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Todo el North Blue debió haber escuchado el chasquido de mi lengua cuando aquel soldado me informó de que el idiota del sargento quería verme. El pobre chaval se sobresaltó, atemorizado. Me dio cierta lástima. Pese a su juventud, no era tan incompetente como otros reclutas. Antes de dejar el almacén a pisotones, di una palmada en la espalda al soldado. Que hiciera él el inventario si tanto me necesitaban.
No tardé en llegar a la oficina de los oficiales inferiores, si así podía llamarse. En realidad, solo se trataba de una enorme cantidad de escritorios mal colocados donde se redactaban informes. Al fondo de la sala, aquel cateto que usaba sus galones como escudo fumaba un puro, tratando de reflejar en su simiesco rostro la alta sociedad y fallando miserablemente. Dando un portazo, me acerqué a él, quien parecía haberse asustado más que nadie en la sala.
-V-Vaya, Wyrm. Has llegado -dijo, aparentando sorpresa.
-¿Qué quiere, sargento? -me limité a preguntar con frialdad. Estaba claro que seguía algo afectado por lo sucedido con aquel Vicealmirante.
-Bueno, Wyrm, me gustaría que cambiases tu actitud... Resultas poco cooperativo con tus compañeros.
Le miré de soslayo. ¿Eso era todo? Conseguí que carraspease y prosiguiese.
-No te tenemos aquí contra tu voluntad. E-Eres tú quien ha decidido unirse a la Marina. Así que deja de hacer el idiota porque...
No lo soporté. Golpee la mesa desestabilizando todo lo que había sobre ella, logrando miradas de sorpresa de todos los que estaban en la sala. Al sargento se le cayó el puro de la boca.
-No me llame idiota -respondí con acritud-. Solo es un sargento de turno pretendiendo llegar a lo más alto desde la silla de su despacho. Así no van las cosas. Yo trabajo eficientemente por todos los cabezas de chorlito que dejan su parte a medias, así que no hay nada que pueda reprocharme.
Al terminar de hablar, la sala se sumió en una profunda quietud. Nadie podía contradecirme. Lo que había dicho era la pura realidad.
-¿Algo más que decir, sargento? El inventario no se ordena solo, pese a que muchos crean lo contrario.
-Wyrm, hijo... -trató de excusarse el sargento- Sé que no has pasado por momentos fáciles. Tus esfuerzos son destacables y...
-No vaya de figura paterna conmigo -le interrumpí, muy ofendido-. Eso ni se le ocurra.
El sargento bajó la cabeza, alicaído. El sonido del Den Den Mushi de su escritorio rompió el silencio, consiguiendo que alzase la vista lentamente y lo descolgase con desgana.
-¿Diga? -preguntó, con cierto aire sombrío-. Ajá. Vale. Ahora mando a alguien.
El sargento levantó aun más la mirada, hasta que sus ojos tristes conectaron con los míos. Pude obviar lo que me iba a decir a continuación.
-Embarcadero seis. Regístralo.
Sin despedirme, me dirigí hacia la puerta y la abrí bruscamente. Marché, a sabiendas de que todos en la sala tenían sus ojos clavados en mi espalda. Le dejaría tener la última palabra. Junto a la entrada, cogí la libreta de registros de embarcaciones y un lápiz. A trabajar, pues.
No tardé en llegar a la oficina de los oficiales inferiores, si así podía llamarse. En realidad, solo se trataba de una enorme cantidad de escritorios mal colocados donde se redactaban informes. Al fondo de la sala, aquel cateto que usaba sus galones como escudo fumaba un puro, tratando de reflejar en su simiesco rostro la alta sociedad y fallando miserablemente. Dando un portazo, me acerqué a él, quien parecía haberse asustado más que nadie en la sala.
-V-Vaya, Wyrm. Has llegado -dijo, aparentando sorpresa.
-¿Qué quiere, sargento? -me limité a preguntar con frialdad. Estaba claro que seguía algo afectado por lo sucedido con aquel Vicealmirante.
-Bueno, Wyrm, me gustaría que cambiases tu actitud... Resultas poco cooperativo con tus compañeros.
Le miré de soslayo. ¿Eso era todo? Conseguí que carraspease y prosiguiese.
-No te tenemos aquí contra tu voluntad. E-Eres tú quien ha decidido unirse a la Marina. Así que deja de hacer el idiota porque...
No lo soporté. Golpee la mesa desestabilizando todo lo que había sobre ella, logrando miradas de sorpresa de todos los que estaban en la sala. Al sargento se le cayó el puro de la boca.
-No me llame idiota -respondí con acritud-. Solo es un sargento de turno pretendiendo llegar a lo más alto desde la silla de su despacho. Así no van las cosas. Yo trabajo eficientemente por todos los cabezas de chorlito que dejan su parte a medias, así que no hay nada que pueda reprocharme.
Al terminar de hablar, la sala se sumió en una profunda quietud. Nadie podía contradecirme. Lo que había dicho era la pura realidad.
-¿Algo más que decir, sargento? El inventario no se ordena solo, pese a que muchos crean lo contrario.
-Wyrm, hijo... -trató de excusarse el sargento- Sé que no has pasado por momentos fáciles. Tus esfuerzos son destacables y...
