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Iori le había dicho a Edward, en aquel encuentro que tuvieron hace dos años, que había reconstruido la que solía ser su casa, pero desde entonces el joven demonio no había tenido ganas, tiempo ni la oportunidad para ir a verla, mayormente porque es el lugar donde pasar desapercibido le sería más difícil, por no decir imposible... Sin embargo, había recibido un chivatazo que le había obligado a dirigirse a la isla que lo vio nacer: la marina planeaba instalar un nuevo cuartel allí.
Había informado a la Armada de que iba a hacer todo lo posible para, sin llamar la atención, evitar que tuvieran éxito, pero no esperó a saber si mandarían refuerzos o no, en cuanto le dieron luz verde se apresuró para llegar antes que los marines.
Vestía un largo chubasquero negro con capucha, era un día lluvioso y oscuro, pero quizás cuando llegara el medio día se despejaría un poco el cielo. Paseó por las calles, rememorando buenos momentos y otros no tan buenos, para finalmente pararse ante su casa. No había nadie allí, estaba en las afueras, así que nadie lo vio entrar. Su hermano había hecho un magnífico trabajo, le dejaría una nota, aunque no tenía ni idea de si este llegaría a leerla. En cuanto acabara, se dirigiría al puerto, donde se sentaría en uno de los bancos de hierro a esperar y observar el horizonte, aguardando la llegada de los marines.
Había informado a la Armada de que iba a hacer todo lo posible para, sin llamar la atención, evitar que tuvieran éxito, pero no esperó a saber si mandarían refuerzos o no, en cuanto le dieron luz verde se apresuró para llegar antes que los marines.
Vestía un largo chubasquero negro con capucha, era un día lluvioso y oscuro, pero quizás cuando llegara el medio día se despejaría un poco el cielo. Paseó por las calles, rememorando buenos momentos y otros no tan buenos, para finalmente pararse ante su casa. No había nadie allí, estaba en las afueras, así que nadie lo vio entrar. Su hermano había hecho un magnífico trabajo, le dejaría una nota, aunque no tenía ni idea de si este llegaría a leerla. En cuanto acabara, se dirigiría al puerto, donde se sentaría en uno de los bancos de hierro a esperar y observar el horizonte, aguardando la llegada de los marines.
Einar Horn
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No llevaba demasiado tiempo en la Marina y, aún así, los minutos de descanso que me habían dado eran escasos. En parte eso era buena señal… o no. ¿Empezaban a confiar en mi? ¿Me veían potencial? ¿O quizás solo se aprovechaban de mi condición? Esas tres preguntas eran mi gran incertidumbre. Por desgracia, no pude dar una respuesta firme a ninguna de ellas. Lo que si sabía era que el trato hacia mi persona mejoraba conforme mis compañeros presenciaban mis actos. Incluso algunos superiores parecían tratarme como un igual, como si fuese igual de fuerte que ellos. He de decir que la realidad era distinta, pero tampoco me voy a quejar.
Lo que si que no me esperaba recibir era la orden de salir del mar central, del Grand Line. Se me asignó la vigilancia y construcción del cuartel que iban a construir en una isla del North Blue. Tuve que buscarla en un libro antes de partir, para tener cierta idea de a dónde me dirigía. Se trataba de una, según el escritor, una pintoresca isla con una monarquía establecida allí. No había mucha información acerca de ella, pero lo que leí ya me era suficiente. ¿Cómo y por qué habría aceptado el soberano del reino que se estableciese una base marine allí? ¿Querría protección? Lo más seguro es que fuese eso, aunque intentaría preguntarlo a algún superior para aclararme las dudas.
Me enrolé de madrugada en el barco, y llegamos unos días más tarde, más o menos a las once de la mañana. Las nubes grisáceas no dejaban pasar completamente el sol, haciendo de la que, soleada, sería una bonita isla, una un tanto lúgubre. La pequeña llovizna que se hallaba encima de nosotros nos atrasaría un poco, pero lo más seguro es que se fuese pronto. Los que se iban a dedicar a la construcción del cuartel bajaron del enorme galeón en el que habíamos venido, escoltados por otros compañeros. En cuanto a mi, me pusieron más trabajo. Dado que yo contaba con la fuerza de tres o más hombres, se me asignó, además de la vigilancia, la construcción. Por eso mismo, me tocó cargar con gran cantidad de madera a mi espalda, mucha más de la que una sola persona podría llevar. Bajé del barco y me dirigí hacia donde todos se dirigían. Como siempre, destacaba entre todos mis compañeros. Llevaba mi gigantesca capa puesta, lo cual también hacía un extraño contraste con la gorra blanca de marine, que debía llevar por obligación.
Por el camino, pude ver que en el puerto no había mucha gente. Lo más seguro es que les hubieran informado de nuestra llegada y, quizás por no molestar, decidieran no acudir la mayoría. Sin embargo, los que allí se hallaban no molestaban para nada.
Lo que si que no me esperaba recibir era la orden de salir del mar central, del Grand Line. Se me asignó la vigilancia y construcción del cuartel que iban a construir en una isla del North Blue. Tuve que buscarla en un libro antes de partir, para tener cierta idea de a dónde me dirigía. Se trataba de una, según el escritor, una pintoresca isla con una monarquía establecida allí. No había mucha información acerca de ella, pero lo que leí ya me era suficiente. ¿Cómo y por qué habría aceptado el soberano del reino que se estableciese una base marine allí? ¿Querría protección? Lo más seguro es que fuese eso, aunque intentaría preguntarlo a algún superior para aclararme las dudas.
Me enrolé de madrugada en el barco, y llegamos unos días más tarde, más o menos a las once de la mañana. Las nubes grisáceas no dejaban pasar completamente el sol, haciendo de la que, soleada, sería una bonita isla, una un tanto lúgubre. La pequeña llovizna que se hallaba encima de nosotros nos atrasaría un poco, pero lo más seguro es que se fuese pronto. Los que se iban a dedicar a la construcción del cuartel bajaron del enorme galeón en el que habíamos venido, escoltados por otros compañeros. En cuanto a mi, me pusieron más trabajo. Dado que yo contaba con la fuerza de tres o más hombres, se me asignó, además de la vigilancia, la construcción. Por eso mismo, me tocó cargar con gran cantidad de madera a mi espalda, mucha más de la que una sola persona podría llevar. Bajé del barco y me dirigí hacia donde todos se dirigían. Como siempre, destacaba entre todos mis compañeros. Llevaba mi gigantesca capa puesta, lo cual también hacía un extraño contraste con la gorra blanca de marine, que debía llevar por obligación.
Por el camino, pude ver que en el puerto no había mucha gente. Lo más seguro es que les hubieran informado de nuestra llegada y, quizás por no molestar, decidieran no acudir la mayoría. Sin embargo, los que allí se hallaban no molestaban para nada.
Mordred Pendragon
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Me encontraba en Lvneel, una de las varias islas del North Blue , debido a que se me había encomendado una misión. Según la carta que un soldado me había entregado días atrás en mi habitación en el cuartel. Era una orden proveniente de las altas esferas así que no podía negarme a aceptarla. Según parecía, los marines se propusieron construir un cuartel en la isla lo cual era perjudicial para las labores del ejército revolucionario. Sin embargo, yo no era la única persona que se encontraba en la isla para impedir que el Gobierno se saliese con la suya. Según la carta, era posible que un compañero o varios de ellos se encontraran en Lvneel para lo mismo que yo.
- Hmm... quizás llegue a conocer a los demás miembros de la Quimera. ¡Ojalá que estén aquí! - exclamé sonriendo ante tal posibilidad a la vez que andaba por las calles de la ciudad sin un rumbo fijo y portando una capucha marrón.
Tenía que andarme con pies de plomo, pues aquella vez que Krauser y Kid luchamos contra unos cuantos marines y huimos de ellos habían puesto precio a mi cabeza. Unos 3.500.000 de berries era mi recompensa. La primera vez que la ví me molesté debido a lo poco que me habían asignado y una mesa de madera pagó el precio de mi furia. Quería volverme alguien famoso y que mi nombre se expandiera por todo el mundo hasta que las noticias de mis hazañas llegasen a oídos de mi padre.
Me dirigí al puerto, pues los marines iban a llegar en cualquier momento. Sin embargo, aunque deseaba luchar cuanto antes, me abstuve y decidí simplemente esperar a los demás revolucionarios para poder actuar en equipo. Supuestamente, la carta decía que nos podíamos identificar realizando una seña secreta que consistía en silbar una vieja canción de antaño que era muy famosa en la Armada Revolucionaria.
Al llegar al puerto, pude observar que los marines habían alcanzado tierra y comenzaban a caminar listos para comenzar su labor. Intenté localizar a algún posible compañero de armas de la revolución entre la poca gente que había por la zona hasta que mis ojos se posaron en una persona encapuchada que se encontraba sentada en un banco. Me acerqué a ella, esperando que fuese alguien de mis aliados, y comencé a silbar.
- Hmm... quizás llegue a conocer a los demás miembros de la Quimera. ¡Ojalá que estén aquí! - exclamé sonriendo ante tal posibilidad a la vez que andaba por las calles de la ciudad sin un rumbo fijo y portando una capucha marrón.
Tenía que andarme con pies de plomo, pues aquella vez que Krauser y Kid luchamos contra unos cuantos marines y huimos de ellos habían puesto precio a mi cabeza. Unos 3.500.000 de berries era mi recompensa. La primera vez que la ví me molesté debido a lo poco que me habían asignado y una mesa de madera pagó el precio de mi furia. Quería volverme alguien famoso y que mi nombre se expandiera por todo el mundo hasta que las noticias de mis hazañas llegasen a oídos de mi padre.
Me dirigí al puerto, pues los marines iban a llegar en cualquier momento. Sin embargo, aunque deseaba luchar cuanto antes, me abstuve y decidí simplemente esperar a los demás revolucionarios para poder actuar en equipo. Supuestamente, la carta decía que nos podíamos identificar realizando una seña secreta que consistía en silbar una vieja canción de antaño que era muy famosa en la Armada Revolucionaria.
Al llegar al puerto, pude observar que los marines habían alcanzado tierra y comenzaban a caminar listos para comenzar su labor. Intenté localizar a algún posible compañero de armas de la revolución entre la poca gente que había por la zona hasta que mis ojos se posaron en una persona encapuchada que se encontraba sentada en un banco. Me acerqué a ella, esperando que fuese alguien de mis aliados, y comencé a silbar.
Katharina von Steinhell
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La hermosa pelirroja se paseaba sin rumbo por las estrechas y congestionadas calles de Lvneel. De vez en cuando paraba un momento para ver si había algo de valor y robarlo, pero no encontraba nada. Era aburrido. Demasiado. El nublado y denso cielo no le ayudaba a alejar los molestos recuerdos que acudían a su mente. ¿Quién iba a pensar que Lvneel se pareciera tanto a Luethenia? El piso de piedra y la infraestructura de las casas se parecían demasiado a su antiguo hogar, de hecho, en más de una ocasión creyó haber visto el modelo de su casa.
Lamentablemente faltaba mucho para comenzar con su misión: robarle a la monarquía. ¿Cómo era eso? Alguien la contrató para hacerse de unos planos que comprometían al monarca de la isla. Katharina no preguntaba por los detalles, se limitaba a hacer lo que le pedían y punto, aunque tampoco le gustaba meterse en la boca del lobo ni andar a ciegas. La bruja había recopilado algo de información pasando de taberna en taberna y muchos cantineros afirmaban lo mismo: un cuartel marine se instalaría en la ciudad.
—Qué molestia —se quejó cuando supo que los marines pronto estarían caminando por las mismas calles en las que caminaba ella—. ¿Acaso no pueden dejar al mundo en paz?
Su cabeza no tenía un precio exorbitante como su maestro, Rayne Bloodfallen, pero al fin y al cabo era una recompensa y algunos cazadores, probablemente los iniciados, irían por ella. Solo los tontos intentarían cazar a alguien como Katharina. Ya en muchas ocasiones había demostrado lo fuerte que era, como por ejemplo cuando venció a ese ex capitán de la Marina. Y eso había pasado hacía ya muchos años, quizás unos tres.
La pelirroja había llegado al puerto y el intenso olor a mar le golpeó fuertemente. ¡Era asqueroso! Todo olía a marisco y pescado. Katharina suspiró y continuó caminando, observando todo lo que había a su alrededor, siempre con su mantra activado. No podía llevarse ninguna sorpresa. Y hablando de sorpresas… Sus ojos advirtieron la presencia de algunos marines en el puerto, eran pocos, pero pronto llegarían más. De inmediato comenzó a elaborar un plan para deshacerse de ellos antes de que supusieran problemas, pero un silbido la distrajo.
¿Aquello era una chica…? ¿O un chico? No tenía forma de saberlo, vaya cosas se encontraba uno. Lo único que tenía claro es que era rubia y estaba silbándole a alguien, por lo que Katharina dirigió la mirada hacia donde la chica —¿o chico?— estaba mirando y se encontró con una figura encapuchada. Era una actitud un tanto sospechosa… ¿Revolucionarios? Tenía sentido, pues ellos, como Katharina, odiaban al Gobierno Mundial y a la Marina. Tenían suficientes razones para estar en el Reino de Lvneel, sobre todo por el tema del cuartel.
—Creo que llegué en el peor momento. Si es que son revolucionarios, pronto se liará y no quiero estar cuando eso pase —comentó para sí misma. Necesitaba estar segura si eran revolucionarios o no.
Se acercó sigilosamente hacia donde estaba la muchacha —¿o muchacho?— de cabello rubio e intentó tocarle el hombro. Le enseñó una amable sonrisa y luego le preguntó:
—¿Sabes por qué hay tantos marines aquí? Me ponen un poco nerviosa.
