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Los pasos de aquella persona la conducían por las oscuras calles de aquel sitio. Se trataba de una figura bastante alta, de tez pálida y ojos azulados. Tenía unos cabellos oscuros como la noche, justo como la que hacía en aquel momento. Vestía con un traje negro elegante, una camisa blanca, zapatos y un sombrero bastante grande. Su mirada era inexpresiva y en sus manos (donde había dos guantes blancos) estaban en sus bolsillos. Aquella persona se trataba de Kotaro Surfer. El asesino había vuelto de la guerra hacía bastante poco y para desgracia suya, había fracasado en su plan.
La persona a la que tenía que proteger y ayudar (El pretor de Sarka) murió sin que él pudiera hacer nada contra tanta persona y por ello no solo fracasó, no ganó dinero. Se estaba quedando sin pasta y encima ahora tenía el honor de asesino a sueldo un poco dañado. No pudo enfrentar a todos los miembros de Zilda en aquel momento y encima su colega se cambió de bando. Fue una locura enfrentarles, pero salió vivo pese a todo. En aquellos momentos estaba en aquella isla de paso. La había visto mientras navegaba con su bote y la curiosidad le picó muchísimo. Buscaba un sitio donde poder tomarse algo o buscar trabajo, pero la cosa estaba mala. No había escuchado mucho sobre la isla y ni siquiera conocía el nombre.
- Este parece un buen sitio.
Dijo en un susurro mientras observaba lo que parecía ser una especie de club nocturno. No tardó mucho en abrir la puerta y observar el sitio con bastante calma. Parecía estar animado y eso le ayudaría a pasar mejor desapercibido. Mostró una expresión calmada y caminó hasta la barra. Se sentó en el medio justamente y sin quitarse el sombrero se quedó mirando a la camarera con una expresión amable. Era curioso que un asesino se comportase así, pero Jackal era demasiado raro a su forma. Por suerte, nunca usaba su verdadero nombre. Lo conocían como Jackal en lugar de Kotaro Surfer y eso le beneficiaba en ocultar quiénes eran sus hermanos Jin y Madara. Soltó una pequeño carcajada amigable y pidió una copa de vino tinto.
Nada más hacerlo se llevó la mano derecha a la mejilla. Notó el tacto de su guante de goma y se sintió algo aliviado. A continuación, empezó a mirar a todo el mundo y usando el poder de su fruta percibió sus miedos. Derrota, la familia, serpientes… Había todo tipo y aquello le daba la ventaja de poder hablar de temas incómodos con cada uno. Era un poco cabrón si se aburría, pero nada que asustase mucho. Soltó un enorme bostezo y esperó a que le sirvieran su copa de una vez.
La persona a la que tenía que proteger y ayudar (El pretor de Sarka) murió sin que él pudiera hacer nada contra tanta persona y por ello no solo fracasó, no ganó dinero. Se estaba quedando sin pasta y encima ahora tenía el honor de asesino a sueldo un poco dañado. No pudo enfrentar a todos los miembros de Zilda en aquel momento y encima su colega se cambió de bando. Fue una locura enfrentarles, pero salió vivo pese a todo. En aquellos momentos estaba en aquella isla de paso. La había visto mientras navegaba con su bote y la curiosidad le picó muchísimo. Buscaba un sitio donde poder tomarse algo o buscar trabajo, pero la cosa estaba mala. No había escuchado mucho sobre la isla y ni siquiera conocía el nombre.
- Este parece un buen sitio.
Dijo en un susurro mientras observaba lo que parecía ser una especie de club nocturno. No tardó mucho en abrir la puerta y observar el sitio con bastante calma. Parecía estar animado y eso le ayudaría a pasar mejor desapercibido. Mostró una expresión calmada y caminó hasta la barra. Se sentó en el medio justamente y sin quitarse el sombrero se quedó mirando a la camarera con una expresión amable. Era curioso que un asesino se comportase así, pero Jackal era demasiado raro a su forma. Por suerte, nunca usaba su verdadero nombre. Lo conocían como Jackal en lugar de Kotaro Surfer y eso le beneficiaba en ocultar quiénes eran sus hermanos Jin y Madara. Soltó una pequeño carcajada amigable y pidió una copa de vino tinto.
Nada más hacerlo se llevó la mano derecha a la mejilla. Notó el tacto de su guante de goma y se sintió algo aliviado. A continuación, empezó a mirar a todo el mundo y usando el poder de su fruta percibió sus miedos. Derrota, la familia, serpientes… Había todo tipo y aquello le daba la ventaja de poder hablar de temas incómodos con cada uno. Era un poco cabrón si se aburría, pero nada que asustase mucho. Soltó un enorme bostezo y esperó a que le sirvieran su copa de una vez.
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La noche transcurría como cualquier otra, con un ambiente animado y el local abarrotado por los clientes habituales. En apariencia nada fuera de lo común, hasta que un tipo de aspecto peculiar entró por la puerta. Me quedé mirándolo durante unos segundos, más por curiosidad que por cualquier otra cosa, hasta que se sentó a la barra y pidió una copa de vino a Amy, la nueva camarera.
Tanto su vestimenta como su actitud, al menos lo que podía deducirse por su forma de andar y hablar, denotaban una cierta elegancia y educación muy poco propias de aquella ciudad. El paso de forasteros era algo común, aunque en su mayoría se trataba de marineros pertenecientes a dudosas tripulaciones. Pero más allá de ese detalle nada en él parecía llamar la atención, así que enseguida continué a lo mío.
Apenas unos minutos después me encontraba al final de la barra, hablando con Marcus, cuando este me detuvo y señaló a una de las mesas. Dirigí la vista para encontrarme a un tipo sujetando a Amy del brazo. Esta trataba de alejarse de él, pero animal tiraba de ella mientras decía algo, y sus amigos le reían la estupidez. Era el primer día de la joven en el trabajo, ¿y qué clase de jefe sería si permitiese algo así en mi local?
Llegué hasta ellos enseguida. Con mi mano izquierda sujeté con fuerza su antebrazo y aferré la derecha a la parte posterior de su cabeza. Fui apretando cada vez con más fuerza hasta que soltó a la muchacha, y a continuación hice que su cabeza se encontrase contra la mesa. La sangre comenzó a brotar de su nariz. Habría jurado que no llegué a rompérsela, pero tampoco soy médico, así que no llegué a saberlo.
Sus dos compinches se pusieron en pie de un salto, lanzando las sillas hacia atrás. Sus miradas se clavaron en mí, y yo fui alternando entre ambos. Todo el local quedó en silencio durante un instante, con la vista clavada en nosotros. Pero ninguno de los dos tuvo los cojones suficientes para hacer o decir nada, así que enseguida la atención de todos se dispersó, volviendo cada uno a lo suyo.
