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Katharina von Steinhell
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Faltó tiempo para observar los logros que consiguió luego de la dolorosa evolución de su demonio. Solo bastó un poco de sangre y magia para lograrlo, lo que le hacía preguntarse si podía repetir ese proceso infinitamente hasta crear un verdadero monstruo. Antes de que Katharina pudiera hacer algo con su nueva mascota, sintió algo cerca de ella. Por mero instinto volteó la cabeza hacia donde antes estaban las cucarachas y sus ojos encontraron una figura borrosa entre la oscuridad, pero al mismo tiempo se veía lo suficientemente tangible como para dudar de su existencia. «No es mi imaginación», se dijo ella en su cabeza. Si había alguna duda, seguramente quedó respondida cuando la bestia soltó un escupitajo verde e increíblemente grande, aunque por suerte no demasiado rápido. El demonio se dio cuenta del ataque de la criatura y, justo después de soltar un rugido gutural hacia el cielo, hizo gala de su increíble agilidad, esquivando casi sin dificultad el chorro viscoso y verdoso. No obstante, y causa del repentino crecimiento del supuesto líquido, el muslo y brazo derecho se vieron afectados. ¿Sería ácido? ¿U otra especie de sustancia corrosiva? Tal vez solo se tratase de un líquido pegajoso para atrapar a sus presas. Ahora mismo las opciones eran casi ilimitadas, de nada le servía contemplar esa cosa y reflexionar. Había que pasar a la acción.
Dejando cualquier pensamiento a un lado y concentrándose en la bestia que les atacó, Katharina empuñó una imponente y afilada guadaña con sus dos manos. Incluso en esa impenetrable oscuridad, el filo del arma despedía un brillo nítido y plateado, como el reflejo de la luna en el agua. Antes de saltar hacia su oponente, se concentró para reunir más energía mágica y transmitírsela al demonio. La criatura soltó un grito de dolor y las venas de su cuerpo aumentaron de volumen, así como sus músculos los cuales parecían tan inflados como globos. Soltó un suspiro que recordaba al vapor caliente y centró sus demoniacos ojos en su víctima. Ciertamente no era lo más sensato hacer experimentos en medio de una emboscada, por decirlo de alguna forma, pero era el momento perfecto para arriesgarse y ver qué tan bien dominaba la magia.
—Adelante, mi sirviente —le ordenó la bruja.
La alimaña cornuda asintió y flexionó las rodillas para ganar potencia en el salto que realizaría. Atravesó rápidamente la estancia hasta ubicarse frente a la criatura para luego realizar un corte cruzado con sus peligrosas garras, así como buscaría golpearle con su cola. Le diera o no, poco importaba, pues aún tenía mucho por mostrar. Por otra parte, la bruja tampoco se quedó atrás. Pendiente de los movimientos de la criatura, y concentrando su aura para percibir la Voz de esta, realizó un movimiento tan rápido como imperceptible. «Pasos veloces» le llamaban. Al mismo tiempo que el demonio realizaba el tajo cruzado, la pelirrosa se encontraba atravesando el túnel para ubicarse detrás de la bestia y luego girar sobre su propio eje para realizar un corte curvo, con la hoja expandida aprovechando el alcance de esta. Luego, le diese o no, seguiría los movimientos de la bestia. Si saltaba, simplemente realizaría un tajo ascendente y vertical. Si esquivaba hacia cualquiera de los dos lados, izquierda o derecha, realizaría un corte horizontal. Sin embargo, si sorprendía y buscaba protegerse, recibiendo el impacto, le lanzaría una descarga flamígera con su mano libre.
Dejando cualquier pensamiento a un lado y concentrándose en la bestia que les atacó, Katharina empuñó una imponente y afilada guadaña con sus dos manos. Incluso en esa impenetrable oscuridad, el filo del arma despedía un brillo nítido y plateado, como el reflejo de la luna en el agua. Antes de saltar hacia su oponente, se concentró para reunir más energía mágica y transmitírsela al demonio. La criatura soltó un grito de dolor y las venas de su cuerpo aumentaron de volumen, así como sus músculos los cuales parecían tan inflados como globos. Soltó un suspiro que recordaba al vapor caliente y centró sus demoniacos ojos en su víctima. Ciertamente no era lo más sensato hacer experimentos en medio de una emboscada, por decirlo de alguna forma, pero era el momento perfecto para arriesgarse y ver qué tan bien dominaba la magia.
—Adelante, mi sirviente —le ordenó la bruja.
