[Moderado - Nivel 5 Katharina] Infamía

Poco a poco, el estruendoso sonido del tren marítimo empieza a bajar y ser substituido por el sonido de burbujas. Sí, burbujas. Acabas de llegar en el tren marítimo a Shabaody. Concretamente al Groove 30. ¿Para qué exactamente queriás venir? La verdad es que eso solo lo sabes tú… La voz del conductor suena por el altavoz. afirmando que el destino ha sido alcanzado. Shabaody. Deberías darte prisa en levantarte, coger tus cosas y bajar.

Al hacerlo verás como todo el mundo en el tren sale a toda prisa. Bueno, casi todos. Los que iban vestidos de ricachones, que eran bastantes. Algunos incluso te miran con mala cara, como si no les gustara el haber cogido el mismo tren que ellos. Parecen conocerse entre todos y todos se dirigen a la misma dirección. ¿Qué haces?

Todos los transportes eran aburridos, definitivamente no había excepción. A pesar de que era una maravilla de la ingeniería, el tren marítimo era extremadamente tedioso. ¡El mismo puto paisaje de siempre! Por donde mirara había mar, pero no era lo peor de todo. Al parecer, el tren era usado por gente de clase social alta, por aquellos ricachones que creían tener derechos sobre las personas comunes. A Katharina le daba un poco igual, estaba más que familiarizada con ese tipo de gente.

De a poco el ruidoso motor del transporte comenzó a detenerse, dando paso al sonido de las… ¿burbujas? Jamás había visto algo parecido, y por fin el paisaje dejaba de ser tan monótono. Se avisó por altavoz que habían llegado a su destino: Archipiélago Shabaody, específicamente al Groove 30. La bruja pensó que la isla podía estar dividida en distritos, y cada uno de ellos cumplía ciertas características.

La pelirroja se apresuró en descender del tren, ignorando por completo las miradas que los demás le dedicaban. ¿Acaso se debía por su kimono color guinda? Vaya, podía no ser la ropa más ocasional, pero a ella le sentía bien. Calzaba unos tacones de 10 centímetros, cuyos tacos podían ser perfectamente usados como un arma. Tal vez lo más pintoresco de Katharina eran las orejas peludas que sobresalían de su cabeza, o quizás la enorme guadaña de aspecto diabólico que cargaba en su espalda, sujeta con una soga que pasaba por entre medio de sus pechos.

Tras descender del tren, Katharina miró hacia todos lados. Los ricachones se apresuraron en bajar, aparentemente se conocían entre todos y corrieron en la misma dirección. ¿Qué habría allí? De seguro que, fuese lo que fuese, era algo bastante exclusivo. Pero a la bruja no le importaba nada de eso, pues tenía su próximo destino en la cabeza: una taberna. ¿Qué mejor sitio para conseguir información que un lugar lleno de borrachos y orejas curiosas? De seguro que habría alguien que necesitara de sus… habilidades. Y con habilidades se refería a hurto.

—Disculpe —interrumpió la caminata de un hombre—, ¿sabe dónde puedo encontrar una taberna por aquí? —Le preguntó con una cálida sonrisa en su rostro y unos penetrantes ojos dorados.

En caso de que la persona la diera indicaciones fiables, Katharina le agradecería y caminaría tranquilamente hasta llegar. De lo contrario seguiría preguntando hasta llegar a una respuesta que la dejase satisfecha, y luego se dirigiría hacia la taberna.

El hombre te observa de arriba a abajo, para soltar una carcajada. Por algún motivo que desconoces le hace gracia, no solo lo que dices, sino tu presencia en aquel lugar en general. Es más, cualquiera diría que a nadie del vagón en el que has viajado le hacía mucha gracia que fueses en él. Sin embargo, el hombre te da ciertas indicaciones, concretamente seguir recto hasta el siguiente groove y luego girar a la derecha, allí hay una taberna. Aunque él la describe como taberna "para los de vuestra clase". ¿A qué se referirá?

Tomas el camino indicado, pero... Hay un bar en el siguiente groove, sin necesidad de haber girado a la derecha. ¿Para qué te ha dado esas indicaciones si el bar estaba aquí? Tal vez no se refería a este y había otro al final del camino indicado. Pero... ¿Por qué mandarte a otro habiendo uno más cerca? El bar que tienes frente a ti parece algo bastante sofisticado. ¿Qué haces? ¿Sigues las indicaciones o entras en este?

Katharina advirtió la notoria mirada despectiva acompañada con una carcajada burlesca, llegando a preguntarse si había algo mal con sus prendas; ¿o acaso eran sus orejas? No, no lo creía. Solo le bastaron unos segundos para comprender que se encontraba en la zona de las personas adineradas, aquellas criaturas que se sentían superiores al resto por contar con un par de monedas en sus bolsillos. Aun así el hombre le respondió dónde podía encontrar una taberna, agregando un comentario completamente ofensivo.

Poco y nada le importaba lo que un hombre sin valor tuviera que pensar de ella, pero sí le interesaba el peso de su billetera. Sin embargo, no valía la pena meterse en problemas siendo que recién había llegado a la isla. Continuaría con la idea de reunir suficiente información para conseguir un buen trabajo y así reunir unas cuantas monedas.

—¡Vaya! ¿Y conoces una taberna para “los de mi clase”? Supongo que sueles frecuentar ese lugar, de lo contrario, no lo conocerías —comentó Katharina con una sonrisa en sus labios y una mirada penetrante—. Como sea, gracias por las indicaciones. Tal vez nos encontremos en los barrios bajos, donde seguro tú y yo pertenecemos.

Durante toda su infancia vivió en una mansión lo suficientemente grande como para albergar a todo un pueblo, conocía de sobra la gente con recursos económicos, y sabía que lo que más les dolía era atacar su condición socioeconómica. Si conseguía toda la herencia de su familia, de seguro que el hombre que la menospreciaba quedaría impresionado.

