Shingetsu Nyx
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Varios hombres cubiertos por capas de excesivo abrigo se encuentran cargando bidones de cristal, pasándolos de un trineo a otro distinto; es un intercambio. Cada uno de los recipientes está lleno de un poderoso combustible usado para algunos de las investigaciones del Gobierno, creados por los científicos que viven en la isla de Karakuri.
No tardan demasiado en terminar el intercambio y finalmente, cada uno de los dos trineos parte en una dirección distinta. Solo tres siluetas permanecen en el punto de intercambio, dos agentes del Gobierno y un viejo vigilante. El primero de los agentes, que se encuentra comiendo con cuchara de una lata de conservas, está mirando un enorme monolito sobre el que hay texto tallado.
- Esta cosa... - Digo dando dos toques con una cuchara sopera en la lápida cuyo poema acabo de leer - ¿Va en serio?
El agente a mi lado no responde. En lugar de eso sencillamente resopla y se marcha en dirección al puerto. Posiblemente para descansar y tomar café caliente durante los próximos días, hasta que nuestro barco venga a recogernos para devolvernos a base.
- ¡Oye! que seamos hombres de negro no implica que debamos de comportarnos como unos pedazo de imb...
Me detiene de terminar la frase un sonoro carraspeo a mi espalda. Al girarme puedo ver que Eustak aún no se había marchado. Se trata de un anciano de rostro agradable y sonrisa bonachona, que suele observarte con sus del color del hielo recién creado casi completamente cerrados... Bien pensado resulta algo inquietante pero, siendo el vigilante de la isla Karakuri, lo extraño es que esa sea su única rareza.
- ¿Tienes curiosidad por la leyenda de Barujioma? - pregunta mientras se estira el largo bigote que decora su rostro. Un gesto que pierde parte de su elegancia a causa de los enormes guantes que lleva.
- ¿Una leyenda que incluye tigres en llamas, metal y rugidos? No me lo perdería por nada... -. Respondo con una sonrisa, imperceptible a través de la bufanda que cubre mi rostro -. Pero será esta noche, junto al fuego. Ahora solo quiero recoger mi equipo y volver a la cabaña.
El anciano ríe, respondiendo con un movimiento de cabeza con el que pretende indicarme que lo entiende. Tras ello decide marcharse por el mismo camino que ha seguido el primer agente hace unos segundos. Quedándome solo en la nevada, ante el monolito dedicado a un "Dios".
- Me he olvidado de preguntarle por qué hay algunas estrofas tachadas... - susurro por lo bajo -. Parece algo bastante infantil. No me extrañaría que hubiera sido alguien con el suficiente ego como para ofenderse.
Ahora que el intercambio ha concluido, mi misión ha terminado oficialmente. Eso significa que ya no tengo que aguantar a mi pedante compañero, y que podría pasearme por la isla en busca de algo interesante. El frío no es un problema demasiado importante, estar abrigado es mera cortesía. Gracias a la incesante nevada en la que nos encontramos, tendría suficiente agua como para calentar mi piel con solo tocarla en fase. Por supuesto eso no significa que tenga calor, nada más lejos, ahora mismo me siento como un polo de menta. Es solo que siempre he disfrutado de la sensación producida por el frío en mi piel.
- Oh... Se me ha congelado la comida - La lata caliente y su contenido se han congelado, dejando atrapada la cuchara en su interior. Con cierta mala gana decido dejarlos al lado del monolito. Nada mejor como sacrificio para la Bestia Quemada de Barujimoa, que una lata metálica de sopa de patatas.
Decidiendo que aún queda mucho día por delante, camino unos metros hasta recoger mi bolsa de viaje; acomodándola sobre mi espalda antes de seguir caminando en una dirección sin determinar. He oído de los aldeanos que, por algún lugar del norte, hay un laboratorio científico que lleva decenas de años abandonado. Con todo el tiempo que ha pasado, lo normal sería pensar que ya deben haber robado todo objeto de valor que pudiera contener. Sin embargo, mi curiosidad no podría perdonarme si decidiera no aprovechar una oportunidad así. Por eso mismo, casi relamiéndome ante las posibilidades, empiezo a buscar alguna señal de su existencia por los alrededores.
No tardan demasiado en terminar el intercambio y finalmente, cada uno de los dos trineos parte en una dirección distinta. Solo tres siluetas permanecen en el punto de intercambio, dos agentes del Gobierno y un viejo vigilante. El primero de los agentes, que se encuentra comiendo con cuchara de una lata de conservas, está mirando un enorme monolito sobre el que hay texto tallado.
¡Tigre! ¡Tigre!, reluciente incendio
En las nieves de la noche,
¿Qué mano biónica u ojo
Pudo trazar tu terrible asimetría?
¿En qué lejanos abismos o edén
Ardió el fuego de tu piel?
¿Sobre qué tuercas se atreve a elevarse?
¿Qué tornillo se atrevió a tomar el fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
De tallar una estrella en mi corazón?
Y cuando tu corazón empezó a latir,
¿Qué espantosa mano? ¿Y qué espantosos pies?
¿Qué martillo? ¿Qué soplete?
¿En qué horno estaba tu cerebro?
¿Qué yunque? ¿Quéespantoso puño
Osa abrazar su mortales terrores?
Cuando las estrellas tiraron sus lanzas
Y mojaron el cielo con sus lágrimas,
¿Sonrió al ver su obra?
¿Aquel que hizo al cordero, te hizo a ti?
¡Tigre! ¡Tigre!, reluciente incendio
En las nieves de la noche,
¿Qué mano inmortal u ojo
Pudo trazar tu terrible simetría?
Oda a la "Sagrada Bestia Quemada de Barujimoa"
En las nieves de la noche,
¿Qué mano biónica u ojo
Pudo trazar tu terrible asimetría?
¿En qué lejanos abismos o edén
Ardió el fuego de tu piel?
¿Sobre qué tuercas se atreve a elevarse?
¿Qué tornillo se atrevió a tomar el fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
De tallar una estrella en mi corazón?
Y cuando tu corazón empezó a latir,
¿Qué martillo? ¿Qué soplete?
¿En qué horno estaba tu cerebro?
¿Qué yunque? ¿Qué
Osa abrazar su mortales terrores?
Cuando las estrellas tiraron sus lanzas
Y mojaron el cielo con sus lágrimas,
¿Sonrió al ver su obra?
¿Aquel que hizo al cordero, te hizo a ti?
¡Tigre! ¡Tigre!, reluciente incendio
En las nieves de la noche,
¿Qué mano inmortal u ojo
Pudo trazar tu terrible simetría?
Oda a la "Sagrada Bestia Quemada de Barujimoa"
- Esta cosa... - Digo dando dos toques con una cuchara sopera en la lápida cuyo poema acabo de leer - ¿Va en serio?
El agente a mi lado no responde. En lugar de eso sencillamente resopla y se marcha en dirección al puerto. Posiblemente para descansar y tomar café caliente durante los próximos días, hasta que nuestro barco venga a recogernos para devolvernos a base.
- ¡Oye! que seamos hombres de negro no implica que debamos de comportarnos como unos pedazo de imb...
Me detiene de terminar la frase un sonoro carraspeo a mi espalda. Al girarme puedo ver que Eustak aún no se había marchado. Se trata de un anciano de rostro agradable y sonrisa bonachona, que suele observarte con sus del color del hielo recién creado casi completamente cerrados... Bien pensado resulta algo inquietante pero, siendo el vigilante de la isla Karakuri, lo extraño es que esa sea su única rareza.
- ¿Tienes curiosidad por la leyenda de Barujioma? - pregunta mientras se estira el largo bigote que decora su rostro. Un gesto que pierde parte de su elegancia a causa de los enormes guantes que lleva.
- ¿Una leyenda que incluye tigres en llamas, metal y rugidos? No me lo perdería por nada... -. Respondo con una sonrisa, imperceptible a través de la bufanda que cubre mi rostro -. Pero será esta noche, junto al fuego. Ahora solo quiero recoger mi equipo y volver a la cabaña.
El anciano ríe, respondiendo con un movimiento de cabeza con el que pretende indicarme que lo entiende. Tras ello decide marcharse por el mismo camino que ha seguido el primer agente hace unos segundos. Quedándome solo en la nevada, ante el monolito dedicado a un "Dios".
- Me he olvidado de preguntarle por qué hay algunas estrofas tachadas... - susurro por lo bajo -. Parece algo bastante infantil. No me extrañaría que hubiera sido alguien con el suficiente ego como para ofenderse.
Ahora que el intercambio ha concluido, mi misión ha terminado oficialmente. Eso significa que ya no tengo que aguantar a mi pedante compañero, y que podría pasearme por la isla en busca de algo interesante. El frío no es un problema demasiado importante, estar abrigado es mera cortesía. Gracias a la incesante nevada en la que nos encontramos, tendría suficiente agua como para calentar mi piel con solo tocarla en fase. Por supuesto eso no significa que tenga calor, nada más lejos, ahora mismo me siento como un polo de menta. Es solo que siempre he disfrutado de la sensación producida por el frío en mi piel.
- Oh... Se me ha congelado la comida - La lata caliente y su contenido se han congelado, dejando atrapada la cuchara en su interior. Con cierta mala gana decido dejarlos al lado del monolito. Nada mejor como sacrificio para la Bestia Quemada de Barujimoa, que una lata metálica de sopa de patatas.
Decidiendo que aún queda mucho día por delante, camino unos metros hasta recoger mi bolsa de viaje; acomodándola sobre mi espalda antes de seguir caminando en una dirección sin determinar. He oído de los aldeanos que, por algún lugar del norte, hay un laboratorio científico que lleva decenas de años abandonado. Con todo el tiempo que ha pasado, lo normal sería pensar que ya deben haber robado todo objeto de valor que pudiera contener. Sin embargo, mi curiosidad no podría perdonarme si decidiera no aprovechar una oportunidad así. Por eso mismo, casi relamiéndome ante las posibilidades, empiezo a buscar alguna señal de su existencia por los alrededores.
- OFF:
- El poema es un calco casi directo de "El tigre" de William Blake. Cuando leí la parte del manga con Franki ardiendo en la isla científica (Que creo que es esta…), me pareció perfecto... Tenía que hacer ese cameo, disculpa.
Katharina von Steinhell
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El frío le recordaba a su hogar... La nieve cayendo e impregnándose en la ventana, la chimenea calentando el vestíbulo, Freya revoloteando de allá para acá... Eran buenos recuerdos, unos de una época en donde las cosas no eran tan complicadas. Cumplía su trabajo y ya, de vez en cuando se esforzaba para ganar el reconocimiento de su jefe y optar por un mejor cargo para así contar con algo más de dinero. Su única preocupación era ver bien a su pequeña hermanita, pero todo eso se esfumó cuando murió. De vez en cuando soñaba con el cuerpo ensangrentado de Freya, mientras su vida se apagaba poco a poco en sus brazos...
Había estado recorriendo el mundo, recopilando conocimiento y buscando artefactos antiguos que le diesen más poder. Ahora ese era su única preocupación. Nada de interrupciones, se repetía constantemente, refiriéndose a amistades y relaciones cariñosas. Por algún motivo, tras cumplir su misión con Lily, decidió hacer una parada en Karakuri. Había escuchado que era el lugar donde nació el legendario doctor Vegapunk, el hombre más inteligente de hacía 150 años. Según los rumores, había un laboratorio custodiado por marines y se decía que tenía increíbles experimentos que nunca llegó a terminar.
La bruja llevaba una capa de pieles, completamente blanca por la nieve mientras el sombrero puntiagudo y de color oscuro le protegía la cabeza. Decidió convertir ambas guadañas en pequeños cuchillos para su transporte, de lo contrario, muchos se fijarían en ella y era lo que menos deseaba. Desde que derrotó a un miembro del Cipher Pol 9, la Marina le había estado buscando incansablemente. Por alguna razón de la vida, lo más peligroso resultaba ser lo más entretenido. Katharina tenía toda la intención de infiltrarse en ese laboratorio y conseguir documentos y experimentos, incluso uno que otro objeto.
—Algo me dice que esta isla está llena de agentes y marines...
Katharina caminó por las congeladas calles de Karakuri, cubriéndose el rostro para no ser descubierta por ningún ojo curioso. Sin embargo, no fue demasiado hábil, puesto que su tranquila caminata fue interrumpida por la aparición de un escuadrón de marines. Solo eran cuatro, pero podían llegar más. Una de las chicas que viajaba con ellos le reconoció... Su cabello lacio era de color rosa, como el de la bruja, y sus ojos tan celestes como el mismo cielo. Por sus vestimentas, no era más que una recluta, pero aun así decidió enfrentar a Katharina.
—¡Detente! —Le ordenó— ¡Katharina von Steinhell! Te recomiendo que te entregues sin oponer resistencia, quedas detenida por crímenes de piratería, traición, asesinato e investigación ilegal.
Al menos la Marina sí tenía claro los crímenes que la pelirrosa había cometido... Vaya, no esperaba entrar en calor tan pronto. Desenfundó una de sus espadas y, en el instante en que salió de la funda, esta se convirtió en una gigantesca guadaña de hoja transparente, soltando algunas chispas de color verdoso. Les dejó claro al montón de ineficientes que no se entregaría sin antes luchar.
—Solo eres una recluta, ¿qué esperas conseguir de todo esto?
La muchacha levantó el fusil y disparó, pero la bala fue esquivada con facilidad por parte de Katharina.
—¡Yo defiendo la ley y el orden! Es mi trabajo...
—No necesitas darle explicaciones a esta... cosa, Cacao-chan —dijo el marine de al lado, quien parecía ser más fuerte—. Te recomiendo que te entregues, nada bueno saldrá de esta pelea.
—Estamos de acuerdo en eso —le respondió al viejo—, quítense de mi camino. Supongo que tú eres el líder, y pareces ser de esos que por el cumplimiento del deber dejará morir a estos jóvenes.
El marine sonrió confiadamente y desenfundó su sable, listo para responder a las palabras de Katharina. Sin embargo, antes de que siquiera pudiera abrir la boca, la bruja se encontraba frente a él, lista para decapitarle con un tajo arqueado. Fue un rápido disparo que le hizo retroceder, el cual le rozó la mejilla y dejó una leve herida, nada de qué preocuparse. La chica de cabellos rosas, Cacao, miraba con el ceño fruncido a Katharina, respirando agitadamente por la boca.
—¡No dejaré que toques a Ian-san!
Esperaba terminar rápidamente con ese desafortunado encuentro, pero al parecer no le quedaría otra opción que huir. Podía encargarse de ellos, sí, pero su objetivo no era enfrentarse a la Marina. Desenfundó la otra espada, repitiendo el mismo proceso, solo que esta vez apareció una enorme guadaña con un rostro demoníaco, haciendo retroceder a sus oponentes. Lentamente, la bruja comenzó a envolverse en un manto de oscuridad...
—Considérense afortunados... Hoy no morirán.
—¡E-Espera..:!
Todo se volvió oscuro y la bruja saltó hacia un tejado, llevándose consigo la oscuridad para luego desaparecer de la vista de los marines. Pronto la isla estaría infestada de hombres buscando a Katharina, pero ese no era ningún problema. Por suerte podía cambiar su aspecto cuantas veces quisiera, además de contar con algunas insignias al mérito para realizar labores de infiltración.
Había estado recorriendo el mundo, recopilando conocimiento y buscando artefactos antiguos que le diesen más poder. Ahora ese era su única preocupación. Nada de interrupciones, se repetía constantemente, refiriéndose a amistades y relaciones cariñosas. Por algún motivo, tras cumplir su misión con Lily, decidió hacer una parada en Karakuri. Había escuchado que era el lugar donde nació el legendario doctor Vegapunk, el hombre más inteligente de hacía 150 años. Según los rumores, había un laboratorio custodiado por marines y se decía que tenía increíbles experimentos que nunca llegó a terminar.
La bruja llevaba una capa de pieles, completamente blanca por la nieve mientras el sombrero puntiagudo y de color oscuro le protegía la cabeza. Decidió convertir ambas guadañas en pequeños cuchillos para su transporte, de lo contrario, muchos se fijarían en ella y era lo que menos deseaba. Desde que derrotó a un miembro del Cipher Pol 9, la Marina le había estado buscando incansablemente. Por alguna razón de la vida, lo más peligroso resultaba ser lo más entretenido. Katharina tenía toda la intención de infiltrarse en ese laboratorio y conseguir documentos y experimentos, incluso uno que otro objeto.
—Algo me dice que esta isla está llena de agentes y marines...
Katharina caminó por las congeladas calles de Karakuri, cubriéndose el rostro para no ser descubierta por ningún ojo curioso. Sin embargo, no fue demasiado hábil, puesto que su tranquila caminata fue interrumpida por la aparición de un escuadrón de marines. Solo eran cuatro, pero podían llegar más. Una de las chicas que viajaba con ellos le reconoció... Su cabello lacio era de color rosa, como el de la bruja, y sus ojos tan celestes como el mismo cielo. Por sus vestimentas, no era más que una recluta, pero aun así decidió enfrentar a Katharina.
—¡Detente! —Le ordenó— ¡Katharina von Steinhell! Te recomiendo que te entregues sin oponer resistencia, quedas detenida por crímenes de piratería, traición, asesinato e investigación ilegal.
Al menos la Marina sí tenía claro los crímenes que la pelirrosa había cometido... Vaya, no esperaba entrar en calor tan pronto. Desenfundó una de sus espadas y, en el instante en que salió de la funda, esta se convirtió en una gigantesca guadaña de hoja transparente, soltando algunas chispas de color verdoso. Les dejó claro al montón de ineficientes que no se entregaría sin antes luchar.
—Solo eres una recluta, ¿qué esperas conseguir de todo esto?
La muchacha levantó el fusil y disparó, pero la bala fue esquivada con facilidad por parte de Katharina.
—¡Yo defiendo la ley y el orden! Es mi trabajo...
—No necesitas darle explicaciones a esta... cosa, Cacao-chan —dijo el marine de al lado, quien parecía ser más fuerte—. Te recomiendo que te entregues, nada bueno saldrá de esta pelea.
—Estamos de acuerdo en eso —le respondió al viejo—, quítense de mi camino. Supongo que tú eres el líder, y pareces ser de esos que por el cumplimiento del deber dejará morir a estos jóvenes.
El marine sonrió confiadamente y desenfundó su sable, listo para responder a las palabras de Katharina. Sin embargo, antes de que siquiera pudiera abrir la boca, la bruja se encontraba frente a él, lista para decapitarle con un tajo arqueado. Fue un rápido disparo que le hizo retroceder, el cual le rozó la mejilla y dejó una leve herida, nada de qué preocuparse. La chica de cabellos rosas, Cacao, miraba con el ceño fruncido a Katharina, respirando agitadamente por la boca.
