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Algo le golpeó la mano, y por un momento dejó de tocar. El plan seguía su curso, pero había dado a Legim el tiempo suficiente para zafarse de la prisión, que se rompió junto con lo menos siete valkirias. Los carámbanos helados que se abalanzaban sobre él apenas podían atravesar su piel, y las manos no fueron capaces de alcanzar el cuerpo del pirata. La escena era completamente dantesca, con Legim evitando a duras penas una muerte segura y, finalmente, llegando a reventar la cúpula, algo más vulnerable ahora que, convertida en serpiente, se iba moviendo para encerrarlos a ambos.
-¡Mierda!- gritó, alzando la voz tanto que su violín enmudeció bajo su timbre, y un segundo después comenzó a caminar tras el pirata. Como tuviese que perseguirlo iba a asegurarse de que no huyera nunca más.
Paso tras paso iba esquivando a la caballería mutilada, los pinchos reventados por el violento embate y las manos rotas, todas quietas en una macabra armonía silenciosa, helada, letal. El cascanueces tardó unos cuantos segundos en detenerse, cada vez más despacio, movido por la reverberación de la cúpula, hasta que finalmente murió como todos sus hermanos y las alas se desvanecieron en una nube de humo negro. Al arrancó la espada de sus manos mientras guardaba el violín con no tanta habilidad como muchos esperarían, pero al fin y al cabo, su brazo derecho estaba malherido y si no se desangraba era por la enorme venosidad de hielo que recorría desde hombro a codo la extremidad. Sin embargo musitó la palabra "micaiah", y aunque sabía que sus heridas no iban a sanar totalmente de forma mágica, sí que sintió un gran alivio por todo el cuerpo mientras sus tejidos cerraban debidamente. Sometido a presiones tal vez se abrieran de nuevo, pero tenía la esperanza de sobrellevarlo durante al menos un rato.
Cuando salió tocó el vano del arco que Legim había hecho, y toda la cúpula se deshizo en chirivitas que comenzaron a revolotear sobre su cabeza, de nuevo en un remolino, a unos tres metros de altura. No podía perder su mayor ventaja ante el otro espadachín, aunque lo que vio a continuación lo sorprendió. Ante él, arrodillado y con las armas envainadas, el Demonio Blanco Legan Legim se estaba entregando. Sin duda, tras toda la batalla que había presentado, aquello era parte de un extraño plan en el que el marine iba a ser, de alguna forma, purgado.
Se puso en guardia, con el arma por delante apuntando a su corazón y el hielo volviendo a conformarse en una cúpula que los encerrase, pero el shirokami se mantenía estoico, impasible. No podía hacerlo, él no era un verdugo y daba igual cuánto intentase joderlo, no iba a convertirse en lo que iba a destruir.
-Muy bien, tipo duro- dijo, sacando las esposas. No bajó la guardia en ningún momento, pero tampoco hizo falta. El capitán se mantuvo completamente quieto mientras lo esposaba, para sorpresa de Al, que miraba sin comprender una escena en la que, de algún modo, era un mero espectador-. Pero no me puedo fiar de ti tan fácilmente, y el Kairoseki que tengo viene en barra.
Los ojos de Legim contemplaron el filo a medio sacar de Nube, y tal vez reconoció el material del que estaba hecho: Kairoseki, con lo que se construyen los sueños. Al menos sueños perversos de gente obsesionada con el BDSM, o los de Xemnas. El puto abrazos de kairoseki era un peligro andante.
-Así que lo de cazarme era sólo una excusa- dijo él-. Tú lo que querías era jugar a los médicos... Pues lamento desilusionarte, no soy de esa clase.
-Si de verdad te estás entregando, atravesaré tu hombro, evitando la cabeza del pectoral y pasando limpiamente por tu clavícula, sin seccionar ningún músculo ni tendón- respondió, tratando de ignorar al imbécil ese, aunque se notó bastante ofendido al hablar-. Así cuando lleguemos a la central podrán simplemente cerrarte la herida y colocarte unos grilletes decentes.
-Siendo así- cerró los ojos, como hastiado. ¿Eso que notaba en sus ojos era desilusión?-. Dale fuerte o no atravesarás la piel.
-Aysh... ¿Alguna petición más?
-Por supuesto. Sólo la puntita, que es mi primera vez.
Casi se golpeó la frente con la mano. De hecho, estuvo a punto de hacerlo. Incluso mostró intención, pero recordó que Fuego Helado estaba en ella. Guardó el arma y sacó a Nube completamente, listo para perforar el cuerpo del pirata hasta que estuvo seguro de poder entrar en su cuerpo, atravesando su piel con cierta dificultad. Cómo no, Legim guardaba secretos hasta en su propio cuerpo, y esa dureza inhumana era claramente uno de ellos. Sin duda resultaría un rival formidable de no haberlo sometido a la prueba del frío.
Tardó poco en caer casi inconsciente por el peso del mar sobre sus hombros, y se quitó el chaquetón para darle algo de calor mientras sacaba el den den mushi, marcando de nuevo el número de Xemnas. De contestarle, lo primero que haría sería, sin saludarlo siquiera, preguntarle una serie de cosas importantes. Quería saber por qué Legim había reforzado la seguridad en la costa, aunque cabía la posibilidad de que fuese casual.
-Xemnas, dime por favor que no estás viniendo hacia aquí. Y dime que no has traído a Arthur, por favor.
-¡Mierda!- gritó, alzando la voz tanto que su violín enmudeció bajo su timbre, y un segundo después comenzó a caminar tras el pirata. Como tuviese que perseguirlo iba a asegurarse de que no huyera nunca más.
Paso tras paso iba esquivando a la caballería mutilada, los pinchos reventados por el violento embate y las manos rotas, todas quietas en una macabra armonía silenciosa, helada, letal. El cascanueces tardó unos cuantos segundos en detenerse, cada vez más despacio, movido por la reverberación de la cúpula, hasta que finalmente murió como todos sus hermanos y las alas se desvanecieron en una nube de humo negro. Al arrancó la espada de sus manos mientras guardaba el violín con no tanta habilidad como muchos esperarían, pero al fin y al cabo, su brazo derecho estaba malherido y si no se desangraba era por la enorme venosidad de hielo que recorría desde hombro a codo la extremidad. Sin embargo musitó la palabra "micaiah", y aunque sabía que sus heridas no iban a sanar totalmente de forma mágica, sí que sintió un gran alivio por todo el cuerpo mientras sus tejidos cerraban debidamente. Sometido a presiones tal vez se abrieran de nuevo, pero tenía la esperanza de sobrellevarlo durante al menos un rato.
Cuando salió tocó el vano del arco que Legim había hecho, y toda la cúpula se deshizo en chirivitas que comenzaron a revolotear sobre su cabeza, de nuevo en un remolino, a unos tres metros de altura. No podía perder su mayor ventaja ante el otro espadachín, aunque lo que vio a continuación lo sorprendió. Ante él, arrodillado y con las armas envainadas, el Demonio Blanco Legan Legim se estaba entregando. Sin duda, tras toda la batalla que había presentado, aquello era parte de un extraño plan en el que el marine iba a ser, de alguna forma, purgado.
Se puso en guardia, con el arma por delante apuntando a su corazón y el hielo volviendo a conformarse en una cúpula que los encerrase, pero el shirokami se mantenía estoico, impasible. No podía hacerlo, él no era un verdugo y daba igual cuánto intentase joderlo, no iba a convertirse en lo que iba a destruir.
-Muy bien, tipo duro- dijo, sacando las esposas. No bajó la guardia en ningún momento, pero tampoco hizo falta. El capitán se mantuvo completamente quieto mientras lo esposaba, para sorpresa de Al, que miraba sin comprender una escena en la que, de algún modo, era un mero espectador-. Pero no me puedo fiar de ti tan fácilmente, y el Kairoseki que tengo viene en barra.
Los ojos de Legim contemplaron el filo a medio sacar de Nube, y tal vez reconoció el material del que estaba hecho: Kairoseki, con lo que se construyen los sueños. Al menos sueños perversos de gente obsesionada con el BDSM, o los de Xemnas. El puto abrazos de kairoseki era un peligro andante.
-Así que lo de cazarme era sólo una excusa- dijo él-. Tú lo que querías era jugar a los médicos... Pues lamento desilusionarte, no soy de esa clase.