- Sacad la basura de aquí. - Les dije mientras soltaba a su compañero, que se encontraba aún aturdido por el golpe.
Se mantuvieron en silencio durante unos segundos más, sin apartar la mirada, hasta que finalmente agacharon la cabeza y se marcharon del lugar, llevándose a aquel desgraciado con ellos.
- ¡Que no decaigan los ánimos, a la siguiente invita la casa! - grité animado mientras acompañaba a Amy de nuevo a la barra, junto a Marcus.
Tanto su vestimenta como su actitud, al menos lo que podía deducirse por su forma de andar y hablar, denotaban una cierta elegancia y educación muy poco propias de aquella ciudad. El paso de forasteros era algo común, aunque en su mayoría se trataba de marineros pertenecientes a dudosas tripulaciones. Pero más allá de ese detalle nada en él parecía llamar la atención, así que enseguida continué a lo mío.
Apenas unos minutos después me encontraba al final de la barra, hablando con Marcus, cuando este me detuvo y señaló a una de las mesas. Dirigí la vista para encontrarme a un tipo sujetando a Amy del brazo. Esta trataba de alejarse de él, pero animal tiraba de ella mientras decía algo, y sus amigos le reían la estupidez. Era el primer día de la joven en el trabajo, ¿y qué clase de jefe sería si permitiese algo así en mi local?
Llegué hasta ellos enseguida. Con mi mano izquierda sujeté con fuerza su antebrazo y aferré la derecha a la parte posterior de su cabeza. Fui apretando cada vez con más fuerza hasta que soltó a la muchacha, y a continuación hice que su cabeza se encontrase contra la mesa. La sangre comenzó a brotar de su nariz. Habría jurado que no llegué a rompérsela, pero tampoco soy médico, así que no llegué a saberlo.
Sus dos compinches se pusieron en pie de un salto, lanzando las sillas hacia atrás. Sus miradas se clavaron en mí, y yo fui alternando entre ambos. Todo el local quedó en silencio durante un instante, con la vista clavada en nosotros. Pero ninguno de los dos tuvo los cojones suficientes para hacer o decir nada, así que enseguida la atención de todos se dispersó, volviendo cada uno a lo suyo.
- Sacad la basura de aquí. - Les dije mientras soltaba a su compañero, que se encontraba aún aturdido por el golpe.
Se mantuvieron en silencio durante unos segundos más, sin apartar la mirada, hasta que finalmente agacharon la cabeza y se marcharon del lugar, llevándose a aquel desgraciado con ellos.
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Finalmente aquella copa de vino llegó hasta la mano derecha del asesino a sueldo, el cual la miró con una sonrisa amable. La llevó despacio hasta sus labios y probó el sabor. Debía admitir que estaba buena. Tal vez era buena idea acompañar aquel delicioso brebaje con un poco de queso. No sabía si allí ponían comida, pero pensaba arriesgarse. Kotaro adoraba comer platos típicos de sitios refinados, aunque en el fondo fuese todo un animal. Al menos sus salvajadas las hacía con elegancia. Nadie podía imaginarse que una persona que podía matar a cualquier ciudadano normal en medio segundo con un movimiento estaba en aquel sitio. Dio otro sorbo antes de nada para saber bien qué tipo de queso pedir. Tal vez uno azul pegaba con el momento. Entonces empezó a buscar si había algo así con la mirada. Sus siniestros ojos azules se movían despacio analizando todo, hasta que sucedió algo que le molestó.
Unos simples inútiles interrumpieron su calma tratando de hacer el payaso con la camarera. No es que fuese asunto suyo, pero nadie podría ponerle el queso si ella se daba de baja por violación o puñalada indebida. Tampoco le parecía bien aquel abuso si no había dinero de por medio, pues él también mataba por pasta, aunque a objetivos más selectos. No se cargaba inocentes que no hubiesen hecho nada malo. Tenía sus principios pese a todo. Eso no impedía que se juntase con gente que sí mataba. Pudo ver entonces a una persona con aire de señor de la jungla ponerse frente a ellos y terminar con uno en poco tiempo. En la mano derecha de Kotaro podían verse tres finas agujas. El muy cabrón las había sacado de la manga con un rápido movimiento y nadie se había percatado. Encima, en su cara podía verse una sonrisa muy agradable. Al menos, esos idiotas se lo pensaron. El moreno no perdió el tiempo y analizó sus miedos. “Los payasos, morir quemado y los okamas de piel oscura” Aquello le hizo reír un poco por lo bajo y después se colocó en pie.
- En caso de invitación me veo obligado a darle las gracias, mi querido amigo. – Mencionó alzando la copa y mirando hacia el tipo del parche con una expresión amigable.
Caminó despacio hacia él hasta quedar de frente. El tipo era realmente alto y le sacaba unos diez centímetros más o menos a él, pero el sombrero de Kotaro le daba algo más de altura en ese sentido. Entonces bebió de su copa de nuevo y la dejó en la barra mientras se quedaba mirando a aquella persona. Las agujas ya no estaban en su mano, antes de levantarse las había ocultado con un rápido movimiento. Tenía muchas armas dentro de su ropa, pero no creía tener que usarlas allí. Había estado a punto, pero el señor de la jungla salvó la situación. En ese momento, Surfer abrió los ojos despacio y los clavó en el de aquel tipo.
- ¿Cliente habitual? ¿El dueño? ¿Encargado? Tengo curiosidad sobre el tipo que me ha salvado de… Cortar tres cuellos.
Las últimas palabras fueron en un tono muy siniestro, tanto que incluso arrastró la última palabra unos segundos. Sonrió de nuevo volviendo a mostrar una expresión alegre. Eran pocos los momentos en los que Kotaro mostraba su verdadera forma de ser, pero le gustaba ser una persona sociable la mayoría del tiempo. Se guardaba su modo psicópata para cuando estaba matando a alguien en su trabajo o simplemente quería amenazar. Por el momento esperó respuesta de aquella persona mientras agitaba un poco la copa de vino.
