Kenmei Shiba
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Estaba de camino al hotel donde me estaba quedando, cargando con los productos que acababa de comprar. Algunos insecticidas, algunos medicamentos como antibióticos, antivirales, etc. y otras cosas. Pensaba que con algunos químicos básicos podría hacer pruebas interesantes al ver los resultados mezclándolos con algunos de cosecha propia, como el veneno de aquella planta de la Isla Gyojin o el del Celen’ogon. Pero bueno, los experimentos no vienen al caso, y mucho menos lo que llevaba en las bolsas en el momento del atraco.
Cuando crucé la esquina, pude ver que se estaba cometiendo un atraco al banco de la ciudad. En otras circunstancias, y hace unos meses, me habría importado bien poco, pero ahora pertenecía a la División Científica por la Justicia, o DCJ, por lo que tenía cierto compromiso a no permitir que estas cosas sucedieran, al menos no justo delante de mí.
Subí al tejado del edificio, dejé mis bolsas y bajé, entrando sin ni siquiera desenvainar mis espadas. Los atracadores estaban pegando gritos, ordenando que la gente no se moviera y que les dieran todo lo de valor que llevaran. Una mujer me miró y uno de los criminales se percató, por lo que se giró a mirarme y empezó a chillarme.
-Tú, tú. Deja de gritar. –Le dije, calmado y haciendo un gesto con la mano como si pretendiera tranquilizarlo. –Venga, iros de aquí y dejad las cosas en su sitio, bajad las bolsas y… -En ese momento el que parecía el jefe me interrumpió.
-¡¿Qué narices?! ¿Tú quién mierdas eres? ¡Pírate si no quieres morir! –Sus palabras me desagradaron notablemente, por lo que cambié el diseño de la máscara a uno completamente negro y me la puse, a la vez que con la otra mano desenvainaba una de mis espadas.
-Más te vale callarte y obedecer, no tengo tiempo que perder con palurdos como vosotros. –Sentencié. Al instante siguiente, y al ver que pretendía dispararme, me acerqué corriendo hacia él y, esquivando el disparo que lanzó sin mucha precisión, quizás porque lo estaba poniendo nervioso, me puse a su lado y le clavé la espada en la pierna. –Venga, venga. –Dije aplaudiendo. -¿Alguien más? Nadie, ¿cierto? Pues moviendo el culo.
El hombre, sangrando por la pierna abundantemente, trató de golpearme en la cara, pero tuve tiempo de esquivarlo. -¿No has tenido suficiente? –Pregunté, extrayendo la espada de la sangrante herida y golpeándolo a continuación con la empuñadura en la frente, desequilibrándolo y tirándolo con otro golpe en el costado.
Los atracadores estaban intimidados, pero eso no les impidió intentar atacarme. -¡Que alguien avise a la marina! –Grité, y al momento un hombre hizo acopio de valor y tocó la alarma. Los “defensores de la justicia” estarían aquí dentro de unos pocos minutos. El único que tenía un arma de fuego había sido derrotado, los demás solo tenían espadas, se ve que el presupuesto no daba para mucho. Quizás por eso eran ladrones. Se lanzaron a por mí y pegué un salto mientras recitaba:
-De la oscuridad sin vida
no encontrarás la salida.
Apoyé la mano en el hombro de uno de los atacantes y se formó una esfera en la que quedaron encerrados todos los criminales salvo el herido y derrotado jefe. No podrían salir de ella mientras durara, lo que pensé que sería tiempo suficiente hasta que llegara la marina. Con lo que no conté es con que el líder seguía consciente y con ganas de guerra, y con que, por si fuera poco, uno de los atracadores estaba en la caja fuerte, por lo que no lo había visto hasta ese momento que salía.
Su expresión me provocó una risotada que no pude evitar, el pobre estaba sorprendido a la par que asustado, no tenía ni idea de lo que acababa de pasar, pero había escuchado voces y un disparo. Además, su jefe yacía en el suelo y en medio de la sala había una extraña esfera negra de la que salían voces gritando "déjame salir" y cosas similares.
Tuve suerte, el disparo me alcanzó en el antebrazo izquierdo, es decir, en el mecánico. Miré fijamente al hombre, que se encontraba apuntándome tirado en el suelo, con un ojo cerrado y apretándose la herida de la pierna con la otra mano.
Aunque no sentí dolor ni sangré, cosa que de seguro asustó aún más a mi oponente, que dudó de mi naturaleza humana, me molestó mucho, tendría que repararlo y los materiales no eran baratos. -¡¿Qué demonios haces?! -Le grité mientras caminaba lentamente hacia él, desenvainando mi otra espada. -¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? ¿A quién te crees que le estás disparando? Yo no soy un hombre cualquiera, no. Ya has visto lo que les he hecho a tus... -En ese momento me dí cuenta de un detalle: si me herían, la esfera desaparecía. Me giré y vi a aquellos hombres aliviados por ver la luz de nuevo y, al verme, volvieron al ataque. Su líder les gritaba. -¡Acabad con ese estúpido! Tendrá los poderes de un demonio, pero no tiene nada que hacer contra nosotros, ¿verdad, chicos?