Sin escuchar la respuesta del sujeto, la bruja comenzó a caminar siguiendo las indicaciones. De pronto se encontró con un bar que, aparentemente, era muy sofisticado. «Un lugar lleno de gente rica y muchas joyas para robar, ¿eh?», pensó la bruja, detenida frente a la puerta del lugar. En base a lo que vivió hacía unos pocos minutos, sabía de sobra que allí no sería bienvenida; todos esos lugares eran demasiado exclusivos y discriminadores para una pirata como ella. Bien podía pasar del bar y continuar hacia la otra taberna, o entrar y encarar a los adinerados de la isla.

No quería sentirse como un bicho raro, pues tampoco era que le fascinase ser discriminada gratuitamente, además tenía otros planes en mente. Sin embargo, lo que podía conseguir allí dentro no lo obtendría en una taberna de mala clase, pues tenía claro que los hombres que mejor pagaban eran los que con más dinero contaban, pero ¿quién necesitaría de sus habilidades? Movió la cabeza de un lado hacia el otro, intentando reorganizar sus ideas. ¿Qué era lo peor que podía suceder? ¿Acaso la atacarían solamente por entrar a ese lugar? En todo caso, contaba con 10.000.000 para defenderse.

Antes de llevar la mano a la perilla, contó las ventanas del edificio para así crear posibles rutas de escape por si algo salía mal y necesitaba huir. Una vez estuviera adentro, lo primero que observaría serían los pasillos y puertas, contaría rápidamente a las personas y activaría su mantra por si algo malo sucedía. Probablemente sería expulsada por los encargados del lugar, posiblemente por un mísero mesero, pero mientras no ocurriera, buscaría asiento y luego inspeccionaría visualmente a sus posibles víctimas.

La ornamentación del interior de aquel edifico era más esplendorosa que la decoración de su fachada. Todo de madera con detalles en oro y decoraciones a base de pequeñas teselas que hacían bellos paisajes. Su planta era circular y sobre ella se elevaban tres plantas con cuatro palcos cada una. En mitad de la sala había una especie de escenario en la que solo había un atril con un micrófono. Te sientas en la zona oeste, donde había menos gente. Los pocos que están a tu alrededor te miran con altivez y superioridad, como si supieran que alguien de tu estatus social no pintaba nada en un lugar como ese. Sin embargo, no todos parecen ser así. Un joven vestido con un esmoquin negro con camisa blanca y pajarita, más o menos de una edad cercana a la tuya se acerca y se sienta a tu lado.

-No se preocupe jovencita –dijo, sonriente-. La mayoría de la gente que frecuenta estos lugares no entiende a las personas de su clase. Permítame que le invite a una copa –el joven alzó el brazo y el camarero no tardó ni cinco segundos en atenderle-. A mi póngame un Martini mezclado, no agitado. Y para la señorita… -hizo una pausa esperando que digas la bebida que quieres tomar. ¿Qué haces? ¿Aceptas la invitación de un extraño? ¿Le dices que no? Eso es cosa tuya.

Mientras tanto, en el centro de la sala, sobre ese extraño escenario, una especie de caja cubierta con una tela se eleva. Un hombre con pintas de showman, vestido con un traje rojo con un sombrero de copa de negro agarra el micrófono y se pone a hablar.

-¡Damas y caballeros! –un foco de luz se centró sobre él, callando a todos los que estaban en el local-. Me place darles la bienvenida a la subasta de este mes. Contamos con cinco grandes piezas, habiendo varias de origen exótico y muy poco encontrados. El primero de ellos ha sido encontrado en las zonas más recónditas del nuevo mundo, con una malformación que los hace uno de los seres más bellos del mundo –el hombre destapa la caja y resulta ser una jaula con un individuo de la tribu de los cuellos de serpiente. Se trata de un ser humano con un cuello de entre treinta y setenta centímetros de largo-. Su precio de salida es de… setecientos mil berries.

Te has metido en una subasta de esclavos, ¿qué haces?

La bruja entró a un lugar lujoso y ornamentado, repleto de gente de alta cuna. ¿Qué era ese lugar? Contaba con varias plantas y algunos palcos, parecía un anfiteatro, pero ¿qué anunciarían? ¿Qué clase de evento se expondría a continuación? Katharina observó meticulosamente a los individuos que estaban en el edificio, más de alguno debía andar con una buena cantidad de dinero, pero sería casi imposible robar en un sitio tan... público. Buscó asiento en la zona oeste e inmediatamente fue víctima de miradas despectivas, hombres que creían ser superior a ella, pero la realidad era otra.

De pronto un muchacho aparentemente de la edad de Katharina se acercó y le habló. ¿Acaso intentaba consolarla? Si era eso lo que intentaba, la bruja no lo necesitaba. No necesitaba escuchar palabras de apoyo, su propio ego bastaba para ignorar las miradas de desprecio. De un momento a otro el joven levantó la mano e inmediatamente apareció un mesero, escuchando atentamente su pedido. Katharina no tenía ganas de beber ni intenciones de sociabilizar, pero debía procurar mostrarse como alguien amable.

—Agua, por favor —dijo con una falsa sonrisa —. No me preocupa lo que la gente pueda pensar de mí, pero gracias por sus palabras. Es usted muy amable.

El evento dio a luz con una caja envuelta en una tela negra elevándose del escenario al mismo tiempo que un hombre presentaba el show. Katharina escuchó con atención lo que el presentador decía, y a medida que las palabras fluían su rostro se ensombrecía y sus puños se apretaban con fuerza. Fue cuando el hombre retiró la tela que su corazón se envolvió en una furia indescriptible. Su mirada no reflejaba más que puro resentimiento y odio al ver que se encontraba en una subasta de esclavos.