Lamentablemente faltaba mucho para comenzar con su misión: robarle a la monarquía. ¿Cómo era eso? Alguien la contrató para hacerse de unos planos que comprometían al monarca de la isla. Katharina no preguntaba por los detalles, se limitaba a hacer lo que le pedían y punto, aunque tampoco le gustaba meterse en la boca del lobo ni andar a ciegas. La bruja había recopilado algo de información pasando de taberna en taberna y muchos cantineros afirmaban lo mismo: un cuartel marine se instalaría en la ciudad.
—Qué molestia —se quejó cuando supo que los marines pronto estarían caminando por las mismas calles en las que caminaba ella—. ¿Acaso no pueden dejar al mundo en paz?
Su cabeza no tenía un precio exorbitante como su maestro, Rayne Bloodfallen, pero al fin y al cabo era una recompensa y algunos cazadores, probablemente los iniciados, irían por ella. Solo los tontos intentarían cazar a alguien como Katharina. Ya en muchas ocasiones había demostrado lo fuerte que era, como por ejemplo cuando venció a ese ex capitán de la Marina. Y eso había pasado hacía ya muchos años, quizás unos tres.
La pelirroja había llegado al puerto y el intenso olor a mar le golpeó fuertemente. ¡Era asqueroso! Todo olía a marisco y pescado. Katharina suspiró y continuó caminando, observando todo lo que había a su alrededor, siempre con su mantra activado. No podía llevarse ninguna sorpresa. Y hablando de sorpresas… Sus ojos advirtieron la presencia de algunos marines en el puerto, eran pocos, pero pronto llegarían más. De inmediato comenzó a elaborar un plan para deshacerse de ellos antes de que supusieran problemas, pero un silbido la distrajo.
¿Aquello era una chica…? ¿O un chico? No tenía forma de saberlo, vaya cosas se encontraba uno. Lo único que tenía claro es que era rubia y estaba silbándole a alguien, por lo que Katharina dirigió la mirada hacia donde la chica —¿o chico?— estaba mirando y se encontró con una figura encapuchada. Era una actitud un tanto sospechosa… ¿Revolucionarios? Tenía sentido, pues ellos, como Katharina, odiaban al Gobierno Mundial y a la Marina. Tenían suficientes razones para estar en el Reino de Lvneel, sobre todo por el tema del cuartel.
—Creo que llegué en el peor momento. Si es que son revolucionarios, pronto se liará y no quiero estar cuando eso pase —comentó para sí misma. Necesitaba estar segura si eran revolucionarios o no.
Se acercó sigilosamente hacia donde estaba la muchacha —¿o muchacho?— de cabello rubio e intentó tocarle el hombro. Le enseñó una amable sonrisa y luego le preguntó:
—¿Sabes por qué hay tantos marines aquí? Me ponen un poco nerviosa.
Danio Rerio
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No hacia demasiado en aquellas islas se había vivido una gran guerra entre el gobierno y el imperio de Hallstat, lo que contrastaba con la ahora aparente buena amistad entre ambos, llegando incluso a aprobarse la creación de un cuartel de la marina en la isla de Lvneel. Se me había encomendado la elaboración del mismo, supuse que por lo bien que había quedado la torre de la división en Dressrosa. Aunque algo parecido a ella no pegaría en una isla como la que estábamos a punto de pisar, debía cambiar el diseño por otro algo más medieval.
No había salido del puente en lo que había durado la travesía, ultimar los cinco diseños que había realizado no era una tarea rápida ni fácil. No había querido arriesgarme a hacer un único diseño hasta ver el terreno, las proporciones de tierra cedida, los materiales del suelo, y lo más importante, la reacción de la gente. Este último dato sería el que hiciera que derivara el cuartel a uno más orientado a ser una fortaleza o a otro más abierto. En el encargo se me recomendaba cautela, ya que en la última rebelión del imperio habían borrado del mapa el cuartel del norte, por lo que debía tener eso en mente al diseñarlo.
Cuando el barco atracó los marines empezaron a descargar los materiales y a dirigirse por tierra hacía el lugar de construcción. Al verlos ir a pie me imaginé que sería un lugar cercano a la ciudad, lo que sin duda sería algo para tener en cuenta también. Cuando salí a la cubierta del buque me pude fijar en la gran cantidad de gente que allí se había reunido, y que en principio no estaban protestando, lo que era bueno. También vi el lugar al que estaban llevando los materiales, situado a la derecha del puerto y pegando a la costa. Era un sitio extraño, y tenía sus ventajas y desventajas, pero encajaba con dos de mis bocetos, por lo que solo faltaba saber cómo respondería la gente de la isla.
Baje del navío y me encaminé hacía aquel acantilado, sin duda alguna mi raza y que llevara la capa de vicealmirante chocaría mucho a la gente allí reunida. Esperaba que algún gobernante o designado por el trono de Hallstat se dejara ver por el puerto para poder hablar con él, pero tampoco es que confiara mucho en ello.
No había salido del puente en lo que había durado la travesía, ultimar los cinco diseños que había realizado no era una tarea rápida ni fácil. No había querido arriesgarme a hacer un único diseño hasta ver el terreno, las proporciones de tierra cedida, los materiales del suelo, y lo más importante, la reacción de la gente. Este último dato sería el que hiciera que derivara el cuartel a uno más orientado a ser una fortaleza o a otro más abierto. En el encargo se me recomendaba cautela, ya que en la última rebelión del imperio habían borrado del mapa el cuartel del norte, por lo que debía tener eso en mente al diseñarlo.
Cuando el barco atracó los marines empezaron a descargar los materiales y a dirigirse por tierra hacía el lugar de construcción. Al verlos ir a pie me imaginé que sería un lugar cercano a la ciudad, lo que sin duda sería algo para tener en cuenta también. Cuando salí a la cubierta del buque me pude fijar en la gran cantidad de gente que allí se había reunido, y que en principio no estaban protestando, lo que era bueno. También vi el lugar al que estaban llevando los materiales, situado a la derecha del puerto y pegando a la costa. Era un sitio extraño, y tenía sus ventajas y desventajas, pero encajaba con dos de mis bocetos, por lo que solo faltaba saber cómo respondería la gente de la isla.
Baje del navío y me encaminé hacía aquel acantilado, sin duda alguna mi raza y que llevara la capa de vicealmirante chocaría mucho a la gente allí reunida. Esperaba que algún gobernante o designado por el trono de Hallstat se dejara ver por el puerto para poder hablar con él, pero tampoco es que confiara mucho en ello.
Silver
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Me rasqué la parte posterior de la cabeza, tratando de desahogar la molestia que sentía como si de un simple picor se tratase, para luego volver a colocarme la gorra. Luego me ajusté mi nueva chaqueta de oficial mientras continuaba recorriendo las calles de la ciudad, en dirección al puerto. Revisé una vez más la nota donde había apuntado la zona donde se construiría el nuevo cartel, y tras comprobar que seguía el camino correcto volví a guardarla en el bolsillo.
Poco después ya me encontraba en el puerto, y contemplé asombrado como al menos medio centenar de marines continuaba descargando materiales del enorme buque en el que habían llegado. Decidí pues seguir la comitiva hasta llegar al lugar que buscaba.
Frente a mí se extendía un enorme terreno, mucho más del que esperaba, sería un buen punto para la construcción. Recorrí el lugar durante un rato, paseando la mirada entre los muchos marines y constructores que diligentemente comenzaban los preparativos para el trabajo. No se me pasó por alto la presencia de un marine que me doblaba en estatura. Un enorme y corpulento pelirrojo uniformado que cargaba vigas de un lado a otro.
No pude evitar preguntarme de donde sería, y enseguida comenzó a invadirme la idea de invitarle a una pelea. Aunque por desgracia no era ni el momento ni el lugar. Y como enlace en la isla debía hacer honor a mi nuevo rango, por lo que continué buscando al oficial al mando. No tardé en encontrarle, pues la presencia de un gyojin con el rango de vicealmirante pasaba aún menos desapercibida que la de aquel gigante.
- Señor - llamé su atención. - Jack Silver, Teniente Comandante - me presenté, tratando de mantener un tono formal. - He estado destinado en esta isla durante todo el proceso de negociación para la creación del nuevo cuartel. Y he sido designado para hacer de enlace entre ustedes y el gobierno local. Si hay algo en lo que pueda ayudar...
Poco después ya me encontraba en el puerto, y contemplé asombrado como al menos medio centenar de marines continuaba descargando materiales del enorme buque en el que habían llegado. Decidí pues seguir la comitiva hasta llegar al lugar que buscaba.
Frente a mí se extendía un enorme terreno, mucho más del que esperaba, sería un buen punto para la construcción. Recorrí el lugar durante un rato, paseando la mirada entre los muchos marines y constructores que diligentemente comenzaban los preparativos para el trabajo. No se me pasó por alto la presencia de un marine que me doblaba en estatura. Un enorme y corpulento pelirrojo uniformado que cargaba vigas de un lado a otro.
No pude evitar preguntarme de donde sería, y enseguida comenzó a invadirme la idea de invitarle a una pelea. Aunque por desgracia no era ni el momento ni el lugar. Y como enlace en la isla debía hacer honor a mi nuevo rango, por lo que continué buscando al oficial al mando. No tardé en encontrarle, pues la presencia de un gyojin con el rango de vicealmirante pasaba aún menos desapercibida que la de aquel gigante.
- Señor - llamé su atención. - Jack Silver, Teniente Comandante - me presenté, tratando de mantener un tono formal. - He estado destinado en esta isla durante todo el proceso de negociación para la creación del nuevo cuartel. Y he sido designado para hacer de enlace entre ustedes y el gobierno local. Si hay algo en lo que pueda ayudar...
«Ya podrían darnos un cojín o algo», me quejé en mi fuero interno, observando una caja de un metro de altura que prometía convertirse en mi asiento. Aquélla era una de las primeras misiones que se me asignaban desde que abandonara el "Monkey D. Garp" y me separase del capitán Kensington y el resto de la tripulación. Era una sensación extraña la que sentía, mezcla de nostalgia, excitación y -cómo no- pereza.
El barco que me había llevado hasta el reino de Lvneel había llegado varios días antes que el buque que se aproximaba a lo lejos. Que la Marina iba a construir un cuartel allí, decían. El mero hecho de pensar en el tamaño que podría tener una edificación de esas características hacía que me cansase, así que di un pequeño salto y me senté sobre la caja.
En el puerto se encontraban los pocos materiales de los que ya se disponía en la isla del North Blue, y los marines que se encontraban allí comenzaban a llevarlos hacia la zona donde el buque descargaría el resto. Permanecí varios minuto quieto, viendo cómo mis compañeros hacían una y otra vez el mismo viaje llevando cargas diferentes en cada ocasión. De vez en cuando me dirigían miradas acusadoras, pero yo las ignoraba deliberadamente y mantenía mi vista fija en el imponente barco que cada vez se encontraba más cerca.
Un gran número de uniformados descendieron del barco cuando echó amarras, destacando entre ellos un barbudo gigantón que enseguida comenzó a cargar varias veces más que el resto. «Ya son ganas de trabajar», me dije al tiempo que abría la boca para proferir un profundo bostezo. Unos instantes después, con las lágrimas retenidas en los ojos, me decidí a continuar observando a los marines que caminaban por allí.
La visión de un gyojin que ostentaba el título de vicealmirante atrajo poderosamente mi atención. Había oído hablar de él, el extraordinariamente excepcional caso de un hombre-pez que no sólo había logrado ingresar en la Marina, sino que ostentaba un cargo de gran relevancia. Lo seguí con la mirada mientras me reclinaba un poco en la caja, apoyando las manos para estabilizarme y balanceando levemente los pies en el aire.
Entonces se acercó otro oficial. Por la posición que tenía con respecto a él no podía distinguir su rango, pero no cabía duda de que no podía ser un recluta ni pertenecer a los puestos más bajos de la jerarquía. Esos marines tenían demasiada gente mandando sobre ellos como para reclamar una fuente de órdenes más.
Se quedo allí quieto, observando todo el ajetreo que se desarrollaba ante él. La caja de madera era más cómoda de lo que le había parecido en un primer momento, y parecía que todo transcurriría sin que él tuviera que hacer el más mínimo esfuerzo. No pudo evitar sonreírse antes de cambiar de postura para acomodarse.
-Voy, voy -respondí con tono serio y comprometido cuando un marine que pasaba junto a mí me dijo que hiciera algo. La clave era mostrarme arrepentido y hacer pensar que realmente haría lo que me pedían. Eso siempre funcionaba para que me dejaran en paz. El tipo se fue satisfecho de sí mismo, y yo recuperé la postura que había perdido cuando él me había increpado.
El barco que me había llevado hasta el reino de Lvneel había llegado varios días antes que el buque que se aproximaba a lo lejos. Que la Marina iba a construir un cuartel allí, decían. El mero hecho de pensar en el tamaño que podría tener una edificación de esas características hacía que me cansase, así que di un pequeño salto y me senté sobre la caja.
En el puerto se encontraban los pocos materiales de los que ya se disponía en la isla del North Blue, y los marines que se encontraban allí comenzaban a llevarlos hacia la zona donde el buque descargaría el resto. Permanecí varios minuto quieto, viendo cómo mis compañeros hacían una y otra vez el mismo viaje llevando cargas diferentes en cada ocasión. De vez en cuando me dirigían miradas acusadoras, pero yo las ignoraba deliberadamente y mantenía mi vista fija en el imponente barco que cada vez se encontraba más cerca.
Un gran número de uniformados descendieron del barco cuando echó amarras, destacando entre ellos un barbudo gigantón que enseguida comenzó a cargar varias veces más que el resto. «Ya son ganas de trabajar», me dije al tiempo que abría la boca para proferir un profundo bostezo. Unos instantes después, con las lágrimas retenidas en los ojos, me decidí a continuar observando a los marines que caminaban por allí.
