Como de costumbre, Therax caminaba por las calles de la ciudad acompañado por sus dos compañeros de viaje. A su espalda y un poco escorado a la izquierda, Tib trotaba alegremente mientras sacaba la lengua y agitaba el rabo como un cachorro esperando su desayuno. Junto a él, César, un viejo lobo lisiado y con un carácter que rivalizaba con el de la persona más malhumorada que pudiera existir, seguía el ritmo con una leve cojera.
Alrededor del grupo, como no podía ser de otro modo, los viandantes se hacían a un lado ante la desconfianza que les inspiraba el más joven de los cánidos, el cual, como buen Muryn, no presentaba el aspecto típico de un lobo. El rubio estaba acostumbrado a suscitar ese tipo de reacciones en la inmensa mayoría de la población de los lugares que visitaba, por lo que no prestaba más atención a la atípica situación que se desarrollaba a su alrededor de la que le prestaría al vuelo de una mosca. Mientras simplemente se hiciesen a un lado -aunque realmente no había motivos para ello-, él seguía su camino. Ni siquiera las enojadas miradas que recibía de vez en cuando o los acusadores dedos que se levantaban en su dirección bastante a menudo eran capaces de provocar ninguna reacción por parte del muchacho.
Mientras caminaba, reflexionaba sobre los últimos sucesos que habían acontecido en su vida. Ya llevaba un tiempo en el Reino de Lvneel y, a pesar de que su Blue natal era el South, no tenía mucha prisa en regresar, aunque sabía que más tarde o más temprano tendría que hacerlo. No obstante, en espera de que ese día llegara, no veía con malos ojos la idea de explorar las islas de aquella región y, de paso, ver un poco de mundo.
Siguiendo un camino que no había recorrido desde que había llegado allí, giró aleatoriamente en varias de las esquinas que se presentaron a su paso, arrancando más de un grito ahogado por parte de los transeúntes al ver la compañía que llevaba. Probablemente hubiera sido un día tranquilo si el corpulento tipo que se sentaba en uno de los veladores cercanos hubiera decidido mantener la boca cerrada.
-¡Eh, tú! -exclamó el tipo desde la distancia-. Llévate a esos bichos de mi ciudad antes de que decida sacarlos yo. -Therax se esforzó por ignorar el comentario, habituado como estaba a los improperios emitidos gracias al falso valor que otorgaba el alcohol-. ¿No me oyes? -repitió el sujeto, que cada vez se encontraba más lejos.
Súbitamente, un vaso de cristal estalló junto a una de las patas de Tib, haciéndose añicos. Uno de los diminutos fragmentos salió despedido e impactó en el pie del domador, que se agachó lentamente a recogerlo. Tras observar cuál era la causa de que su compañero hubiera proferido un agudo aullido de sorpresa, se giró sobre sí mismo para observar al bocazas.
A lo largo de sus viajes, Therax había logrado desarrollar un considerable nivel de tolerancia a la hora de tratar con ese tipo de individuos, pero había un límite bien definido... y éste era la agresión. No pensaba permitir que nadie le tratase de ese modo, y mucho menos a sus mascotas.
En consecuencia, comenzó a caminar en dirección al bar desde el que el vaso había sido lanzado. Al ver su reacción, tanto el sujeto en cuestión como otros cinco que se encontraban junto a él se levantaron de sus asientos y miraron en su dirección con actitud amenazante. «Yo solo quería dar un paseo...», se dijo el espadachín, cada vez más enfadado por el cariz que estaba tomando el asunto.
Alrededor del grupo, como no podía ser de otro modo, los viandantes se hacían a un lado ante la desconfianza que les inspiraba el más joven de los cánidos, el cual, como buen Muryn, no presentaba el aspecto típico de un lobo. El rubio estaba acostumbrado a suscitar ese tipo de reacciones en la inmensa mayoría de la población de los lugares que visitaba, por lo que no prestaba más atención a la atípica situación que se desarrollaba a su alrededor de la que le prestaría al vuelo de una mosca. Mientras simplemente se hiciesen a un lado -aunque realmente no había motivos para ello-, él seguía su camino. Ni siquiera las enojadas miradas que recibía de vez en cuando o los acusadores dedos que se levantaban en su dirección bastante a menudo eran capaces de provocar ninguna reacción por parte del muchacho.
Mientras caminaba, reflexionaba sobre los últimos sucesos que habían acontecido en su vida. Ya llevaba un tiempo en el Reino de Lvneel y, a pesar de que su Blue natal era el South, no tenía mucha prisa en regresar, aunque sabía que más tarde o más temprano tendría que hacerlo. No obstante, en espera de que ese día llegara, no veía con malos ojos la idea de explorar las islas de aquella región y, de paso, ver un poco de mundo.
Siguiendo un camino que no había recorrido desde que había llegado allí, giró aleatoriamente en varias de las esquinas que se presentaron a su paso, arrancando más de un grito ahogado por parte de los transeúntes al ver la compañía que llevaba. Probablemente hubiera sido un día tranquilo si el corpulento tipo que se sentaba en uno de los veladores cercanos hubiera decidido mantener la boca cerrada.
- Aspecto:
-¡Eh, tú! -exclamó el tipo desde la distancia-. Llévate a esos bichos de mi ciudad antes de que decida sacarlos yo. -Therax se esforzó por ignorar el comentario, habituado como estaba a los improperios emitidos gracias al falso valor que otorgaba el alcohol-. ¿No me oyes? -repitió el sujeto, que cada vez se encontraba más lejos.
Súbitamente, un vaso de cristal estalló junto a una de las patas de Tib, haciéndose añicos. Uno de los diminutos fragmentos salió despedido e impactó en el pie del domador, que se agachó lentamente a recogerlo. Tras observar cuál era la causa de que su compañero hubiera proferido un agudo aullido de sorpresa, se giró sobre sí mismo para observar al bocazas.
A lo largo de sus viajes, Therax había logrado desarrollar un considerable nivel de tolerancia a la hora de tratar con ese tipo de individuos, pero había un límite bien definido... y éste era la agresión. No pensaba permitir que nadie le tratase de ese modo, y mucho menos a sus mascotas.
En consecuencia, comenzó a caminar en dirección al bar desde el que el vaso había sido lanzado. Al ver su reacción, tanto el sujeto en cuestión como otros cinco que se encontraban junto a él se levantaron de sus asientos y miraron en su dirección con actitud amenazante. «Yo solo quería dar un paseo...», se dijo el espadachín, cada vez más enfadado por el cariz que estaba tomando el asunto.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El Norte era un sitio bastante agradable a decir verdad y eso lo sabía la joven muy bien. El clima era frío y siempre le habían agradado ese tipo de temperaturas, por algo era una chica mitad delfín, aunque no se notase. Se rascó un poco el hombro derecho debido a un pequeño picor que le dio y continuó su camino ¿Por dónde iba? Pues por las calles de aquella isla de la que nunca supo nada. Investigarla un poco podía ser divertido para tener algo más de conocimiento sobre los sitios humanos. Tal vez encontraba algo divertido que poder hacer en aquel lugar. Estaba segura de que no habría idiotas. Sus habilidades con el agua por fin estaban empezando a mejorar y eso la iba a ayudar mucho. Amaba el mar y pudiendo usar el karate gyojin, se sentía muy afortunada.
La chica vestía con una chaqueta negra de manga larga, una camisa azulada de tirantes por dentro, unos pantalones vaqueros y unas botas. Había dejado el atuendo de Wano en el barco que había usado para ir hacia allí. No llevaba su sombrero, dejando al descubierto su serio rostro. Su cabello largo le caía por los hombros y además tenía una coleta pillada. Sus azulados ojos fríos como el hielo se fijaron en algo curioso. Un vaso de cristal estalló a centímetros de un chico que iba con dos perros. La morena se mantuvo seria observando aquella situación y decidió seguir a lo suyo. Trató de pasar de largo, pero el idiota trató de meterse en el bar desde donde le arrojaron aquello ¿Ir de cara en busca de los problemas? Eso la hizo alzar una ceja. La futura agente del Cipher Pol lo siguió entonces.
Se dio cuenta del tanque al que quería encarar. Un tipo grande sin pelo y bastante musculoso. Otros hombres parecían apoyarle y eso hizo que ella frunciera el ceño de forma fría. La joven llevó la mano derecha a la funda de su katana Sasori y acto seguido se colocó al lado derecho del rubio. No dijo nada, permaneció mirando a los hombres con una expresión que no mostraba nada. Era como si fuera una muñeca andante sin vida, pero una mirada agresiva cambió aquello. Uno de aquellos tipos se acercó a ella y entonces estiró su mano derecha hacia ella de forma engreída.
- No solo vas con dos perros, chico ¿También te acompaña esta perra? – Terminó de decir entre algunas risas estúpidas.
Azumi realizó tan solo un movimiento rápido. Su mano quedó extendida hacia un lado y su katana estaba manchada de sangre. La extremidad de aquel imbécil había sido cortada de antebrazo para abajo. Los gritos de dolor no tardaron mucho en empezar a escucharse. La sangre salía de forma exagerada y en el rostro de la morena podía verse una sonrisa sádica. La mafiosa guardó su espada tras limpiarla con un pañuelo. Colocó su pie derecho sobre el pecho de aquel idiota y mostró un tono frío.
- Muestra más respeto ante una noble, miserable. – Impactó su pie contra su estómago de forma violenta y después miró al resto.
El enorme hombre calvo parecía mosqueado, pero eso a ella le daba lo mismo. Ignorando al resto de idiotas se agachó un poco hacia el animalito herido y lo miró con calma. Después de unos momentos dirigió su mirada hacia el rubio.
- ¿Cómo se llama? Es muy mono. – Mostró una expresión algo más animada.
La chica vestía con una chaqueta negra de manga larga, una camisa azulada de tirantes por dentro, unos pantalones vaqueros y unas botas. Había dejado el atuendo de Wano en el barco que había usado para ir hacia allí. No llevaba su sombrero, dejando al descubierto su serio rostro. Su cabello largo le caía por los hombros y además tenía una coleta pillada. Sus azulados ojos fríos como el hielo se fijaron en algo curioso. Un vaso de cristal estalló a centímetros de un chico que iba con dos perros. La morena se mantuvo seria observando aquella situación y decidió seguir a lo suyo. Trató de pasar de largo, pero el idiota trató de meterse en el bar desde donde le arrojaron aquello ¿Ir de cara en busca de los problemas? Eso la hizo alzar una ceja. La futura agente del Cipher Pol lo siguió entonces.
