Una viajera y un caballero (Privado pasado/Reika y Mordred)

-¡Vuélveme a llamar encanto y te corto la cabeza en un suspiro, basura inútil!- grité a pleno pulmón. Me encontraba en mitad de un restaurante de la ciudad de Goat, en una isla del East Blue por motivos de trabajo. Los altos mandos de la Revolución sospechaban de que uno de los nobles de la ciudad traficaba con personas de varias razas, desde sirenas hasta brazos largos. Y me habían encomendado la misión de reunir pruebas sobre esto y de liberar a tantos prisioneros como me fuera posible. Antes de comenzar con mi investigación, había decidido detenerme a comer un poco en un local de la ciudad para coger fuerzas. Sin embargo, uno de los clientes había intentado ligar conmigo llamándome encanto y eso, naturalmente, era un grave error por su parte. Tomé mi espada y la dirigí a su cuello con un rápido movimiento, mirándole con ojos furibundos.

- Lo-lo siento... no pretendía ofenderte - empezó a decir el hombre a su vez que su rostro se tornaba blanco como la nieve y empezaba a sudar como un cerdo. No era mi estilo matar civiles inocentes, a no ser que fuera estrictamente necesario, así que me relajé un poco y bajé mi espada, centrándome en acabarme el plato que había pedido antes y que ahora estaba frío. - Vete de aquí si valoras tu vida, por tu culpa mi almuerzo se ha enfriado y si no quieres que lo pague contigo harías bien en irte cagando leches, ¿estamos? - agarré el tenedor y comencé a comer otra vez ignorando al hombre que se había ido corriendo como alma lleva el diablo.

Aquella isla había sido una de las primeras paradas que hizo, pero tan solo se quedó por la zona del puerto. Ahora tenía pensado entrar algo más al interior. El bando de la rubia no había quedado claro por el momento y ella continuaba analizando situaciones. Desde entrar a la marina, al gobierno o irse al mundo de la piratería con gente que considerase digna. De todas formas, ella actuaba bajo sus propios criterios y por ello estaría atenta a todo lo que sucediese a su alrededor. Cuando tuviese sus propias conclusiones actuaría de acuerdo a lo que pensase. En aquel preciso momento se hallaba caminando por las calles de aquel sitio con una mirada bastante calmada.

La joven vestía con una sudadera blanca, unos pantalones azulados y unas sandalias de madera. A su espalda podía verse una enorme guadaña negra y una mochila. Llevaba el cabello cogido en cuatro coletas que ella misma se hacía. Poseía también una cinta negra con el cuello con una placa de acero decorativa y bastante llamativa.

- ¡Apártese, por favor! – Gritó entonces un hombre que salió de un restaurante.

Casi la empujó en el proceso y ella frunció el ceño de forma notoria. Si aquel inútil no hubiese corrido tanto le habría dado un buen puñetazo en el rostro, pero se veía que era bastante veloz. Trató de ignorarlo y entró en aquel sitio. Todo el mundo miraba con miedo a una persona que se hallaba comiendo. Parecía una mujer rubia, la cual portaba una armadura bastante llamativa. Tal vez pertenecía a la guardia imperial de aquella isla de nobles o algo por el estilo. No podía confirmarlo con una simple teoría. Ella entonces se sentó a su lado derecho y miró al camarero con una expresión bastante calmada.

- Ponme un tazón de ramen de pollo y un vaso de agua.

- Joder, vaya cosa rebuscada. Tenemos algunos paquetes comprados, le haremos uno de esos si no le importa. – Dijo con un tono amable.

La joven asintió con la cabeza y se mantuvo a la espera mientras miraba lo que comía la chica rubia de su lado. De nuevo la miró a ella por unos momentos y finalmente miró al frente colocando ambas manos en sus mejillas. No podía creerse que aquel día fuese tan aburrido. Bostezó un poco y lo siguiente que hizo fue relamerse despacio.

- No tarde tanto, señor ¡Me muero de hambre! – Gritó con un tono sádico y alegre al mismo tiempo, combinación algo rara.

Con el asunto del hombre tratándome como un hombre arreglado, proseguí en mi empeño de continuar con mi ahora fría comida. - De verdad, la próxima vez que lo vea juro que voy a golpearlo - murmuré cabreada. Pero la comida era comida, fría o caliente me la iba a acabar de comer de una vez. Una muchacha rubia que portaba una sudadera blanca se sentó a mi lado y pidió un tazón de pollo. *-Extraño, normalmente la gente suele mantenerse alejada de mí cuando me pongo de mal humor - * pensé mientras miraba de reojo a la extraña mujer. De hecho, prefería que cualquiera que se atreviera a tratarme como un hombre o como una mujer se mantuviera alejado, ya que se me podría ir la mano algún día y hacer algo de lo que me podría arrepentir. Me zampé mi plato de tallarines de un bocado y le pedí al camarero que me trajera una jarra de cerveza bien fresca.