-No vaya de figura paterna conmigo -le interrumpí, muy ofendido-. Eso ni se le ocurra.
El sargento bajó la cabeza, alicaído. El sonido del Den Den Mushi de su escritorio rompió el silencio, consiguiendo que alzase la vista lentamente y lo descolgase con desgana.
-¿Diga? -preguntó, con cierto aire sombrío-. Ajá. Vale. Ahora mando a alguien.
El sargento levantó aun más la mirada, hasta que sus ojos tristes conectaron con los míos. Pude obviar lo que me iba a decir a continuación.
-Embarcadero seis. Regístralo.
Sin despedirme, me dirigí hacia la puerta y la abrí bruscamente. Marché, a sabiendas de que todos en la sala tenían sus ojos clavados en mi espalda. Le dejaría tener la última palabra. Junto a la entrada, cogí la libreta de registros de embarcaciones y un lápiz. A trabajar, pues.
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Bostezó. ¿Cuánto tiempo llegaban navegando sin toparse con una isla? Annie de vez en cuando observaba a Robin pasar el tiempo con Ayden. El muchacho y el águila se habían hecho buenos amigos y la verdad, desde aquel encuentro fortuito cuando trató de huir de su hogar por culpa de la Orden, jamás esperó encontrárselo de aquella manera tan... absurda. Sonrió al ver como le daba de comer y luego perseguía al ave.
No sabía muchas cosas sobre él, solo que debía regresar a Valston, su hogar y vengarse de la emperatriz Raynesse, aquella malévola mujer que oprimía a su propio pueblo. A Annie nunca le gustó la política ni adentrarse en ella, pero desde que había abandonado Skellige sabía que tarde o temprano acabaría adentrándose en esos oscuros mundos de tramas y conspiraciones. Ella no estaba hecha para esa vida, eso es para la gente a la que no le gustaba la acción o estar siempre de aventuras.
Su cabeza se liberó de todos aquellos pensamientos hasta que Robin señaló hacia el horizonte. Llevaban semanas navegando desde que habían abandonado Shellstown. Aun recordaba con incomodidad aquella situación con el hombre del parche, si lo volvía a ver alguna vez, esperaba que fuera dentro de mucho tiempo y este no la reconociera.
-¡Ithilhén! - Exclamó el muchacho asomándose desde la barandilla - Es Johota, tenemos que parar en ella si o si, necesito encontrar a cierta persona.
-¿Es muy importante? - Inquirió la albina mientras se dirigía hacia el timón. La mirada del chico ya le hizo saber sus intenciones enseguida - Tienes suerte de que tengamos que parar para reabastecer la despensa.
Con el viento a favor el Victory recorrió la distancia en poco tiempo y al cabo de un par de horas ya se encontraban en la entrada del puerto. A primera vista, Annie se dio cuenta de la vigilancia que había en el lugar. Había escuchado historias sobre el reino de Celeste, pero no sabía si eran verdad o mentira. A la arquera no le dio tiempo de soltar el timón cuando Robin bajó de un salto de la cubierta al muelle.
-¡Volveré dentro de nada! - Gritó el muchacho.
Annie se cruzó de brazos mientras resoplaba, ahora le tocaría a ella sola amarrar las velas y bajar la pasarela ya que el señorito tenía mucha prisa. Ayden, desde el mástil la miraba ladeando la cabeza.
-¡Y tu no me mires así! - le replicó la muchacha mientras iba a ello.
No sabía muchas cosas sobre él, solo que debía regresar a Valston, su hogar y vengarse de la emperatriz Raynesse, aquella malévola mujer que oprimía a su propio pueblo. A Annie nunca le gustó la política ni adentrarse en ella, pero desde que había abandonado Skellige sabía que tarde o temprano acabaría adentrándose en esos oscuros mundos de tramas y conspiraciones. Ella no estaba hecha para esa vida, eso es para la gente a la que no le gustaba la acción o estar siempre de aventuras.
Su cabeza se liberó de todos aquellos pensamientos hasta que Robin señaló hacia el horizonte. Llevaban semanas navegando desde que habían abandonado Shellstown. Aun recordaba con incomodidad aquella situación con el hombre del parche, si lo volvía a ver alguna vez, esperaba que fuera dentro de mucho tiempo y este no la reconociera.
-¡Ithilhén! - Exclamó el muchacho asomándose desde la barandilla - Es Johota, tenemos que parar en ella si o si, necesito encontrar a cierta persona.
-¿Es muy importante? - Inquirió la albina mientras se dirigía hacia el timón. La mirada del chico ya le hizo saber sus intenciones enseguida - Tienes suerte de que tengamos que parar para reabastecer la despensa.
Con el viento a favor el Victory recorrió la distancia en poco tiempo y al cabo de un par de horas ya se encontraban en la entrada del puerto. A primera vista, Annie se dio cuenta de la vigilancia que había en el lugar. Había escuchado historias sobre el reino de Celeste, pero no sabía si eran verdad o mentira. A la arquera no le dio tiempo de soltar el timón cuando Robin bajó de un salto de la cubierta al muelle.
-¡Volveré dentro de nada! - Gritó el muchacho.
