Tras la riada [Priv Elya - Katharina]

Le hubiese gustado ir montada en un enorme elefante con tal de no usar sus piernas para subir esa maldita montaña. No es que le cansara mucho, pero el solo hecho de mirar hacia arriba y no encontrar la meta le cansaba. Suspiró resignada y comenzó a caminar. Mientras subía iba observando la flora nativa de la zona; nada extraordinario, a decir verdad. Karakura era conocida por sus plantas medicinales, pero ¿de qué le servían a la bruja? Sus misiones estaban lejos de ser salvar a enfermos. Aunque, en todo caso, podía rescatar alguna de sus propiedades y crear algunos conjuros, pero todo sonaba medio complicado.

El sol le golpeaba fuertemente la cara y llevar una túnica negra, bajo de ella unos pantalones ajustados y unas botas, no le ayudaban en lo absoluto. Pasó su antebrazo derecho por su sudada frente y se quería morir. Si alguien la viese con esas pintas, pensarían que era una pordiosera subiendo la montaña para conseguir algo de agua. Sin importar lo que pensaran los demás, se quitó la túnica y dejó ver un peto blanco que sostenía ambos pechos.

En todo caso, incluso si anduviera desnuda por la isla, nadie se le acercaría considerando la enorme guadaña que llevaba en su espalda. La calavera demoníaca parecía que devoraba a los incautos con su mirada. Algunos niños huían corriendo de ella, mientras que los más viejos bajaban la mirada y la evitaban. Todo ello le daba igual; lo único que quería era llegar a la taberna y zamparse una jarra de cerveza.

Continuó caminando por las transitadas calles de la isla y de a poco fue notando que muchos edificios estaban destruidos. ¿Acaso la taberna también lo estaría? Le causaba curiosidad saber lo que había pasado, así que interrumpió a una señora y le preguntó por qué los edificios estaban tan destruidos.

—Una riada, dulce niña —respondió la anciana—. Algunos buenos marines han venido a ayudarnos.

¿Marines? ¿En Karakura? Significaba problemas. Graves problemas. Si era reconocida por alguno de los perros del Gobierno, tendría que pelear si o si. Y estaba algo cansada. Sin embargo, debía andarse con cuidado y si hubo una riada hace poco, de seguro que había muertos esperando a ser reanimados. La jarra de cerveza tendría que esperar un poco, pues su próximo destino sería el río. Sólo, y sólo si se encontraba con la taberna primero, entraría para abestecerse. Tal vez el río quedaba lejos y no había muertos que reanimar.

Continuó caminando siguiendo a sus pies, fijándose en la gente que pasaba y las destruidas edificaciones. Se detuvo frente a lo que antes fue una gigantesca casa, pero ahora no era más que escombros y humedad; quería entrar a echar un vistazo. Quizás podía encontrar algún cadáver para divertirse, o tal vez no encontraría nada. Estaba a punto de dar un paso para entrar cuando, de repente, su mirada advirtió la presencia de tres marines que, aparentemente, hablaban.

Le hubiese gustado saber de qué hablaban, pero no tenía un oído super humano ni sabía leer labios. Para conseguir esa valiosa información debía recurrir a otro tipo de estrategias, como persuadirlos. Lamentablemente su lengua no era tan hábil como su mano con la guadaña, así que no podía simplemente llegar y conseguir todo lo que deseaba. Sabía que los hombres eran fáciles de manejar, pero el par que tenía en frente eran marines… Si formulaba mal una sola pregunta, estaría en problemas.

Suspiró y comprendió que podía conseguir información de otras fuentes. Por lo general, los cantineros eran hombres que escuchaban todo tipo de rumores y ,de seguro que por un par de monedas, escupía todo lo que sabía.

Continuó caminando empujando una que otra piedra con el afán de divertirse, pero no lo conseguía. Por su mente pasaban volando diversos pensamientos, algunos oscuros y otros sin sentido. De repente se detuvo y, sin siquiera notarlo, se encontraba frente a una taberna. ¿Aquello… era una taberna? Tenía algunas ventanas rotas, probablemente producto de peleas de borrachos, tablas cayéndose por todos lados y había un buen número de hombres fuera de ella. Katharina quiso pensar que se debía a la riada, pero al parecer ese era el aspecto que normalmente tenía.

Rápidamente entró y se encontró con la chica marine que antes había estado hablando con los hombres. Quizás con ella sí podía tener algo de suerte y obtener algo de información. Se acercó a la barra y aguzó el oído. «Con que voluntarios, ¿eh? De seguro que la riada debió haber dejado algunos objetos de valor entre tantos cadáveres. Podría ofrecerme como voluntaria y aprovechar de explorar la región», pensó antes de pedirle una cerveza a uno de los meseros.

—Vaya, las cosas sí que están mal por aquí —comentó en voz alta, como para que la marine la escuchara.

La morena terminó respondiendo el comentario de Katharina, diciendo que toda ayuda sería bien recibida. La bruja tenía habilidades para ayudar a los necesitados, pero su verdadero propósito era hacerse de algo de valor. Una gema, algún arma rara o incluso dinero, cualquiera de esas cosas le harían feliz. Antes de responder le dio un profundo sorbo a la cerveza y luego sonrió amablemente, mirando a la muchacha que le había respondido.

—Si no tienes problemas, podría caminar contigo —dijo ella. No era muy buena idea caminar junto a un marine, sobre todo si se era criminal, pero ¿quién buscaría a una mujer con recompensa por su cabeza al lado de un soldado del Gobierno Mundial?

En todo caso, la bruja pensaba que la mujer no se veía lo suficientemente fuerte como para darle problemas, pero tampoco era tan idiota como para dejarse llevar únicamente por las apariencias. De momento le seguiría el juego, conseguiría algo de información y comenzaría a trabajar.

—Partamos cuando tú quieras, la verdad prefiero estar acompañada —comentaría si la morena aceptaba la compañía de Katharina.