¿Tienes lo que hay que tener? Moderado 4 - Corinna

Ah, que bonito día hace. ¿Recuérdame de nuevo por qué estás aquí? Oh, si. Tu superior es un capullo. Con todas las letras. No, no, por favor, no trates de excusarle. Te ha mandado a Water Seven con viento fresco para que investigues la desaparición de dos marines. Un fajo de papeles en tus manos, un portazo a tu espalda y antes de darte cuenta estabas en el barco. ¡Yupi!

Pero bueno, ya que estás aquí igual deberías trabajar. Al parecer los dos desaparecidos ostentaban el cargo de Oficiales Técnicos y estaban aquí de maniobras. Estaban. Un día sí, otro no y de repente hace dos meses desde que fueron vistos por última vez. Nadie los vio salir de la isla, así que en teoría siguen aquí. Por supuesto, se te ocurren veinte explicaciones diferentes pero te ha tocado la china y tendrás que apandar.

Desembarcáis, tienes todo el día por delante. Sabes que tienes un pequeño cuarto reservado en un hotel y un mes de plazo para conseguir información. ¿Por donde podrías empezar?

Que ganas tenía de salir de ese maldito cuartel. En mi vida había encontrado a un superior tan inepto y con tan poca visión como aquel. Parecía que solo podía hacer labores de limpieza bajo su mando cuando mi historial era impresionante, más que el del enano ese de Hulor. Pero claro, él le lamia el culo todos los días al jefe y se llevaba las misiones. Por suerte en los entrenamientos me desquitaba y lo humillaba. Ahora que lo pensaba, puede que ese fuera el motivo de estar siempre con la limpieza. Bueno, esperaba que eso cambiara hoy, el enano estaba desplegado y me habían llamado al despacho del superior de la base. En cuanto entré me dio un fajo de papeles y me despidió, casi casi como si le molestara mi presencia.

En cuanto la puerta se cerró tras de mí leí las primeras páginas del fajo de papeles. Al parecer partía hacía Water Seven, cosa que me alegro el día, el mes y me atrevería a decir que el año. Apenas tardé quince minutos en hacer el petate, coger las armas y subir al buque de la marina que me llevaría a mi destino en el paraíso. Los trayectos en buque siempre eran aburridísimos, así lo pasé leyendo los informes. Tenía entre manos la desaparición repentina de dos oficiales técnicos. “Por eso me ha mandado, podría parecer que no voy a dar la talla y al fin podría librarse de mí ese maldito capullo” pensé al ver el rango de los desaparecidos. El resto de los papeles hablaba sobre donde se alojaban, descripciones, edad, cosas de interés en general sobre los dos marines. Además de una breve descripción de las maniobras que hacían en la ciudad del agua.

Nada más desembarcar me dirigí hacía el lugar de residencia de los marines desaparecidos. Sabía que tenía alojamiento cerca del puerto, pero tenía tiempo más que de sobra hasta la noche de ir por allí, lo primero era lo primero, es decir, la misión. Esperaba no perderme por aquel lugar. El estilo de construcción en piedra, los canales y la vestimenta de algunos me hizo añorar por unos instantes mi ciudad natal, pero debía ser fuerte, era una militar. Por lo que, dejando de lado mis sentimientos, avancé en busca de la casa de los oficiales.

off:

Te cuesta un poco encontrarla entre el laberinto de calles de Water Seven, pero al final y gracias a las indicaciones de una amable viejecita, llegas sin más problemas.

El lugar en cuestión es una pequeña casita blanca de dos pisos. Los dos marines vivían en el segundo y consigues hablar con los habitantes del primero. Son dos hermanos que se dedican a la cría de berenjenas. Al oír tus preguntas, se miran entre ellos y te comentan que un día dejaron de venir, sin más.

Sin embargo, como eres una buena marine insistes, y de pronto uno de los dos recuerda que ese día no estaban haciendo maniobras. La ciudad del agua tiene muchos rincones a explorar y a uno de los desaparecidos le gustaba hacer turismo. El hermano te dice que recuerda haberle oído hablar de que quería probar un tour que daban por los canales. Del otro... no se sabe nada.

Pronto las calles y canales me sobrepasan, no son como los de Atlántida, estos tienen muchos más callejones y calles sin salida. Podría decirse que era una especie de laberinto. Conseguí medio orientarme con los canales, pero no iba a dar con la vivienda de los dos marines sin ayuda. Decidí acercarme a una anciana sentada sobre un banco de piedra, parecía la típica imagen de pueblo con la gente sentada a las puertas de su casa. La señora aparentaba tener más de setenta años, pelo canoso por completo, ojos marrones y a juzgar por cómo estaba sentada y la altura del banco, era más bien bajita.

-Disculpe señora, podría indicarme como llegar hasta esta dirección. - Le dije enseñando la dirección que previamente había escrito en un papel. Algún otro recluta hubiera enseñado los papeles oficiales, pero yo solía pecar de cauta. – Es la residencia de unos amigos, me comentaron que sería fácil llegar hasta ella, pero he terminada perdida en estos callejones.

