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Holos, conocida comúnmente como la Isla de los Milagros. Lugar de peregrinación para enfermos de todo el mundo y de aprendizaje para aquellos que desean conocer las misteriosas artes de la magia. Se dice que en su academia se enseñan ciencias olvidadas por el hombre, así como a conjurar poderes más antiguos que el propio tiempo.
Y hacia allí te toca ir. Cuando te llegó la invitación, el papel estaba totalmente en blanco. No fue hasta que le dio la luz de la luna que viste como las letras iban apareciendo gradualmente. En ella se te ofrecía la oportunidad de acudir al Festival Anual del Sol debido a, según dice textualmente, "sus singulares habilidades tan apreciadas entre la sociedad de Holos". Que bonito...
Las aguas circundantes a Holos están plagadas de numerosos barcos de todo tipo: un buque de la Marina, navíos comerciales, grandes galeones con ornamentados mascarones de proa... Muchos de ellos llevan símbolos pertenecientes a nobles de tierras lejanas, guerreros afamados por su fuerza o sus extraños poderes, y héroes de cien batallas. Ni una bandera pirata la vista, ni una señal de peligro. Todos navegan hacia el amplio puerto de Holos, donde la multitud se congrega.
En el cielo, vuestros anfitriones honran vuestra llegada con un espectáculo pirotécnico de complejidad inimaginable. Animales de colores se enzarzan en fieros combates sobre el lienzo de la noche estrellada: casi parece magia. Casi parecen decir "Bienvenida a Holos".
Katharina von Steinhell
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Día nublado y lluvioso en Luethenia, lugar dónde actualmente me estaba quedando. Estaba apoyada en la ventana de mi cuarto, la cual daba directamente hacia un balcón con vista a la avenida principal. La chimenea del primer piso permitía que toda la casa estuviera temperada, de forma que podíamos evitar considerablemente el frío. El sonido producido por subir corriendo la escalera me sacó de mis pensamientos, dirigí la mirada hacia la puerta y esta fue abierta violentamente, dando lugar a una chica de enormes ojos rojos y cabello blanco. Sí, era mi pequeña hermana Freya.
–¡Onee-chan! –Dijo inmediatamente y luego descansó sobre sus rodillas, intentando recuperar el aliento– Ha llegado una extraña carta, pensé que necesitabas leerla con urgencia.
Me acerqué a ella con expresión de desconcierto y luego cogí la carta, mirándola por todos lados. Le di las gracias a mi pequeña hermana y me senté en frente al escritorio de madera de roble que tenía en mi habitación. “Qué extraño”, fue lo primero que pensé al ver que la carta no tenía una sola palabra escrita. Solo era una hoja de papel en blanco, ¿de qué iba todo esto?
–¿Estás segura que esta es la carta? –Le pregunté para asegurarme, pero ella asintió.
Me despreocupé del tema, una carta no era lo suficientemente importante para quitarme el sueño, así que la dejé en la esquina superior derecha de mi escritorio, lugar donde la luz de la luna llegaba directamente. Increíblemente, para la noche estaba despejado y la lluvia había cesado. Fue entonces que, tal vez por curiosidad o simple coincidencia, me senté en el escritorio y de reojo vi la carta que estaba comenzando a cambiar. La tomé rápidamente y a medida que la luz de la luna llegaba a ella, las palabras comenzaban a aparecer gradualmente.
–¿Mis singulares habilidades? –Me pregunté a mí misma, sospechando que se trataba de mí poder para conjurar hechizos.
No había nada más que decir y la decisión ya estaba tomada. La invitación quedaba completamente aceptada mientras pudiera descubrir un poco más sobre mis extrañas habilidades, solo esperaría al día siguiente para decirle a mi hermana sobre mi viaje.
Fue así como tomé el primer barco en dirección a Holos. No importaba dónde dirigiera la mirada, pues en todas las direcciones me encontraba con una infinidad de barcos de todo tipo. Intenté percatarme de si había peligro, pero no descubrí nada así que de momento podía relajarme y disfrutar del viaje. Finalmente, mis ojos deslumbraron un alucinante espectáculo pirotécnico. ¿Qué me deparaba el viaje? ¿Acaso terminaría aprendiendo sobre oscuros secretos de la magia? Solo quedaba abordar y empezar a conocer los rincones de la isla.
–¡Onee-chan! –Dijo inmediatamente y luego descansó sobre sus rodillas, intentando recuperar el aliento– Ha llegado una extraña carta, pensé que necesitabas leerla con urgencia.
Me acerqué a ella con expresión de desconcierto y luego cogí la carta, mirándola por todos lados. Le di las gracias a mi pequeña hermana y me senté en frente al escritorio de madera de roble que tenía en mi habitación. “Qué extraño”, fue lo primero que pensé al ver que la carta no tenía una sola palabra escrita. Solo era una hoja de papel en blanco, ¿de qué iba todo esto?
–¿Estás segura que esta es la carta? –Le pregunté para asegurarme, pero ella asintió.
Me despreocupé del tema, una carta no era lo suficientemente importante para quitarme el sueño, así que la dejé en la esquina superior derecha de mi escritorio, lugar donde la luz de la luna llegaba directamente. Increíblemente, para la noche estaba despejado y la lluvia había cesado. Fue entonces que, tal vez por curiosidad o simple coincidencia, me senté en el escritorio y de reojo vi la carta que estaba comenzando a cambiar. La tomé rápidamente y a medida que la luz de la luna llegaba a ella, las palabras comenzaban a aparecer gradualmente.
–¿Mis singulares habilidades? –Me pregunté a mí misma, sospechando que se trataba de mí poder para conjurar hechizos.
No había nada más que decir y la decisión ya estaba tomada. La invitación quedaba completamente aceptada mientras pudiera descubrir un poco más sobre mis extrañas habilidades, solo esperaría al día siguiente para decirle a mi hermana sobre mi viaje.
Fue así como tomé el primer barco en dirección a Holos. No importaba dónde dirigiera la mirada, pues en todas las direcciones me encontraba con una infinidad de barcos de todo tipo. Intenté percatarme de si había peligro, pero no descubrí nada así que de momento podía relajarme y disfrutar del viaje. Finalmente, mis ojos deslumbraron un alucinante espectáculo pirotécnico. ¿Qué me deparaba el viaje? ¿Acaso terminaría aprendiendo sobre oscuros secretos de la magia? Solo quedaba abordar y empezar a conocer los rincones de la isla.
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Cuando pisas tierra te ves inmersa en la marabunta de gente. Para aquí y para allá, la multitud te empuja y te arrastra como un inquieto río con vida propia. Gente con todo tipo de ropas, hablando en todo tipo de idiomas, se acerca a ver todo tipo de maravillas. Tras la catarata de personas podrás ver los puestos que atestan el puerto, donde los comerciantes ofertan sus extrañas fruslerías. Juguetes parlantes, comidas exóticas, molinillos de viento que giran sin viento, cuchillos y espadas tan finas y delicadas que parecen hechas de papel, alfombras tan suaves como una nube... En uno de los puestos hay un hombre que vende pájaros, los cuales entonan una hermosa canción a coro; en otro, una mujer traga tizones al rojo vivo y expulsa el humo por las orejas; en un tercero, la gente entra tras una cortina negra y sale con cara de haber visto un fantasma.
-Disculpadme, querida -te dice alguien. Acaba de chocarse contra ti pero, en lugar de empujarte y pasar de largo como hace el resto, te agarra suavemente del brazo y te ofrece su más radiante sonrisa-. Hay tanta gente que no he podido veros incluso a pesar de la luz que irradiáis. Os ofrezco mis humildes disculpas.
Vaya, que majo. Es apuesto, además. Melena corta y rubia que bajo la luz del sol brilla casi tanto como sus dientes perfectos. Ojos verdes como la hierba, rasgos duros pero delicados, y una voz suave y empalagosa como un tarro de miel cayendo sobre una nube. Ah, sí, y tiene las orejas puntiagudas, pero eso es lo de menos. El extraño va vestido con una túnica de lino verde sobre prendas más oscuras, y si te fijas verás las armas que cuelgan de su cinturón.
-Mi nombre es Aelo. ¿Me concedéis el honor de vuestro nombre?
Lo mejor de todo es que la gente os rodea, se aparta casi con reverencia dejándoos al menos un radio de medio metro de espacio. Igual es que el tal Aelo es alguien importante; o quizás es que huele mal. No, huele muy bien, a rosas y a jazmín y también a algo que no logras identificar. En fin, ya has ligado.
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El constante roce contra las personas resultó ser algo molesto, el hecho de que las personas hablaran distintos idiomas era algo cansador y todo aquello acumulaba un irritante ruido. Movía los ojos de un lado a otro, observando hasta el más mínimo detalle que pudiera ver. Una vez que pude empezar a caminar, me detuve en algunas tiendas para conocer los productos que los mercaderes ofrecían; fabulosas alfombras y hermosos pájaros, uno que otro vino y muchas armas afilada. ¿Acaso alguna me serviría? Solté una mueca de desagrado; los de mi tipo no luchábamos con armas tan… mundanas.
De un momento sentí un pesado choque que me hizo tambalear un poco y luego una voz. Ascendí la mirada y me encontré con un chico de melena corta y rubia, ojos verdes y voz suave; casi parecía ser un príncipe. Revisé disimuladamente mis pertenencias para comprobar que no me faltaba nada y no era algún truco de los hombres de esta extraña isla. El hombre estaba disculpándose por haber chocado conmigo y tras las disculpas, se presentó con el nombre de Aelo. “Vaya nombre”, pensé.
–Da igual –respondí fríamente, desinteresada–. Puedes llamarme Katharina.
Prontamente me fijé que todos le daban espacio, hacían una especie de rotonda y nos dejaban una significativa cantidad de espacio considerando que hace un rato, todos estábamos chocando. Era solo una idea, pero ya estaba pensando que se trataba de alguien importante. ¿Habrá sido la persona que me invitó? ¿O acaso era el organizador del evento? Ciertamente estaba un poco… desconcertada, y un poco de información no me vendría nada mal.
–¿Eres el organizador del evento o algo por el estilo? –Pregunté mirándolo directamente a los ojos.
De un momento sentí un pesado choque que me hizo tambalear un poco y luego una voz. Ascendí la mirada y me encontré con un chico de melena corta y rubia, ojos verdes y voz suave; casi parecía ser un príncipe. Revisé disimuladamente mis pertenencias para comprobar que no me faltaba nada y no era algún truco de los hombres de esta extraña isla. El hombre estaba disculpándose por haber chocado conmigo y tras las disculpas, se presentó con el nombre de Aelo. “Vaya nombre”, pensé.
