Al Vs Elya

Su boca estaba abierta bajo la bufanda, pero la mueca de sorpresa que se había dibujado en su rostro era tan genuina que podía leerse a través de la bufanda. Tras terminar con el encargo de Drum, la Marina tenía reservada una nueva sorpresa para todos los participantes. Una estúpida, carísima, bestial y genial sorpresa. ¿En eso gastaban el dinero que les había ahorrado capturando a Legim? Su construcción en apenas un par de días debía haber sido un pozo sin fondo para las arcas de la Marina, y eso que tenían una isla preparada en el Nuevo Mundo con las mismas características... La Torre Sagrada era un recinto de entrenamiento con todas las posibilidades que uno pudiese imaginar, y lo habían recreado en pleno Marineford. Ya no se trataba sólo del gasto, sino del peligro que representaba, pero...

-¡Ahí lo tienes, Smileyman!- dijo, alzando el dedo hacia la cima-. ¡La más molona fortaleza de la Justicia nunca hecha! ¡Te veré en lo más alto! Desde arriba, como siempre.

Arthur parecía haber desarrollado una suerte de resistencia a los chistes, o tal vez tras tanto tiempo había decidido que le dolía más su indiferencia que sus golpes. En cierto modo aquello era verdad, pues con el tiempo había desarrollado una resistencia física proverbial y, además, ante la mayoría de sus desaires era intangible. No obstante prefería verlo como si el espíritu de la felicidad "Smileyman" se hubiese adueñado de él para impartir justicia, por lo que simplemente sonrió con amabilidad y caminó al interior de la torre tras su peculiar amigo.

-Las cosas van mejorando, por lo que veo.

Se desnudó casi por completo, dejando a la vista una simple bufanda lo suficientemente ancha como para cubrirlo hasta la mitad del muslo. Si llevaba ropa interior o no nadie lo sabría, pero tampoco tenían que saberlo.

Dejó la chaqueta en una percha junto a sus pantalones, siete bufandas (no iba a necesitar más de seis que ocultaba bajo su "falda"), la camisa y todas sus armas excepto a Fuego Helado, que mantuvo a su lado todo el tiempo. También llevaba la corbata, lógicamente, y unas gafas de sol para evitar dañarse la vista en aquel tórrido ambiente. Porque, efectivamente, les había tocado pelear en una especie de sauna.

Cuando entró el ambiente estaba muy cargado, y cada vez más iba haciéndose insoportable. Sabía que eso podría ser peligroso si pasaban demasiado tiempo allí, pero... Era una ocasión perfecta para depurar toxinas. Y así como la idea surgió, empezó a crear pelotas de hielo, del tamaño de un balón de fútbol, y trató de encestar en los agujeros. Cada una que metía liberaba al instante una nube de vapor blanco, agua sublimándose, y empezó a sudar. Creó en los márgenes una serie de bancadas sobre las que se concentró para no derretirlas, y mientras esperaba a su rival se tumbó, tirando de vez en cuando un pedacito de hielo a las "brasas" para tener más vapor.

Estaba algo distraído. Tal vez demasiado. Quizá, y sólo quizá, ponerse a jugar a encestar pelotas de hielo en agujeros de lava no era una buena idea. Al fin y al cabo, cuando Elya llegó silente y con cautela, pudo golpear una de revés que se dirigió de frente contra su cara. Ésta, a su vez, estalló en mil pedazos, esparciéndose por toda la habitación. Si en ese momento hubiera tenido ojos habría matado con la mirada a la Marine, pero en vez de eso simplemente restauró su cabeza generando hielo y se quitó las gafas de sol, increpándola con el gesto.

-Un simple "Buenos días" también habría valido- se limitó a decir, levantándose perezosamente-. En fin, vamos allá. Que no se diga que la Justicia es perezosa.

Por desgracia, aunque la justicia no era perezosa, él sí, y tardó sus buenos treinta segundos en desperezarse. Por un momento algo asomó bajo la bufanda, pero era sólo un cacho de hielo que se había formado pegado a su pierna, y cayó al suelo sin mayores incidentes.

Miró a la pared, a la puerta, a la chica con demasiada ropa, a sus bufandas... Se volvió a poner las gafas de sol y estiró los brazos por detrás de la cabeza, con cuidado de no hacerse daño con la espada. Sin embargo, su descuido cortó la bufanda que cubría sus caderas, y cayó al suelo calcinándose al instante. Por suerte, debajo de ella había otra.

-¡Estoy listo!- gritó, como si lo más importante en aquel momento fuese el ímpetu.