Annie se cruzó de brazos mientras resoplaba, ahora le tocaría a ella sola amarrar las velas y bajar la pasarela ya que el señorito tenía mucha prisa. Ayden, desde el mástil la miraba ladeando la cabeza.
-¡Y tu no me mires así! - le replicó la muchacha mientras iba a ello.
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Afortunadamente, llegué al embarcadero poco antes de que el barco atracase, sumido en coléricos pensamientos relacionados con la situación que acababa de acontecer con el sargento. Con paso ligero, me dirigí al muelle y me coloqué a la salida, buscando encontrar al responsable de la embarcación. El navío en cuestión se trataba de una fragata de tamaño mediano. En uno de sus costados rezaba "Victory", el nombre del barco.
Antes de que la pasarela bajase, un muchacho se precipitó con la rapidez de una rapaz sobre su presa al embarcadero. Sin dificultad alguna, aterrizó sobre sus pies y corrió a toda velocidad en dirección a la ciudad. Cuando me di cuenta de esto, el chaval ya había pasado de largo, corriendo como alma que lleva el diablo. Suspiré, exasperado. Ni siquiera se habían terminado de arriar las velas, ni se habían echado las amarras. Seguramente habría alguien más racional con quien hablar en el barco. No me sentía con ganas de echar una carrera con aquel jovenzuelo.
Me quedé en medio de aquella estructura de madera, esperando a que descendiese aquella figura de mayor responsabilidad. Finalmente, la pasarela fue colocada entre el embarcadero y la fragata con un sonido hueco. Me acerqué a la misma, cada paso, un crujido proveniente de la desgastada madera. Coloqué frente a mí el libro de registros y saqué el lápiz, preparado para hacer las preguntas que por protocolo correspondían a la situación. Pura burocracia.
Fue entonces cuando la vi por primera vez.
Antes de que la pasarela bajase, un muchacho se precipitó con la rapidez de una rapaz sobre su presa al embarcadero. Sin dificultad alguna, aterrizó sobre sus pies y corrió a toda velocidad en dirección a la ciudad. Cuando me di cuenta de esto, el chaval ya había pasado de largo, corriendo como alma que lleva el diablo. Suspiré, exasperado. Ni siquiera se habían terminado de arriar las velas, ni se habían echado las amarras. Seguramente habría alguien más racional con quien hablar en el barco. No me sentía con ganas de echar una carrera con aquel jovenzuelo.
Me quedé en medio de aquella estructura de madera, esperando a que descendiese aquella figura de mayor responsabilidad. Finalmente, la pasarela fue colocada entre el embarcadero y la fragata con un sonido hueco. Me acerqué a la misma, cada paso, un crujido proveniente de la desgastada madera. Coloqué frente a mí el libro de registros y saqué el lápiz, preparado para hacer las preguntas que por protocolo correspondían a la situación. Pura burocracia.
Fue entonces cuando la vi por primera vez.
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Annie le dedicó una mirada desafiante al águila, se entendían tan solo con mirarse pues los ojos nunca mentían, eran el reflejo del alma. La muchacha de cabellos cenicientos esbozó una sonrisa y terminó de recoger las cuerdas, para cuando se giró vio a un hombre en el muelle observando el barco. La expresión de felicidad se desvaneció de su rostro y se acercó hasta la barandilla. Al ver que el albino traía una libreta con documentos frunció el ceño.
Que les picará ahora, pensó Annie mientras terminaba de amarrar el Victory al muelle. En cuestión de minutos bajó la pasarela para que el muchacho pudiera acceder. Por sus pintas parecía alguien importante. ¿Desde cuándo habían doblado tanto la seguridad en las últimas islas? Ya llevaba un par que le pedían explicaciones y revisar su almacén, como si fuera una pirata. A este paso iba a tener problemas si algún día se dignaba a llevar al rubiales de paseo en el mar.
Menos mal que Johota no era como Greenlyn, no le gustaba ver su cartel en las paredes de aquel reino solo por ayudar al Lobo Blanco de las garras de la injusticia. Nunca le importó manchar su imagen, el honor siempre le dio igual y nunca se guió por la opinión que tuvieran las demás personas; sin embargo, empezaba a ser algo que rondaba a menudo por su cabeza. ¿Y si se hacía famosa? ¿Y si enviaban a un cazarrecompensas por su cabeza? Ni siquiera sabía que precio le había puesto aquel dictador, pero fuera lo que fuera se defendería hasta la muerte.
Annie se cruzó de brazos y chasqueó la lengua, alejándose del hombre para que se adentrase en el barco.
-¿Y bien? ¿Qué ha pasado esta vez?
La pregunta de Annie no fue con el mejor tono, pero no podía evitar hablar de esa manera al ver sus ropajes de la marina.
-Sea lo que sea, yo no he sido.
Que les picará ahora, pensó Annie mientras terminaba de amarrar el Victory al muelle. En cuestión de minutos bajó la pasarela para que el muchacho pudiera acceder. Por sus pintas parecía alguien importante. ¿Desde cuándo habían doblado tanto la seguridad en las últimas islas? Ya llevaba un par que le pedían explicaciones y revisar su almacén, como si fuera una pirata. A este paso iba a tener problemas si algún día se dignaba a llevar al rubiales de paseo en el mar.