—¡No dejaré que toques a Ian-san!
Esperaba terminar rápidamente con ese desafortunado encuentro, pero al parecer no le quedaría otra opción que huir. Podía encargarse de ellos, sí, pero su objetivo no era enfrentarse a la Marina. Desenfundó la otra espada, repitiendo el mismo proceso, solo que esta vez apareció una enorme guadaña con un rostro demoníaco, haciendo retroceder a sus oponentes. Lentamente, la bruja comenzó a envolverse en un manto de oscuridad...
—Considérense afortunados... Hoy no morirán.
—¡E-Espera..:!
Todo se volvió oscuro y la bruja saltó hacia un tejado, llevándose consigo la oscuridad para luego desaparecer de la vista de los marines. Pronto la isla estaría infestada de hombres buscando a Katharina, pero ese no era ningún problema. Por suerte podía cambiar su aspecto cuantas veces quisiera, además de contar con algunas insignias al mérito para realizar labores de infiltración.
- Cacao-chan:
- Es un personaje NPC de nivel 23, cuyas características son las siguientes:
- Característica clave: Puntería (Tier 2)
- Características principales: Reflejos (Tier 2) y Sigilo (Tier 1)
- Características secundarias: Agilidad (Tier 1) y Velocidad (Tier 0)
Alineamiento: Legal Bueno- Cacao:
- Característica clave: Puntería (Tier 2)
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Me paseo por los alrededores sin encontrar nada que parezca indicar la existencia de un laboratorio científico cercano. Quizás resultaría más sencillo si la nieve no me impidiera ver más allá de cien metros a campo abierto, pero cambiar el tiempo no se encuentra entre mis habilidades.
El lejano sonido de un disparo logra captar mi atención. Por si pudiera dudar de su naturaleza, el estruendo se repite unos segundos más tarde. Estaba a punto de dar por imposible mi búsqueda, volver a la cabaña y tomarme una bebida caliente. Pero un sonido así suele indicar problemas, y lo que es más importante... Gente a la que preguntar el camino. No puedo desaprovechar semejante regalo.
Corro todo lo rápido que soy capaz, lo que ciertamente no es demasiado. Entre mi falta de preparación al acelerar y la nieve que me cubre las piernas hasta las rodillas, mi carrera podría ser definida como una mezcla entre algún tipo de baile tribal y un pingüino con prisa. No es la manera más adecuada de desplazarse, pero me permite llegar en tiempo récord al lugar del que procedían los disparos. En cuanto aterrizo en mi destino, un grupo de marines deciden tomarme como refuerzo improvisado; sin que llegue a preguntarles nada, empiezan a contarme todo lo que ha ocurrido.
Aunque con cierta pesadez, escucho con atención la historia que me narran, atendiendo a cada uno de los detalles de la misma. Al parecer han tenido un encuentro con la pirata Katharina von Steinhell. Sus crímenes son: piratería, traición (Deserción), asesinato y realización de investigaciones ilegales. Pese a todo, ninguno de ellos ha sido herido o asesinado, lo que no deja de resultar sorprendente. Pero lo que más me llama la atención, es la manera tan ridícula de poner en guardia al enemigo que dicen haber usado. Nadie en su sano juicio, salvo que estuviera completamente seguro de sus posibilidades, pondría en alerta a un rival peligroso antes de atacarle. ¿No habría sido más fácil empezar con un disparo? ¿Aunque no fuera a una zona mortal?
También me hablan de los lugares importantes a los que podría estar interesada en entrar la criminal. Es gracias a esto que logro enterarme de la dirección que debo tomar para dirigirme al laboratorio abandonado; quedando sorprendido cuando me entero de que pertenecía al mismísimo Vegapunk. La sola idea de explorar el espacio de trabajo de un genio de este calibre, logra hacer que mi interés por el mismo aumente exponencialmente. Al mismo tiempo, mi disposición de encontrar a la pirata desaparece como por arte de magia.
- Estoy fuera de servicio - respondo con frialdad- No voy a gastar mi tiempo buscando a una turista. Es más. Por lo que a mí respecta vosotros habéis empezado el conflicto, quizás llevados por problemas de desamor producido al ver a una desertora. ¿No os da vergüenza?
El veneno oculto entre mis palabras hace que la joven recluta de un paso al frente, visiblemente alterada. Sin embargo su superior al mando la detiene al tomarla del hombro. Aunque al parecer eso no la impide abrir la boca.
- ¡Sabía que los del CP erais escoria! -. Empieza a decir con rabia -. Pero esto no est...
- Asesina -. La interrumpo con una sonrisa.
- ¿Pe... Perdona? -. La recluta no parece entender mis palabras.
- Me refiero a nosotros. Escoria asesina. Es importante mencionar los títulos al completo... Y ese suele ser vuestro preferido, seguido de cerca por el de perros del Gobierno. Irónico si me lo permites, considerando cual es vuestra tarea y los antecedentes que tenéis -. Guardo un instante de silencio, tamborileando con impaciencia sobre mi pierna, mirando de arriba a abajo a la marine - Mira... Perseguir piratas no es mi trabajo. De hecho, puede que solo os estorbara. Mi consejo es que aviséis a base y vigiléis todas las salidas al mar. Nadie persigue a una rata... Es más inteligente tenderla una trampa.
Sin dedicarles una solo palabra más, me giro y empiezo a andar en dirección al laboratorio científico. Ahora que sé en qué rumbo se encuentra, no puedo evitar que la curiosidad me guíe hacia él. Pero sé que, llevados por la falsa esperanza de redención, van a volver a detenerme para pedir ayuda; decido dedicarles unas últimas palabras antes de desaparecer de su vista. Al hacerlo ni si quiera me digno en mirarles directamente.
- No os ayudaré más. Tomad el consejo o seguid buscando como idiotas a esa mujer... A mí me da igual. -. Me detengo, dudando por un instante... Pero finalmente reanudo la marcha -. Suerte.
Y con esto está todo dicho. Ahora tendrán otra bonita historia que contarles a sus amigos de blanco sobre lo malos que somos en el CP. Siendo sinceros, me da un poco de pena. Si siguen buscando a esta criminal, lo más probable es que acaben todos muertos. Pero ese es su trabajo, el mío ya ha terminado. En lo que a mí respecta, no sé si la pirata merecerá todos los cargos que ostenta y tampoco me interesa. No sería la primera vez que un Wanted no hace justicia al criminal... Aunque por la urgencia en la voz de la recluta, parece ser una pieza de cuidado.
- Sigue sin ser mi problema... - susurro para mí mismo, como si tuviera que convencerme de ello.
Varios minutos más tarde, habiendo seguido las indicaciones de la recluta marine, puedo ver ante mis ojos el contorno del laboratorio científico. Ahora solo debo encontrar la forma de entrar.
El lejano sonido de un disparo logra captar mi atención. Por si pudiera dudar de su naturaleza, el estruendo se repite unos segundos más tarde. Estaba a punto de dar por imposible mi búsqueda, volver a la cabaña y tomarme una bebida caliente. Pero un sonido así suele indicar problemas, y lo que es más importante... Gente a la que preguntar el camino. No puedo desaprovechar semejante regalo.
Corro todo lo rápido que soy capaz, lo que ciertamente no es demasiado. Entre mi falta de preparación al acelerar y la nieve que me cubre las piernas hasta las rodillas, mi carrera podría ser definida como una mezcla entre algún tipo de baile tribal y un pingüino con prisa. No es la manera más adecuada de desplazarse, pero me permite llegar en tiempo récord al lugar del que procedían los disparos. En cuanto aterrizo en mi destino, un grupo de marines deciden tomarme como refuerzo improvisado; sin que llegue a preguntarles nada, empiezan a contarme todo lo que ha ocurrido.
Aunque con cierta pesadez, escucho con atención la historia que me narran, atendiendo a cada uno de los detalles de la misma. Al parecer han tenido un encuentro con la pirata Katharina von Steinhell. Sus crímenes son: piratería, traición (Deserción), asesinato y realización de investigaciones ilegales. Pese a todo, ninguno de ellos ha sido herido o asesinado, lo que no deja de resultar sorprendente. Pero lo que más me llama la atención, es la manera tan ridícula de poner en guardia al enemigo que dicen haber usado. Nadie en su sano juicio, salvo que estuviera completamente seguro de sus posibilidades, pondría en alerta a un rival peligroso antes de atacarle. ¿No habría sido más fácil empezar con un disparo? ¿Aunque no fuera a una zona mortal?
También me hablan de los lugares importantes a los que podría estar interesada en entrar la criminal. Es gracias a esto que logro enterarme de la dirección que debo tomar para dirigirme al laboratorio abandonado; quedando sorprendido cuando me entero de que pertenecía al mismísimo Vegapunk. La sola idea de explorar el espacio de trabajo de un genio de este calibre, logra hacer que mi interés por el mismo aumente exponencialmente. Al mismo tiempo, mi disposición de encontrar a la pirata desaparece como por arte de magia.
- Estoy fuera de servicio - respondo con frialdad- No voy a gastar mi tiempo buscando a una turista. Es más. Por lo que a mí respecta vosotros habéis empezado el conflicto, quizás llevados por problemas de desamor producido al ver a una desertora. ¿No os da vergüenza?
El veneno oculto entre mis palabras hace que la joven recluta de un paso al frente, visiblemente alterada. Sin embargo su superior al mando la detiene al tomarla del hombro. Aunque al parecer eso no la impide abrir la boca.
- ¡Sabía que los del CP erais escoria! -. Empieza a decir con rabia -. Pero esto no est...
- Asesina -. La interrumpo con una sonrisa.
- ¿Pe... Perdona? -. La recluta no parece entender mis palabras.
- Me refiero a nosotros. Escoria asesina. Es importante mencionar los títulos al completo... Y ese suele ser vuestro preferido, seguido de cerca por el de perros del Gobierno. Irónico si me lo permites, considerando cual es vuestra tarea y los antecedentes que tenéis -. Guardo un instante de silencio, tamborileando con impaciencia sobre mi pierna, mirando de arriba a abajo a la marine - Mira... Perseguir piratas no es mi trabajo. De hecho, puede que solo os estorbara. Mi consejo es que aviséis a base y vigiléis todas las salidas al mar. Nadie persigue a una rata... Es más inteligente tenderla una trampa.
Sin dedicarles una solo palabra más, me giro y empiezo a andar en dirección al laboratorio científico. Ahora que sé en qué rumbo se encuentra, no puedo evitar que la curiosidad me guíe hacia él. Pero sé que, llevados por la falsa esperanza de redención, van a volver a detenerme para pedir ayuda; decido dedicarles unas últimas palabras antes de desaparecer de su vista. Al hacerlo ni si quiera me digno en mirarles directamente.
- No os ayudaré más. Tomad el consejo o seguid buscando como idiotas a esa mujer... A mí me da igual. -. Me detengo, dudando por un instante... Pero finalmente reanudo la marcha -. Suerte.
Y con esto está todo dicho. Ahora tendrán otra bonita historia que contarles a sus amigos de blanco sobre lo malos que somos en el CP. Siendo sinceros, me da un poco de pena. Si siguen buscando a esta criminal, lo más probable es que acaben todos muertos. Pero ese es su trabajo, el mío ya ha terminado. En lo que a mí respecta, no sé si la pirata merecerá todos los cargos que ostenta y tampoco me interesa. No sería la primera vez que un Wanted no hace justicia al criminal... Aunque por la urgencia en la voz de la recluta, parece ser una pieza de cuidado.
- Sigue sin ser mi problema... - susurro para mí mismo, como si tuviera que convencerme de ello.
Varios minutos más tarde, habiendo seguido las indicaciones de la recluta marine, puedo ver ante mis ojos el contorno del laboratorio científico. Ahora solo debo encontrar la forma de entrar.
Katharina von Steinhell
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Akuma no mi
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Se mantuvo cerca del lugar de los hechos, transformando su apariencia en la de un ciudadano común y corriente. Los marines contra los que se enfrentó recurrieron desesperadamente a un muchacho de cabellos blancos, un agente del Cipher Pol. Katharina usó su mantra para tener una idea aproximada del poder del chico, pero este estaba muy por debajo de ella, así que no era un problema. Sin embargo, había un dicho muy cierto: “la unión hace la fuerza”. Enfrentarse a cuatro marines podía suponer un problema, pero ¿enfrentarse a cuatro marines y a un agente del CP? Seguramente no saldría bien parada de ese encuentro.
Al aguzar el oído, escuchó el plan del peliblanco para capturar a Katharina, aunque también notó cierta... pereza en él, como si no estuviese dispuesto a trabajar. ¿Así que un mero novato la comparaba con una rata? Le haría tragar sus palabras. La bruja estaba lejos de ser un animal tan vulgar como ese; le hubiese gustado que la comparasen con alguna criatura más fuerte o noble, pero ¿una rata? Definitivamente fue un duro golpe a su orgullo. Lo único bueno que sacó de aquella conversación fue la ubicación del laboratorio del difunto Vegapunk.
—Seguro que habrá toda una tropa de marines esperándome...
Sin dilatar más la situación, la pelirrosa emprendió viaje hacia el laboratorio. Gracias a sus piernas ágiles, no le costó avanzar por la nieve, ya que sus pisadas eran tan ligeras que apenas se hundía en ella. Pronto llegó a su destino, escondiéndose detrás de unas cajas y observando desde lejos la custodiada entrada. Había por lo menos diez marines rondando de un lugar a otro, aunque posiblemente hubiera unos cuantos más vigilando otros sectores. Necesitaba entrar, pero ¿cómo? Seguramente solo alguien con un cargo muy alto podría ingresar sin ningún problema.
Solo de pensar en lo que tendría que hacer para entrar le daba náuseas... Primero, gracias al poder de la transmutación, transformó sus prendas en las de un marine, perfeccionando las letras de la capa que anunciaban una sola palabra: Justicia. Sus ojos pasaron a ser grandes y violetas, mientras que su cabello se tornó plateado. Su sombrero pasó a ser el de un marinero, blanco y con una única inscripción: Marine. Procuró dejar las dos medallas al mérito militar a la vista, además de transformar algunas rocas en otras insignias, contando con un total de 12. Conocía los protocolos de la Marina y sabía de memoria su jerarquía, así que si fingía ser una Vicealmirante, no tendrían más remedio que acotar sus órdenes.
—Llevar esta capa me da asco... —susurró.
Se acercó lentamente hacia la entrada custodiada por varios hombres, entre ellos algunos semigigantes. Aprovechó de usar su mantra para analizar la fuerza de sus compañeros y comprobó que solo un par de ellos podían causarle problemas. Las mentiras se le daban bien, pero no lo suficiente para engañar a un especialista, así que rogaba que no hubiera ninguno entre ellos. Los hombres le quedaron mirando, extrañados por la repentina aparición de la chica.
—Esto... ¿Te puedo ayudar en algo?
Katharina sonrió dulcemente.
—¡Sí! Quiero pasar —le pidió al marine, quien miró a sus compañeros algo confundido.
—¿En serio...? Sólo el personal autorizado puede ingresar al laboratorio, temo que...
La mirada dulce no se borró del rostro de la mentirosa bruja.
—Supongo que una Vicealmirante como yo puede entrar sin ningún problema —le dijo—. Soy Johanne Stormrage, mucho gusto.
Al aguzar el oído, escuchó el plan del peliblanco para capturar a Katharina, aunque también notó cierta... pereza en él, como si no estuviese dispuesto a trabajar. ¿Así que un mero novato la comparaba con una rata? Le haría tragar sus palabras. La bruja estaba lejos de ser un animal tan vulgar como ese; le hubiese gustado que la comparasen con alguna criatura más fuerte o noble, pero ¿una rata? Definitivamente fue un duro golpe a su orgullo. Lo único bueno que sacó de aquella conversación fue la ubicación del laboratorio del difunto Vegapunk.
—Seguro que habrá toda una tropa de marines esperándome...
Sin dilatar más la situación, la pelirrosa emprendió viaje hacia el laboratorio. Gracias a sus piernas ágiles, no le costó avanzar por la nieve, ya que sus pisadas eran tan ligeras que apenas se hundía en ella. Pronto llegó a su destino, escondiéndose detrás de unas cajas y observando desde lejos la custodiada entrada. Había por lo menos diez marines rondando de un lugar a otro, aunque posiblemente hubiera unos cuantos más vigilando otros sectores. Necesitaba entrar, pero ¿cómo? Seguramente solo alguien con un cargo muy alto podría ingresar sin ningún problema.
Solo de pensar en lo que tendría que hacer para entrar le daba náuseas... Primero, gracias al poder de la transmutación, transformó sus prendas en las de un marine, perfeccionando las letras de la capa que anunciaban una sola palabra: Justicia. Sus ojos pasaron a ser grandes y violetas, mientras que su cabello se tornó plateado. Su sombrero pasó a ser el de un marinero, blanco y con una única inscripción: Marine. Procuró dejar las dos medallas al mérito militar a la vista, además de transformar algunas rocas en otras insignias, contando con un total de 12. Conocía los protocolos de la Marina y sabía de memoria su jerarquía, así que si fingía ser una Vicealmirante, no tendrían más remedio que acotar sus órdenes.
—Llevar esta capa me da asco... —susurró.
Se acercó lentamente hacia la entrada custodiada por varios hombres, entre ellos algunos semigigantes. Aprovechó de usar su mantra para analizar la fuerza de sus compañeros y comprobó que solo un par de ellos podían causarle problemas. Las mentiras se le daban bien, pero no lo suficiente para engañar a un especialista, así que rogaba que no hubiera ninguno entre ellos. Los hombres le quedaron mirando, extrañados por la repentina aparición de la chica.
—Esto... ¿Te puedo ayudar en algo?
Katharina sonrió dulcemente.
—¡Sí! Quiero pasar —le pidió al marine, quien miró a sus compañeros algo confundido.
—¿En serio...? Sólo el personal autorizado puede ingresar al laboratorio, temo que...
La mirada dulce no se borró del rostro de la mentirosa bruja.
—Supongo que una Vicealmirante como yo puede entrar sin ningún problema —le dijo—. Soy Johanne Stormrage, mucho gusto.
- Johanne:
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- OFF:
- Voy a tratar de rolear en tercera persona a partir de este punto. Quiero ver si me siento a gusto con la misma en un rol directo.
El joven CP se inclina sobre el suelo, interrumpiendo su caminata hacia el taller de Vegapunk. Unas huellas en la nieve bastante particulares han estado reclamando su atención desde que salió del pueblo. Se encaminan a la misma dirección que el sigue, pero la poca profundidad con la que están marcadas indica algo más que simple ligereza. Sus conocimientos básicos en supervivencia le hacen comprender que lo que sea que las ha producido es fuerte... Y no le han informado de que ningún alto cargo estuviera yendo a inspeccionar el laboratorio.
