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Airok Bonny
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Akuma no mi
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Por el camino, Jish me interceptó cogiendo él la caja que tenía para llevarla, y de una manera sorprendentemente amable me advirtió sobre las posibles consecuencias del cabreo de la tripulación. Lo observé atentamente mientras me hablaba y, sin decirle una palabra, le dejé coger la caja y marcharse con ella. Tal vez tuviese razón y debiera dedicarme a buscar a Syxel para apoyar o decidir las siguientes órdenes y decisiones a acatar.
La cubierta estaba llena de movimiento de cajas, heridos, tripulación caminando de un lado para otro, algunos tomando un poco el aire y reponiéndose de la batalla, otros averiguando la manera de soltar las amarras contra el Belenyer... Muchas escenas a la vez en las cuales me detenía unos instantes a analizar mientras avanzaba buscando a Syxel. Quería comprobar sus caras, sus ánimos, sus ganas de seguir en la tripulación al ver el suculento botín o, por el contrario, sus ganas de mandarlo todo a la mierda incluido sus oficiales.
Entonces vi a Balagus y me dirigí hacia él con la esperanza de poder preguntarle sobre el paradero de Syxel, que seguro estaría a bordo y con tanto movimiento me era imposible de visualizar. A penas me dio oportunidad de hablarle cuando el ajetreo de un uniformado blanco y uno de nuestros reclutas llamó mi atención. Me acerqué hacia ellos y reconocí la cara de aquel proyecto de marine como el que hablaba antes con el gigante. Antes de poder empezar a hablar tuve que hacer un esfuerzo por no sentar el culo en el suelo, ya que una fuerte sacudida había desequilibrado e interrumpido la acción de muchos. Al mirar tras de mi, pude ver cómo Bálagus terminaba de resolver el pequeño problema de las amarras entre el Belenyer y el Pandora.
Tras reponerme, me dirigí hacia aquellos dos individuos que también recuperaban el equilibrio.
-- ¿Qué tanta historia se traen con este? -- No le veía nada en especial y la pregunta me había salido en voz alta
-- El capitán me ordenó vigilarle -- respondió el recluta encogiéndose de hombros
-- ¿Dónde está? -- Pregunté con voz seria, y sin más respuesta, Ernest señaló hacia Syxel.
Al volverme, lo vi hablando con alguien que hasta ahora no me resultaba para nada familiar y con Nahila. Esperé a una distancia prudencial para acercarme y entonces vi cómo la esperada charla daba comienzo, y por consiguiente, el merecido castigo.
A medida que avanzaba la situación, pude dar algunos pasos hacia adelante. A penas había ruido en cubierta más allá que la voz de Syxel, los golpes y traspiés, y algún que otro gemido tanto de los 4 liantes como de los que observaban. "Ya era hora de mostrar un poco de carácter Syx" pensé mientras una leve sonrisa se dibujaba en mi cara... hasta que escuché aquel pero. "No me lo puedo creer" solté todo el aire que tenía dentro, miré hacia arriba y dando media vuelta me alejé de la primera fila.
Llegué hacia la barandilla mirando al mar y al destrozo que dejábamos atrás cuando el sonido de un hombre cayendo al agua me devolvió a la realidad "Bueh, al menos uno fuera"
De nuevo se reactivó el movimiento en cubierta y los quehaceres de toda la tripulación, pero esta vez con mucho más silencio que antes, cuando la voz de Nassor proponiendo un brindis hizo un esfuerzo recompensado eliminando la tensión del ambiente. Yo no hubiera sabido cómo hacerlo sin duda.
Volví mi vista hacia el mar y hacia la posible tormenta que estaba por llegar, y una figura se acercó junto a mi y se apoyó a mi lado en la barandilla.
-- Yo los hubiese tirado a los cuatro -- Le dije a Syx expresando mi descontento sobre su decisión final, sin dejar de mirar al horizonte
-- Hace un año yo mismo los habría tirado por la borda sin dudarlo, ¿crees que me estoy hablandando? -- respondió mirándome y apoyándose sobre un lado
Lo miré, y tras aguantarle la mirada unos segundos, volví la vista al mar negando con la cabeza a modo de desaprobación y descontento.