Unos simples inútiles interrumpieron su calma tratando de hacer el payaso con la camarera. No es que fuese asunto suyo, pero nadie podría ponerle el queso si ella se daba de baja por violación o puñalada indebida. Tampoco le parecía bien aquel abuso si no había dinero de por medio, pues él también mataba por pasta, aunque a objetivos más selectos. No se cargaba inocentes que no hubiesen hecho nada malo. Tenía sus principios pese a todo. Eso no impedía que se juntase con gente que sí mataba. Pudo ver entonces a una persona con aire de señor de la jungla ponerse frente a ellos y terminar con uno en poco tiempo. En la mano derecha de Kotaro podían verse tres finas agujas. El muy cabrón las había sacado de la manga con un rápido movimiento y nadie se había percatado. Encima, en su cara podía verse una sonrisa muy agradable. Al menos, esos idiotas se lo pensaron. El moreno no perdió el tiempo y analizó sus miedos. “Los payasos, morir quemado y los okamas de piel oscura” Aquello le hizo reír un poco por lo bajo y después se colocó en pie.
- En caso de invitación me veo obligado a darle las gracias, mi querido amigo. – Mencionó alzando la copa y mirando hacia el tipo del parche con una expresión amigable.
Caminó despacio hacia él hasta quedar de frente. El tipo era realmente alto y le sacaba unos diez centímetros más o menos a él, pero el sombrero de Kotaro le daba algo más de altura en ese sentido. Entonces bebió de su copa de nuevo y la dejó en la barra mientras se quedaba mirando a aquella persona. Las agujas ya no estaban en su mano, antes de levantarse las había ocultado con un rápido movimiento. Tenía muchas armas dentro de su ropa, pero no creía tener que usarlas allí. Había estado a punto, pero el señor de la jungla salvó la situación. En ese momento, Surfer abrió los ojos despacio y los clavó en el de aquel tipo.
- ¿Cliente habitual? ¿El dueño? ¿Encargado? Tengo curiosidad sobre el tipo que me ha salvado de… Cortar tres cuellos.
Las últimas palabras fueron en un tono muy siniestro, tanto que incluso arrastró la última palabra unos segundos. Sonrió de nuevo volviendo a mostrar una expresión alegre. Eran pocos los momentos en los que Kotaro mostraba su verdadera forma de ser, pero le gustaba ser una persona sociable la mayoría del tiempo. Se guardaba su modo psicópata para cuando estaba matando a alguien en su trabajo o simplemente quería amenazar. Por el momento esperó respuesta de aquella persona mientras agitaba un poco la copa de vino.
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Las palabras de aquel tipo, que se dirigió a mi mientras volvía a la barra, me dejaron en silencio durante unos segundos. En un principio me lo habría tomado como una simple broma, quizás no muy inocente, pero nada de lo que preocuparme. Mas su forma de decirlo, y el semblante apacible y despreocupado que mantenía, me daban a entender que quizás parte de aquellas palabras sí que iban enserio.
- Soy el dueño del club - le respondí mientras le tendía la mano. - Puedes llamarme Killian. Y me alegro de haber intervenido a tiempo, me he ahorrado tener que limpiar la sangre - le seguí la corriente dejando escapar una carcajada tras mi comentario.
Llevé una mano a su espalda, mientras con la otra le invitaba a acompañarme. Aquel tipo había despertado mi curiosidad, y me apetecía charlar un rato con él. Por lo que esperé a que aceptase mi invitación y ambos nos sentamos a la barra. Amy se nos acercó, algo más tranquila, y sin que tuviese que decirle nada me sirvió una copa de whiskey y otra de vino a aquel desconocido.
- Dile a Marcus que nos prepare algo de comer.
La joven se alejó hacia el final del local, donde dio el mensaje a mi colega. Marcus me dirigió una simple mirada y asintió, para luego desaparecer tras la puerta de la cocina. Por mi parte me encaré a mi acompañante.
- Y dime, ¿como puedo llamarte? Y sobre todo, ¿que te ha traído a un lugar como este?
- Soy el dueño del club - le respondí mientras le tendía la mano. - Puedes llamarme Killian. Y me alegro de haber intervenido a tiempo, me he ahorrado tener que limpiar la sangre - le seguí la corriente dejando escapar una carcajada tras mi comentario.
Llevé una mano a su espalda, mientras con la otra le invitaba a acompañarme. Aquel tipo había despertado mi curiosidad, y me apetecía charlar un rato con él. Por lo que esperé a que aceptase mi invitación y ambos nos sentamos a la barra. Amy se nos acercó, algo más tranquila, y sin que tuviese que decirle nada me sirvió una copa de whiskey y otra de vino a aquel desconocido.
- Dile a Marcus que nos prepare algo de comer.
La joven se alejó hacia el final del local, donde dio el mensaje a mi colega. Marcus me dirigió una simple mirada y asintió, para luego desaparecer tras la puerta de la cocina. Por mi parte me encaré a mi acompañante.
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La cocina era grande, como la mayoría de las habitaciones del viejo y anticuado Pub, a diferencia de muchos tugurios de Cliff, esta no tenía ni una mota de polvo o suciedad, puede que por la actitud perfeccionista de sus propietarios. Para mantener las apariencias ante los clientes, guardaban algunos cuantos alimentos en el interior, nada demasiado sofisticado probablemente el punto fuerte del local seria la selección de bebidas.
Apoyé la espalda contra la pared. Al abrirse la puerta de la cocina entró aire frio desde la barra. En el exterior estaba puesto el aire acondicionado, probablemente lo habrían puesto para comodidad de los clientes. El gasto era moderado y consideré que ayudaba a guardar las apariencias. Un tipo de tez morena entro en la habitación, era alto e iba vestido de forma similar a la de un mesonero aunque su corpulencia era digna de mención. Cuando se percató de mi presencia intentó ocultar su sorpresa bajo una aparente actitud de férrea serenidad.
- ¿Qué coño haces aquí? – espetó con gesto serio mientras se llevaba una mano hacia el bolsillo trasero de su pantalón. Probablemente tuviera algún tipo de arma.
- Para ser unos matones de medio pelo vuestra seguridad es lamentable… Sois muy confiados o muy buenos - respondí casi para mi mismo para, acto seguido, realizar un pequeño bostezo - Tranquilo grandullón, no hagas nada que puedas lamentar, no he venido a cerraros el local. Soy un viejo conocido de tu socio. Sé un buen chico y llámale, tengo trabajo para él – respondí mientras sacaba un dossier del interior de la gabardina – dile esto: Cuando el búho canta, o llueve o escampa, él lo entenderá.
Hice una pausa, para asegurarme de que el mensaje calará en el matón. No necesitaba que me creyera, tan solo que transmitiera el mensaje. Finalmente seguí sus pasos lenta pero sutilmente hasta situarme en una de las banquetas de barra sin que este se percatará de nada.