La amable anciana me dio indicaciones precisas, como solo alguien que lleva toda su vida en un lugar te puede dar. Se lo agradecí de todo corazón a la señora, ofreciéndole algo de dinero como agradecimiento. Siguiendo las instrucciones de la mujer llegué finalmente a la casa de dos pisos donde residían los marines desaparecidos. Llamé a la puerta y un joven me abrió la puerta. Tras un breve intercambio de palabras descubrí que los marines vivían en el piso de arriba y el chico y su hermano abajo. Al parecer se dedicaban a sembrar berenjenas, cosa que me sorprendió después de ver la ciudad.

-¿Podríais contarme algo más de vuestros vecinos? Por ejemplo, hace cuanto qu no les veis o si tenían alguna costumbre.
-En realidad no, eran muy reservados. Un día dejaron de aparecer, así, sin más. – Terminó la frase el otro mientras se echaban una rápida mirada.
-Bien, si no sabéis más tendré que mandaros hasta el cuartel principal para que redactéis un informe, esos serán varios días. Por lo que tengo entendido los agricultores no puede separarse de su cosecha durante tanto tiempo por riesgo a que se pierda. Ahora, podría hacer yo el informe si supiera cosas más concretas como que hacían la última vez que los visteis, o que frecuentaban, cosas así, ¿Me entendéis?

Al final conseguí algo más, uno de ellos pensaba hacer un tour por la ciudad, del otro no sabían nada. Dándoles las gracias salí de su piso y subí arriba a buscar en la casa de los marines alguna prueba. Miraría desde las ventanas a la calle en busca de alguien sospechoso, que pareciera vigilando o me sonara de mi camita por la ciudad. No podía evitar la sensación de estar siendo observada. Esperaba que en el piso hubiera algo que pudiera llevarme al marine del que no tenía pistas, o, con suerte, a los dos.

El piso de los dos marines es pequeño pero tranquilo. Hay dos dormitorios, un baño, una cocina y una salita de estar que al parecer habían estado utilizando de despacho casero. Hay dos mesas y dos sillas además del sofá y varios papeles. Los examinas, pero todos corresponden a su trabajo y nada indica que hayan huido a causa de este.

Sigues mirando, no ves nada raro por la ventana. Alguien se ríe abajo, estas paredes son bastante finas. Las camas de los marines están desordenadas, sin hacer. También hay platos en el fregadero, algunas plantas en los alféizares y un par de tupperwares con sobras en la nevera. No parece que se hayan ido por propia voluntad.

Cuando ya estás pensando en marcharte y buscar en otro sitio, encuentras en la mesita de noche de uno de los marines un panfleto un tanto arrugado. Es de los que reparten en las esquinas, recuerdas que una chica te ofreció lo mismo unas horas antes. El papel en cuestión anuncia y promete un tour por ''los canales más secretos de Water Seven, diversión y emoción asegurada. ¡Misterios a tutiplen de la mano de su guía favorito el Sr Mentos!''.

En general, parece bastante cutre pero... ¿Será a donde planeaba ir el marine desaparecido? A lo mejor vale la pena investigarlo.

Al perecer aquellos hombres no eran demasiado ordenados, platos sucios, camas sin hacer, aquello parecía un campo de guerra. No parecía que fuera por un registro, más bien, que aquellos hombres eran unos guarros, pero de algo servía toda esa suciedad, ahora sabía que no se habían marchado por propia voluntad. Nadie dejaría las cosas así antes de marcharse, y menos miembros de la marina. Las miradas furtivas por la ventana no dieron resultados, no parecía que nadie me siguiera, aunque yo seguía teniendo la sensación de estar siendo observada. Cuando escuché las risas de los vecinos, pensé en que podía ser eso, que las paredes eran muy finas y saber que la gente de abajo me escuchaba me producía esa sensación.

Estaba ya a punto de desistir, de darme la vuelta y marcharme de allí cuando un papel sobre una de las mesillas llamó mi atención, un folleto del mismo tour que los vecinos de abajo me hablaron hace un rato. Puede que al final resultara ser una buena pista, al menos, para uno de los dos desaparecidos. Al otro marine debía de encontrarlo tras dar con alguna pista del que fue al túnel.

Bajé al piso de abajo, quería preguntarles por la dirección del tour, no quería volver a perderme como había hecho para llegar hasta la casa. No podía esperar que otra amable señora me indicara como seguir. Esperaba recibir las indicaciones por parte de esos chicos tan raros, las cuales seguiría al pie de la letra. No sabía que me podía encontrar en el destino, o por el camino, pero iría con más cuidado, no quería meterme en una emboscada y no me fiaba ni de los vecinos ni de ese tal Sr. Mentol.

Los de abajo te dan las indicaciones de forma bastante clara, así que en poco tiempo te plantas allí. El Sr Mentol no está, pero una jovencita rubia muy amable te dice que mañana aparecerá para llevar los tours del día. Comienzan a las 10, te dice, para a continuación bombardearte  con un pequeño resumen de los puntos más impresionantes del tour, sobre todo la bomba de agua. Apasionante.

Tú te vas a descansar a tu sitio, el lugar es acogedor y en general pasas una buena noche. Puntual como siempre, te plantas delante de la oficina del Sr Mentol a las 9.55 Te anotas al primer tour y aguardas hasta que de repente, aparece. El Sr mentol es un hombre vestido de traje, con el pelo canoso y un bastón entre las manos. Camina muy erguido y te parece algo relamido.