-- Vaya con la canija de la taberna -- Me dijo entonces con voz burlona dándome un golpecito en el hombro con el codo -- En lugar de "la ruta hacia el Gran Line" deberia ser "La ruta hacia ser un verdugo" -- Y puso voz burlona resaltando cada cosa, lo que me hizo sonreír. -- ¡Vaya! ¿es una sonrisa eso que veo? No salgo de mi asombro, ¡Si sabe reírse la muchacha! -- decía de manera bromista y de lo más exagerada.
-- Sshh, calla -- Decía sin para de sonreír y pero sin dejar de mirar al horizante.
-- Eso eso, no se vayan a enterar -- dijo susurrando y poniendo la cabeza por debajo de la mía tapándose la boca.
Desde que conocía a Syxel, aquel momento había sido el más esperado todos estos años. Ya estaba el Grand Line ahí, a nada de distancia, por fin tanto esfuerzo y tantas cosas que habíamos pasado merecían la pena.
-- Es el pedazo de tierra más bonito que haya visto jamás -- Dijo entonces con un tono de voz más sereno, como nostálgico.
Me giré entonces hacia él y apoyándome con un solo brazo en la barandilla lo miré llena de ilusión.
-- Aún no me lo creo del todo -- Dije mordiéndome los labios tratando de controlar una sonrisa mayor a la que ya tenía.
Entonces como si un golpe de ilusión y efusividad lo controlase, se avalanzó sobre mi y me cogió a modo de pareja de baile con una mano en la cintura y otra agarrándome la mía, pegándome muy fuerte contra él, lo que me obligó hacer un gesto de dolor involuntario al notar un dolor punzante en uno de mis costados y el el hombro al levantarlo tan rápido.
Se alejó un poco de mí y me miró de arriba abajo
-- Ve a la enfermería -- Dijo con cara seria, como tratando de que me sintiera intimidada por aquella especie de órden
-- Puedes ir tú si quieres --
Y mi gesto se tornó en uno de asco sólo por pensar que alguno de aquellos sucios hombres de la tripulación fuesen a poner sus manazas encima de mí. Sabía que mis heridas no estaban del todo visibles, y lo menos que quería era que aquellos asquerosos hicieran lo imposible por quitarme el corset. Respiré hondo al notar un escalofrío que se apoderaba de mi cuerpo.
Syxel sabía de sobra aquellos sentimientos por mi parte, y puede que se diera cuenta nada más pronunciar aquellas palabras.
-- Te las curaré yo pues. -- Y me llevó de la mano hacia su camarote, no sin antes pasar por la enfermería para pedir algunas gasas y ungüentos.
Sabía que Syxel no era un experto, pero ya me había curado las heridas otras veces y lo prefería con diferencia a aquellos hombres en los que no confiaba del todo. Tumbada boca abajo en su cama, entre el escozor de los mejunjes, la presión de las gasas, el tacto de sus manos frías y el olor a sangre y mar que se había generado en aquel camarote, me quedé dormida.
Jish
Fama
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
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Intelecto
Agudeza
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Saberes
Akuma no mi
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Entre vendas, riquezas y alcohol (no necesariamente en ese orden) disteis por finalizada vuestra estancia en el frío norte. Tras tratar el molesto asunto de los amotinados, el cual se solventó de una forma más misericordiosa de la que la mayoría esperaba, nada os retenía ya en aquel lugar. No solo renovasteis vuestros lazos de hermandad, sino que los fortalecisteis tras aquel brindis propuesto por Nassor. Encontrarais lo que encontrarais tras aquella colosal cordillera roja, una cosa era segura, jamás volveríais a poner en duda vuestra fortaleza.