Chasqueé la lengua y les apunté con mi espada derecha. -Y yo que quería que fuerais vivos ante la justicia...
Te invoco, rojo fulgor
para traer destrucción.
Al instante, de mi espada surgió una llamarada que consumió en pocos segundos a todos los atracadores. La gente miraba aterrorizada, aunque los estaba salvando... Se nota que no llegan a comprender a alguien tan extraordinario como yo, no alcanzan a conocer la perfección que rozo.
El de la caja fuerte seguía inmóvil, en shock, lo cual molestó mucho a su jefe, que ya estaba desesperado, sabiendo que la muerte le sobrevenía de manera ineludible, como acababa de ocurrirle al resto de sus hombre. -T-tú, no te quedes ahí como un pasmarote. ¡Acaba con él! -El chico lo miró, con la mirada temblorosa, y dejó caer su espada y su cuerpo, quedándose postrado de rodillas. Menos mal, al menos alguien tenía dos dedos de frente, era mucho más inteligente rendirse.
Un par de disparos fueron hacia mí, pero pude esquivarlos sin dificultad, el pulso le temblaba demasiado. Me acerqué a él y le clavé una de mis espadas en la mano. -Te avisé, nunca debiste disparar.
En ese momento llegaron los marines, arrestaron al joven que se había rendido sin oponer resistencia y se llevaron al cerebro de la operación al hospital. Estaban sorprendidos de que no hubiera habido ni un solo civil herido y me dieron las gracias. El de mayor rango hizo una llamada y se despidió de mí antes siquiera de colgar, pero pude darme cuenta de que le dijo mi nombre a la persona que estaba al otro lado del teléfono.
Yo subí al tejado, cogí las bolsas y volví a mi habitación del hotel. Cuando llegué, el que estaba en la habitación contigua me preguntó que por qué había tardado tanto. Era un cotilla que siempre estaba en el pasillo mirando lo que hacían los demás. -Por nada, solo estaba haciendo la compra.
Cuando entré en la habitación, dejé las cosas en la cama y me puse a limpiar y desinfectar mis espadas. Entonces escuché que alguien llamaba a la puerta. -Señor Kenmei, ha llegado una carta de la marina para usted. -Abrí la puerta y, asintiendo como señal de agradecimiento, la cogí y empecé a leer.
-Señor Kenmei Shiba. Nos complace invitarle a un evento que tomará lugar para...
Cuando crucé la esquina, pude ver que se estaba cometiendo un atraco al banco de la ciudad. En otras circunstancias, y hace unos meses, me habría importado bien poco, pero ahora pertenecía a la División Científica por la Justicia, o DCJ, por lo que tenía cierto compromiso a no permitir que estas cosas sucedieran, al menos no justo delante de mí.
Subí al tejado del edificio, dejé mis bolsas y bajé, entrando sin ni siquiera desenvainar mis espadas. Los atracadores estaban pegando gritos, ordenando que la gente no se moviera y que les dieran todo lo de valor que llevaran. Una mujer me miró y uno de los criminales se percató, por lo que se giró a mirarme y empezó a chillarme.
-Tú, tú. Deja de gritar. –Le dije, calmado y haciendo un gesto con la mano como si pretendiera tranquilizarlo. –Venga, iros de aquí y dejad las cosas en su sitio, bajad las bolsas y… -En ese momento el que parecía el jefe me interrumpió.
-¡¿Qué narices?! ¿Tú quién mierdas eres? ¡Pírate si no quieres morir! –Sus palabras me desagradaron notablemente, por lo que cambié el diseño de la máscara a uno completamente negro y me la puse, a la vez que con la otra mano desenvainaba una de mis espadas.
-Más te vale callarte y obedecer, no tengo tiempo que perder con palurdos como vosotros. –Sentencié. Al instante siguiente, y al ver que pretendía dispararme, me acerqué corriendo hacia él y, esquivando el disparo que lanzó sin mucha precisión, quizás porque lo estaba poniendo nervioso, me puse a su lado y le clavé la espada en la pierna. –Venga, venga. –Dije aplaudiendo. -¿Alguien más? Nadie, ¿cierto? Pues moviendo el culo.
El hombre, sangrando por la pierna abundantemente, trató de golpearme en la cara, pero tuve tiempo de esquivarlo. -¿No has tenido suficiente? –Pregunté, extrayendo la espada de la sangrante herida y golpeándolo a continuación con la empuñadura en la frente, desequilibrándolo y tirándolo con otro golpe en el costado.
