigarrillos.
Se detuvo a pensar en la pregunta de Katharina, analizando si de verdad le convenía involucrarse en algo tan peligroso como el rescate de una niña en manos de un grupo de mafiosos. Si no moría en el trabajo, terminaría muriendo de hambre así que únicamente había una respuesta. Odiaba trabajar, fuera por la razón que fuera, pero el mundo estaba configurado de tal forma que las personas que no se esforzaban, terminaban sin nada en las manos.
–No es que quiera trabajar en esto, ni en nada la verdad, pero cuento con tan poco dinero que no tengo ni para comprarme un plato de comida. Pero ya tengo mi primer problema… ¿Sabes cómo llegar hasta la casa del empresario?
Necesitaba que la albina supiera cómo llegar, de no ser así comenzaría a pensar que la vida no quería que se metiera en ese trabajo. Normalmente cuando no quería trabajar, comenzaba a buscar toda clase de excusas para no tener que moverse ni que esforzarse. Le gustaba dormir tardes enteras, pero también le gustaba comer y si no tenía dinero, pues era simple: no comía. En fin, ¿qué le deparaba la vida al cazador sin dinero y con problemas de adicción al cigarrillo?
Se detuvo a pensar en la pregunta de Katharina, analizando si de verdad le convenía involucrarse en algo tan peligroso como el rescate de una niña en manos de un grupo de mafiosos. Si no moría en el trabajo, terminaría muriendo de hambre así que únicamente había una respuesta. Odiaba trabajar, fuera por la razón que fuera, pero el mundo estaba configurado de tal forma que las personas que no se esforzaban, terminaban sin nada en las manos.
–No es que quiera trabajar en esto, ni en nada la verdad, pero cuento con tan poco dinero que no tengo ni para comprarme un plato de comida. Pero ya tengo mi primer problema… ¿Sabes cómo llegar hasta la casa del empresario?
Necesitaba que la albina supiera cómo llegar, de no ser así comenzaría a pensar que la vida no quería que se metiera en ese trabajo. Normalmente cuando no quería trabajar, comenzaba a buscar toda clase de excusas para no tener que moverse ni que esforzarse. Le gustaba dormir tardes enteras, pero también le gustaba comer y si no tenía dinero, pues era simple: no comía. En fin, ¿qué le deparaba la vida al cazador sin dinero y con problemas de adicción al cigarrillo?
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Como supuse, el pelirrojo no tenía idea de dónde dirigirse. Ya tenía claro que terminaría trabajando con demás gente, pero no quería hacer equipo con gente como él puesto que al final terminaban siendo un verdadero problema. Eran impredecibles y jamás cumplían planes ni estrategias. En fin… No tenía nada que hacer respecto a eso, por el momento le guiaría hasta la mansión de Thomas para que estuviera al tanto de la situación y tal vez, solo tal vez terminaría por desinteresarse al notar que era una misión complicada. Por un lado, este trabajo me venía muy bien para comenzar a ascender dentro de la Marina puesto que el botín capturado en la cueva del Behir ya se me estaba acabando… Solo me quedaban unos cuantos millones y no era suficiente para mantener a mi pequeña y golosa hermana.
Me alejé un poco de él para no tener que respirar el humo del cigarrillo, si quería arruinar sus pulmones, que lo hiciera pero yo no tenía por qué contaminar los míos. Volteé en dirección al norte y le hablé a Fenrir.
–Si quieres llegar a la casa de Thomas, sígueme.
No tenía idea de por qué estaba ayudando al pelirrojo, pero ya estaba en ello y no perdía nada. Contradiciéndome, era bueno contar con aliados y después de todo siempre podía formar un no muerto para que cumpliera mis órdenes. Sin preocuparme de si me seguía o no, comencé a caminar siguiendo por la misma calle mientras las gotas de lluvia escurrían por mi sombrilla. Agradecía contar con mis botines de cuero para no mojarme los pies, eso terminaba siendo un problema. A medida que avanzaba el cielo oscurecía y los faroles comenzaban a iluminar las congestionadas calles de Silicia.
