Página 1 de 2. • 1, 2
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Empieza la diversión para ti. El camino a tu ascenso o tu muerte a manos de una persona que podría partirte en pedazos a ti y a media marina. Bueno, por la boca muere el pez, mejor no hablo mucho de esto, Vice-almirante Al. Por fin estás llegando a la jodida isla del Nuevo Mundo. Es esa donde el tal Joker fue derrotado por el rey de los piratas hace mucho tiempo. Ten en cuenta de que esto podrá ser muy peligroso, pero bueno, tu decisión está tomada. Antes de nada puedes llamar a tus compañeros y despedirte o decirles que les quieres y todo ese rollo, pero eso a tu gusto, colega. Dejando eso a parte, hace un día un poco triste. El cielo está nublado y parece que dentro de poco se va a poner a llover. El oleaje es un poco rebelde, pero no creo que sea tan peligroso para ti, a no ser que vayas en un bote… (Siéntete libre de rolear tu llegada a tu gusto, de qué forma y con quién)
Desde tu actual vehículo puedes ver lo que parece ser una enorme aleta de color verde. Un enorme rey marino se alza a unos catorce metros de tu posición. En su boca puedes ver un enorme tiburón al que está devorando. Parece estar más interesado en él que en ti/vosotros, pero es algo digno de admirar. Puedes ver el puerto y bastantes pescadores flipando por el espectáculo. Nadie se fija en tu llegada debido a la carnicería que se está formando. Justo entonces puedes ver a un hombre en el muelle. Tiene el pelo afro de color rojo y gafas de Sol. Parece estar realizando un baile raro mientras grita.
- ¡Como profetizó el gran San Judini! ¡El fin del mundo se acerca! ¡Hahahahahaha! – Muchos lo ignoran, pero otros lo miran con atención. Está como una cabra.
Bueno, hay un muelle libre por suerte para ti y todos atentos a los sucesos de tu alrededor. Pareces haber llegado bien y quizás sea una ventaja para ti, pero tú decides lo que haces. Es el momento de que muevas ficha, chico.
Desde tu actual vehículo puedes ver lo que parece ser una enorme aleta de color verde. Un enorme rey marino se alza a unos catorce metros de tu posición. En su boca puedes ver un enorme tiburón al que está devorando. Parece estar más interesado en él que en ti/vosotros, pero es algo digno de admirar. Puedes ver el puerto y bastantes pescadores flipando por el espectáculo. Nadie se fija en tu llegada debido a la carnicería que se está formando. Justo entonces puedes ver a un hombre en el muelle. Tiene el pelo afro de color rojo y gafas de Sol. Parece estar realizando un baile raro mientras grita.
- ¡Como profetizó el gran San Judini! ¡El fin del mundo se acerca! ¡Hahahahahaha! – Muchos lo ignoran, pero otros lo miran con atención. Está como una cabra.
Bueno, hay un muelle libre por suerte para ti y todos atentos a los sucesos de tu alrededor. Pareces haber llegado bien y quizás sea una ventaja para ti, pero tú decides lo que haces. Es el momento de que muevas ficha, chico.
El pie apoyado en una banqueta, y las manos haciendo el primer truco del día. Nudo básico, lazo con uno de los cordones, y el otro lo envolvía. Por último tiró de él y formó un segundo lazo, terminando de anudarse el zapato. Las orejas de conejo eran fiables y elegantes, agradables de llevar y lucían muy bien a pesar de su sencillez. Al había pasado muchas horas de los últimos días planeando hasta el más mínimo detalle de aquella locura. Ni Kai ni Arthur habían sido avisados, y los demás seguramente ni se dieran cuenta de su ausencia mientras volviera a tiempo para el partido de baloncesto entre brigadas. Nunca participaban, pero ese año podían llegar a planteárselo siempre que los Crimson Wolves jugaran también. Al fin y al cabo, esa flota estaba tan descabezada que terminarían torturando al árbitro mientras Kai podría marcar todos los tantos que quisiera. Al fin y al cabo, tenía afán de protagonismo.
-Xemnas- dijo, levantando el pequeño Den Den mushi de plata que le había otorgado hacía ya más de seis años el Almirante de la Flota Luchs, ahora Comandante en Jefe-. Tengo cosas que hacer en Dressrosa. Hay una vivre card mía en el segundo cajón de mi despacho, y la puerta está abierta- su tono sonaba algo melancólico, como si no pensara volver. Lo que estaba haciendo era una verdadera locura, pero la muerte del almirante Kikuma hacía necesario equilibrar los poderes cuanto antes, a cualquier precio-. Siempre me olvido de cerrarla. Suena estúpido, ¿Verdad? Siempre sé que no la he cerrado, pero nunca la cierro.
Dejó sobre un mueble el aparato para ponerse su americana e iniciar una serie de preparativos. Goma elástica en el dedo y un pañuelo de seda enrollado en acordeón a la altura del codo, listo para ser disparado en una mágica prestidigitación. En su cuello una corbata que ocultaba la armónica de debajo, y en el bolsillo quinientos berries en monedas de diez, completamente afiladas para ser lanzadas, aunque mucha gente vería un truco de magia. Sobre el blazer colgaba, a sus hombros, el chaquetón blanco que poco a poco fue cambiando a un color negro como la noche, mientras las hombreras ribeteadas tomaban un tono plateado. En el bolsillo derecho estaba Fuego Helado, y en el izquierdo, dentro de su funda de madera, el perfecto violín blanco descansaba.
-Creo que he dejado un sobre encima de mi mesa con una serie de instrucciones. Si no vuelvo de aquí a dos semanas abridlo.
Colgó. Nube al cinturón, guardada en su vaina, y Kujaku-o como una pequeña daga tobillera, oculta bajo el pantalón. A cada costado una de sus espadas comunes, y en su espalda las dos dagas que tenía desde hacía ya una eternidad, cuando se enroló en la Marina. Guardó el Den Den mushi en la chaqueta y ajustó su reloj a la hora local. Por último, antes de salir de su camarote, se colocó al cuello el colgante que siempre llevaba, y lo abrió por primera vez en años. Por ellas, por su memoria y por su futuro, aquel día tenía que esforzarse.
Abrió la puerta de su camarote con fuerza y contempló el espectáculo. A su derecha un enorme rey marino devoraba un inocente tiburón, y un monje loco premonizaba el fin del mundo según palabras de San Judini. ¿Quién era San Judini? Tal vez un patrón popular en aquella zona, aunque resultaba cuanto menos curioso que un Yonkou permitiese a un loco gritar por sus dominios. Bueno, conociendo la fama de Legim... Era completamente factible que él fuese quien alentó al tipo. "Menudo espectáculo". El lado positivo era que su desembarco desde el barco de pasajeros que lo había acercado resultaba mucho más discreto, aunque por el momento lo primero que tenía que hacer era encontrar a los hombres del pirata. Era hora de que el show comenzase.
-Disculpa compañero- dijo, acercándose a un tipo que faenaba en el puerto. Con traje informal bajo capa negra parecía un corsario de tiempos remotos, como fue Donquixote Doflamingo o Mihawk en su época. Porte elegante y mirada altiva, esperaba resultar impresionante en el lugar y llamar un poco la atención. Lo justo para que lo encontrara quien él buscaba-, quiero que me hagas un favor- lo siguiente se lo susurró al oído, esperando una reacción exagerada-. Dile a Legan Legim que en dos semanas la Marina planea un ataque sobre Dressrosa, que empiece a prepararse.
Las pintas ayudaban, y no dudaba que en breves trataran de atraparlo para interrogarlo. Por ello, comenzó a caminar hacia el palacio, atento a cualquier mínimo sonido, activando su Haki de observación y pegado por la derecha a las paredes, evitando las ventanas y las multitudes. Su oído de músico podría captar fácilmente muchas cosas, y no pensaba ser atrapado mientras él no lo deseara.
-Xemnas- dijo, levantando el pequeño Den Den mushi de plata que le había otorgado hacía ya más de seis años el Almirante de la Flota Luchs, ahora Comandante en Jefe-. Tengo cosas que hacer en Dressrosa. Hay una vivre card mía en el segundo cajón de mi despacho, y la puerta está abierta- su tono sonaba algo melancólico, como si no pensara volver. Lo que estaba haciendo era una verdadera locura, pero la muerte del almirante Kikuma hacía necesario equilibrar los poderes cuanto antes, a cualquier precio-. Siempre me olvido de cerrarla. Suena estúpido, ¿Verdad? Siempre sé que no la he cerrado, pero nunca la cierro.
Dejó sobre un mueble el aparato para ponerse su americana e iniciar una serie de preparativos. Goma elástica en el dedo y un pañuelo de seda enrollado en acordeón a la altura del codo, listo para ser disparado en una mágica prestidigitación. En su cuello una corbata que ocultaba la armónica de debajo, y en el bolsillo quinientos berries en monedas de diez, completamente afiladas para ser lanzadas, aunque mucha gente vería un truco de magia. Sobre el blazer colgaba, a sus hombros, el chaquetón blanco que poco a poco fue cambiando a un color negro como la noche, mientras las hombreras ribeteadas tomaban un tono plateado. En el bolsillo derecho estaba Fuego Helado, y en el izquierdo, dentro de su funda de madera, el perfecto violín blanco descansaba.
-Creo que he dejado un sobre encima de mi mesa con una serie de instrucciones. Si no vuelvo de aquí a dos semanas abridlo.
Colgó. Nube al cinturón, guardada en su vaina, y Kujaku-o como una pequeña daga tobillera, oculta bajo el pantalón. A cada costado una de sus espadas comunes, y en su espalda las dos dagas que tenía desde hacía ya una eternidad, cuando se enroló en la Marina. Guardó el Den Den mushi en la chaqueta y ajustó su reloj a la hora local. Por último, antes de salir de su camarote, se colocó al cuello el colgante que siempre llevaba, y lo abrió por primera vez en años. Por ellas, por su memoria y por su futuro, aquel día tenía que esforzarse.
Abrió la puerta de su camarote con fuerza y contempló el espectáculo. A su derecha un enorme rey marino devoraba un inocente tiburón, y un monje loco premonizaba el fin del mundo según palabras de San Judini. ¿Quién era San Judini? Tal vez un patrón popular en aquella zona, aunque resultaba cuanto menos curioso que un Yonkou permitiese a un loco gritar por sus dominios. Bueno, conociendo la fama de Legim... Era completamente factible que él fuese quien alentó al tipo. "Menudo espectáculo". El lado positivo era que su desembarco desde el barco de pasajeros que lo había acercado resultaba mucho más discreto, aunque por el momento lo primero que tenía que hacer era encontrar a los hombres del pirata. Era hora de que el show comenzase.
-Disculpa compañero- dijo, acercándose a un tipo que faenaba en el puerto. Con traje informal bajo capa negra parecía un corsario de tiempos remotos, como fue Donquixote Doflamingo o Mihawk en su época. Porte elegante y mirada altiva, esperaba resultar impresionante en el lugar y llamar un poco la atención. Lo justo para que lo encontrara quien él buscaba-, quiero que me hagas un favor- lo siguiente se lo susurró al oído, esperando una reacción exagerada-. Dile a Legan Legim que en dos semanas la Marina planea un ataque sobre Dressrosa, que empiece a prepararse.
Las pintas ayudaban, y no dudaba que en breves trataran de atraparlo para interrogarlo. Por ello, comenzó a caminar hacia el palacio, atento a cualquier mínimo sonido, activando su Haki de observación y pegado por la derecha a las paredes, evitando las ventanas y las multitudes. Su oído de músico podría captar fácilmente muchas cosas, y no pensaba ser atrapado mientras él no lo deseara.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mientras tanto en el cuarto de Xemnas…
El sonido del DDM hace que un chico rubio semidesnudo se levante despacio de la cama. Tan solo viste con un pantalón blanco y parece estar un poco cansado. A su lado hay alguien tapado con la sábana. Parece una joven de cabellos rubios. El marine está un poco atontado, pero logra coger el comunicador a tiempo. Su expresión se vuelve algo seria al escuchar lo que estás diciéndole. No tarda mucho en salir de la habitación y caminar por mitad del pasillo con su ligera ropa. Llega rápidamente a tu cuarto y abre la puerta con facilidad. Lo primero que hace es coger el sobre y guardarlo en un bolsillo, pero respetando la petición. Continúa al comunicador mientras toma lo que dices y permanece serio.
- Esa isla no me gusta nada y me hago una idea de todo, estúpido. Más te vale regresar con vida, capitán. De lo contrario, te juro que yo mismo terminaré con esa gente.
Su tono es muy apenado y te ha llamado estúpido, oh Dios mío. Creo que va a llorar… Bueno, puede. Se ve muy nervioso, te debe querer mucho. Dicho eso, cuelgas.
- ¡Quiero a diez marines aquí ahora mismo!
En tu posición actual.
Es posible que hayas liado algo gordo avisando a tu fan número uno, pero bueno. No creo que en unos días se presente ahí pegando cañonazos o algo por el estilo… Bueno, volvamos a tus cosas. Te has acercado a ese hombre, el cual al escuchar lo que le dices lleva la mano derecha a una vieja pistola, pero entonces aprieta los dientes mostrando algo de enfado. Parece que tú no eres su primer plato en el día, pero te mira con rabia ¿Qué culpa tienes tú? Solo has avisado, pero ese tipo parece violento. Entonces sale corriendo rápidamente entre la gente y no tardas mucho en perderlo de vista, parece rápido. Esperemos que no sea así en la cama o su mujer debe de estar pensando en irse contigo, no, contigo no, tú ya tienes muchas.
Mientras caminas por las paredes vas escuchando algo inquietante, un silencio aterrador. No es posible que haya tanto silencio en una isla de ese calibre. No tardas en llegar al palacio y puedes ver en la puerta al tipo de antes, al que has avisado. Está hablando con otra persona, pero esta parece estar detrás de una columna. Entonces ves algo que te hace sentir algo confuso. El tipo es tomado por el cuello por una mano pálida que lo alza a una altura considerable. Entonces el pobre hombre es lanzado contra el suelo y después se larga. Tras dicha columna surge una figura de tres putos metros de altura. Viste con una chaqueta roja, un sombrero del mismo color y unas gafas de Sol un poco raras. En su rostro puede verse una sonrisa siniestra de lo más tétrica.
- ¡Hahahahaha! ¡En ese caso estaré esperándoles!
Grita con un tono sádico al mismo tiempo que empieza a reírse y una leve brisa de viento mueve su chaqueta dándole un toque algo más épico por así decirlo. Parece muy confiado y si activas tu haki de observación (oh, ya los has hecho) verás que su puta aura es inmensa. Parece más poderoso que Kai, Xemnas, Jack o cualquier miembro de tu tripulación. Entonces caes en la cuenta. Es el segundo al mando del Yonkou Legim, Belial. Ese tío tiene muy mala fama y espero que tengas cuidado o podrías terminar empalado en una estaca.
El cielo empieza a nublarse un poco más de lo normal y el tipo de la chaqueta roja entra en el palacio a paso calmado. Los guardias normales se postran antes él y cierran los ojos algo nerviosos. Saben de sobra que su líder no les hará nada, pero tiene un pronto muy malo cual andaluz en el día de los toros y prefieren no arriesgarse mucho. Puedes ver una especie de trampilla al lado de un viejo árbol. Si tuvieras olfato zoan dirías que ahí huele a dragón, como si hubiese habido dos hablando hace mucho tiempo ahí, quizás muchos años. El negro y el azul son colores hermosos. La trampilla parece tener un pequeño candado plateado y bueno… tú decides lo que haces ahora.
[Para ver si se abre candado ir a tiradas ramdom. Dado 20. 1-15 Se abre. 16-20 no se abre]
Si llegases a entrar, dentro hay una red de túneles inmensa, pero uno de ellos parece apestar a mujeres sudadas y alcohol, oh espera, no eres zoan, pues eso, alcohol solo.
El sonido del DDM hace que un chico rubio semidesnudo se levante despacio de la cama. Tan solo viste con un pantalón blanco y parece estar un poco cansado. A su lado hay alguien tapado con la sábana. Parece una joven de cabellos rubios. El marine está un poco atontado, pero logra coger el comunicador a tiempo. Su expresión se vuelve algo seria al escuchar lo que estás diciéndole. No tarda mucho en salir de la habitación y caminar por mitad del pasillo con su ligera ropa. Llega rápidamente a tu cuarto y abre la puerta con facilidad. Lo primero que hace es coger el sobre y guardarlo en un bolsillo, pero respetando la petición. Continúa al comunicador mientras toma lo que dices y permanece serio.
- Esa isla no me gusta nada y me hago una idea de todo, estúpido. Más te vale regresar con vida, capitán. De lo contrario, te juro que yo mismo terminaré con esa gente.
Su tono es muy apenado y te ha llamado estúpido, oh Dios mío. Creo que va a llorar… Bueno, puede. Se ve muy nervioso, te debe querer mucho. Dicho eso, cuelgas.
- ¡Quiero a diez marines aquí ahora mismo!
En tu posición actual.
Es posible que hayas liado algo gordo avisando a tu fan número uno, pero bueno. No creo que en unos días se presente ahí pegando cañonazos o algo por el estilo… Bueno, volvamos a tus cosas. Te has acercado a ese hombre, el cual al escuchar lo que le dices lleva la mano derecha a una vieja pistola, pero entonces aprieta los dientes mostrando algo de enfado. Parece que tú no eres su primer plato en el día, pero te mira con rabia ¿Qué culpa tienes tú? Solo has avisado, pero ese tipo parece violento. Entonces sale corriendo rápidamente entre la gente y no tardas mucho en perderlo de vista, parece rápido. Esperemos que no sea así en la cama o su mujer debe de estar pensando en irse contigo, no, contigo no, tú ya tienes muchas.
Mientras caminas por las paredes vas escuchando algo inquietante, un silencio aterrador. No es posible que haya tanto silencio en una isla de ese calibre. No tardas en llegar al palacio y puedes ver en la puerta al tipo de antes, al que has avisado. Está hablando con otra persona, pero esta parece estar detrás de una columna. Entonces ves algo que te hace sentir algo confuso. El tipo es tomado por el cuello por una mano pálida que lo alza a una altura considerable. Entonces el pobre hombre es lanzado contra el suelo y después se larga. Tras dicha columna surge una figura de tres putos metros de altura. Viste con una chaqueta roja, un sombrero del mismo color y unas gafas de Sol un poco raras. En su rostro puede verse una sonrisa siniestra de lo más tétrica.
- ¡Hahahahaha! ¡En ese caso estaré esperándoles!
Grita con un tono sádico al mismo tiempo que empieza a reírse y una leve brisa de viento mueve su chaqueta dándole un toque algo más épico por así decirlo. Parece muy confiado y si activas tu haki de observación (oh, ya los has hecho) verás que su puta aura es inmensa. Parece más poderoso que Kai, Xemnas, Jack o cualquier miembro de tu tripulación. Entonces caes en la cuenta. Es el segundo al mando del Yonkou Legim, Belial. Ese tío tiene muy mala fama y espero que tengas cuidado o podrías terminar empalado en una estaca.
El cielo empieza a nublarse un poco más de lo normal y el tipo de la chaqueta roja entra en el palacio a paso calmado. Los guardias normales se postran antes él y cierran los ojos algo nerviosos. Saben de sobra que su líder no les hará nada, pero tiene un pronto muy malo cual andaluz en el día de los toros y prefieren no arriesgarse mucho. Puedes ver una especie de trampilla al lado de un viejo árbol. Si tuvieras olfato zoan dirías que ahí huele a dragón, como si hubiese habido dos hablando hace mucho tiempo ahí, quizás muchos años. El negro y el azul son colores hermosos. La trampilla parece tener un pequeño candado plateado y bueno… tú decides lo que haces ahora.
[Para ver si se abre candado ir a tiradas ramdom. Dado 20. 1-15 Se abre. 16-20 no se abre]
Si llegases a entrar, dentro hay una red de túneles inmensa, pero uno de ellos parece apestar a mujeres sudadas y alcohol, oh espera, no eres zoan, pues eso, alcohol solo.
El cielo era gris y el silencio negro. La calma que se respiraba era aterradora, como el presagio de una tormenta, y nada parecía perturbar la inconmensurable paz que envolvía todo. Al mismo tiempo el terror iba inundando su cuerpo mientras se acercaba al palacio, sin saber muy bien qué hacía allí. ¿Por qué solo? Sin Kai, sin Arthur... Todos los tripulantes de la Brigada Indisciplinada eran valores importantísimos y que no debía desperdiciar, y sin embargo lo había hecho. El ardor del chico de fuego, y la sinergia que ambos tenían con su Oficial Disciplinario a la hora de combatir, ¿Por qué había ido solo? Tal vez buscaba gloria en una victoria épica, u honor en una muerte memorable. ¿Iba a morir? Esperaba que no, no podía permitirse aquello. Ella no se lo perdonaría, ellos no se lo perdonarían.
Estaba frente al palacio y el mismo hombre al que había dado el soplo había llegado también, poco antes que él. Temeroso de una figura que se ocultaba tras una columna, Al entendió cómo lograba causar esa sensación. Su haki de observación escuchaba la disonancia, una voz tan potente que ahogaba la suya propia. Se preguntaba quién sería el hombre tras la temible presencia, y con tan sólo ver esa cara y las vestimentas lo supo: Belial, el segundo al mando y miembro más peligroso de toda la tripulación. Si bien Legim era un peligro andante, del hombre de rojo apenas había datos, y eso sumado a una recompensa astronómica lo hizo casi temblar. Casi.
-Si eso es todo lo que me ofreces, capitán...- dijo para sí, en voz alta. No el importaba mucho que lo escucharan, al fin y al cabo había llegado para eso, pero al mismo tiempo no quería ir anunciándose. Ya llegarían a él, ya aparecerían, y ya tendría tiempo de acabar con ellos.