La alimaña cornuda asintió y flexionó las rodillas para ganar potencia en el salto que realizaría. Atravesó rápidamente la estancia hasta ubicarse frente a la criatura para luego realizar un corte cruzado con sus peligrosas garras, así como buscaría golpearle con su cola. Le diera o no, poco importaba, pues aún tenía mucho por mostrar. Por otra parte, la bruja tampoco se quedó atrás. Pendiente de los movimientos de la criatura, y concentrando su aura para percibir la Voz de esta, realizó un movimiento tan rápido como imperceptible. «Pasos veloces» le llamaban. Al mismo tiempo que el demonio realizaba el tajo cruzado, la pelirrosa se encontraba atravesando el túnel para ubicarse detrás de la bestia y luego girar sobre su propio eje para realizar un corte curvo, con la hoja expandida aprovechando el alcance de esta. Luego, le diese o no, seguiría los movimientos de la bestia. Si saltaba, simplemente realizaría un tajo ascendente y vertical. Si esquivaba hacia cualquiera de los dos lados, izquierda o derecha, realizaría un corte horizontal. Sin embargo, si sorprendía y buscaba protegerse, recibiendo el impacto, le lanzaría una descarga flamígera con su mano libre.
- Cosas usadas:
- Pasos veloces: Permite desplazarse rápidamente de un punto A hacia un punto B pareciendo que el usuario se teletransporta, pero en realidad no es más que una serie de pasos demasiado rápidos. La velocidad base de esta habilidad pasiva es de 30 m/s.
Agilidad Tier 8, Poder de Destrucción Tier 5 y Reflejos Tier 8.
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El ataque resultó ser un éxito, aunque se llevó una horrorosa sorpresa que le serviría para más tarde. «Sangre ácida», se dijo a sí misma en sus pensamientos. Su atención fue acaparada por los agónicos gritos del demonio que invocó, cuyo cuerpo estaba siendo devorado por la sustancia corrosiva. A Katharina poco le importaba lo que sufriera, pues podría llamar a otra criatura para que luchase por ella. No obstante, no le deseaba ese dolor a nadie. Con un movimiento sutil y preciso, decapitó al Esbirro para que dejase de sufrir. Por otra parte, de no ser por el aura congelante que emitía su cuerpo, ella estaría pasando por lo mismo. Por suerte, antes de que el ácido pudiera hacer efecto, este se había congelado. La bruja retiró los residuos con total elegancia, demostrando poseer habilidades increíbles. «Me salvé por poco… Debo tener más cuidado», reflexionó.
Sus oídos se percataron de pesadas pisadas que se aproximaban a ella. Un enfrentamiento directo contra una bestia desconocida sería una estupidez. No estaba dentro de sus opciones convocar a la muerte. «Lo mejor será huir», reconoció. Antes de pelear, necesitaba recopilar información. Sabía que las bestias eran astutas y su sangre era ácida, pero aún necesitaba más datos para poder realizar una estrategia inquebrantable. Usando los conocimientos adquiridos en sus innumerables viajes a ruinas abandonadas, buscaría la mejor ruta para volver a un lugar seguro, como el de antes. Intentaría en todo momento alejarse de la criatura, al menos hasta conseguir algo más de información sobre ella.
Sus oídos se percataron de pesadas pisadas que se aproximaban a ella. Un enfrentamiento directo contra una bestia desconocida sería una estupidez. No estaba dentro de sus opciones convocar a la muerte. «Lo mejor será huir», reconoció. Antes de pelear, necesitaba recopilar información. Sabía que las bestias eran astutas y su sangre era ácida, pero aún necesitaba más datos para poder realizar una estrategia inquebrantable. Usando los conocimientos adquiridos en sus innumerables viajes a ruinas abandonadas, buscaría la mejor ruta para volver a un lugar seguro, como el de antes. Intentaría en todo momento alejarse de la criatura, al menos hasta conseguir algo más de información sobre ella.