Terminé llegando a una intersección en dónde doble hacia la derecha, avancé una cuadra y nuevamente volví a dirigirme al norte hasta la siguiente cuadra. Me detuve frente a una plaza ubicada en medio de una rotonda, lugar donde supuestamente nos pasaría a buscar un vehículo para llevarnos a la propiedad del empresario. Ahora sólo quedaba esperar… Lamentablemente en media hora no podía crear un conjuro de teletransportación, era una verdadera putada.
Me alejé un poco de él para no tener que respirar el humo del cigarrillo, si quería arruinar sus pulmones, que lo hiciera pero yo no tenía por qué contaminar los míos. Volteé en dirección al norte y le hablé a Fenrir.
–Si quieres llegar a la casa de Thomas, sígueme.
No tenía idea de por qué estaba ayudando al pelirrojo, pero ya estaba en ello y no perdía nada. Contradiciéndome, era bueno contar con aliados y después de todo siempre podía formar un no muerto para que cumpliera mis órdenes. Sin preocuparme de si me seguía o no, comencé a caminar siguiendo por la misma calle mientras las gotas de lluvia escurrían por mi sombrilla. Agradecía contar con mis botines de cuero para no mojarme los pies, eso terminaba siendo un problema. A medida que avanzaba el cielo oscurecía y los faroles comenzaban a iluminar las congestionadas calles de Silicia.
Terminé llegando a una intersección en dónde doble hacia la derecha, avancé una cuadra y nuevamente volví a dirigirme al norte hasta la siguiente cuadra. Me detuve frente a una plaza ubicada en medio de una rotonda, lugar donde supuestamente nos pasaría a buscar un vehículo para llevarnos a la propiedad del empresario. Ahora sólo quedaba esperar… Lamentablemente en media hora no podía crear un conjuro de teletransportación, era una verdadera putada.
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El pelirrojo siguió a la mujer de cabellos blanco y no pronunció una sola palabra en todo el camino, estaba concentrado en la lluvia. Fenrir no era precisamente un fan de los días nublados, pero le producían cierta melancolía que no podía explicar. El húmedo ambiente, el olor a tierra mojada y la poca luminosidad de las calles de Silicia eran un paisaje en donde precisamente él se sentía melancólico. Con el cigarrillo en boca y las manos en los bolsillos caminó en silencio, únicamente mirando el suelo. Las pavimentadas calles eran duras comparadas a las vías de tierra que estaba acostumbrado a transitar, el aire era sucio y le molestaba, pero lo único que obtenía de ello era la pregunta de por qué le molestaba si era fumaba todos los días.
Después de caminar durante un buen rato Katharina se detuvo frente a una plaza y el pelirrojo imitó su movimiento. No sabía de qué iba todo eso, pero si ella se detenía, seguramente era porque debían esperar a alguien. Sin embargo, mientras tenía la vista enfocada en la plaza, un sentimiento de inmensa preocupación invadió todo su cuerpo. “¿Qué mierda es esto…?”, se preguntó a sí mismo después de botar el cigarro. Pasaba y pasaba el tiempo y el sentimiento no se iba.
–¿Cuánto debemos esperar? –Le preguntó a Katharina, intentando que el sentimiento desapareciera.
Dos hombres, vestidos de traje y protegidos por paraguas, cruzaron rápidamente la calle en dirección hacia el pelirrojo y la chica de cabellos plateados. Fenrir notó un extraño movimiento en uno de ellos y la sensación que tenía comenzó a crecer más y más, era como si algo le estuviera advirtiendo que estaba en peligro. ¿Un miedo irracional a las plazas, tal vez? Sonaba demasiado incoherente para ser tomado en serio, pero Fenrir necesitaba una respuesta. El dúo no tardó en encontrarse frente a frente con el pelirrojo, cruzaron miradas y el sentimiento afloró de tal forma que el muchacho tuvo una borrosa imagen mental de uno de los hombres disparándole directamente.
–¡Cuidado! –Le gritó a Katharina al mismo tiempo que se colocaba detrás de uno de los postes de luz.