«Quizás es una mera coincidencia. Puede que no tenga nada que ver con esa pirata… Seguramente se trate de un Marine u otro agente de alto rango». – En el fondo duda que sea así, pero no es alguien que llegue a conclusiones precipitadas por un detalle tan nimio. Y quizás debería.
En otra situación, en otro momento y otro lugar… Se habría mostrado más precavido. Pero se halla ante uno de los mayores tesoros para alguien con su profesión, y las palabras de la recluta con cabellos rosados no dejan de resonar en su mente «En esa dirección está uno de los laboratorios de Vegapunk». Para el, un lugar como ese es el mapa al santo grial, la meca, el lugar en el que vivió, caminó y respiró la que probablemente haya sido la mente más brillante de la era de Monkey D. Luffy. Un mero presentimiento no le va a echar atrás.
Suspira con resignación y, sacudiéndose de encima la nieve que se ha acumulado sobre el en esos segundos, continúa la ruta que seguían sus pasos. En su interior bulle el entusiasmo de un niño pequeño ante las puertas de «Candyland». No puede dejar de relamerse de solo imaginar las grandezas que debe ocultar ese lugar.
Pero el entusiasmo que tan alto le había hecho flotar, es ahora el que se encarga de lanzarlo con dureza contra el suelo. Se encuentra ante las puertas del gran laboratorio, y frente a el se alzan varios agentes que impiden a cualquier interesado entrar al recinto. A parte de estos robustos Marines, hay una joven de gran belleza que también parece pertenecer al cuerpo maritimo. El peliblanco ha llegado justo a tiempo de escuchar como se presenta a sí misma, con nombre, apellido y rango militar «Vicealmirante Johanne Stormrage». Ante estas palabras, un resplandor de inteligencia se refleja en los ojos del joven. Tiene un plan.
– Agente del Gobierno. Ciper Pool – Dice con toda la autoridad que es capaz de reflejar en su voz, evitando conscientemente decir su rango o nombre – Estoy aquí para ver el laboratorio y comprobar que todo esté bien en su interior. A causa de un incidente ocurrido en el poblado cercano podría haber problemas. Una pirata ha arribado en esta isla, y podría estar interesada en los secretos que esconde este laboratorio.
Cada palabra está escogida con sumo cuidado. No dice que le envíen, que esté de misión especial o que tenga seguridad de que Katharina pueda estar interesada en los secretos de Vegapunk. Si alguien le recriminara haber entrado, el podría aferrarse a que en ningún momento dijo estar de misión especial; no es su problema que el guardia le haya dejado pasar a causa de mera negligencia. En definitiva, sería correcto decir que está mintiendo… O al menos eso es lo que él cree. Quizás sea mejor que no sepa la verdad que ocultan sus palabras, o podría perder la cabeza.
– Vengo para aconsejar que se refuerce la vigilancia ante cualquiera que pueda entrar y a comprobar que todo está en su sitio. Si no me creen, llamen por den den mushi y pregunten por la invasión de una pirata. A estas alturas la información debe haber llegado a central –. No les dice que pregunten por su propia misión, no nació hace dos días.
Uno de los agentes se gira y usa el den den mushi para llamar a base… No tardan en contestarle que, en efecto, acaban de recibir la información de que una pirata de gran peligrosidad acaba de caer en la isla, y de que desconocen cuáles podrían ser sus planes. El agente es astuto, y pregunta por la presencia de un agente ante la puerta – en ningún momento mencionando al Vicealmirante, quizás para evitar faltarla el respeto –. La base le contesta que desconoce las medidas inmediatas que se están tomando, pero que es cierto que el CP está en esos momentos en la isla, por lo que la información es lógica.
Un minuto más tarde, las puertas se abren para el joven de ojos rosados, y por supuesto para la marine a su lado. No agradece el gesto verbalmente, sencillamente da una cabezada que muestra su aprobación ante lo sucedido e invita con un gesto encantador a que la vicealmirante pase primero.
– Diría que las damas delante. Pero en este caso el rango militar tiene prioridad… Vicealmirante, usted primera –. No realiza ningún saludo militar, sus ramas son distintas, no le guía la jerarquía. Sin embargo, sus movimientos son elegantemente respetuosos –. Me sentiré más seguro explorando el lugar junto a alguien de su rango y poder.
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Antes de que las puertas se abriesen para darle paso a Katharina, en esos momentos autodenominada Johanne, apareció un joven de cabellos blancos y ojos violetas. ¿Acaso ese no era el agente del Gobierno Mundial que mantuvo conversación con los de la Marina...? Vaya, o habría previsto los movimientos de la bruja o es que también estaba interesado en conocer el laboratorio de Vegapunk. En cualquier caso, la ficticia Vicealmirante no se opondría ante la entrada del agente, puesto que lo podría usar en algún momento.
El marine encargado de la vigilancia llamó a la central para verificar si la información del albino era cierta, y una vez lo hizo, las puertas se abrieron de par en par. ¿Qué buscaba ese muchacho en un lugar como ese...? ¿Acaso el Gobierno Mundial tenía planes? No, no le parecía que el agente tuviese demasiada experiencia como para realizar una misión secreta, burlando la propia seguridad de la Marina. ¿A qué escuadrón pertenecía y quién le había enviado? Necesitaba saber esas cosas para no enfrentarse ante situaciones inesperadas.
Le sonrió dulcemente después de que el chico hiciera un elegante gesto, invitándola a pasar primero, y tras agradecerle, ingresó al laboratorio. Se encontró en un gigantesco e iluminado pasillo, conformado mayoritariamente por piezas de metal y un montón de gruesos y grandes cables negros, los cuales se ubicaban en las paredes y techo. Pudo ver hombres con batas blancas por todos lados, y ninguno de ellos reparó en la chica que acababa de entrar. Al parecer era mucho más grande de lo que pensaba... En todo caso, primero que todo tenía que conocer la instalación para idear una ruta de escape por si las cosas se ponían feo.
—Por cierto, agente, ¿qué vienes a hacer exactamente a este lugar? —Le preguntó tras entrar, siempre con una sonrisa en el rostro— Si no tuviera que hacer mi trabajo en el laboratorio, seguro que estaría fuera buscando a la pirata... Bueno, supongo que la Marina es muy diferente al CP.
Pensó en algunas posibilidades acerca de la intervención del agente, llegando a la conclusión de que lo mejor era mantenerlo cerca de ella. Podía estropear sus planes y, si las cosas se volvían en su contra, podría usarlo como chivo expiatorio. Estaba entrando en territorio enemigo, suplantando la identidad de un alto cargo de la Marina, si le descubrían, seguro que el Gobierno Mundial se molestaría. El mejor criminal era aquel que no era descubierto en el acto, y eso pretendía llegar a ser. ¿Acaso hubo algún otro ladrón que entró al laboratorio del difunto Doctor Vegapunk? ¿Encima como Vicealmirante?
Avanzó serenamente, observando con ojos entretenidos los quehaceres de los doctores de ese lugar. Creyó que solo custodiaban los experimentos de Vegapunk, pero al parecer también aprovecharon el lugar y lo convirtieron en un laboratorio funcional. Entonces no solo era un tesoro del Gobierno Mundial, sino que una instalación activa. Por un lado era mejor, puesto que habría más cosas que robar y había más personas cuyas identidades suplantar. Llegó a una estancia circular, la cual contaba con acceso a diferentes secciones del laboratorio. Katharina estaba segura que incluso alguien de su rango no tenía entrada liberada.
—Por cierto, si no interfiere en tu misión, ¿te apetece acompañarme a echarle un vistazo al laboratorio? —Le preguntaría si aún continuaba con ella.
El marine encargado de la vigilancia llamó a la central para verificar si la información del albino era cierta, y una vez lo hizo, las puertas se abrieron de par en par. ¿Qué buscaba ese muchacho en un lugar como ese...? ¿Acaso el Gobierno Mundial tenía planes? No, no le parecía que el agente tuviese demasiada experiencia como para realizar una misión secreta, burlando la propia seguridad de la Marina. ¿A qué escuadrón pertenecía y quién le había enviado? Necesitaba saber esas cosas para no enfrentarse ante situaciones inesperadas.
Le sonrió dulcemente después de que el chico hiciera un elegante gesto, invitándola a pasar primero, y tras agradecerle, ingresó al laboratorio. Se encontró en un gigantesco e iluminado pasillo, conformado mayoritariamente por piezas de metal y un montón de gruesos y grandes cables negros, los cuales se ubicaban en las paredes y techo. Pudo ver hombres con batas blancas por todos lados, y ninguno de ellos reparó en la chica que acababa de entrar. Al parecer era mucho más grande de lo que pensaba... En todo caso, primero que todo tenía que conocer la instalación para idear una ruta de escape por si las cosas se ponían feo.
—Por cierto, agente, ¿qué vienes a hacer exactamente a este lugar? —Le preguntó tras entrar, siempre con una sonrisa en el rostro— Si no tuviera que hacer mi trabajo en el laboratorio, seguro que estaría fuera buscando a la pirata... Bueno, supongo que la Marina es muy diferente al CP.
Pensó en algunas posibilidades acerca de la intervención del agente, llegando a la conclusión de que lo mejor era mantenerlo cerca de ella. Podía estropear sus planes y, si las cosas se volvían en su contra, podría usarlo como chivo expiatorio. Estaba entrando en territorio enemigo, suplantando la identidad de un alto cargo de la Marina, si le descubrían, seguro que el Gobierno Mundial se molestaría. El mejor criminal era aquel que no era descubierto en el acto, y eso pretendía llegar a ser. ¿Acaso hubo algún otro ladrón que entró al laboratorio del difunto Doctor Vegapunk? ¿Encima como Vicealmirante?
Avanzó serenamente, observando con ojos entretenidos los quehaceres de los doctores de ese lugar. Creyó que solo custodiaban los experimentos de Vegapunk, pero al parecer también aprovecharon el lugar y lo convirtieron en un laboratorio funcional. Entonces no solo era un tesoro del Gobierno Mundial, sino que una instalación activa. Por un lado era mejor, puesto que habría más cosas que robar y había más personas cuyas identidades suplantar. Llegó a una estancia circular, la cual contaba con acceso a diferentes secciones del laboratorio. Katharina estaba segura que incluso alguien de su rango no tenía entrada liberada.
—Por cierto, si no interfiere en tu misión, ¿te apetece acompañarme a echarle un vistazo al laboratorio? —Le preguntaría si aún continuaba con ella.
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El plan parece haber salido perfectamente y la Vicealmirante decide aceptar la invitación de Nyx, adentrándose en el laboratorio cuando la invita a ello. En cuanto ha dado más de tres pasos, el agente sigue su estela, observando de reojo como la entrada se cierra a sus espaldas. Un fuerte sonido metálico y la inmediata desaparición del viento invernal, es lo único que necesita para asegurarse de que nadie más les sigue.
– ¿Mi intención aquí? – pregunta el peliblanco con naturalidad. Si bien, bajo su máscara de tranquilidad, oculta el entusiasmo de un niño pequeño – Lo dicho. Comprobar que todo esté bien, que nadie se haya infiltrado. Y por qué negarlo, uno nunca tiene todos los días la oportunidad de entrar en lugares como este –. Pero esa no es la pregunta que le ha hecho Johanne, no del todo –. Atrapar piratas no es la obligación directa del gobierno, eso es cosa de la Marina. En mi caso, me basta con evitar que las cosas se salgan de control.
Por supuesto, es mentira. Las intenciones de Nyx no van nada encaminadas a evitar cualquier tipo de desastre. Nunca ha sentido el más mínimo respeto por el gobierno o incluso el propio Ciper Pol, resultando más nobles a sus ojos los Marines o incluso algunos criminales (Lo que dice mucho de su opinión al respecto del Gobierno). No tanto como la revolución, a quienes considera iguales o peores que los ya mencionado. De modo que, si en este instante Katharina atacara el laboratorio, probablemente aprovecharía la situación para entrar en las salas más ocultas del recinto y memorizar todo aquello que le llamara la intención. Quizás incluso “tomando prestado” algo que le resultara especialmente apetecible.
Es sorprendido por la petición de la Vicealmirante, y no trata de ocultarlo, mostrando la sorpresa en el rostro «¿Te apetece acompañarme a echarle un vistazo al laboratorio?». Inicialmente no estaba entre sus planes acompañar a Johanne, pensando que debía alejarse por si dudaba de su tapadera. Pero las cosas han cambiado en los últimos segundos. El laboratorio es mucho más grande de lo que el imaginaba, y su actividad continua le impediría entrar en ninguna sala sin exponerse a que volvieran a pedirle sus credenciales en algún momento; cosa que no sucederá si se pasea “de la mano” de la dulce marine.
– Estaría encantado. No veo que pueda interferir con lo que quería hacer – dice el agente sin pensarlo demasiado.
Es una verdad a medias. Pese a que su compañía le facilita el acceso, su presencia dificultará cualquier intento de apropiarse una investigación. Además, existe un motivo oculto que apoya el seguirla.
– Siendo sincero, tengo otra razón más para seguirte. Una algo menos preofesional – comenta con un tono que podría parecer erróneamente coqueto –. Soy nuevo, no sabría cómo moverme por aquí. A parte de eso, ¿me permitirías una pregunta algo indiscreta? –. Es una pregunta retórica para llamar su atención. No espera respuesta alguna –. ¿No has oído nada sobre la criminal o los disparos que han sucedido en el poblado mientras venías hacia aquí?
La curiosidad es evidente, pero por el momento solo pretende ser una excusa para crear un hilo de conversación interesante. No está nada acostumbrado a dirigirse a altos cargos, eso se nota en la naturalidad con la que se expresa. Pero tampoco es lo suficientemente estúpido como para mostrar un comportamiento inapropiado.
Mientras espera algún tipo de respuesta o reacción con respecto a sus palabras, Nyx observa todo lo que le rodea con una expresión seria. Pero sus ojos… Sus ojos brillan ligeramente perlados, producto de las ensoñaciones que le surcan la mente. Sueños sobre robots y mega-humanos, de láseres y plasma, de una tecnología que solo puede alcanzar a imaginar. Por otra parte, la atractiva compañía de la marine no le resulta precisamente desagradable.
– Fascinante… –. Alcanza a decir con un tono de voz propio de alguien que se ha enamorado a primera vista –. El cuerpo, la forma… Me pregunto qué sensación producirá acariciarlo.
Sus ojos se encuentran mirando más allá de su acompañante, pasando un portón cerrado que, gracias a una pantalla de cristal, permite ver una sala de investigación que brilla con luz propia. En el centro de la estancia, en la cual se encuentran varios científicos tomando nota distraídamente, hay un tubo de cristal de inmensas proporciones. Y dentro del tubo, flotando como si la gravedad no la afectara, hay una esfera de lo que parece ser un líquido metalizado en suspensión.
– Disculpa… Siempre me han llamado la intención las cosas que no entiendo – dice el agente, volviendo a la realidad de sus acciones –. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah si! Mi pregunta indiscreta… Ya te la he hecho, ¿verdad?
– ¿Mi intención aquí? – pregunta el peliblanco con naturalidad. Si bien, bajo su máscara de tranquilidad, oculta el entusiasmo de un niño pequeño – Lo dicho. Comprobar que todo esté bien, que nadie se haya infiltrado. Y por qué negarlo, uno nunca tiene todos los días la oportunidad de entrar en lugares como este –. Pero esa no es la pregunta que le ha hecho Johanne, no del todo –. Atrapar piratas no es la obligación directa del gobierno, eso es cosa de la Marina. En mi caso, me basta con evitar que las cosas se salgan de control.
Por supuesto, es mentira. Las intenciones de Nyx no van nada encaminadas a evitar cualquier tipo de desastre. Nunca ha sentido el más mínimo respeto por el gobierno o incluso el propio Ciper Pol, resultando más nobles a sus ojos los Marines o incluso algunos criminales (Lo que dice mucho de su opinión al respecto del Gobierno). No tanto como la revolución, a quienes considera iguales o peores que los ya mencionado. De modo que, si en este instante Katharina atacara el laboratorio, probablemente aprovecharía la situación para entrar en las salas más ocultas del recinto y memorizar todo aquello que le llamara la intención. Quizás incluso “tomando prestado” algo que le resultara especialmente apetecible.
Es sorprendido por la petición de la Vicealmirante, y no trata de ocultarlo, mostrando la sorpresa en el rostro «¿Te apetece acompañarme a echarle un vistazo al laboratorio?». Inicialmente no estaba entre sus planes acompañar a Johanne, pensando que debía alejarse por si dudaba de su tapadera. Pero las cosas han cambiado en los últimos segundos. El laboratorio es mucho más grande de lo que el imaginaba, y su actividad continua le impediría entrar en ninguna sala sin exponerse a que volvieran a pedirle sus credenciales en algún momento; cosa que no sucederá si se pasea “de la mano” de la dulce marine.
– Estaría encantado. No veo que pueda interferir con lo que quería hacer – dice el agente sin pensarlo demasiado.
Es una verdad a medias. Pese a que su compañía le facilita el acceso, su presencia dificultará cualquier intento de apropiarse una investigación. Además, existe un motivo oculto que apoya el seguirla.
– Siendo sincero, tengo otra razón más para seguirte. Una algo menos preofesional – comenta con un tono que podría parecer erróneamente coqueto –. Soy nuevo, no sabría cómo moverme por aquí. A parte de eso, ¿me permitirías una pregunta algo indiscreta? –. Es una pregunta retórica para llamar su atención. No espera respuesta alguna –. ¿No has oído nada sobre la criminal o los disparos que han sucedido en el poblado mientras venías hacia aquí?
La curiosidad es evidente, pero por el momento solo pretende ser una excusa para crear un hilo de conversación interesante. No está nada acostumbrado a dirigirse a altos cargos, eso se nota en la naturalidad con la que se expresa. Pero tampoco es lo suficientemente estúpido como para mostrar un comportamiento inapropiado.
Mientras espera algún tipo de respuesta o reacción con respecto a sus palabras, Nyx observa todo lo que le rodea con una expresión seria. Pero sus ojos… Sus ojos brillan ligeramente perlados, producto de las ensoñaciones que le surcan la mente. Sueños sobre robots y mega-humanos, de láseres y plasma, de una tecnología que solo puede alcanzar a imaginar. Por otra parte, la atractiva compañía de la marine no le resulta precisamente desagradable.
– Fascinante… –. Alcanza a decir con un tono de voz propio de alguien que se ha enamorado a primera vista –. El cuerpo, la forma… Me pregunto qué sensación producirá acariciarlo.
Sus ojos se encuentran mirando más allá de su acompañante, pasando un portón cerrado que, gracias a una pantalla de cristal, permite ver una sala de investigación que brilla con luz propia. En el centro de la estancia, en la cual se encuentran varios científicos tomando nota distraídamente, hay un tubo de cristal de inmensas proporciones. Y dentro del tubo, flotando como si la gravedad no la afectara, hay una esfera de lo que parece ser un líquido metalizado en suspensión.
