Katharina von Steinhell
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El barco era azotado por olas de más de veinte metros de altura, los hombres corrían de un lado a otro intentando controlar las velas y los carpinteros hacían lo posible para que el viento no destruyese el mástil. El agua entraba por todos lados, la cubierta estaba completamente mojada y los dormitorios de la embarcación estaban ligeramente inundados. El cielo rugía fuertemente mientras la lluvia no dejaba de caer, vaya suerte la de aquellos mercantes de justo entrar a una fuerte tormenta de la cual no sabían si saldrían vivos.
La bruja aparentaba estar tranquila, pero ante aquellas olas no podía mantener el espíritu tan calmado como hubiese deseado. No tenía tanto poder sobre la naturaleza como para controlar el clima, mucho menos para hacer levitar al barco entero y evitar la violeta marejada. Si ella caía al agua, era el fin de su aventura. En un mundo repleto de agua, ser un martillo era una desventaja considerable. Las cosas estaban bien complicadas, aunque de pronto...
—¡¿Eh?! ¿Qué es eso? —Dijo uno de los marineros al advertir la presencia de una especie de tentáculo.
No solo la tormenta era su problema, sino que ahora un gran monstruo marino estaba al acecho. La pelirroja advirtió su presencia, y no era cualquier criatura. De pronto seis tentáculos emergieron con violencia del agua, apegándose al barco y haciendo rechinar la madera. Producto del impacto este se desestabilizó, provocando que varios hombres cayeran al agua para ser devorado por una boca llena de dientes. Katharina se mantuvo en el aire viendo cómo sus compañeros de navegación eran asesinados por un calamar gigante, vaya suerte.
No había mucho qué hacer más que pelear. Katharina cerró los ojos y de pronto su mano derecha se envolvió en un aura flameante y rojiza, inmediatamente después una esfera candente apareció en ella. Katharina lanzó con fuerza la poderosa bola de fuego, impactando de lleno en la dentuda boca del calamar, provocándole algunas quemaduras y mucho dolor. Sin embargo, eso no bastaba para que dejara de atacar al barco. Mientras se mantenía en el aire, estaría a salvo de sus tentáculos, o eso esperaba. De una funda para pistolas cogió un arma que antaño le provocó algunos problemas, pero ahora estaba a una distancia suficiente para no ser dañada. El Prototype mini cannon lanzó una poderosa descarga que explotó en el cuerpo de la criatura, derritiendo algunas de sus partes.
—¡Le ha dado! —Comentó uno de los hombres.
Por suerte le dio, pero sabía que el daño no había sido suficiente para matarle, no obstante, bastó para que dejara de atacar la embarcación y pudieran salir de aquella tormenta. Tras luchar contra el viento y la marejada se encontraron en aguas más tranquilas.
—Señor, el barco está muy dañado, debemos encontrar tierra cuanto antes, de lo contrario, si somos sorprendidos por otra tormenta no lo lograremos.
Navegaron algunos días hasta que uno de los vigilantes advirtió tierra firme, una isla ubicada en lo lejano del horizonte. Las arenas cálidas y blancas, la espesa jungla y el olor a pescado; todo indicaba que sería un buen lugar para descansar, coger provisiones y reparar la embarcación, sin embargo...
—No estamos solo —dijo la bruja al mismo tiempo que empuñaba su guadaña.
La bruja aparentaba estar tranquila, pero ante aquellas olas no podía mantener el espíritu tan calmado como hubiese deseado. No tenía tanto poder sobre la naturaleza como para controlar el clima, mucho menos para hacer levitar al barco entero y evitar la violeta marejada. Si ella caía al agua, era el fin de su aventura. En un mundo repleto de agua, ser un martillo era una desventaja considerable. Las cosas estaban bien complicadas, aunque de pronto...
—¡¿Eh?! ¿Qué es eso? —Dijo uno de los marineros al advertir la presencia de una especie de tentáculo.
No solo la tormenta era su problema, sino que ahora un gran monstruo marino estaba al acecho. La pelirroja advirtió su presencia, y no era cualquier criatura. De pronto seis tentáculos emergieron con violencia del agua, apegándose al barco y haciendo rechinar la madera. Producto del impacto este se desestabilizó, provocando que varios hombres cayeran al agua para ser devorado por una boca llena de dientes. Katharina se mantuvo en el aire viendo cómo sus compañeros de navegación eran asesinados por un calamar gigante, vaya suerte.
No había mucho qué hacer más que pelear. Katharina cerró los ojos y de pronto su mano derecha se envolvió en un aura flameante y rojiza, inmediatamente después una esfera candente apareció en ella. Katharina lanzó con fuerza la poderosa bola de fuego, impactando de lleno en la dentuda boca del calamar, provocándole algunas quemaduras y mucho dolor. Sin embargo, eso no bastaba para que dejara de atacar al barco. Mientras se mantenía en el aire, estaría a salvo de sus tentáculos, o eso esperaba. De una funda para pistolas cogió un arma que antaño le provocó algunos problemas, pero ahora estaba a una distancia suficiente para no ser dañada. El Prototype mini cannon lanzó una poderosa descarga que explotó en el cuerpo de la criatura, derritiendo algunas de sus partes.
—¡Le ha dado! —Comentó uno de los hombres.
Por suerte le dio, pero sabía que el daño no había sido suficiente para matarle, no obstante, bastó para que dejara de atacar la embarcación y pudieran salir de aquella tormenta. Tras luchar contra el viento y la marejada se encontraron en aguas más tranquilas.
—Señor, el barco está muy dañado, debemos encontrar tierra cuanto antes, de lo contrario, si somos sorprendidos por otra tormenta no lo lograremos.
Navegaron algunos días hasta que uno de los vigilantes advirtió tierra firme, una isla ubicada en lo lejano del horizonte. Las arenas cálidas y blancas, la espesa jungla y el olor a pescado; todo indicaba que sería un buen lugar para descansar, coger provisiones y reparar la embarcación, sin embargo...
—No estamos solo —dijo la bruja al mismo tiempo que empuñaba su guadaña.
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¿Qué diantres hacía yo en un barco mercader rezando para no morir ahogado en mitad de la peor tormenta que había visto desde mi infancia? Ah, sí, una misión. Más bien, el regreso de una exitosa pero no muy agradable misión. No era nada importante, solo matar a una persona que era un estorbo para el gobierno mundial, un clásico en mi trabajo, pero esta vez se me había quedado un mal sabor de boca. Solo quería descansar un poco antes de tener otra misión. Y así fue durante unos días.
Llegué a un navío sencillo pero grande. Parecía lo suficiente seguro para soportar un largo viaje, y afortunadamente pasaba por la Isla Mansión de camino a su destino. Sin dudarlo me subí a bordo y pagando una bonita suma de dinero conseguí una buena habitación y me libré de tener que ayudar en cubierta como hacían algunas personas para pagarse el pasaje. Todo parecía ir en viento en pompa. Los primeros días eran de temperaturas suaves y no se veía ni una nube en el cielo. Pero eso cambió a medida que pasaban los días.
Poco a poco, había cada vez más nubes en el cielo. Empezaba a llover y las olas se agitaban a medida que avanzábamos. Pensé que se pasaría en unas horas, pero no fue así. En esas horas empeoró. El cielo estaba completamente oculto, la lluvia inundaba la cubierta y las olas eran tan grandes que pensaba que el barco no las soportaría, pero eso no era lo peor. Lo peor llegó cuando emergieron del agua seis gigantescos tentáculos. Estos fueron directos al barco. Lo envolvieron por la proa de la cubierta, y llegué a pensar que hundiría el barco. Temiendo por hundirme en el agua iba a intentar cortar los tentáculos con mi espada cuando vi un destello rojo que se cruzó en mi camino impactando sobre la bestia marina. El olor a calamar frito llegó a mi nariz haciéndome sentir hambriento, y al instante otro ataque llegó al monstruo marino, pero esta vez fue más poderoso y la onda expansiva casi me saca volando. Ese ataque hizo retroceder al calamar, por lo que ya me había quedado tranquilo, pero la curiosidad me había picado y quería saber quién hizo tal cosa. Cuando me di la vuelta, vi a una chica pelirroja en el aire, y me quedé incrédulo mirando como descendía.
Días después del incidente, se rumoreaba por el barco que no íbamos a llegar a tierra ya que el casco había resultado dañado en el ataque del monstruo. Afortunadamente encontramos una isla que parecía deshabitada pero con un bosque frondoso, ideal para sobrevivir mientras se reparaba el barco. Todos los pasajeros desembarcamos, incluida la pelirroja, y nada más pisar la arena de la playa me di cuenta que acampar no iba a ser tan placentero como había supuesto en un principio. Un olor nauseabundo inundó mis fosas nasales a la vez que vi aparecer de entre los árboles unas siluetas. A lo lejos me parecieron personas, pero a medida que se acercaban me lo parecían cada vez menos. Se percataron de nuestra presencia y vinieron directamente hacia nosotros sin detenerse.
Al primero que se me acercó le hundí la espada en el estómago, pero parecía que no lo notaba e intentaba atacarme con sus manos, que parecían más garras que manos. Con una patada lo alejé de mí y antes de que pudiera reaccionar le hice una seria de ataques con mi espada, pero seguía sin sentirlo. En ese instante, lo único que podía hacer era matarlo, así que uní todas mis fuerzas y de un veloz tajo en su cuello separé la cabeza del resto del cuerpo, dejando de moverse.
- !Hay que cortarles las cabeza! - grité a lo más alto que pude para que me oyeran el resto de tripulantes.
Echando un vistazo rápido, había unos cuantos compañeros que ya habían muerto, pero por otra parte también estaban cayendo estas criaturas tan peligrosas. Al cabo de lo que me pareció una eternidad, pudimos derrotar a todos los atacantes, pero catorce tripulantes habían caído con ellos.
- Adiós a mi descanso - me decía a mi mismo mientras reunía a los supervivientes para trazar algún plan.
Llegué a un navío sencillo pero grande. Parecía lo suficiente seguro para soportar un largo viaje, y afortunadamente pasaba por la Isla Mansión de camino a su destino. Sin dudarlo me subí a bordo y pagando una bonita suma de dinero conseguí una buena habitación y me libré de tener que ayudar en cubierta como hacían algunas personas para pagarse el pasaje. Todo parecía ir en viento en pompa. Los primeros días eran de temperaturas suaves y no se veía ni una nube en el cielo. Pero eso cambió a medida que pasaban los días.
Poco a poco, había cada vez más nubes en el cielo. Empezaba a llover y las olas se agitaban a medida que avanzábamos. Pensé que se pasaría en unas horas, pero no fue así. En esas horas empeoró. El cielo estaba completamente oculto, la lluvia inundaba la cubierta y las olas eran tan grandes que pensaba que el barco no las soportaría, pero eso no era lo peor. Lo peor llegó cuando emergieron del agua seis gigantescos tentáculos. Estos fueron directos al barco. Lo envolvieron por la proa de la cubierta, y llegué a pensar que hundiría el barco. Temiendo por hundirme en el agua iba a intentar cortar los tentáculos con mi espada cuando vi un destello rojo que se cruzó en mi camino impactando sobre la bestia marina. El olor a calamar frito llegó a mi nariz haciéndome sentir hambriento, y al instante otro ataque llegó al monstruo marino, pero esta vez fue más poderoso y la onda expansiva casi me saca volando. Ese ataque hizo retroceder al calamar, por lo que ya me había quedado tranquilo, pero la curiosidad me había picado y quería saber quién hizo tal cosa. Cuando me di la vuelta, vi a una chica pelirroja en el aire, y me quedé incrédulo mirando como descendía.
Días después del incidente, se rumoreaba por el barco que no íbamos a llegar a tierra ya que el casco había resultado dañado en el ataque del monstruo. Afortunadamente encontramos una isla que parecía deshabitada pero con un bosque frondoso, ideal para sobrevivir mientras se reparaba el barco. Todos los pasajeros desembarcamos, incluida la pelirroja, y nada más pisar la arena de la playa me di cuenta que acampar no iba a ser tan placentero como había supuesto en un principio. Un olor nauseabundo inundó mis fosas nasales a la vez que vi aparecer de entre los árboles unas siluetas. A lo lejos me parecieron personas, pero a medida que se acercaban me lo parecían cada vez menos. Se percataron de nuestra presencia y vinieron directamente hacia nosotros sin detenerse.
Al primero que se me acercó le hundí la espada en el estómago, pero parecía que no lo notaba e intentaba atacarme con sus manos, que parecían más garras que manos. Con una patada lo alejé de mí y antes de que pudiera reaccionar le hice una seria de ataques con mi espada, pero seguía sin sentirlo. En ese instante, lo único que podía hacer era matarlo, así que uní todas mis fuerzas y de un veloz tajo en su cuello separé la cabeza del resto del cuerpo, dejando de moverse.
- !Hay que cortarles las cabeza! - grité a lo más alto que pude para que me oyeran el resto de tripulantes.
Echando un vistazo rápido, había unos cuantos compañeros que ya habían muerto, pero por otra parte también estaban cayendo estas criaturas tan peligrosas. Al cabo de lo que me pareció una eternidad, pudimos derrotar a todos los atacantes, pero catorce tripulantes habían caído con ellos.
