Marc Kiedis
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Cocoyasi era un pueblo bastante bonito, o al menos eso pensó Marc al verlo por primera vez. El semigigante nunca había salido del Nuevo Baratie desde que fue abandonado allí por sus padres siendo un bebé, y aquel lugar el primero que visitaba. Allí era donde le había llevado Greg, uno de los empleados del restaurante con los que más unido estaba, para que empezara sus aventuras como pirata.
La verdad era que ahora no tenía muy claro cuál debía ser su primer paso. Era nuevo en esto de ser un pirata y no sabía cómo debía comportarse. Desde luego, no quería ser uno de esos corsarios crueles y pendencieros que disfrutan haciendo daño a los demás y robando y destrozando cosas. Él soñaba con encontrar a unos compañeros que, como él, quisieran vivir aventuras y recorrer los mares, haciéndose fuertes y conocidos, pero sin hacer el mal.
La gente le miraba a su paso, aunque la verdad era que lo entendía. Dudaba de que en aquel pueblo se viese a menudo a un chico de 5 metros que llevaba en la espalda una espada cuya hoja era más grande que todas las demás personas alrededor. No era precisamente alguien capaz de pasar desapercibido.
Tras caminar un rato, vio una taberna, y decidió entrar. No había mejor lugar para empezar a ser un pirata que una taberna. Igual con suerte hasta conocía a algún otro bucanero. El local era grande y bullicioso, con el suelo, el techo y las paredes hechos de madera. Marc, al ver que no cabía en ninguna mesa, se sentó en el suelo delante de la barra, de forma que quedó a una altura similar a la del resto de clientes, y pidió un plato de macarrones con queso y una cerveza.
El camarero, un hombre bajito y gordo, apenas tan alto como uno de sus brazos, le sirvió al momento la cerveza, de forma bastante hábil, todo sea dicho, y le dijo que los macarrones tardarían unos minutos.
- No pasa nada, amigo, no tengo prisa. - le contestó Marc con una sonrisa.
La verdad era que ahora no tenía muy claro cuál debía ser su primer paso. Era nuevo en esto de ser un pirata y no sabía cómo debía comportarse. Desde luego, no quería ser uno de esos corsarios crueles y pendencieros que disfrutan haciendo daño a los demás y robando y destrozando cosas. Él soñaba con encontrar a unos compañeros que, como él, quisieran vivir aventuras y recorrer los mares, haciéndose fuertes y conocidos, pero sin hacer el mal.
La gente le miraba a su paso, aunque la verdad era que lo entendía. Dudaba de que en aquel pueblo se viese a menudo a un chico de 5 metros que llevaba en la espalda una espada cuya hoja era más grande que todas las demás personas alrededor. No era precisamente alguien capaz de pasar desapercibido.
Tras caminar un rato, vio una taberna, y decidió entrar. No había mejor lugar para empezar a ser un pirata que una taberna. Igual con suerte hasta conocía a algún otro bucanero. El local era grande y bullicioso, con el suelo, el techo y las paredes hechos de madera. Marc, al ver que no cabía en ninguna mesa, se sentó en el suelo delante de la barra, de forma que quedó a una altura similar a la del resto de clientes, y pidió un plato de macarrones con queso y una cerveza.
El camarero, un hombre bajito y gordo, apenas tan alto como uno de sus brazos, le sirvió al momento la cerveza, de forma bastante hábil, todo sea dicho, y le dijo que los macarrones tardarían unos minutos.
- No pasa nada, amigo, no tengo prisa. - le contestó Marc con una sonrisa.
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Mi estatus actual de pirata desconocido me permitía pasar desapercibido por la mayoría de las ciudades. Pocos sabían que formaba parte de la tripulación de Dexter. Si bien eso me evitaba encontronazos contra cazadores y marines, era un poco triste por mi parte no poseer ninguna recompensa sobre mi cabeza estando con gente de ese calibre dentro del mundo de la piratería. Tenía ganas ya de encontrarme con mis compañeros, por eso estaba viajando de regreso al ojo. Había conocido a un buen compañero en estos años y se había ofrecido a llevarme, aunque antes nos teníamos que encontrar en aquella isla.
Todavía tenía algo de tiempo hasta la cita, por lo que me decidí pasarme por unos de los lugares favoritos de la gente del lugar, la taberna. Era de un tamaño normalito, pero tenía buena fama, así que no debería ser un problema pasar un rato allí. Esperaba no meterme en jaleos, odiaría hacer esperar a mi amigo por nada, porque por lo que me había dicho no podían irse sin mí. Me quité esos pensamientos de la cabeza y entré al local para encontrarme un grupo vario pinto, bastante similar al de toda taberna con una excepción, un semigigante.