Apoyé la espalda contra la pared. Al abrirse la puerta de la cocina entró aire frio desde la barra. En el exterior estaba puesto el aire acondicionado, probablemente lo habrían puesto para comodidad de los clientes. El gasto era moderado y consideré que ayudaba a guardar las apariencias. Un tipo de tez morena entro en la habitación, era alto e iba vestido de forma similar a la de un mesonero aunque su corpulencia era digna de mención. Cuando se percató de mi presencia intentó ocultar su sorpresa bajo una aparente actitud de férrea serenidad.
- ¿Qué coño haces aquí? – espetó con gesto serio mientras se llevaba una mano hacia el bolsillo trasero de su pantalón. Probablemente tuviera algún tipo de arma.
- Para ser unos matones de medio pelo vuestra seguridad es lamentable… Sois muy confiados o muy buenos - respondí casi para mi mismo para, acto seguido, realizar un pequeño bostezo - Tranquilo grandullón, no hagas nada que puedas lamentar, no he venido a cerraros el local. Soy un viejo conocido de tu socio. Sé un buen chico y llámale, tengo trabajo para él – respondí mientras sacaba un dossier del interior de la gabardina – dile esto: Cuando el búho canta, o llueve o escampa, él lo entenderá.
Hice una pausa, para asegurarme de que el mensaje calará en el matón. No necesitaba que me creyera, tan solo que transmitiera el mensaje. Finalmente seguí sus pasos lenta pero sutilmente hasta situarme en una de las banquetas de barra sin que este se percatará de nada.
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Tan solo había podido charlar durante unos minutos con mi nuevo amigo, el forastero que se me presentó como Kotaro, cuando Marcus nos interrumpió. La seriedad de su rostro al dirigirse a mí me hizo creer que quizás pasaba algo, pero tras escuchar el refrán que repitió y la descripción del supuesto intruso, respiré aliviado.
- Tranquilo - le respondí, dándole un ligero golpe en el hombro, acompañado de una sonrisa - es un viejo amigo. - Alcé la vista, buscando tras al búho tras su espalda. Enseguida le ubiqué sentándose al final de la barra, por lo que me puse en pie y tomé mi copa. - Ha sido un placer - me despedí del tipo del traje.
Recorrí el local con paso tranquilo, sin prisa, caminando por el salón mientras paseaba la mirada por cada uno de los presentes, devolviendo algún que otro saludo. Obviando el pequeño incidente de la mesa, estaba siendo una buena noche. No tardé en llegar hasta Dretch, y tras dedicarle un par de sonoras palmadas en la espalda a modo de saludo, di un trago a la copa y la dejé sobre la barra. Para luego apoyarme de espaldas a la misma, mirando de reojo al misterioso agente mientras continuaba pendiente de cuanto sucediese a mi alrededor. Algo que tenía cierto mérito, teniendo en cuenta que solo me quedaba un ojo.
- Si un señorito como tú se toma la molestia de venir a ver a un humilde caballero como yo, debes de tener algo interesante entre manos. - Comenté mientras señalaba la carpeta negra que sujetaba en su mano.
- Tranquilo - le respondí, dándole un ligero golpe en el hombro, acompañado de una sonrisa - es un viejo amigo. - Alcé la vista, buscando tras al búho tras su espalda. Enseguida le ubiqué sentándose al final de la barra, por lo que me puse en pie y tomé mi copa. - Ha sido un placer - me despedí del tipo del traje.
Recorrí el local con paso tranquilo, sin prisa, caminando por el salón mientras paseaba la mirada por cada uno de los presentes, devolviendo algún que otro saludo. Obviando el pequeño incidente de la mesa, estaba siendo una buena noche. No tardé en llegar hasta Dretch, y tras dedicarle un par de sonoras palmadas en la espalda a modo de saludo, di un trago a la copa y la dejé sobre la barra. Para luego apoyarme de espaldas a la misma, mirando de reojo al misterioso agente mientras continuaba pendiente de cuanto sucediese a mi alrededor. Algo que tenía cierto mérito, teniendo en cuenta que solo me quedaba un ojo.
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No paso demasiado tiempo hasta que el melenudo surgió de una de las mesas y comenzó a dirigirse hacia la barra. Habían pasado varios meses y el tipo seguía exactamente igual, con la misma barba desigual y aspecto de guitarrista acabado de algún viejo grupo de rock.
- A decir verdad, me he tomado la molestia de visitar a muchos humildes caballeros hasta dar contigo. Parece que hay más pubs que personas en esta cloaca – miré a ambos lados de la barra, receloso y continué – Y si, te traigo algo interesante y extraoficial, si sabes lo que quiero decir…
Puse la carpeta sobre la barra y amagué con abrirla, durante un instante las veintiséis hojas del informe estuvieron a la vista de Killian Vane, pero volví a cerrarla.
- Poco queda del iniciado que conociste aquel día. Las cosas me han ido bien en estos últimos meses, pero no puedo abandonar este mar ¿Sabes que mi primera misión fue en este lugar? Aún tengo asuntos que me retienen en este lugar…
Me introduje la mano en el interior de la gabardina y extraje un pequeño papel, el cual parecía que tenía algunos años y que había vivido tiempos mejores. Lo dejé sobre la carpeta volteado hacia Vane.
- ¿Qué sabes de esos dos? - inquirí examinando su reacción.
- A decir verdad, me he tomado la molestia de visitar a muchos humildes caballeros hasta dar contigo. Parece que hay más pubs que personas en esta cloaca – miré a ambos lados de la barra, receloso y continué – Y si, te traigo algo interesante y extraoficial, si sabes lo que quiero decir…
Puse la carpeta sobre la barra y amagué con abrirla, durante un instante las veintiséis hojas del informe estuvieron a la vista de Killian Vane, pero volví a cerrarla.
- Poco queda del iniciado que conociste aquel día. Las cosas me han ido bien en estos últimos meses, pero no puedo abandonar este mar ¿Sabes que mi primera misión fue en este lugar? Aún tengo asuntos que me retienen en este lugar…
Me introduje la mano en el interior de la gabardina y extraje un pequeño papel, el cual parecía que tenía algunos años y que había vivido tiempos mejores. Lo dejé sobre la carpeta volteado hacia Vane.
- papel:
- ¿Qué sabes de esos dos? - inquirí examinando su reacción.
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- Pero ningún otro club puede compararse a este - le respondí, haciéndome el ofendido. - Como puedes ver, a mí también me ha ido bastante bien últimamente. - El búho hizo un amago de recorrer el local con su ojo bueno, comprobando que ciertamente el negocio marchaba bastante bien. - Pero si hablamos de mi otro trabajo... la cosa ha estado algo más floja últimamente. Las familias están en pie de guerra, la gente está nerviosa, y eso no es bueno para el negocio.