–Da igual –respondí fríamente, desinteresada–. Puedes llamarme Katharina.
Prontamente me fijé que todos le daban espacio, hacían una especie de rotonda y nos dejaban una significativa cantidad de espacio considerando que hace un rato, todos estábamos chocando. Era solo una idea, pero ya estaba pensando que se trataba de alguien importante. ¿Habrá sido la persona que me invitó? ¿O acaso era el organizador del evento? Ciertamente estaba un poco… desconcertada, y un poco de información no me vendría nada mal.
–¿Eres el organizador del evento o algo por el estilo? –Pregunté mirándolo directamente a los ojos.
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-No, en absoluto, yo también he sido invitado al festival -responde el tal Aelo-. No pensaba venir ya que nunca había oído hablar de él, pero se cuentan muchas cosas sorprendentes sobre este lugar. Y vos sois la mejor de ellas, si me permitís la osadía.
Este tío no se rinde, igual tendrías que darle un número falso para que se corte un poco. Por suerte, suena una trompeta que lo interrumpe y alguien empieza a hablar. Es una mujer que os saca al menos una cabeza a todos los presentes y que habla desde lo alto de un pedestal. Nadie parece haberla visto aparecer. Y tampoco se la oye.
-¡Habla más alto! -grita alguien, y entonces su voz se amplifica como por arte de magia y por fin podéis escucharla.
-Bienvenidos todos a Holos. Como cada año, invitamos a personas singulares a ésta, la cuna de la magia y la sabiduría, para mostrarles los milagros que tienen lugar en nuestro hogar. Permitidme explicaros como funciona nuestra festividad.
La mujer hace una breve pausa y, a un gesto de su mano, los fuegos artificiales vuelven a iluminar la noche. Solo que esta vez las luces no se desvanecen, si no que adoptan formas concretas que se mueven e ilustran las palabras de vuestra anfitriona.
-Hace cincuenta años, un trozo de roca lunar cayó del cielo e impactó en esta isla. El gobernador de aquel entonces decidió guardarlo como su mayor tesoro y la depositó en una urna de cristal en el centro de la isla, donde todos sus ciudadanos pudieran verla y disfrutar de ella -En el cielo, las luces bailan-. Pero con el tiempo, la piedra lunar ejerció un extraño efecto en las personas. Las obsesionaba, las convertía en esclavas de la luz de la luna, de la belleza plateada que nos ilumina por las noches. Cada anochecer se celebraban misas para rendir culto a la roca. Todo fue a peor cuando la gente dejó de comer y de dormir, dejó de hablar y de moverse, únicamente contemplaban embelesados la roca lunar. Todos excepto uno.
>>El Salvador consiguió resistir el efecto de la luna y nos devolvió el Sol, rescatando a nuestro pueblo. Y como recompensa, se le otorgó el cargo de mayor honor. Desde entonces el Salvador es quien guía nuestros actos, quien rige nuestros destinos y nos protege de los peligros.
-Suena todo muy normal -bromea alguien cerca de ti.
-A ese Salvador vosotros lo conocéis como el Brujo, como el Obrador de Milagros, el Hacedor de Portentos...
La mujer sigue hablando, ensalzando las virtudes de ese brujo. A un lado, un grupo de varias personas vestidas igual, con ropas doradas y rojas, rodea la multitud en dirección a los barcos atracados en el puerto. Y en ese mismo momento, la mujer os invita a todos a la mansión del Brujo para la fiesta en honor al Sol.
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El hombre continuaba con sus comentarios aduladores, pero fue interrumpido por la aparición del sonido de una trompeta. Aproveché ese momento de distracción para perderme en la multitud y alejarme de Aelo, no me interesaba mantener una conversación con él. Luego de la trompeta apareció una mujer y, acto seguido, fuegos artificiales que emergieron hacia el oscuro cielo para quedarse allí. La voz femenina contaba la historia sobre el “origen” del extraño festival y cómo fueron salvados por una presencia poderosa y honorada conocida como El Brujo. Todo eso me sonaba a una secta, y nada bueno venía de ellas.
Escuché atentamente sus palabras y muchas dudas surgieron en mi mente. ¿Qué tenía ese trozo lunar que hacía enloquecer a las personas? ¿Qué usó El Brujo para detener su poder? Seguro que si cuestionaba sus creencias terminaría en problemas, así que de momento no preguntaría nada y me limitaría a escuchar. Los hombres de mi alrededor también parecían dudar de la veracidad del cuento de la mujer y hacían burlescos comentarios.
Mientras la mujer seguía hablando, un grupo de personas vestidas con ropas doradas y rojas nos rodeó. ¿Serían quiénes nos guiarían hasta la mansión del hombre para conocerle en persona? No podía confiar en ellos porque sí, así que me mantendría atenta para no caer directamente en una trampa. Bien, ¿quién era ese poderoso hombre?
Escuché atentamente sus palabras y muchas dudas surgieron en mi mente. ¿Qué tenía ese trozo lunar que hacía enloquecer a las personas? ¿Qué usó El Brujo para detener su poder? Seguro que si cuestionaba sus creencias terminaría en problemas, así que de momento no preguntaría nada y me limitaría a escuchar. Los hombres de mi alrededor también parecían dudar de la veracidad del cuento de la mujer y hacían burlescos comentarios.
Mientras la mujer seguía hablando, un grupo de personas vestidas con ropas doradas y rojas nos rodeó. ¿Serían quiénes nos guiarían hasta la mansión del hombre para conocerle en persona? No podía confiar en ellos porque sí, así que me mantendría atenta para no caer directamente en una trampa. Bien, ¿quién era ese poderoso hombre?
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La gente que viste de oro y carmesí se pierde de vista tras la multitud. Parece que iban hacia los embarcaderos donde se encuentran los barcos de los visitantes. Seguro que solo quieren ver si los que se han quedado vigilándolos tienen hambre o algo así... Mientras tanto, la gente comienza a dispersarse en todas direcciones una vez terminada su cháchara. La mujer ha terminado su discurso diciendo que tenéis varias horas libres antes de que comience la celebración. Durante ese tiempo podéis hacer lo que os plazca: podéis ir ya a la mansión o explorar la isla a vuestro antojo. La única condición es que estéis a medianoche en el salón principal.
Os ha sugerido varios sitios que podéis visitar, cada uno más especial que el anterior, según dice. Podéis ir a ver el Templo del Sol, donde los Sacerdotes del Cielo mantienen viva la Gran Llama, la Catarata Rubí, famosa por la belleza de sus colores, el Estanque de los Milagros, la Casa de los Magos, el Bazar de los Portentos, y otra docena de sitios con nombres igualmente pomposos. O también podéis quedaros en el mercado portuario, a elección de cada uno. Un grupo de gente os reparte un mapa con cada localización marcada, de forma que no os perdáis y logréis llegar a tiempo.
Si te fijas, verás que Aelo se marcha con un grupo en dirección suroeste hacia la Sala de los Mil Espejos, donde uno puede ver posibles futuros en cada espejo. Igual te interesa irte en la dirección contraria para que no te acose más. En fin, tú decides hacia dónde ir; estás como en un parque de atracciones.
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La conferencia terminó y ya era libre de hacer lo que quería. Necesitaba encontrar un lugar donde vendieran objetos épicos o artilugios sumamente interesantes, después de todo estaba en la cuna de la magia, ¿no? No contaba con enormes cantidades de dinero, pero seguro que conseguiría algún buen objeto por unos cuantos millones, además si me movía de un lugar a otro, solo sería cuestión de tiempo para terminar de conocer toda la isla.
–Disculpe –detuve el movimiento de un anciano para preguntarle sobre algún lugar dónde comprar objetos interesantes e incluso criaturas fantásticas–, ¿conoce algún lugar dónde pueda comprar algún objeto único o algún animal/montura especial? Soy nueva en la isla.
Tenía que esperar la respuesta del anciano para comenzar a moverme. En caso de que no supiera de ningún lugar como ese le preguntaría a la siguiente persona, hasta conseguir algún dato sobre lo que estaba buscando. Por otro lado, si no encontraba información suficiente, tomaría el camino opuesto a dónde se dirigía el acosador ese… No quería topármelo por ahí. En cualquiera de los casos, la isla se veía lo suficientemente interesante como para recorrerla de extremo a extremo, aunque no podía retrasarme puesto que tenía el compromiso de estar a media noche en el salón principal.
–Disculpe –detuve el movimiento de un anciano para preguntarle sobre algún lugar dónde comprar objetos interesantes e incluso criaturas fantásticas–, ¿conoce algún lugar dónde pueda comprar algún objeto único o algún animal/montura especial? Soy nueva en la isla.
Tenía que esperar la respuesta del anciano para comenzar a moverme. En caso de que no supiera de ningún lugar como ese le preguntaría a la siguiente persona, hasta conseguir algún dato sobre lo que estaba buscando. Por otro lado, si no encontraba información suficiente, tomaría el camino opuesto a dónde se dirigía el acosador ese… No quería topármelo por ahí. En cualquiera de los casos, la isla se veía lo suficientemente interesante como para recorrerla de extremo a extremo, aunque no podía retrasarme puesto que tenía el compromiso de estar a media noche en el salón principal.
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-¿Monturas? -el anciano parece confundido-. Aquí nadie necesita esas cosas. Nos basta con desear estar en un sitio y allá estamos. Pero el Bazar de los Portentos está lleno de cosas de lo más interesantes. Esto de aquí -dice señalando los múltiples puestos que abarrotan la zona del puerto-, no son más que cachibaches para enganchar a los turistas. No es lo verdaderamente mágico de Holos.
El anciano te sonríe levemente y chasquea los dedos. De sus mangas surgen multitud de plumas negras que lo cubren por completo. Parecen a punto de ahogarte. Cuando se disipan el hombre ya no está.
Seguir la recomendación de ese tipo parece lo mejor si lo que quieres es comprar. Si decides ir al Bazar de los Portentos te encontrarás con calles y calles repletas de tiendas de toda clase. Cientos, miles de personas deambulan de aquí para allá curioseando y comprando la clase de objetos que uno solo puede mirar confundido y preguntarse: “¿Qué diablos es esta cosa?”.
