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Danio Rerio
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El marine al que había mandado a la formación fue interceptado por Jack para que le acompañara, cosa que estaba bien. El teniente comandante seguramente necesitara de ayuda por el camino si parte de la muchedumbre le seguía. Aunque no parecía que fuera a ser caso, puesto que la mayoría se mantuvo expectante esperando a que alguno preguntara algo. Finalmente, uno de los ciudadanos de primera fila se animó con una pregunta acerca de la ocupación del espacio portuario y los impedimentos para la salida de los barcos pesqueros. Esa fue fácil de contestar, ya que el barco no tardaría en ser llevado a la parte cercana al fuerte, donde quedaría fondeado a menos que una tormenta nos hiciera replantearnos este emplazamiento. Otro preguntó sobre el impacto en los comercios locales de nuestra estancia y sobre donde comeríamos y dormiríamos. Otra pregunta fácil y que seguramente agradara a restaurantes y tabernas, ya que lo soldados podían moverse libremente por la isla como los ya destacados en la misma y sin duda alguna dejarían gran parte de la paga en sus locales. Las preguntas siguieron otro rato hasta que alguien alzo la voz comentando algo hacer de los dragones celestiales. En seguida el resto de los presentes lo abuchearon y mandaron callar, sin duda alguna mi talento innato para el liderazgo influía en aquellas gentes como en los soldados a mi mando.
La multitud comenzó a dispersarse, la mayoría con sus dudas resueltas, el resto por la necesidad de seguir con sus tareas diarias. No sería la última manifestación así que tendríamos, aunque fuera extraña, ya que Jack me había comentado que la relación del gobierno con esas gentes era buena. Por un lateral de la zona estaba llegando una patrulla de la guardia de la ciudad, lo que sin duda animó a algunos a marcharse, quizás los que estaban alborotando a los demás. La patrulla no pareció preocuparse por lo que pasaba, aunque sí que hicieron un saludo al pasar cerca de nosotros, mostrando el respeto que el teniente comandante dijo que existía entre ambos cuerpos militares.
Me estaba bajando ya de las cajas cuando me topé con tres marines que se dirigían al barco, pero no parecían ser de los que estaban cargando materiales. De hecho, dos de ellos me sonaban de haber pasado a su lado mientras controlaban a la gente. La tercera, una mujer con un par de medallas colgadas no me sonaba de nada, pero era normal, no conocía a todos los miembros de la tripulación, pero casi. El trabajo en las cocinas que tanto me gustaba era una buena manera de conocer a la mayoría de los miembros, aunque fuera solo de vista.
-¿Dónde se dirigen soldados? Ya sé que la gente se está dispersando, pero no podemos bajar la guardia todavía. Así que si no me convencen tendrán que volver de vuelta a sus posiciones y mantenerse atentos a cualquier anomalía, por pequeña que pueda llegar a ser.
La multitud comenzó a dispersarse, la mayoría con sus dudas resueltas, el resto por la necesidad de seguir con sus tareas diarias. No sería la última manifestación así que tendríamos, aunque fuera extraña, ya que Jack me había comentado que la relación del gobierno con esas gentes era buena. Por un lateral de la zona estaba llegando una patrulla de la guardia de la ciudad, lo que sin duda animó a algunos a marcharse, quizás los que estaban alborotando a los demás. La patrulla no pareció preocuparse por lo que pasaba, aunque sí que hicieron un saludo al pasar cerca de nosotros, mostrando el respeto que el teniente comandante dijo que existía entre ambos cuerpos militares.
Me estaba bajando ya de las cajas cuando me topé con tres marines que se dirigían al barco, pero no parecían ser de los que estaban cargando materiales. De hecho, dos de ellos me sonaban de haber pasado a su lado mientras controlaban a la gente. La tercera, una mujer con un par de medallas colgadas no me sonaba de nada, pero era normal, no conocía a todos los miembros de la tripulación, pero casi. El trabajo en las cocinas que tanto me gustaba era una buena manera de conocer a la mayoría de los miembros, aunque fuera solo de vista.
-¿Dónde se dirigen soldados? Ya sé que la gente se está dispersando, pero no podemos bajar la guardia todavía. Así que si no me convencen tendrán que volver de vuelta a sus posiciones y mantenerse atentos a cualquier anomalía, por pequeña que pueda llegar a ser.
Silver
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- Me destinaron aquí poco después de la guerra de Hallstat, y han pasado ya casi dos años - respondí a la primera pregunta de Iulio, mientras continuábamos recorriendo las tranquilas calles de la ciudad. - Y sinceramente, no sé qué puede haber ocurrido para que la gente haya reaccionado así - continué, tras la formal presentación de Einar. - Aunque confío en que el vicealmirante Rerio pueda solucionarlo sin problemas - traté de tranquilizarles. A pesar de que en el fondo continuaba dándole vueltas a lo sucedido, no quería preocuparles si no era necesario.
Al cabo de un rato ya nos encontrábamos frente al cuartel que habíamos establecido en la isla. Un antiguo y amplio edificio que nosotros mismos habíamos restaurado. Su diseño era simple, pero funcional. Contaba con cuatro plantas y un enorme patio interior, que utilizábamos para los entrenamientos. Nada más atravesar sus puertas me dirigí a este, seguido por mis acompañantes, donde me reuní con el Sargento Joey. El suboficial de mi pelotón y un buen amigo.
- Reúne a los muchachos, puede que nos necesiten en el puerto.
Mi compañero me dirigió una mirada de complicidad, para luego asentir e ir a buscar al resto para avisarle. En cuanto se hubo retirado, me dirigí a otro de los oficiales allí presentes.
- Estos son Iulio y Einar. Forman parte del equipo enviado para la construcción del nuevo cuartel. Es muy probable que tenga demasiado lío con la reunión de esta noche. Así que cuando yo no esté disponible, ellos serán vuestro contacto con el grupo del puerto.
De nuevo, el marine se limitó a asentir y dirigir un saludo a mis acompañantes, para luego continuar revisando los papeles que tenía entre manos. Di media vuelta y me dirigí sonriente a mis nuevos amigos. La expresión de sus rostros dejaba claro que ni se imaginaban donde acababan de meterse.
- Confío en que haréis un buen trabajo.
Resuelto ese asunto, tan solo nos quedaba aguardar a que Joey y el resto del grupo se reuniese con nosotros y pudiésemos volver al puerto. Mientras esperábamos, tal vez tuviesen alguna pregunta o algo de lo que quisiesen hablar.
Al cabo de un rato ya nos encontrábamos frente al cuartel que habíamos establecido en la isla. Un antiguo y amplio edificio que nosotros mismos habíamos restaurado. Su diseño era simple, pero funcional. Contaba con cuatro plantas y un enorme patio interior, que utilizábamos para los entrenamientos. Nada más atravesar sus puertas me dirigí a este, seguido por mis acompañantes, donde me reuní con el Sargento Joey. El suboficial de mi pelotón y un buen amigo.
- Reúne a los muchachos, puede que nos necesiten en el puerto.
Mi compañero me dirigió una mirada de complicidad, para luego asentir e ir a buscar al resto para avisarle. En cuanto se hubo retirado, me dirigí a otro de los oficiales allí presentes.
- Estos son Iulio y Einar. Forman parte del equipo enviado para la construcción del nuevo cuartel. Es muy probable que tenga demasiado lío con la reunión de esta noche. Así que cuando yo no esté disponible, ellos serán vuestro contacto con el grupo del puerto.
De nuevo, el marine se limitó a asentir y dirigir un saludo a mis acompañantes, para luego continuar revisando los papeles que tenía entre manos. Di media vuelta y me dirigí sonriente a mis nuevos amigos. La expresión de sus rostros dejaba claro que ni se imaginaban donde acababan de meterse.
- Confío en que haréis un buen trabajo.
Resuelto ese asunto, tan solo nos quedaba aguardar a que Joey y el resto del grupo se reuniese con nosotros y pudiésemos volver al puerto. Mientras esperábamos, tal vez tuviesen alguna pregunta o algo de lo que quisiesen hablar.
Katharina von Steinhell
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Las misiones de infiltración jamás me gustaron demasiado, pero ya estaba allí. Todo saldría bien, debía pensar positivo. ¿Qué era lo peor que podía ocurrir, además de ser capturada? Había elaborado un plan en caso de que todo se fuera a la mierda. Su principal ruta de escape era usar la cúpula de noche de la guadaña mitológica, y luego suspenderse en el aire usando la telequinesis, aunque de seguro que la mayoría de los hombres que estaban allí eran usuarios de mantra.
De repente, mientras Katharina era acompañada por los dos soldados, el hombre pez apareció. La criatura más problemática de todas estaba allí y, de seguro, no se lo pondría fácil a la bruja. Cuando habló, la pelirroja colocó recta la espalda e hizo el típico saludo militar. Tragó saliva y relajó sus músculos.
—Teniente Selene Sardothien, señor —se presentó formalmente—. Le he pedido a estos hombres que me acompañen para vigilar los materiales, señor. Tengo mis sospechas… Presiento que alguien está esparciendo mentiras entre la población. No pretendo descansar, señor, sino cumplir lo mejor que pueda con mi labor.
Durante todos sus años en la Marina tuvo que rendir cuentas a varios hombres poderosos, casi todos con cargos superiores. No le gustaba. No le gustaba para nada, pero ya que se había topado con un vicealmirante no quedaba otra que mentir seguir el juego. Sólo esperaba que el hombre pez no se diera cuenta que en realidad no era una marine… Aunque, ¿había forma de descubrirlo? Tenía un perfecto conocimiento de los procedimientos de la Marina, sabía hablar y moverse como un marine y, lo más importante, su aspecto actual no figuraba en los wanted de la institución militar. Cuando fue dada de baja aún conservaba su cabello blanco y sus ojos violetas.
Se mantuvo unos pocos segundos en silencio y luego habló.
—Como le dije a estos hombres, temo que alguien esté intentando sabotear la construcción y establecimiento del cuartel, señor.
En caso de que hubiera sido lo más convincente posible, seguiría su camino hasta el barco en busca de los materiales para hacerlos explotar, o simplemente mirarlos y ver qué hacer. Tenía que deshacerse de los testigos, claro; de ninguna forma dejaría cabos sueltos. ¿Cuánto le costaría asesinar a dos reclutas para luego convertirlos en no muertos? De hecho, podía hacerse de una tripulación repleta de muertos vivientes… Marines muertos vivientes, sonaba bien.
Por el contrario, si el vicealmirante no se creía las palabras de la chica, daría la media vuelta y tomaría el puesto que él le asignara, estaría un rato ahí y desaparecería entre la muchedumbre, abandonando el plan de infiltración.
De repente, mientras Katharina era acompañada por los dos soldados, el hombre pez apareció. La criatura más problemática de todas estaba allí y, de seguro, no se lo pondría fácil a la bruja. Cuando habló, la pelirroja colocó recta la espalda e hizo el típico saludo militar. Tragó saliva y relajó sus músculos.
—Teniente Selene Sardothien, señor —se presentó formalmente—. Le he pedido a estos hombres que me acompañen para vigilar los materiales, señor. Tengo mis sospechas… Presiento que alguien está esparciendo mentiras entre la población. No pretendo descansar, señor, sino cumplir lo mejor que pueda con mi labor.
Durante todos sus años en la Marina tuvo que rendir cuentas a varios hombres poderosos, casi todos con cargos superiores. No le gustaba. No le gustaba para nada, pero ya que se había topado con un vicealmirante no quedaba otra que mentir seguir el juego. Sólo esperaba que el hombre pez no se diera cuenta que en realidad no era una marine… Aunque, ¿había forma de descubrirlo? Tenía un perfecto conocimiento de los procedimientos de la Marina, sabía hablar y moverse como un marine y, lo más importante, su aspecto actual no figuraba en los wanted de la institución militar. Cuando fue dada de baja aún conservaba su cabello blanco y sus ojos violetas.
