Zuko Vs Dretch

- Área de 20 metros de radio.

- Zona del desierto. No tenéis donde ocultaros, en caso de que hubieseis pretendido hacerlo. La temperatura es alta y el aire seco. El suelo está cubierto de arena y han dispuesto ventiladores de gran potencia que podrían activarse causando una tormenta de arena.

-Empieza Dretch.

Durante un instante se preguntó cómo les iría a Thawne, Zor-El y Sugar Boy, los tipos con los que había compartido equipo en la prueba anterior. Aquel pensamiento se disipó de su mente casi tan fugazmente como había llegado, ahora debía de preocuparse por él mismo. Sudaba como si todos los poros de su piel se hubieran abierto a la vez. Al fin al cabo aquello no era tan distinto a un entrenamiento, pero entonces ¿Por qué demonios estaba tan nervioso? Un sudor frío comenzó a recorrerle la frente y comenzó a sentir nauseas. El agente tragó saliva, pero eso no le ayudó a deshacer el nudo que tenía en la garganta. Se moría de ganas por encenderse un pitillo y deshacerse de aquella sensación de vulnerabilidad.

“Tranquilo, tranquilo” – se dijo a sí mismo en tono conciliador – “No te pongas nervioso y hazlo como tú sabes”

Volvió a fijar la vista sobre el lugar donde se encontraba Zuko, pero el marine ya no se encontraba allí, tan solo vio un fugaz borrón blanco que se precipitaba sobre él.

El agente apretó la mandíbula, inconscientemente, y se obligó a reaccionar. Elevó su brazo izquierdo como un resorte directo hacia su bufanda y se la colocó de tal forma que le cubriera hasta la nariz. Retrocedió ágilmente un paso hacia atrás para, soterrando la puntera de su bota sobre la superficie yerma, realizar un fugaz barrido horizontal con su pierna derecha. No trataría de herir directamente al marine, tan solo esperaba eludir su posible ataque levantando una gran cantidad de molestas partículas de polvo en suspensión que redujeran su visibilidad y le ocasionaran molestias en ojos, nariz y garganta.

En el momento que el combate había dado comienzo la mentalidad del agente había cambiado totalmente, ya no tenía tiempo para cuestionarse nada. Pivotó hacia su derecha, tratando de no desperdiciar aquellos valiosos segundos. Tanto si su estrategia hubiera funcionado como si no, cambiaría el peso de su cuerpo sobre su pie contrario y, con el pulgar de su pie izquierdo rígido y elevado con respecto a los demás, realizaría cuatro pequeñas punzadas a modo de rápidas patadas sobre; tobillo, rodilla, costillas flotantes y cuello de su rival, para finalmente acabar girando sobre sí mismo para ejecutar una potente coz sobre el plexo solar de su adversario.

Resumen:

Cosillas usadas:

El agente sintió como era agarrado por el tobillo de su bota de combate y arrojado hacia arriba con una fuerza endiablada. Apenas había logrado que el marine esbozará una mueca de dolor en su cara al realizar su ataque, tendría que esforzarse mucho más si quería tener alguna opción de lastimarlo. Una vez en el aire, se hizo un ovillo con los codos envolviendo sus rodillas y comenzó a girar sobre sí mismo con la esperanza de tener algún tipo de control sobre su caída.

Sin embargo, antes de que la caída se produjese, aquel borrón blanco volvió a aparecer frente a él. Aquello no era bueno, no era nada bueno. Pudo ver como el marine lo estampaba violentamente sobre la superficie desértica de la sala, tan solo empleando uno de sus puños. Pudo escuchar como multitud de sus huesos crujían, sentir como se fracturaban, podía experimentar como algo en él se apagaba y lo abandonaba.

“Ver, oír, sentir… Curiosas sensaciones para alguien que acababa desmayarse” – se dijo a sí mismo.