Escuchaba mis palabras, aunque no parecía que eso último le importase demasiado. Debía de tener entre manos algo importante para que ni tan siquiera se preocupase por que el revuelo pudiese joder nuestros negocios.
- Esta condenada isla tiene ese efecto en la gente. - Respondí a su a su comentario. - Yo mismo me marché cuando tenía tu edad, pero acabé volviendo. - Corté la frase en ese punto, no era momento para hablar de batallitas.
Seguí con la mirada el papel que se extrajo del bolsillo hasta que lo dejó sobre la carpeta en la barra. En el momento en que lo volteó y vi la foto, mi semblante cambió a uno algo más serio.
- Parece que en esta ocasión vas a por un par de peces gordos... - comenté tras tomar la foto, observándola con detenimiento mientras me rascaba la barba con cierta desgana.
- ¿Qué sabes de esos dos? - preguntó sin rodeos.
- Posiblemente no mucho más que tú. Por aquí se les conoce como las víboras, o algo así. Una pareja de asesinos a sueldo, bastante famosa en ciertos círculos de la isla, aunque curiosamente apenas se sabe nada de ellos. De hecho, me sorprende que hayas conseguido una foto suya. - Dirigí al agente una mirada de curiosidad, aunque por su expresión no parecía muy dispuesto a contarme de donde la había sacado. - No es el tipo de compañía que buscaría para un sábado por la noche. Pero podría averiguar algo más, aunque eso ya depende de cuánto interés tengas.
Escuchaba mis palabras, aunque no parecía que eso último le importase demasiado. Debía de tener entre manos algo importante para que ni tan siquiera se preocupase por que el revuelo pudiese joder nuestros negocios.
- Esta condenada isla tiene ese efecto en la gente. - Respondí a su a su comentario. - Yo mismo me marché cuando tenía tu edad, pero acabé volviendo. - Corté la frase en ese punto, no era momento para hablar de batallitas.
Seguí con la mirada el papel que se extrajo del bolsillo hasta que lo dejó sobre la carpeta en la barra. En el momento en que lo volteó y vi la foto, mi semblante cambió a uno algo más serio.
- Parece que en esta ocasión vas a por un par de peces gordos... - comenté tras tomar la foto, observándola con detenimiento mientras me rascaba la barba con cierta desgana.
- ¿Qué sabes de esos dos? - preguntó sin rodeos.
- Posiblemente no mucho más que tú. Por aquí se les conoce como las víboras, o algo así. Una pareja de asesinos a sueldo, bastante famosa en ciertos círculos de la isla, aunque curiosamente apenas se sabe nada de ellos. De hecho, me sorprende que hayas conseguido una foto suya. - Dirigí al agente una mirada de curiosidad, aunque por su expresión no parecía muy dispuesto a contarme de donde la había sacado. - No es el tipo de compañía que buscaría para un sábado por la noche. Pero podría averiguar algo más, aunque eso ya depende de cuánto interés tengas.
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¿Las viboras? Medité durante unos instantes aquel apodo tratando de darles un sentido, aunque nada me vino a la mente. Nada a excepción de aquella cruel risa femenina que jamás había podido olvidar. Por culpa de aquellos dos desalmados había perdido a dos compañeros, mi ojo izquierdo y la sensibilidad del brazo izquierdo. Mi cuerpo no había logrado recuperarse de aquellos venenos, aun después de haber pasado tantos años.
- Llevo tras su pista desde hace cuatro años, este dossier – dije, abriendo la carpeta – Contiene cerca de sesenta homicidios sin resolver. En esta condenada isla no hay cabida para la justicia, los crímenes quedan impunes y a veces aparecen como suicidios – dejé escapar una mueca de asco – En otras circunstancias dejaría pasar la ocasión, nunca he tenido impulsos de justiciero. Pero he conocido a un tipo en un burdel, un tal Ethan ¿O era Nathan? Ya no lo recuerdo... La cosa es que él me consiguió las fotos, pero es un maldito cobarde y un usurero que se llevó casi todo mi dinero. Así que por esto estoy aquí, necesito un compañero para un encargo delicado y que no haga preguntas ¿Se te ocurre alguien con ese perfil? Ahora soy un agente de pleno derecho, sabría como recompensar a un ciudadano ejemplar...
- Llevo tras su pista desde hace cuatro años, este dossier – dije, abriendo la carpeta – Contiene cerca de sesenta homicidios sin resolver. En esta condenada isla no hay cabida para la justicia, los crímenes quedan impunes y a veces aparecen como suicidios – dejé escapar una mueca de asco – En otras circunstancias dejaría pasar la ocasión, nunca he tenido impulsos de justiciero. Pero he conocido a un tipo en un burdel, un tal Ethan ¿O era Nathan? Ya no lo recuerdo... La cosa es que él me consiguió las fotos, pero es un maldito cobarde y un usurero que se llevó casi todo mi dinero. Así que por esto estoy aquí, necesito un compañero para un encargo delicado y que no haga preguntas ¿Se te ocurre alguien con ese perfil? Ahora soy un agente de pleno derecho, sabría como recompensar a un ciudadano ejemplar...
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Escuché sus palabras con atención, y cierto interés, para que negarlo. Si la información provenía de un burdel de la isla, probablemente fuese de fiar. Después de todo, es el lugar donde los hombres aflojan la bolsa y la lengua.
Cuando terminó de hablar, me mantuve en silencio durante un rato, frotándome el mentón mientras valoraba la situación. Si nunca se les relacionaba con los asesinatos, no habría una recompensa por su cabeza que pudiese cobrar, detalle que en circunstancias normales habría sido suficiente para desentenderme del asunto. Pero teniendo en cuenta de quién venía la petición, la situación era muy distinta.
- Ya sabes que yo solo suelo hacer una pregunta - rompí finalmente el incómodo silencio. - Pero tratándose de ti, haré una excepción.
Eché un rápido vistazo al reloj de pulsera que llevaba, un recuerdo del viejo, comprobando que quedaba un rato para la media noche. Estiré el brazo y recuperé la copa de la barra, apuré el último trago y volví a dejarla en el mismo sitio. Dirigiendo una mirada a Marcus que me bastaba para darle a entender que tendría que salir un rato.
- Si estás dispuesto a hacer lo que haya que hacer, podemos empezar ya mismo. Tenemos una larga noche por delante y muchas paradas que hacer.