-Si de verdad te estás entregando, atravesaré tu hombro, evitando la cabeza del pectoral y pasando limpiamente por tu clavícula, sin seccionar ningún músculo ni tendón- respondió, tratando de ignorar al imbécil ese, aunque se notó bastante ofendido al hablar-. Así cuando lleguemos a la central podrán simplemente cerrarte la herida y colocarte unos grilletes decentes.
-Siendo así- cerró los ojos, como hastiado. ¿Eso que notaba en sus ojos era desilusión?-. Dale fuerte o no atravesarás la piel.
-Aysh... ¿Alguna petición más?
-Por supuesto. Sólo la puntita, que es mi primera vez.
Casi se golpeó la frente con la mano. De hecho, estuvo a punto de hacerlo. Incluso mostró intención, pero recordó que Fuego Helado estaba en ella. Guardó el arma y sacó a Nube completamente, listo para perforar el cuerpo del pirata hasta que estuvo seguro de poder entrar en su cuerpo, atravesando su piel con cierta dificultad. Cómo no, Legim guardaba secretos hasta en su propio cuerpo, y esa dureza inhumana era claramente uno de ellos. Sin duda resultaría un rival formidable de no haberlo sometido a la prueba del frío.
Tardó poco en caer casi inconsciente por el peso del mar sobre sus hombros, y se quitó el chaquetón para darle algo de calor mientras sacaba el den den mushi, marcando de nuevo el número de Xemnas. De contestarle, lo primero que haría sería, sin saludarlo siquiera, preguntarle una serie de cosas importantes. Quería saber por qué Legim había reforzado la seguridad en la costa, aunque cabía la posibilidad de que fuese casual.
-Xemnas, dime por favor que no estás viniendo hacia aquí. Y dime que no has traído a Arthur, por favor.
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Parece que no tardan mucho en coger tu llamada y contestarte, Al.
- Que va, te juro por todo lo que más quiero que no he avisado a Arthur… Pero… Nos veremos en unas horas.
Tras eso cuelga. Oh Dios mío, que va para tu posición. Él estará lejos con huevos, pero te imaginas que el jaleo del puerto es cosa suya. Un Vice-almirante puede dar órdenes al fin y al cabo. Escuchas sonidos de cañonazos y disparos en el muelle, pero parece que no vas a poder ir hacia allí. Notas la terrible presencia del ser de antes muy cerca ¿Bajo tierra? El suelo revienta a tres metros frente a tus ojos y lo único que alcanzas a ver es una enorme capa roja ¿No tiene dueño? Otro agujero entonces se forma a cuatro metros a tu espalda. Era una distracción y parece bien ejecutada, aunque tu haki ha debido indicarte todo el tiempo su posición.
Belial surge del suelo vestido con una camisa negra y unos pantalones similares en color. Te apunta con sus dos armas y tras imbuirse en haki dispara un cartucho de escopeta con cada una hacia ti. El retroceso le hace saltar hacia atrás y aterriza clavando una rodilla en el suelo. El enorme moreno muestra una sonrisa enfermiza y acto seguido empieza a reírse de forma enfermiza. Su aura es temible y una especie aura de oscuridad se forma a su alrededor. Lo que parecen dos lanzas hechas de pura negrura surgen de su alrededor y se alzan al lado de su dueño, apuntando hacia ti claramente. El pirata continúa apuntándote con sus pistolas.
- Lo siento, pequeño roedor. Me temo que Legim se queda en casa y tú vas a ir directo al infierno… ¡O más bien tu cuerpo vacío de sangre, insecto!
Grita mirándote de forma siniestra y formando dos lanzas más de alguna especie de oscuridad, queda con cuatro a su alrededor, las cuales te apuntan de forma amenazante.
Puedes ver en ese momento a una persona salir del castillo de Legim, es la prostituta que te metió el dedo en la boca, os mira durante unos segundos y después trata de huir. Belial la mirá un momento y después te mira a ti. Te sonríe de forma malévola y después la apunta con su pistola.
- ¿Crees que me vendrá bien practicar puntería?
Lo sabía, Xemnas la había liado. Legim poco a poco iba recuperando calor y la calma había vuelto al lugar. Había alejado ligeramente el hielo de su cuerpo, dejándolo a unos metros para asegurarse de que éste no refrescara demasiado el ambiente. El espectáculo estaba resultando dantesco con un Emperador inconsciente a su lado mientras él lo cuidaba escuchando cómo poco a poco el caos se apoderaba de la isla, y aunque tuvo por un momento intención de unirse a la batalla, algo lo detuvo.
Una presencia bajo él, y a unos metros surgió la capa roja de Belial violentamente. Desenvainó a Fuego Helado tan rápido como pudo y se preparó para la ofensiva, pero la amenaza no estaba ante él. Su oído detectó un leve ruido que precedió a la explosión del suelo y la aparición del pirata, que instantáneamente disparó contra él. De no haber interpuesto la espada imbuida en Haki con un movimiento velo probablemente lo habría atravesado, pero consiguió que una de ellas se desviara por completo. La otra por desgracia le rozó el brazo. Nada con lo que no pudiera lidiar, pero el escozor de una bala reciente siempre era desagradable, y cuando Legim hacía una petición que iba a intentar cumplir, que ese armario apareciese estropeaba todo el plan.
-¿Esto qué es, el día del espontáneo?- necesitó decir, riendo. Ya había hecho la parte más difícil, y casi era de lógica que si pudo con el Capitán iba a poder con el segundo al mando, aunque el Yonkou se había rendido con pocas heridas. Eso tal vez diera una idea algo equivocada a Belial sobre las posibilidades que tenía de ser derrotado, aunque Al tenía en mente una idea bastante mala. Para él, claro.
Su hoja se inclinó hacia abajo y pisó el pecho de un desmayado Legim con toda la parsimonia del mundo, muy atento a cualquier movimiento. Pudo ver, mientras tanto, cómo la prostituta huía del castillo. ¿Habría picado el hielo? Se le hacía extraño que se derritiese tan deprisa, aunque de todos modos Dresrossa era un lugar caluroso y seguro que esa mujer sabía cómo hacer que las temperaturas subiesen.
Clavó su mirada en el pistolero, y su sonrisa desapareció. Fuego Helado se volvió negro en una humareda, y sus brazos se envolvieron en un fuego oscuro como la noche, culminando sus hombros en portentosas alas. Sus ojos se volvieron anaranjados y sus pupilas se dilataron como sus iris, que estaban fijos en su objetivo. La polvareda helada empezó a envolverlos rápidamente, a velocidades superiores a los doscientos kilómetros por hora, y fue entonces, en ese momento, cuando Al habló:
-Has cometido el último error de tu vida- dijo. La sed de sangre iba empezando a apoderarse de él, pero la controlaba por el momento. No iba a permitir que nadie recibiese daño aquel día, y menos una mujer-. Entrégate o mato a tu capitán- se relamió los labios por un momento-. Muévete y lo mato. Apunta a algo y lo mato. Tarda más de tres segundos en tirar las armas y te juro que os mato a ambos.
Casi al instante una frágil cúpula se formó entre ellos, de apenas cuatro metros, que empezó a reforzarse mientras en el interior la tormenta era cada vez más violenta. Tres, dos...
-Uno.
Una presencia bajo él, y a unos metros surgió la capa roja de Belial violentamente. Desenvainó a Fuego Helado tan rápido como pudo y se preparó para la ofensiva, pero la amenaza no estaba ante él. Su oído detectó un leve ruido que precedió a la explosión del suelo y la aparición del pirata, que instantáneamente disparó contra él. De no haber interpuesto la espada imbuida en Haki con un movimiento velo probablemente lo habría atravesado, pero consiguió que una de ellas se desviara por completo. La otra por desgracia le rozó el brazo. Nada con lo que no pudiera lidiar, pero el escozor de una bala reciente siempre era desagradable, y cuando Legim hacía una petición que iba a intentar cumplir, que ese armario apareciese estropeaba todo el plan.
-¿Esto qué es, el día del espontáneo?- necesitó decir, riendo. Ya había hecho la parte más difícil, y casi era de lógica que si pudo con el Capitán iba a poder con el segundo al mando, aunque el Yonkou se había rendido con pocas heridas. Eso tal vez diera una idea algo equivocada a Belial sobre las posibilidades que tenía de ser derrotado, aunque Al tenía en mente una idea bastante mala. Para él, claro.