Se dio cuenta del tanque al que quería encarar. Un tipo grande sin pelo y bastante musculoso. Otros hombres parecían apoyarle y eso hizo que ella frunciera el ceño de forma fría. La joven llevó la mano derecha a la funda de su katana Sasori y acto seguido se colocó al lado derecho del rubio. No dijo nada, permaneció mirando a los hombres con una expresión que no mostraba nada. Era como si fuera una muñeca andante sin vida, pero una mirada agresiva cambió aquello. Uno de aquellos tipos se acercó a ella y entonces estiró su mano derecha hacia ella de forma engreída.
- No solo vas con dos perros, chico ¿También te acompaña esta perra? – Terminó de decir entre algunas risas estúpidas.
Azumi realizó tan solo un movimiento rápido. Su mano quedó extendida hacia un lado y su katana estaba manchada de sangre. La extremidad de aquel imbécil había sido cortada de antebrazo para abajo. Los gritos de dolor no tardaron mucho en empezar a escucharse. La sangre salía de forma exagerada y en el rostro de la morena podía verse una sonrisa sádica. La mafiosa guardó su espada tras limpiarla con un pañuelo. Colocó su pie derecho sobre el pecho de aquel idiota y mostró un tono frío.
- Muestra más respeto ante una noble, miserable. – Impactó su pie contra su estómago de forma violenta y después miró al resto.
El enorme hombre calvo parecía mosqueado, pero eso a ella le daba lo mismo. Ignorando al resto de idiotas se agachó un poco hacia el animalito herido y lo miró con calma. Después de unos momentos dirigió su mirada hacia el rubio.
- ¿Cómo se llama? Es muy mono. – Mostró una expresión algo más animada.
Cuando había cubierto la mitad de la distancia que lo separaba del calvo y sus perritos falderos, llevó la mano hacia la empuñadura de uno de esos sables. Aquellos tipos estaban ebrios, pero albergaba la tenue esperanza de que, al ver que no vacilaría a la hora desenvainar sus espadas si era necesario, se lo pensaran mejor y cambiaran su actitud.
No obstante, dado que no parecía que tuvieran intenciones de recapacitar, se preparó para darles un susto. Entonces, una morena se posicionó junto a él sin decir nada. Therax no sabía si habría visto la escena al completo o simplemente no le gustaba la idea de que seis se enfrentasen contra uno, aunque aquellos tipos no tenían aspecto de haber combatido más veces de las que cualquier borracho lo haría en una tasca. Fuera como fuere, nunca venía mal tener un apoyo.
Justo después, uno de aquellos infelices tuvo la peor idea que se le podía haber ocurrido y, tras humillar a la desconocida, se encontró sin parte de un brazo y con un pie plantado sobre él. «Se lo merece por bocazas», pensó el rubio al ver el desarrollo de los acontecimientos.
A pesar de todo, el calvo y los suyos no parecían haberse amedrentado por la drástica medida tomada por la morena para salvaguardar su honor, y los miraban a ambos con una mirada aún más enfurecida si cabía. Therax no tenía duda de que su idea de dar un tranquilo paseo iba a ser frustrada en breves instantes.
-Se llama Tib -respondió el domador sin dejar de mirar al corpulento borracho, que les susurraba algo a los sujetos que había junto a él-. Pues espera a que esos vengan a por nosotros... Ahí sí que te va a parecer mono -añadió en seguida.
Sin darle tiempo a presentarse a la desconocida, los cinco tipos restantes se lanzaron contra ellos, rompiendo contra la mesa los recipientes de cristal de los que habían estado bebiendo hasta hacía unos minutos para emplearlos como armas. Tib, que se había acercado a la morena para olfatearla, dejó lo que estaba haciendo y se situó junto a su amo.
Mientras los oponentes se acercaban, el espadachín sacó con tranquilidad sendas espadas de sus fundas y, cuando estuvieron lo suficientemente cerca, dio un rápido paso hacia delante al tiempo que realizaba un corte horizontal con ambos, hundiendo las hojas en la barriga de dos de ellos y provocando que cayeran al suelo. No tenía intención de matarlos, así que los dejó en el suelo retorciéndose de dolor y aferrándose las heridas en un inútil intento por detener la hemorragia.
-No seáis exagerados -dijo-. No es lo suficientemente profundo como para mataros, pero yo llamaría a alguien para que os los cure -añadió mientras volvía a envainar sus katanas.
Tib, por su parte, no se lo había pensado y se había lanzado al torso del que había arrojado el vaso y, tras morder con todas sus fuerzas el brazo que usaba para sostener su improvisada arma y provocar que la soltase, lanzó tantos zarpazos como pudo hacia el pecho del tipo. Impresionado por la velocidad y la fiereza del animal, no tuvo tiempo para reaccionar, por lo que en seguida se vio tirado junto a sus compinches.
No obstante, dado que no parecía que tuvieran intenciones de recapacitar, se preparó para darles un susto. Entonces, una morena se posicionó junto a él sin decir nada. Therax no sabía si habría visto la escena al completo o simplemente no le gustaba la idea de que seis se enfrentasen contra uno, aunque aquellos tipos no tenían aspecto de haber combatido más veces de las que cualquier borracho lo haría en una tasca. Fuera como fuere, nunca venía mal tener un apoyo.
Justo después, uno de aquellos infelices tuvo la peor idea que se le podía haber ocurrido y, tras humillar a la desconocida, se encontró sin parte de un brazo y con un pie plantado sobre él. «Se lo merece por bocazas», pensó el rubio al ver el desarrollo de los acontecimientos.
A pesar de todo, el calvo y los suyos no parecían haberse amedrentado por la drástica medida tomada por la morena para salvaguardar su honor, y los miraban a ambos con una mirada aún más enfurecida si cabía. Therax no tenía duda de que su idea de dar un tranquilo paseo iba a ser frustrada en breves instantes.
-Se llama Tib -respondió el domador sin dejar de mirar al corpulento borracho, que les susurraba algo a los sujetos que había junto a él-. Pues espera a que esos vengan a por nosotros... Ahí sí que te va a parecer mono -añadió en seguida.
Sin darle tiempo a presentarse a la desconocida, los cinco tipos restantes se lanzaron contra ellos, rompiendo contra la mesa los recipientes de cristal de los que habían estado bebiendo hasta hacía unos minutos para emplearlos como armas. Tib, que se había acercado a la morena para olfatearla, dejó lo que estaba haciendo y se situó junto a su amo.
Mientras los oponentes se acercaban, el espadachín sacó con tranquilidad sendas espadas de sus fundas y, cuando estuvieron lo suficientemente cerca, dio un rápido paso hacia delante al tiempo que realizaba un corte horizontal con ambos, hundiendo las hojas en la barriga de dos de ellos y provocando que cayeran al suelo. No tenía intención de matarlos, así que los dejó en el suelo retorciéndose de dolor y aferrándose las heridas en un inútil intento por detener la hemorragia.
-No seáis exagerados -dijo-. No es lo suficientemente profundo como para mataros, pero yo llamaría a alguien para que os los cure -añadió mientras volvía a envainar sus katanas.
Tib, por su parte, no se lo había pensado y se había lanzado al torso del que había arrojado el vaso y, tras morder con todas sus fuerzas el brazo que usaba para sostener su improvisada arma y provocar que la soltase, lanzó tantos zarpazos como pudo hacia el pecho del tipo. Impresionado por la velocidad y la fiereza del animal, no tuvo tiempo para reaccionar, por lo que en seguida se vio tirado junto a sus compinches.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tib, el nombre no se lo habría puesto ella, pero tampoco estaba mal. Se quedó mirando al animal con una sonrisa y después se rascó la cabeza un poco. El comentario que dijo el rubio hizo pensar a la chica que aquel animal era agresivo con los idiotas. Eso la hizo reír un poco por lo bajo, le gustaba que los animales pisotearan a los imbéciles. Se relamió unos segundos y después se quedó mirando al animal con mimo. Quería abrazarlo, peor debía comportarse y no sabía si su dueño lo permitiría. Tampoco quería llevarse un mordisco de forma gratuita. El perro, el cual la estaba olfateando, volvió entonces junto a su amo y ella escuchó el sonido de aquella gente a su espalda. Una sonrisa sádica se formó en su rostro y llevó la mano a Sasori lentamente.
- Se terminó…
Justo cuando iba a cortarlos a todos, el rubio se adelantó junto a su perro, dejándolos tirados en el suelo. Todo había terminado y se quedó sin diversión. Ella no llegó a sacar la katana del todo, de lo contrario, Azumi habría liberado el poder de su ámbito de la oscuridad. Se mantuvo serena y se colocó en pie mientras chasqueaba la lengua. Terminó de guardar su arma y se quedó mirando a los idiotas que había allí tirados. La morena entonces se quedó mirando al chico con toda la calma del mundo. Miró sus espadas unos momentos y después desvió la mirada hacia otro lado. Le había caído bastante bien, pero se quedó sin parte de la diversión. Mostró una expresión algo sádica y después le habló.
- ¿Te gusta el sake? Me han entrado ganas y quiero brindar por el perrito. Ha demostrado ser un campeón ¿Verdad? – Dijo estirando la mano hacia el animal y tratando de acariciarle la cabeza.
Justo en ese momento, el dueño del bar salió por la puerta. Era un hombre alto, de unos dos metros más o menos. Sus cabellos eran largos y oscuros, poseía tatuajes en los brazos y vestía con una chaqueta de tirantes de cuero. En su frente había un pañuelo verde y mostraba una sonrisa bastante amigable. Alzó el brazo hacia arriba y empezó a reírse.
- Os dije que algún día os iban a dar un par de hostias, inútiles ¡Vosotros dos! Os invito a unas cuantas copas por vuestro valor ¿Aceptáis? – Preguntó mirándoles a ellos.
- ¡Por supuesto que lo hacemos, compañero! – Gritó la joven mostrando sus dientes de forma siniestra, como buena semigyojin.
Se quedó mirando tranquilamente a su otro compañero y esperó a que él decidiera. Mantenía su expresión sádica y esperaba ansiosa. Tenía muchas ganas de beberse un buen sake de calidad, pues para ella era el mismísimo paraíso. Su habilidad con la espada pareció ser bastante buena y eso la hizo a ella quedar algo impresionada. Esperaba conocer más sobre él y su estilo, pues adoraba los espadachines.
