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Jish
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Akuma no mi
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Jish alzó la vista allí, donde la tierra se unía con el cielo… En aquel continente se encontraba el hogar de los dioses. Los mismos dioses que una vez le enseñaron al mundo una lección que jamás pudo olvidar, e hizo que los admiraran y temieran por el resto de sus vidas, creyendo que ningún hombre libre pudiera desafiar su superioridad y que lo único que les quedaba era adorarlos.
Volvió su vista a hacia el palo mayor de la embarcación lleno de orgullo al contemplar la bandera negra. Una pena que los piratas no creyesen en dioses.
No tardarían demasiado en hallar la Reverse Mountain.
- ¡Ahí llega otra! – gritó uno de los vigías de la cofa al mismo tiempo que señalaba hacia la popa, a la tercera fragata de la Marina que se unía a la persecución.
Solo unos pocos marineros de la cubierta del castillo de popa giraron la cabeza, pero Jish no pudo evitar quedarse mirando con horrorizada fascinación mientras los puntos negros describían un arco ascendente desde la proa del navío enemigo que iba en cabeza y parecían subir perezosamente por el aire.
Los puntos eran balas de cañón lanzadas desde una batería de artillería que iba montada en la proa del navío de guerra; se trataban de máquinas tan grandes que solo cabía una por barco, o al menos eso era lo que opinaban la mayoría de corsarios. Era la primera vez que los perseguían con buques de guerra de verdad, habían comenzado la cacería.
Los vigías de popa siguieron el vuelo de la andanada con temerosa atención. El alborotador vio que los puntos parecían movilizarse durante apenas un segundo, para luego aumentar de tamaño con aterradora rapidez. Parecía que aquella munición colosal iba dirigida directamente hacia él, se le secó la boca.
Luego, en el último momento, vio que el disparo se quedaría corto y las bolas cayeron silbando en la estela del barco, a menos de diez pasos del casco, con un sonoro golpe que alzó tres altas y estrechas columnas blancas.
- Esas han sido las que han estado más cerca, de momento – comentó Noah, que se encontraba de pie junto al timón.
Las palabras del navegante no fueron demasiado tranquilizadoras, estaban perdiendo velocidad.
- ¿No hay alguna forma de hacer que esta antigualla vaya más rápido? – gritó el charlatán por encima del ruido.
Volvió su vista a hacia el palo mayor de la embarcación lleno de orgullo al contemplar la bandera negra. Una pena que los piratas no creyesen en dioses.
No tardarían demasiado en hallar la Reverse Mountain.
- ¡Ahí llega otra! – gritó uno de los vigías de la cofa al mismo tiempo que señalaba hacia la popa, a la tercera fragata de la Marina que se unía a la persecución.
Solo unos pocos marineros de la cubierta del castillo de popa giraron la cabeza, pero Jish no pudo evitar quedarse mirando con horrorizada fascinación mientras los puntos negros describían un arco ascendente desde la proa del navío enemigo que iba en cabeza y parecían subir perezosamente por el aire.
Los puntos eran balas de cañón lanzadas desde una batería de artillería que iba montada en la proa del navío de guerra; se trataban de máquinas tan grandes que solo cabía una por barco, o al menos eso era lo que opinaban la mayoría de corsarios. Era la primera vez que los perseguían con buques de guerra de verdad, habían comenzado la cacería.
Los vigías de popa siguieron el vuelo de la andanada con temerosa atención. El alborotador vio que los puntos parecían movilizarse durante apenas un segundo, para luego aumentar de tamaño con aterradora rapidez. Parecía que aquella munición colosal iba dirigida directamente hacia él, se le secó la boca.
Luego, en el último momento, vio que el disparo se quedaría corto y las bolas cayeron silbando en la estela del barco, a menos de diez pasos del casco, con un sonoro golpe que alzó tres altas y estrechas columnas blancas.
- Esas han sido las que han estado más cerca, de momento – comentó Noah, que se encontraba de pie junto al timón.
Las palabras del navegante no fueron demasiado tranquilizadoras, estaban perdiendo velocidad.
- ¿No hay alguna forma de hacer que esta antigualla vaya más rápido? – gritó el charlatán por encima del ruido.
Syxel
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Akuma no mi
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Era pleno día, mas ni un solo rayo de sol llegaba hasta nosotros. Un mar de oscuras nubes había inundado el cielo por completo, amenazando con descargar sobre nuestras cabezas la peor de las tormentas de un momento a otro. Era casi como si los cielos, conocedores de lo que haríamos una vez hubiésemos llegado al Grand Line, quisiesen impedir que abandonásemos el North Blue. Y al parecer contaban con la ayuda de la marina, que desde hacía ya algo más de un par de horas mantenían su incesante persecución.
Mientras la mayoría de mis hombres corrían de un lado a otro, siguiendo el compás de los gritos que Balagus les iba dando, yo me paseaba por cubierta desde proa hasta popa, deslizando la mano sobre la barandilla de estribor. Evadido temporalmente de la supuesta amenaza que se cernía sobre nosotros. Regocijándome en la exitosa adquisición de nuestra nueva embarcación e imaginando en cuantas aventuras nos acompañaría.
El estruendo de los últimos disparos, seguido del silbido de las enormes balas de cañón al surcar el aire y el ruido que estas hicieron al caer al agua me trajeron de vuelta a la realidad. No tardarían en darnos alcance, así que nos tocaba a nosotros mover ficha. Y sin perder ni un instante más, comencé a dar órdenes a la tripulación mientras ascendía por las escaleras del castillo de popa.
- ¡Quiero a un par de hombres en cada una de las vergas! ¡Airok, Congorrio, reunid a los artilleros y seguidme! - Luego me dirigí a nuestro navegante - Noah, que otro tome el timón, tu busca a Roger, voy a necesitaros a ambos...
No había elegido ese barco al azar. Si lo hice, fue porque era el mejor de todo el North Blue y estaba seguro de que estaría a la altura. Como estaba a punto de demostrar a mi escéptico amigo, quién no hacía más que quejarse.
- Estás a punto de ver de que es capaz esta antigualla...
Sin darle tiempo a replicar di varios pasos al frente, situándome prácticamente al borde de la cubierta, y me dirigí de nuevo a Airok, que acababa de llegar.
- Preparad los morteros. - Acompañé aquella simple orden con un gesto de mi mano, señalando a la enorme pieza de artillería que había aparecido junto a nosotros. En el mismo instante en que nuestro siempre confiable contramaestre aparecía cargando con el segundo. - Vamos a hacer una declaración de intenciones esos marines.
Mientras la mayoría de mis hombres corrían de un lado a otro, siguiendo el compás de los gritos que Balagus les iba dando, yo me paseaba por cubierta desde proa hasta popa, deslizando la mano sobre la barandilla de estribor. Evadido temporalmente de la supuesta amenaza que se cernía sobre nosotros. Regocijándome en la exitosa adquisición de nuestra nueva embarcación e imaginando en cuantas aventuras nos acompañaría.
El estruendo de los últimos disparos, seguido del silbido de las enormes balas de cañón al surcar el aire y el ruido que estas hicieron al caer al agua me trajeron de vuelta a la realidad. No tardarían en darnos alcance, así que nos tocaba a nosotros mover ficha. Y sin perder ni un instante más, comencé a dar órdenes a la tripulación mientras ascendía por las escaleras del castillo de popa.
- ¡Quiero a un par de hombres en cada una de las vergas! ¡Airok, Congorrio, reunid a los artilleros y seguidme! - Luego me dirigí a nuestro navegante - Noah, que otro tome el timón, tu busca a Roger, voy a necesitaros a ambos...
No había elegido ese barco al azar. Si lo hice, fue porque era el mejor de todo el North Blue y estaba seguro de que estaría a la altura. Como estaba a punto de demostrar a mi escéptico amigo, quién no hacía más que quejarse.
- Estás a punto de ver de que es capaz esta antigualla...
Sin darle tiempo a replicar di varios pasos al frente, situándome prácticamente al borde de la cubierta, y me dirigí de nuevo a Airok, que acababa de llegar.
- Preparad los morteros. - Acompañé aquella simple orden con un gesto de mi mano, señalando a la enorme pieza de artillería que había aparecido junto a nosotros. En el mismo instante en que nuestro siempre confiable contramaestre aparecía cargando con el segundo. - Vamos a hacer una declaración de intenciones esos marines.
Balagus
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Akuma no mi
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- Seréis hijos de…
No era un secreto que no me gustaba el mar. Aún podía soportar travesías tranquilas y no demasiado largas haciendo importantes esfuerzos de voluntad, pero un solo viaje movidito era suficiente como para tenerme de mal humor durante semanas.
El nuevo navío recién robado había hecho todo lo posible para ponerse a mi favor: era espacioso, tenía una cocina excelente, gran cantidad de artillería y resistía muy bien los embates del océano. Pero claro, todo se iba a la mierda bien rapidito en cuanto surgía el fuego de artillería y la posibilidad de tormenta.
La aparición de varios barcos de guerra de la Marina fue todo lo que necesité para mandar a la mierda mi autocontrol. Tras escupir una retahíla envenenada de insultos y maldiciones en mi lengua natal, me eché la capucha de lobo blanco sobre la cabeza y los hombros, y abandoné la cocina en la que había estado descansando tranquilamente.
Sin un solo miramiento, comencé a gritar a pleno pulmón órdenes y a empujar sin compasión a los perezosos, entre los que conté a Dharkel. Silver paseaba por la borda con parsimonia, aparentemente ajeno a todo el jaleo, hasta que una serie de salvas de fuego fueron a dar contra el mar, a pocos metros de nuestra posición.
- ¡¿Es que tengo que hacerlo todo yo, gusanos haraganes?! –Bramé, cada vez más malhumorado.- ¡Moved los malditos morteros, o yo mismo os usaré como munición! ¡Sabéis que soy capaz!
Y mientras terminaba de ladrar la última amenaza, levanté uno de los poderosos equipos de artillería del centro de la cubierta hasta la popa del barco, utilizando sólo mis recios brazos en la tarea. Según lo dispuse en posición, cargué una de las municiones que me traía un recluta y le indiqué que lo preparara para disparar. Con un rápido vistazo, calculé las distancias entre el navío de la Marina más próximo y el nuestro, y ajusté la trayectoria del cañón.
- ¡Fuego!
No era un secreto que no me gustaba el mar. Aún podía soportar travesías tranquilas y no demasiado largas haciendo importantes esfuerzos de voluntad, pero un solo viaje movidito era suficiente como para tenerme de mal humor durante semanas.
El nuevo navío recién robado había hecho todo lo posible para ponerse a mi favor: era espacioso, tenía una cocina excelente, gran cantidad de artillería y resistía muy bien los embates del océano. Pero claro, todo se iba a la mierda bien rapidito en cuanto surgía el fuego de artillería y la posibilidad de tormenta.
La aparición de varios barcos de guerra de la Marina fue todo lo que necesité para mandar a la mierda mi autocontrol. Tras escupir una retahíla envenenada de insultos y maldiciones en mi lengua natal, me eché la capucha de lobo blanco sobre la cabeza y los hombros, y abandoné la cocina en la que había estado descansando tranquilamente.
Sin un solo miramiento, comencé a gritar a pleno pulmón órdenes y a empujar sin compasión a los perezosos, entre los que conté a Dharkel. Silver paseaba por la borda con parsimonia, aparentemente ajeno a todo el jaleo, hasta que una serie de salvas de fuego fueron a dar contra el mar, a pocos metros de nuestra posición.
- ¡¿Es que tengo que hacerlo todo yo, gusanos haraganes?! –Bramé, cada vez más malhumorado.- ¡Moved los malditos morteros, o yo mismo os usaré como munición! ¡Sabéis que soy capaz!
Y mientras terminaba de ladrar la última amenaza, levanté uno de los poderosos equipos de artillería del centro de la cubierta hasta la popa del barco, utilizando sólo mis recios brazos en la tarea. Según lo dispuse en posición, cargué una de las municiones que me traía un recluta y le indiqué que lo preparara para disparar. Con un rápido vistazo, calculé las distancias entre el navío de la Marina más próximo y el nuestro, y ajusté la trayectoria del cañón.
- ¡Fuego!
Dharkel Asrai Nymraif
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Akuma no mi
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De repente un tsunami acompañado de una ristra de truenos golpeó la paradisíaca playa, llevándose toda mi riqueza acumulada y lo más importante de todo, el coco que tan apaciblemente estaba disfrutando mientras contemplaba hermosas vistas.
- La culpa ha sido suya, no soy quién para privar a alguien de un casco en una situación crítica – dije al despertarme de golpe ante el empujón de Balagus, poniendo la primera excusa que pasó por mi cabeza al ver que el cubo había desaparecido misteriosamente.
¿Sabía lo que estaba pasando? No. ¿Tenía intención de averiguarlo? Probablemente para mi desgracia me acabaría enterando. Un gran estruendo resonó en la lejanía. Todo estaba demasiado oscuro y apenas podía percibir las siluetas de lo que parecían ser navíos de combate. El barco no tardó en oscilar más de lo normal al impactar varias enormes y negras esferas a pocos metros de distancia, provocándome una nausea. ¿No podían mantenerse alejados de los problemas ni siquiera cinco minutos? La idea de abandonar aquel circo ambulante cada vez me parecía más tentadora. No obstante, antes debía llegar a Arabasta.
Haciendo caso omiso a las órdenes del contramaestre y del capitán me dispuse a hacerme un cigarro. Era completamente necesario para que mis neuronas se pusiesen a trabajar. Una vez estuvo encendido comencé a planificar mi plan de huida en el caso de que el barco se hundiese. Ya había aprendido por las malas que ir de polizón no era buena idea, pero tampoco sabía dónde estábamos. Después de todo quizás me tocaría colaborar en su defensa.
“Seguro que el “navegante” se ha vuelto a perder” – medité con retintín. No podías fiarte de ellos.
Dirigí mis pasos hacia popa, donde se encontraban Jish y Syxel, y tras acercarme todo lo que pude al mar comencé a generar aquella extraña energía espiritual sin hacer una sola gesticulación, congelando el agua a unos diez metros de distancia, pero sin que afectase a nuestro propio navío. Aquello no evitaría los cañonazos, pero esperaba que al menos ralentizasen a quienes fuesen nuestros agresores.
- ¡Mirad! Parece que después de todo la diosa nos ha vuelto a sonreír - dije señalando la pequeña zona congelada.
- La culpa ha sido suya, no soy quién para privar a alguien de un casco en una situación crítica – dije al despertarme de golpe ante el empujón de Balagus, poniendo la primera excusa que pasó por mi cabeza al ver que el cubo había desaparecido misteriosamente.
¿Sabía lo que estaba pasando? No. ¿Tenía intención de averiguarlo? Probablemente para mi desgracia me acabaría enterando. Un gran estruendo resonó en la lejanía. Todo estaba demasiado oscuro y apenas podía percibir las siluetas de lo que parecían ser navíos de combate. El barco no tardó en oscilar más de lo normal al impactar varias enormes y negras esferas a pocos metros de distancia, provocándome una nausea. ¿No podían mantenerse alejados de los problemas ni siquiera cinco minutos? La idea de abandonar aquel circo ambulante cada vez me parecía más tentadora. No obstante, antes debía llegar a Arabasta.
Haciendo caso omiso a las órdenes del contramaestre y del capitán me dispuse a hacerme un cigarro. Era completamente necesario para que mis neuronas se pusiesen a trabajar. Una vez estuvo encendido comencé a planificar mi plan de huida en el caso de que el barco se hundiese. Ya había aprendido por las malas que ir de polizón no era buena idea, pero tampoco sabía dónde estábamos. Después de todo quizás me tocaría colaborar en su defensa.
“Seguro que el “navegante” se ha vuelto a perder” – medité con retintín. No podías fiarte de ellos.
Dirigí mis pasos hacia popa, donde se encontraban Jish y Syxel, y tras acercarme todo lo que pude al mar comencé a generar aquella extraña energía espiritual sin hacer una sola gesticulación, congelando el agua a unos diez metros de distancia, pero sin que afectase a nuestro propio navío. Aquello no evitaría los cañonazos, pero esperaba que al menos ralentizasen a quienes fuesen nuestros agresores.
- ¡Mirad! Parece que después de todo la diosa nos ha vuelto a sonreír - dije señalando la pequeña zona congelada.
Airok Bonny
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Akuma no mi
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No salíamos de una para meternos en otra. Ahí estaban, no sé cuantos buques armados hasta arriba dispuestos a vaciarnos todas sus reservas de pólvora en el culo. Y nunca mejor dicho, un par de metros más y ya nos hubiesen dado.
Syxel empezó manos a la obra dirigiendo al personal, por lo que me apuré de ir a buscar a los encargados de los artilleros para que reuniesen a todo recluta sin oficio además de ellos y que me esperasen en la cubierta de los cañones para nueva orden. También pedí a los pistoleros que me siguieran.
Al volver, Syxel me pidió que preparase los morteros, como esperaba, por lo que me dispuse a volver enseguida, ordenando a los pistoleros que se quedasen allí con el capitán.
De camino, me encontré con un Balagus hecho una fiera dando gritos y órdenes a todo el que se encontraba, además de empujones varios para que espabilasen.
-- Tranquilo fiera, te veo alterado -- Dije con la calma que me caracterizaba en aquel tipo de situaciones -- ¡Preparad los morteros! -- empecé a ordenar cuando vi a Balagus cargando uno y colocándolo.
Algunos se le quedaron mirando, algo sorprendidos por su efusividad, a lo que respondí dando dos palmadas fuertes "Vámos" Los artilleros corrían con sus morteros por parejas para poder moverlo, en algunos casos incluso tres reclutas hacían falta. El semiorco podía con aquel arma él solo y no le costaba lo más mínimo.
-- ¡Apuntad! -- grité una vez estaba la mayoría colocado.
-- ¡Fuego! -- completó Balagus.
En cualquier otra situación, me hubiera molestado que se anticipase a mi orden, pero dadas las circunstancias y que ya lo conocía, entendía lo tenso que se ponía bajo una presión así en pleno mar, por lo que lo dejé pasar. De echo, me acerqué a él para dejarle constancia de que yo ya no me iba a ocupar de ese tema y que los artilleros eran cosa suya.
De camino a cubierta, uno de los novatos estaba en medio de la escalera como desorientado. Cada vez me parecía mejor idea matar a todos los tripulantes del barco abordado.
-- Si no vas a ayudar tampoco te atravieses -- Le dije de mala gana empujándolo hacia un lado para que me dejase pasar.
Una vez llegué a cubierta, con mis pistolas prácticamente preparadas esperando nuevas directrices, me percaté de que prácticamente todos miraban al mar, que se iba congelando por donde pasaba nuestro navío. Mi primer pensamiento reflejo fue asumir que era cosa de Syxel, por lo que lo miré buscando algún tipo de explicación. Nunca había visto ese poder en él, pero era lo único que podría tener sentido.