Si el agente estaba de acuerdo, y salvo que quisiese comentar algún otro asunto antes, me ausentaría unos minutos para subir a mi habitación. Una vez arriba prepararía mis juguetes habituales, pues probablemente los necesitase en el lugar al que nos dirigíamos, y tras recoger también mi abrigo me reuniría con Dretch en la entrada del club.
Cuando terminó de hablar, me mantuve en silencio durante un rato, frotándome el mentón mientras valoraba la situación. Si nunca se les relacionaba con los asesinatos, no habría una recompensa por su cabeza que pudiese cobrar, detalle que en circunstancias normales habría sido suficiente para desentenderme del asunto. Pero teniendo en cuenta de quién venía la petición, la situación era muy distinta.
- Ya sabes que yo solo suelo hacer una pregunta - rompí finalmente el incómodo silencio. - Pero tratándose de ti, haré una excepción.
Eché un rápido vistazo al reloj de pulsera que llevaba, un recuerdo del viejo, comprobando que quedaba un rato para la media noche. Estiré el brazo y recuperé la copa de la barra, apuré el último trago y volví a dejarla en el mismo sitio. Dirigiendo una mirada a Marcus que me bastaba para darle a entender que tendría que salir un rato.
- Si estás dispuesto a hacer lo que haya que hacer, podemos empezar ya mismo. Tenemos una larga noche por delante y muchas paradas que hacer.
Si el agente estaba de acuerdo, y salvo que quisiese comentar algún otro asunto antes, me ausentaría unos minutos para subir a mi habitación. Una vez arriba prepararía mis juguetes habituales, pues probablemente los necesitase en el lugar al que nos dirigíamos, y tras recoger también mi abrigo me reuniría con Dretch en la entrada del club.
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Por fortuna el viejo Killian Vane aceptó, aunque sabía demasiado bien que no de buen grado. La idea de un botín siempre ayuda a centrarse en la misión, por no hablar de los adelantos y demás tarifas que los tipos como el iban improvisando sobre la marcha. Por suerte para mí, ser un perro de gobierno aun valía algo y en aquella jungla tener contactos era vital para prosperar.
Aproveché que Vane me había dejado solo para echar un vistazo al local. No era un tipo especialmente fiestero, lo que explicaba que pese a haber recorrido las calles de la zona norte de aquella isla nunca hubiese visitado los pubs de aquella cloaca, aunque hubiese sido destinado allí con más regularidad de la que me habría gustado.
El local era oscuro, estaba abarrotado y olía a pachuli y clavos de olor. No estaba de ánimo para estar sentado en alguna de aquellas mesas, charlando con alguien que no supiera ni pronunciar mi nombre. Quería que aquellos lugareños se rebanaran la sesera para descubrir para que familia mafiosa trabajaba. Quería mostrarles a aquellos desarrapados lo que el North Blue se estaba perdiendo.
El hombre que estaba detrás de mí tenía los ojos de color cielo, una cola de caballo negra y una sonrisa franca. Me hizo un gesto amable con la cabeza, luego se dio media vuelta y continuo con la conversación en la que estaba involucrado. Miré a mi alrededor y vi algo que no había visto cuando entré: el club estaba repleto de pequeños grupos de hombres congregados en las diferentes mesas, cada uno metido en sus propios asuntos… El local parecía algún tipo de zona neutral que aquella escoria respetaba por algún tipo de motivo.
- ¿Te pongo algo? – la camarera del local tenía el cabello rubio que le llegaba a la altura del cuello y una argolla que le atravesaba la nariz.
- ¿Qué es exactamente este lugar? – pregunté, caminar por el exterior era un peligro y sin embargo en el local se respiraba un ambiente de paz enrarecido, casi pactado.
- No, es solo un club ¿Quieres un trago o no? – respondió, como si fuera algo evidente.
Señalé sobre su hombro una botella de tequila, hurgué en mi cartera y saqué un billete de diez mil berries y otro de cinco mil.
- ¿Toda? – preguntó la muchacha echando una mirada a la botella.
Asentí con un ligero gesto con la barbilla, pagué el exorbitante precio y abandone el edificio. No tenía ni idea de lo que Vane tardaría en poner en orden sus asuntos antes de poder largarse del local y, consciente de que ya estaba empezando a actuar como un agente, sería mejor esperar fuera.
Aproveché que Vane me había dejado solo para echar un vistazo al local. No era un tipo especialmente fiestero, lo que explicaba que pese a haber recorrido las calles de la zona norte de aquella isla nunca hubiese visitado los pubs de aquella cloaca, aunque hubiese sido destinado allí con más regularidad de la que me habría gustado.
El local era oscuro, estaba abarrotado y olía a pachuli y clavos de olor. No estaba de ánimo para estar sentado en alguna de aquellas mesas, charlando con alguien que no supiera ni pronunciar mi nombre. Quería que aquellos lugareños se rebanaran la sesera para descubrir para que familia mafiosa trabajaba. Quería mostrarles a aquellos desarrapados lo que el North Blue se estaba perdiendo.
El hombre que estaba detrás de mí tenía los ojos de color cielo, una cola de caballo negra y una sonrisa franca. Me hizo un gesto amable con la cabeza, luego se dio media vuelta y continuo con la conversación en la que estaba involucrado. Miré a mi alrededor y vi algo que no había visto cuando entré: el club estaba repleto de pequeños grupos de hombres congregados en las diferentes mesas, cada uno metido en sus propios asuntos… El local parecía algún tipo de zona neutral que aquella escoria respetaba por algún tipo de motivo.
- ¿Te pongo algo? – la camarera del local tenía el cabello rubio que le llegaba a la altura del cuello y una argolla que le atravesaba la nariz.
- ¿Qué es exactamente este lugar? – pregunté, caminar por el exterior era un peligro y sin embargo en el local se respiraba un ambiente de paz enrarecido, casi pactado.
- No, es solo un club ¿Quieres un trago o no? – respondió, como si fuera algo evidente.
Señalé sobre su hombro una botella de tequila, hurgué en mi cartera y saqué un billete de diez mil berries y otro de cinco mil.
- ¿Toda? – preguntó la muchacha echando una mirada a la botella.
Asentí con un ligero gesto con la barbilla, pagué el exorbitante precio y abandone el edificio. No tenía ni idea de lo que Vane tardaría en poner en orden sus asuntos antes de poder largarse del local y, consciente de que ya estaba empezando a actuar como un agente, sería mejor esperar fuera.