Un hombre con turbante pregona su mercancía, unas curiosas frutas de todos los colores que nadie jamás ha visto; tres chicas idénticas agitan las manos en el aire para convocar a una bestia hecha de fuego; un hombre de aspecto siniestro vende flautas mágicas en un puestecito de madera mientras que el mono que lleva subido al hombro toca un diminuto acordeón. A cada nota del mono, surgen figuras musicales de colores del instrumento.
Y en las tiendas ubicadas en los edificios hay cosas aún mejores: lagartos con seis patas, cuchillos de formas imposibles, maniquíes que se mueven y lucen ropas extrañas, cigarrillos que curan el resfriado, muñecos que provocan el mal de ojo, muñecos que curan el mal de ojo, muñecos en los que pone “Mal de ojo” en letras grandes pero que nadie sabe para qué sirven...
Si lo que quieres es un animalito raro te convendría echar un ojo en El Corral. Su nombre no es tan glamuroso como el de los otros sitios, pero en la puerta hay una oveja de color azul mascando chicle y haciendo pompas con él. Encima de ellas hay un un enano tatuado con una pequeña olla con agua y pasta. No hay fuego, pero la pasta se está cociendo y el calor ni siquiera parece afectar al enano. Parece un sitio muy cuco.
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En aquella isla todo parecía ser increíble y lo que el viejo me dijo parecía tener cierto sentido, aunque no terminaba de comprender lo de “desear estar en un sitio y allá estar”. Como era lógico, decidí ir hacia el Bazar de los Portentos. ¿Era un barrio? Como sea, estaba lleno de calles y muchas personas ofreciendo increíbles objetos. A medida que iba caminando contemplé como tres chicas convocaban a una bestia hecha de fuego, y ciertamente fue lo que más me llamó la atención. Disimuladamente me acerqué a ellas y miré con curiosidad cada uno de sus movimientos. Quería aprender a hacer algo como eso.
–Hola, soy Katharina. ¿Qué es lo que acaban de hacer? –Les pregunté directamente, esperado que no todo fuera un truco– En lo posible, quiero aprender a invocar algo como eso.
Me fascinaban las criaturas y si era posible, terminaría comprando todo tipo de monstruos y bestias de esta isla. Tenía mucho qué explorar, sobre todo las afueras de la ciudad. ¿Qué tipo de alimañas habrá? Quería una montura, porque en otros lados del mundo eso de desear y estar no funcionaba y caminar resultaba por lo menos tedioso. Una vez me contestaran, escucharía sus respuestas y me quedaría un buen rato para intentar comprender lo que decían. Si se negaban, intentaría convencerlas a base de palabras; no quería problemas con gente extraña. Sea cual sea la opción que haya tomado el grupo de chicas, luego me dirigiría a El Corral para ver qué tipo de criaturas había.
En El Corral vería a un personaje muy peculiar, además de una oveja de color azul mascando chicle. El enano que estaba montado en el animal tenía una pequeña olla con agua y pastas, cocinándose sin calor. También necesitaba aprender a hacer algo como eso, Freya quedaría encantada.
–Hola, estoy buscando un animal. Le explico, soy domadora y me fascinan las criaturas extravagantes. ¿Qué me puede ofrecer? Me gustan con aspecto bestial.
–Hola, soy Katharina. ¿Qué es lo que acaban de hacer? –Les pregunté directamente, esperado que no todo fuera un truco– En lo posible, quiero aprender a invocar algo como eso.
Me fascinaban las criaturas y si era posible, terminaría comprando todo tipo de monstruos y bestias de esta isla. Tenía mucho qué explorar, sobre todo las afueras de la ciudad. ¿Qué tipo de alimañas habrá? Quería una montura, porque en otros lados del mundo eso de desear y estar no funcionaba y caminar resultaba por lo menos tedioso. Una vez me contestaran, escucharía sus respuestas y me quedaría un buen rato para intentar comprender lo que decían. Si se negaban, intentaría convencerlas a base de palabras; no quería problemas con gente extraña. Sea cual sea la opción que haya tomado el grupo de chicas, luego me dirigiría a El Corral para ver qué tipo de criaturas había.
En El Corral vería a un personaje muy peculiar, además de una oveja de color azul mascando chicle. El enano que estaba montado en el animal tenía una pequeña olla con agua y pastas, cocinándose sin calor. También necesitaba aprender a hacer algo como eso, Freya quedaría encantada.
–Hola, estoy buscando un animal. Le explico, soy domadora y me fascinan las criaturas extravagantes. ¿Qué me puede ofrecer? Me gustan con aspecto bestial.
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Las mujeres que invocan el fuego te responden con una retahila de excusas. Te dicen que la magia ancestral blablabla, que las brujas no revelan sus secretos blablabla, que el fuego no es digno de blablabla. Mientras hablan, las llamas adoptan la forma de una leona que parece mirarte a ti, y no con una expresión alegre precisamente. De hecho, parece hambrienta y se abalanza sobre tu cara, que le ha parecido apetitosa. Por suerte se desvanece antes de hacerte nada.
El enano de la cacerola parece ser algo más accesible y te pregunta qué tipo de pasta te gusta. Incluso te ofrece un poco. Luego te hace una señal con el pulgar para que entres en la tienda. Al abrir la puerta suenan unas campanillas de colores que cuelgan frente a ella. La luz de fuera se refleja sobre ellas, que brillan con luces rojas y verdes. Tras ellas, verás los increíbles animales que se ofrecen en El Corral.
En una jaula de cristal, un mono con seis colas se entretiene fumando un puro. En la de alto hay un chihuahua con dos cabezas que se ladran furiosamente entre sí. Una serpiente cubierta de plumas se acerca reptando a ti y trata de enroscarse en tu pierna. Que simpática, eso es que le gustas. Creo...
Otro enano tatuado, muy parecido al de la puerta, sale a recibirte.
-Clak umma guartfe hoholkl -te dice-. Ahjkgk yuguase bebgreunticht -Continúa hablando en su peculiar idioma durante un rato, pero como ve que no te enteras de nada, se toma una grajea de un bote que tiene sobre su mostrador-. Eres extranjera, ¿no? No me gusta tener que cambiar de idioma, pero el dinero es el dinero. Aquí tenemos lo que buscas, pero te aviso de que la ovejas de carreras son caras. Las criamos con hechizos que las vuelven fuertes y sanas, y vivirán mucho más que tú o yo. Pero si quieres comprar algo, vuelve mañana. Ahora tengo que irme. El Festival va a comenzar.
Oh sí, parece que es cierto. De hecho, si estás atenta te darás cuenta de que los ruidos de fuera se han apagado nada más entrar a la tienda. Las luces se han apagado en las calles y solamente brillan en lo alto de una gran colina que se ve en la distancia. Eso debe ser la mansión. Pero, ¿cuándo ha pasado tanto tiempo? Sin darte cuenta, han pasado horas y ya es casi -y cuando digo casi, es casi- medianoche. Cosas de la magia. En las calles solo queda el enano con la oveja de carreras, que te apremia a darte prisa. Yo que tú echaría a correr.
- Pista:
- Los premios del moderado no los vas a conseguir comprándolos ni pidiéndoselos a nadie
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Tal y como lo sospeché, no recibí ninguna ayuda por parte de los ciudadanos de Holos. Primero, las chicas me dieron un montón de excusas acerca de la extraña habilidad de conjurar una criatura de fuego; sin embargo, tuve un poco de tiempo para ver sus movimientos de manos y algunas de sus posiciones. Tal vez con algo de tiempo y recordando lo que pude observar llegaría a formar algo interesante, pero eso estaba por verse. Sin comentar lo que el enano que intentó venderme una oveja, debía dirigirme a toda prisa a lo alto de la colina.
Usé mis pasos veloces para llegar mucho más rápido, pudiendo moverme a una velocidad de treinta metros por segundo. Me detendría cada tanto para descansar, tomar aire y fijarme por donde seguir. Moverse a tal velocidad no aseguraba que pudiera hacer cambios bruscos de dirección, pero eso ya tenía pensado arreglarlo con un buen entrenamiento físico. Ahora me hubiera gustado tener lo que los ciudadanos de la Isla de la Magia tenían, eso de desear y estar.
–¡Maldición! –murmuré para mí misma, deseando que el tiempo no se acabara.
Usé mis pasos veloces para llegar mucho más rápido, pudiendo moverme a una velocidad de treinta metros por segundo. Me detendría cada tanto para descansar, tomar aire y fijarme por donde seguir. Moverse a tal velocidad no aseguraba que pudiera hacer cambios bruscos de dirección, pero eso ya tenía pensado arreglarlo con un buen entrenamiento físico. Ahora me hubiera gustado tener lo que los ciudadanos de la Isla de la Magia tenían, eso de desear y estar.
–¡Maldición! –murmuré para mí misma, deseando que el tiempo no se acabara.
- Off:
- Primero, perdón por un post tan corto; espero que no te moleste. Segundo, muchas gracias por la pista; la tendré en consideración para el futuro^^
- Cosas usadas:
- Pasos veloces: Permite desplazarse rápidamente de un punto A hacia un punto B pareciendo que el usuario se teletransporta, pero en realidad no es más que una serie de pasos demasiado rápidos. La velocidad base de esta habilidad pasiva es de 30 m/s.
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Las campanas repican para anunciar la medianoche y tú aún no has llegado a la mansión. Por las calles no hay ni un alma y no se oye más que el viento, pero desde el inmenso edificio que domina la ciudad en lo alto de la colina se oyen los ruidos de la celebración.
La mansión del Brujo es tan grande que solo su jardín ya parece un bosque. Hay estatuas por doquier, representando bestias de todo tipo y valerosos héroes que se enfrentan a ellas. El mármol esta pintado con docenas de tonalidades diferentes que parecen ir cambiando, fluyendo y diluyéndose entre sí como si fuesen líquidos. Hay un camino de baldosas de oro que te guía hasta las enormes puertas, donde te espera un soldado ataviado con una armadura.
-Llegáis tarde, señorita. Bienvenida -te dice con voz aguda. El caballero se levanta el visor del yelmo mientras se inclina como saludo, por lo que puedes ver que dentro de la armadura no hay nada.