Me acerqué hasta la barra a pedir una jarra bien fría de hidromiel. El pequeño tabernero no tardó apenas un minuto en traérmela. Sin duda el lugar estaba a la altura de su fama, buena bebida y buen servicio. Ahora solo quedaba que no estallaran las peleas de borrachos o llegará algún grupo en busca de problemas. Me gustaba llevar el mantra activo cuando entraba a sitios así, además de para medir la fuerza de la gente, para evitar que me llegara algún ataque repentino durante una de las típicas peleas. El único que parecía ser algo más fuerte era el grandullón que estaba a mi lado, pero tampoco demasiado. Por el momento me quedaría allí refrescándome la garganta con aquella deliciosa bebida.
Todavía tenía algo de tiempo hasta la cita, por lo que me decidí pasarme por unos de los lugares favoritos de la gente del lugar, la taberna. Era de un tamaño normalito, pero tenía buena fama, así que no debería ser un problema pasar un rato allí. Esperaba no meterme en jaleos, odiaría hacer esperar a mi amigo por nada, porque por lo que me había dicho no podían irse sin mí. Me quité esos pensamientos de la cabeza y entré al local para encontrarme un grupo vario pinto, bastante similar al de toda taberna con una excepción, un semigigante.
Me acerqué hasta la barra a pedir una jarra bien fría de hidromiel. El pequeño tabernero no tardó apenas un minuto en traérmela. Sin duda el lugar estaba a la altura de su fama, buena bebida y buen servicio. Ahora solo quedaba que no estallaran las peleas de borrachos o llegará algún grupo en busca de problemas. Me gustaba llevar el mantra activo cuando entraba a sitios así, además de para medir la fuerza de la gente, para evitar que me llegara algún ataque repentino durante una de las típicas peleas. El único que parecía ser algo más fuerte era el grandullón que estaba a mi lado, pero tampoco demasiado. Por el momento me quedaría allí refrescándome la garganta con aquella deliciosa bebida.
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Mientras esperaba a que le trajeran los macarrones, Marc echó un vistazo a su alrededor. El ambiente en esa taberna parecía bueno, solo daba la sensación de haber gente totalmente normal, no había nadie con una pinta que se saliera de lo común, o que le hiciera pensar que podría ser un pirata como él. Se veía a hombres bebiendo cerveza y hablando entre sí sobre sus trabajos y familias, a parejas con niños disfrutando de una comida en familia, y a un grupo de jóvenes que reían mientras bebían, dando la impresión de que celebraban algo.
En ese momento entró a la taberna un tipo que llamó la atención del grandullón. Parecía salido de uno de esos artículos sobre gente extravagante que a veces venían en los periódicos. Era alto, al menos para ser humano (aún así era más pequeño que su espada) y de hombros anchos, e iba vestido como si fuera un marine retirado que disfruta de su jubilación en la playa. Aunque sin duda, lo que más llamaba la atención de su aspecto eran su pelo y su barba, de color azul eléctrico. Llevaba el cabello recogido en una coleta, y la barba perfectamente perfilada. Desde luego, aquel hombre no era una persona corriente, seguro que tenía alguna historia interesante que contar. Marc había aprendido a darse cuenta de cuándo una persona podía haber vivido aventuras de las que mereciera la pena hablar después de pasar toda su vida escuchando las historias de los clientes que pasaban por el restaurante. Y las mejores solían provenir de personas con un aspecto tan llamativo como el de aquel tipo.
Así que, cuando vio que el peliazul se sentaba a su lado y pedía un hidromiel, no pudo evitar hablar con él. Era algo inherente a Marc, necesitaba el contacto humano y charlar con la gente, aunque no conociera de nada a nadie. Estaba en su forma de ser. Así que, con una sincera sonrisa en la boca, le dijo:
- Hola, amigo. Soy Marc. ¿Cómo te llamas?
Si el tipo de la coleta azul le contestaba, el grandullón continuaría por la conversación preguntándole:
¿Eres de aquí? Yo acabo de llegar a esta isla. Me crié en el Nuevo Baratie, y he sido camarero y cocinero allí desde que era pequeño, pero ahora he decidido salir al mar en busca de aventuras.