- Se terminó…
Justo cuando iba a cortarlos a todos, el rubio se adelantó junto a su perro, dejándolos tirados en el suelo. Todo había terminado y se quedó sin diversión. Ella no llegó a sacar la katana del todo, de lo contrario, Azumi habría liberado el poder de su ámbito de la oscuridad. Se mantuvo serena y se colocó en pie mientras chasqueaba la lengua. Terminó de guardar su arma y se quedó mirando a los idiotas que había allí tirados. La morena entonces se quedó mirando al chico con toda la calma del mundo. Miró sus espadas unos momentos y después desvió la mirada hacia otro lado. Le había caído bastante bien, pero se quedó sin parte de la diversión. Mostró una expresión algo sádica y después le habló.
- ¿Te gusta el sake? Me han entrado ganas y quiero brindar por el perrito. Ha demostrado ser un campeón ¿Verdad? – Dijo estirando la mano hacia el animal y tratando de acariciarle la cabeza.
Justo en ese momento, el dueño del bar salió por la puerta. Era un hombre alto, de unos dos metros más o menos. Sus cabellos eran largos y oscuros, poseía tatuajes en los brazos y vestía con una chaqueta de tirantes de cuero. En su frente había un pañuelo verde y mostraba una sonrisa bastante amigable. Alzó el brazo hacia arriba y empezó a reírse.
- Os dije que algún día os iban a dar un par de hostias, inútiles ¡Vosotros dos! Os invito a unas cuantas copas por vuestro valor ¿Aceptáis? – Preguntó mirándoles a ellos.
- ¡Por supuesto que lo hacemos, compañero! – Gritó la joven mostrando sus dientes de forma siniestra, como buena semigyojin.
Se quedó mirando tranquilamente a su otro compañero y esperó a que él decidiera. Mantenía su expresión sádica y esperaba ansiosa. Tenía muchas ganas de beberse un buen sake de calidad, pues para ella era el mismísimo paraíso. Su habilidad con la espada pareció ser bastante buena y eso la hizo a ella quedar algo impresionada. Esperaba conocer más sobre él y su estilo, pues adoraba los espadachines.
Cuando todo acabó, Therax dirigió una mirada a la desconocida. No sabía identificar si la expresión en su rostro correspondía más a un gesto de sorpresa o de desencanto. Probablemente fuera una mezcla de ambas, pero el chasquido que hizo a continuación parecía orientar más hacia la segunda. Además, el hecho de que su katana estuviera parcialmente desenfundada indicaba que quería participar en el combate. «Vaya, quizás debería haber dejado alguno», pensó el rubio mientras veía cómo Tib se dejaba acariciar por la extraña.
-Claro que sí, aunque quizás debamos buscar otro lugar, porque dudo mucho que el dueño de este bar tenga en mente dejarnos entrar después del jaleo que le hemos montado fuera -comentó el espadachín mientras volvía a mirar distraídamente a los tipos que yacían en el suelo. «Si yo sólo quería dar un paseo», se repitió.
No obstante, el comentario del propietario del establecimiento unos instantes después desmontó por completo la teoría del chico. ¿Cuándo se había vuelto tan malo analizando las situaciones? Tendría que trabajar en ello, pero por el momento la morena había aceptado la oferta del dueño de la taberna en nombre de los dos, aunque parecía esperar alguna reacción por su parte antes de entrar en el local.
-¡Claro que sí! -exclamó jovialmente Therax ante la invitación del hombre. Jamás se podría decir que había rechazado algo gratis, y menos si era en agradecimiento por darle una tunda a un grupo de matones venidos a más.
En consecuencia, procurando pisar algún que otro brazo en su camino, siguió al corpulento anfitrión y se introdujo en el bar. Un ensordecedor estruendo colmó sus oídos cuando traspasó el umbral de la puerta. A su alrededor, innumerables mesas cuadradas servían de tablero para el mismo número de partidas de cartas. ¿A qué estarían jugando? Al mismo tiempo, en las pocas mesas sobre las que no había dinero apostado, el espacio era ocupado por copas, copas y más copas, que eran apuradas con avidez por quienes las habían pedido.
El propietario los guió por un camino entre las meses que sólo él era capaz de ver de tan abarrotada como estaba la tasca. Al final del mismo, una amplia y sorprendentemente limpia barra de mármol servía de apoyo a los codos de los que se sentaban junto a ella. El tipo se introdujo tras la misma por un pequeño hueco que había en uno de sus extremos y, mientras les indicaba que se sentaran en los dos únicos asientos que quedaban libres, sirvió sendas copas de sake de una botella que sacó de debajo del mostrador.
Lo primero que hizo el chico al sentarse fue beberse la suya de un sorbo y pedir la siguiente. Era completamente estúpido, pero el modo en que esos gorilas habían frustrado su relajada caminata le había alterado más de lo normal.
-Claro que sí, aunque quizás debamos buscar otro lugar, porque dudo mucho que el dueño de este bar tenga en mente dejarnos entrar después del jaleo que le hemos montado fuera -comentó el espadachín mientras volvía a mirar distraídamente a los tipos que yacían en el suelo. «Si yo sólo quería dar un paseo», se repitió.
No obstante, el comentario del propietario del establecimiento unos instantes después desmontó por completo la teoría del chico. ¿Cuándo se había vuelto tan malo analizando las situaciones? Tendría que trabajar en ello, pero por el momento la morena había aceptado la oferta del dueño de la taberna en nombre de los dos, aunque parecía esperar alguna reacción por su parte antes de entrar en el local.
-¡Claro que sí! -exclamó jovialmente Therax ante la invitación del hombre. Jamás se podría decir que había rechazado algo gratis, y menos si era en agradecimiento por darle una tunda a un grupo de matones venidos a más.
En consecuencia, procurando pisar algún que otro brazo en su camino, siguió al corpulento anfitrión y se introdujo en el bar. Un ensordecedor estruendo colmó sus oídos cuando traspasó el umbral de la puerta. A su alrededor, innumerables mesas cuadradas servían de tablero para el mismo número de partidas de cartas. ¿A qué estarían jugando? Al mismo tiempo, en las pocas mesas sobre las que no había dinero apostado, el espacio era ocupado por copas, copas y más copas, que eran apuradas con avidez por quienes las habían pedido.
El propietario los guió por un camino entre las meses que sólo él era capaz de ver de tan abarrotada como estaba la tasca. Al final del mismo, una amplia y sorprendentemente limpia barra de mármol servía de apoyo a los codos de los que se sentaban junto a ella. El tipo se introdujo tras la misma por un pequeño hueco que había en uno de sus extremos y, mientras les indicaba que se sentaran en los dos únicos asientos que quedaban libres, sirvió sendas copas de sake de una botella que sacó de debajo del mostrador.
Lo primero que hizo el chico al sentarse fue beberse la suya de un sorbo y pedir la siguiente. Era completamente estúpido, pero el modo en que esos gorilas habían frustrado su relajada caminata le había alterado más de lo normal.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Una vez sentada en la barra se puso a mirar el lugar con curiosidad. No había estado nunca en un sitio así y no le molestaría acostumbrarse a ellos. El camarero parecía un tío muy enrollado, a menos eso había dejado ver. La morena mantuvo la mirada en diversos factores como el techo, las botellas o las salidas. Le gustaba tenerlo todo bien controlado al pie de la letra. Entonces fue cuando el hombre les sirvió el sake en copa ¿De qué iba? La ceja derecha de la chica tembló un poco y después de unos momentos intentó relajarse. Malditos osados humanos inútiles. Estaban rompiendo la tradición del hermoso licor de los dioses con tonterías. Fue entonces cuando no pudo evitarlo y dio un golpe en la mesa.
- ¡Yo lo quiero en un platillo! ¡No toleraré esta ofensa en un sitio como este!
- ¡Hahahahaha! Mis disculpas. Esa actitud debe ser de Wano ¿me equivoco? – Dijo el camarero mientras sonreía y le cambiaba la copa por lo pedido.
Azumi asintió a sus palabras despacio y se llevó el platillo a la boca bebiéndose la mitad del tirón. El sabor fue agradable, pero no tanto como el que hacían en su tierra. Supuso que estaba bien. Se relamió un poco y por algunos momentos el líquido empezó a vibrar en el cuenco. Su manejo de los líquidos como Semi gyojin estaba mejorando. En ese momento se fijó en el joven, el cual se había bebido la primera copa del tirón. Eso hizo que la joven sonriese de forma siniestra y le diese con el codo repetidas veces en el brazo.
- Esa es una muy buena habilidad para tragar, dime, dime, dime ¿Te gusta beber? – Su expresión era bastante sádica, como si buscase ponerle nervioso a base de comentarios raros sobre la bebida.
Entonces fue cuando el camarero puso una tapa de almendras fritas con sal y algo de patatas con sabor a jamón al lado. El tipo se notaba que era un camarero de los que no quedaban. Además, no tardó en poner la radio dejando sonar una música agradable. Eran… Guitarras, bajos y… Reconoció una batería. Buen gusto. La joven entonces comió una almendra con calma y alzó al platillo de sake para tratar de brindar con el rubio.
- ¡Oe! Brindemos por la derrota de los tontos de fuera ¡Vínculo samurái de compañerismo! – Gritó con una expresión seria. Brindase o no, bebería y volvería a hablarle con un tono calmado. – Soy Taketo K. Azumi. Princesa de la zona Norte de Wano.
Esperaba no repelerle con aquel comentario. Todo el mundo sabía lo mal que eran mirados los nobles en aquellas zonas donde tenían fama de cabrones. Ella no era como los tenryubitos ni mucho menos, pero parecía haber gente que no sabía la diferencia. Ese tipo de idiotas le causaban a ella dolor de cabeza. Se relamió despacio y después se empezó a servir el tercer platillo despacio.
- ¡Yo lo quiero en un platillo! ¡No toleraré esta ofensa en un sitio como este!
- ¡Hahahahaha! Mis disculpas. Esa actitud debe ser de Wano ¿me equivoco? – Dijo el camarero mientras sonreía y le cambiaba la copa por lo pedido.
Azumi asintió a sus palabras despacio y se llevó el platillo a la boca bebiéndose la mitad del tirón. El sabor fue agradable, pero no tanto como el que hacían en su tierra. Supuso que estaba bien. Se relamió un poco y por algunos momentos el líquido empezó a vibrar en el cuenco. Su manejo de los líquidos como Semi gyojin estaba mejorando. En ese momento se fijó en el joven, el cual se había bebido la primera copa del tirón. Eso hizo que la joven sonriese de forma siniestra y le diese con el codo repetidas veces en el brazo.