Tras comprender que aquello era una de esas caprichosas premoniciones que rara vez tenía. Aquella visión le había mostrado suficiente información sobre la fuerza de Zuko. Si realmente el marine se planteaba acabar con él, lo haría sin apenas despeinarse. No podía competir mediante la fuerza bruta, tan solo podía contar con su sangre fría y su disciplina.

Tras un fugaz pestañeo volvió a la realidad y su ojo volvió a reencontrase con la figura de Zuko, el cual estaba a punto de estrellar su puño sobre su cara.

Inclinó la cabeza hacia atrás tanto como pudo tratando de eludir el puño del marine. El puñetazo se quedó corto, pero en lugar de impactar sobre su cráneo, impactó de lleno sobre su pecho. Durante un instante el tiempo pareció detenerse, el aire se escapó de sus pulmones con brutalidad y sintió como algunas de sus costillas se fracturaban bajo los nudillos del marine.

Intentó recuperarse y, pese al dolor que ahora le producía el mero hecho de respirar, se obligó a reaccionar. Trató de apresar el brazo del marine juntando sus dos piernas, a modo de tenaza, sobre su clavícula y sus brazos de igual manera sobre la articulación de su codo. Aprovechando la fuerza del marine y la cinética de su propio movimiento balancearía su cuerpo hacia atrás una vez más para lanzarlo sobre la arena, no sin antes tratar de luxar su hombro y doblar su codo en un ángulo imposible mediante unas bruscas torsiones deliberadas. Finalmente remataría la maniobra con su propia caída, descargando un feroz golpe de talón sobre la espalda del marine cargando todo el peso de su cuerpo en ese pie.

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¿Otra vez era él quien parecía llevarse la peor parte? Todo aquel despliegue de ataques y contrataques frenéticos tenían al agente en un continuo estado de alerta. En la Cipher Pol le habían entrenado para atacar con la precisión quirúrgica de un bisturí: ataques relámpago, tácticas de guerrilla, más de un sinfín de katas de dudosa legalidad... Aquello era el pan de cada día para combatir rebeldes dispersos, los piratas del North Blue o los disidentes políticos. Sin embargo, él no era un soldado. Normalmente si durante un encargo tenía el riesgo de verse envuelto en una lucha prolongada, sabía perfectamente que la misión se vería comprometida y que era preferible evitar ese tipo confrontaciones. No le habían preparado para una lucha sin cuartel, no tenía ningún protocolo o manual que seguir para aquella situación.

Ahora Improvisaba y, para su sorpresa, le encantaba. Cuanto más difícil era el desafío, con más ahínco luchaba… y más alta tenía la moral.

Condenado a impactar con su talón sobre la dichosa arena; realizó un quiebro con la cintura, escoró su talón discretamente hacia su derecha y flexionó la rodilla de su pierna libre.

- ¡Tekkai! – bramó con todas las fuerzas que le permitía su maltrecho pecho, mientras endurecía su cuerpo.

Dejando que el eco de su voz reverberara por toda la sala del combate, dio a entender que sus intenciones eran resistir el ataque de Zuko. Pero, en lugar de limitarse a aguantar el embate del marine, impactó con el talón sobre la arena levantando una gran cantidad de polvo y pivotó fugazmente sobre esa misma pierna con el resto de su cuerpo. De forma similar a un compás trazó un semicírculo perfecto con su rodilla, rasgando parte de su uniforme en el proceso, eludiendo su ataque y quedando situado frente a él nuevamente.

Una vez en suelo firme, desabrochó los botones de los puños de su gabardina y dejo que las largas agujas de calceta se deslizaran sobre las palmas de sus manos. Ahora armado, se lanzaría como un resorte sobré el marine y ejecutaría un par de rápidas punzadas verticales sobre su abdomen.

- Aprendo rápido, quizás pueda ver al señor del fuego sudar – dijo mientras esbozaba una sonrisa bajo la bufanda.