En ese momento entró a la taberna un tipo que llamó la atención del grandullón. Parecía salido de uno de esos artículos sobre gente extravagante que a veces venían en los periódicos. Era alto, al menos para ser humano (aún así era más pequeño que su espada) y de hombros anchos, e iba vestido como si fuera un marine retirado que disfruta de su jubilación en la playa. Aunque sin duda, lo que más llamaba la atención de su aspecto eran su pelo y su barba, de color azul eléctrico. Llevaba el cabello recogido en una coleta, y la barba perfectamente perfilada. Desde luego, aquel hombre no era una persona corriente, seguro que tenía alguna historia interesante que contar. Marc había aprendido a darse cuenta de cuándo una persona podía haber vivido aventuras de las que mereciera la pena hablar después de pasar toda su vida escuchando las historias de los clientes que pasaban por el restaurante. Y las mejores solían provenir de personas con un aspecto tan llamativo como el de aquel tipo.
Así que, cuando vio que el peliazul se sentaba a su lado y pedía un hidromiel, no pudo evitar hablar con él. Era algo inherente a Marc, necesitaba el contacto humano y charlar con la gente, aunque no conociera de nada a nadie. Estaba en su forma de ser. Así que, con una sincera sonrisa en la boca, le dijo:
- Hola, amigo. Soy Marc. ¿Cómo te llamas?
Si el tipo de la coleta azul le contestaba, el grandullón continuaría por la conversación preguntándole:
¿Eres de aquí? Yo acabo de llegar a esta isla. Me crié en el Nuevo Baratie, y he sido camarero y cocinero allí desde que era pequeño, pero ahora he decidido salir al mar en busca de aventuras.
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El semigigante comenzó a hablarme, preguntándome por mi nombre. No me esperaba algo así en lugar como aquel, y menos aún viniendo de alguien con tanta ha extranjero como la mía. Tardé unos segundos en mirarlo tranquilamente y sonreírle.
-Mi nombre barbazul. – Le dije, no pudiendo añadir mucho más ante las siguientes palabras del otro cliente del local.
Sin duda alguna el hombre frente a mí era algo de lo más inusual. Comenzó por contarme que era extranjero, cosa que saltaba a la vista. Luego me dijo directamente que venia del barco-restaurante, donde había sido cocinero y camarero. Que se hubiera criado en aquel lugar era algo admirable, por lo que yo sabía la exigencia física y mental requerida para soportar ese trabajo era increíble. También me comentó que se había hecho a la mar en busca de aventuras. Era una afirmación ambigua, pues muchos tipos de persona se echaban a la mar en busca de emociones y aventuras.
-Yo procedo del Noth Blue, hace ya muchos años que navego por estos mares viviendo aventuras. He visto cosas increíbles en mis viajes y hasta he vivido guerras, pero sin duda las mejores experiencias son con compañeros. ¿Tienes amigos o compañeros de viaje? Y si no es demasiada indiscreción, ¿Qué te ha empujado a hablarme y a salir a buscar aventuras?
La curiosidad era una de mis cualidades, pero como bien cuentan en algunos lados también mató al gato. Yo hacía ya un tiempo que no me podía considerar un gato, aunque aún conservara la fruta por si algún debía volver a usarla. Tampoco era usual encontrarse con semigigantes, por lo que era otro motivo más por el preguntar.
-Mi nombre barbazul. – Le dije, no pudiendo añadir mucho más ante las siguientes palabras del otro cliente del local.
Sin duda alguna el hombre frente a mí era algo de lo más inusual. Comenzó por contarme que era extranjero, cosa que saltaba a la vista. Luego me dijo directamente que venia del barco-restaurante, donde había sido cocinero y camarero. Que se hubiera criado en aquel lugar era algo admirable, por lo que yo sabía la exigencia física y mental requerida para soportar ese trabajo era increíble. También me comentó que se había hecho a la mar en busca de aventuras. Era una afirmación ambigua, pues muchos tipos de persona se echaban a la mar en busca de emociones y aventuras.
-Yo procedo del Noth Blue, hace ya muchos años que navego por estos mares viviendo aventuras. He visto cosas increíbles en mis viajes y hasta he vivido guerras, pero sin duda las mejores experiencias son con compañeros. ¿Tienes amigos o compañeros de viaje? Y si no es demasiada indiscreción, ¿Qué te ha empujado a hablarme y a salir a buscar aventuras?