- Esa es una muy buena habilidad para tragar, dime, dime, dime ¿Te gusta beber? – Su expresión era bastante sádica, como si buscase ponerle nervioso a base de comentarios raros sobre la bebida.
Entonces fue cuando el camarero puso una tapa de almendras fritas con sal y algo de patatas con sabor a jamón al lado. El tipo se notaba que era un camarero de los que no quedaban. Además, no tardó en poner la radio dejando sonar una música agradable. Eran… Guitarras, bajos y… Reconoció una batería. Buen gusto. La joven entonces comió una almendra con calma y alzó al platillo de sake para tratar de brindar con el rubio.
- ¡Oe! Brindemos por la derrota de los tontos de fuera ¡Vínculo samurái de compañerismo! – Gritó con una expresión seria. Brindase o no, bebería y volvería a hablarle con un tono calmado. – Soy Taketo K. Azumi. Princesa de la zona Norte de Wano.
Esperaba no repelerle con aquel comentario. Todo el mundo sabía lo mal que eran mirados los nobles en aquellas zonas donde tenían fama de cabrones. Ella no era como los tenryubitos ni mucho menos, pero parecía haber gente que no sabía la diferencia. Ese tipo de idiotas le causaban a ella dolor de cabeza. Se relamió despacio y después se empezó a servir el tercer platillo despacio.
Therax no pudo reprimir una carcajada ante la reacción de la morena. Sabía que había gente muy tradicional y que le daba una gran importancia a que las costumbres se respetasen incluso en circunstancias tan relajadas como aquella. No obstante, nunca había tenido la suerte o la desgracia de cruzarse con alguien así y, a juzgar por la primera impresión que la desconocida le había causado, jamás habría imaginado que reaccionaría de ese modo.
Por otro lado, no era muy difícil entender por qué el simpático dueño del local no prestaba atención a detalles como aquél. La clientela que abarrotaba el local estaba conformada en su mayoría por personas con pinta de estar de paso. Tonos de piel de lo más diversos así como indumentarias procedentes de todos los rincones del mundo se repartían por las mesas y se fusionaban entre sí. No, el resto de personas no aparentaba preocuparse en lo mas mínimo por el modo en que el sake debía ser servido. <<Espero que no le corte el brazo a ninguno de estos>>, pensó el rubio antes de volver a dirigir su mirada a la chica, que lucía bastante más relajada después de que el camarero le hubiese dado su platillo.
-No lo hago muy a menudo, pero cuando bebo cuesta pararme -respondió el domador, cogiendo una de las almendras que el del pañuelo verde les había ofrecido y esperando que la chica no se tomase aquel comentario como un desafío al tiempo que apuraba su nueva copa de un trago. Lo sucedido anteriormente continuaba resultándole extremadamente molesto-. Espero que no nos cobren por esto -añadió en un susurro, señalando las almendras y las patatas con un leve gesto de cabeza.
La celebración de la morena fue seguida de una exclamación de júbilo por parte del rubio. Al grito de "¡Vínculo samurái de compañerismo!" alzó su copa y brindó para, justo después, darse cuenta de que él no había pedido que le diesen un platillo para el sake. Se llevó el líquido a los labios y, de un modo distinto al de las ocasiones anteriores, dio un considerable sorbo de la que era su tercera copa.
No sabía si la temperamental chica, que se había presentado como Azumi, consideraba que todo el mundo debía beber del mismo modo en que ella lo hacía o si, por el contrario, era más bien una cuestión personal que gustaba en respetar. Tenía cierta curiosidad por averiguarlo, aunque la expresión que la morena mostraba bastante a menudo unida a lo poco que se había parado a pensar antes de dejar al matón sin parte de su brazo hacía que prefiriese quedarse con la duda.
-Therax Palatiard -comenzó el espadachín cuando Azumi terminó con su presentación, acomodándose en su asiento-. Habitante de una pequeña isla cuyo nombre no se aún -añadió con una sonrisa. Nunca había tratado con nadie de la nobleza, así que tampoco sabía si había algún extraño protocolo que respetar. Bien pensado, tampoco le interesaba, así que decidió dirigirse a la recién conocida como lo había hecho hasta el momento-. Wano... ¿No es esa tierra habitada por samuráis? -inquirió el chico tras acabar con lo poco que quedaba de su tercera copa. Ahora que conocía su procedencia entendía mejor la importancia que le había concedido a un detalle como el del platillo y la radicalidad con la que había zanjado la ofensa hacia su persona.
Mientras hablaban, un murmullo apenas audible había comenzado a extenderse en el exterior. Conforme había ido creciendo y haciéndose más evidente a pesar del jaleo instaurado en el interior del local, Therax no había podido evitar reparar en él y, a la vez que hablaba con Azumi, jugueteaba algo nervioso con su copa y se cuestionaba en silencio cuál sería la causa de semejante agitación.
Realmente le gustaría ser capaz de pasar un día sin meterse en algún tipo de lío, pero los problemas parecían empeñados en no darle ni un respiro y se presentaban encarnados de las formas más diversas. No obstante, aún podía salvar el día e irse a dormir sin volver a desenvainar sus espadas, por lo que trató de ignorar el ruido de fuera.
Por otro lado, no era muy difícil entender por qué el simpático dueño del local no prestaba atención a detalles como aquél. La clientela que abarrotaba el local estaba conformada en su mayoría por personas con pinta de estar de paso. Tonos de piel de lo más diversos así como indumentarias procedentes de todos los rincones del mundo se repartían por las mesas y se fusionaban entre sí. No, el resto de personas no aparentaba preocuparse en lo mas mínimo por el modo en que el sake debía ser servido. <<Espero que no le corte el brazo a ninguno de estos>>, pensó el rubio antes de volver a dirigir su mirada a la chica, que lucía bastante más relajada después de que el camarero le hubiese dado su platillo.
-No lo hago muy a menudo, pero cuando bebo cuesta pararme -respondió el domador, cogiendo una de las almendras que el del pañuelo verde les había ofrecido y esperando que la chica no se tomase aquel comentario como un desafío al tiempo que apuraba su nueva copa de un trago. Lo sucedido anteriormente continuaba resultándole extremadamente molesto-. Espero que no nos cobren por esto -añadió en un susurro, señalando las almendras y las patatas con un leve gesto de cabeza.
La celebración de la morena fue seguida de una exclamación de júbilo por parte del rubio. Al grito de "¡Vínculo samurái de compañerismo!" alzó su copa y brindó para, justo después, darse cuenta de que él no había pedido que le diesen un platillo para el sake. Se llevó el líquido a los labios y, de un modo distinto al de las ocasiones anteriores, dio un considerable sorbo de la que era su tercera copa.
No sabía si la temperamental chica, que se había presentado como Azumi, consideraba que todo el mundo debía beber del mismo modo en que ella lo hacía o si, por el contrario, era más bien una cuestión personal que gustaba en respetar. Tenía cierta curiosidad por averiguarlo, aunque la expresión que la morena mostraba bastante a menudo unida a lo poco que se había parado a pensar antes de dejar al matón sin parte de su brazo hacía que prefiriese quedarse con la duda.
-Therax Palatiard -comenzó el espadachín cuando Azumi terminó con su presentación, acomodándose en su asiento-. Habitante de una pequeña isla cuyo nombre no se aún -añadió con una sonrisa. Nunca había tratado con nadie de la nobleza, así que tampoco sabía si había algún extraño protocolo que respetar. Bien pensado, tampoco le interesaba, así que decidió dirigirse a la recién conocida como lo había hecho hasta el momento-. Wano... ¿No es esa tierra habitada por samuráis? -inquirió el chico tras acabar con lo poco que quedaba de su tercera copa. Ahora que conocía su procedencia entendía mejor la importancia que le había concedido a un detalle como el del platillo y la radicalidad con la que había zanjado la ofensa hacia su persona.
Mientras hablaban, un murmullo apenas audible había comenzado a extenderse en el exterior. Conforme había ido creciendo y haciéndose más evidente a pesar del jaleo instaurado en el interior del local, Therax no había podido evitar reparar en él y, a la vez que hablaba con Azumi, jugueteaba algo nervioso con su copa y se cuestionaba en silencio cuál sería la causa de semejante agitación.
Realmente le gustaría ser capaz de pasar un día sin meterse en algún tipo de lío, pero los problemas parecían empeñados en no darle ni un respiro y se presentaban encarnados de las formas más diversas. No obstante, aún podía salvar el día e irse a dormir sin volver a desenvainar sus espadas, por lo que trató de ignorar el ruido de fuera.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Evidentemente, samuráis y muchas tradiciones. Una tierra hermosa, pero en la que si no eres poderoso o vienes de una familia adinerada, mueres. – Dijo con un tono del que no estaba orgullosa. No le parecía bien pese a que ella era una noble.
Azumi no había tratado nunca mal a los sirvientes del palacio, de hecho, se hizo amiga de la mayoría. En aquellos precisos momentos recordó los momentos con algunos de sus compañeros samuráis y entonces soltó un pequeño suspiro. El comentario sobre que el rubio no podía parar de beber no creía que fuese del todo literal. Beberse cinco botellas no podía ser humano. Escuchaba el revuelo que había fuera, pero no le dio importancia. Continuó a lo suyo mientras bebía un poco más y finalmente dejaba el platillo en la barra. Se relamió los labios despacio y después volvió a mirar hacia el joven que tenía delante de sus ojos. Hubo unas palabras de él que no le gustaron lo más mínimo. Pretendía hacer algo para poder solucionarlas cuanto antes.
- Me gustaría poder ayudarte a saber cuál es tu isla de origen. Ahora que sé tu nombre y yo voy a entrar al Cipher Pol, podré hacer bastante. – Dijo sin ningún tipo de reparo.
No iba a permitir que nadie impidiese aquella meta que se había propuesto. Soltó una pequeña risa sarcástica y después volvió a coger la botella. Esta vez no la llenó, pues notaba demasiadas perturbaciones. Los ruidos de fuera cada vez eran más constantes. Le daba igual que fuese cosa de la marina, pues ella misma tendría la labia suficiente para solucionarlo todo. No dejaría que hubiese cabos sueltos en su objetivo. De nuevo se quedó mirando al joven y le dio un toque calmado en el hombro.
- Therax-kun… Creo que deberíamos salir de aquí. A este paso terminaré matando a alguien y creo que paso de ver mi cara en uno de los carteles.