Menos mal que Johota no era como Greenlyn, no le gustaba ver su cartel en las paredes de aquel reino solo por ayudar al Lobo Blanco de las garras de la injusticia. Nunca le importó manchar su imagen, el honor siempre le dio igual y nunca se guió por la opinión que tuvieran las demás personas; sin embargo, empezaba a ser algo que rondaba a menudo por su cabeza. ¿Y si se hacía famosa? ¿Y si enviaban a un cazarrecompensas por su cabeza? Ni siquiera sabía que precio le había puesto aquel dictador, pero fuera lo que fuera se defendería hasta la muerte.
Annie se cruzó de brazos y chasqueó la lengua, alejándose del hombre para que se adentrase en el barco.
-¿Y bien? ¿Qué ha pasado esta vez?
La pregunta de Annie no fue con el mejor tono, pero no podía evitar hablar de esa manera al ver sus ropajes de la marina.
-Sea lo que sea, yo no he sido.
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No me demoré en subir la pasarela, con paso firme y la libreta pegada al pecho. En esos instantes de ascenso, eché un vistazo a la integridad del barco. El Victory era algo pequeño para ser una fragata. Mostraba signos de poca limpieza, o de llevar muchos días en alta mar. Además, podía decirse que el casco había visto mejores momentos. Aun así, era un barco con todas las de la ley y podía surcar los mares sin problemas, siempre y cuando tuviese un buen navegante. Como Padre dijo alguna que otra vez, un navío es tan bueno como aquel encargado de que llegue a su destino. A un navegante vago de poco servían cien varas de eslora, casco de roble y tela de Hallstat en la vela mayor. En cambio, un gran timonel podría pilotar una chalupa improvisada hasta la isla más cercana. Claro está, en ese momento Padre no se refería a cruzar el Grand Line. Eso es otra historia.
Al llegar a cubierta, algunas de mis sospechas acerca del estado de la embarcación fueron disipadas. Aunque la madera estaba algo agrietada, las condiciones generales de la fragata eran bastante buenas. Mera paranoia, supongo. Sin perder más tiempo, encaré a quien supuse que era la responsable del barco. Su capitana, contramaestre... En el fondo eso me daba igual. Era algo más alto que ella, mas pude percibir sus inusuales facciones. Su cabello blanco se asemejaba en cierto modo al mío, y crucé mis ojos rojos con los suyos, del color de la esmeralda. Miré a otro lado. Mis ojeras y la falta de afeitado debían de darme un aspecto demasiado sombrío y poco agradable.
Debía de desagradarle mi presencia, pues trató de deshacerse del tema con espectacular rapidez. Si ella despreciaba el tenerme allí tanto como yo odiaba el tener que hacer esta tarea, le otorgaría el beneficio de la rapidez y ambos saldríamos ganando.
-Vengo a hacer un registro del barco. Mera burocracia portuaria. Tendrá que especificarme las prestaciones más destacables del barco. Nombre, lugar y fecha de construcción, de dónde ha zarpado, hacia donde se dirige, detalles sobre el equipamiento del mismo... Además, procederemos a revisar su mercancía. No se asuste, no le confiscaremos nada. Únicamente deberá depositar los cargamentos de armas y munición, si es que los tiene en grandes cantidades, en el cuartel, hasta su ida. Finalmente, tendrá que pagar una tarifa de treinta berries diarios por estacionar el barco en el embarcadero de Johota. Así como una fianza adicional de mil berries, que le serán devueltos al término de su estancia junto con sus cargamentos potencialmente ofensivos.
Le miré de reojo y traté de captar alguna emoción en su rostro. Miré a otro lado, algo cansado de todo esto.
-No se lo tome como algo personal. Se lo hacemos a todos los visitantes, sin excepción. Son tiempos duros.
Al llegar a cubierta, algunas de mis sospechas acerca del estado de la embarcación fueron disipadas. Aunque la madera estaba algo agrietada, las condiciones generales de la fragata eran bastante buenas. Mera paranoia, supongo. Sin perder más tiempo, encaré a quien supuse que era la responsable del barco. Su capitana, contramaestre... En el fondo eso me daba igual. Era algo más alto que ella, mas pude percibir sus inusuales facciones. Su cabello blanco se asemejaba en cierto modo al mío, y crucé mis ojos rojos con los suyos, del color de la esmeralda. Miré a otro lado. Mis ojeras y la falta de afeitado debían de darme un aspecto demasiado sombrío y poco agradable.
Debía de desagradarle mi presencia, pues trató de deshacerse del tema con espectacular rapidez. Si ella despreciaba el tenerme allí tanto como yo odiaba el tener que hacer esta tarea, le otorgaría el beneficio de la rapidez y ambos saldríamos ganando.
-Vengo a hacer un registro del barco. Mera burocracia portuaria. Tendrá que especificarme las prestaciones más destacables del barco. Nombre, lugar y fecha de construcción, de dónde ha zarpado, hacia donde se dirige, detalles sobre el equipamiento del mismo... Además, procederemos a revisar su mercancía. No se asuste, no le confiscaremos nada. Únicamente deberá depositar los cargamentos de armas y munición, si es que los tiene en grandes cantidades, en el cuartel, hasta su ida. Finalmente, tendrá que pagar una tarifa de treinta berries diarios por estacionar el barco en el embarcadero de Johota. Así como una fianza adicional de mil berries, que le serán devueltos al término de su estancia junto con sus cargamentos potencialmente ofensivos.