– Disculpa… Siempre me han llamado la intención las cosas que no entiendo – dice el agente, volviendo a la realidad de sus acciones –. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah si! Mi pregunta indiscreta… Ya te la he hecho, ¿verdad?
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El agente quería obtener algo de información de Katharina, pero era demasiado desconfiada y astuta para dar un paso en falso. La bruja se había transformado en una poderosa marine de rango Vicealmirante, no tenía por qué responder las preguntas de alguien con menos peso en la jerarquía. No importaba si era agente o no, estaba en todo su derecho de ocultar información. Espera, ¿por qué había asumido que era alguien de menor rango? Al hacer memoria, se dio cuenta que en ningún minuto dijo su nombre ni a la agencia que pertenecía. Fue demasiado oportuno que justo llegase cuando se encontraba la Vicealmirante frente a la puerta del laboratorio... ¿También era un infiltrado? Si era así, podía permitirse jugar un poco más con él.
La mente de Katharina era casi la de un genio, le permitía pensar casi todo con claridad, encontrando detalles y relaciones donde otras personas solo veían la superficie. Si hubiese tenido conocimientos sobre el comportamiento humano, habría encontrado una respuesta mucho más precisa, en vez de solo sospechas. Sea como sea, no podía fiarse de ese agente cuyo nombre desconocía. Y de nadie, la verdad. Intentaría actuar naturalmente, como una chica despreocupada y olvidadiza. ¿Infiltrarse en el laboratorio de Vegapunk y robar documentos? Era una labor casi imposible, y no le estaba tomando el peso a lo que hacía. No solo suplantó la identidad de un ficticio Vicealmirante, sino que ingresó a un lugar secreto al que solo unos pocos tenían acceso.
Tenía que apresurarse, pues los rumores se esparcían con el viento. Sabía que los hombres eran muy habladores en momentos de ocio, y quizás uno terminaría hablando de más, comentando la visita de una Vicealmirante a una de las reliquias más protegidas del Gobierno Mundial. Y, sólo tal vez, terminarían confirmando la identidad de Johanne Stormrage, pero cuando no apareciera en los registros e informes de los cuarteles de la Marina, comenzarían los problemas. Por suerte contaba con el muchacho de cabellos blancos para usarlo como salvavidas, y también la habilidad de adoptar cualquier apariencia. Incluso la de un objeto inanimado.
—Algo he escuchado, pero nada que haya captado mi atención lo suficiente —respondió mientras observaba el laboratorio, sin mirar a quien le hablaba—. Y creo que tenemos un problema, agente-san, pues es mi primera visita —confesó—. Unos marines debían acompañarme, pero los perdí en el camino... Por casualidad, ¿no te has topado con una chica de cabello rosa y un hombre que parece estar cabreado con el mundo?
Una mentira comenzaba a sonar a verdad cuando se involucraban más personas. Katharina sabía que el agente se encontró con aquellos marines y, de hecho, hablaron sobre ella. Por eso es que el peliblanco también buscaba a la criminal, por eso es que sabía de ella. Seguramente le diría que sí, pues mentirle a un Vicealmirante era una cosa seria. Así se excusaba perfectamente por no conocer el lugar, teniendo que buscar a alguien para que guiara a la agradable Johanne a dar un tour por el laboratorio, en compañía de su fiel mascota: el agente albino. De pronto, la chica de cabello plateado se fijó en un hombre medio rellenito y de ojos marrones; era unos pocos centímetros más alto que Katharina y se notaba que era esa clase de persona incapaz de negarse a prestar ayuda.
—¡Científico-san! —Le gritó al mismo tiempo que le saludaba con la manito, y este acudió rápidamente— Soy Johanne Stormrage, Vicealmirante de la Marina, y necesito pedirle un favor —rápidamente agachó la cabeza y juntó las palmas—. ¡Guíeme por el laboratorio! ¿Si?
No era para nada normal que una persona de su rango le pidiera un favor como ese a un científico del Gobierno Mundial, pero fue tal la ternura —y desvergüenza— que el hombre no pudo negarse. Se presentó como Ronny Ron, un experto en programación, ingeniería y física. Para no sonar tan permisivo, le preguntó cuál era el motivo de su visita.
—Supongo que podría decírselo... Aunque me dijeron que era secreto...
—¿Secreto? Vaya, no me quiero meter en problemas por mi curiosidad —respondió el hombre—. ¿Quiere conocer las computadoras que descubrimos en el laboratorio de Vegapunk, Johanne-san?
La mente de Katharina era casi la de un genio, le permitía pensar casi todo con claridad, encontrando detalles y relaciones donde otras personas solo veían la superficie. Si hubiese tenido conocimientos sobre el comportamiento humano, habría encontrado una respuesta mucho más precisa, en vez de solo sospechas. Sea como sea, no podía fiarse de ese agente cuyo nombre desconocía. Y de nadie, la verdad. Intentaría actuar naturalmente, como una chica despreocupada y olvidadiza. ¿Infiltrarse en el laboratorio de Vegapunk y robar documentos? Era una labor casi imposible, y no le estaba tomando el peso a lo que hacía. No solo suplantó la identidad de un ficticio Vicealmirante, sino que ingresó a un lugar secreto al que solo unos pocos tenían acceso.
Tenía que apresurarse, pues los rumores se esparcían con el viento. Sabía que los hombres eran muy habladores en momentos de ocio, y quizás uno terminaría hablando de más, comentando la visita de una Vicealmirante a una de las reliquias más protegidas del Gobierno Mundial. Y, sólo tal vez, terminarían confirmando la identidad de Johanne Stormrage, pero cuando no apareciera en los registros e informes de los cuarteles de la Marina, comenzarían los problemas. Por suerte contaba con el muchacho de cabellos blancos para usarlo como salvavidas, y también la habilidad de adoptar cualquier apariencia. Incluso la de un objeto inanimado.
—Algo he escuchado, pero nada que haya captado mi atención lo suficiente —respondió mientras observaba el laboratorio, sin mirar a quien le hablaba—. Y creo que tenemos un problema, agente-san, pues es mi primera visita —confesó—. Unos marines debían acompañarme, pero los perdí en el camino... Por casualidad, ¿no te has topado con una chica de cabello rosa y un hombre que parece estar cabreado con el mundo?
Una mentira comenzaba a sonar a verdad cuando se involucraban más personas. Katharina sabía que el agente se encontró con aquellos marines y, de hecho, hablaron sobre ella. Por eso es que el peliblanco también buscaba a la criminal, por eso es que sabía de ella. Seguramente le diría que sí, pues mentirle a un Vicealmirante era una cosa seria. Así se excusaba perfectamente por no conocer el lugar, teniendo que buscar a alguien para que guiara a la agradable Johanne a dar un tour por el laboratorio, en compañía de su fiel mascota: el agente albino. De pronto, la chica de cabello plateado se fijó en un hombre medio rellenito y de ojos marrones; era unos pocos centímetros más alto que Katharina y se notaba que era esa clase de persona incapaz de negarse a prestar ayuda.
—¡Científico-san! —Le gritó al mismo tiempo que le saludaba con la manito, y este acudió rápidamente— Soy Johanne Stormrage, Vicealmirante de la Marina, y necesito pedirle un favor —rápidamente agachó la cabeza y juntó las palmas—. ¡Guíeme por el laboratorio! ¿Si?
No era para nada normal que una persona de su rango le pidiera un favor como ese a un científico del Gobierno Mundial, pero fue tal la ternura —y desvergüenza— que el hombre no pudo negarse. Se presentó como Ronny Ron, un experto en programación, ingeniería y física. Para no sonar tan permisivo, le preguntó cuál era el motivo de su visita.
—Supongo que podría decírselo... Aunque me dijeron que era secreto...
—¿Secreto? Vaya, no me quiero meter en problemas por mi curiosidad —respondió el hombre—. ¿Quiere conocer las computadoras que descubrimos en el laboratorio de Vegapunk, Johanne-san?
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– Es raro, tras ser atacados por esa mujer no me dijeron nada sobre su intención de ir al laboratorio… Lo que es curioso si su primera al mando estaba viniendo en esta dirección –. Una pausa teatral, cargada con un veneno especialmente medido –. Si han encontrado a la liante podrían estar muriendo sin su líder. Por supuesto espero que no sea el caso, pero no deja de ser falta de disciplina si su misión era acompañarla… Y completa ausencia de carácter táctico no venir a buscar a su superior de mayor rango y poder para enfrentarse contra lo que se supone que es una peligrosa amenaza pirata.
Puede parecer que la intención del agente era la de crear discordia, pero no es nada más lejos de la verdad… Esta dudando. La historia de la Vicealmirante al cargo en aquel lugar era completamente verosímil, pero comienza a mostrar zonas un tanto oscuras. ¿Por qué no hablaría el escuadrón de la vicealmirante Johanne?
– Disculpa mi osadía. Puede que no esté tan versado como creía en posicionamiento militar – añade el peliblanco, abriendo de nuevo la boca para decir algo más.
Pero la disculpa fingida de Nyx se ve interrumpida por la aparición de un científico, a quien Johanne ataca sin piedad usando métodos a los que pocos hombres podrían resistirse. Al final, el científico acepta la petición de la vicealmirante con cierto nerviosismo; una actitud que contrasta enormemente con la sonrisa fría que se dibuja en el rostro del C.P. « Supongo que podría decírselo... Aunque me dijeron que era secreto...». El agente, pese a no dar muestra alguna de ello, está evitando con todas sus fuerzas emitir una sonora carcajada.
«¿Quién diablos es esta mujer…? –. Piensa mientras la observa con una mezcla homogénea de curiosidad y respeto – Ninguna mención sobre ella como capitán por parte de los marines, que a su vez han sido casualmente mencionados justo tras preguntar si había escuchado los disparos, añadiendo ahora el hecho de arriesgarse a decir información confidencial a un científico… »
El ambiente es tranquilo y completamente profesional. En la mente del agente, la joven de claros cabellos solo puede ser una infiltrada o la Vicealmirante más irresponsable con sus obligaciones en el mar que habitan. Pero no va a dar un solo paso para intentar descubrirla, después de todo sigue sirviéndole para adentrarse aún más en el laboratorio. Si bien empieza a memorizar todos los pasillos por los que están paseándose, por si fuera necesario huir.
Continúan andando durante un tiempo indefinido a través de diversas salas. Algunas de ellas repletas de tecnología experimental; otras muestran lo que antaño debería ser un equipo avanzado, cuya función posiblemente sea desconocida hoy en día; y por último hay habitaciones completamente vacías, en las que es imposible saber con un solo vistazo si alguna vez hubo algo.
Finalmente llegan a la sala a la que el científico había dicho que les llevaría. Un laboratorio lleno de varias computadoras, de un tamaño tan grande que parecen haber sido fabricadas por gigantes. Cada una de ellas tiene asignado a un pequeño grupo de ratas de laboratorio, que teclean sin cesar en las mismas. Parecen estar más ocupados en buscar algo dentro de las mismas que en usarlas como herramientas. ¿Cuántos ingenios dejaría olvidados el afamado Doctor dentro de cada una de estas reliquias?
«Quizás me haya adentrado demasiado en la boca del lobo… Es virtualmente imposible que nos dejen acceder a esas computadoras sin un permiso adecuado».
Pero lo que más preocupa a Nyx no son las computadoras, si no la presencia de varios marines de rango absurdamente alto vigilando la estancia. Es evidente que esconden datos importantes. Y como el peliblanco duda seriamente de estar acompañado por una verdadera Vicealmirante, no puede dejar de temer por la posibilidad de ser atrapado ahora que ha conseguido entrar en la cámara de los secretos.
– Estos pequeños son nuestro orgullo. Cada año encontramos nuevas maravillas en su interior ¿No son maravillosos? – dice el científico, visiblemente orgulloso por sus palabras.
– Si… Increíble – responde el agente
Sabe que la pregunta no iba dirigida a él. Es a Johanne a quien pretende impresionar el científico. Sus razones pueden ir desde un intento de quedar bien con los rangos superiores de la marina, a una mera muestra de debilidad masculina. No es algo que preocupe a Nyx, que ahora mismo se encuentra pensativo, intentando trazar algún plan que le permita acceder a los planos que ocultan las maravillas que hay ante él.
Puede parecer que la intención del agente era la de crear discordia, pero no es nada más lejos de la verdad… Esta dudando. La historia de la Vicealmirante al cargo en aquel lugar era completamente verosímil, pero comienza a mostrar zonas un tanto oscuras. ¿Por qué no hablaría el escuadrón de la vicealmirante Johanne?
– Disculpa mi osadía. Puede que no esté tan versado como creía en posicionamiento militar – añade el peliblanco, abriendo de nuevo la boca para decir algo más.
Pero la disculpa fingida de Nyx se ve interrumpida por la aparición de un científico, a quien Johanne ataca sin piedad usando métodos a los que pocos hombres podrían resistirse. Al final, el científico acepta la petición de la vicealmirante con cierto nerviosismo; una actitud que contrasta enormemente con la sonrisa fría que se dibuja en el rostro del C.P. « Supongo que podría decírselo... Aunque me dijeron que era secreto...». El agente, pese a no dar muestra alguna de ello, está evitando con todas sus fuerzas emitir una sonora carcajada.
«¿Quién diablos es esta mujer…? –. Piensa mientras la observa con una mezcla homogénea de curiosidad y respeto – Ninguna mención sobre ella como capitán por parte de los marines, que a su vez han sido casualmente mencionados justo tras preguntar si había escuchado los disparos, añadiendo ahora el hecho de arriesgarse a decir información confidencial a un científico… »
El ambiente es tranquilo y completamente profesional. En la mente del agente, la joven de claros cabellos solo puede ser una infiltrada o la Vicealmirante más irresponsable con sus obligaciones en el mar que habitan. Pero no va a dar un solo paso para intentar descubrirla, después de todo sigue sirviéndole para adentrarse aún más en el laboratorio. Si bien empieza a memorizar todos los pasillos por los que están paseándose, por si fuera necesario huir.
Continúan andando durante un tiempo indefinido a través de diversas salas. Algunas de ellas repletas de tecnología experimental; otras muestran lo que antaño debería ser un equipo avanzado, cuya función posiblemente sea desconocida hoy en día; y por último hay habitaciones completamente vacías, en las que es imposible saber con un solo vistazo si alguna vez hubo algo.
Finalmente llegan a la sala a la que el científico había dicho que les llevaría. Un laboratorio lleno de varias computadoras, de un tamaño tan grande que parecen haber sido fabricadas por gigantes. Cada una de ellas tiene asignado a un pequeño grupo de ratas de laboratorio, que teclean sin cesar en las mismas. Parecen estar más ocupados en buscar algo dentro de las mismas que en usarlas como herramientas. ¿Cuántos ingenios dejaría olvidados el afamado Doctor dentro de cada una de estas reliquias?
«Quizás me haya adentrado demasiado en la boca del lobo… Es virtualmente imposible que nos dejen acceder a esas computadoras sin un permiso adecuado».
Pero lo que más preocupa a Nyx no son las computadoras, si no la presencia de varios marines de rango absurdamente alto vigilando la estancia. Es evidente que esconden datos importantes. Y como el peliblanco duda seriamente de estar acompañado por una verdadera Vicealmirante, no puede dejar de temer por la posibilidad de ser atrapado ahora que ha conseguido entrar en la cámara de los secretos.
– Estos pequeños son nuestro orgullo. Cada año encontramos nuevas maravillas en su interior ¿No son maravillosos? – dice el científico, visiblemente orgulloso por sus palabras.
– Si… Increíble – responde el agente
Sabe que la pregunta no iba dirigida a él. Es a Johanne a quien pretende impresionar el científico. Sus razones pueden ir desde un intento de quedar bien con los rangos superiores de la marina, a una mera muestra de debilidad masculina. No es algo que preocupe a Nyx, que ahora mismo se encuentra pensativo, intentando trazar algún plan que le permita acceder a los planos que ocultan las maravillas que hay ante él.
- OFF:
- Creo que hay suficientes razones para que Nyx sospeche, su principal cualidad es la observación, y no es una identidad secreta trabajada. Aunque la posibilidad de que sea Katharina está descartada, a fin de cuentas no está "disfrazada". Literalmente es otra persona distinta. Si hay algún problema, MP y veo que cambio.
Katharina von Steinhell
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En el laboratorio había varios hombres de rango alto, pertenecientes a la Marina, además de algunos guardianes del laboratorio, seguramente contratados por el Gobierno Mundial. Las posibilidades de que descubrieran a Katharina se incrementaban a cada segundo, pero ya había logrado mucho para dar marcha atrás. De alguna forma tenía que conseguir documentos que comprometiesen al gobierno, pero ¿dónde estarían? Lo único que veía eran computadoras y más computadoras, y la bruja no entendía mucho de esas cosas. ¿Qué hacían esos hombres que tecleaban sin cesar frente a las enormes pantallas? En todo caso nada bueno conseguiría de ahí, puesto que nada comprendía de informática y códigos, así que lo mejor era largarse y buscar en otro lugar.
Johanne le sonrió dulcemente al científico cuando expresó su orgullo por las máquinas sin valor aparente, diciéndole que eran impresionantes. De pronto, un hombre lo suficientemente alto como para medir el doble que Katharina, se acercó hacia ella y el agente. Miró a ambos con sus ojos marrones y el ceño fruncido, colocando sus manos en los bolsillos y suspirando pesadamente. La infiltrada esperaba que no se pusiera tonto, de lo contrario, le costaría un mundo huir de ahí.
—¿Y tú quién eres? —Le preguntó el marine, quien se fijó en las medallas que Katharina llevaba encima.
La mujer miró al hombre con sus ojos violetas y le sonrió, además de convidarle una mirada maliciosa.
—¿Acaso no debería presentarse usted primero, Capitán? —Le respondió al susodicho, fijándose en el uniforme que llevaba. Katharina pasó suficiente tiempo en la Marina como para reconocer a cada rango, además de manipular sin dificultada a los soldados— Dejaré pasar su insolencia, pero si se repite, temo que deberé reportarlo al Cuartel General.
El marine hizo una mueca de desagrado y se disculpó con Johanne, asegurando que no quería ofenderla. Terminó presentándose como Tul Itas.
—De verdad lo siento... He escuchado que una pirata viene hacia acá y, bueno, estoy algo preocupado —confesó—. Por cierto, ¿quién es ese chico de ahí?
—Mi compañero —respondió rápidamente ella—, está acompañándome. El resto de mis subordinados se perdieron por el camino, espero que pronto lleguen. Y... Eres la segunda persona que habla de piratas... Estate seguro que si un criminal viene hacia acá, yo misma me encargaré de derrotarlo.
