[Equipo 3, Revolución] Equipo "Comandantes"

Mientras Sonrisas y Ferduardo discutían, Maki se dedicaba a intentar descifrar de qué estaban hablando. Usaban frases muy complicadas y hablaban de gente de la que no conocía. A decir verdad, aunque Maki tenía muchas, muchas cualidades, seguir las largas discusiones filosóficas y morales le resultaba difícil. Así que se inventaba lo que decían. Por lo visto, el abuelo de Sonrisas le había dejado una plantación de albaricoques que Ferduardo quería para él. O algo así. Al final, decidió que tenía que poner su granito de arena en la discusión.

Tenía preparada una diatriba sobre poesía, libertad y concordia, sobre el destino y lo que era correcto y lo que no. Pero le entraron ganas de estornudar y, girado hacia Sonrisas como estaba, no pudo contener el mayor estornudo de su vida. Menos mal que no se tapó con la mano o se la habría llenado de mocos.

-Aiss, creo que me ha entrado algo en la nariz -suspiró-. En fin, chicos revolucionarios, contestó a las preguntas de mis amigos. O sino estaremos aquí todo el día y ya va siendo hora de comer.

En cuanto lo dijo, le rugieron las tripas. ¿Cuánto hacía que no comía? Aparte de los cacahuetes, claro. Debía de hacer por lo menos... hora y media. Desde que el cocinero del barco en el que les habían llevado allí repartió muestras gratuitas de salchichas hechas de lo que él llamaba "cerdo", una especie de animal o algo de esa clase. En el fondo del mar no existía, eso desde luego. ¿Sería una especie de medusa? ¿Una medusa terrestre? Dios, qué hambre tenía. La sola idea de esperar allí sin comer nada hasta a saber cuándo le daban ganas de llorar. Y a Sonrisas también, por lo visto. El pobre debía estar muerto de hambre, de miedo o de alguna otra cosa similar mezcla de ambas para haberse puesto a llorar así. Le habría ofrecido un pañuelo pero lo necesitaba por si estornudaba otra vez.

-Curioso- musité mientras Edward respondía sagazmente a mi desalentador discurso. No parecía una mala persona, y estaba de acuerdo en que la Revolución no era perfecta, un buen hilo del que tirar. Sin embargo, que Krauser fuese su jefe hacía de mi intervención algo poco más que anecdótico.

Esperé paciente mientras el revolucionario terminaba y se acercaba a la chica, interpelándola. Quería un nombre, una isla y más información. Tras haberla preparado probablemente terminaría cantando todo lo que sabía, pero mi objetivo ahora no era otro sino el chico rubio. No parecía un monstruo, pero sí fuerte, y semejaba ser dueño de una mente analítica, aunque inocente. Sabía ganarse a la gente tan bien como yo, y si los dos estuviésemos jugando con las mismas reglas no dudo que me habría desenmascarado con facilidad.

Y hablando de máscaras, me apoyé contra un muro cercano, como esperando impaciente, fingiendo que trataba avergonzado de encontrar una manera para salvarme de la mala impresión. Parecía Yarmin, un cadete algo bocazas pero con ideales firmes... ¿Habría calado así en Edward? Sería una buena forma de infiltrarme entre los hombres de Krauser, y quizás me acercase a sus filas discretamente. Todo merecía ser intentado. Evité de puro milagro un cañonazo de mocos que Maki lanzó y, tratando de no pisar esos lo menos dos litros de jugo verde, intervine de nuevo:

-No me decepciona- comenté, en voz baja pero alzando la voz lo suficiente como para que me oyesen. Tal vez se perdiesen la primera frase, ¿Pero qué más daba?-, eso es lo más triste. Tuve que dejar Ohara a los cuatro años, con mis padres, perseguido por una ley que nos castigaba inmerecidamente- Padre había pagado para evitar mi primer internamiento, pero teníamos que marcharnos para no levantar sospechas. Es curioso cómo la verdad podía retorcerse tanto-. Con diez, una vez más, me encontraron, y fui torturado durante años por el Gobierno- cierto también. De hecho, seguramente lo más cierto sobre mi pasado que iban a escuchar-. ¿Y todo para qué? Para que los mismos Agentes que decían proteger al mundo hubiesen decidido matar a mi padre- había sido yo, pero ya vistiendo el negro-. Mis padres no hicieron nunca nada malo, tal vez tener amigos algo contestatarios, o libros extraños en su biblioteca. Nada por lo que un hombre merezca morir.

Ya había quedado como bocazas una vez, la segunda no estaría de más. Y explicar el porqué de mi animadversión a Krauser podía llevarme a conocerlo en persona. Las lágrimas empezaron a desparramarse por mis ojos, más por el dolor que me autoinflingía con el sent que porque realmente me importase una mierda mi padre, pero daba el pego.