Esperó a que el comandante abandonara el lugar, y cuando se marchó Al comenzó a avanzar. A su espalda la ciudad, y frente a él el palacio. En un pequeño recodo, casi oculta a la vista tras un olmo viejo, lo esperaba una trampilla. No era estúpido, y el candado que la cerraba brillaba aun bajo las nubes de tormenta. Iba a ser difícil abrirlo, más complicado hacerlo discretamente y todavía más duro dejar el candado intacto. Podría levantar apenas un resquicio y colarse por ahí, pero abandonar el arma de kairoseki sin expectativas reales de recuperarla no podía ser contemplado. Ahora que lo pensaba, nunca había empuñado a nube en combate, pero representaba una ventaja que no iba a desperdiciar.
Estuvo frente al candado y puso el dedo en la boca de su cerradura, que empezó a llenarse de hielo hasta que pudo conformar una llave que giró, abriendo su cerradura. Era una suerte que hubiera resultado tan sencillo, pero no quería caer en una trampa. No podía volver a cerrarlo, pero sí sellar la bajada. Muy delicadamente mientras descendía fui tocando las paredes, haciendo que la madera de la trampilla se pegara a la roca, y bajo ella se formara una capa de al menos dos metros de espesor de hielo a casi doscientos grados bajo cero.
Abajo olía... Bueno, olía. Champán, ron, whisky y licores varios, tan entremezclados que apenas podía distinguir cuáles estaban tirados por el suelo y cuáles simplemente quedaban como un regusto en su nariz. Ignoró por completo los otros túneles por un momento, centrándose en analizar las presencias que tal vez encontrase frente a él, y cuando comenzó a avanzar fue sellando cada otro túnel con una densa capa de hielo de al menos un metro. Del mismo modo, según iba caminando hacía que a su alrededor toda la humedad y alcohol que flotaba por el aire y se condensaba en las paredes se fuese congelando, formando un corredor continuo y casi inapreciable por si necesitaba huir.
Estaba frente al palacio y el mismo hombre al que había dado el soplo había llegado también, poco antes que él. Temeroso de una figura que se ocultaba tras una columna, Al entendió cómo lograba causar esa sensación. Su haki de observación escuchaba la disonancia, una voz tan potente que ahogaba la suya propia. Se preguntaba quién sería el hombre tras la temible presencia, y con tan sólo ver esa cara y las vestimentas lo supo: Belial, el segundo al mando y miembro más peligroso de toda la tripulación. Si bien Legim era un peligro andante, del hombre de rojo apenas había datos, y eso sumado a una recompensa astronómica lo hizo casi temblar. Casi.
-Si eso es todo lo que me ofreces, capitán...- dijo para sí, en voz alta. No el importaba mucho que lo escucharan, al fin y al cabo había llegado para eso, pero al mismo tiempo no quería ir anunciándose. Ya llegarían a él, ya aparecerían, y ya tendría tiempo de acabar con ellos.
Esperó a que el comandante abandonara el lugar, y cuando se marchó Al comenzó a avanzar. A su espalda la ciudad, y frente a él el palacio. En un pequeño recodo, casi oculta a la vista tras un olmo viejo, lo esperaba una trampilla. No era estúpido, y el candado que la cerraba brillaba aun bajo las nubes de tormenta. Iba a ser difícil abrirlo, más complicado hacerlo discretamente y todavía más duro dejar el candado intacto. Podría levantar apenas un resquicio y colarse por ahí, pero abandonar el arma de kairoseki sin expectativas reales de recuperarla no podía ser contemplado. Ahora que lo pensaba, nunca había empuñado a nube en combate, pero representaba una ventaja que no iba a desperdiciar.
Estuvo frente al candado y puso el dedo en la boca de su cerradura, que empezó a llenarse de hielo hasta que pudo conformar una llave que giró, abriendo su cerradura. Era una suerte que hubiera resultado tan sencillo, pero no quería caer en una trampa. No podía volver a cerrarlo, pero sí sellar la bajada. Muy delicadamente mientras descendía fui tocando las paredes, haciendo que la madera de la trampilla se pegara a la roca, y bajo ella se formara una capa de al menos dos metros de espesor de hielo a casi doscientos grados bajo cero.
Abajo olía... Bueno, olía. Champán, ron, whisky y licores varios, tan entremezclados que apenas podía distinguir cuáles estaban tirados por el suelo y cuáles simplemente quedaban como un regusto en su nariz. Ignoró por completo los otros túneles por un momento, centrándose en analizar las presencias que tal vez encontrase frente a él, y cuando comenzó a avanzar fue sellando cada otro túnel con una densa capa de hielo de al menos un metro. Del mismo modo, según iba caminando hacía que a su alrededor toda la humedad y alcohol que flotaba por el aire y se condensaba en las paredes se fuese congelando, formando un corredor continuo y casi inapreciable por si necesitaba huir.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Buena técnica eso de sellar el lugar, no es como si algún cabroncete te fuese a seguir, pero si era así, creo que ahora no. De todas formas, nadie parece haberte visto entrar, por lo que es una suerte ahora que me fijo. Continuas tu camino siguiendo el rastro de alcohol, curioso, sería muy fácil que fuese de Legim, pero no es así. No tardas en llegar a una trampilla con una red de metal que te impide el paso, pero parece floja, podrías tirarla de una patada o golpe medio potente. Dentro sientes cinco presencias, cuatro muy débiles y una considerable, pero no llega a la de ninguno de tus hombres.
- Esta chica es de las mejores que he visto…
Dice el tipo del aura potente. Es un hombre de dos metros y medio de altura, ojos dorados y totalmente calvo. Su musculatura es increíble y posee un tatuaje de un perro salchicha en el abdomen. Está riéndose y sobre sus rodillas una joven de unos veinte años le muerde el cuello y le da besos. En el sillón frente a él hay otras dos mujeres sobre un hombre de cabellos dorados, ojos rojizos y aura muy débil. Parecen estar divirtiéndose con unas prostitutas. Hay varias botellas del alcohol tiradas por el suelo y otras sobre una mesa de cristal. Puedes ver algo de polvo blanco y unos billetes, joder, todos unos prendas. Puedes leerles sus derechos si te apetece, pero no hay nadie más cerca.
Hay una puerta en la sala, la cual es de color negro con el símbolo de una serpiente blanca. Hay otra abierta y puedes ver que da a unas escaleras que suben a otro piso. Tú decides ahora lo que hacer, mueve ficha.
- Esta chica es de las mejores que he visto…
Dice el tipo del aura potente. Es un hombre de dos metros y medio de altura, ojos dorados y totalmente calvo. Su musculatura es increíble y posee un tatuaje de un perro salchicha en el abdomen. Está riéndose y sobre sus rodillas una joven de unos veinte años le muerde el cuello y le da besos. En el sillón frente a él hay otras dos mujeres sobre un hombre de cabellos dorados, ojos rojizos y aura muy débil. Parecen estar divirtiéndose con unas prostitutas. Hay varias botellas del alcohol tiradas por el suelo y otras sobre una mesa de cristal. Puedes ver algo de polvo blanco y unos billetes, joder, todos unos prendas. Puedes leerles sus derechos si te apetece, pero no hay nadie más cerca.
Hay una puerta en la sala, la cual es de color negro con el símbolo de una serpiente blanca. Hay otra abierta y puedes ver que da a unas escaleras que suben a otro piso. Tú decides ahora lo que hacer, mueve ficha.
-Vale, esto no me lo esperaba- dijo, observando desde una trampilla la estancia que tenía frente a él.
Cinco personas, tres mujeres, un único hombre fuerte. Cuatro podían dar la voz de alarma, el otro probablemente acabar con él en un mal momento, y al mínimo error se iba todo a la porra. No, no fallaba: Moría. No quería morir, le resultaba desagradable la idea, pero por suerte en el suelo veía algo que ayudaba bastante. Botellas de alcohol y polvo blanco, presumiblemente cocaína, aunque no podía descartar que fuese otra cosa. Talco para las irritaciones, harina para dios sabe qué práctica sexual macabra o incluso leche en polvo, por si las putas se aburrían de la que querían proveer esos caballeros.
Dio unos pasos atrás, los suficientes para poder sacar el violín sin que nadie le viera, y comenzó a tocar tan bajo que sólo él podía oírlo. En su mente tocaba una sonata de otoño, y sus dedos palpitaban entre las cuerdas mientras un arco las frotaba, haciendo un ruido mudo, casi inaudible. Sus pies poco a poco se volvían hielo, y su cuerpo siguió congelándose sin dejar de moverse, pero dio un paso atrás y se separó de la efigie que ahora tocaba un violín de hielo, vivo, mientras él no perdiese la concentración.
Era hermoso, y mientras guardaba su instrumento disfrutaba de la perfecta digitación de su clon cristalino, de la calidez de esos dedos helados y del alma de esa estatua. Era música, poesía y belleza inconmensurable, y desenvainó a Fuego Helado. Se fue convirtiendo él también en hielo mientras avanzaba hacia la red, movido por los acordes de la copia y respaldado por su arma, lista para atacar. Se arrancó un dedo, y Al Naion dejó de ser una estatua. Ahora era un dedo, movido por una estatua con motor en la música.
La estatua apuntó bien. Lo había calculado, y su precisión lanzando cuchillos era perfecta. No necesitaba ver lo que hacía, pues el Haki lo guiaba y tenía en mente cada una de las aberturas de la red, además de un plan. La figura tomó impulso con el brazo y lanzó el pequeño fragmento que era Al contra la cabeza del calvo, esperando darle de lleno.
Estaba a punto de llegar contra él, podía sentirlo. Si él no lo esquivaba podría acabar con él fácilmente, muy fácilmente. En el momento en que ya no representase un peligro para la prostituta que se mantenía apoyada sobre él congeló toda la humedad del aire, moviéndola hacia el dedo y rodeándolo, de modo que volvería a ser él casi instantáneamente. Si había calculado bien, cuando debiera impactar ya sería de nuevo humano, con la espada envuelta en su haki de armadura atravesando la cabeza del peligro potencial y todos los presentes sumamente sorprendidos por su colosal entrada.
Una vez dispuesto y preparado, Sombra helada se formó en su mano derecha. Hubiera atravesado o no al hombre, tenía que anunciar quién era, amenazar a aquella gente y rezar para que se intimidaran ante el poderoso vicealmirante Al Naion. Apuntó la hoja de sombras contra el otro tipo, dirigiéndole una mirada seria.
-Habéis cometido crímenes contra el Gobierno Mundial y sus gentes. Por la presente, quedáis detenidos en nombre de la Marina.
Cinco personas, tres mujeres, un único hombre fuerte. Cuatro podían dar la voz de alarma, el otro probablemente acabar con él en un mal momento, y al mínimo error se iba todo a la porra. No, no fallaba: Moría. No quería morir, le resultaba desagradable la idea, pero por suerte en el suelo veía algo que ayudaba bastante. Botellas de alcohol y polvo blanco, presumiblemente cocaína, aunque no podía descartar que fuese otra cosa. Talco para las irritaciones, harina para dios sabe qué práctica sexual macabra o incluso leche en polvo, por si las putas se aburrían de la que querían proveer esos caballeros.
Dio unos pasos atrás, los suficientes para poder sacar el violín sin que nadie le viera, y comenzó a tocar tan bajo que sólo él podía oírlo. En su mente tocaba una sonata de otoño, y sus dedos palpitaban entre las cuerdas mientras un arco las frotaba, haciendo un ruido mudo, casi inaudible. Sus pies poco a poco se volvían hielo, y su cuerpo siguió congelándose sin dejar de moverse, pero dio un paso atrás y se separó de la efigie que ahora tocaba un violín de hielo, vivo, mientras él no perdiese la concentración.
Era hermoso, y mientras guardaba su instrumento disfrutaba de la perfecta digitación de su clon cristalino, de la calidez de esos dedos helados y del alma de esa estatua. Era música, poesía y belleza inconmensurable, y desenvainó a Fuego Helado. Se fue convirtiendo él también en hielo mientras avanzaba hacia la red, movido por los acordes de la copia y respaldado por su arma, lista para atacar. Se arrancó un dedo, y Al Naion dejó de ser una estatua. Ahora era un dedo, movido por una estatua con motor en la música.
La estatua apuntó bien. Lo había calculado, y su precisión lanzando cuchillos era perfecta. No necesitaba ver lo que hacía, pues el Haki lo guiaba y tenía en mente cada una de las aberturas de la red, además de un plan. La figura tomó impulso con el brazo y lanzó el pequeño fragmento que era Al contra la cabeza del calvo, esperando darle de lleno.
Estaba a punto de llegar contra él, podía sentirlo. Si él no lo esquivaba podría acabar con él fácilmente, muy fácilmente. En el momento en que ya no representase un peligro para la prostituta que se mantenía apoyada sobre él congeló toda la humedad del aire, moviéndola hacia el dedo y rodeándolo, de modo que volvería a ser él casi instantáneamente. Si había calculado bien, cuando debiera impactar ya sería de nuevo humano, con la espada envuelta en su haki de armadura atravesando la cabeza del peligro potencial y todos los presentes sumamente sorprendidos por su colosal entrada.
Una vez dispuesto y preparado, Sombra helada se formó en su mano derecha. Hubiera atravesado o no al hombre, tenía que anunciar quién era, amenazar a aquella gente y rezar para que se intimidaran ante el poderoso vicealmirante Al Naion. Apuntó la hoja de sombras contra el otro tipo, dirigiéndole una mirada seria.
-Habéis cometido crímenes contra el Gobierno Mundial y sus gentes. Por la presente, quedáis detenidos en nombre de la Marina.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Te has formado de nuevo, eres un pedazo de hielo horrible ¿No te da vergüenza? Mira tú espada, ah no, está atravesando la cabeza de un calvo. El peluquero te matará, pero vayamos a lo importante. La chica no se ha coscado y sigue besándole en el cuello y pecho, empieza a buscar sus labios hasta que nota el acero. Al abrir los ojos se da cuenta y grita de puro terror. Las otras dos se bajan del chico rubio y se quedan en una esquina asustadas, irónico, la esquina… No por Dios, volvamos a lo nuestro. El otro hombre rubio se queda mirándote a los ojos de forma seria y no tarda en levantarse.
- En nombre del cocinero de los Shirokami, te digo que me importa una mierda tu palabrería. Vas a pagar por lo que has hecho.
Dice sacando entonces dos cuchillos de cocina de su cinturón. Es raro, ese tío tiene un aura débil. No debería suponerte ni un minuto de tu tiempo vencerlo o matarlo, pero ¿Qué tan confiado puede estar? Las mujeres de repente empiezan a susurrar entre ellas asustadas. El rubio entonces estira su brazo hacia arriba y este cambia hasta convertirse en hierro. El color es grisáceo oscuro. Hace lo mismo con el otro brazo y después muestra una expresión algo grotesca.
- No puedo creerme que un perro del gobierno ose entrar aquí… ¡Al suelo, basura! – Grita desplazándose a la velocidad del soru hacia tu costado derecho.
Entonces sus cuchillos toman un color negro metálico y trata de clavártelos con toda su fuerza. Te dé o no, lanzara un puñetazo con el brazo de hierro buscando tu rostro ¿Usuario de fruta? Parece que sí, pero no puedes asegurarlo.
Puedes ver a una de las prostitutas tratando de correr hacia la puerta que conduce a unas escaleras que van hacia arriba. Otra se queda quieta y temblando y la última está buscando cosas en los cajones, valiente hija de puta, esa está robando. Es tu turno, Al.
- En nombre del cocinero de los Shirokami, te digo que me importa una mierda tu palabrería. Vas a pagar por lo que has hecho.
Dice sacando entonces dos cuchillos de cocina de su cinturón. Es raro, ese tío tiene un aura débil. No debería suponerte ni un minuto de tu tiempo vencerlo o matarlo, pero ¿Qué tan confiado puede estar? Las mujeres de repente empiezan a susurrar entre ellas asustadas. El rubio entonces estira su brazo hacia arriba y este cambia hasta convertirse en hierro. El color es grisáceo oscuro. Hace lo mismo con el otro brazo y después muestra una expresión algo grotesca.
- No puedo creerme que un perro del gobierno ose entrar aquí… ¡Al suelo, basura! – Grita desplazándose a la velocidad del soru hacia tu costado derecho.
Entonces sus cuchillos toman un color negro metálico y trata de clavártelos con toda su fuerza. Te dé o no, lanzara un puñetazo con el brazo de hierro buscando tu rostro ¿Usuario de fruta? Parece que sí, pero no puedes asegurarlo.
Puedes ver a una de las prostitutas tratando de correr hacia la puerta que conduce a unas escaleras que van hacia arriba. Otra se queda quieta y temblando y la última está buscando cosas en los cajones, valiente hija de puta, esa está robando. Es tu turno, Al.
- Bravis:
- Asesino matón Nivel 55. [Aura de nivel 20 por Pu de mantra] Cocinero triple.
Armas: Dos cuchillos de cocina calidad Ryo Wazamono.
Air Break: El usuario es capaz de pigmentar sus extremidades en un color gris. Este poder lo que hace es que sus extremidades tengan durante dos post la dureza del titanio. Después necesita otros dos para poder activarlo de nuevo.
-¿Ése es el respeto que tienes a tu vida?- preguntó. Acababa de matar a un hombre, presumiblemente más fuerte que él. Presumiblemente más fuerte que él, por lo que decía el Haki. Y el haki no mentía, ¿O sí? Había aprendido a escuchar las voces de todas las cosas, pero todavía no sabía cuándo una voz intentaba gritar y la callaban. Tendría que trabajar en ello, cuanto antes pudiese, y era una lástima no haber aprendido a hacerlo antes. Sólo esperaba que nadie pudiera amordazar su presencia como había pretendido Kimura en Síderos, o estaría en problemas-. No soy un perro, soy un pájaro.
Los cortes fueron rápidos, pero él lo fue más. El haki de observación le advirtió de lo que su rival pretendía, y chocó ambas manos para que las armas se fundiesen en una única Sombra helada, cuya corrupción se extendió por los brazos hasta arder dejando una humareda negra mientras se extendían. Más ágil y con mejores reflejos, sus ojos se aclararon ligeramente hasta tomar un tono dorado y su pupila se adaptó. Poco a poco iba adoptando la postura del águila mientras se agachaba para evitar el cuchillo. Lo que no pudo ver fue el puñetazo que llegó después, y apenas logró amortiguar cuando sus dos alas se extendieron prestas y oscuras como la noche. Poco a poco el ansia de sangre se iba apoderando de él, pero con relativa facilidad aún la controlaba. Las plumas impactaron en su cara, y el espadachín casi salió volando. De hecho, retrocedió varios centímetros arrastrado por aquella fuerza. al día siguiente tendría un cardenal ahí, pero con suerte sería su única herida.
-Igurusutoraiko- pronunció, al tiempo que estiraba su mano derecha hacia la cara del hombre, haciendo aparecer el pañuelo que había escondido, lanzándose en un embate terrible tratando de ensartarlo con el arma agarrada primero a una y, cuando hizo su truco, ambas manos para acabar con él ya, pero no era lo único.
La red a su espalda reventó ante la presión de las dos estatuas, una con violín y otra con espada, falta de un dedo índice en la mano izquierda. Sin preaviso, en todas las salidas se formaron muros de hielo negro de medio metro de grosor, mientras la poca humedad que se había ido formando se congelaba, enfriando completamente el lugar. Si se portaban bien no moriría nadie de hipotermia, y de hecho, esperaba no matar accidentalmente a ninguna. No podría perdonárselo.
-¡Nadie se va de aquí!- sentenció, en un grito, mientras guardaba el pañuelo en el bolsillo. Ya no podía repetir el truco, estaría feo-. Vosotras tres queréis dinero y yo tengo una misión, así que vamos a hacer una cosa. Vosotras me guiáis y cuando terminemos os doy una de estas cabezas para que podáis vivir rodeadas de dinero el resto de vuestra vida. Si no, os dejaré aquí hasta que el hielo se derrita. Y podría pasar más de un día, teniendo en cuenta su temperatura.
Las dos estatuas estallaron en una nube de escarcha, cayendo al suelo lentamente. Era momento de saber si su oponente seguía con vida, y si así era, darle su merecido.
Los cortes fueron rápidos, pero él lo fue más. El haki de observación le advirtió de lo que su rival pretendía, y chocó ambas manos para que las armas se fundiesen en una única Sombra helada, cuya corrupción se extendió por los brazos hasta arder dejando una humareda negra mientras se extendían. Más ágil y con mejores reflejos, sus ojos se aclararon ligeramente hasta tomar un tono dorado y su pupila se adaptó. Poco a poco iba adoptando la postura del águila mientras se agachaba para evitar el cuchillo. Lo que no pudo ver fue el puñetazo que llegó después, y apenas logró amortiguar cuando sus dos alas se extendieron prestas y oscuras como la noche. Poco a poco el ansia de sangre se iba apoderando de él, pero con relativa facilidad aún la controlaba. Las plumas impactaron en su cara, y el espadachín casi salió volando. De hecho, retrocedió varios centímetros arrastrado por aquella fuerza. al día siguiente tendría un cardenal ahí, pero con suerte sería su única herida.
-Igurusutoraiko- pronunció, al tiempo que estiraba su mano derecha hacia la cara del hombre, haciendo aparecer el pañuelo que había escondido, lanzándose en un embate terrible tratando de ensartarlo con el arma agarrada primero a una y, cuando hizo su truco, ambas manos para acabar con él ya, pero no era lo único.
La red a su espalda reventó ante la presión de las dos estatuas, una con violín y otra con espada, falta de un dedo índice en la mano izquierda. Sin preaviso, en todas las salidas se formaron muros de hielo negro de medio metro de grosor, mientras la poca humedad que se había ido formando se congelaba, enfriando completamente el lugar. Si se portaban bien no moriría nadie de hipotermia, y de hecho, esperaba no matar accidentalmente a ninguna. No podría perdonárselo.
-¡Nadie se va de aquí!- sentenció, en un grito, mientras guardaba el pañuelo en el bolsillo. Ya no podía repetir el truco, estaría feo-. Vosotras tres queréis dinero y yo tengo una misión, así que vamos a hacer una cosa. Vosotras me guiáis y cuando terminemos os doy una de estas cabezas para que podáis vivir rodeadas de dinero el resto de vuestra vida. Si no, os dejaré aquí hasta que el hielo se derrita. Y podría pasar más de un día, teniendo en cuenta su temperatura.