Su hoja se inclinó hacia abajo y pisó el pecho de un desmayado Legim con toda la parsimonia del mundo, muy atento a cualquier movimiento. Pudo ver, mientras tanto, cómo la prostituta huía del castillo. ¿Habría picado el hielo? Se le hacía extraño que se derritiese tan deprisa, aunque de todos modos Dresrossa era un lugar caluroso y seguro que esa mujer sabía cómo hacer que las temperaturas subiesen.
Clavó su mirada en el pistolero, y su sonrisa desapareció. Fuego Helado se volvió negro en una humareda, y sus brazos se envolvieron en un fuego oscuro como la noche, culminando sus hombros en portentosas alas. Sus ojos se volvieron anaranjados y sus pupilas se dilataron como sus iris, que estaban fijos en su objetivo. La polvareda helada empezó a envolverlos rápidamente, a velocidades superiores a los doscientos kilómetros por hora, y fue entonces, en ese momento, cuando Al habló:
-Has cometido el último error de tu vida- dijo. La sed de sangre iba empezando a apoderarse de él, pero la controlaba por el momento. No iba a permitir que nadie recibiese daño aquel día, y menos una mujer-. Entrégate o mato a tu capitán- se relamió los labios por un momento-. Muévete y lo mato. Apunta a algo y lo mato. Tarda más de tres segundos en tirar las armas y te juro que os mato a ambos.
Casi al instante una frágil cúpula se formó entre ellos, de apenas cuatro metros, que empezó a reforzarse mientras en el interior la tormenta era cada vez más violenta. Tres, dos...
-Uno.
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Belial no tarda mucho en fruncir el ceño al escuchar tus palabras. Rápidamente te apunta a ti de nuevo con ellas y arruga el ceño. Cuando ve formarse la polvareda a su alrededor las lanzas se alzan y se dirigen hacia ti, pero a mitad de camino se frenan. No para de apuntarte y parece muy cabreado. Cuando llega tu cuenta atrás no tira las armas, dispara, pero no a ti. Lo hace a tus pies como queriendo darte una advertencia. Ese hombre no parece fácil de chantajear y sus dientes apretados te indican que está muy cabreado. Desea arrancarte la cabeza de cuajo, quiere desangrarte y hacer que parezcas un mísero esqueleto. Entonces te mira con rabia y te habla con un tono que indica el mosqueo que tiene.
- No pienso tirar una mierda. Un marine que toma un rehén y trata de negociar mientras lanza un ataque de frío, esa táctica no funcionará conmigo. Nadie me dice que no vayas a matarnos a los dos en cuanto me entregue. Te lo voy a decir de la siguiente forma ¡Anula tus putos poderes o no hay trato! Si cancelas esto tiraré las armas. De lo contrario mataré a toda la gente de esta isla.
No parece estar mintiendo. Tampoco parece que vaya a querer dejarse quedar inconsciente como Legim. Este tío parece más listo de lo que aparenta. Te mira a los ojos notando el frío en su cuerpo. Puedes ver a la prostituta entonces miraros desde lejos, pero entonces desaparece en una nube de humo ¿Qué cojones? Bueno, tal vez tenga habilidades especiales después de todo. Según tu haki, su presencia continua en la sala anterior junto a las otras, tal vez posea alguna akuma. Quitando eso de lado, Belial te mira esperando que canceles el frío de una vez. Si no lo haces empezará a disparar contra ti.
- Acepta mi trato e iré contigo marine, pero yo no aceptaré un arma en mi cuerpo. Con las esposas bastará. Cancela esta mierda y deja a mi capitán en paz. Me toca muchos los cojones que amenaces a mi amigo. – Dice entonces mientras continúa apuntándote a la cabeza.
- No pienso tirar una mierda. Un marine que toma un rehén y trata de negociar mientras lanza un ataque de frío, esa táctica no funcionará conmigo. Nadie me dice que no vayas a matarnos a los dos en cuanto me entregue. Te lo voy a decir de la siguiente forma ¡Anula tus putos poderes o no hay trato! Si cancelas esto tiraré las armas. De lo contrario mataré a toda la gente de esta isla.
No parece estar mintiendo. Tampoco parece que vaya a querer dejarse quedar inconsciente como Legim. Este tío parece más listo de lo que aparenta. Te mira a los ojos notando el frío en su cuerpo. Puedes ver a la prostituta entonces miraros desde lejos, pero entonces desaparece en una nube de humo ¿Qué cojones? Bueno, tal vez tenga habilidades especiales después de todo. Según tu haki, su presencia continua en la sala anterior junto a las otras, tal vez posea alguna akuma. Quitando eso de lado, Belial te mira esperando que canceles el frío de una vez. Si no lo haces empezará a disparar contra ti.
- Acepta mi trato e iré contigo marine, pero yo no aceptaré un arma en mi cuerpo. Con las esposas bastará. Cancela esta mierda y deja a mi capitán en paz. Me toca muchos los cojones que amenaces a mi amigo. – Dice entonces mientras continúa apuntándote a la cabeza.
Examinó la situación. Las armas del segundo al mando de Legan Legim lo apuntaban, y pese a su aparente rendición si apartaba la hoja de su capitán era probable que el siguiente movimiento fuese un intento de terminar con su vida. Eso no iba a suceder, y en cualquier caso ese pirata se había topado con quien no debía. Él era Al Naion, un ejército de un solo hombre, el Marine que rendiría Dresrossa y, algún día, el hombre que encontraría el One Piece. Nadie se iba a entrometer en su camino, y menos una panda de criminales.
-Respuesta equivocada- fue lo único que dijo. Imbuyó completamente su cuerpo en Haki al tiempo que el cuerpo de sombras iba tomando el control sobre él. Era lógico que no iba a matar a un rival rendido, pero tampoco iba a negociar con una persona que amenazaba con disparar a inocentes. Tardaría menos de un minuto en congelarse, pero no podía dejar a Legim tanto tiempo ahí o moriría-. Gulo negro.
Un enorme animal de fuego negro como la noche golpeó la cúpula a su espalda, y con un movimiento de brazo el hielo en el suelo movió al pirata cara fuera aparentando sumergirlo en una tumba helada, cerrando de nuevo la mortal trampa tras él, y Al comenzó a moverse. Primero un paso, y la tormenta empezó a concentrarse alrededor de Belial, tratando de crear una zona de frío que lo afectase aún más. Con el segundo empezó a deshacerse en una nube de hielo, y con el tercero se movía tan veloz como la tormenta tratando de introducir la escarcha por todas partes en el cuerpo del pirata. Las orejas, la nariz, los cañones de sus pistolas y por cada recoveco de su ropa. Quería que sintiera el frío, que todo él se congelara mientras la marea lo consumía.
Tras unos segundos se separó de nuevo de la tormenta, y observó cómo el espacio se iba haciendo cada vez más pequeño, al punto de que casi parecía que Belial iba a chocar contra el techo de la cúpula. Sin embargo, esperaba que eso no importase. ¿Dónde estaba la puta? No importaba demasiado, debía estar bien mientras el hombre de negro no se acercase a nadie, pero para estar seguro de que no se acercaba a nadie primero debía saber hasta qué punto se iba consumiendo.
Volvió a su forma humana y contempló en guardia cómo la tormenta no dejaba de rugir. Su espada por delante mientras las alas de la noche formaban un escudo a los lados de su cuerpo, esperando una reacción que no iba a tardar mucho.
-No negocio con criminales. Nunca lo haré- esperaba que Belial creyese muerto a Legim. Si se enfadaba o se deprimía cometería un error, y además estaba preparado por si acaso.
-Respuesta equivocada- fue lo único que dijo. Imbuyó completamente su cuerpo en Haki al tiempo que el cuerpo de sombras iba tomando el control sobre él. Era lógico que no iba a matar a un rival rendido, pero tampoco iba a negociar con una persona que amenazaba con disparar a inocentes. Tardaría menos de un minuto en congelarse, pero no podía dejar a Legim tanto tiempo ahí o moriría-. Gulo negro.