La curiosidad era una de mis cualidades, pero como bien cuentan en algunos lados también mató al gato. Yo hacía ya un tiempo que no me podía considerar un gato, aunque aún conservara la fruta por si algún debía volver a usarla. Tampoco era usual encontrarse con semigigantes, por lo que era otro motivo más por el preguntar.
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El estrafalario hombre con el que había hablado se presentó como Barbazul, lo cual hizo gracia al grandullón, ya que probablemente no sería su nombre verdadero, sino el apodo con el que la mayoría de gente le conocería. Y saltaba a la vista el por qué le llamaban así, desde luego. No era nada habitual encontrarse a un hombre con el pelo y el vello facial de ese color tan llamativo.
Le dijo que era del North Blue, y que llevaba muchos años viviendo aventuras por los mares, que incluso había vivido guerras. Esto chocó a Marc, pues resultaba extraño que, con la cantidad de historias que había oído sobre los piratas más famosos y sus hazañas, nunca hubiese oído hablar de Barbazul, a pesar de que éste hubiera tomado parte en acontecimientos tan importantes. Tras escuchar su pregunta, el semigigante se dispuso a responderle, con una gran sonrisa dibujada en la cara:
- Encantado, Barbazul. Pues todavía no, acabo de comenzar mi viaje y esta es la primera isla que visito tras abandonar el Baratie,
así que no me ha dado tiempo aún a conseguir ningún compañero de viaje. La verdad es que he hablado contigo porque eres la única persona de la taberna que, por su aspecto, no parece de aquí, y la que me pareció que podría tener más cosas interesantes que contar. Me encanta hablar con la gente y compartir historias. En cuanto a mis motivos para salir en busca de aventuras, desde pequeño he escuchado siempre a los clientes del restaurante hablar sobre las cosas increíbles que habían visto y vivido, sobre las maravillas de los mares y las hazañas de los grandes piratas. Así que, poco a poco, fue naciendo en mí el deseo de hacerme pirata y vivir por mí mismo todas aquellas cosas, conocer a personas con las que viajar y disfrutar de la libertad de los mares, y enfrentarme a poderosos luchadores. No quiero ser de la clase de pirata que roba y asesina gente, si no del tipo que solo busca libertad y aventuras junto a unos compañeros a los que pueda acabar llamando amigos.
El grandullón era consciente de que no conocía de nada a Barbazul, pero no podía evitar ser así de abierto, alegre y sincero. Era algo natural en él, algo que no podía evitar, y tampoco quería hacerlo. Probablemente a su interlocutor le sorprendería su franqueza, pero seguramente se daría cuenta de que todo lo que había dicho era cierto. Pero tenía una duda, algo que no podía evitar preguntar al peliazul:
- Una cosa, espero que no te moleste que te pregunte esto. Si has participado en guerras, y dando por hecho que también eres pirata, ¿cómo es que tu nombre no me sonaba de nada? En el restaurante escuchaba siempre las grandes historias protagonizadas por piratas famosos como Dexter Black, Legan Legim, o Arribor Neus, por ejemplo, pero nunca he oído hablar de Barbazul.
Le dijo que era del North Blue, y que llevaba muchos años viviendo aventuras por los mares, que incluso había vivido guerras. Esto chocó a Marc, pues resultaba extraño que, con la cantidad de historias que había oído sobre los piratas más famosos y sus hazañas, nunca hubiese oído hablar de Barbazul, a pesar de que éste hubiera tomado parte en acontecimientos tan importantes. Tras escuchar su pregunta, el semigigante se dispuso a responderle, con una gran sonrisa dibujada en la cara:
- Encantado, Barbazul. Pues todavía no, acabo de comenzar mi viaje y esta es la primera isla que visito tras abandonar el Baratie,
así que no me ha dado tiempo aún a conseguir ningún compañero de viaje. La verdad es que he hablado contigo porque eres la única persona de la taberna que, por su aspecto, no parece de aquí, y la que me pareció que podría tener más cosas interesantes que contar. Me encanta hablar con la gente y compartir historias. En cuanto a mis motivos para salir en busca de aventuras, desde pequeño he escuchado siempre a los clientes del restaurante hablar sobre las cosas increíbles que habían visto y vivido, sobre las maravillas de los mares y las hazañas de los grandes piratas. Así que, poco a poco, fue naciendo en mí el deseo de hacerme pirata y vivir por mí mismo todas aquellas cosas, conocer a personas con las que viajar y disfrutar de la libertad de los mares, y enfrentarme a poderosos luchadores. No quiero ser de la clase de pirata que roba y asesina gente, si no del tipo que solo busca libertad y aventuras junto a unos compañeros a los que pueda acabar llamando amigos.