Las dos estatuas estallaron en una nube de escarcha, cayendo al suelo lentamente. Era momento de saber si su oponente seguía con vida, y si así era, darle su merecido.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tu pañuelo impacta en el rostro del cocinero, haciéndole soltar un gruñido y apartarlo. Entonces encuentra tu espada. En un movimiento veloz debido a sus reflejos, evita un ataque mortal y se mueve a un lado lo más rápido posible. El filo atraviesa uno de sus abdominales inferiores y sale por la parte baja de la espalda. Los ojos de su rival se abren como platos y entonces cae hacia atrás haciendo que sus orbes se cierren. La sangre empapa tu arma y parece que lo has matado, o eso parece por ahora. Tu mantra detecta vida en él y eso puede ser bueno o malo, depende de cómo lo veas.
Tu muro casi aplasta a una de las prostitutas, pero tan solo ha perdido un cabello, que suerte. Todas te miran aterradas y una vez sueltas tu discurso se quedan pensativas. La que estaba robando asiente la primera y decide guiñarte un ojo. La que se quedó quieta no dice nada, solo mira al suelo temblando debido a lo que ha ocurrido. Es la que besó la espada que atravesó la cabeza del otro tipo y parece algo traumada. La que intentó huir se te queda mirando, es la más hermosa. Sus cabellos son oscuros como la noche, sus ojos azules y su piel pálida.
- Yo soy feliz con mi trabajo. Lo único que no quiero es que mientras voy a trabajar la gente a mí alrededor es atravesada por un hombre de hielo. Acepto la oferta del dinero de todas formas, pero también me gustaría una disculpa.
Tiene agallas ¿verdad? Y eso que debería estar temiendo por su vida. Justo en ese entonces puedes ver al rubio de antes toser un poco de sangre. Te está mirando desde el suelo con una sonrisa en los labios. Pierde mucha sangre, pero continua vivo de momento y aun así, parece muy calmado.
- Eres hombre muerto, marine… Belial-sama te va arrancar el cuello. No hay nada que puedas hacer para evitarlo, gilipollas… – Dice antes de empezar a reírse despacio y con la mano en la herida, le quedaran un par de minutos.
Tu muro casi aplasta a una de las prostitutas, pero tan solo ha perdido un cabello, que suerte. Todas te miran aterradas y una vez sueltas tu discurso se quedan pensativas. La que estaba robando asiente la primera y decide guiñarte un ojo. La que se quedó quieta no dice nada, solo mira al suelo temblando debido a lo que ha ocurrido. Es la que besó la espada que atravesó la cabeza del otro tipo y parece algo traumada. La que intentó huir se te queda mirando, es la más hermosa. Sus cabellos son oscuros como la noche, sus ojos azules y su piel pálida.
- Yo soy feliz con mi trabajo. Lo único que no quiero es que mientras voy a trabajar la gente a mí alrededor es atravesada por un hombre de hielo. Acepto la oferta del dinero de todas formas, pero también me gustaría una disculpa.
Tiene agallas ¿verdad? Y eso que debería estar temiendo por su vida. Justo en ese entonces puedes ver al rubio de antes toser un poco de sangre. Te está mirando desde el suelo con una sonrisa en los labios. Pierde mucha sangre, pero continua vivo de momento y aun así, parece muy calmado.
- Eres hombre muerto, marine… Belial-sama te va arrancar el cuello. No hay nada que puedas hacer para evitarlo, gilipollas… – Dice antes de empezar a reírse despacio y con la mano en la herida, le quedaran un par de minutos.
El korip se desvaneció en el aire cuando le llamaron la atención. No se había fijado en ella cuando se lanzó al ataque, pero era preciosa. Su cabello negro caía en cascada sobre sus hombros, como un manantial de ónice, y tenía unos ojos... Por mares más pequeños se habían cantado odas. Era una chica espectacular, seria y atractiva, inusitadamente valiente pese a su reacción inicial, y eso le encantaba. Era cierto que no había medido las consecuencias de sus actos, pero estaba en una misión suicida donde todo el mundo era potencial enemigo.
-¿Sabes qué? Tienes razón. Lo sien...
Una voz lo interrumpió. Era baja pero serena, apagada como la luz que se va consumiendo en un escenario al final de la actuación. Si no salvaba al hombre que le había pegado un puñetazo iba a morir, ¿Debía permitirlo? La pregunta, más bien, era si podía permitirlo. En un combate trataba de acabar con su adversario, era lo que debía hacer. Pero estaba vivo y agonizante, o terminaba con él o le salvaba la vida. ¿La vida de un pirata valía más que la suya propia? No, pero tampoco menos, y si llegaba a olvidarse de aquello no sería mejor que la gente a la que pretendía combatir.
-Tontito Rojo no me da miedo- respondió mientras se agachaba sobre él lentamente-. En fin, hora de trabajar...
Rompió la camisa del moribundo en jirones, que ató para tratar de formar una gasa improvisada, y la untó con un pequeño frasco que llevaba en la chaqueta. Lo tenía siempre ahí por si acaso, desde aquel torneo en Hexos hacía ya varios años. Era el último que le quedaba, y estaba seguro de que lo iba a echar en falta, pero no le importó. Colocó las dos partes de la venda en los orificios de la perforación y las rodeó con hielo, dejándolas pegadas. No iba a ponerse a limpiarle la sangre por el momento, al fin y al cabo con ayuda del regenerador se reacondicionaría en lugar de morir, así que... No pasaba nada.
Mientras hacía las curas a su paciente trató de recordar para sí el precio sobre las cabezas de aquellos hombres. Siendo parte de la tripulación de Legim podrían ser grandes cifras, aunque dado el nivel de oposición que habían mostrado fácilmente podrían ser grumetes. En cualquier caso, todo contaba a la hora de hacer méritos, y los grumetes del hoy serían los comandantes del mañana. Además, ninguno de los dos parecía novato, tal vez sólo los hubiera cogido con la guardia baja.
Una vez logró tener vendado al sujeto trató de golpearle la sien izquierda con el pomo de la espada, intentando dejarlo inconsciente, y se levantó. Las tres chicas eran, cuanto menos, hermosas, pero la pelinegra era con diferencia la más especial. ¿Sería por esos ojos o por la actitud valiente y noble frente a sus compañeras? Era plausible, aunque por el momento sólo le interesaba una cosa: Llegar hasta Legim sano, salvo y sin heridas graves. Recogió los cuchillos del tipo y se los colgó al cinturón, atando sus manos por la espalda con los restos atados de la camisa, tratando así de evitar que se moviera. No sólo por su recuperación, sino también para que nadie lo delatara.
-Bien, chicas- dijo, finalmente-. Me llamo Al Naion, y no voy a haceros daño- hizo una pausa, mirando embelesado a la morena-, pero necesito ayuda. Cuando todo acabe, si aún queréis seguir vendiendo vuestros cuerpos, sé de lugares con más encanto. Decidme por dónde debo ir, por favor.
-¿Sabes qué? Tienes razón. Lo sien...
Una voz lo interrumpió. Era baja pero serena, apagada como la luz que se va consumiendo en un escenario al final de la actuación. Si no salvaba al hombre que le había pegado un puñetazo iba a morir, ¿Debía permitirlo? La pregunta, más bien, era si podía permitirlo. En un combate trataba de acabar con su adversario, era lo que debía hacer. Pero estaba vivo y agonizante, o terminaba con él o le salvaba la vida. ¿La vida de un pirata valía más que la suya propia? No, pero tampoco menos, y si llegaba a olvidarse de aquello no sería mejor que la gente a la que pretendía combatir.
-Tontito Rojo no me da miedo- respondió mientras se agachaba sobre él lentamente-. En fin, hora de trabajar...
Rompió la camisa del moribundo en jirones, que ató para tratar de formar una gasa improvisada, y la untó con un pequeño frasco que llevaba en la chaqueta. Lo tenía siempre ahí por si acaso, desde aquel torneo en Hexos hacía ya varios años. Era el último que le quedaba, y estaba seguro de que lo iba a echar en falta, pero no le importó. Colocó las dos partes de la venda en los orificios de la perforación y las rodeó con hielo, dejándolas pegadas. No iba a ponerse a limpiarle la sangre por el momento, al fin y al cabo con ayuda del regenerador se reacondicionaría en lugar de morir, así que... No pasaba nada.
Mientras hacía las curas a su paciente trató de recordar para sí el precio sobre las cabezas de aquellos hombres. Siendo parte de la tripulación de Legim podrían ser grandes cifras, aunque dado el nivel de oposición que habían mostrado fácilmente podrían ser grumetes. En cualquier caso, todo contaba a la hora de hacer méritos, y los grumetes del hoy serían los comandantes del mañana. Además, ninguno de los dos parecía novato, tal vez sólo los hubiera cogido con la guardia baja.
Una vez logró tener vendado al sujeto trató de golpearle la sien izquierda con el pomo de la espada, intentando dejarlo inconsciente, y se levantó. Las tres chicas eran, cuanto menos, hermosas, pero la pelinegra era con diferencia la más especial. ¿Sería por esos ojos o por la actitud valiente y noble frente a sus compañeras? Era plausible, aunque por el momento sólo le interesaba una cosa: Llegar hasta Legim sano, salvo y sin heridas graves. Recogió los cuchillos del tipo y se los colgó al cinturón, atando sus manos por la espalda con los restos atados de la camisa, tratando así de evitar que se moviera. No sólo por su recuperación, sino también para que nadie lo delatara.
-Bien, chicas- dijo, finalmente-. Me llamo Al Naion, y no voy a haceros daño- hizo una pausa, mirando embelesado a la morena-, pero necesito ayuda. Cuando todo acabe, si aún queréis seguir vendiendo vuestros cuerpos, sé de lugares con más encanto. Decidme por dónde debo ir, por favor.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Que guarra, tú, no ellas. Pobre rubio contestón, inconsciente y curado. Su honor a la mierda. Bueno, parece que las tres te miran y dos de ellas permanecen calladas. Sin embargo, la morena que te ha molado te mira a los ojos de forma seria. Se está pensando lo que hacer y no resulta muy amigable. A lo mejor en otra situación podríais haber pasado un buen rato. Suelta lo que parece ser un suspiro y después de unos momentos se cruza de brazos. Te mira a los ojos y se acerca a ti con una confianza brutal. Sin permiso alguno trata de colocar sus dedos índice y corazón en tus labios.
- Muy bien, Al Mamón. Las escaleras que has bloqueado dan al vestíbulo principal de este sitio. Pasemos por allí para venir y lo único que vimos fue a un tipo de cabellos blancos correr por el piso superior mientras reía como un poseso. Su cara me sonaba de algo… – Dijo tratando de meter sus dedos en tu boca, si te dejas, saben a melocotón. – [i] La puerta de la serpiente de ahí no sé a dónde lleva, pero cuando llegué, un hombre enorme de gabardina roja salió de allí.
Te ha contado lo que sabe, y entonces trata de sacar los dedos de tu boca (si te has dejado) ha puesto tono sensual durante toda la explicación. Puede que sea la más borde y juguetona al mismo tiempo de las tres. Oh dios mío, una ama de sado tal vez. Escuchas de repente un trueno y el sonido de la lluvia invade la isla, está lloviendo con ganas y parece haber tormenta. Entonces una de las chicas se acerca al cuerpo del rubio inconsciente y le quita la cartera. Yo esto no lo veo normal, pero ahora te toca decidir.
- Muy bien, Al Mamón. Las escaleras que has bloqueado dan al vestíbulo principal de este sitio. Pasemos por allí para venir y lo único que vimos fue a un tipo de cabellos blancos correr por el piso superior mientras reía como un poseso. Su cara me sonaba de algo… – Dijo tratando de meter sus dedos en tu boca, si te dejas, saben a melocotón. – [i] La puerta de la serpiente de ahí no sé a dónde lleva, pero cuando llegué, un hombre enorme de gabardina roja salió de allí.
Te ha contado lo que sabe, y entonces trata de sacar los dedos de tu boca (si te has dejado) ha puesto tono sensual durante toda la explicación. Puede que sea la más borde y juguetona al mismo tiempo de las tres. Oh dios mío, una ama de sado tal vez. Escuchas de repente un trueno y el sonido de la lluvia invade la isla, está lloviendo con ganas y parece haber tormenta. Entonces una de las chicas se acerca al cuerpo del rubio inconsciente y le quita la cartera. Yo esto no lo veo normal, pero ahora te toca decidir.
Olfateó cuando los dedos de la puta se posaron en sus labios. Melocotón, dulce y perfecto melocotón. ¿Cuántas probabilidades habría de que fuese un veneno? Si abría la boca podía estar arriesgándose a morir, pero ¿Cuántas probabilidades había de que esa mujer quisiera matarlo? Si pretendiera hacerlo, igual no lo habría tratado como a un capullo en un inicio, sino como a un héroe. Además, era casi imposible que tuviera veneno preparado para la situación... Casi.
Sin embargo, su Haki de observación no había entendido ninguna clase de amenaza, aunque sabía de buena tinta que no podía fiarse completamente de esas habilidades. No en el Nuevo Mundo. Allí no era un pez gordo, tan sólo un soldado más en una batalla cada vez más perdida. Hizo la cabeza a un lado delicadamente, atusándose el pelo haciendo parecer el roce con su cara un simple accidente, evitando que entrara en contacto con su aparato digestivo. Lo primero que debía hacer, lavarse los labios y la cara para eliminar los residuos. No podía fiarse de nada ni de nadie.
-Al Mamón... Ésa es nueva- rió, tratando de ignorar el tono zalamero y descocado de la chica, como si tratase de conquistarlo-, pero sigue sin superar el mejor mote que nunca me han puesto.
Traje rojo escaleras, pelo blanco y como un loco en el vestíbulo. Es decir, Belial a un lado y Legim al otro, alejados y sin una conexión, al menos que él supiera. Cómo acercarse y acabar con toda la organización era otro cantar, aunque empezar por el rey para que toda la banda cayese era cuanto menos gratificante. Bien, era hora de actuar. Envainó la espada y la guardó mientras su chaqueta cambiaba de color a un blanco prístino y brillante, con la insignia de la Marina en la espalda y el rango que le correspondía, al tiempo que las hombreras pasaban del plata al dorado. Ahora, entre la camisa roja y el traje negro, sumado al chaquetón blanco, daba mucho más el cante. No obstante, era lo que el protocolo requería.
-Vale, estoy listo- dijo, desenfundando el violín y agarrando el arco. Tenía un concierto que dar ese día, un concierto que nadie nunca, jamás, podría olvidar-. Entonces, ¿Por allí se va al vestíbulo?
No esperó respuesta, tan sólo empezó a correr. El hielo estaba duro, lo sabía, pero tenía ya suficiente coordinación como para evitar hacerse daño. Estaba cerca, más cerca, a punto de chocar, y saltó contra el muro. Calculó en un segundo, y tanto el muro como él por un instante se volvieron escarcha, permitiéndole pasar, solo para volver a cerrarlo tras él, recuperando su forma normal. Bien, ya estaba en camino, sólo tenía que seguir avanzando.
Sin embargo, su Haki de observación no había entendido ninguna clase de amenaza, aunque sabía de buena tinta que no podía fiarse completamente de esas habilidades. No en el Nuevo Mundo. Allí no era un pez gordo, tan sólo un soldado más en una batalla cada vez más perdida. Hizo la cabeza a un lado delicadamente, atusándose el pelo haciendo parecer el roce con su cara un simple accidente, evitando que entrara en contacto con su aparato digestivo. Lo primero que debía hacer, lavarse los labios y la cara para eliminar los residuos. No podía fiarse de nada ni de nadie.
-Al Mamón... Ésa es nueva- rió, tratando de ignorar el tono zalamero y descocado de la chica, como si tratase de conquistarlo-, pero sigue sin superar el mejor mote que nunca me han puesto.
Traje rojo escaleras, pelo blanco y como un loco en el vestíbulo. Es decir, Belial a un lado y Legim al otro, alejados y sin una conexión, al menos que él supiera. Cómo acercarse y acabar con toda la organización era otro cantar, aunque empezar por el rey para que toda la banda cayese era cuanto menos gratificante. Bien, era hora de actuar. Envainó la espada y la guardó mientras su chaqueta cambiaba de color a un blanco prístino y brillante, con la insignia de la Marina en la espalda y el rango que le correspondía, al tiempo que las hombreras pasaban del plata al dorado. Ahora, entre la camisa roja y el traje negro, sumado al chaquetón blanco, daba mucho más el cante. No obstante, era lo que el protocolo requería.
-Vale, estoy listo- dijo, desenfundando el violín y agarrando el arco. Tenía un concierto que dar ese día, un concierto que nadie nunca, jamás, podría olvidar-. Entonces, ¿Por allí se va al vestíbulo?
No esperó respuesta, tan sólo empezó a correr. El hielo estaba duro, lo sabía, pero tenía ya suficiente coordinación como para evitar hacerse daño. Estaba cerca, más cerca, a punto de chocar, y saltó contra el muro. Calculó en un segundo, y tanto el muro como él por un instante se volvieron escarcha, permitiéndole pasar, solo para volver a cerrarlo tras él, recuperando su forma normal. Bien, ya estaba en camino, sólo tenía que seguir avanzando.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Al, puedes ver entonces un bote de lubricante de melocotón encima del armario. Hay algunas gotas por el suelo y parece que si te fijas en el pantalón del tío que has dejado fuera de combate hay unas pocas, o dios mío. Ahora sabes todo. Bueno dejando eso de lado, la morena te sonríe antes de que te vayas. En ese momento notas una presencia horrible, es igual a la de antes, es la de Belial. Está muy por debajo de tus pies, al límite de tu rango, entonces desaparece la presencia. A saber cuánta profundidad ahí abajo. El hombre ha tenido que bajar escaleras con cojones. Igualmente, ahora debes centrarte donde estás, en el vestíbulo. Supuestamente la chica dijo algo del piso superior.
Oyes jaleo en una sala de la derecha, muchos gritos y demás. Parecen estar jugando al póker, pues has escuchado claramente como alguien decía “Trío de vice-almirantes” Se ve que juegan con cartas del mundo en el que estáis, gracioso cuanto menos. Sientes la poderosa presencia de alguien en el piso de arriba. Es inquietante ¿Superior a la de Belial? Pff ahí anda la cosa, pero parece que el capullo de abajo da más miedo. Si subes las escaleras veras una puerta al fondo y en ella está dicha presencia. Al otro lado de la puerta se escuchan risas y parece que demasiado enfermas.
- ¡Hahahahahaha!
Confirmado, alguien se está riendo. Tal vez hayas llegado a los aposentos del puto yonkou, es el momento Al. Ten cuidado porque es posible que bajo tus pies esté el resto de la banda o al menos algunos miembros. Mucho más abajo el monstruo del edificio y fuera una tormenta increíble. La lluvia cae con fuerza. Hay varios cuadros por los pasillos. El suelo está hecho de madera, por lo que crujirá si no vas con cuidado. Puedes ver antes de la puerta una especie de mesita con un candelabro y lo que parece ser una carta.
“Capitán Legim. Ya me he ocupado de las reformas del edificio Oeste y de la armería. Procederé a contratar un equipo de limpieza. Ahora parto hacia Arabasta para ocuparme de unos asuntos que debo atender
ATT: Algus D. Northen, Tu medico favorito”
Bueno, es carta no sé qué tiene que ver con todo esto, pero puede ser útil en un futuro. Los ruidos abajo aumentan, como si alguien hubiese ganado una mano realmente importante. Ahora la puerta que te separa de Legim está frente a ti ¿Qué harás?
Oyes jaleo en una sala de la derecha, muchos gritos y demás. Parecen estar jugando al póker, pues has escuchado claramente como alguien decía “Trío de vice-almirantes” Se ve que juegan con cartas del mundo en el que estáis, gracioso cuanto menos. Sientes la poderosa presencia de alguien en el piso de arriba. Es inquietante ¿Superior a la de Belial? Pff ahí anda la cosa, pero parece que el capullo de abajo da más miedo. Si subes las escaleras veras una puerta al fondo y en ella está dicha presencia. Al otro lado de la puerta se escuchan risas y parece que demasiado enfermas.
- ¡Hahahahahaha!
Confirmado, alguien se está riendo. Tal vez hayas llegado a los aposentos del puto yonkou, es el momento Al. Ten cuidado porque es posible que bajo tus pies esté el resto de la banda o al menos algunos miembros. Mucho más abajo el monstruo del edificio y fuera una tormenta increíble. La lluvia cae con fuerza. Hay varios cuadros por los pasillos. El suelo está hecho de madera, por lo que crujirá si no vas con cuidado. Puedes ver antes de la puerta una especie de mesita con un candelabro y lo que parece ser una carta.
“Capitán Legim. Ya me he ocupado de las reformas del edificio Oeste y de la armería. Procederé a contratar un equipo de limpieza. Ahora parto hacia Arabasta para ocuparme de unos asuntos que debo atender
ATT: Algus D. Northen, Tu medico favorito”
Bueno, es carta no sé qué tiene que ver con todo esto, pero puede ser útil en un futuro. Los ruidos abajo aumentan, como si alguien hubiese ganado una mano realmente importante. Ahora la puerta que te separa de Legim está frente a ti ¿Qué harás?
-Menos mal que no chupé ese dedo...- dijo entre risas mientras caminaba con cierto cuidado por el vestíbulo principal, y el corazón le dio un vuelco. ¿Trío de vicealmirantes? ¿Cómo se habían enterado de aquello? Él había prometido ser discreto, y las demás... Bueno, las demás tampoco querían airear la verdadera naturaleza del magnetismo del gran Al Naion. Eso o que les daba algo de vergüenza porque pedía limosna, llegaba a parecer un babas y su papeleo lo hacía un pigmeo pelirrojo. Todas las posibilidades eran posibles, pero por suerte para él tan sólo estaban jugando al poker. Bueno, más sencillo para él. Congeló la puerta para atrancarla y se marchó, siguiendo su camino.
La presencia de Legim era brutal, pero no parecía tan negra y peligrosa como la de Tontito Rojo. Pero no podía confiarse, si bien Legim era un imbécil, nadie se hace Emperador de la Piratería de la noche a la mañana, como por un fugaz capricho del destino sin sentido alguno, ¿No? Aunque las circunstancias en las que había llegado a dominar el Nuevo Mundo eran, cuanto menos, sospechosas. Seguramente fue un plan de años y se destapó como la gran mente ante la impotencia del Gobierno, aunque... Bueno, él no había conocido esa información, y sería raro que nadie la tuviera.