Se mantuvo unos pocos segundos en silencio y luego habló.
—Como le dije a estos hombres, temo que alguien esté intentando sabotear la construcción y establecimiento del cuartel, señor.
En caso de que hubiera sido lo más convincente posible, seguiría su camino hasta el barco en busca de los materiales para hacerlos explotar, o simplemente mirarlos y ver qué hacer. Tenía que deshacerse de los testigos, claro; de ninguna forma dejaría cabos sueltos. ¿Cuánto le costaría asesinar a dos reclutas para luego convertirlos en no muertos? De hecho, podía hacerse de una tripulación repleta de muertos vivientes… Marines muertos vivientes, sonaba bien.
Por el contrario, si el vicealmirante no se creía las palabras de la chica, daría la media vuelta y tomaría el puesto que él le asignara, estaría un rato ahí y desaparecería entre la muchedumbre, abandonando el plan de infiltración.
«Con que Einar... y de Elbaf», me dije, recordando los cuentos acerca de gigantes que mi padre nos contaba a mis hermanos y a mí antes de irme a dormir. No obstante, tomando como referencia las dimensiones que mi progenitor usaba para referirse a ellos, mi pelirrojo y accidental compañero parecía uno bastante pequeño.
Me sentí tentado de preguntarle al respecto, pero no era el momento y, sinceramente, tampoco me apetecía dar pie a un monólogo con una pregunta tan dada a ellos como aquélla. «Ya la preguntaré en otro momento», pensé, intrigado.
Quien sí decidió hacer uso de la palabra fue Silver que, respondiendo a mi pregunta, nos explicó cómo había llegado allí y cuál era la relación -en teoría- que la Marina tenía con el Gobierno y la población local. Tal y como había supuesto, todo lo que había sucedido allí era muy raro. ¿Tanto alboroto de la nada? No tenía demasiado sentido, pero por el momento decidí no hacer ningún tipo de conjetura ni plantear ninguna hipótesis. No serviría para nada y, si algo tenía claro, era que dejarse llevar por suposiciones no solía ser una buena idea.
Caminamos un rato más -demasiado para mi gusto- hasta acabar frente a un edificio de cuatro plantas que el moreno definió como"cuartel". No pude evitar preguntarme cuánto de cierto habría en aquello, pero reprimí cualquier gesto o comentario al respecto. Estaba claro que no tenía las dimensiones suficientes como para ser considerado un lugar desde el que una fuerza como la Marina pudiera organizarse. Por simple sentido común, ése y no otro debía ser el motivo de que los altos mandos hubiesen destinado tantos recursos a construir la nueva edificación. Sin embargo, si habían conseguido estar dos años gestionándolo todo desde allí merecían un reconocimiento.
-¿Cómo? ¿Contacto? ¿Qué? -inquirí para, justo después, darme cuenta de que no debería haber abierto la boca. «Tus opiniones te las guardas para ti hasta que alguien esté obligado a obedecerlas», me recriminé, recordando las palabras del capitán Kensington e imaginándome la soberana colleja que me habría arreado. Carraspeé antes de continuar hablando-: Perdón, es sólo que no sabía cuál sería nuestra función, pero ya me ha quedado claro.
Mi casi desconocido jefe había entrado allí mandando como el que más, por lo que deduje que, si no había sido la máxima autoridad marine en la isla hasta la llegada del vicealmirante Rerio, poco le habría faltado. Observé con detenimiento a los uniformados que iban y venían, preguntándome cuál habría sido su labor allí durante tanto tiempo y el esfuerzo que habrían puesto en ello.
-Eh, disculpa -comencé a decir tras volver a centrarme en Silver-. No sé si me concierne o no, pero... ¿qué reunión es ésa? Y no es por meterme donde no me llaman, pero supongo que tendréis contactos entre los civiles que os puedan informar sobre el motivo del escándalo del puerto. -Tal vez me hubiera extralimitado o precipitado y, además, no sabía cómo se tomaría aquel oficial mi sugerencia. El que había sido mi superior hasta no hacía mucho veía con buenos ojos que sus hombres tuvieran iniciativa a la hora de propones ideas, y conforme a ello había actuado-. Tal vez podríais tratar de averiguar algo de ese modo. -No volví a abrir la boca, pero dirigí una mirada fugaz al gigantón para ver cuál era la expresión de su cara. ¿Sería de esos que pensaban que la única función de un subordinado era obedecer como una máquina?
Me sentí tentado de preguntarle al respecto, pero no era el momento y, sinceramente, tampoco me apetecía dar pie a un monólogo con una pregunta tan dada a ellos como aquélla. «Ya la preguntaré en otro momento», pensé, intrigado.
Quien sí decidió hacer uso de la palabra fue Silver que, respondiendo a mi pregunta, nos explicó cómo había llegado allí y cuál era la relación -en teoría- que la Marina tenía con el Gobierno y la población local. Tal y como había supuesto, todo lo que había sucedido allí era muy raro. ¿Tanto alboroto de la nada? No tenía demasiado sentido, pero por el momento decidí no hacer ningún tipo de conjetura ni plantear ninguna hipótesis. No serviría para nada y, si algo tenía claro, era que dejarse llevar por suposiciones no solía ser una buena idea.
Caminamos un rato más -demasiado para mi gusto- hasta acabar frente a un edificio de cuatro plantas que el moreno definió como"cuartel". No pude evitar preguntarme cuánto de cierto habría en aquello, pero reprimí cualquier gesto o comentario al respecto. Estaba claro que no tenía las dimensiones suficientes como para ser considerado un lugar desde el que una fuerza como la Marina pudiera organizarse. Por simple sentido común, ése y no otro debía ser el motivo de que los altos mandos hubiesen destinado tantos recursos a construir la nueva edificación. Sin embargo, si habían conseguido estar dos años gestionándolo todo desde allí merecían un reconocimiento.
-¿Cómo? ¿Contacto? ¿Qué? -inquirí para, justo después, darme cuenta de que no debería haber abierto la boca. «Tus opiniones te las guardas para ti hasta que alguien esté obligado a obedecerlas», me recriminé, recordando las palabras del capitán Kensington e imaginándome la soberana colleja que me habría arreado. Carraspeé antes de continuar hablando-: Perdón, es sólo que no sabía cuál sería nuestra función, pero ya me ha quedado claro.
Mi casi desconocido jefe había entrado allí mandando como el que más, por lo que deduje que, si no había sido la máxima autoridad marine en la isla hasta la llegada del vicealmirante Rerio, poco le habría faltado. Observé con detenimiento a los uniformados que iban y venían, preguntándome cuál habría sido su labor allí durante tanto tiempo y el esfuerzo que habrían puesto en ello.
-Eh, disculpa -comencé a decir tras volver a centrarme en Silver-. No sé si me concierne o no, pero... ¿qué reunión es ésa? Y no es por meterme donde no me llaman, pero supongo que tendréis contactos entre los civiles que os puedan informar sobre el motivo del escándalo del puerto. -Tal vez me hubiera extralimitado o precipitado y, además, no sabía cómo se tomaría aquel oficial mi sugerencia. El que había sido mi superior hasta no hacía mucho veía con buenos ojos que sus hombres tuvieran iniciativa a la hora de propones ideas, y conforme a ello había actuado-. Tal vez podríais tratar de averiguar algo de ese modo. -No volví a abrir la boca, pero dirigí una mirada fugaz al gigantón para ver cuál era la expresión de su cara. ¿Sería de esos que pensaban que la única función de un subordinado era obedecer como una máquina?
Danio Rerio
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-No se preocupe teniente, apenas quedan materiales ya en el barco. Además, dejé a los mejores guardándolos. Son más necesarios junto a la gente. No creo que haya problemas después de haberlo hablado, pero que se comporten así tras dos años de buena relación me indica que hay gente que los está intentando poner en nuestra contra, y por tanto hay enemigos del gobierno en la isla. Ahora, mantengan las posiciones, aunque la muchedumbre se esté disolviendo. – Esperaba haber sido muy claro y no demasiado duro con los tres, especialmente con la teniente. Además, la cara de la chica me sonaba de algo, y cuanto más la miraba más me parecía, pero ahora mismo no caía.
En cuanto se dieran la vuelta mis compañeros marines subiría al barco, tenía que hablar con el capitán del mismo acerca de los detalles para fondearlo cerca de los acantilados e invitarlo a la cena con el gobernador de la isla. Me comentó que lo mejor sería hacerlo en la próxima hora para aprovechar la marea alta, con lo que estuve de acuerdo. Dejé el asunto en sus manos, para que avisará a los marines antes de marchar para que dejaran de volver al barco a por más materiales. Ahora me tocaba darme otro paseo hasta el lugar de construcción, tras el cual esperaba descansar hasta la llegada de la noche.
Una vez en el lugar de construcción, saqué los planos para mostrárselos a los capataces, empezaríamos por las defensas ante los indicios de enemigos en la isla. Les comenté también que el barco fondearía cerca del sitio y que allí sería donde se durmiera. Se mantendría el perímetro en toda la zona siempre vigilado y no se abandonarían las posiciones para nada. Los hombres de Jack serían los encargados de entrar en la ciudad de ser necesario, dado que ya conocían el lugar y a la gente. Una vez todo listo, recogí los planos para enseñárselos al gobernador y me puse a descansar mirando la ciudad.
En cuanto se dieran la vuelta mis compañeros marines subiría al barco, tenía que hablar con el capitán del mismo acerca de los detalles para fondearlo cerca de los acantilados e invitarlo a la cena con el gobernador de la isla. Me comentó que lo mejor sería hacerlo en la próxima hora para aprovechar la marea alta, con lo que estuve de acuerdo. Dejé el asunto en sus manos, para que avisará a los marines antes de marchar para que dejaran de volver al barco a por más materiales. Ahora me tocaba darme otro paseo hasta el lugar de construcción, tras el cual esperaba descansar hasta la llegada de la noche.
Una vez en el lugar de construcción, saqué los planos para mostrárselos a los capataces, empezaríamos por las defensas ante los indicios de enemigos en la isla. Les comenté también que el barco fondearía cerca del sitio y que allí sería donde se durmiera. Se mantendría el perímetro en toda la zona siempre vigilado y no se abandonarían las posiciones para nada. Los hombres de Jack serían los encargados de entrar en la ciudad de ser necesario, dado que ya conocían el lugar y a la gente. Una vez todo listo, recogí los planos para enseñárselos al gobernador y me puse a descansar mirando la ciudad.
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Lo último que Ed supo de la chica peliroja antes de irse es que se había acercado a unos marines con una gorra robada. Él se dio la vuelta, se puso de nuevo la capucha y se fue acercando por los callejones al lugar de construcción. El vicealmirante no estaba en los alrededores, así que era una buena oportunidad para generar un poco de caos.
Allí pudo comprobar que, si bien la construcción no estaba tan avanzada como el pensaba, si que tenia mucho material, quizás habían descargado casi por completo el barco... Si eso era cierto, entonces el plan de Selene no tenía sentido, el cargamento ya estaba fuera y la construcción podría seguir su curso. -¡Mierda! -Exclamó tras chasquear la lengua. Allí había mucha gente como para hacer algo... Entonces pensó que, tal vez, la única forma de interrumpir el trabajo sin entrar en combate era crear una distracción.
Se colocó tras una pared, encendió el broche del Kit Kikite-koe y subió el volumen al máximo, 100 decibelios. Entonces comenzó a hacer resonar un motor, que a través del aparato debía ser como un taladro. Luego comenzó a dar golpes al suelo, que debieron sonar como pisotones de elefante o quién sabe. Estaba intentando asustar o, al menos intrigar, a los allí presentes, para que detuvieran el trabajo. El ruido no era lo suficientemente fuerte como para que les causara dolor, pero si que era altamente molesto, además de que no tenían ni idea de qué los causaba.