El grandullón era consciente de que no conocía de nada a Barbazul, pero no podía evitar ser así de abierto, alegre y sincero. Era algo natural en él, algo que no podía evitar, y tampoco quería hacerlo. Probablemente a su interlocutor le sorprendería su franqueza, pero seguramente se daría cuenta de que todo lo que había dicho era cierto. Pero tenía una duda, algo que no podía evitar preguntar al peliazul:
- Una cosa, espero que no te moleste que te pregunte esto. Si has participado en guerras, y dando por hecho que también eres pirata, ¿cómo es que tu nombre no me sonaba de nada? En el restaurante escuchaba siempre las grandes historias protagonizadas por piratas famosos como Dexter Black, Legan Legim, o Arribor Neus, por ejemplo, pero nunca he oído hablar de Barbazul.
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Aquel tipo era algo extraño, ya reconocer de por sí que era un pirata no lo solía hacer nadie, y menos ante extraños que podrían ser marines o del gobierno, y más sin saber su poder. Pero parecía ser un tipo majo y muy abierto, el tipo de pirata que me caía bien. Se notaba también que alguien curioso y si también le gustaba la historia podrían llegar a ser grandes conocidos. Aunque claro, estaba el tema espinoso que le habían sacado más de una vez, porque no se conocía su nombre.
-Verás, de ser pirata, que no digo que lo sea, sería de ese tipo que no le gusta alardear de lo que hace y que no suele dejar muchos rastros. Sería de ese tipo de piratas que no ataca al pueblo, sino que lo defiende, pero todos sabemos que eso no da fama. Además, para ser conocidos y perseguidos ya tendría a mis compañeros de banda, entre los que pudieran estar algunos de los que has mencionado. Si bien es verdad que llega un momento en el que todos nos debemos dar a conocer. No creo que, si fuera pirata, mi momento estuviera muy lejos de llegar. Bueno basta de suposiciones por un rato, ¿vas a formar tu propia banda o tienes pensado unirte a la de alguien? Piénsalo bien, la diferencia entre los dos caminos está bastante clara, ¿algún día quieres llegar a ser el rey de los piratas?
No era el primer pirata novato que me encontraba en mis aventuras, y por alguna razón que no llegaba a entender, siempre tenía la misma curiosidad por ellos. No solo eso, también ganas de verlos en acción y de ayudarlos a avanzar, aunque en esta ocasión no creía que pudiera tratar de reclutarlo como hice en su momento con el chico de la zoan de toro para Sons. Todavía estaba asimilando el haberme unido a los Blue Rose Pirates, y no era palan de meterme ya en jaleos de fichajes.
-Verás, de ser pirata, que no digo que lo sea, sería de ese tipo que no le gusta alardear de lo que hace y que no suele dejar muchos rastros. Sería de ese tipo de piratas que no ataca al pueblo, sino que lo defiende, pero todos sabemos que eso no da fama. Además, para ser conocidos y perseguidos ya tendría a mis compañeros de banda, entre los que pudieran estar algunos de los que has mencionado. Si bien es verdad que llega un momento en el que todos nos debemos dar a conocer. No creo que, si fuera pirata, mi momento estuviera muy lejos de llegar. Bueno basta de suposiciones por un rato, ¿vas a formar tu propia banda o tienes pensado unirte a la de alguien? Piénsalo bien, la diferencia entre los dos caminos está bastante clara, ¿algún día quieres llegar a ser el rey de los piratas?
No era el primer pirata novato que me encontraba en mis aventuras, y por alguna razón que no llegaba a entender, siempre tenía la misma curiosidad por ellos. No solo eso, también ganas de verlos en acción y de ayudarlos a avanzar, aunque en esta ocasión no creía que pudiera tratar de reclutarlo como hice en su momento con el chico de la zoan de toro para Sons. Todavía estaba asimilando el haberme unido a los Blue Rose Pirates, y no era palan de meterme ya en jaleos de fichajes.
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La respuesta de Barbazul dejó a Marc casi más intrigado que al principio. Por un lado le dio a entender que, como había imaginado, era un pirata. Sin embargo, por otro, parecía querer evitar ser reconocido como tal. Y, por lo que decía, hasta el momento lo había logrado, cosa que resultaba muy sorprendente dado lo llamativo de su aspecto. Pero más aún le intrigó el hecho de que dijese que su momento de darse a conocer podría estar cerca y, sobre todo, cuando dijo que "podría" ser compañero de banda de alguno de los nombres que el grandullón había dicho. ¿Sería aquello cierto? ¿Sería ese hombre parte de la banda de Dexter, Legim o Heartless? De ser así su poder sería, sin duda, impresionante.