Nassor
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Akuma no mi
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El viento aullaba en su oído mientras se esforzaba por tirar del cabo suelto, con una mueca de concentración. Siguiendo las instrucciones de Noah, hizo un último esfuerzo y logró llegar hasta el palo y asegurar con un nudo la cuerda. Fue entonces cuando vio las balas de cañón volando hacia ellos, sin embargo esta andanada se quedó corta, pero lo bastante cerca para que fuese evidente que el conflicto era inevitable. Les estaban dando alcance demasiado rápido. "Justo ahora..." Frunció el ceño, preocupado. Llevaba tiempo dándole vueltas a lo de Grand Line y le parecía peligroso que se adentraran ya en el mar más peligroso. Como habitante del mismo sabía de sobra que los desafíos que les esperaban en este bien podían ser demasiado para ellos. Sin embargo Syxel no opinaba igual y aunque su opinión fuese diferente, él ya se había decidido a seguir a su capitán hasta la muerte. Ya se lo había dicho Shun; para un guerrero servir a su señor primaba por encima de la vida misma, y aunque él no era un samurái sí que comulgaba con esa idea. Observó a los buques marines cada vez más próximos, apoyando la mano en la empuñadura de su espada. No parecían un objetivo fácil.
- Pero por supuesto, nuestro capitán no rechazará el desafío. Y yo tampoco - dijo para sí mismo.
Respiró hondo, sintiendo el viento en torno a él, centrándose en su movimiento y la sensación de este al rozar contra su piel. Como cuando empleaba su Sabaku no Arashi, se centró en la corriente para manipularla, pero en lugar de forzarla violentamente a cambiar de rumbo, comenzó a cambiar sutilmente su dirección haciendo gestos circulares y metódicos con sus brazos. Comenzó a arremolinarlo en torno a él mientras se imaginaba una cúpula como le había enseñado Shun. Mantener el control requería de momento de toda su concentración y de que mantuviese sus gestos totalmente armónicos, cada vez que se descoordinaba un mínimo notaba que parte de la masa de viento disminuía. Sin embargo perseveró haciendo los gestos cada vez más veloces y dinámicos y poco a poco comenzó a elevarse en el aire. Detuvo los movimientos, levitando a un par de metros de la cubierta y observó a los piratas siguiendo las órdenes de Balagus y Airok, preparando los morteros. Podría haber ayudado, pero consideraba que podía ser mucho más útil tratando de detener o desviar las balas cuando estuviesen cerca o reservando sus fuerzas para el abordaje. Tampoco parecía que le hubiesen dado una orden clara a él mismo.
- ¿Cuáles son sus órdenes, capitán? - dijo con gesto grave, acercándose a Syxel por el aire.
Por su parte Dharkel dijo algo de que tenían suerte, señalando a un montón de hielo que parecía haberse formado esporádicamente. Aquello sorprendió tanto a Nassor que arqueó una ceja (algo raro en el habitualmente impasible pirata) y perdió la concentración, cayendo sobre cubierta flexionando las rodillas. ¿Alguien de la tripulación habría hecho algo? Eso parecía al menos. De todos modos hubiese sido realmente obra de la suerte o de algún usuario de akuma no mi, no parecía estar estorbando su paso y al menos ayudaría a retrasar a los marines... si es que Syxel no daba la orden de dar media vuelta y encararlos. Cosa harto probable. Nassor emitió un ligero suspiro, negando con la cabeza.
- A este ritmo no creo que fuésemos a llegar a la Reverse Mountain sin entablar batalla, de todos modos - comentó, en parte para sí mismo y en parte para el capitán - Bueno, dejar que nos aborden primero sería darles la falsa esperanza de que pueden ganar. Y no somos tan crueles, ¿verdad?
Esbozó una sonrisa fiera mirando a su compañero de batalla y desenvainó su katana, apoyándose el lado sin filo en el hombro. Aunque no le pareciera la mejor de las ideas, no podía negar que estaba deseando volver a entrar en combate al lado de Syxel como en los viejos tiempos. En Cliff Island habían sido un dúo imparable, complementándose perfectamente el uno con el otro. Habían pasado años desde entonces, pero esperaba que aquella vieja capacidad para entenderse con una simple mirada no hubiese cambiado.
- Pero por supuesto, nuestro capitán no rechazará el desafío. Y yo tampoco - dijo para sí mismo.
Respiró hondo, sintiendo el viento en torno a él, centrándose en su movimiento y la sensación de este al rozar contra su piel. Como cuando empleaba su Sabaku no Arashi, se centró en la corriente para manipularla, pero en lugar de forzarla violentamente a cambiar de rumbo, comenzó a cambiar sutilmente su dirección haciendo gestos circulares y metódicos con sus brazos. Comenzó a arremolinarlo en torno a él mientras se imaginaba una cúpula como le había enseñado Shun. Mantener el control requería de momento de toda su concentración y de que mantuviese sus gestos totalmente armónicos, cada vez que se descoordinaba un mínimo notaba que parte de la masa de viento disminuía. Sin embargo perseveró haciendo los gestos cada vez más veloces y dinámicos y poco a poco comenzó a elevarse en el aire. Detuvo los movimientos, levitando a un par de metros de la cubierta y observó a los piratas siguiendo las órdenes de Balagus y Airok, preparando los morteros. Podría haber ayudado, pero consideraba que podía ser mucho más útil tratando de detener o desviar las balas cuando estuviesen cerca o reservando sus fuerzas para el abordaje. Tampoco parecía que le hubiesen dado una orden clara a él mismo.
- ¿Cuáles son sus órdenes, capitán? - dijo con gesto grave, acercándose a Syxel por el aire.
Por su parte Dharkel dijo algo de que tenían suerte, señalando a un montón de hielo que parecía haberse formado esporádicamente. Aquello sorprendió tanto a Nassor que arqueó una ceja (algo raro en el habitualmente impasible pirata) y perdió la concentración, cayendo sobre cubierta flexionando las rodillas. ¿Alguien de la tripulación habría hecho algo? Eso parecía al menos. De todos modos hubiese sido realmente obra de la suerte o de algún usuario de akuma no mi, no parecía estar estorbando su paso y al menos ayudaría a retrasar a los marines... si es que Syxel no daba la orden de dar media vuelta y encararlos. Cosa harto probable. Nassor emitió un ligero suspiro, negando con la cabeza.
- A este ritmo no creo que fuésemos a llegar a la Reverse Mountain sin entablar batalla, de todos modos - comentó, en parte para sí mismo y en parte para el capitán - Bueno, dejar que nos aborden primero sería darles la falsa esperanza de que pueden ganar. Y no somos tan crueles, ¿verdad?
Esbozó una sonrisa fiera mirando a su compañero de batalla y desenvainó su katana, apoyándose el lado sin filo en el hombro. Aunque no le pareciera la mejor de las ideas, no podía negar que estaba deseando volver a entrar en combate al lado de Syxel como en los viejos tiempos. En Cliff Island habían sido un dúo imparable, complementándose perfectamente el uno con el otro. Habían pasado años desde entonces, pero esperaba que aquella vieja capacidad para entenderse con una simple mirada no hubiese cambiado.
Nailah
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Nailah guardó la petaca en el pequeño baúl de sus pertenencias. No era grande, pero contenía todo lo que necesitaba para soportar el día a día. Sacó su chaquetón con dagas en el interior y se lo colocó con delicadeza. No estaba segura si no llevaba sus dagas escondidas por el cuerpo, era un arma secreta de la que dependía cuando su espada o su pistola fallaban. La luz se colaba por las escotillas e iluminaba tenuemente la pequeña sala. La morena se acercó hasta la pequeña ventana y observó el mar en todo su esplendor. Todo estaba en calma, quizás demasiada hasta que un fuerte giro del barco hizo que se agarrara a la pared.
Estaba extrañada ante el movimiento tan brusco. Desde el interior podía escuchar los gritos de la tripulación en el exterior. Se acercó hasta la cama y colocó su arma en el cinturón, después envainó su espada y salió hacia el exterior con prisas. Desde la cubierta pudo observar como un montón de buques de la marina les seguían. ¿Cuándo habían aparecido? La cosa no pintaba bien, con aquellos cañones y en el punto de mira lo más probable era ir a pique, pero por suerte contaban con un navegante capaz de evitar aquella catástrofe.
Nailah se acercó hasta la barandilla y miró hacia atrás para ver como quedaba la posición de los buques. Su capitán no paraba de dar órdenes a diestro y siniestro, como era normal, pero todo el mundo estaba alterado por la situación. La morena se fijó en las órdenes, esperando a que alguna fuese dirigida para ella y poder ayudar, pero no recibió ninguna. Miró a Syxel, la expresión de la muchacha mostraba cierta decepción por no ser tomada en cuenta. No esperó ninguna orden y ella misma fue a ayudar con los morteros.
-¡Cuidado! - Exclamó a unos que carretaban la munición y casi la desperdiciaban con las prisas.
La palabra fuego resonó con eco por todo el barco. De los cañones surgió el humo de la pólvora dirigida hacia los buques marinos. La pirata se echó hacia atrás y luego se fijó en que un tripulante gritaba algo de una diosa. Arqueó las cejas y fue a ver que estaba pasando. ¿Hielo? ¿Quién lo había creado? La morena no entendía nada. Lo único que le importaba era saber lo que pasaría contra los barcos de la marina. ¿Se enfrentarían tal vez? Si fuera por ella le encantaría aunque más le encantaría que su padre estuviera liderando uno para que se llevara una sorpresa.
Nailah se giró con una sonrisa de oreja a oreja y desenvainó su espada, estaba deseando que llegara el momento de enfrentar a los marines.
Estaba extrañada ante el movimiento tan brusco. Desde el interior podía escuchar los gritos de la tripulación en el exterior. Se acercó hasta la cama y colocó su arma en el cinturón, después envainó su espada y salió hacia el exterior con prisas. Desde la cubierta pudo observar como un montón de buques de la marina les seguían. ¿Cuándo habían aparecido? La cosa no pintaba bien, con aquellos cañones y en el punto de mira lo más probable era ir a pique, pero por suerte contaban con un navegante capaz de evitar aquella catástrofe.
Nailah se acercó hasta la barandilla y miró hacia atrás para ver como quedaba la posición de los buques. Su capitán no paraba de dar órdenes a diestro y siniestro, como era normal, pero todo el mundo estaba alterado por la situación. La morena se fijó en las órdenes, esperando a que alguna fuese dirigida para ella y poder ayudar, pero no recibió ninguna. Miró a Syxel, la expresión de la muchacha mostraba cierta decepción por no ser tomada en cuenta. No esperó ninguna orden y ella misma fue a ayudar con los morteros.
-¡Cuidado! - Exclamó a unos que carretaban la munición y casi la desperdiciaban con las prisas.
La palabra fuego resonó con eco por todo el barco. De los cañones surgió el humo de la pólvora dirigida hacia los buques marinos. La pirata se echó hacia atrás y luego se fijó en que un tripulante gritaba algo de una diosa. Arqueó las cejas y fue a ver que estaba pasando. ¿Hielo? ¿Quién lo había creado? La morena no entendía nada. Lo único que le importaba era saber lo que pasaría contra los barcos de la marina. ¿Se enfrentarían tal vez? Si fuera por ella le encantaría aunque más le encantaría que su padre estuviera liderando uno para que se llevara una sorpresa.
Nailah se giró con una sonrisa de oreja a oreja y desenvainó su espada, estaba deseando que llegara el momento de enfrentar a los marines.
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Akuma no mi
Varios
El navío corsario surcaba las ultimas millas del North Blue con un vendaval inclemente a popa, las velas de lona teñidas de color ocre extendidas al límite y el agua gris pizarra susurrando a lo largo del casco, muy ladeado. Los tripulantes conocían bien el oficio y, a las órdenes del capitán, se deslizaban sin esfuerzo como sombras hambrientas por la cubierta. A babor, hacía rato ya que navegaban en paralelo a la colosal muralla carmesí del continente.
Corrían por delante de la tormenta con un gran botín en sus bodegas, aunque la peñascosa costa meridional y la desembocadura de la Reverse Mountain que conducía al Grand Line se encontraba apenas a unas millas a proa. El viento aullaba con furia entre los negros aparejos, entonando un inquietante contrapunto para los estridentes gritos de Balagus en la cubierta.
Apenas ocho minutos después de que se emitieran las ordenes, los morteros comenzaron a escupir fuego de respuesta. Las primeras andanadas apenas sirvieron para calcular la distancia. Tan solo era cuestión de tiempo, de que perdieran unos pocos metros más y dejaran que el destino y las amenazas de los oficiales siguieran su curso. La segunda andanada logró impactar parcialmente en la fragata que iba en cabeza, los disparos que inicialmente iban dirigidos hacia los mástiles acaban impactando en el castillo de popa. La fragata, que comenzaba a maniobrar de manera errática, con el timón totalmente inutilizado se escoró peligrosamente hacia el Red Line.
El tiempo de júbilo fue demasiado fugaz. El ritmo frenético de disparo de los morteros hizo que estos alcanzaran suficiente temperatura como para prender la pólvora por sí mismos. Uno de los artilleros gritó, luego un átono zumbido estremeció el aire una fracción de segundos de que el proyectil de metal impactara de lleno sobre la escarpada roca del continente. El mortero resultó ileso, pero no podía decirse lo mismo del operario del arma, la pequeña detonación había mandado su cuerpo por los aires por encima de la borda para precipitarlo hacia el abrazo del mar. Nassor, desde su privilegiada posición fue el primero en percatarse del desprendimiento de rocas que amenazaban con hundir la embarcación.
Por su parte, las dos fragatas restantes ignoraron por completo el hielo atravesándolo sin inmutarse, no eran barcos convencionales. Sus naves de triple palo, con velas cuadradas de un blanco inmaculado, mantenían una formación escalonada que se alejaba hacia babor, pero daba la impresión de que no tenían ninguna intención de retirarse de la batalla a pesar de arriesgarse a la que flota sufriera daños. Una temeridad, ya que el puerto seguro más próximo se encontraba a centenares de leguas de distancia y no había posibilidades de dirigirse allí de inmediato.
Por desgracia para los piratas, al navegar en contra de un fuerte viento y luchar contra un mar picado, su nuevo navío no podía ganar la ventaja suficiente. Las olas golpeaban los flancos del casco en forma de cuchillo y hacían su avance más lento, mientras que los buques de ancho vientre de la Marina se bamboleaban como viejos patos gordos por encima de las olas y continuaban tenazmente hacia adelante, acortando las distancias con lentitud, pero de modo constante. Si las cosas continúan así, acabarían siendo abordados por ambos flancos…
La cubierta era un hervidero de voces y gritos. La idea de vivir un día más era motivo más que suficiente para que aquella panda de indisciplinados se volviese totalmente sumisa. Jish observaba desde el castillo de popa como el resto de marineros hacia su trabajo como hormiguitas obedientes las voces de Syxel, Balagus y Airok ¿Por qué no podía evitar maldecirlos? ¿Envidia quizás? Desechó de un plumazo aquella idea de su mente y bajo rápidamente los peldaños hacia la cubierta.
- Me gustan las antiguallas, me traen buenos recuerdos – le respondió a Syxel, dedicándole un guiño de complicidad. Realmente ya había tenido bastante pelea al tomar aquel navío, no tenía ninguna intención de luchar a menos que su vida estuviera en peligro.
Pasó la mano sobre el mamparo de babor, la madera estaba pulida sin embarco aquel barco tenía una historia. Sin embargo, no se trataba nada más que una herramienta que usar y desechar cuando ya no fuera útil. Ya habían abordado un barco ¿Qué les impedía tomar otro? Aquellas fragatas tenían un aspecto imponente, puede que aun tuvieran una salida.
Unos gritos le sacaron de su ensimismamiento, unos gritos que provenían de su garganta. Se había clavado una astilla en la yema del dedo anular, se la quitó maldiciendo.
- Esta bien, está bien ¡Tú ganas maldita! – dijo con desdén hacia el mamparo – Nada de reemplazos.
Se percató entonces de que Dharkel se encontraba junto a él, mirando una pequeña masa de hielo que se había formado tras la estela del navío. Se le quedó mirando durante unos instantes sin decir nada, hasta que finalmente no se pudo morder la lengua.
- ¿Suerte? – sus ojos se posaron sobre él una vez más, juzgándolo – De otro me lo creería, pero me extraña que tu creas en ese tipo de conceptos… - el embaucador finalmente se encogió de hombros y regresó al castillo de popa para seguir atormentando a Noah con consejos inútiles sobre navegación.
Corrían por delante de la tormenta con un gran botín en sus bodegas, aunque la peñascosa costa meridional y la desembocadura de la Reverse Mountain que conducía al Grand Line se encontraba apenas a unas millas a proa. El viento aullaba con furia entre los negros aparejos, entonando un inquietante contrapunto para los estridentes gritos de Balagus en la cubierta.
Apenas ocho minutos después de que se emitieran las ordenes, los morteros comenzaron a escupir fuego de respuesta. Las primeras andanadas apenas sirvieron para calcular la distancia. Tan solo era cuestión de tiempo, de que perdieran unos pocos metros más y dejaran que el destino y las amenazas de los oficiales siguieran su curso. La segunda andanada logró impactar parcialmente en la fragata que iba en cabeza, los disparos que inicialmente iban dirigidos hacia los mástiles acaban impactando en el castillo de popa. La fragata, que comenzaba a maniobrar de manera errática, con el timón totalmente inutilizado se escoró peligrosamente hacia el Red Line.
El tiempo de júbilo fue demasiado fugaz. El ritmo frenético de disparo de los morteros hizo que estos alcanzaran suficiente temperatura como para prender la pólvora por sí mismos. Uno de los artilleros gritó, luego un átono zumbido estremeció el aire una fracción de segundos de que el proyectil de metal impactara de lleno sobre la escarpada roca del continente. El mortero resultó ileso, pero no podía decirse lo mismo del operario del arma, la pequeña detonación había mandado su cuerpo por los aires por encima de la borda para precipitarlo hacia el abrazo del mar. Nassor, desde su privilegiada posición fue el primero en percatarse del desprendimiento de rocas que amenazaban con hundir la embarcación.
Por su parte, las dos fragatas restantes ignoraron por completo el hielo atravesándolo sin inmutarse, no eran barcos convencionales. Sus naves de triple palo, con velas cuadradas de un blanco inmaculado, mantenían una formación escalonada que se alejaba hacia babor, pero daba la impresión de que no tenían ninguna intención de retirarse de la batalla a pesar de arriesgarse a la que flota sufriera daños. Una temeridad, ya que el puerto seguro más próximo se encontraba a centenares de leguas de distancia y no había posibilidades de dirigirse allí de inmediato.