- Adiós a mi descanso - me decía a mi mismo mientras reunía a los supervivientes para trazar algún plan.
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De entre la espesa selva apareció un grupo de criaturas bípedas, corriendo a toda velocidad hacia el grupo mercante. Los ojos de Katharina advirtieron su morfología... En principio parecían humanos, pero no se movían como uno, más bien lo hacían por puro instinto, como si quisieran devorar a los compañeros de la bruja. El color de su piel era... peculiar, una mezcla entre verde y café. La pelirroja podía reconocer el olor a muerte a metros de distancia, pero ese era único. Una mezcla de muerte y vida, separada la una de la otra por una frágil línea.
No era la primera vez que la bruja veía algo como eso, recordó sus tiempos de marine cuando fue a explorar una isla abandonada, enfrentándose a mutantes. No obstante, estos parecían ser mucho más salvajes y peligrosos. Uno de ellos se acercó a una niña de diez años, se detuvo justo frente a ella y su pechó comenzó a inflarse. Justo después eyectó un líquido viscoso y de color negro, bañando a la chica. Su piel comenzó a derretirse lentamente al mismo tiempo que sus gritos de dolor y desesperación rompían el corazón de la indefensa madre que nada podía hacer. Finalmente cayó al suelo con serias quemaduras, pero no había muerto... Aún no.
Dos de las criaturas fijaron sus ojos inyectados en sangre en la pelirroja que se preparaba para el combate. Empuñó horizontalmente su guadaña con su mano derecha, mientras que con la izquierda preparó uno de sus hechizos. La velocidad de los humanoides era extraordinaria, recorrieron varios metros en apenas unos pocos segundos, alcanzando inmediatamente a Katharina. De pronto fue rodeada por cuatro monstruos más, pero ella era buena luchando contra varios enemigos al mismo tiempo. Flexionó sus rodillas y giró sobre su propio eje, aprovechando el alcance de su arma para cortar por la mitad a todos ellos.
—No es solo su cabeza... —susurró tras escuchar que uno de los hombres sugirió que su debilidad era la cabeza— No están muertos, pero actúan como uno —la bruja observó el tétrico panorama: varios caídos, muerte por todos lados y muchos indefensos intentando subir al barco para salvar sus vidas—. ¿Acaso se alimentan de nuestra carne...? No, no solo eso.
La pequeña niña tras ser prácticamente derretida por el ácido exhalado por la criatura, comenzó a moverse y sus ojos inyectados en sangre evidenciaron una de las teorías de la bruja. Existía un método de contagio... Y pronto no serían diez enemigos, sino cien. Tenía que descubrir la forma de derrotar a las criaturas cuanto antes, de lo contrario, toda la tripulación del barco mercante sería infectada. Pero, ¿qué otros medios de contagio había? Daba igual, era momento de pelear, no pensar.
Levitó hasta ubicarse a una buena altura para no ser alcanzada por ninguno de los humanoides, momento en el que una enorme bola de fuego comenzó a aparecer sobre su cabeza. La bruja disparó la esfera candente, dándole a varios enemigos y derrotando inmediatamente a algunos de ellos. Segundos después la guadaña se suspendió en el aire y comenzó a girar. Movilizada por Katharina, esta parecía un verdadero bailarín cortando cabeza tras cabeza, aniquilando a varias criaturas en un solo viaje. Iban quedando unos pocos...
La masacre dejó a muchas víctimas, pero la aparición de las criaturas no fue el único problema. Ahora el grupo estaba dividido entre partir de inmediato y buscar otro lugar para reparar el barco, o esperar en esa isla infernal hasta que los carpinteros hicieran lo suyo. En tierra firme había más posibilidades de sobrevivir que en alta mar, sin duda alguna. Al menos Katharina podía defenderse a sí misma, y era lo que importaba.
—¡Entonces me llevaré el barco y los que quieran quedarse, que se queden! —Dijo el capitán de la nave mercante.
—Vete nadando si quieres, pero el barco se queda y los carpinteros igual —refutó la pelirroja con el ceño fruncido, quitándose la sangre de su rostro—. Estamos perdiendo el tiempo, tanto en alta mar como aquí, en la playa, somos blanco fácil. ¡Los que puedan moverse que ayuden a los demás! Quienes tengan armas cortantes vayan a la jungla a cortar algo de madera, seguro que necesitaremos armar unas barricadas. Tengan por seguro que no será el único ataque, aún siento sus repugnantes presencias...
No era la primera vez que la bruja veía algo como eso, recordó sus tiempos de marine cuando fue a explorar una isla abandonada, enfrentándose a mutantes. No obstante, estos parecían ser mucho más salvajes y peligrosos. Uno de ellos se acercó a una niña de diez años, se detuvo justo frente a ella y su pechó comenzó a inflarse. Justo después eyectó un líquido viscoso y de color negro, bañando a la chica. Su piel comenzó a derretirse lentamente al mismo tiempo que sus gritos de dolor y desesperación rompían el corazón de la indefensa madre que nada podía hacer. Finalmente cayó al suelo con serias quemaduras, pero no había muerto... Aún no.
Dos de las criaturas fijaron sus ojos inyectados en sangre en la pelirroja que se preparaba para el combate. Empuñó horizontalmente su guadaña con su mano derecha, mientras que con la izquierda preparó uno de sus hechizos. La velocidad de los humanoides era extraordinaria, recorrieron varios metros en apenas unos pocos segundos, alcanzando inmediatamente a Katharina. De pronto fue rodeada por cuatro monstruos más, pero ella era buena luchando contra varios enemigos al mismo tiempo. Flexionó sus rodillas y giró sobre su propio eje, aprovechando el alcance de su arma para cortar por la mitad a todos ellos.
—No es solo su cabeza... —susurró tras escuchar que uno de los hombres sugirió que su debilidad era la cabeza— No están muertos, pero actúan como uno —la bruja observó el tétrico panorama: varios caídos, muerte por todos lados y muchos indefensos intentando subir al barco para salvar sus vidas—. ¿Acaso se alimentan de nuestra carne...? No, no solo eso.
La pequeña niña tras ser prácticamente derretida por el ácido exhalado por la criatura, comenzó a moverse y sus ojos inyectados en sangre evidenciaron una de las teorías de la bruja. Existía un método de contagio... Y pronto no serían diez enemigos, sino cien. Tenía que descubrir la forma de derrotar a las criaturas cuanto antes, de lo contrario, toda la tripulación del barco mercante sería infectada. Pero, ¿qué otros medios de contagio había? Daba igual, era momento de pelear, no pensar.
Levitó hasta ubicarse a una buena altura para no ser alcanzada por ninguno de los humanoides, momento en el que una enorme bola de fuego comenzó a aparecer sobre su cabeza. La bruja disparó la esfera candente, dándole a varios enemigos y derrotando inmediatamente a algunos de ellos. Segundos después la guadaña se suspendió en el aire y comenzó a girar. Movilizada por Katharina, esta parecía un verdadero bailarín cortando cabeza tras cabeza, aniquilando a varias criaturas en un solo viaje. Iban quedando unos pocos...
La masacre dejó a muchas víctimas, pero la aparición de las criaturas no fue el único problema. Ahora el grupo estaba dividido entre partir de inmediato y buscar otro lugar para reparar el barco, o esperar en esa isla infernal hasta que los carpinteros hicieran lo suyo. En tierra firme había más posibilidades de sobrevivir que en alta mar, sin duda alguna. Al menos Katharina podía defenderse a sí misma, y era lo que importaba.
—¡Entonces me llevaré el barco y los que quieran quedarse, que se queden! —Dijo el capitán de la nave mercante.
—Vete nadando si quieres, pero el barco se queda y los carpinteros igual —refutó la pelirroja con el ceño fruncido, quitándose la sangre de su rostro—. Estamos perdiendo el tiempo, tanto en alta mar como aquí, en la playa, somos blanco fácil. ¡Los que puedan moverse que ayuden a los demás! Quienes tengan armas cortantes vayan a la jungla a cortar algo de madera, seguro que necesitaremos armar unas barricadas. Tengan por seguro que no será el único ataque, aún siento sus repugnantes presencias...
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Habían sobrevivido bastante personas. Todos nos habíamos reunido en la costa de la playa para debatir qué hacer. Un grupo, liderado por el capitán del barco e integrado principalmente por personas con miedo a morir y personas que acababan de perder a algún amigo o familiar, querían arriesgarse a zarpar ya, aunque el barco tuviera daños. Otro grupo pensaba que el peligro ya había pasado y que ya estábamos tranquilos. Por último me encontraba yo. Sabía que esas criaturas humanoides seguían por ahí, podía olerlo, pero aunque quisiera irme sabía que era demasiado arriesgado iniciar la marcha con el barco tan dañado, de modo que la mejor opción era quedarnos hasta que se le hicieran los arreglos mínimos.
Discretamente, mientras ambos grupos discutían sobre qué hacer, me acerqué a un carpintero de baja estatura sobre el tiempo que tardarían en arreglar el casco.
- No lo sé...un día, puede que dos - me respondió poco convencido.
Hasta dos días podían tardar las reparaciones. Menuda faena. Si hubiera sido yo solo podría sobrevivir sin problemas, pero con tantas personas indefensas ante esos seres, era más complicado. No iba a dar mi vida por ellos, pero si podía hacer que sobrevivieran mejor que mejor, así que puse mi plan en marcha.
Había terminado de decidirme cuando el capitán se encontraba en una discusión acalorada con la pelirroja. No me extrañaba que siguiera viva porque poseía poderes extraños, poderes que podían ser útiles. En medio de la discusión el capitán estaba amenazando con irse en el barco y dejar botados en la isla a todos los que no quisieran zarpar. Eso no me beneficiaba, así que me acerqué a los dos, desenvainé mi espada y le puse el frío acero en el cuello antes de que pudiera reaccionar.
- No te vas a ir a ninguna parte - apreté un poco el filo de la hoja contra su piel y empezó a brotar un hilillo de sangre -. Si lo haces yo mismo me encargaré de que sea lo último que hagas. ¿Lo has entendido?
El capitán asintió rápidamente su cabeza. Retiré mi espada y le hablé a la mujer de cabello escarlata.
- Veo que eres una persona fuerte y sensata. Por el momento tenemos un mismo objetivo, ¿te parece que colaboremos?
Si la mujer aceptaba, y esperaba que sí, le diría que mi idea, al igual que la suya, era montar una pequeña fortaleza en esa zona para poder protegernos todos mientras los carpinteros reparaban el barco a salvo en el agua. También le diría que lo más seguro era atar al capitán para que no hiciera ninguna jugarreta y que una vez construidas las defensas deberíamos partir varias personas para investigar un poco la isla. Conseguir agua, alimentos y, quien sabe, descubrir el misterio de esos seres inhumanos.
Discretamente, mientras ambos grupos discutían sobre qué hacer, me acerqué a un carpintero de baja estatura sobre el tiempo que tardarían en arreglar el casco.
- No lo sé...un día, puede que dos - me respondió poco convencido.
Hasta dos días podían tardar las reparaciones. Menuda faena. Si hubiera sido yo solo podría sobrevivir sin problemas, pero con tantas personas indefensas ante esos seres, era más complicado. No iba a dar mi vida por ellos, pero si podía hacer que sobrevivieran mejor que mejor, así que puse mi plan en marcha.
Había terminado de decidirme cuando el capitán se encontraba en una discusión acalorada con la pelirroja. No me extrañaba que siguiera viva porque poseía poderes extraños, poderes que podían ser útiles. En medio de la discusión el capitán estaba amenazando con irse en el barco y dejar botados en la isla a todos los que no quisieran zarpar. Eso no me beneficiaba, así que me acerqué a los dos, desenvainé mi espada y le puse el frío acero en el cuello antes de que pudiera reaccionar.
- No te vas a ir a ninguna parte - apreté un poco el filo de la hoja contra su piel y empezó a brotar un hilillo de sangre -. Si lo haces yo mismo me encargaré de que sea lo último que hagas. ¿Lo has entendido?
El capitán asintió rápidamente su cabeza. Retiré mi espada y le hablé a la mujer de cabello escarlata.
- Veo que eres una persona fuerte y sensata. Por el momento tenemos un mismo objetivo, ¿te parece que colaboremos?
Si la mujer aceptaba, y esperaba que sí, le diría que mi idea, al igual que la suya, era montar una pequeña fortaleza en esa zona para poder protegernos todos mientras los carpinteros reparaban el barco a salvo en el agua. También le diría que lo más seguro era atar al capitán para que no hiciera ninguna jugarreta y que una vez construidas las defensas deberíamos partir varias personas para investigar un poco la isla. Conseguir agua, alimentos y, quien sabe, descubrir el misterio de esos seres inhumanos.
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De entre la gente surgió un hombre, o más bien una criatura de la tribu de los animales parlantes, fácil de reconocer por sus rasgos. Colocó su espada en el cuello del capitán, sugiriéndole que dejara el barco donde estaba, de lo contrario, él se encargaría del cobarde. El tipo tenía valor para enfrentarse al dueño de la embarcación; Katharina no corría riesgo con asesinarle, pues si lo hacía bastaba usar la nigromancia sobre él y listo, volvía a tener un buen navegante. Si el animal parlante lo mataba, ¿cómo saldrían de la isla sin nadie que piloteara el barco?