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Antes de volver a bajar aproveché para cambiarme. Me quité la camisa gris que llevaba mientras paseaba por el ático. Luego me detuve durante unos segundos, frente al armario, decidiendo cual debía ponerme. Finalmente opté por una camisa negra de popelín, tejida con una mezcla de algodón y seda. Sin duda una de mis mejores prendas, pero la ocasión lo requería. Decidí acompañarla de un traje oscuro, de tres piezas, y un abrigo de piel bajo el que, cómo no podía ser de otra forma, llevaría la funda sobaquera del revólver.
Terminando de ajustarme la corbata ante al espejo, me tomé unos minutos para repasar mentalmente la locura que estaba a punto de cometer. ¿Realmente valía la pena meterse en semejante lío por un tipo como Dretch? “Supongo que lo averiguaré esta noche” Pensé, encogiéndome de hombros y dando media vuelta para dirigirme a la salida.
Una vez fuera, dejé que la puerta del local se cerrase a mi espalda mientras me ajustaba el abrigo. Las noches en el mar del norte siempre eran frías, y Cliff Island no era la excepción. Por suerte la gente de la isla estaba ya acostumbrada al clima, aunque al parecer no podía decir lo mismo de mi pequeño amigo.
Sin hacer ningún comentario al respecto eché a andar calle arriba. Para llegar al lugar al que nos dirigíamos, debíamos adentrarnos aún más en la ciudad. Las calles que recorríamos, a esas horas de la noche se encontraban aún más transitadas que durante el día. Y no precisamente por apacibles ciudadanos que disfrutasen de un paseo nocturno. Pero por suerte para nosotros, la reputación que había ganado desde mi vuelta a la isla bastaba para poder andar por la calle sin tener que vigilar mi espalda o preocuparme de encuentros indeseados.
- En nuestro último encuentro ya te puse al día de la situación de la isla. - Me dirigí al agente, esperando que hiciese memoria. - Nos dirigimos al territorio de la familia Monroe, tendremos que empezar por hacerles una visita. Creo que ya te hablé de ellos, así que sobra decir que más te vale vigilar lo que dices.
Terminando de ajustarme la corbata ante al espejo, me tomé unos minutos para repasar mentalmente la locura que estaba a punto de cometer. ¿Realmente valía la pena meterse en semejante lío por un tipo como Dretch? “Supongo que lo averiguaré esta noche” Pensé, encogiéndome de hombros y dando media vuelta para dirigirme a la salida.
Una vez fuera, dejé que la puerta del local se cerrase a mi espalda mientras me ajustaba el abrigo. Las noches en el mar del norte siempre eran frías, y Cliff Island no era la excepción. Por suerte la gente de la isla estaba ya acostumbrada al clima, aunque al parecer no podía decir lo mismo de mi pequeño amigo.
Sin hacer ningún comentario al respecto eché a andar calle arriba. Para llegar al lugar al que nos dirigíamos, debíamos adentrarnos aún más en la ciudad. Las calles que recorríamos, a esas horas de la noche se encontraban aún más transitadas que durante el día. Y no precisamente por apacibles ciudadanos que disfrutasen de un paseo nocturno. Pero por suerte para nosotros, la reputación que había ganado desde mi vuelta a la isla bastaba para poder andar por la calle sin tener que vigilar mi espalda o preocuparme de encuentros indeseados.
- En nuestro último encuentro ya te puse al día de la situación de la isla. - Me dirigí al agente, esperando que hiciese memoria. - Nos dirigimos al territorio de la familia Monroe, tendremos que empezar por hacerles una visita. Creo que ya te hablé de ellos, así que sobra decir que más te vale vigilar lo que dices.
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El exterior estaba desierto y poco iluminado. Las grietas y baches la habían deteriorado, se notaba que en aquella cloaca nadie pagaba impuestos y, en caso de cobrarlos, quedaba en evidencia que no eran reinvertidos en sus ciudadanos. El aire estaba cargado de humedad y la brisa avanzaba lentamente, transportando el hedor de la basura descompuesta (comida, bebida, alcohol, cuerpos) desde los antiguos edificios, los solares abandonados y las casas en construcción que asomaban en la distancia.
La calle estaba rodeada por los fantasmas de los edificios más céntricos y viejos de la ciudad. A ambos lados se alzaban almacenes de ladrillo. Algunos estaban vacíos y otros albergaban a aquellas personas que no podían permitirse nada mejor. Algunos se habían convertido en zonas residenciales o apartamentos de artistas y los demás seguían utilizándose para aquello que habían sido construidos… Aunque ya no almacenaban productos de calidad, sino aquello que nadie quería.
Me di media vuelta para observar detenidamente el Club de Killian Vane. El edificio se alzaba a media calle, ligeramente apartado de sus compañeros. Tenía cuatro pisos de altura y estaba intacto. En la primera planta había puertas metálicas macizas y ventanas cubiertas por ladrillos. En los niveles superiores, las ventanas enrejadas estaban a oscuras, pero a diferencia de las del resto de la calle, estas conservaban los cristales. El lugar desprendía un aroma a vida: alguien reparaba los vidrios agrietados, alguien se preocupaba del mantenimiento de las luces de la fachada y reemplazaba los neones cuando se quemaban o rompían. Casi parecía un pequeño oasis en aquella ciudad, casi… ¿Qué le había llevado a Vane a establecerse allí? Esa era una pregunta para la que no tenía respuesta.
Contemplé entonces un movimiento en la puerta principal. Un hombre solitario abandonó el local, su melena suelta y lisa le hicieron enseguida reconocible. Llevaba un traje de sastre negro que disimulaba su musculatura, así como un abrigo de piel que no parecía barato. Podía meterse con su pelo tanto como quisiera, pero no podía negar que tenía cierto carisma. De toda la gente que había conocido en el North Blue, no podía negar que aquel matón de medio pelo tenía un sentido del gusto exquisito.
Ambos comenzamos a caminar por las sinuosas calles de Cliff, aunque no sabía con demasiada exactitud hacia donde nos dirigiamos, pero si sabía que cada vez nuestros pasos nos alejaban más del centro de la ciudad. Al cabo de un tiempo, deduje que nos dirigíamos hacia las afueras.
- ¿Y los Monroe sabrán donde se esconden esos dos? – inquirí con inseguridad – Por mucho que hayan cambiado las cosas por aquí, dudo que nos reciban con té y pastas. No me gustaría involucrarme más de lo debido con las familias, ya pasamos por eso una vez y no me apetece volver a ser usado como peón. Espero que tu posición ayude en algo…
La calle estaba rodeada por los fantasmas de los edificios más céntricos y viejos de la ciudad. A ambos lados se alzaban almacenes de ladrillo. Algunos estaban vacíos y otros albergaban a aquellas personas que no podían permitirse nada mejor. Algunos se habían convertido en zonas residenciales o apartamentos de artistas y los demás seguían utilizándose para aquello que habían sido construidos… Aunque ya no almacenaban productos de calidad, sino aquello que nadie quería.