Las puertas se abren y te topas de frente con el Gran Salón. Está abarrotado de gente, todos los que estaban reunidos en el puerto, aunque no hay ningún habitante de Holos. Hay una gran fuente de la que mana un líquido carmesí similar al vino que los isleños llaman Licor de Sol, estatuas de hielo que no parece derretirse ni siquiera ante la cercanía de las antorchas de colores que iluminan la sala, y una veintena de grandes ventanales que deja pasar la luz azulada de la luna. En el centro de la sala hay un gran asiento elevado sobre un estrado.
En cuanto entras, alguien hace chocar una cucharilla contra un vaso y se hace el silencio. Un hombre de pelo plateado sube al estrado.
-Guardad silencio, amigos míos. Por fin ha llegado nuestra última invitada y es hora de comenzar con nuestra sagrada festividad -Vaya, te han esperado. Que considerados-. Como sabéis, el Sol es el dios al que adoramos, y como tal lo honramos en la hora más oscura de la noche. Cada año en el día de hoy, cuando aparece la Luna Azul en el cielo, invocamos a nuestra Santa Estrella de Fuego para combatir el poder de la noche. Permitid que me presente: mi nombre es Astro y tengo el honor de gobernar esta sagrada tierra.
Aparentemente de la nada, los sirvientes aparecen cargados con bandejas. En cada una, extraños canapés que reparten entre los invitados. Algunos los declinan elegantemente mientras que otros los devoran con ansia. Parecen tener un buen sabor, por sus expresiones. Uno de los criados te lo ofrece a ti mientras el Brujo vuelve a hablar.
-Como nuestros invitados de honor, sois vosotros quienes tenéis un papel más importante en nuestro ritual. Hoy honramos a nuestro Rey Sol, y para combatir a la Luna Azul es necesario un campeón -Las antorchas brillan entonces con luz azul, dando a la sala un aura siniestra-. Y por ello os doy las gracias -proclama el Brujo-. Os agradezco vuestro valor y vuestra fuerza y os concedo el mayor honor de nuestra Fe. Esta es la noche en la que os convertís en salvadores, en la que lucháis contra la noche.
Las puertas se cierran mientras las antorchas se apagan una tras otra. Incluso la luz lunar parece apagarse, incapaz de penetrar los ventanales. Cien miradas inquietas se dirigen hacia Astro; su cuerpo parece parpadear y no tarda en comenzar a desvanecerse. Pero antes de desaparecer, antes de que la oscuridad más absoluta engulla por completo el salón, el Brujo os dedica unas últimas palabras.
-Cuando salga el Sol, solo uno de vosotros quedará en pie para defender el Reino de la Luz como nuestro campeón, al igual que hiciera yo. Aprestaos y luchad, matad o morid, sobrevivid a la larga noche para ver de nuevo el Sol. Aquí comienza la sagrada lucha por la luz. Gracias a todos, y que el Señor del Día os otorgue su gracia. Pues es medianoche, y es momento de que caiga la oscuridad.
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Avancé rápidamente por el camino de baldosas de oro, encontrándome con un guardia con armadura. La figura señaló mi impuntualidad y me dio la bienvenida, para luego levantar el visor del yelmo a modo de saludo y advertir que no había nada dentro de la armadura. En esa isla todo era sorprendente y cada ciudadano tenía aptitudes inigualables. Recuperé el aliento, suspiré y luego miré al soldado.
–Gracias, no había notado lo tarde que llegué –comenté con sarcasmo.
Las puertas de la enorme entrada se abrieron y de un momento a otro me encontré con el Gran Salón, un sitio repleto de gente. El lugar estaba muy adornado y cada rincón era mágico, un sitio sin duda fabuloso. Entré rápidamente, sin provocar mucho ruido y cuando lo hice alguien hizo chocar una cucharilla contra un vaso. Luego todo fue silencio. Un hombre de cabellos plateados se subió al estrado y comenzó a hablar.
Poco y nada me importaba todo lo que tenía que decir acerca de su religión y las cosas en las que creían, yo no estaba allí para escuchar una clase de historia. Mientras el hombre hablaba, aparecieron los meseros cargados con bandejas llenas de comida. No tenía hambre, de momento no así que con un gesto de mano negué el alimento. Observé a mi alrededor y noté que los hombres que sí aceptaron la comida la aprobaron haciendo distintos gestos con el rostro. Luego el Brujo siguió hablando.
Habló de salvadores y todo eso, cosa que no me gustaba para nada. Conocía de sobra que los fanáticos religiosos estaban locos y hacían cualquier cosa con tal de saciar su vacía existencia. Me volteé para intentar salir de allí, pero las puertas ya se habían cerrado y las antorchas comenzaron a apagarse una detrás de otra. Extrañamente me sentía muy cómoda en lugares de completa oscuridad, tal vez se debía por la habilidad de mi guadaña. Finalmente el Brujo dio a conocer el motivo de todo eso: quería que nos matáramos unos con los otros. Sonreí. No me dejaría manipular por nadie, menos por un tipo de nombre ridículo.
–Pronto comenzará la matanza… –comenté para mí misma, intentando planear mi escape.
Era momento de comenzar a planear las cosas. Primero debía deshacerme de la visión de todos, solo yo tenía que ser la persona que pudiera ver a través de la oscuridad. Sostuve con fuerza el mango de la guadaña y del rostro de esta comenzó a desprenderse una densa niebla de oscuridad que terminó formando una enorme burbuja. Luego, tenía que conseguir a alguien –o más bien algo– que pudiera protegerme mientras encontraba una forma para salir de allí. Y ese algo no era ni más ni menos que mi querido Daemencer.
Tras un realizar un movimiento esotérico de manos, la atmósfera pareció rajarse y desde esa fisura emergió una mano, que más que mano era una garra. Finalmente apareció una cabeza cornuda seguida de un cuerpo en llamas. El Daemencer tenía por obligación protegerme de todo peligro, y si alguien quería vérselas conmigo, primero debía atravesar las garras de mi invocación.
–Espero que seas capaz de protegerme –le comenté con un poco de severidad.
Me acerqué hacia las paredes y busqué alguna ruptura en el material, pero ya sabía que no encontraría ninguna. En un lugar como ese no debía haber una sola falla, sobre todo si nos convocaban a todos en un lugar específico. ¿Romper las ventanas? ¿La puerta? Era una opción. Sin embargo, había una opción mucho más interesante: no pelear. No andaba con ánimos para hacer amigos o cosas por el estilo, pero sí que me interesaba formar parte de un grupo y no pelear individualmente. Ya tenía mi objetivo en mente: encontrar a alguien que quisiera formar grupo.
–Gracias, no había notado lo tarde que llegué –comenté con sarcasmo.
Las puertas de la enorme entrada se abrieron y de un momento a otro me encontré con el Gran Salón, un sitio repleto de gente. El lugar estaba muy adornado y cada rincón era mágico, un sitio sin duda fabuloso. Entré rápidamente, sin provocar mucho ruido y cuando lo hice alguien hizo chocar una cucharilla contra un vaso. Luego todo fue silencio. Un hombre de cabellos plateados se subió al estrado y comenzó a hablar.
Poco y nada me importaba todo lo que tenía que decir acerca de su religión y las cosas en las que creían, yo no estaba allí para escuchar una clase de historia. Mientras el hombre hablaba, aparecieron los meseros cargados con bandejas llenas de comida. No tenía hambre, de momento no así que con un gesto de mano negué el alimento. Observé a mi alrededor y noté que los hombres que sí aceptaron la comida la aprobaron haciendo distintos gestos con el rostro. Luego el Brujo siguió hablando.
Habló de salvadores y todo eso, cosa que no me gustaba para nada. Conocía de sobra que los fanáticos religiosos estaban locos y hacían cualquier cosa con tal de saciar su vacía existencia. Me volteé para intentar salir de allí, pero las puertas ya se habían cerrado y las antorchas comenzaron a apagarse una detrás de otra. Extrañamente me sentía muy cómoda en lugares de completa oscuridad, tal vez se debía por la habilidad de mi guadaña. Finalmente el Brujo dio a conocer el motivo de todo eso: quería que nos matáramos unos con los otros. Sonreí. No me dejaría manipular por nadie, menos por un tipo de nombre ridículo.
–Pronto comenzará la matanza… –comenté para mí misma, intentando planear mi escape.
Era momento de comenzar a planear las cosas. Primero debía deshacerme de la visión de todos, solo yo tenía que ser la persona que pudiera ver a través de la oscuridad. Sostuve con fuerza el mango de la guadaña y del rostro de esta comenzó a desprenderse una densa niebla de oscuridad que terminó formando una enorme burbuja. Luego, tenía que conseguir a alguien –o más bien algo– que pudiera protegerme mientras encontraba una forma para salir de allí. Y ese algo no era ni más ni menos que mi querido Daemencer.
Tras un realizar un movimiento esotérico de manos, la atmósfera pareció rajarse y desde esa fisura emergió una mano, que más que mano era una garra. Finalmente apareció una cabeza cornuda seguida de un cuerpo en llamas. El Daemencer tenía por obligación protegerme de todo peligro, y si alguien quería vérselas conmigo, primero debía atravesar las garras de mi invocación.
–Espero que seas capaz de protegerme –le comenté con un poco de severidad.
Me acerqué hacia las paredes y busqué alguna ruptura en el material, pero ya sabía que no encontraría ninguna. En un lugar como ese no debía haber una sola falla, sobre todo si nos convocaban a todos en un lugar específico. ¿Romper las ventanas? ¿La puerta? Era una opción. Sin embargo, había una opción mucho más interesante: no pelear. No andaba con ánimos para hacer amigos o cosas por el estilo, pero sí que me interesaba formar parte de un grupo y no pelear individualmente. Ya tenía mi objetivo en mente: encontrar a alguien que quisiera formar grupo.
- Cosas usadas:
- Control total de la noche: Es la aptitud principal que consiste en la creación de una burbuja de oscuridad de determinado radio, en dónde cualquier luz se extinguirá completamente y cegará inmediatamente y por completo a sus enemigos. En este espacio, la domadora podrá ver perfectamente, como si del día se tratase. Este espacio se manifiesta como una densa niebla oscura y mientras la domadora se encuentre dentro de la burbuja, será incapaz de emitir ruido alguno. Su radio y duración está determinado por el nivel de la domadora.
Nivel 1: Aprende a crear la burbuja de oscuridad cuyo radio es equivalente al triple del nivel del usuario y dura un tiempo equivalente a n/3, dónde n es el nivel del usuario; cómo mínimo un turno.