Un enorme animal de fuego negro como la noche golpeó la cúpula a su espalda, y con un movimiento de brazo el hielo en el suelo movió al pirata cara fuera aparentando sumergirlo en una tumba helada, cerrando de nuevo la mortal trampa tras él, y Al comenzó a moverse. Primero un paso, y la tormenta empezó a concentrarse alrededor de Belial, tratando de crear una zona de frío que lo afectase aún más. Con el segundo empezó a deshacerse en una nube de hielo, y con el tercero se movía tan veloz como la tormenta tratando de introducir la escarcha por todas partes en el cuerpo del pirata. Las orejas, la nariz, los cañones de sus pistolas y por cada recoveco de su ropa. Quería que sintiera el frío, que todo él se congelara mientras la marea lo consumía.
Tras unos segundos se separó de nuevo de la tormenta, y observó cómo el espacio se iba haciendo cada vez más pequeño, al punto de que casi parecía que Belial iba a chocar contra el techo de la cúpula. Sin embargo, esperaba que eso no importase. ¿Dónde estaba la puta? No importaba demasiado, debía estar bien mientras el hombre de negro no se acercase a nadie, pero para estar seguro de que no se acercaba a nadie primero debía saber hasta qué punto se iba consumiendo.
Volvió a su forma humana y contempló en guardia cómo la tormenta no dejaba de rugir. Su espada por delante mientras las alas de la noche formaban un escudo a los lados de su cuerpo, esperando una reacción que no iba a tardar mucho.
-No negocio con criminales. Nunca lo haré- esperaba que Belial creyese muerto a Legim. Si se enfadaba o se deprimía cometería un error, y además estaba preparado por si acaso.
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Al ver que el plan no ha salido como él esperaba, el moreno frunce el ceño y empieza a gruñir. Con su haki de observación predice lo que planeas y empieza a moverse a toda velocidad dentro del lugar donde os encontráis. De repente el tirador sonríe de forma macabra y todo queda sumido en la oscuridad, al menos diez metros a la redonda. Si no tienes visión térmica o nocturna te va a ser difícil verle. El frío continúa como es normal y el enemigo empieza a sentirse peor, su pulso se está ralentizando y él mismo lo sabe. Su furia no es normal y no tarda en descontrolarse mientras todo su cuerpo queda imbuido en haki armadura. Te fija con el haki de observación y entonces se desplaza hacia uno de tus lados a gran velocidad. Entonces trata de colocarse a tu espalda y dispararte con las pistolas, tres tiros por arma. Tres van a tu espalda y otros tres a tu cabeza.
Por si no fuera poco, las cuatro lanzas que le rodean se lanzan a por ti haciéndose sólidas y potenciadas con el haki. La primera trata de atravesar tu pierna derecha por la zona de la rótula. La segunda intenta cortar tu cuello directamente. La tercera va directa a tu cráneo y la cuarta trata de travesar tu entrepierna con más potencia que las otras tres. Puedes escuchar su risa enfermiza detrás de ti. Se nota que el frío le está haciendo perder la cabeza y ya casi no siente nada. Te de o no, se mueve rápidamente al otro extremo de la cúpula y clava una rodilla en suelo mientras tiembla un poco. Sus ojos se están entrecerrando y está nada de perder el conocimiento. Sin embargo, se relame despacio y escupe al suelo. Todo continúa sumido en la oscuridad a diez metros a la redonda y él solo se ha valido de su haki. Se nota que es un experto en sus técnicas.
- ¡Lo siento, pero tú no vas a matarme! – Dice muy seguro de sí mismo mientras se abraza con fuerza y continúa con su haki centrado en ti.
Por si no fuera poco, las cuatro lanzas que le rodean se lanzan a por ti haciéndose sólidas y potenciadas con el haki. La primera trata de atravesar tu pierna derecha por la zona de la rótula. La segunda intenta cortar tu cuello directamente. La tercera va directa a tu cráneo y la cuarta trata de travesar tu entrepierna con más potencia que las otras tres. Puedes escuchar su risa enfermiza detrás de ti. Se nota que el frío le está haciendo perder la cabeza y ya casi no siente nada. Te de o no, se mueve rápidamente al otro extremo de la cúpula y clava una rodilla en suelo mientras tiembla un poco. Sus ojos se están entrecerrando y está nada de perder el conocimiento. Sin embargo, se relame despacio y escupe al suelo. Todo continúa sumido en la oscuridad a diez metros a la redonda y él solo se ha valido de su haki. Se nota que es un experto en sus técnicas.
- ¡Lo siento, pero tú no vas a matarme! – Dice muy seguro de sí mismo mientras se abraza con fuerza y continúa con su haki centrado en ti.
El plan no había salido como esperaba. Belial seguía vivo, y debía reconocer que parecía bastante enfadado. Esa parte era la que estaba bien, lo que patinaba era el resultado. Habría esperado un comportamiento errático y sanguinario, pero sólo fue sanguinario, por lo que necesitaba un protocolo de actuación para ese caso. ¿Por qué no estaba Arthur con sus protocolos de actuación cuando hacía falta? Ah, claro. No había querido llevarse a ningún miembro de la Brigada para evitar ponerlos en peligro. ¡Y ahora en peligro estaba él!
Todo estaba oscuro, y aunque escuchaba la profunda voz del pirata no podía evitar sentirse ciego. Sólo podía hacer una cosa en esa situación: Moverse al ritmo de la música. Los veloces pasos de Belial eran la base rítmica, un prestissimo de tempo y muy intenso, que Al acompañó girando con él para evitar que el pirata quedase en algún momento cerca de sus partes más vulnerables. Extendió las alas en tiempo de corchea para ver si rasguñaba sus manos de tirador, aunque no confiaba en ello, y cuando todas las balas se dispararon las frenó con un esforzado movimiento de sus alas y la hoja, que resistía ya de puro milagro. La potencia de las balas era tal que rebotaron contra el techo de la cúpula, quebrándolo. Eso era. Sólo tenía que romper el hielo, y todo estaría terminado.
En una situación que le impedía ver, el silbido del aire por las lanzas era el ritmo bajo, una guía para los instrumentos más rápidos. Al sabía hacia dónde iban, pero poco podía hacer para frenarlas todas. Cojo, estéril o muerto eran las opciones, pero él no eligió ninguna. Situó de nuevo las alas y la espada, moviéndose rápidamente para esquivarlas, pero no fue tan rápido como ellas. En medio del salto la que debía romperle la rótula atravesó su gemelo. El dolor era terrible, pero sanaría. Su cuello fue levemente dañado y su sien sangró ligeramente por el roce de la más letal. No obstante, la que se dirigía a su pequeño Al se clavó en su glúteo, haciendo lo que muchos llamarían "abrirle un agujero nuevo".
Todo le dolía, y cayó al suelo sobre un charco de su propia sangre. No sentía el gemelo, y lo único que había evitado un cercenamiento era la congelación súbita de las fibras al paso de la lanza. Su nalga se resentía notablemente, pero por lo menos sólo era una pierna. Perder los brazos o la cabeza sería bastante más contraproducente, y Belial había firmado su sentencia de muerte.
-¡Claro que sí campeón!
Su grito hizo que la cúpula estallase en partículas de polvo, y a velocidades inhumanas se lanzaron todas a por él haciendo una estatua del pirata donde estaba su presencia. Al menos sería una estatua de haber logrado impactarle, pero en caso de que evitara el ataque toda la vorágine helada lo seguiría hasta que su tumba helada terminara formándose. Para rematar alargó su brazo mediante hielo para que, propulsada a toda velocidad, Fuego helado atravesara su corazón. Si lo había hecho bien, Belial estaba acabado.
Todo estaba oscuro, y aunque escuchaba la profunda voz del pirata no podía evitar sentirse ciego. Sólo podía hacer una cosa en esa situación: Moverse al ritmo de la música. Los veloces pasos de Belial eran la base rítmica, un prestissimo de tempo y muy intenso, que Al acompañó girando con él para evitar que el pirata quedase en algún momento cerca de sus partes más vulnerables. Extendió las alas en tiempo de corchea para ver si rasguñaba sus manos de tirador, aunque no confiaba en ello, y cuando todas las balas se dispararon las frenó con un esforzado movimiento de sus alas y la hoja, que resistía ya de puro milagro. La potencia de las balas era tal que rebotaron contra el techo de la cúpula, quebrándolo. Eso era. Sólo tenía que romper el hielo, y todo estaría terminado.