Estuvieron hablando un rato, compartiendo historias y logros; Katharina le mencionó que cuando tenía dieciocho años y, siendo una recluta, pudo vencer a un ex capitán de la Marina, consiguiendo su primera insignia al mérito militar. Incluso un psicólogo le creería, puesto que era la pura verdad. Realmente no el mintió en cuanto a las hazañas que logró, como esa vez que tuvo que hacerle frente a un dragón para conseguir más poder y servir a la justicia. Al término de un rato, Johanne consiguió ganar el agrado y la confianza de Tul Itas, quien le pidió al científico que la acompañase al departamento de ingeniería y robótica.
Cuando llegaron, Katharina se encontró con diferentes piezas bélicas, impresionándose por la cantidad de armas y nuevas tecnologías con las que el Gobierno Mundial experimentaba. No obstante, lo que más le sorprendió y llamó su atención fue un cuerpo suspendido en una gigantesca cápsula, la cual seguramente contaba con un campo que anulaba la gravedad. Dentro, había una mujer de cabellos rubios y traje negro, sumamente ajustado, además de contar unas especies de cuchillas que parecían alas. No podía ver sus ojos, ya que había un visor que lo impedía. Sus piernas... Parecían ser verdaderas cuchillas metálicas. Rápidamente la bruja se acercó hacia donde estaba la cápsula, colocando sus manos en el cristal y mirando hacia dentro.
—¡Científico-san! ¿Qué es? ¿Qué es? —Le preguntó.
El hombre le explicó que era un androide, una pieza bélica que no podían terminar de programar, ya que siempre había problemas. Contaba con un cuerpo humano, un clon de una chica que ya no existía, y le colocaron armas en todos lados. El científico le mencionó que contaba con una armadura de titanio, increíblemente resistente y dura, además de explicarle que contaba con una de las mejores inteligencias artificiales de la época. En más de una ocasión, durante testeos, se vio que tenía personalidad.
—¡¿Podemos probarla?! —Le pidió al científico.
—Es... Complicado, dudo que funcione, pero supongo que podemos interactuar con ella. Sígame, por favor, aquí está el panel de programación.
Katharina llegó hasta una especie de teclado con diversas pantallas, además de una compacta computadora. Mientras el científico hacía los preparativos, una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de la mujer, quien tocó el aparato que originó el programa del androide. No era ninguna erudita en códigos ni nada de eso, pero su magia era suficiente para transmutar incluso los códigos informáticos, permitiéndole apoderarse de aquella invención. Actuó con total disimulo, y cuando el hombre del laboratorio le mencionó que todo estaba listo, ella terminó de reconfigurar la máquina.
Johanne le sonrió dulcemente al científico cuando expresó su orgullo por las máquinas sin valor aparente, diciéndole que eran impresionantes. De pronto, un hombre lo suficientemente alto como para medir el doble que Katharina, se acercó hacia ella y el agente. Miró a ambos con sus ojos marrones y el ceño fruncido, colocando sus manos en los bolsillos y suspirando pesadamente. La infiltrada esperaba que no se pusiera tonto, de lo contrario, le costaría un mundo huir de ahí.
—¿Y tú quién eres? —Le preguntó el marine, quien se fijó en las medallas que Katharina llevaba encima.
La mujer miró al hombre con sus ojos violetas y le sonrió, además de convidarle una mirada maliciosa.
—¿Acaso no debería presentarse usted primero, Capitán? —Le respondió al susodicho, fijándose en el uniforme que llevaba. Katharina pasó suficiente tiempo en la Marina como para reconocer a cada rango, además de manipular sin dificultada a los soldados— Dejaré pasar su insolencia, pero si se repite, temo que deberé reportarlo al Cuartel General.
El marine hizo una mueca de desagrado y se disculpó con Johanne, asegurando que no quería ofenderla. Terminó presentándose como Tul Itas.
—De verdad lo siento... He escuchado que una pirata viene hacia acá y, bueno, estoy algo preocupado —confesó—. Por cierto, ¿quién es ese chico de ahí?
—Mi compañero —respondió rápidamente ella—, está acompañándome. El resto de mis subordinados se perdieron por el camino, espero que pronto lleguen. Y... Eres la segunda persona que habla de piratas... Estate seguro que si un criminal viene hacia acá, yo misma me encargaré de derrotarlo.
Estuvieron hablando un rato, compartiendo historias y logros; Katharina le mencionó que cuando tenía dieciocho años y, siendo una recluta, pudo vencer a un ex capitán de la Marina, consiguiendo su primera insignia al mérito militar. Incluso un psicólogo le creería, puesto que era la pura verdad. Realmente no el mintió en cuanto a las hazañas que logró, como esa vez que tuvo que hacerle frente a un dragón para conseguir más poder y servir a la justicia. Al término de un rato, Johanne consiguió ganar el agrado y la confianza de Tul Itas, quien le pidió al científico que la acompañase al departamento de ingeniería y robótica.
Cuando llegaron, Katharina se encontró con diferentes piezas bélicas, impresionándose por la cantidad de armas y nuevas tecnologías con las que el Gobierno Mundial experimentaba. No obstante, lo que más le sorprendió y llamó su atención fue un cuerpo suspendido en una gigantesca cápsula, la cual seguramente contaba con un campo que anulaba la gravedad. Dentro, había una mujer de cabellos rubios y traje negro, sumamente ajustado, además de contar unas especies de cuchillas que parecían alas. No podía ver sus ojos, ya que había un visor que lo impedía. Sus piernas... Parecían ser verdaderas cuchillas metálicas. Rápidamente la bruja se acercó hacia donde estaba la cápsula, colocando sus manos en el cristal y mirando hacia dentro.
—¡Científico-san! ¿Qué es? ¿Qué es? —Le preguntó.
El hombre le explicó que era un androide, una pieza bélica que no podían terminar de programar, ya que siempre había problemas. Contaba con un cuerpo humano, un clon de una chica que ya no existía, y le colocaron armas en todos lados. El científico le mencionó que contaba con una armadura de titanio, increíblemente resistente y dura, además de explicarle que contaba con una de las mejores inteligencias artificiales de la época. En más de una ocasión, durante testeos, se vio que tenía personalidad.
—¡¿Podemos probarla?! —Le pidió al científico.
—Es... Complicado, dudo que funcione, pero supongo que podemos interactuar con ella. Sígame, por favor, aquí está el panel de programación.
Katharina llegó hasta una especie de teclado con diversas pantallas, además de una compacta computadora. Mientras el científico hacía los preparativos, una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de la mujer, quien tocó el aparato que originó el programa del androide. No era ninguna erudita en códigos ni nada de eso, pero su magia era suficiente para transmutar incluso los códigos informáticos, permitiéndole apoderarse de aquella invención. Actuó con total disimulo, y cuando el hombre del laboratorio le mencionó que todo estaba listo, ella terminó de reconfigurar la máquina.
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Johanne parece desenvolverse correctamente con un nuevo marine que hace acto de presencia, dejando clara su experiencia para quien pudiera dudar de la misma. Sin embargo, el agente a su lado alza una ceja cuando se refiere a él; primero como su acompañante, algo aceptable; pero más tarde, insinuando su posición como subordinado. Pese a todo, no se queja. En lugar de ello ,sencillamente sonríe e inclina la cabeza en un gesto cordial; no va a revelarse ante un comentario que le evita romper la artimaña creada, al no decir su nombre y rango.
– ¿Ninguna nueva noticia sobre la pirata? – pregunta Nyx con fingido interés. Debe mantener su coartada – Entonces creo que mi labor aquí ha...
Pero interrumpe sus palabras con la misma rapidez que las había comenzado a decir. Después de varias batallitas contadas por la Vicealmirante, parece que van a ser llevados a la sala de robótica. El Marine está convencido de permitirlo, el científico a su lado está de acuerdo y Johanne parece entusiasmada con la idea… No más que el agente peliblanco, quien acaba de decidir anteponer la necesidad de ver la susodicha sala, ante su propia seguridad.
– Os sigo. Así me quedaré más tranquilo – responde. Procurando seguir sin decir una sola mentira, por si alguno de los presentes fuera capaz de ver a través de las mismas.
Les conducen con apremio hacia una sala que parece encerrar todas las maravillas armamentísticas del laboratorio, o al menos aquellas que los investigadores de "bajo rango" pueden ver. Es probable que en algún lugar del recinto hayan mecanismos y juguetes a los que solo se pueda acceder con el permiso directo de un alto cargo del Gobierno. Pero eso no parece importar a ninguno de los presentes, entre los que destaca Nyx; con toda su atención puesta en algunos de los diseños que le rodean, analizando cada tuerca, cada tornillo... Memorizándolos e intentando imaginar cual será el uso que tendrán. Ahora está convencido de que, en algún momento del futuro, tendrá que conseguir acceso a los laboratorios del gobierno. Es un pastel que quiere morder.
Instigada por la curiosidad de Johanne, la atención general se centra en la "bella" androide que hay suspendida en el interior de una cápsula. El científico comienza a describir sus características, aumentando con cada nuevo "don" la curiosidad del agente. Sin embargo, toda esa emoción es ligeramente destruida cuando dicen que son incapaces de hacerla funcionar correctamente. Igualmente, cuando terminan de recalcar sus características, Nyx sonríe con dulzura y acaricia la solapa de su chaqueta con dos dedos, en lo que parece un gesto completamente casual.
«Una I.A. de gran inteligencia. ¿No es una competencia interesante?» – Pero, como parece evidente, nada responde a los pensamientos del agente. ¿Quién iba a hacerlo?
El agente del Cipher Pol alza la mano, indicando que va a decir algo. De su rostro ha desaparecido todo rastro de diversión o dulzura, convertido ahora en una máscara de completa frialdad. Cuando cree que le están prestando la suficiente atención, esconde ambas manos en los bolsillos de su chaqueta y muestra una sonrisa de carácter respetuoso. Ya nada le retiene allí... No al menos en esa habitación.
– Ya me he asegurado de que todo estuviera en orden... Poco más puedo hacer. Además, dudo sinceramente que mi rango me permita seguir avanzando más allá de esta habitación –. No dice dudar en ningún instante de que si pudiera hacerlo hasta el momento ¿Quién le ha dicho lo contrario? Nadie... Si le atrapan, será negligencia de dos guardias y un capitán. Tal y como están las relaciones entre Marines y C.P., esto posiblemente lleve a que su desliz ni si quiera sea mencionado – Además, la Vicealmirante ya está bien acompañada. Que tengan un buen día. Vicealmirante Johanne, espero volver a verla en un futuro.
Y sin añadir una sola palabra más, el chico de ojos rosados se marcha bajo la mirada dudosa del Capitán Marine y la aparente indiferencia del científico. La ruta a seguir es sencilla: Primero pasará por la sala de ordenadores, memorizando la distribución de la misma; Luego se marchará del laboratorio, creando un mapa mental en su cabeza. Y guardará en su interior los deseos de acceder a toda esa información, alimentados por las maravillas que ha sido capaz de contemplar.
– Veamos… ¿Por dónde quedaba la sala de ordenadores?
– ¿Ninguna nueva noticia sobre la pirata? – pregunta Nyx con fingido interés. Debe mantener su coartada – Entonces creo que mi labor aquí ha...
Pero interrumpe sus palabras con la misma rapidez que las había comenzado a decir. Después de varias batallitas contadas por la Vicealmirante, parece que van a ser llevados a la sala de robótica. El Marine está convencido de permitirlo, el científico a su lado está de acuerdo y Johanne parece entusiasmada con la idea… No más que el agente peliblanco, quien acaba de decidir anteponer la necesidad de ver la susodicha sala, ante su propia seguridad.
– Os sigo. Así me quedaré más tranquilo – responde. Procurando seguir sin decir una sola mentira, por si alguno de los presentes fuera capaz de ver a través de las mismas.
Les conducen con apremio hacia una sala que parece encerrar todas las maravillas armamentísticas del laboratorio, o al menos aquellas que los investigadores de "bajo rango" pueden ver. Es probable que en algún lugar del recinto hayan mecanismos y juguetes a los que solo se pueda acceder con el permiso directo de un alto cargo del Gobierno. Pero eso no parece importar a ninguno de los presentes, entre los que destaca Nyx; con toda su atención puesta en algunos de los diseños que le rodean, analizando cada tuerca, cada tornillo... Memorizándolos e intentando imaginar cual será el uso que tendrán. Ahora está convencido de que, en algún momento del futuro, tendrá que conseguir acceso a los laboratorios del gobierno. Es un pastel que quiere morder.
Instigada por la curiosidad de Johanne, la atención general se centra en la "bella" androide que hay suspendida en el interior de una cápsula. El científico comienza a describir sus características, aumentando con cada nuevo "don" la curiosidad del agente. Sin embargo, toda esa emoción es ligeramente destruida cuando dicen que son incapaces de hacerla funcionar correctamente. Igualmente, cuando terminan de recalcar sus características, Nyx sonríe con dulzura y acaricia la solapa de su chaqueta con dos dedos, en lo que parece un gesto completamente casual.
«Una I.A. de gran inteligencia. ¿No es una competencia interesante?» – Pero, como parece evidente, nada responde a los pensamientos del agente. ¿Quién iba a hacerlo?
El agente del Cipher Pol alza la mano, indicando que va a decir algo. De su rostro ha desaparecido todo rastro de diversión o dulzura, convertido ahora en una máscara de completa frialdad. Cuando cree que le están prestando la suficiente atención, esconde ambas manos en los bolsillos de su chaqueta y muestra una sonrisa de carácter respetuoso. Ya nada le retiene allí... No al menos en esa habitación.
– Ya me he asegurado de que todo estuviera en orden... Poco más puedo hacer. Además, dudo sinceramente que mi rango me permita seguir avanzando más allá de esta habitación –. No dice dudar en ningún instante de que si pudiera hacerlo hasta el momento ¿Quién le ha dicho lo contrario? Nadie... Si le atrapan, será negligencia de dos guardias y un capitán. Tal y como están las relaciones entre Marines y C.P., esto posiblemente lleve a que su desliz ni si quiera sea mencionado – Además, la Vicealmirante ya está bien acompañada. Que tengan un buen día. Vicealmirante Johanne, espero volver a verla en un futuro.
Y sin añadir una sola palabra más, el chico de ojos rosados se marcha bajo la mirada dudosa del Capitán Marine y la aparente indiferencia del científico. La ruta a seguir es sencilla: Primero pasará por la sala de ordenadores, memorizando la distribución de la misma; Luego se marchará del laboratorio, creando un mapa mental en su cabeza. Y guardará en su interior los deseos de acceder a toda esa información, alimentados por las maravillas que ha sido capaz de contemplar.
– Veamos… ¿Por dónde quedaba la sala de ordenadores?
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Qué idiota... Pensar que su magia bastaba para superar los increíbles avances en la programación era el ápice de la arrogancia. Pudo comprobar que algunos datos fueron cambiados, pero no todos como para que la máquina que estaba suspendida en una cápsula anti-gravedad le perteneciese por completo. Tenía que agradecer que el científico era demasiado despreocupado y confiado como para que no se diera cuenta, de lo contrario, ya habría por lo menos un escuadrón de varios marines y soldados del otro lado de la habitación, esperando apresarla. Desde ahora debía actuar con más inteligencia, que su habilidad fuera increíblemente útil no significaba que fuese perfecta, ni mucho menos omnipotente. Se mordió el labio, preocupada por el actuar del androide.
Las palabras del agente la sacaron de sus pensamientos... ¿Qué? ¿Ya se iba? Si su misión era comprobar que todo estuviese bien, más mal no pudo haberlo hecho. ¡Todo estaba mal! Una pirata se infiltró en un importante laboratorio del Gobierno Mundial, se hizo pasar por un alto rango de la Marina y ahora estaba consiguiendo información ultra secreta. En todo caso, Katharina en ningún momento vio que el chico intentase asegurarse de que todo estuviera bien, sino más bien la siguió y aprovechó de echar un ojo a todo lo que se estaba experimentando. Si la Vicealmirante Johanne Stormrage no hubiese estado ahí, seguro que le habrían acusado de traición por infiltrarse en un laboratorio sin autorización. Como sea, él ya no era problema para la bruja, sino resolver el asunto que tenía frente a sus ojos.
Una luz roja comenzó a brillar en el teclado de la computadora, provocando que el científico se impresionase. Katharina notó su expresión de desconcierto, como si algo le hubiera pasado al proyecto del androide con IA. El hombre comenzó a verificar algunos datos que había en la pantalla y se dio cuenta de algo.
—¡Han intentado sabotear nuestro sistema! —Mencionó, impresionado— Pero lo más extraño de todo es que han corregido los errores del androide. Una vez compruebe lo que le hicieron, me aseguraré de rastrear la IP.
Entonces Katharina consiguió reconfigurar el programa, lamentablemente lo hizo a favor del Gobierno Mundial. Al menos sería capaz de ver al androide en acción, interactuar con él y, quizás, obtener una que otra idea para futuros proyectos. Siempre podía venderle la idea a algún científico del bajo mundo. El programador le advirtió a la Vicealmirante que tuviera cuidado, pues sería la primera vez que la testearían con esos nuevos códigos. Los ojos de la máquina se abrieron, revelando un precioso color azul. El campo anti-gravitacional dejó de funcionar y la cosa cayó ligeramente al suelo, para luego atravesar la puerta con sensor de movimiento que había. Desconcertada, miró hacia todos lados, para luego fijarse en Katharina y detener la mirada en ella. La bruja se sintió escaneada, como lo hacían aquellos ciudadanos de Greytown, pero nada sucedió.
—Katharina-sama, estoy a sus órdenes —mencionó la IA tras hacer una reverencia. Vaya que estaba bien programada—. ¿Qué desea?
El hombre que programó a MU-12 quedó impresionado por la facilidad y fluidez con la que hablaba su creación, pero se sintió intrigado por saber quién era Katharina. ¿Acaso sería la persona encargada de sabotear el programa? Cualquiera fuera el caso, no podía dejar que ese experimento saliera del laboratorio. En manos equivocadas, haría más mal que bien, puesto que tenía armas de destrucción demasiado poderosas y peligrosas. Por otra parte, la bruja aún se estaba preguntando cómo es que las cosas habían salido bien. Vio claramente en los códigos —en aquellos que podía entender— que nada había cambiado, únicamente se añadieron un par más y nada más.
—Tengo que desactivar a MU-12, no puedo permitir que un criminal obtenga a este androide —le alertó a la Vicealmirante—. Por favor, verifique si hay algún intruso... E-Espere... ¿Y ese chico? ¿No es demasiado sospechoso que justo antes del saboteo se haya marchado? ¡Atrápelo! Necesito interrogarlo.