Os da la bienvenida y os suelta un pequeño discursito de 10 minutos sobre la historia de los canales antes de invitaros a subir a una barquita. Sois unos 7 en total y aunque apretados, os apañáis para caber.

Los vecinos de los marines desaparecidos me dan unas instrucciones muy claras, tendría que volver al canal, tirar recto, varios giros consecutivos de la primera calle a la derecha, luego izquierda y recto hasta una oficina con cartel. Podrían dedicarse a guías turísticos con ese excelente conocimiento de la ciudad y esas buenas indicaciones. Les di las gracias y me despedí de ellos de forma muy formal. Mi comportamiento no pasa desapercibido en casi ninguna de las islas que visito, demasiado formal, demasiado militar. Sin duda consecuencia de haber crecido rodeada solo de militares, aunque no puedo quejarme, forma el carácter y te mantiene siempre alerta. Llegar a las oficinas del tour fue fácil, y no tardé apenas nada. Sin embargo, ese día ya no habría más y el hombre que los llevaba no vendría hasta el día siguiente. La jovencita rubia que me atendió, además me explico muy detalladamente cual sería el itinerario, haciendo hincapié en la bomba de agua. Terminó apuntado que los tours empezarían a las diez del día siguiente. No tenía fotos de los marines, pero le pregunté por el que se suponía que había venido al tour dándole una descripción por encima, alegando que era un conocido y lo estaba buscando para darle una sorpresa y me habían dicho que había estado allí. Me diera largas o me contestara, me iría a descansar despidiéndome de forma formal.

Cuando llegué a mi hotel, bueno, Hostal, mejor dicho, me dirigí a mi cuarto para dejar las armas antes de bajar a cenar. Dejarlas allí no era un problema, podía generarlas con mi akuma de manera sencilla y eran tan duras como el hierro. Tras una cena que estaba bastante rica, mee acerque hasta la barra de la zona común a beber un poco y tratar de escuchar alguna cosa relevante. Aunque seguía sin poder quitarme la sensación de estar siendo observada, que solo había desaparecido en mi cuarto. Me giré varias veces para ver a la gente allí reunida, pero no me sonaba nadie a simple vista. Cuando volví al cuarto, y como simple precaución, creé varias tablas de madera que bloquearon la puerta desde dentro. A la mañana siguiente desperté temprano, sin sobresaltos y sintiéndome muy bien y descansada.

Cuando llegué la oficina había algunos turistas más esperando para el tour, traté de recordar si había visto a alguno ya por la ciudad. Cogí mi ticket, y aún tuvimos que esperar un poco a que el señor Mentol apareciera. Era un tipo mayor, bien vestido y con un bastón llamativo en las manos. Comienzó a contarnos un poco la historia de la creación de los canales y su evolución, algo bastante formidable. En algunas partes de la historia me dejé llevar hasta los canales de la Atlántida. Cuando terminó, nos invitó a subir en una barquita. Era algo pequeña, y aunque entrabamos perfectamente los siete que éramos algo apretados, no sería demasiado incómodo. Le deje mi lanza y escudo a la chica rubia en la oficina, así entraríamos mejor y los demás no irían desconfiando de mí, o no mucho. Cuando la barca comenzó a moverse, me mantuve atenta al Señor Mentol, y los turistas más cercanos a mí, no me fiaba de nadie en ese momento.

La chica rubia no sabe nada del marine desaparecido, pero con la cantidad de gente que parece pasar por ahí a diario tampoco te extraña. Tú te subes a la barca, de todas maneras, y pronto zarpáis.

La barquita parece arrancar sola cuando el Sr Mentol da un toquecito en la proa con el bastón. Os sonríe, se riza el bigote y comienza una charla apresurada sobre el canal que estáis surcando. Los minutos pasan y no sucede nada interesante. De hecho, la historia de los canales es bastante aburrida y todos los presentes comenzáis a daros cuenta. ¿Como puede ser popular una travesía tan tediosa? Para empeorarlo el Sr Mentol gesticula mucho y más de una vez temes que la barquita vuelque. Por suerte, parece tenerlo todo controlado.

De repente, giráis una esquina y el Sr mentol se acuclilla. Su sonrisa se afila y baja el volumen, así como la velocidad de la barca.

- Mis queridísimos clientes, estamos a punto de pasar por la bomba de agua. Es un pasaje un tanto truculento, tanto como su historia. Hay sangre en esos engranajes, mis adorados clientes. Cuentan que antaño la gente creía que las aguas que pasaban por aquí comunicaban con las de un río en el otro mundo. Por ello, los despechados, desdichados y desafortunados se echaban al canal buscando el olvido y terminaban siendo arrastrados hasta la bomba. Hubo una época en que cada semana se descubría un nuevo cadáver. Truculento, mis queridos clientes.

Tras finalizar el relato, se incorpora y se ríe ligeramente, asegurándoos que solo son cuentos de viejas. A lo lejos, sin embargo, ves una especie de edificio construido en el medio y medio del canal, con espacio a sus lados apenas suficiente para que quepa una barquita como la vuestra. La corriente parece acelerarse en ese punto. Es la famosa bomba de agua...