Relajó todo su cuerpo y adelantó su pierna derecha, flexionando la izquierda cara atrás y, del mismo modo, sus brazos imitaron el movimiento. El que sostenía la espada se encontraba flotando sobre su cabeza, como la cola de su cabeza, mientras el otro se mantenía recto hacia Elya. En su mano el pulgar estirado encuadraba a su rival y dejaba todo lo irrelevante fuera de plano. Estaba listo para ejecutar un contraataque, aunque debía tener un aspecto ridículo. Bufanda por falda, bufanda en el cuello y gafas de sol. Y, para mejorar la situación, ambas bufandas eran de patrón arco iris.

"Se pone recta", observó. No era la pose de lucha que él habría recomendado para enfrentarse a alguien, aunque... Aquella arma era bastante exótica. Tal vez la rigidez fuese parte necesaria para tomar impulso, aunque eso la haría poco práctica en duelos rápidos. "Talones. Interesante". No conocía mucha gente que renunciase a tanta superficie de apoyo durante una pose, aunque por otro lado cabía la posibilidad de que sólo se estuviese mentalizando. Por su parte él sostenía el arma por encima de su cabeza con el brazo relajado, listo para interponer el arma en cualquiera de las direcciones por las que ella decidiese atacar.

Tomó la lanza por un extremo, y no pudo evitar alzar una ceja. Él no era experto en esas armas, pero sin duda alguna la mayor ventaja de esa composición, con maza en un extremo y una media luna en el otro, debía ser la capacidad de mantener un encuentro favorable ante duelistas como, por ejemplo, él mismo en ese instante. Con un arma repeler duales siempre resultaba, si bien no difícil, complejo. Arriesgaría mano, el brazo torpe o incluso expondría los costados o el abdomen. Sin embargo, el cambio en su posición lo hacía sospechar que algo tramaba, algún movimiento inesperado que lo pusiese en un aprieto. ¿Qué sería? Estaba deseando averiguarlo.

Cuando la detuvo, casi por instinto, aún no había procesado del todo lo que acababa de suceder.

-Interesante- comentó, con la voz ligeramente sofocada por la bufanda mientras el eco del metal retumbante iba desvaneciéndose-. Muy interesante.

Terminó de rechazar el golpe estirando raudamente el brazo, recordando para sí el fugaz movimiento. Se había agazapado como una pantera mientras avanzaba esquivando los surcos. Él, moviéndose lo menos posible había tratado de rotar mínimamente utilizando los pies, y lo que verdaderamente le había llamado la atención era el uso del arma. Mientras que había atacado el lado equivocado, su derecho, el arma tan larga la mantenía en una distancia de seguridad que impedía al espadachín acercarse. Sutil detalle. No sólo había atacado con una habilidad que seguramente hubiese dejado KO a cualquier recluta. Tal vez incluso a Kimura y sus cachorros.

-¿Nunca te has preguntado por qué se lleva el arma bajo la mano torpe?- preguntó, variando la postura ligeramente. En aquella ocasión acercó ligeramente los pies y tomó el arma en diagonal hacia delante, con la punta rozando el suelo. Era más relajada, pero podría ganar algo de distancia si lo hacía así-. Es más fácil acceder al lado opuesto, por eso las defensas de esgrima cubren el brazo bueno. Error de principiante.

Las últimas palabras las dijo con cierto retintín. Sentía que Elya no terminaba de respetarlo, y aunque probablemente tuviera cientos de razones para no hacerlo, que lo hubiera conocido como vendedor de fruta y más tarde como el gran Scarfguy no eran motivos para dudar de él. O quizá todo lo contrario, aunque su historial lo avalaba: Ni una misión sin cumplir.

Cargó contra ella con calma, casi al trote, sin perder la postura. Debía parecer curioso verlo saltando entre sus dos piernas arqueadas delante y atrás, cuando no estúpido, pero había una motivación detrás. En el último momento, cuando entró en el área de peligro de la recluta, dio un quiebro hacia su mano torpe y al mismo tiempo hizo un espagat. Perfecta finta, que debía finalizar barriendo el área a treinta centímetros de altura, tal vez obligándola a saltar o retroceder. En cualquier caso, dio una voltereta hacia atrás aterrizando sobre la punta de los pies al borde de un charco de lava, recuperando calmadamente una postura relajada.

-Sería descortés por mi parte no darte opción de ganar- apuntó-. Pero, dado que postulas para Almirante... A partir de ahora lo seré.

No esperó ni un segundo tras ello. No la dejó responder, y se lanzó a la carrera contra ella. Trataría de entrar en su defensa por el costado de su mano torpe, y bloquearía su defensa con la espada. Si todo salía como él había calculado, saltaría sobre su pecho para descargar una patada sobre él. No eran salvajes, las espadas matan.

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