Los resultados no fueron los esperados, como mucho estaba ralentizando el trabajo y, por si fuera poco, puede que hubiera alertado a alguien, por lo que más gente acudiría al lugar. -¿Al final voy a tener que pelear? -Se preguntó en un susurro, mientras negaba con la cabeza. Debía hacer un par de docenas de reclutas allí, más los que llegaran. Decidió no hacerlo solo y fue a por su compañera, mientras se preparaba para lanzar una ofensiva que consistiría solo en dejarlos KO para detener el trabajo. Empezó a cargar electricidad...
Chistó al estar cerca de su compañera, que estaba rondando por las calles repartiendo mentiras, y la llamó en voz baja. -Ven, tenemos trabajo y creo que te va a gustar. Pelea, pero no mates. Sígueme. -Dijo, sin levantar la mirada y manteniéndose oculto en todo momento con una capucha y una larga capa de color beige que le cubría casi por completo. Tomarían un camino entre los callejones y en breve estarían de nuevo en el lugar de construcción... ¿Cómo le estaría yendo a la pelirroja?
Allí pudo comprobar que, si bien la construcción no estaba tan avanzada como el pensaba, si que tenia mucho material, quizás habían descargado casi por completo el barco... Si eso era cierto, entonces el plan de Selene no tenía sentido, el cargamento ya estaba fuera y la construcción podría seguir su curso. -¡Mierda! -Exclamó tras chasquear la lengua. Allí había mucha gente como para hacer algo... Entonces pensó que, tal vez, la única forma de interrumpir el trabajo sin entrar en combate era crear una distracción.
Se colocó tras una pared, encendió el broche del Kit Kikite-koe y subió el volumen al máximo, 100 decibelios. Entonces comenzó a hacer resonar un motor, que a través del aparato debía ser como un taladro. Luego comenzó a dar golpes al suelo, que debieron sonar como pisotones de elefante o quién sabe. Estaba intentando asustar o, al menos intrigar, a los allí presentes, para que detuvieran el trabajo. El ruido no era lo suficientemente fuerte como para que les causara dolor, pero si que era altamente molesto, además de que no tenían ni idea de qué los causaba.
Los resultados no fueron los esperados, como mucho estaba ralentizando el trabajo y, por si fuera poco, puede que hubiera alertado a alguien, por lo que más gente acudiría al lugar. -¿Al final voy a tener que pelear? -Se preguntó en un susurro, mientras negaba con la cabeza. Debía hacer un par de docenas de reclutas allí, más los que llegaran. Decidió no hacerlo solo y fue a por su compañera, mientras se preparaba para lanzar una ofensiva que consistiría solo en dejarlos KO para detener el trabajo. Empezó a cargar electricidad...
Chistó al estar cerca de su compañera, que estaba rondando por las calles repartiendo mentiras, y la llamó en voz baja. -Ven, tenemos trabajo y creo que te va a gustar. Pelea, pero no mates. Sígueme. -Dijo, sin levantar la mirada y manteniéndose oculto en todo momento con una capucha y una larga capa de color beige que le cubría casi por completo. Tomarían un camino entre los callejones y en breve estarían de nuevo en el lugar de construcción... ¿Cómo le estaría yendo a la pelirroja?
Einar Horn
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Por el camino, Jack intentó responder como mejor pudo a las preguntas de mi compañero. Particularmente su cita acerca de la guerra de Hallstat despertó la curiosidad sobremanera, y decidí almacenar ese nombre en mi cabeza, para adquirir información sobre ello más tarde. Aún había muchas cosas que no sabía del mundo de los humanos y, si quería adaptarme a ellos, necesitaría también hacerlo a su historia. Conocer las diferentes culturas que hay y hubo entre ellos, sus distintas organizaciones políticas… De momento, nada de lo que había visto allí se parecía a Elbaf en absoluto, era como haber viajado a otro mundo. No obstante lo que mis ojos habían presenciado hasta el momento y, concretamente en la isla en la que nos encontrábamos, se escapaban de mi entendimiento completamente. Según nuestro superior comentó, él y sus compañeros habían estado en Lvneel durante dos años, y no sabía qué habría podido pasar para que los pueblerinos se sublevaran contra el nuevo cuartel. Si él desconocía la razón… ¿quién más podría saber acerca de ella? Lo más probable es que nadie más. Entonces, ¿cuál sería el causante? O mejor dicho… ¿quién? No lo sabíamos, pero en nuestra mano estaba averiguarlo.
Pronto llegamos al que parecía ser, según nuestro superior, el cuartel temporal en el que se habían establecido durante dos años. No era algo muy ostentoso… sino algo simple. Era bastante grande, mas no comparable con los edificios de mi tierra, ni mucho menos. Pero… lo suficientemente grande como para albergar a alguien yo, con un poco de esfuerzo. Mis compañeros pasaron el umbral de la puerta fácilmente, pero yo tendría que jugarme la salud del edificio si quería pasar. No quería parecer imbécil; no obstante, lo hice. Con las dos puertas de entrada abiertas de par en par, me puse de cuclillas y empecé a moverme lentamente hacia el interior del cuartel. Alcanzaría a mis compañeros en cuestión de segundos, a la par que captaba las miradas de algunos individuos que por allí paseaban de un lado a otro. Pude escuchar como Jack daba órdenes a un hombre para enviar tropas al muelle. ¿Él era la máxima autoridad allí, en Lvneel? Por debajo del vicealmirante que en la isla se hallaba… parecía que hasta el momento así era. Tras hablar con este, nos presentó a otro sujeto, que seguía pareciendo de mayor rango que mi persona. Hubo algo en lo que dijo que volvió a despertar mi interés… ¿qué reunión? La misma pregunta pareció hacerse mi compañero Iulio… el cual decidió expresar sus pensamientos hablando públicamente.
– Puede que me equivoque, pero… ¿puede que os vayáis a reunir con el mandamás de la isla? No es nada que me concierna, lo sé. Aun así me gustaría saberlo, al igual que Iulio. Viendo lo que he visto… el bienestar de la isla debe ser establecido lo más pronto posible. Si la reunión es con quien yo he dicho… solicito tu permiso para asistir como oyente y, si cabe la posibilidad, tener una mínima intervención en ella. Por supuesto, lo que digo es en base a una suposición, y quizá me adelante demasiado a los acontecimientos, en ese caso… pido disculpas. – además de todo eso, quise decirle más… pero preferí dejarlo para cuando saliésemos de allí. No quería bajo ningún concepto atosigar a Jack. Solo quería demostrarle que mis intenciones eran buenas, y que mi mayor deseo ante él era que me viese como un igual, como un hombre al igual que él, exceptuando cualquier jerarquía. Y, por supuesto… por encima de todo, quería que reconociese mi potencial.
Pronto llegamos al que parecía ser, según nuestro superior, el cuartel temporal en el que se habían establecido durante dos años. No era algo muy ostentoso… sino algo simple. Era bastante grande, mas no comparable con los edificios de mi tierra, ni mucho menos. Pero… lo suficientemente grande como para albergar a alguien yo, con un poco de esfuerzo. Mis compañeros pasaron el umbral de la puerta fácilmente, pero yo tendría que jugarme la salud del edificio si quería pasar. No quería parecer imbécil; no obstante, lo hice. Con las dos puertas de entrada abiertas de par en par, me puse de cuclillas y empecé a moverme lentamente hacia el interior del cuartel. Alcanzaría a mis compañeros en cuestión de segundos, a la par que captaba las miradas de algunos individuos que por allí paseaban de un lado a otro. Pude escuchar como Jack daba órdenes a un hombre para enviar tropas al muelle. ¿Él era la máxima autoridad allí, en Lvneel? Por debajo del vicealmirante que en la isla se hallaba… parecía que hasta el momento así era. Tras hablar con este, nos presentó a otro sujeto, que seguía pareciendo de mayor rango que mi persona. Hubo algo en lo que dijo que volvió a despertar mi interés… ¿qué reunión? La misma pregunta pareció hacerse mi compañero Iulio… el cual decidió expresar sus pensamientos hablando públicamente.
– Puede que me equivoque, pero… ¿puede que os vayáis a reunir con el mandamás de la isla? No es nada que me concierna, lo sé. Aun así me gustaría saberlo, al igual que Iulio. Viendo lo que he visto… el bienestar de la isla debe ser establecido lo más pronto posible. Si la reunión es con quien yo he dicho… solicito tu permiso para asistir como oyente y, si cabe la posibilidad, tener una mínima intervención en ella. Por supuesto, lo que digo es en base a una suposición, y quizá me adelante demasiado a los acontecimientos, en ese caso… pido disculpas. – además de todo eso, quise decirle más… pero preferí dejarlo para cuando saliésemos de allí. No quería bajo ningún concepto atosigar a Jack. Solo quería demostrarle que mis intenciones eran buenas, y que mi mayor deseo ante él era que me viese como un igual, como un hombre al igual que él, exceptuando cualquier jerarquía. Y, por supuesto… por encima de todo, quería que reconociese mi potencial.
Mordred Pendragon
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Al parecer, seguir el plan de la pelirroja no llevó a ninguna parte. Aunque también es verdad que el vicealmirante tenía un buen talento para apaciguar a las multitudes furibundas. Con sólo un discurso logró que la gente se tranquilizara y se retiraran. "Maldición, el plan se está yendo al carajo. Maldito gyojin y su pico de oro... Habrá que cambiar de estrategia..." pensé de mal humor mientras me resignaba a dejar de alimentar el odio. Las personas que antes protestaban se habían quedado satisfechas antes las respuestas del mandatario de la marina.
- Oie, oie. ¿En serio se van a tragar las palabras de un perro del gobierno? ¿Acaso no van a luchar por vuestros derechos? Vaya panda de estúpidos que se conforman con promesas vacuas. Así no vais a llegar a buen puerto - comentaba a la gente que se retiraba del muelle, algunos pasaban de mí y otros se me quedaban mirando mordiéndose el labio hasta que finalmente se batían en retirada. Ese tipo de comportamiento conformista lo odiaba mucho, no actuaban como debieran hacerlo. Pero la cosa no iba a acabar de esa forma. Oh no señor, claro que no.
Un sonido llamó mi atención y me dí la vuelta. Era mi compañero que me indicaba que fuera con él, parecía que tenía en mente otro tipo de jugada que llevar a cabo y que merecía escucharse, al menos. Escupí al suelo en señal de desprecio a los cobardes ciudadanos y me acerqué al demonio dorado. En cuanto el demonio mencionó la palabra "pelear" una sonrisa sádica se fue formando poco a poco en la comisura de mis labios y mis ojos brillaban de pura emoción ante el hecho de volver a ensuciar mi espada de sangre. Sentir como el rival perdía toda esperanza de sobrevivir aquel día... era algo realmente que disfrutaba con toda mi alma. Sin embargo, no podía matar a nadie.
- No te prometo nada, compañero. Si la situación lo amerita, no me hago responsable de que esos marines pierdan alguna que otra extremidad o la propia cabeza. ¡Vayamos a divertirnos, amigo mío! - exclamé de júbilo y procedí a caminar por los callejones de la ciudad rumbo a la que podría ser la batalla del día.
- Oie, oie. ¿En serio se van a tragar las palabras de un perro del gobierno? ¿Acaso no van a luchar por vuestros derechos? Vaya panda de estúpidos que se conforman con promesas vacuas. Así no vais a llegar a buen puerto - comentaba a la gente que se retiraba del muelle, algunos pasaban de mí y otros se me quedaban mirando mordiéndose el labio hasta que finalmente se batían en retirada. Ese tipo de comportamiento conformista lo odiaba mucho, no actuaban como debieran hacerlo. Pero la cosa no iba a acabar de esa forma. Oh no señor, claro que no.