Sin siquiera presentarse quería colaborar con ella, seguro que vio sus poderes y pensaba que era la mejor opción entre un grupo de cobardes y débiles ciudadanos. A Katharina no le molestaría trabajar en equipo, pero primero necesitaba conocer un poco más a sus socios. ¿Y si era un cazador? ¿Un marine o agente encubierto? Tal vez el tipo tenía alguna clase de enfermedad mental y terminara resultando un problema para ella... Sin embargo, la paranoia no le vendría bien en esos momentos. Siempre podía utilizar a los demás como escudos humanos, seguro que la carne de mink era sabrosa.
—Por mí no hay problema —le dijo—, aunque no lideraré a esta gente. Solo les recomendé que hicieran barricadas para defenderse con algo; si uno cae, las tropas enemigas aumentarán su tamaño. No sé tú, pero yo quiero salir viva de esta isla.
Algunos carpinteros comenzaron a reparar el barco mientras otros hombres se infiltraron en la selva para cortar algo de madera y hacer unas improvisadas barricadas. Levantar un campamento en la playa parecía buena idea, aunque sin duda alguna estaba expuestos a todo tipo de peligros. Pronto anochecería, así que era buena idea recoger algo de agua del bosque y, en caso de encontrar algún animal, darle caza para no usar las provisiones del barco. Los que no fueron a la selva se dedicaron en trasladar a los heridos hasta el barco, encerrados en habitaciones separadas, haciendo caso a las palabras de la bruja.
El tiempo pasó rápidamente y pronto se hizo de noche. Los peligros siempre acechaban de noche, ¿no? Quedarse en la playa era una muerte segura, por otra parte el barco parecía ser mucho menos accesible para los humanoides. No obstante, más que nada por desconfianza, la bruja decidió quedarse en la playa aquella noche. Vio con sus propios ojos la facilidad con la que esa enfermedad se contagiaba, no quería estar dentro del barco, con un escape reducido, si algo salía mal.
—Me quedaré contigo, chica. Por cierto, gracias por salvarnos en el barco... Contra ese monstruo, ya sabes. Vi lo que hiciste, no estuvo mal, ¿eh? —Un hombre de barba y cabello negro y revoltoso se sentó junto a la fogata que tenía puesta Katharina— Soy Eliot, uno de los carpinteros.
—Selena —respondió ella—, solo una aventurera. ¿Por qué dormir aquí fuera con tantos peligros?
Eliot sacó una pipa de su chaqueta de cuero que le refugiaba del frío.
—Lo mismo puedo preguntarte —dijo con una sonrisa en el rostro—. No me gustaría dormir entre medio de tanto grito... Prefiero la calma, el placentero sonido de las olas, ¿sabes?
—No quiero arruinarte la noche, pero en cualquier momento seremos atacados —le bajó de las nubes a Eliot—. Te sugiero que afiles esa hacha que llevas, la usarás.
Sin siquiera presentarse quería colaborar con ella, seguro que vio sus poderes y pensaba que era la mejor opción entre un grupo de cobardes y débiles ciudadanos. A Katharina no le molestaría trabajar en equipo, pero primero necesitaba conocer un poco más a sus socios. ¿Y si era un cazador? ¿Un marine o agente encubierto? Tal vez el tipo tenía alguna clase de enfermedad mental y terminara resultando un problema para ella... Sin embargo, la paranoia no le vendría bien en esos momentos. Siempre podía utilizar a los demás como escudos humanos, seguro que la carne de mink era sabrosa.
—Por mí no hay problema —le dijo—, aunque no lideraré a esta gente. Solo les recomendé que hicieran barricadas para defenderse con algo; si uno cae, las tropas enemigas aumentarán su tamaño. No sé tú, pero yo quiero salir viva de esta isla.
Algunos carpinteros comenzaron a reparar el barco mientras otros hombres se infiltraron en la selva para cortar algo de madera y hacer unas improvisadas barricadas. Levantar un campamento en la playa parecía buena idea, aunque sin duda alguna estaba expuestos a todo tipo de peligros. Pronto anochecería, así que era buena idea recoger algo de agua del bosque y, en caso de encontrar algún animal, darle caza para no usar las provisiones del barco. Los que no fueron a la selva se dedicaron en trasladar a los heridos hasta el barco, encerrados en habitaciones separadas, haciendo caso a las palabras de la bruja.
El tiempo pasó rápidamente y pronto se hizo de noche. Los peligros siempre acechaban de noche, ¿no? Quedarse en la playa era una muerte segura, por otra parte el barco parecía ser mucho menos accesible para los humanoides. No obstante, más que nada por desconfianza, la bruja decidió quedarse en la playa aquella noche. Vio con sus propios ojos la facilidad con la que esa enfermedad se contagiaba, no quería estar dentro del barco, con un escape reducido, si algo salía mal.
—Me quedaré contigo, chica. Por cierto, gracias por salvarnos en el barco... Contra ese monstruo, ya sabes. Vi lo que hiciste, no estuvo mal, ¿eh? —Un hombre de barba y cabello negro y revoltoso se sentó junto a la fogata que tenía puesta Katharina— Soy Eliot, uno de los carpinteros.
—Selena —respondió ella—, solo una aventurera. ¿Por qué dormir aquí fuera con tantos peligros?
Eliot sacó una pipa de su chaqueta de cuero que le refugiaba del frío.
—Lo mismo puedo preguntarte —dijo con una sonrisa en el rostro—. No me gustaría dormir entre medio de tanto grito... Prefiero la calma, el placentero sonido de las olas, ¿sabes?
—No quiero arruinarte la noche, pero en cualquier momento seremos atacados —le bajó de las nubes a Eliot—. Te sugiero que afiles esa hacha que llevas, la usarás.
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La pelirroja aceptó a colaborar, pero solamente lo hacía para salvar su pellejo. En parte era comprensible, la gente no suele dejarse la piel por unos desconocidos, pero en esta situación debía trabajar en equipo por su propio bien. Intentaría aprovechar esto para sacarle el jugo a sus habilidades, y a ser posible conocer más sobre estas, pero mientras tanto debía centrarme en preparar a los pasajeros del barco para lo que pudiera ocurrir. Primero me encargué de atar al capitán y dejarlo en custodia de tres personas a favor de permanecer en la isla. Sin él, nade podía manejar el barco, lo que quitaba un problema. Quedaban 3.
El primero eran los heridos. Por lo que me habían informado algunos supervivientes al ataque, las criaturas emitían una sustancia corrosiva que te convertía en uno de ellos. Daba escalofríos pensar qué ocurriría si tocara ese líquido, y si era posible convertirse en ellos por su culpa, también era posible hacerlo a través de otros medios, como podían ser las heridas.
El segundo era crear un campamento y conseguir víveres para los próximos días. La bodega del barco se había inundado durante la tormenta, los alimentos se pudrieron y el agua se contaminó. Debíamos conseguir comida y bebida para estos días, pero además debíamos hacernos con provisiones para el resto del viaje.
El tercero y el más importante, los mutantes. Eran poco los pasajeros que podían defenderse, y aún menos los que sabían pelear. Por suerte contábamos con varios carpinteros que inspiraban confianza, así que se me ocurrió dividirlos a la mitad. Mientras una parte se encargaba de ir arreglando el barco, la otra se encargaría de construir unas defensas en la playa.
Una vez hecha la lista mental de los problemas a resolver, me puse manos a la obra con ellos. Por suerte la pelirroja había accedido a colaborar, así que la dejé a cargo de los heridos. Era un tema del que prefería desentenderme, además, seguramente ella era más adecuada para encontrar una solución efectiva. Después de encasquetarle esa tarea reuní a los carpinteros. Los dividí en dos grupos tal y como pensé, envié a los primeros al barco, cayendo en la cuenta de que si se dividían los carpinteros a la mitad tardarían el doble en arreglar el barco. Eso sólo me dejaba una opción, meter prisa al segundo grupo de carpinteros para que se unieran al primer grupo lo antes posible. Para ello los envié a talar los árboles más cercanos y a crear una muralla cuadrangular de al menos 2 metros de alto con puertas amplias que permitieran salir a 5 o más personas a la vez y que por dentro se pudieran bloquear fácilmente.
Cuando los carpinteros ya se habían puesto a trabajar reuní a un último grupo de gente. Este fue creado en mayor medida por voluntarios y era dedicado a la obtención de agua y comida. No importaba si se trataba de frutas, hongos, animales o insectos, lo importante era abastecernos de comida suficiente. Al final fueron unas 15 personas, a las que me uní, no sin antes dejar a cargo del resto a la pelirroja, ya que mis sentidos animales y mi experiencia en bosques serviría para que nadie se perdiera en mitad de la jungla que se alzaba ante nosotros.
Anduvimos durante una hora por un extenso campo de árboles tropicales y gran vegetación que cubría el húmedo suelo. En el trayecto fui conociendo a algunos de los hombres que habían decidido venir. Arturo era una persona grande pero rechoncha que tenía una frutería en su pueblo, pero nos contó que había sido jardinero botánico antiguamente y que podía reconocer plantas tanto comestibles como venenosas. Después estaba Jimmy, un hombre que se acercaba a la cuarentena, pero parecía rápido y fuerte. Dijo que el era cazador furtivo, y que estaba en búsqueda y captura del gobierno mundial por ello pero que sus habilidades para encontrar presas eran buenas. Lo demostró cunado halló las huellas de dos tigres. Al encontrarlos Jimmy mató rápidamente a uno con su arco y flechas mientras que yo atravesé el corazón del otro con mi espada. Tuvimos la enorme suerte de encontrarlos bebiendo agua de un río, de modo que recogimos toda la que pudimos, cortamos un par de cañas de bambú que se encontraban al borde del río y atamos las patas de los tigres a estas, para que fuera más fácil su transporte. Una vez hecho debatimos en el grupo si seguíamos buscando alimentos o volvíamos a la playa. Cómo ya habíamos encontrado comida no podía obligar a nadie a quedarse, pero pensé que sería mejor seguir buscando otra fuente de alimentos.
- Muy bien - empecé a decirle al grupo -. Yo propongo seguir buscando más animales, frutas o plantas. Quien no quiera seguir puede volver a la playa llevando los tigres para que los que se pan cocinar se encarguen de prepararlos para cenar esta noche, pero quien piense como yo me puede acompañar a seguir explorando la selva.
Una vez dicho la mitad del grupo, ya cansados, volverían con el resto, mientras seguíamos con nuestra búsqueda. Al final quedamos siete personas. Entre ellos se encontraban Arturo y Jimmy, que habían decidido seguirme ya que parecía inspirar confianza. Si supieran que en verdad soy un agente del gobierno quizás me miraran de otra forma, así que era mejor no contarlo a no ser que fuera explícitamente necesario.
Antes de partir bebimos agua y nos refrescamos, pero no fue más de 5 minutos, tiempo que aproveché para cortar un par de bambúes por si acaso encontráramos más animales cómo los tigres. No cambiamos mucho la dirección que habíamos seguido hasta ahora, y nos internábamos más y más en la espesa jungla. Y en un momento que pasó rápidamente y aparecimos fuera de la jungla y encontramos enfrente nuestro un poblado.
El primero eran los heridos. Por lo que me habían informado algunos supervivientes al ataque, las criaturas emitían una sustancia corrosiva que te convertía en uno de ellos. Daba escalofríos pensar qué ocurriría si tocara ese líquido, y si era posible convertirse en ellos por su culpa, también era posible hacerlo a través de otros medios, como podían ser las heridas.
El segundo era crear un campamento y conseguir víveres para los próximos días. La bodega del barco se había inundado durante la tormenta, los alimentos se pudrieron y el agua se contaminó. Debíamos conseguir comida y bebida para estos días, pero además debíamos hacernos con provisiones para el resto del viaje.
El tercero y el más importante, los mutantes. Eran poco los pasajeros que podían defenderse, y aún menos los que sabían pelear. Por suerte contábamos con varios carpinteros que inspiraban confianza, así que se me ocurrió dividirlos a la mitad. Mientras una parte se encargaba de ir arreglando el barco, la otra se encargaría de construir unas defensas en la playa.
Una vez hecha la lista mental de los problemas a resolver, me puse manos a la obra con ellos. Por suerte la pelirroja había accedido a colaborar, así que la dejé a cargo de los heridos. Era un tema del que prefería desentenderme, además, seguramente ella era más adecuada para encontrar una solución efectiva. Después de encasquetarle esa tarea reuní a los carpinteros. Los dividí en dos grupos tal y como pensé, envié a los primeros al barco, cayendo en la cuenta de que si se dividían los carpinteros a la mitad tardarían el doble en arreglar el barco. Eso sólo me dejaba una opción, meter prisa al segundo grupo de carpinteros para que se unieran al primer grupo lo antes posible. Para ello los envié a talar los árboles más cercanos y a crear una muralla cuadrangular de al menos 2 metros de alto con puertas amplias que permitieran salir a 5 o más personas a la vez y que por dentro se pudieran bloquear fácilmente.