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El aire fresco de la noche le meció suavemente los pálidos y rosas cabellos, así como sus oídos advirtieron el fugaz sonido de un coche al pasar. Frunció el ceño tras colocar la rejilla en su sitio. ¿Qué diablos era esa cosa que se encontró en el túnel? Ya contaba con algo de información, pero no lo suficiente como para tener una idea mucho más clara. No sabía de una criatura que tuviera la sangre ácida y pudiese lanzar torrentes de alguna sustancia corrosiva. ¿Qué clase de animal podía ser…? Ahora mismo solo se le ocurrían dos cosas: lo que vio allí abajo era un experimento del Gobierno Mundial o era una especie desconocida. Como sea, necesitaba volver a los túneles para recopilar más información y poder pensar en una buena estrategia. En tan solo una jornada de trabajo entendió muchas cosas de las bestias que habitaban el subsuelo. Si volvía, comprendería con mayor profundidad los misterios que había. No obstante, lo haría después de descansar. Necesitaba detenerse un momento a pensar, recuperar energías y terminar de investigar la “evolución” del demonio invocado.
Aún quedaba tiempo para pulir unos cuantos detalles, pero lo haría después de una reconfortante ducha y una sabrosa comida. Se le antojaba cerdo ahumado con ensaladas verdes y rojas, además de un buen vino tinto. Eso esperaría conseguir en el restaurante de un buen hotel, si es que encontraba uno. No le apetecía demasiado utilizar el transporte público, pero no le quedaba otra opción. Sin embargo, este resultó ser increíblemente rápido y eficaz. En menos de lo que esperaba, fue llevada a un hotel. Alquiló una habitación y caminó directamente a ella; pediría la cena usando el servicio al cuarto. Esperaba que ese lugar contase con uno.
Dejando a un lado todo lo que tenía relación con la criatura, dedicó sus pensamientos a lo que había conseguido con el demonio. Este pasó de ser un pequeño duendecillo a algo más macabro y fuerte, aunque lamentablemente no tuvo la oportunidad de comprobar su poder. Se sentó en la cama y cerró los ojos para reunir energía mágica, recordando todo lo que hizo para poder recrearlo a la perfección. Intentó invocar a la criatura demoníaca, pero no lo consiguió. ¿Acaso había usado muy poca magia? No, esa no era la respuesta al problema. Simplemente el demonio no quería servirle, aunque no entendía por qué. Intentó nuevamente, pero el resultado fue el mismo. Quiso encontrar una respuesta al comportamiento de la criatura, pero estaba demasiado fatigada como para hacerlo. Tenía tanta hambre que le era imposible concentrarse, por lo que rápidamente llamó al servicio al cuarto para pedir algo de comer. Una vez tuviera el estómago lleno, se tomaría una ducha y luego continuaría con sus “investigaciones”.
Aún quedaba tiempo para pulir unos cuantos detalles, pero lo haría después de una reconfortante ducha y una sabrosa comida. Se le antojaba cerdo ahumado con ensaladas verdes y rojas, además de un buen vino tinto. Eso esperaría conseguir en el restaurante de un buen hotel, si es que encontraba uno. No le apetecía demasiado utilizar el transporte público, pero no le quedaba otra opción. Sin embargo, este resultó ser increíblemente rápido y eficaz. En menos de lo que esperaba, fue llevada a un hotel. Alquiló una habitación y caminó directamente a ella; pediría la cena usando el servicio al cuarto. Esperaba que ese lugar contase con uno.
Dejando a un lado todo lo que tenía relación con la criatura, dedicó sus pensamientos a lo que había conseguido con el demonio. Este pasó de ser un pequeño duendecillo a algo más macabro y fuerte, aunque lamentablemente no tuvo la oportunidad de comprobar su poder. Se sentó en la cama y cerró los ojos para reunir energía mágica, recordando todo lo que hizo para poder recrearlo a la perfección. Intentó invocar a la criatura demoníaca, pero no lo consiguió. ¿Acaso había usado muy poca magia? No, esa no era la respuesta al problema. Simplemente el demonio no quería servirle, aunque no entendía por qué. Intentó nuevamente, pero el resultado fue el mismo. Quiso encontrar una respuesta al comportamiento de la criatura, pero estaba demasiado fatigada como para hacerlo. Tenía tanta hambre que le era imposible concentrarse, por lo que rápidamente llamó al servicio al cuarto para pedir algo de comer. Una vez tuviera el estómago lleno, se tomaría una ducha y luego continuaría con sus “investigaciones”.
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Un hombre de cabeza enorme entró a la habitación y dejó la bandeja repleta de comida sobre el escritorio. Olía muy bien, pero cuando la bruja echó un ojo a la cantidad que había se decepcionó. ¿Esperaban que con un plato tan… pobre se mostrara contenta? Necesitaba al menos cuatro de esos para sentirse bien. El dinero no era ningún problema, pero sí que los administradores del hotel no consideraran ampliar el menú. Quería cerdo ahumado, no calamares. Había una diferencia tan grande como la hay entre el verde y el rojo, además, ¿dónde carajos estaba la ensalada? Dejando el montón de libros sobre la cama, caminó molesta hasta el caracol con botones y traje de camarero; acto seguido, llamó una vez más a servicio al cuarto. Les pidió, aunque más bien fue una obligación, que cocinaran cinco platillos más para ella. Una vez cumplidos sus caprichos, retomó los estudios.