Por desgracia para los piratas, al navegar en contra de un fuerte viento y luchar contra un mar picado, su nuevo navío no podía ganar la ventaja suficiente. Las olas golpeaban los flancos del casco en forma de cuchillo y hacían su avance más lento, mientras que los buques de ancho vientre de la Marina se bamboleaban como viejos patos gordos por encima de las olas y continuaban tenazmente hacia adelante, acortando las distancias con lentitud, pero de modo constante. Si las cosas continúan así, acabarían siendo abordados por ambos flancos…
- ¿Pero y esto? Ah nu seh:
- A menos que hagáis algo muy espectacular van a ser los marines los que nos aborden a nosotros así que tenéis una ronda para tratar de volver las tornas a nuestro favor, asumir el rol de presa y tirar de ingenio o de no fiaros del tipo que levita y ayudar con los escombros.
La cubierta era un hervidero de voces y gritos. La idea de vivir un día más era motivo más que suficiente para que aquella panda de indisciplinados se volviese totalmente sumisa. Jish observaba desde el castillo de popa como el resto de marineros hacia su trabajo como hormiguitas obedientes las voces de Syxel, Balagus y Airok ¿Por qué no podía evitar maldecirlos? ¿Envidia quizás? Desechó de un plumazo aquella idea de su mente y bajo rápidamente los peldaños hacia la cubierta.
- Me gustan las antiguallas, me traen buenos recuerdos – le respondió a Syxel, dedicándole un guiño de complicidad. Realmente ya había tenido bastante pelea al tomar aquel navío, no tenía ninguna intención de luchar a menos que su vida estuviera en peligro.
Pasó la mano sobre el mamparo de babor, la madera estaba pulida sin embarco aquel barco tenía una historia. Sin embargo, no se trataba nada más que una herramienta que usar y desechar cuando ya no fuera útil. Ya habían abordado un barco ¿Qué les impedía tomar otro? Aquellas fragatas tenían un aspecto imponente, puede que aun tuvieran una salida.
Unos gritos le sacaron de su ensimismamiento, unos gritos que provenían de su garganta. Se había clavado una astilla en la yema del dedo anular, se la quitó maldiciendo.
- Esta bien, está bien ¡Tú ganas maldita! – dijo con desdén hacia el mamparo – Nada de reemplazos.
Se percató entonces de que Dharkel se encontraba junto a él, mirando una pequeña masa de hielo que se había formado tras la estela del navío. Se le quedó mirando durante unos instantes sin decir nada, hasta que finalmente no se pudo morder la lengua.
- ¿Suerte? – sus ojos se posaron sobre él una vez más, juzgándolo – De otro me lo creería, pero me extraña que tu creas en ese tipo de conceptos… - el embaucador finalmente se encogió de hombros y regresó al castillo de popa para seguir atormentando a Noah con consejos inútiles sobre navegación.
Syxel
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Tras algunos certeros disparos de los morteros habíamos logrado inutilizar uno de los tres barcos de la improvisada flota que nos perseguía. Un intercambio que consideré más que exitoso, incluso tras ver como uno de los novatos caía al agua, sin duda alguna fruto de su inexperiencia como artillero.
- ¡Que alguien le lance un cabo a ese hombre! - me limité a ordenar al aire, esperando que alguno de los allí presentes fuese capaz de seguir una orden tan simple.
Los otros dos buques nos seguían de cerca, atravesando la misteriosa capa de hielo con la misma facilidad con la que esta se había formado. Ni tan siquiera me paré a pensar en su procedencia, pues en mi cabeza no dejaba de darle vueltas a nuestro siguiente movimiento. Por algún motivo habían cesado en sus disparos. Probablemente ya habían asumido que nos darían alcance y se preparaban para abordarnos. Aunque no es que esa opción me preocupase especialmente, no pude evitar compartir una sonrisa de complicidad con el pelirrojo cuando dejó escapar su comentario sobre dejarles tomar la iniciativa.
Aguardé durante algunos minutos más, la mayoría de la tripulación corría de un lado a otro, nerviosos, mientras mis camaradas ya se habían reunido prácticamente todos en el castillo de popa, esperando a que tomase una decisión.
- Noah, Roger - llamé su atención - ya sabéis que hacer... - les indiqué mientras daba media vuelta, dirigiéndome ahora al centro de la cubierta. Las miradas de todos se clavaron en mí, y ya les había hecho esperar suficiente. - ¡Muy bien muchachos, ya va siendo hora de mover el culo! - grité a pleno pulmón. - ¡Plegad el velamen, asegurad los nudos! ¡Preparaos para virar!
Siguiendo mi ejemplo, Balagus continuó mis palabras, repartiendo órdenes más específicas entre la tripulación. Por mi parte, di un par de pasos hasta situarme junto a la baranda del timón y, sin llegar a tocar este, acaricié fugazmente el anillo que llevaba en la mano izquierda. De pronto, con no tanta sutileza, el timón comenzó a girar con increíble fuerza hacia babor, haciendo que el pobre desgraciado que lo sostenía cayese de espaldas al suelo.
Nuestro avance se vio notablemente ralentizado, al tiempo que el barco comenzaba a virar con inusual velocidad. Aquello tomó por sorpresa a mis compañeros, y sin duda esta sería mayor aún para nuestros perseguidores.
- ¡Airok, preparad los cañones de proa! Vamos a asaltarlos de frente...
- ¡Que alguien le lance un cabo a ese hombre! - me limité a ordenar al aire, esperando que alguno de los allí presentes fuese capaz de seguir una orden tan simple.
Los otros dos buques nos seguían de cerca, atravesando la misteriosa capa de hielo con la misma facilidad con la que esta se había formado. Ni tan siquiera me paré a pensar en su procedencia, pues en mi cabeza no dejaba de darle vueltas a nuestro siguiente movimiento. Por algún motivo habían cesado en sus disparos. Probablemente ya habían asumido que nos darían alcance y se preparaban para abordarnos. Aunque no es que esa opción me preocupase especialmente, no pude evitar compartir una sonrisa de complicidad con el pelirrojo cuando dejó escapar su comentario sobre dejarles tomar la iniciativa.
Aguardé durante algunos minutos más, la mayoría de la tripulación corría de un lado a otro, nerviosos, mientras mis camaradas ya se habían reunido prácticamente todos en el castillo de popa, esperando a que tomase una decisión.
- Noah, Roger - llamé su atención - ya sabéis que hacer... - les indiqué mientras daba media vuelta, dirigiéndome ahora al centro de la cubierta. Las miradas de todos se clavaron en mí, y ya les había hecho esperar suficiente. - ¡Muy bien muchachos, ya va siendo hora de mover el culo! - grité a pleno pulmón. - ¡Plegad el velamen, asegurad los nudos! ¡Preparaos para virar!
Siguiendo mi ejemplo, Balagus continuó mis palabras, repartiendo órdenes más específicas entre la tripulación. Por mi parte, di un par de pasos hasta situarme junto a la baranda del timón y, sin llegar a tocar este, acaricié fugazmente el anillo que llevaba en la mano izquierda. De pronto, con no tanta sutileza, el timón comenzó a girar con increíble fuerza hacia babor, haciendo que el pobre desgraciado que lo sostenía cayese de espaldas al suelo.
Nuestro avance se vio notablemente ralentizado, al tiempo que el barco comenzaba a virar con inusual velocidad. Aquello tomó por sorpresa a mis compañeros, y sin duda esta sería mayor aún para nuestros perseguidores.
- ¡Airok, preparad los cañones de proa! Vamos a asaltarlos de frente...
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Syxel no parecía tener un momento para contestarle y no pudo culparle por ello: en un instante toda la situación se fue la garete. Mientras los barcos marines atravesaban el hielo de frente y avanzaban de frente hacia su navío, preparándose para flanquearles y abordarles. La cubierta tembló cuando el mortero detonó, y el grito del operario cayendo por la borda acompañó a los ruidos de la batalla como un macabro contraste. Y eso no era todo. El barco estaba en peligro y no había mucho espacio para reacción. Tomando la iniciativa nada más escuchó la orden de Syxel, decidió asignar la tarea al primer pirata que pilló por banda; no era ningún oficial pero en aquel momento había vidas en juego. Envainó la katana y se dirigió corriendo hacia este.
- ¡Tú, lánzale un cabo!
Sin perder más tiempo, flexionó las piernas mientras el aire comenzaba a concentrarse en sus piernas. Entonces se impulsó hacia arriba con una violenta corriente de aire, mientras su cuerpo aumentaba considerablemente de tamaño y se volvía musculoso con un espeso pelaje rojizo. Se había convertido en una bestia parecida al monstruo de leyenda, el Minotauro, pero con morro y cuernos de ciervo en vez de toro. Era su Beast Form, una transformación que había desarrollado hacía relativamente poco. Echó su puño derecho hacia atrás mientras manipulaba el aire para intentar mantener la altitud y descargó un potente puñetazo hacia las rocas. El aire pareció combarse en torno a su mano y una onda de aire comprimido desvió buena parte de las rocas.
- ¡Sabaku no Arashi!
Su ataque había sido útil, pero no decisorio. Una buena cantidad de rocas no habían sido golpeadas por su onda por falta de proximidad, o bien no habían sido golpeadas por su tamaño. Chistó enfadado y volvió a su forma humana, perdiendo altitud poco a poco. Decidiendo no prestarle atención a aquello, posó la mano sobre su katana y cerró los ojos, concentrándose. Un montón de chispas azules comenzaron a brotar de todo su cuerpo, y en un movimiento fluido desenvainó trazando un corte. El filo de su arma se recubrió totalmente de electricidad, y de este surgió una onda cortante.
- Iai: Tsubame Gaeshi.
La onda se convirtió en un enorme pájaro azul que pasó entre los peñascos, cortándolos y desviándolos. Sin embargo había uno de especial tamaño contra el que su técnica se estrelló sin hacerle más que un corte, deshaciéndose. Era con diferencia el más grande e iba directo hacia el barco. Con una nota de pánico en la voz y viendo al contramaestre cerca, le dio una voz señalando la roca.
- ¡Balagus!
El momento le hizo perder totalmente la concentración sobre su viento y comenzó a caer hacia el mar. Joder... ¿por qué tenía que salirle todo a medias? Con un puñetazo hacia su derecha generó una corriente de aire y se impulsó hacia la cubierta, cayendo sobre esta. Se levantó frotándose el costado, observando la situación. Tuvo que agarrarse a la barandilla cuando el barco viró violentamente: tal y como había esperado que el valiente e insensato de su capitán hiciera, estaban yendo directos a por los marines. Con un suspiro y una gota de sudor cayéndole por el rostro, esbozó una sonrisa.
- No tenemos momento ni para un respiro...
- ¡Tú, lánzale un cabo!
Sin perder más tiempo, flexionó las piernas mientras el aire comenzaba a concentrarse en sus piernas. Entonces se impulsó hacia arriba con una violenta corriente de aire, mientras su cuerpo aumentaba considerablemente de tamaño y se volvía musculoso con un espeso pelaje rojizo. Se había convertido en una bestia parecida al monstruo de leyenda, el Minotauro, pero con morro y cuernos de ciervo en vez de toro. Era su Beast Form, una transformación que había desarrollado hacía relativamente poco. Echó su puño derecho hacia atrás mientras manipulaba el aire para intentar mantener la altitud y descargó un potente puñetazo hacia las rocas. El aire pareció combarse en torno a su mano y una onda de aire comprimido desvió buena parte de las rocas.
- ¡Sabaku no Arashi!
Su ataque había sido útil, pero no decisorio. Una buena cantidad de rocas no habían sido golpeadas por su onda por falta de proximidad, o bien no habían sido golpeadas por su tamaño. Chistó enfadado y volvió a su forma humana, perdiendo altitud poco a poco. Decidiendo no prestarle atención a aquello, posó la mano sobre su katana y cerró los ojos, concentrándose. Un montón de chispas azules comenzaron a brotar de todo su cuerpo, y en un movimiento fluido desenvainó trazando un corte. El filo de su arma se recubrió totalmente de electricidad, y de este surgió una onda cortante.
- Iai: Tsubame Gaeshi.
La onda se convirtió en un enorme pájaro azul que pasó entre los peñascos, cortándolos y desviándolos. Sin embargo había uno de especial tamaño contra el que su técnica se estrelló sin hacerle más que un corte, deshaciéndose. Era con diferencia el más grande e iba directo hacia el barco. Con una nota de pánico en la voz y viendo al contramaestre cerca, le dio una voz señalando la roca.
- ¡Balagus!
El momento le hizo perder totalmente la concentración sobre su viento y comenzó a caer hacia el mar. Joder... ¿por qué tenía que salirle todo a medias? Con un puñetazo hacia su derecha generó una corriente de aire y se impulsó hacia la cubierta, cayendo sobre esta. Se levantó frotándose el costado, observando la situación. Tuvo que agarrarse a la barandilla cuando el barco viró violentamente: tal y como había esperado que el valiente e insensato de su capitán hiciera, estaban yendo directos a por los marines. Con un suspiro y una gota de sudor cayéndole por el rostro, esbozó una sonrisa.
- No tenemos momento ni para un respiro...
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El estruendo de la pólvora al estallar hizo apretar los dientes y maldecir por lo bajo. Apreciaba mucho más el sonido de una ballesta gigante siendo disparada, pero no podía negar la efectividad de los morteros en lo que a destrucción naval se refería.
Lo que realmente no pude apoyar, fue la ineptitud de uno de los artilleros novatos al sobrecalentar el arma que manejaba, próxima a mi posición, y causar con ello una pequeña explosión que le arrojó a las turbulentas aguas. Con un gruñido exasperado, dejé la poderosa máquina que manejaba, al tiempo que el capitán ordenaba ayudar al desdichado, y aferré el cabo desatado más próximo que encontré en cubierta.
En un rápido movimiento, casi convertido en costumbre ya para mí, até el extremo de la gruesa cuerda a una de las flechas que llevaba siempre encima como precaución. El salvamento hubiera sido ciertamente épico si en mis manos hubiera podido tener también mi arco, pero, en vez de eso, me tuve que conformar con lanzar el proyectil a mano, calculando rápidamente su trayectoria para no matarle y dejando su salvación lo más cerca de él posible.
Levanté la vista para volver a mis asuntos, comprobando con ello que no sólo habíamos logrado tumbar un barco, sino que los dos restantes atravesaban una capa de hielo surgida de ninguna parte sin aparente dificultad.
Mis labios quisieron esbozar un "Pero qué..." al tratar de comprender el origen de tan anómalo fenómeno, cuando el grito de Nassor advirtiéndonos de un desprendimiento de rocas me obligó a cambiar el centro de mi atención. Aunque desconocía el origen de tal adversidad, posiblemente a causa del ruido de la artillería, no pude pararme a pensarlo: hacía falta actuar, y rápido, a juzgar por la urgencia adivinable en la voz de Nassor.
Con una velocidad pasmosa, que nadie habría supuesto en un semigigante, corrí hacia el mástil principal, trepé de un salto y subí varios metros aprovechándome del impulso para, sin detenerme, saltar de vuelta hacia popa, directamente entre los escombros rocosos que nos amenazaban.
Aunque casi todos los peñascos ya habían sido despejados, uno aún permanecía indemne, orgulloso en su trayectoria hacia el navío. En mitad del salto, aferré la susodicha con las manos y, con un gran esfuerzo, cambié su trayectoria con toda mi fuerza y la mandé más allá de la cubierta, hacia el mar.
Sin obstáculos ni peligros en el camino, aterricé sobre el castillo de popa, causando un pequeño vaivén en la nave. Silver permanecía allí, aparentemente inalterable, dando órdenes para cambiar el rumbo drásticamente. Yo reí entre dientes, entendiendo las intenciones de mi capitán antes de que llegara a dejarlas patentes.
- Maldito loco insensato. -Murmuré, divertido.- Así es como hay que enfrentar los problemas: con la cara por delante.
Con varios gritos airados dispersé a los indecisos que no habían terminado de creerse las directrices recién recibidas y me dirigí a Nailah, que permanecía allí sin un propósito claro.
- ¡Novata! -Le grité, sin asomo de educación.- ¡Sube a esos mástiles y repliega las velas! ¡Ya!
En aquellos momentos deseaba tener algún buen mástil en las manos para amenazarles con él. Vaya que si lo deseaba. Sin embargo, tuve que conformarme con descender a las habitaciones de los cañones frontales para ayudar a la intendente con el armamento del barco.
Lo que realmente no pude apoyar, fue la ineptitud de uno de los artilleros novatos al sobrecalentar el arma que manejaba, próxima a mi posición, y causar con ello una pequeña explosión que le arrojó a las turbulentas aguas. Con un gruñido exasperado, dejé la poderosa máquina que manejaba, al tiempo que el capitán ordenaba ayudar al desdichado, y aferré el cabo desatado más próximo que encontré en cubierta.
En un rápido movimiento, casi convertido en costumbre ya para mí, até el extremo de la gruesa cuerda a una de las flechas que llevaba siempre encima como precaución. El salvamento hubiera sido ciertamente épico si en mis manos hubiera podido tener también mi arco, pero, en vez de eso, me tuve que conformar con lanzar el proyectil a mano, calculando rápidamente su trayectoria para no matarle y dejando su salvación lo más cerca de él posible.
Levanté la vista para volver a mis asuntos, comprobando con ello que no sólo habíamos logrado tumbar un barco, sino que los dos restantes atravesaban una capa de hielo surgida de ninguna parte sin aparente dificultad.
Mis labios quisieron esbozar un "Pero qué..." al tratar de comprender el origen de tan anómalo fenómeno, cuando el grito de Nassor advirtiéndonos de un desprendimiento de rocas me obligó a cambiar el centro de mi atención. Aunque desconocía el origen de tal adversidad, posiblemente a causa del ruido de la artillería, no pude pararme a pensarlo: hacía falta actuar, y rápido, a juzgar por la urgencia adivinable en la voz de Nassor.
Con una velocidad pasmosa, que nadie habría supuesto en un semigigante, corrí hacia el mástil principal, trepé de un salto y subí varios metros aprovechándome del impulso para, sin detenerme, saltar de vuelta hacia popa, directamente entre los escombros rocosos que nos amenazaban.
Aunque casi todos los peñascos ya habían sido despejados, uno aún permanecía indemne, orgulloso en su trayectoria hacia el navío. En mitad del salto, aferré la susodicha con las manos y, con un gran esfuerzo, cambié su trayectoria con toda mi fuerza y la mandé más allá de la cubierta, hacia el mar.
Sin obstáculos ni peligros en el camino, aterricé sobre el castillo de popa, causando un pequeño vaivén en la nave. Silver permanecía allí, aparentemente inalterable, dando órdenes para cambiar el rumbo drásticamente. Yo reí entre dientes, entendiendo las intenciones de mi capitán antes de que llegara a dejarlas patentes.
- Maldito loco insensato. -Murmuré, divertido.- Así es como hay que enfrentar los problemas: con la cara por delante.
Con varios gritos airados dispersé a los indecisos que no habían terminado de creerse las directrices recién recibidas y me dirigí a Nailah, que permanecía allí sin un propósito claro.
- ¡Novata! -Le grité, sin asomo de educación.- ¡Sube a esos mástiles y repliega las velas! ¡Ya!
En aquellos momentos deseaba tener algún buen mástil en las manos para amenazarles con él. Vaya que si lo deseaba. Sin embargo, tuve que conformarme con descender a las habitaciones de los cañones frontales para ayudar a la intendente con el armamento del barco.