Un sonido llamó mi atención y me dí la vuelta. Era mi compañero que me indicaba que fuera con él, parecía que tenía en mente otro tipo de jugada que llevar a cabo y que merecía escucharse, al menos. Escupí al suelo en señal de desprecio a los cobardes ciudadanos y me acerqué al demonio dorado. En cuanto el demonio mencionó la palabra "pelear" una sonrisa sádica se fue formando poco a poco en la comisura de mis labios y mis ojos brillaban de pura emoción ante el hecho de volver a ensuciar mi espada de sangre. Sentir como el rival perdía toda esperanza de sobrevivir aquel día... era algo realmente que disfrutaba con toda mi alma. Sin embargo, no podía matar a nadie.
- No te prometo nada, compañero. Si la situación lo amerita, no me hago responsable de que esos marines pierdan alguna que otra extremidad o la propia cabeza. ¡Vayamos a divertirnos, amigo mío! - exclamé de júbilo y procedí a caminar por los callejones de la ciudad rumbo a la que podría ser la batalla del día.
Silver
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- No te preocupes - respondí, restando importancia a la reacción de Iulio ante su apresurada disculpa. - Debería haberos avisado antes, pero quería ver que caras se os quedaban - comenté sonriente. Luego escuché las propuestas de ambos, y su entusiasta iniciativa pese a la extraña situación me sorprendieron gratamente. - Conozco a alguien en el puerto… si ocurre algo él siempre se entera. Quizás podríamos hacerle una visita más tarde y nos ayude a aclararnos. Y en cuanto a la cena de esta noche, se trata de una especie de fiesta que organiza el gobernador. Una recepción para asegurar sus buenas relaciones con la marina, o al menos eso fue lo que me dijo. Si os apetece, podríais acompañarme.
Mientras terminaba de hablar, Joey y el resto de la unidad ya se habían reunido frente a la entrada del cuartel. Por lo que nos reunimos con ellos y nos encaminamos de vuelta al puerto. Aproveché los primeros minutos para ponerles al día de lo ocurrido, pues les quería preparados para cualquier imprevisto. No debíamos dar una mala impresión de nuestro trabajo al vicealmirante Danio, y ahora más que nunca debíamos demostrar a nuestros vecinos que podían confiar en nosotros. Una vez se los hube aclarado, volví a dirigirme a mis dos nuevos amigos.
- Tras salir de la academia me metí en más líos de los que puedo recordar, y me trasladaban de un destino a otro, hasta que me consideraron un caso perdido y me acabaron mandando aquí. Este lugar… era un caos tras la guerra. Y yo mismo me habría perdido de no ser porque me encontré con un viejo amigo. Ayudamos a la gente de esta isla, y esa misma gente nos ayudó. A mí al menos, me dieron un motivo para seguir adelante. - Me detuve durante un instante. ¿Por qué les estaba contando todo eso? Quizás porque en ellos nos veía a Amaiar y a mí cuando todo comenzó. Supongo que me pudo la nostalgia. - En cualquier caso, ese amigo del que os he hablado es ahora el capitán al cargo de la marina en esta isla. Pero hace unos meses le llamaron del cuartel general y tuvo que acudir, por lo que ahora me toca a mí encargarme de todo. - Mientras charlábamos el camino de vuelta se hizo bastante corto. Por lo que enseguida llegaríamos de nuevo a la zona de construcción, donde esperaba reunirme con Danio para ponerle al día.
Mientras terminaba de hablar, Joey y el resto de la unidad ya se habían reunido frente a la entrada del cuartel. Por lo que nos reunimos con ellos y nos encaminamos de vuelta al puerto. Aproveché los primeros minutos para ponerles al día de lo ocurrido, pues les quería preparados para cualquier imprevisto. No debíamos dar una mala impresión de nuestro trabajo al vicealmirante Danio, y ahora más que nunca debíamos demostrar a nuestros vecinos que podían confiar en nosotros. Una vez se los hube aclarado, volví a dirigirme a mis dos nuevos amigos.
- Tras salir de la academia me metí en más líos de los que puedo recordar, y me trasladaban de un destino a otro, hasta que me consideraron un caso perdido y me acabaron mandando aquí. Este lugar… era un caos tras la guerra. Y yo mismo me habría perdido de no ser porque me encontré con un viejo amigo. Ayudamos a la gente de esta isla, y esa misma gente nos ayudó. A mí al menos, me dieron un motivo para seguir adelante. - Me detuve durante un instante. ¿Por qué les estaba contando todo eso? Quizás porque en ellos nos veía a Amaiar y a mí cuando todo comenzó. Supongo que me pudo la nostalgia. - En cualquier caso, ese amigo del que os he hablado es ahora el capitán al cargo de la marina en esta isla. Pero hace unos meses le llamaron del cuartel general y tuvo que acudir, por lo que ahora me toca a mí encargarme de todo. - Mientras charlábamos el camino de vuelta se hizo bastante corto. Por lo que enseguida llegaríamos de nuevo a la zona de construcción, donde esperaba reunirme con Danio para ponerle al día.
El grandullón, casi ridículamente encogido para poder acceder al cuartel, había tenido una idea bastante similar a la mía. Afortunadamente, Silver se mostró como un oficial dispuesto a oír y valorar de buen grado las opiniones e iniciativas de sus subordinados. Al menos eso me había parecido percibir, y en cierto modo agradecía no haberme topado con un marine altivo y con complejo de inferioridad, de esos que ningunean a sus subordinados sólo por liberar su frustración con alguien.
Fuera como fuere, según el moreno había una persona que cumplía las condiciones que se me habían ocurrido, y propuso hablar con él una vez volviéramos al puerto. No me gustaba demasiado la idea de volver a un lugar que sólo me podía acarrear trabajo y esfuerzo, mas no tenía ninguna otra alternativa. La opción de escabullirme estaba completamente descartada por el momento, ya que el intransigente barbudo adicto a la obediencia con toda seguridad se percataría de mis intenciones. Tal vez en la zona portuaria, con tanto uniformado caminando de un lugar para otro, pudiese quitarme de en medio sin llamar la atención.
Sin embargo, aquella idea también quedó descartada cuando Silver nos propuso acompañarle a la reunión que tendría lugar. De entrada sonaba a que no habría que cargar cajas de un lugar para otro como una mula y, aunque dudaba que Einar viese esa actividad con malos ojos, yo prefería casi cualquier cosa antes que hacer de medio de transporte. Dejando eso a un lado, realmente ansiaba saber qué demonios estaba sucediendo en una isla que me habían descrito como "amiga" en un principio. No se me ocurría otra situación en la que se pudiese debatir ese asunto más que la cena con el gobernador, así que no me lo pensé.
-Sí, a mí me gustaría acompañarte -comenté cuando nuestro superior hizo el ofrecimiento.
Tras aquello, no tardamos mucho en volver a encaminarnos en dirección al puerto. No sabía si todos, pero muchos de los hombres que había en el cuartel se habían reunido para acompañarnos. Aquella imagen me agradó. Probablemente, cualquiera de los marines que había a mi alrededor sería más útil para resolver el conflicto que todos los que se habían quedado junto a los materiales. A fin de cuentas, ellos llevaban allí muchísimo tiempo y conocerían mejor a los habitantes de la isla.
Durante el trayecto, Silver nos puso al día acerca de cómo había acabado allí. Escuché en silencio, tratando de imaginar qué clase de líos serían esos a los que se refería. Me sentí tentado de poner voz a mis pensamientos e interesarme al respecto, pero al final opté por mantener la boca cerrada. Apenas acababa de conocerlo y no sabía cómo se tomaría una pregunta tan personal. Además, la situación en la que estábamos envueltos desequilibraba la balanza a favor de "guardarme mis dudas para otro momento".
Cuando llegamos, quedó patente que el barco había sido descargado o que, en su defecto, no quedaba mucho por sacar de él. Los materiales de construcción para el cuartel parecían haberse reproducido, y piezas y componentes de todo tipo se repartían por la zona. Por otro lado, el vicealmirante no se encontraba en las cercanías, así que asumí que había logrado calmar a la muchedumbre y que la situación se había normalizado un poco. No pude evitar preguntarme si aquello sería la calma que precedía a la tormenta, pero quedarme sentado a esperar no aportaría nada.
De ser por mí, habría ido inmediatamente en busca del informador de Silver, pero decidí no pronunciarme y esperar a que éste diera alguna orden. Ya había dejado clara mi opinión anteriormente, y repetirla sería completamente innecesario.
Fuera como fuere, según el moreno había una persona que cumplía las condiciones que se me habían ocurrido, y propuso hablar con él una vez volviéramos al puerto. No me gustaba demasiado la idea de volver a un lugar que sólo me podía acarrear trabajo y esfuerzo, mas no tenía ninguna otra alternativa. La opción de escabullirme estaba completamente descartada por el momento, ya que el intransigente barbudo adicto a la obediencia con toda seguridad se percataría de mis intenciones. Tal vez en la zona portuaria, con tanto uniformado caminando de un lugar para otro, pudiese quitarme de en medio sin llamar la atención.
Sin embargo, aquella idea también quedó descartada cuando Silver nos propuso acompañarle a la reunión que tendría lugar. De entrada sonaba a que no habría que cargar cajas de un lugar para otro como una mula y, aunque dudaba que Einar viese esa actividad con malos ojos, yo prefería casi cualquier cosa antes que hacer de medio de transporte. Dejando eso a un lado, realmente ansiaba saber qué demonios estaba sucediendo en una isla que me habían descrito como "amiga" en un principio. No se me ocurría otra situación en la que se pudiese debatir ese asunto más que la cena con el gobernador, así que no me lo pensé.
-Sí, a mí me gustaría acompañarte -comenté cuando nuestro superior hizo el ofrecimiento.
Tras aquello, no tardamos mucho en volver a encaminarnos en dirección al puerto. No sabía si todos, pero muchos de los hombres que había en el cuartel se habían reunido para acompañarnos. Aquella imagen me agradó. Probablemente, cualquiera de los marines que había a mi alrededor sería más útil para resolver el conflicto que todos los que se habían quedado junto a los materiales. A fin de cuentas, ellos llevaban allí muchísimo tiempo y conocerían mejor a los habitantes de la isla.
Durante el trayecto, Silver nos puso al día acerca de cómo había acabado allí. Escuché en silencio, tratando de imaginar qué clase de líos serían esos a los que se refería. Me sentí tentado de poner voz a mis pensamientos e interesarme al respecto, pero al final opté por mantener la boca cerrada. Apenas acababa de conocerlo y no sabía cómo se tomaría una pregunta tan personal. Además, la situación en la que estábamos envueltos desequilibraba la balanza a favor de "guardarme mis dudas para otro momento".
Cuando llegamos, quedó patente que el barco había sido descargado o que, en su defecto, no quedaba mucho por sacar de él. Los materiales de construcción para el cuartel parecían haberse reproducido, y piezas y componentes de todo tipo se repartían por la zona. Por otro lado, el vicealmirante no se encontraba en las cercanías, así que asumí que había logrado calmar a la muchedumbre y que la situación se había normalizado un poco. No pude evitar preguntarme si aquello sería la calma que precedía a la tormenta, pero quedarme sentado a esperar no aportaría nada.
De ser por mí, habría ido inmediatamente en busca del informador de Silver, pero decidí no pronunciarme y esperar a que éste diera alguna orden. Ya había dejado clara mi opinión anteriormente, y repetirla sería completamente innecesario.
Katharina von Steinhell
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Así que todo se fue a la mierda, el plan de Katharina había fallado completamente y tenía que volver a empezar, pero ¿por dónde? La muchedumbre estaba calmada, así que de nada servía intentar esparcir veneno porque era obvio que no funcionaría. También el plan de sabotear los materiales de construcción falló, pues la bruja tuvo la mala suerte de encontrarse justo con el vicealmirante, además de que estos ya casi habían sido descargados en su totalidad.
