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Mi oponente al final no se había presentado al combate, dándome una victoria sencilla, si a eso se le podía llamar victoria. El que no se hubiese presentado mi oponente me había irritado bastante, ahora tocaba esperar a la siguiente fase de aquel examen. Nos darían media hora de descanso antes de nuestro siguiente enfrentamiento para recuperarnos del combate que habíamos terminado.
-Menuda suerte – dije con un tono irónico al ver el mensaje – como mi oponente vuelva a no presentarse juro que la preparo.
-Bueno, tranquila, segura que ahora si vendrán. Además, date cuenta de que, a lo mejor se ha puesto malo y no se ha podido presentar por ello. – me dijo Trece – Y fíjate, te han dado un punto.
-¿Malo?, soy médica, que venga y le trato – le respondí cogiendo la empuñadura de una de las espadas. - Y ese punto no es más que una deshonra, dar crédito por algo que no se hecho.
Tras el breve descanso nos llevaron al lugar donde realizaríamos el siguiente combate. No me había molestado en ver el nombre de mi oponente, aprenderme el nombre de alguien a quien a lo mejor ni se presentaba como había pasado antes era una tontería. La zona designada para ello era igual a la anterior, sin embargo, el techo que antes nos cubría ya no estaba y el suelo parecía húmedo. Era hora de esperar a mi oponente.
-Menuda suerte – dije con un tono irónico al ver el mensaje – como mi oponente vuelva a no presentarse juro que la preparo.
-Bueno, tranquila, segura que ahora si vendrán. Además, date cuenta de que, a lo mejor se ha puesto malo y no se ha podido presentar por ello. – me dijo Trece – Y fíjate, te han dado un punto.
-¿Malo?, soy médica, que venga y le trato – le respondí cogiendo la empuñadura de una de las espadas. - Y ese punto no es más que una deshonra, dar crédito por algo que no se hecho.
Tras el breve descanso nos llevaron al lugar donde realizaríamos el siguiente combate. No me había molestado en ver el nombre de mi oponente, aprenderme el nombre de alguien a quien a lo mejor ni se presentaba como había pasado antes era una tontería. La zona designada para ello era igual a la anterior, sin embargo, el techo que antes nos cubría ya no estaba y el suelo parecía húmedo. Era hora de esperar a mi oponente.
Yarmin Prince
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Las puertas se abrieron de inmediato, y prestos atendieron a la gyojin. Parecía no molestarles el mal olor, aunque claro, eran revolucionarios; estaban acostumbrados a oler mal. Yo, por mi parte, contuve mi sonrisa mientras fingía preocupación, como si no tuviese nada que ver. Miraba el arma de vez en cuando, nervioso, realmente compungido ante la perspectiva de haber podido matar a alguien. ¿Cómo podía haberlo hecho? Evidentemente, apretando el gatillo, pero por el momento el revolucionario Yarmin Wince era tan sólo un muchacho algo radical, no un asesino. ¿Acabaré siendo el héroe de la Revolución? A veces pienso que mis personajes me consumen.
-¿Puedo... Puedo ayudar?- pregunté tímidamente, guardando la pistola-. Soy... Soy psicólogo.
Resulta irónico que los que quieren reinstaurar el poder de todos y terminar con los prejuicios tengan prejuicios contra los psicólogos. Que sí, que entiendo que los conocimientos de anatomía de un psicólogo no llegan ni de lejos a los de un traumatólogo, pero igualmente la sonrisita burlona sobraba. En fin, mejor para mí, que me quedé esperando en una modesta salita. Tenía revistas sobre un poco de todo, especialmente de aquellas destinadas a salvaguardar la virtud de las mujeres por medio de la masturbación de los hombres: Revistas de tías en pelotas, vamos. No pude evitar una risita mientras me repantigaba en las sillas, cómodo y orgulloso tras un trabajo bien hecho. Una herida, no me habían descubierto y con suerte esa zorra mitad pez no volvería a caminar.