En una situación que le impedía ver, el silbido del aire por las lanzas era el ritmo bajo, una guía para los instrumentos más rápidos. Al sabía hacia dónde iban, pero poco podía hacer para frenarlas todas. Cojo, estéril o muerto eran las opciones, pero él no eligió ninguna. Situó de nuevo las alas y la espada, moviéndose rápidamente para esquivarlas, pero no fue tan rápido como ellas. En medio del salto la que debía romperle la rótula atravesó su gemelo. El dolor era terrible, pero sanaría. Su cuello fue levemente dañado y su sien sangró ligeramente por el roce de la más letal. No obstante, la que se dirigía a su pequeño Al se clavó en su glúteo, haciendo lo que muchos llamarían "abrirle un agujero nuevo".
Todo le dolía, y cayó al suelo sobre un charco de su propia sangre. No sentía el gemelo, y lo único que había evitado un cercenamiento era la congelación súbita de las fibras al paso de la lanza. Su nalga se resentía notablemente, pero por lo menos sólo era una pierna. Perder los brazos o la cabeza sería bastante más contraproducente, y Belial había firmado su sentencia de muerte.
-¡Claro que sí campeón!
Su grito hizo que la cúpula estallase en partículas de polvo, y a velocidades inhumanas se lanzaron todas a por él haciendo una estatua del pirata donde estaba su presencia. Al menos sería una estatua de haber logrado impactarle, pero en caso de que evitara el ataque toda la vorágine helada lo seguiría hasta que su tumba helada terminara formándose. Para rematar alargó su brazo mediante hielo para que, propulsada a toda velocidad, Fuego helado atravesara su corazón. Si lo había hecho bien, Belial estaba acabado.
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La oscuridad lentamente va desapareciendo dentro de la cúpula. El estalle de dicha, ha hecho que Belial gracias a su buen oído se mueva a toda velocidad usando su técnica parecida al kempo del soru y por ello evadiendo la mayoría de partículas. Tiene el brazo izquierdo congelado y ves parte de su torso también. Parece no poder moverse más y una de sus pistolas ha salido volando debido a tu primer movimiento. El moreno te mira a los ojos con una sonrisa enfermiza. Poco a poco empieza a ver borroso. Si te das cuenta, tu espada está atravesando su pecho, pero no por la zona del corazón, algo más al centro. De todas formas parece que no le queda mucho. El pirata entonces clava una rodilla en el suelo y finalmente cierra los ojos. Puedes notar con tu mantra que está vivo y entonces alza la cabeza.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahg!
Su grito parece más bien el de una bestia que el de una persona y entonces forma dos guadañas de oscuridad de tamaño considerable. A una velocidad aberrante, estas armas van a por ti girando y tratan de partirte en pedazos. Te dé o no, el moreno escupe algo de sangre por su boca y acto seguido te apunta con la pistola de kairouseki. Su mirada es fiera y entonces se quita las gafas de Sol. Sus ojos muestran una expresión salvaje, como si quiera hacerte pedazos. Entonces tu enemigo se coloca en pie despacio, cae de nuevo clavando una rodilla. El frío y tu arma lo han dejado demasiado mal.
- Es ahora cuando me doy cuenta de lo cruel que puede ser este mundo… Marine. De todas formas, esto no ha terminado para ti… ¡Algún día alguien te arrancará esa cabeza de chorlito! Te dije que tú no ibas a matarme… Y yo nunca miento…
Entonces el moreno trata de quitar tu espada de su pecho soltando un momento la pistola, la cual no llega a caer, pues una cadena de kairo la ata a su muñeca. Después de eso se apunta así mismo con su arma. Está a nada de perder la vida, unos segundos más y estará muerto. Entonces es cuando te apunta a ti y dispara a tu cabeza. El sonido del arma sin balas inunda la zona y hace que todo quede en silencio. Una sonrisa irónica se muestra en el rostro de Belial, el cual tira el arma en el suelo y queda sentado desangrándose lentamente.
- Adiós, marine. Noto la presencia viva de Legim… Espero que no permitas su muerte y lo encarcelen justamente. Sé que no tengo derecho a pedir nada, pero tómalo como algo personal… ¡Larga vida a la piratería!
Cinco lanzas se forman a su alrededor hechas totalmente de sombras. Dos de ellas le atraviesan el pecho, otra el cuello y las dos restantes se atraviesan en su torso. Una sonrisa se puede ver en su boca y entonces empieza a reír mientras gorgotea. Su risa sigue sonando enfermiza y finalmente cae al suelo bocarriba con los ojos cerrados. Un trueno suena y la lluvia vuelve de nuevo, cayendo sobre el cuerpo del Ju senshi, el cual parece haber caído ¿Habrás evadido las guadañas envueltas en haki? Lo que haya pasado solo tú lo sabes.
El sonido en el puerto ha cesado, no se escuchan más disparos. Parece que todo ha cesado y notas unas doce presencias acercarse a ti. Finalmente puedes ver uniformes blancos, adelante Al, mueve ficha.
Sobrevivió. Belial resistió su ataque. Mierda, habría querido gritar, pero necesitó interponer a Sombra Helada en el camino de las guadañas que le lanzaba el pirata. Su mano apenas resistió, y un sonoro "clack" le indicó que se había dislocado el hombro. Pero estaba vivo. No, no lo estaba. El segundo de Legim le apuntaba con un arma. Era el fin, iba a morir allí, había caído. Cerró los ojos, aceptando su destino, pero en lugar de un disparo el cargador vacío de la pistola resonó. Belial, subcapitán de los Piratas del Shirokami, se había suicidado. ¿Por qué? Sabía que le quedaba poco tiempo, tal vez, pues la espada clavada en su pecho y el frío hacían que cada vez estuviera más cerca de su fin, pero... Bueno, no importaba. Estaba vivo.
Se colocó de nuevo el hombro en su sitio con dificultad y sobre todo dolor, gritando tirado en medio del llano mientras el hielo se iba flotando lejos. En cuanto se repusiese era hora de marchar para casa.
Sacó de su bolsillo un carrete de hilo quirúrgico y una aguja, arreglando rápidamente el desperfecto en su gemelo. En el culo no podía ver bien, así que le quedaría una hermosa cicatriz. Tardó menos de treinta segundos en coser el músculo con una doble lazada, y aunque en sus propias carnes dolía mucho más cada pequeña incisión al lado de ser atravesado por una lanza era, siendo sincero, cosa de niños.
Se levantó cojeando y comprobó la temperatura del pirata. La tentación de meterle mano era considerable, o lo habría sido si se tratase de una mujer, pero en su lugar empezó a recolectar sus trofeos. Shinseina, Okami... Armas tan perfectas como famosas, con una historia de sangre detrás. Una pistola, ¿Un tanga de hilo usado en el bolsillo? Había estado de fiesta, sin duda. Además portaba un brazalete de color plata blanco y brillante, precioso. Se puso las armas al cinto y se colocó la joya como paso previo a revisar el cuerpo muerto de Belial, pero una sensación de calidez lo envolvió, haciéndole sentir cómo todas y cada una de sus heridas empezaban a sanar sin motivo aparente.
-¿Simurgh?- preguntó. Conocía la historia de que Legim había amaestrado uno de esos seres, pero jamás habría sospechado que se trataba de un brazalete usuario. Sonrió.
-Simurgh- fue toda la respuesta que obtuvo. Parecía como si no le cayese bien, sin embargo que lo estuviese curando le bastaba.
-En fin, sigamos...
Saqueó a Belial, depositando en un lecho helado todas sus cosas útiles y con el violín empezó a hacer que se moviera. También, una vez se aseguró de que estuviera bien aislado en la chaqueta y cubierto además por el abrigo de Belial, montó al pirata bajo el cadáver de su segundo al mando, haciendo una pequeña carreta que se movía al son de su música tirada por pegasos. El objetivo ahora era llegar de nuevo al palacio.
Se colocó de nuevo el hombro en su sitio con dificultad y sobre todo dolor, gritando tirado en medio del llano mientras el hielo se iba flotando lejos. En cuanto se repusiese era hora de marchar para casa.
Sacó de su bolsillo un carrete de hilo quirúrgico y una aguja, arreglando rápidamente el desperfecto en su gemelo. En el culo no podía ver bien, así que le quedaría una hermosa cicatriz. Tardó menos de treinta segundos en coser el músculo con una doble lazada, y aunque en sus propias carnes dolía mucho más cada pequeña incisión al lado de ser atravesado por una lanza era, siendo sincero, cosa de niños.