Las preguntas de su estrafalario interlocutor fueron interesantes, y se trataba de un asunto sobre el que Marc tenía las ideas muy claras:
- Yo no tengo ningún interés en mandar. Quiero unirme a una banda en la que pueda llegar a llamar amigos a mis compañeros y a mi capitán, una banda que no disfrute haciendo daño a la gente, sino que simplemente quiera vivir aventuras y disfrutar de la libertad de los mares. No he querido nunca ser el Rey de los Piratas, pero me gustaría ayudar a que alguien que lo merezca llegue a serlo. Mis metas son convertirme en el mejor cocinero del mundo, y llegar a ser tan poderoso que alcance el rango de Ju Senshi.
La verdad era que Barbazul le había caído bien, el grandullón lo veía como un tipo simpático y, probablemente, poderoso. Mucho más de lo que aparentaba. Al menos si creía que las "suposiciones" de su interlocutor eran ciertas. Así que decidió preguntarle algo más:
- Vale, supuestamente, si fueras miembro de una banda muy importante, tendrías que ser alguien muy poderoso ¿no? Si fuera así, ¿estarías dispuesto a enseñarme algo que me ayude a hacerme más fuerte? Puede ser cualquier cosa.
Marc se quedó entonces mirando sonriente a Barbazul, deseando que éste aceptara su propuesta y le enseñase algo útil e interesante. Si de verdad era alguien poderoso seguro que conocía muchas técnicas geniales que él estaría encantado de aprender.
Las preguntas de su estrafalario interlocutor fueron interesantes, y se trataba de un asunto sobre el que Marc tenía las ideas muy claras:
- Yo no tengo ningún interés en mandar. Quiero unirme a una banda en la que pueda llegar a llamar amigos a mis compañeros y a mi capitán, una banda que no disfrute haciendo daño a la gente, sino que simplemente quiera vivir aventuras y disfrutar de la libertad de los mares. No he querido nunca ser el Rey de los Piratas, pero me gustaría ayudar a que alguien que lo merezca llegue a serlo. Mis metas son convertirme en el mejor cocinero del mundo, y llegar a ser tan poderoso que alcance el rango de Ju Senshi.
La verdad era que Barbazul le había caído bien, el grandullón lo veía como un tipo simpático y, probablemente, poderoso. Mucho más de lo que aparentaba. Al menos si creía que las "suposiciones" de su interlocutor eran ciertas. Así que decidió preguntarle algo más:
- Vale, supuestamente, si fueras miembro de una banda muy importante, tendrías que ser alguien muy poderoso ¿no? Si fuera así, ¿estarías dispuesto a enseñarme algo que me ayude a hacerme más fuerte? Puede ser cualquier cosa.
Marc se quedó entonces mirando sonriente a Barbazul, deseando que éste aceptara su propuesta y le enseñase algo útil e interesante. Si de verdad era alguien poderoso seguro que conocía muchas técnicas geniales que él estaría encantado de aprender.
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Las metas del semi-gigante eran bastante modestas, cosa que me gustó bastante. Parecía que aquel joven se convertiría en un excelente pirata, solo esperaba que no eligiera la banda equivocada y terminaría cometiendo grandes atrocidades. Aunque eso era algo que cada uno debía sobrellevar a su manera, las decisiones de la vida siempre terminaban persiguiéndote y mordiéndote el culo. Tras su declaración de intenciones el muchacho me pidió que le ayudara, entrenándole en algo que le resultara útil para el futuro. Era un paso muy grande, jamás había tenido un pupilo y no estaba seguro de poder enseñar algo a alguien.
Recordó entonces a su maestro, y como le había acogido de la nada y enseñado como vivir en aquel mundo. En cierto sentido Marc le recordaba a el mismo, por lo que me decidí a tratar de enseñarle algo. Lo más útil que se me ocurrió fueron las ondas heladas, pero para ello el chico debía de tener cierta afinidad con el hielo. Mi conexión con el mismo se forjó en los glaciares, quizás el joven tuviera una conexión parecida.