Cuando los carpinteros ya se habían puesto a trabajar reuní a un último grupo de gente. Este fue creado en mayor medida por voluntarios y era dedicado a la obtención de agua y comida. No importaba si se trataba de frutas, hongos, animales o insectos, lo importante era abastecernos de comida suficiente. Al final fueron unas 15 personas, a las que me uní, no sin antes dejar a cargo del resto a la pelirroja, ya que mis sentidos animales y mi experiencia en bosques serviría para que nadie se perdiera en mitad de la jungla que se alzaba ante nosotros.
Anduvimos durante una hora por un extenso campo de árboles tropicales y gran vegetación que cubría el húmedo suelo. En el trayecto fui conociendo a algunos de los hombres que habían decidido venir. Arturo era una persona grande pero rechoncha que tenía una frutería en su pueblo, pero nos contó que había sido jardinero botánico antiguamente y que podía reconocer plantas tanto comestibles como venenosas. Después estaba Jimmy, un hombre que se acercaba a la cuarentena, pero parecía rápido y fuerte. Dijo que el era cazador furtivo, y que estaba en búsqueda y captura del gobierno mundial por ello pero que sus habilidades para encontrar presas eran buenas. Lo demostró cunado halló las huellas de dos tigres. Al encontrarlos Jimmy mató rápidamente a uno con su arco y flechas mientras que yo atravesé el corazón del otro con mi espada. Tuvimos la enorme suerte de encontrarlos bebiendo agua de un río, de modo que recogimos toda la que pudimos, cortamos un par de cañas de bambú que se encontraban al borde del río y atamos las patas de los tigres a estas, para que fuera más fácil su transporte. Una vez hecho debatimos en el grupo si seguíamos buscando alimentos o volvíamos a la playa. Cómo ya habíamos encontrado comida no podía obligar a nadie a quedarse, pero pensé que sería mejor seguir buscando otra fuente de alimentos.
- Muy bien - empecé a decirle al grupo -. Yo propongo seguir buscando más animales, frutas o plantas. Quien no quiera seguir puede volver a la playa llevando los tigres para que los que se pan cocinar se encarguen de prepararlos para cenar esta noche, pero quien piense como yo me puede acompañar a seguir explorando la selva.
Una vez dicho la mitad del grupo, ya cansados, volverían con el resto, mientras seguíamos con nuestra búsqueda. Al final quedamos siete personas. Entre ellos se encontraban Arturo y Jimmy, que habían decidido seguirme ya que parecía inspirar confianza. Si supieran que en verdad soy un agente del gobierno quizás me miraran de otra forma, así que era mejor no contarlo a no ser que fuera explícitamente necesario.
Antes de partir bebimos agua y nos refrescamos, pero no fue más de 5 minutos, tiempo que aproveché para cortar un par de bambúes por si acaso encontráramos más animales cómo los tigres. No cambiamos mucho la dirección que habíamos seguido hasta ahora, y nos internábamos más y más en la espesa jungla. Y en un momento que pasó rápidamente y aparecimos fuera de la jungla y encontramos enfrente nuestro un poblado.
Katharina von Steinhell
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El vaivén de las olas y su relajante sonido le calmaban el corazón a la bruja, aunque las terribles imágenes que vio aquella tarde no serían borradas con facilidad. Había muchas preguntas. ¿Qué eran? ¿Quién los creó? ¿Por qué están ahí? La última vez que estuvo en una isla con mutantes, terminó siendo responsabilidad del Gobierno Mundial; no tuvo la oportunidad de conocer a fondo los detalles, pues solo era una simple recluta. Ahora tenía la oportunidad de saber qué investigaba el gobierno, siempre y cuando ellos fuesen los responsables, claro.
Incluso estando lejos de vez en cuando se podía oír el grito de una persona, seguido de un disparo. Al parecer algunos heridos comenzaron a convertirse en esas cosas descerebradas, algo que sin duda iba a ocurrió. De momento todo estaba controlado, por suerte no todo el grupo que iba en el barco era un montón de inútiles, había gente capaz de hacer lo necesario para sobrevivir. No obstante, Katharina sabía que la posibilidad de que un infectado escapase era alta; no dudaba de quienes sí podían mantener las cosas controladas, sino de aquellos que no.
—Estás preocupada, ¿verdad?
La bruja se volteó rápidamente a Eliot, quien le daba un buen mordisco al conejo que consiguió cazar.
—Lo único que me preocupa es que el barco se vuelva el nuevo hogar de esas cosas —le respondió inexpresivamente—. Esta tarde se marchó todo un grupo, ¿no es así? Sinceramente me parece una estupidez... ¿Llevarse a tantos y dejar el campamento prácticamente indefenso? Solo contamos con madres lloronas e hijos apestosos.
—Estaremos bien —dijo el carpintero como queriendo convencerse más a él que a Katharina—. ¿Eres marine? Lo digo por esas medallas que cuelgan de tu chaqueta.
La pelirroja miró hacia donde el hombre le indicaba con la mano, encontrándose con dos insignias metálicas y doradas.
—Retirada. Me gusta traerlas conmigo, me recuerdan buenos tiempos —no pudo evitar expresar algo de nostalgia en su voz.
—¡Vaya! Pero si eres muy joven... Bueno, cada uno tiene su propia historia, ¿eh?
De repente se escuchó un disparo. Luego otro. Los gritos vinieron tras el tercer disparo y con ello, en medio de la oscuridad, se podía ver los rápidos pestañeos de las armas tras ser usadas. La bruja llevó su mano a la guadaña y la apretó con fuerza, sintiendo la voluntad de Nyx en ella. Si hubiera estado materializada, le habría dicho que no sintiera miedo, pero ante lo que estaba por ocurrir... Solo un demente no estaría aterrado. Algunas personas comenzaron a descender rápidamente del barco, intentando salvar sus vidas como pudiesen. ¡Eran unos verdaderos idiotas!
Katharina se puso de pie y se mentalizó en la batalla que estaba a punto de librar. Fue entonces que un ruido proveniente de la selva le hizo voltear la mirada, viendo cómo aparecían rápidamente una decena de criaturas. Ahora no solo tenía que lidiar con las del barco, sino que también con las del bosque. Maldición... Tenía que estar pendiente de muchas cosas, no solo de las mordeduras y garras enemigas, sino que también de su fluido viscoso y contagioso.
Cerró los ojos y canalizó energía para crear una llama en su mano, apuntó hacia delante y lanzó la bola de fuego llameante. Varios enemigos cayeron, pero otros supieron esquivarla y protegerse de la explosión. Pronto llegaron en donde estaba la bruja junto a Eliot, quienes se defendieron con sus armas. Por parte del carpintero, hubo cuerpos cortados a la mitad; por parte de la hechicera, cabezas separadas de sus cuerpos. Los movimientos del hombre barbudo eran impresionantes, para su tamaño y corpulencia era bastante ágil y veloz. Después de unos minutos de intensa lucha acabaron con los invasores del bosque, pero los problemas recién habían comenzado.
La cubierta del barco comenzó a incendiarse, y luego le siguieron las velas. Eliot miró con preocupación lo que sus ojos le mostraban. Por otra parte, Katharina sentía ira... ¿Cómo pudieron haber dejado que eso pasara? Nadie quería estar un minuto más en esa maldita isla, pero los demás tripulantes se encargaron de que así fuese. Terminarían muriendo, era obvio. La bruja sabía que proteger a Eliot era su misión, después de todo era el único carpintero que conocía y estaba vivo, no podía permitir que se convirtiese en una de esas cosas devoradoras de carne. ¿Qué opciones había? ¿Huir hacia la selva y esconderse? ¿Pelear y esperar la muerte?
—¿Tienes algo pensado? —Le preguntó Eliot.
—Algunas cosas, pero no te gustarán... Entre nosotros podremos sobrevivir, pero no si nos quedamos en este lugar.
El carpintero se volteó impresionado ante las palabras de la mujer.
—¿Estás diciendo que debemos abandonar a esta gente?
—¿Tienes una mejor idea? —El hombre apretó con rabia el hacha y negó con la cabeza— No es que me guste, pero no tenemos de otra. En algunos minutos los mutantes estarán aquí, debemos decidir rápido.
Si conseguía la ayuda de Eliot, las cosas no se complicarían tanto; el hombre le caía bien y no quería asesinarle para usar su cadáver. Cargar con más gente era un problema... Sobre todo si no sabían defenderse.
De pronto los ojos de la bruja advirtieron la presencia de una mujer que se acercaba a toda velocidad hacia donde estaban ellos, ¿acaso cargaba un cuerpo...? Uno de los mutantes casi la alcanzó, pero la mujer lo redujo a nada usando su metralleta. A medida que se aproximaba hacia donde estaba Katharina, sus rasgos eran revelados. Blanca como la nieve y cabello negro como el carbón, sus ojos azules expresaron sorpresa cuando vieron a la pelirroja y a Eliot en medio de un grupo de cadáveres. De repente el carpintero se lanzó directamente hacia la mujer, cortando por la mitad a una de esas cosas justo antes de que clavara sus garras en la espalda de la superviviente.
—¡Maldición...! —Expresó Katharina— Es momento de irnos, Eliot.
—¡Debe haber sobrevivientes! —respondió él.
La mujer de cabello negro dejó caer lo que cargaba... Una niña de cinco años y cabello dorado como el oro, ¿estaba durmiendo entre medio de gritos y explosiones...? Vaya sueño que tenía.
—No... Te equivocas... No queda nadie —dijo entre jadeos—. Esas cosas se devoraron a casi todos, si hay sobrevivientes, ya están lejos del barco.
—¿Por qué decidiste correr hacia acá y no con los demás? —Le preguntó la pelirroja.
—Al otro lado había una fogata demasiado llamativa, pensé que estando sola me iría mejor...No esperaba encontrarme con ustedes.
—Ya no hay tiempo que perder, vámonos de aquí. Buscaremos un sitio para pasar la noche y mañana decidiremos qué hacer. Muévanse, los alcanzo luego.
Eliot miró a la mujer de cabello negro y luego a Katharina, asintió con la cabeza y cogió a la niña para salir de allí.
—Soy Emilia, por cierto.
—Selena. Ya, lárgate. Los contendré un poco.
Incluso estando lejos de vez en cuando se podía oír el grito de una persona, seguido de un disparo. Al parecer algunos heridos comenzaron a convertirse en esas cosas descerebradas, algo que sin duda iba a ocurrió. De momento todo estaba controlado, por suerte no todo el grupo que iba en el barco era un montón de inútiles, había gente capaz de hacer lo necesario para sobrevivir. No obstante, Katharina sabía que la posibilidad de que un infectado escapase era alta; no dudaba de quienes sí podían mantener las cosas controladas, sino de aquellos que no.
—Estás preocupada, ¿verdad?
La bruja se volteó rápidamente a Eliot, quien le daba un buen mordisco al conejo que consiguió cazar.
—Lo único que me preocupa es que el barco se vuelva el nuevo hogar de esas cosas —le respondió inexpresivamente—. Esta tarde se marchó todo un grupo, ¿no es así? Sinceramente me parece una estupidez... ¿Llevarse a tantos y dejar el campamento prácticamente indefenso? Solo contamos con madres lloronas e hijos apestosos.
—Estaremos bien —dijo el carpintero como queriendo convencerse más a él que a Katharina—. ¿Eres marine? Lo digo por esas medallas que cuelgan de tu chaqueta.
La pelirroja miró hacia donde el hombre le indicaba con la mano, encontrándose con dos insignias metálicas y doradas.
—Retirada. Me gusta traerlas conmigo, me recuerdan buenos tiempos —no pudo evitar expresar algo de nostalgia en su voz.
—¡Vaya! Pero si eres muy joven... Bueno, cada uno tiene su propia historia, ¿eh?
De repente se escuchó un disparo. Luego otro. Los gritos vinieron tras el tercer disparo y con ello, en medio de la oscuridad, se podía ver los rápidos pestañeos de las armas tras ser usadas. La bruja llevó su mano a la guadaña y la apretó con fuerza, sintiendo la voluntad de Nyx en ella. Si hubiera estado materializada, le habría dicho que no sintiera miedo, pero ante lo que estaba por ocurrir... Solo un demente no estaría aterrado. Algunas personas comenzaron a descender rápidamente del barco, intentando salvar sus vidas como pudiesen. ¡Eran unos verdaderos idiotas!
Katharina se puso de pie y se mentalizó en la batalla que estaba a punto de librar. Fue entonces que un ruido proveniente de la selva le hizo voltear la mirada, viendo cómo aparecían rápidamente una decena de criaturas. Ahora no solo tenía que lidiar con las del barco, sino que también con las del bosque. Maldición... Tenía que estar pendiente de muchas cosas, no solo de las mordeduras y garras enemigas, sino que también de su fluido viscoso y contagioso.
Cerró los ojos y canalizó energía para crear una llama en su mano, apuntó hacia delante y lanzó la bola de fuego llameante. Varios enemigos cayeron, pero otros supieron esquivarla y protegerse de la explosión. Pronto llegaron en donde estaba la bruja junto a Eliot, quienes se defendieron con sus armas. Por parte del carpintero, hubo cuerpos cortados a la mitad; por parte de la hechicera, cabezas separadas de sus cuerpos. Los movimientos del hombre barbudo eran impresionantes, para su tamaño y corpulencia era bastante ágil y veloz. Después de unos minutos de intensa lucha acabaron con los invasores del bosque, pero los problemas recién habían comenzado.