Segundo combate. Me levanté y caminé lentamente mientras jugueteaba con una daga que bailaba entre mis manos, desvaneciéndose y reapareciendo de cuando en vez. Me la había traído un contacto de la agencia, asegurándome que si dejaba malherido a alguien más probablemente me atrapasen. ¡Y me traen una puta daga! Bueno, supongo que en un lugar donde todo el mundo lleva espada una puñalada será su concepto de leve. Normal que huela a podrido si todos tienen gangrena.
Entré a la arena de nuevo, y... Armadura. ¿Por qué otra mujer? Por lo menos ésta no apesta, a pesar de que su apariencia es mucho más basta que la del pez. Guanteletes de acero, pechera de malla y cuero, un enorme cinturón con hebilla más grande que su propio busto... Y ya es decir, ¿Eh? Pero bueno, centrémonos en lo importante: Cabeza y brazo izquierdo desprotegidos. Las piernas... Menos protegidas que el resto del cuerpo, pero también más escurridizas. Debería centrarme en el brazo si quería dejarla hecha polvo. Y sabía perfectamente cómo.
-Buenas tardes, señorita- dije, mientras me aclaraba la voz-. Contigo tampoco me colará lo de que no peleemos, ¿Verdad?
Desenvainé la daga y con un muy sutil movimiento enganché su funda a mi cinturón, listo para pelear.
-¿Puedo... Puedo ayudar?- pregunté tímidamente, guardando la pistola-. Soy... Soy psicólogo.
Un rato más tarde...
Resulta irónico que los que quieren reinstaurar el poder de todos y terminar con los prejuicios tengan prejuicios contra los psicólogos. Que sí, que entiendo que los conocimientos de anatomía de un psicólogo no llegan ni de lejos a los de un traumatólogo, pero igualmente la sonrisita burlona sobraba. En fin, mejor para mí, que me quedé esperando en una modesta salita. Tenía revistas sobre un poco de todo, especialmente de aquellas destinadas a salvaguardar la virtud de las mujeres por medio de la masturbación de los hombres: Revistas de tías en pelotas, vamos. No pude evitar una risita mientras me repantigaba en las sillas, cómodo y orgulloso tras un trabajo bien hecho. Una herida, no me habían descubierto y con suerte esa zorra mitad pez no volvería a caminar.
Segundo combate. Me levanté y caminé lentamente mientras jugueteaba con una daga que bailaba entre mis manos, desvaneciéndose y reapareciendo de cuando en vez. Me la había traído un contacto de la agencia, asegurándome que si dejaba malherido a alguien más probablemente me atrapasen. ¡Y me traen una puta daga! Bueno, supongo que en un lugar donde todo el mundo lleva espada una puñalada será su concepto de leve. Normal que huela a podrido si todos tienen gangrena.
Entré a la arena de nuevo, y... Armadura. ¿Por qué otra mujer? Por lo menos ésta no apesta, a pesar de que su apariencia es mucho más basta que la del pez. Guanteletes de acero, pechera de malla y cuero, un enorme cinturón con hebilla más grande que su propio busto... Y ya es decir, ¿Eh? Pero bueno, centrémonos en lo importante: Cabeza y brazo izquierdo desprotegidos. Las piernas... Menos protegidas que el resto del cuerpo, pero también más escurridizas. Debería centrarme en el brazo si quería dejarla hecha polvo. Y sabía perfectamente cómo.
-Buenas tardes, señorita- dije, mientras me aclaraba la voz-. Contigo tampoco me colará lo de que no peleemos, ¿Verdad?
Desenvainé la daga y con un muy sutil movimiento enganché su funda a mi cinturón, listo para pelear.
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Parecía ser que esta vez el oponente que me había tocado se había dignado a aparecer. Un hombre que resultaba bastante apuesto y que me sonaba vagamente en mis recuerdos. Aunque la verdad me pareció algo creído por su comentario, al parecer en la ronda anterior había hecho lo mismo que en esta, pedir a su oponente que se retirase, ¿por qué? ¿Por ser mujer? o ¿por creerse más fuerte que yo?” pensé tras su comentario, el cual me cabreó bastante.
-Me temo que estas en lo correcto, no voy a retirarme – le respondí activando la marca a excepción de las zonas visibles – espero por tu parte que tampoco te retires. Aún no me he entretenido nada – continué desenfundando el hacha.