Invocar Daemencer [Nivel Hábil]: Un Daemencer es un semihumano con apariencia bestial. Mide más de dos metros y medio, es sumamente corpulento y sus manos y antebrazos están hechos de roca carbonizada. Su visión es de fuego, le permite ver perfectamente a través de la oscuridad. Posee atributos de un luchador buey 15 niveles inferior a su conjurador con un x0.15 en fuerza y resistencia cada diez niveles del invocador. Consume diez almas insignificantes y tiene un tiempo de reutilización de seis turnos. Dura 4 turnos en combate.
Normalmente son criaturas agresivas y muy torpes, incapaces de comunicarse con los hombres, pero sí entender el lenguaje humano. Le gustan las cosas cálidas y odian los días lluviosos. Resisten altas temperaturas, pero son muy susceptibles al frío (disminuyen el daño recibido por fuego en un 75% y sufren un 100% de daño hielo/frío adicional). Cuando pasan mucho tiempo con su invocador se encariñan.
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Ya que puedes ver en la oscuridad, seguro que te divertirá ver las reacciones de los invitados. Hay uno que se echa al suelo y se hace una bola, aterrado; unos cuantos pasan corriendo de un lado a otro; un numeroso grupo chilla como si así fuese a arreglar algo, y otros tantos maldicen e insultan, exigiendo una explicación que no va a llegar. La ausencia de luz saca los instintos de todos los allí reunidos, y mientras unos se preparan para luchar, otros se dedican a robar. Alguien se acerca por tu espalda, a saber para qué, pero suerte que tu... monstruo o lo que sea está por ahí.
Por desgracia, tu rango visual no es capaz de abarcar la totalidad de inmenso salón, así que no sabrás a qué se deben ciertos ruidos. A tu derecha, oyes como un hombre que medirá cerca de seis metros estampa una mesa contra uno de los ventanales. La madera se hace trizas en cuanto choca contra el cristal, que se ha vuelto negro como el carbón y duro como el acero. De bastante más allá proviene el sonido de la lucha, el entrechocar de las armas. Un disparo reververa en las paredes de piedra y el caos parece apoderarse del salón, mientras que, mucho más cerca de ti de lo que sería seguro, se oye claramente el sonido de un hueso al quebrarse.
Ves como Aelo, el ligón del puerto, pasa corriendo frente a ti con los brazos extendidos para no chocar con nadie. Lleva una fina espada, tan delgada como un papel y la empuña contra alguien. El sonido de la lucha se hace más fuerte, pero se suma a él un extraño ruido. Y de repente, una mano helada se posa en tu hombro. Por suerte, al contrario que los demás, tú puedes verla: una de las estatuas de hielo, el doble de alta que tú, con dos cabezas y cuatros brazos gélidos que terminan en garras. Garras con las que trata de sujetarte y destriparte.
Y no es la única figura de hielo que se mueve; todas las demás también están en movimiento. Tu monstruo se ve atacado por dos de ellas, un toro y una especie de ser similar a un gorila con alas, y una docena más pasa frente a tus ojos, haciendo pedazos a los invitados a la celebración. Los monstruos de hielo no muestran piedad, y gozan de una fuerza imposible. Bienvenida a Holos, querida.
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El caos reinaba en el salón de bienvenida, ninguno de los hombres intentó formar grupo y buscar una solución para que todos pudieran salir. Pero las cosas eran diferentes para mí, ya tenía una idea para salir de ese oscuro lugar. Sin embargo, mis planes se vieron retrasados en el momento en que sentí una gélida mano sobre mi hombro. Lentamente comencé a sentir como la estatua me presionaba con sus garras; si no hallaba una forma de salir, terminaría por romperme el hombro y sospechaba que sucedería algo más. “¡Maldición! Estoy de mala suerte…”.
Liberé la forma completa de mi guadaña y desplacé mi sombra unos diez metros hacia delante y luego cambié de posiciones, haciendo gala de mis habilidades. Pude haber usado mi conjuro Rolback, pero hubiera sido mala idea. No tenía suficiente control de la habilidad como para detenerme en solo el viaje, así que definitivamente volvería atrás. Ahora debía esperar un poco para usar nuevamente mi habilidad y salir de allí, y mientras esperaba algo me decía que tendría que luchar contra las estatuas.
Mi invocación no duraría mucho luchando al mismo tiempo contra dos enormes estatuas, así que tenía que darme prisa para derrotar al monstruo de dos cabezas y cuatro brazos. Tenía que mantener la distancia, era lo fundamental. Direccioné mi palma hacia delante, apuntando directamente a la cintura de la criatura y entonces un pentáculo rojo se formó frente a esta. Inmediatamente salió disparada a toda velocidad una bola de fuego del tamaño de una rueda de camión. Esperaba que mi conjuro ardiente disminuyera la movilidad de la estatua; si no podía moverse, no era tan peligrosa.
Liberé la forma completa de mi guadaña y desplacé mi sombra unos diez metros hacia delante y luego cambié de posiciones, haciendo gala de mis habilidades. Pude haber usado mi conjuro Rolback, pero hubiera sido mala idea. No tenía suficiente control de la habilidad como para detenerme en solo el viaje, así que definitivamente volvería atrás. Ahora debía esperar un poco para usar nuevamente mi habilidad y salir de allí, y mientras esperaba algo me decía que tendría que luchar contra las estatuas.
Mi invocación no duraría mucho luchando al mismo tiempo contra dos enormes estatuas, así que tenía que darme prisa para derrotar al monstruo de dos cabezas y cuatro brazos. Tenía que mantener la distancia, era lo fundamental. Direccioné mi palma hacia delante, apuntando directamente a la cintura de la criatura y entonces un pentáculo rojo se formó frente a esta. Inmediatamente salió disparada a toda velocidad una bola de fuego del tamaño de una rueda de camión. Esperaba que mi conjuro ardiente disminuyera la movilidad de la estatua; si no podía moverse, no era tan peligrosa.
- Cosas usadas:
- Bola de Fuego: Forma un pentáculo rojo frente a su mano y posteriormente lanza una bola de fuego del tamaño de una rueda de un camión. Esta bola tiene una velocidad inicial de 90 m/s + 10 m/s por cada 5 niveles. Al recorrer veinte metros esta se desvanece. Al impactar contra un cuerpo u objeto, causa una explosión con un radio de 1’5 m. + 0’5m. por cada diez niveles. Tiempo de recarga: 1 turno. Necesita de un alma pequeña o dos insignificantes.
Nivel 10: Aprende a controlar el elemento sombra y comienza a crearlo. Puede generar pequeñas cantidades y darle formas simples, como esferas o simplemente manifestarlo como algo amorfo. Al contacto es tan frío que puede causar quemaduras de primer grado, aunque esto es poco probable. Puede manipular su propia sombra, volviéndola intangible y permitiéndose cambiar de posición una vez cada dos turnos en un radio máximo de 20 metros. La sombra sigue las órdenes de la domadora. Aumenta la velocidad en un x16, agilidad y resistencia en un x8, respecto a un humano.
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Fuego... parece ser la debilidad de las estatuas de hielo. Quien lo diría... La estatua recibe el impacto de la bola de fuego y cae al suelo hecha pedazos sobre un charquito. La luz de las llamas ilumina el salón durante unos segundos y todas las miradas se centran en ti.
-¿Qué son esas cosas? -exclama alguien justo antes de que su voz se viera interrumpida por un escalofriante grito.
Una explosión suena desde algún lugar cerca de ti, haciendo caer un cuerpo frente a ti. Quizás lo reconozcas del puerto o quizás no. El que sí te sonará es Aelo, que parece haberse visto atraído por tu hechizo como una polilla a la luz. Da un ágil salto por encima de tu cabeza y decapita a un bello paladín de hielo que alza su gélida hacha contra él. Ambos se enzarzan en un fiero combate, por lo que es de suponer que la falta completa de luz no es un problema para Aelo al igual que la falta de cabeza no es un problema para esa cosa con la que combate.
Pero aún tienes que ocuparte de las dos estatuas que luchan contra tu querido monstruo. Parece pasarlo mal luchando contra seres tan fríos. Una de sus atacantes, la que parece un gorila, da un salto hacia ti, dispuesta a caerte encima y aplastarte bajo su enorme peso.
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Cuando la bola de fuego impactó contra el cuerpo de la estatua, logrando destruirla por completo, la luz de las llamas iluminó la estancia durante unos pocos segundos y las miradas se concentraron en mí. Uno de los hombres preguntó qué eran esas cosas, aparentemente dirigiéndose a las estatuas. Ni yo misma lo sabía, pero tenía una idea: magia. No era bueno andar sacando conclusiones apresuradas, pero a menos que tuvieran capacidades antinaturales, la única forma de animar un objeto era a través de la magia. Y creo que ya todos podíamos saber quién era el responsable.
El hombre del puerto, el acosador caballero, resultó ser un diestro espadachín con una agilidad envidiable. Tras un dar un salto sobre mí, decapitó a un paladín de hielo. Sin embargo eso no fue suficiente para detenerle y comenzó un intenso combate entre ellos, nada de lo qué preocuparme considerando que debía enfrentarme ante dos estatuas de hielo que estaban ganándole a mi criatura. Uno de sus atacantes dirigió la atención hacia mí y dio un enorme salto con la intención de aplastarme. Quedarme quita y esperar a que el piso fuera adornado con mis tripas no era la mejor de las ideas, así que tenía que esquivar a como dé lugar ese impresionante salto-caída. ¿Cuáles eran las probabilidades? Mejor dicho, ¿qué podía hacer? No era necesario activar un conjuro para esquivarlo, contaba con la suficiente agilidad para dar un par de vueltas hacia atrás y solo remecerme por el impacto de la caída; sin embargo no quería desestabilizarme.
La figura seguía cayendo y en ese momento usé mis pasos veloces para moverme hacia mi derecha, esquivando por completo la caída y deteniéndome a unos veinte metros de esta. Era momento de comenzar al contraataque. Descubrí que eran débiles al fuego y podía encargarme de las dos estatuas al mismo tiempo, o eso creía. ¿A qué distancia se ubicarían la una de la otra? No había forma de saberlo, no de momento. Relajé mi cuerpo, cerré los ojos y suspiré, luego adopté una pose cool y chasqueé los dedos, provocando una explosión justo delante del cuerpo de la estatua. Según mis cálculos, la explosión no debía darme. Si tenía suerte, mi conjuro Meteoro I destruiría a ambas estatuas gélidas.