La visión de un gyojin que ostentaba el título de vicealmirante atrajo poderosamente mi atención. Había oído hablar de él, el extraordinariamente excepcional caso de un hombre-pez que no sólo había logrado ingresar en la Marina, sino que ostentaba un cargo de gran relevancia. Lo seguí con la mirada mientras me reclinaba un poco en la caja, apoyando las manos para estabilizarme y balanceando levemente los pies en el aire.
Entonces se acercó otro oficial. Por la posición que tenía con respecto a él no podía distinguir su rango, pero no cabía duda de que no podía ser un recluta ni pertenecer a los puestos más bajos de la jerarquía. Esos marines tenían demasiada gente mandando sobre ellos como para reclamar una fuente de órdenes más.
Se quedo allí quieto, observando todo el ajetreo que se desarrollaba ante él. La caja de madera era más cómoda de lo que le había parecido en un primer momento, y parecía que todo transcurriría sin que él tuviera que hacer el más mínimo esfuerzo. No pudo evitar sonreírse antes de cambiar de postura para acomodarse.
-Voy, voy -respondí con tono serio y comprometido cuando un marine que pasaba junto a mí me dijo que hiciera algo. La clave era mostrarme arrepentido y hacer pensar que realmente haría lo que me pedían. Eso siempre funcionaba para que me dejaran en paz. El tipo se fue satisfecho de sí mismo, y yo recuperé la postura que había perdido cuando él me había increpado.
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Quizás ir de encapuchado no era el mejor disfraz después de todo, aunque teniendo en cuenta lo rápido que aquello se llenó de gente de lo más variopinta, cualquier cosa podía pasar desapercibida.
La primera persona en llegar venía con una armadura y tenía el cabello rubio. Cuando el joven demonio la miró, supo de inmediato quién era. No tenía una recompensa demasiado alta, pero Edward había visto su cartel de "Se busca", él estaba al tanto de las nuevas incorporaciones a la Quimera y esa era, sin lugar a dudas, Mordred, la que se había unido a la misma vez que Kid. No había tenido la oportunidad de encontrársela ni hablar con ella, así que se levantó al escucharla, por si fuera poco, silbando aquella antigua canción revolucionaria.
-¡Menuda sorpresa! -Exclamó. No dijo nombre alguno porque vio como alguien se acercaba, una pelirroja que intentaba ser sigilosa pero no pasó desapercibida ante su Haki. Antes de que esta hablara, Edward se identificó en clave, usando los seudónimos de la banda que solo ellos entenderían. -Un placer conocernos por fin, soy el demonio dorado. -Carraspeó un poco y le ofreció la mano a la nueva.
Entonces la desconocida hizo una pregunta que dejó pensativo al rubio. Por su manera de caminar y hablar... por su expresión y su tono... Había algo raro. Él podía saber al instante el motivo por el que alguien se sentía de una manera independientemente de su rostro y, aunque no era mentira que estaba nerviosa por la presencia de los marines, la posibilidad de que allí se montara una pelea era lo que realmente le preocupaba, estaba bastante claro. ¿Por qué pensaba que iba a ocurrir eso? ¿Sabría que ellos eran revolucionarios? ¿Lo sería ella? El demonio decidió permanecer en silencio, con la cabeza inclinada para que no se viera su rostro, mientras de reojo seguiría observándola. Sin una palabra podría darse cuenta de su puesto en la jerarquía a la que perteneciese si la observaba lo suficiente.
Por otra parte, los marines no paraban de aumentar en número. En un instante aquello se estaba llenando de una forma increíble y, por si fuera poco, parecía que un vicealmirante lideraba la misión. Edward tragó saliva y, con un pequeño movimiento de la cabeza hacia un lado, instó a Mordred (y a la pelirroja se seguía allí) a alejarse un poco de la muchedumbre. Aún no había dejado de llover pero se empezaban a ver los primeros rayos de luz... pronto el "disfraz" del chubasquero dejaría de tener sentido.
Mientras se alejaban de los marines, el rubio musitaría, en voz muy baja y hablando rápido para sí mismo, intentando decidirse por una estrategia. -Una confrontación directa sería completamente inútil y demasiado arriesgada, un sabotaje, sin embargo, exigiría de sigilo y quizás de conocimientos estructurales... Otra opción sería avivar las llamas de la revolución para que la población civil haga otra revuelta, a ellos no deberían atacarles. O quizás podríamos distraerlos mientras otra persona roba el barco con todos los materiales... Uff, puede que eso sea demasiado loco, solo con la Quimera al completo lo conseguiríamos... O bueno, con Krau, con él todo es posible.
La primera persona en llegar venía con una armadura y tenía el cabello rubio. Cuando el joven demonio la miró, supo de inmediato quién era. No tenía una recompensa demasiado alta, pero Edward había visto su cartel de "Se busca", él estaba al tanto de las nuevas incorporaciones a la Quimera y esa era, sin lugar a dudas, Mordred, la que se había unido a la misma vez que Kid. No había tenido la oportunidad de encontrársela ni hablar con ella, así que se levantó al escucharla, por si fuera poco, silbando aquella antigua canción revolucionaria.
-¡Menuda sorpresa! -Exclamó. No dijo nombre alguno porque vio como alguien se acercaba, una pelirroja que intentaba ser sigilosa pero no pasó desapercibida ante su Haki. Antes de que esta hablara, Edward se identificó en clave, usando los seudónimos de la banda que solo ellos entenderían. -Un placer conocernos por fin, soy el demonio dorado. -Carraspeó un poco y le ofreció la mano a la nueva.
Entonces la desconocida hizo una pregunta que dejó pensativo al rubio. Por su manera de caminar y hablar... por su expresión y su tono... Había algo raro. Él podía saber al instante el motivo por el que alguien se sentía de una manera independientemente de su rostro y, aunque no era mentira que estaba nerviosa por la presencia de los marines, la posibilidad de que allí se montara una pelea era lo que realmente le preocupaba, estaba bastante claro. ¿Por qué pensaba que iba a ocurrir eso? ¿Sabría que ellos eran revolucionarios? ¿Lo sería ella? El demonio decidió permanecer en silencio, con la cabeza inclinada para que no se viera su rostro, mientras de reojo seguiría observándola. Sin una palabra podría darse cuenta de su puesto en la jerarquía a la que perteneciese si la observaba lo suficiente.
Por otra parte, los marines no paraban de aumentar en número. En un instante aquello se estaba llenando de una forma increíble y, por si fuera poco, parecía que un vicealmirante lideraba la misión. Edward tragó saliva y, con un pequeño movimiento de la cabeza hacia un lado, instó a Mordred (y a la pelirroja se seguía allí) a alejarse un poco de la muchedumbre. Aún no había dejado de llover pero se empezaban a ver los primeros rayos de luz... pronto el "disfraz" del chubasquero dejaría de tener sentido.
Mientras se alejaban de los marines, el rubio musitaría, en voz muy baja y hablando rápido para sí mismo, intentando decidirse por una estrategia. -Una confrontación directa sería completamente inútil y demasiado arriesgada, un sabotaje, sin embargo, exigiría de sigilo y quizás de conocimientos estructurales... Otra opción sería avivar las llamas de la revolución para que la población civil haga otra revuelta, a ellos no deberían atacarles. O quizás podríamos distraerlos mientras otra persona roba el barco con todos los materiales... Uff, puede que eso sea demasiado loco, solo con la Quimera al completo lo conseguiríamos... O bueno, con Krau, con él todo es posible.
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Todo marchaba sobre ruedas. La gran mayoría de gente cooperaba en el transporte de los materiales. Los altos cargos empezaban a hacer acto de presencia. El cuartel iba a ser construido en el acantilado más cercano al puerto, con lo que los viajes no se hacían demasiado pesados. En el lugar se hallaba un vicealmirante que, por mi parte, no conocía. Hablando con él se hallaba otro hombre, que también parecía de categoría superior. Sin duda, era reconfortante ver que aquellos pesos pesados se hallaban entre nosotros. Yo no pintaba nada con ellos, por el momento. Por tanto, decidí seguir con mi trabajo.
Durante diversos viajes cargando materiales aquí y allá, me fijé varias veces en un hombre. Sentado en una caja de madera, sin hacer absolutamente nada, se hallaba un sujeto con el pelo gris y bastante largo. Aquel perezoso individuo llevaba el uniforme de marine y, por lo visto, nadie le había dicho nada. Mientras yo cargaba piedras que bien podrían ser llevadas entre cuatro o cinco hombres, él se dedicaba a vaguear. Desde mi punto de vista, era injusto e intolerable. Me daba igual si aquel hombre tenía una categoría mayor a la mía, haría algo para que se pusiese a trabajar.
Sin dudarlo ni un segundo, y aprovechando un viaje hacia allí para cargar más piedra, me acerqué a él con un montón de rocas en mi espalda y brazos. Con un rostro mosqueado, me dirigí hacia él.
– ¡Eh! ¿Se puede saber qué haces ahí parado? ¡El edificio no se va a construir solo! Necesitamos todas la mano de obra posible para acelerar la construcción, chico. Haz el favor de levantarte y ayudar, o me veré obligado a informar a un superior de que no estás cumpliendo tu trabajo.
Cumplí mi deber, o al menos eso pensé. Normalmente a este tipo de personas hay que tratarlas así para que se muevan. Eso sí, lo más seguro es que pasase de mí. Si lo hiciese, cumpliría mi amenaza informando a alguien de los que había visto en el acantilado.
Durante diversos viajes cargando materiales aquí y allá, me fijé varias veces en un hombre. Sentado en una caja de madera, sin hacer absolutamente nada, se hallaba un sujeto con el pelo gris y bastante largo. Aquel perezoso individuo llevaba el uniforme de marine y, por lo visto, nadie le había dicho nada. Mientras yo cargaba piedras que bien podrían ser llevadas entre cuatro o cinco hombres, él se dedicaba a vaguear. Desde mi punto de vista, era injusto e intolerable. Me daba igual si aquel hombre tenía una categoría mayor a la mía, haría algo para que se pusiese a trabajar.
Sin dudarlo ni un segundo, y aprovechando un viaje hacia allí para cargar más piedra, me acerqué a él con un montón de rocas en mi espalda y brazos. Con un rostro mosqueado, me dirigí hacia él.
– ¡Eh! ¿Se puede saber qué haces ahí parado? ¡El edificio no se va a construir solo! Necesitamos todas la mano de obra posible para acelerar la construcción, chico. Haz el favor de levantarte y ayudar, o me veré obligado a informar a un superior de que no estás cumpliendo tu trabajo.
Cumplí mi deber, o al menos eso pensé. Normalmente a este tipo de personas hay que tratarlas así para que se muevan. Eso sí, lo más seguro es que pasase de mí. Si lo hiciese, cumpliría mi amenaza informando a alguien de los que había visto en el acantilado.
Mordred Pendragon
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Al parecer la señal entre revolucionarios captó la atención del encapuchado, el cual se alegró de verme. Mi mente estaba confusa, ¿acaso me conocía? Si me conocía era probable que fuese un miembro de la Quimera y Krauser le haya contado de mí. De lo contrario, igual era un miembro más de la revolución que había oído hablar de mí. La respuesta a la cuestión no tardó en ser aclarada. A paso relajado, me acerqué a él hasta llegar llegar a su lado. Era un joven que parecía tener un par de años más que yo y sus dorados ojos me miraban con grata sorpresa. Se identificó con el sobrenombre de "demonio dorado" y con sólo decir eso ya me había brindado la respuesta a mi pregunta. Con una gran alegría por poder conocer a un compañero de la división, le devolví gustosamente el saludo y sonriendo ampliamente.
-¡Osu, demonio dorado! Yo soy el colmillo plateado, un gusto en conocerte compañero!- dije antes de ser interrumpida debido a que alguien me había tocado el hombro.
Me giré con cuidado, temía que fuese un marine que nos había identificado. Pero, para mi alivio, una mujer de cabellos rojos parecía querer preguntarme algo. *Menos mal que es una ciudadana* pensé relajándome un poco. La muchacha me preguntó a qué se debía la presencia de tantos marines a lo que volví a mirar a mi alrededor y , sin haberme dado cuenta , un gran número de perros del gobierno habían hecho acto de presencia.
- Están construyendo un cuartel en esta isla, al parecer quieren asignar a un buen número de militantes aquí - respondí con naturalidad.
Volví a mirar al demonio dorado y este hizo una señal para que nos alejáramos un poco del lugar. *¿No se supone que debemos impedir que estos fantoches hagan su trabajo?* me pregunté extrañado mientras seguía a mi compañero por la zona. Tenía ganas de volver a luchar contra los marines, hacía mucho tiempo que mi espada no había probado sangre y quería un poco para volver a brillar como siempre.
- Ey, ¿por qué nos alejamos? ¿Acaso viste algo importante? - formulé la pregunta con los brazos cruzados. Parecía que el demonio estaba hablando consigo mismo. De todas formas me aburría. El espionaje y esas cosas no eran lo mío, yo era más de montar una buena.
-¡Osu, demonio dorado! Yo soy el colmillo plateado, un gusto en conocerte compañero!- dije antes de ser interrumpida debido a que alguien me había tocado el hombro.
Me giré con cuidado, temía que fuese un marine que nos había identificado. Pero, para mi alivio, una mujer de cabellos rojos parecía querer preguntarme algo. *Menos mal que es una ciudadana* pensé relajándome un poco. La muchacha me preguntó a qué se debía la presencia de tantos marines a lo que volví a mirar a mi alrededor y , sin haberme dado cuenta , un gran número de perros del gobierno habían hecho acto de presencia.
- Están construyendo un cuartel en esta isla, al parecer quieren asignar a un buen número de militantes aquí - respondí con naturalidad.
Volví a mirar al demonio dorado y este hizo una señal para que nos alejáramos un poco del lugar. *¿No se supone que debemos impedir que estos fantoches hagan su trabajo?* me pregunté extrañado mientras seguía a mi compañero por la zona. Tenía ganas de volver a luchar contra los marines, hacía mucho tiempo que mi espada no había probado sangre y quería un poco para volver a brillar como siempre.