Leyó una vez más los escritos de artes oscuras y notó que la transformación del esbirro a una criatura de rostro cadavérico no era más que una transición, un proceso para llegar a algo mucho más grande. Recordó que había muchas culturas que creían en la existencia de demonios, seres provenientes de un mundo en llamas. Aunque había características que diferenciaban a las criaturas mitológicas, toda cultura convergía en una cosa: los demonios eran seres malvados y caóticos. Los había grandes y con aspectos draconianos; también otros pequeños y con cuernos y piel roja. La bruja, por su parte, no buscaba un mero sirviente al que usar como un peón al que sacrificar. No, buscaba una pieza mucho más importante, algo que no pudiera ser reemplazado con facilidad. Lamentablemente, su búsqueda requería un gran esfuerzo y horas de estudio. El esbirro cadavérico no fue más que un proceso incompleto, un fallo que no podía volver a repetirse.
Los intentos fueron muchos, así como también las veces que llamó al esbirro. Los primeros treinta minutos la criatura se rehusó en responder al llamado de su ama, pero cuando la bruja empleó más magia ignorarla resultó imposible. Atando al demonio al mundo terrenal, realizó un sinfín de experimentos hasta dar con lo que realmente buscaba. Los círculos mágicos, como la estrella invertida de cinco puntas dibujada en el suelo, significaban mucho en los escritos del Necronomicón. Si bien no era un libro especializado en la demonología, había datos realmente interesantes, como por ejemplo la transición de demonio menor a uno mayor. Aparentemente, había una jerarquía altamente organizada en la supuesta comunidad de demonios. Todo eso sonaba extraño, pero Katharina no esperaba que las personas comunes y corrientes pudieran comprender la profundidad de la verdad.
Ya era hora del paso definitivo: verter una última gota de sangre sobre el círculo mágico, sacrificando por completo al esbirro. Si todo salía mal, lo perdería para siempre y sería incapaz de volver a usar el hechizo. Era un pequeño precio a pagar para obtener un poder más grande, además, tampoco le servía un sirviente que no respondiera a todos sus llamados. Cuando la sangre tocó el suelo, el círculo mágico se iluminó y el esbirro comenzó a gritar. La bruja no podía permitir canalizar menos magia, de lo contrario, el ritual se desequilibraría y todo sería un verdadero caos. No sabía el poder de las fuerzas que estaba invocando, pero sí estaba segura de que no podía tomarse las cosas a la ligera. Entonces, luego de diez agotadores minutos, el esbirro se convirtió en una masa pegajosa de sangre y huesos, tan maloliente como lo es el cadáver descompuesto de un animal.
—Supongo que no siempre obtenemos lo que queremos —susurró, siendo inconsciente de que había pensado en voz alta.
Decepcionada y malhumorada comenzó a ordenar los libros que estaban desparramados por toda la habitación. Sin embargo, una fuerte presencia, tan poderosa como la de ella misma, le alertó. Donde antes estaba el esbirro, ahora había una extraña criatura con la apariencia de una mujer mirándole con sus grandes e inexpresivos ojos rojos. Sus orejas parecían las de un felino, pero ¿realmente lo eran? ¿Había logrado traer al mundo a un demonio de clase mayor? ¿Qué diablos era esa cosa que tenía frente a sus ojos? Desconfiada, empuñó la Hoja de Argoria y frunció el ceño.
Leyó una vez más los escritos de artes oscuras y notó que la transformación del esbirro a una criatura de rostro cadavérico no era más que una transición, un proceso para llegar a algo mucho más grande. Recordó que había muchas culturas que creían en la existencia de demonios, seres provenientes de un mundo en llamas. Aunque había características que diferenciaban a las criaturas mitológicas, toda cultura convergía en una cosa: los demonios eran seres malvados y caóticos. Los había grandes y con aspectos draconianos; también otros pequeños y con cuernos y piel roja. La bruja, por su parte, no buscaba un mero sirviente al que usar como un peón al que sacrificar. No, buscaba una pieza mucho más importante, algo que no pudiera ser reemplazado con facilidad. Lamentablemente, su búsqueda requería un gran esfuerzo y horas de estudio. El esbirro cadavérico no fue más que un proceso incompleto, un fallo que no podía volver a repetirse.