Jish
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Por fortuna para vuestro inestimado artillero no estaba rodeado de unos desalmados compañeros, o eso es lo que debió de pensar antes de contemplar la amenazante silueta de Balagus tratando de darle caza cual cetáceo con uno de esos arpones a los que él se empeñaba en llamar flechas. Durante unos instantes deseo estar realmente muerto, hasta que finalmente comprendió las verdaderas intenciones de su gigantón amigo. Se abrazó a la soga con todas sus fuerzas y, en apenas un abrir y cerrar de ojos, el contramaestre lo había izado hacia la cubierta sin apenas despeinarse.
Por otra parte, a unos metros por encima de la cubierta el viento azotaba los mástiles y las velas con invisibles latigazos, siseando a través de los aparejos. Un viento que nada tenía de natural, un transformado Nassor trataba de hacerle frente a todas las rocas que se precipitaban sobre la embarcación, haciendo gala de numerosas habilidades. La mayoría de ellas eran desviadas hacia el mar y aquellas cuya trayectoria parecía inalterable, eran cortadas e igualmente lanzadas hacia las profundidades marinas. Tan solo se le escapó una de las rocas, la de mayor tamaño, pero esta fue rápidamente interceptada por Balagus. Pese que su actuación parecía intachable, una molesta e inevitable lluvia de gravilla había caído con fuerza sobre la cubierta, haciendo que fuera algo complicado caminar con ella sin resbalar.
La cubierta oscura crujió y se inclinó al menos diez grados cuando la nave corsaria viró violentamente hacia estribor a una velocidad pasmosa. En apenas unos minutos el navío se encontraba con el viento a favor navegando hacia las dos fragatas. Vuestros marineros parecían nerviosos. Habían esperado que su capitán tuviera un as bajo la manga que les sacará de aquel entuerto, pero con Airok y Balagus en el interior manipulando los cañones frontales y con Syxel mirando a la fragata más cercana con un brillo de desafío suicida en su mirada... Voces críticas comenzaron a surgir a lo largo y ancho de la cubierta, entre ellas destacan las de cuatro marineros relativamente recientes. Parece que el miedo y la ansiedad ante una muerte segura estaban a punto de sacar lo peor de vuestros muchachos.
Jish observó las fragatas desde la distancia, tras la violenta maniobra ahora se encontraban más cercanas y la distancia comenzaría a reducirse cada vez más. Ni siquiera él pudo evitar que una expresión de sorpresa aflorara en su rostro ante los comentarios que comenzaba a escuchar a su alrededor. Sus mayores temores se habían hecho realidad, tantos años en un mar menor saqueando sin consecuencias los habían mantenido a los marineros ajenos a la realidad, acostumbrados a las viejas carabelas de las patrullas norteñas se habían relajado, no estaban preparados para los retos del Paraíso.
“Seréis unos piratas de vida realmente corta si os enemistáis con vuestros propios hermanos en mitad de una batalla” Pensó.
Noah y Roger habían desaparecido del castillo de popa sin dejar rastro alguno. Ahora Syxel se encontraba también pululando cerca del timón jugueteando con su anillo nuevo, lo cual no era una noticia demasiado esperanzadora.
- ¿Cuántos barriles de brea nos quedan a bordo? – preguntó a uno de los marineros leales que permanecían en el castillo de popa.
El marinero miró ceñudo.
- No creo que sea momento para preocuparse por el mantenimiento de la cubierta – espetó con desgana – Tenemos unos cuantos, sí, pero gastamos otros tantos durante la última semana. Quizás queden cuatro o cinco barriles.
- Ayúdame a subirlos a cubierta, la brea es inflamable. No podemos hundir esos barcos sin los morteros y mucho menos abordarlos en inferioridad numérica ¿Has echado un vistazo a tu alrededor? Estamos perdiendo.
- ¿Y eso no es peligroso?
El embaucador se encogió de hombros.
- Un poco. Tan peligroso para ellos como para nosotros, ciertamente, pero en el caos es donde nosotros tenemos ventaja. Mientras no perdamos el factor sorpresa y el barco se mantenga operativo, deberíamos ser capaces de escapar sin problemas – Comenzó a descender hacia la cubierta, pero de repente unas manos se posaros sobre su hombro y tiraron de él. Casi por instinto se resistió durante unos segundos antes de estampar su codo contra el rostro del marinero que lo trataba de retener.
Por otra parte, a unos metros por encima de la cubierta el viento azotaba los mástiles y las velas con invisibles latigazos, siseando a través de los aparejos. Un viento que nada tenía de natural, un transformado Nassor trataba de hacerle frente a todas las rocas que se precipitaban sobre la embarcación, haciendo gala de numerosas habilidades. La mayoría de ellas eran desviadas hacia el mar y aquellas cuya trayectoria parecía inalterable, eran cortadas e igualmente lanzadas hacia las profundidades marinas. Tan solo se le escapó una de las rocas, la de mayor tamaño, pero esta fue rápidamente interceptada por Balagus. Pese que su actuación parecía intachable, una molesta e inevitable lluvia de gravilla había caído con fuerza sobre la cubierta, haciendo que fuera algo complicado caminar con ella sin resbalar.
La cubierta oscura crujió y se inclinó al menos diez grados cuando la nave corsaria viró violentamente hacia estribor a una velocidad pasmosa. En apenas unos minutos el navío se encontraba con el viento a favor navegando hacia las dos fragatas. Vuestros marineros parecían nerviosos. Habían esperado que su capitán tuviera un as bajo la manga que les sacará de aquel entuerto, pero con Airok y Balagus en el interior manipulando los cañones frontales y con Syxel mirando a la fragata más cercana con un brillo de desafío suicida en su mirada... Voces críticas comenzaron a surgir a lo largo y ancho de la cubierta, entre ellas destacan las de cuatro marineros relativamente recientes. Parece que el miedo y la ansiedad ante una muerte segura estaban a punto de sacar lo peor de vuestros muchachos.
- ¿Pero y esto? Ah nu seh:
- Os encontráis frente a las dos fragatas, las cuales probablemente puedan disparar una última andanada de artillería y con un motín a punto de estallar en cualquier momento ¿Qué hacéis? ¿centráis vuestros esfuerzos en las fragatas? ¿Acalláis las voces de los cabecillas del inminente motín y tratáis de restaurar el orden?
Pd: tanto los posibles discursitos, como las formas de tratar a vuestros queridos compañeros tendrán consecuencias si no son convincentes… La moral puede ser decisiva (?)
Jish observó las fragatas desde la distancia, tras la violenta maniobra ahora se encontraban más cercanas y la distancia comenzaría a reducirse cada vez más. Ni siquiera él pudo evitar que una expresión de sorpresa aflorara en su rostro ante los comentarios que comenzaba a escuchar a su alrededor. Sus mayores temores se habían hecho realidad, tantos años en un mar menor saqueando sin consecuencias los habían mantenido a los marineros ajenos a la realidad, acostumbrados a las viejas carabelas de las patrullas norteñas se habían relajado, no estaban preparados para los retos del Paraíso.
“Seréis unos piratas de vida realmente corta si os enemistáis con vuestros propios hermanos en mitad de una batalla” Pensó.
Noah y Roger habían desaparecido del castillo de popa sin dejar rastro alguno. Ahora Syxel se encontraba también pululando cerca del timón jugueteando con su anillo nuevo, lo cual no era una noticia demasiado esperanzadora.
- ¿Cuántos barriles de brea nos quedan a bordo? – preguntó a uno de los marineros leales que permanecían en el castillo de popa.
El marinero miró ceñudo.
- No creo que sea momento para preocuparse por el mantenimiento de la cubierta – espetó con desgana – Tenemos unos cuantos, sí, pero gastamos otros tantos durante la última semana. Quizás queden cuatro o cinco barriles.
- Ayúdame a subirlos a cubierta, la brea es inflamable. No podemos hundir esos barcos sin los morteros y mucho menos abordarlos en inferioridad numérica ¿Has echado un vistazo a tu alrededor? Estamos perdiendo.
- ¿Y eso no es peligroso?
El embaucador se encogió de hombros.
- Un poco. Tan peligroso para ellos como para nosotros, ciertamente, pero en el caos es donde nosotros tenemos ventaja. Mientras no perdamos el factor sorpresa y el barco se mantenga operativo, deberíamos ser capaces de escapar sin problemas – Comenzó a descender hacia la cubierta, pero de repente unas manos se posaros sobre su hombro y tiraron de él. Casi por instinto se resistió durante unos segundos antes de estampar su codo contra el rostro del marinero que lo trataba de retener.
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La noche y el día. La libertad y la esclavitud. La piratería y las leyes. La vida y la muerte.
Pueden parecer distintas, pero todas necesarias. No hay noche sin día. No habría libertad de no haber esclavitud. Una gran cantidad de leyes se hicieron a raíz de los piratas. Y la muerte no llegaría sin la vida.
Hay cosas que parecen antónimas, pero que se necesitan unas de otras. Y estar vivo a pesar de saber que vas a morir, lo cambia todo. Sientes las cosas de un modo diferente y las hueles muy distintas. Aprecias cada segundo, cada gesto, sientes todo como nunca antes lo sentías. Vives, aunque pronto no lo vayas a hacer. Es el momento mágico de la vida, el momento que unos pocos privilegiados llegan a vivir y realmente es el momento en el cual se aprecia la vida tal y como la conocemos.
La reacción ante tal momento puede ser muy dispar. Hay un tipo de gente que lloraría y pediría entre sollozos su libertad durante los segundos que les quedasen; Su vuelta a la vida. Otro tipo de gente, usaría cada segundo para planear una venganza en caso de no morir. Una venganza más que fría y calculada que podría ser o no posible según el caso. De ese tipo de gente había sido yo durante toda mi vida, y en aquél momento más que nunca.
No sabía con exactitud el tiempo que había pasado en aquél fatídico barco desde que la marina me capturó. Había empezado a contar los días, pero tras el trigésimo primero dejé de hacerlo. Pensé que quizá me haría algún bien. Aunque, ¿Qué bien te puede hacer cualquier cosa que hicieses allí, en aquella situación?
Los grilletes recorrían la pequeña celda ocupando gran parte de ésta. Desde mis manos salían los primeros hacia el techo. Éstos estaban anclados en tres bases, siendo de mayor firmeza. En mis piés se encontraban otros dos, que iban a las esquinas de la celda y estaban anclados de igual manera.
Por último, uno adaptable se encontraba sobre mi torso, el cual me impedía moverme lo más mínimo y finalizaba a mitad de la pared.
Así había pasado los días. Distintos marines entraban a la celda y me realizaban todo tipo de torturas. Cortes en cualquier parte del cuerpo, intentos de ahogamiento, me colocaban utensilios entre los dedos de los pies para luego apretarlos con la máxima fuerza, ponían clavos sobre el suelo y me liberaban momentáneamente para obligarme a andar entre ellos… Y así hasta un sinfín de “pruebas” que debía pasar para seguir con vida. Todo por fallar en un encargo a un anónimo que resultó ser un marine. Aquellas extrañas cadenas me quitaban bastante energía, por lo que deduje que era kairoseki. Aunque aún no controlaba mi poder, quizá la marina estimó oportuno ponerlas. Y en gran parte, hicieron bien.
Aunque no voy a negar que maldijera la buena actuación del cuerpo.
Me limité a sufrir todas las torturas en silencio. No emití ningún sonido. Sangré y sangré hasta que un médico venía a ponerme dos gasas mal puestas. El capitán venía hacia mí, se reía y se sentaba a ver cómo me arrancaban trozos de piel. Cada día aguantaba más, y mi mirada de odio hacia aquel tipo era mayor.
Tenía pensados varios escenarios posibles para vengarme. Que llegásemos a una isla y me dejasen solo, que alguien nos abordara, que me tuvieran que trasladar a una prisión más legal, o que simplemente cometieran un descuido en una de sus múltiples torturas.
Lo ansiaba. En cualquier escenario, daría mi vida a los dioses para acabar con aquél tipo y ver cómo su sangre era derramada por mi machete.
Lo había soñado durante horas… Ahogarle con las cadenas que me limitaban, arrancarle la cabeza de un tajo, romperle los dientes de un golpe… Pero ninguna de aquellas muertes sería la que se merecía.
Volví de mis pensamientos a la realidad. Mientras unos marines me ponían alambre de espino por la cabeza, otros golpeaban todo mi torso con un bate. Los golpes no eran excesivamente fuertes, pero me entumecían cada vez más, hasta el punto de toser sangre un par de veces.
Cuando estaba a punto de no aguantar más, un par de marines vinieron a toda prisa buscando a los que me estaban torturando. Cuchicheaban algo sobre unos piratas y salieron disparados hacia arriba. Uno incluso tropezó en la escalera.
La sangre descendía desde mi cabeza hasta mi torso, el cual estaba desnudo. Ojeé hacia el frente, donde estaba el armario que contenía gran parte de mis cosas. Mis dos armas, Baby y Saigo no senshi, mis inseperables cadenas, mi amada capa y la mochila con los millones del saqueo.
Pero, lamentablemente, las cadenas que me tenían aprisionado no cedían, por lo que no me quedaba otra opción que esperar.
Se sucedieron cañonazos, tras lo cual empecé a notar cómo había un importante vaivén en el barco, moviéndose tanto que empecé a pensar que nos hundiríamos, y en dicho caso, tendría un final bastante agonizante.
El nerviosismo empezó a apoderarse de mí, intentando tirar cada vez más fuerte de las cadenas, pero algo me decía que era un intento un tanto inútil, por lo que pronto desistí.
Entonces ví cómo uno de los marines que había estado torturándome se metía en el armario con la cara desencajada, quizá consciente de lo que se le avecinaba. Probablemente se había hecho sus necesidades encima. Entonces, sonreí, a sabiendas de que aquél era mi día, sea lo que fuese lo que estuviese pasando allí arriba, tenía una remota posibilidad de que los piratas me salvasen, o incluso me matasen, pero de cualquier manera, pondría fin a mis días de presidiario.
Pueden parecer distintas, pero todas necesarias. No hay noche sin día. No habría libertad de no haber esclavitud. Una gran cantidad de leyes se hicieron a raíz de los piratas. Y la muerte no llegaría sin la vida.
Hay cosas que parecen antónimas, pero que se necesitan unas de otras. Y estar vivo a pesar de saber que vas a morir, lo cambia todo. Sientes las cosas de un modo diferente y las hueles muy distintas. Aprecias cada segundo, cada gesto, sientes todo como nunca antes lo sentías. Vives, aunque pronto no lo vayas a hacer. Es el momento mágico de la vida, el momento que unos pocos privilegiados llegan a vivir y realmente es el momento en el cual se aprecia la vida tal y como la conocemos.
La reacción ante tal momento puede ser muy dispar. Hay un tipo de gente que lloraría y pediría entre sollozos su libertad durante los segundos que les quedasen; Su vuelta a la vida. Otro tipo de gente, usaría cada segundo para planear una venganza en caso de no morir. Una venganza más que fría y calculada que podría ser o no posible según el caso. De ese tipo de gente había sido yo durante toda mi vida, y en aquél momento más que nunca.
No sabía con exactitud el tiempo que había pasado en aquél fatídico barco desde que la marina me capturó. Había empezado a contar los días, pero tras el trigésimo primero dejé de hacerlo. Pensé que quizá me haría algún bien. Aunque, ¿Qué bien te puede hacer cualquier cosa que hicieses allí, en aquella situación?
Los grilletes recorrían la pequeña celda ocupando gran parte de ésta. Desde mis manos salían los primeros hacia el techo. Éstos estaban anclados en tres bases, siendo de mayor firmeza. En mis piés se encontraban otros dos, que iban a las esquinas de la celda y estaban anclados de igual manera.
Por último, uno adaptable se encontraba sobre mi torso, el cual me impedía moverme lo más mínimo y finalizaba a mitad de la pared.
Así había pasado los días. Distintos marines entraban a la celda y me realizaban todo tipo de torturas. Cortes en cualquier parte del cuerpo, intentos de ahogamiento, me colocaban utensilios entre los dedos de los pies para luego apretarlos con la máxima fuerza, ponían clavos sobre el suelo y me liberaban momentáneamente para obligarme a andar entre ellos… Y así hasta un sinfín de “pruebas” que debía pasar para seguir con vida. Todo por fallar en un encargo a un anónimo que resultó ser un marine. Aquellas extrañas cadenas me quitaban bastante energía, por lo que deduje que era kairoseki. Aunque aún no controlaba mi poder, quizá la marina estimó oportuno ponerlas. Y en gran parte, hicieron bien.
Aunque no voy a negar que maldijera la buena actuación del cuerpo.
Me limité a sufrir todas las torturas en silencio. No emití ningún sonido. Sangré y sangré hasta que un médico venía a ponerme dos gasas mal puestas. El capitán venía hacia mí, se reía y se sentaba a ver cómo me arrancaban trozos de piel. Cada día aguantaba más, y mi mirada de odio hacia aquel tipo era mayor.
Tenía pensados varios escenarios posibles para vengarme. Que llegásemos a una isla y me dejasen solo, que alguien nos abordara, que me tuvieran que trasladar a una prisión más legal, o que simplemente cometieran un descuido en una de sus múltiples torturas.
Lo ansiaba. En cualquier escenario, daría mi vida a los dioses para acabar con aquél tipo y ver cómo su sangre era derramada por mi machete.
Lo había soñado durante horas… Ahogarle con las cadenas que me limitaban, arrancarle la cabeza de un tajo, romperle los dientes de un golpe… Pero ninguna de aquellas muertes sería la que se merecía.
Volví de mis pensamientos a la realidad. Mientras unos marines me ponían alambre de espino por la cabeza, otros golpeaban todo mi torso con un bate. Los golpes no eran excesivamente fuertes, pero me entumecían cada vez más, hasta el punto de toser sangre un par de veces.
Cuando estaba a punto de no aguantar más, un par de marines vinieron a toda prisa buscando a los que me estaban torturando. Cuchicheaban algo sobre unos piratas y salieron disparados hacia arriba. Uno incluso tropezó en la escalera.
La sangre descendía desde mi cabeza hasta mi torso, el cual estaba desnudo. Ojeé hacia el frente, donde estaba el armario que contenía gran parte de mis cosas. Mis dos armas, Baby y Saigo no senshi, mis inseperables cadenas, mi amada capa y la mochila con los millones del saqueo.
Pero, lamentablemente, las cadenas que me tenían aprisionado no cedían, por lo que no me quedaba otra opción que esperar.
Se sucedieron cañonazos, tras lo cual empecé a notar cómo había un importante vaivén en el barco, moviéndose tanto que empecé a pensar que nos hundiríamos, y en dicho caso, tendría un final bastante agonizante.
El nerviosismo empezó a apoderarse de mí, intentando tirar cada vez más fuerte de las cadenas, pero algo me decía que era un intento un tanto inútil, por lo que pronto desistí.