Dio un paso y la madera crujió levemente bajo sus pies. "Genial, ahora se va a liar", pensó, y estalló en una nebulosa de polvo blanco y brillante, flotando en el aire sin tocar el suelo. No iba a llamar más la atención, se negaba. No obstante, quería tener cola, y congeló toda la humedad del vestíbulo, que se sumó a su cuerpo de nube en una enorme vorágine helada. La ventisca no rugía, era silenciosa, tan sólo vibraba al moverse en giros bruscos, y no tardó en llegar hasta el piso superior, donde los aposentos de Legim no se hicieron de rogar.
"Igual que el baño al fondo a la derecha, Legim es siempre todo recto", pensó mientras acumulaba a su alrededor más y más escarcha, avanzando. Lo cierto es que empezaba a ser algo indiscreto, pero necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener, y todos esos cristales minúsculos que lo acompañaban eran, en realidad, de suma importancia. Sin embargo, para abrir la puerta tenía que ir algo más elegante, más humano... Y menos ventisca.
Al lado de la puerta una mesita, y sobre ella una nota que no tenía demasiado sentido. ¿Qué hacía un médico limpiando armerías? Sin duda el pirata estaba como una puta cabra. Adelantó la mano del arco contra el pomo de la puerta, y su brazo tembló. No, no era momento de miedo, tan sólo de combatir. Tenía que hacer de tripas corazón, y así lo hizo. Empujó la puerta de una patada, y toda la escarcha que había empezó a rodear las paredes, solidificándose en ellas y haciéndolas brillar con un aspecto de espejismo. ¿Al pirata le agradaría su entrada?
-¡Legan Legim!- gritó, sellando la puerta a sus espaldas con un muro de medio metro de espesor, frío como el invierno más duro en la luna-. Por tus crímenes de piratería, robo, proxenetismo- ¿Era proxeneta? Su casa estaba llena de putas, así que seguramente-, asesinatos y magnicidios como el del Almirante Yakama, prepárate a ser castigado. Si te rindes pacíficamente te aseguraré un juicio justo.
Violín al cuello, arco rozando sol, y una capa fina de escarcha empezó a extenderse desde su posición. Era hora del concierto.
La presencia de Legim era brutal, pero no parecía tan negra y peligrosa como la de Tontito Rojo. Pero no podía confiarse, si bien Legim era un imbécil, nadie se hace Emperador de la Piratería de la noche a la mañana, como por un fugaz capricho del destino sin sentido alguno, ¿No? Aunque las circunstancias en las que había llegado a dominar el Nuevo Mundo eran, cuanto menos, sospechosas. Seguramente fue un plan de años y se destapó como la gran mente ante la impotencia del Gobierno, aunque... Bueno, él no había conocido esa información, y sería raro que nadie la tuviera.
Dio un paso y la madera crujió levemente bajo sus pies. "Genial, ahora se va a liar", pensó, y estalló en una nebulosa de polvo blanco y brillante, flotando en el aire sin tocar el suelo. No iba a llamar más la atención, se negaba. No obstante, quería tener cola, y congeló toda la humedad del vestíbulo, que se sumó a su cuerpo de nube en una enorme vorágine helada. La ventisca no rugía, era silenciosa, tan sólo vibraba al moverse en giros bruscos, y no tardó en llegar hasta el piso superior, donde los aposentos de Legim no se hicieron de rogar.
"Igual que el baño al fondo a la derecha, Legim es siempre todo recto", pensó mientras acumulaba a su alrededor más y más escarcha, avanzando. Lo cierto es que empezaba a ser algo indiscreto, pero necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener, y todos esos cristales minúsculos que lo acompañaban eran, en realidad, de suma importancia. Sin embargo, para abrir la puerta tenía que ir algo más elegante, más humano... Y menos ventisca.
Al lado de la puerta una mesita, y sobre ella una nota que no tenía demasiado sentido. ¿Qué hacía un médico limpiando armerías? Sin duda el pirata estaba como una puta cabra. Adelantó la mano del arco contra el pomo de la puerta, y su brazo tembló. No, no era momento de miedo, tan sólo de combatir. Tenía que hacer de tripas corazón, y así lo hizo. Empujó la puerta de una patada, y toda la escarcha que había empezó a rodear las paredes, solidificándose en ellas y haciéndolas brillar con un aspecto de espejismo. ¿Al pirata le agradaría su entrada?
-¡Legan Legim!- gritó, sellando la puerta a sus espaldas con un muro de medio metro de espesor, frío como el invierno más duro en la luna-. Por tus crímenes de piratería, robo, proxenetismo- ¿Era proxeneta? Su casa estaba llena de putas, así que seguramente-, asesinatos y magnicidios como el del Almirante Yakama, prepárate a ser castigado. Si te rindes pacíficamente te aseguraré un juicio justo.
Violín al cuello, arco rozando sol, y una capa fina de escarcha empezó a extenderse desde su posición. Era hora del concierto.
Legim
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Habitualmente gustaba de parar en Dressrosa entre viaje y viaje, me gustaba mucho su gente y el clima, y para que mentir, disfrutar de la gastronomía al tiempo que la tripulación se divertía. Sin embargo, al cabo de uno o dos tres días de buena comida y disfrutar comenzaba a aburrirme. Dispuesto a luchar contra ello empecé a jugar con una pequeña pelota de peluche, una de esas que servían para aliviar el estrés apretándola con fuerzas. Esta, algo agrietada ya, tenía unos dibujos de la tierra tal y como era conocida. Siempre me habían parecido una chorrada estas cosas y su funcionalidad, pero debo admitir que me encantaba la idea de tener el mundo en mi mano, tan fácil y vulnerable ante mí.
Sabía desde hace un buen rato que alguien trataba de llegar a mí infiltrándose en mi hogar, no eramos novatos precisamente ni estúpidos. Se trataba de un joven marine, probablemente con intención de matarme o capturarme ¿Qué le habré hecho a ese pobre loco para cometer tal temeridad el solo? Poco podía hacer para descubrirlo sin hablar con él antes, así pues preparé cerca de la puerta un vaso de whisky con hielo. Este era de una buena calidad, comprado nada más y nada menos que en Arabasta, donde hay una afamada gran reserva de todas aquellas bebidas que alegran el espíritu confundiendo el alma.
Y a pesar de la eterna demora llegó el gran momento, el chico al fin entró. Debo admitir que fue una entrada espectacular, una ejecución limpia con energía y hasta belleza por el brillo del hielo. Nada más hacerla comencé a aplaudir levemente con una gran sonrisa. Sin embargo su semblante dejaba claras sus intenciones, pretendía lanzarse al ataque, y ese violín era una de sus armas más confiables.
- Así que un marine de cierta notoriedad que posee las habilidades del hielo y además es músico… pocos responden a esa descripción. – Pensé mientras relajaba mi postura apoyando un brazo en el brazal de la silla y sobre este reposaba levemente mi cabeza.
De inmediato dejé que mi haki del rey se notase en ascenso provocando el crujir de la madera que había bajo sus pies. No fue nada más que una señal, dudo que llegase a afectarle físicamente ese movimiento de espíritu.
- ¿Qué hace un lindo pajarito en la cueva del lobo? – Pregunté manteniendo la postura y la sonrisa. – Haz un solo movimiento ofensivo y tu vida llegará a su fin en este mismo instante.
Reincorporándome en la silla serví un poco de ron en mi vaso y señalé el vaso que había preparado con anterioridad cerca suya.
- Dicen que los hombres se conocen bebiendo, así que coge tu vaso y toma asiento. Si estás tan loco como para venir a capturarme tu solo estás tan loco como para tomar algo conmigo tras semejante acto, y por cierto, disculpa si está aguado pero has tardado más de lo que pensaba en entrar. Culpa tuya. – Carraspee para aclarar mi voz mirando fijamente al chico. – Es una locura venir hasta aquí solo para acusarme y detenerme ¿Qué te pasa en la cabeza chico? Luego dicen que el loco aquí soy yo ¿Te lo puedes creer?
Sabía desde hace un buen rato que alguien trataba de llegar a mí infiltrándose en mi hogar, no eramos novatos precisamente ni estúpidos. Se trataba de un joven marine, probablemente con intención de matarme o capturarme ¿Qué le habré hecho a ese pobre loco para cometer tal temeridad el solo? Poco podía hacer para descubrirlo sin hablar con él antes, así pues preparé cerca de la puerta un vaso de whisky con hielo. Este era de una buena calidad, comprado nada más y nada menos que en Arabasta, donde hay una afamada gran reserva de todas aquellas bebidas que alegran el espíritu confundiendo el alma.
Y a pesar de la eterna demora llegó el gran momento, el chico al fin entró. Debo admitir que fue una entrada espectacular, una ejecución limpia con energía y hasta belleza por el brillo del hielo. Nada más hacerla comencé a aplaudir levemente con una gran sonrisa. Sin embargo su semblante dejaba claras sus intenciones, pretendía lanzarse al ataque, y ese violín era una de sus armas más confiables.
- Así que un marine de cierta notoriedad que posee las habilidades del hielo y además es músico… pocos responden a esa descripción. – Pensé mientras relajaba mi postura apoyando un brazo en el brazal de la silla y sobre este reposaba levemente mi cabeza.
De inmediato dejé que mi haki del rey se notase en ascenso provocando el crujir de la madera que había bajo sus pies. No fue nada más que una señal, dudo que llegase a afectarle físicamente ese movimiento de espíritu.
- ¿Qué hace un lindo pajarito en la cueva del lobo? – Pregunté manteniendo la postura y la sonrisa. – Haz un solo movimiento ofensivo y tu vida llegará a su fin en este mismo instante.
Reincorporándome en la silla serví un poco de ron en mi vaso y señalé el vaso que había preparado con anterioridad cerca suya.
- Dicen que los hombres se conocen bebiendo, así que coge tu vaso y toma asiento. Si estás tan loco como para venir a capturarme tu solo estás tan loco como para tomar algo conmigo tras semejante acto, y por cierto, disculpa si está aguado pero has tardado más de lo que pensaba en entrar. Culpa tuya. – Carraspee para aclarar mi voz mirando fijamente al chico. – Es una locura venir hasta aquí solo para acusarme y detenerme ¿Qué te pasa en la cabeza chico? Luego dicen que el loco aquí soy yo ¿Te lo puedes creer?
-Hay muchas respuestas posibles para esa pregunta- respondió con una sonrisa, sin apartar su mirada de él. Ahí estaba, el hombre más peligroso de la isla, uno de los cuatro Emperadores del Nuevo Mundo y probablemente uno de los tres más poderosos, aunque no sabía si sus habilidades alcanzaban el nivel del Ángel Negro o del dragón Azul. Lion D. Émile y Dexter Black, los más recientes y jóvenes que la vieja generación. Uno de ellos había demostrado ser la mayor amenaza para la civilización, mientras el otro era una masa de poder descontrolado, aunque tras los eventos de Síderos apostaría a que todo formaba parte de su plan-. El pájaro podría no saber que hay un lobo en la cueva- ésa era la más obvia-, o podría darle igual. Aunque eso es poco probable. También podría hacer frío fuera, o demasiado calor. El pajarito podría creer inocentemente que puede con el lobo, o simplemente estar desesperado. La que más me gusta, en cambio, es que el pajarito está en su nido y se cree lobo, mientras el lobo se acerca con calma. Sin embargo, ninguna de esas opciones es cierta. Divertido, ¿No?
Qué bravucón era. Sentado en una silla, sin ninguna clase de preocupación, casi despectivo, y hacía crujir la madera a sus pies, resquebrajando el hielo. Eso le recordó una cosa, y dejó que la humedad del ambiente poco a poco se fuera desvaneciendo en pequeños cristales helados mientras se acercaba al vaso que el pirata ofrecía, poniendo sumo cuidado en no congelar los vasos. Si era una trampa, no iba a caer en ella.
-No estoy tan loco- hizo énfasis en el tan-. No he venido solo, lógicamente. En estos momentos hay una flota acercándose, yo sólo soy la carnaza, un entretenimiento- su sonrisa se ensanchó-. Alguien prescindible, pero por un buen fin.
Tras él se formó un trono helado, con reposabrazos suficiente para dejar el violín en él, y Al se sentó. Era duró, además de frío, y aunque en principio fue bastante desagradable sabía que simplemente contribuiría a reducir aún más la temperatura del lugar. Poco a poco la habitación del espadachín se iba convirtiendo en un frigorífico, una muerte silenciosa. Con mucho menos honor que un duelo a capa y espada, pero más efectiva.
-Qué pasa por mi cabeza... Es una buena pregunta- dijo, tomando el vaso que le ofrecía. Cada trago que daba se transformaba en hielo a su paso por la garganta y salía por su espalda, indexándose en el trono. Nadie bebía en presencia de un enemigo, era la primera regla de la Marina. De hecho, era algo más estricta, como no beber de servicio o algo así, pero nunca la había tomado muy en serio-. Nací en el South Blue, en una isla sin nombre donde un Gremio de Asesinos dominaba todo- su sonrisa se apagó por un instante-. Las vidas de la gente, las entradas y salidas, los negocios... Todo. Probablemente estés esperando una historia del estilo que la Marina salvó mi vida y por eso no me importa morir por ella, pero te equivocarías.
Otro sorbo, que descendió congelado a través de él. ¿Cuánto tardaría Legim en darse cuenta de la hipotermia? Es más, ¿Lo tomaría como un ataque o simplemente como que ajustaba la zona a su gusto por si se veía en la necesidad? Quién sabía, el capitán parecía una persona sumamente compleja, un tipo extraño cuanto menos, y sobre todo era un teatrero. Se parecían bastante en ese aspecto, podría llegar a caerle bien. Tal vez.
-Lo cierto es que mi vida la salvó un criminal, y yo sólo me enrolé en la Marina porque me proporcionaba un sueldo y una protección que no tendría si viviese de camarero- miró el vaso. Ya llevaba la mitad, y qué rápido iba a bajar. El sabor del alcohol adormecía ligeramente su lengua, pero poco más-. He estado a punto de morir en incontables ocasiones desde que me alisté hace nueve años. Me secuestraron, apuñalaron, lincharon... Un sinfín de cosas- evitó decir "me intentaron abrir el culo en medio de una pelea", aunque casi rió por ello-. Sin embargo, estoy vivo, algo que mucha gente con la que te has topado no puede decir. Sería muy hipócrita por mi parte decir que encerrándote hago justicia por ellos, pero hago justicia por los que tú, o Belial, o Umi, podríais matar si no os detengo antes de que más tiempo pase.
Mientras hablaba los cristales iban moviéndose lentamente hacia las paredes. Lejos del calor corporal de Legim no se derretirían, y sus procesos internos osmóticos empezarían a desequilibrarse. Tal vez muerte, tal vez sólo torpeza, pero poco a poco se iría desgastando sin luchar.
-Y, si te sirve de consuelo, yo no creo que estés loco- respondió, finalmente-. Sólo que no mides las consecuencias de tus actos, y ahí entro yo. He venido a detenerte, Capitán Legan Legim, y si te entregas voluntariamente me aseguraré personalmente de que tengas un juicio justo. No sé si cambiará mucho las cosas, pero siempre es una oportunidad para explicar al mundo quién eres en realidad.
Estaba haciendo mucho énfasis en una entrega voluntaria, ¿Pero funcionaría? Ante el frío tal vez su cerebro se apagase ligeramente y fuese más sugestionable, aunque quién sabe. Tan sólo se limitó a paladear whisky aguado mientras esperaba una respuesta del Shirokami.
Qué bravucón era. Sentado en una silla, sin ninguna clase de preocupación, casi despectivo, y hacía crujir la madera a sus pies, resquebrajando el hielo. Eso le recordó una cosa, y dejó que la humedad del ambiente poco a poco se fuera desvaneciendo en pequeños cristales helados mientras se acercaba al vaso que el pirata ofrecía, poniendo sumo cuidado en no congelar los vasos. Si era una trampa, no iba a caer en ella.
-No estoy tan loco- hizo énfasis en el tan-. No he venido solo, lógicamente. En estos momentos hay una flota acercándose, yo sólo soy la carnaza, un entretenimiento- su sonrisa se ensanchó-. Alguien prescindible, pero por un buen fin.
Tras él se formó un trono helado, con reposabrazos suficiente para dejar el violín en él, y Al se sentó. Era duró, además de frío, y aunque en principio fue bastante desagradable sabía que simplemente contribuiría a reducir aún más la temperatura del lugar. Poco a poco la habitación del espadachín se iba convirtiendo en un frigorífico, una muerte silenciosa. Con mucho menos honor que un duelo a capa y espada, pero más efectiva.
-Qué pasa por mi cabeza... Es una buena pregunta- dijo, tomando el vaso que le ofrecía. Cada trago que daba se transformaba en hielo a su paso por la garganta y salía por su espalda, indexándose en el trono. Nadie bebía en presencia de un enemigo, era la primera regla de la Marina. De hecho, era algo más estricta, como no beber de servicio o algo así, pero nunca la había tomado muy en serio-. Nací en el South Blue, en una isla sin nombre donde un Gremio de Asesinos dominaba todo- su sonrisa se apagó por un instante-. Las vidas de la gente, las entradas y salidas, los negocios... Todo. Probablemente estés esperando una historia del estilo que la Marina salvó mi vida y por eso no me importa morir por ella, pero te equivocarías.
Otro sorbo, que descendió congelado a través de él. ¿Cuánto tardaría Legim en darse cuenta de la hipotermia? Es más, ¿Lo tomaría como un ataque o simplemente como que ajustaba la zona a su gusto por si se veía en la necesidad? Quién sabía, el capitán parecía una persona sumamente compleja, un tipo extraño cuanto menos, y sobre todo era un teatrero. Se parecían bastante en ese aspecto, podría llegar a caerle bien. Tal vez.
-Lo cierto es que mi vida la salvó un criminal, y yo sólo me enrolé en la Marina porque me proporcionaba un sueldo y una protección que no tendría si viviese de camarero- miró el vaso. Ya llevaba la mitad, y qué rápido iba a bajar. El sabor del alcohol adormecía ligeramente su lengua, pero poco más-. He estado a punto de morir en incontables ocasiones desde que me alisté hace nueve años. Me secuestraron, apuñalaron, lincharon... Un sinfín de cosas- evitó decir "me intentaron abrir el culo en medio de una pelea", aunque casi rió por ello-. Sin embargo, estoy vivo, algo que mucha gente con la que te has topado no puede decir. Sería muy hipócrita por mi parte decir que encerrándote hago justicia por ellos, pero hago justicia por los que tú, o Belial, o Umi, podríais matar si no os detengo antes de que más tiempo pase.
Mientras hablaba los cristales iban moviéndose lentamente hacia las paredes. Lejos del calor corporal de Legim no se derretirían, y sus procesos internos osmóticos empezarían a desequilibrarse. Tal vez muerte, tal vez sólo torpeza, pero poco a poco se iría desgastando sin luchar.
-Y, si te sirve de consuelo, yo no creo que estés loco- respondió, finalmente-. Sólo que no mides las consecuencias de tus actos, y ahí entro yo. He venido a detenerte, Capitán Legan Legim, y si te entregas voluntariamente me aseguraré personalmente de que tengas un juicio justo. No sé si cambiará mucho las cosas, pero siempre es una oportunidad para explicar al mundo quién eres en realidad.
Estaba haciendo mucho énfasis en una entrega voluntaria, ¿Pero funcionaría? Ante el frío tal vez su cerebro se apagase ligeramente y fuese más sugestionable, aunque quién sabe. Tan sólo se limitó a paladear whisky aguado mientras esperaba una respuesta del Shirokami.
Legim
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El joven marine realmente me caía bien, sabía mantener la compostura incluso en los que podían ser los últimos minutos de su vida. Sin embargo la cosa no iba a quedarse en meras palabras pues estaba claro que no iba a perder el tiempo arriesgándose, el frío era cada vez mayor y no a causa del hielo visible. De no haber tenido el ojo cyborg no habría pasado de ser más que una sospecha, fue este el que me permitió ver todo lo que pasaba sin ser resaltable a la vista humana.
Aguanté un poco la emoción en mi rostro y de inmediato alteré el interior de mi cuerpo, taponé todos los orificios con alcohol a presión para evitar problemas al mismo tiempo que aumentaba mi temperatura corporal, acelerando así dicho elemento en mi interior. Y sin abrir la boca me levanté quitando mi yukata. Al hacerlo revelé mi vestimenta habitual en el día a día de viaje y eventos, portando en la cintura a Okami, Kōsen, y Shinseina, los tres filos que representaban mi alma. Comencé a caminar hasta el ventanal sin apartar la mirada de él abriéndolo de par en par. Una vez hecho esto me senté en el descansillo dirigiendo mi mirada en esta ocasión a los pequeños charcos que se iban formando en el suelo por la lluvia. Podía no parecerlo, pero estaba prestando atención, deseando poder contestarle de inmediato, cosa que hice tras una pausa dejada adrede.
- ¿Qué haría conmigo la marina si me detuviese? – Dejé unos segundos para ver si él mismo caía en la respuesta y continué. – Al margen de ser acusado de proxeneta… que eso me hace más gracia que otra cosa, sí, he sido un asesino frío y cruel, he sido un asesino por encargo, he sido un asesino por mera diversión… he sido un auténtico monstruo… y solo en una ocasión he asesinado de esa forma desde que soy conocido como el capitán Legan Legim…yo ya no soy esa persona. - Reí un poco por la ironía de haber matado más antes de ser conocido que siendo conocido, pero volví a recuperar la seriedad tras carraspear un poco la voz, dirigiendo esta vez mi mirada hacia su rostro. – Desde que mi nombre ha sido escuchado he participado en guerras tratando siempre de acabar con el foco principal y causante. Pero claro, reconozco que he atacado a la marina y al gobierno en varias ocasiones… por lo que mi sentencia estaría clara sea o no el acto justificable, la ejecución. ¿Le pides a un hombre que renuncie a su libertad para morir a manos de quien acorta dicha libertad en el mundo?