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Los intentos fueron muchos, así como también las veces que llamó al esbirro. Los primeros treinta minutos la criatura se rehusó en responder al llamado de su ama, pero cuando la bruja empleó más magia ignorarla resultó imposible. Atando al demonio al mundo terrenal, realizó un sinfín de experimentos hasta dar con lo que realmente buscaba. Los círculos mágicos, como la estrella invertida de cinco puntas dibujada en el suelo, significaban mucho en los escritos del Necronomicón. Si bien no era un libro especializado en la demonología, había datos realmente interesantes, como por ejemplo la transición de demonio menor a uno mayor. Aparentemente, había una jerarquía altamente organizada en la supuesta comunidad de demonios. Todo eso sonaba extraño, pero Katharina no esperaba que las personas comunes y corrientes pudieran comprender la profundidad de la verdad.
Ya era hora del paso definitivo: verter una última gota de sangre sobre el círculo mágico, sacrificando por completo al esbirro. Si todo salía mal, lo perdería para siempre y sería incapaz de volver a usar el hechizo. Era un pequeño precio a pagar para obtener un poder más grande, además, tampoco le servía un sirviente que no respondiera a todos sus llamados. Cuando la sangre tocó el suelo, el círculo mágico se iluminó y el esbirro comenzó a gritar. La bruja no podía permitir canalizar menos magia, de lo contrario, el ritual se desequilibraría y todo sería un verdadero caos. No sabía el poder de las fuerzas que estaba invocando, pero sí estaba segura de que no podía tomarse las cosas a la ligera. Entonces, luego de diez agotadores minutos, el esbirro se convirtió en una masa pegajosa de sangre y huesos, tan maloliente como lo es el cadáver descompuesto de un animal.
—Supongo que no siempre obtenemos lo que queremos —susurró, siendo inconsciente de que había pensado en voz alta.
Decepcionada y malhumorada comenzó a ordenar los libros que estaban desparramados por toda la habitación. Sin embargo, una fuerte presencia, tan poderosa como la de ella misma, le alertó. Donde antes estaba el esbirro, ahora había una extraña criatura con la apariencia de una mujer mirándole con sus grandes e inexpresivos ojos rojos. Sus orejas parecían las de un felino, pero ¿realmente lo eran? ¿Había logrado traer al mundo a un demonio de clase mayor? ¿Qué diablos era esa cosa que tenía frente a sus ojos? Desconfiada, empuñó la Hoja de Argoria y frunció el ceño.
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El ritual había funcionado. Frente a la bruja se erguía una criatura proveniente de otro mundo, uno mucho más oscuro y malvado que este. Su comportamiento parecía ser infantil y muy similar al de un gato. ¿Acaso eso era lo que representaba? En todo caso, no podía dudar de que lo que había frente a ella era fuerte. Había usado mucha magia en crear algo más poderoso que un mero esbirro y, además, había llevado a cabo un sacrificio de sangre. Afortunadamente no había tenido que sacrificar a ningún humano, la bruja no era esa clase de persona. En cualquier caso, le sorprendió que la criatura solo buscara comer galletas en vez de aterrar al mundo y abalanzarse sobre Katharina para ser libre por completo. El hechizo que había usado la pelirrosa generaba una conexión psíquica entre ella y el demonio, además de una especie de maldición que sometía a la criatura a la voluntad de Katharina.
—Las galletas vienen en camino —respondió con una sonrisa en el rostro, mirando a su creación—. Y pronto tendremos algo de acción.
Dejando el arma encima de la cama, caminó con paso lento hacia la puerta y recibió la comida. Por suerte había un pote repleto de galletas de chocolate que no tardó en ofrecerle a su nueva invocación.
—Es hora de movernos. Tenemos una investigación que terminar.
Esperando contar con la ayuda del demonio, bajó a la calle con la intención de volver a las cloacas donde se había encontrado con una de esas cosas que rondaba el mundo subterráneo.
—Las galletas vienen en camino —respondió con una sonrisa en el rostro, mirando a su creación—. Y pronto tendremos algo de acción.
Dejando el arma encima de la cama, caminó con paso lento hacia la puerta y recibió la comida. Por suerte había un pote repleto de galletas de chocolate que no tardó en ofrecerle a su nueva invocación.