La joven metió la mano en su funda y acarició ligeramente su espada. Cuando hizo aquello, un terrible grito de terror se escuchó en todo el lugar. Era como sí la propia espada estuviese quejándose de que la morena la empuñase. Era una de sus habilidades especiales. Una especie de aura de oscuridad invadió a la samurái, la cual sonrió de forma algo siniestra. Señaló con el dedo una puerta trasera y esperó a ver lo que decidía su compañero. La gente miraba a todos lados tratando de descubrir el origen de aquel grito de terror que había surgido de la nada. Los azulados ojos de Azumi se entrecerraron despacio y después se colocó en pie.
- Hay demasiado jaleo fuera, no puede ser la marina…
Estaba segura de que podían ser los aliados de aquellos imbéciles. Cuando veinte jodidos hombres entraron en el sitio armados con espadas y cuchillos lo entendió. Apretó los puños y después miró al rubio.
- Esta vez déjame algunos si no te importa. – Susurró desenvainando a Sasori.
Azumi no había tratado nunca mal a los sirvientes del palacio, de hecho, se hizo amiga de la mayoría. En aquellos precisos momentos recordó los momentos con algunos de sus compañeros samuráis y entonces soltó un pequeño suspiro. El comentario sobre que el rubio no podía parar de beber no creía que fuese del todo literal. Beberse cinco botellas no podía ser humano. Escuchaba el revuelo que había fuera, pero no le dio importancia. Continuó a lo suyo mientras bebía un poco más y finalmente dejaba el platillo en la barra. Se relamió los labios despacio y después volvió a mirar hacia el joven que tenía delante de sus ojos. Hubo unas palabras de él que no le gustaron lo más mínimo. Pretendía hacer algo para poder solucionarlas cuanto antes.
- Me gustaría poder ayudarte a saber cuál es tu isla de origen. Ahora que sé tu nombre y yo voy a entrar al Cipher Pol, podré hacer bastante. – Dijo sin ningún tipo de reparo.
No iba a permitir que nadie impidiese aquella meta que se había propuesto. Soltó una pequeña risa sarcástica y después volvió a coger la botella. Esta vez no la llenó, pues notaba demasiadas perturbaciones. Los ruidos de fuera cada vez eran más constantes. Le daba igual que fuese cosa de la marina, pues ella misma tendría la labia suficiente para solucionarlo todo. No dejaría que hubiese cabos sueltos en su objetivo. De nuevo se quedó mirando al joven y le dio un toque calmado en el hombro.
- Therax-kun… Creo que deberíamos salir de aquí. A este paso terminaré matando a alguien y creo que paso de ver mi cara en uno de los carteles.
La joven metió la mano en su funda y acarició ligeramente su espada. Cuando hizo aquello, un terrible grito de terror se escuchó en todo el lugar. Era como sí la propia espada estuviese quejándose de que la morena la empuñase. Era una de sus habilidades especiales. Una especie de aura de oscuridad invadió a la samurái, la cual sonrió de forma algo siniestra. Señaló con el dedo una puerta trasera y esperó a ver lo que decidía su compañero. La gente miraba a todos lados tratando de descubrir el origen de aquel grito de terror que había surgido de la nada. Los azulados ojos de Azumi se entrecerraron despacio y después se colocó en pie.
- Hay demasiado jaleo fuera, no puede ser la marina…
Estaba segura de que podían ser los aliados de aquellos imbéciles. Cuando veinte jodidos hombres entraron en el sitio armados con espadas y cuchillos lo entendió. Apretó los puños y después miró al rubio.
- Esta vez déjame algunos si no te importa. – Susurró desenvainando a Sasori.
Therax escuchó en silencio la explicación de la morena acerca de su tierra natal. Sonaba a que no era un lugar en el que a alguien como él le gustaría criarse. No obstante, se abstuvo de soltar ningún comentario u opinión acerca de lo que le parecía aquello. ¿Quién era él para criticar desde el desconocimiento el estilo de vida de una antigua nación? Además, no sabía la posición de su interlocutora al respecto.
-¿Cipher Pol? -inquirió el rubio, ignorando por un momento el alboroto del exterior y centrando toda su atención en la samurái. Estaba seguro de haber escuchado anteriormente ese nombre, pero no recordaba cuándo ni dónde. A pesar de todo, si "eso" era capaz de resolver una de las preguntas que llevaba haciéndose desde que tenía uso de razón sería bienvenido.
Aprovechando que Azumi parecía ser alguien con recursos, el domador se preguntó si también podría ayudarle a averiguar algo más acerca del pasado de su padre y su tripulación, los habitantes de su desconocida isla natal. Sin embargo, no fue capaz de articular ni una palabra más, porque la morena le interrumpió sugiriendo que abandonaran el local. ¿Matar a quién? La mirada que mostraba a veces le hacía pensar que podía referirse a cualquiera de las personas que había en las mesas cercanas o, pensándolo bien, al desconsiderado camarero que había manchado la antigua tradición de servir el sake en un platillo.
Una nueva pregunta se sumó a la lista que se había ido formando en su mente cuando aquel desgarrador grito invadió el local en toda su extensión. Había coincidido con el momento en que la morena había tocado su espada. ¿Habría tenido algo que ver? La pregunta se respondió por sí sola cuando Therax percibió aquella extraña sensación proveniente de Azumi, confirmándole sus sospechas.
Aquel día los sucesos parecían anticiparse a él, porque cuando se disponía a aceptar la oferta de abandonar el lugar pensando en evitar que su recién conocida partiese por la mitad al primero que pasase junto a ella, la morena se levantó y un numeroso grupo de sujetos entró precipitadamente en el local. Tal vez se hubiese referido a ellos con lo de matar a alguien. Cualquiera sabía, lo que no se podía negar era que los tipos la miraban con cara de pocos amigos y que, tras localizarla, comenzaron a observarle a él del mismo modo. <<Tanto ignorarlos para nada>>, pensó el rubio mientras detenía su vista en uno particularmente feo. El hombre empuñaba un ancho garrote con un largo clavo que lo atravesaba transversalmente en su parte superior.
-Claro, elige el grupo que más te guste, pero déjame al feo de la porra y cuando acabe con él te ayudo con los que falten -musitó al tiempo que se levantaba y desenvainaba tranquilamente sus espadas. A su lado Tib también se había erguido sobre sus cuatro patas y gruñía con fiereza mientras César bostezaba, observando con gesto aburrido el espectáculo-. ¿A estos te referías con lo de matar a alguien? -preguntó el rubio, esperando a que Azumi decidiese a quién atacaba para moverse en consecuencia.
-¿Cipher Pol? -inquirió el rubio, ignorando por un momento el alboroto del exterior y centrando toda su atención en la samurái. Estaba seguro de haber escuchado anteriormente ese nombre, pero no recordaba cuándo ni dónde. A pesar de todo, si "eso" era capaz de resolver una de las preguntas que llevaba haciéndose desde que tenía uso de razón sería bienvenido.
Aprovechando que Azumi parecía ser alguien con recursos, el domador se preguntó si también podría ayudarle a averiguar algo más acerca del pasado de su padre y su tripulación, los habitantes de su desconocida isla natal. Sin embargo, no fue capaz de articular ni una palabra más, porque la morena le interrumpió sugiriendo que abandonaran el local. ¿Matar a quién? La mirada que mostraba a veces le hacía pensar que podía referirse a cualquiera de las personas que había en las mesas cercanas o, pensándolo bien, al desconsiderado camarero que había manchado la antigua tradición de servir el sake en un platillo.
Una nueva pregunta se sumó a la lista que se había ido formando en su mente cuando aquel desgarrador grito invadió el local en toda su extensión. Había coincidido con el momento en que la morena había tocado su espada. ¿Habría tenido algo que ver? La pregunta se respondió por sí sola cuando Therax percibió aquella extraña sensación proveniente de Azumi, confirmándole sus sospechas.
Aquel día los sucesos parecían anticiparse a él, porque cuando se disponía a aceptar la oferta de abandonar el lugar pensando en evitar que su recién conocida partiese por la mitad al primero que pasase junto a ella, la morena se levantó y un numeroso grupo de sujetos entró precipitadamente en el local. Tal vez se hubiese referido a ellos con lo de matar a alguien. Cualquiera sabía, lo que no se podía negar era que los tipos la miraban con cara de pocos amigos y que, tras localizarla, comenzaron a observarle a él del mismo modo. <<Tanto ignorarlos para nada>>, pensó el rubio mientras detenía su vista en uno particularmente feo. El hombre empuñaba un ancho garrote con un largo clavo que lo atravesaba transversalmente en su parte superior.
-Claro, elige el grupo que más te guste, pero déjame al feo de la porra y cuando acabe con él te ayudo con los que falten -musitó al tiempo que se levantaba y desenvainaba tranquilamente sus espadas. A su lado Tib también se había erguido sobre sus cuatro patas y gruñía con fiereza mientras César bostezaba, observando con gesto aburrido el espectáculo-. ¿A estos te referías con lo de matar a alguien? -preguntó el rubio, esperando a que Azumi decidiese a quién atacaba para moverse en consecuencia.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- A esto me refería, pero me temo que no necesito ayuda con los que me falten. Ocúpate de una mitad y yo me ocupo de la otra. – Dijo entonces al mismo tiempo que apretaba el puño derecho con rabia y apuntaba hacia ellos con su hermosa katana, Sasori.
- Bueno, esta gente es muy odiada y estoy seguro de que toda esta gente testificará a favor vuestro si ocurre algo ilegal. De modo que no os contengáis. De hecho, yo os ayudo. – El camarero entonces le lanzó a uno de ellos una sandía a la cabeza y lo dejó tirado en el suelo. – ¡cien puntos!
Una gota de sudor recorrió el rostro de la chica de cabellos oscuros, pues aquello fue algo totalmente inesperado y que nunca pensó que podría ocurrir. Ahora podría divertirse un poco con aquellos imbéciles. De un rápido movimiento se colocó frente a dos de ellos y de un par de tajos terminó dejándolo por el suelo. Cortó el brazo de otro y con su puño derecho reventó la nariz de una mujer con pinta de vándalo. Algunos cuantos empezaron a atacarla con cuchillos y algunas armas de filo, pero parecía defenderse bien. Hubo un momento en el que recibió un corte en la mejilla y eso la hizo fruncir el ceño.
- ¡Maldito! – Gritó hundiendo el filo de su espada en el hombro de aquel tipo.