Con Okami enfundada di un revés fuerte hacia el interior de la habitación, con fuerza suficiente para crear un viento notorio. Era curioso realizar ese movimiento de abanico en mi propia habitación ¿Quién me iba a decir en la mañana que acabaría viéndome obligado a hacer eso?
- Eres el tercer usuario de la hie hie que conozco. Por favor, no acabes como ellos ¿Sí?
Volví a colocar la espada en el cinto y me estiré cogiendo la botella de ron para darles un brindis imaginario a esos dos antiguos usuarios, uno de ellos un viejo amigo caído en el olvido ya de muchas memorias. Pero no era el momento de distraerse en esas cosas, era el momento de ver como una nueva figura de esta era crecería o moriría aquí en mi propia isla protegida.
- Dices que no mido las consecuencias… y es lógico, es la imagen que doy siempre… es más, durante cierto periodo de mis inicios era así, un loco ambicioso deseando llamar la atención de los más poderosos… pero párate a pensar que pasaría si me entregase voluntariamente ¿Cuáles serían las consecuencias? – Di una nueva pausa y giré mis piernas hacia fuera de la ventana contemplando el suelo a mis pies, estaba a una altura de 10 metros y allí abajo no había ni una sola alma a la vista. – Pongamos que me conceden ese juicio que me comentas, y la marina es sorprendentemente justa y limpia. Aun así estaría sentenciado a muerte, sería un ejemplo de autoridad y poder para quienes quieran desafiar al gobierno. Así pues organizarían una ejecución pública. ¿Conoces la gran guerra de Marinenford cuando el Yonkô Shirohige y puño de fuego Ace murieron? La marina lo tuvo difícil contra un solo Yonkô y su banda… aunque a este balance habría que añadirle la inesperada ayuda de los prisioneros de Impel Down y la aparición de Barbanegra. Pero a cada uno lo que es suyo, la marina mostró endereza y poder suficiente como para detener toda esa potencia. ¿Sabes algo que no suele contarse? Akagami apareció al final de esa guerra para darle fin a esta. ¿Qué hubiese pasado de haberse unido este a la batalla? Nadie lo sabe… pero hay otro dato más, el Yonkô Kaidô tenía intenciones de acudir allí también, fue el propio Akagami quien lo detuvo… si tan solo ese hombre quisiera destruir el gobierno ese día se habría dado lo más parecido a una guerra mundial que jamás haya sucedido en la historia conocida. Usando ese mismo ejemplo veamos qué ocurriría si soy yo el que está en la ejecución. Estaría mi banda por supuesto, también estaría el Yonkô Mihasy, una vieja y larga amistad nos une a pesar de querer matarnos el uno al otro. Luego tenemos a un ser digno de la mitología, el Yonkô Dexter formó parte de mi banda hace mucho tiempo, y aunque tenemos asperezas que limar la flor de la amistad es una que perdura contra viento y marea, por no decir que en su banda hay varias personas a las que aprecio muchísimo. El restante Yonkô es al que menos conozco, pero he oído hablar de él y creo que no dejaría escapar semejante ocasión. ¡Guau! Se puede armar una buena ¿Verdad? Y a eso hay que sumarle un detalle minúsculo quizás… colaboré con la armada revolucionaria durante años hasta el punto de dirigir una división ¿Crees que estarían de brazos cruzados ante mi posible muerte y la posibilidad de lograr el objeto de su toda su existencia? – Di un nuevo trago para humedecer mi boca tras tanto hablar y reí de nuevo tras esto. – Estallaría una auténtica guerra mundial donde morirían miles, no, millones de personas. Sin contar que muchos maleantes aprovecharían tal evento para atacar aldeas, robar bancos, y conquistar territorios sabiendo que todas las fuerzas del gobierno están enfocadas en esa maldita guerra. Es por eso que sé que no te envió nadie, eres un temerario alocado que ha venido solo, la marina está en unos momentos muy débiles, pero no es tonta como para firmar su carta de suicidio… aunque evidentemente matarte desataría algo donde también algunos morirían, y si me matan sin ese espectáculo la venganza recaería de todas formas… deja de darte el farol y asume que tras la intención que tienes millones de muertes recaerían sobre tus hombros, serías la mecha de un gran cargamento de dinamita.
Esta conversación estaba cerca de llegar a su final, había dicho todo lo que quería decirle de una vez sin quitar el tapón creado con el alcohol a presión en mi garganta. Dudaba tener algo de hielo ahí, pero aprovechando que miraba hacia fuera escupí la parte superficial del tapón creando uno nuevo al mismo instante.
- Sígueme, si quieres tener una pelea no querrás dañar a la población ¿No? Te llevaré a una explanada al norte de aquí. Ahí me darás tu decisión, ¿Apostaras tu vida por tus beneficios a cambio de la muerte de millones de personas? ¿Volverás por dónde has venido?… ¿O continuamos la conversación lleve a donde tenga que llevar? – Dicho esto salté cayendo de pie recibiendo la lluvia en mi cuerpo.
Ignorando esto comencé mi camino hacia la explanada, a paso lento, esperando que el marine me siguiese pronto. Si podía evitar tener esa absurda pelea sería ahora, matarlo sería eliminar una futura luz de esperanza en el mundo que se aproxima cada vez más.
Aguanté un poco la emoción en mi rostro y de inmediato alteré el interior de mi cuerpo, taponé todos los orificios con alcohol a presión para evitar problemas al mismo tiempo que aumentaba mi temperatura corporal, acelerando así dicho elemento en mi interior. Y sin abrir la boca me levanté quitando mi yukata. Al hacerlo revelé mi vestimenta habitual en el día a día de viaje y eventos, portando en la cintura a Okami, Kōsen, y Shinseina, los tres filos que representaban mi alma. Comencé a caminar hasta el ventanal sin apartar la mirada de él abriéndolo de par en par. Una vez hecho esto me senté en el descansillo dirigiendo mi mirada en esta ocasión a los pequeños charcos que se iban formando en el suelo por la lluvia. Podía no parecerlo, pero estaba prestando atención, deseando poder contestarle de inmediato, cosa que hice tras una pausa dejada adrede.
- ¿Qué haría conmigo la marina si me detuviese? – Dejé unos segundos para ver si él mismo caía en la respuesta y continué. – Al margen de ser acusado de proxeneta… que eso me hace más gracia que otra cosa, sí, he sido un asesino frío y cruel, he sido un asesino por encargo, he sido un asesino por mera diversión… he sido un auténtico monstruo… y solo en una ocasión he asesinado de esa forma desde que soy conocido como el capitán Legan Legim…yo ya no soy esa persona. - Reí un poco por la ironía de haber matado más antes de ser conocido que siendo conocido, pero volví a recuperar la seriedad tras carraspear un poco la voz, dirigiendo esta vez mi mirada hacia su rostro. – Desde que mi nombre ha sido escuchado he participado en guerras tratando siempre de acabar con el foco principal y causante. Pero claro, reconozco que he atacado a la marina y al gobierno en varias ocasiones… por lo que mi sentencia estaría clara sea o no el acto justificable, la ejecución. ¿Le pides a un hombre que renuncie a su libertad para morir a manos de quien acorta dicha libertad en el mundo?
Con Okami enfundada di un revés fuerte hacia el interior de la habitación, con fuerza suficiente para crear un viento notorio. Era curioso realizar ese movimiento de abanico en mi propia habitación ¿Quién me iba a decir en la mañana que acabaría viéndome obligado a hacer eso?
- Eres el tercer usuario de la hie hie que conozco. Por favor, no acabes como ellos ¿Sí?
Volví a colocar la espada en el cinto y me estiré cogiendo la botella de ron para darles un brindis imaginario a esos dos antiguos usuarios, uno de ellos un viejo amigo caído en el olvido ya de muchas memorias. Pero no era el momento de distraerse en esas cosas, era el momento de ver como una nueva figura de esta era crecería o moriría aquí en mi propia isla protegida.
- Dices que no mido las consecuencias… y es lógico, es la imagen que doy siempre… es más, durante cierto periodo de mis inicios era así, un loco ambicioso deseando llamar la atención de los más poderosos… pero párate a pensar que pasaría si me entregase voluntariamente ¿Cuáles serían las consecuencias? – Di una nueva pausa y giré mis piernas hacia fuera de la ventana contemplando el suelo a mis pies, estaba a una altura de 10 metros y allí abajo no había ni una sola alma a la vista. – Pongamos que me conceden ese juicio que me comentas, y la marina es sorprendentemente justa y limpia. Aun así estaría sentenciado a muerte, sería un ejemplo de autoridad y poder para quienes quieran desafiar al gobierno. Así pues organizarían una ejecución pública. ¿Conoces la gran guerra de Marinenford cuando el Yonkô Shirohige y puño de fuego Ace murieron? La marina lo tuvo difícil contra un solo Yonkô y su banda… aunque a este balance habría que añadirle la inesperada ayuda de los prisioneros de Impel Down y la aparición de Barbanegra. Pero a cada uno lo que es suyo, la marina mostró endereza y poder suficiente como para detener toda esa potencia. ¿Sabes algo que no suele contarse? Akagami apareció al final de esa guerra para darle fin a esta. ¿Qué hubiese pasado de haberse unido este a la batalla? Nadie lo sabe… pero hay otro dato más, el Yonkô Kaidô tenía intenciones de acudir allí también, fue el propio Akagami quien lo detuvo… si tan solo ese hombre quisiera destruir el gobierno ese día se habría dado lo más parecido a una guerra mundial que jamás haya sucedido en la historia conocida. Usando ese mismo ejemplo veamos qué ocurriría si soy yo el que está en la ejecución. Estaría mi banda por supuesto, también estaría el Yonkô Mihasy, una vieja y larga amistad nos une a pesar de querer matarnos el uno al otro. Luego tenemos a un ser digno de la mitología, el Yonkô Dexter formó parte de mi banda hace mucho tiempo, y aunque tenemos asperezas que limar la flor de la amistad es una que perdura contra viento y marea, por no decir que en su banda hay varias personas a las que aprecio muchísimo. El restante Yonkô es al que menos conozco, pero he oído hablar de él y creo que no dejaría escapar semejante ocasión. ¡Guau! Se puede armar una buena ¿Verdad? Y a eso hay que sumarle un detalle minúsculo quizás… colaboré con la armada revolucionaria durante años hasta el punto de dirigir una división ¿Crees que estarían de brazos cruzados ante mi posible muerte y la posibilidad de lograr el objeto de su toda su existencia? – Di un nuevo trago para humedecer mi boca tras tanto hablar y reí de nuevo tras esto. – Estallaría una auténtica guerra mundial donde morirían miles, no, millones de personas. Sin contar que muchos maleantes aprovecharían tal evento para atacar aldeas, robar bancos, y conquistar territorios sabiendo que todas las fuerzas del gobierno están enfocadas en esa maldita guerra. Es por eso que sé que no te envió nadie, eres un temerario alocado que ha venido solo, la marina está en unos momentos muy débiles, pero no es tonta como para firmar su carta de suicidio… aunque evidentemente matarte desataría algo donde también algunos morirían, y si me matan sin ese espectáculo la venganza recaería de todas formas… deja de darte el farol y asume que tras la intención que tienes millones de muertes recaerían sobre tus hombros, serías la mecha de un gran cargamento de dinamita.
Esta conversación estaba cerca de llegar a su final, había dicho todo lo que quería decirle de una vez sin quitar el tapón creado con el alcohol a presión en mi garganta. Dudaba tener algo de hielo ahí, pero aprovechando que miraba hacia fuera escupí la parte superficial del tapón creando uno nuevo al mismo instante.
- Sígueme, si quieres tener una pelea no querrás dañar a la población ¿No? Te llevaré a una explanada al norte de aquí. Ahí me darás tu decisión, ¿Apostaras tu vida por tus beneficios a cambio de la muerte de millones de personas? ¿Volverás por dónde has venido?… ¿O continuamos la conversación lleve a donde tenga que llevar? – Dicho esto salté cayendo de pie recibiendo la lluvia en mi cuerpo.
Ignorando esto comencé mi camino hacia la explanada, a paso lento, esperando que el marine me siguiese pronto. Si podía evitar tener esa absurda pelea sería ahora, matarlo sería eliminar una futura luz de esperanza en el mundo que se aproxima cada vez más.
Parecía que el frío no le afectaba. Al menos no más de lo que podría rascar una brisa. ¿Hasta ese punto llegaba la resistencia del Yonkou? No, seguro que no. Alcohol, Legim era un hombre de alcohol, una sustancia que secaba y protegía, que quemaba. Debía estar haciendo alguna de las suyas para librarse, pero no podría hacerlo eternamente. ¿Qué temperatura podría alcanzar? ¿Cien, doscientos grados? La violencia de la ebullición no podía hacer nada con la calma mortal del frío. Sin energía, sin futuro, en una agonía lenta y silenciosa.
Por el momento su mente parecía lúcida, más que a su llegada, y hasta reflexionaba con cierta cordura. Se había levantado para caminar por la estancia, y abrió uno de los ventanales, provocando el crujido de la fina capa de escarcha que lo recubría. El discurso era aterrador, y las consecuencias que planteaba devastadoras, ¿O eran renovadoras? Un simple cambio en el eje del bien y del mal, sustituyendo el puño firme de la Marina por una mano abierta de libertad... ¿Hasta qué punto era mala una guerra que acabase con el Gobierno? Suponiendo que no hubiera consecuencias para los civiles no era un mal tan grande. La ley cayendo frente a la libertad y un nuevo poder alzándose.
No, de ninguna forma. La solución no estaba en destruir el sistema, sino en arreglarlo. La Marina, el Gobierno, tenía muchos defectos y había cometido una ingente cantidad de errores en tiempos recientes, pero era la separación entre el bien y el mal, un fuerte muro que separaba el mal de la gente buena. Tenía malos métodos en ocasiones y el poder al que servía no era el más justo, pero dejar las vidas de la gente en manos de la anarquía era algo que no podía permitir.
Esperó pacientemente, en silencio, con la mirada fija en el suelo nervado de hielo resquebrajado. Escuchaba cada palabra, interiorizaba cada frase, y cuando el espadachín saltó por la ventana la tormenta rugió. Todo el hielo que había en la sala estalló en un instante, haciéndose polvo desmenuzado que flotaba el el aire. En medio de él, Al Naion enfundaba su violín y, en medio de un vendaval de hielo, se despojó de su cuerpo también para caer al suelo, ante Legim, con una enorme figura a sus espaldas.
-Lo que dices podría ser cierto- sonrió. Según iban acercándose a su rango de control las gotas de agua se congelaban, volviéndose un granizo localizado a su alrededor. Tras él un imponente hombre de hielo, un cascanueces con el arma desenvainada, simplemente esperaba. Completamente inútil sin el violín, pero era una manera de mantener toda aquella escarcha aglutinada sin que se comenzara a derretir-. Dos de tres Yonkous han pertenecido a tu banda, y la Revolución podría deberte un par de favores. Sin embargo, ni de coña crees en lo que dices.
Llevó la mano a su espalda, buscando las esposas. Eran completamente normales, pero no tenía ningún motivo para desconfiar del capitán. Al fin y al cabo, o se entregaba o al final del día debería llevárselo con los pies por delante.
-Si Mihasy te quiere muerto, aparecerá para reclamar tu cabeza- respondió. No conocía al pirata, pero sus métodos eran famosos en todo el mundo y el sobrenombre de Demonio Viviente no venía de lo monas que eran sus uñas-. Émile... No es su estilo entrar en grandes conflictos, sólo llegaría al final para recolectar moribundos a los que torturar, y Dexter...- Dexter era un misterio-. El dragón azul ni siquiera sabes si entrará a salvarte o a tocar un coro de vuvuzelas mientras todos peleáis. Y eso, en caso de que apareciese. Además, capturarte alguien tan desconocido para las altas esferas de la piratería sería un mensaje: La Marina siempre se recompone. Cada vez que cortáis una cabeza otra más nace.
Abrió los grilletes con un giro de muñeca. El metal relucía en un día tan gris, era increíble.
-En realidad, tienes razón y no la tienes- comenzó, sin apartar la mirada del pirata, observando cada mínimo movimiento de sus ojos-. La Marina está mal en estos momentos, pero sólo por su mala organización. Esa burocracia estúpida que cree que la forma de enfrentarse a los criminales es invitarlos a entrar en casa. Te voy a contar una historia, la verdadera historia de la guerra de Marineford hace ya casi doscientos años.
Había sido una historia muy sonada, con óperas al valor de Shirohige y a la devoción de Monkey D. Garp, contando historias de la gran derrota de la Marina, de cómo tantos piratas murieron y cómo Akagami llegó a salvar el día. Pero nadie contaba el gran error estratégico que había cometido la marina.
-Imagina por un momento los hombres más poderosos del momento. Edward Newgate ante las puertas de Marineford, el hombre que podría destruir el mundo si así lo desease, y Monkey D. Garp, una leyenda Marine que luchó con él siempre en igualdad de condiciones. Plantéate la traición de un Shichibukai que hizo llegar a los criminales más peligrosos en contra del Gobierno, e imagínate a otro titán, Sengoku el Buda, que hasta el último momento no quiso hacer nada. Sin presencia del Cipher Pol, sin ayuda de nadie ajeno, y con un cuerpo de Corsarios que no hizo más que apoyar al bando contrario, cuando no contenerse. Todos sabemos que, por lo que se cuenta de él, Bartholomew Kuma habría tenido poder suficiente para detener la guerra, y que Mihawk podría haber acabado con cualquier enemigo de proponérselo. En estas circunstancias, podemos asumir que esa guerra en la que ningún bando ganó llegó a término bajo una serie de negligencias, errores de los que hemos aprendido. Y Loguetown es un doloroso recordatorio de lo que pasa al olvidar nuestros errores.
Se calló. Quería ver su reacción, algún gesto que lo delatase. Había leído tantas veces la historia de la guerra de Marineford, y revivido tantas otras la de Loguetown... No iba a suceder eso, nunca más.
-Por eso vamos a jugar a un juego. Tú te pones las esposas y yo te entrego. Ayúdame a cambiar el mundo, e informa a tu tripulación de que lo haces voluntariamente. Si aun así quieren salvarte y van a por ti serás el responsable de decidir el futuro del mundo, un futuro donde nadie pueda deteneros. Si lo respetan y no van a buscarte, dedicaré mi vida a salvar al Gobierno Mundial de la podredumbre que se cuece en sus entrañas, y todos sabrán que diste la vida por ello- hizo una pausa para aclararse la voz-. Eso, si no logras escapar, como ya has hecho otras veces.
Por el momento su mente parecía lúcida, más que a su llegada, y hasta reflexionaba con cierta cordura. Se había levantado para caminar por la estancia, y abrió uno de los ventanales, provocando el crujido de la fina capa de escarcha que lo recubría. El discurso era aterrador, y las consecuencias que planteaba devastadoras, ¿O eran renovadoras? Un simple cambio en el eje del bien y del mal, sustituyendo el puño firme de la Marina por una mano abierta de libertad... ¿Hasta qué punto era mala una guerra que acabase con el Gobierno? Suponiendo que no hubiera consecuencias para los civiles no era un mal tan grande. La ley cayendo frente a la libertad y un nuevo poder alzándose.
No, de ninguna forma. La solución no estaba en destruir el sistema, sino en arreglarlo. La Marina, el Gobierno, tenía muchos defectos y había cometido una ingente cantidad de errores en tiempos recientes, pero era la separación entre el bien y el mal, un fuerte muro que separaba el mal de la gente buena. Tenía malos métodos en ocasiones y el poder al que servía no era el más justo, pero dejar las vidas de la gente en manos de la anarquía era algo que no podía permitir.
Esperó pacientemente, en silencio, con la mirada fija en el suelo nervado de hielo resquebrajado. Escuchaba cada palabra, interiorizaba cada frase, y cuando el espadachín saltó por la ventana la tormenta rugió. Todo el hielo que había en la sala estalló en un instante, haciéndose polvo desmenuzado que flotaba el el aire. En medio de él, Al Naion enfundaba su violín y, en medio de un vendaval de hielo, se despojó de su cuerpo también para caer al suelo, ante Legim, con una enorme figura a sus espaldas.
-Lo que dices podría ser cierto- sonrió. Según iban acercándose a su rango de control las gotas de agua se congelaban, volviéndose un granizo localizado a su alrededor. Tras él un imponente hombre de hielo, un cascanueces con el arma desenvainada, simplemente esperaba. Completamente inútil sin el violín, pero era una manera de mantener toda aquella escarcha aglutinada sin que se comenzara a derretir-. Dos de tres Yonkous han pertenecido a tu banda, y la Revolución podría deberte un par de favores. Sin embargo, ni de coña crees en lo que dices.
Llevó la mano a su espalda, buscando las esposas. Eran completamente normales, pero no tenía ningún motivo para desconfiar del capitán. Al fin y al cabo, o se entregaba o al final del día debería llevárselo con los pies por delante.
-Si Mihasy te quiere muerto, aparecerá para reclamar tu cabeza- respondió. No conocía al pirata, pero sus métodos eran famosos en todo el mundo y el sobrenombre de Demonio Viviente no venía de lo monas que eran sus uñas-. Émile... No es su estilo entrar en grandes conflictos, sólo llegaría al final para recolectar moribundos a los que torturar, y Dexter...- Dexter era un misterio-. El dragón azul ni siquiera sabes si entrará a salvarte o a tocar un coro de vuvuzelas mientras todos peleáis. Y eso, en caso de que apareciese. Además, capturarte alguien tan desconocido para las altas esferas de la piratería sería un mensaje: La Marina siempre se recompone. Cada vez que cortáis una cabeza otra más nace.
Abrió los grilletes con un giro de muñeca. El metal relucía en un día tan gris, era increíble.
-En realidad, tienes razón y no la tienes- comenzó, sin apartar la mirada del pirata, observando cada mínimo movimiento de sus ojos-. La Marina está mal en estos momentos, pero sólo por su mala organización. Esa burocracia estúpida que cree que la forma de enfrentarse a los criminales es invitarlos a entrar en casa. Te voy a contar una historia, la verdadera historia de la guerra de Marineford hace ya casi doscientos años.