La barca comienza el recorrido, canales normales de arquitecturas diferentes, varias historias sosas sobre los acontecimientos de las casas que circundan al agua, tiempos de construcción, todo aburrido hasta decir basta. ¿Por qué tendría tanto existo ese tour si era así de aburrido? Los demás integrantes del grupo parecían empezar a pensar los mismo, sus bostezos y cada vez más numerosos cuchicheos sobre temas personales así lo atestiguaban. A mitad de una recta, nuestro guía se agachó, reduciendo la velocidad de la embarcación, así como la de su voz. No sabía cuánto podía durar aquel viaje, pero si esto era tan aburrido como lo otro ya podía ser el final.

Para nuestra sorpresa, el Sr Mentol contó algo interesante mientras nos acercábamos a una esquina, al parecer allí se encontraba una bomba de agua, supuse que no sería la única dela ciudad pues era demasiada agua en movimiento, pero la historia fue de lo más interesante y me apunte el sitio para volver más adelante. El edificio donde se suponía estaba la bomba se encontraba en mitad de todo el canal, con apenas espacio para una barca como la nuestra para poder pasar. No me resultaría complicado entrar después creando un puente con mi madera, de momento, necesitaba seguir con el tour para no perderme ningún otro sitio interesante para mi investigación.

-Disculpe Sr. Mentol, vamos a parar a ver el edificio por dentro, o solo su parte exterior o es un tour sin paradas ni bajadas de la barca, en los folletos e informaciones no quedo muy claro, y viendo ahora este misterioso lugar, dan ganas de bajar a verlo mucho más de cerca. -Comenté antes de que llegáramos al pequeño paso junto al edificio.

Se me había ocurrido sobre la marcha, si conseguía que paráramos ahora me ahorraría un viaje, o al menos, ya sabría más o menos por donde ir cuando volviera por mi cuenta y no perdería tanto tiempo. Además, así vería la reacción del resto y la del hombre ante mi proposición. No estaba muy segura de que hubiera algo más interesante en ese viaje, aunque esperaba realmente equivocarme, pues sino, estaba en las mismas que cuando lo empecé con respecto a mi investigación.

Por toda respuesta, el señor Mentol compuso una enigmática sonrisa. Apenas unos segundos más tarde, cundió el pánico. La barquita volcó justo mientras pasabais al lado de la bomba y todos os precipitasteis al agua.

Antes de darte cuenta, algo te arrastra al fondo. La presión es mucha y no puedes hacer más que cerrar los ojos y patalear durante un tiempo que te parece infinito. Al final, emerges a la superficie boqueando por oxígeno. No estás donde antes. El agua apenas os llega a la cadera y el fondo es pegajoso. No tenéis muy claro cómo habéis entrado. A tu alrededor hay varias de las personas que había en la barquita, pero al Sr. Mentol no se lo ve por ninguna parte.

El lugar en sí es extraño. Estáis en una especie de cueva túnel, con aceras a los lados. No veis ni el principio ni el final, tanto delante como detrás vuestra el camino sigue hasta curvarse. ¿Qué harás?

Ante mi pregunta el hombrecillo esbozo una sonrisa, no era de gracia, ni de esas siniestras, pero tampoco de que tipo podía ser. El Sr Mentol era todo un misterio, y más aún el motivo de que el tour fuera tan famoso. De hecho, quién lo habría hecho famosos viendo lo que estaba viendo, aquello no tenía sentido alguno. Cuando termináramos aquella vuelta tendría que investigar más a fondo todo lo relacionado con aquella empresa turística. Aunque mis pensamientos duraron poco. En un golpe repentino al pasar por el estrecho paso la barca volcó, lanzándonos al agua.

La situación era mala, más que mala, la peor de todas. Me hundía sin remedio en las aguas de Water Seven. La fuerza de la bomba me arrastraba hacía el fondo junto con otros miembros de la barca, pero no podía hacer nada para evitarlo, era usuaria y en el agua pesaba como si fuera de metal y no podía hacer nada de nada. Sería capaz de aguantar la respiración un tiempo, posiblemente más que los demás que me acompañaban al fondo. Esto solamente me daría unos segundos para ver como la maquinaria de la bomba me hacía añicos, pero a lo mejor esa maquinaria la salvaba elevándola a algún canal, nunca se debía perder la esperanza.

Tras unos segundos interminables en la oscuridad y a punto de ahogarme, emergí con gran rapidez a una especie de túnel. A mi alrededor estaban varios de los integrantes de la balsa, pero ni rastro del guía. El agua apenas me cubría la cintura y el suelo era como fangoso. A los lados había una especie de bordes de cemento y el túnel giraba algo más adelante en los dos lados. La poca iluminación que había era artificial, por lo que tampoco ayudaba a saber dónde nos encontrábamos.

-¿Estáis todos bien? – Pregunté en alto. – La mayoría contestó de forma afirmativa, y el resto ni habló. – Bien, ahora todos debemos subirnos a los bordes de cemento, no se preocupen, soy militar y les sacaré de aquí. Vale, tenemos que buscar algún sitio dentro de la zona húmeda que nos indique la dirección en la que el agua corre, así podremos salir de aquí.