Le miré de reojo y traté de captar alguna emoción en su rostro. Miré a otro lado, algo cansado de todo esto.
-No se lo tome como algo personal. Se lo hacemos a todos los visitantes, sin excepción. Son tiempos duros.
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Annie se cruzó de brazos al ver que no venía por motivos en los que su cabeza estaba en juego. Se relajó un poco al ver que solo se trataba de mera burocracia, pero... ella odiaba la burocracia. En Skellige nunca había necesitado hacer esos registros y ni siquiera tenía los documentos necesarios para entregarlos. Era una irresponsable de la vida como siguiese así y algún día se acabaría metiendo en un lío por no tener todo como era debido.
El peliblanco comenzó a pedirle un montón de datos que la arquera no comprendía. Esta se llevó la mano a la cabeza, rascándosela y mirando la cubierta del Victory. Quizás si se los inventaba... o mejor, quizás fuera el momento de poner todos sus datos en orden. Pero lo peor fue cuando mencionó el dinero, ¿pagar por estacionarse? ¿Pero qué locura esa esa? Si ya tenía poco dinero no quería imaginarse gastándolo en esa isla. Por suerte solo iban a ser un par de horas, hasta que Robin consiguiese lo que quería.
-Pues... mmm... No tengo ni idea de cuando se ha construido, me lo encontré en una isla deshabitada, sin nombre y ya estaba en este estado hace dos años. Le puse este nombre porque había salido victoriosa de una pelea contra un pulpo - Se rio jactanciosa - El próximo destino es Skyros y sobre la equipación... No tiene nada. ¿Has visto en qué estado está? Cualquier día se va a pique en medio del mar. No llevo mercancías ni armas, esto es un barco para viajar yo así que no hay nada que revisar.
Puede que no fuera personal, pero al águila de Skellige no le gustaba que le revisasen sus cosas y más cuando decía la verdad. En esa isla es como si fuera una persona decente que nunca se había metido en líos, pero ella no llegaba a comprender la magnitud de los tiempos duros. Annie se cruzó de brazos y se acercó hacia la pasarela; sin embargo, una explosión en un barco cercano hizo que se sobresaltara.
-Pero que...
Todo se había llenado de humo y el agua con pedazos de madera ardiendo. Annie se apoyó en la barandilla lo máximo que pudo para ver de qué se trataba, pero el humo dificultaba la visión y el olor a quemado era más fuerte.
-Espero que hayáis revisado ese barco tan bien como el mío - comentó con sorna.
El peliblanco comenzó a pedirle un montón de datos que la arquera no comprendía. Esta se llevó la mano a la cabeza, rascándosela y mirando la cubierta del Victory. Quizás si se los inventaba... o mejor, quizás fuera el momento de poner todos sus datos en orden. Pero lo peor fue cuando mencionó el dinero, ¿pagar por estacionarse? ¿Pero qué locura esa esa? Si ya tenía poco dinero no quería imaginarse gastándolo en esa isla. Por suerte solo iban a ser un par de horas, hasta que Robin consiguiese lo que quería.
-Pues... mmm... No tengo ni idea de cuando se ha construido, me lo encontré en una isla deshabitada, sin nombre y ya estaba en este estado hace dos años. Le puse este nombre porque había salido victoriosa de una pelea contra un pulpo - Se rio jactanciosa - El próximo destino es Skyros y sobre la equipación... No tiene nada. ¿Has visto en qué estado está? Cualquier día se va a pique en medio del mar. No llevo mercancías ni armas, esto es un barco para viajar yo así que no hay nada que revisar.
Puede que no fuera personal, pero al águila de Skellige no le gustaba que le revisasen sus cosas y más cuando decía la verdad. En esa isla es como si fuera una persona decente que nunca se había metido en líos, pero ella no llegaba a comprender la magnitud de los tiempos duros. Annie se cruzó de brazos y se acercó hacia la pasarela; sin embargo, una explosión en un barco cercano hizo que se sobresaltara.
-Pero que...
Todo se había llenado de humo y el agua con pedazos de madera ardiendo. Annie se apoyó en la barandilla lo máximo que pudo para ver de qué se trataba, pero el humo dificultaba la visión y el olor a quemado era más fuerte.
-Espero que hayáis revisado ese barco tan bien como el mío - comentó con sorna.
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Casi como si se hubiese tratado de encender una mecha, al terminar de citar los numerosos requisitos que eran necesarios para estacionar allí el navío un atronador rugido surgió de mis espaldas. El sonido de una explosión. Mierda.
Noté como el olor a pólvora inundaba mis fosas nasales, pero no me detuve a terminar de saborear semejante perfume. En su lugar, me precipité al suelo, vigilando que mi flanco estuviese cubierto por la barandilla de la cubierta. Interminables segundos permanecí allí, esperando otra explosión. Me giré lentamente sobre mí mismo y le hice una señal a la capitana de la embarcación para que se pusiera a cubierto y dejase de mirar. Podía ser peligroso.
-Mierda, ¿nos atacan? -pregunté, aun estando casi seguro de la respuesta.