No alcanzó a ver el movimiento de uno de los hombres, pero sí escuchó el disparo. No sabía lo que era ni como había alcanzado a predecir ese intento de asesinato, pero debía agradecerlo porque gracias a ello estaba con vida. ¿Qué habrá sido de su compañera? Quería corroborar con la mirada, pero lo único que escuchó fueron gritos.
Después de caminar durante un buen rato Katharina se detuvo frente a una plaza y el pelirrojo imitó su movimiento. No sabía de qué iba todo eso, pero si ella se detenía, seguramente era porque debían esperar a alguien. Sin embargo, mientras tenía la vista enfocada en la plaza, un sentimiento de inmensa preocupación invadió todo su cuerpo. “¿Qué mierda es esto…?”, se preguntó a sí mismo después de botar el cigarro. Pasaba y pasaba el tiempo y el sentimiento no se iba.
–¿Cuánto debemos esperar? –Le preguntó a Katharina, intentando que el sentimiento desapareciera.
Dos hombres, vestidos de traje y protegidos por paraguas, cruzaron rápidamente la calle en dirección hacia el pelirrojo y la chica de cabellos plateados. Fenrir notó un extraño movimiento en uno de ellos y la sensación que tenía comenzó a crecer más y más, era como si algo le estuviera advirtiendo que estaba en peligro. ¿Un miedo irracional a las plazas, tal vez? Sonaba demasiado incoherente para ser tomado en serio, pero Fenrir necesitaba una respuesta. El dúo no tardó en encontrarse frente a frente con el pelirrojo, cruzaron miradas y el sentimiento afloró de tal forma que el muchacho tuvo una borrosa imagen mental de uno de los hombres disparándole directamente.
–¡Cuidado! –Le gritó a Katharina al mismo tiempo que se colocaba detrás de uno de los postes de luz.
No alcanzó a ver el movimiento de uno de los hombres, pero sí escuchó el disparo. No sabía lo que era ni como había alcanzado a predecir ese intento de asesinato, pero debía agradecerlo porque gracias a ello estaba con vida. ¿Qué habrá sido de su compañera? Quería corroborar con la mirada, pero lo único que escuchó fueron gritos.
Katharina von Steinhell
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Solo quedaban unos pocos minutos para que el vehículo nos recogiera y llevara directamente a la mansión de Thomas. Todo estaba tranquilo, pero no podía confiarme. Estaba en una ciudad de mafia y crímenes en donde te mataban porque sí, así que era una razón lo suficientemente válida como para estar atenta a mi alrededor. Miraba en todas direcciones esperando no encontrar nada sospechoso, no andaba con ganas de luchar. Estaba inmersa en mis pensamientos cuando una voz me saca de ellos: “¿Cuánto debemos esperar?”, dijo esta. Volteé y era el chico de cabellos rojos, ¿Fenrir?
–Depende –contesté sin mucho ánimo–, pero no creo que sean más de diez minutos.
Dirigí la vista hacia los hombres que cruzaban apresuradamente la calle y enfoqué mi mirada a uno de ellos, quien parecía guardar un objeto entre su pantalón y chaqueta. No tardaron en estar frente a nosotros y de repente escuché el grito de Fenrir que me alertaba del peligro. Uno de los hombres sacó una pistola y disparó a quemarropa contra el pelirrojo quien alcanzó a colocarse detrás de un poste de luz. Inmediatamente activé mi conjuro de Telequinesis e hice que ambos hombres chocaran violentamente, provocando contusiones leves. Sin embargo, ese era el comienzo de mi ataque puesto que me armé de la guadaña y, presionando sus cuerpos el uno contra el otro, corté ambas cabezas de un solo corte horizontal. “Mafiosos, nada grave”, me dije a mí misma para luego coger las almas.
–Ya puedes salir –le dije al pelirrojo, golpeando levemente el poste.
Justo después de que los mafiosos murieran apareció un vehículo de cuatro ruedas, negro azabache y cuatro ventanas. De él descendió un hombre de cabeza rapada, barba en forma de candado bien afeitada y rubia. Vestía formalmente y nos abrió la puerta del vehículo motorizado. Al principio dudé un poco acerca de si debía subirme a ese auto, pero no quedaban muchas opciones si es que quería salir de esa isla con el trabajo completo.