El joven había desenfundado una daga, realmente debía de estar muy seguro de poder combatir con tan solo esa arma, aunque tampoco me relajaría por ello, yo misma había tenido que combatir con tan solo un puñal y gracias a ello había desarrollado una gran habilidad en el combate con esta. Clavé el hacha en el suelo y desenfundé mi puñal de caza.
-¿En serio?¿vas a combatir también con un solo puñal? – me replicó Trece al ver la escena.
-Sí, no veo por qué no tener un combate honroso usando ambos la misma arma. – le dije mirando el filo del puñal para comprobar su filo, para luego cerrar los ojos – Dioses, sed testigos de este combate en el que daré lo mejor de mí para ganarme un sitio en el Valhalla en caso de morir. – dije en voz baja – Heimdall, préstame tu vista, y Balder, préstame tu fuerza, ambas con el fin de poder derrotar a mi oponente. – terminé de decir abriendo los ojos.
-Me temo que estas en lo correcto, no voy a retirarme – le respondí activando la marca a excepción de las zonas visibles – espero por tu parte que tampoco te retires. Aún no me he entretenido nada – continué desenfundando el hacha.
El joven había desenfundado una daga, realmente debía de estar muy seguro de poder combatir con tan solo esa arma, aunque tampoco me relajaría por ello, yo misma había tenido que combatir con tan solo un puñal y gracias a ello había desarrollado una gran habilidad en el combate con esta. Clavé el hacha en el suelo y desenfundé mi puñal de caza.
-¿En serio?¿vas a combatir también con un solo puñal? – me replicó Trece al ver la escena.
-Sí, no veo por qué no tener un combate honroso usando ambos la misma arma. – le dije mirando el filo del puñal para comprobar su filo, para luego cerrar los ojos – Dioses, sed testigos de este combate en el que daré lo mejor de mí para ganarme un sitio en el Valhalla en caso de morir. – dije en voz baja – Heimdall, préstame tu vista, y Balder, préstame tu fuerza, ambas con el fin de poder derrotar a mi oponente. – terminé de decir abriendo los ojos.
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Wow, qué impresionante. La chica había sacado su hacha de forma amenazante, y acto seguido la clavó en el suelo. ¡Bien! ¿Qué será lo próximo? ¿Tirará el puñal contra el mango? ¿Contra la pared? ¿Si saco un arma estúpida peleará con las manos? En serio, ¿Cómo sobrevive la Revolución con esta clase de aliados? Ya dejando pasar que una persona ofreciendo la retirada con tanta seguridad probablemente tenga formas de matarte, sacar tu mejor arma para impresionar resulta... ¿Sabes qué? Paso. Para mí mejor. Más fácil.
-Si de verdad confiases en tus habilidades no pedirías ayuda a tus dioses- dije. ¿Por qué? ¿Por qué insultar sus capacidades en aquella situación? ¿Qué podía ganar? La respuesta era tan sencilla que daba miedo: Nervios.
Podían darse dos situaciones: La primera de ellas, que no fuese una creyente devota y que simplemente se tratase de un mantra aprendido, una costumbre; la segunda, no obstante, significaba no sólo echar por tierra parte de sus creencias, sino insultar todo lo que había aprendido, todo en lo que creía. Al fin y al cabo, ella sabía que en cualquier caso "los dioses" no la ayudarían. Espero que lo supiese, o nuestra lucha sería mucho más estúpida.
-Por cierto, no necesitas fuerza para ganarme- comenté con cierto retintín-. Soy bastante delicado, me tocas y me rompo. Sin embargo... Yo también puedo pedir- sonreí con cierta sorna mientras me abría de brazos, dejando la daga claramente visible sobre mi palma izquierda-. Loki- una pequeña columna de humo comenzó a surgir de ella cuando pronuncié ese nombre, para acto seguido comenzar a desvanecerse-. Concédeme hoy tu astucia- una lengua humeante surgió de mi mano derecha-, ya que tu lengua de plata me ha sido negada. Y, por favor, que si Heimdall está aquí hoy, desata el Ragnarok.