Si alguien encontraba algún rastro de la dirección del líquido lo seguiríamos desde la acera, me pondría al frente de la marcha y trataría de poner al más avispado de mis acompañantes al final para intentar que no nos pillara nada por sorpresa. De no encontrar marcas, tiraría por el lado en el que me pareciera que el aire era más fresco. Eso contando que mis nuevos compañeros de aventura estuvieran de acuerdo, sino primero debería lidiar con el problema que tuvieran para poder salir de allí.

Los civiles te hacen caso. Están bastante descolocados, algunos asustados de lo que acaba de pasar y es más fácil dejar que tú tomes el mando. El líquido parece venir de todas partes, por lo que tras algunos momentos de vacilación os vais hacia la izquierda. Camináis con presteza y atentos a lo que os rodea. Los minutos pasan y el túnel va cambiando.

Poco a poco las paredes se vuelven sucias y envejecidas, con moho en algunos sitios incluso. Hay cachos de hierro oxidado por el suelo, como si hace mucho tiempo alguien hubiera jugueteado con una máquina enorme y dejado atrás las partes que no le interesaban. Una de las bombillas parpadea y todavía no veis la salida. De hecho, llegáis a una encrucijada. De la derecha os llega por un instante un soplo de aire. De la izquierda... oís ruidos al fondo. Casi como una especie de martillazos. El agua todavía corre entre ambas aceras y por ambos desvíos. Si quieres pasar a la derecha tendrás que volver a mojarte. ¿Qué decides? Rápido, antes de que los civiles actúen por su cuenta...

Por suerte todos los civiles me acompañaron sin poner objeciones al plan. Lo que hacían era lo lógico y lo que cualquier habitante de la Atlántida haría en una situación de emergencia. Aunque por lo que había visto, la gente fuera de mi isla natal era mucho menos racional y se dejaban llevar enseguida por el terror y lo irracional, sucumbiendo a sus debilidades. Además de eso, el grupo parecía bastante comprometido mirando a todos los lados en busca de las pistas que les había comentado antes de comenzar nuestra marcha.

Nuestro avance era bueno, el túnel seguía y seguía, pero al menos no era un callejón sin salida. Cuanto más nos alejábamos del punto en el que habíamos caído, más viejo parecía ser el túnel, llegando a tener grandes cantidades de moho en la pared. Sin duda eso era bueno, los mohos necesitan humedad y nutrientes, pero también aire, lo que significaba que de momento podríamos avanzar sin miedo a quedarnos sin aire. También era bueno, puesto que indicaba que no había inundaciones de gran tamaño o lo habrían arrastrado de la pared. Por el suelo empezamos a ver restos metálicos, sin duda de quién hubiera hecho aquellos túneles.

Cuando llegamos a una encrucijada una bombilla cercana parpadeó, en principio no le di importancia, esas cosas pasaban, sin embargo, tenía delante otro dilema, dos túneles diferentes. Desde uno nos llegó una brisa de aire, por el otro se oía el picar de un martillo u otra herramienta similar. La decisión debía ser rápida y argumentada para intentar mantener al grupo unido.

-Bien, iremos por el lado derecho, hacía el ruido. – Les dije al grupo mientras creaba un puente de madera con mi akuma. – Nuestra mejor opción para salir de aquí y saber que es lo que está pasando es encontrar a alguien a quién preguntar. Por los sonidos provenientes de este lado, alguien está picando en el túnel. Nos acercaremos despacio, en fila de a uno. No queremos asustarle así que nada de movimientos bruscos ni malas palabras. Si alguien quiere proponer algo este es el momento, una vez nos metamos al túnel debemos de estar todos callados y atentos a cualquier cambio sospechoso.

Si nadie tenía que decir continuaríamos por el túnel derecho en dirección a los sonidos. Si alguien se oponía habría que parar y debatirlo, no podía avanzar con un grupo enfrentado o que parte del mismo tomara el otro camino arriesgándose a perderse o morir.

En un primer momento nadie parece tener ganas de oponerse. Ves que algunos se miran entre ellos con expresión preocupada, pero no es hasta que te das la vuelta para continuar que alzan la voz.

-¡Espera! ¿No recordáis lo que dijo el Sr Mentol? No pienso adentrarme más en estos túneles. ¡¡De ahí sale aire!!

Algunos de los civiles parecen apoyar su punto de vista y antes de que te des cuenta se están formando dos bandos. El hombre que ha hablado parece crecerse ante esto y señala el túnel de la izquierda.

- ¡Nosotros nos largamos! Si queréis arriesgaros es vuestro problema.

Como miembro de la marina esos civiles son tu responsabilidad... Espero que no les pase nada.

Al parecer las discrepancias aparecían, y justo en el momento menos oportuno. Ahora debía pararme, hacer entrar en razón a todos aquellos civiles que querían irse por su cuenta y luego ir a ver a quien estuviera picando, si no desaparecía mientras los convencía. No sería fácil, sentir el aire era algo realmente poderoso, pero haría mi mejor esfuerzo para conseguirlo, no solo porque de verdad pensaba que era lo mejor, sino porque si les pasaba algo al separarse tendría que cargar con ello el resto de mi vida.