Entonces ví cómo uno de los marines que había estado torturándome se metía en el armario con la cara desencajada, quizá consciente de lo que se le avecinaba. Probablemente se había hecho sus necesidades encima. Entonces, sonreí, a sabiendas de que aquél era mi día, sea lo que fuese lo que estuviese pasando allí arriba, tenía una remota posibilidad de que los piratas me salvasen, o incluso me matasen, pero de cualquier manera, pondría fin a mis días de presidiario.
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Los cañones quedaron dispuestos rápidamente entre Airok y yo, mas algo captó la atención de mis sensibles oídos, aun estando en el castillo de proa. Eran las voces de la disidencia, de la cobardía.
Mi gesto, hasta el momento enérgico y animoso, se tornó en cuestión de segundos impasible y sombrío. Silver había dejado constancia de su rechazo hacia los motines y las divisiones internas, y yo, por mi parte, despreciaba con toda mi alma a quienes, fruto de la falta de honor y agallas, se volvían contra sus protectores y aliados.
Con pasos deliberadamente pesados, regresé al centro del navío donde se reunían los reclutas. Y Jish. El maldito liante siempre tenía que estar de por medio. Inmediatamente, emití un agudo silbido con los dedos en la boca, y todos los tripulantes que no se habían apartado ya al oírme venir, abrieron el grupo rápidamente y dejaron expuestos a los cuatro disconformes.
Precisamente junto a uno de ellos estaba el mencionado charlatán, que se disponía a abandonar la cubierta apresuradamente tras hablar sobre brea y algún plan turbio de los suyos. Sin darle tiempo a desaparecer, le agarré con una manaza por el hombro y le forcé a regresar, más por el hecho de que Misha, mi fiel osa, estaba a punto de salir por la entrada que quería usar él a causa de mi silbido, que porque realmente necesitara tenerle controlado.
- Tranquilo, hombrecillo. -Le calmé, alzándole hasta la altura de mi cara al ver que intentaba, en vano, zafarse de mí con un codazo en las piernas.- Luego vamos a tener unas palabras, tengo algo en mente para vosotros.
Antes de soltarle, realicé un par de gestos con la mano libre hacia Misha, que entendió y obedeció al instante, hostigando a los cuatro sublevados sin llegar a herirles y arrinconándolos contra la pared del castillo de popa.
- Muy bien, listillos. -Me dirigí a los nuevos, crujiéndome dedos y cuello y dejando que la capucha de lobo sobre mi cabeza oscureciera mis rasgos.- Dije que usaría munición humana llegado el caso, y si no vais a servir como hombres de mar, lo haréis como artillería en los cañones.
Con mi imponente estatura, la corpulencia igual de respetable de la osa a mi lado, gruñendo y enseñando los enormes colmillos, y mis ya de sobra conocidos antecedentes en lo que a paciencia se refería, los cuatro sujetos parecieron entrar en razón rápidamente. Haciendo un ademán, indiqué a dos de nuestros oficiales que los mantuvieran vigilados y recuperaran el orden entre la tripulación.
"Después de lo que hemos hecho por este atajo de idiotas, manda huevos..."
- Jish, Nailah, Dharkel, venid aquí. -Llamé, con un plan en mente relacionado con la brea mencionada por el charlatán.- Yo, personalmente, no veo problema en convertir esos buques de guerra en astillas, pero imagino que no todos sois de mi opinión, así que hagamos esto: yo, Silver y el resto, montaremos una distracción en cubierta. Vosotros, expertos en... colaros, en propiedades ajenas, -Remarqué con cierto tono acusador.- entraréis en esos barcos, encontraréis sus polvorines, y los volaréis. No podemos desperdiciar nuestros ya escasos recursos en estas tretas, ¿está claro, Jish?
Mientras tanto, los navíos marines se acercaban muy peligrosamente. Esperaba que Airok y algunos de los reclutas hubieran estado disparando mientras tanto, pero aun así desbandé a los tres compañeros en cuanto hubieron entendido las instrucciones, ya estuvieran de acuerdo con ellas o no, y regresé a los cañones principales, trayéndome, al menos, a cinco tripulantes más para ayudarme en la tarea.
Mi gesto, hasta el momento enérgico y animoso, se tornó en cuestión de segundos impasible y sombrío. Silver había dejado constancia de su rechazo hacia los motines y las divisiones internas, y yo, por mi parte, despreciaba con toda mi alma a quienes, fruto de la falta de honor y agallas, se volvían contra sus protectores y aliados.
Con pasos deliberadamente pesados, regresé al centro del navío donde se reunían los reclutas. Y Jish. El maldito liante siempre tenía que estar de por medio. Inmediatamente, emití un agudo silbido con los dedos en la boca, y todos los tripulantes que no se habían apartado ya al oírme venir, abrieron el grupo rápidamente y dejaron expuestos a los cuatro disconformes.
Precisamente junto a uno de ellos estaba el mencionado charlatán, que se disponía a abandonar la cubierta apresuradamente tras hablar sobre brea y algún plan turbio de los suyos. Sin darle tiempo a desaparecer, le agarré con una manaza por el hombro y le forcé a regresar, más por el hecho de que Misha, mi fiel osa, estaba a punto de salir por la entrada que quería usar él a causa de mi silbido, que porque realmente necesitara tenerle controlado.
- Tranquilo, hombrecillo. -Le calmé, alzándole hasta la altura de mi cara al ver que intentaba, en vano, zafarse de mí con un codazo en las piernas.- Luego vamos a tener unas palabras, tengo algo en mente para vosotros.
Antes de soltarle, realicé un par de gestos con la mano libre hacia Misha, que entendió y obedeció al instante, hostigando a los cuatro sublevados sin llegar a herirles y arrinconándolos contra la pared del castillo de popa.
- Muy bien, listillos. -Me dirigí a los nuevos, crujiéndome dedos y cuello y dejando que la capucha de lobo sobre mi cabeza oscureciera mis rasgos.- Dije que usaría munición humana llegado el caso, y si no vais a servir como hombres de mar, lo haréis como artillería en los cañones.
Con mi imponente estatura, la corpulencia igual de respetable de la osa a mi lado, gruñendo y enseñando los enormes colmillos, y mis ya de sobra conocidos antecedentes en lo que a paciencia se refería, los cuatro sujetos parecieron entrar en razón rápidamente. Haciendo un ademán, indiqué a dos de nuestros oficiales que los mantuvieran vigilados y recuperaran el orden entre la tripulación.
"Después de lo que hemos hecho por este atajo de idiotas, manda huevos..."
- Jish, Nailah, Dharkel, venid aquí. -Llamé, con un plan en mente relacionado con la brea mencionada por el charlatán.- Yo, personalmente, no veo problema en convertir esos buques de guerra en astillas, pero imagino que no todos sois de mi opinión, así que hagamos esto: yo, Silver y el resto, montaremos una distracción en cubierta. Vosotros, expertos en... colaros, en propiedades ajenas, -Remarqué con cierto tono acusador.- entraréis en esos barcos, encontraréis sus polvorines, y los volaréis. No podemos desperdiciar nuestros ya escasos recursos en estas tretas, ¿está claro, Jish?
Mientras tanto, los navíos marines se acercaban muy peligrosamente. Esperaba que Airok y algunos de los reclutas hubieran estado disparando mientras tanto, pero aun así desbandé a los tres compañeros en cuanto hubieron entendido las instrucciones, ya estuvieran de acuerdo con ellas o no, y regresé a los cañones principales, trayéndome, al menos, a cinco tripulantes más para ayudarme en la tarea.
Nailah
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Nailah observó los buques marines con especial interés. Seguían huyendo, ¿es que acaso no iban a atacar de una vez? Sin embargo, no tenía tiempo para estar observando lo que pudieran hacer la marina. El grito fiero del semi gigante captó su atención. Esta se giró bruscamente y se quedó mirándole. No es que los modales fueran agradables, aunque ella no tenía educación para comportarse como una súbdita. Nunca le gustó cumplir órdenes y, mucho menos seguirlas, pero no quedaba otra más que hacer caso, la situación lo requería.
Nailah corrió hacia el centro del barco, esquivando a su paso a torpes marineros que no sabían hacia que dirección ir. Llegó al mástil y trepó a lo alto para plegar las velas. Tiró de las cuerdas hasta que estas quedaron recogidas para aminorar la marcha. La pirata no entendía de navegación, es más, dejarla coger el timón sería una locura. El barco probablemente fuera a pique con solo tocarlo.
En cuanto hubo terminado de colocar las velas se agarró al mástil y se deslizó hasta llegar al suelo. Saltó y cayó de rodillas sobre cubierta, hizo lo mismo con el resto de mástiles y cuando terminó se fijó en la situación. Parecía que el ambiente estaba bastante caldeado entre algunos. La pirata ignoró los comentarios; sin embargo, por su cabeza pasaron algunos pensamientos. ¿Las bandas no estaban unidas? Se suponía que todo el mundo era un equipo, no era el momento de cometer una traición.
El semigigante llamó de nuevo por la pirata y esta vez, a Jish y a Dharkel también. La charla consistió en un plan. ¿Explotar los buques? Eso sería divertido. Incluso sonaba fácil, aunque estaba mal subestimar ese tipo de cosas. Nailah asintió, estaba conforme con el plan e incluso la indirecta, que al menos ella había pillado, le hizo esbozar una sonrisa. Colarse no sería tarea fácil, pero con esfuerzo lo lograría.
-Pues vamos allá - Comentó la pirata.
Tras eso se acercó a la barandilla para observar la posición de los buques. Estos cada vez se acercaban más peligrosamente. Esperaría a ver qué decidían ambos piratas y luego los seguiría. Debían darse prisa.
Nailah corrió hacia el centro del barco, esquivando a su paso a torpes marineros que no sabían hacia que dirección ir. Llegó al mástil y trepó a lo alto para plegar las velas. Tiró de las cuerdas hasta que estas quedaron recogidas para aminorar la marcha. La pirata no entendía de navegación, es más, dejarla coger el timón sería una locura. El barco probablemente fuera a pique con solo tocarlo.
En cuanto hubo terminado de colocar las velas se agarró al mástil y se deslizó hasta llegar al suelo. Saltó y cayó de rodillas sobre cubierta, hizo lo mismo con el resto de mástiles y cuando terminó se fijó en la situación. Parecía que el ambiente estaba bastante caldeado entre algunos. La pirata ignoró los comentarios; sin embargo, por su cabeza pasaron algunos pensamientos. ¿Las bandas no estaban unidas? Se suponía que todo el mundo era un equipo, no era el momento de cometer una traición.
El semigigante llamó de nuevo por la pirata y esta vez, a Jish y a Dharkel también. La charla consistió en un plan. ¿Explotar los buques? Eso sería divertido. Incluso sonaba fácil, aunque estaba mal subestimar ese tipo de cosas. Nailah asintió, estaba conforme con el plan e incluso la indirecta, que al menos ella había pillado, le hizo esbozar una sonrisa. Colarse no sería tarea fácil, pero con esfuerzo lo lograría.
-Pues vamos allá - Comentó la pirata.
Tras eso se acercó a la barandilla para observar la posición de los buques. Estos cada vez se acercaban más peligrosamente. Esperaría a ver qué decidían ambos piratas y luego los seguiría. Debían darse prisa.
Dharkel Asrai Nymraif
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Cuando por fin terminé de vaciar el contenido de mi estómago sobre cubierta volví la vista atrás. ¿Qué había pasado con los buques de la marina? Sin duda el hielo los habría frenado, generando la suficiente ventaja como para perderlos de vista. Asentí en silencio con una mueca de satisfacción en el rostro hasta que esta se tornó sombría. ¿Cómo habían conseguido adelantarnos y esta vez atacarnos de frente? ¿Qué me había perdido? ¿Serían refuerzos?
Mis cavilaciones se vieron interrumpidas ante la imperiosa voz de Balagus. Me dirigí tambaleante hasta su posición, donde ya se hallaban Jish y la nueva recluta. Una vez reunidos, el gigantón nos dio una serie de instrucciones que preferí tomarme más como orientaciones que como órdenes.
- Parece que por fin alguien sabe reconocer nuestras habilidades – comenté con un ligero tono de indiferencia. En el fondo agradecía que esta vez no me llevasen en la comitiva suicida.
-Pues vamos allá - comentó Nailah.
- No hay tiempo para preparar los botes, tendremos que ir nadando. Adelantadme, necesito mis armas por si la cosa se complica – concreté antes de desaparecer entre la tripulación.
Una vez recogí mi equipo, me aseguré de que no había nadie en las cercanías y pasé a mi forma completa, la cual me permitiría “volar” hasta el barco enemigo, adoptando una invisibilidad e intangibilidad casi instantánea. Sin perder más tiempo salí de allí y me puse en dirección al objetivo designado. Cuando llegué a la bodega de una de las dos embarcaciones caí en la cuenta de que no sabía si aquel era al que debía dirigirme. Volví a la forma humana, me encogí de hombros y desenfundé una de las katanas. ¿Qué era lo peor que podía pasar?
Mis cavilaciones se vieron interrumpidas ante la imperiosa voz de Balagus. Me dirigí tambaleante hasta su posición, donde ya se hallaban Jish y la nueva recluta. Una vez reunidos, el gigantón nos dio una serie de instrucciones que preferí tomarme más como orientaciones que como órdenes.
- Parece que por fin alguien sabe reconocer nuestras habilidades – comenté con un ligero tono de indiferencia. En el fondo agradecía que esta vez no me llevasen en la comitiva suicida.
-Pues vamos allá - comentó Nailah.
- No hay tiempo para preparar los botes, tendremos que ir nadando. Adelantadme, necesito mis armas por si la cosa se complica – concreté antes de desaparecer entre la tripulación.
Una vez recogí mi equipo, me aseguré de que no había nadie en las cercanías y pasé a mi forma completa, la cual me permitiría “volar” hasta el barco enemigo, adoptando una invisibilidad e intangibilidad casi instantánea. Sin perder más tiempo salí de allí y me puse en dirección al objetivo designado. Cuando llegué a la bodega de una de las dos embarcaciones caí en la cuenta de que no sabía si aquel era al que debía dirigirme. Volví a la forma humana, me encogí de hombros y desenfundé una de las katanas. ¿Qué era lo peor que podía pasar?
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La maniobra había sido perfecta. Ahora nos encontrábamos avanzando de frente hacia los buques de la marina. Contábamos con la artillería frontal y el viento a favor. Además, los hermanos no tardarían en actuar, dándonos aún más ventaja. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en mi rostro mientras contemplaba el horizonte, imaginando la diversión que nos esperaba. Una última batalla con la que despedir el mar del norte, antes de que nuestro auténtico viaje diese comienzo.
Aquella sonrisa desapareció en cuanto llegaron hasta mis oídos los murmullos de duda. Di media vuelta, con el semblante serio, dispuesto a dirigirme a los causantes de estos y, siendo fiel a mis palabras antes de partir de Kurohana, lanzarlos por la borda. Había sido muy claro, no iba a tolerar dudas en mi tripulación. Al fin y al cabo, no quería bajo mis órdenes a alguien que no estuviese dispuesto a acatarlas. Un simple error cometido un algún imbécil podía costar la vida a sus compañeros en el lugar al que nos dirigíamos.
No obstante, antes de que pudiese hacer nada me encontré con Balagus, siempre confiable, aclarando las cosas a los que parecían ser los cabecillas del revuelo. Me fijé en que Jish le acompañaba, y no pude evitar que se me pasase por la cabeza la idea de que el viejo liante tuviese algo que ver en todo aquello. Tendría que mantener una conversación con él más tarde.
Conforme pues con la intervención del semigigante, decidí ignorarlos. al menos por el momento. Seguí de largo hasta reunirme con mi contramaestre. Que se encontraba proponiendo un plan a Nailah, Dharkel y el propio Jish. En cuánto hubo terminado de hablar, y antes de que estos se alejasen demasiado, llamé su atención para aclararles algunos puntos.
- Uno de los barcos detendrá su avance de un momento a otro - comencé, contando con que Noah y Roger cumpliesen con su parte. - Nosotros embestiremos de frente al otro, y lo abordaremos por la proa. Esperad a que estemos algo más cerca y seguid el plan de Balagus. Colaros en el que se quede atrás y hacedlo volar - hice una breve pausa para mirarlos uno a uno. - Demos un buen espectáculo.
Finalizada la breve conversación, volví a recorrer la cubierta hasta situarme de nuevo junto al timón. Apoyé una mano en la empuñadura de mi espada mientras con la otra me sujetaba a la baranda. Nuestros cañones continuaron escupiendo fuego hasta el último momento, cuando el impacto ya era inminente. Y la sonrisa volvió a dibujarse en mi rostro.
Aquella sonrisa desapareció en cuanto llegaron hasta mis oídos los murmullos de duda. Di media vuelta, con el semblante serio, dispuesto a dirigirme a los causantes de estos y, siendo fiel a mis palabras antes de partir de Kurohana, lanzarlos por la borda. Había sido muy claro, no iba a tolerar dudas en mi tripulación. Al fin y al cabo, no quería bajo mis órdenes a alguien que no estuviese dispuesto a acatarlas. Un simple error cometido un algún imbécil podía costar la vida a sus compañeros en el lugar al que nos dirigíamos.
No obstante, antes de que pudiese hacer nada me encontré con Balagus, siempre confiable, aclarando las cosas a los que parecían ser los cabecillas del revuelo. Me fijé en que Jish le acompañaba, y no pude evitar que se me pasase por la cabeza la idea de que el viejo liante tuviese algo que ver en todo aquello. Tendría que mantener una conversación con él más tarde.
Conforme pues con la intervención del semigigante, decidí ignorarlos. al menos por el momento. Seguí de largo hasta reunirme con mi contramaestre. Que se encontraba proponiendo un plan a Nailah, Dharkel y el propio Jish. En cuánto hubo terminado de hablar, y antes de que estos se alejasen demasiado, llamé su atención para aclararles algunos puntos.
- Uno de los barcos detendrá su avance de un momento a otro - comencé, contando con que Noah y Roger cumpliesen con su parte. - Nosotros embestiremos de frente al otro, y lo abordaremos por la proa. Esperad a que estemos algo más cerca y seguid el plan de Balagus. Colaros en el que se quede atrás y hacedlo volar - hice una breve pausa para mirarlos uno a uno. - Demos un buen espectáculo.
Finalizada la breve conversación, volví a recorrer la cubierta hasta situarme de nuevo junto al timón. Apoyé una mano en la empuñadura de mi espada mientras con la otra me sujetaba a la baranda. Nuestros cañones continuaron escupiendo fuego hasta el último momento, cuando el impacto ya era inminente. Y la sonrisa volvió a dibujarse en mi rostro.