Había sido una historia muy sonada, con óperas al valor de Shirohige y a la devoción de Monkey D. Garp, contando historias de la gran derrota de la Marina, de cómo tantos piratas murieron y cómo Akagami llegó a salvar el día. Pero nadie contaba el gran error estratégico que había cometido la marina.
-Imagina por un momento los hombres más poderosos del momento. Edward Newgate ante las puertas de Marineford, el hombre que podría destruir el mundo si así lo desease, y Monkey D. Garp, una leyenda Marine que luchó con él siempre en igualdad de condiciones. Plantéate la traición de un Shichibukai que hizo llegar a los criminales más peligrosos en contra del Gobierno, e imagínate a otro titán, Sengoku el Buda, que hasta el último momento no quiso hacer nada. Sin presencia del Cipher Pol, sin ayuda de nadie ajeno, y con un cuerpo de Corsarios que no hizo más que apoyar al bando contrario, cuando no contenerse. Todos sabemos que, por lo que se cuenta de él, Bartholomew Kuma habría tenido poder suficiente para detener la guerra, y que Mihawk podría haber acabado con cualquier enemigo de proponérselo. En estas circunstancias, podemos asumir que esa guerra en la que ningún bando ganó llegó a término bajo una serie de negligencias, errores de los que hemos aprendido. Y Loguetown es un doloroso recordatorio de lo que pasa al olvidar nuestros errores.
Se calló. Quería ver su reacción, algún gesto que lo delatase. Había leído tantas veces la historia de la guerra de Marineford, y revivido tantas otras la de Loguetown... No iba a suceder eso, nunca más.
-Por eso vamos a jugar a un juego. Tú te pones las esposas y yo te entrego. Ayúdame a cambiar el mundo, e informa a tu tripulación de que lo haces voluntariamente. Si aun así quieren salvarte y van a por ti serás el responsable de decidir el futuro del mundo, un futuro donde nadie pueda deteneros. Si lo respetan y no van a buscarte, dedicaré mi vida a salvar al Gobierno Mundial de la podredumbre que se cuece en sus entrañas, y todos sabrán que diste la vida por ello- hizo una pausa para aclararse la voz-. Eso, si no logras escapar, como ya has hecho otras veces.
Legim
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Las gotas de agua recorrían mi rostro sin parar, no era habitual ver llover en esta isla, por lo que quizás sea una señal divina de que lo acontecido hoy aquí puede ser el inicio de algo grande. Quizás sea su muerte la que desencadene algo, quizás hay elementos sorpresa que me harían caer frente al joven, quizás si lo dejo con vida el mundo sufra, o al contrario, se renueve. Es difícil saber que acción está por cambiar el mundo para bien o para mal, por lo que solo nos queda vivir sin más, siendo fieles a uno mismo. Solo así estaremos satisfechos con lo que hacemos pase lo que pase.
No obstante había algo que sí me había llamado la atención, y es que antes le había llamado mentiroso directamente, contestando que la marina no estaría tan loca como para venir hacia aquí, y su respuesta estuvo enfocada solo a las consecuencias de capturarme. A esto hay que sumarle su actitud, es propio de un Yonkô ser arrogante, demostrar mucha confianza, pero no es normal mostrar eso ante un Yonkô si no tienes posibilidades de sobrevivir a una contienda con este.
- Puede que no fuese un farol después de todo… - Pensé para mis adentros llevando mi mano izquierda a uno de mis bolsillos. – Es un mal día para que esto suceda…
Llegando ya a la gran explanada me detuve girando hacia él. Esta era una explanada de suelo firme, con grandes calvas de tierra entre la escasa vegetación de la zona. Había algunos árboles repartidos por el terreno pero no llegarían a ser más de diez, sin embargo no podía prestar atención al paisaje, el oponente que había venido a por mi cabeza era sumamente más difícil de lo que había imaginado al principio. Con una sonrisa saqué la mano de mi bolsillo con un Den Den Mushi a medida que me alejaba unos pasos.
- Quizás deba disculparme ante ti por afirmar que mentías, espero no tener que hacerlo, pero no voy a arriesgarme más contigo. – Dije al tiempo que activaba el Den Den Mushi que me ponía en contacto con Belial.
- Belial, aumenta el nivel de seguridad al máximo, es probable que el chico no venga solo… quizás hoy tengas diversión amigo mío. – Le dije a Belial con una sonrisa. – Avisa a Banryoku para vigilar el mar, que evite y retrase en lo posible cualquier sospechoso, pero que no sacrifique su vida.
Una risa sádica que me recordó a Mihasy fue la respuesta que obtuve y no pude evitar reír al escucharla guardando el caracol en mi bolsillo de nuevo. Observé entonces a mi oponente y cambié mi gesto a uno muy serio, comenzando a analizarle de arriba abajo. Estaba más que claro su poder, pero a decir verdad tenía un gran control, mayor que el de los otros dos usuarios que conocí, algo meritorio, pero para colmo estaba en el ambiente más favorable de todos. A eso hay que sumarle que mi poder no sería muy útil contra él salvo en dos o tres facetas, y lo que más temía, su actitud y forma de pensar era similar a la mía.
- Tienes agallas, no reconocértelo sería una estupidez. Y aunque muchos te crean loco eres más cuerdo que todos ellos, ¿Qué hay en tu mente joven marine? ¿Cuál es tu sueño? – Di unos pasos hacia atrás para aumentar la distancia y desenvainé a Kōsen y Ökami lenta pero firmemente. – Me gustaría poder ser la clase de persona capaz de hacer eso, pero no soy tan digno. Quiero cambiar el mundo, sí, quiero un mundo con libertad de poder caminar allá donde tus pies te lleven, un mundo donde hablar de cualquier cosa y no ser perseguido por temor a lo que sabes y puedes decir, un mundo donde no haya esclavitud, un mundo justo y libre… pero siéndote sincero no es esa mi prioridad, aunque sea mi objetivo. Mi prioridad es hacer cumplir los sueños de los que están conmigo… tengo en mi banda antiguos psicópatas por como la vida les ha tratado, tengo en mi banda personas que han sufrido hasta perder las ganas de vivir, personas que encontré sin la luz de su vida… y aun así han confiado en mí. Necesito corresponderles haciendo que aquello que más ansíen sea realidad… y tranquilo, ninguno es ilegal. Y por supuesto debo cumplir el sueño de un niño, uno que se hizo mayor hace tiempo y tienes frente a ti… lo siento, pero debo convertirme en el Rey de los piratas, después puedes venir en mi búsqueda para matarme si así lo deseas, me entregaré.
Dicho esto opté por tener una postura Ökami dándole prioridad a una defensa analizadora y suspiré sonriendo esta vez.
- Esta es la última vez que te daré a elegir algo ¿Quieres combatir a muerte o confiarías en mí uniéndote a mi banda? – Dejé unos segundos de silencio y manteniendo esa sonrisa con la mirada fija en sus ojos continué. - Prometo proteger tu sueño con mi propia vida si es necesario, y oye, prometo proveerte de alcohol a un precio muy económico. – Dije entre pequeñas risas suponiendo ya la respuesta. – Sea cual sea tu decisión, es tu turno de mover la pieza que dé inicio a algo trascendental. Hoy es el día.
No obstante había algo que sí me había llamado la atención, y es que antes le había llamado mentiroso directamente, contestando que la marina no estaría tan loca como para venir hacia aquí, y su respuesta estuvo enfocada solo a las consecuencias de capturarme. A esto hay que sumarle su actitud, es propio de un Yonkô ser arrogante, demostrar mucha confianza, pero no es normal mostrar eso ante un Yonkô si no tienes posibilidades de sobrevivir a una contienda con este.
- Puede que no fuese un farol después de todo… - Pensé para mis adentros llevando mi mano izquierda a uno de mis bolsillos. – Es un mal día para que esto suceda…
Llegando ya a la gran explanada me detuve girando hacia él. Esta era una explanada de suelo firme, con grandes calvas de tierra entre la escasa vegetación de la zona. Había algunos árboles repartidos por el terreno pero no llegarían a ser más de diez, sin embargo no podía prestar atención al paisaje, el oponente que había venido a por mi cabeza era sumamente más difícil de lo que había imaginado al principio. Con una sonrisa saqué la mano de mi bolsillo con un Den Den Mushi a medida que me alejaba unos pasos.
- Quizás deba disculparme ante ti por afirmar que mentías, espero no tener que hacerlo, pero no voy a arriesgarme más contigo. – Dije al tiempo que activaba el Den Den Mushi que me ponía en contacto con Belial.
- Belial, aumenta el nivel de seguridad al máximo, es probable que el chico no venga solo… quizás hoy tengas diversión amigo mío. – Le dije a Belial con una sonrisa. – Avisa a Banryoku para vigilar el mar, que evite y retrase en lo posible cualquier sospechoso, pero que no sacrifique su vida.
Una risa sádica que me recordó a Mihasy fue la respuesta que obtuve y no pude evitar reír al escucharla guardando el caracol en mi bolsillo de nuevo. Observé entonces a mi oponente y cambié mi gesto a uno muy serio, comenzando a analizarle de arriba abajo. Estaba más que claro su poder, pero a decir verdad tenía un gran control, mayor que el de los otros dos usuarios que conocí, algo meritorio, pero para colmo estaba en el ambiente más favorable de todos. A eso hay que sumarle que mi poder no sería muy útil contra él salvo en dos o tres facetas, y lo que más temía, su actitud y forma de pensar era similar a la mía.
- Tienes agallas, no reconocértelo sería una estupidez. Y aunque muchos te crean loco eres más cuerdo que todos ellos, ¿Qué hay en tu mente joven marine? ¿Cuál es tu sueño? – Di unos pasos hacia atrás para aumentar la distancia y desenvainé a Kōsen y Ökami lenta pero firmemente. – Me gustaría poder ser la clase de persona capaz de hacer eso, pero no soy tan digno. Quiero cambiar el mundo, sí, quiero un mundo con libertad de poder caminar allá donde tus pies te lleven, un mundo donde hablar de cualquier cosa y no ser perseguido por temor a lo que sabes y puedes decir, un mundo donde no haya esclavitud, un mundo justo y libre… pero siéndote sincero no es esa mi prioridad, aunque sea mi objetivo. Mi prioridad es hacer cumplir los sueños de los que están conmigo… tengo en mi banda antiguos psicópatas por como la vida les ha tratado, tengo en mi banda personas que han sufrido hasta perder las ganas de vivir, personas que encontré sin la luz de su vida… y aun así han confiado en mí. Necesito corresponderles haciendo que aquello que más ansíen sea realidad… y tranquilo, ninguno es ilegal. Y por supuesto debo cumplir el sueño de un niño, uno que se hizo mayor hace tiempo y tienes frente a ti… lo siento, pero debo convertirme en el Rey de los piratas, después puedes venir en mi búsqueda para matarme si así lo deseas, me entregaré.
Dicho esto opté por tener una postura Ökami dándole prioridad a una defensa analizadora y suspiré sonriendo esta vez.
- Esta es la última vez que te daré a elegir algo ¿Quieres combatir a muerte o confiarías en mí uniéndote a mi banda? – Dejé unos segundos de silencio y manteniendo esa sonrisa con la mirada fija en sus ojos continué. - Prometo proteger tu sueño con mi propia vida si es necesario, y oye, prometo proveerte de alcohol a un precio muy económico. – Dije entre pequeñas risas suponiendo ya la respuesta. – Sea cual sea tu decisión, es tu turno de mover la pieza que dé inicio a algo trascendental. Hoy es el día.
El pirata lo ignoró y siguió caminando. ¿Por qué se comportaba como un capullo? ¿Tanta era la diferencia de poder que él sentía que se permitía un desprecio semejante? Por un momento lo hizo sentir furioso, pero no debía perder la calma, no todavía. Lo que estaba claro era que la rendición pacífica era algo ya impensable. Al fin y al cabo, de haber querido se habría puesto las esposas él solo en lugar de esquivar el coloso que tenía delante sin decir palabra. En fin, qué se le iba a hacer.
A su alrededor toda la humedad se congelaba. No sólo eso, sino que el aire se empezó a hacer pesado por el frío. Cada paso que daba tras el emperador la temperatura descendía más y más, hasta llegar a menos de ciento cincuenta grados bajo cero cada partícula. Con él se iba moviendo una remolino de escarcha, enorme y nacido de donde segundos antes un cascanueces observaba, gélido, la conversación con el espadachín. Cada metro que caminaba el hielo enfriaba más y más el ambiente, y cada gota de lluvia que caía se sumaba a la vorágine helada que lo acompañaba.
Cuando el emperador se detuvo la lluvia cesó, pero el rocío en las briznas de hierba y en los pocos charcos que se habían ido acumulando se congelaban al instante, haciendo del llano un paraje desértico y mortal. Ya no había medias tintas, sabía lo que debía suceder, sabía que en ese momento todo era vida o muerte. Su hielo perdía frío lentamente mientras el aire se condensaba a su alrededor. Cada partícula de agua suspendida, se helaba. El nitrógeno, el oxígeno y el hidrógeno poco a poco se enfriaban, dejaban de vibrar. Seguían siendo gases, no había frío suficiente para que se licuasen, mucho menos para hacerlos sólidos, pero si no hubiera sido inmune al frío estaba seguro de que empezaría a quemársele la garganta.
-No parece una postura muy elocuente- se limitó a decir mientras se colocaba en posición el pirata. Era una defensa rígida, más para estudiar el comportamiento del atacante que para defenderse con eficiencia, y aunque lo cierto era que como primer paso de alguien de su fama lo esperaba, habría dicho que el gran capitán Legan Legim, famoso por su altanería, no se comportaría de una manera tan cauta al combatir.
Desenvainó sus espadas gemelas, Verano e Invierno. Eran armas que, según el folklore del West Blue, habían sido templadas por medios más místicos que mundanos, pero el poder que poseían las hojas no había despertado aún. Incluso había pedido al Gran Espada que las reforjase, pero sus poderes se mantenían latentes sin despertar, tal vez esperando un momento para salir a la luz.
-Mis sueños... Tengo unos cuantos, pero no creo que puedas ayudarme- respondió, posicionándose con suma calma en el octavo movimiento del Ken-nomai: La serenidad de la tortuga. Ambos brazos relajados, uno por delante y otro por detrás, cubriendo con las armas abdomen y dorso. En aquella situación manejar la situación era muy sencillo siempre y cuando no diera el primer paso, y así sería-. Bueno, en realidad hay uno con el que sí, pero eso no importa.
El remolino de escarcha comenzó a expandirse, tratando de rodearlos, mientras desde el exterior comenzaba a levantarse un muro de hielo de dos metros de espesor. Tenían espacio suficiente para combatir, pero si decidía quedarse en el interior ninguno tendría escapatoria hasta que el otro cayese. ¿Aceptaría el temerario capitán su reto?
-Lo cierto es que es una gran oferta, Capitán. Sin embargo, hay un pequeño problema con eso- por su boca emanaba un vaho gélido. La condensación empezaba a hacerse palpable y mientras todo se helaba por las bajas temperaturas una bruma blanca iba poco a poco mermando la visión. La temperatura de Al Naion descendió tanto como su propio hielo, y su mirada se mantuvo fija en su rival-. Si me uniera a ti debería dejar atrás todo en lo que creo que es bueno y justo, deshonrar a mi flota y convivir con criminales más sanguinarios que los que nunca he enfrentado- La escarcha se movía a unos doscientos kilómetros por hora, formando casi un huracán helador cuyo simple roce parecería una cuchilla, al menos hasta que la vasoconstricción de sus extremidades hiciera que su cuerpo entrara poco a poco en letargo-. Eres capitán de una banda pirata más propia de Mihasy Hayato que de lo que dices ser. Ese discurso de "Llegaré a ser el rey de los piratas" salpicado de la sangre que has derramado, manchado por la sangre que tu gente ha terminado bebiendo. Has traicionado al Gobierno, has traicionado a la Revolución, huiste de tu condena hace tiempo. Pero hoy, Legan Legim, hoy es el día en que tu sueño termina- suspiró-. Sé que vivir con los sueños rotos es peor que la muerte, así que no te invitaré a rendirte. No otra vez.
Sus brazos se volvieron completamente negros, humeantes, y de sus hombros salieron dos alas formadas de oscuridad. Sus ojos se volvieron dorados y su iris se amplió, ocupando gran parte del ojo. Soltó una de las hojas gemelas, y cuando Verano cayó al suelo en su mano derecha había una sombra que se expandía, una espada que crecía en su mano y, en la derecha, sin apenas poder verse, desenvainó a Fuego Helado, deshaciéndose en polvo y comenzando a girar alrededor del pirata.
-Dulces sueños, capitán.
A su alrededor toda la humedad se congelaba. No sólo eso, sino que el aire se empezó a hacer pesado por el frío. Cada paso que daba tras el emperador la temperatura descendía más y más, hasta llegar a menos de ciento cincuenta grados bajo cero cada partícula. Con él se iba moviendo una remolino de escarcha, enorme y nacido de donde segundos antes un cascanueces observaba, gélido, la conversación con el espadachín. Cada metro que caminaba el hielo enfriaba más y más el ambiente, y cada gota de lluvia que caía se sumaba a la vorágine helada que lo acompañaba.
Cuando el emperador se detuvo la lluvia cesó, pero el rocío en las briznas de hierba y en los pocos charcos que se habían ido acumulando se congelaban al instante, haciendo del llano un paraje desértico y mortal. Ya no había medias tintas, sabía lo que debía suceder, sabía que en ese momento todo era vida o muerte. Su hielo perdía frío lentamente mientras el aire se condensaba a su alrededor. Cada partícula de agua suspendida, se helaba. El nitrógeno, el oxígeno y el hidrógeno poco a poco se enfriaban, dejaban de vibrar. Seguían siendo gases, no había frío suficiente para que se licuasen, mucho menos para hacerlos sólidos, pero si no hubiera sido inmune al frío estaba seguro de que empezaría a quemársele la garganta.
-No parece una postura muy elocuente- se limitó a decir mientras se colocaba en posición el pirata. Era una defensa rígida, más para estudiar el comportamiento del atacante que para defenderse con eficiencia, y aunque lo cierto era que como primer paso de alguien de su fama lo esperaba, habría dicho que el gran capitán Legan Legim, famoso por su altanería, no se comportaría de una manera tan cauta al combatir.
Desenvainó sus espadas gemelas, Verano e Invierno. Eran armas que, según el folklore del West Blue, habían sido templadas por medios más místicos que mundanos, pero el poder que poseían las hojas no había despertado aún. Incluso había pedido al Gran Espada que las reforjase, pero sus poderes se mantenían latentes sin despertar, tal vez esperando un momento para salir a la luz.
-Mis sueños... Tengo unos cuantos, pero no creo que puedas ayudarme- respondió, posicionándose con suma calma en el octavo movimiento del Ken-nomai: La serenidad de la tortuga. Ambos brazos relajados, uno por delante y otro por detrás, cubriendo con las armas abdomen y dorso. En aquella situación manejar la situación era muy sencillo siempre y cuando no diera el primer paso, y así sería-. Bueno, en realidad hay uno con el que sí, pero eso no importa.
El remolino de escarcha comenzó a expandirse, tratando de rodearlos, mientras desde el exterior comenzaba a levantarse un muro de hielo de dos metros de espesor. Tenían espacio suficiente para combatir, pero si decidía quedarse en el interior ninguno tendría escapatoria hasta que el otro cayese. ¿Aceptaría el temerario capitán su reto?
-Lo cierto es que es una gran oferta, Capitán. Sin embargo, hay un pequeño problema con eso- por su boca emanaba un vaho gélido. La condensación empezaba a hacerse palpable y mientras todo se helaba por las bajas temperaturas una bruma blanca iba poco a poco mermando la visión. La temperatura de Al Naion descendió tanto como su propio hielo, y su mirada se mantuvo fija en su rival-. Si me uniera a ti debería dejar atrás todo en lo que creo que es bueno y justo, deshonrar a mi flota y convivir con criminales más sanguinarios que los que nunca he enfrentado- La escarcha se movía a unos doscientos kilómetros por hora, formando casi un huracán helador cuyo simple roce parecería una cuchilla, al menos hasta que la vasoconstricción de sus extremidades hiciera que su cuerpo entrara poco a poco en letargo-. Eres capitán de una banda pirata más propia de Mihasy Hayato que de lo que dices ser. Ese discurso de "Llegaré a ser el rey de los piratas" salpicado de la sangre que has derramado, manchado por la sangre que tu gente ha terminado bebiendo. Has traicionado al Gobierno, has traicionado a la Revolución, huiste de tu condena hace tiempo. Pero hoy, Legan Legim, hoy es el día en que tu sueño termina- suspiró-. Sé que vivir con los sueños rotos es peor que la muerte, así que no te invitaré a rendirte. No otra vez.
Sus brazos se volvieron completamente negros, humeantes, y de sus hombros salieron dos alas formadas de oscuridad. Sus ojos se volvieron dorados y su iris se amplió, ocupando gran parte del ojo. Soltó una de las hojas gemelas, y cuando Verano cayó al suelo en su mano derecha había una sombra que se expandía, una espada que crecía en su mano y, en la derecha, sin apenas poder verse, desenvainó a Fuego Helado, deshaciéndose en polvo y comenzando a girar alrededor del pirata.
-Dulces sueños, capitán.
Legim
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ciertamente tenía en frente a un oponente formidable. Podía decir claramente que nuestro nivel de poder era muy diferente, pero su control era mucho mayor de lo que debería ser, sus estrategias estaban muy bien pensadas, y estaba dándolo todo desde el comienzo. Si me hubiese desafiado cuando fuese más fuerte no tendría ninguna posibilidad contra él.
Pero eso no quería decir que hoy pudiese ganar con facilidad, de hecho era sorprendentemente difícil la situación en la que me encontraba, había cedido demasiado en el vano intento de resolver esto mediante el dialogo. Este tiempo él lo había aprovechado para condicionar aún más el terreno, tratar de desgastarme desde nuestro primer encuentro, y por culpa de ello ahora el control del terrero era absolutamente suyo.