- Sí, ahora mismo se la traigo. ¿La quiere normal o negra? - preguntó el camarero con cierto temor. - Que sea negra. Ah, y llénala hasta arriba ya que me gusta beberla así. Al poco rato, llegó mi pedido al que le dí un sorbo para después suspirar de alivio. - Ahhhh, que fresquita y rica está. Así da gusto gastarse los berries. Dígame señorita, ¿es usted una viajera? Tiene pinta de serlo, ya que no pareces ser de por aquí - comenté buscando algún tema de conversación con la chica de al lado. Al mirarla más detenidamente, me dí cuenta que tenía un cierto parecido con una amiga de la infancia a lo que aquel recuerdo hizo que una sonrisa nostálgica se dibujara en mis labios. Que una desconocida te recordase a una vieja amiga era algo bueno, o eso creía. Le di otro sorbo a mi bebida hasta que esta se acabó y le pedí otra al mesero mientras aguardaba a que la forastera me contestase. No había nada de que preocuparse, yo tenía una buena resistencia al alcohol por lo tanto no iba a ponerme pedo solo por dos cervezas.

Al fin recibió su tazón de fideos con pollo. No tardó mucho en mostrar una expresión feliz y en empezar a comer sin parar. Tragaba aquellos fideos con una facilidad asombrosa, como si estuviesen creados solo para ella. El sabor no era nada del otro mundo, pero estaban buenos a fin de cuentas. Soltó un pequeño suspiro de gusto cuando se tragó la mitad del bol y después escuchó las palabras de la persona que tenía a su lado. Se dio cuenta de que parecía ser una chica de detalles muy parecidos a los suyos. Tenían un color de ojos similar y ambas eran rubias. No pudo evitar mirarla con una sonrisa calmada para después cruzarse de brazos. Había dado en el clavo, por lo que decidió asentir con la cabeza de forma amigable.

- Has dado en el clavo, amiga. Mi nombre es Matsumoto Reika, el Rayo del Este. No soy de esta isla, pero vengo de una cercana.

El hombre al fin le trajo el vaso de agua. Lo más sencillo fue lo que más tardó, pero no pensaba quejarse. Le dio un trago y se lo bebió del tirón. Soltó un suspiro después y acto seguido volvió a comer de sus fideos. Admitía que los suyos eran mucho mejores. La próxima vez compraría ella misma los ingredientes y los prepararía. Se relamió despacio y se los tomó del tirón. Después se fijó en que la joven de su lado estaba bebiendo cerveza. No era una bebida que a ella le agradase, pero cada cual era libre de hacer lo que desease con su vida. Entonces la rubia miró a la chica de su lado y le dio un poco con el codo mientras le sonreía de forma sádica.

- Y dime, amiga ¿De dónde eres tú? A simple vista diría que eres de la guardia de esta isla, pero tengo un presentimiento que me dice lo contrario. Esa armadura se nota bastante más trabajada que las de aquí. Intentaré adivinar… ¿El Norte? – Preguntó al mismo tiempo que cogía la carta de tapas y la miraba.

Había algunas cosas que parecía increíblemente buenas, pero tampoco se iba a poner a pedir nada, pues apenas tenía dinero. Tan solo se deleitaría mirando las deliciosas cosas que servían en aquel lugar. Tampoco le importaba marcarse un sinpa y salir corriendo. Aunque si la rubia era de la guardia no iba a meterse en aquel tipo de líos.

Me limitaba a esperar la contestación de la rubia, hasta que mi otra cerveza por fin llegó. Fue justo entonces que la extraña contestó a mi pregunta, se presentó con el nombre de Matsumoto Reika y con un extraño apodo. Resultaba que efectivamente era una viajera que estaba de paso en esta isla y que provenía de otra cercana. "-No parece del East Blue, supongo que no puedes juzgar a alguien solo por su apariencia"- pensé mientras le dí un gran sorbo al recipiente que contenía aquel negro, espumoso y delicioso líquido llamado alcohol. Se me había quedado un poco de espuma en la boca por lo que me relamí para quitarla. Ahora que ella se había presentado, yo debía hacerlo pues mi código de caballero me lo reclamaba. La viajera seguía comiendo mientras yo la miraba con curiosidad, no todos los días podía hablar con alguien de otra isla y la muchacha parecía tener mucho que contar. Seguí bebiendo de la rica cerveza negra, maldita sea, realmente en escasas ocasiones había degustado un alcohol de tan buena calidad como el que preparaban en aquella taberna.

Reika me dió un codazo suave y una sonrisa se formó en su rostro, me preguntó de donde provenía y si era parte de la guardia de la isla donde nos encontrábamos, lo cual era comprensible por mi armadura. - Me llamo Mordred Draconis, soy el heredero del rey Arthur Draconis. No provengo del Mar del Norte, vengo de una isla situada en el Nuevo Mundo llamada Britannia. Por cierto, no me gusta que me traten como mujer y como hombre tampoco, aparte de que tampoco soy de la guardia de esta isla. Te lo perdonaré porque me caes bien por algún motivo - dije sonriendo mientras golpeaba la mesa con mis dedos a un ritmo casi hipnótico. - A todo esto, ¿no te interesaría ayudarme en un trabajito? Ayudarías a unas cuantas personas además de lo que podrías "tomar prestado" de cierto noble opresor que reside aquí - esperaba que la joven me ayudase, ya que cuantas más personas más posibilidades hay de que la misión sea un éxito.