Jish
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Durante más de un mes, el Boucandray había atravesado el frío North Blue, junto a sus fragatas gemelas Barangayán y Belenyer , trazando un curso curvo hacia el sudeste, siguiendo las corrientes, cada vez más cerca de la Reverse Mountain. El Cuartel del North Blue no daba abasto con la alta tasa de delincuencia en la región y se habían visto obligados a pedir refuerzos a sus homólogos del Paraíso. La noticia de su destino había viajado inexorablemente hasta los oídos de la tripulación. Su nueva presa eran los agitadores de Johota y Kurohana, una curiosa tripulación que se había afincado en aquel mar desde hacía ya algunos años, algo extraño, ya que pocos eran los piratas que permanecían tanto tiempo operativos en un mismo mar, eludiendo la justicia como el que va a comprar pan.
El capitán Gagen permanecía en su camarote, dándole instrucciones Kogara, la navegante y a Virnaki, el teniente comandante a través de Ilton, el comandante mediante un den den mushi. El capitán era un hombre pragmático y perfeccionista que apenas se inmutó cuando vio como la Barangayán colisionaba contra el continente. Aquel hombre tenía una misión y lo arriesgaría todo por impedir que aquellos piratas escaparan de aquel mar.
Sin embargo, en las bodegas de carga lejos de cualquier mirada cerca de una veintena de criminales norteños aguardaban a que la cruzada personal de aquellos marines llegara a su fin para poder ser por fin ejecutados en tierra. Aquel extraño purgatorio se había convertido en el patio de recreo de la tripulación, semanas seguidas sin poner un pie en tierra habían sacado su lado más oscuro… Atados de pies y manos, los prisioneros miraban con mal disimulado rencor a sus captores, a la espera de tener la oportunidad de devolverles el favor por tan tiernas atenciones.
No muy de lejos de allí, en el navío saqueado, Balagus que ya había dispuesto los cañones para un último disparo subió de nuevo a la cubierta a imponer algo de disciplina a los indisciplinados marineros. Disciplina que aprendieron a regañadientes, las quejas y las dudas desaparecieron de la cubierta, pero la ausencia de una voz que los arengara se notaba en algunas caras. Silenciosos y cautos, tan solo tenían la promesa del plan suicida de su capitán a la que se aferraban como a un clavo ardiendo, aunque sin demasiada fe.
Tal y como había predicho Syxel, una de las fragatas se había detenido prácticamente. Ambas embarcaciones enfrentadas final escupieron sus ultimas andanas haciéndose daños irrisorios la una a la otra. Por instinto, las tripulaciones de ambas embarcaciones se aferraron al primer madero o cabo que encontraron antes de que se produjera el inminente choque. Aunque para entonces, no todos los piratas se encontraban en la embarcación.
Confiado en zafarse del mocoso que lo había aferrado de un simple codazo, tardó demasiado en comprender que un simple grumete no tenía la fuerza suficiente como para levantarlo del suelo usando tan solo un brazo. Cuando giró su cabeza hacia atrás se encontró con el rostro de Balagus, el ya habitual semblante de armonía y paz del semigigante. El cual no tardo demasiado en proferir algunos gritos, se estaba convirtiendo en una constante el soltarle algún rapapolvo cada vez que le veían actuar por su cuenta y riesgo. Aquello era tolerable, pero ¿Qué se hiciese suyo su plan? No pudo evitar refunfuñar y maldecir por lo bajo, una vez que Balagus se encontraba lo suficientemente lejos.
Aunque nunca había necesitado reconocimiento y, bajo las ordenes de su gigantón camarada, el plan realmente tomaba mas forma de lo que el realmente habría logrado conseguir con su escasa influencia. Resignado, acudió a la llamada del contramestre, el cual expuso un elaborado plan que ya le sonaba de haberlo escuchado en otra parte. Estudió el lenguaje corporal de Balagus durante unos instantes, grabándose a fuego en la mente hasta la más mínima expresión mientras sonreía para sus adentros.
- Oye que yo no me he colado nunca en ningún lado – se quejó, aunque no obtuvo ninguna respuesta más allá del silencio. No era ningún experto marino y mucho menos saboteador, pero la idea de volar un aire por los aires no le entusiasmaba demasiado. Pólvora… con tan solo escuchar su nombre y recordar su olor se le ponía la piel de gallina.
Antes de que abandonara la cubierta Syxel también intentó retenernos, esta vez para explicarnos su parte del plan. A priori era bastante simple, Jish se asomó al mamparo de babor y examinó las placas de acero que cubrían la parte inferior de la embarcación ¿Serian suficientemente resistentes como para aguantar una embestida? Lo fuesen o no, el ya no estaría allí para cuando aquello sucediera.
- Así se hará – Sonrió e inclinó la cabeza como gesto de sumisión, aunque tenía bien claro que no volaría aquel navío por los aires sin la garantía de que Syxel y los demás ganarían la batalla ¿Qué clase de idiota destruiría su plan de huida como medida preventiva? Miró una última vez al navío con un sentimiento parecido a la culpa, se subió al mamparo y se lanzó hacia el mar.
El capitán Gagen permanecía en su camarote, dándole instrucciones Kogara, la navegante y a Virnaki, el teniente comandante a través de Ilton, el comandante mediante un den den mushi. El capitán era un hombre pragmático y perfeccionista que apenas se inmutó cuando vio como la Barangayán colisionaba contra el continente. Aquel hombre tenía una misión y lo arriesgaría todo por impedir que aquellos piratas escaparan de aquel mar.
Sin embargo, en las bodegas de carga lejos de cualquier mirada cerca de una veintena de criminales norteños aguardaban a que la cruzada personal de aquellos marines llegara a su fin para poder ser por fin ejecutados en tierra. Aquel extraño purgatorio se había convertido en el patio de recreo de la tripulación, semanas seguidas sin poner un pie en tierra habían sacado su lado más oscuro… Atados de pies y manos, los prisioneros miraban con mal disimulado rencor a sus captores, a la espera de tener la oportunidad de devolverles el favor por tan tiernas atenciones.
No muy de lejos de allí, en el navío saqueado, Balagus que ya había dispuesto los cañones para un último disparo subió de nuevo a la cubierta a imponer algo de disciplina a los indisciplinados marineros. Disciplina que aprendieron a regañadientes, las quejas y las dudas desaparecieron de la cubierta, pero la ausencia de una voz que los arengara se notaba en algunas caras. Silenciosos y cautos, tan solo tenían la promesa del plan suicida de su capitán a la que se aferraban como a un clavo ardiendo, aunque sin demasiada fe.
Tal y como había predicho Syxel, una de las fragatas se había detenido prácticamente. Ambas embarcaciones enfrentadas final escupieron sus ultimas andanas haciéndose daños irrisorios la una a la otra. Por instinto, las tripulaciones de ambas embarcaciones se aferraron al primer madero o cabo que encontraron antes de que se produjera el inminente choque. Aunque para entonces, no todos los piratas se encontraban en la embarcación.
- Grupo de asalto:
Al encontrarse ambos barcos, la madera se rajó y partió en un largo y desgarrador estruendo, y la cubierta del Belenyer se inclinó más hacia el agitado mar al ser empujada por el buque corsario. Los marineros de ambas embarcaciones se aferraban con desesperación a los aparejos, mientras las perchas de los mástiles de la fragata descendían cada vez más hacia el voraz mar. Durante la colisión, sentís como se os remueven las entrañas porque parecía que el Belenyer se iría de lado y voltearía. Entonces, en el último momento, la fragata llegó al fondo del seno de una ola y comenzó a subir por la siguiente, el casco comenzó a descender por babor golpeando con violencia el casco de vuestra nave.
Un sutil cambio de rumbo que la fragata había ejecutado en el último minuto los había salvado. En lugar de recibir el impacto del espolón de proa de la nave corsaria en medio del casco, la marine se había desviado, y el espolón solo le había raspado el casco a lo largo. No obstante, los dos barcos estaban entonces pegados, con las perchas de cada uno enredadas en los aparejos del otro. Observáis que, aunque los marines poseen cabos de abordaje y tienen sus alfanjes y hachas en ristre aún no se han recuperado de la conmoción del impacto.
La fragata tenía la manga más corta, pero el casco más alto, así que la cubierta del castillo de popa de la nave marine se alzaba por encima de la cubierta principal de vuestro navío. Vuestros marineros regresaron a toda prisa a la borda de babor y se pusieron a asestar tajos a los tímidos cabos de abordaje que os lanzaron, con hachas de mango corto. Arriba, en los aparejos, los masteleros de vuestra tripulación cortaban el cordaje de ambos navíos e intercambiaban disparos con los marines, que se esforzaban por separar ambas embarcaciones.
- Grupo de inflitración:
Dharkel, mediante una treta bastante sencilla eludió las miradas del resto de sus compañeros y, empleando los poderes de su akuma no mi, llegó hasta la fragata antes de que Nailah y Jish aun hubieran avanzado seis metros. Atravesando el casco se infiltró en lo que a priori debería ser una bodega de carga, con ambas katanas desenvainadas y caminó entre el interminable pasillo de celdas hasta que su vista, casi por instinto, se fijó en una en concreto. Antes de que dijeras nada, la voz de uno de los prisioneros te interrumpió.
- ¿Qué haces aquí? ¡Largate! ¿Es que no lo entiendes? El barco no fue inmovilizado ¡Es una trampa! – espetó, al principio fue casi imperceptible pero poco a poco empezaste a escuchar el eco de unas pisadas y de algún tipo de herramienta de metal que era arrastrada por la tarima de madera provocando un terrible ruido.
Nadáis y nadáis hacia vuestro objetivo la fragata Boucandray, pese que parecía estar a unos diez minutos a braza descubrís que bastante lejana de lo que parecía a simple vista. Al parecer Syxel no mentía del todo y permanecía casi a la deriva, parece que los gyojin han cumplido su parte. Calados hasta los huesos, os encaramáis por el casco de la fragata y os coláis por el primer ojo de buey que encontráis.
Os encontráis en lo que en algún día debió de ser una bodega de carga, pero lo que vuestros ojos ven no es más que unos improvisados calabozos en los que las voces de cerca de una veintena de personas resuenan febriles. Parece que nadie se ha percatado de vuestra presencia. A lo lejos distinguís la regia figura de vuestro mendigo favorito, el cual permanece inmóvil frente a la cerradura de una de las jaulas mirando con recelo su neceser de ganzúas. Os asomáis a la celda y veis como dos maltrechos gyojin palidecen en su interior, aunque su rostro parece algo demacrado enseguida reconocéis los rostros de Roger y Noah. Antes de que podáis hacer ninguna pregunta escucháis unas pisadas junto con un ruido metálico que las acompaña, parece que el ruido procede del piso superior, pero justo cuando notáis que el individuo esta justo sobre vuestras cabezas el ruido cesa súbitamente…
Confiado en zafarse del mocoso que lo había aferrado de un simple codazo, tardó demasiado en comprender que un simple grumete no tenía la fuerza suficiente como para levantarlo del suelo usando tan solo un brazo. Cuando giró su cabeza hacia atrás se encontró con el rostro de Balagus, el ya habitual semblante de armonía y paz del semigigante. El cual no tardo demasiado en proferir algunos gritos, se estaba convirtiendo en una constante el soltarle algún rapapolvo cada vez que le veían actuar por su cuenta y riesgo. Aquello era tolerable, pero ¿Qué se hiciese suyo su plan? No pudo evitar refunfuñar y maldecir por lo bajo, una vez que Balagus se encontraba lo suficientemente lejos.
Aunque nunca había necesitado reconocimiento y, bajo las ordenes de su gigantón camarada, el plan realmente tomaba mas forma de lo que el realmente habría logrado conseguir con su escasa influencia. Resignado, acudió a la llamada del contramestre, el cual expuso un elaborado plan que ya le sonaba de haberlo escuchado en otra parte. Estudió el lenguaje corporal de Balagus durante unos instantes, grabándose a fuego en la mente hasta la más mínima expresión mientras sonreía para sus adentros.
- Oye que yo no me he colado nunca en ningún lado – se quejó, aunque no obtuvo ninguna respuesta más allá del silencio. No era ningún experto marino y mucho menos saboteador, pero la idea de volar un aire por los aires no le entusiasmaba demasiado. Pólvora… con tan solo escuchar su nombre y recordar su olor se le ponía la piel de gallina.
Antes de que abandonara la cubierta Syxel también intentó retenernos, esta vez para explicarnos su parte del plan. A priori era bastante simple, Jish se asomó al mamparo de babor y examinó las placas de acero que cubrían la parte inferior de la embarcación ¿Serian suficientemente resistentes como para aguantar una embestida? Lo fuesen o no, el ya no estaría allí para cuando aquello sucediera.
- Así se hará – Sonrió e inclinó la cabeza como gesto de sumisión, aunque tenía bien claro que no volaría aquel navío por los aires sin la garantía de que Syxel y los demás ganarían la batalla ¿Qué clase de idiota destruiría su plan de huida como medida preventiva? Miró una última vez al navío con un sentimiento parecido a la culpa, se subió al mamparo y se lanzó hacia el mar.
Syxel
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La potencia del impacto hizo temblar la cubierta bajo nuestros pies, obligándome a mantenerme sujeto para no perder el equilibrio. El espolón de nuestra nave había embestido con fuerza, más una fortuita maniobra por parte del barco de la marina evitó que este los atravesara sin más. Detalle que poco importaba, pues el resultado de aquel encuentro no cambiaría.
Como buen capitán, debía liderar la carga. Por lo que apenas se hubo estabilizado lo suficiente el barco abandoné mi posición, lanzándome a la carrera en dirección a la inminente batalla. Tras llegar al extremo de la cubierta de nuestro barco, y utilizando la baranda como punto de apoyo, me impulsé con la fuerza de mis piernas para alcanzar la cubierta de la nave enemiga. Tras aterrizar sobre esta rodé por el suelo, amortiguando así un posible golpe por la caída, para acto seguido ponerme en pie de un salto.
Sin perder ni un instante desenfundé dos de las pistolas que llevaba encima. Tiré del martillo de ambas y lo siguiente fue escuchar el estruendo de los disparos y ver como un par de marines caían, con el pecho aún humeante. Sin un momento para recargar, y sin la necesidad de hacerlo, las dejé caer junto a sus cuerpos. Justo a tiempo para, dando un paso atrás, evitar que el filo de un hacha me abriese el pecho en dos.
Decidido a no dar a quién la empuñaba la oportunidad de un segundo intento, volví a dar un paso al frente, aprovechando esta vez el impulso para propinarle un cabezazo. Mientras estaba aturdido, lancé un golpe con la zurda directo a su estómago, y enseguida lo encadené con un gancho en la mandíbula. Su mandíbula crujió mientras los ojos se le quedaron en blanco.
No me giré para comprobarlo, pero podía sentir a mi espalda la presencia de Nassor y Balagus, que no tardaron en seguirme para el abordaje. De hecho, el asalto del semigigante al buque marine originó un ligero temblor bajo nuestros pies, que no se me pasó por alto aún en el fragor de la batalla.
Satisfecho, comencé a avanzar por la cubierta, muy lentamente, tomándome mi tiempo para encargarme de cada marine que se cruzaba en mi camino. Sin llegar a desenvainar mi espada, detuve la estocada de uno de ellos sujetándole por la muñeca. Mi brazalete se transformó en un garfio que, con un rápido movimiento, clavé en un lateral del muslo de mi presa. Con un tirón del mismo alcé su pierna, y este calló de espaldas con un grito de dolor. Arranqué el arma de su carne y alcé mi brazo, para luego hacerlo bajar de nuevo. Durante la trayectoria del mismo el brazalete cambió su forma de nuevo, cambiando el garfio por un pequeño puñal que, terminado el descenso, se encontró con el pecho del agonizante marine, poniendo fin a su sufrimiento.
Me puse en pie una vez más, mientras el brazalete volvía a su forma original. Y aprovechando un breve instante de tranquilidad contemplé la situación a mi alrededor. Enfrentar a aquellos marines podía ser un entretenimiento, pero la falta de un oponente a la altura me dejaría con un mal sabor de boca. Por ello, me concentré en barrer todo el lugar con el haki de observación, buscando alguna presencia que captase mi antención.
Como buen capitán, debía liderar la carga. Por lo que apenas se hubo estabilizado lo suficiente el barco abandoné mi posición, lanzándome a la carrera en dirección a la inminente batalla. Tras llegar al extremo de la cubierta de nuestro barco, y utilizando la baranda como punto de apoyo, me impulsé con la fuerza de mis piernas para alcanzar la cubierta de la nave enemiga. Tras aterrizar sobre esta rodé por el suelo, amortiguando así un posible golpe por la caída, para acto seguido ponerme en pie de un salto.
Sin perder ni un instante desenfundé dos de las pistolas que llevaba encima. Tiré del martillo de ambas y lo siguiente fue escuchar el estruendo de los disparos y ver como un par de marines caían, con el pecho aún humeante. Sin un momento para recargar, y sin la necesidad de hacerlo, las dejé caer junto a sus cuerpos. Justo a tiempo para, dando un paso atrás, evitar que el filo de un hacha me abriese el pecho en dos.
Decidido a no dar a quién la empuñaba la oportunidad de un segundo intento, volví a dar un paso al frente, aprovechando esta vez el impulso para propinarle un cabezazo. Mientras estaba aturdido, lancé un golpe con la zurda directo a su estómago, y enseguida lo encadené con un gancho en la mandíbula. Su mandíbula crujió mientras los ojos se le quedaron en blanco.
No me giré para comprobarlo, pero podía sentir a mi espalda la presencia de Nassor y Balagus, que no tardaron en seguirme para el abordaje. De hecho, el asalto del semigigante al buque marine originó un ligero temblor bajo nuestros pies, que no se me pasó por alto aún en el fragor de la batalla.
Satisfecho, comencé a avanzar por la cubierta, muy lentamente, tomándome mi tiempo para encargarme de cada marine que se cruzaba en mi camino. Sin llegar a desenvainar mi espada, detuve la estocada de uno de ellos sujetándole por la muñeca. Mi brazalete se transformó en un garfio que, con un rápido movimiento, clavé en un lateral del muslo de mi presa. Con un tirón del mismo alcé su pierna, y este calló de espaldas con un grito de dolor. Arranqué el arma de su carne y alcé mi brazo, para luego hacerlo bajar de nuevo. Durante la trayectoria del mismo el brazalete cambió su forma de nuevo, cambiando el garfio por un pequeño puñal que, terminado el descenso, se encontró con el pecho del agonizante marine, poniendo fin a su sufrimiento.
Me puse en pie una vez más, mientras el brazalete volvía a su forma original. Y aprovechando un breve instante de tranquilidad contemplé la situación a mi alrededor. Enfrentar a aquellos marines podía ser un entretenimiento, pero la falta de un oponente a la altura me dejaría con un mal sabor de boca. Por ello, me concentré en barrer todo el lugar con el haki de observación, buscando alguna presencia que captase mi antención.
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-- Carguen.... Fuego!! --
Y repetí aquellas palabras hasta que el buque estuvo lo suficientemente cerca como para que fuese más importante subir a cubierta.
No había podido comprobarlo del todo, pero esperaba que al menos alguno de los disparos hubiese hecho algún daño importante en el navío que ahora mismo nos abordaba.