- Estoy demasiado jodido. – Pensé al tiempo que cerraba los ojos para potenciar mi concentración.
Solté un largo suspiro ampliando la velocidad de movimiento en el interior de mi cuerpo, recalentando más y más el alcohol. Esto estaba provocando que mi cuerpo adquiriese cierto brillo rojo con un leve humo saliendo de este. No era una solución permanente sin embargo, tenía un tiempo limitado. Por fortuna para mí la lluvia había cesado, convirtiendo ahora el terreno en una pista de obstáculos. Nunca me había alegrado tanto de que cesase de llover hasta ahora, sin embargo el problema no había desaparecido.
Con los ojos aún cerrados podía sentir a mi oponente, y como un enorme huracán helado nos rodeaba. Pero para mi sorpresa notaba un segundo ente, una segunda alma, que extraño.
- Se acabó. – Dije en voz baja abriendo los ojos en su dirección.
Comencé a andar con ambas espadas, Kōsen y Ökami, desenvainadas ahora. Iba a paso lento pero firme. Noté como algo venía hacia mí, en forma de polvo al parecer, y moví mis espadas en círculo a mí alrededor provocando un amplio escudo ovalado alrededor de mí. De este se dispersaban ondas cortantes a mí alrededor, chocando estas contra el muro, charcos helados, y el propio suelo. Entraba en calor moviéndome de esta forma, ganando así unos segundos más que podían ser vitales.
Era el momento de realizar una jugada compleja pero rápida como un pestañeo. Controlando el movimiento de las katanas durante el movimiento defensivo ladee levemente los brazos para provocar que algunas de esas ondas fueran dirigidas hacia el marine. Fue tras ver una en esa dirección que me detuve en seco activando el haki del rey con todo el despliegue posible.
Con esto mi intención era clara, paralizar a mi rival aunque fuese unos segundos. Tiempo suficiente para mi ataque. Empecé a correr convirtiendo esta vez todo mi interior en alcohol, acelerándolo más, más, más, más, y más, todo lo que podía acelerarlo obteniendo así una velocidad triplicada. Salté en dirección al marine moviendo mis katanas para frenar cualquier cosa que se interpusiese entre mí y él. Una vez que lo tuve en frente decidí aplicar mi técnica especial, la danza del diablo.
Activé previamente el haki de armadura en mi cuerpo y katanas junto a mi visión cyborg para contemplar todo lo que suceda con detenimiento. Dejé que todas sus provocaciones hasta ahora hiciesen efecto en mí, que la ira y el caos consumiesen mi mente. No tendría el control de mis acciones en los próximos segundos, pero esto duplicaría mi velocidad ya aumentada con un único objetivo frente a mí. No sabía cómo iba a resultar, pero la combinación de una velocidad tal con el efecto del haki rey debería dar como resultado su cadáver cayendo al suelo.
Pero eso no quería decir que hoy pudiese ganar con facilidad, de hecho era sorprendentemente difícil la situación en la que me encontraba, había cedido demasiado en el vano intento de resolver esto mediante el dialogo. Este tiempo él lo había aprovechado para condicionar aún más el terreno, tratar de desgastarme desde nuestro primer encuentro, y por culpa de ello ahora el control del terrero era absolutamente suyo.
- Estoy demasiado jodido. – Pensé al tiempo que cerraba los ojos para potenciar mi concentración.
Solté un largo suspiro ampliando la velocidad de movimiento en el interior de mi cuerpo, recalentando más y más el alcohol. Esto estaba provocando que mi cuerpo adquiriese cierto brillo rojo con un leve humo saliendo de este. No era una solución permanente sin embargo, tenía un tiempo limitado. Por fortuna para mí la lluvia había cesado, convirtiendo ahora el terreno en una pista de obstáculos. Nunca me había alegrado tanto de que cesase de llover hasta ahora, sin embargo el problema no había desaparecido.
Con los ojos aún cerrados podía sentir a mi oponente, y como un enorme huracán helado nos rodeaba. Pero para mi sorpresa notaba un segundo ente, una segunda alma, que extraño.
- Se acabó. – Dije en voz baja abriendo los ojos en su dirección.
Comencé a andar con ambas espadas, Kōsen y Ökami, desenvainadas ahora. Iba a paso lento pero firme. Noté como algo venía hacia mí, en forma de polvo al parecer, y moví mis espadas en círculo a mí alrededor provocando un amplio escudo ovalado alrededor de mí. De este se dispersaban ondas cortantes a mí alrededor, chocando estas contra el muro, charcos helados, y el propio suelo. Entraba en calor moviéndome de esta forma, ganando así unos segundos más que podían ser vitales.
Era el momento de realizar una jugada compleja pero rápida como un pestañeo. Controlando el movimiento de las katanas durante el movimiento defensivo ladee levemente los brazos para provocar que algunas de esas ondas fueran dirigidas hacia el marine. Fue tras ver una en esa dirección que me detuve en seco activando el haki del rey con todo el despliegue posible.
Con esto mi intención era clara, paralizar a mi rival aunque fuese unos segundos. Tiempo suficiente para mi ataque. Empecé a correr convirtiendo esta vez todo mi interior en alcohol, acelerándolo más, más, más, más, y más, todo lo que podía acelerarlo obteniendo así una velocidad triplicada. Salté en dirección al marine moviendo mis katanas para frenar cualquier cosa que se interpusiese entre mí y él. Una vez que lo tuve en frente decidí aplicar mi técnica especial, la danza del diablo.
Activé previamente el haki de armadura en mi cuerpo y katanas junto a mi visión cyborg para contemplar todo lo que suceda con detenimiento. Dejé que todas sus provocaciones hasta ahora hiciesen efecto en mí, que la ira y el caos consumiesen mi mente. No tendría el control de mis acciones en los próximos segundos, pero esto duplicaría mi velocidad ya aumentada con un único objetivo frente a mí. No sabía cómo iba a resultar, pero la combinación de una velocidad tal con el efecto del haki rey debería dar como resultado su cadáver cayendo al suelo.
La estrategia estaba funcionando. Poco a poco, la energía del pirata iba apagándose. Con cada segundo se debilitaba, podía sentirlo. Su piel palidecía poco a poco mientras la tormenta se adueñaba del lugar, y en un vano intento por librarse de él comenzó a lanzar ondas cortantes, pretendiendo golpearlo. ¿De verdad? Una estrategia patética, no podía tocarlo. No si no se esforzaba al máximo en tocarlo, no mientras no quisiera hacerlo. Y entonces, de repente, por un segundo, todo fue negro.
Creyó que caería inconsciente, y cuando su cuerpo tocó el suelo empapado de blanco lo único que pudo hacer fue cubrirse de una armadura completamente negra. El hielo tan sólo flotaba y lo único que podía ver mediante su haki de observación era furia, una furia asesina que crecía a cada instante y que se abalanzó sobre él. Apenas podía moverse, y todo su cuerpo temblequeaba, pero pudo desde el suelo mover levemente sus alas para cubrirlo. Tarde, muy tarde, pero salvó la vida. Más o menos.
Su armadura resistió, al menos casi por completo, pero cuando todo terminó tenía cortes en el pecho, la espalda, los costados y el brazo derecho, que quedó algo desprotegido. Su cabeza sangraba por la sien, y a poco más le habría sacado un ojo. Esperaba que no le dejase cicatriz, aunque dudaba seriamente que así fuera. De su hombro manaba un río de sangre, pero todas las heridas terminaron por congelarse cuando los embates terminaron, y temblando sostenido a duras penas, sonrió. No era una sonrisa alegre, ni tampoco sádica. Era de decepción, aunque debía decir que admiraba la voluntad de vivir del espadachín, tan fuerte que había llegado a sobrepasar su propio Haki de Armadura, lo cual era un logro. Se lo esperaba de un pirata tan experto, pero igualmente no esperaba encontrar a alguien de semejante habilidad ante él. ¿Lo habría infravalorado?
-Se...- no consiguió continuar, no por un segundo. Casi se mordió la lengua, pero el dolor no era suficiente para hacerlo caer. No todavía-. Se siente horrible, ¿Verdad?
Su brazo derecho colgaba del hombro. Aún lo sentía, pero ése era precisamente el problema. El frío no adormecía sus extremidades, no cauterizaba sus heridas. Tan sólo las taponaba. Sus venas y arterias seguían moviéndose al paso de la sangre mientras el corazón bombeaba, y Al miró en el suelo su armónica. Estaba apuñalada, y si no la hubiera llevado al cuello ese lugar en medio del hielo lo ocuparía su corazón. Había infravalorado mucho a Legan Legim, pero eso no importaba. Quedaba poco ya.
-El frío es calma y orden, es muerte- se relamió los labios. El Brazo negro no había desaparecido, y Fuego Helado estaba completamente negro; Sombra Helada se había fundido con ella, buscando proteger al arma que le daba cobijo-. Cuando tu cuerpo baja de treinta y cinco grados te sientes entumecido, y escalofríos recorren todo tu cuerpo. Es como si tus manos ya no fueran tuyas, y poco a poco pierdes la sensibilidad. Tu respiración se vuelve corta y agitada, superficial; poco a poco pierdes oxigenación mientras tu cuerpo lucha por sobrevivir.
Dio un paso adelante, todavía completamente envuelto en su Haki de Armadura, y liberó su voluntad de conquistador. No era tan fuerte como la de Legim, pero el suelo se agrietó a su alrededor, presionado por su poder. El pirata de repente le hacía sentir un miedo atroz, sin igual, pero nadie podía frenar ese combate ya, y él no se iba a retirar. No sabía si temblaba de dolor o de miedo, pero su vida no podía terminar ahí, no iba a acabar ahí.
-Si tu cuerpo baja de treinta y cuatro grados, las cosas se complican. Nunca van a mejor, me temo- siguió. Necesitaba ganar tiempo, un mínimo de tiempo, mientras su cuerpo volvía a la normalidad-. Pierdes la coordinación en tus músculos, y cada movimiento cuesta mucho más. La respiración se vuelve agitada e irregular, provoca... Confusión. Aunque puedes aún mantener la alerta, tu sangre poco a poco se centra en mantener caliente tus órganos internos y tu cabeza, dejando de lado brazos y piernas. Es por eso que tu cuerpo va palideciendo más y más mientras tus labios y uñas se vuelven azules.
Su rostro se mostró serio, y miró al suelo. Las grietas se congelaban de nuevo, lentamente, y la cúpula ya había terminado de formarse. Había terminado antes de que Legim se abalanzara sobre él, pero aún acababa de darse cuenta. Entre ellos una nube de hielo flotaba, y el ambiente era inhumanamente frío, y tan sólo flotando la atmósfera se volvía aún más inquietante.
-Si bajas de treinta y dos grados, los escalofríos desaparecen. Tu cuerpo se ralentiza tanto como tu mente, que empieza a procesar todo cada vez más despacio. Las piernas y los brazos terminan inmóviles y se comienza a llevar un comportamiento ilógico, irracional. Podría llegar a padecer estupor, durmiéndose completamente el cuerpo hasta la aparición de un estímulo tal como dolor- volvió a sonreír, mirada fija en su rival-. Pero eso no es lo peor, lo más terrible es sentir cómo te mueres poco a poco en un ambiente helado, y poco o nada puedes hacer por remediarlo, ¿Verdad?- cerró los ojos y se mantuvo sereno por una décima de segundo, respirando hondo-. Pero todo lo que te digo tú ya lo sabes. Podrías haberme aplastado como a una hormiga y sabías de mi llegada, pero no quisiste enfrentarme en un primer momento. ¡¿Quién siente miedo, Capitán Legan Legim?! Me aterras, pero el sentimiento es mutuo- no podía decirle en voz alta por qué se mantenía quieto. No podía hacerle ver que no era el dolor lo que lo frenaba. Necesitaba jugar con su mente un poco más, mientras poco a poco moría-. Me has subestimado, capitán, pero te doy tu última oportunidad- no se movió un ápice. No quería, no debía acercarse. No aún-. Vive. O muere.
Creyó que caería inconsciente, y cuando su cuerpo tocó el suelo empapado de blanco lo único que pudo hacer fue cubrirse de una armadura completamente negra. El hielo tan sólo flotaba y lo único que podía ver mediante su haki de observación era furia, una furia asesina que crecía a cada instante y que se abalanzó sobre él. Apenas podía moverse, y todo su cuerpo temblequeaba, pero pudo desde el suelo mover levemente sus alas para cubrirlo. Tarde, muy tarde, pero salvó la vida. Más o menos.
Su armadura resistió, al menos casi por completo, pero cuando todo terminó tenía cortes en el pecho, la espalda, los costados y el brazo derecho, que quedó algo desprotegido. Su cabeza sangraba por la sien, y a poco más le habría sacado un ojo. Esperaba que no le dejase cicatriz, aunque dudaba seriamente que así fuera. De su hombro manaba un río de sangre, pero todas las heridas terminaron por congelarse cuando los embates terminaron, y temblando sostenido a duras penas, sonrió. No era una sonrisa alegre, ni tampoco sádica. Era de decepción, aunque debía decir que admiraba la voluntad de vivir del espadachín, tan fuerte que había llegado a sobrepasar su propio Haki de Armadura, lo cual era un logro. Se lo esperaba de un pirata tan experto, pero igualmente no esperaba encontrar a alguien de semejante habilidad ante él. ¿Lo habría infravalorado?
-Se...- no consiguió continuar, no por un segundo. Casi se mordió la lengua, pero el dolor no era suficiente para hacerlo caer. No todavía-. Se siente horrible, ¿Verdad?
Su brazo derecho colgaba del hombro. Aún lo sentía, pero ése era precisamente el problema. El frío no adormecía sus extremidades, no cauterizaba sus heridas. Tan sólo las taponaba. Sus venas y arterias seguían moviéndose al paso de la sangre mientras el corazón bombeaba, y Al miró en el suelo su armónica. Estaba apuñalada, y si no la hubiera llevado al cuello ese lugar en medio del hielo lo ocuparía su corazón. Había infravalorado mucho a Legan Legim, pero eso no importaba. Quedaba poco ya.
-El frío es calma y orden, es muerte- se relamió los labios. El Brazo negro no había desaparecido, y Fuego Helado estaba completamente negro; Sombra Helada se había fundido con ella, buscando proteger al arma que le daba cobijo-. Cuando tu cuerpo baja de treinta y cinco grados te sientes entumecido, y escalofríos recorren todo tu cuerpo. Es como si tus manos ya no fueran tuyas, y poco a poco pierdes la sensibilidad. Tu respiración se vuelve corta y agitada, superficial; poco a poco pierdes oxigenación mientras tu cuerpo lucha por sobrevivir.
Dio un paso adelante, todavía completamente envuelto en su Haki de Armadura, y liberó su voluntad de conquistador. No era tan fuerte como la de Legim, pero el suelo se agrietó a su alrededor, presionado por su poder. El pirata de repente le hacía sentir un miedo atroz, sin igual, pero nadie podía frenar ese combate ya, y él no se iba a retirar. No sabía si temblaba de dolor o de miedo, pero su vida no podía terminar ahí, no iba a acabar ahí.
-Si tu cuerpo baja de treinta y cuatro grados, las cosas se complican. Nunca van a mejor, me temo- siguió. Necesitaba ganar tiempo, un mínimo de tiempo, mientras su cuerpo volvía a la normalidad-. Pierdes la coordinación en tus músculos, y cada movimiento cuesta mucho más. La respiración se vuelve agitada e irregular, provoca... Confusión. Aunque puedes aún mantener la alerta, tu sangre poco a poco se centra en mantener caliente tus órganos internos y tu cabeza, dejando de lado brazos y piernas. Es por eso que tu cuerpo va palideciendo más y más mientras tus labios y uñas se vuelven azules.
Su rostro se mostró serio, y miró al suelo. Las grietas se congelaban de nuevo, lentamente, y la cúpula ya había terminado de formarse. Había terminado antes de que Legim se abalanzara sobre él, pero aún acababa de darse cuenta. Entre ellos una nube de hielo flotaba, y el ambiente era inhumanamente frío, y tan sólo flotando la atmósfera se volvía aún más inquietante.
-Si bajas de treinta y dos grados, los escalofríos desaparecen. Tu cuerpo se ralentiza tanto como tu mente, que empieza a procesar todo cada vez más despacio. Las piernas y los brazos terminan inmóviles y se comienza a llevar un comportamiento ilógico, irracional. Podría llegar a padecer estupor, durmiéndose completamente el cuerpo hasta la aparición de un estímulo tal como dolor- volvió a sonreír, mirada fija en su rival-. Pero eso no es lo peor, lo más terrible es sentir cómo te mueres poco a poco en un ambiente helado, y poco o nada puedes hacer por remediarlo, ¿Verdad?- cerró los ojos y se mantuvo sereno por una décima de segundo, respirando hondo-. Pero todo lo que te digo tú ya lo sabes. Podrías haberme aplastado como a una hormiga y sabías de mi llegada, pero no quisiste enfrentarme en un primer momento. ¡¿Quién siente miedo, Capitán Legan Legim?! Me aterras, pero el sentimiento es mutuo- no podía decirle en voz alta por qué se mantenía quieto. No podía hacerle ver que no era el dolor lo que lo frenaba. Necesitaba jugar con su mente un poco más, mientras poco a poco moría-. Me has subestimado, capitán, pero te doy tu última oportunidad- no se movió un ápice. No quería, no debía acercarse. No aún-. Vive. O muere.
Legim
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Cuando recuperé el conocimiento me encontré confuso y de rodillas en el suelo, con mis manos en el hielo pegadas a este. No sabía que había pasado, pero me fallaba la respiración, temblaba de frío y tenía el cuerpo demasiado adormecido. Giré entonces la cabeza hacia mi oponente, visiblemente demacrado, y según parecía me estaba hablando.
- Pero todo lo que te digo tú ya lo sabes. Podrias haberme aplastado como a una hormiga y sabías de mi llegada, pero no quisiste enfrentarme en un primer momento ¡¿Quién siente miedo, capitán Legan Legim?! Me aterras, pero el sentimiento es mutuo. Me has subestimado, capitán, pero te doy tu última oportunidad, vive o muere.
Vaya, parece el discurso que daría un kamikaze a punto de llevarse al enemigo consigo hacia la dama muerte. Estaba en una mala condición, pero no en tal mi peligro si salía pronto de allí. Al fin y al cabo poco parecía quedarle al marine, quien estaba sufriendo horrores por las heridas que le había causado.
Retorné el alcohol a gran velocidad en mi cuerpo para recuperar algo de calor y me levanté de golpe dejando buena parte de mi piel en el congelado hielo. Por un instante casi caí hacia atrás, pero a tiempo pude recomponerme manteniéndome firme, con los ojos inyectados en sangre por la presión que estaba soportando en ese mismo instante para no caer rendido en el suelo.
Poco a poco estaba algo mejor, sobretodo ahora que Simurgh comenzaba a ejercer su poder sobre mí. Sin embargo solo estaba ganando más tiempo y algo de cordura en todo este caos. Observé entonces un detalle más que peligroso, tenía una cúpula sobre nosotros, una cúpula helada y gruesa. Podía salir de aquí con cierto esfuerzo, pero antes debía encargarme de este chico o no podría hacerlo. Ahora entendía por qué hablaba como un kamikaze, si no reacciono rápido estaría en problemas aquí encerrado.
- Vaya, sí que es difícil acabar contigo ¿Qué os dan de comer en los cuarteles en estos días? – Dije entre una risa forzada y dolorosa que trataba de disimular. – Lo siento, pero no puedo morir aquí. No estoy solo, el capitán nunca está solo, carga con los sueños y la admiración de muchos, enfrentando el odio de otros tantos… sería irresponsable para mí morir aquí. – Dejé unos segundos en silencio mientras lanzaba con una mano un chorro amplio hacia la nube de hielo. - Y sí, te subestimé, esa también es mi responsabilidad. Lamento profundamente haberlo hecho, Al Naion.
Dije por primera vez su nombre queriendo que supiese que había investigado sobre él antes de que empezase el combate. Dediqué una noble sonrisa hacia él y dejé que de mi cuerpo saliesen expulsadas hasta cien agujas de alcohol a presión en dirección a su moribundo cuerpo. En caso de que este los congelase irían igualmente hacia su cuerpo, al fin y al cabo incluso un hombre de acero puede ser cortado con acero. Imbuí previamente estas agujas con mi haki de armadura para darle aún más potencia y fuerza, dándole más prioridad aún a la primera característica. Y por si no fuese suficiente apliqué mis conocimientos como cirujanos lanzando la gran mayoría en puntos vitales del cuerpo donde quedaría paralizada la extremidad que toque o el propio tronco. El resto iban directo a su rostro, buscando que centrase sus pocas fuerzas en defenderse ahí, al fin y al cabo era un instinto humano proteger el propio rostro.
- Por favor… no sigas más, idiota. Es mejor rendirse ahora e intentarlo nuevamente en unos años.- Susurre durante la abatida apoyando parte de mi peso en una de mis espadas.
- Pero todo lo que te digo tú ya lo sabes. Podrias haberme aplastado como a una hormiga y sabías de mi llegada, pero no quisiste enfrentarme en un primer momento ¡¿Quién siente miedo, capitán Legan Legim?! Me aterras, pero el sentimiento es mutuo. Me has subestimado, capitán, pero te doy tu última oportunidad, vive o muere.
Vaya, parece el discurso que daría un kamikaze a punto de llevarse al enemigo consigo hacia la dama muerte. Estaba en una mala condición, pero no en tal mi peligro si salía pronto de allí. Al fin y al cabo poco parecía quedarle al marine, quien estaba sufriendo horrores por las heridas que le había causado.
Retorné el alcohol a gran velocidad en mi cuerpo para recuperar algo de calor y me levanté de golpe dejando buena parte de mi piel en el congelado hielo. Por un instante casi caí hacia atrás, pero a tiempo pude recomponerme manteniéndome firme, con los ojos inyectados en sangre por la presión que estaba soportando en ese mismo instante para no caer rendido en el suelo.