- No necesito ser perdonada por nada… Mordred-chan. – Dijo entonces mirándola a los ojos con una sonrisa siniestra en todo momento. – Pero si no te gusta que te traten como alguien con género… ¿Cómo debo llamarte? ¿Amiga? ¿Amigo? Es algo difícil de tratar. Te trataré como una mujer o como un hombre, pero ninguna de las dos me es muy complicado, heredero. – Mencionó mirándola en todo momento.

Escuchó las palabras de aquella mujer de cabellos rubios como los suyos y después de unos momentos una sonrisa siniestra se formó en sus labios. Sonrió de manera provocativa y se colocó en pie. La joven fue directa hacia una tapa que otras personas se habían dejado entera. Unas croquetas de jamón y calentitas. Cogió un par de ellas y empezó a masticarlas despacio. El sabor que sintió la llevó a los cielos y no pudo evitar soltar un pequeño quejido de placer. Después de eso puso el plato cerca de la rubia para que ella también pudiese probarlas, pues eran un manjar increíble. Miró en la carta que una sola ración podía llegar a costar como seis cervezas negras. Soltó un suspiro pensando en esa gente que desperdiciaba la comida y después se quedó mirándola.

- Un noble opresor y putear. Una combinación divertida, pero sería lo suyo que no me vieran la cara, por lo que actuaré desde las sombras si no te importa. – Dijo al mismo tiempo que comía otra deliciosa croqueta.

Un noble podía ser escoria o buena persona, pero el noventa por ciento resultaba ser la primera opción por desgracia. Se quedó un poco pensativa, pues no sabía el método que la rebelde quería realizar para molestar a aquella persona. Bostezó un poco y después de unos momentos se comió algo de atún que acompañaba la tapa. Se quedó mirando a la chica finalmente y después de unos momentos sonrió.

- Bueno, su futura alteza. Quiero toda la información posible y saber tu plan. Si veo que puede ser útil para las dos, me temo que tendrás mi guadaña a tu servicio por hoy. – Le dijo tratando de darle una leve caricia en la mejilla como acto de amistad.

Volví a pedir otro plato de comida mientras mi compañera continuaba hablando, realmente el tipo de antes me había molestado mi hora de comer y seguía con hambre. Por lo que señalé al mesero para que este se acercara y le dije que me trajera un poco de carne con ensalada de frutas acompañado de patatas fritas , por supuesto. Cogí mi yelmo y le saqué brillo con una servilleta, me gustaba cuidar de mi equipo tanto ya sean armas o armaduras. Hecho esto, lo coloqué en un asiento que había desocupado al lado y presté atención a las palabras de Reika mientras los rugidos de mi estómago reclamaban que el mesero se diera prisa en preparar mi orden o mi estado de ánimo empeoraría drásticamente. Siempre me ponía de mal humor cuando tenía hambre o cuando alguien me estorbaba de uno de los momentos más esperados del día.

- Simplemente llámame Mo-san, me pone de mal humor que me traten como hombre o mujer. Me considero de género neutro, pero no por ello soy incapaz de enamorarme o que me guste alguien ya que hay gente que me ha preguntado si soy asexual y esas cosas - dije sonriendo cálidamente. - Me gusta tu sonrisa, demuestra que tienes agallas y eso me gusta en la gente -

Entonces fue cuando la rubia viajera se levantó para mi sorpresa, me preguntaba si había rechazado mi oferta y se iba a ir desapareciendo entre el gentío de la ciudad hacia un destino desconocido para mí. Pero solo dirigió sus pasos hacia una mesa vacía en la que aún permanecían restos de comida de otros clientes y tomó un platillo. Fue entonces, cuando el mesero puso el plato que había pedido antes enfrente mío y se retiró sin decir nada, temeroso de mis palabras y mi mirada de fuego. Reika volvio a su asiento y comenzó a zampar, parecía que disfrutaba de su comida. Yo tampoco me quedé atrás, en un abrir y cerrar de ojos los manjares que habían sobre mi plato desaparecieron como la nieve en un día soleado. Reika se planteó mi propuesta después de terminar su comida, esperaba que dijera que sí, ya que una ayudita me vendría bien.

- Me parece bien que quieras actuar en las sombras, de hecho, es mejor. Verás, se me ha encargado la labor de averiguar si uno de los nobles de esta ciudad es un traficante de esclavos. Lo único que he de hacer es recoger pruebas y liberar a tantos prisioneros como me sea posible, en caso de que los haya. Mi plan consiste en que yo llamo la atención de los guardias mientras tú te cuelas dentro sin que nadie te vea y , ya cuando me libre de los guardias, me abres desde dentro. Como pago por tu ayuda, estoy seguro de que habrá algo de valor en esa mansión que despierte tu curiosidad - dije sonriendo pícaramente. - Entonces, ¿trato? - ofrecí mi mano para que la estrechara en caso de que le interesara mi propuesta.