-Lo superé- terminé sentenciando-. Aprendí a navegar, primeros auxilios... Y una vez más, pude ver al Gobierno Mundial en todo su esplendor. ¿Conoces la Élite? Una unidad de la Marina dedicada a capturar revolucionarios. Yo viví su época, cuando todavía no había tomado partido, y te puedo asegurar que fue un horror para cualquiera que no compartiese su causa- hice una pausa, casi hiperventilando-. ¿Y sabes quién la comandaba? ¡Krauser Redfield!

Golpeé la pared con el puño, provocando un sonoro ruido. La sensación de entumecimiento era casi agradable, pero el dolor que ascendía sólo era mitigado por el morbo de la situación. Miré de nuevo a Edward con los ojos encharcados y vidriosos, la cara enrojecida e hinchada y la voz casi rota.

-No quiero decir que no sea bueno con los suyos, ni que no crea en la causa. Tal vez le tenga envidia porque él parece encajar en cualquier parte y yo no he encajado del todo en ninguna- clavé mi mirada en él de nuevo, con el labio tembloroso-. No puedes pedirme que confíe ciegamente en ti, igual que no puedes pedírselo a ella. Además, cuando la vean como mínimo la encarcelarán por su sedición. La Armada no deja de ser un ejército, Ed. Sólo somos peones. Incluso aquí, luchando por ser reyes, no valemos nada.

Respiré hondo, serenándome lentamente. Poco a poco dejé de llorar, y pude por fin hablar con serenidad, aunque algo entrecortado:

-La Marina no es un arma, sino un organismo vivo y pensante. Tan culpable es el asesino que firma las órdenes como el matón que las cumple. Y lo mismo en la Revolución- tragué saliva-. Si consideras esto un crimen debes saber quién lo financia. Esos científicos necesitan dinero, así que... La pregunta es quién está detrás de todo esto- miré de nuevo a la muchacha. Me iba a asegurar de quedármela más tarde-. ¿Tú sabes quién está detrás de esto? Directamente; la persona que firmó para aprobar esos experimentos.

Y, tras eso, simplemente suspiré.

-Confío en ti, Ed. Vamos a acabar con esto.

Cosas usadas:

Así ver Yarmin en estos momentos a Ed:

Abrí los ojos, haciéndome el sorprendido, mientras el revolucionario me decía aquellas cosas tan bonitas en las que el personaje que interpretaba no parecía haber pensado nunca. ¡Tenía posibilidad de encajar! Si no hubiera sido rico, guapo, inteligente, carismático y esa clase de cosas que te permiten encajar en cualquier parte, el discurso de Ed me habría hecho sentir bien. Sin embargo, al Yarmin que interpretaba le emocionaba notoriamente lo que me decía...

-¿De verdad? ¿Harías eso por mí?- lo miré a los ojos tímidamente, apartándolos en cuanto él los cruzase conmigo-. Sí, vamos a encargarnos de esto.

Seguí dejándolo hablar, con un atisbo de admiración en mis ojos. Era como un brillo especial, casi genuino... Y hasta me asusté cuando me increpó con ese dedo acusador. ¿Que no sabía quién era? Era Yarmin, un nuevo amigo, un aliado... No había ninguna duda de quién era yo. Pero lo importante no era eso, sino el arrebato de orgullo que Edward mostró, disertando sobre que todos teníamos el poder de cambiar las cosas, que todo era posible, que... Me lancé a por él.

No, no me lancé intentando atacarlo, sino que buscaba su boca para darle un largo y profundo beso. No era particularmente feo, de hecho tenía cierto encanto adolescente. De hecho, hace ocho años tal vez me hubiera masturbado con su cara en el póster de una banda musical. Y, además, iba a hacer que lo disfrutase. Si llegaba a pegar mis labios a él, le haría sentir un placer orgásmico por el intercambio de fluidos. No conocía su sexualidad, aunque parecía bastante inclinado hacia las tetas. Sería divertido hacerlo dudar... Y buscar un aliado que me tuviese cariño. Mucho cariño.

-Perdón, perdón- dije apartándome tímidamente y dándole la espalda, mientras miraba al suelo-. Los nervios de la misión, perdona... En fin. Vamos a la base.

Maki no pudo evitar ruborizarse. ¿Qué...? ¿Por qué...? ¿Cómo...? ¿Con qué...? No sabía que los humanos fuesen tan efusivos. Bajo el mar nadie se besaba porque ésa era la mejor forma de que a uno le entrara una medusa en la boca -o por lo menos, tal era la excusa que le daban todas las chicas a él, a parte de llamarlo Señor Babas y salir corriendo-, así que las expresiones tan afectuosas le resultaban curiosas. Y más aún viniendo de Sonrisas. Siempre tan serio y sensato, Maki acababa de descubrir su lado romántico.