La cubierta del barco comenzó a incendiarse, y luego le siguieron las velas. Eliot miró con preocupación lo que sus ojos le mostraban. Por otra parte, Katharina sentía ira... ¿Cómo pudieron haber dejado que eso pasara? Nadie quería estar un minuto más en esa maldita isla, pero los demás tripulantes se encargaron de que así fuese. Terminarían muriendo, era obvio. La bruja sabía que proteger a Eliot era su misión, después de todo era el único carpintero que conocía y estaba vivo, no podía permitir que se convirtiese en una de esas cosas devoradoras de carne. ¿Qué opciones había? ¿Huir hacia la selva y esconderse? ¿Pelear y esperar la muerte?
—¿Tienes algo pensado? —Le preguntó Eliot.
—Algunas cosas, pero no te gustarán... Entre nosotros podremos sobrevivir, pero no si nos quedamos en este lugar.
El carpintero se volteó impresionado ante las palabras de la mujer.
—¿Estás diciendo que debemos abandonar a esta gente?
—¿Tienes una mejor idea? —El hombre apretó con rabia el hacha y negó con la cabeza— No es que me guste, pero no tenemos de otra. En algunos minutos los mutantes estarán aquí, debemos decidir rápido.
Si conseguía la ayuda de Eliot, las cosas no se complicarían tanto; el hombre le caía bien y no quería asesinarle para usar su cadáver. Cargar con más gente era un problema... Sobre todo si no sabían defenderse.
De pronto los ojos de la bruja advirtieron la presencia de una mujer que se acercaba a toda velocidad hacia donde estaban ellos, ¿acaso cargaba un cuerpo...? Uno de los mutantes casi la alcanzó, pero la mujer lo redujo a nada usando su metralleta. A medida que se aproximaba hacia donde estaba Katharina, sus rasgos eran revelados. Blanca como la nieve y cabello negro como el carbón, sus ojos azules expresaron sorpresa cuando vieron a la pelirroja y a Eliot en medio de un grupo de cadáveres. De repente el carpintero se lanzó directamente hacia la mujer, cortando por la mitad a una de esas cosas justo antes de que clavara sus garras en la espalda de la superviviente.
—¡Maldición...! —Expresó Katharina— Es momento de irnos, Eliot.
—¡Debe haber sobrevivientes! —respondió él.
La mujer de cabello negro dejó caer lo que cargaba... Una niña de cinco años y cabello dorado como el oro, ¿estaba durmiendo entre medio de gritos y explosiones...? Vaya sueño que tenía.
—No... Te equivocas... No queda nadie —dijo entre jadeos—. Esas cosas se devoraron a casi todos, si hay sobrevivientes, ya están lejos del barco.
—¿Por qué decidiste correr hacia acá y no con los demás? —Le preguntó la pelirroja.
—Al otro lado había una fogata demasiado llamativa, pensé que estando sola me iría mejor...No esperaba encontrarme con ustedes.
—Ya no hay tiempo que perder, vámonos de aquí. Buscaremos un sitio para pasar la noche y mañana decidiremos qué hacer. Muévanse, los alcanzo luego.
Eliot miró a la mujer de cabello negro y luego a Katharina, asintió con la cabeza y cogió a la niña para salir de allí.
—Soy Emilia, por cierto.
—Selena. Ya, lárgate. Los contendré un poco.
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Había encontrado una pieza más del rompecabezas. El pueblo que se extendía delante mío era grande, muy grande. Empecé a explorarlo con mi grupo mientras esperaba que los demás hubieran llegado ya al campamento. Si mis cálculos eran correctos, los carpinteros debían de haber sido capaces de hacer algunos avances tanto en el campamento como en el barco. Si teníamos suerte, podríamos salir de allí en tres días más, incluso puede que dos, pero no quería hacerme ilusiones.
A medida que avanzamos por el poblado nos dimos cuenta de que estaba abandonado. Las cabañas de madera se expandían a lo largo, y a medida que avanzábamos estas iban desapareciendo para dejar a paso a construcciones más resistentes, hechas de piedras y cemento. Era un pueblo bastante extraño, pero también era una oportunidad.
El pueblo tenía numerosos edificios de gran utilidad. Una farmacia, un colegio, un conservatorio, un invernadero, una carpintería, una herrería, una clínica hospitalaria, una prisión y una biblioteca. Además, había gran cantidad de puestos de frutas y verduras, pero olían ya a podrido. También había un gran edificio que parecía una iglesia, pero cuando quisimos entrar en él estaba fuertemente sellado. Quizás contuviera algo útil, pero no valía malgastar esfuerzos para descubrirlo, no ahora.
La noche se nos echaba encima, así que debíamos darnos prisa para terminar de investigar la aldea. Pasé por la farmacia y el hospital, donde recogí medicamentos y material que podría ser necesario. Mientras tanto el resto de compañeros investigaron otras zonas. Arturo, el frutero, fue al invernadero, diciendo que quizás encontrara plantas útiles. Jimmy quería explorar la prisión, y yo no me negué a ello. El resto fueron a los diversos edificios y granjas. Cuando nos encontramos de nuevo después de investigar Jimmy nos explicó que la prisión era un buen sitio para pasar la noche. Resultó que había encontrado las llaves de una celda grande del calabozo donde podíamos dormir y después cerrar para que nada ni nadie entrase y nos pillara desprevenidos.
Todos estuvimos de acuerdo con Jimmy, así que entramos y nos dirigimos al calabozo. Supuse que podía alojar hasta a treinta presos, así que para nosotros siete era más que suficiente. Uno de los hombres había recogido leña para hacer un fuego dentro, y antes de que encendiera la fogata le dije que parase. Aunque había ventilación y no corríamos el riesgo de morir asfixiados ahí dentro, el humo podía delatar nuestra ubicación, y era mejor mantenernos ocultos hasta el amanecer. Afortunadamente habíamos encontrado una gran provisión de latas y envases con comida. Eso junto con el agua que sacamos del río a la tarde, no pasaríamos ni hambre ni sed.
Una vez hubiéramos terminado de comer, nos fuimos a dormir en los camastros de la celda. No eran especialmente cómodos pero era mucho mejor que dormir en el suelo. Antes de tumbarme, comprobé que la puerta estaba cerrada, y me guardé la llave para que nadie me la jugase. Cuando me eché en el catre, mis últimos pensamientos antes de cerrar los ojos definitivamente fueron hacia el campamento y para la misteriosa pelirroja.
A medida que avanzamos por el poblado nos dimos cuenta de que estaba abandonado. Las cabañas de madera se expandían a lo largo, y a medida que avanzábamos estas iban desapareciendo para dejar a paso a construcciones más resistentes, hechas de piedras y cemento. Era un pueblo bastante extraño, pero también era una oportunidad.
El pueblo tenía numerosos edificios de gran utilidad. Una farmacia, un colegio, un conservatorio, un invernadero, una carpintería, una herrería, una clínica hospitalaria, una prisión y una biblioteca. Además, había gran cantidad de puestos de frutas y verduras, pero olían ya a podrido. También había un gran edificio que parecía una iglesia, pero cuando quisimos entrar en él estaba fuertemente sellado. Quizás contuviera algo útil, pero no valía malgastar esfuerzos para descubrirlo, no ahora.
La noche se nos echaba encima, así que debíamos darnos prisa para terminar de investigar la aldea. Pasé por la farmacia y el hospital, donde recogí medicamentos y material que podría ser necesario. Mientras tanto el resto de compañeros investigaron otras zonas. Arturo, el frutero, fue al invernadero, diciendo que quizás encontrara plantas útiles. Jimmy quería explorar la prisión, y yo no me negué a ello. El resto fueron a los diversos edificios y granjas. Cuando nos encontramos de nuevo después de investigar Jimmy nos explicó que la prisión era un buen sitio para pasar la noche. Resultó que había encontrado las llaves de una celda grande del calabozo donde podíamos dormir y después cerrar para que nada ni nadie entrase y nos pillara desprevenidos.
Todos estuvimos de acuerdo con Jimmy, así que entramos y nos dirigimos al calabozo. Supuse que podía alojar hasta a treinta presos, así que para nosotros siete era más que suficiente. Uno de los hombres había recogido leña para hacer un fuego dentro, y antes de que encendiera la fogata le dije que parase. Aunque había ventilación y no corríamos el riesgo de morir asfixiados ahí dentro, el humo podía delatar nuestra ubicación, y era mejor mantenernos ocultos hasta el amanecer. Afortunadamente habíamos encontrado una gran provisión de latas y envases con comida. Eso junto con el agua que sacamos del río a la tarde, no pasaríamos ni hambre ni sed.
Una vez hubiéramos terminado de comer, nos fuimos a dormir en los camastros de la celda. No eran especialmente cómodos pero era mucho mejor que dormir en el suelo. Antes de tumbarme, comprobé que la puerta estaba cerrada, y me guardé la llave para que nadie me la jugase. Cuando me eché en el catre, mis últimos pensamientos antes de cerrar los ojos definitivamente fueron hacia el campamento y para la misteriosa pelirroja.
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No tardó en formar un enorme muro de rocas y arena para impedirle el paso a las criaturas devora hombres. Aprovechó el tiempo en que tardarían en rodearle para correr y alejarse de ellas, encontrarse con su grupo y adentrarse en la selva para pasar la noche. Ciertamente tenía una buena idea, aunque necesitaba a los demás para organizar los turnos de vigilancia. Tras usar su mantra y comprobar la presencia de las tres personas, se dirigió hacia el noroeste. El camino fue sencillo y no hubo ninguna complicación, al parecer los mutantes habían decidido darse un festín con los cadáveres que había repartidos por la playa.
Pasado cuarenta minutos, la pelirroja se reunió con Eliot y la misteriosa pareja. No le hacía ninguna gracia tener que proteger a una niña indefensa, no solo era un problema para la mujer de aspecto militar, sino que para todo el grupo. Les retrasaría y sin duda alguna terminaría metiéndose en problemas. Por otro lado, tenía claro que tanto Eliot como Emilia defenderían a la mocosa. No quería enemistarse con el carpintero, pues él era la pieza fundamental para salir de la isla. No sabía nada de Emilia, así que no podía determinar qué tan importante era para la “misión”.
—Pasaremos la noche en la selva.
A ninguno de los tres, en especial a la mocosa, les hizo gracia tener que dormir en medio de árboles y animales salvajes. A Katharina poco y nada les importaba su opinión, puesto que ya tenía algo pensado.
—El control que tengo sobre la tierra no es tan bueno, pero seguro que me permitirá hacer esto —mencionó y enseguida cerró los ojos, alzó los brazos y una gigantesca torre de roca, hierba y suelo comenzó a emerger. Pasado unos pocos minutos la improvisada edificación alcanzó una altura de ocho metros, suficiente para protegerles de las criaturas. Les serviría para pasar la noche y formar un buen plan.
Una vez dentro de lo que pronto comenzarían a llamar hogar, la militar sacó una olla y rápidamente formó una fogata, improvisando un sujetador para calentar agua. Lo único que Katharina había comido era un trozo de carne de conejo, muy rica por cierto. Luchar constantemente y usar exageradamente la magia le abría el apetito, necesitando recuperar energías cuanto antes. Tras unos veinte minutos, la mujer cocinó un estofado de verduras bastante sabroso. Al menos había pensado bien en coger los alimentos sanos del barco antes de que este fuese tomado por los mutantes.
—En el ejército, solía cocinar para mis compañeros —dijo de repente Emilia con la vista puesta en el relajante fuego—. ¿Quién iba a pensar que terminaría en una isla demencial?
Tal y como sospechó Katharina: la mujer era un soldado. Y uno que cocinaba muy bien.
—Es importante que descubramos lo que pasó aquí —mencionó la pelirroja—, tal vez encontremos algún arma o herramienta que nos permita deshacernos rápidamente de nuestros enemigos. ¿Cómo te llamas? —le preguntó a la niña.
—Alicia —respondió tímidamente.
—Bien, Alicia, esta será una experiencia traumante para ti. Ten las fuerzas para
Pasado cuarenta minutos, la pelirroja se reunió con Eliot y la misteriosa pareja. No le hacía ninguna gracia tener que proteger a una niña indefensa, no solo era un problema para la mujer de aspecto militar, sino que para todo el grupo. Les retrasaría y sin duda alguna terminaría metiéndose en problemas. Por otro lado, tenía claro que tanto Eliot como Emilia defenderían a la mocosa. No quería enemistarse con el carpintero, pues él era la pieza fundamental para salir de la isla. No sabía nada de Emilia, así que no podía determinar qué tan importante era para la “misión”.
—Pasaremos la noche en la selva.
A ninguno de los tres, en especial a la mocosa, les hizo gracia tener que dormir en medio de árboles y animales salvajes. A Katharina poco y nada les importaba su opinión, puesto que ya tenía algo pensado.
—El control que tengo sobre la tierra no es tan bueno, pero seguro que me permitirá hacer esto —mencionó y enseguida cerró los ojos, alzó los brazos y una gigantesca torre de roca, hierba y suelo comenzó a emerger. Pasado unos pocos minutos la improvisada edificación alcanzó una altura de ocho metros, suficiente para protegerles de las criaturas. Les serviría para pasar la noche y formar un buen plan.