-- ¡Todo el mundo a cubierta! No quiero ni a un sólo marine de pié más de dos minutos si está en nuestro barco --
Subí lo más rápido que pude y comencé a disparar a todo uniforma blanco que veía. Uno y otro, cargar, disparar, cargar y disparar, derecha e izquierda, uno y otro. Aún podía recordar cómo hubo un tiempo en el que todo aquello le costaba unos segundos para prepararse entre disparo y disparo, y ya había llegado el punto en el que lo hacía prácticamente sin pensar y con un sorprendente algo porcentaje de aciertos.
Resultó que el abordaje era por nuestra parte, así que la gran mayoría de los reclutas se hallaban ya sobre la cubierta del navío marine luchando contra ellos. Aún así, decidí quedarme en retaguardia con algunos más para mantener a ralla el que osara pisar nuestro buque.
-- Tú por estribor, tú por babor, vosotros dos, cubriendo desde atrás -- Aprovechando que conmigo estaban los artilleros y, por tanto, buenos en armas de fuego, podíamos adquirir alguna ventaja con mayor velocidad que luchando cuerpo a cuerpo.
-- Jonhy, dispara a todo marine que veas con pistola, hay que cubrir a los nuestros --
Casi más importante que impedir el paso de los marines a nuestros dominios, era proteger a los que luchaban cuerpo a cuerpo con ellos en su propiedad.
De reojo, podía distinguir a mis compañeros dando muestras de habilidad mientras acababan con los marines uno tras otro. Entonces, me quedé por un instante mirando cómo Syxel clavaba un garfio en la pierna de uno de ellos sin demasiado esfuerzo. Aquello le estaba resultando demasiado fácil, se notaba, pero siempre tenía ganas de luchar y quizás estuviera esperando algo más.
Un dolor agudo en el hombro me hizo retroceder haciéndome caer sobre una de mis rodillas y apretar el hombro con la mano libre. Me habían disparado. No taré en escuchar un disparo justo a mi espalda que perforó la rodilla de mi atacante dándome tiempo de recuperar mi arma y dispararle de lleno en la cabeza. Entonces, aún agachada, miré hacia atrás y me encontré con los ojos temblorosos de Jonhy y unos labios que pedían perdón acaloradamente. Fruncí el seño mientras me levantaba y lo miraba.
-- No te distraigas -- y sonó la advertencia en mi interior también para mí misma.
Me compuse de nuevo, me levanté mientras cargaba el cañón recién vaciado y me dirigí hacia el barco marine sin pensarlo dos veces. Con la atención en cada esquina a donde mi visión me lo permitía, me dispuse a disparar por donde quiera que veía el más mínimo movimiento de un uniforme blanco. Entre disparos, astillas y polvo, avancé lentamente deshaciéndome de todo estorbo.
- Spoiler:
Finalmente me detuve una vez me encontré con Balagus, quedando espalda con espalda y apuntando sin disparar, ya que los marines que quedaban estaban en una lucha personal con alguno de nuestros reclutas, y no iba a ser yo quien les quitara el privilegio de acabar con aquellos personajes tan molestos.
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Nuestra alocada carga naval tocó a su fin cuando ambos barcos chocaron entre sí, haciéndolos temblar como si los mismos dioses del mar los hubieran aferrado con sus garras. Desde mi posición aventajada en los cañones de proa pude ver, con todo detalle y una feroz sonrisa, cómo culminaba la estrategia.
Aferrando el cañón más cercano con una mano y la pieza del barco más recia a mi alcance con la otra, soporté el violento temblor que resquebrajó madera y hierro por igual. Dejando que fuera Airok la encargada de reorganizar a los reclutas en la artillería, abandoné la posición y regresé al centro de la cubierta, donde la tripulación de ambos navíos se preparaba para el inminente abordaje mutuo.
"Veamos de qué pasta estáis hechos."
Silver se adelantó con rapidez para liderar el ataque, con Nassor siguiéndole de cerca. En nuestra cubierta, todos parecían algo confusos y descompuestos, todavía indispuestos para la refriega que estaba por llegar.
- ¡Despertaos, y levantad vuestras armas! -Bramé, arengándoles para luchar.- ¡Hoy seréis guerreros de verdad, o moriréis en la vergüenza!
Y desenfundando mis hachas, corrí hacia la baranda y la superé sin problemas de un salto, cayendo pesadamente sobre la embarcación marine. El suelo crujió alarmantemente y se hundió varios centímetros, al tiempo que la nave bajaba y subía para recuperarse del impacto. Misha no se contuvo y me siguió con fidelidad, causando un efecto similar al que acababa de provocar yo.
Inmediatamente, me sumé al combate iniciado por mi capitán y nuestro compañero, blandiendo con ferocidad mis armas a mi alrededor. Cuatro marines cercanos cayeron, atravesados como si paja seca fueran, y uno más recibió un violento hachazo cuando le arrojé una de mis amigas. Mientras mi herramienta de muerte trazaba su trayectoria de regreso, pude sacar una lanza de su funda en mi espalda y arrojarla con precisión a dos marines más, empalándolos en un abrir y cerrar de ojos.
Misha, por su lado, pasaba con rapidez de un enemigo a otro, a veces incluso a varios al mismo tiempo, tumbándolos con el poder de sus temibles garras y su peso abrumador, para luego ejecutarlos con la violencia propia de las bestias salvajes.
El combate era multitudinario, de eso no había duda, pero nuestra fuerza era demasiado superior a la de los defensores y no tardamos en barrer un amplia área próxima a nuestro punto de abordaje. Con un silbido y un par de movimientos con la mano, indiqué a mi osa que atacara a los grupos de tiradores que, alejados del peligro, hostigaban a nuestros reclutas, haciendo uso del haki de armadura que le había enseñado.
Yo, por mi parte, decidí que había que cortar los intentos de los marines por asaltar nuestro barco, de manera que corrí con toda mi fuerza contra un nutrido grupo agolpado en la baranda con las armas y los aparejos listos. Con ambas hachas en ristre y un brutal grito de guerra en la garganta, me enfrenté a ellos como un elefante furioso cargando contra sus diminutas víctimas.
Aferrando el cañón más cercano con una mano y la pieza del barco más recia a mi alcance con la otra, soporté el violento temblor que resquebrajó madera y hierro por igual. Dejando que fuera Airok la encargada de reorganizar a los reclutas en la artillería, abandoné la posición y regresé al centro de la cubierta, donde la tripulación de ambos navíos se preparaba para el inminente abordaje mutuo.
"Veamos de qué pasta estáis hechos."
Silver se adelantó con rapidez para liderar el ataque, con Nassor siguiéndole de cerca. En nuestra cubierta, todos parecían algo confusos y descompuestos, todavía indispuestos para la refriega que estaba por llegar.
- ¡Despertaos, y levantad vuestras armas! -Bramé, arengándoles para luchar.- ¡Hoy seréis guerreros de verdad, o moriréis en la vergüenza!
Y desenfundando mis hachas, corrí hacia la baranda y la superé sin problemas de un salto, cayendo pesadamente sobre la embarcación marine. El suelo crujió alarmantemente y se hundió varios centímetros, al tiempo que la nave bajaba y subía para recuperarse del impacto. Misha no se contuvo y me siguió con fidelidad, causando un efecto similar al que acababa de provocar yo.
Inmediatamente, me sumé al combate iniciado por mi capitán y nuestro compañero, blandiendo con ferocidad mis armas a mi alrededor. Cuatro marines cercanos cayeron, atravesados como si paja seca fueran, y uno más recibió un violento hachazo cuando le arrojé una de mis amigas. Mientras mi herramienta de muerte trazaba su trayectoria de regreso, pude sacar una lanza de su funda en mi espalda y arrojarla con precisión a dos marines más, empalándolos en un abrir y cerrar de ojos.
Misha, por su lado, pasaba con rapidez de un enemigo a otro, a veces incluso a varios al mismo tiempo, tumbándolos con el poder de sus temibles garras y su peso abrumador, para luego ejecutarlos con la violencia propia de las bestias salvajes.
El combate era multitudinario, de eso no había duda, pero nuestra fuerza era demasiado superior a la de los defensores y no tardamos en barrer un amplia área próxima a nuestro punto de abordaje. Con un silbido y un par de movimientos con la mano, indiqué a mi osa que atacara a los grupos de tiradores que, alejados del peligro, hostigaban a nuestros reclutas, haciendo uso del haki de armadura que le había enseñado.
Yo, por mi parte, decidí que había que cortar los intentos de los marines por asaltar nuestro barco, de manera que corrí con toda mi fuerza contra un nutrido grupo agolpado en la baranda con las armas y los aparejos listos. Con ambas hachas en ristre y un brutal grito de guerra en la garganta, me enfrenté a ellos como un elefante furioso cargando contra sus diminutas víctimas.
Nassor
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El ruido de los cañones atronó sus oídos, haciéndole fruncir el ceño y agachar ligeramente la cabeza. Aún no se había acostumbrado a cambiar la sutil melodía de los aceros entrechochando en un duelo por el brutal y caótico despliegue de las batallas navales. En aquel cruel despliegue de fuerzas, hasta el guerrero más habilidoso podía caer fruto del azar. No era precisamente la clase de combates que le gustaran, pero sabía de sobra que un soldado no elige cuando o cómo luchar y la opinión de uno importa poco; el general tiene la última palabra. Y él ya había elegido seguir al suyo hasta el mismísimo infierno. No era así el caso de algunos novatos, que aterrorizados por la decisión de Syxel se dejaron llevar por el miedo y las voces de discordia comenzaron a oírse. No le gustó en absoluto lo que decían; cuestionar las órdenes del capitán en mitad de una batalla era el equivalente a tirar la toalla y morir. Si se dividían y empezaban a luchar entre ellos le estarían haciendo el trabajo a la Marina, consiguiendo exactamente lo contrario a lo que buscaban con su amago de motín: una amarga muerte, o en el mejor de los casos ser capturados y procesados por sus delitos. Frunciendo el ceño, fue a dirigirse a imponer un poco de orden y sensatez, pero Balagus se le adelantó. La intimidante actitud del semigigante fue más que suficiente para acallar a los piratas, pero no parecieron quedar convencidos. De todos modos había funcionado. Se giró hacia el castillo de popa y gritó, llevándose los dedos a la boca para silbar:
- ¡Kilah!
Una cabeza moteada se alzó desde el tejado, observándole con sus ojos bicolores. Irguiéndose con un gruñido, la felina bajó ágilmente a cubierta y trotó hasta llegar a su lado, con actitud cauta y bufando cada vez que un arma de fuego era disparada demasiado cerca de ella. La enorme gueparda había crecido ya hasta llegar a la cintura de Nassor, un tamaño considerable (bastante más para una persona de estatura media). Algo más seguro con su compañera a su lado, se preparó para el combate y se aseguró de tener algo a lo que agarrarse cuando fuera a producirse al choque. A falta de algo mejor tenía una de las velas, pero le preocupaba algo más lo que pudiera hacer Kilah. Mientras valoraba opciones se fijó en los marineros que se preparaban para el abordaje, pálidos y aterrados. Por mucho que Balagus hubiese logrado atajar rápidamente el conato de motín, un soldado motivado era mucho más hábil en el campo de batalla que otro que combatiera por miedo. No podía hacer ningún milagro con el poco tiempo que les quedaba, pero inspirarlos un mínimo podía marcar la diferencia. E intentarlo merecía la pena. Con una mirada decidida, corrió hasta la borda y se subió a esta, agarrándose a uno de los cabos y girándose hacia la tripulación:
- ¡Hombres libres! ¡Compañeros! Puedo ver vuestros rostros y veo miedo. Sabéis que el enemigo es fuerte, numeroso y bien equipado. Ellos son conscientes de ellos, saben que están en buena posición y que tal vez naveguemos hacia nuestra perdición. ¿Y sabéis qué? ¡Al cuerno con todo eso! ¡Nosotros somos piratas! ¡Navegamos por mares donde otros no se atreven y combatimos a la muerte día tras día! Doblegamos al viento y a la tormenta con el sudor de nuestras manos y la fuerza de nuestros brazos. ¡Cada uno de vosotros cuenta por diez de esos perros marines, porque nosotros somos hombres libres! ¡Demostradles quiénes somos, Jigoku no Kaizoku!
Con su último grito, justo antes del choque entre ambos barcos, dio un salto al vacío. El viento lo recogió en el aire aullando con fuerza, mientras bajo él ambas naves chocaban golpeadas por el fuerte oleaje. Su capitán, siempre listo para la batalla, estaba ya comenzando el abordaje diezmando las filas enemigas con letal destreza, mientras Balagus saltaba con un feroz grito de guerra y sus hachas prestas para la batalla. Siguiendo a la osa del contramaestre, Kilah rugió y pasó a la nave marine saltando sobre un desdichado recluta y destrozándolo con sus garras. Mientras tanto, él mismo entró en forma híbrida con un aullido y dejó que los vientos lo soltaran entre las filas enemigas. Rápidamente posó las manos en el suelo y comenzó a repartir una ronda de patadas en torno a él, derribando a sus enemigos cercanos y reincorporándose de inmediato con un expresión feroz. Un oficial enemigo se fijó en él y decidió que era un problema, desenvainando su alfanje y lanzándose contra el pelirrojo. Aceptando silenciosamente el desafío, desenvainó su katana y desvió el golpe, contraatacando con una estocada que el marine evitó echándose hacia atrás hábilmente.
- ¡Ríndete, pirata!
- Ahórrate las palabras. Sólo la derrota me hará deponer mi arma - respondió, mientras chispas azules comenzaban a surgir de su katana.
- ¡Kilah!
Una cabeza moteada se alzó desde el tejado, observándole con sus ojos bicolores. Irguiéndose con un gruñido, la felina bajó ágilmente a cubierta y trotó hasta llegar a su lado, con actitud cauta y bufando cada vez que un arma de fuego era disparada demasiado cerca de ella. La enorme gueparda había crecido ya hasta llegar a la cintura de Nassor, un tamaño considerable (bastante más para una persona de estatura media). Algo más seguro con su compañera a su lado, se preparó para el combate y se aseguró de tener algo a lo que agarrarse cuando fuera a producirse al choque. A falta de algo mejor tenía una de las velas, pero le preocupaba algo más lo que pudiera hacer Kilah. Mientras valoraba opciones se fijó en los marineros que se preparaban para el abordaje, pálidos y aterrados. Por mucho que Balagus hubiese logrado atajar rápidamente el conato de motín, un soldado motivado era mucho más hábil en el campo de batalla que otro que combatiera por miedo. No podía hacer ningún milagro con el poco tiempo que les quedaba, pero inspirarlos un mínimo podía marcar la diferencia. E intentarlo merecía la pena. Con una mirada decidida, corrió hasta la borda y se subió a esta, agarrándose a uno de los cabos y girándose hacia la tripulación:
- ¡Hombres libres! ¡Compañeros! Puedo ver vuestros rostros y veo miedo. Sabéis que el enemigo es fuerte, numeroso y bien equipado. Ellos son conscientes de ellos, saben que están en buena posición y que tal vez naveguemos hacia nuestra perdición. ¿Y sabéis qué? ¡Al cuerno con todo eso! ¡Nosotros somos piratas! ¡Navegamos por mares donde otros no se atreven y combatimos a la muerte día tras día! Doblegamos al viento y a la tormenta con el sudor de nuestras manos y la fuerza de nuestros brazos. ¡Cada uno de vosotros cuenta por diez de esos perros marines, porque nosotros somos hombres libres! ¡Demostradles quiénes somos, Jigoku no Kaizoku!
Con su último grito, justo antes del choque entre ambos barcos, dio un salto al vacío. El viento lo recogió en el aire aullando con fuerza, mientras bajo él ambas naves chocaban golpeadas por el fuerte oleaje. Su capitán, siempre listo para la batalla, estaba ya comenzando el abordaje diezmando las filas enemigas con letal destreza, mientras Balagus saltaba con un feroz grito de guerra y sus hachas prestas para la batalla. Siguiendo a la osa del contramaestre, Kilah rugió y pasó a la nave marine saltando sobre un desdichado recluta y destrozándolo con sus garras. Mientras tanto, él mismo entró en forma híbrida con un aullido y dejó que los vientos lo soltaran entre las filas enemigas. Rápidamente posó las manos en el suelo y comenzó a repartir una ronda de patadas en torno a él, derribando a sus enemigos cercanos y reincorporándose de inmediato con un expresión feroz. Un oficial enemigo se fijó en él y decidió que era un problema, desenvainando su alfanje y lanzándose contra el pelirrojo. Aceptando silenciosamente el desafío, desenvainó su katana y desvió el golpe, contraatacando con una estocada que el marine evitó echándose hacia atrás hábilmente.
- ¡Ríndete, pirata!
- Ahórrate las palabras. Sólo la derrota me hará deponer mi arma - respondió, mientras chispas azules comenzaban a surgir de su katana.
Syxel
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Continué abriéndome paso a lo largo de la cubierta mientras seguía enfrentando a los entusiastas marines que surgían a mi paso, interponiéndose en mi camino para enseguida caer bajo mi filo. Aún en mitad del fragor de la batalla, la emoción del combate me iba abandonando poco a poco, tornando mi expectación ante un posible espectáculo de despedida en algo similar a la desilusión.
A pesar de la innumerable cantidad de presencias que pude sentir a bordo del buque de la marina, ninguna a la altura de mis expectativas. No obstante, detecté al menos una veintena de individuos en el interior del navío. ¿Por qué aguardaban allí abajo?, ¿se trataría de un grupo de cobardes que no se atrevían a luchar?, ¿o estarían aguardando para tendernos una emboscada? Fuera cual fuera el caso, habían captado mi atención.
- ¡Vosotros dos, seguidme! - ordené, captando la atención de un par de mis hombres que se encontraban cerca de mi posición. Ambos asintieron, y se reunieron conmigo, que enseguida me encaminé a una de las escaleras que conducían al interior del barco.
Recorrí varios pasillos, despachando rápidamente a algún que otro marine rezagado que iba surgiendo a nuestro paso. Hasta que llegamos a otras escaleras que descendían aún más. Apenas había bajado un par de peldaños cuando otro desgraciado apareció frente a mí. Inmediatamente trató de desenfundar su arma, mas una patada frontal directa a su pecho fue suficiente para hacerle caer escaleras abajo.
Para cuando llegué al final de las mismas, aquel tipo yacía en el suelo con el cuello roto, vaya forma más absurda de morir. Contemplé la estancia a la que había llegado con cierta curiosidad. Era amplia, a simple vista parecía una salta de torturas de lo más común, hasta que reparé en un detalle. Al fondo de la misma había una celda, en cuyo interior se encontraba un tipo encadenado. Dejándome llevar por mi curiosidad caminé hasta la misma y observé a aquel hombre. De piel oscura y cabeza rapada, presentaba una musculatura consumida, acorde con su aspecto demacrado, sin duda fruto de un largo tiempo en aquellas condiciones. Por un momento me planteé si debía liberarle o, por el contrario, era mejor opción acabar con su sufrimiento.