-Esperar un momento y analizamos la situación, ¿vale? Para empezar que salga aire no significa que sea la salida del túnel o que nos vaya a llevar a la libertad. ¿Qué pasa si al llegar está cerrado con barrotes o da a algún precipicio? Que nos tacaría volver por aquí y para entonces que la persona que esté ahí abajo picando ya no este y no podamos preguntarlo por la salida. Pensarlo detenidamente, si alguien trabaja aquí tendrá que saber la salida, donde estamos y todo lo que necesitemos saber, ¿no creéis? Dicho esto, somos un grupo, lo más seguro es que la única cualificada para el combate sea yo. – Generé una lanza de madera y un escudo mientras lo decía y me los colgaba a la espalda. – Además, sois mi responsabilidad, como marine no puedo ignorar a civiles en apuros y si nos separamos no podré protegeros a todos. Así que, por favor, continuemos por aquí todos juntos, hablemos con la persona que este allí y salgamos de aquí todos juntos.

Esperaba que la charla calara hondo en todos y al final pudiéramos avanzar por el túnel donde aún se escuchaban los sonidos de la piedra siendo picada. Si aún insistían en separarse, poco más podría hacer. De todas formas, si persistían, trataría de que todo el grupo fuera por el túnel del aire. De no haber forma humana de hacer que fueran juntos, seguiría con el que fuera hacia los sonidos.

- ¿Es que acaso estás loca? - El hombre te mira con los ojos como platos antes de señalar al lugar de dónde salen los ruidos.- Me da igual que sepas luchar, ni siquiera sabemos qué hay más adelante. Estamos en un puto túnel bajo tierra, hemos llegado aquí sabe dios cómo. ¡¡Y estoy seguro de que no ha sido un accidente!! ¿Acaso no recuerdas lo que dijo el Sr Mentol? ¿Y tú lo ves por aquí? Esto no es un lugar de trabajo, está más que claro. Yo me largo.

Al parecer, salvo tres o cuatro que se agrupan a tu alrededor el resto está convencido de que es buena idea ir por la izquierda. Cuando les sigues te hacen caso y pronto sois un solo grupo. El silencio es tenso y más de uno mira con miedo tu lanza, pero no comentan nada. Camináis durante varios minutos y al final encontráis unas escaleras a un lado del túnel. ¿Estáis en las cloacas? De arriba sale luz, si pudiérais apartar la trampilla deberíais de salir a la superficie.

Sin embargo, el aire extrañamente no viene de ahí si no de más adelante en el túnel. Y ahora parece... ¿Cálido?

Malditos cabezotas de las narices. Solo esperaba que tomar ese túnel no nos llevara hasta algún barranco y tuviéramos que dar la vuelta. Aunque eso sería una buena lección para sus acompañantes, solo crearía más problemas a la hora de la verdad. En fin, seguimos el camino hacía el aire que tanto ansiaban los corazones de aquellos civiles. Por el camino me pude fijar en las miradas esquivas y temerosas de varios de ellos hacia mis armas. No entendía el motivo de tal miedo, había remarcado mi posición de protegerlos y de que era marine. ¿Acaso esta gente no se fiaba ni de los que juraban protegerles?

Cuando regresara a la Atlántida les contaría esta historia a los que decían que era una líder nata, así podrían comprobar cómo se equivocaban de cabo a rabo. De cualquier forma, daba igual, el aire comenzó a ser más cálido, cosa que me preocupó bastante. Por suerte, no tardamos en ver uno rayos de luz filtrarse desde el techo. No habría quien aguantara al tipo que había dicho de venir por aquí después de esto. Cuando estuvimos bajo la fuente de la iluminación descubrimos que era una especie de tapa, una alcantarilla quizás. Todos se pararon bajo la misma. El que iba en cabeza se subió a las escaleras tratando de abrir la tapa sin éxito.

-Déjame probar a mí, quizás tenga más fuerza que tú, sino, tengo un par de trucos bajo la manga.

Cuando el civil bajó de las escaleras, subí yo para tratar de forzar aquella tapa. Estaba más encajada de lo que esperaba y parecía ser más pesada de lo normal también. Apoyé una mano en la pared y comencé a generar madera. Tenía pensado usarla para ayudarme a levantar aquella tapa del demonio. Una vez la madera llegó hasta metal, y mientras yo también empujaba, hice que la madera siguiera creciendo, forzando así a que se abriera. Tras unos minutos que se hicieron bastante largos una gran cantidad de luz entro a través de la abertura, cegándonos unos instantes. Me tapé con la mano los ojos, hasta que se acostumbraron a la iluminación, y luego salí con cuidado, asomándome poco a poco a través del agujero abierto. Si no había peligro fuera, terminaría de salir y apuraría al resto para que hicieran los mismo, seguía algo preocupada por el aumento de la calidez del aire allí abajo.

Conseguís salir sin muchos problemas, con un poco de maña y mucha paciencia. En cuanto el sol te da en la cara te das cuenta de que os encontráis en una de las calles de la ciudad, junto a otro de los canales. Los civiles comienzan a arremolinarse a vuestro alrededor, no es muy común ver a gente saliendo de una tapa de alcantarilla. Tienes que ayudar a tirar de alguno de los que estaban contigo ahí abajo, pero por suerte termináis todos bajo el sol, a salvo. Al menos de momento.