- Ey, ¿por qué nos alejamos? ¿Acaso viste algo importante? - formulé la pregunta con los brazos cruzados. Parecía que el demonio estaba hablando consigo mismo. De todas formas me aburría. El espionaje y esas cosas no eran lo mío, yo era más de montar una buena.
Katharina von Steinhell
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Aquel chico le agradaba, no parecía ser ningún tonto. Cubría su rostro y no hablaba de más, aunque el hecho de hablar usando palabras clave, no hizo más que levantar sospechas. Por como ambos miraban a los marines, Katharina dedujo que no eran simpatizantes. Era eso o que simplemente andaban cabreados con la vida. Sin embargo, aún era demasiado pronto para acusarlos de pertenecer a la armada Revolucionaria; no tenía intenciones de quedar en ridículo ni mucho menos hacerse nuevos enemigos. No obstante, si pertenecían al bando contrario al Gobierno, podían ayudarle a deshacerse de los marines y así su trabajo sería mucho más sencillo.
Notó que el muchacho que se presentó como demonio dorado la miraba de reojo.
—¡Vaya, qué tímido! —Comentó burlescamente— Sus nombres son un tanto raro. Pueden llamarme Selene, y por favor, se pronuncia Selín.
Hacerse la tonta era lo que tocaba, de ninguna forma ellos podían saber que Katharina había pertenecido a la Marina. Mucho menos debían saber que había una pequeña recompensa de 35.000.000B por su cabeza. Dirigió la mirada a los labios del rubio, pero musitaba tan rápido que no alcanzó a interpretar una sola palabra. Si ellos decidiesen confiar en ella, de seguro que los ayudaría... Aunque confiar en la Bruja era venderle el alma al diablo. Si corroboraba que eran revolucionarios, y las cosas seponían feas, podía venderlos y así negociar con los marines. Era una buena idea, pero Katharina no estaba segura si podía calmar todo el odio que sentía.
Se alejó de la muchedumbre, tal como la pareja de rubios lo hizo. Todos sus movimientos eran un tanto sospechosos; la pelirroja hubiera optado por permanecer entre la gente. Así se le inculcó durante su entrenamiento en la Orden Carmesí, después de todo Katharina debía ser la asesina perfecta. De repente, cuando estaban un poco apartados, escuchó a la rubia preguntarle a su aparente compañero si acaso había visto algo. ¡Bingo! Efectivamente estaban observando, o buscando, algo o a alguien. ¿Sería la Bruja capaz de descifrarlo?
De repente se alejó un poco del grupo y se acercó a varios hombres que observaban a los marines trabajar. Colocó una cara de disgusto y les habló.
—¿Saben que el cuartel está siendo subvencionado por nosotros? ¡Nuestros impuestos pagan esta construcción! —Comentó con malicia— Además, escuché a un marine decir que nos subirán los impuestos para pagar sus sueldos, ¿no les parece injusto?
Una lengua venenosa era mucho más peligrosa que una afilada espada. Pronto se divulgaría el rumor, la mentira que Katharina había creado. Sólo esperaba que los hombres le creyesen, después de todo la miraron medio embobados. El plan de la pelirroja era sencillo: causar pánico en la población. ¿Qué consecuencias traería? No faltaría mucho para que lo supiera.
Notó que el muchacho que se presentó como demonio dorado la miraba de reojo.
—¡Vaya, qué tímido! —Comentó burlescamente— Sus nombres son un tanto raro. Pueden llamarme Selene, y por favor, se pronuncia Selín.
Hacerse la tonta era lo que tocaba, de ninguna forma ellos podían saber que Katharina había pertenecido a la Marina. Mucho menos debían saber que había una pequeña recompensa de 35.000.000B por su cabeza. Dirigió la mirada a los labios del rubio, pero musitaba tan rápido que no alcanzó a interpretar una sola palabra. Si ellos decidiesen confiar en ella, de seguro que los ayudaría... Aunque confiar en la Bruja era venderle el alma al diablo. Si corroboraba que eran revolucionarios, y las cosas seponían feas, podía venderlos y así negociar con los marines. Era una buena idea, pero Katharina no estaba segura si podía calmar todo el odio que sentía.
Se alejó de la muchedumbre, tal como la pareja de rubios lo hizo. Todos sus movimientos eran un tanto sospechosos; la pelirroja hubiera optado por permanecer entre la gente. Así se le inculcó durante su entrenamiento en la Orden Carmesí, después de todo Katharina debía ser la asesina perfecta. De repente, cuando estaban un poco apartados, escuchó a la rubia preguntarle a su aparente compañero si acaso había visto algo. ¡Bingo! Efectivamente estaban observando, o buscando, algo o a alguien. ¿Sería la Bruja capaz de descifrarlo?
De repente se alejó un poco del grupo y se acercó a varios hombres que observaban a los marines trabajar. Colocó una cara de disgusto y les habló.
—¿Saben que el cuartel está siendo subvencionado por nosotros? ¡Nuestros impuestos pagan esta construcción! —Comentó con malicia— Además, escuché a un marine decir que nos subirán los impuestos para pagar sus sueldos, ¿no les parece injusto?
Una lengua venenosa era mucho más peligrosa que una afilada espada. Pronto se divulgaría el rumor, la mentira que Katharina había creado. Sólo esperaba que los hombres le creyesen, después de todo la miraron medio embobados. El plan de la pelirroja era sencillo: causar pánico en la población. ¿Qué consecuencias traería? No faltaría mucho para que lo supiera.
Danio Rerio
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-Vicealmirante Danio Rerio – Le contesté al oficial haciendo el saludo militar. – Pues sí, hay varias cuestiones de las que me gustaría hablar, siendo la prioritaria el estado del pueblo de esta isla y sus ideas acerca de la marina. El modelo de edificio que se creará iba a depender de esa información, pero en su lugar servirá para modificar el orden de construcción. De no ser demasiado entusiastas con nuestra presencia lo primero que levantaríamos serían las defensas exteriores, además de tratar de apaciguar a la población y mostrarles que somos de mucha más ayuda de lo que se piensan. Si por su experiencia saben que están muy a nuestro favor, levantaríamos las defensas exteriores en última instancia. - Esperaría la valoración de Jack antes de seguir con las preguntas, estas algo más militares. – Me gustaría saber las fuerzas militares de las que consta la isla, siendo en su mayoría soldados de imperio, imagino. También me gustaría saber cómo va la justicia en este lugar, y quien se encarga de hacerla cumplir. Y una vez deje todo organizado me gustaría que me organizara una reunión con el gobernador local, o el que el imperio de Hallstat tenga al mando aquí. De momento creo que eso es todo teniente.
Le había una buena charla al pobre oficial, pero necesitaba mucha cantidad de información. Por suerte mientras caminaba hacía el lugar de construcción, antes incluso de encontrarme con el marine, había decido como iba a ser la fortaleza. La había diseñado tiempo atrás como una de las opciones para la base de la división en el nuevo mundo. A Al le gusto más la otra, por lo que esta la había dejado medio olvidada, hasta que vi la posición tan perfecta para ella en ese acantilado. Además, por la disposición de la misma, se podía hacer varias salidas de emergencia secretas, que pudiera ser usada también como método de acceso en caso de necesitar recuperarla. Ahora solo faltaba ver que me contaba Jack, y luego comenzar a dar las ordenes pertinentes.
Le había una buena charla al pobre oficial, pero necesitaba mucha cantidad de información. Por suerte mientras caminaba hacía el lugar de construcción, antes incluso de encontrarme con el marine, había decido como iba a ser la fortaleza. La había diseñado tiempo atrás como una de las opciones para la base de la división en el nuevo mundo. A Al le gusto más la otra, por lo que esta la había dejado medio olvidada, hasta que vi la posición tan perfecta para ella en ese acantilado. Además, por la disposición de la misma, se podía hacer varias salidas de emergencia secretas, que pudiera ser usada también como método de acceso en caso de necesitar recuperarla. Ahora solo faltaba ver que me contaba Jack, y luego comenzar a dar las ordenes pertinentes.
- Dato:
- https://www.onepiece-definitiverol.com/t19972-proyectos-arquitectonicos
Esta será la edificación que se construirá en la isla. (El castillo, no la torre)
Miré al cielo durante un segundo. Hasta ese momento, lo único que me había molestado realmente desde que decidiera sentarme en mi trono era la lluvia. Ésta había sido un verdadero incordio, pero poco a poco había ido amainando y ya se podían ver los primeros rayos de sol filtrarse entre las nubes. «Con tanto trabajo ni se habrán fijado en el aguacero que estaba cayendo. Para que luego digan que no me sacrifico por la Marina y no me tomo en serio mi trabajo. ¡Aquí estoy, sufriendo!», me dije, divertido.
No obstante, no me atreví a decir nada en voz alta. Por algún extraño motivo, exceptuando al tipo que me había recriminado mi actitud anteriormente, nadie se había parado para decirme que entrara en faena. Había cargos más altos que yo en la jerarquía, pero debían encontrarse demasiado ocupados con asuntos de mayor importancia como para encargarse de un vago... o bueno, de un relajado, como me gustaba decir.
De lo que no había duda era de que los marines allí no prestaban demasiada atención a sus subalternos. En el "Monkey D. Garp", el capitán Kensington ya se habría asegurado de que fuese yo solo quien terminase de mover los materiales de un lugar a otro como castigo por mi pereza. «Por suerte no está aquí... o por desgracia», pensé, dejando que la melancolía gobernase mi mente durante unos largos segundos.
Un grito frente a mí me devolvió a la realidad. A unos metros de mí se encontraba el tipo enorme que había llamado mi atención al bajarse del barco. Era varias veces más grande que cualquiera de los allí presentes, y transportaba una carga para la que probablemente harían falta tres hombres normales. Había tardado demasiado en aparecer, pero ya se encontraba allí el primer tipo que insistía en que moviese un poco mis perezosas articulaciones.
-Sí, claro -respondí para, un instante después, bajar de la caja de un salto. A continuación, hice el amago de coger un saco con aspecto de ser bastante pesado que había junto a mí. Mi comportamiento dependería completamente de cómo actuara el pelirrojo. Si se quedaba cerca de mí, no me quedaría otra más que llevar el saco hasta el lugar indicado. Sin embargo, una vez lo hiciera me escabulliría entre la multitud de uniformados con el objetivo de volver a mi privilegiado asiento de madera. En caso de que simplemente se machara tras reprenderme, soltaría el saco y volvería a recuperar mi posición sobre la caja.
Me daba pereza colaborar, sí, pero más aún iniciar una trifulca con un compañero porque me negaba a hacer lo que debía hacer... y más aún si me reía de él en su cara, que seguramente sería el modo en que se lo tomaría si ni me molestase en bajar de la caja.
No obstante, no me atreví a decir nada en voz alta. Por algún extraño motivo, exceptuando al tipo que me había recriminado mi actitud anteriormente, nadie se había parado para decirme que entrara en faena. Había cargos más altos que yo en la jerarquía, pero debían encontrarse demasiado ocupados con asuntos de mayor importancia como para encargarse de un vago... o bueno, de un relajado, como me gustaba decir.
De lo que no había duda era de que los marines allí no prestaban demasiada atención a sus subalternos. En el "Monkey D. Garp", el capitán Kensington ya se habría asegurado de que fuese yo solo quien terminase de mover los materiales de un lugar a otro como castigo por mi pereza. «Por suerte no está aquí... o por desgracia», pensé, dejando que la melancolía gobernase mi mente durante unos largos segundos.
Un grito frente a mí me devolvió a la realidad. A unos metros de mí se encontraba el tipo enorme que había llamado mi atención al bajarse del barco. Era varias veces más grande que cualquiera de los allí presentes, y transportaba una carga para la que probablemente harían falta tres hombres normales. Había tardado demasiado en aparecer, pero ya se encontraba allí el primer tipo que insistía en que moviese un poco mis perezosas articulaciones.
-Sí, claro -respondí para, un instante después, bajar de la caja de un salto. A continuación, hice el amago de coger un saco con aspecto de ser bastante pesado que había junto a mí. Mi comportamiento dependería completamente de cómo actuara el pelirrojo. Si se quedaba cerca de mí, no me quedaría otra más que llevar el saco hasta el lugar indicado. Sin embargo, una vez lo hiciera me escabulliría entre la multitud de uniformados con el objetivo de volver a mi privilegiado asiento de madera. En caso de que simplemente se machara tras reprenderme, soltaría el saco y volvería a recuperar mi posición sobre la caja.
Me daba pereza colaborar, sí, pero más aún iniciar una trifulca con un compañero porque me negaba a hacer lo que debía hacer... y más aún si me reía de él en su cara, que seguramente sería el modo en que se lo tomaría si ni me molestase en bajar de la caja.
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Edward no estaba seguro de cual sería la mejor estrategia, y no pudo decidirse porque su compañera lo interrumpió. ¿Había visto algo importante? Bueno, eso depende de si consideras importante la presencia de varias decenas de marines. El demonio se giró hacia ella para responderle, pero entonces, antes de que pudiera hablar, la pelirroja se alejó de ellos y se dirigió a unos civiles que estaban cerca. Se había presentado como Selene y los había seguido cuando salieron de entre la muchedumbre.
-Un momento. -Dijo Edward, levantando un poco la mano para pedirle a Mordred que esperara. Usando el Kit Kikite-koe, giró su broche un poco para encender el auricular y aumentar un poco el volumen, lo suficiente para oír lo que la extraña decía. Esta chica sabía lo que hacía, el rubio sonrió con ironía. Desactivó el auricular y le comentó a su compañera en voz baja lo que Selene había hecho, pues supuso que no lo habría podido oír. -Esta chica parece que está de nuestro lado, está incitando a la gente a rebelarse por una supuesta subida de impuestos. Quizás sea nuestra mejor opción... aunque... -Se detuvo unos instantes. Con las pocas palabras que había intercambiado con la rubia, ya sabía lo que le debía gustar la lucha, por lo que supuso que la idea de "vencer" a base de hablar con la gente no le sería de mucho agrado. -...cuando la gente se empiece a movilizar, también tendremos que estar preparados para la acción, las cosas se pueden torcer y no queremos bajas civiles. ¿Qué te parece?