Las palabras del agente la sacaron de sus pensamientos... ¿Qué? ¿Ya se iba? Si su misión era comprobar que todo estuviese bien, más mal no pudo haberlo hecho. ¡Todo estaba mal! Una pirata se infiltró en un importante laboratorio del Gobierno Mundial, se hizo pasar por un alto rango de la Marina y ahora estaba consiguiendo información ultra secreta. En todo caso, Katharina en ningún momento vio que el chico intentase asegurarse de que todo estuviera bien, sino más bien la siguió y aprovechó de echar un ojo a todo lo que se estaba experimentando. Si la Vicealmirante Johanne Stormrage no hubiese estado ahí, seguro que le habrían acusado de traición por infiltrarse en un laboratorio sin autorización. Como sea, él ya no era problema para la bruja, sino resolver el asunto que tenía frente a sus ojos.
Una luz roja comenzó a brillar en el teclado de la computadora, provocando que el científico se impresionase. Katharina notó su expresión de desconcierto, como si algo le hubiera pasado al proyecto del androide con IA. El hombre comenzó a verificar algunos datos que había en la pantalla y se dio cuenta de algo.
—¡Han intentado sabotear nuestro sistema! —Mencionó, impresionado— Pero lo más extraño de todo es que han corregido los errores del androide. Una vez compruebe lo que le hicieron, me aseguraré de rastrear la IP.
Entonces Katharina consiguió reconfigurar el programa, lamentablemente lo hizo a favor del Gobierno Mundial. Al menos sería capaz de ver al androide en acción, interactuar con él y, quizás, obtener una que otra idea para futuros proyectos. Siempre podía venderle la idea a algún científico del bajo mundo. El programador le advirtió a la Vicealmirante que tuviera cuidado, pues sería la primera vez que la testearían con esos nuevos códigos. Los ojos de la máquina se abrieron, revelando un precioso color azul. El campo anti-gravitacional dejó de funcionar y la cosa cayó ligeramente al suelo, para luego atravesar la puerta con sensor de movimiento que había. Desconcertada, miró hacia todos lados, para luego fijarse en Katharina y detener la mirada en ella. La bruja se sintió escaneada, como lo hacían aquellos ciudadanos de Greytown, pero nada sucedió.
—Katharina-sama, estoy a sus órdenes —mencionó la IA tras hacer una reverencia. Vaya que estaba bien programada—. ¿Qué desea?
El hombre que programó a MU-12 quedó impresionado por la facilidad y fluidez con la que hablaba su creación, pero se sintió intrigado por saber quién era Katharina. ¿Acaso sería la persona encargada de sabotear el programa? Cualquiera fuera el caso, no podía dejar que ese experimento saliera del laboratorio. En manos equivocadas, haría más mal que bien, puesto que tenía armas de destrucción demasiado poderosas y peligrosas. Por otra parte, la bruja aún se estaba preguntando cómo es que las cosas habían salido bien. Vio claramente en los códigos —en aquellos que podía entender— que nada había cambiado, únicamente se añadieron un par más y nada más.
—Tengo que desactivar a MU-12, no puedo permitir que un criminal obtenga a este androide —le alertó a la Vicealmirante—. Por favor, verifique si hay algún intruso... E-Espere... ¿Y ese chico? ¿No es demasiado sospechoso que justo antes del saboteo se haya marchado? ¡Atrápelo! Necesito interrogarlo.
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– Ese chico está aquí –. Siguiendo la voz, se puede ver a Nyx apoyado sobre la pared más cercana al marco de la puerta.
Las computadoras de cualquier laboratorio que se precie están intercomunicadas y enviarán una señal de alarma en caso de que una sea manipulada. Estas señales siempre están conectadas al sistema de alarma general, de modo que en cuanto la luz roja del monitor empezó a brillar… Todo el laboratorio entró en estado de alerta.
Era evidente que, en el momento en que empezara a sonar una alarma, el agente iba a darse la vuelta para evitar ser considerado culpable de nada. No podía ser una coincidencia la cercanía de los hechos con su marcha de la sala; una acción demasiado casual como para no tenerla en cuenta. Así que, aunque no sabía cómo y por qué, el problema debía estar en la estancia que había abandonado solo unos segundos atrás. Con solo acelerar la marcha, fue capaz de llegar a tiempo de ver como el androide se había puesto en pie. Tras esto, el agente se había mantenido en aquel lugar, observando toda la escena en silencio.
– En realidad se está refiriendo a Katharina von Steinhell – responde el agente, aún apoyado contra la pared, con los brazos cruzados – Llevo advirtiendo desde mi llegada de la posible infiltración de una – dice recalcando el género femenino de la pirata – Peligrosa pirata. Es cierto que no había dicho nunca su nombre… Es alarmante que nadie haya solicitado la comprobación del mismo a base. Pero con todo ello, negligencia aparte... Lo más sorprendente es que una máquina lo diga sin más, sin haberlo oído antes –. Hace una pequeña pausa teatral, cargada de significado –. Lo había pensado anteriormente, pero había rechazado la idea al resultar inverosímil… ¿Existe la Vicealmirante Johanne? Desde el principio resultaba alarmante su falta de interés en la pirata, pero pensaba reportar el incidente en secreto, no parecía tener más importancia. Ahora es distinto.
Su rostro es serio y sereno. Podría parecer un suicidio en toda regla. ¿Por qué decir sus suposiciones en lugar de pedir refuerzos? Si tuviera razón, estaría metiéndose en la boca del lobo, pintándose una diana en la cara. La respuesta más simple, sería la de que no se ha parado a pensar en ello… La realidad, es que ya ha dado la alarma. Shingetsu ha estado apoyado contra el botón intercomunicador de alarma todo ese tiempo, presionando el mismo con su hombro, dejando que su voz se filtre directamente a la sala de seguridad del recinto. En unos minutos, quizás segundos, base debería haber comprobado el nombre de la marine. Si es falso, empezarán a perseguirla. Si es verdadero… «Espero que no lo sea. Me costaría un consejo de guerra».
– Podría aceptarlo como un juego, pero odio que se me intente inculpar indirectamente de algo que no he hecho… No me gusta que las cosas se salgan de control –. Añade finalmente.
Entonces, las miradas hasta ahora centradas en el “sospechoso agente” se vuelven sobre la Vicealmirante. Es evidente que, por el momento, no van a hacer nada contra ella, pero la semilla de la duda se ha plantado en su mente. Para el caso, no importa. En cuanto los testigos dejan de vigilar al C.P., este hace un gesto teatral con la manodeslizando varios dedos por su cuello, desde una posición en la que solo la Vicelamirante debería ser capaz de verle; ni si quiera hay cámaras grabándolo. El mensaje podría ser interpretado de dos maneras: «Si tengo razón… Solo puedes salir de esta eliminando a los testigos» o «Estas con la soga al cuello». Ambas convenientes para el joven.
¿Por qué hacer esto? La respuesta más sencilla es que al agente le da completamente igual lo que ocurra en el centro. Eso, y que tiene curiosidad por ver si sus deducciones son verídicas... Pero sobre todo por saber si es posible que alguien llegue a alterar completamente su apariencia. La desaparición de un par de trabajadores del gobierno, son solo números insignificantes, daños colaterales. Y si no tiene razón, deberá justificarse... Pero siempre será mejor que ser perseguido por considerarse un traidor. Pese a su rostro frío, el agente sabe que está contra las cuerdas. Si no tiene razón, será entregado a un tribunal de guerra.
Además. Todos los testigos, a excepción del agente y quizás "Johanne", han dejado de prestar atención al androide.
Las computadoras de cualquier laboratorio que se precie están intercomunicadas y enviarán una señal de alarma en caso de que una sea manipulada. Estas señales siempre están conectadas al sistema de alarma general, de modo que en cuanto la luz roja del monitor empezó a brillar… Todo el laboratorio entró en estado de alerta.
Era evidente que, en el momento en que empezara a sonar una alarma, el agente iba a darse la vuelta para evitar ser considerado culpable de nada. No podía ser una coincidencia la cercanía de los hechos con su marcha de la sala; una acción demasiado casual como para no tenerla en cuenta. Así que, aunque no sabía cómo y por qué, el problema debía estar en la estancia que había abandonado solo unos segundos atrás. Con solo acelerar la marcha, fue capaz de llegar a tiempo de ver como el androide se había puesto en pie. Tras esto, el agente se había mantenido en aquel lugar, observando toda la escena en silencio.
– En realidad se está refiriendo a Katharina von Steinhell – responde el agente, aún apoyado contra la pared, con los brazos cruzados – Llevo advirtiendo desde mi llegada de la posible infiltración de una – dice recalcando el género femenino de la pirata – Peligrosa pirata. Es cierto que no había dicho nunca su nombre… Es alarmante que nadie haya solicitado la comprobación del mismo a base. Pero con todo ello, negligencia aparte... Lo más sorprendente es que una máquina lo diga sin más, sin haberlo oído antes –. Hace una pequeña pausa teatral, cargada de significado –. Lo había pensado anteriormente, pero había rechazado la idea al resultar inverosímil… ¿Existe la Vicealmirante Johanne? Desde el principio resultaba alarmante su falta de interés en la pirata, pero pensaba reportar el incidente en secreto, no parecía tener más importancia. Ahora es distinto.
Su rostro es serio y sereno. Podría parecer un suicidio en toda regla. ¿Por qué decir sus suposiciones en lugar de pedir refuerzos? Si tuviera razón, estaría metiéndose en la boca del lobo, pintándose una diana en la cara. La respuesta más simple, sería la de que no se ha parado a pensar en ello… La realidad, es que ya ha dado la alarma. Shingetsu ha estado apoyado contra el botón intercomunicador de alarma todo ese tiempo, presionando el mismo con su hombro, dejando que su voz se filtre directamente a la sala de seguridad del recinto. En unos minutos, quizás segundos, base debería haber comprobado el nombre de la marine. Si es falso, empezarán a perseguirla. Si es verdadero… «Espero que no lo sea. Me costaría un consejo de guerra».
– Podría aceptarlo como un juego, pero odio que se me intente inculpar indirectamente de algo que no he hecho… No me gusta que las cosas se salgan de control –. Añade finalmente.
Entonces, las miradas hasta ahora centradas en el “sospechoso agente” se vuelven sobre la Vicealmirante. Es evidente que, por el momento, no van a hacer nada contra ella, pero la semilla de la duda se ha plantado en su mente. Para el caso, no importa. En cuanto los testigos dejan de vigilar al C.P., este hace un gesto teatral con la manodeslizando varios dedos por su cuello, desde una posición en la que solo la Vicelamirante debería ser capaz de verle; ni si quiera hay cámaras grabándolo. El mensaje podría ser interpretado de dos maneras: «Si tengo razón… Solo puedes salir de esta eliminando a los testigos» o «Estas con la soga al cuello». Ambas convenientes para el joven.
¿Por qué hacer esto? La respuesta más sencilla es que al agente le da completamente igual lo que ocurra en el centro. Eso, y que tiene curiosidad por ver si sus deducciones son verídicas... Pero sobre todo por saber si es posible que alguien llegue a alterar completamente su apariencia. La desaparición de un par de trabajadores del gobierno, son solo números insignificantes, daños colaterales. Y si no tiene razón, deberá justificarse... Pero siempre será mejor que ser perseguido por considerarse un traidor. Pese a su rostro frío, el agente sabe que está contra las cuerdas. Si no tiene razón, será entregado a un tribunal de guerra.
Además. Todos los testigos, a excepción del agente y quizás "Johanne", han dejado de prestar atención al androide.
Katharina von Steinhell
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No fue necesario que la falsa Vicealmirante fuese a buscar al sospechoso, de hecho, este volvió a la sala de programación en donde estaba el programador, Johanne y algunos cuantos científicos más, expectantes ante lo que estaba pasando. Fue demasiado ingenua al pensar que era la persona más astuta e inteligente de allí. Tal vez el albino no contaba con un poder excesivo, pero su mente era aguda y le permitía obtener conclusiones acertadas. Sin embargo, mientras no se comprobara la inexistencia de la Vicealmirante Johanne Stormrage, seguiría teniendo autoridad. La mujer se quitó uno de sus aretes y lo lanzó hacia el aire, transformándose en una afilada espada delgada y medio curva. La Hoja de Argoria tenía la capacidad de transmutar cualquier cosa, incluso a sí misma.
Dio un paso hacia delante y mantuvo el semblante sereno. Atacarle sería seguir las órdenes del programador, quien le acusó de haber saboteado el sistema. Katharina pensó que el chico había sido demasiado atrevido e imprudente, pues ella tenía toda la intención de defenderle. No había pruebas contundentes de que él hubiera sido el responsable, pero ahora que la culpaba no podía actuar altruistamente. De pronto, todo lo que estaba alrededor de ella comenzó a congelarse: primero el suelo y luego la propia espada.
—¿Has terminado de hablar? —Le preguntó, dejando a un lado la cálida personalidad de la Vicealmirante— A nadie de mi rango le importaría la presencia de una pirata que no es ni conocida en su mar, joven agente. Estás haciendo acusaciones muy atrevidas e imprudentes.
Suspiró y luego relajó los músculos. Probablemente el muchacho ni siquiera pudiese ver el movimiento que realizó Katharina, ya que únicamente alguien con reflejos sobrehumanos podría hacerlo. Descrito a cámara lenta, la espada de la bruja siguió un movimiento ascendente seguido de uno descendente, para terminar con dos trazadas diagonales. Rápidamente cuatro ondas cortantes bañadas en hielo fueron lanzadas, todas directamente hacia el joven agente. Lo normal era que muriera tras recibir ese rápido combo de ataques, aunque el resultado fue completamente diferente. Lentamente la nube de polvo se dispersó, revelando a un hombre increíblemente alto y fornido.
—¡No tengo idea de quién seas, mujer, pero Vicealmirante no eres! —Mencionó con furia tras proteger al joven agente del ataque de Katharina.
La bruja miró al hombre que osó intervenir, fijándose en sus medallas y su capa. ¿Qué hacía un comodoro ahí? Las cosas ya se ponían difíciles, no solo tenía que lidiar con el agente y el marine, sino que también con todo el personal del laboratorio. No obstante, aún tenía oportunidades para salir de ahí con vida. Nuevamente realizó una serie extremadamente rápida de tajos, aunque esta vez dirigidos al científico, quien no pudo esquivar ninguno de ellos y cayó sin vida, teniendo varios cortes en la zona abdominal. Aprovechó el tiempo en el que el comodoro insultaba a Katharina para reanimar al programador; al haber muerto hacía muy poco, encontrar su alma y depositarla en su cuerpo no requería de tanta concentración ni tiempo.
Katharina se deshizo de su forma marine, siendo esta reemplazada por una chica de cabellos rosas y ojos azules. Ya de nada servía aparentar ser alguien que no era; le había ayudado a llegar hasta allí y hacerse con un buen científico zombie para usar, pero ahora era completamente inútil. Le ordenó a su nuevo juguete que copiara toda la información confidencial en un nuevo archivo y lo descargarse en un disco de almacenamiento, todo mientras ella despistaba a los guardias y marines que intentarían ir tras su cabeza. Antes de comenzar la lucha, transformó su otro arete en una espada completamente negra.
—Parece que ya toca dejar de mentir.
Dio un paso hacia delante y mantuvo el semblante sereno. Atacarle sería seguir las órdenes del programador, quien le acusó de haber saboteado el sistema. Katharina pensó que el chico había sido demasiado atrevido e imprudente, pues ella tenía toda la intención de defenderle. No había pruebas contundentes de que él hubiera sido el responsable, pero ahora que la culpaba no podía actuar altruistamente. De pronto, todo lo que estaba alrededor de ella comenzó a congelarse: primero el suelo y luego la propia espada.
—¿Has terminado de hablar? —Le preguntó, dejando a un lado la cálida personalidad de la Vicealmirante— A nadie de mi rango le importaría la presencia de una pirata que no es ni conocida en su mar, joven agente. Estás haciendo acusaciones muy atrevidas e imprudentes.
Suspiró y luego relajó los músculos. Probablemente el muchacho ni siquiera pudiese ver el movimiento que realizó Katharina, ya que únicamente alguien con reflejos sobrehumanos podría hacerlo. Descrito a cámara lenta, la espada de la bruja siguió un movimiento ascendente seguido de uno descendente, para terminar con dos trazadas diagonales. Rápidamente cuatro ondas cortantes bañadas en hielo fueron lanzadas, todas directamente hacia el joven agente. Lo normal era que muriera tras recibir ese rápido combo de ataques, aunque el resultado fue completamente diferente. Lentamente la nube de polvo se dispersó, revelando a un hombre increíblemente alto y fornido.
—¡No tengo idea de quién seas, mujer, pero Vicealmirante no eres! —Mencionó con furia tras proteger al joven agente del ataque de Katharina.
La bruja miró al hombre que osó intervenir, fijándose en sus medallas y su capa. ¿Qué hacía un comodoro ahí? Las cosas ya se ponían difíciles, no solo tenía que lidiar con el agente y el marine, sino que también con todo el personal del laboratorio. No obstante, aún tenía oportunidades para salir de ahí con vida. Nuevamente realizó una serie extremadamente rápida de tajos, aunque esta vez dirigidos al científico, quien no pudo esquivar ninguno de ellos y cayó sin vida, teniendo varios cortes en la zona abdominal. Aprovechó el tiempo en el que el comodoro insultaba a Katharina para reanimar al programador; al haber muerto hacía muy poco, encontrar su alma y depositarla en su cuerpo no requería de tanta concentración ni tiempo.
Katharina se deshizo de su forma marine, siendo esta reemplazada por una chica de cabellos rosas y ojos azules. Ya de nada servía aparentar ser alguien que no era; le había ayudado a llegar hasta allí y hacerse con un buen científico zombie para usar, pero ahora era completamente inútil. Le ordenó a su nuevo juguete que copiara toda la información confidencial en un nuevo archivo y lo descargarse en un disco de almacenamiento, todo mientras ella despistaba a los guardias y marines que intentarían ir tras su cabeza. Antes de comenzar la lucha, transformó su otro arete en una espada completamente negra.
—Parece que ya toca dejar de mentir.
- Cosas usadas:
- Rengoku no Samui: El cuerpo de Katharina desprende un aura helada capaz de congelar todo lo que se encuentre a su alrededor, a una distancia máxima de 20 centímetros, así que es normal que se congele por donde pisa. Su cuerpo ha asimilado perfectamente el frío del otro mundo, volviéndose capaz de soportar temperaturas de hasta -70°C. Por otra parte, es capaz de descender esa temperatura hasta los -70°C, lo suficientemente helado como para causar quemaduras de tercer grado. Tan solo el contacto físico que realice Katharina podrá congelar cuerpos (piel, objetos, etc.), profundizando algunos centímetros y extendiéndose rápidamente por cada segundo. A efectos escénicos, únicamente la persona que Katharina desee es capaz de acercarse a ella sin ser congelada.