Y Ferduardo fue el objeto de su cariño. ¿Por qué él? ¿Era porque tenía ruedas? Con eso no podía competir ciertamente, ni tampoco con la increíble emotividad que se notaba en sus palabras, fueran las que fueran. Lo cierto era que Maki llevaba un tiempo sin escuchar lo que decían. Se aburría. Pero las cosas habían tomado un cariz -a veces Maki pensaba palabras que desconocía- interesante. Y curioso, sin duda.

No obstante, ¿podían los revolucionarios besarse en plena misión? El manual de instrucciones decía que no. O eso creía él a partir de la ojeada que le dio aquel día en que el hombre raro del callejón le enseñó a fumar en pipa esa curiosa piedrecita y neo tenía nada con lo que encenderla. Se suponía que eran soldados serios. Los ghouls jamás se habrían puesto a morrearse durante una misión. Y él era el Comandante; ¿qué clase de comandante permitía que sus hombres se dejaran llevar por el amor y la pasión así como así? No era profesional. Tenía que salvar la reputación de la Revolución.

-Pues yo no veo amor ahí -dijo Maki. Tenía que parecer que no se besaban de verdad para que los otros tipos de los sombreros no pensasen mal de los revolucionarios-. Es como si lo estuvierais fingiendo. Demasiado artificial. ¿Dónde está la lengua? No parece un beso verdadero. 

"Muy bien, Augustus", se felicitó mientras guiñaba el ojo a sus dos compañeros con complicidad.

-Si tratásemos de meter lengua podría entrarnos una abeja- dije, respondiendo a Maki mientras contenía malamente la risa. Si había comprendido mínimamente al Gyojin desde que lo conocía, sería la clase de razonamiento que el hombre pez podría llegar a tener. Un pensamiento estúpido, pero cuadraba perfectamente con la estúpida mente de Augustus.

Agarré las cuerdas todavía ruborizado y les hice un amable gesto para avanzar, como si realmente me interesase por su comodidad y supiera que iban a ser tratados con justicia. Estaba claro que enviar un comando a capturar desertores significaba, en mayor o menor medida, que la cúpula íntegra de la Revolución estaba al tanto de esos experimentos. De hecho, que ésa fuese la primera misión para demostrar que se era digno de pertenecer al Alto Mando decía mucho acerca de los verdaderos intereses de la resistencia. Sólo eran un nuevo Gobierno Mundial dispuesto a todo para mantener un control hegemónico del mundo. Nadie reparaba en que mantener el poder sólo era posible entre bambalinas, a través del caos.

-No tengas miedo, hombre- comenté mientras avanzábamos. Ed mantenía las distancias, cosa que no pude evitar me hiciese gracia. Temía que me abalanzas sobre él y terminase haciéndolo dudar de verdad, o algo... Podría haber sido divertido si no estuviésemos en medio de una misión-, no muerdo. Mucho.

Le envié un beso con los labios mientras le guiñaba un ojo, sólo para reírme después. Estaba siendo muy absurdo todo, y sólo necesitaba un poco más de información para apuntar de lleno a la isla en la que estarían los científicos. Me detuve en seco.

-Ed. No podemos hacer esto- sentencié, mirando a los tres revolucionarios-. Nos han enviado aquí las mismas personas que planean darnos el ascenso. No podemos entregarlos.

Activé el Den Den mushi de mi bolsillo. Gellert tenía órdenes muy claras de dejarme siempre hablar a mí primero, por lo que esperaba que entendiese lo que tenía que hacer. Es más, él sabía en esos momentos dónde estaba: Me había enviado él.

-La Revolución tiene laboratorios en el North Blue, donde trabajan con armas de destrucción masiva y horrores mutados- hice una pausa-. Y los líderes lo saben. Estamos aquí para evitar que esto salga a la luz, Ed. No han venido a advertir de un ataque, han querido hacer del mundo un lugar mejor. ¿No es eso lo que buscamos? Para terminar la cadena, un eslabón tiene que romperse- saqué uno de mis cuchillos mientras cortaba la conexión con Gellert-. Y eso voy a hacer.

Corté las cuerdas que llevaba entre las manos, salvo la de mi esclavo. Si dos salían corriendo y entregábamos a uno, sería perfectamente creíble.

-No lo contéis- dije, mientras esperaba que se fuesen corriendo, y miré a Ed-. Nos enviaron a por uno, y eso les daremos. Mientras las cosas no cambien, me niego a encerrar gente inocente.