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y por un momento pareció que todas sus cicatrices comenzaban a arder. Su mente le recordó el duro trato que le dieron los soldados de las Minas de Argoria, esos infinitos latigazos que recibió únicamente por estar allí, aquellas humillaciones inhumanas que debían sentir los esclavos. Sabía que debía calmarse, sabía que su propósito era encontrar un empleador y conseguir algo de dinero, pero sus recuerdos le impedían ver otra cosa. Si le daba la espalda a la criatura que estaba dentro de la jaula, se estaría dando la espalda a ella misma y negando todo lo que vivió, pero ¿qué podía hacer?

Katharina tenía poco dinero y tampoco era una persona demasiado altruista para defender la dignidad de alguien solo porque sí, no ganaría nada... La idea de destruir el edificio le resultaba realmente agradable, pero sería una estupidez. Los marines concurrían aquel lugar y si se enteraban que una casa de subastas había sido completamente destruida, investigarían y no tardarían en llegar hasta ella. Tampoco tenía pensado comprar y colaborar con el comercio de esclavos, no le importaba si el Gobierno Mundial respaldaba ese sucio y despreciable negocio.

—¿Siempre es así aquí? —Le preguntó al muchacho que estaba sentado a su lado— ¿Siempre tratan a las personas como objetos? ¿Quién les da el derecho de prohibirles a los demás ser libres? —Su voz tenía un claro dejo de tristeza. Se había acostumbrado a ocultar sus emociones, usar falsos rostros y mostrarse como alguien que no era ante los demás, pero en una situación así...

Katharina decidió esperar de momento hasta que su corazón se calmase para pensar en un buen plan y ayudar a esas “cinco grandes piezas” a ser libres. No podía permitirse cometer una estupidez, aunque tampoco sabía cuánto seguiría resistiendo ante esos soberbios y petulantes hombres. Usar su guadaña contra ellos le daría un placer indescriptible...

-Querida… -el hombre ni se molestó en mirarte a los ojos, únicamente dio un sorbo de su copa y cogió el palito de madera que tenía clavada dos aceitunas en él y se las comió de golpe-. Así es el mundo que nos rodea, ¿y quiénes somos nosotros para intentar cambiarlo? Lo mejor es adaptarse de la mejor manera posible-. Fue entonces cuando el joven se levantó, elevando un cartelito de madera con un número pintado en ella y pujó por aquel ser de cuello alargado-. Un millón de berries.

Aquel sujeto parecía estar forrado, no solo por su vestimenta, sino por la forma en la que pujo. En sus gestos no había presión alguna, como si el dinero le sobrase. ¿Qué haces? Está habiendo una subasta de esclavos en tus narices y en la puerta de salida del local hay una pareja de guardias que ha cerrado con llave y se ha ido. Según has podido escuchar de un niño pijo que está sentado detrás de ti es una subasta a puerta cerrada de la que no se puede salir hasta que acabe, en otras palabras: esperas a que termine o tendrás que abrirte paso por tu propio pie. Debes tener en cuenta que hay mucha gente adinerada, además de personas perteneciente a los bajos fondos, así que cualquier precaución es poca.

La bruja escuchó la respuesta del muchacho, dirigiéndola una mirada de asesina. No le sorprendía que no fuese capaz de cambiar el mundo, se veía tan débil... Sumamente patético resguardando su debilidad con el dinero. ¿Creía que con esas palabras se salvaría de la decisión que tomó Katharina? Ella no era una idiota ni mucho menos una persona altruista. ¿De qué servía liberar a los prisioneros si ella no ganaba nada? Únicamente les daría la oportunidad de salvarse a sí mismos.

Por suerte para ella el salón fue cerrado, lo que le daba cierta ventaja para empezar con su venganza. ¿En serio el mundo pensaba que olvidaría así como así lo que vivió siendo esclava en las Minas de Argoria? ¿Acaso podía estar sentada frente a esclavistas y evitar sentir el ardor de sus cicatrices producto de los cientos de latigazos que recibió? Nada borraría las humillaciones ni las violaciones, absolutamente anda. Lastimar a esos esclavistas no eliminaría sus recuerdos, pero sí que le harían sentirse mejor.

—Si vives escondiéndote jamás cambiarás algo —le reprochó la pelirroja al mismo tiempo que sostenía con fuerza su guadaña—. Me pregunto si la gente como tú seguirá pensando lo mismo cuando sienta la verdadera desesperación.

¿Era imposible salir de allí? Claro que no. Katharina tenía habilidades para memorizar las posibles rutas de escape, además, en el momento en que el entró a la subasta consideró meterse en problemas. Que las puertas estuviesen cerradas no significaba que no pudiera abrirlas por la fuerza, después de todo ¿no era ella una poderosa maga capaz de hacer explotar cosas? Seguro que después se reprocharía a sí misma por hacer algo tan impulsivo, pero ¿acaso importaba comparado al alivio que sentiría en vengarse de los esclavistas?

Un aura malvada surgió del cuerpo de Katharina, envolviéndola en un manto con tonos violetas muy oscuros en su centro y hacia los bordes esta se aclaraba un poco. Aquellos que estuviesen lo suficientemente cerca de ella, y no contasen con la fuerza de voluntad suficiente, caerían presos del miedo. Pero, claro, ese no era su propósito. De pronto la guadaña maldita de Nyx comenzó a levitar gracias al poder de la telequinesis de Katharina, al mismo tiempo que los ojos de la bruja se tornaban azules. El arma salió eyectada hacia delante girando sobre sí misma, lista para arrancarle la cabeza al anfitrión. Sería el primer espectáculo que la gente de allí vería. Si tenía la oportunidad, en un segundo vuelo atacaría también a los guardias.