La daga estaba en otra mano ya, y todo mi cuerpo empezó a exudar humo negro formando una gran línea que habría llegado al cielo, pero que sólo se iba repartiendo por la cúpula muy lentamente. Y mientras tanto, yo oculto en su interior, invisible. Era hora de empezar el juego.
-Si de verdad confiases en tus habilidades no pedirías ayuda a tus dioses- dije. ¿Por qué? ¿Por qué insultar sus capacidades en aquella situación? ¿Qué podía ganar? La respuesta era tan sencilla que daba miedo: Nervios.
Podían darse dos situaciones: La primera de ellas, que no fuese una creyente devota y que simplemente se tratase de un mantra aprendido, una costumbre; la segunda, no obstante, significaba no sólo echar por tierra parte de sus creencias, sino insultar todo lo que había aprendido, todo en lo que creía. Al fin y al cabo, ella sabía que en cualquier caso "los dioses" no la ayudarían. Espero que lo supiese, o nuestra lucha sería mucho más estúpida.
-Por cierto, no necesitas fuerza para ganarme- comenté con cierto retintín-. Soy bastante delicado, me tocas y me rompo. Sin embargo... Yo también puedo pedir- sonreí con cierta sorna mientras me abría de brazos, dejando la daga claramente visible sobre mi palma izquierda-. Loki- una pequeña columna de humo comenzó a surgir de ella cuando pronuncié ese nombre, para acto seguido comenzar a desvanecerse-. Concédeme hoy tu astucia- una lengua humeante surgió de mi mano derecha-, ya que tu lengua de plata me ha sido negada. Y, por favor, que si Heimdall está aquí hoy, desata el Ragnarok.
La daga estaba en otra mano ya, y todo mi cuerpo empezó a exudar humo negro formando una gran línea que habría llegado al cielo, pero que sólo se iba repartiendo por la cúpula muy lentamente. Y mientras tanto, yo oculto en su interior, invisible. Era hora de empezar el juego.
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Tras mis palabras aquel joven se burló de mí diciéndome que aquello no servía de nada, “Infiel, no tendré misericordia contigo, esa blasfemia no te la perdonaré” pensé al escucharlo, agarré el puñal con más fuerza y comencé a avanzar hacia él. Mi ojo dejaba claro mi enfado por lo que acababa de decir, y mi objetivo, el cual no escaparía de este.
-Liv debes serenarte, si te enfrentas a él así, posiblemente salgas malparada — me dijo Trece al notarlo — estoy segura de que es parte de su estratégica, mira su calma.
-Me da igual, Trece, no debería haberlo hecho —le respondí secamente a la niña.
A medio camino del chico, el joven comenzó a hacer lo mismo que había hecho yo, pero él pidió a Loki, dios del engaño, acompañando esto haciendo algo extraño con humo en sus manos. Sin duda, aquel chico estaba pidiendo que lo matase cuanto antes, y no iba a ser yo quien se lo negase. Según daba un paso reflexione las piernas ligeramente y de forma casi imperceptible y haciendo uso de toda la velocidad que pude corrí hacia mi objetivo. Cuando lo alcanzase le intentaría dar una puñalada en el pecho a la altura del corazón, seguido de una patada a media altura por su lado izquierdo con toda mi fuerza.
-Liv debes serenarte, si te enfrentas a él así, posiblemente salgas malparada — me dijo Trece al notarlo — estoy segura de que es parte de su estratégica, mira su calma.
-Me da igual, Trece, no debería haberlo hecho —le respondí secamente a la niña.
A medio camino del chico, el joven comenzó a hacer lo mismo que había hecho yo, pero él pidió a Loki, dios del engaño, acompañando esto haciendo algo extraño con humo en sus manos. Sin duda, aquel chico estaba pidiendo que lo matase cuanto antes, y no iba a ser yo quien se lo negase. Según daba un paso reflexione las piernas ligeramente y de forma casi imperceptible y haciendo uso de toda la velocidad que pude corrí hacia mi objetivo. Cuando lo alcanzase le intentaría dar una puñalada en el pecho a la altura del corazón, seguido de una patada a media altura por su lado izquierdo con toda mi fuerza.
- Datos:
- Tengo la akuma activada
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