De pronto, aquel hombre alzó el rostro y me devolvió la mirada. A diferencia del resto de su cuerpo, sus ojos estaban llenos de vida y sed de venganza. Un sentimiento fácilmente reconocible para mí. Al verle, no pude evitar reír con satisfacción e ironía.
- Brynn, el asesino sin rostro. - Tras escuchar su nombre se quedó atónito, observándome con cierta confusión. - Parece que hoy es tu día de suerte - exclamé mientras le daba la espalda y comenzaba a rebuscar en el cadáver del marine. Tras encontrar un manojo de llaves, se lo pasé a uno de mis hombres. - Liberadle.
A pesar de la innumerable cantidad de presencias que pude sentir a bordo del buque de la marina, ninguna a la altura de mis expectativas. No obstante, detecté al menos una veintena de individuos en el interior del navío. ¿Por qué aguardaban allí abajo?, ¿se trataría de un grupo de cobardes que no se atrevían a luchar?, ¿o estarían aguardando para tendernos una emboscada? Fuera cual fuera el caso, habían captado mi atención.
- ¡Vosotros dos, seguidme! - ordené, captando la atención de un par de mis hombres que se encontraban cerca de mi posición. Ambos asintieron, y se reunieron conmigo, que enseguida me encaminé a una de las escaleras que conducían al interior del barco.
Recorrí varios pasillos, despachando rápidamente a algún que otro marine rezagado que iba surgiendo a nuestro paso. Hasta que llegamos a otras escaleras que descendían aún más. Apenas había bajado un par de peldaños cuando otro desgraciado apareció frente a mí. Inmediatamente trató de desenfundar su arma, mas una patada frontal directa a su pecho fue suficiente para hacerle caer escaleras abajo.
Para cuando llegué al final de las mismas, aquel tipo yacía en el suelo con el cuello roto, vaya forma más absurda de morir. Contemplé la estancia a la que había llegado con cierta curiosidad. Era amplia, a simple vista parecía una salta de torturas de lo más común, hasta que reparé en un detalle. Al fondo de la misma había una celda, en cuyo interior se encontraba un tipo encadenado. Dejándome llevar por mi curiosidad caminé hasta la misma y observé a aquel hombre. De piel oscura y cabeza rapada, presentaba una musculatura consumida, acorde con su aspecto demacrado, sin duda fruto de un largo tiempo en aquellas condiciones. Por un momento me planteé si debía liberarle o, por el contrario, era mejor opción acabar con su sufrimiento.
De pronto, aquel hombre alzó el rostro y me devolvió la mirada. A diferencia del resto de su cuerpo, sus ojos estaban llenos de vida y sed de venganza. Un sentimiento fácilmente reconocible para mí. Al verle, no pude evitar reír con satisfacción e ironía.
- Brynn, el asesino sin rostro. - Tras escuchar su nombre se quedó atónito, observándome con cierta confusión. - Parece que hoy es tu día de suerte - exclamé mientras le daba la espalda y comenzaba a rebuscar en el cadáver del marine. Tras encontrar un manojo de llaves, se lo pasé a uno de mis hombres. - Liberadle.
Brynn
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Los segundos se hacían eternos. Ansiaba la libertad y cada vez la sentía más cerca, pero no acababa por llegar. La cerradura se abría en mi mente con suma facilidad, aunque quizá habría algún problema mayor con las cadenas.
”Mierda… las cadenas.” Las ojeé deliberadamente para darme cuenta que quizá no eran tan fáciles de cortar en un principio. Y si se cortaban, seguiría sufriendo esa extraña sensación que me debilitaba cada vez más.
- Aguardaré aquí para evitar que escapes, escoria. - Comentó el marine que tenía las llaves de mi libertad.
”Espera ahí, cabrón, así te tendré más a mano”
Entonces, tras varios minutos mis plegarias fueron escuchadas. Tres tipos entraron a la sala, donde aparentemente era el único prisionero y, de una patada y varios tajos, acabaron con todos los marines allí presentes.
Los pinchazos sobre el costado se volvieron contra mí de nuevo, obligándome a bajar la mirada y agachar la cabeza de dolor.
Noté como uno de los tres hombres se acercaba a paso lento hacia mi.
Aguarde hasta el último segundo, estando éste frente a mí, para elevar la mirada y fijarme en él. Su rostro era sin duda conocido, pero en aquel momento su nombre no me vino a la mente.
Entonces, el tipo sonrió, pronunciando mi nombre. Hasta ahí todo normal. Había tenido encargos de tanta gente que no sería descabellado pensar que alguien me reconociese. Pero lo más sorprendente era sin duda cuando mencionó mi apodo. Sin rostro.
Mi semblante cambió notablemente, e incluso intenté articular palabra, pero no pude. El asombro sumado a mi estado fueron un impedimento más que efectivo. El tipo dijo que era mi día de suerte y, tras ello, giré la cabeza en dirección al cabrón que tenía mis llaves. Tras unos segundos indagando, el hombre que se había dirigido a mi le dio las llaves a uno de los otros dos que, tras varios intentos, produjo un leve chasquido en la puerta, haciendo que ésta se abriese.
Suspiré, aliviado. Aquello era algo que había soñado durante semanas. Ambos tipos ojearon con cierta desconfianza al primero, que tenía alma de líder. Tras intercambiar sendas miradas, empezaron a probar llaves sobre mis grilletes.
Primero cayó el de la muñeca derecha, tras ello el de los pies del mismo costado. No pasaron más de veinte segundos cuando un nuevo grillete se dio un contundente golpe contra el suelo, en este caso el de la muñeca izquierda. Seguidamente cayeron casi simultáneamente los dos restantes, tobillo izquierdo y el de la cintura.
Mire a ambos humanos con una mirada fría. Quería mostrar gratitud, pero solo la venganza tenía cabida en mi. Aquel sonido de los grilletes cayendo había supuesto mi libertad, pero pronto me dí cuenta de mis condiciones físicas, bastante demacradas.
Intenté dar un paso, pero tuve que agarrarme a uno de los barrotes para no caer. Después escupí al suelo algo de sangre y miré al líder. Ahí me di cuenta que era el mismísimo Syxel en persona. Entonces , de manera amable, le pedí una de las pistolas.
- No sé qué querréis hacer conmigo, pero sólo te pido que me dejes una de tus pistolas por unos segundos. - Su cara parecía decirme que no. - Sois tres, alzad las armas contra mí si queréis, sólo voy a realizar un disparo, déjamela con una única bala. Quizá, si te fijas en mi estado te darás cuenta que no os costaría mucho vencerme. - Espeté intentando convencerles.
Pese a la negación primera, el tipo pareció aceptar. Abrió el tambor de un revolver bastante común y sacó todas las balas a excepción de una.
-Gracias - Espeté amablemente tras tener el arma en mi poder.
”Ahora me toca jugar a mí, hijo de puta”
Me acerqué hacia el armario a paso lento y tambaleándome ligeramente, colocando la pistola sobre una de las puertas de éste, donde notaba la cabeza del marine con mi mantra. Dí un par de golpecitos con la punta de mira para que fuese consciente de donde estaba situado el rifle. Carraspeé notoriamente para que mi voz fuese lo más pausada posible, para causar así una mayor sensación de temor al marine del armario.
- 1,2, Brynn viene por tí. - Espeté tras dar dos vueltas al tambor y pulsar el gatillo, pero ninguna bala salió de allí.
- 3,4 reza por salvarte. - Tras otros dos nuevos movimientos, la bala seguía resistiéndose a salir.
- 5,6 reúnete con los tuyos - Nuevamente, mismo intento con idéntico resultado.
- 7,8 mantente atento - Los lloros del marine ahora eran más sonoros que antes, lo cual me hacía disfrutar cada segundo. Ojalá pudiera torturarle durante años, pero no era la situación ideal para ello.
- 9,10 - Ahí noté cómo la bala estaba en el sitio adecuado, apuntando ahora con más certeza que antes. - Descansa en paz. - El disparo dio de lleno a través del armario, desde el cual ojeé el agujero hecho por la bala y ví cómo el marine estaba tumbado en el suelo. Poco a poco, un charco de sangre se hizo alrededor y rápidamente me giré manteniendo las manos en alto, lanzando previamente la pistola a ras del suelo al tipo que me la prestó, cuyo nombre me vino a la mente en ese preciso momento..
- Perdonad, eran cuentas pendientes. Y bien, ¿Ahora qué deseas de mí, Syxel? - Pregunté dejando claro que yo también le conocía a él. Seguidamente miré de reojo el armario de al lado, que era el que conservaba mis bienes.
”En peores me he visto. ¿Qué intenciones tendrá este tipo conmigo?” Una leve sonrisa se dibujaba en mi rostro. Si el tipo quería combatir, combatiría pese a mi estado. Morir por combate era mucho más honorable que morir torturado. Y durante mucho tiempo pensé que moriría en aquella maloliente celda de tres por tres. Más, sin embargo, aún no era mi fecha para dejar esta vida.
”Mierda… las cadenas.” Las ojeé deliberadamente para darme cuenta que quizá no eran tan fáciles de cortar en un principio. Y si se cortaban, seguiría sufriendo esa extraña sensación que me debilitaba cada vez más.
- Aguardaré aquí para evitar que escapes, escoria. - Comentó el marine que tenía las llaves de mi libertad.
”Espera ahí, cabrón, así te tendré más a mano”
Entonces, tras varios minutos mis plegarias fueron escuchadas. Tres tipos entraron a la sala, donde aparentemente era el único prisionero y, de una patada y varios tajos, acabaron con todos los marines allí presentes.
Los pinchazos sobre el costado se volvieron contra mí de nuevo, obligándome a bajar la mirada y agachar la cabeza de dolor.
Noté como uno de los tres hombres se acercaba a paso lento hacia mi.
Aguarde hasta el último segundo, estando éste frente a mí, para elevar la mirada y fijarme en él. Su rostro era sin duda conocido, pero en aquel momento su nombre no me vino a la mente.
Entonces, el tipo sonrió, pronunciando mi nombre. Hasta ahí todo normal. Había tenido encargos de tanta gente que no sería descabellado pensar que alguien me reconociese. Pero lo más sorprendente era sin duda cuando mencionó mi apodo. Sin rostro.
Mi semblante cambió notablemente, e incluso intenté articular palabra, pero no pude. El asombro sumado a mi estado fueron un impedimento más que efectivo. El tipo dijo que era mi día de suerte y, tras ello, giré la cabeza en dirección al cabrón que tenía mis llaves. Tras unos segundos indagando, el hombre que se había dirigido a mi le dio las llaves a uno de los otros dos que, tras varios intentos, produjo un leve chasquido en la puerta, haciendo que ésta se abriese.
Suspiré, aliviado. Aquello era algo que había soñado durante semanas. Ambos tipos ojearon con cierta desconfianza al primero, que tenía alma de líder. Tras intercambiar sendas miradas, empezaron a probar llaves sobre mis grilletes.
Primero cayó el de la muñeca derecha, tras ello el de los pies del mismo costado. No pasaron más de veinte segundos cuando un nuevo grillete se dio un contundente golpe contra el suelo, en este caso el de la muñeca izquierda. Seguidamente cayeron casi simultáneamente los dos restantes, tobillo izquierdo y el de la cintura.
Mire a ambos humanos con una mirada fría. Quería mostrar gratitud, pero solo la venganza tenía cabida en mi. Aquel sonido de los grilletes cayendo había supuesto mi libertad, pero pronto me dí cuenta de mis condiciones físicas, bastante demacradas.
Intenté dar un paso, pero tuve que agarrarme a uno de los barrotes para no caer. Después escupí al suelo algo de sangre y miré al líder. Ahí me di cuenta que era el mismísimo Syxel en persona. Entonces , de manera amable, le pedí una de las pistolas.
- No sé qué querréis hacer conmigo, pero sólo te pido que me dejes una de tus pistolas por unos segundos. - Su cara parecía decirme que no. - Sois tres, alzad las armas contra mí si queréis, sólo voy a realizar un disparo, déjamela con una única bala. Quizá, si te fijas en mi estado te darás cuenta que no os costaría mucho vencerme. - Espeté intentando convencerles.
Pese a la negación primera, el tipo pareció aceptar. Abrió el tambor de un revolver bastante común y sacó todas las balas a excepción de una.
-Gracias - Espeté amablemente tras tener el arma en mi poder.
”Ahora me toca jugar a mí, hijo de puta”
Me acerqué hacia el armario a paso lento y tambaleándome ligeramente, colocando la pistola sobre una de las puertas de éste, donde notaba la cabeza del marine con mi mantra. Dí un par de golpecitos con la punta de mira para que fuese consciente de donde estaba situado el rifle. Carraspeé notoriamente para que mi voz fuese lo más pausada posible, para causar así una mayor sensación de temor al marine del armario.
- 1,2, Brynn viene por tí. - Espeté tras dar dos vueltas al tambor y pulsar el gatillo, pero ninguna bala salió de allí.
- 3,4 reza por salvarte. - Tras otros dos nuevos movimientos, la bala seguía resistiéndose a salir.
- 5,6 reúnete con los tuyos - Nuevamente, mismo intento con idéntico resultado.
- 7,8 mantente atento - Los lloros del marine ahora eran más sonoros que antes, lo cual me hacía disfrutar cada segundo. Ojalá pudiera torturarle durante años, pero no era la situación ideal para ello.
- 9,10 - Ahí noté cómo la bala estaba en el sitio adecuado, apuntando ahora con más certeza que antes. - Descansa en paz. - El disparo dio de lleno a través del armario, desde el cual ojeé el agujero hecho por la bala y ví cómo el marine estaba tumbado en el suelo. Poco a poco, un charco de sangre se hizo alrededor y rápidamente me giré manteniendo las manos en alto, lanzando previamente la pistola a ras del suelo al tipo que me la prestó, cuyo nombre me vino a la mente en ese preciso momento..
- Perdonad, eran cuentas pendientes. Y bien, ¿Ahora qué deseas de mí, Syxel? - Pregunté dejando claro que yo también le conocía a él. Seguidamente miré de reojo el armario de al lado, que era el que conservaba mis bienes.
”En peores me he visto. ¿Qué intenciones tendrá este tipo conmigo?” Una leve sonrisa se dibujaba en mi rostro. Si el tipo quería combatir, combatiría pese a mi estado. Morir por combate era mucho más honorable que morir torturado. Y durante mucho tiempo pensé que moriría en aquella maloliente celda de tres por tres. Más, sin embargo, aún no era mi fecha para dejar esta vida.
Nailah
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Nailah se giró para escuchar las palabras del capitán antes de proseguir con su misión. Asintió con desgana y luego colocó sus espadas y sus dagas arrojadizas. Si iban a lanzarse al agua debía ser cuidadosa con las armas. Acomodó su chaleco y echo su cabellera castaña hacia atrás. De un salto se subió a la barandilla, esperó a que su compañero se echase a la mar, pues el otro había decidido ir por su cuenta.
La idea de explotar un barco le resultaba interesante y, sobre todo, emocionante. Nunca había llegado tan alto en una misión así, ¿había participado en explosiones? Sí, pero nunca fue la mano ejecutora y, la mayoría de veces, eran cosas de artilugios que la gente no entendía. Suspiró un poco nerviosa y echó una última mirada hacia atrás. Estaba segura de que el resto de sus compañeros no tendrían problemas, les darían una buena a esos buques.
En cuanto Jish se zambulló en el agua, la morena estiró los brazos y se tiró de cabeza, sumergiéndose en las profundas aguas. Regresó a la superficie y nadó con fuerza, el barco parecía cerca, pero estaba lejos. La distancia engañaba. Enseguida alcanzó al pirata y nadó a la par que él. Pronto llegaron a la fragata. Nailah apoyó las manos en la madera y buscó una entrada hasta que finalmente dio con un ojo de buey.
-Podremos colarnos por allí - señaló hacia arriba tratando de captar la atención de Jish.
Ella fue primero. No había mucha altura de diferencia así que subir y colarse dentro fue fácil, quizás demasiado fácil. La morena hizo fuerza para impulsarse y cuando estaba en lo alto se tiró hacia dentro. El lugar era deprimente y cochambroso. Celdas y artilugios pesados por todos lados e incluso se podía decir que hasta olía mal. La limpieza de esa extraña habitación brillaba por su ausencia.
Nailah se fijó en la gente de las celdas. Durante un momento sintió pena por ver como trataban así a personas. Negó lentamente con la cabeza y se fijó en que Dharkel ya estaba allí. ¿Si tanto rato había pasado por qué aún no había hecho nada? En el interior de la celda también se encontraban Noah y Roger. La pirata los miró durante unos segundos y luego un ruido extraño captó su atención. ¿Pero qué?
-¿Qué es eso...? - Inquirió mirando hacia el techo. Apoyó la mano sobre su espada y se separó de las celdas hasta dirigirse a la puerta principal, aunque este había cesado al momento -. Démonos prisa antes de que vuelva ese ruido, no me da buena espina.
La idea de explotar un barco le resultaba interesante y, sobre todo, emocionante. Nunca había llegado tan alto en una misión así, ¿había participado en explosiones? Sí, pero nunca fue la mano ejecutora y, la mayoría de veces, eran cosas de artilugios que la gente no entendía. Suspiró un poco nerviosa y echó una última mirada hacia atrás. Estaba segura de que el resto de sus compañeros no tendrían problemas, les darían una buena a esos buques.
En cuanto Jish se zambulló en el agua, la morena estiró los brazos y se tiró de cabeza, sumergiéndose en las profundas aguas. Regresó a la superficie y nadó con fuerza, el barco parecía cerca, pero estaba lejos. La distancia engañaba. Enseguida alcanzó al pirata y nadó a la par que él. Pronto llegaron a la fragata. Nailah apoyó las manos en la madera y buscó una entrada hasta que finalmente dio con un ojo de buey.
-Podremos colarnos por allí - señaló hacia arriba tratando de captar la atención de Jish.
Ella fue primero. No había mucha altura de diferencia así que subir y colarse dentro fue fácil, quizás demasiado fácil. La morena hizo fuerza para impulsarse y cuando estaba en lo alto se tiró hacia dentro. El lugar era deprimente y cochambroso. Celdas y artilugios pesados por todos lados e incluso se podía decir que hasta olía mal. La limpieza de esa extraña habitación brillaba por su ausencia.
Nailah se fijó en la gente de las celdas. Durante un momento sintió pena por ver como trataban así a personas. Negó lentamente con la cabeza y se fijó en que Dharkel ya estaba allí. ¿Si tanto rato había pasado por qué aún no había hecho nada? En el interior de la celda también se encontraban Noah y Roger. La pirata los miró durante unos segundos y luego un ruido extraño captó su atención. ¿Pero qué?
-¿Qué es eso...? - Inquirió mirando hacia el techo. Apoyó la mano sobre su espada y se separó de las celdas hasta dirigirse a la puerta principal, aunque este había cesado al momento -. Démonos prisa antes de que vuelva ese ruido, no me da buena espina.
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