Estaba evitando matar a nadie, pues continuaba interesándole entrar en el gobierno. Ya faltaba muy poco, pero teniendo en cuenta que tenían el apoyo del pueblo… De hecho, no pudo evitar darse cuenta de que aquellos payasos debían de ser los matones del lugar que todos odiaban. Al cabo de unos segundos, ella dejó inconsciente a su último oponente, llevándose un corte serio en el hombro derecho. Se sentó en una silla y soltó un quejido de dolor mientras se acariciaba la zona afectada con la mano.
- Han sido más duros de lo que pensaba. – Dijo mientras tragaba saliva y enfundaba su katana. No tenía ganas de tenerla en su mano derecha todo el tiempo.
La espadachín cogió entonces un bote de alcohol que le lanzó el camarero. Ese tipo parecía ser alguien realmente increíble. De hecho, tenía toda la pinta del típico ex militar jubilado. La joven se quitó una manga totalmente dejando su hombro al descubierto y con aquel líquido desinfectó la herida. Gritó de dolor mientras cerraba los ojos con fuerza. Buscó con la mirada al camarero y le lanzó unos vendajes. En serio, ese tío era genial. Empezó a vendarse como podía, aunque usando solo una mano le estaba costando bastante. Esperaba que al menos hubiese merecido la pena y aquellos payasos no volvieran a molestar.
- Bueno, esta gente es muy odiada y estoy seguro de que toda esta gente testificará a favor vuestro si ocurre algo ilegal. De modo que no os contengáis. De hecho, yo os ayudo. – El camarero entonces le lanzó a uno de ellos una sandía a la cabeza y lo dejó tirado en el suelo. – ¡cien puntos!
Una gota de sudor recorrió el rostro de la chica de cabellos oscuros, pues aquello fue algo totalmente inesperado y que nunca pensó que podría ocurrir. Ahora podría divertirse un poco con aquellos imbéciles. De un rápido movimiento se colocó frente a dos de ellos y de un par de tajos terminó dejándolo por el suelo. Cortó el brazo de otro y con su puño derecho reventó la nariz de una mujer con pinta de vándalo. Algunos cuantos empezaron a atacarla con cuchillos y algunas armas de filo, pero parecía defenderse bien. Hubo un momento en el que recibió un corte en la mejilla y eso la hizo fruncir el ceño.
- ¡Maldito! – Gritó hundiendo el filo de su espada en el hombro de aquel tipo.
Estaba evitando matar a nadie, pues continuaba interesándole entrar en el gobierno. Ya faltaba muy poco, pero teniendo en cuenta que tenían el apoyo del pueblo… De hecho, no pudo evitar darse cuenta de que aquellos payasos debían de ser los matones del lugar que todos odiaban. Al cabo de unos segundos, ella dejó inconsciente a su último oponente, llevándose un corte serio en el hombro derecho. Se sentó en una silla y soltó un quejido de dolor mientras se acariciaba la zona afectada con la mano.
- Han sido más duros de lo que pensaba. – Dijo mientras tragaba saliva y enfundaba su katana. No tenía ganas de tenerla en su mano derecha todo el tiempo.
La espadachín cogió entonces un bote de alcohol que le lanzó el camarero. Ese tipo parecía ser alguien realmente increíble. De hecho, tenía toda la pinta del típico ex militar jubilado. La joven se quitó una manga totalmente dejando su hombro al descubierto y con aquel líquido desinfectó la herida. Gritó de dolor mientras cerraba los ojos con fuerza. Buscó con la mirada al camarero y le lanzó unos vendajes. En serio, ese tío era genial. Empezó a vendarse como podía, aunque usando solo una mano le estaba costando bastante. Esperaba que al menos hubiese merecido la pena y aquellos payasos no volvieran a molestar.
Therax se sintió aliviado al comprobar que Azumi no se había referido a la clientela del bar. Por un momento se había temido que iba a presenciar cómo llevaba a cabo una matanza. No obstante, una... ¿sandía? interrumpió sus pensamientos al pasar volando junto a él, yendo a impactar contra uno de los tipos. El rubio no pudo contener una sonora carcajada ante el tino del dueño del local, que había noqueado a uno de los sujetos. Al menos el feo seguía de pie...
-¿Y ése de quién era? -preguntó el espadachín en voz alta. Pero no obtuvo respuesta, ya que la morena había decidido realizar su primer movimiento-. Vaya... Supondré que mío.
Acto seguido, Therax hizo lo propio y se abalanzó hacia los oponentes que le correspondían. Sin embargo, lo primero era acabar con el hombre que tenía una cara tan desagradable, así que se lanzó contra él a toda velocidad. Sin darle tiempo a reaccionar, le alcanzó de pleno en la nariz con la empuñadura de su espada y se alejó de un salto para poner distancia con el resto del grupo. El tipo comenzó a sangrar, pero permaneció de pie mientras le dedicaba una sonrisa carente de dientes.
Entonces tres tipos se lanzaron a la vez contra el espadachín. Uno de ellos llevaba una hoz, mientras que los otros dos empleaban sendas estacas de madera. El rubio respondió avanzando hacia ellos y lanzándoles un tajo en dirección a la barriga, que provocó que ambos cayeran al suelo. Por su parte, Tib saltó sobre el de la hoz antes de que tuviera tiempo de reaccionar. Acto seguido ambos avanzaron en dirección al resto del grupo, lanzando sablazos y dentelladas hasta que todos los enemigos yacieron en el suelo. Les tomó varios minutos, ya que varios de ellos -sobre todo el feo- se resistían a aceptar la derrota y se volvían a levantar.
Cuando acabó se detuvo unos instantes a contemplar los cuerpos que había ante él. No sabía con qué intención había atacado Azumi, pero él había tratado de no acabar con la vida de ninguno de ellos. A fin de cuentas no eran más que unos matones de tres al cuarto.
Se giró en dirección a la de la espada para comprobar que se estaba curando una herida recibida en el hombro, pero parecía estar encontrando dificultades.
-¿Quieres que te ayude con eso? -inquirió mientras volvía a enfundar sus espadas y se acercaba a la morena, dispuesto a curarle la herida lo mejor posible-. ¿Va a venir alguno más? -volvió a preguntar, en esta ocasión al camarero. No le convencía la idea de marcharse de allí sin más, ya que podían acudir más de aquellos sujetos o recuperar la consciencia los que se encontraban en el suelo. En ese caso buscarían alguien de quien vengarse, y a falta de un mejor candidato podrían tomarla con el camarero o la propia clientela. Tal vez él supiera si pertenecían a alguna banda o, simplemente, si el grupo tenía más componentes además de los que se habían presentado allí.
Esperando la respuesta del dueño del local, el domador dirigió un rápido vistazo hacia el asiento que había ocupado hasta hacía unos minutos. César permanecía allí tumbado, con la cabeza apoyada sobre sus patas delanteras y los ojos entrecerrados. Como de costumbre, le daba igual cualquier cosa que aconteciese a su alrededor si no repercutía de forma directa sobre él. Aún así... ¿de verdad pretendía quedarse dormido con semejante escándalo, mientras Tib y él mismo luchaban en inferioridad numérica?
-¿Y ése de quién era? -preguntó el espadachín en voz alta. Pero no obtuvo respuesta, ya que la morena había decidido realizar su primer movimiento-. Vaya... Supondré que mío.
Acto seguido, Therax hizo lo propio y se abalanzó hacia los oponentes que le correspondían. Sin embargo, lo primero era acabar con el hombre que tenía una cara tan desagradable, así que se lanzó contra él a toda velocidad. Sin darle tiempo a reaccionar, le alcanzó de pleno en la nariz con la empuñadura de su espada y se alejó de un salto para poner distancia con el resto del grupo. El tipo comenzó a sangrar, pero permaneció de pie mientras le dedicaba una sonrisa carente de dientes.
Entonces tres tipos se lanzaron a la vez contra el espadachín. Uno de ellos llevaba una hoz, mientras que los otros dos empleaban sendas estacas de madera. El rubio respondió avanzando hacia ellos y lanzándoles un tajo en dirección a la barriga, que provocó que ambos cayeran al suelo. Por su parte, Tib saltó sobre el de la hoz antes de que tuviera tiempo de reaccionar. Acto seguido ambos avanzaron en dirección al resto del grupo, lanzando sablazos y dentelladas hasta que todos los enemigos yacieron en el suelo. Les tomó varios minutos, ya que varios de ellos -sobre todo el feo- se resistían a aceptar la derrota y se volvían a levantar.
Cuando acabó se detuvo unos instantes a contemplar los cuerpos que había ante él. No sabía con qué intención había atacado Azumi, pero él había tratado de no acabar con la vida de ninguno de ellos. A fin de cuentas no eran más que unos matones de tres al cuarto.
Se giró en dirección a la de la espada para comprobar que se estaba curando una herida recibida en el hombro, pero parecía estar encontrando dificultades.
-¿Quieres que te ayude con eso? -inquirió mientras volvía a enfundar sus espadas y se acercaba a la morena, dispuesto a curarle la herida lo mejor posible-. ¿Va a venir alguno más? -volvió a preguntar, en esta ocasión al camarero. No le convencía la idea de marcharse de allí sin más, ya que podían acudir más de aquellos sujetos o recuperar la consciencia los que se encontraban en el suelo. En ese caso buscarían alguien de quien vengarse, y a falta de un mejor candidato podrían tomarla con el camarero o la propia clientela. Tal vez él supiera si pertenecían a alguna banda o, simplemente, si el grupo tenía más componentes además de los que se habían presentado allí.
Esperando la respuesta del dueño del local, el domador dirigió un rápido vistazo hacia el asiento que había ocupado hasta hacía unos minutos. César permanecía allí tumbado, con la cabeza apoyada sobre sus patas delanteras y los ojos entrecerrados. Como de costumbre, le daba igual cualquier cosa que aconteciese a su alrededor si no repercutía de forma directa sobre él. Aún así... ¿de verdad pretendía quedarse dormido con semejante escándalo, mientras Tib y él mismo luchaban en inferioridad numérica?
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Supongo que no es necesario, pero gracias por el ofrecimiento. – Mencionó la morena terminando de vendarse la zona con algo de fuerza, cosa que la hizo soltar un quejido, pero no iba a parar hasta valerse por ella misma.
La cosa había ido bien y su herida parecía estar en mejor estado. El alcohol hacía maravillas, pero continuaba doliéndole un poco. Pasaron unos momentos y la joven se levantó del asiento. Miró a los ojos del rubio y después se sentó en la barra mientras soltaba otro quejido. Esa herida iba a dolerle lo suyo mientras se curaba. Necesitaba algo frío y que no la pusiera ebria, por lo que supuso que pediría algo más saludable que el sake por una vez. Se mantuvo con una manga fuera dejando su hombro y brazo al descubierto y pidió en cuanto sintió fuerzas para hablar de nuevo.