—Es hora de movernos. Tenemos una investigación que terminar.
Esperando contar con la ayuda del demonio, bajó a la calle con la intención de volver a las cloacas donde se había encontrado con una de esas cosas que rondaba el mundo subterráneo.
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La personalidad del demonio era cuanto menos… sorpresiva. Katharina no esperaba que se comportara como una niña pequeña. ¿Acaso no eran malvados? ¿O todo lo que se sabía de ellos no eran más que solo prejuicios? Todas las culturas —al menos las estudiadas por la historiadora— tenían a los demonios como figuras que representaban el caos y el mal. Si no tuviera contacto directo con ellos gracias a la demonología, una escuela de magia oscura muy particular, simplemente les tomaría como seres mitológicos, pero ella podía ver cosas que los demás no. En cualquier caso, no le molestaba un poco de “ruido” en su grupo. Solía tenerlo cuando salía con Luka y Zane, pero ellos estaban demasiado lejos.
Inmersa en sus pensamientos ignoró por completo el hecho de que el demonio caminara completamente desnuda por los pasillos del hotel, y no fue hasta cuando salió de este que reparó en ello. Se quitó la manta que llevaba encima y, usando algo de magia para volverla más grande y cómoda, se la ofreció a su creación. Mirándola directamente a sus ojos rojos, pensó que debía nombrarle. Sí, darle un nombre. ¿O acaso ya tenía uno? A saber, pero no podía simplemente dirigirse hacia ella como demonio. Esperaba que fuera más poderosa que un simple esbirro, y mucho más útil en batalla.
—¿Tienes un nombre? —le preguntó mientras caminaba hacia la entrada conocida.
—¿Un nombre? ¿Galletas es uno? —respondió ella con una inocencia impropia de los demonios.
La bruja sonrió.
—Por supuesto que no. Te gustan las galletas, ¿eh? ¿Qué te parece Kuky?
A juzgar por la euforia temporal del demonio el nombre le había gustado. Y así fue como pasó de ser un simple monstruo a Kuky, la representación de la infancia y la despreocupación.
El trabajo estaba tomando más tiempo de lo esperado, realmente había esperado concluirlo en solo una noche. Su compañero simplemente había desaparecido y aún no tenía un enfrentamiento directo con lo que fuera que habitaba los túneles de la ciudad. Lo cierto era que tenía algo de conocimiento sobre estas criaturas. «Sangre ácida y una astucia alarmante», se dijo a sí misma. La última vez había caído en una trampa, pero no lo volvería a hacer. ¿Qué clase de historiadora sería si vuelve a cometer el mismo error? Se supone que debe aprender del pasado. Como sea, no tardó en llegar hasta la entrada conocida y descender una vez más a los túneles.
Inmersa en sus pensamientos ignoró por completo el hecho de que el demonio caminara completamente desnuda por los pasillos del hotel, y no fue hasta cuando salió de este que reparó en ello. Se quitó la manta que llevaba encima y, usando algo de magia para volverla más grande y cómoda, se la ofreció a su creación. Mirándola directamente a sus ojos rojos, pensó que debía nombrarle. Sí, darle un nombre. ¿O acaso ya tenía uno? A saber, pero no podía simplemente dirigirse hacia ella como demonio. Esperaba que fuera más poderosa que un simple esbirro, y mucho más útil en batalla.
—¿Tienes un nombre? —le preguntó mientras caminaba hacia la entrada conocida.
—¿Un nombre? ¿Galletas es uno? —respondió ella con una inocencia impropia de los demonios.
La bruja sonrió.
—Por supuesto que no. Te gustan las galletas, ¿eh? ¿Qué te parece Kuky?
A juzgar por la euforia temporal del demonio el nombre le había gustado. Y así fue como pasó de ser un simple monstruo a Kuky, la representación de la infancia y la despreocupación.
El trabajo estaba tomando más tiempo de lo esperado, realmente había esperado concluirlo en solo una noche. Su compañero simplemente había desaparecido y aún no tenía un enfrentamiento directo con lo que fuera que habitaba los túneles de la ciudad. Lo cierto era que tenía algo de conocimiento sobre estas criaturas. «Sangre ácida y una astucia alarmante», se dijo a sí misma. La última vez había caído en una trampa, pero no lo volvería a hacer. ¿Qué clase de historiadora sería si vuelve a cometer el mismo error? Se supone que debe aprender del pasado. Como sea, no tardó en llegar hasta la entrada conocida y descender una vez más a los túneles.
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