Poco a poco estaba algo mejor, sobretodo ahora que Simurgh comenzaba a ejercer su poder sobre mí. Sin embargo solo estaba ganando más tiempo y algo de cordura en todo este caos. Observé entonces un detalle más que peligroso, tenía una cúpula sobre nosotros, una cúpula helada y gruesa. Podía salir de aquí con cierto esfuerzo, pero antes debía encargarme de este chico o no podría hacerlo. Ahora entendía por qué hablaba como un kamikaze, si no reacciono rápido estaría en problemas aquí encerrado.
- Vaya, sí que es difícil acabar contigo ¿Qué os dan de comer en los cuarteles en estos días? – Dije entre una risa forzada y dolorosa que trataba de disimular. – Lo siento, pero no puedo morir aquí. No estoy solo, el capitán nunca está solo, carga con los sueños y la admiración de muchos, enfrentando el odio de otros tantos… sería irresponsable para mí morir aquí. – Dejé unos segundos en silencio mientras lanzaba con una mano un chorro amplio hacia la nube de hielo. - Y sí, te subestimé, esa también es mi responsabilidad. Lamento profundamente haberlo hecho, Al Naion.
Dije por primera vez su nombre queriendo que supiese que había investigado sobre él antes de que empezase el combate. Dediqué una noble sonrisa hacia él y dejé que de mi cuerpo saliesen expulsadas hasta cien agujas de alcohol a presión en dirección a su moribundo cuerpo. En caso de que este los congelase irían igualmente hacia su cuerpo, al fin y al cabo incluso un hombre de acero puede ser cortado con acero. Imbuí previamente estas agujas con mi haki de armadura para darle aún más potencia y fuerza, dándole más prioridad aún a la primera característica. Y por si no fuese suficiente apliqué mis conocimientos como cirujanos lanzando la gran mayoría en puntos vitales del cuerpo donde quedaría paralizada la extremidad que toque o el propio tronco. El resto iban directo a su rostro, buscando que centrase sus pocas fuerzas en defenderse ahí, al fin y al cabo era un instinto humano proteger el propio rostro.
- Por favor… no sigas más, idiota. Es mejor rendirse ahora e intentarlo nuevamente en unos años.- Susurre durante la abatida apoyando parte de mi peso en una de mis espadas.
Había empezado a temblar. Tenía todavía demasiada energía y resistía la temperatura de forma inhumana. Para cualquier persona a esas temperaturas, estar a pecho descubierto habría provocado que se congelara; pero él ahí seguía, mostrando todavía los primeros síntomas de una hipotermia leve. El lado bueno era que lleno de escalofríos y con la escarcha flotando a su alrededor poco podía hacer para reafirmar su superioridad, aunque debía reconocer que el nivel del Yonkou sobrepasaba con mucho el de la gente a la que estaba acostumbrado.
El pirata alzó la mano, lanzando un chorro de alcohol hacia la neblina que los envolvía, pero cayó hecha un cristal sólido por su propio peso, helada a más de ciento cincuenta grados bajo cero. ¿Qué pretendía? La tormenta volvió a girar, batiendo constantemente en un rugido infernal mientras el Marine se concentraba en lo que su presa decía. Sin duda era irresponsable morir ahí, pero también lo era cometer delitos y esperar la impunidad durante toda su vida. ¿Dejarle ser rey de los piratas? ¿Debía importarle que lo admirasen para dejarlo vivir? No era un héroe, sólo un criminal con el suficiente ego para creerse un salvador, un mesías. Ésa era la peor clase de gente, no creían hacer algo mal cuando, obviamente, eran uno de los males del mundo.
-Has elegido mal- dijo, mostrando su gesto más serio. En su cuello el colgante pedía hacerlo, y los brazos negros exigían sangre, cada vez más. Sin embargo, él deseaba música-. Habrías tenido opción de explicarte, de redimirte. Habría dejado que te convirtieras en la leyenda que hoy es Gol D. Roger. No sería responsable por mi parte dejarte vivir hoy aquí- sus brazos se apagaron, y Fuego Helado terminó clavada en el suelo. Su piel adoptó un color rojizo, como el de todo el hielo que los rodeaba, y su temperatura cayó en picado-. ¡Cargo con los sueños y esperanzas de toda la gente que es buena y justa!
Dio una vuelta sobre sí mismo, y cuando su mirada volvió ante el pirata, en su hombro había un violín. Su mano izquierda sujetaba un arco, y a pesar de que el dolor era terrible, sostener el instrumento era fácil una vez puesto al asunto. Las manos respondían bien, y un frotado rápido de las cuatro cuerdas con intensidad para sonar en toda una casa retumbó en la cúpula, haciendo que ésta comenzara a moverse. El sonido estaba destinado a hacer grandes estragos en los oídos de Legim, y cuando el concierto dio inicio el hielo cobró vida.
La cúpula era ahora una serpiente, que poco a poco se cernía sobre ellos acortando la distancia, y antes de que los disparos de alcohol del Emperador impactaran sobre él una figura de hielo tomaba a Fuego Helado y la empuñaba, dándole el poder de Sombra Helada. El Cascanueces ni sentía ni padecía, y dado que él guiaba sus movimientos no le afectaría el influjo de la malvada energía. Ni siquiera se enfadaría por los carámbanos de alcohol que se habían clavado en él, ahora congelados.
A doscientas treinta pulsaciones por minuto, un tempo prestissimo que guiaba los pasos de un espadachín tan hábil como él, tan fuerte como él, y a una serpiente que rápidamente recortaba el espacio de combate. Más concentración de hielo flotando entre ellos, una figura de hielo que prontamente se volvió de color negro con alas de energía negra, tan afiladas como la propia Sombra Helada. El Cuerpo de Sombras se había adueñado del Cascanueces, y el Haki lo imbuyó mientras la cúpula expulsaba el material que le sobraba hacia el interior, en forma de Valkirias que cargaban, imbuidas en haki, contra el pirata.
Tras ese primer ataque decidió darlo todo, y sin detenerlo la efigie helada se lanzó a por el pirata. Se movía a una velocidad impropia, imposible de ver para el ojo humano y mucho menos para alguien que comenzaba a sufrir hipotermia, y dio vueltas a su alrededor mientras movía el arma en posturas aparentemente ilógicas, inconexas. Sin embargo, eran las diez posturas del Ken nomai mientras se decidía por una, intentando marearlo hasta que decidió hacer el gran pase.
La serpiente se detuvo en seco, y de ella comenzaron a surgir brazos de hielo que se lanzaron a por Legim. Del suelo y del techo púas que ascendían, imbuidas en Haki de Armadura, y el Cascanueces se abalanzó finalmente sobre el pirata, esperando golpearle en un primer momento. Sin embargo, ése era tan sólo el inicio del pase, que cerraba tratando de desequilibrarlo para, finalmente, rematarlo. Sin embargo, la música aún no se había detenido, y mientras la tormenta se volvía más violenta intentando encerrar al pirata en una tumba helada, si conseguía penetrar su cuerpo, el arma liberaría al Estío Gulón.
-Motivo y Gancho: Reexpresión- dijo, finalmente, repitiendo el mismo ataque de nuevo.
Todas las púas volvieron al suelo y salieron de nuevo, mientras nuevos brazos se sumaban al combate tratando de agarrarlo, y otra vez el Cascanueces se lanzaba en una carga tratando de cortarlo y quemarlo, buscando el choque térmico que tanto necesitaba en ese momento. Sin espacio de maniobra, sin capacidad para esquivar, atacado de una profunda hipotermia. El tempo del combate ahora era suyo, y la vida del pirata debía irse en ese mismo instante.
El pirata alzó la mano, lanzando un chorro de alcohol hacia la neblina que los envolvía, pero cayó hecha un cristal sólido por su propio peso, helada a más de ciento cincuenta grados bajo cero. ¿Qué pretendía? La tormenta volvió a girar, batiendo constantemente en un rugido infernal mientras el Marine se concentraba en lo que su presa decía. Sin duda era irresponsable morir ahí, pero también lo era cometer delitos y esperar la impunidad durante toda su vida. ¿Dejarle ser rey de los piratas? ¿Debía importarle que lo admirasen para dejarlo vivir? No era un héroe, sólo un criminal con el suficiente ego para creerse un salvador, un mesías. Ésa era la peor clase de gente, no creían hacer algo mal cuando, obviamente, eran uno de los males del mundo.
-Has elegido mal- dijo, mostrando su gesto más serio. En su cuello el colgante pedía hacerlo, y los brazos negros exigían sangre, cada vez más. Sin embargo, él deseaba música-. Habrías tenido opción de explicarte, de redimirte. Habría dejado que te convirtieras en la leyenda que hoy es Gol D. Roger. No sería responsable por mi parte dejarte vivir hoy aquí- sus brazos se apagaron, y Fuego Helado terminó clavada en el suelo. Su piel adoptó un color rojizo, como el de todo el hielo que los rodeaba, y su temperatura cayó en picado-. ¡Cargo con los sueños y esperanzas de toda la gente que es buena y justa!
Dio una vuelta sobre sí mismo, y cuando su mirada volvió ante el pirata, en su hombro había un violín. Su mano izquierda sujetaba un arco, y a pesar de que el dolor era terrible, sostener el instrumento era fácil una vez puesto al asunto. Las manos respondían bien, y un frotado rápido de las cuatro cuerdas con intensidad para sonar en toda una casa retumbó en la cúpula, haciendo que ésta comenzara a moverse. El sonido estaba destinado a hacer grandes estragos en los oídos de Legim, y cuando el concierto dio inicio el hielo cobró vida.
La cúpula era ahora una serpiente, que poco a poco se cernía sobre ellos acortando la distancia, y antes de que los disparos de alcohol del Emperador impactaran sobre él una figura de hielo tomaba a Fuego Helado y la empuñaba, dándole el poder de Sombra Helada. El Cascanueces ni sentía ni padecía, y dado que él guiaba sus movimientos no le afectaría el influjo de la malvada energía. Ni siquiera se enfadaría por los carámbanos de alcohol que se habían clavado en él, ahora congelados.
A doscientas treinta pulsaciones por minuto, un tempo prestissimo que guiaba los pasos de un espadachín tan hábil como él, tan fuerte como él, y a una serpiente que rápidamente recortaba el espacio de combate. Más concentración de hielo flotando entre ellos, una figura de hielo que prontamente se volvió de color negro con alas de energía negra, tan afiladas como la propia Sombra Helada. El Cuerpo de Sombras se había adueñado del Cascanueces, y el Haki lo imbuyó mientras la cúpula expulsaba el material que le sobraba hacia el interior, en forma de Valkirias que cargaban, imbuidas en haki, contra el pirata.
Tras ese primer ataque decidió darlo todo, y sin detenerlo la efigie helada se lanzó a por el pirata. Se movía a una velocidad impropia, imposible de ver para el ojo humano y mucho menos para alguien que comenzaba a sufrir hipotermia, y dio vueltas a su alrededor mientras movía el arma en posturas aparentemente ilógicas, inconexas. Sin embargo, eran las diez posturas del Ken nomai mientras se decidía por una, intentando marearlo hasta que decidió hacer el gran pase.
La serpiente se detuvo en seco, y de ella comenzaron a surgir brazos de hielo que se lanzaron a por Legim. Del suelo y del techo púas que ascendían, imbuidas en Haki de Armadura, y el Cascanueces se abalanzó finalmente sobre el pirata, esperando golpearle en un primer momento. Sin embargo, ése era tan sólo el inicio del pase, que cerraba tratando de desequilibrarlo para, finalmente, rematarlo. Sin embargo, la música aún no se había detenido, y mientras la tormenta se volvía más violenta intentando encerrar al pirata en una tumba helada, si conseguía penetrar su cuerpo, el arma liberaría al Estío Gulón.
-Motivo y Gancho: Reexpresión- dijo, finalmente, repitiendo el mismo ataque de nuevo.
Todas las púas volvieron al suelo y salieron de nuevo, mientras nuevos brazos se sumaban al combate tratando de agarrarlo, y otra vez el Cascanueces se lanzaba en una carga tratando de cortarlo y quemarlo, buscando el choque térmico que tanto necesitaba en ese momento. Sin espacio de maniobra, sin capacidad para esquivar, atacado de una profunda hipotermia. El tempo del combate ahora era suyo, y la vida del pirata debía irse en ese mismo instante.
- Cosas usadas:
- Primer ataque: Ataque de músico.
Segundo ataque: Manual Prisa.
Tercer ataque: Ataque ordinario.
Habilidades usadas: El Cascanueces, De la cuerda al escenario, Afinidad con el hielo, La carga de las valkirias, Presta Primavera,
Estío Gulón, Sombra Helada, Brazo Helado, Cuerpo de Sombras, Haki de Armadura, Crescendo de verano.
Legim
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Con una pequeña sonrisa observé el inicio del movimiento de mi oponente. A escasos segundos de que lanzase mi ataque ya estaba en movimiento, un error por mi parte haber dado por finalizado este combate ya.
La temperatura había descendido aún más, y en un mar de confusión todo lo que me quedaba por hacer era una cosa, luchar. En ese momento comencé a ver todo a cámara lenta, era necesario para sobrevivir a este duelo, y pude contemplar como Al se giraba cogiendo su violín. En ese mismo instante dejé caer mi cuerpo extendiendo los brazos hasta alcanzar mis katanas y rodé hacia su posición para atacarlo cargando desde arriba cargando el ataque con Haki. Sin embargo llegué tarde para cortar sus manos pues un agudo sonido entró en mi cabeza producto de su música. No obstante el haberme dirigido con tanta intensidad hacia él había provocado dos ondas cortantes dirigidas a sus manos desde la distancia tan pequeña que nos separaba en ese momento. ¿El resultado? No pude descubrirlo a causa de tan molesto sonido, pero cuando levanté la mirada pude observar que todo el escenario giraba, la cúpula ahora era una especie de serpiente que giraba sobre sí. Me había vuelto un pequeño ratón.
- Cuando te vi con el violín supuse que tocabas bien chico, pero es horrorosa tu pieza. – Dije divertido entre pequeñas risas.
Me desplacé medio paso hacia atrás para impulsarme hacia el enorme ser que se alzaba hacia mí, y contemplé que empuñaba una espada del marine. Me dispuse a atacar cuando de la gran serpiente comenzaron a salir figuras humanoides de hielo y el ser helado comenzaba a dar auténtico miedo.
- Madre mía la que se ha montado en un segundo ¿Falta algo más?- Pensé agradecido de tener tanta actividad para no detenerme ni un solo segundo.
Si antes lo pensé, antes surgieron cosas nuevas. De la serpiente comenzaron a salir brazos helados y de todos los ángulos posibles aparecían puas heladas hacia mí. ¿Qué clase de locura era esta? Porque si parecía poco se abalanzaba hacia mí el ser helado terrorífico.
- Se acabó. – Pensé apretando fuerte las empuñaduras de las katanas. - ¡¡¡SE ACABÓ!!! – Grité en esta ocasión activando mi gran baza ofensiva.
Las púas chocaban contra mí separando parte de mi piel en algunas zonas dejando a relucir bajo esta una capa metálica y mi mirada se tornaba peligrosa. Había dejado que los espíritus de las katanas Ökami y Shinseina se apoderasen de mi ser.
Sin dejar una sola milésima de segundo más comencé a moverme dentro de la cúpula cada vez a mayor velocidad chocando las katanas contra las figuras humanoides para dejarlas caer. En este mismo tiempo mi pelo comenzó a crecer tornando oscuras algunas de las puntas. Mi mirada se volvía amarilla y mis dientes comenzaron a parecer colmillos. La fuerza era cada vez mayor y con cada impacto que realizaba soltaba un rugido aterrador, para finalmente detenerme en un lateral opuesto al marine, con el muñeco en frente. Lugar en donde comencé a girar sobre mi mismo desplegando ondas cortantes en todas las direcciones cargadas con todas mis fuerzas y el haki de armadura más fuerte que podía conceder. Estaba cediendo todas mis energías en salir de esa trampa mortal intentando despedazar al muñeco a base de fuerza bruta producto de este estado salvaje.
Y finalmente el hielo de la cúpula acabó roto conmigo saliendo de esta. Mi imagen estaba llena de sudor, piel cortada en varias zonas, y mi aspecto era más de un sádico alocado que del propio Capitán Legim. Sin embargo cerré los ojos guardando las espadas en las empuñaduras con dificultad cayendo de rodillas frente a lo que restaba de cúpula.
- Ser una leyenda como Gol.D.Roger no es algo que tu puedas dejarme o no ser, pero ¿Quién te ha dicho que quiera ser como él? Quiero ser el rey de los piratas, no ser Gol.D.Roger o Monkey.D.Luffy. ¡¡YO SOY EL CAPITÁN LEGAN LEGIM, EL PRÓXIMO REY DE LOS PIRATAS!!– Dije con una voz gutural dejando escapar algo de sangre por la comisura de mis labios. Limpié esta y recuperando poco a poco mi forma habitual sentí el peso de todo el cansancio y el frío de golpe. – Saca las esposas vaquero, has ganado. Sin embargo no toques a mis camaradas o juro que en esta u otra vida te sacaré el alma a mordiscos… y por favor, deja que vaya a darme un baño caliente o no habrá juicio justo para un cadáver helado. Prometo ir contigo esposado tras esto… y si insistes nos damos el baño juntos, marinero de agua dulce. – Respondí risueño con los ojos algo caídos.
La temperatura había descendido aún más, y en un mar de confusión todo lo que me quedaba por hacer era una cosa, luchar. En ese momento comencé a ver todo a cámara lenta, era necesario para sobrevivir a este duelo, y pude contemplar como Al se giraba cogiendo su violín. En ese mismo instante dejé caer mi cuerpo extendiendo los brazos hasta alcanzar mis katanas y rodé hacia su posición para atacarlo cargando desde arriba cargando el ataque con Haki. Sin embargo llegué tarde para cortar sus manos pues un agudo sonido entró en mi cabeza producto de su música. No obstante el haberme dirigido con tanta intensidad hacia él había provocado dos ondas cortantes dirigidas a sus manos desde la distancia tan pequeña que nos separaba en ese momento. ¿El resultado? No pude descubrirlo a causa de tan molesto sonido, pero cuando levanté la mirada pude observar que todo el escenario giraba, la cúpula ahora era una especie de serpiente que giraba sobre sí. Me había vuelto un pequeño ratón.
- Cuando te vi con el violín supuse que tocabas bien chico, pero es horrorosa tu pieza. – Dije divertido entre pequeñas risas.
Me desplacé medio paso hacia atrás para impulsarme hacia el enorme ser que se alzaba hacia mí, y contemplé que empuñaba una espada del marine. Me dispuse a atacar cuando de la gran serpiente comenzaron a salir figuras humanoides de hielo y el ser helado comenzaba a dar auténtico miedo.
- Madre mía la que se ha montado en un segundo ¿Falta algo más?- Pensé agradecido de tener tanta actividad para no detenerme ni un solo segundo.
Si antes lo pensé, antes surgieron cosas nuevas. De la serpiente comenzaron a salir brazos helados y de todos los ángulos posibles aparecían puas heladas hacia mí. ¿Qué clase de locura era esta? Porque si parecía poco se abalanzaba hacia mí el ser helado terrorífico.
- Se acabó. – Pensé apretando fuerte las empuñaduras de las katanas. - ¡¡¡SE ACABÓ!!! – Grité en esta ocasión activando mi gran baza ofensiva.
Las púas chocaban contra mí separando parte de mi piel en algunas zonas dejando a relucir bajo esta una capa metálica y mi mirada se tornaba peligrosa. Había dejado que los espíritus de las katanas Ökami y Shinseina se apoderasen de mi ser.
Sin dejar una sola milésima de segundo más comencé a moverme dentro de la cúpula cada vez a mayor velocidad chocando las katanas contra las figuras humanoides para dejarlas caer. En este mismo tiempo mi pelo comenzó a crecer tornando oscuras algunas de las puntas. Mi mirada se volvía amarilla y mis dientes comenzaron a parecer colmillos. La fuerza era cada vez mayor y con cada impacto que realizaba soltaba un rugido aterrador, para finalmente detenerme en un lateral opuesto al marine, con el muñeco en frente. Lugar en donde comencé a girar sobre mi mismo desplegando ondas cortantes en todas las direcciones cargadas con todas mis fuerzas y el haki de armadura más fuerte que podía conceder. Estaba cediendo todas mis energías en salir de esa trampa mortal intentando despedazar al muñeco a base de fuerza bruta producto de este estado salvaje.
Y finalmente el hielo de la cúpula acabó roto conmigo saliendo de esta. Mi imagen estaba llena de sudor, piel cortada en varias zonas, y mi aspecto era más de un sádico alocado que del propio Capitán Legim. Sin embargo cerré los ojos guardando las espadas en las empuñaduras con dificultad cayendo de rodillas frente a lo que restaba de cúpula.
- Ser una leyenda como Gol.D.Roger no es algo que tu puedas dejarme o no ser, pero ¿Quién te ha dicho que quiera ser como él? Quiero ser el rey de los piratas, no ser Gol.D.Roger o Monkey.D.Luffy. ¡¡YO SOY EL CAPITÁN LEGAN LEGIM, EL PRÓXIMO REY DE LOS PIRATAS!!– Dije con una voz gutural dejando escapar algo de sangre por la comisura de mis labios. Limpié esta y recuperando poco a poco mi forma habitual sentí el peso de todo el cansancio y el frío de golpe. – Saca las esposas vaquero, has ganado. Sin embargo no toques a mis camaradas o juro que en esta u otra vida te sacaré el alma a mordiscos… y por favor, deja que vaya a darme un baño caliente o no habrá juicio justo para un cadáver helado. Prometo ir contigo esposado tras esto… y si insistes nos damos el baño juntos, marinero de agua dulce. – Respondí risueño con los ojos algo caídos.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Página 1 de 2. • 1, 2
- Mujerzuelas, alcohol, juegos de azar, marines y un pervertido. ¿Qué podría salir mal? [Moderado nivel 5][Zane]
- ¡Alcohol, alcohol, alcohol y mas alcohol! [LIBRE-PASADO]
- (Rol Moderado) (Barbazul) Ohara en la locura
- [Moderado Al Naion & Galhard] Una isla con un extraño secreto.
- [Rol Moderado - Nivel 5] Extraña criatura en el pantano [Moderado para Alex]
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.