Un plan, siempre había un plan después de cada decisión que la bruja tomaba. ¿Pensar que allí sólo había mequetrefes? No, no era tan estúpida para creerlo. Por suerte contaba con habilidades para escapar y desaparecer lo más pronto posible, como la cúpula de oscuridad de la guadaña maldita o los Pasos Veloces. No, no era un ataque impulsivo, sino uno previamente meditado y ejecutado. La bruja no era una salvaje que se dejaba llevar por sus meros instintos, siempre tenía algo pensado.

La telequinesis no solo serviría para cortar cabezas por toda la subasta, sino que también para liberar al esclavo. Bastaría un simple gesto de la mano de la bruja para quitarle el collar, solo eso. ¿Qué era lo peor que podía pasar? La Marina llegaría en seguida y la vida de Katharina correría peligro, pero ¿cuál era el mejor escenario? Un edificio contaminado en desesperación, el miedo a la muerte... El estar preso.

—No confundan mis acciones, honorables hombres, no pretendo liberar a estos esclavos, sino hacerles sentir a ustedes la desesperación de lo que es estar preso del miedo y la desesperación —comentaría la bruja tras sus acciones, levitando—. Pueden llorar, quejarse, rogarme, pero nada cambiará el hecho de que ahora ustedes me pertenecen.

Resumen:

Hechizos:

El terror que infundes hace que el joven que te estaba acompañado en esta extraña velada comenzara a temblar de pavor, al igual que el matrimonio con su hijo que estaba en tu retaguardia y tres ancianos que estaban sentados delante de ti. Todos parecían haber presenciado algo que jamás olvidarían. Y de pronto, la cabeza del organizador cae al suelo, rondando hasta bajar del escenario. El cuello del organizador parecía una fuente que emana agua, un agua rojiza y algo más espesa.

Un silencio sepulcral inunda la sala, como si fuera la corta mecha que culminaría en un pánico colectivo. Muchas de las personas corrieron hacia la puerta, pasando uno por encima del otro. No obstante, eso no es todo. Alguien ha accionado el botón de los collares de los esclavos y sus cabezas han explotado. Un joven de cabellos azulados y mirada arrogante te mira y sonríe. No se mueve de su asiento, solo bebe de su copa y observa la situación. Entonces, el mismo hombre dispara al techo dos veces y manda a callar a todos. «¡Silencio!» dijo, logrando que todos se callaran salvo un anciano que osó enfrentarlo.

-He dicho… ¡silencio!

Un disparo más. Un disparo a quemarropa que acabó con la vida del viejo.

-¿Alguien sabe lo que acaba de ocurrir aquí? –preguntó, llamando la atención de todos-. Una persona, uno de vosotros ha arruinado la subasta que llevo planeando desde hace meses, y creo saber quién es. Sin embargo, voy a darle una oportunidad, si esa persona se descubre por sí misma, prometo que tendrá un juicio justo.

Y justo después, la única puerta del local se abrió. La gente comenzó a salir corriendo de allí, sin mirar atrás; a excepción de algún morboso amante de la sangre. Pasados menos de un par de minutos el rumor se ha propagando por aquel manglar, y el cuerpo de marines más cercano está llegando.

¿Qué harás Katharina?

La vida era una vil perra caprichosa que jamás atendía a los deseos de las personas. Las puertas se abrieron y la gente corrió desaforadamente hacia la salida, buscando la salvación. No era de extrañar, pues no todos estaban acostumbrados a ver morir un hombre, y mucho menos ver una guadaña voladora. Ya ningún plan importaba, ¿o sí? Katharina era de aquellas personas que debía estar preparada ante cualquier situación e imaginarse todos los posibles escenarios, pero la vida se encargaba de estropear cada uno de sus planes. Contaba con que la puerta permaneciera cerrada hasta el último minuto, pero debió haberse asegurado de que así fuera y no asumirlo como verdadero. Bueno, daba igual, tampoco era un factor tan decisivo, pues tenía al esclavista justo en frente.

El sujeto de tipo azul era alguien con determinación y, al parecer, era de los que cumplía con lo que decía. Un hombre de sangre fría, pues ni dudó en matar al viejo que se le opuso. Huir ya no era una opción, no porque no pudiera hacerlo, sino que porque cumpliría su venganza. A Katharina le daba lo mismo ver morir a un montón de esclavos, después de todo su objetivo no era liberarlos, sino terminar de raíz con la esclavitud y vengarse de los esclavistas. A esas alturas de la vida no debía temerle a la muerte, pues se había encontrado con ella en incontable ocasiones. La única forma de obtener lo que quería era enfrentándose y sobreponiéndose a cualquier situación, no importaba lo difícil que esta fuera. Como en el enfrentamiento contra Leonel, el agente del CP9, daría todo de sí para alcanzar la victoria; era lo único que importaba.

—Hay dos asesinos en el mismo edificio, me pregunto, ¿a quién atrapará la Marina? ¿Al tipo que asesinó a sangre fría a ese hombre? ¿O a la noble justiciera que intentó detenerle?

La Marina era preocupante, pero tenía un plan para ella. Contaba con dos medallas al mérito militar, lo cual serían reconocidas en cualquier lado; seguramente si un marine las veía, intentarían atrapar al peliazul. Sin embargo, quedaba la posibilidad de que le descubriesen por su apariencia, pero era un tema de fácil solución, ya que Katharina podía adoptar la forma y el tamaño que quisiese. Supuso que pronto llegarían, amontonándose en las afueras de la casa de subasta. Tenía unos pocos minutos para ver qué hacer con el esclavista.