- Una piña colada si es posible.
- Que sean tres, una para ti, otra para tu amigo y otra para mí. Invita el capullo ese que está ahí tirado, anda cogedle la cartera. – Dijo aquel hombre de forma seria mientras iba a preparar las cosas.
Azumi se levantó y tras mirar le cuerpo y quitarle la cartera sacó el dinero y lo dejó en la barra. Esas basuras no merecían otra cosa. Pasaron unos momentos hasta que el camarero dejó sobre la barra las piñas y ella cogió la suya. Le dio un leve trago y suspiró de alegría. El sabor era bastante bueno y le había venido bastante bien para recuperarse de todo. Se rascó un poco la cabeza y después de unos momentos se quedó mirando a su nuevo compañero, aquel chico rubio.
- Ha sido un placer luchar junto a ti, Therax. Ahora que yo voy a convertirme en agente supongo que no sabré más de ti, aunque si intercambiamos números supongo que no pasa nada. Aunque espero que eso no te moleste, no quisiera meterte en líos por juntarte con una agente del gobierno mundial. – Mencionó de forma calmada para después dedicarle una sonrisa siniestra.
La joven alzó la mano unos segundos y el líquido de la piña empezó a temblar levemente, de hecho, unas gotas subieron como si estuvieran volando. Su Karate cada día iba mejorando más. Mantuvo una mirada seria y lo siguiente que hizo fue darle un trago más a su bebida. Notó el frío y delicioso sabor y después se limpió los labios con una servilleta. Tras unos momentos en los que el camarero se dio la vuelta y se puso a contar dinero, ella miró de nuevo a su compañero con una expresión calmada.
- ¿Qué te apetece hacer ahora? La verdad, no me gustaría que el día terminase de esta forma tan aburrida y estresante ¡Ah! – Se le escapó de nuevo un quejido debido al dolor que le estaba dando la herida.
La cosa había ido bien y su herida parecía estar en mejor estado. El alcohol hacía maravillas, pero continuaba doliéndole un poco. Pasaron unos momentos y la joven se levantó del asiento. Miró a los ojos del rubio y después se sentó en la barra mientras soltaba otro quejido. Esa herida iba a dolerle lo suyo mientras se curaba. Necesitaba algo frío y que no la pusiera ebria, por lo que supuso que pediría algo más saludable que el sake por una vez. Se mantuvo con una manga fuera dejando su hombro y brazo al descubierto y pidió en cuanto sintió fuerzas para hablar de nuevo.
- Una piña colada si es posible.
- Que sean tres, una para ti, otra para tu amigo y otra para mí. Invita el capullo ese que está ahí tirado, anda cogedle la cartera. – Dijo aquel hombre de forma seria mientras iba a preparar las cosas.
Azumi se levantó y tras mirar le cuerpo y quitarle la cartera sacó el dinero y lo dejó en la barra. Esas basuras no merecían otra cosa. Pasaron unos momentos hasta que el camarero dejó sobre la barra las piñas y ella cogió la suya. Le dio un leve trago y suspiró de alegría. El sabor era bastante bueno y le había venido bastante bien para recuperarse de todo. Se rascó un poco la cabeza y después de unos momentos se quedó mirando a su nuevo compañero, aquel chico rubio.
- Ha sido un placer luchar junto a ti, Therax. Ahora que yo voy a convertirme en agente supongo que no sabré más de ti, aunque si intercambiamos números supongo que no pasa nada. Aunque espero que eso no te moleste, no quisiera meterte en líos por juntarte con una agente del gobierno mundial. – Mencionó de forma calmada para después dedicarle una sonrisa siniestra.
La joven alzó la mano unos segundos y el líquido de la piña empezó a temblar levemente, de hecho, unas gotas subieron como si estuvieran volando. Su Karate cada día iba mejorando más. Mantuvo una mirada seria y lo siguiente que hizo fue darle un trago más a su bebida. Notó el frío y delicioso sabor y después se limpió los labios con una servilleta. Tras unos momentos en los que el camarero se dio la vuelta y se puso a contar dinero, ella miró de nuevo a su compañero con una expresión calmada.
- ¿Qué te apetece hacer ahora? La verdad, no me gustaría que el día terminase de esta forma tan aburrida y estresante ¡Ah! – Se le escapó de nuevo un quejido debido al dolor que le estaba dando la herida.
-Como quieras -musitó mientras veía como la morena se vendaba el brazo. Era un vendaje bastante tosco y tal vez estuviese excesivamente apretado, pero no cabía duda de que cumpliría su función por el momento. «¿Cómo puede haber tanto orgullo en una persona», se preguntó. De cualquier modo, el resultado era más que satisfactorio teniendo en cuenta que lo había hecho con una única mano. Por un momento, Therax se preguntó si la morena tendría conocimientos médicos o si simplemente había aprendido a fuerza de ensayo y error.
No se ofreció para volver a echarle un vistazo a la herida cuando la chica volvió a resentirse; ya había dejado claro que se valdría por sí sola. En su lugar, le dio una patada a un pesado colgante que se había caído del cuello de uno de los sujetos. Dio en el clavo: el objeto de metal fue a impactar en la cabeza de César, que la levantó sobresaltado y gruñó con desagrado. «Te lo mereces», se dijo el espadachín, clavando sus ojos en los del viejo lobo.
Para cuando se sentó junto a Azumi, ésta ya había sacado dinero de su reserva particular y el dueño del local ya había servido las tres piñas coladas. Therax no podía dejar de prestar atención al lugar en el que la morena había recibido el corte, pero aún así fue capaz de escuchar lo que le decía.
-Hmmm... Pues no lo sé. Supongo que algo más sí que sabrás -comentó alegremente para, justo después, darle un sorbo a su bebida. «Demasiado dulce», pensó al tiempo que volvía a dejar el vaso sobre la barra-. De cualquier modo, aún no lo eres, ¿no? Así que no hay ningún problema, no me meteré en ningún lío... Ninguno más, quiero decir -añadió mientras dirigía un vistazo a los sujetos que yacían repartidos por todo el suelo del establecimiento.
Entonces volvió a observar al tipo del pañuelo en la cabeza, que se había dado la vuelta y había comenzado a hacer caja. No era de extrañar; cualquiera en esas circunstancias estaría deseando echar el cierre y olvidarse del trabajo hasta el día siguiente. Con aquel estropicio era poco probable que ningún cliente se decidiese a entrar en el resto del día.
-Pues no tengo ni idea de qué se puede hacer por aquí. Me alojo en la otra punta de la ciudad y, además, desde que vine parece que una horda de imbéciles se ha empeñado en perseguirme. No he podido disfrutar mucho del lugar, la verdad, así que no sé qué se puede hacer por aquí -aseveró, haciendo girar el vaso entre sus dedos-. ¿Se te ocurre algo? -inquirió en un tono de voz algo más elevado, asegurándose de que el camarero se diese por aludido.
-Hmmm... Hay un casino al final de la calle, aunque como vayáis liándola de este modo a todas partes vais a salir a tortas de allí -respondió al tiempo que se mojaba los dedos y seguía contando billetes.
-¿Qué opinas del juego? -preguntó Therax con voz neutra. No sabía si el fuerte instinto tradicional de Azumi le haría ver aquello con malos ojos, así que optó por actuar con prudencia. Lo cierto era que la idea no le atraía mucho en aquel momento, pero no se le ocurría nada mejor que hacer y, siendo sincero, tampoco sabía cómo encontrar diversión por allí. Fuera como fuere, siempre podrían cambiar de opinión a mitad de camino.
No se ofreció para volver a echarle un vistazo a la herida cuando la chica volvió a resentirse; ya había dejado claro que se valdría por sí sola. En su lugar, le dio una patada a un pesado colgante que se había caído del cuello de uno de los sujetos. Dio en el clavo: el objeto de metal fue a impactar en la cabeza de César, que la levantó sobresaltado y gruñó con desagrado. «Te lo mereces», se dijo el espadachín, clavando sus ojos en los del viejo lobo.
Para cuando se sentó junto a Azumi, ésta ya había sacado dinero de su reserva particular y el dueño del local ya había servido las tres piñas coladas. Therax no podía dejar de prestar atención al lugar en el que la morena había recibido el corte, pero aún así fue capaz de escuchar lo que le decía.
-Hmmm... Pues no lo sé. Supongo que algo más sí que sabrás -comentó alegremente para, justo después, darle un sorbo a su bebida. «Demasiado dulce», pensó al tiempo que volvía a dejar el vaso sobre la barra-. De cualquier modo, aún no lo eres, ¿no? Así que no hay ningún problema, no me meteré en ningún lío... Ninguno más, quiero decir -añadió mientras dirigía un vistazo a los sujetos que yacían repartidos por todo el suelo del establecimiento.
Entonces volvió a observar al tipo del pañuelo en la cabeza, que se había dado la vuelta y había comenzado a hacer caja. No era de extrañar; cualquiera en esas circunstancias estaría deseando echar el cierre y olvidarse del trabajo hasta el día siguiente. Con aquel estropicio era poco probable que ningún cliente se decidiese a entrar en el resto del día.
-Pues no tengo ni idea de qué se puede hacer por aquí. Me alojo en la otra punta de la ciudad y, además, desde que vine parece que una horda de imbéciles se ha empeñado en perseguirme. No he podido disfrutar mucho del lugar, la verdad, así que no sé qué se puede hacer por aquí -aseveró, haciendo girar el vaso entre sus dedos-. ¿Se te ocurre algo? -inquirió en un tono de voz algo más elevado, asegurándose de que el camarero se diese por aludido.
-Hmmm... Hay un casino al final de la calle, aunque como vayáis liándola de este modo a todas partes vais a salir a tortas de allí -respondió al tiempo que se mojaba los dedos y seguía contando billetes.