-Muy bien, salgamos y vayamos a algún lugar apartado a ver qué podemos hacer. Pero recuerda, que solo soy poderoso supuestamente. – En cuanto terminé la frase eché una carcajada. Me estaba sintiendo cada vez más cómodo con aquello. Esperaba que el semi-gigante me siguiera en busca del lugar idóneo para practicar los ataque sin peligro para nadie. Cuando lo encontráramos le volvería a hablar. – Bien, muéstrame que habilidades posees jovencito, necesito una base de la que partir si quieres que te enseñe algo de utilidad.
Esperaría apartado a ver una demostración de alguna habilidad de mi compañero, si es que poseía alguna. Si no tenía ninguna tendría que pensar en otra cosa en lugar de una de mis técnicas o modificación de la misma.
Recordó entonces a su maestro, y como le había acogido de la nada y enseñado como vivir en aquel mundo. En cierto sentido Marc le recordaba a el mismo, por lo que me decidí a tratar de enseñarle algo. Lo más útil que se me ocurrió fueron las ondas heladas, pero para ello el chico debía de tener cierta afinidad con el hielo. Mi conexión con el mismo se forjó en los glaciares, quizás el joven tuviera una conexión parecida.
-Muy bien, salgamos y vayamos a algún lugar apartado a ver qué podemos hacer. Pero recuerda, que solo soy poderoso supuestamente. – En cuanto terminé la frase eché una carcajada. Me estaba sintiendo cada vez más cómodo con aquello. Esperaba que el semi-gigante me siguiera en busca del lugar idóneo para practicar los ataque sin peligro para nadie. Cuando lo encontráramos le volvería a hablar. – Bien, muéstrame que habilidades posees jovencito, necesito una base de la que partir si quieres que te enseñe algo de utilidad.
Esperaría apartado a ver una demostración de alguna habilidad de mi compañero, si es que poseía alguna. Si no tenía ninguna tendría que pensar en otra cosa en lugar de una de mis técnicas o modificación de la misma.
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Cuando Marc pidió a Barbazul que le enseñase alguna técnica que le resultara útil, observó nervioso como el estrafalario supuesto pirata meditaba sobre si hacerlo o no. Finalmente, la respuesta fue afirmativa, lo que llenó de alegría al grandullón que, con una enorme sonrisa de oreja a oreja, siguió a su nuevo e improvisado maestro al exterior. El semigigante estaba emocionado, deseoso de empezar a entrenar. No podía parar de preguntarse qué habilidades tendría aquel hombre, y qué podría enseñarle. Su entusiasmo mientras ambos caminaban resultaba claramente patente para cualquier persona que le viese.
Una vez hubieron encontrado un sitio apropiado para entrenar, Barbazul retó a Marc a que le enseñara sus habilidades. El grandullón, sonriente, dijo:
- De acuerdo, iré con todo entonces.
Y se lanzó sobre su oponente con su espadón listo para atacar al tiempo que activaba su ámbito fuego para que se cubriese de llamas. Una vez tuviese al peliazul a su alcance, comenzaría a lanzar tajos desde arriba, aprovechando su ventaja de tamaño y su fuerza de semigigante, al tiempo que continuaba avanzando. Con esto, además de atacar, buscaría hacer ir retrocediendo a su oponente.
Una vez hubieron encontrado un sitio apropiado para entrenar, Barbazul retó a Marc a que le enseñara sus habilidades. El grandullón, sonriente, dijo:
- De acuerdo, iré con todo entonces.
Y se lanzó sobre su oponente con su espadón listo para atacar al tiempo que activaba su ámbito fuego para que se cubriese de llamas. Una vez tuviese al peliazul a su alcance, comenzaría a lanzar tajos desde arriba, aprovechando su ventaja de tamaño y su fuerza de semigigante, al tiempo que continuaba avanzando. Con esto, además de atacar, buscaría hacer ir retrocediendo a su oponente.
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El gigantón prendió su espada en llamas antes de venir a por mí. No me resultaba difícil esquivar sus ataques mientras pensaba que podía enseñarle al pirata. Gracias a mi haki mantra centrado en él, mi agilidad, reflejos y velocidad, ya me había apartado casi antes de que lanzara el golpe. En lugar de solo retroceder, me puse a dar vueltas alrededor suyo, evaluando sus capacidades. Su elemento era diametralmente opuesto al mío, lo que podía hacer posible que le enseñara una de mis técnicas de hielo y que la aplicara al fuego. También estaba la posibilidad de enseñarle un haki.