–Buenas tardes, Señorita von Steinhell. ¿Quién es el hombre que la acompaña?
–Fenrir –dije con los ojos cerrados, tomando asiento–. Está interesado en el trabajo, pero sobre todo en la recompensa que su jefe ofrece.
El chofer arrancó el vehículo con dirección a la mansión de Thomas. De entre mis ropas saqué un grimorio oscuro y lo abrí, iluminé sus hojas con la luz que se encontraba en el techo del vehículo y comencé a leer. Desde hace un buen rato estaba intentando comprender las leyes de un conjuro que me llamaba mucho la atención, pero no había conseguido crearlo; algo me faltaba. Esto era como las matemáticas, igualito a formar una ecuación. Podía ser muy fácil, en caso de que solo tuviera una variable, pero a veces tenía decenas… Me ayudé con el índice para no perder la línea de lectura y continué en ello hasta que comprendí lo que me faltaba. El conjuro era conocido como Resquicio de Muerte y su función, básicamente, era asesinar.
–Depende –contesté sin mucho ánimo–, pero no creo que sean más de diez minutos.
Dirigí la vista hacia los hombres que cruzaban apresuradamente la calle y enfoqué mi mirada a uno de ellos, quien parecía guardar un objeto entre su pantalón y chaqueta. No tardaron en estar frente a nosotros y de repente escuché el grito de Fenrir que me alertaba del peligro. Uno de los hombres sacó una pistola y disparó a quemarropa contra el pelirrojo quien alcanzó a colocarse detrás de un poste de luz. Inmediatamente activé mi conjuro de Telequinesis e hice que ambos hombres chocaran violentamente, provocando contusiones leves. Sin embargo, ese era el comienzo de mi ataque puesto que me armé de la guadaña y, presionando sus cuerpos el uno contra el otro, corté ambas cabezas de un solo corte horizontal. “Mafiosos, nada grave”, me dije a mí misma para luego coger las almas.
–Ya puedes salir –le dije al pelirrojo, golpeando levemente el poste.
Justo después de que los mafiosos murieran apareció un vehículo de cuatro ruedas, negro azabache y cuatro ventanas. De él descendió un hombre de cabeza rapada, barba en forma de candado bien afeitada y rubia. Vestía formalmente y nos abrió la puerta del vehículo motorizado. Al principio dudé un poco acerca de si debía subirme a ese auto, pero no quedaban muchas opciones si es que quería salir de esa isla con el trabajo completo.
–Buenas tardes, Señorita von Steinhell. ¿Quién es el hombre que la acompaña?
–Fenrir –dije con los ojos cerrados, tomando asiento–. Está interesado en el trabajo, pero sobre todo en la recompensa que su jefe ofrece.
El chofer arrancó el vehículo con dirección a la mansión de Thomas. De entre mis ropas saqué un grimorio oscuro y lo abrí, iluminé sus hojas con la luz que se encontraba en el techo del vehículo y comencé a leer. Desde hace un buen rato estaba intentando comprender las leyes de un conjuro que me llamaba mucho la atención, pero no había conseguido crearlo; algo me faltaba. Esto era como las matemáticas, igualito a formar una ecuación. Podía ser muy fácil, en caso de que solo tuviera una variable, pero a veces tenía decenas… Me ayudé con el índice para no perder la línea de lectura y continué en ello hasta que comprendí lo que me faltaba. El conjuro era conocido como Resquicio de Muerte y su función, básicamente, era asesinar.
Rize Bloodfallen
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La sangre corrió hasta los zapatos del hombre de cabellera roja y la miró con una mezcla entre asombro y desagrado. No sabía con quién se había metido y todo indicaba que la albina no era precisamente una marine que se apegara a la ley. Asesinó brutalmente a esos hombres sin siquiera pensárselo dos veces. No era algo que le importara demasiado a Fenrir, pero tampoco podía ser tan inocente como para no darse cuenta de ello. Si quería trabajar con la albina, era mejor que se anduviera con cuidado porque los peores enemigos resultaban ser los que estaban a tu lado, camuflados de aliados.