Me palpé el torso y las piernas. Ni una sola herida. Había oído historias de personas que tardaban en darse cuenta de que habían sido asesinados. Ahora lo prioritario sería revisar el lugar de la explosión de la manera más cauta posible.
Me giré en dirección a la marinera y dije:
-Quédate aquí. No sé que podrá haber pasado, pero no debe de ser nada bueno. Pronto volveré yo o alguno de mis compañeros para avisarte de que es seguro salir. Hasta entonces, no arriesgues tu vida, ciudadana. Esto tiene más posibilidades de salir mal que de salir bien.
Tras esta orden, que desconocía si obedecería o no, me levanté raudo y desenvainé el machete. Sin más demora, corrí hasta la pared más cercana en busca de cobertura. Lo que quiera que estuviese sucediendo alli podía matarme en cualquier momento. ¿Piratas? ¿Revolucionarios? ¿Un motín? ¿O un simple accidente?
Sea como fuere, odiaba cada uno de esos prospectos.
Noté como el olor a pólvora inundaba mis fosas nasales, pero no me detuve a terminar de saborear semejante perfume. En su lugar, me precipité al suelo, vigilando que mi flanco estuviese cubierto por la barandilla de la cubierta. Interminables segundos permanecí allí, esperando otra explosión. Me giré lentamente sobre mí mismo y le hice una señal a la capitana de la embarcación para que se pusiera a cubierto y dejase de mirar. Podía ser peligroso.
-Mierda, ¿nos atacan? -pregunté, aun estando casi seguro de la respuesta.
Me palpé el torso y las piernas. Ni una sola herida. Había oído historias de personas que tardaban en darse cuenta de que habían sido asesinados. Ahora lo prioritario sería revisar el lugar de la explosión de la manera más cauta posible.
Me giré en dirección a la marinera y dije:
-Quédate aquí. No sé que podrá haber pasado, pero no debe de ser nada bueno. Pronto volveré yo o alguno de mis compañeros para avisarte de que es seguro salir. Hasta entonces, no arriesgues tu vida, ciudadana. Esto tiene más posibilidades de salir mal que de salir bien.
Tras esta orden, que desconocía si obedecería o no, me levanté raudo y desenvainé el machete. Sin más demora, corrí hasta la pared más cercana en busca de cobertura. Lo que quiera que estuviese sucediendo alli podía matarme en cualquier momento. ¿Piratas? ¿Revolucionarios? ¿Un motín? ¿O un simple accidente?
Sea como fuere, odiaba cada uno de esos prospectos.
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Se creó una gran humareda que acabó inundando todo el puerto. Annie movió la mano de un lado a otro, intentando impedir que el humo fuese respirado, pero acabó oliendo el asqueroso olor a pólvora. Le resultaba de los peores olores que podían existir, se calaban en los pulmones y hasta que no oliera algún aroma dulce, sería como si lo tuviera en la nariz clavado durante días.
Chasqueó la lengua, molesta. ¿Por qué debía obedecer a un marine? A ella no le importaba la ley de ninguna ciudad, solo quería esperar por Robin y marcharse de Johota lo antes posible. Si estaba habiendo explosiones no quería imaginarse como iba a terminar el puerto, pero lo que más le preocupaba era que el Victory saliera dañado. Oh, si salía dañado se iba a encargar del causante de la explosión ella misma y haría que le pagaran el barco, entero. No iba a desaprovechar una oportunidad así.
La muchacha de cabellos cenicientos hizo caso omiso a las indicaciones del marine y decidió seguirlo al mismo paso. No era una ciudadana corriente, no tenía porqué quedarse esperando a que la vinieran a ayudar. Ella sabía protegerse sola y el marine no era quién para tratarla de una manera débil. Estaba segura de que el muchacho le iba a echar varias reprimendas, pero se había acostumbrado a romper las normas.
El humo que había la hizo toser y Annie alzó la mano. De repente comenzó a levantarse una brisa suave que poco a poco cogió más velocidad hasta hacer que el humo desapareciera hacia el mar. La zona quedó liberada y por fin se pudo ver todo con claridad. Había un pequeño barco que estaba destrozado y numerosas tablas de madera seguían ardiendo en el mar.
-¿Sigues creyendo qué debo quedarme en el barco? - Inquirió con una sonrisa bajando la mano y acercándose a la zona. - Ahora ya se puede investigar, puedes decirle a tus hombres que tengan cuidado, podría haber otra explosión en cualquier momento. Intenta comprobar si ese barco tenía algún tipo de relación con todos los que hay aquí cerca y, sobre todo, hay que localizar a sus dueños. Solo espero que no estuvieran dentro.
Chasqueó la lengua, molesta. ¿Por qué debía obedecer a un marine? A ella no le importaba la ley de ninguna ciudad, solo quería esperar por Robin y marcharse de Johota lo antes posible. Si estaba habiendo explosiones no quería imaginarse como iba a terminar el puerto, pero lo que más le preocupaba era que el Victory saliera dañado. Oh, si salía dañado se iba a encargar del causante de la explosión ella misma y haría que le pagaran el barco, entero. No iba a desaprovechar una oportunidad así.