Atacarle imprudentemente no era una buena idea, así que decidió esperar para evaluar el poder de su oponente. Inmediatamente activó su mantra para obtener una idea de la fuerza enemiga, además de estar atenta ante cualquier imprevisto u hostilidad. Una loca idea se le pasó por la cabeza, pero la última vez que usó esa arma en un lugar cerrado terminó con la pierna y el brazo quemados, y no quería volver a cometer una imprudencia como esa. Katharina empuñó su arma y descendió, ubicándose sobre una silla. No lo notó, pero ¿acaso había más gente que ellos dos? Sin duda alguna su mantra lo percibiría.

—Yo maté al animador, lo siento, su voz me irritaba. Me da igual si traficas armas o drogas, pero no permitiré que un esclavista siga respirando —le espetó con desprecio—. Si vas a pelear contra mí, espero que estés preparado para morir, porque yo sí lo estoy.

—Corrección, jovencita -dijo el hombre de cabellos azulados, mirándola con arrogancia y dibujando una sonrisa en su rostro—. Dirás que ¿a quién atrapará la Marina? ¿Al infante Anthony Persival Cultur de Ilusia? ¿O a la infame delincuente que ha asesinado a un cantante junto a un anciano que osó atacarme y tuve que sentenciar lo que le quedaba de vida?

La respuesta de aquel hombre era tajante y clara: habías intentado atacar a alguien de la nobleza. ¿Qué ocurriría a partir de este momento? Eso es cosa tuya. La marina se acerca, ¿quién vendrá? Es pronto para saberlo, pero seguramente las personas que sean interrogadas por la justicia de la isla darán una descripción de ti con pelos y señales; eso sin contar que no todo el mundo va vestido con un sombrero de copa y porta una guadaña.

Las cosas no podían estar saliendo mejor, ¿verdad? La vida le daba la oportunidad de no solo castigar a un esclavista, sino que a un Noble. ¿Huir? De ninguna forma. Katharina tenía en frente la posibilidad de vengarse por la muerte de su hermana, tenía la posibilidad de vengarse por estar tanto tiempo trabajando como esclava en las Minas de Argoria. ¿Qué sentido tenía huir del destino? Tarde o temprano la muerte terminaba tocando la puerta de tu casa. Atacarle directamente sería provocar la furia de la Marina, y ella conocía muy bien los protocolos del ejército del Gobierno Mundial. Aquella persona que osara atacar a un Noble Mundial, se enfrentaría indiscutiblemente contra un Almirante, la máxima fuerza militar. Pero, ¿qué más daba? Seguramente la Marina ya debía estar a unos pocos metros de la casa de subasta.

La bruja quería darle una lección al mundo, y por fin tenía la oportunidad de hacerlo. Sabía que su actuar repercutiría en el resto del mundo, probablemente su nombre se haría conocido, aunque era algo que le molestaba. Ya de nada servían las insignias al mérito militar, pues un Noble Mundial tenía absoluta autoridad. Sí, fue una completa estúpida al mostrarse frente al público. Fue demasiado imprudente y pronto pagaría por sus pecados, pero no sin antes llevarse consigo al hombre de cabello azul, quien se presentó como Anthony Persival. Ahora la verdadera pregunta era: ¿a quién perseguiría la Marina? Katharina tenía la habilidad de adoptar la forma que quisiese, incluso la del Noble.

Ya es demasiado tarde para dar vuelta atrás... ¿Qué más da? No hay nadie que espere a que vuelva, estoy completamente sola. Si he de morir aquí, que así sea, pero no dejaré de luchar. ¡Quiero que el mundo me recuerde como una persona que desafió a la máxima autoridad! Si mi nombre se hace conocido, al menos no habré fallado. ¿Cómo puedo evitar sentir miedo...? No quiero morir..., pero ¿en qué me convertiré si renuncio a mis propios sueños? Una vez le dije a Marcus: estoy cansada de ver cómo los demás cumplen sus sueños, yo también quiero hacer realidad los míos. Haré de este mundo un lugar mejor para todos, así cuando muera, Freya me recibirá con los brazos abiertos.

La última vez que usó esa arma hizo volar el techo de un gigantesco laboratorio, pero aquella vez estaba luchando únicamente por sobrevivir, ahora las cosas eran diferentes. Pelear por cumplir sus sueños era muy distinto a pelear para ver un nuevo amanecer, aunque al final se traducía a lo mismo: dar lo máximo de sí. Desde el momento en que nació supo que el mundo estaba en su contra, ¿por qué su vida no fue sencilla? ¿Por qué el destino no le permitió quedarse en la mansión familiar? La vida era injusta, y ya de nada servía quejarse. Katharina sacó lentamente su arma de fuego obtenida hacía muchos años, la Prototipo Minicannon, una pistola lo suficientemente poderosa como para desintegrar el cuerpo de una persona sin problema alguno.

—Supongo que no es un mal lugar para mi tumba, ¿eh? Escucha atentamente, tengo dos cosas que decirte. Primero, debieras cambiar tu nombre; es horriblemente ridículo. Segundo, lamentarás el día en que te cruzaste con Katharina von Steinhell.

Reunió energía mágica y casteó dos hechizos fundamentales para sobrevivir a lo que estaba a punto de hacer: Armadura de Mago y Escamas de Dragón. Su cuerpo se envolvió en una especie de aura casi transparente, al mismo tiempo que su piel se volvía escamosa, como si de un dragón se tratase. Seguramente había más de ocho metros de distancia entre Anthony y ella, pero era importante tener un seguro de vida. Su temblorosa mano apuntó hacia su oponente, sabiendo que tras apretar el gatillo nada volvería a ser lo mismo. Seguramente volaría todo el escenario y la muralla detrás del Noble, seguramente todo quedaría envuelto en llamas con un bonito cadáver en medio de ellas. Recordó las personas que estuvieron en su vida: John, Hikaru, Freya, Rayne, incluso el pesado de Zane, aunque este último no tuvo demasiada relevancia, aunque le caía bien. Y listo. Apretó el gatillo.