Te pones a pensar y llegas a la conclusión de que si ha habido más desaparecidos no han podido salir por ahí, ya que la tapa estaba atascada. ¿Seguirán abajo? Está claro que hay algo en esos túneles, y quizás tenga que ver con los desaparecidos que te han pedido encontrar. Sin embargo... ¿Deberías pedir refuerzos? A lo mejor te bastas sola, a lo mejor no quieres llamar la atención. Los civiles aunque asustados parecen estar bien, por lo menos y...

Un grito te para. Alguien ha llamado a las autoridades y un hombre vestido de policía se dirige hacia ti.

-Señorita, me han dicho que usted pertenecía a la marina. Requiero una explicación, ¿Qué demonios le ha sucedido a mis ciudadanos y por qué han salido de la alcantarilla?

No parece contento.

La tapa no parecía querer ceder a mis intentos por abrirla, lo que hacía que la gente que esperaba abajo se pusiera cada vez más nerviosa. Ese era un lujo que yo no podía permitirme, por lo que pacientemente seguí forzando la salida con la madera y mi fuerza. Tras unos cuantos minutos, al fin la luz del sol inundó toda esa zona de los túneles al abrirse la tapa. Tuve que taparme la cara con las manos hasta acostumbrarme al sol. Fuera, la gente se giró para mirar que estaba pasando allí. Al parecer, habíamos estado todo el rato debajo de la ciudad en las alcantarillas de la misma. Como era normal, la gente comenzó a arremolinarse alrededor nuestro mientras ayudaba a salir a algunos de los civiles. Nos habíamos convertido en el centro de atención de todo el barrio, y pronto, en el centro de los chismes de toda la ciudad.

Cuando el último de los civiles estuvo fuera de las alcantarillas, me pude permitir pensar en que hacer ahora. Si esto mismo les había pasado a los marines era probable que siguieran en los túneles. Lo que ya no podía aventurar es si vivos y retenidos o muertos, ya que de estar vivos y libres abrían acabado dando con la salida. Unas voces me interrumpieron, un guardia de la ciudad me pedía explicaciones de lo que estaba pasando allí. Al parecer alguien ya le había comentado que pertenecía a la marina. Pidiéndole que nos alejáramos un poco y hablando en un tono bastante bajo le dije:

-Verá, acabamos ahí abajo tras volcar nuestra barca del tour por los canales que ofertan en la ciudad. Me gustaría pedirle que llevara esto con mucha discreción hasta que pueda averiguar más del asunto. Si pudiera llevarse a esta gente hasta la comisaría y tomarle declaración sería de gran ayuda. Yo volveré a bajar a los túneles en busca de alguna pista que me aclaré todo lo que está pasando aquí. Me gustaría también pedirle que no tome ninguna acción legal contra los responsables de los tours hasta que regrese, pero que si puede los mantengan vigilados de forma discreta.

Si el guardia estaba de acuerdo conmigo y accedía a mis peticiones bajaría de nuevo a las alcantarillas, desandando el camino realizado con los civiles y girando en el túnel por el que quería ir desde un principio. Esperaba no haber perdido la oportunidad de hablar con quien fuera que estuviera picando allí abajo. Si el policía tenía algún problema con mis peticiones no me quedaría otra que retrasar mis planes hasta que pudiera llegar a un acuerdo con las autoridades locales.

El guardia todavía parece poco convencido, pero te hace caso. Comienza a llamar la atención de la gente y a organizarlos para que le acompañen a comisaría. Cuando vuelves a bajar por el túnel, varios de los civiles se te quedan mirando. Uno de los niños incluso se asoma por el agujero, antes de que su madre lo atrape. Qué aplicado...

De nuevo notas el extraño calor allí abajo. Definitivamente no venía de arriba; hay algo en esos túneles. Te encaminas por el otro túnel, allí de donde venían los sonidos. Ya no se escuchan, pero persistes. Sigues caminando y al tras varias curvas te encuentras algo inesperado.

Para empezar el río de agua maloliente desahoga por otra especie de alcantarilla, dejando delante de ti un camino despejado. Despejado... por poco, ya que al fondo hay una enorme reja que va del suelo al techo. Tras ella, una sala bastante grande, con herramientas, mesas con extrañas formas y una especie de caldera a lo lejos. ¿Dónde te has metido? Espera, ¿Eso de la pared es una espada?

Con las autoridades colaborando, aunque no parezcan muy seguras de todo lo que les estaba contando, puedo volver a bajar a buscar pistas de mis compañeros desaparecidos. Con la cantidad de curiosos que hay en el área es normal que unos cuantos sientan curiosidad por verme volver a bajar a las alcantarillas. Aunque solo veo la cabeza de uno asomarse para mirar que es lo que allí abajo se cocía, un niño de unos trece o catorce años, con ojos como platos por lo que ve. No tarda en desaparecer de forma brusca de la boca de la alcantarilla, seguramente arrastrado por una madre que no quiere que su hijo se caiga o intente bajar.

Una vez abajo el calor vuelve a golpearme, por lo que algo más debe pasar allí para que la temperatura se eleve tanto con respecto a la superficie. Mientras deshago el camino hecho con los civiles, me percato que ya no se escucha el ruido de los golpes. Acelero el paso hasta casi correr para llegar cuanto antes a la ubicación anterior en la que se escuchaban. Mientras avanzo maldigo a los civiles y su intransigencia por no hacerme caso y venir antes por ese camino. Aunque puede que así haya sido mejor, ya no tenía que preocuparme por su seguridad o por que hicieran alguna bobada, además de poder ir a mi propio ritmo y no el suyo.