Se levantó cojeando y comprobó la temperatura del pirata. La tentación de meterle mano era considerable, o lo habría sido si se tratase de una mujer, pero en su lugar empezó a recolectar sus trofeos. Shinseina, Okami... Armas tan perfectas como famosas, con una historia de sangre detrás. Una pistola, ¿Un tanga de hilo usado en el bolsillo? Había estado de fiesta, sin duda. Además portaba un brazalete de color plata blanco y brillante, precioso. Se puso las armas al cinto y se colocó la joya como paso previo a revisar el cuerpo muerto de Belial, pero una sensación de calidez lo envolvió, haciéndole sentir cómo todas y cada una de sus heridas empezaban a sanar sin motivo aparente.
-¿Simurgh?- preguntó. Conocía la historia de que Legim había amaestrado uno de esos seres, pero jamás habría sospechado que se trataba de un brazalete usuario. Sonrió.
-Simurgh- fue toda la respuesta que obtuvo. Parecía como si no le cayese bien, sin embargo que lo estuviese curando le bastaba.
-En fin, sigamos...
Saqueó a Belial, depositando en un lecho helado todas sus cosas útiles y con el violín empezó a hacer que se moviera. También, una vez se aseguró de que estuviera bien aislado en la chaqueta y cubierto además por el abrigo de Belial, montó al pirata bajo el cadáver de su segundo al mando, haciendo una pequeña carreta que se movía al son de su música tirada por pegasos. El objetivo ahora era llegar de nuevo al palacio.
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¿Quieres cobre? ¿Algo más? No sé, te faltan sus botas. No, es más, las gafas de Sol de Belial por favor. Si esto fuese el fallout tendrías el inventario contento. Bueno, no nos desviemos del tema, señor Vice-Almirante.
Caminas hacia el castillo y ves por fin a los marines llegar. Sus rostros son de hombres que flipan al ver los dos cuerpos de esos dos. De todas formas, tú estás más interesado en amueblar gratis tu despacho. Cuando entras tienes un castillo enorme a tu disposición. Sientes risas en el cuarto de las tres prostitutas ¿En serio están divirtiéndose a su forma? El gemido de una, la voz de tu hermosa morena te lo confirma, pero bueno.
Tú verás por donde vas, pero tienes muchas salas. El cuarto de Legim sería lo suyo. Si yo tuviese tesoros estarían cerca de mí. Tienes la decisión de ir a buscar cosas o de ir a ver a esas tres, que parecen estar pasándoselo genial. Al… Al… El melocotón, recuerda eso.
Caminas hacia el castillo y ves por fin a los marines llegar. Sus rostros son de hombres que flipan al ver los dos cuerpos de esos dos. De todas formas, tú estás más interesado en amueblar gratis tu despacho. Cuando entras tienes un castillo enorme a tu disposición. Sientes risas en el cuarto de las tres prostitutas ¿En serio están divirtiéndose a su forma? El gemido de una, la voz de tu hermosa morena te lo confirma, pero bueno.
Tú verás por donde vas, pero tienes muchas salas. El cuarto de Legim sería lo suyo. Si yo tuviese tesoros estarían cerca de mí. Tienes la decisión de ir a buscar cosas o de ir a ver a esas tres, que parecen estar pasándoselo genial. Al… Al… El melocotón, recuerda eso.
Los Marines se iban acercando al castillo, tal como él. Sus rostros sorprendidos contrastaban con la expresión de cansancio que el vicealmirante llevaba. Xemnas había llamado a un buen número de gente, la verdad, pero habían tardado demasiado en llegar. Aunque debería tener una charla seria con él se alegraba de que los hubiera llamado. De haber muerto al menos habrían podido tomar otros la isla, lo que garantizaba que su misión terminase siendo, al fin y al cabo, un éxito.
-Me alegro de veros chicos- dijo, examinando los rangos de cada Marine. El más elevado era un Capitán; no estaba mal, aunque esperaba algo mejor-. Llegáis justo a tiempo para que empiece la fiesta. Dejade limpiar y ya está.
Era hora de dar órdenes a todos los que se encontraban en el lugar. ¿Haría un buen papel como líder? Nunca había intentado liderar gente que no fuese de su brigada, pero era importante que por una vez lo hiciese.
-Bien, señores. Lo que tienen aquí es el Capitán Legan Legim. Si tienen esposas de Kairoseki, colóquenselas y quítenle mi espada. Cualquiera que dañe al pirata responderá ante mí- miró directamente al capitán, un hombre de mediana edad, pelirrojo y de dientes salidos-. Quiero que toda su tripulación explique casa por casa qué está sucediendo, pregunten si hay algún pirata oculto y asegúrenles que ningún daño será ocasionado a los ciudadanos de Dresrossa- hizo una pausa, pensando más-. Cualquier saqueo a la población civil está prohibido, así como dentro del castillo. Los barcos que encuentren deben ser reajustados para servir a la Marina, y todos los criminales que capturen a partir de ahora pertenecen, en mérito, a ustedes. No obstante, todas las posesiones del castillo serán puestas a buen recaudo por la flota 83, y los robados al Gobierno Mundial inmediatamente devueltos. Además, quiero que evacúen a toda mujer, niño o anciano en peligro y protejan a cualquier hombre que lo requiera. el mal no dominará Dresrossa nunca más. Usted, usted y usted, síganme.
Sin esperar despedida se adentró por la puerta principal al castillo, abriendo de par en par el enorme portalón. Avanzó rápidamente y se dirigió a la estancia que dejó cerrada hacía apenas un rato. Primero las detenciones, luego la exploración. Esperaba que los tres hombres que había seleccionado al azar cumplieran como era debido la misión y no la cagaran, pero nunca se sabía, y cuando se topó con una masa de hielo cubriendo una puerta supo que había llegado.
-Aquí es- dijo, y golpeó el hielo con el nudillo, haciendo que se rompiese en mil pedazos.
Abrió la puerta, y los piratas ahora estaban apuntándole con armas. Qué mala educación. en cualquier caso, si se entregaban no tenía por qué haber ningún problema.
-Están todos detenidos en nombre de la Marina. Los que se entreguen voluntariamente no tienen por qué recibir ningún daño. Por favor, suelten las armas y las putas y desfilen hacia mí con las manos en alto.
-Me alegro de veros chicos- dijo, examinando los rangos de cada Marine. El más elevado era un Capitán; no estaba mal, aunque esperaba algo mejor-. Llegáis justo a tiempo para que empiece la fiesta. Dejade limpiar y ya está.
Era hora de dar órdenes a todos los que se encontraban en el lugar. ¿Haría un buen papel como líder? Nunca había intentado liderar gente que no fuese de su brigada, pero era importante que por una vez lo hiciese.
-Bien, señores. Lo que tienen aquí es el Capitán Legan Legim. Si tienen esposas de Kairoseki, colóquenselas y quítenle mi espada. Cualquiera que dañe al pirata responderá ante mí- miró directamente al capitán, un hombre de mediana edad, pelirrojo y de dientes salidos-. Quiero que toda su tripulación explique casa por casa qué está sucediendo, pregunten si hay algún pirata oculto y asegúrenles que ningún daño será ocasionado a los ciudadanos de Dresrossa- hizo una pausa, pensando más-. Cualquier saqueo a la población civil está prohibido, así como dentro del castillo. Los barcos que encuentren deben ser reajustados para servir a la Marina, y todos los criminales que capturen a partir de ahora pertenecen, en mérito, a ustedes. No obstante, todas las posesiones del castillo serán puestas a buen recaudo por la flota 83, y los robados al Gobierno Mundial inmediatamente devueltos. Además, quiero que evacúen a toda mujer, niño o anciano en peligro y protejan a cualquier hombre que lo requiera. el mal no dominará Dresrossa nunca más. Usted, usted y usted, síganme.
Sin esperar despedida se adentró por la puerta principal al castillo, abriendo de par en par el enorme portalón. Avanzó rápidamente y se dirigió a la estancia que dejó cerrada hacía apenas un rato. Primero las detenciones, luego la exploración. Esperaba que los tres hombres que había seleccionado al azar cumplieran como era debido la misión y no la cagaran, pero nunca se sabía, y cuando se topó con una masa de hielo cubriendo una puerta supo que había llegado.
-Aquí es- dijo, y golpeó el hielo con el nudillo, haciendo que se rompiese en mil pedazos.
Abrió la puerta, y los piratas ahora estaban apuntándole con armas. Qué mala educación. en cualquier caso, si se entregaban no tenía por qué haber ningún problema.