Una vez dentro de lo que pronto comenzarían a llamar hogar, la militar sacó una olla y rápidamente formó una fogata, improvisando un sujetador para calentar agua. Lo único que Katharina había comido era un trozo de carne de conejo, muy rica por cierto. Luchar constantemente y usar exageradamente la magia le abría el apetito, necesitando recuperar energías cuanto antes. Tras unos veinte minutos, la mujer cocinó un estofado de verduras bastante sabroso. Al menos había pensado bien en coger los alimentos sanos del barco antes de que este fuese tomado por los mutantes.
—En el ejército, solía cocinar para mis compañeros —dijo de repente Emilia con la vista puesta en el relajante fuego—. ¿Quién iba a pensar que terminaría en una isla demencial?
Tal y como sospechó Katharina: la mujer era un soldado. Y uno que cocinaba muy bien.
—Es importante que descubramos lo que pasó aquí —mencionó la pelirroja—, tal vez encontremos algún arma o herramienta que nos permita deshacernos rápidamente de nuestros enemigos. ¿Cómo te llamas? —le preguntó a la niña.
—Alicia —respondió tímidamente.
—Bien, Alicia, esta será una experiencia traumante para ti. Ten las fuerzas para
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- Rexair, Rexair - escuchaba suavemente. Estaba todo muy tranquilo, salvo por esa voz. Resultaba problemático escucharla todo el rato, pero también lo era el atender a las palabras. Y pensar en ello me impedía concentrarme en mi tranquilidad.
- ¡REXAIR, DESPIERTA!
Abrí los ojos. Me desperté de mal humor. Era consciente de los sucesos del día anterior, pero no por ello pensaba dejar de dormir mis 12 horas. Cuando me despejé un poco me percaté de mi alrededor. Era Arturo, quien mientras hacía un intenso esfuerzo porque me levantara, miraba nervioso a todas las direcciones. Dentro de la celda, el resto de compañeros estaban muy cerca de los barrotes, ejecutando movimientos bruscos contra estos. Pero en realidad, no era contra las rejas de metal, sino contra algo que había más allá.
- ¡Maldición! - pensé para mis adentros. Los mutantes se habían colado dentro de la prisión, y habían muchos de ellos. Me resultaba extraño que cualquiera de ellos hubiera llegado por accidente, y mucho más un gran grupo como el que estaba acosándonos. Acto seguido empecé a hacer suposiciones. Lo más probable es que tuvieran algún sentido como el olfato superdesarrollado, y por ello nos hubieran encontrado, porque la otra idea era que alguien los hubiese atraído hasta nosotros, pero era más difícil de creer.
Lo que sí resultaba seguro era que estábamos atrapados. Si habríamos la puerta entrarían en tropel. Nos llevaríamos a algunos por delante, pero no serían suficientes. La mejor opción sería quedarnos dentro de la celda, esperando a que se fueran. ¿Pero y si no iban? Era cierto que habíamos conseguido suministros para sobrevivir durante un largo tiempo, pero ese también era un problema. Si tardábamos mucho, el barco estaría arreglado y probablemente el resto de pasajeros huyeran de la isla, siendo posible que eso ya hubiese ocurrido a pesar del estado del barco.
Mientras mis compañeros intentaban desesperadamente alejar y debilitar a nuestros agresores, yo buscaba alguna forma de salir de allí. Observando todo el lugar me fijé en una rendija por la que se asomaba un rayo de luz. Estudié ese pequeño hueco. Era imposible para una persona el colarse entre los barrotes de las rendijas, pero esa no era mi intención. Pretendía analizar el grosor del muro, que para mi agrado no era mucho. El muro estaba hecho de piedra basta sin mortero, suficiente para contener a personas corrientes, pero yo no lo era. Así que decidí usar mi fruta. No me agradaba mucho la idea, pero era la única opción si quería sobrevivir.
- Compañeros, recoged las cosas y preparaos. Vamos a salir - nada más decirlo me miraron como a un loco. Me esperaba esa reacción, así que les ignoré y empecé a coger todo lo que había traído. Estuve dudando en si llevarme o no la llave de la celda. Dudaba de su utilidad una vez llevara a cabo mi plan, pero la guardé de todas formas.
- Alejaos de esa pared - ordené a la vez que señalaba el muro que se encontraba debajo de la rendija. En un instante mi cuerpo se transformó en la bestia escamada que albergaba en mi interior y moviéndome contra la pared impacté contra esta con un placaje. Los escombros se desperdigaron por toda la zona y una nube de polvo se levantó en la zona del choque. Aprovechando que quedé cubierto por la polvareda volví a mi forma original y salí de la celda.
La mirada de todos se posó sobre mi, sorprendidos. Hubiese preferido que nadie me hubiera visto convertido, y tendría una pequeña charla con mis compañeros, solo para asegurarme que a ninguno se le escapara nada sobre lo que acababan de ver. Pero antes que nada sería mejor volver e informar a todos de nuestro descubrimiento. Así podría comprobar el estado del barco y preparar otro grupo para investigar más a fondo. Aunque primero había que irse de ahí. Podrían haber más mutantes.
- Chicos, ¿a quién le hace una carrera hasta el campamento? - dije y empecé a correr a suficiente velocidad para que me siguieran todos.
- ¡REXAIR, DESPIERTA!
Abrí los ojos. Me desperté de mal humor. Era consciente de los sucesos del día anterior, pero no por ello pensaba dejar de dormir mis 12 horas. Cuando me despejé un poco me percaté de mi alrededor. Era Arturo, quien mientras hacía un intenso esfuerzo porque me levantara, miraba nervioso a todas las direcciones. Dentro de la celda, el resto de compañeros estaban muy cerca de los barrotes, ejecutando movimientos bruscos contra estos. Pero en realidad, no era contra las rejas de metal, sino contra algo que había más allá.
- ¡Maldición! - pensé para mis adentros. Los mutantes se habían colado dentro de la prisión, y habían muchos de ellos. Me resultaba extraño que cualquiera de ellos hubiera llegado por accidente, y mucho más un gran grupo como el que estaba acosándonos. Acto seguido empecé a hacer suposiciones. Lo más probable es que tuvieran algún sentido como el olfato superdesarrollado, y por ello nos hubieran encontrado, porque la otra idea era que alguien los hubiese atraído hasta nosotros, pero era más difícil de creer.
Lo que sí resultaba seguro era que estábamos atrapados. Si habríamos la puerta entrarían en tropel. Nos llevaríamos a algunos por delante, pero no serían suficientes. La mejor opción sería quedarnos dentro de la celda, esperando a que se fueran. ¿Pero y si no iban? Era cierto que habíamos conseguido suministros para sobrevivir durante un largo tiempo, pero ese también era un problema. Si tardábamos mucho, el barco estaría arreglado y probablemente el resto de pasajeros huyeran de la isla, siendo posible que eso ya hubiese ocurrido a pesar del estado del barco.
Mientras mis compañeros intentaban desesperadamente alejar y debilitar a nuestros agresores, yo buscaba alguna forma de salir de allí. Observando todo el lugar me fijé en una rendija por la que se asomaba un rayo de luz. Estudié ese pequeño hueco. Era imposible para una persona el colarse entre los barrotes de las rendijas, pero esa no era mi intención. Pretendía analizar el grosor del muro, que para mi agrado no era mucho. El muro estaba hecho de piedra basta sin mortero, suficiente para contener a personas corrientes, pero yo no lo era. Así que decidí usar mi fruta. No me agradaba mucho la idea, pero era la única opción si quería sobrevivir.
- Compañeros, recoged las cosas y preparaos. Vamos a salir - nada más decirlo me miraron como a un loco. Me esperaba esa reacción, así que les ignoré y empecé a coger todo lo que había traído. Estuve dudando en si llevarme o no la llave de la celda. Dudaba de su utilidad una vez llevara a cabo mi plan, pero la guardé de todas formas.
- Alejaos de esa pared - ordené a la vez que señalaba el muro que se encontraba debajo de la rendija. En un instante mi cuerpo se transformó en la bestia escamada que albergaba en mi interior y moviéndome contra la pared impacté contra esta con un placaje. Los escombros se desperdigaron por toda la zona y una nube de polvo se levantó en la zona del choque. Aprovechando que quedé cubierto por la polvareda volví a mi forma original y salí de la celda.
La mirada de todos se posó sobre mi, sorprendidos. Hubiese preferido que nadie me hubiera visto convertido, y tendría una pequeña charla con mis compañeros, solo para asegurarme que a ninguno se le escapara nada sobre lo que acababan de ver. Pero antes que nada sería mejor volver e informar a todos de nuestro descubrimiento. Así podría comprobar el estado del barco y preparar otro grupo para investigar más a fondo. Aunque primero había que irse de ahí. Podrían haber más mutantes.
- Chicos, ¿a quién le hace una carrera hasta el campamento? - dije y empecé a correr a suficiente velocidad para que me siguieran todos.
Katharina von Steinhell
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Finalmente amaneció, los primeros rayos de sol ingresaron por la boca superior de la enorme torre de roca, suelo y raíces, despertando a la bruja. Había descansado lo suficiente como para recomponer energías, las cuales usaría, pues le esperaba un largo día. Dejó que sus compañeros durmieran un rato más, mientras ella recordaba una de sus tantas aventuras que tuvo. “Quién lo diría, ¿eh? Ahora yo soy la persona que deja dormir un rato más a los demás... Me vieras, John, ¿qué pensarías de mí?”, se dijo a sí misma, recordando al hombre que le salvó la vida y luchó contra el dragón. Ese cazador significó mucho en la vida de Katharina... Esperaba volver a verlo.
Quiso cocinar, pero sus habilidades culinarias no habían mejorado, por lo que tuvo que esperar a la militar para desayunar. La pelinegra bostezó profundamente y estiró los brazos, saludó a los demás y se puso a hacer una fogata, aunque realmente no era necesario. Solo bastó un chasquido de dedos de la pelirroja para que surgiera fuego. Calentaron agua y pusieron unas cuantas verduras a cocer, además de trozos de carne que sobraron de la noche anterior. Todos comieron en silencio, intercambiándose miradas nerviosas de vez en cuando, hasta que Eliot decidió hablar.
—Creo que deberíamos volver al barco —mencionó serenamente—. Tengo la esperanza de que alguien haya quedado con vida.
La pelirroja pensó que ya habían tenido esa conversación... Eliot era una buena persona, pero no pensaba con la cabeza, sino que con el corazón. Y su bondad terminaría pasándole la cuenta. Posiblemente la playa estaba congestionada de mutantes, esperando a que un incauto apareciera. No había ninguna razón contundente para que Katharina decidiera dar la vuelta y ver si alguien seguía con vida.
—Eliot, entiendo lo que dices... Yo también quiero que haya gente con vida, pero si nos llevas hasta la playa, lo más probable es que muramos —le dijo la bruja, completamente calmada—. Ahora tenemos que cuidar de Alicia, ella no parece ser lo suficientemente fuerte como para defenderse sola.
El debate se extendió durante media hora, y al final fue la niña quien tomó la decisión. El sentimentalismo terminó ganándole a la lógica y, como Katharina no podía perder a Eliot, tuvo que acompañarles. No tenía ninguna intención de volver a la playa, pero el carpintero lo haría. La pelirroja suspiró y se rascó la cabeza, comprendiendo por qué los héroes siempre morían. ¿Qué esperaban encontrar en el barco? ¿De verdad habría sobrevivientes? Ya no quedaba de otra, pues la decisión ya estaba tomada.
El grupo caminó en silencio hasta llegar a la playa, escuchando el constante movimiento de las olas y sintiendo la brisa marina golpear sus rostros. Todo lucía extremadamente tranquilo... Katharina activó inmediatamente su mantra y empuñó su arma, no quería sorpresas. Avanzaron hasta llegar al campamento montado la noche anterior, y afortunadamente no se encontraron con ningún mutante, aunque sí con cadáveres. La bruja registró los muertos, pero no encontró muchas cosas interesantes. Un bolígrafo, algo de dinero y varias carteras, fotografías de personas y cartas. Decidió quedarse con los berries y el boli, quizás lo usaría en el futuro. Continuaron caminando cuidadosamente hasta llegar al barco. La embarcación lucía lamentable... La madera estaba casi completamente quemada, ya no existían las velas y el olor a muerte impregnaba el ambiente.
—¿En serio creen que en este lugar haya algún sobreviviente? —Les dijo Katharina— Si tanto quieren saber, ustedes quédense aquí. Veré con qué me encuentro en la embarcación.
Los pies de la bruja se despegaron del suelo y su cuerpo comenzó a flotar, todo aquello gracias al control del viento que su magia le daba. Pisó la cubierta de la embarcación y sintió el rechinar de la madera, la cual estaba completamente debilitada. Había muertos por todos lados... Cadáveres de niños y hombres estaban frente a los ojos de Katharina. Estaba acostumbrada a ver muertos, pero aun así esa situación era traumante. No podía permitir que Alicia viera algo así, aunque ¿por qué diablos se preocupaba por ella? No era más que un estorbo en el grupo, y ni siquiera tenía las habilidades suficientes para sobrevivir.