El pelirrojo salió de su pseudo escondite y contempló a Katharina. Se limitó únicamente a mirarla y no pronunció una sola palabra. Era una situación incómoda, pero la aparición de un vehículo oscuro y de cuatro ruedas fue su salvación. Se subió al carro y no observó a su acompañante en todo el camino, tenía la vista pegada en la ventana de a su lado observando como las gotas de lluvia escurrían sobre el vidrio mojado. Después de un cuarto de hora llegaron hasta la enorme reja de la mansión de Thomas. Allí había por lo menos diez hombres que la protegían, estaban vestidos de trajes elegantes y se paseaban de un lugar a otro portando todo tipo de armas de fuego.
–Traigo a los invitados de Thomas-sama, Joseph –dijo el chofer del vehículo.
–Por protocolo tenemos que registrarlos para que no traigan micrófonos o cosas así.
Fenrir se dejó registrar sin complicaciones, no tenía nada que ocultar. Solo era un hombre, un cazador que se había interesado por el trabajo y sobre todo por la recompensa que el hombre ofrecía. Mientras pudiera hacerse del dinero, seguiría las reglas del juego. Después de haber sido registrado subió nuevamente al carro y cuando ambos –Katharina y él– estuvieron listos, el chofer encendió el vehículo y al cabo de unos diez minutos llegaron hasta la mansión de Thomas.
Se trataba de un enorme castillo de piedra oscura con torres construidas a base de obsidiana. Contaba con demasiadas ventanas para ser contadas y, por lo que advirtió Fenrir, la construcción tenía más de ocho pisos en sus zonas más altas. El portón era una inmensa puerta de madera de cuatro metros de alto y cinco de ancho. Ambos chicos fueron guiados por el mayordomo de Thomas hasta el vestíbulo, una sala rectangular con techo cupular y muy adornado. Fenrir alzó la vista y se encontró con un techo pintado, en él había una fabulosa obra de arte que retrataba la lucha entre un ángel y un demonio de piel roja. Al final del vestíbulo había una enorme chimenea que calentaba toda la habitación, una rectangular mesa de madera con más de vente sillas por lado y dos en cada una de sus cabecera. Perpendicularmente a donde se encontraba Fenrir cruzaba de extremo a extremo una alfombra roja con bordes dorados. Por último, la habitación estaba adornada con plantas de interior puestas en elegantes maceteros de todo tipo de materiales y varias pinturas repartidas por las murallas laterales.
–Siento mucho haberlos hecho esperar –dijo un hombre que entró apresuradamente al vestíbulo.
Se trataba de Thomas, un hombre de cabello corto y rubio y ojos azules como el mismo cielo. Llevaba un bigote bien cortado y acompañado de una barba corta, casi a ras de piel. Vestía un elegante smoking de color café claro, una camisa blanca acompañada de una corbata del mismo color que la chaqueta y un cinturón de cuero del mismo color que sus zapatos café oscuro. No debía medir más de un metro ochenta, por lo que no le llegaba ni a los hombros al altísimo cazador. El hombre invitó a sus invitados a tomar asiento y comenzó a relatar la situación.
–Ha pasado ya mucho tiempo desde que no veo a mi querida niña –comentó mirando una fotografía de ella. Se trataba de una chica de dieciséis años, larga y lisa cabellera dorada y unos grandes y saltones ojos verde esmeralda. En la fotografía estaba sonriendo y llevaba puesto un hermoso vestido verde–. Los secuestradores me han pedido cien millones de berries, pero no pienso darles nada.
–¿Su hija está en aprietos y no quiere dar dinero?
El mayordomo le tomó fuertemente el hombro a Fenrir, pero su mano se hundió en lo que parecía ser un charco de leche.
–¿Qué diablos...?
–No te preocupes mucho en tocarme, no podrás –comentó confiadamente el muchacho de ojos ámbar.
–Tienes razón... Pero la razón es que apenas les entregue el dinero, matarán a mi querida Susana. Por eso es que he pedido ayuda, tanto a cazadores como a la Marina. Cualquier cosa que necesiten, por favor háganmela saber. Toda la información que necesiten pueden pedírsela a Martin, el jefe de los mayordomos.