Quedaban unos pocos problemas que resolver, sobre todo la presencia de los dos marines que la acompañaban. De pronto comenzó a extrañar los tiempos en que luchaba por una buena causa, sin embargo, recordó lo que la Marina le hizo y esos sentimientos fueron borrados inmediatamente. ¿Qué podía hacer con aquellos dos? ¿Matarlos y hacerlos sus muertos vivientes? ¿Dejarlos ir? En realidad no le habían hecho nada, tampoco habían notado que Katharina era una criminal buscada por el Gobierno Mundial, así que de momento las cosas no estaban tan mal.
—Bueno, chicos, supongo que todo está en orden —declaró la bruja enseñando una amigable sonrisa—, pero como dijo el vicealmirante, no podemos relajarnos. Hay enemigos en la isla y nuestro deber será descubrir quiénes son.
Los muchachos intercambiaron miradas entre ellos y luego se voltearon hacia la pelirroja.
—¿Y cómo los descubriremos?
Una sonrisa se dibujó en el rostro de la bruja.
—De eso me encargo yo, ustedes quédense aquí. un buen marine siempre tiene un as bajo la manga.
Katharina dejó atrás a los marines y comenzó a caminar entre la gente, siguiéndola. Ahora había perdido el elemento sorpresa, pues el sujeto más duro de todo el puerto había visto su rostro. ¿Cómo podía tener tanta mala suerte? Por un momento pensó en dejar su trabajo tirado, pero sabía que esa no era una opción. Mientras caminaba se le pasó una idea por la cabeza: sabotear la reunión. Tenía unas pocas horas para planearlo todo y esperaba que los “revolucionarios” no la cagaran.
Tenía un par de opciones. La primera era ubicar el lugar de la reunión, plantar explosivos o cualquier cosa que pudiera servir, para asesinar a todos quienes estuvieran allí. De esa forma, las autoridades de la isla —al menos las que quedarían— estarían demasiado ocupadas como para reparar en una ladrona. Si ese plan resultaba bien, contaría con suficiente tiempo para realizar su trabajo. Segundo, y mucho más interesante, era causar la muerte de un marine para usarlo como muerto viviente, luego intentaría conseguirle un lugar en la reunión o, de no ser posible, simplemente lo “metería”. Allí, el desafortunado no muerto le dispararía al señor de Lvneel.
Guardó sus insignias y se quitó la gorra marine para reemplazarla por su capucha, caminó y caminó hasta encontrar al chico llamado Demonio dorado. Debía contarle que tenía otro plan, uno mucho más efectivo que lanzarse directamente contra los marines.
—Me ha costado un mundo encontrarlos —confesó—. No hagan nada loco, hay demasiados marines aquí. Ya saben que hay enemigos en la isla, el barco está completamente vacío y nuestra única oportunidad de jugársela a la Marina es la reunión. Tengo un plan, pero necesitaré de su ayuda. ¿Alguno de ustedes tiene un doctorado en secuestrar gente?
Quedaban unos pocos problemas que resolver, sobre todo la presencia de los dos marines que la acompañaban. De pronto comenzó a extrañar los tiempos en que luchaba por una buena causa, sin embargo, recordó lo que la Marina le hizo y esos sentimientos fueron borrados inmediatamente. ¿Qué podía hacer con aquellos dos? ¿Matarlos y hacerlos sus muertos vivientes? ¿Dejarlos ir? En realidad no le habían hecho nada, tampoco habían notado que Katharina era una criminal buscada por el Gobierno Mundial, así que de momento las cosas no estaban tan mal.
—Bueno, chicos, supongo que todo está en orden —declaró la bruja enseñando una amigable sonrisa—, pero como dijo el vicealmirante, no podemos relajarnos. Hay enemigos en la isla y nuestro deber será descubrir quiénes son.
Los muchachos intercambiaron miradas entre ellos y luego se voltearon hacia la pelirroja.
—¿Y cómo los descubriremos?
Una sonrisa se dibujó en el rostro de la bruja.
—De eso me encargo yo, ustedes quédense aquí. un buen marine siempre tiene un as bajo la manga.
Katharina dejó atrás a los marines y comenzó a caminar entre la gente, siguiéndola. Ahora había perdido el elemento sorpresa, pues el sujeto más duro de todo el puerto había visto su rostro. ¿Cómo podía tener tanta mala suerte? Por un momento pensó en dejar su trabajo tirado, pero sabía que esa no era una opción. Mientras caminaba se le pasó una idea por la cabeza: sabotear la reunión. Tenía unas pocas horas para planearlo todo y esperaba que los “revolucionarios” no la cagaran.
Tenía un par de opciones. La primera era ubicar el lugar de la reunión, plantar explosivos o cualquier cosa que pudiera servir, para asesinar a todos quienes estuvieran allí. De esa forma, las autoridades de la isla —al menos las que quedarían— estarían demasiado ocupadas como para reparar en una ladrona. Si ese plan resultaba bien, contaría con suficiente tiempo para realizar su trabajo. Segundo, y mucho más interesante, era causar la muerte de un marine para usarlo como muerto viviente, luego intentaría conseguirle un lugar en la reunión o, de no ser posible, simplemente lo “metería”. Allí, el desafortunado no muerto le dispararía al señor de Lvneel.
Guardó sus insignias y se quitó la gorra marine para reemplazarla por su capucha, caminó y caminó hasta encontrar al chico llamado Demonio dorado. Debía contarle que tenía otro plan, uno mucho más efectivo que lanzarse directamente contra los marines.
—Me ha costado un mundo encontrarlos —confesó—. No hagan nada loco, hay demasiados marines aquí. Ya saben que hay enemigos en la isla, el barco está completamente vacío y nuestra única oportunidad de jugársela a la Marina es la reunión. Tengo un plan, pero necesitaré de su ayuda. ¿Alguno de ustedes tiene un doctorado en secuestrar gente?
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La susodicha reunión resultó ser algo más banal. Según lo que nos había dicho Jack, el gobernador de la isla había organizado una fiesta para afianzar su relación con la Marina. Y lo mejor de todo, podíamos asistir tanto Iulio como yo. Solo esperaba que el sitio de reunión fuese lo suficientemente grande como para albergar a alguien como yo. Seguramente fuese un palacio, así que estaba tranquilo en ese aspecto. Y si no, habría que repetir la táctica de agacharse, por la cual algunos soldados seguían mirándome. Incluso me ofrecieron ayuda para salir de allí cuando llegó la patrulla que Jack había pedido.
– Será todo un honor poder asistir. – le dije a mi superior después de que Iulio dijera prácticamente lo mismo. Luego, un pequeño recluta se ofreció a ayudarme a salir. – Oh, no hace falta, gracias. Yo ya puedo solo. – le comenté con el pulgar levantado y una sonrisa de oreja a oreja.
Dejé que todos saliesen del cuartel antes que yo, para ahorrar atascos al personal. Mas cuando llegó mi hora de pasar por el umbral que daba acceso al exterior… al tener la cabeza demasiado levantada, me llevé por delante un trozo considerable de la parte superior de este. Pedí perdón a todos los presentes por los destrozos inconscientes y, por suerte, recibí la absolución por mis pecados bastante pronto. Al salir y ponerme de pie, me desperecé todo lo que pude para recuperar toda la movilidad después de estar agachado todo el rato. “Maldigo los edificios humanos… son todos tan pequeños.” pensé, indignado. Una vez todos fuera ya, partimos hacia el puerto todos juntos. Por el camino, Jack nos contó la historia de cómo había acabado allí. De nuevo, volvió a mencionar la guerra. Seguía intrigado por aquel suceso histórico del cual no tenía conocimiento, y necesitaba saber con todo lujo de detalles qué pasó… mas no era el momento ni el lugar, y no quería darle la carga a nadie de allí para que me diese una lección de historia humana.
– La verdad es que dudo que haya sido algo fácil gestionar todo tú solo. De todas formas… ahora ya no lo estás, de eso puedes estar seguro. Así que, juntos, debemos terminar con todo esto lo antes posible. – intenté animar al teniente comandante.
En pocos minutos, alcanzaríamos el puerto. Los navíos se hallaban ya prácticamente vacíos, lo cual quería decir que los marines habían ejercido correctamente su labor. No obstante… me apenaba no haber podido ayudarles en ello, pues me consideraba una gran baza para los trabajos forzosos. Intenté verlo de forma positiva, y es que el cuartel se hallaba en un estadio más avanzado para finalizar su construcción, mas aún le quedaba mucho. Con mi mirada, intenté buscar al hombre que Jack había citado, pero solo vi a meros reclutas transportando los pocos materiales que quedaban.
– ¿Y bien? ¿Ahora qué hacemos, Jack? – inquirí.
– Será todo un honor poder asistir. – le dije a mi superior después de que Iulio dijera prácticamente lo mismo. Luego, un pequeño recluta se ofreció a ayudarme a salir. – Oh, no hace falta, gracias. Yo ya puedo solo. – le comenté con el pulgar levantado y una sonrisa de oreja a oreja.
Dejé que todos saliesen del cuartel antes que yo, para ahorrar atascos al personal. Mas cuando llegó mi hora de pasar por el umbral que daba acceso al exterior… al tener la cabeza demasiado levantada, me llevé por delante un trozo considerable de la parte superior de este. Pedí perdón a todos los presentes por los destrozos inconscientes y, por suerte, recibí la absolución por mis pecados bastante pronto. Al salir y ponerme de pie, me desperecé todo lo que pude para recuperar toda la movilidad después de estar agachado todo el rato. “Maldigo los edificios humanos… son todos tan pequeños.” pensé, indignado. Una vez todos fuera ya, partimos hacia el puerto todos juntos. Por el camino, Jack nos contó la historia de cómo había acabado allí. De nuevo, volvió a mencionar la guerra. Seguía intrigado por aquel suceso histórico del cual no tenía conocimiento, y necesitaba saber con todo lujo de detalles qué pasó… mas no era el momento ni el lugar, y no quería darle la carga a nadie de allí para que me diese una lección de historia humana.
– La verdad es que dudo que haya sido algo fácil gestionar todo tú solo. De todas formas… ahora ya no lo estás, de eso puedes estar seguro. Así que, juntos, debemos terminar con todo esto lo antes posible. – intenté animar al teniente comandante.
En pocos minutos, alcanzaríamos el puerto. Los navíos se hallaban ya prácticamente vacíos, lo cual quería decir que los marines habían ejercido correctamente su labor. No obstante… me apenaba no haber podido ayudarles en ello, pues me consideraba una gran baza para los trabajos forzosos. Intenté verlo de forma positiva, y es que el cuartel se hallaba en un estadio más avanzado para finalizar su construcción, mas aún le quedaba mucho. Con mi mirada, intenté buscar al hombre que Jack había citado, pero solo vi a meros reclutas transportando los pocos materiales que quedaban.
– ¿Y bien? ¿Ahora qué hacemos, Jack? – inquirí.
Danio Rerio
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No podía descansar bien sabiendo que había enemigos de la marina en aquella isla intentado sabotear nuestros esfuerzos por traer estabilidad a la zona. Y no solamente eso, ¿cómo podían enterarse nuestros adversarios de una forma tan rápida y eficaz de nuestros planes? Lo más seguro es que tuviéramos algún topo dentro, la pregunta era a que facción pertenecía. Lo más plausible era que fuera de la revolución, los más organizados y con más recursos. Esos que decían ser los luchadores del pueblo, pero de ser ellos, ¿por qué pueblo luchaban azuzando a la gente a enfrentarse a la marina? ¿Por qué poner en riesgo la libertad y la vida de la gente a la que se suponía querían ayudar? Aquello no tenía sentido, ¿no se daban cuenta que aquella gente aún no podía haberse recuperado de la guerra que inició el imperio?
Me estaba empezando a poner de mal humor, por lo que me decidí por calmar mi mente antes de la reunión de la noche. Tenía varias horas por delante, así que podía hacer una o dos tablas de Tai Chi. Los movimientos fluidos me ayudaban a concentrarme, a relajarme. Era un estilo perfecto para ello, por eso me lo habían enseñado en el templo, además de ser el más idóneo para el manejo de las energías necesarias para manejar el agua del karate gyojin.