El hombre del puerto, el acosador caballero, resultó ser un diestro espadachín con una agilidad envidiable. Tras un dar un salto sobre mí, decapitó a un paladín de hielo. Sin embargo eso no fue suficiente para detenerle y comenzó un intenso combate entre ellos, nada de lo qué preocuparme considerando que debía enfrentarme ante dos estatuas de hielo que estaban ganándole a mi criatura. Uno de sus atacantes dirigió la atención hacia mí y dio un enorme salto con la intención de aplastarme. Quedarme quita y esperar a que el piso fuera adornado con mis tripas no era la mejor de las ideas, así que tenía que esquivar a como dé lugar ese impresionante salto-caída. ¿Cuáles eran las probabilidades? Mejor dicho, ¿qué podía hacer? No era necesario activar un conjuro para esquivarlo, contaba con la suficiente agilidad para dar un par de vueltas hacia atrás y solo remecerme por el impacto de la caída; sin embargo no quería desestabilizarme.
La figura seguía cayendo y en ese momento usé mis pasos veloces para moverme hacia mi derecha, esquivando por completo la caída y deteniéndome a unos veinte metros de esta. Era momento de comenzar al contraataque. Descubrí que eran débiles al fuego y podía encargarme de las dos estatuas al mismo tiempo, o eso creía. ¿A qué distancia se ubicarían la una de la otra? No había forma de saberlo, no de momento. Relajé mi cuerpo, cerré los ojos y suspiré, luego adopté una pose cool y chasqueé los dedos, provocando una explosión justo delante del cuerpo de la estatua. Según mis cálculos, la explosión no debía darme. Si tenía suerte, mi conjuro Meteoro I destruiría a ambas estatuas gélidas.
- Cosas usadas:
- Pasos veloces: Permite desplazarse rápidamente de un punto A hacia un punto B pareciendo que el usuario se teletransporta, pero en realidad no es más que una serie de pasos demasiado rápidos. La velocidad base de esta habilidad pasiva es de 30 m/s.
Meteoro I: Conjuro de nivel principiante. Permite provocar una explosión con un radio de 5 metros en cualquier lugar dentro de un radio de 40 metros (se considera al usuario como el punto inicial). Esta explosión puede causar quemaduras de hasta primer grado. Consume 2 almas insignificantes.
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Las estatuas de hielo se quiebran ante la explosión, mientras la gente de los alrededores se cubre los ojos ante el repentino estallido de luz. Muchos mascullan maldiciones y otros maldicen a quien la haya provocado tan cerca de ellos. Bueno, a la gente le gusta quejarse... Por desgracia, alcanzas también a tu curioso monstruo, que se ve más afectado por el impacto de la explosión que por el calor. Sumando eso a los daños provocados por los seres de hielo, no creo que pueda seguir peleando, o al menos no en muy buenas condiciones. Tu magia también he hecho puré a un pobre hombre que pasaba corriendo cerca de ti y se ha visto atrapado en las llamas, pero bueno, ¿a quién le importa?
De repente, alguien enciende las luces. Franjas luminosas de color azul surgen de las paredes, del techo y del suelo, proyectando sombras por doquier. No hay lámparas ni cristales, es como si la luz emergiera del propio ladrillo. Los monstruos de hielo yacen hechos pedazos en el suelo, entre un mar de cadáveres. La batalla ha terminado y el silencio se ha hecho con el salón. Los supervivientes deambulan entre un mar de sangre. Más de medio centenar de cuerpos despedazados se esparcen por toda la sala, y cerca de una veintena más se agolpan contra las puertas, bloqueando con sus cuerpos muertos las puertas que intentaban abrir en vida.
Hay unos treinta o treinta y cinco supervivientes, muchos de ellos heridos. Entre ellos destaca Aelo, ileso a impoluto, como si en lugar de luchar hubiese estado lavando la ropa. También hay un enorme pelirrojo que lleva una sierra tan grande como él, una chica de la tribu de los brazos largos, un gyojin de espeso bigote, una mujer vestida con armadura que hiela la sangre con su sola mirada, y alguno que otro más. Ya los irás conociendo.
Pero también destacas tú, y en cuanto el resto ve a tu criatura, algunos empiezan a dispararle pensando que es otro ser dispuesto a matarlos. No es un muy buen comienzo para hacer aliados.
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La explosión tuvo el efecto que quería causar, reduciendo a polvo a las pobres estatuas animadas que intentaban darnos caza. Sabía que mi Daemencer resultaría un tanto herido, pero no esperaba que tanto; tenía que considerar que había estado luchando contra dos enemigos durante un buen rato. Pero no fue el único que terminó herido, sino que mi explosión y las llamas alcanzaron a un hombre que pasaba por ahí. “Qué mala suerte por él…”, pensé al mismo tiempo que esperaba que la esfera conocida como alma saliera de su cuerpo. Si había algo que me gustaba de estar ahí, era la infinidad de almas que podía obtener.
De un momento a otro un montón de luces azules emergió de todos lados, pero lo impresionante de todo era que no había lámparas ni objetos similares para producirla. Había un mar de cadáveres amontonado con los fragmentos de las estatuas de hielo; seguramente todos los humanos o criaturas inteligentes de allí tenían un alma que sería absorbida por mí. Había un montón de cuerpos apilados cerca de las puertas, indicando que habían querido salir. Qué mal que no lo hayan logrado.
–Vaya masacre… En cuanto se entere de esto la prensa –dije en un susurro.
Observé para todos lados encontrándome con varios supervivientes, aunque muchos de ellos estaban heridos. Sin embargo, entre todos ellos destacaba ese intento de galán: Aelo. No podía negar que era un espadachín hábil y sabía cómo desenvolverse en el capo de batalla, aunque también tenía que decir que no había sido un combate excesivamente complicado. También había otros personajes que seguramente terminarían por volverse mis enemigos, o en el mejor de los casos serían mis aliados. Ese Brujo había hecho enojar a mucha gente.
En el momento en que el combate terminó, y dándome cuenta de que ya no hacía faltar tener a mi Daemencer en el mundo físico, le ordené que volviera a su “mundo”. La criatura lentamente comenzó a desaparecer. Justo después de que desapareciera desactivé la burbuja de oscuridad, queriendo ver las expresiones de los demás al ver todo ese mar de cadáveres. Finalmente, alzaría mi mano y absorbería todas las almas que se encontrasen en el salón.
De un momento a otro un montón de luces azules emergió de todos lados, pero lo impresionante de todo era que no había lámparas ni objetos similares para producirla. Había un mar de cadáveres amontonado con los fragmentos de las estatuas de hielo; seguramente todos los humanos o criaturas inteligentes de allí tenían un alma que sería absorbida por mí. Había un montón de cuerpos apilados cerca de las puertas, indicando que habían querido salir. Qué mal que no lo hayan logrado.
–Vaya masacre… En cuanto se entere de esto la prensa –dije en un susurro.
Observé para todos lados encontrándome con varios supervivientes, aunque muchos de ellos estaban heridos. Sin embargo, entre todos ellos destacaba ese intento de galán: Aelo. No podía negar que era un espadachín hábil y sabía cómo desenvolverse en el capo de batalla, aunque también tenía que decir que no había sido un combate excesivamente complicado. También había otros personajes que seguramente terminarían por volverse mis enemigos, o en el mejor de los casos serían mis aliados. Ese Brujo había hecho enojar a mucha gente.
En el momento en que el combate terminó, y dándome cuenta de que ya no hacía faltar tener a mi Daemencer en el mundo físico, le ordené que volviera a su “mundo”. La criatura lentamente comenzó a desaparecer. Justo después de que desapareciera desactivé la burbuja de oscuridad, queriendo ver las expresiones de los demás al ver todo ese mar de cadáveres. Finalmente, alzaría mi mano y absorbería todas las almas que se encontrasen en el salón.
- Off:
- Supuestamente los hombres no pueden ver, pese a que se hayan encendido las luces. Quité la invocación y desactivé la burbuja de oscuridad para no tener que editar tu post y luego el mío, en caso de tener que hacerlo. Si quieres que editemos, por mí no hay problema^^
PD: Malditos asesinos de criaturas cornudas.
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El ambiente se calma un poco cuando tu criatura se desvanece, aunque sigues llevándote más de una mirada suspicaz y oyes algún que otro comentario. Alguien susurra que eres una aliada de ese brujo, pero no se dice en voz alta. Aún.
-¿Qué diablos está ocurriendo? -pregunta el grandullón de la sierra.
-Buena pregunta. ¿Dónde se ha metido el mago ese? Pienso destriparlo con mis propias manos -dice la mujer de armadura con gran elocuencia.
-Creo que deberíamos empezar por salir de aquí. Este sitio huele a muerte -añade alguien.
Y es cierto, el hedor de la sangre y los cadáveres es como un golpe a las fosas nasales de todos los presentes. Bueno, hay uno que parece que lo disfruta cual perfume, pero debe ser un rarito. Y otro a su lado, sin duda otro rarito, que mordisquea un trozo de madera. De hecho, hay unos pocos más que tampoco parecen muy normales.
De repente, un estruendo resuena por todo el salón. La puerta principal se abre con un gemido gutural, ofreciéndoos libertad. Más o menos... Tras el largo pasillo iluminado por las siniestras luces azules se encuentra la salida. Podéis ver el jardín al otro lado, bañado por la luz de la luna, silencioso y oscuro como el mar de medianoche.
-Supongo que deberíamos salir. Yo os escolto, dama -Aelo vuelve a las andadas, aunque esta vez no aleja la mano de su espada-. Fuera podremos pensar en... ¿Qué hace ése?
Señala con el dedo hacia otro “rarito”. Está mordiendo la pierna cercenada de uno de los caídos como si fuese el último alimento del planeta. Hay otro que pasa la lengua por las paredes y un tercero husmea en busca de los restos desperdigados de la cena. Ves a una chica de pelo violeta agarrar un pica-hielos y morderlo, destrozándose la boca en el proceso, pero en cuanto ve algo en el suelo, se abalanza a por él. Es un canapé, uno de esos que os repartían en bandejas antes de que comenzara la masacre. Nada más probarlo, su estado empeora y comienza a morder sus propios dedos.
-¡Ahhhh! ¡Quitádmelo!
Uno de los locos se ha abalanzado sobre otro superviviente. Le hunde los dientes en el cuello y su boca se llena de sangre, mientras que el mordido cae entre estertores al suelo, donde los otros saltan sobre él para dar cuenta de su carne. Todos los que probaron los canapés están en el mismo estado, devorando todo lo que encuentran: comestible o no, dulce o madera, salado o acero, vivo o muerto...