Los atracadores estaban intimidados, pero eso no les impidió intentar atacarme. -¡Que alguien avise a la marina! –Grité, y al momento un hombre hizo acopio de valor y tocó la alarma. Los “defensores de la justicia” estarían aquí dentro de unos pocos minutos. El único que tenía un arma de fuego había sido derrotado, los demás solo tenían espadas, se ve que el presupuesto no daba para mucho. Quizás por eso eran ladrones. Se lanzaron a por mí y pegué un salto mientras recitaba:
-De la oscuridad sin vida
no encontrarás la salida.
Apoyé la mano en el hombro de uno de los atacantes y se formó una esfera en la que quedaron encerrados todos los criminales salvo el herido y derrotado jefe. No podrían salir de ella mientras durara, lo que pensé que sería tiempo suficiente hasta que llegara la marina. Con lo que no conté es con que el líder seguía consciente y con ganas de guerra, y con que, por si fuera poco, uno de los atracadores estaba en la caja fuerte, por lo que no lo había visto hasta ese momento que salía.
Su expresión me provocó una risotada que no pude evitar, el pobre estaba sorprendido a la par que asustado, no tenía ni idea de lo que acababa de pasar, pero había escuchado voces y un disparo. Además, su jefe yacía en el suelo y en medio de la sala había una extraña esfera negra de la que salían voces gritando "déjame salir" y cosas similares.
Tuve suerte, el disparo me alcanzó en el antebrazo izquierdo, es decir, en el mecánico. Miré fijamente al hombre, que se encontraba apuntándome tirado en el suelo, con un ojo cerrado y apretándose la herida de la pierna con la otra mano.
Aunque no sentí dolor ni sangré, cosa que de seguro asustó aún más a mi oponente, que dudó de mi naturaleza humana, me molestó mucho, tendría que repararlo y los materiales no eran baratos. -¡¿Qué demonios haces?! -Le grité mientras caminaba lentamente hacia él, desenvainando mi otra espada. -¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? ¿A quién te crees que le estás disparando? Yo no soy un hombre cualquiera, no. Ya has visto lo que les he hecho a tus... -En ese momento me dí cuenta de un detalle: si me herían, la esfera desaparecía. Me giré y vi a aquellos hombres aliviados por ver la luz de nuevo y, al verme, volvieron al ataque. Su líder les gritaba. -¡Acabad con ese estúpido! Tendrá los poderes de un demonio, pero no tiene nada que hacer contra nosotros, ¿verdad, chicos?
Chasqueé la lengua y les apunté con mi espada derecha. -Y yo que quería que fuerais vivos ante la justicia...
Te invoco, rojo fulgor
para traer destrucción.
Al instante, de mi espada surgió una llamarada que consumió en pocos segundos a todos los atracadores. La gente miraba aterrorizada, aunque los estaba salvando... Se nota que no llegan a comprender a alguien tan extraordinario como yo, no alcanzan a conocer la perfección que rozo.
El de la caja fuerte seguía inmóvil, en shock, lo cual molestó mucho a su jefe, que ya estaba desesperado, sabiendo que la muerte le sobrevenía de manera ineludible, como acababa de ocurrirle al resto de sus hombre. -T-tú, no te quedes ahí como un pasmarote. ¡Acaba con él! -El chico lo miró, con la mirada temblorosa, y dejó caer su espada y su cuerpo, quedándose postrado de rodillas. Menos mal, al menos alguien tenía dos dedos de frente, era mucho más inteligente rendirse.
Un par de disparos fueron hacia mí, pero pude esquivarlos sin dificultad, el pulso le temblaba demasiado. Me acerqué a él y le clavé una de mis espadas en la mano. -Te avisé, nunca debiste disparar.
En ese momento llegaron los marines, arrestaron al joven que se había rendido sin oponer resistencia y se llevaron al cerebro de la operación al hospital. Estaban sorprendidos de que no hubiera habido ni un solo civil herido y me dieron las gracias. El de mayor rango hizo una llamada y se despidió de mí antes siquiera de colgar, pero pude darme cuenta de que le dijo mi nombre a la persona que estaba al otro lado del teléfono.
Yo subí al tejado, cogí las bolsas y volví a mi habitación del hotel. Cuando llegué, el que estaba en la habitación contigua me preguntó que por qué había tardado tanto. Era un cotilla que siempre estaba en el pasillo mirando lo que hacían los demás. -Por nada, solo estaba haciendo la compra.
Cuando entré en la habitación, dejé las cosas en la cama y me puse a limpiar y desinfectar mis espadas. Entonces escuché que alguien llamaba a la puerta. -Señor Kenmei, ha llegado una carta de la marina para usted. -Abrí la puerta y, asintiendo como señal de agradecimiento, la cogí y empecé a leer.
-Señor Kenmei Shiba. Nos complace invitarle a un evento que tomará lugar para...
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
si me herían, la esfera desaparecía.
Pero no te han herido, te han dado en el brazo mecánico. .-. No es parte de tu cuerpo.
Por lo demás, no tengo mucho que comentar. Bienvenido a la segunda fase.
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