Cuando Selene se acercara, el joven le dedicaría una sonrisa y se presentaría apropiadamente. -Puedes llamarme Ed y, si no me equivoco, creo que tienes un plan. He oído lo que les has dicho, debo suponer que es mentira ¿no?... Me parece que no eres una novata en esto, entre eso y como te moviste antes con sigilo... ¿Te importaría decirnos algo más de ti? Yo responderé a tus preguntas si es que las tienes, esto no es un interrogatorio. -Concluyó manteniendo su cálida sonrisa y tratando de transmitir tranquilidad y naturalidad a la conversación, para que la chica no se sintiera avasallada.
Si todo iba bien, en breve podrían empezar a alentar a la gente a tomar las armas (o a rebelarse a grito pelao) y sabotear el proyecto de construcción de la marina. Si eso no tenía éxito... habría que buscar un método más... directo.
-Un momento. -Dijo Edward, levantando un poco la mano para pedirle a Mordred que esperara. Usando el Kit Kikite-koe, giró su broche un poco para encender el auricular y aumentar un poco el volumen, lo suficiente para oír lo que la extraña decía. Esta chica sabía lo que hacía, el rubio sonrió con ironía. Desactivó el auricular y le comentó a su compañera en voz baja lo que Selene había hecho, pues supuso que no lo habría podido oír. -Esta chica parece que está de nuestro lado, está incitando a la gente a rebelarse por una supuesta subida de impuestos. Quizás sea nuestra mejor opción... aunque... -Se detuvo unos instantes. Con las pocas palabras que había intercambiado con la rubia, ya sabía lo que le debía gustar la lucha, por lo que supuso que la idea de "vencer" a base de hablar con la gente no le sería de mucho agrado. -...cuando la gente se empiece a movilizar, también tendremos que estar preparados para la acción, las cosas se pueden torcer y no queremos bajas civiles. ¿Qué te parece?
Cuando Selene se acercara, el joven le dedicaría una sonrisa y se presentaría apropiadamente. -Puedes llamarme Ed y, si no me equivoco, creo que tienes un plan. He oído lo que les has dicho, debo suponer que es mentira ¿no?... Me parece que no eres una novata en esto, entre eso y como te moviste antes con sigilo... ¿Te importaría decirnos algo más de ti? Yo responderé a tus preguntas si es que las tienes, esto no es un interrogatorio. -Concluyó manteniendo su cálida sonrisa y tratando de transmitir tranquilidad y naturalidad a la conversación, para que la chica no se sintiera avasallada.
Si todo iba bien, en breve podrían empezar a alentar a la gente a tomar las armas (o a rebelarse a grito pelao) y sabotear el proyecto de construcción de la marina. Si eso no tenía éxito... habría que buscar un método más... directo.
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Una vez el hombre empezó a trabajar, supe que hice lo correcto. Asentí con firmeza y volví a lo mío. Cogí otro montón de piedras y empecé a llevarlas hasta su destino. Sinceramente, aún quedaba mucho trabajo por hacer. Las dimensiones del edificio eran endemoniadamente grandes para terminarlo aquel día. ¿Quizás tardaríamos semanas en acabarlo? ¿O meses? Era algo que no sabía a ciencia cierta. Lo que si tenía claro era que, si teníamos que trabajar día y noche para finalizarlo, lo haría con gusto y determinación. Mas no parecía tan fácil la cosa. La gente que se hallaba frecuentando el puerto empezó a gritar. ¿De qué se quejaban? De sus bocas salía bilis sin sentido. Decían que nosotros les robábamos. Que nos fuéramos de allí. ¿Por qué habían cambiado su comportamiento de una forma tan drástica? ¿Acaso se habían quejado antes? ¿De dónde se habían sacado que por nuestra culpa les iban a subir los impuestos? No soltaban nada más que falacias, y la vena de mi frente se estaba hinchando sobremanera. Sin dudarlo, dejé las piedras en el suelo. Acto seguido, empecé a caminar hacia la muchedumbre enfurecida.
– ¡Vosotros! – grité, furioso – ¡Las falacias que soltáis por la boca no tienen sentido alguno! ¡Quien os haya dicho tales cosas miente! ¡Este cuartel no os va a costar nada! ¡Nuestra llegada solo hará más que favoreceros, buenas gentes de Lvneel! ¡Por lo tanto, bajad la voz y seguid con lo vuestro! ¡Mientras tanto, nosotros haremos nuestro trabajo para hacer de este mundo uno mejor y más seguro! ¡Os invito a que os disperséis inmediatamente!
Tras alzar la voz de tal manera, los ciudadanos empezaron a ceder ante mis argumentos. Intenté no asustarlos en la medida de lo posible, pero por las caras de algunos… lo había conseguido. En estos casos una actitud tranquila no hubiese servido de nada. Debía mostrarles el respeto que debían de mantener hacia nosotros. Yo sabía de buen grado que alguien de mi rango no tenía por qué hacer nada, pero mi corazón decía lo contrario. Era injusto que alguien te acuse de algo que no has cometido. No sabía a ciencia cierta quién subvencionaría aquella construcción, pero tenía fe en que la Marina no habría hecho que los ciudadanos lo hiciesen. Ahora bien, ¿todo eso lo habrían intuido ellos solos? A mi no me cuadraba para nada que, de pronto, empezasen una manifestación. Todo aquello me olía a chamusquina, y tenía que informar a alguien de mis pensamientos. Decidí coger las rocas de nuevo, una vez la muchedumbre fue calmada por mi. Hice mi ruta hasta el acantilado y dejé allí los materiales. Acto seguido, me dirigí hacia el vicealmirante, que allí se hallaba.
– Señor. Quizás lo haya oído, pero los habitantes casi montan una reyerta. Me he encargado yo mismo de calmar a las masas, aunque dudo que dure mucho. Debo informarle que, personalmente, esto no me huele bien. No puedo comprender de dónde han sacado esa falsedad de información. Le pido expresamente que me deje ayudar. Creo que asegurar el bienestar de los marines es prioritario… pero eso ya lo decide usted.
– ¡Vosotros! – grité, furioso – ¡Las falacias que soltáis por la boca no tienen sentido alguno! ¡Quien os haya dicho tales cosas miente! ¡Este cuartel no os va a costar nada! ¡Nuestra llegada solo hará más que favoreceros, buenas gentes de Lvneel! ¡Por lo tanto, bajad la voz y seguid con lo vuestro! ¡Mientras tanto, nosotros haremos nuestro trabajo para hacer de este mundo uno mejor y más seguro! ¡Os invito a que os disperséis inmediatamente!
Tras alzar la voz de tal manera, los ciudadanos empezaron a ceder ante mis argumentos. Intenté no asustarlos en la medida de lo posible, pero por las caras de algunos… lo había conseguido. En estos casos una actitud tranquila no hubiese servido de nada. Debía mostrarles el respeto que debían de mantener hacia nosotros. Yo sabía de buen grado que alguien de mi rango no tenía por qué hacer nada, pero mi corazón decía lo contrario. Era injusto que alguien te acuse de algo que no has cometido. No sabía a ciencia cierta quién subvencionaría aquella construcción, pero tenía fe en que la Marina no habría hecho que los ciudadanos lo hiciesen. Ahora bien, ¿todo eso lo habrían intuido ellos solos? A mi no me cuadraba para nada que, de pronto, empezasen una manifestación. Todo aquello me olía a chamusquina, y tenía que informar a alguien de mis pensamientos. Decidí coger las rocas de nuevo, una vez la muchedumbre fue calmada por mi. Hice mi ruta hasta el acantilado y dejé allí los materiales. Acto seguido, me dirigí hacia el vicealmirante, que allí se hallaba.
– Señor. Quizás lo haya oído, pero los habitantes casi montan una reyerta. Me he encargado yo mismo de calmar a las masas, aunque dudo que dure mucho. Debo informarle que, personalmente, esto no me huele bien. No puedo comprender de dónde han sacado esa falsedad de información. Le pido expresamente que me deje ayudar. Creo que asegurar el bienestar de los marines es prioritario… pero eso ya lo decide usted.
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- Como le decía, llevo casi dos años destinado aquí. Al principio la situación era complicada, sobre todo por la transición de poder tras el final de la guerra. Pero actualmente, tanto el pueblo como el gobierno que se ha establecido están más que satisfechos con nuestro trabajo. Apenas ha habido incidentes en los últimos meses. - Respondí a su primera pregunta, para luego continuar aclarando las cuestiones que el vicealmirante planteaba. - Hay algo más de un centenar de marines en la isla. Nos establecimos en un antiguo edificio en el centro de la ciudad, cercano al palacio, que acomodamos como cuartel para nuestra estancia. Ahora dirijo una unidad de veinte hombres, y están a su entera disposición.
Por lo general, por todos en la isla era sabido que no solía ser tan amable y obediente con mis superiores. Pero aquel tipo me caía bien, y un gyojin capaz de llegar a dónde él lo había hecho, era digno de respeto. Así que no podía evitar sentir incluso cierta admiración por aquel hombre.
- Con respecto al actual gobierno de la isla... el imperio designó a un gobernador de su confianza. Puedo organizarles una reunión para esta misma noche, si así lo desea. - Adelantándome a su petición, ya había sugerido al gobernador una cena para recibir a quién estuviese al cargo de la construcción. Tras tanto tiempo rodeado de políticos, parece que había acabado aprendiendo algo sobre su forma de hacer las cosas. - Y, por último, entre el ejército y la guardia superan el medio millar de hombres. - Habiendo respondido a todo, y esperando no haberme olvidado de ningún detalle importante, me mantuve en silencio y atento hasta recibir nuevas órdenes.
Por lo general, por todos en la isla era sabido que no solía ser tan amable y obediente con mis superiores. Pero aquel tipo me caía bien, y un gyojin capaz de llegar a dónde él lo había hecho, era digno de respeto. Así que no podía evitar sentir incluso cierta admiración por aquel hombre.
- Con respecto al actual gobierno de la isla... el imperio designó a un gobernador de su confianza. Puedo organizarles una reunión para esta misma noche, si así lo desea. - Adelantándome a su petición, ya había sugerido al gobernador una cena para recibir a quién estuviese al cargo de la construcción. Tras tanto tiempo rodeado de políticos, parece que había acabado aprendiendo algo sobre su forma de hacer las cosas. - Y, por último, entre el ejército y la guardia superan el medio millar de hombres. - Habiendo respondido a todo, y esperando no haberme olvidado de ningún detalle importante, me mantuve en silencio y atento hasta recibir nuevas órdenes.
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Bostezé profundamente, ya estaba dejándome dormir esperando a que mi compañero armara un plan. Fue entonces cuando la extraña de cabellos rojizos que se había presentado con el nombre de Selene, avanzó hacia la multitud. ¿Quién era en verdad esa mujer? Desprendía un aroma muy parecido a mi madre, Morgana. No me gustaba esa mujer y probablemente ella estaba tramando algo. Mi compañero ya había salido de sus pensamientos y no tardé nada en decirle lo que pensaba de esa persona.
- Oi, no nos fiemos de esa persona. Desprende un aroma que me trae malos recuerdos, andemos con pies de plomo mientras esté cerca. Aunque, supongo, que tú también te habrás dado cuenta que no es de fiar - hablé de forma seria.
Al parecer, la extraña había estado diciendo algo importante a la gente acerca de los marines, pues al rato estos comenzaron a revelarse contra los enviados del Gobierno. Al ver aquella escena, recordé la rebelión que había llevado contra mi padre en mi isla natal. No me fiaba de Selene, pero sabía cómo llegar al corazón de las personas. Las personas de Lvneel alzaban cada vez más sus gritos, amenazando con hacer el trabajo de la Armada Revolucionaria. Escuché las palabras del demonio dorado con atención.
- Estoy de acuerdo en entrar en acción en cualquier momento. Llevo bastante tiempo deseando luchar contra esos perros blanquiazules, no sabes cuanto - una sonrisa sádica se formó en mis labios como cuando un león se dispone a saltar sobre su presa en cualquier momento.
Pasé de las palabras que le dedicaría mi compañero a la mujer, simplemente seguí observando a la multitud y a los marines. A decir verdad, estaba esperando con ansias cualquier excusa para salir a cortar cabezas de marines. Pero toda esperanza se desvaneció cuando un enorme y musculoso marine hizo retroceder a la multitud gritándole defendiendo a su facción. Eso fue un craso error. Lo que hizo aquel hombre no fue sino apaciguar temporalmente la tormenta que se desataría más adelante. Los ciudadanos no estaban armados y puede que por eso retrocedieron. Era posible que volvieran cuando estuvieran mejor preparados.
Comencé a reír - Algo me dice que aquí se va a liar una bastante gorda. Gritarle a una turba furiosa es mala idea, eso solo hace que el odio crezca con fuerza. Mejor será que nos preparemos para lo que está por venir. Esa gente volverá... y a los marines no les gustará lo que se van a encontrar -
- Oi, no nos fiemos de esa persona. Desprende un aroma que me trae malos recuerdos, andemos con pies de plomo mientras esté cerca. Aunque, supongo, que tú también te habrás dado cuenta que no es de fiar - hablé de forma seria.
Al parecer, la extraña había estado diciendo algo importante a la gente acerca de los marines, pues al rato estos comenzaron a revelarse contra los enviados del Gobierno. Al ver aquella escena, recordé la rebelión que había llevado contra mi padre en mi isla natal. No me fiaba de Selene, pero sabía cómo llegar al corazón de las personas. Las personas de Lvneel alzaban cada vez más sus gritos, amenazando con hacer el trabajo de la Armada Revolucionaria. Escuché las palabras del demonio dorado con atención.