Increíble espadachín: Los movimientos cortantes de espada de Katharina igualan los 30 metros por segundo, siendo estos extremadamente rápidos, precisos y difíciles de esquivar y protegerse. De la misma forma es capaz de lanzar ondas cortantes las cuales se dispersan pasados los 7.5 metros.
Reanimación I: Forma un no muerto con todas sus características y debilidades. Obedece completamente la voluntad de la bruja, pero es consciente de sus actos. Posee recuerdos y sentimientos así como una alineación; posee todas sus características que tuvo en vida. Tiene un alcance de 1 metro. Puede usarse siempre.
Shingetsu Nyx
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La tensión se mantiene en el aire durante un breve instante. Al momento siguiente, esta se rompe ante el repentino avance de la "Vicealmirante" al mando. Su siguiente acción llama la atención del peliblanco, que abre los ojos sorprendido por lo que ocurre ante él; el arete de la joven se ha transformado en un arma, una fina espada que, para desgracia del agente, Johanne parece saber manejar.
«Como una rata a la trampa de queso… Solo que yo era la rata».
Dos rápidos cortes que surcan el aire. Siendo tarde para esquivarlos, pues ni si quiera sabe de dónde han surgido, Nyx solo espera que estos no estén cargados de Haki de armadura. Pero estos impactan contra algo antes de alcanzarle… Y cuando el humo se disipa, un nuevo marine se descubre frente a él, habiéndose interpuesto a los cortes.
Si algo queda claro para Nyx mientras el aire se congela alrededor de la mujer, es que esta es la pirata perseguida. «¿Pero cómo?» En respuesta a las dudas que aún podrían quedar en el aire, el rostro y cabellos de la mujer cambian hasta tomar un aspecto exótico, bastante más aproximado al cartel Wanted de Katharina.
– Impresionante… –. Es lo único que dice el agente en un suspiro. Y luego empieza a reír, como si hubiera enloquecido. Pero nadie parece prestarle atención.
La belleza rosada se ha metido por su propio pie en una zona altamente vigilada por la marina, le ha usado como chivo expiatorio mientras él creía hacer lo mismo con ella y finalmente se ha descubierto, quien sabe si habiéndolo matado en caso de que el comodoro no hubiera salido de la nada. Y ahora muestra su truco, una metamorfosis completa que le da ideas de cómo actuar a partir de ahora. «No sabría cómo catalogarla… ¿Alocada? ¿Planificadora? ¿O simplemente afortunada?». Pese a ser conocedor del peligro que corre, la sonrisa del CP no deja de ensancharse, desentonando con la expresión seria del marine que combate contra Katharina.
– Y ahora los muertos se levantan… ¿Qué demonios?
Mientras todos se centran en luchar con la pirata, el científico aparentemente muerto se ha puesto en pie. «No es una mera actuación, este hombre está muerto de verdad. Incluso un médico tan malo como yo sabría eso». Sin dudarlo, Nyx extrae un paquete alargado de entre el enorme abrigo que llevaba y, desabrochando la cremallera del mismo, monta con la rapidez de un soldado entrenado un rifle de precisión de tres piezas (Sin encajar la mirilla, inútil a esa distancia). Apunta con tranquilidad al científico resucitado y, recurriendo a los conocimientos extraídos de varias novelas de terror, le vuela la cabeza de un tiro directo. A fin de cuentas, es solo un cuerpo muerto y sin entrenar, un físico de científico que necesitaba decenas de guardas para cubrirle de cualquier mal. «Es una pena… No parecía ser consciente de sus acciones, como si solo “viviera” para piratear el ordenador ante el… Solo he salvado a su cuerpo de ser morbosamente manipulado». Para el caso, cuando termina la sala parece quedarse en un extraño silencio, mientras algunos marines más (Pocos por el momento) entran en la estancia, siguiendo a su comodoro en combate.
– Es una pena que las cosas se hallan torcido tanto… podría haber sido un encuentro más interesante. Pero cuando aprietas tanto… Al final todo explota –. Nyx sonríe divertido ante sus propias palabras y se gira para marcharse del lugar, al tiempo que la megafonía del lugar empieza a sonar de nuevo.
Casi todos los presentes en la sala se muestran sorprendidos ante las declaraciones de megafonía… La sala de abalorios y la entrada sur se encuentra en la zona completamente opuesta a aquella en la que ellos están, ahora dejarán de llegar refuerzos.
– ¡Ahí! –. Un único grito, emitido por uno de los reclutas presentes, delata la posición de aquel que parece haber modificado la alarma… El científico zombi, ahora sin cabeza y con el trabajo que hacía a medias, imposible de terminar.
El agente sopla el humo que sale de su rifle y, echándoselo al hombro, sale corriendo de la sala. «Dos a la izquierda, recto en tres cruces y uno a la derecha… Y si me sigue, mejor, así se encontrará con toda la seguridad del recinto en su camino. Ah… Quiero tomarme esa taza de cacao caliente y olvidar el día de hoy». Por un momento había estado a punto de ir en contra de su personalidad... Si la pirata escapaba con el androide, ya no sería culpa suya, poco podía hacer en esa situación con su nivel de poder actual. Pero no podía permitir a una homicida de semejante categoría la posibilidad de hacerse con archivos tecnológicos importantes, iba en contra de sus principios morales.
Aparte de los científicos, era el único agente dirigiéndose hacia la salida... El resto corrían en dirección contraria.
«Como una rata a la trampa de queso… Solo que yo era la rata».
Dos rápidos cortes que surcan el aire. Siendo tarde para esquivarlos, pues ni si quiera sabe de dónde han surgido, Nyx solo espera que estos no estén cargados de Haki de armadura. Pero estos impactan contra algo antes de alcanzarle… Y cuando el humo se disipa, un nuevo marine se descubre frente a él, habiéndose interpuesto a los cortes.
Si algo queda claro para Nyx mientras el aire se congela alrededor de la mujer, es que esta es la pirata perseguida. «¿Pero cómo?» En respuesta a las dudas que aún podrían quedar en el aire, el rostro y cabellos de la mujer cambian hasta tomar un aspecto exótico, bastante más aproximado al cartel Wanted de Katharina.
– Impresionante… –. Es lo único que dice el agente en un suspiro. Y luego empieza a reír, como si hubiera enloquecido. Pero nadie parece prestarle atención.
La belleza rosada se ha metido por su propio pie en una zona altamente vigilada por la marina, le ha usado como chivo expiatorio mientras él creía hacer lo mismo con ella y finalmente se ha descubierto, quien sabe si habiéndolo matado en caso de que el comodoro no hubiera salido de la nada. Y ahora muestra su truco, una metamorfosis completa que le da ideas de cómo actuar a partir de ahora. «No sabría cómo catalogarla… ¿Alocada? ¿Planificadora? ¿O simplemente afortunada?». Pese a ser conocedor del peligro que corre, la sonrisa del CP no deja de ensancharse, desentonando con la expresión seria del marine que combate contra Katharina.
– Y ahora los muertos se levantan… ¿Qué demonios?
Mientras todos se centran en luchar con la pirata, el científico aparentemente muerto se ha puesto en pie. «No es una mera actuación, este hombre está muerto de verdad. Incluso un médico tan malo como yo sabría eso». Sin dudarlo, Nyx extrae un paquete alargado de entre el enorme abrigo que llevaba y, desabrochando la cremallera del mismo, monta con la rapidez de un soldado entrenado un rifle de precisión de tres piezas (Sin encajar la mirilla, inútil a esa distancia). Apunta con tranquilidad al científico resucitado y, recurriendo a los conocimientos extraídos de varias novelas de terror, le vuela la cabeza de un tiro directo. A fin de cuentas, es solo un cuerpo muerto y sin entrenar, un físico de científico que necesitaba decenas de guardas para cubrirle de cualquier mal. «Es una pena… No parecía ser consciente de sus acciones, como si solo “viviera” para piratear el ordenador ante el… Solo he salvado a su cuerpo de ser morbosamente manipulado». Para el caso, cuando termina la sala parece quedarse en un extraño silencio, mientras algunos marines más (Pocos por el momento) entran en la estancia, siguiendo a su comodoro en combate.
– Es una pena que las cosas se hallan torcido tanto… podría haber sido un encuentro más interesante. Pero cuando aprietas tanto… Al final todo explota –. Nyx sonríe divertido ante sus propias palabras y se gira para marcharse del lugar, al tiempo que la megafonía del lugar empieza a sonar de nuevo.
“ Atención a todas las unidades. La invasora se encuentra en la sala de robótica especializada y se ha apoderado de un modelo robótico por métodos desconocidos. Envien todas las unidades. ”
Casi todos los presentes en la sala se muestran sorprendidos ante las declaraciones de megafonía… La sala de abalorios y la entrada sur se encuentra en la zona completamente opuesta a aquella en la que ellos están, ahora dejarán de llegar refuerzos.
– ¡Ahí! –. Un único grito, emitido por uno de los reclutas presentes, delata la posición de aquel que parece haber modificado la alarma… El científico zombi, ahora sin cabeza y con el trabajo que hacía a medias, imposible de terminar.
El agente sopla el humo que sale de su rifle y, echándoselo al hombro, sale corriendo de la sala. «Dos a la izquierda, recto en tres cruces y uno a la derecha… Y si me sigue, mejor, así se encontrará con toda la seguridad del recinto en su camino. Ah… Quiero tomarme esa taza de cacao caliente y olvidar el día de hoy». Por un momento había estado a punto de ir en contra de su personalidad... Si la pirata escapaba con el androide, ya no sería culpa suya, poco podía hacer en esa situación con su nivel de poder actual. Pero no podía permitir a una homicida de semejante categoría la posibilidad de hacerse con archivos tecnológicos importantes, iba en contra de sus principios morales.
Aparte de los científicos, era el único agente dirigiéndose hacia la salida... El resto corrían en dirección contraria.
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Suspiró, claramente molesta por la acción del joven agente al que debió haberse cargado hace mucho. No tuvo tiempo ni espacio para proteger al muerto viviente del ataque del peliblanco, cuyo nombre aún desconocía. La bala sencillamente atravesó su cabeza, reduciéndola a nada. Sus poderes tenían límites, y uno de ellos era reanimar a un cuerpo en un estado tan deplorable como el del programador. En todo caso, ahora su mayor problema no era conseguir los datos de información del laboratorio, sino huir de ahí. ¿Cómo lo haría…? Su mente proyectó un mapa virtual acerca de lo que, hasta ese momento, había conocido de la instalación. Gracias a sus habilidades como ladrona, aunque no una tan buena como le gustaría ser, le fue fácil contar los pasillos, puertas y recrear posibles rutas de escape por si algo salía mal.
Pronto llegó un escuadrón de soldados de la Marina, muchos de ellos cargando fusiles y sables. Uno de ellos disparó alocadamente, pero falló producto de los nervios que sentía al tener en frente a una persona como Katharina. Bastó un rápido y preciso movimiento de espada de la bruja para liberar una onda cortante, la cual destrozó el arma del marine. Muchos de ellos no eran más que reclutas y cabos, lo que significaba lo mal que lo hacía la Marina para proteger un lugar tan importante como ese. ¿Dónde estaban los vicealmirantes? ¿Los guardianes del cuerpo de científicos del Gobierno Mundial? No tardarían en llegar, así que lo mejor era apresurarse y escapar de allí.
—¡Te pudrirás en prisión, pirata! —Sentenció el hombre de mal genio— Prepárate para perecer y pagar por tus pecados.
El soldado arremetió directamente contra Katharina, realizando un rápido combo compuesto por patadas y puñetazos, aunque estos fueron esquivados con relativa facilidad por la bruja. La pelirrosa contraatacó, realizando una serie de veloces e imperceptibles cortes que dañaron el torso del marine. No solo fueron los cortes que le hicieron retroceder, sino que sus heridas se congelaron al instante, provocándole gran dolor y serias quemaduras de congelación. Katharina no perdió ni un segundo y esprintó hacia delante, realizando un tajo diagonal y ascendente, buscando cortar el pecho de su oponente. Sin embargo, este fue detenido por la repentina intervención de una mujer de cabellos negros y ojos dorados.
—Capitana Hawk… Te debo una…
La pelinegra le sonrió a su compañero y luego miró a su enemiga.
—No bajes la guardia… Esta mujer sabe cómo defenderse. Si bien no tiene una alta recompensa por su cabeza, es peligrosa —le comentó al otro marine—. Pertenece a la tripulación del antiguo Supernova, Kenshin D. Zane, y dudo que ese hombre cuente con tripulantes débiles.
Katharina miró a sus oponentes con sus gélidos ojos.
—Vaya, no dejan de aparecer… ¿Cuántas vidas están dispuestos a perder por intentar detenerme? —Les preguntó al mismo tiempo que su espada comenzó a chispear— ¿10? ¿100? ¿A todo el laboratorio? Déjenme ir y prometo no dañar a nadie. Es más, me comprometo a capturar por ustedes al espía del Gobierno Mundial.
Los marines intercambiaron miradas nerviosas, como preguntándose a qué se refería la bruja.
—Es por eso que la Marina siempre queda como estúpida… El chico que andaba conmigo se ha infiltrado, al igual que yo. Entré con él y en ningún momento se presentó con su nombre, de hecho, nadie sabe cómo se llama —les explicó—. Si yo fuera ustedes…
—¡No nos digas qué hacer, bruja! No caeremos en tus chantajes ni cederemos ante tu voluntad. Cada uno de nosotros está preparado para arriesgar su vida y hacer de este mundo un lugar más justo.
Katharina sonrió sarcásticamente.
—¿Un lugar más justo, dices? Lo justo es que el Gobierno Mundial pague por cada vida que han quitado, ¿o no recuerdas lo que sucedió hace más de 150 años en Ohara? ¿Todas las vidas que se perdieron en la Gran Guerra de Marineford? No me hables de justicia cuando defiendes a alguien que solo vela por sus intereses —la espada de Katharina comenzó a chispear con aún más intensidad—. Al final tú y yo no somos diferentes… Matas por un sueldo, bajo el resguardo de un falso ideal, mientras que yo mato por conseguir lo que quiero.
Antes de que los hombres siquiera pudieran reaccionar, Katharina direccionó su espada hacia delante y las chispas revolotearon violentamente. El cuerpo de la pelirrosa retrocedió un par de centímetros debido a la potencia de su ataque, mientras un dragón de electricidad y llamas devoraba todo lo que estaba a su alcance, destruyendo pasajes y marines, desintegrando libros y años de estudio de diversos científicos, algunos de ellos envueltos en el devastador ataque de Katharina. El techo del laboratorio quedó completamente destruido, así como había una decena de cadáveres frente a Katharina, aunque la Capitana consiguió sobrevivir, protegida por el hombre que anteriormente salvó al albino. Su presencia no había desaparecido absolutamente, lo que significaba que continuaba con vida, aunque inconsciente.
—Eres… ¡Eres un demonio!
Pronto llegó un escuadrón de soldados de la Marina, muchos de ellos cargando fusiles y sables. Uno de ellos disparó alocadamente, pero falló producto de los nervios que sentía al tener en frente a una persona como Katharina. Bastó un rápido y preciso movimiento de espada de la bruja para liberar una onda cortante, la cual destrozó el arma del marine. Muchos de ellos no eran más que reclutas y cabos, lo que significaba lo mal que lo hacía la Marina para proteger un lugar tan importante como ese. ¿Dónde estaban los vicealmirantes? ¿Los guardianes del cuerpo de científicos del Gobierno Mundial? No tardarían en llegar, así que lo mejor era apresurarse y escapar de allí.
—¡Te pudrirás en prisión, pirata! —Sentenció el hombre de mal genio— Prepárate para perecer y pagar por tus pecados.
El soldado arremetió directamente contra Katharina, realizando un rápido combo compuesto por patadas y puñetazos, aunque estos fueron esquivados con relativa facilidad por la bruja. La pelirrosa contraatacó, realizando una serie de veloces e imperceptibles cortes que dañaron el torso del marine. No solo fueron los cortes que le hicieron retroceder, sino que sus heridas se congelaron al instante, provocándole gran dolor y serias quemaduras de congelación. Katharina no perdió ni un segundo y esprintó hacia delante, realizando un tajo diagonal y ascendente, buscando cortar el pecho de su oponente. Sin embargo, este fue detenido por la repentina intervención de una mujer de cabellos negros y ojos dorados.
—Capitana Hawk… Te debo una…
La pelinegra le sonrió a su compañero y luego miró a su enemiga.
—No bajes la guardia… Esta mujer sabe cómo defenderse. Si bien no tiene una alta recompensa por su cabeza, es peligrosa —le comentó al otro marine—. Pertenece a la tripulación del antiguo Supernova, Kenshin D. Zane, y dudo que ese hombre cuente con tripulantes débiles.
Katharina miró a sus oponentes con sus gélidos ojos.
—Vaya, no dejan de aparecer… ¿Cuántas vidas están dispuestos a perder por intentar detenerme? —Les preguntó al mismo tiempo que su espada comenzó a chispear— ¿10? ¿100? ¿A todo el laboratorio? Déjenme ir y prometo no dañar a nadie. Es más, me comprometo a capturar por ustedes al espía del Gobierno Mundial.
Los marines intercambiaron miradas nerviosas, como preguntándose a qué se refería la bruja.
—Es por eso que la Marina siempre queda como estúpida… El chico que andaba conmigo se ha infiltrado, al igual que yo. Entré con él y en ningún momento se presentó con su nombre, de hecho, nadie sabe cómo se llama —les explicó—. Si yo fuera ustedes…
—¡No nos digas qué hacer, bruja! No caeremos en tus chantajes ni cederemos ante tu voluntad. Cada uno de nosotros está preparado para arriesgar su vida y hacer de este mundo un lugar más justo.
Katharina sonrió sarcásticamente.
—¿Un lugar más justo, dices? Lo justo es que el Gobierno Mundial pague por cada vida que han quitado, ¿o no recuerdas lo que sucedió hace más de 150 años en Ohara? ¿Todas las vidas que se perdieron en la Gran Guerra de Marineford? No me hables de justicia cuando defiendes a alguien que solo vela por sus intereses —la espada de Katharina comenzó a chispear con aún más intensidad—. Al final tú y yo no somos diferentes… Matas por un sueldo, bajo el resguardo de un falso ideal, mientras que yo mato por conseguir lo que quiero.