Esperaba además que, al realizar los ejercicios a la vista de todos, nuestros enemigos se lo pensaran dos veces antes de atacarnos. El problema vendría al caer la noche, si mi reunión había llegado a oídos de los alborotadores era posible que trataran de hacer algo. Podíamos ponerle alguna trampa, pero sin saber su número, capacidad de combate y fuerza era algo arriesgado. Esperaba que Jack volviera pronto y pudiéramos hablar para ver que opciones teníamos.
Me estaba empezando a poner de mal humor, por lo que me decidí por calmar mi mente antes de la reunión de la noche. Tenía varias horas por delante, así que podía hacer una o dos tablas de Tai Chi. Los movimientos fluidos me ayudaban a concentrarme, a relajarme. Era un estilo perfecto para ello, por eso me lo habían enseñado en el templo, además de ser el más idóneo para el manejo de las energías necesarias para manejar el agua del karate gyojin.
Esperaba además que, al realizar los ejercicios a la vista de todos, nuestros enemigos se lo pensaran dos veces antes de atacarnos. El problema vendría al caer la noche, si mi reunión había llegado a oídos de los alborotadores era posible que trataran de hacer algo. Podíamos ponerle alguna trampa, pero sin saber su número, capacidad de combate y fuerza era algo arriesgado. Esperaba que Jack volviera pronto y pudiéramos hablar para ver que opciones teníamos.
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Edward no estaba nada contento con el transcurso de la misión, cuyo trasfondo real iba más allá de querer actuar a favor de la revolución. Él era originario de Lvneel y ya había tenido problemas hace un tiempo con algunos marines, tanto que eso fue lo que le hizo convertirse en revolucionario. Quizás estaba un poco cegado por la venganza de la muerte de su padre...
Sin gesticular para no desvelar su creciente enfado, escuchó con atención a la pelirroja mientras, con el Haki de observación, se daba cuenta de que poco a poco, el lugar de la construcción se volvía menos y menos seguro. Los superiores estaban allí o de camino, la situación no pintaba nada bien. Entre eso y que su compañera no podía asegurarle la supervivencia de los reclutas marines, Edward estaba empezando a perder las esperanzas de poder hacer las cosas a su manera.
-¿Secuestrar gente? ¿Qué estás pensando? Podría intentarlo, la electricidad no hace mucho ruido y puede dejar KO. -Girándose para mirar a Mordred, continuó. -Los marines se reagrupan, incluyendo a los más fuertes, esto no me gusta nada. Desde luego la reunión será el momento idóneo para actuar... Mo- se "mordió la lengua" para que Selene no escuchara su nombre.- Mira, supongo que eso de secuestrar y las cosas del sigilo y tal no son las que más te agradan. Lo único que se me ocurre es que, si como ella indica, el barco está casi vacío, podrías intentar infiltrarte, noquear a los que encuentres dentro y así retrasar que lo atraquen en otro lado...o puedes venirte con nosotros si lo prefieres. Selene -Volvió a mirar a la misteriosa chica. -¿Cómo piensas sabotear la reunión? -Preguntó, sabiendo ya de sobra que esa era, al menos, parte de su intención.
Sin gesticular para no desvelar su creciente enfado, escuchó con atención a la pelirroja mientras, con el Haki de observación, se daba cuenta de que poco a poco, el lugar de la construcción se volvía menos y menos seguro. Los superiores estaban allí o de camino, la situación no pintaba nada bien. Entre eso y que su compañera no podía asegurarle la supervivencia de los reclutas marines, Edward estaba empezando a perder las esperanzas de poder hacer las cosas a su manera.
-¿Secuestrar gente? ¿Qué estás pensando? Podría intentarlo, la electricidad no hace mucho ruido y puede dejar KO. -Girándose para mirar a Mordred, continuó. -Los marines se reagrupan, incluyendo a los más fuertes, esto no me gusta nada. Desde luego la reunión será el momento idóneo para actuar... Mo- se "mordió la lengua" para que Selene no escuchara su nombre.- Mira, supongo que eso de secuestrar y las cosas del sigilo y tal no son las que más te agradan. Lo único que se me ocurre es que, si como ella indica, el barco está casi vacío, podrías intentar infiltrarte, noquear a los que encuentres dentro y así retrasar que lo atraquen en otro lado...o puedes venirte con nosotros si lo prefieres. Selene -Volvió a mirar a la misteriosa chica. -¿Cómo piensas sabotear la reunión? -Preguntó, sabiendo ya de sobra que esa era, al menos, parte de su intención.
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Una vez nos encontramos de nuevo en la zona de construcción, busqué con la mirada al vicealmirante hasta encontrarlo. Parecía estar practicando algún tipo de ejercicio, y aunque me incomodaba tener que interrumpirle, no quería perder más tiempo. Por lo que enseguida me dirigí a él, seguido por Iluio, Einar, Joey y el resto de la unidad.
- Señor - llamé su atención, realizando con cierta torpeza el saludo formal antes de continuar. - He traído a mis hombres, como me pidió. Al igual que yo mismo, llevan mucho tiempo viviendo y trabajando aquí, por lo que conocen bien el lugar y a sus gentes. Le serán de gran ayuda, y le aseguro que puede confiar en ellos como si fuese yo mismo. Este es el Sargento Joey, mi suboficial. Él puede ponerle al día con cualquier duda que aún pueda tener sobre el actual gobierno de la isla y con los preparativos para el encuentro de esta noche. Mientras, me gustaría acercarme al puerto. Tengo un amigo allí que quizás pueda aclarar lo sucedido esta mañana.
Tras recibir la aprobación de Danio a mis intenciones, me dirigí una vez más a mi viejo amigo. Ya les había puesto al día de lo ocurrido por el camino, pero quería asegurarme de que entendiese la importancia de la situación. Y quería que fuese mis ojos y oídos en el lugar hasta que volviese. El joven sargento asintió con su característica efusividad. A lo que respondí con una sonrisa. Luego volví a dirigirme a mis nuevos amigos.
- Si queréis, podéis acompañarme a buscar a mi contacto. Después de todo, la idea ha sido tuya - exclamé, acompañando mis palabras de una sonora palmada en el hombro del albino. Acto seguido, y sin perder ni un instante, me alejé de la zona de construcción. Dirigiéndome esta vez al puerto.
- Señor - llamé su atención, realizando con cierta torpeza el saludo formal antes de continuar. - He traído a mis hombres, como me pidió. Al igual que yo mismo, llevan mucho tiempo viviendo y trabajando aquí, por lo que conocen bien el lugar y a sus gentes. Le serán de gran ayuda, y le aseguro que puede confiar en ellos como si fuese yo mismo. Este es el Sargento Joey, mi suboficial. Él puede ponerle al día con cualquier duda que aún pueda tener sobre el actual gobierno de la isla y con los preparativos para el encuentro de esta noche. Mientras, me gustaría acercarme al puerto. Tengo un amigo allí que quizás pueda aclarar lo sucedido esta mañana.
Tras recibir la aprobación de Danio a mis intenciones, me dirigí una vez más a mi viejo amigo. Ya les había puesto al día de lo ocurrido por el camino, pero quería asegurarme de que entendiese la importancia de la situación. Y quería que fuese mis ojos y oídos en el lugar hasta que volviese. El joven sargento asintió con su característica efusividad. A lo que respondí con una sonrisa. Luego volví a dirigirme a mis nuevos amigos.
- Si queréis, podéis acompañarme a buscar a mi contacto. Después de todo, la idea ha sido tuya - exclamé, acompañando mis palabras de una sonora palmada en el hombro del albino. Acto seguido, y sin perder ni un instante, me alejé de la zona de construcción. Dirigiéndome esta vez al puerto.
Me quedé quieto, observando cómo iban y venían los marines que aún tenían faena por hacer. Una vez más, me alegré de haberme podido librar de un trabajo tan cansado y monótono como aquél. No obstante, me vi obligado a volver a la realidad cuando me di cuenta de que me había quedado solo por unos instantes. «¿Dónde demonios se han metido?», me pregunté, buscando a mi alrededor a Silver, Einar y el grupo de uniformados que se habían unido a nosotros.
Por un momento me temí que se hubieran ido en busca del supuesto informador y me hubieran dejado atrás, lo que con toda seguridad me habría obligado a unirme a las tareas que se desarrollaban ante mí. Sin embargo, me relajé en cuanto vi al grupo acercarse al vicealmirante. ¿Cómo no le había visto al llegar? Era difícil no reparar en él y, por si no fuera suficiente con eso, estaba haciendo... ¿Qué demonios estaba haciendo?
Con la mirada fija en él y una ceja alzada, me encaminé hacia donde se encontraban los demás. No dejaba de mirar al gyojin, atento para devolver mi semblante a una expresión normal en caso de que se fijase en mí. De cualquier modo, los movimientos que realizaba dejaban poca o ninguna duda acerca de su naturaleza. ¿Habría contribuido la exhibición del hombre-pez a que se aplacasen los ánimos de los lugareños? No tenía ni idea, pero lo más probable era que así fuese: ¿qué clase de inconsciente se decidiría a montar un escándalo con un vicealmirante listo para el combate cerca?
Alcancé al resto del grupo justo cuando Silver se dirigía al oficial al mando de la construcción del cuartel y me mantuve en silencio mientras hablaban. Al mismo tiempo lanzaba miradas furtivas hacia los alrededores, en especial a la zona donde antes se había reunido la muchedumbre. No me gustaba ni un ápice que hubiese tanta tranquilidad después del escándalo que se había formado antes.
-Claro. Tengo curiosidad por saber quién es ese tipo y qué sabe acerca de todo esto. Es muy raro... -respondí cuando el moreno se dirigió a mí, apoyándome en la pierna de Einar y dejando caer todo mi peso sobre ella. Debía reconocer que, pese a ser el marine de bajo rango más recto e intransigente que había conocido, era una excelente superficie de apoyo. «Te felicito. Serás mi nueva almohada», me dije.
Por desgracia para mi comodidad, enseguida pusimos rumbo al puerto para buscar al informador de Silver. Fui tras él en silencio, atento a las personas con las que nos cruzábamos y preguntándome cuánto podría ayudarnos el tipo con el que nos íbamos a encontrar.
Por un momento me temí que se hubieran ido en busca del supuesto informador y me hubieran dejado atrás, lo que con toda seguridad me habría obligado a unirme a las tareas que se desarrollaban ante mí. Sin embargo, me relajé en cuanto vi al grupo acercarse al vicealmirante. ¿Cómo no le había visto al llegar? Era difícil no reparar en él y, por si no fuera suficiente con eso, estaba haciendo... ¿Qué demonios estaba haciendo?
Con la mirada fija en él y una ceja alzada, me encaminé hacia donde se encontraban los demás. No dejaba de mirar al gyojin, atento para devolver mi semblante a una expresión normal en caso de que se fijase en mí. De cualquier modo, los movimientos que realizaba dejaban poca o ninguna duda acerca de su naturaleza. ¿Habría contribuido la exhibición del hombre-pez a que se aplacasen los ánimos de los lugareños? No tenía ni idea, pero lo más probable era que así fuese: ¿qué clase de inconsciente se decidiría a montar un escándalo con un vicealmirante listo para el combate cerca?
Alcancé al resto del grupo justo cuando Silver se dirigía al oficial al mando de la construcción del cuartel y me mantuve en silencio mientras hablaban. Al mismo tiempo lanzaba miradas furtivas hacia los alrededores, en especial a la zona donde antes se había reunido la muchedumbre. No me gustaba ni un ápice que hubiese tanta tranquilidad después del escándalo que se había formado antes.
-Claro. Tengo curiosidad por saber quién es ese tipo y qué sabe acerca de todo esto. Es muy raro... -respondí cuando el moreno se dirigió a mí, apoyándome en la pierna de Einar y dejando caer todo mi peso sobre ella. Debía reconocer que, pese a ser el marine de bajo rango más recto e intransigente que había conocido, era una excelente superficie de apoyo. «Te felicito. Serás mi nueva almohada», me dije.