-¿Qué opinas del juego? -preguntó Therax con voz neutra. No sabía si el fuerte instinto tradicional de Azumi le haría ver aquello con malos ojos, así que optó por actuar con prudencia. Lo cierto era que la idea no le atraía mucho en aquel momento, pero no se le ocurría nada mejor que hacer y, siendo sincero, tampoco sabía cómo encontrar diversión por allí. Fuera como fuere, siempre podrían cambiar de opinión a mitad de camino.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La morena entrecerró los ojos despacio mientras escuchaba al tipo comentar lo de salir a tortas. A ella no le importaba mientras no la pillaran, pero era mejor relajarse un poco después de lo que se había formado. Soltó un pequeño suspiro y lo siguiente que hizo fue darle un trago más a la bebida dulce que había en la barra. Escuchó la idea del rubio sobre un casino, pero aquello le sonaba a chino. No sabía lo que era eso. Tenía una remota idea, pero en su mente había sake, apuestas y muchas mujeres en kimono. Estaba segura de que allí sería otra cosa. Se quedó pensativa de nuevo y después de unos momentos se colocó en pie. El dolor continuaba, pero cada vez era más leve. Fue en ese momento cuando de nuevo dirigió la mirada a su acompañante y le dedicó una sonrisa.
- Por cierto, tengo que darte las gracias. No pensé que fuera de casa alguien luchase a mi lado, pensé que tal vez incluso me atacarías a mí después de lidiar con esos idiotas. – Después de decirle aquello le dio un leve toque en el hombro en señal de agradecimiento y amistad.
Miró un poco a su alrededor al mismo tiempo que se colocaba en pie. Podrían llamarla corrupta si les daba la gana, pero ella nunca iría a por gente como Therax. Había demostrado bastante amabilidad con ella y se sentía endeudada con él. Habían bebido sake y todo, para ella ya era un amigo. Ahora solo faltaba ver si ese sitio estaba tan bien. Tras despedirse de aquel camarero empezó a caminar junto al rubio a aquel sitio que llamaban casino.
No tardaron mucho en llegar a la puerta y allí había dos hombres de dos metros, vestidos con trajes y calvos. Parecían ser gemelos. Justo entonces ella se quedó mirándolos con una calma asombrosa. Sus ropas eran raras y las corbatas eran algo que ella no había visto antes. Ladeó la cabeza sin saber la razón de que llevasen un trozo de tela colgando y después de eso trató de entrar. Los dos se pusieron en medio y los miraron de forma seria.
- Lo sentimos, pero solo se puede entrar vestido de etiqueta. Daríais mucho el cante con esas ropas, por lo que dad media vuelta enseguida. – Dijo uno de ellos acariciando una especie de porra.
Azumi chasqueó la lengua y trató de relajarse. Estuvo a punto de desenvainar, pero decidió no hacerlo por el momento. Escuchó las palabras que había dicho aquel tipo y después se giró mirando al rubio con una expresión bastante seria. Tenía una pregunta que hacerle, pues estaba hecha un lío con las cosas de aquella isla.
- ¿Qué es vestirse de etiqueta? No pienso ir con un cartón enorme rodeando mi cuerpo y con un phódigo de barras de esos puestos. – Dijo equivocándose al no recordar cómo se le decía.
- Por cierto, tengo que darte las gracias. No pensé que fuera de casa alguien luchase a mi lado, pensé que tal vez incluso me atacarías a mí después de lidiar con esos idiotas. – Después de decirle aquello le dio un leve toque en el hombro en señal de agradecimiento y amistad.
Miró un poco a su alrededor al mismo tiempo que se colocaba en pie. Podrían llamarla corrupta si les daba la gana, pero ella nunca iría a por gente como Therax. Había demostrado bastante amabilidad con ella y se sentía endeudada con él. Habían bebido sake y todo, para ella ya era un amigo. Ahora solo faltaba ver si ese sitio estaba tan bien. Tras despedirse de aquel camarero empezó a caminar junto al rubio a aquel sitio que llamaban casino.
No tardaron mucho en llegar a la puerta y allí había dos hombres de dos metros, vestidos con trajes y calvos. Parecían ser gemelos. Justo entonces ella se quedó mirándolos con una calma asombrosa. Sus ropas eran raras y las corbatas eran algo que ella no había visto antes. Ladeó la cabeza sin saber la razón de que llevasen un trozo de tela colgando y después de eso trató de entrar. Los dos se pusieron en medio y los miraron de forma seria.
- Lo sentimos, pero solo se puede entrar vestido de etiqueta. Daríais mucho el cante con esas ropas, por lo que dad media vuelta enseguida. – Dijo uno de ellos acariciando una especie de porra.
Azumi chasqueó la lengua y trató de relajarse. Estuvo a punto de desenvainar, pero decidió no hacerlo por el momento. Escuchó las palabras que había dicho aquel tipo y después se giró mirando al rubio con una expresión bastante seria. Tenía una pregunta que hacerle, pues estaba hecha un lío con las cosas de aquella isla.
- ¿Qué es vestirse de etiqueta? No pienso ir con un cartón enorme rodeando mi cuerpo y con un phódigo de barras de esos puestos. – Dijo equivocándose al no recordar cómo se le decía.
Therax sonrió ante el toque de agradecimiento de la morena, pero no dijo nada en respuesta a su comentario. Un "de nada" hubiera estado de más después de enfrentarse a todo ese grupo junto a ella. No tardaron en abandonar el local del tipo del pañuelo, que se quedó contando los billetes. «¿Cuánta caja ha hecho este hombre hoy?», se preguntó el rubio al ver que guardaba un fajo de billetes, anotaba un número en una libreta y sacaba otro.
-¡Adiós! -exclamó cuando salían por la puerta, levantando la vista hacia ellos y alzando la mano con la que no sostenía el dinero-. Tenéis sake gratis si volvéis por aquí, no lo olvidéis -se despidió, volviendo a centrar la atención en sus ingresos. El espadachín mantuvo la puerta abierta unos segundos para que César abandonase el bar y se situase junto a Tib. El Muryn había salido el primero y olfateaba a Azumi mientras esperaban al viejo lobo.
Una mano impidió al domador acceder al interior del casino cuando llegaron a él. Un tenso silencio se hizo alrededor de la pareja de espadachines. Therax pudo ver cómo los transeúntes se detenían para contemplar la situación y, por otro lado, las demás personas que esperaban para acceder al establecimiento se apartaron un poco. ¿Por qué? No había ocurrido nada. Sólo les habían denegado la entrada en un primer momento.
El rubio esperaba una justificación del tipo "no está permitido el acceso a animales", pero el motivo que les dio el portero le dejó completamente atónito. El calvo... bueno, uno de ellos, señaló a Azumi con un gesto de su mano derecha mientras hablaba. Therax siguió el recorrido de su mano, observando a la morena para volver clavar su gélida mirada en el vigilante.
-No, es algo un poco más caro que un cartón -respondió el domador sin mirar a la samurái y señalando a los potenciales clientes que había alrededor, los cuales aún permanecían callados y alerta. Todos usaban una vestimenta de lo más sofisticado, probablemente demasiado incluso para un lugar que pretendía ser exclusivo-. Se supone que si vamos vestidos así, podemos entrar -añadió, consciente de que Azumi probablemente no se lo tomaría demasiado bien. Lo poco que sabía de ella se podía resumir en tradición y orgullo, conceptos que con mucha frecuencia iban estrechamente ligados.
Él no tendría problemas en irse de allí. Al fin y al cabo había salido a la calle con la intención de dar un paseo tranquilo y, pese a que sus planes se habían visto trastocados por un grupo de matones de pacotilla, aún tenía la aspiración de disfrutar del resto del día.
-¿Acaso no habéis visto la calidad de ese kimono? -preguntó mientras miraba al gemelo que hasta el momento no se había pronunciado. No sabía si lo que decía era verdad o no, pero los gorilas no tenían pinta de saber mucho acerca de confección de prendas de vestir. Por otro lado, Azumi le había dicho anteriormente que pertenecía a la nobleza de Wano. No era absurdo pensar que la ropa que empleaba fuese la misma que usaba allí, y con toda seguridad vestiría de un modo acorde a su posición social.
Por su parte, Tib y César se habían sentado detrás de su dueño. La pareja de cánidos atraía a ratos la atención de los presentes que habían reparado en ellos.
-¡Adiós! -exclamó cuando salían por la puerta, levantando la vista hacia ellos y alzando la mano con la que no sostenía el dinero-. Tenéis sake gratis si volvéis por aquí, no lo olvidéis -se despidió, volviendo a centrar la atención en sus ingresos. El espadachín mantuvo la puerta abierta unos segundos para que César abandonase el bar y se situase junto a Tib. El Muryn había salido el primero y olfateaba a Azumi mientras esperaban al viejo lobo.
Una mano impidió al domador acceder al interior del casino cuando llegaron a él. Un tenso silencio se hizo alrededor de la pareja de espadachines. Therax pudo ver cómo los transeúntes se detenían para contemplar la situación y, por otro lado, las demás personas que esperaban para acceder al establecimiento se apartaron un poco. ¿Por qué? No había ocurrido nada. Sólo les habían denegado la entrada en un primer momento.
El rubio esperaba una justificación del tipo "no está permitido el acceso a animales", pero el motivo que les dio el portero le dejó completamente atónito. El calvo... bueno, uno de ellos, señaló a Azumi con un gesto de su mano derecha mientras hablaba. Therax siguió el recorrido de su mano, observando a la morena para volver clavar su gélida mirada en el vigilante.
-No, es algo un poco más caro que un cartón -respondió el domador sin mirar a la samurái y señalando a los potenciales clientes que había alrededor, los cuales aún permanecían callados y alerta. Todos usaban una vestimenta de lo más sofisticado, probablemente demasiado incluso para un lugar que pretendía ser exclusivo-. Se supone que si vamos vestidos así, podemos entrar -añadió, consciente de que Azumi probablemente no se lo tomaría demasiado bien. Lo poco que sabía de ella se podía resumir en tradición y orgullo, conceptos que con mucha frecuencia iban estrechamente ligados.
Él no tendría problemas en irse de allí. Al fin y al cabo había salido a la calle con la intención de dar un paseo tranquilo y, pese a que sus planes se habían visto trastocados por un grupo de matones de pacotilla, aún tenía la aspiración de disfrutar del resto del día.
-¿Acaso no habéis visto la calidad de ese kimono? -preguntó mientras miraba al gemelo que hasta el momento no se había pronunciado. No sabía si lo que decía era verdad o no, pero los gorilas no tenían pinta de saber mucho acerca de confección de prendas de vestir. Por otro lado, Azumi le había dicho anteriormente que pertenecía a la nobleza de Wano. No era absurdo pensar que la ropa que empleaba fuese la misma que usaba allí, y con toda seguridad vestiría de un modo acorde a su posición social.
Por su parte, Tib y César se habían sentado detrás de su dueño. La pareja de cánidos atraía a ratos la atención de los presentes que habían reparado en ellos.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.