Me di media vuelta para observar detenidamente el Club de Killian Vane. El edificio se alzaba a media calle, ligeramente apartado de sus compañeros. Tenía cuatro pisos de altura y estaba intacto. En la primera planta había puertas metálicas macizas y ventanas cubiertas por ladrillos. En los niveles superiores, las ventanas enrejadas estaban a oscuras, pero a diferencia de las del resto de la calle, estas conservaban los cristales. El lugar desprendía un aroma a vida: alguien reparaba los vidrios agrietados, alguien se preocupaba del mantenimiento de las luces de la fachada y reemplazaba los neones cuando se quemaban o rompían. Casi parecía un pequeño oasis en aquella ciudad, casi… ¿Qué le había llevado a Vane a establecerse allí? Esa era una pregunta para la que no tenía respuesta.
Contemplé entonces un movimiento en la puerta principal. Un hombre solitario abandonó el local, su melena suelta y lisa le hicieron enseguida reconocible. Llevaba un traje de sastre negro que disimulaba su musculatura, así como un abrigo de piel que no parecía barato. Podía meterse con su pelo tanto como quisiera, pero no podía negar que tenía cierto carisma. De toda la gente que había conocido en el North Blue, no podía negar que aquel matón de medio pelo tenía un sentido del gusto exquisito.
Ambos comenzamos a caminar por las sinuosas calles de Cliff, aunque no sabía con demasiada exactitud hacia donde nos dirigiamos, pero si sabía que cada vez nuestros pasos nos alejaban más del centro de la ciudad. Al cabo de un tiempo, deduje que nos dirigíamos hacia las afueras.
- ¿Y los Monroe sabrán donde se esconden esos dos? – inquirí con inseguridad – Por mucho que hayan cambiado las cosas por aquí, dudo que nos reciban con té y pastas. No me gustaría involucrarme más de lo debido con las familias, ya pasamos por eso una vez y no me apetece volver a ser usado como peón. Espero que tu posición ayude en algo…
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Conforme recorríamos las calles, alejándonos del centro, el estado de estas iba mejorando notoriamente. En parte debido a que en aquella zona había menos población y no llegaban la mayoría de los asuntos turbios, pero principalmente gracias a el control que la familia Monroe ejercía en la zona y su peculiar obsesión por el orden y las formas. Sobre ellos corrían todo tipo de rumores en la isla, incluso había llegado a oír alguna vez de que descendían de la realeza de no sé dónde. Y aunque hasta la fecha nunca había prestado demasiada atención a todo eso, sí que debía reconocerles el mérito de haber conseguido civilizar al menos una pequeña parte de la ciudad.
- La gente a la que vamos a ver son unos estirados - advertí a mi compañero. - Pero en lo que a la información se refiere, nadie en esta isla la controla mejor que ellos. - Por un momento sentí el impulso de añadir un comentario a esa información, pero me limité a esbozar una media sonrisa guardándome mis ambiciones para mismo. Al menos por el momento. - Además, ya hemos colaborado en el pasado. No hay motivos para creer que no podamos volver a hacerlo, ¿no? Ya sabes cómo funcionan las cosas aquí.
Distraídos con la charla enseguida recorrimos el resto del camino, encontrándonos finalmente frente al lugar que buscábamos. Una gran casa, o una pequeña mansión para ser más exactos, que se alzaba solitaria e impoluta a las afueras. Pero nos vimos obligados a detenernos mucho antes de llegar a la fachada del edificio principal, frente a una gran puerta de vallas metálicas que bloqueaba el acceso a los jardines que adornaban la entrada. Flanqueando esta, se encontraban dos tipos con cara de pocos amigos, vestidos con trajes idénticos y con el mismo sospechoso y familiar bulto en el interior de las chaquetas. Parecían dos fotocopias.
- Buenas noches, amigos - me dirigí a ellos, dando un paso al frente. El par de gorilas ni tan siquiera se molestaron en mirarnos. Simplemente se echaron a un lado y flanquearon la puerta, mientras esta se abría.
Dirigí a mi pequeño compañero una mirada de satisfacción mientras nos encaminábamos hacia el interior. Pero esta desapareció de golpe junto a mi sonrisa cuando, nada más cerrarse las puertas a nuestra espalda, al menos una docena de guardias surgieron de la nada y nos rodearon, apuntándonos con sus armas.
- ¿Decías? - alcancé a oír al búho quejándose, antes de sentir un golpe seco en la parte posterior de mi cabeza y ver como el suelo se acercaba peligrosamente a mi rostro.
- La gente a la que vamos a ver son unos estirados - advertí a mi compañero. - Pero en lo que a la información se refiere, nadie en esta isla la controla mejor que ellos. - Por un momento sentí el impulso de añadir un comentario a esa información, pero me limité a esbozar una media sonrisa guardándome mis ambiciones para mismo. Al menos por el momento. - Además, ya hemos colaborado en el pasado. No hay motivos para creer que no podamos volver a hacerlo, ¿no? Ya sabes cómo funcionan las cosas aquí.
Distraídos con la charla enseguida recorrimos el resto del camino, encontrándonos finalmente frente al lugar que buscábamos. Una gran casa, o una pequeña mansión para ser más exactos, que se alzaba solitaria e impoluta a las afueras. Pero nos vimos obligados a detenernos mucho antes de llegar a la fachada del edificio principal, frente a una gran puerta de vallas metálicas que bloqueaba el acceso a los jardines que adornaban la entrada. Flanqueando esta, se encontraban dos tipos con cara de pocos amigos, vestidos con trajes idénticos y con el mismo sospechoso y familiar bulto en el interior de las chaquetas. Parecían dos fotocopias.
- Buenas noches, amigos - me dirigí a ellos, dando un paso al frente. El par de gorilas ni tan siquiera se molestaron en mirarnos. Simplemente se echaron a un lado y flanquearon la puerta, mientras esta se abría.
Dirigí a mi pequeño compañero una mirada de satisfacción mientras nos encaminábamos hacia el interior. Pero esta desapareció de golpe junto a mi sonrisa cuando, nada más cerrarse las puertas a nuestra espalda, al menos una docena de guardias surgieron de la nada y nos rodearon, apuntándonos con sus armas.
- ¿Decías? - alcancé a oír al búho quejándose, antes de sentir un golpe seco en la parte posterior de mi cabeza y ver como el suelo se acercaba peligrosamente a mi rostro.
- Y entonces:
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