Son muchos los que huyen del sangriento espectáculo, y pronto no quedáis más que media docena de personas en el salón. Y cuando una de las que queda grita horrorizada, los dementes vuelven su mirada hacia vosotros. Sus ojos brillan con locura cuando saltan sobre todos y cada uno de los supervivientes, lanzando dentelladas y alaridos inhumanos, mientras un líquido negro y caliente surge de cada una de sus heridas abiertas, de cada orificio de sus cuerpos.
Sois carne, y ellos están hambrientos.
- Spoiler:
- En total son once locos y cinco supervivientes aparte de ti. Asume que los malos malosos van desde los niveles 20 al 40 (como son locos descontrolados no importa qué profesión tengan); tus "aliados" no tienen ni nivel. Si quieres, puedes narrar la muerte de tus aliados, pero no hacer acciones cerradas a los dementes.
Katharina von Steinhell
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Con los comentarios que hacían los supervivientes no me impresionaría que quisieran buscar a algún culpable, además del lunático ese, autodenominado Brujo. Claro que no tenía nada que ver con ese hombre, y mi vida estaba en riesgo al igual que la de los demás. No necesitaba más problemas de los que ya tenía, pero si los supervivientes comenzaban a ser una molestia, me encargaría de ellos. Por otra parte, yo igual quería asesinar a ese lunático y hacerme de sus trucos, pero tenía que encargarme de los problemas paso a paso.
Las puertas se abrieron de par en par, liberando un estruendoso gemido. Así que primero querían que nos matásemos entre nosotros y luego nos liberaban… El Brujo ese tenía una mente retorcida. Estaba inmersa en mis pensamientos cuando una voz me interrumpió, provocando que desviara la mirada hacia su origen. Era Aelo, el elegante y hostigoso espadachín.
–Parece que tenemos un gran problema –le comenté mientras observaba a ese bicho raro que mordía una de las piernas de los caídos.
El ambiente se tornó por lo menos bizarro, y ya tenía la respuesta: el canapé. Parecía que todos se habían convertido en criaturas sedientas de sangre y hambrientas de carne. Actuaban sin razón y eran guiados únicamente por sus instintos más básicos, pero yo no tenía ninguna intención de acabar siendo comida por ellos. El salón era gigante y tenía cómo jugar en él, así que era momento de comenzar a elaborar un plan. Por otro lado, los supervivientes desalojaron la estancia rápidamente y quedamos unas pocas personas allí, contándome. Una de ellas dio un alarido horrífico y los dementes posaron sus miradas sobre nosotros.
Inmediatamente liberé la forma compelta de mi guadaña y formé la burbuja de oscuridad, camuflándome en las sombras para, de alguna forma, protegerme de mis enemigos. Tras convocar la oscuridad, activé mi conjuro Telequinesis y lo apliqué sobre mí misma, despegándome del suelo. Al cabo de unos segundos me encontraba a varios metros de este, esperando así que las criaturas no pudieran alcanzarme con tanta facilidad. Todo sería un problema si de la nada les salían alas o podían dar enormes saltos, pero era información con la que no contaba. Ah, sí. Hablando de información… La mejor idea de todas era mantenerme alejada de sus heridas… Más bien de ese líquido negro y caliente; probablemente me dejaría unas feas quemaduras si es que llegaba a tocarme.
Una vez estando en el aire, solté una pequeña y maliciosa sonrisa y alcé mi mano izquierda. Los cadáveres comenzaron a moverse hacia distintos centros, agrupándose en al menos tres de ellos. Las mismas almas que los que no pudieron sobrevivir liberaron me sirvieron para terminar de conjurar mi hechizo Crear Aberración, que consistía en la creación de una espeluznante y gigante criatura no muerta. Básicamente necesitaba al menos catorce cadáveres y la misma cantidad de almas para formar a mis bebés. Al primero que creé le llamé Bobby-chan, así que era impensable llamar de la misma forma a las tres aberraciones que estaba formando. Coocky-chan, Teodoro-chan y Baba-chan; así les llamaría.
Las demás personas que estaban allí no me servirían de mucho, pero en caso de que alguna de ellas fuese a ser atacada, intentaría salvarla. Claro estaba que mis intenciones no era ser una buena persona, sino ganarme su confianza para evitar posibles altercados con los demás sujetos. Por otro lado, había tantos muertos que fácilmente podía crear un ejército de no muertos… Esto cada vez me estaba gustando más. Sin embargo, tenía que tomarme las cosas con calma.
–Si quieren sobrevivir, hagan lo que yo les diga –les grité a mis aliados.
Lamentablemente mi Telequinesis tenía un límite de peso, así que me encargaría de proteger a lo más a uno de ellos y permitir que estuviese a mi lado, levitando junto a mí. “Ahora… ¿Cuál de todos ellos se ve más liviano?”, pensé mientras observaba a mis compañeros.
Las puertas se abrieron de par en par, liberando un estruendoso gemido. Así que primero querían que nos matásemos entre nosotros y luego nos liberaban… El Brujo ese tenía una mente retorcida. Estaba inmersa en mis pensamientos cuando una voz me interrumpió, provocando que desviara la mirada hacia su origen. Era Aelo, el elegante y hostigoso espadachín.
–Parece que tenemos un gran problema –le comenté mientras observaba a ese bicho raro que mordía una de las piernas de los caídos.
El ambiente se tornó por lo menos bizarro, y ya tenía la respuesta: el canapé. Parecía que todos se habían convertido en criaturas sedientas de sangre y hambrientas de carne. Actuaban sin razón y eran guiados únicamente por sus instintos más básicos, pero yo no tenía ninguna intención de acabar siendo comida por ellos. El salón era gigante y tenía cómo jugar en él, así que era momento de comenzar a elaborar un plan. Por otro lado, los supervivientes desalojaron la estancia rápidamente y quedamos unas pocas personas allí, contándome. Una de ellas dio un alarido horrífico y los dementes posaron sus miradas sobre nosotros.
Inmediatamente liberé la forma compelta de mi guadaña y formé la burbuja de oscuridad, camuflándome en las sombras para, de alguna forma, protegerme de mis enemigos. Tras convocar la oscuridad, activé mi conjuro Telequinesis y lo apliqué sobre mí misma, despegándome del suelo. Al cabo de unos segundos me encontraba a varios metros de este, esperando así que las criaturas no pudieran alcanzarme con tanta facilidad. Todo sería un problema si de la nada les salían alas o podían dar enormes saltos, pero era información con la que no contaba. Ah, sí. Hablando de información… La mejor idea de todas era mantenerme alejada de sus heridas… Más bien de ese líquido negro y caliente; probablemente me dejaría unas feas quemaduras si es que llegaba a tocarme.
Una vez estando en el aire, solté una pequeña y maliciosa sonrisa y alcé mi mano izquierda. Los cadáveres comenzaron a moverse hacia distintos centros, agrupándose en al menos tres de ellos. Las mismas almas que los que no pudieron sobrevivir liberaron me sirvieron para terminar de conjurar mi hechizo Crear Aberración, que consistía en la creación de una espeluznante y gigante criatura no muerta. Básicamente necesitaba al menos catorce cadáveres y la misma cantidad de almas para formar a mis bebés. Al primero que creé le llamé Bobby-chan, así que era impensable llamar de la misma forma a las tres aberraciones que estaba formando. Coocky-chan, Teodoro-chan y Baba-chan; así les llamaría.
Las demás personas que estaban allí no me servirían de mucho, pero en caso de que alguna de ellas fuese a ser atacada, intentaría salvarla. Claro estaba que mis intenciones no era ser una buena persona, sino ganarme su confianza para evitar posibles altercados con los demás sujetos. Por otro lado, había tantos muertos que fácilmente podía crear un ejército de no muertos… Esto cada vez me estaba gustando más. Sin embargo, tenía que tomarme las cosas con calma.
–Si quieren sobrevivir, hagan lo que yo les diga –les grité a mis aliados.
Lamentablemente mi Telequinesis tenía un límite de peso, así que me encargaría de proteger a lo más a uno de ellos y permitir que estuviese a mi lado, levitando junto a mí. “Ahora… ¿Cuál de todos ellos se ve más liviano?”, pensé mientras observaba a mis compañeros.
- Cosas usadas:
- Control total de la noche: Es la aptitud principal que consiste en la creación de una burbuja de oscuridad de determinado radio, en dónde cualquier luz se extinguirá completamente y cegará inmediatamente y por completo a sus enemigos. En este espacio, la domadora podrá ver perfectamente, como si del día se tratase. Este espacio se manifiesta como una densa niebla oscura y mientras la domadora se encuentre dentro de la burbuja, será incapaz de emitir ruido alguno. Su radio y duración está determinado por el nivel de la domadora.
Nivel 20: La burbuja de oscuridad es más grande (equivalente al cuádruple del nivel del usuario) y su oscuridad es tan densa que comienza a detener la radiación solar, volviéndose hermética. La temperatura dentro de esta burbuja disminuye en 2ºC respecto a la temperatura ambiental; la disminución no afecta al usuario.
Crear Aberración [Nivel Experto]: Usa cadáveres y almas para formar una enorme aberración de cinco metros de altura que posee características de un devastador torre con el 75% del nivel de la conjuradora. Además, cuenta con una habilidad conocida como Aura de Pestilencia. Esta aura corroe toda la materia orgánica dentro de un radio de un metro, sin afectarle a la conjuradora. Consume 14 almas insignificantes.
Telequinesis [Nivel principiante]: Durante tres turnos le permite mover objetos y seres vivos con un máximo de 100 kilos + 20 kilos por nivel de un lugar a otro. Consume 2 almas insignificantes por turno. Se necesita esperar un turno para volver a ser usado.
Nivel 30: Los requisitos para aprender y lanzar un conjuro de nivel experto se reducen en un 45%.
Nivel 20: Los conjuros son un 50% más poderosos, por lo tanto su poder de efecto (cantidades, porcentajes y radios de explosiones, etc.) y daño se verán afectados, no así el tiempo de recuperación (para volver a lanzarse) ni el alcance.
Domadora - Veterinario [+5]
En este turno he consumido un total de 9 almas, que espero que no se descuenten debido a la cantidad de muertos que hay en el salón. Dato útil para el moderador: Katharina pesa unos 40 kilos, y actualmente puede levantar 1200 kilos con su conjuro de Telequinesis.