Por desgracia para mi comodidad, enseguida pusimos rumbo al puerto para buscar al informador de Silver. Fui tras él en silencio, atento a las personas con las que nos cruzábamos y preguntándome cuánto podría ayudarnos el tipo con el que nos íbamos a encontrar.
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Katharina esperaba que el muchacho de cabellos dorados le preguntase cuál era su plan. Les sugirió que se dirigieran a un lugar más tranquilo, sin tantos ojos y oídos para que escucharan muy bien, puesto que no tenía intenciones de repetir todo lo explicado. Una vez estuvieran ahí, tal vez en un callejón, o quizás medio escondidos entre cajas de madera, les contaría todo.
—Necesito uno o más marines secuestrados, y lamento informarles que este plan conlleva la muerte de varios hombres —aseguró la bruja, estando segura de que no aprobarían absolutamente sus ideas—. Una vez asesinemos a los marines, usaré mi habilidad y los traeré de vuelta a la vida, sólo que siendo mis marionetas. La reunión que tendrá a lugar esta noche será custodiada por varios hombres, entre los cuales debemos asegurarnos de que estén nuestros infiltrados.
»Bien, una vez todos estén en sus posiciones queda decidir entre estas dos opciones: hacer explotar el lugar o simplemente quitarle la vida al gobernante. Si hacemos volar todo, tal vez nos carguemos a varios marines fuertes y muchos cargos altos de la isla; cumpliríamos con nuestro objetivo de detener la construcción del cuartel, pero no es algo que me haga mucha gracia —admitió la pelirroja, pero la verdadera razón era que se le haría muy complicado fabricar o conseguir una bomba lo suficientemente potente para deshacerse de ese gyojin.
»Mi segunda idea es que los marines que secuestremos, le disparen al gobernante de la isla, así todos pensarán que la Marina no es tan buena después de todo. Sin embargo, cabe la posibilidad de que el tiro falle, así que ustedes se encargarán de que el gobernador muera si o si, haciendo parecer que el responsable fue un soldado de la Marina.
El plan de Katharina no sonaba tan mal, aunque era muy difícil de llevarlo a cabo con tan sólo tres personas, además la pelirroja dudaba de que esa mujer les fuera a ser útil. Por otro lado, mientras les contaba lo planeado, se le ocurrió una idea mucho más convincente y arriesgada: asesinar al Gobernador y convertirlo en marioneta para así declararle la guerra a la Marina. La bruja saldría completamente victoriosa, pues se haría de los planos, expulsaría a la Marina de la isla y detendría la construcción del cuartel, pero ¿cómo podían llegar hasta él?
—Necesito uno o más marines secuestrados, y lamento informarles que este plan conlleva la muerte de varios hombres —aseguró la bruja, estando segura de que no aprobarían absolutamente sus ideas—. Una vez asesinemos a los marines, usaré mi habilidad y los traeré de vuelta a la vida, sólo que siendo mis marionetas. La reunión que tendrá a lugar esta noche será custodiada por varios hombres, entre los cuales debemos asegurarnos de que estén nuestros infiltrados.
»Bien, una vez todos estén en sus posiciones queda decidir entre estas dos opciones: hacer explotar el lugar o simplemente quitarle la vida al gobernante. Si hacemos volar todo, tal vez nos carguemos a varios marines fuertes y muchos cargos altos de la isla; cumpliríamos con nuestro objetivo de detener la construcción del cuartel, pero no es algo que me haga mucha gracia —admitió la pelirroja, pero la verdadera razón era que se le haría muy complicado fabricar o conseguir una bomba lo suficientemente potente para deshacerse de ese gyojin.
»Mi segunda idea es que los marines que secuestremos, le disparen al gobernante de la isla, así todos pensarán que la Marina no es tan buena después de todo. Sin embargo, cabe la posibilidad de que el tiro falle, así que ustedes se encargarán de que el gobernador muera si o si, haciendo parecer que el responsable fue un soldado de la Marina.
El plan de Katharina no sonaba tan mal, aunque era muy difícil de llevarlo a cabo con tan sólo tres personas, además la pelirroja dudaba de que esa mujer les fuera a ser útil. Por otro lado, mientras les contaba lo planeado, se le ocurrió una idea mucho más convincente y arriesgada: asesinar al Gobernador y convertirlo en marioneta para así declararle la guerra a la Marina. La bruja saldría completamente victoriosa, pues se haría de los planos, expulsaría a la Marina de la isla y detendría la construcción del cuartel, pero ¿cómo podían llegar hasta él?
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La pelirroja los llevó a un lugar más seguro, pero había algo que inquietaba a Edward, el plan no le iba a gustar. En otras circunstancias, directamente se hubiera ido al escuchar que más de uno iba a morir, pero estaba desesperado y también quería saber la opinión de su compañera de la Quimera. Sin embargo, todo cambió cuando los muertos en el plan dejaron de ser "solo marines". ¿Que el gobernador tenía que morir sí o sí? El demonio no pudo contenerse más tiempo y empezó a negar con la cabeza.
-No no no no... Ni en broma. No estamos aquí para dejar la isla sin un gobernante ni para matar civiles. Yo no soy tu hombre, tendrás que buscarte a otro. -Sentenció mientras se dio la vuelta, concentrándose con el Haki de Observación en la pelirroja por lo que pudiera pasar. Echó a andar mientras en voz baja musitaba. -Debe haber una manera de hacer esto sin que nadie muera, y si no la hay, al menos debe haber una forma en la que podamos reducir la gravedad de la situación. Selene pretende prender las llamas de una guerra, y si Lvneel acabara siendo el campo de batalla sus gentes sufrirían... No, no es una solución. Culpar a la marina de un asesinato que nosotros habremos cometido no serviría, sin contar que si la verdad se descubriese mucha gente que apoya le revolución podría empezar a cuestionar sus motivos... -Entonces, abrió los ojos de par y en par y se detuvo.
-¡Un momento! -Exclamó, volviéndose y mirando a ambas chicas de nuevo. -¿Por qué no le damos la vuelta? ¿Por qué no hacemos que sea el propio gobernador el que cambie la situación? -Sus pensamientos adelantaban a sus palabras, el ya estaba viendo el plan. -¡Sí, sí! ¡Y nadie tendría que morir! Aunque... -Deteniendo la mirada en la chica pelirroja, se tomó un instante para continuar. -No estoy seguro de que te guste del todo, pero creo que es mejor llegar a un acuerdo que nos haga... "medio-felices" a todos.
Dicho eso, puso los brazos sobre los hombros de las dos chicas y las acercó, bajando el volumen para que nadie pudiera oír el plan. -Mordred, tu temperamento y semblante frío pueden ser muy intimidatorios, así como esa armadura y esa espada tuya. Selene, estoy bastante convencido de que eres una criminal, pero podemos usar eso a nuestro favor, solo te voy a pedir que te ciñas al plan y no mates a nadie. Os explico: te voy a atar y entraremos sin que nos detecten hasta llegar al despacho del gobernador. Entonces le diré que eres una criminal que pretendías matarlo y que yo lo he evitado. -Lo cual era cierto, y eso era muy importante en su plan por su incapacidad para sonar creíble al mentir. -En ese momento, le haré darse cuenta de que podría volver a ocurrir otro intento de asesinato en su contra, o un levantamiento, como del que seguro que habrá oído que hemos causado hace media hora. Le diré que si continúa como hasta ahora con el trato con la marina, no podré asegurar su seguridad... Y entonces Mordred cumplirá su cometido; una buena amenaza que le haga replantearse si quiere enemistarse de frente a la Armada Revolucionaria.
Edward estaba completamente en contra de matar a ese hombre... por el momento, pero si al final el imperio de Hallstat acababa enlazándose de manera irreversible con el Gobierno Mundial y se convertía en un enemigo declarado de la Revolución, tal vez tuviera que pagar las consecuencias.
-No no no no... Ni en broma. No estamos aquí para dejar la isla sin un gobernante ni para matar civiles. Yo no soy tu hombre, tendrás que buscarte a otro. -Sentenció mientras se dio la vuelta, concentrándose con el Haki de Observación en la pelirroja por lo que pudiera pasar. Echó a andar mientras en voz baja musitaba. -Debe haber una manera de hacer esto sin que nadie muera, y si no la hay, al menos debe haber una forma en la que podamos reducir la gravedad de la situación. Selene pretende prender las llamas de una guerra, y si Lvneel acabara siendo el campo de batalla sus gentes sufrirían... No, no es una solución. Culpar a la marina de un asesinato que nosotros habremos cometido no serviría, sin contar que si la verdad se descubriese mucha gente que apoya le revolución podría empezar a cuestionar sus motivos... -Entonces, abrió los ojos de par y en par y se detuvo.
-¡Un momento! -Exclamó, volviéndose y mirando a ambas chicas de nuevo. -¿Por qué no le damos la vuelta? ¿Por qué no hacemos que sea el propio gobernador el que cambie la situación? -Sus pensamientos adelantaban a sus palabras, el ya estaba viendo el plan. -¡Sí, sí! ¡Y nadie tendría que morir! Aunque... -Deteniendo la mirada en la chica pelirroja, se tomó un instante para continuar. -No estoy seguro de que te guste del todo, pero creo que es mejor llegar a un acuerdo que nos haga... "medio-felices" a todos.
Dicho eso, puso los brazos sobre los hombros de las dos chicas y las acercó, bajando el volumen para que nadie pudiera oír el plan. -Mordred, tu temperamento y semblante frío pueden ser muy intimidatorios, así como esa armadura y esa espada tuya. Selene, estoy bastante convencido de que eres una criminal, pero podemos usar eso a nuestro favor, solo te voy a pedir que te ciñas al plan y no mates a nadie. Os explico: te voy a atar y entraremos sin que nos detecten hasta llegar al despacho del gobernador. Entonces le diré que eres una criminal que pretendías matarlo y que yo lo he evitado. -Lo cual era cierto, y eso era muy importante en su plan por su incapacidad para sonar creíble al mentir. -En ese momento, le haré darse cuenta de que podría volver a ocurrir otro intento de asesinato en su contra, o un levantamiento, como del que seguro que habrá oído que hemos causado hace media hora. Le diré que si continúa como hasta ahora con el trato con la marina, no podré asegurar su seguridad... Y entonces Mordred cumplirá su cometido; una buena amenaza que le haga replantearse si quiere enemistarse de frente a la Armada Revolucionaria.
Edward estaba completamente en contra de matar a ese hombre... por el momento, pero si al final el imperio de Hallstat acababa enlazándose de manera irreversible con el Gobierno Mundial y se convertía en un enemigo declarado de la Revolución, tal vez tuviera que pagar las consecuencias.
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Mi compañero de la Quimera y yo anduvimos por los solitarios callejones de la zona portuaria de la ciudad de Lvneel. El sonido de los marines yendo de un lado a otro, patrullando la zona y comenzando las construcciones del cuartel, se expandían como el eco por aquellos lares. Vinieron a mi mente recuerdos de cuando yo patrullaba las calles de Draconia cuando servía como caballero bajo el mando de mi padre. Hubo una vez que tuve que perseguir a un criminal por un estrecho callejón, el muy rufían le había robado a una pobre anciana y no dudé ni un segundo en ir a por él. Los recuerdos de mi vida pasada, antes de alzarme en armas contra mi padre, lograron sacarme una sonrisa. Sin embargo, aquellos tiempos ya solo eran recuerdos lejanos.
Ya de vuelta a la realidad, mi compañero y yo nos topamos nuevamente con la pelirroja llamada Selene. Al parecer nos había estado buscando por el lugar, seguía sin darme mala espina. Si ella también estaba interesada en impedir la construcción del cuartel probablemente quería usarnos para sus planes. Sin embargo, escuché lo que tenía que decir. A lo mejor tenía una buena idea para solucionarlo todo de forma sencilla.