Bajó a la cabina y, de repente, escuchó un ruido, como si algo se estuviese moviendo entre cajas. “Qué extraño, ¿por qué no siento ninguna presencia...?”, se preguntó a sí misma, después de todo estaba usando haki. Investigó el lugar y lo único que encontró fueron monedas calcinadas y hojas con los bordes quemados, nada interesante. De pronto, una fugaz imagen llegó a su imagen, dándole tiempo para colocar su guadaña y defenderse del puñal que se aproximaba a toda velocidad hacia su espalda. El filo del arma de Katharina detuvo en seco la daga enemiga, produciendo un metálico sonido. La pelirroja se volteó rápidamente, encontrándose con un hombre de ojos grises y barba mal cuidada.
—¿Quién eres? —Le preguntó, furiosa.
El asesino retrocedió e intentó huir, pero la fuerza telequinésica de Katharina impidió su escape tras cerrar las puertas de la cabina. Podía usar las ventanas, pero el resultado sería el mismo. El hombre frunció el ceño y se acomodó la bufanda que protegía su cuello.
—Lo mismo pregunto... ¡¿Quién diablos eres tú?! Se supone que aquí no debe haber nadie... ¡Nadie!
—Aquí yo hago las preguntas, no tú. Si quieres continuar con vida, te sugiero que respondas y no hagas nada estúpido.
—Me llamo Max, y llevo cinco años en esta maldita isla.
Quiso cocinar, pero sus habilidades culinarias no habían mejorado, por lo que tuvo que esperar a la militar para desayunar. La pelinegra bostezó profundamente y estiró los brazos, saludó a los demás y se puso a hacer una fogata, aunque realmente no era necesario. Solo bastó un chasquido de dedos de la pelirroja para que surgiera fuego. Calentaron agua y pusieron unas cuantas verduras a cocer, además de trozos de carne que sobraron de la noche anterior. Todos comieron en silencio, intercambiándose miradas nerviosas de vez en cuando, hasta que Eliot decidió hablar.
—Creo que deberíamos volver al barco —mencionó serenamente—. Tengo la esperanza de que alguien haya quedado con vida.
La pelirroja pensó que ya habían tenido esa conversación... Eliot era una buena persona, pero no pensaba con la cabeza, sino que con el corazón. Y su bondad terminaría pasándole la cuenta. Posiblemente la playa estaba congestionada de mutantes, esperando a que un incauto apareciera. No había ninguna razón contundente para que Katharina decidiera dar la vuelta y ver si alguien seguía con vida.
—Eliot, entiendo lo que dices... Yo también quiero que haya gente con vida, pero si nos llevas hasta la playa, lo más probable es que muramos —le dijo la bruja, completamente calmada—. Ahora tenemos que cuidar de Alicia, ella no parece ser lo suficientemente fuerte como para defenderse sola.
El debate se extendió durante media hora, y al final fue la niña quien tomó la decisión. El sentimentalismo terminó ganándole a la lógica y, como Katharina no podía perder a Eliot, tuvo que acompañarles. No tenía ninguna intención de volver a la playa, pero el carpintero lo haría. La pelirroja suspiró y se rascó la cabeza, comprendiendo por qué los héroes siempre morían. ¿Qué esperaban encontrar en el barco? ¿De verdad habría sobrevivientes? Ya no quedaba de otra, pues la decisión ya estaba tomada.
El grupo caminó en silencio hasta llegar a la playa, escuchando el constante movimiento de las olas y sintiendo la brisa marina golpear sus rostros. Todo lucía extremadamente tranquilo... Katharina activó inmediatamente su mantra y empuñó su arma, no quería sorpresas. Avanzaron hasta llegar al campamento montado la noche anterior, y afortunadamente no se encontraron con ningún mutante, aunque sí con cadáveres. La bruja registró los muertos, pero no encontró muchas cosas interesantes. Un bolígrafo, algo de dinero y varias carteras, fotografías de personas y cartas. Decidió quedarse con los berries y el boli, quizás lo usaría en el futuro. Continuaron caminando cuidadosamente hasta llegar al barco. La embarcación lucía lamentable... La madera estaba casi completamente quemada, ya no existían las velas y el olor a muerte impregnaba el ambiente.
—¿En serio creen que en este lugar haya algún sobreviviente? —Les dijo Katharina— Si tanto quieren saber, ustedes quédense aquí. Veré con qué me encuentro en la embarcación.
Los pies de la bruja se despegaron del suelo y su cuerpo comenzó a flotar, todo aquello gracias al control del viento que su magia le daba. Pisó la cubierta de la embarcación y sintió el rechinar de la madera, la cual estaba completamente debilitada. Había muertos por todos lados... Cadáveres de niños y hombres estaban frente a los ojos de Katharina. Estaba acostumbrada a ver muertos, pero aun así esa situación era traumante. No podía permitir que Alicia viera algo así, aunque ¿por qué diablos se preocupaba por ella? No era más que un estorbo en el grupo, y ni siquiera tenía las habilidades suficientes para sobrevivir.
Bajó a la cabina y, de repente, escuchó un ruido, como si algo se estuviese moviendo entre cajas. “Qué extraño, ¿por qué no siento ninguna presencia...?”, se preguntó a sí misma, después de todo estaba usando haki. Investigó el lugar y lo único que encontró fueron monedas calcinadas y hojas con los bordes quemados, nada interesante. De pronto, una fugaz imagen llegó a su imagen, dándole tiempo para colocar su guadaña y defenderse del puñal que se aproximaba a toda velocidad hacia su espalda. El filo del arma de Katharina detuvo en seco la daga enemiga, produciendo un metálico sonido. La pelirroja se volteó rápidamente, encontrándose con un hombre de ojos grises y barba mal cuidada.
—¿Quién eres? —Le preguntó, furiosa.
El asesino retrocedió e intentó huir, pero la fuerza telequinésica de Katharina impidió su escape tras cerrar las puertas de la cabina. Podía usar las ventanas, pero el resultado sería el mismo. El hombre frunció el ceño y se acomodó la bufanda que protegía su cuello.
—Lo mismo pregunto... ¡¿Quién diablos eres tú?! Se supone que aquí no debe haber nadie... ¡Nadie!
—Aquí yo hago las preguntas, no tú. Si quieres continuar con vida, te sugiero que respondas y no hagas nada estúpido.
—Me llamo Max, y llevo cinco años en esta maldita isla.
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Corriendo por el bosque tropical, sin pausa y con prisa. Habíamos perdido un tiempo valioso al pasar la noche en el pueblo. Aunque era mejor eso que arriesgarnos a un ataque nocturno de las criaturas, no nos quedaba otro remedio más que dirigirnos de nuevo al campamento para comprobar que todo estaba en orden, además de llevar los suministros que habíamos encontrado y también informar sobre el poblado abandonado que nos encontramos.
Lo del poblado era lo más preocupante. Por lo que había podido observar desde el naufragio, nos enfrentábamos a un gran peligro. Concluí que los habitantes del poblado abandonado eran las criaturas (a las que de ahora en adelante pasaría a llamar "Podridos") que no paraban de atacarnos, puesto que el pueblo estaba vacío y los podridos que todavía conservaban sus ropas vestían como personas normales. También concluí que su estado era contagioso, por lo que ya había observado en el primer encuentro con los podridos, por lo que debía conseguir medidas de seguridad extras para todos. Pero la mayor preocupación surgía de estas dudas, ¿qué podría haber ocurrido para que los habitantes de ese pueblo y probablemente de toda la isla se hubieran transformado en bestias sin razonamiento? Esta situación constituía una gran amenaza, no solo para mi y mis compañeros del barco, sino para el mundo entero, ya que bastaba que uno solo de ellos consiguiera llegar a otra isla y se expandiera una pandemia global. No podía permitir eso, por lo que decidí que debíamos salir de la isla e informar al Gobierno Mundial de esta situación lo antes posible.
Pero aunque quisiera, no era tan sencillo. Seguía inmerso en la jungla, con compañeros exhaustos de tanto correr. Aún nos faltaba medio camino y ya empezaban a reflejar síntomas de cansancio fatiga y extenuación. Me di cuenta de que si quería que sobrevivieran todos, era necesario que guardaran fuerzas, dado que no sabíamos si nos atacarían de nuevo otro grupo de podridos. Cuando vi que estábamos pasando al lado del río del día anterior, lo tuve claro, era el mejor sitio en las proximidades en el que podíamos detenernos, así que me detuve y le dije a mis compañeros:
- Deteneos - dije mientras levantaba una mano de forma que expresaba lo mismo que había dicho - vamos a descansar 5 minutos. Aprovechad para llenar de nuevo las cantimploras con agua y relajaos un poco. Yo estaré atento por si hay podridos cerca.
A esto todos asintieron, felices de detenernos momentáneamente. Yo por mi parte me senté en una roca, mientras me concentraba en agudizar mi oído y mi olfato. Si se acercaban las criaturas, lo detectaría rápidamente y no nos pillarían por sorpresa. Pero quien se acercó fue Arturo, el frutero.
- Rexair, ahora que estamos descansando, quería enseñarte unas cosas que encontré ayer en el invernadero. Hemos estado juntos poco tiempo, pero me he percatado de que eres alguien inteligente y seguro que sabes apreciar esto -rebusca dentro de su mochila y saca varias bolsitas de cuero -. Aquí tengo un poco de "hippomane mancinella", si se quema y se respira su humo, provoca tos y mareos, muy útil para hacer bombas de humo. Después encontré "cannabis sativa", que es un psicotrópico, pero hace tiempo aprendí a crear un gas con esta planta que produce mareos en las personas, además...
Un sonido extraño me hizo desatender de la conversación. Giré mi cabeza hacia la maleza y observé cómo unas plantas se movían. Me estaba preparando para lo peor cuando apareció de entre la flora un pájaro, que empezó a volar.
- Bueno, creo que ya hemos descansado suficiente - comuniqué al grupo-. Debemos llegar al campamento todos juntos e informar de nuestro descubrimiento para organizarnos y formar un estrategia. Adelante - y me puse en marcha cuando todos se habían preparado para continuar la travesía -.
El resto del trayecto fue sencillo. El camino ya nos lo conocíamos y estábamos impacientes por llegar con los demás. Mientras volvíamos, mis pensamientos eran destinados a lo que estuvo contando Arturo. Sin duda esas plantas podrían tener usos útiles, y mi parte científica y curiosa deseaba investigar y experimentar con esas sustancias, pero siempre con cautela, ya que los psicotrópicos pueden resultar peligrosos.
Pasaron unas horas y llegamos al fin a la playa. Todos queríamos descansar e ir a comer algo, peo nuestra sorpresa cuando vimos el panorama nos quitó el apetito a todos. No me lo podía creer, el campamento estaba arrasado, muchos compañeros muertos y a lo lejos se podía observar el barco ennegrecido y sin velas ni mástiles. ¿Acaso algo podía ir peor?
- No puede ser, no puede ser... - empecé a golpear con mis puños la corteza de un árbol cercano -. ¿Por qué tenía que pasarnos esto? ¿Podremos salir de la isla? - ahora todo se veía oscuro. Si también habían muerto los carpinteros, reconstruir el barco resultaría en una gran hazaña, y tardaríamos una eternidad. Habíamos sido condenados a sobrevivir en esa isla.
El resto del grupo parecía pensar igual. Ninguno podía creerse lo que estaba ante nuestros ojos, y al ver la cara de mis compañeros, supe que no podía dejarme llevar por la ira y la frustración en este momento. Podrían haber supervivientes, y si no, había más opciones, como buscar un Den Den Mushi para contactar con el gobierno mundial para que vinieran a buscarnos. Debíamos mantener la calma y albergar un poco de esperanza si queríamos salir de esta.
- Jimmy, mírame - me miró con una cara que expresaba muchos sentimientos -. Quiero que rastrees el lugar a ver si alguien logró escapar. Eres el más indicado para hacerlo, te necesitamos - esperaba que con esas palabras de ánimo pudiera hacer su labor y con suerte encontrar huellas o algún rastro. Asintió y se puso manos a la obra.
- Ahora, para el resto, no es el momento de ponernos a lloriquear. Tenemos que ser fuertes y buscar la forma de sobrevivir. Todavía tenemos opciones, y hasta que no agotemos todas y cada una de ellas no nos rendiremos.
Ahora más que nunca era necesario que trabajáramos unidos, como una piña, para poder superar el desafío de esta isla. Mientras tanto, Jimmy volvió diciendo:
- He encontrado dos rastros.
Lo del poblado era lo más preocupante. Por lo que había podido observar desde el naufragio, nos enfrentábamos a un gran peligro. Concluí que los habitantes del poblado abandonado eran las criaturas (a las que de ahora en adelante pasaría a llamar "Podridos") que no paraban de atacarnos, puesto que el pueblo estaba vacío y los podridos que todavía conservaban sus ropas vestían como personas normales. También concluí que su estado era contagioso, por lo que ya había observado en el primer encuentro con los podridos, por lo que debía conseguir medidas de seguridad extras para todos. Pero la mayor preocupación surgía de estas dudas, ¿qué podría haber ocurrido para que los habitantes de ese pueblo y probablemente de toda la isla se hubieran transformado en bestias sin razonamiento? Esta situación constituía una gran amenaza, no solo para mi y mis compañeros del barco, sino para el mundo entero, ya que bastaba que uno solo de ellos consiguiera llegar a otra isla y se expandiera una pandemia global. No podía permitir eso, por lo que decidí que debíamos salir de la isla e informar al Gobierno Mundial de esta situación lo antes posible.