Tras unos minutos con ese juego, saltaría varias veces hacia atrás alejándome del semigigante. Me había decantado por enseñarle el mantra, que seguramente le resultara mucho más útil que las técnicas de hielo, aunque le dejaría elegir, a fin de cuentas, era el quién mejor se conocía. En cuanto me alejé lo suficiente alcé una mano para que se diera cuenta que habíamos terminado la demostración.
-Te mueves bien para tener tanta altura, chico. Se me han ocurrido varias cosas que podrían interesarte, por lo que te las expondré y luego tu decidirás cual es la que más se amolda a tus intereses o estilo de pelea. La primera de las cosas es el Haki mantra, con el podrás percibir presencias cercanas y centrándote en un solo oponente adelantarte a sus movimientos. Es complicado de aprender y no todos llegan a conseguirlo. Lo otro que tenía en mente es una técnica basada en mi ámbito de hielo, que seguramente podamos pasar al tuyo de fuego. Esta es una onda helada capaz de cortar los metales más duros como si nada. No te engañes, no va a ser fácil, ni indoloro ninguna de las dos opciones, pero si empezamos no habrá vuelta atrás, nada de rendiciones conmigo.
Tras unos minutos con ese juego, saltaría varias veces hacia atrás alejándome del semigigante. Me había decantado por enseñarle el mantra, que seguramente le resultara mucho más útil que las técnicas de hielo, aunque le dejaría elegir, a fin de cuentas, era el quién mejor se conocía. En cuanto me alejé lo suficiente alcé una mano para que se diera cuenta que habíamos terminado la demostración.
-Te mueves bien para tener tanta altura, chico. Se me han ocurrido varias cosas que podrían interesarte, por lo que te las expondré y luego tu decidirás cual es la que más se amolda a tus intereses o estilo de pelea. La primera de las cosas es el Haki mantra, con el podrás percibir presencias cercanas y centrándote en un solo oponente adelantarte a sus movimientos. Es complicado de aprender y no todos llegan a conseguirlo. Lo otro que tenía en mente es una técnica basada en mi ámbito de hielo, que seguramente podamos pasar al tuyo de fuego. Esta es una onda helada capaz de cortar los metales más duros como si nada. No te engañes, no va a ser fácil, ni indoloro ninguna de las dos opciones, pero si empezamos no habrá vuelta atrás, nada de rendiciones conmigo.
Marc Kiedis
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El extraño barbudo esquivó todos y cada uno de los golpes del grandullón sin apenas esfuerzo, dando continuamente vueltas a su alrededor, y moviéndose con una agilidad felina para evitar sus acometidas. Tras varios minutos así, envueltos en la danza del combate, Barbazul dio varias vueltas hacia atrás, alejándose de Marc, para hablar un momento con él.
El semigigante escuchó con atención sus palabras. La verdad era que las dos cosas que le propuso su improvisado maestro le parecían genial, y así se lo hizo saber al barbudo, diciéndole que ambas técnicas le parecían muy útiles y que estaría encantado de aprender cualquiera de las dos, pero que si él consideraba que una era más adecuada para él que la otra se fiaría de su experiencia. Al fin y al cabo, si no podía fiarse de su maestro, ¿qué mundo era ese?
Tras esto, Marc hizo saber a Barbazul que estaba listo para comenzar el entrenamiento, y que daría lo mejor de él para conseguirlo. Esperó la respuesta del maestro con una inmensa sonrisa dibujada en la cara y con su espadón apoyado sobre el hombro. El grandullón ardía en deseos de aprender y de demostrar a todos, pero sobre todo a sí mismo, que podía ser pirata. Estaba listo para esforzarse al máximo.
El semigigante escuchó con atención sus palabras. La verdad era que las dos cosas que le propuso su improvisado maestro le parecían genial, y así se lo hizo saber al barbudo, diciéndole que ambas técnicas le parecían muy útiles y que estaría encantado de aprender cualquiera de las dos, pero que si él consideraba que una era más adecuada para él que la otra se fiaría de su experiencia. Al fin y al cabo, si no podía fiarse de su maestro, ¿qué mundo era ese?
Tras esto, Marc hizo saber a Barbazul que estaba listo para comenzar el entrenamiento, y que daría lo mejor de él para conseguirlo. Esperó la respuesta del maestro con una inmensa sonrisa dibujada en la cara y con su espadón apoyado sobre el hombro. El grandullón ardía en deseos de aprender y de demostrar a todos, pero sobre todo a sí mismo, que podía ser pirata. Estaba listo para esforzarse al máximo.
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