PD: Déjame a un NPC para que lo pueda llevar hasta el final :'(
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Mientras tu echas a volar, los otros no lo tienen tan fácil. Cuando los dementes se abalanzan sobre ellos, no pueden hacer más que tratar de cubrirse con los brazos y esperar que todo sea un mal sueño. Un par de ellos se parapetan tras una larga mesa de banquetes volcada, pero tres de los caníbales saltan por encima de ella y comienzan a devorarlos. Un tercero recibe un mordisco en el cuello, pero sigue golpeando a los que se le acercan mientras se ahoga en su propia sangre; no tarda en morir cuando el resto se le echa encima. También hay una mujer mayor, pero se desenvuelve mejor que los demás. Logra decapitar a un par de enemigos antes de que otro se arrastre por el suelo y le hunda los dientes en la pierna.
Por suerte, la quinta, una chica joven que es la que menos pesa -y la única que queda viva, ya puestos-, empieza a flotar gracias a tu ayuda. Se queda ahí arriba, flotando y temblando mientras alzas a las criaturas formadas por cadáveres. Sobre vosotras hay una gran lámpara de araña, repleta de candelabros con velas apagadas. Desde lo alto podéis ver como los dementes se vuelven cada vez más agresivos y chillan cada vez más alto, sin dejar de comer lo que sea para saciar su hambre atroz. En cuanto tus monstruos se alzan, todos saltan sobre ellos, hincando los dientes sobre los muertos que los forman.
Por cierto, ¿no te notas algo cansada? Usar tantos hechizos de forma tan seguida debe de resultar fatigoso.
Y mientras abajo se libra una sangrienta lucha, el aroma de los vivos y los muertos se mezcla en un hedor repugnante que impregna cada centímetro del salón. En cuanto lo respiras, notas el aguijonazo del hambre, como si tu estómago se hubiese dado cuenta de que lleva una semana sin comer.
En ese momento oyes el ruido del metal, y los brazos de hierro de la lámpara de araña se separan con un estruendoso y agudo gemido, y tratan de agarrarte. Las velas arden con un blanco azul intensísimo y buscan tu piel para quemarte.
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Desde lo alto pude ver cómo los demás eran devorados por los caníbales. Sin duda eran los canapés los que producían ese extraño estado de salvajismo descontrolado, y agradecía profundamente no haber aceptado uno de ellos. El Brujo era una persona demente con ideas perturbadoras, lamentablemente no conocía sus intenciones y eso me hacía caminar sobre la nada. Sin embargo, ese no era mi mayor problema en estos momentos, sino que era escapar del gran salón para estar segura durante un buen tiempo, aunque tampoco sabía qué tan seguro podría ser allá fuera.
El hecho de conjurar tantos hechizos me producía cansancio mental, era de ese agotamiento que siente alguien cuando lleva ya demasiado tiempo leyendo, pero aún no estaba en mis límites. Todo sería distinto si yo fuera el motor y el combustible de los conjuros, ahí sí que estaría deshecha, pero el tema no era así. Mis conjuros consumían almas para ser lanzados y yo básicamente era el motor, un catalizador que manifestaba su esencia. Aún podía seguir luchando, pero no por mucho tiempo y el problema no eran mis conjuros, sino la feroz hambre que tenía. ¿Cuándo fue la última vez que comí? No podía recordarlo, necesitaba encontrar comida y pronto. Mis prioridades ya estaban claras: huir y encontrar comida, luego todo lo demás.
De pronto escuché un metálico chirrido y al voltear la mirada me encontré con un candelabro que... ¿se alzaba hacia mí? E-Espera, no. No era así. Los brazos de hierro de este se separaron e intentaban alcanzarme mientras que las velas, que ardían con un intenso color azul, buscaban quemar mi piel. ¿Cuáles eran mis opciones? Tal vez usar la Telequinesis para desviar el candelabro, o lo que sea que sea esa cosa, pero no sabía cuán pesado era y no podía arriesgarme a caer. Las cosas podían ser mucho más sencillas. Desplacé mi sombra lo más cercano a la salida y cambié de posición con ella, logrando evadir el ataque. Tras eso atraje el cuerpo de la chica hacia mí, procurando que los brazos del candelabro no le dañaran.
–Tenemos que buscar una salida –dije–. Mis Aberraciones no durarán mucho.
No sabía cómo funcionaba el organismo de esos caníbales, ¿acaso también les atraía la carne muerta? En todo caso no dejaba de estar vivos y estar considerados como materia orgánica, así que tanto estar cerca de mis no muertos... Uff, su carne ya debería estar completamente destruida y no deberían ser capaces de moverse. Aura de Corrupción era una aptitud que mis creaciones tenían para defenderse precisamente de múltiples enemigos sin necesidad de atacarlos a todos. En fin, usando el poder de la telequinesis, y con el mantra activo, me dirigí hacia la puerta. ¿Allá fuera me encontraría con el pesado de Aelo?
El hecho de conjurar tantos hechizos me producía cansancio mental, era de ese agotamiento que siente alguien cuando lleva ya demasiado tiempo leyendo, pero aún no estaba en mis límites. Todo sería distinto si yo fuera el motor y el combustible de los conjuros, ahí sí que estaría deshecha, pero el tema no era así. Mis conjuros consumían almas para ser lanzados y yo básicamente era el motor, un catalizador que manifestaba su esencia. Aún podía seguir luchando, pero no por mucho tiempo y el problema no eran mis conjuros, sino la feroz hambre que tenía. ¿Cuándo fue la última vez que comí? No podía recordarlo, necesitaba encontrar comida y pronto. Mis prioridades ya estaban claras: huir y encontrar comida, luego todo lo demás.
De pronto escuché un metálico chirrido y al voltear la mirada me encontré con un candelabro que... ¿se alzaba hacia mí? E-Espera, no. No era así. Los brazos de hierro de este se separaron e intentaban alcanzarme mientras que las velas, que ardían con un intenso color azul, buscaban quemar mi piel. ¿Cuáles eran mis opciones? Tal vez usar la Telequinesis para desviar el candelabro, o lo que sea que sea esa cosa, pero no sabía cuán pesado era y no podía arriesgarme a caer. Las cosas podían ser mucho más sencillas. Desplacé mi sombra lo más cercano a la salida y cambié de posición con ella, logrando evadir el ataque. Tras eso atraje el cuerpo de la chica hacia mí, procurando que los brazos del candelabro no le dañaran.
–Tenemos que buscar una salida –dije–. Mis Aberraciones no durarán mucho.
No sabía cómo funcionaba el organismo de esos caníbales, ¿acaso también les atraía la carne muerta? En todo caso no dejaba de estar vivos y estar considerados como materia orgánica, así que tanto estar cerca de mis no muertos... Uff, su carne ya debería estar completamente destruida y no deberían ser capaces de moverse. Aura de Corrupción era una aptitud que mis creaciones tenían para defenderse precisamente de múltiples enemigos sin necesidad de atacarlos a todos. En fin, usando el poder de la telequinesis, y con el mantra activo, me dirigí hacia la puerta. ¿Allá fuera me encontraría con el pesado de Aelo?
- Cosillas:
- Nivel 10: Aprende a controlar el elemento sombra y comienza a crearlo. Puede generar pequeñas cantidades y darle formas simples, como esferas o simplemente manifestarlo como algo amorfo. Al contacto es tan frío que puede causar quemaduras de primer grado, aunque esto es poco probable. Puede manipular su propia sombra, volviéndola intangible y permitiéndose cambiar de posición una vez cada dos turnos en un radio máximo de 20 metros. La sombra sigue las órdenes de la domadora. Aumenta la velocidad en un x16, agilidad y resistencia en un x8, respecto a un humano.
Creo que no se tomó en consideración el poder corrosivo de mis no muertos :(, pero aquí va.
Aura de Pestilencia: Esta aura corroe toda la materia orgánica dentro de un radio de un metro, sin afectarle a la conjuradora.- Aberraciones:
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Los caníbales se pudren a ojos vistas, pero eso no les impide seguir devorando a tus aberraciones, que al ser orgánicos también sucumben a los efectos de la corrupción. Es un espectáculo grotesco, nauseaundo. Los dientes se les caen de las bocas mientras arrancan trozos de carne muerta que se deshace como sebo, todo para intentar saciar su hambre. En cuanto a la tuya, persiste todavía. Por suerte, logras salir del salón en dirección al pasillo, con la otra chica flotando tras de ti y poniendo caras raras. Parece aterrada, quién sabe por qué será...
Al final de pasillo ves la salida hacia los jardines, a donde el resto debe haber llegado ya. Pero es un corredor largo, unos treinta metros, y no todos han logrado sortear sus peligros. A tu paso ves más de un cadáver empalado en estacas de hierro que han surgido de las paredes y del techo. Todavía queda uno con vida, un chico joven de pelo azul, con medio metro de acero surgiendo de su espalda. Sin embargo no habla, no se mueve, tan solo se ha quedado mirando unas pequeñas campanillas que cuelgan de la pared frente a él y refulgen con un brillo rojo y verde. La sangre mancha el suelo como una alfombra roja y no hay demasiado espacio. Vas a tener que abrirte paso despacio entre las barras y los cuerpos para seguir tu camino.
En ese momento se oyen risas. Agudas, estridentes, con un deje de locura. Tras de ti, los gemidos de los muertos y los caníbales resuenan como un siniestro eco, y por delante tienes la risita siniestra. Si optas por avanzar verás que proviene de una cabeza cortada y metálica justo detrás de la maraña de acero, aunque cuando te acerques más verás que es un yelmo. ¿Recuerdas a la armadura hueca que te abrió la puerta al llegar a la mansión? Pues es su “cabeza” la que ahora ríe, tirada en el suelo mientras que su “cuerpo”, mandoble en mano, se interpone entre tú y la salida. La armadura descabezada está llena de muescas y arañazos, y muestra varios agujeros en el pecho. También le falta un brazo, que está tirado al lado de un cadáver con una daga sujeta aún por el guantelete.
-¿Vais a venir, pequeñas? -dice el yelmo con su voz metálica y burlona. Hay tres cuerpos más muertos a su alrededor, sin cabeza-. Vamos, vamos, daos prisa. Aún tengo que haceros trizas antes de que acabe la noche. No hay tiempo que perder.
- Spoiler:
- Armadura: Espadachín Puro nivel 35
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