Pero aunque quisiera, no era tan sencillo. Seguía inmerso en la jungla, con compañeros exhaustos de tanto correr. Aún nos faltaba medio camino y ya empezaban a reflejar síntomas de cansancio fatiga y extenuación. Me di cuenta de que si quería que sobrevivieran todos, era necesario que guardaran fuerzas, dado que no sabíamos si nos atacarían de nuevo otro grupo de podridos. Cuando vi que estábamos pasando al lado del río del día anterior, lo tuve claro, era el mejor sitio en las proximidades en el que podíamos detenernos, así que me detuve y le dije a mis compañeros:
- Deteneos - dije mientras levantaba una mano de forma que expresaba lo mismo que había dicho - vamos a descansar 5 minutos. Aprovechad para llenar de nuevo las cantimploras con agua y relajaos un poco. Yo estaré atento por si hay podridos cerca.
A esto todos asintieron, felices de detenernos momentáneamente. Yo por mi parte me senté en una roca, mientras me concentraba en agudizar mi oído y mi olfato. Si se acercaban las criaturas, lo detectaría rápidamente y no nos pillarían por sorpresa. Pero quien se acercó fue Arturo, el frutero.
- Rexair, ahora que estamos descansando, quería enseñarte unas cosas que encontré ayer en el invernadero. Hemos estado juntos poco tiempo, pero me he percatado de que eres alguien inteligente y seguro que sabes apreciar esto -rebusca dentro de su mochila y saca varias bolsitas de cuero -. Aquí tengo un poco de "hippomane mancinella", si se quema y se respira su humo, provoca tos y mareos, muy útil para hacer bombas de humo. Después encontré "cannabis sativa", que es un psicotrópico, pero hace tiempo aprendí a crear un gas con esta planta que produce mareos en las personas, además...
Un sonido extraño me hizo desatender de la conversación. Giré mi cabeza hacia la maleza y observé cómo unas plantas se movían. Me estaba preparando para lo peor cuando apareció de entre la flora un pájaro, que empezó a volar.
- Bueno, creo que ya hemos descansado suficiente - comuniqué al grupo-. Debemos llegar al campamento todos juntos e informar de nuestro descubrimiento para organizarnos y formar un estrategia. Adelante - y me puse en marcha cuando todos se habían preparado para continuar la travesía -.
El resto del trayecto fue sencillo. El camino ya nos lo conocíamos y estábamos impacientes por llegar con los demás. Mientras volvíamos, mis pensamientos eran destinados a lo que estuvo contando Arturo. Sin duda esas plantas podrían tener usos útiles, y mi parte científica y curiosa deseaba investigar y experimentar con esas sustancias, pero siempre con cautela, ya que los psicotrópicos pueden resultar peligrosos.
Pasaron unas horas y llegamos al fin a la playa. Todos queríamos descansar e ir a comer algo, peo nuestra sorpresa cuando vimos el panorama nos quitó el apetito a todos. No me lo podía creer, el campamento estaba arrasado, muchos compañeros muertos y a lo lejos se podía observar el barco ennegrecido y sin velas ni mástiles. ¿Acaso algo podía ir peor?
- No puede ser, no puede ser... - empecé a golpear con mis puños la corteza de un árbol cercano -. ¿Por qué tenía que pasarnos esto? ¿Podremos salir de la isla? - ahora todo se veía oscuro. Si también habían muerto los carpinteros, reconstruir el barco resultaría en una gran hazaña, y tardaríamos una eternidad. Habíamos sido condenados a sobrevivir en esa isla.
El resto del grupo parecía pensar igual. Ninguno podía creerse lo que estaba ante nuestros ojos, y al ver la cara de mis compañeros, supe que no podía dejarme llevar por la ira y la frustración en este momento. Podrían haber supervivientes, y si no, había más opciones, como buscar un Den Den Mushi para contactar con el gobierno mundial para que vinieran a buscarnos. Debíamos mantener la calma y albergar un poco de esperanza si queríamos salir de esta.
- Jimmy, mírame - me miró con una cara que expresaba muchos sentimientos -. Quiero que rastrees el lugar a ver si alguien logró escapar. Eres el más indicado para hacerlo, te necesitamos - esperaba que con esas palabras de ánimo pudiera hacer su labor y con suerte encontrar huellas o algún rastro. Asintió y se puso manos a la obra.
- Ahora, para el resto, no es el momento de ponernos a lloriquear. Tenemos que ser fuertes y buscar la forma de sobrevivir. Todavía tenemos opciones, y hasta que no agotemos todas y cada una de ellas no nos rendiremos.
Ahora más que nunca era necesario que trabajáramos unidos, como una piña, para poder superar el desafío de esta isla. Mientras tanto, Jimmy volvió diciendo:
- He encontrado dos rastros.
Katharina von Steinhell
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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El hombre estaba temblando de miedo y sus ojos se movían desesperadamente, como queriendo encontrar una salida. Vestía el uniforme de un marine, aunque no podía distinguir el rango debido a que su capa estaba demasiado maltrecha y las letras habían sido reemplazadas por una gruesa capa de polvo. Seguramente había enloquecido por estar tanto tiempo en una isla demencial como esa, pero quizás, sabía lo que había ocurrido y por eso ese hombre era tan importante.
La bruja le pidió que se tranquilizara y fueran a la playa, pero el naufragante rechazó la propuesta de Katharina, diciéndole una y otra vez que ellos estaban por todos lados. ¿Acaso se refería a las extrañas mutaciones que mató anteriormente...? Si era así, no tendría que preocuparse, puesto que eran demasiado débiles y bastaba con un par de conjuros para derrotarles.
—¡Tú...! ¡Tú no entiendes nada! —Le gritó— Ellos son los líderes de este infierno... No son como los demás, ellos viven cazando personas para devorar sus corazones y aumentar su poder... Yo... Yo debí apagar mi presencia para no ser encontrado... ¡Pero por tu culpa me encontrarán!
La pelirroja no entendía nada de lo que Max decía, ¿quiénes eran ellos? ¿Acaso se trataban de mutaciones diferentes? Recordó algunas historias y leyendas que decían que si una criatura se comía el corazón de un humano, su poder aumentaría considerablemente. Siempre creyó que no era más que fantasía, pero ¿podía tener algo de cierto...? No le importaba averiguarlo, no quería perder su corazón en un encuentro con esas posibles bestias. En todo caso, si Max llevaba tanto tiempo allí, de seguro que sabía lo que había ocurrido.
—¿Tú sabes lo que pasó en esta isla?
Max se rascó endemoniadamente el cuello, como si tuviera alergia o algo, pero la verdad es que lucía bien...
—Yo... Sí... Yo debí haber... Sí, debí haber protegido el laboratorio... ¡Debí haber contenido la maldita pandemia...! Pero hui, fui cobarde, ¿qué podía hacer un maldito debilucho como yo? Todos confiábamos en los científicos —dijo mientras se seguía rascando el cuello, pero ahora con más suavidad. “Estamos tomando las medidas de precaución necesarias para que este experimento no se salga de control”, decían una y otra vez... ¡Pero mintieron! ¡Nos mintieron...! Dios se encargó de castigarnos por intentar crear armas biológicas...
Los ojos de la bruja se expandieron de par en par... Al final todo terminó siendo un resultado del Gobierno Mundial, ¿no? Los científicos... La Marina... Seguramente estaban buscando crear algo que les permitiese acabar con la piratería de una vez por todas, pero pagaron un precio demasiado elevado y el mundo se olvidó de esa maldita isla de muerte. Seguramente en el laboratorio había información sobre el arma biológica que estaban buscando crear, y la pelirroja tenía toda la intención de llegar hasta allí y coger cualquier documento que pusiera en jaque mate al Gobierno Mundial.
—¿Y quiénes son ellos...?
El hombre le miró con terror y sus pupilas se dilataron endemoniadamente, como si hubiese visto su peor pesadilla.
—Son los primeros —le dijo—. Los científicos consiguieron crear algunos Némesis... Más rápidos y ágiles que un humano, más fuertes y resistentes que un gigante... ¡¡Más salvajes que una bestia hambrienta...!! Los doctores consiguieron crear a tres Némesis, armas programadas y sin voluntad para que se encargaran de los criminales —le explicó—. Pero todo salió mal... Uno de ellos consiguió escapar y, de repente, todo se fue a la mierda... ¡Absolutamente todo! ¡TODO! Liberó el virus y mató a los científicos para luego devorar su corazones... ¡Yo lo vi! ¡Te juro que yo lo vi!
El mantra de Katharina le advirtió de varias presencias que se acercaban al barco, por lo que decidió postergar la conversación y corroborar que su equipo de trabajo estuviese bien. Tenía que proteger tanto a Eliot como a Max, pues eran las piezas fundamentales; uno de ellos era el carpintero que repararía el barco, y el otro era el cobarde que tenía toda la información acerca de lo sucedido. Si había documentos y experimentos en el laboratorio, debía conseguirlos. En todo caso, si era verdad lo que Max decía de los Némesis, la misión sería jodidamente difícil.
—Así que consiguieron sobrevivir, ¿eh? —Les dijo Katharina cuando se encontró con el grupo que se marchó el día anterior.
La bruja le pidió que se tranquilizara y fueran a la playa, pero el naufragante rechazó la propuesta de Katharina, diciéndole una y otra vez que ellos estaban por todos lados. ¿Acaso se refería a las extrañas mutaciones que mató anteriormente...? Si era así, no tendría que preocuparse, puesto que eran demasiado débiles y bastaba con un par de conjuros para derrotarles.
—¡Tú...! ¡Tú no entiendes nada! —Le gritó— Ellos son los líderes de este infierno... No son como los demás, ellos viven cazando personas para devorar sus corazones y aumentar su poder... Yo... Yo debí apagar mi presencia para no ser encontrado... ¡Pero por tu culpa me encontrarán!
La pelirroja no entendía nada de lo que Max decía, ¿quiénes eran ellos? ¿Acaso se trataban de mutaciones diferentes? Recordó algunas historias y leyendas que decían que si una criatura se comía el corazón de un humano, su poder aumentaría considerablemente. Siempre creyó que no era más que fantasía, pero ¿podía tener algo de cierto...? No le importaba averiguarlo, no quería perder su corazón en un encuentro con esas posibles bestias. En todo caso, si Max llevaba tanto tiempo allí, de seguro que sabía lo que había ocurrido.
—¿Tú sabes lo que pasó en esta isla?
Max se rascó endemoniadamente el cuello, como si tuviera alergia o algo, pero la verdad es que lucía bien...
—Yo... Sí... Yo debí haber... Sí, debí haber protegido el laboratorio... ¡Debí haber contenido la maldita pandemia...! Pero hui, fui cobarde, ¿qué podía hacer un maldito debilucho como yo? Todos confiábamos en los científicos —dijo mientras se seguía rascando el cuello, pero ahora con más suavidad. “Estamos tomando las medidas de precaución necesarias para que este experimento no se salga de control”, decían una y otra vez... ¡Pero mintieron! ¡Nos mintieron...! Dios se encargó de castigarnos por intentar crear armas biológicas...
Los ojos de la bruja se expandieron de par en par... Al final todo terminó siendo un resultado del Gobierno Mundial, ¿no? Los científicos... La Marina... Seguramente estaban buscando crear algo que les permitiese acabar con la piratería de una vez por todas, pero pagaron un precio demasiado elevado y el mundo se olvidó de esa maldita isla de muerte. Seguramente en el laboratorio había información sobre el arma biológica que estaban buscando crear, y la pelirroja tenía toda la intención de llegar hasta allí y coger cualquier documento que pusiera en jaque mate al Gobierno Mundial.
—¿Y quiénes son ellos...?
El hombre le miró con terror y sus pupilas se dilataron endemoniadamente, como si hubiese visto su peor pesadilla.
—Son los primeros —le dijo—. Los científicos consiguieron crear algunos Némesis... Más rápidos y ágiles que un humano, más fuertes y resistentes que un gigante... ¡¡Más salvajes que una bestia hambrienta...!! Los doctores consiguieron crear a tres Némesis, armas programadas y sin voluntad para que se encargaran de los criminales —le explicó—. Pero todo salió mal... Uno de ellos consiguió escapar y, de repente, todo se fue a la mierda... ¡Absolutamente todo! ¡TODO! Liberó el virus y mató a los científicos para luego devorar su corazones... ¡Yo lo vi! ¡Te juro que yo lo vi!
El mantra de Katharina le advirtió de varias presencias que se acercaban al barco, por lo que decidió postergar la conversación y corroborar que su equipo de trabajo estuviese bien. Tenía que proteger tanto a Eliot como a Max, pues eran las piezas fundamentales; uno de ellos era el carpintero que repararía el barco, y el otro era el cobarde que tenía toda la información acerca de lo sucedido. Si había documentos y experimentos en el laboratorio, debía conseguirlos. En todo caso, si era verdad lo que Max decía de los Némesis, la misión sería jodidamente difícil.
—Así que consiguieron sobrevivir, ¿eh? —Les dijo Katharina cuando se encontró con el grupo que se marchó el día anterior.
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