La muchacha de cabellos cenicientos hizo caso omiso a las indicaciones del marine y decidió seguirlo al mismo paso. No era una ciudadana corriente, no tenía porqué quedarse esperando a que la vinieran a ayudar. Ella sabía protegerse sola y el marine no era quién para tratarla de una manera débil. Estaba segura de que el muchacho le iba a echar varias reprimendas, pero se había acostumbrado a romper las normas.
El humo que había la hizo toser y Annie alzó la mano. De repente comenzó a levantarse una brisa suave que poco a poco cogió más velocidad hasta hacer que el humo desapareciera hacia el mar. La zona quedó liberada y por fin se pudo ver todo con claridad. Había un pequeño barco que estaba destrozado y numerosas tablas de madera seguían ardiendo en el mar.
-¿Sigues creyendo qué debo quedarme en el barco? - Inquirió con una sonrisa bajando la mano y acercándose a la zona. - Ahora ya se puede investigar, puedes decirle a tus hombres que tengan cuidado, podría haber otra explosión en cualquier momento. Intenta comprobar si ese barco tenía algún tipo de relación con todos los que hay aquí cerca y, sobre todo, hay que localizar a sus dueños. Solo espero que no estuvieran dentro.
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Tras haberme cubierto detrás de aquella pared, me di cuenta de que aquella marinera me había seguido, sin pánico alguno y con toda la parsimonia imaginable hasta allí. Aquella mirada de altivez, de indignación... Era terriblemente fría. No importaba lo que le dijera. Ella sabía lo que hacía, sin lugar a dudas.
No me equivocaba. Con alzar la mano, se dispersó la cortina de humo y ceniza proveniente del barco. Siendo sincero, quedé atónito ante este despliegue de habilidad. Esa ciudadana debía de haber probado aquel tentador poder del que tanto se hablaba en las tabernas, y casi podía afirmar que se debía de tratar de alguna clase de poderosa figura más allá de los Blues.
El humo me hizo toser algo más, llegando a notar cierta pesadez en mis pulmones. Aun en el angustioso ambiente en el que nos encontrábamos, aquella mujer seguía avanzando, instándome a dejarla seguir sin tratar de protegerla y a continuar la investigación. Aunque no fuesen sus órdenes las que debía de seguir, no dejaba de ser el procedimiento adecuado para la situación., así que no me retrase a la hora de seguirle. Con sus capacidades, sería mejor que ella fuese delante.
Todavía no había visto a ningún compañero acercarse a la zona, y, mientras que muchos ciudadanos habían huido, las inmediaciones del puerto se empezaban a atestar de curiosos lo suficientemente temerarios como para intentar echar un vistazo. Mucho me costaría discernir alguna pista de entre los restos del barco, así que decidí separarme momentáneamente de la chica de los cabellos grises y me acerqué a la multitud, con rostro serio y apariencia consternada.
-¡Dispersaos! -ordené a voz en grito-. Aquí solo encontraréis peligro. ¡Absolutamente nada interesante que ver! ¡Volved a vuestras casas, o en su defecto, al lugar más cercano donde podáis refugiaros! ¡Sed cautos! Podría ocurrir otra conflagración similar y dejar a muchos heridos. Si veis a algún herido, no dudéis en llevarlo al boticario más cercano.
Permanecí allí bastante tiempo, tratando de dispersar a la multitud de curiosos haciendo gala de mi irascibilidad. Intenté encontrar a la chica de cabellos grises un par de veces, pero no podía ver lo que estaba haciendo desde mi posición. Lo que sí podía sentir era el creciente enrarecimiento del aire. Tendría que apartarme de la zona unos instantes.
No me equivocaba. Con alzar la mano, se dispersó la cortina de humo y ceniza proveniente del barco. Siendo sincero, quedé atónito ante este despliegue de habilidad. Esa ciudadana debía de haber probado aquel tentador poder del que tanto se hablaba en las tabernas, y casi podía afirmar que se debía de tratar de alguna clase de poderosa figura más allá de los Blues.
El humo me hizo toser algo más, llegando a notar cierta pesadez en mis pulmones. Aun en el angustioso ambiente en el que nos encontrábamos, aquella mujer seguía avanzando, instándome a dejarla seguir sin tratar de protegerla y a continuar la investigación. Aunque no fuesen sus órdenes las que debía de seguir, no dejaba de ser el procedimiento adecuado para la situación., así que no me retrase a la hora de seguirle. Con sus capacidades, sería mejor que ella fuese delante.
Todavía no había visto a ningún compañero acercarse a la zona, y, mientras que muchos ciudadanos habían huido, las inmediaciones del puerto se empezaban a atestar de curiosos lo suficientemente temerarios como para intentar echar un vistazo. Mucho me costaría discernir alguna pista de entre los restos del barco, así que decidí separarme momentáneamente de la chica de los cabellos grises y me acerqué a la multitud, con rostro serio y apariencia consternada.
-¡Dispersaos! -ordené a voz en grito-. Aquí solo encontraréis peligro. ¡Absolutamente nada interesante que ver! ¡Volved a vuestras casas, o en su defecto, al lugar más cercano donde podáis refugiaros! ¡Sed cautos! Podría ocurrir otra conflagración similar y dejar a muchos heridos. Si veis a algún herido, no dudéis en llevarlo al boticario más cercano.