El canal central de las alcantarillas acaba en lo que parece otra alcantarilla, ¿Cuántos subniveles tendrá ese lugar para tener que drenar las alcantarillas a otro? Daba igual, lo importante era que parecía estar cerca del final del túnel, aunque no me esperara de la forma en la que acababa, puesto que una reja me cortaba el camino. Tras ella podía ver una habitación con diferentes tipos de mesa, una especie de caldera u horno al final y lo más raro, una espada colgada de la pared. Era posible que ese sitio fuera algún tipo de herrería clandestina, o una sala de tortura, no estaba del todo seguro. Lo que sí sabía es que la espada destacaba por encima del resto de las cosas.

Miré mejor la habitación, buscando manchas de sangre, martillos, minerales para fundir, herramientas de tortura, además de otra salida a la misma. Tras eso me acerqué más a los barrotes, palpándolos e intentando medir su dureza por referencias de otras cárceles, quizás si hacia presión en los puntos adecuados podría ensanchar la abertura y poder pasar. Crearía cuatro tablas a diferentes alturas entre dos barrotes, para luego ir generando más madera en el centro de las tablas para tratar de forzar la dilatación. La aplicación de fuerzas era necesaria en los barcos para combar la madera, pero no sabía si la extrapolación a los metales serviría, aunque la madera que yo generaba fuera casi como acero.

Te lleva varios minutos y haces no poco ruido, pero consigues separar dos de los barrotes lo suficiente como para colarte dentro sin mucha dificultad. Una vez ahí puedes examinar la sala a gusto.

Es bastante amplia y pronto te das cuenta de que es una especie de taller o herrería. Distingues yunkes y herramientas en las mesas, así como proyectos a medio hacer. Proyectos que son... ¿Armas? Sí, armas. Espadas, alabardas, bolas con pinchos a las que les falta el mango... la lista es amplia. Una pared entera del lugar ha sido destinada a guardarlos todos, y hay varias cajas apiladas que seguramente contengan más de lo mismo. ¿Qué demonios?

De repente, escuchas pasos y la puerta al fondo de la sala se abre de golpe. Aparece un hombre alto y musculoso, con una pistola en la mano. Te apunta a la cabeza mientras grita.

- ¡¿Quién coño eres tú?! ¿Cómo has entrado aquí?

El trabajo de forzar la reja es bastante ruidoso y lento, por lo que me mantengo alerta para en caso de aparecer alguien por la puerta de la sal poder defenderme. Por suerte para mí nadie aparece mientras termino de abrir los barrotes lo suficiente como para poder pasar, aunque para ello debo quitarme el escudo de la espalda y pasarlo en la mano. Al otro lado de la verja ya, me quedo perpleja con la cantidad de armas que hay allí, ya sean expuestas en la pared o sin terminar en los bancos de trabajo. Pero ¿quién necesitaba tal cantidad de armas? Estaba a punto de acercarme a las cajas a comprobar si también estaban llenas de armas cuando la puerta se abrió de repente.

Un hombre, que más parecía un semigigante, apareció por ella arma en mano. Nada más verme me apunto, cubriéndome yo instintivamente con el escudo. Por suerte, el mismo era de un tamaño bastante considerable y cubría gran parte de mi cuerpo. Además mi madera tenía características del acero, por lo que esperaba que parara las balas. Nada más entrar el hombre quiso saber quién era y como había conseguido entrar en la herrería. Intenté pensar algo rápidamente para salir del paso e intentar sacar algo de información por el camino, aunque no estaba segura de que fuera a resultar.

-Estaba de patrulla y vi ese agujero en la verja, entre para ver que todo estuviera en orden. -Había señalado con el brazo libre hacía la verja al decirlo. – Y ahora, si bajas el arma, podremos hablar como gente civilizada y podrás mirar a ver si falta algo. Por cierto, ¿Qué es este sitio exactamente?

No saldría de detrás del escudo hasta asegurarme que el tipo bajaba la pistola, y aunque la bajara, dejaría el escudo a una altura media, solo como precaución. Esperaba sacarle algo al tipo de qué estaba pasando allí, aunque aún me quedaban muchos metros de túneles por investigar, puede que al final necesitara ayuda con ello.

datos:

El hombre todavía parece estar cabreado, pero al escucharte te mira incrédulo y baja el arma poco a poco. Sin embargo, ves que no suelta el gatillo.

-De acuerdo... disculpa. Esta es mi forja, vaya. Creo que se nota.

Poco a poco va caminando por toda la sala, lentamente. No te quita el ojo de encima, pero sí parece estar revisando todo. Al final vuelve a girarse hacia ti y te dice más relajado:

- Creo que lo único que nos falta es el cofre azul... ¿Podrías ir y decírselo a mi jefe? Quiero hacer un examen más a fondo y de paso reparar la verja... no tiene pérdida, es todo recto.

Te señala la puerta por la que ha entrado con el pulgar. Sigue abierta y se ve un pasillo de piedra tras ella. En caso de que le obedezcas, al ir caminando por ahí te encontrarás un par de puertas a los lados pero solo una al fondo, de color rojo y con una aldaba en el centro.