-Están todos detenidos en nombre de la Marina. Los que se entreguen voluntariamente no tienen por qué recibir ningún daño. Por favor, suelten las armas y las putas y desfilen hacia mí con las manos en alto.
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- Señor, sí señor.
Dice el pelirrojo con una expresión muy feliz, tan rara que puedes imaginarte que te admira o algo por el estilo. El resto de marines simplemente asienten con la cabeza y se disponen a hacer las tareas mandadas. No tardas mucho en hacer tu entrada y te das cuenta de que todos los piratas están al fondo apuntándote con bates de béisbol, muletas e incluso naranjas. Parecen realmente asustados, y entonces puedes ver una ventana grande a tu derecha. Han visto la pelea seguro y ahora no se atreven. Todos levantan la cabeza, las manos y se van entregando acojonados, salvo uno.
Parece una pirata de cabellos naranjas y largos, ojos azules como los zafiros y piel pálida como la nieve. Es un poco más alta que tú y tiene buen pecho. Viste con una camisa negra de manga corta y pantalones. En su mano derecha hay una katana plateada y te mira con seriedad. Con tu haki puedes detectar que más o menos puede dar guerra (Nivel 55) Traga algo de saliva y busca una salida con la mirada, pero no parece encontrarla.
- ¿Vamos a la cárcel? – Dice con un tono que muestra que siente algo de miedo.
Por otro lado, los marines están cumpliendo a la perfección con lo que has ordenado. Debes sentirte orgulloso después de tu proeza, pero esa muchacha parece negarse. No te amenaza con la espada ni nada por el estilo, pero la tiene todo el rato sujeta.
- Creía que Legim nos salvaría… – Dice entonces bastante nerviosa, como queriendo convencerte con lástima de que no la captures, pero… Parece no querer dar a entender que tiene miedo, realmente te das cuenta de que está muerta de miedo por ir a prisión. – ¿No hay nada que se pueda hacer…? – Te pregunta dando un paso hacia ti, pero dejando entonces el arma sobre la mesa.
La situación parece estar poniéndose algo tensa en cuanto al tema de que decidas, pues los marines te miran. No parece una prostituta, de hecho, porta el símbolo de los Shirokami en su mano, tatuado con tinta azulada. Es tu momento de tomar cartas en el asunto, si te fijas en cosas raras, podrás ver que en la mesa hay una carta en la que pone “Almirante” y en ella se ve perfectamente una foto mal hecha de Irvin La Vega. Tienen sus añitos. La joven entonces sin esperar respuesta estira las manos para que las esposes, temblando un poco y con los ojos algo humedecidos. Por cierto, tendrá unos diecinueve años o cosa así.
Dice el pelirrojo con una expresión muy feliz, tan rara que puedes imaginarte que te admira o algo por el estilo. El resto de marines simplemente asienten con la cabeza y se disponen a hacer las tareas mandadas. No tardas mucho en hacer tu entrada y te das cuenta de que todos los piratas están al fondo apuntándote con bates de béisbol, muletas e incluso naranjas. Parecen realmente asustados, y entonces puedes ver una ventana grande a tu derecha. Han visto la pelea seguro y ahora no se atreven. Todos levantan la cabeza, las manos y se van entregando acojonados, salvo uno.
Parece una pirata de cabellos naranjas y largos, ojos azules como los zafiros y piel pálida como la nieve. Es un poco más alta que tú y tiene buen pecho. Viste con una camisa negra de manga corta y pantalones. En su mano derecha hay una katana plateada y te mira con seriedad. Con tu haki puedes detectar que más o menos puede dar guerra (Nivel 55) Traga algo de saliva y busca una salida con la mirada, pero no parece encontrarla.
- ¿Vamos a la cárcel? – Dice con un tono que muestra que siente algo de miedo.
Por otro lado, los marines están cumpliendo a la perfección con lo que has ordenado. Debes sentirte orgulloso después de tu proeza, pero esa muchacha parece negarse. No te amenaza con la espada ni nada por el estilo, pero la tiene todo el rato sujeta.
- Creía que Legim nos salvaría… – Dice entonces bastante nerviosa, como queriendo convencerte con lástima de que no la captures, pero… Parece no querer dar a entender que tiene miedo, realmente te das cuenta de que está muerta de miedo por ir a prisión. – ¿No hay nada que se pueda hacer…? – Te pregunta dando un paso hacia ti, pero dejando entonces el arma sobre la mesa.
La situación parece estar poniéndose algo tensa en cuanto al tema de que decidas, pues los marines te miran. No parece una prostituta, de hecho, porta el símbolo de los Shirokami en su mano, tatuado con tinta azulada. Es tu momento de tomar cartas en el asunto, si te fijas en cosas raras, podrás ver que en la mesa hay una carta en la que pone “Almirante” y en ella se ve perfectamente una foto mal hecha de Irvin La Vega. Tienen sus añitos. La joven entonces sin esperar respuesta estira las manos para que las esposes, temblando un poco y con los ojos algo humedecidos. Por cierto, tendrá unos diecinueve años o cosa así.
Además de las prostitutas había... Veinte criminales. Veinte. En una sala, veinte personas jugando lo que debía ser la partida de poker más épica de la historia, o al menos una muy divertida sesión. Tal vez estuvieran jugando a apostar ropa en lugar de fichas o dinero, aunque con tanta buena compañía el desnudarse era casi más para iniciar la orgía que para otra cosa. ¿En serio no tenían calor? Tantísima gente en ese lugar... Pero su mente volvió a la realidad por un instante, pensando en los precios de cada cara conocida.
-Bien, bien, bien- dijo, mientras iba esposando a todos y cada uno. No esperaba tantos, pero por lo menos estaban siendo lo suficientemente amables de entregarse por las buenas, lo cual era muy de agradecer. Especialmente porque uno de los criminales era una mujer.
Estaba asustada, era normal, pero no tenía nada que temer. Su recompensa era baja, y si el desglose de sus crímenes no era como el de uno de esos tipejos, que tenía varios millones por asesinatos múltiples, podría cumplir una breve condena y salir como una ciudadana de provecho. Incluso podría ser exonerada si se hacía un poco la víctima. Especialmente a las mujeres, aunque no sólo a ellas, les funcionaba muy bien el argumentario de indefensión ante el bravo pirata Legan Legim, secuestrador de buenas personas y violador en potencia. Tal vez eso último no, pero qué más daba.
-Podéis aceptar un juicio justo. Os habéis entregado voluntariamente, y si no habéis cometido crímenes de gran envergadura probablemente podáis resarciros sin pasar por prisión- le daba un poco de pena, aunque cerró los grilletes rápidamente alrededor de sus muñecas-. Además, creo que hay programas de reinserción trabajando para la Marina. Aunque no sé si ése es el camino que queréis tomar...
Se dio la vuelta observando el desfile de presos hacia los barcos de la Marina, que esperaban en el puerto. Se preguntó cuánta gente más quedaría en el castillo, y tras ordenar a los soldados que escoltasen a los prisioneros activó su Haki de observación buscando todas las presencias poderosas que pudiera encontrar. Si no había ninguna, era hora de buscar el tesoro. Si encontrara alguna, era hora de atraparla.
-Bien, bien, bien- dijo, mientras iba esposando a todos y cada uno. No esperaba tantos, pero por lo menos estaban siendo lo suficientemente amables de entregarse por las buenas, lo cual era muy de agradecer. Especialmente porque uno de los criminales era una mujer.
Estaba asustada, era normal, pero no tenía nada que temer. Su recompensa era baja, y si el desglose de sus crímenes no era como el de uno de esos tipejos, que tenía varios millones por asesinatos múltiples, podría cumplir una breve condena y salir como una ciudadana de provecho. Incluso podría ser exonerada si se hacía un poco la víctima. Especialmente a las mujeres, aunque no sólo a ellas, les funcionaba muy bien el argumentario de indefensión ante el bravo pirata Legan Legim, secuestrador de buenas personas y violador en potencia. Tal vez eso último no, pero qué más daba.
-Podéis aceptar un juicio justo. Os habéis entregado voluntariamente, y si no habéis cometido crímenes de gran envergadura probablemente podáis resarciros sin pasar por prisión- le daba un poco de pena, aunque cerró los grilletes rápidamente alrededor de sus muñecas-. Además, creo que hay programas de reinserción trabajando para la Marina. Aunque no sé si ése es el camino que queréis tomar...