Una poderosa descarga calórica salió eyectada del cañón del arma de fuego de Katharina, dirigiéndose directamente hacia el Noble. Pronto sentiría una onda calórica lo suficientemente poderosa como para sentir cómo su piel podía derretirse, aunque los hechizos defensivos debían detener casi en su totalidad el daño recibido. Si Anthony era capaz de sobrevivir a eso, quedaría claro que era una persona digna de enfrentarse a los verdaderos poderes de la pelirroja. Por otro lado, si moría... Bueno, ya pensaría en escapar, siguiendo su plan.

En caso de que el Noble muriera y quedara un hueco en la muralla, Katharina transformaría rápidamente su arma en un colgante y convocaría la cúpula de oscuridad, para luego transformarse a sí misma en un ave lo suficientemente pequeña para no ser percibida por ojos humanos. Saldría volando de allí, como una persona libre. Por otro lado, si el hombre no moría, intentaría huir de todas formas, pues el tiempo se le acababa. Haría el mismo proceso, solo que saldría por la puerta principal. Seguramente la Marina le esperaría afuera, pero era un tema del que luego se preocuparía.

Cosas usadas:

El infante se levanta de su asiento y tira su arma de fuego, para sacar una especie de navaja de su bolsillo. Se le ve un arma muy afilada y de buen gusto, con mango de marfil y metal de buenísima calidad. Y como si de una pelea barriobajera se tratase, flexiona sus piernas y te incita a pelear. Es aquí cuando lanzas tu devastador ataque, que te hace retroceder de tu lugar unos pocos centímetros. Puedes contemplar como la sonrisa en la cara de Anthony se ha borrado, ahora está serio y atento a todo. Ves cómo se hecha a un lado, pero de repente escuchas un silbido y desaparece, eso sin contar que tu ataque ha sido detenido por un muro de… ¿cuerdas? Sí. Son cuerdas gruesas que han aparecido de la nada y que se ha llevado parte del impacto, pero no todo. Pese a bloquear durante un instante tu movimiento, éstas se han roto y han salido al exterior hiriendo a varias personas, entre los que se encontraban marines, civiles y como no, el infante, cuyo brazo ya no está en su sitio. Enhorabuena, has dejado manco a alguien de la nobleza.

Estás atenta a lo sucedido y fuera ves a un hombre que rondaría el metro ochenta y bien entrado en la madurez –entre cuarenta y cincuenta años- de pelo violáceo con bigote y aspecto de buena persona, el cual parece estar disculpándose con el infante. ¿Quién demonios será? ¿Habrá sido el causante de que se detuviera parte de tu feroz ataque? Es posible, bueno casi seguro de que sí. De repente, en un abrir y cerrar de ojos aparece frente a ti.

-Chiquita –dice-. No deberías lanzar ese tipo de cosas a la gente, podrías matarla. Sé que no vas a hacerlo, pero como el protocolo así lo requiere… me gustaría pedirte que te entregaras sin ofrecer resistencia y cualquier cosa que digas será utilizado en tu…

Entonces el edificio comenzó a caerse. El pilar central ha resultado dañado y el techo cae. Notas una sensación que remueve tu cuerpo y de golpe estás fuera del edificio, junto a la entrada principal, donde el tullido asesino de octogenarios lamenta la pérdida de su extremidad.

-¡Uf, por poco! –el marine se quita el sudor con la manga-. Lo que te estaba diciendo, entrégate sin ofrecer resistencia y cualquier cosa que digas será utilizado en tu contra frente a un tribunal en Ennies Lobies, por delitos de piratería, agresión a personas de la realeza y destrucción de edificaciones públicas.

¿Qué clase de marine tienes enfrente? ¿Ha podido atraparte, pero en su lugar te salva la vida? Es rápido, quizás demasiado, o tal vez lo has subestimado. En fin, ¿qué harás? ¿Te rendirás o intentarás conseguir aquello por lo que has venido al archipiélago sabaody?

Ficha del NPC:

El edificio se desplomó producto del poderoso impacto del arma de Katharina. ¿Un resumen? La descarga calórica fue detenida por un muero de gruesas cuerdas, aunque sí lastimó severamente al noble, dejándolo manco. Un marine fue quien intervino y le salvó la vida a Anthony, aunque también ayudó a la bruja, sacándola de la casa de subastas justo antes de que se destartalara por completo. Quedó en evidencia que el sujeto era veloz, y mucho. Por otra parte, también parecía ser muy bueno, diciéndole a la pelirroja que se entregase sin oponer resistencia. Era lo que el protocolo decía, y cada marine debía seguirlo.

El hombre era esa clase de luchador que, de alguna forma, incomodaba a la pelirroja. Para castear un hechizo, Katharina debía detenerse y reunir energía mágica para luego lanzar la técnica. Un luchador lo suficientemente rápido podía interrumpir sin dificultad la canalización y así reducir considerablemente el poder ofensivo de la bruja. No obstante, el estilo de lucha de la pelirroja no se basaba únicamente en ataques mágicos, sino que también en un avanzado dominio de su arma. Sería un encuentro interesante, mucho, la verdad. Sería el primer combate en el que no dependería netamente de su fruta del diablo, aunque no quería decir que no la usaría.

—Se ve que eres un buen hombre, marine, y no debes arriesgar tu vida por un hombre como este —le respondió, señalando al noble con su índice—. Y temo que debo oponerme a tu petición. Lucharé por la libertad que tanto me costó conseguir.