- Estoy de acuerdo en entrar en acción en cualquier momento. Llevo bastante tiempo deseando luchar contra esos perros blanquiazules, no sabes cuanto - una sonrisa sádica se formó en mis labios como cuando un león se dispone a saltar sobre su presa en cualquier momento.
Pasé de las palabras que le dedicaría mi compañero a la mujer, simplemente seguí observando a la multitud y a los marines. A decir verdad, estaba esperando con ansias cualquier excusa para salir a cortar cabezas de marines. Pero toda esperanza se desvaneció cuando un enorme y musculoso marine hizo retroceder a la multitud gritándole defendiendo a su facción. Eso fue un craso error. Lo que hizo aquel hombre no fue sino apaciguar temporalmente la tormenta que se desataría más adelante. Los ciudadanos no estaban armados y puede que por eso retrocedieron. Era posible que volvieran cuando estuvieran mejor preparados.
Comencé a reír - Algo me dice que aquí se va a liar una bastante gorda. Gritarle a una turba furiosa es mala idea, eso solo hace que el odio crezca con fuerza. Mejor será que nos preparemos para lo que está por venir. Esa gente volverá... y a los marines no les gustará lo que se van a encontrar -
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El venenoso plan de la bruja estaba tomando forma y dando resultados. Algunos ciudadanos, todos desarmados, comenzaron a correr el rumor que había esparcido Katharina y, pronto, estaban conspirando contra la Marina y su proyecto de cuartel. Sin embargo, un gigantesco hombre de cabellos rojizos que trabajaba en el puerto intentó calmar la población. ¡Pero qué brutalidad! ¡Y qué mentiras decía! Ningún marine hacía de un mundo un lugar mejor y, Katharina, había podido comprobarlo por sí misma.
En un principio retrocedieron, pero pronto volverían con más fuerza. La bruja no tenía pensado detenerse en ningún momento, pensaba seguir contaminando las mentes de los ciudadanos y provocar un revuelo. Pero ella sabía que no sería suficiente… Sabía que debía poner en bandos opuestos a la Marina y al ejército de Lvneel. Sin embargo, ¿cómo hacerlo? No tenía ninguna forma de controlar la mente de alguna criatura; si hubiera contado con un hechizo así, todo sería sencillo.
La bruja retrocedió hasta estar junto a los supuestos revolucionarios, aunque aún no contaba con suficientes pruebas para respaldar su hipótesis. Se mostró impresionada cuando el chico de cabellos rubios mencionó que había escuchado el plan de Katharina. No estaba ante gente normal, al menos no del todo. ¿Cómo había podido escuchar? Interesante, de hecho, muy interesante. Pero el chico quería saber algo más de ella.
—Mucho gusto, Ed —sonrió e hizo una leve reverencia, un tanto irónica—. Pueden pensar que soy alguien que lleva mucho tiempo haciendo cosas como estas, pero se equivocan —mintió—. No tengo problemas en contarles cosas de mí, pero primero debemos deshacernos de ese barco. No me agradan los marines ni simpatizo con el Gobierno Mundial —expresó frunciendo el ceño.
Debía andarse con cuidado, ese chico de cabellos rubios no era alguien débil. Si era usuario de haki de observación, se daría cuenta inmediatamente que Katharina no era una persona normal. Ninguna persona normal tenía Haki del Rey. No quería cagarla en ningún momento, por lo que no debía decir cosas de más y dejarse llevar por sus impulsos, aunque tenía más que claro que terminaría cagándola de alguna u otra forma.
Sin perder el tiempo, se colocó la capucha y comenzó a moverse entre la gente con naturalidad. Era hora de comenzar los preparativos. Contaba con un hechizo conocido como Meteoro, el cual provocaba poderosas explosiones. Usándolo un par de veces podía dejar completamente inútil el barco y los materiales de construcción, aunque por otro lado podía levantar sospechas. No quería admitirlo, pero entre ese gigante gyojin y el barbón pelirrojo… Al parecer tenía problemas.
—¡Los de la Marina siempre mienten! —le comentó a una mujer que estaba con su esposo— Sólo se dedican a imponernos sus creencias, una falsa justicia, y en realidad no se preocupan de nosotros —empuñó ambas manos y se mostró enojada—. Aún recuerdo cómo le dispararon a mi hermano porque pensaban que era un criminal…
Seguiría intoxicando la mente de las personas poniendo a la Marina en contra del pueblo. Si todos estaban preocupados de lo que pasaba en el puerto, Katharina podría dedicarse a robar los planos y largarse de ahí… Aunque, por otro lado, quería quedarse a ver cómo el cuartel era destruido antes de que fuera construido.
En un principio retrocedieron, pero pronto volverían con más fuerza. La bruja no tenía pensado detenerse en ningún momento, pensaba seguir contaminando las mentes de los ciudadanos y provocar un revuelo. Pero ella sabía que no sería suficiente… Sabía que debía poner en bandos opuestos a la Marina y al ejército de Lvneel. Sin embargo, ¿cómo hacerlo? No tenía ninguna forma de controlar la mente de alguna criatura; si hubiera contado con un hechizo así, todo sería sencillo.
La bruja retrocedió hasta estar junto a los supuestos revolucionarios, aunque aún no contaba con suficientes pruebas para respaldar su hipótesis. Se mostró impresionada cuando el chico de cabellos rubios mencionó que había escuchado el plan de Katharina. No estaba ante gente normal, al menos no del todo. ¿Cómo había podido escuchar? Interesante, de hecho, muy interesante. Pero el chico quería saber algo más de ella.
—Mucho gusto, Ed —sonrió e hizo una leve reverencia, un tanto irónica—. Pueden pensar que soy alguien que lleva mucho tiempo haciendo cosas como estas, pero se equivocan —mintió—. No tengo problemas en contarles cosas de mí, pero primero debemos deshacernos de ese barco. No me agradan los marines ni simpatizo con el Gobierno Mundial —expresó frunciendo el ceño.
Debía andarse con cuidado, ese chico de cabellos rubios no era alguien débil. Si era usuario de haki de observación, se daría cuenta inmediatamente que Katharina no era una persona normal. Ninguna persona normal tenía Haki del Rey. No quería cagarla en ningún momento, por lo que no debía decir cosas de más y dejarse llevar por sus impulsos, aunque tenía más que claro que terminaría cagándola de alguna u otra forma.
Sin perder el tiempo, se colocó la capucha y comenzó a moverse entre la gente con naturalidad. Era hora de comenzar los preparativos. Contaba con un hechizo conocido como Meteoro, el cual provocaba poderosas explosiones. Usándolo un par de veces podía dejar completamente inútil el barco y los materiales de construcción, aunque por otro lado podía levantar sospechas. No quería admitirlo, pero entre ese gigante gyojin y el barbón pelirrojo… Al parecer tenía problemas.
—¡Los de la Marina siempre mienten! —le comentó a una mujer que estaba con su esposo— Sólo se dedican a imponernos sus creencias, una falsa justicia, y en realidad no se preocupan de nosotros —empuñó ambas manos y se mostró enojada—. Aún recuerdo cómo le dispararon a mi hermano porque pensaban que era un criminal…
Seguiría intoxicando la mente de las personas poniendo a la Marina en contra del pueblo. Si todos estaban preocupados de lo que pasaba en el puerto, Katharina podría dedicarse a robar los planos y largarse de ahí… Aunque, por otro lado, quería quedarse a ver cómo el cuartel era destruido antes de que fuera construido.
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-Muy bien teniente comandante, me encantaría tener esa reunión con el gobernador local, además, nunca rechazo probar comidas nuevas para incluirlas en los menús. - No puede decir mucho más un recluta semigigante nos interrumpió comentando que había gritos y algo de revuelta y que él se había ocupado, miedo me daba esa frase. – Si me disculpas Jack, creo que tengo cosas que arreglar, pero tráete a tus chicos, necesitaremos ayuda para ayudar a defender la ruta del barco al fuerte hasta que acaben de bajar los materiales, aunque no deben quedar demasiados. Y una cosa más, pasa a buscarme por aquí para la cena, no me gustaría perderme por la ciudad y llegar tarde a una reunión importante, si no es mucha molestia claro.
Dicho aquello y tras esperar la respuesta del oficial de la marina, me dirigiría a la zona portuaria. Sin duda la gente estaba alborotada, y lo más probable es que lo que les dijera el marine solo los asustara por su tamaño, aunque estaba seguro de que lo hizo con buena intención. Por lo que me dijeron alguno de los marines que estaban allí formando parte de la gente se había marchado, pero algunos iban volviendo otra vez. Se notaba que había algo de tensión, y por lo que pude enterarme esto era debido a la noticia de que se les iban a subir los impuestos para costear el cuartel. Tenía que hacer algo, y lo más seguro es que un pequeño discurso ayudara a calmar los ánimos, y más incluyendo que ya había concertado una reunión con su gobernador. Vi a un chico rubio cerca de unas cajas, que aparentemente no hacía nada, pero las cajas me servirían para que me vieran mejor.
-Recluta, únase a sus compañeros en la formación. – Tras la orden me encarame a las cajas, llegando así a ser visto por mucha más gente. - ¡Pueblo de Lvneel! – Me esperaba algún abucheo inicial- Soy el vicealmirante Danio Rerio, estoy aquí para construir el fuerte que unirá más a vuestro imperio con el gobierno. Gracias a estos lazos más fuertes y a la nueva colaboración la estabilidad del Imperio de Hallstat se verá incrementada, repercutiendo eso en vuestras vidas de forma favorable. Estos lazos se están formando para evitar incidentes como el de hace unos años, vuestros gobernantes y los míos no desean que otra nueva guerra arrase estas tierras, y este fuerte será un instrumento para conseguirlo. He escuchado a bastantes de vosotros decir que se os subirán los impuestos para sufragarlo, nada más lejos de la realidad. Nosotros hemos traído los materiales, que como podéis ver estamos descargando en estos momentos y nuestros marines serán la mano de obra, por lo que esto no os costara nada de nada. De cualquier forma, esta noche tendré una reunión con vuestro gobernante, durante la misma le plantearé la pregunta sobre los impuestos para mañana poder confirmaros que no tiene base real. Dicho esto, y dado que veo tantas dudas podemos abrir una ronda de preguntas, trataré de responderlas todas con la mayor sinceridad posible, pero por favor ser ordenados y no habléis todos juntos.
Dicho aquello y tras esperar la respuesta del oficial de la marina, me dirigiría a la zona portuaria. Sin duda la gente estaba alborotada, y lo más probable es que lo que les dijera el marine solo los asustara por su tamaño, aunque estaba seguro de que lo hizo con buena intención. Por lo que me dijeron alguno de los marines que estaban allí formando parte de la gente se había marchado, pero algunos iban volviendo otra vez. Se notaba que había algo de tensión, y por lo que pude enterarme esto era debido a la noticia de que se les iban a subir los impuestos para costear el cuartel. Tenía que hacer algo, y lo más seguro es que un pequeño discurso ayudara a calmar los ánimos, y más incluyendo que ya había concertado una reunión con su gobernador. Vi a un chico rubio cerca de unas cajas, que aparentemente no hacía nada, pero las cajas me servirían para que me vieran mejor.
-Recluta, únase a sus compañeros en la formación. – Tras la orden me encarame a las cajas, llegando así a ser visto por mucha más gente. - ¡Pueblo de Lvneel! – Me esperaba algún abucheo inicial- Soy el vicealmirante Danio Rerio, estoy aquí para construir el fuerte que unirá más a vuestro imperio con el gobierno. Gracias a estos lazos más fuertes y a la nueva colaboración la estabilidad del Imperio de Hallstat se verá incrementada, repercutiendo eso en vuestras vidas de forma favorable. Estos lazos se están formando para evitar incidentes como el de hace unos años, vuestros gobernantes y los míos no desean que otra nueva guerra arrase estas tierras, y este fuerte será un instrumento para conseguirlo. He escuchado a bastantes de vosotros decir que se os subirán los impuestos para sufragarlo, nada más lejos de la realidad. Nosotros hemos traído los materiales, que como podéis ver estamos descargando en estos momentos y nuestros marines serán la mano de obra, por lo que esto no os costara nada de nada. De cualquier forma, esta noche tendré una reunión con vuestro gobernante, durante la misma le plantearé la pregunta sobre los impuestos para mañana poder confirmaros que no tiene base real. Dicho esto, y dado que veo tantas dudas podemos abrir una ronda de preguntas, trataré de responderlas todas con la mayor sinceridad posible, pero por favor ser ordenados y no habléis todos juntos.
- Datos:
- Talento: Tiene un talento natural para el liderazgo y el mando, sea a donde sea que va, rápidamente se hace con el respeto de sus subordinados. Esto se debe a su capacidad de inspirar al resto de sus compañeros infundiéndoles seguridad incluso en momentos difíciles. Aunque como en todo, siempre hay quien no lo ve así.
Leeros el post de Jack, lleva roleando un año on rol en la isla.
Recordar que estas islas sufrieron el capítulo de la guerra de hallstat
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Asentí a cada frase que el vicealmirante Danio pronunciaba, mostrando verdadero interés e intentando no olvidar ningún detalle. Hasta que uno de sus hombres nos interrumpió. Se trataba del mismo grandullón pelirrojo en el que había reparado a mi llegada. El cual nos traía noticias preocupantes de la situación en el muelle. Situación de la que decía haberse encargado.
- ¿Una reyerta? - comenté en voz baja, casi para mí mismo.
Aquello no tenía ningún sentido. Precisamente acababa de informar de que no habíamos tenido ni un solo incidente en meses… Mi primera reacción fue la de ofrecerme a ir yo mismo al puerto, para averiguar que estaba pasando. Pero cuando el vicealmirante se dispuso, comprendí que su presencia sería mucho más efectiva. Después de todo, me superaba por mucho en la jerarquía, y tenía autoridad sobre todos los marines de la isla. Además, como oficial al mando de la construcción podría resolver mejor que yo cualquier cuestión referente a esta.