El pelirrojo salió de su pseudo escondite y contempló a Katharina. Se limitó únicamente a mirarla y no pronunció una sola palabra. Era una situación incómoda, pero la aparición de un vehículo oscuro y de cuatro ruedas fue su salvación. Se subió al carro y no observó a su acompañante en todo el camino, tenía la vista pegada en la ventana de a su lado observando como las gotas de lluvia escurrían sobre el vidrio mojado. Después de un cuarto de hora llegaron hasta la enorme reja de la mansión de Thomas. Allí había por lo menos diez hombres que la protegían, estaban vestidos de trajes elegantes y se paseaban de un lugar a otro portando todo tipo de armas de fuego.
–Traigo a los invitados de Thomas-sama, Joseph –dijo el chofer del vehículo.
–Por protocolo tenemos que registrarlos para que no traigan micrófonos o cosas así.
Fenrir se dejó registrar sin complicaciones, no tenía nada que ocultar. Solo era un hombre, un cazador que se había interesado por el trabajo y sobre todo por la recompensa que el hombre ofrecía. Mientras pudiera hacerse del dinero, seguiría las reglas del juego. Después de haber sido registrado subió nuevamente al carro y cuando ambos –Katharina y él– estuvieron listos, el chofer encendió el vehículo y al cabo de unos diez minutos llegaron hasta la mansión de Thomas.
Se trataba de un enorme castillo de piedra oscura con torres construidas a base de obsidiana. Contaba con demasiadas ventanas para ser contadas y, por lo que advirtió Fenrir, la construcción tenía más de ocho pisos en sus zonas más altas. El portón era una inmensa puerta de madera de cuatro metros de alto y cinco de ancho. Ambos chicos fueron guiados por el mayordomo de Thomas hasta el vestíbulo, una sala rectangular con techo cupular y muy adornado. Fenrir alzó la vista y se encontró con un techo pintado, en él había una fabulosa obra de arte que retrataba la lucha entre un ángel y un demonio de piel roja. Al final del vestíbulo había una enorme chimenea que calentaba toda la habitación, una rectangular mesa de madera con más de vente sillas por lado y dos en cada una de sus cabecera. Perpendicularmente a donde se encontraba Fenrir cruzaba de extremo a extremo una alfombra roja con bordes dorados. Por último, la habitación estaba adornada con plantas de interior puestas en elegantes maceteros de todo tipo de materiales y varias pinturas repartidas por las murallas laterales.
–Siento mucho haberlos hecho esperar –dijo un hombre que entró apresuradamente al vestíbulo.
Se trataba de Thomas, un hombre de cabello corto y rubio y ojos azules como el mismo cielo. Llevaba un bigote bien cortado y acompañado de una barba corta, casi a ras de piel. Vestía un elegante smoking de color café claro, una camisa blanca acompañada de una corbata del mismo color que la chaqueta y un cinturón de cuero del mismo color que sus zapatos café oscuro. No debía medir más de un metro ochenta, por lo que no le llegaba ni a los hombros al altísimo cazador. El hombre invitó a sus invitados a tomar asiento y comenzó a relatar la situación.
–Ha pasado ya mucho tiempo desde que no veo a mi querida niña –comentó mirando una fotografía de ella. Se trataba de una chica de dieciséis años, larga y lisa cabellera dorada y unos grandes y saltones ojos verde esmeralda. En la fotografía estaba sonriendo y llevaba puesto un hermoso vestido verde–. Los secuestradores me han pedido cien millones de berries, pero no pienso darles nada.
–¿Su hija está en aprietos y no quiere dar dinero?
El mayordomo le tomó fuertemente el hombro a Fenrir, pero su mano se hundió en lo que parecía ser un charco de leche.
–¿Qué diablos...?
–No te preocupes mucho en tocarme, no podrás –comentó confiadamente el muchacho de ojos ámbar.
–Tienes razón... Pero la razón es que apenas les entregue el dinero, matarán a mi querida Susana. Por eso es que he pedido ayuda, tanto a cazadores como a la Marina. Cualquier cosa que necesiten, por favor háganmela saber. Toda la información que necesiten pueden pedírsela a Martin, el jefe de los mayordomos.
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