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El agente dio un par de gráciles saltos hacia atrás, procurando poner tierra de por medio entre él y Zuko. No le quedaban muchos más ases bajo la manga, si el combate continuaba con aquel ritmo frenético estaría abocado al fracaso. Cuando fue reclutado por la Cipher Pol jamás pensó que debería hacer frente a enemigos que lo superaran en tantas facetas, de hecho, jamás lo hubiera creído posible. ¿De verdad era tan débil? Dretch apretó sus puños y sus labios, aquellos pensamientos le quemaban porque eran verdad, Zuko era un obstáculo que no podía salvar. Apagó su rabia y su impotencia pensando en su división, en el CP1, en el resto de agentes norteños que se habían quedado fuera; sabía que existía una opción que le permitiría conservar algo de dignidad.

La rendición… Esa no era una opción para los tipos que eran como él. No podía permitirse el lujo de rendirse y dudaba que, en un combate real, el enemigo le permitiese hacerlo.

Escondió sus manos tras su gabardina y, mediante la soltura que le daba el ser sastre vocacional, abrió su neceser de costura y anudó los extremos de un par de madejas de lana a la zona superior de sus agujas. Cuando sacó las manos de su espalda hizo girar el cordel sobre su eje, mientras controlaba la cantidad de cuerda con sus dedos índice, corazón y pulgar. En apenas unos segundos sus agujas giraban sin control formando dos círculos de un metro de diámetro, uno de ellos naranja y el otro rosa.

- Kami-e: “Yurei” – susurró esta vez, tratando de ocultar una vez más sus verdaderas intenciones.

Empezó a sentir náuseas, un sudor frío corría por su frente, sus piernas comenzaron a fallarle y podía notar como el corazón le golpeaba con violencia el pecho. Se le desenfocó la vista y comenzó a notar un frío asfixiante que le subía desde las tripas y le cerraba la garganta. Durante un instante se sintió atrapado, congelado dentro de su propio cuerpo. Hasta que finalmente sus músculos y tendones se aflojaron.

Cerró sus ojos y comenzó a mover tanto las agujas como su propio cuerpo, generando a su alrededor la falsa ilusión de una pequeña cúpula de hilos y acero. Trataría con aquello tratar de interceptar cualquier ataque de marine y salvaguardar su orgullo, al más mínimo contacto de las agujas con algún cuerpo solido iría enrollando el cordel progresivamente sobre sus dedos índices maximizando los posibles daños.

Sin embargo, como en un mal sueño, la pierna del marine emergió desde uno de sus puntos ciegos hasta alojar su pie sobre el pecho del agente. Casi instantáneamente, el cordel se deslizó de sus dedos mandando las agujas a varios metros de distancia y cayó derribado sobre la arena.

- Ha sido un honor luchar contigo, serás un digno vicealmirante – concedió con una sonrisa mientras deslizaba su bufanda hacia su cuello, dejando al descubierto su rostro. Una bocanada de sangre le bajaba por la barbilla. Incapaz de ponerse en pie, se registró sus bolsillos y extrajo un cigarrillo. Se lo puso en labios. Tuvo otra arcada y vomito sangre, el cigarrillo quedo teñido de rojo.

Aunque le hubiera encantando poner cara a los líderes de la Cipher Pol, su pequeña aventura en el Paraíso acababa ahí. Tenía ganas de decirles que era rápido e ingenioso porque ellos habían hecho que lo fuera. Tenía ganas de decirles que estaba dispuesto a defender a la civilización de cualquier amenaza. Tenía ganas de decirles que sin la Cipher Pol, no tendría propósito, ni integridad, ni un deber que cumplir. Pero nadie escucharía sus palabras. Simplemente se quedó allí tumbado sin decir nada, debía de digerir aquella derrota, aprender de sus errores y evolucionar.

- El Paraíso ha resultado ser una verdadera caja de sorpresas – el cigarrillo se deslizó de sus labios. La brasa chisporroteo al tomar contacto con la sangre que comenzaba a manchar su camisa. Pero no le importó.

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