Se dio la vuelta observando el desfile de presos hacia los barcos de la Marina, que esperaban en el puerto. Se preguntó cuánta gente más quedaría en el castillo, y tras ordenar a los soldados que escoltasen a los prisioneros activó su Haki de observación buscando todas las presencias poderosas que pudiera encontrar. Si no había ninguna, era hora de buscar el tesoro. Si encontrara alguna, era hora de atraparla.
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Parece que la chica se ha ido pensándose lo de la marina, pero bastante asustada. A veces los piratas pueden meter en su mundo a gente que no lo desea y ese podría ser un caso. Igualmente, un hombre parece haber visto la conversación, un recluta. Se acerca a ti con algo de nervios y después te responde con un tono calmado.
- Su único delito conocido fue huir de un teniente durante un ataque de los piratas Shirokamis a una isla. Pero al estar con ellos se la atribuyó criminal.
Al decirte eso se queda a esperar lo que le dices.
Con su mantra no detectas presencias salvo las de las tres prostitutas que están pasándoselo de lujo y una algo más arriba, parece de un perro. Por lo demás, todo está vacío. Si vas a saquear el castillo es tu momento, pero eso ya es cosa tuya. Ya bastante has hecho salvando la isla y ayudando a las personas. Seguramente te van a recordar como a un héroe.
Ha sido un gran día ¿verdad?
- Su único delito conocido fue huir de un teniente durante un ataque de los piratas Shirokamis a una isla. Pero al estar con ellos se la atribuyó criminal.
Al decirte eso se queda a esperar lo que le dices.
Con su mantra no detectas presencias salvo las de las tres prostitutas que están pasándoselo de lujo y una algo más arriba, parece de un perro. Por lo demás, todo está vacío. Si vas a saquear el castillo es tu momento, pero eso ya es cosa tuya. Ya bastante has hecho salvando la isla y ayudando a las personas. Seguramente te van a recordar como a un héroe.
Ha sido un gran día ¿verdad?
- Datos:
- Puedes postear una última vez. Eres libre de ordenar al marine lo que decidas y de encontrar el tesoro. El corrector de turno decidirá, pero por mi parte todo bien merecido. Un saludo. Fin.
-Separad a los accidentales de los verdaderos criminales, quiero poder sumar mi dinero sin meter a mis futuros reclutas en el botín- dijo. Se estaba aficionando a dar órdenes, aunque no se le daba nada mal mandar-. Ahora tengo que examinar bien el lugar, si me permiten.
Cojeando ligeramente se acercó a las escaleras. Ya no había peligro, así que se tomó la licencia de apoyarse en el pasamanos mientras subía. Paso a paso, peldaño a peldaño iba ascendiendo por el castillo intentando no quedarse embobado con las maravillas que Legan Legim había logrado durante sus viajes. Esculturas hermosas, piezas de arte indígena, armas más raras de lo que podría describir y una enorme colección de sobres de mayonesa en una repisa cercana al primer descansillo. No entendía ni la mitad de las cosas que había hecho el pirata en su vida, y cómo decoraba su residencia era un misterio mayor, pero prefirió no hacerse preguntas que prefería no responder.
Entró lentamente en la habitación donde Legan Legim lo había estado esperando todo el tiempo y comenzó a examinar: Baúles, arcones, cuadros, estatuas, biseles, cortinas, alfombras, tapices y una larga lista de cosas quedaron revisadas de forma compulsiva por el Marine, que buscaba el gran tesoro. Al fin y al cabo, una persona que vivía del saqueo y el robo era completamente normal que tuviese una gran cantidad de riquezas acumuladas, y lejos de mantenerlas en el barco que examinaría más tarde por si acaso, lo lógico sería tenerlas consigo. Tal vez no en su dormitorio, pero sí en un lugar protegido. Un lugar donde nadie echara las zarpas, y al mismo tiempo donde pudiese acceder rápidamente. Conocía un sitio así, un lugar donde la presencia de Belial lo había hecho seguir hacia delante, los sótanos del palacio.
Convertido en una nube de hielo, ya apenas soportando el dolor de su pierna, descendió de nuevo y se coló en el lugar donde las prostitutas jugaban. Tan bien parecían estar pasándolo que ignoraron la nebulosa gélida que las atravesó, aunque estaba seguro de que la morena había mirado hacia él y sonreído. Incluso invitándolo a unirse, tal vez... Bueno, cuando terminase el trabajo podía unirse, eso estaba claro.
Siguió la ruta que antes no se atrevió a tomar y encontró una enorme puerta negra, pesada y aparentemente inamovible. Por suerte estaba abierta, y justo sobre ella había un agujero que abarcaba varios pisos. Belial había estado ahí, y él también. Pero lo más interesante eran las montañas y montañas de oro que lo esperaban en la cámara acorazada. Dinero que ahora era suyo, tenía suficiente para retirarse y vivir una vida larga y plena... O para llevar a cabo una serie de proyectos para que la Brigada diese el salto al Nuevo Mundo. Ahora Dresrossa sería su base, estaba claro, sólo necesitaba que Danio levantase un cuartel a la altura de la importancia que esperaba Kiritsu Ryodan tuviera a partir de ese momento.
Sonriente, se fue hacia las putas, con un montón de monedas en los calzoncillos, esperando que se peleasen por ver quién le quitaba los pantalones. Estaba siendo un día fantástico, si no contaba el dolor de la puta pierna.
Cojeando ligeramente se acercó a las escaleras. Ya no había peligro, así que se tomó la licencia de apoyarse en el pasamanos mientras subía. Paso a paso, peldaño a peldaño iba ascendiendo por el castillo intentando no quedarse embobado con las maravillas que Legan Legim había logrado durante sus viajes. Esculturas hermosas, piezas de arte indígena, armas más raras de lo que podría describir y una enorme colección de sobres de mayonesa en una repisa cercana al primer descansillo. No entendía ni la mitad de las cosas que había hecho el pirata en su vida, y cómo decoraba su residencia era un misterio mayor, pero prefirió no hacerse preguntas que prefería no responder.
Entró lentamente en la habitación donde Legan Legim lo había estado esperando todo el tiempo y comenzó a examinar: Baúles, arcones, cuadros, estatuas, biseles, cortinas, alfombras, tapices y una larga lista de cosas quedaron revisadas de forma compulsiva por el Marine, que buscaba el gran tesoro. Al fin y al cabo, una persona que vivía del saqueo y el robo era completamente normal que tuviese una gran cantidad de riquezas acumuladas, y lejos de mantenerlas en el barco que examinaría más tarde por si acaso, lo lógico sería tenerlas consigo. Tal vez no en su dormitorio, pero sí en un lugar protegido. Un lugar donde nadie echara las zarpas, y al mismo tiempo donde pudiese acceder rápidamente. Conocía un sitio así, un lugar donde la presencia de Belial lo había hecho seguir hacia delante, los sótanos del palacio.
Convertido en una nube de hielo, ya apenas soportando el dolor de su pierna, descendió de nuevo y se coló en el lugar donde las prostitutas jugaban. Tan bien parecían estar pasándolo que ignoraron la nebulosa gélida que las atravesó, aunque estaba seguro de que la morena había mirado hacia él y sonreído. Incluso invitándolo a unirse, tal vez... Bueno, cuando terminase el trabajo podía unirse, eso estaba claro.
Siguió la ruta que antes no se atrevió a tomar y encontró una enorme puerta negra, pesada y aparentemente inamovible. Por suerte estaba abierta, y justo sobre ella había un agujero que abarcaba varios pisos. Belial había estado ahí, y él también. Pero lo más interesante eran las montañas y montañas de oro que lo esperaban en la cámara acorazada. Dinero que ahora era suyo, tenía suficiente para retirarse y vivir una vida larga y plena... O para llevar a cabo una serie de proyectos para que la Brigada diese el salto al Nuevo Mundo. Ahora Dresrossa sería su base, estaba claro, sólo necesitaba que Danio levantase un cuartel a la altura de la importancia que esperaba Kiritsu Ryodan tuviera a partir de ese momento.
Sonriente, se fue hacia las putas, con un montón de monedas en los calzoncillos, esperando que se peleasen por ver quién le quitaba los pantalones. Estaba siendo un día fantástico, si no contaba el dolor de la puta pierna.
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