- Traeré a mis hombres enseguida, señor. - Le informé mientras se alejaba. Para luego dirigirme al marine que nos había traído la noticia, y a otro cercano. Un tipo de piel morena y cabello blanco que justo descargaba un saco en ese momento. - Acompañadme, tenemos trabajo que hacer.
Sin darles tiempo para quejas o reclamos, di media vuelta y eché a andar en dirección al interior de la ciudad. Dejando el puerto y la zona de construcción atrás. Después de unos minutos, tras haber recorrido algunas calles y confiando en que vendrían detrás de mí, me dirigí de nuevo a ellos.
- Podéis llamarme Jack - me presenté, esperando que hiciesen lo mismo.
Había sido demasiado brusco al dirigirme a ellos. Y aunque solo fuese por la preocupación que en aquel momento me había generado la noticia recibida, no quería que dos compañeros se llevasen una mala impresión mía. Por lo que al dirigirme a ellos lo hice en un tono más relajado, esperando poder charlar hasta que llegásemos al punto de encuentro.
- ¿Una reyerta? - comenté en voz baja, casi para mí mismo.
Aquello no tenía ningún sentido. Precisamente acababa de informar de que no habíamos tenido ni un solo incidente en meses… Mi primera reacción fue la de ofrecerme a ir yo mismo al puerto, para averiguar que estaba pasando. Pero cuando el vicealmirante se dispuso, comprendí que su presencia sería mucho más efectiva. Después de todo, me superaba por mucho en la jerarquía, y tenía autoridad sobre todos los marines de la isla. Además, como oficial al mando de la construcción podría resolver mejor que yo cualquier cuestión referente a esta.
- Traeré a mis hombres enseguida, señor. - Le informé mientras se alejaba. Para luego dirigirme al marine que nos había traído la noticia, y a otro cercano. Un tipo de piel morena y cabello blanco que justo descargaba un saco en ese momento. - Acompañadme, tenemos trabajo que hacer.
Sin darles tiempo para quejas o reclamos, di media vuelta y eché a andar en dirección al interior de la ciudad. Dejando el puerto y la zona de construcción atrás. Después de unos minutos, tras haber recorrido algunas calles y confiando en que vendrían detrás de mí, me dirigí de nuevo a ellos.
- Podéis llamarme Jack - me presenté, esperando que hiciesen lo mismo.
Había sido demasiado brusco al dirigirme a ellos. Y aunque solo fuese por la preocupación que en aquel momento me había generado la noticia recibida, no quería que dos compañeros se llevasen una mala impresión mía. Por lo que al dirigirme a ellos lo hice en un tono más relajado, esperando poder charlar hasta que llegásemos al punto de encuentro.
Todos mis planes de relajación se vieron frustrados en apenas unos minutos. El primero en acercarse a mí había sido el grandullón, pero él no era realmente un problema. El mandato que no podía ignorar provenía del gyojin que ostentaba el cargo de vicealmirante. Contemplé a la furiosa muchedumbre que trataba de ser aplacada. Según tenía entendido, un destacamento de marines llevaba mucho tiempo en la isla y se encontraba en buenas relaciones tanto con el pueblo como con el gobierno. «Esto no tiene ningún sentido... Así de buenas a primeras, sin haber dado ninguna queja antes», me dije antes de volver a levantar mi saco.
Las palabras del vicealmirante resonaron en mi cabeza cuando me disponía a moverme: "Recluta, únase a sus compañeros en la formación". Aquella orden tenía prioridad sobre cualquiera recibiera, así que me dispuse a soltar el saco y hacer lo que se me mandaba. Sin embargo, el oficial con el que el gyojin había estado hablando hasta hacía apenas unos instantes me instó a que le siguiera.
Di por hecho que aquella indicación tendría el visto bueno del marine con más alto rango de por allí, ya que había estado conversando con él hasta hacía unos instantes. ¿Que cómo me sentí en aquellos momentos? Disgustado sería la palabra correcta, dejando que ciertos matices de frustración impregnaran el primer concepto. La que iba a ser una apacible estancia en el puerto, contemplando el mar y viendo a mis compañeros trabajar como hormigas, se había tornado de lo más conflictiva.
Sin ningún tipo de sentido una turba se había decidido enfadar y, por si fuera poco, todos los mandos de la zona parecían haber puesto sus ojos en mí. «A lo mejor si me tiño paso por un moreno de piel más», reflexioné mientras me aproximaba al oficial que me reclamaba. El enorme tipo pelirrojo que me había increpado en primer lugar también había sido seleccionado, lo que no me agradaba en absoluto. Seguro que el condenado no me quitaba ojo de encima cuando nuestro superior lo hiciera, por lo que tendría muy difícil escaquearme de forma sutil.
Nos introdujimos en la ciudad. Por mi parte, caminaba con aire despreocupado pero atento a los alrededores. No sabía si algún habitante local de los que se había enfadado porque... porque... lo cierto era que no sabía por qué, querría volverse protagonista de todo aquello.
-Iulio -respondí mientras me situaba a la izquierda de Silver para caminar apenas un paso por detrás de él. Mi nombre fue seguido por un mal disimulado bostezo. La caja de la que me habían echado era más cómoda de lo que se pudiera pensar y, de forma inconsciente, la añoraba-. Estuve viendo a los que bajaban del barco y tú no fuiste uno de ellos -comenté, haciendo un gesto con la cabeza al grandullón-. Tampoco te vi en el destacamento que llegó hace unos días, del que yo formaba parte. Imagino que serás de ese grupo que lleva aquí un tiempo... ¿Me puedes explicar a qué demonios ha venido el revuelo que se ha formado en el puerto?
Tras decir aquello, volví a mirar al fortachón. No recordaba haber visto a nadie tan alto en mi vida. Bueno, tal vez el capitán Kensington... No, incluso él era más bajo que la mole que caminaba a poca distancia de mí. No le dije nada, sino que esperé a que respondiera al cabecilla del pequeño grupo que, a fin de cuentas, era nuestro superior.
Las palabras del vicealmirante resonaron en mi cabeza cuando me disponía a moverme: "Recluta, únase a sus compañeros en la formación". Aquella orden tenía prioridad sobre cualquiera recibiera, así que me dispuse a soltar el saco y hacer lo que se me mandaba. Sin embargo, el oficial con el que el gyojin había estado hablando hasta hacía apenas unos instantes me instó a que le siguiera.
Di por hecho que aquella indicación tendría el visto bueno del marine con más alto rango de por allí, ya que había estado conversando con él hasta hacía unos instantes. ¿Que cómo me sentí en aquellos momentos? Disgustado sería la palabra correcta, dejando que ciertos matices de frustración impregnaran el primer concepto. La que iba a ser una apacible estancia en el puerto, contemplando el mar y viendo a mis compañeros trabajar como hormigas, se había tornado de lo más conflictiva.
Sin ningún tipo de sentido una turba se había decidido enfadar y, por si fuera poco, todos los mandos de la zona parecían haber puesto sus ojos en mí. «A lo mejor si me tiño paso por un moreno de piel más», reflexioné mientras me aproximaba al oficial que me reclamaba. El enorme tipo pelirrojo que me había increpado en primer lugar también había sido seleccionado, lo que no me agradaba en absoluto. Seguro que el condenado no me quitaba ojo de encima cuando nuestro superior lo hiciera, por lo que tendría muy difícil escaquearme de forma sutil.
Nos introdujimos en la ciudad. Por mi parte, caminaba con aire despreocupado pero atento a los alrededores. No sabía si algún habitante local de los que se había enfadado porque... porque... lo cierto era que no sabía por qué, querría volverse protagonista de todo aquello.
-Iulio -respondí mientras me situaba a la izquierda de Silver para caminar apenas un paso por detrás de él. Mi nombre fue seguido por un mal disimulado bostezo. La caja de la que me habían echado era más cómoda de lo que se pudiera pensar y, de forma inconsciente, la añoraba-. Estuve viendo a los que bajaban del barco y tú no fuiste uno de ellos -comenté, haciendo un gesto con la cabeza al grandullón-. Tampoco te vi en el destacamento que llegó hace unos días, del que yo formaba parte. Imagino que serás de ese grupo que lleva aquí un tiempo... ¿Me puedes explicar a qué demonios ha venido el revuelo que se ha formado en el puerto?
Tras decir aquello, volví a mirar al fortachón. No recordaba haber visto a nadie tan alto en mi vida. Bueno, tal vez el capitán Kensington... No, incluso él era más bajo que la mole que caminaba a poca distancia de mí. No le dije nada, sino que esperé a que respondiera al cabecilla del pequeño grupo que, a fin de cuentas, era nuestro superior.
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Edward levantó un poco la cabeza con incredulidad al escuchar a Selene, a él no podía engañarle, pero prefirió mantenerse callado. No convenía pelearse con alguien que, de momento, estaba en su lado. El enemigo de mi enemigo es mi amigo... Era mejor no revelarle que sus mentiras no tenían efecto en el joven aún. Bajando la mirada y recuperando el gesto comprensivo y atento, asintió. -De acuerdo, quizás me he apresurado, disculpa. Yo también opino que lo mejor sería encargarnos cuanto antes del barco, y un incendio podría ser una buena opción, a lo mejor incluso culpan a los civiles y alentamos aún más el odio. Te lo dejo a ti, si quieres.
Por otro lado, su compañera se mostraba ansiosa por entrar en acción. Cuando la encapuchada se alejó para proseguir esparciendo su ponzoña, el demonio le dedicó unas palabras al colmillo. -Bueno, colmillo plateado y demonio dorado, suena bien ¿no? Creo que no nos va a costar demasiado. La gran mayoría de los marines aquí presentes no deberían ser capaces de presentar batalla. El teniente comandante quizás pueda ser un problema, pero confío en ti... sin embargo, el vicealmirante... Espero que, al ser un gyojin, mi electricidad me de la ventaja en caso de que ocurra el conflicto, pero no puedo asegurar la victoria. Ahora, simplemente con que se queme el barco, todo el proyecto debería venirse abajo, al menos de manera temporal. ¿Te parece si le cubrimos las espaldas a la mentirosa o tienes alguna idea mejor? -Preguntó, aunque antes de dejar a su compañera responder añadió un comentario más. -Porque sí, nos ha mentido un poco, pero tampoco importa mientras haga su parte.
Había que darse prisa, los marines se estaban movilizando y el gyojin había comenzado con una especie de discurso disuasorio... aunque dijo algo que captó la atención del rubio. ¿Había dicho que esa noche tendría una reunión con el gobernante de la isla? Si lo que tenían planeado hasta ahora no funcionaba, ese detalle podría ser determinante. Quizás podían encargarse de todos mientras la reunión tenía lugar... Edward "tomó nota" mentalmente.
Por otro lado, su compañera se mostraba ansiosa por entrar en acción. Cuando la encapuchada se alejó para proseguir esparciendo su ponzoña, el demonio le dedicó unas palabras al colmillo. -Bueno, colmillo plateado y demonio dorado, suena bien ¿no? Creo que no nos va a costar demasiado. La gran mayoría de los marines aquí presentes no deberían ser capaces de presentar batalla. El teniente comandante quizás pueda ser un problema, pero confío en ti... sin embargo, el vicealmirante... Espero que, al ser un gyojin, mi electricidad me de la ventaja en caso de que ocurra el conflicto, pero no puedo asegurar la victoria. Ahora, simplemente con que se queme el barco, todo el proyecto debería venirse abajo, al menos de manera temporal. ¿Te parece si le cubrimos las espaldas a la mentirosa o tienes alguna idea mejor? -Preguntó, aunque antes de dejar a su compañera responder añadió un comentario más. -Porque sí, nos ha mentido un poco, pero tampoco importa mientras haga su parte.
Había que darse prisa, los marines se estaban movilizando y el gyojin había comenzado con una especie de discurso disuasorio... aunque dijo algo que captó la atención del rubio. ¿Había dicho que esa noche tendría una reunión con el gobernante de la isla? Si lo que tenían planeado hasta ahora no funcionaba, ese detalle podría ser determinante. Quizás podían encargarse de todos mientras la reunión tenía lugar... Edward "tomó nota" mentalmente.
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Eché un vistazo al puerto, al parecer un gyojin que ocupaba un alto cargo en la marina había estado intentando tranquilizar a los ciudadanos. El ver a un sujeto de una especie tan discriminada hizo que sintiera cierta admiración por él, era bastante seguro que su camino hasta su posición actual en la jerarquía no había sido precisamente un camino de rosas. Pero era el enemigo. Tarde o temprano nos íbamos a ver las caras aunque , aunque odiara reconocerlo, yo aún no era lo bastante fuerte como para enfrentarme a un rival de tan inmenso calibre. Pero al menos albergaba la esperanza de luchar contra él algún día, quizás con mis compañeros de la división. Sí. Eso sería bastante divertido.
La mujer que nos había estado acompañando había vuelto a la multitud a seguir expandiendo sus palabras de vívora. "Definitivamente me recuerda a madre" pensé otra vez recordando a mi taimada progenitora, ignorando las palabras que nos había proporcionado la extraña joven. Volviendo a la realidad, presté atención a mi querido nuevo compañero y me dispuse a decirle lo que rondaba sobre mi cabeza.
- Estoy de acuerdo. Los reclutas no supondrán ningún esfuerzo pero, como bien dices, hay algunos marines que pueden retrasar nuestra misión. El teniente comandante, el tío ese grande pelirrojo y el vicealmirante gyojin. Normalmente... no plantearía esto ya que no va conmigo pero creo que deberíamos alejarnos del vicealmirante. No creo que seamos rival para él - apreté los dientes por la rabia que sentía al reconocerlo - Por ahora podríamos seguir a nuestra querida amiga y hacer lo mismo que ella, soltar mierda para cabrear a la gente. Pero eso no será suficiente, tenemos que pensar en algo que pueda poner en serios aprietos a los marines -
Me tapé la cara con la capucha y partí hacia la multitud del puerto esperando que mi compañero, el demonio dorado, me siguiera. Fui de persona en persona susurrando atrocidades que podrían ser verdad o no, eso no importaba en absoluto. Lo que importaba era que la gente mordiera el anzuelo. Fui expandiendo rumores de que el gobierno había financiado casas de venta de esclavos, permitían que los nobles hicieran lo que les venía en gana, temas de discriminación a otras razas. Esperaba obtener respuesta pronto.