Un hilo de oscuridad comenzó a desprenderse del rostro demoníaco de su guadaña, el cual rápidamente se expandió hasta cubrir una extensa zona. Ya de nada servía hablar con su oponente, pues de ninguna forma le escucharía. La cúpula de sombras no sólo cegaba a quienes estuvieran dentro, también silenciaba los movimientos de Katharina. Era bastante probable que un hombre como ese contara con mantra, aunque ¿sería lo suficientemente rápido para protegerse de los ataques de la bruja? Le hubiese gustado demostrar su poder destructivo, pero era un desperdicio de energía y tiempo. Estaba ante un enemigo rápido y debía luchar inteligentemente para salir con vida.

Sin dilatar más la situación, transportó su sombra a la espalda del marine e intercambió posición con ella. Una vez encontrándose ubicada, realizaría un tajo horizontal y arqueado, buscando cortarle la cabeza. Durante mucho tiempo siguió el sendero del asesinato y estaba acostumbrada a realizar ataques sorpresas. En caso de esquivarlo, o en su defecto protegerse, aprovecharía ese tiempo para canalizar energía mágica y castear el hechizo Telequinesis. Finalmente, y únicamente en caso de poder conjurar la técnica, dirigiría una guadaña voladora a la cabeza de Anthony para acabar con su vida de una vez por todas.

Cosas usadas:

Un deslumbrante sol golpeaba con fuerza la cabeza de todos los presentes, que miraban expectantes la batalla que estaba a punto de comenzar. La tensión se palpaba, aunque faltaban los temblores de tierra y los choques de voluntades que servían para medirse algo más que el poder en combates de esta índole. Sin embargo, esto prometía. El marine estaba relajado, quizás demasiado, o tal vez no vería en tu bello la asesina que aguardas en tu interior. De tu guadaña comienza a surgir una oscuridad que comienza a cubrir la zona, pero entonces, contra todo pronóstico, la oscuridad para y vuelve a su interior. El espíritu de tu guadaña por alguna razón decide no atacar, y puedes escuchar una voz que te habla: «No tiene malos sentimientos, Kath. Así que en esta batalla no te ayudaré a menos que tu vida corra verdadero peligro»

Cuando vuelves al combate, aunque solo han sido un par de segundos de abstracción, tienes al marine delante con la intención de golpearte con su puño diestro en el rostro, casi al mismo tiempo que, suspendido en el aire, su rodilla va directo a tu estómago. ¿Qué haces?

Era la primera vez que Nyx no seguía las órdenes de Katharina, haciéndole pasar un mal rato. ¿Desde cuándo su arma se preocupaba por las intenciones de los demás? Siempre le fue fiel, sin importar si su enemigo era alguien bueno o malo, considerando que la bruja en más de una ocasión asesinó a uno de los buenos. En todo caso no podía culparle, estaba bien confiar en Nyx, pero no siempre podía depender de ella. Estaba demasiado acostumbrada a luchar entre las sombras y el silencio, inhabilitando los principales sentidos de su oponente para ejecutar mortales y precisos ataques, generalmente buscando su garganta. Por el momento lo único que había cambiado era su estadía en las sombras, aún continuaba poseyendo el auténtico filo de su guadaña maldita.

—No te preocupes, Nyx, no te obligaré a luchar si no quieres, después de todo esta es mi pelea, ¿no?

Un sentimiento de preocupación recorrió su cuerpo y a su mente acudió una incómoda imagen, percibiendo las intenciones del marine. Su mantra no bastó para reaccionar ante el rápido ataque enemigo, si no hubiese contado con sus excelentes reflejos, habría sido golpeada fuertemente. Su agudo haki de observación le permitió percibir la voluntad del ataque oponente, y sus reflejos le permitieron reaccionar. Su ágil cuerpo se movió hacia la derecha, pudiendo esquivar sin problema el golpe del marine, aunque el rodillazo fue otra historia. Interpuso el mango de su arma entre la rodilla y su estómago, pero el impacto fue más fuerte del que esperó, sintiendo un agudo dolor en la zona abdominal. ¿Había sido demasiado grave? Probablemente no, después de todo su cuerpo no era tan débil como hace un par de años.

—Eres rápido —reconoció después de recibir el ataque enemigo—, pero no golpeas tan fuerte.

Cerró los ojos y se concentró en su rival, reconociéndole como alguien digno de probar el filo de su arma. Rápidamente ejecutó un tajo descendente, seguido de un corte ascendente y vertical para luego girar sobre su propio eje al mismo tiempo que provocaba un corte arqueado de 360 grados. En cada momento de su contraataque hizo gala de su agilidad, pudiendo lanzar rápidamente tres ataques en el tiempo que otros hacían uno. Si todo salía bien, seguramente su oponente recibiría algo de daño. Por otra parte, intentaría reunir energía mágica y canalizarla rápidamente, cubriendo una vasta zona con llamas infernales. En caso de que pudiera concretar su hechizo, su cuerpo se envolvería en fuego y una explosión calórica saldría desprendida de ella a toda velocidad, cubriendo un radio de casi diez metros. Para finalizar, sin importar si sus ataques fueron esquivados o no, mantendría activo su mantra, continuando alerta ante la ofensiva enemiga.

Cosas usadas:

La marina del gobierno mundial estaba llevándose a los civiles del lugar, esperando que ninguno saliera herido del combate entre vosotros dos. El contraalmirante Elton Tito te miraba muy fijamente, como si estuviera analizándote ¡Qué demonios! Te estaba analizando, incluso podías vislumbrar una sonrisa lasciva en su rostro mientras te miraba. Tanto fue su ensimismamiento en tu cuerpo, que no vio venir el primer ataque con suficiente antelación, recibiendo un corte en el pecho mientras intentaba esquivarlo. No obstante, era rápido, muy rápido, y con sus manos imbuidas en haki de armadura paró el resto de golpes.