Permanecí allí bastante tiempo, tratando de dispersar a la multitud de curiosos haciendo gala de mi irascibilidad. Intenté encontrar a la chica de cabellos grises un par de veces, pero no podía ver lo que estaba haciendo desde mi posición. Lo que sí podía sentir era el creciente enrarecimiento del aire. Tendría que apartarme de la zona unos instantes.
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La arquera miró al muchacho para ver como siguió sus consejos, le gustaba ser la líder de vez en cuando aunque luego cayó en que estaba ayudando a los marines. Algunos pensarían que era una chaquetera, otros que solamente era una trampa para el gobierno, pero para ella no era más que ayudar a gente inocente. No quería ser una heroína, ni mucho menos. La vida que llevaba le gustaba y nunca estaría preparada para formar parte de una organización como el Gobierno Mundial donde todo era orden.
Gran cantidad de marines consiguieron rebajar las llamas que intentaban consumir lo poco que quedaba del barco. La cubierta entera había sido volada, pero todo el fondo permanecía en buen estado. En cuanto las llamas cesaron, Annie dio unos pasos hacia delante adentrándose en el barco. El olor a madera quemada le resultaba muy molesto y nauseabundo. Intentó buscar alguna pista, pero la mitad de las cosas habían caído al mar con la potencia de la explosión. Apartó unos tablones medio quemados de unos cuantos muebles con el pie, al principio lo intentó con las manos pero emitían tanta calor que seguían quemando.
No parecía haber nadie en el lugar, por suerte de quien fuera el barco habría sobrevivido aunque con unas grandes pérdidas. La cenicienta abandonó el lugar del accidente, tratando de ignorar aquel olor que se adentraba en la nariz y no era capaz de ignorarse. Vio a Wyrm alejado de la multitud y se acercó hasta él, poniéndole la mano en el hombro.
-¿Te encuentras bien? - Inquirió mirándolo de arriba abajo. Tras eso se cruzó de brazos y señaló hacia atrás -. ¿No teníais un registro de todos los barcos? Deberían estar anotados los dueños, allí no hay nada. He vivido demasiado tiempo como para creer que esto podría ser una trampa para atraer toda la atención. ¿Hay algo de importancia en esta isla?
Gran cantidad de marines consiguieron rebajar las llamas que intentaban consumir lo poco que quedaba del barco. La cubierta entera había sido volada, pero todo el fondo permanecía en buen estado. En cuanto las llamas cesaron, Annie dio unos pasos hacia delante adentrándose en el barco. El olor a madera quemada le resultaba muy molesto y nauseabundo. Intentó buscar alguna pista, pero la mitad de las cosas habían caído al mar con la potencia de la explosión. Apartó unos tablones medio quemados de unos cuantos muebles con el pie, al principio lo intentó con las manos pero emitían tanta calor que seguían quemando.
No parecía haber nadie en el lugar, por suerte de quien fuera el barco habría sobrevivido aunque con unas grandes pérdidas. La cenicienta abandonó el lugar del accidente, tratando de ignorar aquel olor que se adentraba en la nariz y no era capaz de ignorarse. Vio a Wyrm alejado de la multitud y se acercó hasta él, poniéndole la mano en el hombro.
-¿Te encuentras bien? - Inquirió mirándolo de arriba abajo. Tras eso se cruzó de brazos y señaló hacia atrás -. ¿No teníais un registro de todos los barcos? Deberían estar anotados los dueños, allí no hay nada. He vivido demasiado tiempo como para creer que esto podría ser una trampa para atraer toda la atención. ¿Hay algo de importancia en esta isla?
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Al poco tiempo de haber ordenado a la multitud que se marchase por donde había venido, noté una mano sobre mi hombro. Aguanté el escozor que ascendía por mi garganta, evitando toser. La capitana del navío había vuelto, acompañada de algunas preguntas.
-Estoy bien, no se preocupe -mentí.
Iba a preguntarle acerca de lo que había visto, pero ella se adelantó lanzando sus propias cuestiones.
-Por supuesto que tenemos el registro -respondí-. Allí deberían estar apuntados todos los barcos que entran y salen del puerto. Me lo debo de haber dejado en el Victory cuando ocurrió la explosión. No creo que hayan hecho todo este escándalo para secuestrar a un par de esclavos o robar algo de jade.
Me enderecé y me di la vuelta hacia el puerto.
-Volvamos al barco. Cogeré la libreta y comprobaré que barco estaba estacionado en ese embarcadero. Esto no me da muy buena espina.
-Estoy bien, no se preocupe -mentí.
Iba a preguntarle acerca de lo que había visto, pero ella se adelantó lanzando sus propias cuestiones.
-Por supuesto que tenemos el registro -respondí-. Allí deberían estar apuntados todos los barcos que entran y salen del puerto. Me lo debo de haber dejado en el Victory cuando ocurrió la explosión. No creo que hayan hecho todo este escándalo para secuestrar a un par de esclavos o robar algo de jade.
Me enderecé y me di la vuelta hacia el puerto.
-Volvamos al barco. Cogeré la libreta y comprobaré que barco estaba estacionado en ese embarcadero. Esto no me da muy buena espina.
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