- ¡El Gobierno es corrupto! ¡¿Cómo pueden dejar que los Tenryubitos hagan lo que les plazca?! ¡Sois unos vendidos! - exclamó un señor de mediana edad que había escuchado con atención mis palabras y que ahora las gritaba como si fuera una ocurrencia suya.
La mujer que nos había estado acompañando había vuelto a la multitud a seguir expandiendo sus palabras de vívora. "Definitivamente me recuerda a madre" pensé otra vez recordando a mi taimada progenitora, ignorando las palabras que nos había proporcionado la extraña joven. Volviendo a la realidad, presté atención a mi querido nuevo compañero y me dispuse a decirle lo que rondaba sobre mi cabeza.
- Estoy de acuerdo. Los reclutas no supondrán ningún esfuerzo pero, como bien dices, hay algunos marines que pueden retrasar nuestra misión. El teniente comandante, el tío ese grande pelirrojo y el vicealmirante gyojin. Normalmente... no plantearía esto ya que no va conmigo pero creo que deberíamos alejarnos del vicealmirante. No creo que seamos rival para él - apreté los dientes por la rabia que sentía al reconocerlo - Por ahora podríamos seguir a nuestra querida amiga y hacer lo mismo que ella, soltar mierda para cabrear a la gente. Pero eso no será suficiente, tenemos que pensar en algo que pueda poner en serios aprietos a los marines -
Me tapé la cara con la capucha y partí hacia la multitud del puerto esperando que mi compañero, el demonio dorado, me siguiera. Fui de persona en persona susurrando atrocidades que podrían ser verdad o no, eso no importaba en absoluto. Lo que importaba era que la gente mordiera el anzuelo. Fui expandiendo rumores de que el gobierno había financiado casas de venta de esclavos, permitían que los nobles hicieran lo que les venía en gana, temas de discriminación a otras razas. Esperaba obtener respuesta pronto.
- ¡El Gobierno es corrupto! ¡¿Cómo pueden dejar que los Tenryubitos hagan lo que les plazca?! ¡Sois unos vendidos! - exclamó un señor de mediana edad que había escuchado con atención mis palabras y que ahora las gritaba como si fuera una ocurrencia suya.
Katharina von Steinhell
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La presencia del hombre-pez era algo que complicaba todos los planes de la bruja. No sólo hizo que algunos ciudadanos cambiaran de opinión, sino que iba a reunirse con el gobierno de la ciudad para quién sabía qué. Katharina no podía permitir que la Marina se reuniese con el gobernante; si aquello pasaba, su trabajo se complicaría mucho más y de ninguna forma quería darlo por perdido. Necesitaba esos planos.
¿Qué opciones tenía? Los revolucionarios que andaban por allí, si es que acaso lo eran, ya no parecían ser muy inteligentes. Al menos la chica no. Por lo que la bruja vio, no hicieron más que esparcir veneno entre la muchedumbre, exactamente lo mismo que hacía ella. ¿Dónde estaba el plan de sabotaje? ¿La destrucción de los materiales de construcción? ¿Acaso todo tenía que planearlo y ejecutarlo ella?
Katharina suspiró y frunció el ceño. Todo se estaba complicando y era ella sola contra un mundo de marines. No quería iniciar una batalla, pero no había otra opción. ¿Atacar a los marines? Pésima idea. En unos pocos minutos sería reducida y esposada con grilletes de kairoseki, imposibilitando cualquier huída. ¿Seguir esparciendo veneno? El gyojin parecía ser lo suficientemente carismático para calmar cualquier tempestad. No quedaba otra opción que atacar al barco de los materiales, pero ¿cómo?
Debía mejorar en engañar a la gente, pero estaba completamente segura que unos reclutas le harían caso a una mujer que tuviera dos Insignias al Mérito Militar. Después de todo, ella perteneció a la Marina y conocía perfectamente el procedimiento. Soltó una melancólica sonrisa al recordar aquellos tiempos. ¿Cómo estará Hikaru? ¿Acaso seguía tan alegre como siempre? Esperaba que ese estúpido de Keith la cuidara, de lo contrario, caería toda la ira de la bruja sobre el dragón.
Se escabulló entre la gente y paseó rápidamente los ojos para así visualizar el paisaje en su mente. Planificó rápidamente rutas de escape por si acaso las cosas salían mal, contó los marines que alcanzó a ver y luego se dirigió al barco. Mientras caminaba por entre la gente, consiguió robar una gorra de un torpe marine que intentaba controlar a la gente que hablaba mierda del Gobierno. Ya con una gorra en su cabeza parecía un poco más de la Marina.
—¡Fórmese! —Le ordenó a un par de hombres que vigilaban el puerto— Teniente Selene Sardothien —se presentó rápidamente tras ver que los hombres colocaban recta sus espaldas y hacían el saludo militar. Tras escuchar el nombre de la mujer intercambiaron miradas—. Descanse. Las cosas no andan bien por aquí, los ciudadanos están algo alterados y temo que pueda pasar a mayores. Necesito que me acompañen para vigilar el barco en donde están los materiales para el fuerte. No quiero ni pensarlo, pero puede que estén planificando un sabotaje.
Los hombres nuevamente se miraron entre sí, parecían no confiar en la pelirroja de la gorra marine. Uno de ellos tragó saliva y habló.
—Lo siento, no quiero faltarle el respeto, pero no hemos escuchado de ninguna Teniente Selen Sardothien. Por favor…
Katharina lo fulminó con la mirada y, enfadada, le gritó.
—¡¿Acaso estas dos Insignias no son suficientes para demostrar lo que he hecho por la Marina?! —Los hombres se aterrorizaron e inmediatamente pidieron disculpas— Está bien, con los ánimos de esta gente entiendo que tenga que ser precavido. Ahora, hágame el favor de guiarme. La falta de azúcar ya me está afectando…
Pronto conocería las instalaciones del barco y donde estaban almacenados la gran parte de los materiales para la construcción del cuartel. Una vez tuviera esa información, se haría con dos buenos sirvientes y pensaría si darle la información a los supuestos revolucionarios, o trabajar sola y luego inculpar a alguien. Ya se vería.
¿Qué opciones tenía? Los revolucionarios que andaban por allí, si es que acaso lo eran, ya no parecían ser muy inteligentes. Al menos la chica no. Por lo que la bruja vio, no hicieron más que esparcir veneno entre la muchedumbre, exactamente lo mismo que hacía ella. ¿Dónde estaba el plan de sabotaje? ¿La destrucción de los materiales de construcción? ¿Acaso todo tenía que planearlo y ejecutarlo ella?
Katharina suspiró y frunció el ceño. Todo se estaba complicando y era ella sola contra un mundo de marines. No quería iniciar una batalla, pero no había otra opción. ¿Atacar a los marines? Pésima idea. En unos pocos minutos sería reducida y esposada con grilletes de kairoseki, imposibilitando cualquier huída. ¿Seguir esparciendo veneno? El gyojin parecía ser lo suficientemente carismático para calmar cualquier tempestad. No quedaba otra opción que atacar al barco de los materiales, pero ¿cómo?
Debía mejorar en engañar a la gente, pero estaba completamente segura que unos reclutas le harían caso a una mujer que tuviera dos Insignias al Mérito Militar. Después de todo, ella perteneció a la Marina y conocía perfectamente el procedimiento. Soltó una melancólica sonrisa al recordar aquellos tiempos. ¿Cómo estará Hikaru? ¿Acaso seguía tan alegre como siempre? Esperaba que ese estúpido de Keith la cuidara, de lo contrario, caería toda la ira de la bruja sobre el dragón.
Se escabulló entre la gente y paseó rápidamente los ojos para así visualizar el paisaje en su mente. Planificó rápidamente rutas de escape por si acaso las cosas salían mal, contó los marines que alcanzó a ver y luego se dirigió al barco. Mientras caminaba por entre la gente, consiguió robar una gorra de un torpe marine que intentaba controlar a la gente que hablaba mierda del Gobierno. Ya con una gorra en su cabeza parecía un poco más de la Marina.
—¡Fórmese! —Le ordenó a un par de hombres que vigilaban el puerto— Teniente Selene Sardothien —se presentó rápidamente tras ver que los hombres colocaban recta sus espaldas y hacían el saludo militar. Tras escuchar el nombre de la mujer intercambiaron miradas—. Descanse. Las cosas no andan bien por aquí, los ciudadanos están algo alterados y temo que pueda pasar a mayores. Necesito que me acompañen para vigilar el barco en donde están los materiales para el fuerte. No quiero ni pensarlo, pero puede que estén planificando un sabotaje.
Los hombres nuevamente se miraron entre sí, parecían no confiar en la pelirroja de la gorra marine. Uno de ellos tragó saliva y habló.
—Lo siento, no quiero faltarle el respeto, pero no hemos escuchado de ninguna Teniente Selen Sardothien. Por favor…
Katharina lo fulminó con la mirada y, enfadada, le gritó.
—¡¿Acaso estas dos Insignias no son suficientes para demostrar lo que he hecho por la Marina?! —Los hombres se aterrorizaron e inmediatamente pidieron disculpas— Está bien, con los ánimos de esta gente entiendo que tenga que ser precavido. Ahora, hágame el favor de guiarme. La falta de azúcar ya me está afectando…
Pronto conocería las instalaciones del barco y donde estaban almacenados la gran parte de los materiales para la construcción del cuartel. Una vez tuviera esa información, se haría con dos buenos sirvientes y pensaría si darle la información a los supuestos revolucionarios, o trabajar sola y luego inculpar a alguien. Ya se vería.
- Datos:
- Mi personaje, cuando fue Marine, derrotó a un Ex Capitán de la Marina y obtuvo dos Insignias, las cuales las muestra para probar que pertenece a la Marina.
Nivel 30: Tus rutas de escape entre la gente son más efectivas, comienzas a ver dónde es mejor robar, y los sitios en los que mejor tomarse un café.
De algo servirá este oficio(?
Einar Horn
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Tras reportar lo que había sucedido escasos minutos atrás, el vicealmirante al cargo de todos nosotros y de la construcción del cuartel se dirigió hacia el lugar en cuestión. Su rango es posible que impusiera más que yo, con lo que consideré su decisión como una acertada opción. De camino allí, pude observar como este ordenó al tipo que yo mismo había reprendido hacía un rato, el cual había vuelto a su sitio, para mi decepción. ¿Qué clase de marine haría eso? Nunca he entendido a la clase de persona que se escaquea siempre de su trabajo.
Para desgracia propia, un hombre se acercó tanto a mi como a él, y nos dio la orden de que le siguiésemos. Obvié, por tanto, de que sería un alto cargo de la jerarquía, y que tendría el permiso del vicealmirante. Así que le seguí… y el pequeño perezoso también lo hizo. Por el bien de todos, decidí no recriminar nada al chico acerca de su comportamiento. Al fin y al cabo… tampoco tenía la posición jerárquica para hacerlo, con lo que entraría por un oído de este y le saldría por el otro. Sin embargo, lo intentaría más tarde. Junto con el hombre de alto rango y el ya mencionado sujeto de la caja, nos adentramos en la ciudad. ¿En busca de qué o quiénes? Eso es lo que acabaría por preguntarle al sujeto, mas antes debería de responder a sus presentaciones.
– Encantado, Jack. – luego, se presentó el otro individuo, alegando en su intervención que no había visto al otro llegar junto conmigo. Como todos, el chico se hallaba desconcertado por lo que había ocurrido en el muelle… y era normal. – Un placer, Iulio. No sé qué ha podido pasar… pero no te preocupes, lograremos encontrar la causa de todo esto. Por cierto, mi nombre es Einar, del clan Horn de Elbaf. Espero ser de la máxima ayuda posible. – dije con mi característica cortesía.
No sabía a dónde nos dirigíamos, pero al parecer Jack lo tenía bastante claro. Se le veía alguien bastante capaz, así que decidí depositar mi confianza plena en él.
Para desgracia propia, un hombre se acercó tanto a mi como a él, y nos dio la orden de que le siguiésemos. Obvié, por tanto, de que sería un alto cargo de la jerarquía, y que tendría el permiso del vicealmirante. Así que le seguí… y el pequeño perezoso también lo hizo. Por el bien de todos, decidí no recriminar nada al chico acerca de su comportamiento. Al fin y al cabo… tampoco tenía la posición jerárquica para hacerlo, con lo que entraría por un oído de este y le saldría por el otro. Sin embargo, lo intentaría más tarde. Junto con el hombre de alto rango y el ya mencionado sujeto de la caja, nos adentramos en la ciudad. ¿En busca de qué o quiénes? Eso es lo que acabaría por preguntarle al sujeto, mas antes debería de responder a sus presentaciones.
– Encantado, Jack. – luego, se presentó el otro individuo, alegando en su intervención que no había visto al otro llegar junto conmigo. Como todos, el chico se hallaba desconcertado por lo que había ocurrido en el muelle… y era normal. – Un placer, Iulio. No sé qué ha podido pasar… pero no te preocupes, lograremos encontrar la causa de todo esto. Por cierto, mi nombre es Einar, del clan Horn de Elbaf. Espero ser de la máxima ayuda posible. – dije con mi característica cortesía.
No sabía a dónde nos dirigíamos, pero al parecer Jack lo tenía bastante claro. Se le veía alguien bastante capaz, así que decidí depositar mi confianza plena en él.
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