-La fuerza no lo es todo, querida.

Dichas esas palabras, se acercó hacia ti a gran velocidad con la intención de propinarte un fuerte golpe en la boca del estómago, buscando que te inclinaras y darte un codazo en la nuca y tirarte contra el suelo. Puedes contemplar que su armamento está en sus manos, pues es la única parte visible que puedes contemplar, ¿pero qué te corrobora eso? Quizás también esté en el resto de sus brazos; a saber. Si te ataca y te golpea interrumpirá tu ataque ígneo, que esquivas, también lo interrumpe. ¿Qué haces Katharina?

El marine sabía cómo defenderse y era demasiado rápido, pudiendo detener con relativa facilidad los ataques posteriores al primero de Katharina. No obstante, le ocasionó un corte en el pecho. La bruja notó que había dos problemas: la velocidad con la que reunía energía mágica y el armamento enemigo. Su rival era tan veloz que interrumpía la canalización, evitándole usar magia para acabar con él; gran desventaja. Pelear sin usar su fruta del diablo era lioso, pero que sus cortes fueran detenidos por las manos desnudas del hombre era incluso peor.

Vio todo como si fuera en cámara lenta, observando los movimientos enemigos al mismo tiempo que su mantra le hacía percibir la voluntad de sus puños. Debía tomar rápidamente una decisión, de lo contrario, sufriría por su pasividad. ¿Tendría tiempo suficiente para terminar de preparar el hechizo? Posiblemente no. Enseguida interrumpió la canalización mágica y dio una voltereta hacia la derecha, enseñándole a su oponente lo ágil que era. Nada de eso hubiera sido posible de no ser por sus agudos reflejos y su perceptivo haki de observación, aunque nada de eso le aseguraba una victoria. Tenía que ser mejor que él.

¿De qué servía buscar distancia si sería alcanzada sin ningún problema? Tenía que pensar en algo que le daría la ventaja...

—¡¿Qué?! —Abrió los ojos impresionada, mirando detrás del marine y señalando con el dedo— ¡¿Qué es eso?!

En caso de que el marine cayera en la infantil distracción de Katharina, ella aprovecharía esos segundos para reunir energía mágica y usar su hechizo Armamento de Mago. Si todo salía bien, de los hombros y piernas de la bruja saldría violentamente una gran cantidad de energía azulada, dotándole de gran velocidad y agilidad. La pelirroja pensaba que obtendría algo de ventaja en el combate cuerpo a cuerpo, pudiendo reaccionar mejor y más deprisa. Sin embargo, el problema seguía radicando en un punto específico: el armamento del marine.

Recordó las palabras que alguna vez Rayne le mencionó: “El busoshoku haki es la clara manifestación de nuestra fuerza de voluntad, Katharina, puedes alimentarla con amor u odio, con un fuerte deseo de proteger a alguien, pero al final, únicamente ganará la persona cuya voluntad sobrepase a la otra”. ¿Amor? ¿Odio? Eso era demasiado ambiguo para ella, tampoco deseaba proteger a nadie... Lo único que deseaba era terminar con la vida de ese Noble, nada más. Como en incontables ocasiones anteriores, ella se sobrepondría a sus oponentes y demostraría lo fuerte que era. Pudo agudizar su mantra en medio de un combate, pudiendo sentir la presencia de un habiloso asesino, ¿acaso no era el momento para mostrarse a sí misma lo férrea que era su voluntad de superarse y cumplir sus sueños?

Sin importar si el marine cayó en la distracción o no, sin importar si pudo concretar el conjuro o no, arremetería contra él. Bañó el filo de su guadaña con una armadura de color negro, mostrándole a su oponente que ella también dominaba el busoshoku haki. Atacó, recordando esos tétricos momentos que vivió en las Minas de Argoria, aquellas humillaciones que sufrió a manos de los guardias. Atacó, sintiendo el ardor de cada cicatriz que dejaron los incontables castigos y latigazos, recordando cuando su inocencia le fue arrebatada por las morbosas presencias de aquella prisión infernal. Cargó hacia delante, haciendo uso de sus Pasos Veloces, llevando la guadaña hacia atrás para luego ejercer un poderoso tajo descendente y recto, buscando cortar por la mitad al marine. Si su voluntad no era suficiente, su dolor sí lo sería.

Cosillas:

El marine no parecía tener mucho ímpetu en aquel combate, algo que pudiste comprobar al ver como bostezaba tras esquivar por completo su ataque, aunque cayendo un poco mal tras la voltereta, llegando a golpearte en la rodilla con su gran mango, inflamándose hasta crecer un par de centímetros y surgiendo un bonito hematoma. El marine te miraba muy aburrido, sin nada de interés en la mirada. Podías notar que te veía como una simple novata, una pirata del montón sin talento suficiente como para derrotarle. Tanta era su seguridad que te dejó hacer tu magia, viendo como tus piernas se tornaban de un intenso y brillante color azul.

Ante su sorpresa, tu siguiente movimiento fue muy rápido, tanto que solo pudo volver a bloquear tu ataque con los brazos en cruz. Sin embargo, esta vez fue distinto para él. Tu hoja era más fuerte, aunque por unos pocos segundos, el haki de armadura que recubría la hoja de tu guadaña se hendió en sus antebrazos, rasgando un poco sus músculos. Tras ello, impotente, retrocedió un metro, casi al mismo tiempo que sus manos se envolvían de un aura rojiza y golpeaba a la nada, generando una onda de choque calorífica en línea recta, cuya velocidad era de 15 m/s y su temperatura de cincuenta grados centíegrados.

-Red cannon –susurró, frunciendo el ceño y mirándote fijamente. El haki de tu guadaña desapareció, pero notabas en tu cuerpo la sensación que habías tenido, y te gustaba.