Una vez terminados los últimos preparativos, cortesía del nuevo juguetito de Balagus, el Pandora se despegaría del mimoso abrazo del Belenyer y pondría rumbo hacia el que siempre había sido su destino, el Paraíso. Con las bodegas a reventar de riquezas, una nueva y renovada fe en sus camaradas y con la moral por las nubes; los Jigoku no Kaizoku navegarían por las aguas turbulentas de la Reverse Mountain convencidos de que nada ni nadie podría impedir su entrada hacia el Grandline. Y así fue como, entre truenos y relámpagos, la estela del Pandora desaparecía del norte para quizás nunca más regresar.
¿Y qué fue de los Jigoku no Kaizoku, la desconocida banda norteña? La tripulación se sobrepuso rápidamente de su enfrentamiento prematuro contra las fuerzas del Paraíso y su reputación fue acrecentándose a medida que la Marina comenzaba a tomarse cada vez más en serio a estos sujetos. Y, de manera igualmente discreta, las cifras del precio por sus cabezas comenzaron a sumar más ceros. Pronto fue evidente que se convertiría en una de las tripulaciones más extraordinarias de la generación, pero pasarían algunos meses hasta que finalmente el mundo se percatara de su presencia.
En cuanto a la batalla acontecida frente a la entrada más septentrional de la Reverse Mountain, la Marina jamás revelaría al mundo lo ocurrido allí. El capitán Gagen Twilas, tras someterse a un tribunal militar sería cesado de su cargo y permanecería en el cuartel de Cabrera ejerciendo trabajos de inteligencia naval, ajeno a cualquier batalla real hasta el final de sus días. Sin embargo, bardos y juglares, basándose en testimonios de supervivientes de la batalla, acabarían componiendo la Balada del Mar Helado. Una canción algo sencilla, pero de carácter empático que narraba, como ante la perspectiva de una muerte inminente, un grupo de piratas logró superar a un enemigo que los superaba por mucho. Y, fuera mentira o verdad, la leyenda del tesoro hundido de las fragatas Barangayán y Boucandray se convertiría con los años en una de las leyendas más populares entre los habitantes norteños.
Una vez terminados los últimos preparativos, cortesía del nuevo juguetito de Balagus, el Pandora se despegaría del mimoso abrazo del Belenyer y pondría rumbo hacia el que siempre había sido su destino, el Paraíso. Con las bodegas a reventar de riquezas, una nueva y renovada fe en sus camaradas y con la moral por las nubes; los Jigoku no Kaizoku navegarían por las aguas turbulentas de la Reverse Mountain convencidos de que nada ni nadie podría impedir su entrada hacia el Grandline. Y así fue como, entre truenos y relámpagos, la estela del Pandora desaparecía del norte para quizás nunca más regresar.
¿Y qué fue de los Jigoku no Kaizoku, la desconocida banda norteña? La tripulación se sobrepuso rápidamente de su enfrentamiento prematuro contra las fuerzas del Paraíso y su reputación fue acrecentándose a medida que la Marina comenzaba a tomarse cada vez más en serio a estos sujetos. Y, de manera igualmente discreta, las cifras del precio por sus cabezas comenzaron a sumar más ceros. Pronto fue evidente que se convertiría en una de las tripulaciones más extraordinarias de la generación, pero pasarían algunos meses hasta que finalmente el mundo se percatara de su presencia.
En cuanto a la batalla acontecida frente a la entrada más septentrional de la Reverse Mountain, la Marina jamás revelaría al mundo lo ocurrido allí. El capitán Gagen Twilas, tras someterse a un tribunal militar sería cesado de su cargo y permanecería en el cuartel de Cabrera ejerciendo trabajos de inteligencia naval, ajeno a cualquier batalla real hasta el final de sus días. Sin embargo, bardos y juglares, basándose en testimonios de supervivientes de la batalla, acabarían componiendo la Balada del Mar Helado. Una canción algo sencilla, pero de carácter empático que narraba, como ante la perspectiva de una muerte inminente, un grupo de piratas logró superar a un enemigo que los superaba por mucho. Y, fuera mentira o verdad, la leyenda del tesoro hundido de las fragatas Barangayán y Boucandray se convertiría con los años en una de las leyendas más populares entre los habitantes norteños.
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