- ¿Secuestrar gente? - pregunté ante a sugerencia de la pelirroja. Miré a mi compañero y este hizo un amago antes de pronunciar mi nombre. Las palabras de mi compañero estaban cargadas de razón, las misiones de secuestrar gente y de infiltrarse no eran de mi agrado. Eran muy tediosas y aburridas, lo mejor era un ataque directo pillando al enemigo al descubierto. Mi compañero demonio me sugirió el atracar el barco y hacerlo nuestro.
- La idea es tentadora, pero no me voy a arriesgar a que el vicealmirante decida volver de improviso. No está en mi carácter lo que voy a decir pero prefiero quedarme cerca de aliados teniendo a un perro del gobierno de tan alta categoría por esta ciudad del North Blue - me mordí el labio al tragarme mi orgullo de guerrero.
Luego, la misteriosa dama expuso otras ideas. La muerte de los marines no me importaban, todos aquellos que se alistan en la Marina han de estar listos para morir. De igual forma los que se habían unido a la Revolución debían estar preparados para toparse con la muerte algún día. Eso lo había aprendido en mi tierra natal, igual eso me hacía ver como un ser carente de sentimientos pero era algo crucial en el campo de batalla.
El demonio dorado pronto expresó su desagrado ante la idea de matar innecesariamente. No pude evitar reír ante eso, algo me decía que aunque mi compañero se negara a matar, la pelirroja no dudaría en matarlos a todos. El miembro de la Quimera sugirió otro plan, que me acabó gustando pero que sus palabras ante mi persona me molestaron un poco.
-¡Ey, que tampoco soy un monstruo! - exclamé poniéndome de morros - Tu plan, querido camarada me parece factible. Mientras cumplamos con la misión supongo que da igual la forma en que lo hagamos. Pero espero un poco de acción con los reclutas, la muerte es algo que deberían tener ya asimilado desde el momento en que empuñan una espada o un rifle -
Ya de vuelta a la realidad, mi compañero y yo nos topamos nuevamente con la pelirroja llamada Selene. Al parecer nos había estado buscando por el lugar, seguía sin darme mala espina. Si ella también estaba interesada en impedir la construcción del cuartel probablemente quería usarnos para sus planes. Sin embargo, escuché lo que tenía que decir. A lo mejor tenía una buena idea para solucionarlo todo de forma sencilla.
- ¿Secuestrar gente? - pregunté ante a sugerencia de la pelirroja. Miré a mi compañero y este hizo un amago antes de pronunciar mi nombre. Las palabras de mi compañero estaban cargadas de razón, las misiones de secuestrar gente y de infiltrarse no eran de mi agrado. Eran muy tediosas y aburridas, lo mejor era un ataque directo pillando al enemigo al descubierto. Mi compañero demonio me sugirió el atracar el barco y hacerlo nuestro.
- La idea es tentadora, pero no me voy a arriesgar a que el vicealmirante decida volver de improviso. No está en mi carácter lo que voy a decir pero prefiero quedarme cerca de aliados teniendo a un perro del gobierno de tan alta categoría por esta ciudad del North Blue - me mordí el labio al tragarme mi orgullo de guerrero.
Luego, la misteriosa dama expuso otras ideas. La muerte de los marines no me importaban, todos aquellos que se alistan en la Marina han de estar listos para morir. De igual forma los que se habían unido a la Revolución debían estar preparados para toparse con la muerte algún día. Eso lo había aprendido en mi tierra natal, igual eso me hacía ver como un ser carente de sentimientos pero era algo crucial en el campo de batalla.
El demonio dorado pronto expresó su desagrado ante la idea de matar innecesariamente. No pude evitar reír ante eso, algo me decía que aunque mi compañero se negara a matar, la pelirroja no dudaría en matarlos a todos. El miembro de la Quimera sugirió otro plan, que me acabó gustando pero que sus palabras ante mi persona me molestaron un poco.
-¡Ey, que tampoco soy un monstruo! - exclamé poniéndome de morros - Tu plan, querido camarada me parece factible. Mientras cumplamos con la misión supongo que da igual la forma en que lo hagamos. Pero espero un poco de acción con los reclutas, la muerte es algo que deberían tener ya asimilado desde el momento en que empuñan una espada o un rifle -
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Katharina se golpeó el rostro con la palma de su mano, no podía creer que los revolucionarios tuvieran ideas tan fantasiosas. Por si no lo sabían, estaban en una guerra declarada contra el Gobierno, así que las muertes eran algo que no podían evitar. ¿A qué pretendían jugar esos dos? Al parecer el muchacho de cabellos dorados no había entendido nada, pues en realidad el gobernador seguiría vivo.
De pronto el chico pareció tener una idea, una que no le gustaría en lo absoluto a la pelirroja. Dejó que depositara su mano sobre su hombro, pero no sin antes mirarla con cierto desprecio. Él dejó claro que creía que Katharina era una criminal, y sí que lo era, pero no una conocida. Cuando fue dada de baja de la Marina y convertida en criminal, aún conservaba sus cabellos plateados y sus ojos violetas, así que si decidía mostrarse ahora… No, ni pensarlo. La misión no valía tanto como para arriesgar por completo su integridad.
—¿En serio te crees que ese plan funcionará? —Preguntó la bruja, sin estar convencida— Si está haciendo tratos con la Marina, ¿qué te hace pensar que no nos delatará? No estoy dispuesta a arriesgarme a ser arrestada por un plan tan poco… convincente. Además, no quiero ofender, pero esta chica no parece para nada intimidante.
El plan poco elaborado del rubio tenía muchos puntos negativos, y de ninguna forma confiaría su vida y libertad a un tipo que acababa de conocer. Primero, para que el plan funcionase, convenía que Katharina fuera la encargada de intimidarlo; usaría su telequinesis para fracturarle algún hueso o algo similar, además que la enorme guadaña de aspecto demoníaco de Katharina era mucho más intimidante que la espada de la supuesta revolucionaria. Por otro lado, ¿quién podía asegurar que el gobernador no estuviese acompañado?
—Colaboraré con tu plan, pero con dos condiciones: en ningún momento el Gobernador verá mi rostro y, segundo, yo no seré la chica encadenada. Si no escucha tus palabras, me encargaré de que sí lo haga; y si se rehúsa a hacer lo que le pedimos, me temo que terminaré con su vida, lo traeré de vuelta y hará todo lo que yo le diga, ¿de acuerdo?
Primero debían encontrar el despacho del Gobernador, inspeccionar el terreno y contar los hombres que custodiaban el lugar. Una vez tuvieran todo calculado (posibles rutas de escape, enemigos a considerar y cómo deshacerse de ellos, imprevistos, etc.), deberían planear el cómo harían que el hombre a cargo de Lvneel colaborara. Katharina podía encerrarlo en una burbuja de oscuridad para que no viera nada, luego usaría alguno de sus hechizo para hacerlo hablar.
De pronto el chico pareció tener una idea, una que no le gustaría en lo absoluto a la pelirroja. Dejó que depositara su mano sobre su hombro, pero no sin antes mirarla con cierto desprecio. Él dejó claro que creía que Katharina era una criminal, y sí que lo era, pero no una conocida. Cuando fue dada de baja de la Marina y convertida en criminal, aún conservaba sus cabellos plateados y sus ojos violetas, así que si decidía mostrarse ahora… No, ni pensarlo. La misión no valía tanto como para arriesgar por completo su integridad.
—¿En serio te crees que ese plan funcionará? —Preguntó la bruja, sin estar convencida— Si está haciendo tratos con la Marina, ¿qué te hace pensar que no nos delatará? No estoy dispuesta a arriesgarme a ser arrestada por un plan tan poco… convincente. Además, no quiero ofender, pero esta chica no parece para nada intimidante.
El plan poco elaborado del rubio tenía muchos puntos negativos, y de ninguna forma confiaría su vida y libertad a un tipo que acababa de conocer. Primero, para que el plan funcionase, convenía que Katharina fuera la encargada de intimidarlo; usaría su telequinesis para fracturarle algún hueso o algo similar, además que la enorme guadaña de aspecto demoníaco de Katharina era mucho más intimidante que la espada de la supuesta revolucionaria. Por otro lado, ¿quién podía asegurar que el gobernador no estuviese acompañado?
—Colaboraré con tu plan, pero con dos condiciones: en ningún momento el Gobernador verá mi rostro y, segundo, yo no seré la chica encadenada. Si no escucha tus palabras, me encargaré de que sí lo haga; y si se rehúsa a hacer lo que le pedimos, me temo que terminaré con su vida, lo traeré de vuelta y hará todo lo que yo le diga, ¿de acuerdo?
Primero debían encontrar el despacho del Gobernador, inspeccionar el terreno y contar los hombres que custodiaban el lugar. Una vez tuvieran todo calculado (posibles rutas de escape, enemigos a considerar y cómo deshacerse de ellos, imprevistos, etc.), deberían planear el cómo harían que el hombre a cargo de Lvneel colaborara. Katharina podía encerrarlo en una burbuja de oscuridad para que no viera nada, luego usaría alguno de sus hechizo para hacerlo hablar.
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No entendí porqué mi vista me falló en esos instantes. Al contrario que mis compañeros, no alcancé a divisar al vicealmirante, por lo que me sentí un tanto imbécil. Y lo peor de todo... es que era complicado no verle. Mi superior se hallaba haciendo unos ejercicios de alguna especie de arte marcial que yo no tenía en mi base de datos de conocimientos. Preguntarle qué hacía quizás fuese considerado como una afrenta hacia su persona, así que decidí no decir nada al respecto y esperar a que Jack hablase con él. Mientras él le ponía al tanto de la situación en la que nos encontrábamos, yo seguí observando la zona. Ya no parecía haber rastro de gente manifestándose, por lo que supuse que el problema fue realmente aplacado. No obstante, mi incertidumbre seguía ahí. Mi deber, ya no como marine, sino como defensor de la justicia, debía de ser acabar con aquello que estuviese afligiendo a la población. Una población que, según Jack, no había causado ningún altercado en contra de la Marina en todos los años... mi instinto seguía diciéndome que detrás de eso, algo debía de haber.
La voz de Jack me sacó de mis pensamientos, seguido de un desconsiderado acto de parte de Iulio. ¿Quién le había dado permiso para apoyarse en mí...? ¿Y de esa forma?
- Muy bien. Vamos a ver a ese contacto tuyo. Impaciente me hallo por descubrir qué pasa en esta isla. - dirigí mi atención de nuevo al perezoso sujeto. - Y... oye, Iulio. Sé que por mi altura quizás me consideres una especie de árbol... pero te digo que mi pierna no es un tronco. - le reprimendé.
Tras esto, todos empezamos a caminar en dirección al puerto. Como seguía a las órdenes de Jack y no sabía quién demonios era ese contacto suyo... solo me podía limitar a seguirle, por el momento. Una vez llegáramos, y dependiendo de lo que mi superior hiciese, actuaría en consecuencia y esperaría para poder hablar con su informante.
La voz de Jack me sacó de mis pensamientos, seguido de un desconsiderado acto de parte de Iulio. ¿Quién le había dado permiso para apoyarse en mí...? ¿Y de esa forma?
- Muy bien. Vamos a ver a ese contacto tuyo. Impaciente me hallo por descubrir qué pasa en esta isla. - dirigí mi atención de nuevo al perezoso sujeto. - Y... oye, Iulio. Sé que por mi altura quizás me consideres una especie de árbol... pero te digo que mi pierna no es un tronco. - le reprimendé.
Tras esto, todos empezamos a caminar en dirección al puerto. Como seguía a las órdenes de Jack y no sabía quién demonios era ese contacto suyo... solo me podía limitar a seguirle, por el momento. Una vez llegáramos, y dependiendo de lo que mi superior hiciese, actuaría en consecuencia y esperaría para poder hablar con su informante.
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