Antes de que los hombres siquiera pudieran reaccionar, Katharina direccionó su espada hacia delante y las chispas revolotearon violentamente. El cuerpo de la pelirrosa retrocedió un par de centímetros debido a la potencia de su ataque, mientras un dragón de electricidad y llamas devoraba todo lo que estaba a su alcance, destruyendo pasajes y marines, desintegrando libros y años de estudio de diversos científicos, algunos de ellos envueltos en el devastador ataque de Katharina. El techo del laboratorio quedó completamente destruido, así como había una decena de cadáveres frente a Katharina, aunque la Capitana consiguió sobrevivir, protegida por el hombre que anteriormente salvó al albino. Su presencia no había desaparecido absolutamente, lo que significaba que continuaba con vida, aunque inconsciente.
—Eres… ¡Eres un demonio!
- Resumen:
- Katharina pelea contra el marine, interviene una capitana, hay algo de diálogo y finalmente usa una habilidad del arma. El techo de la sala de programación está completamente destruido, así como también varios pasillos.
- Cosas usadas:
- Descarga del Dragón Blanco: Sacrificando algunos nanobots, el arma puede sobrecargarse de electricidad que no afectará al portador. Esta sobrecarga permite que se realice un único y poderoso disparo que alcanza temperaturas de hasta 850°C, lo suficiente para fundir cualquier roca, y tanta electricidad como para alimentar un casino de las vegas durante todo un mes. Como consecuencia del sacrificio de estos pequeños cuerpos robóticos, el tiempo de espera de la habilidad anterior aumenta en un turno por cada vez que se usa esta habilidad hasta un máximo de tres disparos, tras lo cual no se puede usar ninguna habilidad del arma. Este disparo tiene un radio de 15 metros y un alcance de 85 metros, además la energía descarga simula la apariencia de un dragón blanco envuelto en llamas y electricidad. Para volver a usarse esta técnica, debe esperarse 5 turnos en los que los nanobots se generan a sí mismos.
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El ambiente en el laboratorio es a cada instante más alarmista… Lo que es normal. Sus residentes solo saben que alguien se ha infiltrado en el mismo, y que ahora todo se está saliendo de control. Mientras tanto, ajeno a este nerviosismo, un agente se pasea con tranquilidad hacia la salida del centro científico «No debería haber entrado… Ni si quiera tiene sentido. ¿Por qué un laboratorio supuestamente secreto es tan conocido?». Decir que ha estado pensando en aquello desde que salió de la sala en la que ahora pelea la bruja sería un error… Por qué es algo que le ha extrañado desde el momento en que entraron, desde el instante en que se encontró con la “Vicealmirante”.
Si algo distingue a los laboratorios “secretos” es precisamente la palabra mencionada. Un centro con decenas de agentes e investigadores, al cual es fácil llegar con solo espiar una conversación casual… No parece ser el típico centro oculto.
– Lo más probable es que este solo sea un centro secundario –. Termina susurrando el agente mientras sigue paseando hacia la salida – ¿Qué otra razón habría para una defensa tan vaga y mal dirigida?
Es cierto que se han encontrado con marines, también que hay investigadores dedicados a proyectos concretos… Pero si de verdad hubiera un elemento de gran poder o importancia, tendrían como mínimo a un verdadero Vicealmirante, a uno o más comodoros de gran poder y a varios agentes del gobierno ocultos tras cada esquina, listos para asesinar a quien intentara robar los proyectos investigados…. En su lugar, solo hay un par de altos cargos, un sistema de seguridad deficiente y lo que parecía una androide de dudosa utilidad «Un arma de poder nunca estaría tan alegremente desprotegida…».
Pero esa no es la razón de todo su re–planteamiento de las cosas. El verdadero punto es que ese lugar si es un laboratorio del Dr. Vegapunk. Nyx, como alguien con verdaderos conocimientos y amor por la ciencia, ha estudiado su biografía con detenimiento. Era un hombre conocido por ser cuidadoso y meticuloso… Y por tener siempre zonas o niveles secretos en sus investigaciones. Y esa es la razón de sus dudas… Por más que el nivel de aquel laboratorio fuera “menor”, todo parece indicar que, en algún lugar desconocido, hay otro centro con tecnología que humilla a la que ha visto el día de hoy.
– Tengo algo nuevo a lo que dedicar mi tiempo… – murmura con una sonrisa nerviosa en el rostro, consciente de que está a punto de jugarse el cuello.
Varias horas más tarde el agente Shingetsu se encuentra ante un tribunal militar que le observa detenidamente. El mismo está formado por tres mujeres y dos hombres que, sentados con seriedad alrededor de una mesa conocida por su aspecto en forma de “C” como “El asta del toro”, no apartan la vista del joven agente.
– Entonces, permite que nos aclaremos… – Dice una de las mujeres, concretamente la que dirige aquella comisión, sentada en el centro exacto de la mesa –. Reconoces haberte colado en un laboratorio científico… Secreto –. Aquella última palabra sale apresurada, como si estuviera siendo masticada con sorna – Porque perseguías a una pirata de la que sospechabas que podría estarse infiltrando de alguna manera… Sospechabas de la Vicealmirante, pero la completa diferencia de sus rasgos nubló tu teoría, más tarde confirmada. Aunque quizás demasiado tarde.
Una pausa incómoda, aprovechada por algunos de los demás miembros para murmurar en un tono tan bajo que incluso el agente entrenado tiene dificultades para escuchar… «Sospechoso»; aquella palabra se repite varias veces, no es de extrañar.
– Avisaste de la invasión de la misma al encontrarte entre la espada y la pared. No frenaste el intento de robo de un prototipo defectuoso ni la enfrentaste, al considerarte en un nivel inferior. A cambio descubriste su tapadera y eliminaste a un científico al que controlaba para hacer… Mejor ni pensarlo. – Una nueva pausa por parte de la máxima autoridad, seguida de un suspiro –. Y en una situación que deja tu credibilidad en la cuerda floja, lejos de solicitar que se perdone tu delito por haber sido el único capaz de detectar al intruso… ¿De verdad que pretendes asumir un castigo ejemplar… A cambio de que nos planteemos aceptar una petición de la cual aún no has querido hablarnos?
Era un buen resumen del juicio. Había durado horas, y durante el mismo se habían expuesto varias pruebas de todos los tipos, a favor y en contra de Nyx. Este, con cierta inteligencia, había logrado eliminar las pruebas en contra con sus actos de eficacia… Pues todo el consejo – integrado exclusivamente por agentes gubernamentales –, estaba de acuerdo en que la labor de detener a la pirata era exclusiva de la Marina. El agente había hecho su trabajo, quizás no por las vías más “legales” pero… Eso nunca había sido un problema en el CP. Sin embargo, Nyx había renunciado al perdón a cambio de que se escuchara una solicitud que planteaba hacer a continuación, cuando se hubiera decidido su destino. Era una apuesta arriesgada.
– Si. Esa es mi decisión final – responde el agente juzgado con rotundidad.
Un par de sillas del consejo se revuelven, alguien ríe por lo bajo y finalmente la agente que encabeza aquel juicio asiente.
– Se considera que tus actos contra la autoridad, independientemente del resultado, estaban justificados. Si bien, al no tenerse en cuenta el desarrollo de los sucesos, se te considera tan culpable como el resto del laboratorio por la infiltración –. El completo silencio se hace con la sala por unos instantes, segundos que se hacen eternos para Nyx –. Se te considera además culpable de infiltración en un centro científico. Esta acusación sería desestimada si tuviéramos en cuenta la inicial sospecha y finalmente realidad de la pirata ladrona, pero has decidido renunciar a este derecho. Por tanto y antes de que se te imponga la pena máxima... ¿Cuál es su petición agente?
Y de nuevo, el silencio. La amenaza está en el aire “Infiltración no autorizada”, es suficiente para encarcelar, expulsar o incluso ajusticiar a un agente, dependiendo de la gravedad de dicha infiltración. Y sin embargo, Nyx no oculta una sonrisa traviesa con aires cómplices; tiene un plan, una idea que puede salir desastrosamente mal… Pero por la que merece la pena arriesgarse.
– Solicito, con efecto inmediato y retroactivo – comienza a decir el peliblanco – que se me entregue la identidad y documentación necesaria para infiltraciones autorizadas en laboratorios científicos… Para ello, solicito que se tenga en consideración todo el bien que, de haber estado más preparado, podría haber realizado en una situación como la ya expuesta. Ya que estas acciones no se han tenido en cuenta para la eliminación de mi castigo, solicitarlas en este instante me parece lo más adecuado. He demostrado ser hábil y observador, así que con un mejor entrenamiento y el terreno allanado, situaciones como esta podrían evitarse en el futuro. O mejor dicho… Yo podría evitarlas.
La mesa se revoluciona. El hombre que estaba riendo por lo bajo estalla en una sonora carcajada, los dos sujetos que murmuraban sospechas ahora gritan reclamando que es una petición inverosímil. Las únicas que mantienen una completa calma son: la principal encargada de aquel consejo de guerra secreto y la agente que se encuentra sentada en el extremo izquierdo del “asta”.
– Silencio por favor –. Ante la petición de la agente al mando, el barullo cesa de inmediato –. Es una petición válida y como tal debe ser votada… Es sencillo, aquellos miembros de este consejo temporal a favor de otorgarle lo solicitado que levanten la mano.
Un total de dos manos se levantan: La primera pertenece a la dama silenciosa, la única junto a su líder que no se había dignado a perder los nervios con gritos o risas… La segunda, pertenece precisamente al agente que había optado por reír; este es Talio, aquel encargado de supervisar a Nyx, un hombre que ya conoce demasiado bien al joven agente ante ellos.
Pero tres pares de manos permanecen sobre la mesa.
– Aquellos en contra de entregar al agente su cargo como infiltrado, que levanten ahora la mano – susurra la líder del consejo.
Y de nuevo, dos manos se alzan. Pertenecen al hombre y la mujer que primero susurraban y más tarde gritaban sobre la falta de credibilidad de Nyx. Pasan varios segundos y la mano de aquella que ocupa el centro de las astas no se levanta.
– Por tanto tenemos dos votos a favor y dos en contra… – la mujer suspira, comprendiendo resignada que todo queda en su mano. Permanece unos instantes ensilencio, observando al CP juzgado, y finalmente sonríe con gesto burlón. Es la primera vez que ha imprimido cualquier tipo de sentimiento en su rostro a lo largo de todo el juicio –. No puedo negar la evidencia de los sucesos contados… Un agente infiltrado habría frenado más eficazmente todo lo ocurrido –. Las voces de quienes estaban en contra se alzan, conscientes de lo que implican unas palabras como estas, pero son acallados con un solo gesto casual de la agente al mando. Su liderazgo es indiscutible –. Mi voto es, considerando los hechos, a favor.
Y por primera vez a lo largo de todas las horas que llevan ahí dentro, Nyx respira con tranquilidad. Puede que acabe de salvar su cabeza.
– Por tanto y como intuyo que ya supondrás. Dado el carácter retroactivo de tu nueva labor, se retira la acusación de infiltración ilegal, quedando sobre la mesa únicamente los alicientes de la infiltración y huida de la pirata… Carentes de importancia real al no ser trabajo del C.P. detener a esta escoria concreta. Se considerará que la actuación llevada a cabo ha sido la correcta y se procederá a anotarlo así en los consiguientes informes. En un mes a partir de ahora se te preparará para tomar este papel. Se disuelve el consejo.
Varios minutos más tarde, la sala está casi completamente abandonada. La única excepción se encuentra en el agente Nyx y su supervisor, Talio, que se encuentra a punto de salir por la puerta; parece no haberse recuperado de lo que para él ha sido la perfecta comedia.
– Maldito conspirador empedernido... – susurra Talio con tono divertido, muy distinto al que Nyx está acostumbrado a escuchar – ¿Al final lo has conseguido, no? Te dije que si seguías así acabarías muerto o ascendido… Bueno, no es exactamente un ascenso, pero me alegro de ver que aún no has perdido la cabeza.
Su expresión se serena casi de inmediato, adoptando una seriedad que, de no ser porque el peliblanco lo conoce demasiado bien, resultaría demasiado alarmante.
– Voy a hacer bien las cosas Talio… Te lo dije aquel día, ¿o ya no lo recuerdas? –. La expresión de Nyx al pronunciar aquellas palabras es sombría, mostrando que tienen mucho más significado del que parece.
– Lo recuerdo demasiado bien… – responde el supervisor con una expresión similar –. Ten cuidado agente. Acabas de entrar en un terreno peligroso.
Y sin más, se marcha de la sala, dejando al joven de ojos rosados solo acompañado por sus pensamientos. Las cosas le han salido relativamente bien, pero aquello es solo el principio.
Si algo distingue a los laboratorios “secretos” es precisamente la palabra mencionada. Un centro con decenas de agentes e investigadores, al cual es fácil llegar con solo espiar una conversación casual… No parece ser el típico centro oculto.
– Lo más probable es que este solo sea un centro secundario –. Termina susurrando el agente mientras sigue paseando hacia la salida – ¿Qué otra razón habría para una defensa tan vaga y mal dirigida?
Es cierto que se han encontrado con marines, también que hay investigadores dedicados a proyectos concretos… Pero si de verdad hubiera un elemento de gran poder o importancia, tendrían como mínimo a un verdadero Vicealmirante, a uno o más comodoros de gran poder y a varios agentes del gobierno ocultos tras cada esquina, listos para asesinar a quien intentara robar los proyectos investigados…. En su lugar, solo hay un par de altos cargos, un sistema de seguridad deficiente y lo que parecía una androide de dudosa utilidad «Un arma de poder nunca estaría tan alegremente desprotegida…».
Pero esa no es la razón de todo su re–planteamiento de las cosas. El verdadero punto es que ese lugar si es un laboratorio del Dr. Vegapunk. Nyx, como alguien con verdaderos conocimientos y amor por la ciencia, ha estudiado su biografía con detenimiento. Era un hombre conocido por ser cuidadoso y meticuloso… Y por tener siempre zonas o niveles secretos en sus investigaciones. Y esa es la razón de sus dudas… Por más que el nivel de aquel laboratorio fuera “menor”, todo parece indicar que, en algún lugar desconocido, hay otro centro con tecnología que humilla a la que ha visto el día de hoy.
– Tengo algo nuevo a lo que dedicar mi tiempo… – murmura con una sonrisa nerviosa en el rostro, consciente de que está a punto de jugarse el cuello.
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Varias horas más tarde el agente Shingetsu se encuentra ante un tribunal militar que le observa detenidamente. El mismo está formado por tres mujeres y dos hombres que, sentados con seriedad alrededor de una mesa conocida por su aspecto en forma de “C” como “El asta del toro”, no apartan la vista del joven agente.
– Entonces, permite que nos aclaremos… – Dice una de las mujeres, concretamente la que dirige aquella comisión, sentada en el centro exacto de la mesa –. Reconoces haberte colado en un laboratorio científico… Secreto –. Aquella última palabra sale apresurada, como si estuviera siendo masticada con sorna – Porque perseguías a una pirata de la que sospechabas que podría estarse infiltrando de alguna manera… Sospechabas de la Vicealmirante, pero la completa diferencia de sus rasgos nubló tu teoría, más tarde confirmada. Aunque quizás demasiado tarde.
Una pausa incómoda, aprovechada por algunos de los demás miembros para murmurar en un tono tan bajo que incluso el agente entrenado tiene dificultades para escuchar… «Sospechoso»; aquella palabra se repite varias veces, no es de extrañar.
– Avisaste de la invasión de la misma al encontrarte entre la espada y la pared. No frenaste el intento de robo de un prototipo defectuoso ni la enfrentaste, al considerarte en un nivel inferior. A cambio descubriste su tapadera y eliminaste a un científico al que controlaba para hacer… Mejor ni pensarlo. – Una nueva pausa por parte de la máxima autoridad, seguida de un suspiro –. Y en una situación que deja tu credibilidad en la cuerda floja, lejos de solicitar que se perdone tu delito por haber sido el único capaz de detectar al intruso… ¿De verdad que pretendes asumir un castigo ejemplar… A cambio de que nos planteemos aceptar una petición de la cual aún no has querido hablarnos?
Era un buen resumen del juicio. Había durado horas, y durante el mismo se habían expuesto varias pruebas de todos los tipos, a favor y en contra de Nyx. Este, con cierta inteligencia, había logrado eliminar las pruebas en contra con sus actos de eficacia… Pues todo el consejo – integrado exclusivamente por agentes gubernamentales –, estaba de acuerdo en que la labor de detener a la pirata era exclusiva de la Marina. El agente había hecho su trabajo, quizás no por las vías más “legales” pero… Eso nunca había sido un problema en el CP. Sin embargo, Nyx había renunciado al perdón a cambio de que se escuchara una solicitud que planteaba hacer a continuación, cuando se hubiera decidido su destino. Era una apuesta arriesgada.
– Si. Esa es mi decisión final – responde el agente juzgado con rotundidad.
Un par de sillas del consejo se revuelven, alguien ríe por lo bajo y finalmente la agente que encabeza aquel juicio asiente.
– Se considera que tus actos contra la autoridad, independientemente del resultado, estaban justificados. Si bien, al no tenerse en cuenta el desarrollo de los sucesos, se te considera tan culpable como el resto del laboratorio por la infiltración –. El completo silencio se hace con la sala por unos instantes, segundos que se hacen eternos para Nyx –. Se te considera además culpable de infiltración en un centro científico. Esta acusación sería desestimada si tuviéramos en cuenta la inicial sospecha y finalmente realidad de la pirata ladrona, pero has decidido renunciar a este derecho. Por tanto y antes de que se te imponga la pena máxima... ¿Cuál es su petición agente?
Y de nuevo, el silencio. La amenaza está en el aire “Infiltración no autorizada”, es suficiente para encarcelar, expulsar o incluso ajusticiar a un agente, dependiendo de la gravedad de dicha infiltración. Y sin embargo, Nyx no oculta una sonrisa traviesa con aires cómplices; tiene un plan, una idea que puede salir desastrosamente mal… Pero por la que merece la pena arriesgarse.
– Solicito, con efecto inmediato y retroactivo – comienza a decir el peliblanco – que se me entregue la identidad y documentación necesaria para infiltraciones autorizadas en laboratorios científicos… Para ello, solicito que se tenga en consideración todo el bien que, de haber estado más preparado, podría haber realizado en una situación como la ya expuesta. Ya que estas acciones no se han tenido en cuenta para la eliminación de mi castigo, solicitarlas en este instante me parece lo más adecuado. He demostrado ser hábil y observador, así que con un mejor entrenamiento y el terreno allanado, situaciones como esta podrían evitarse en el futuro. O mejor dicho… Yo podría evitarlas.
La mesa se revoluciona. El hombre que estaba riendo por lo bajo estalla en una sonora carcajada, los dos sujetos que murmuraban sospechas ahora gritan reclamando que es una petición inverosímil. Las únicas que mantienen una completa calma son: la principal encargada de aquel consejo de guerra secreto y la agente que se encuentra sentada en el extremo izquierdo del “asta”.
– Silencio por favor –. Ante la petición de la agente al mando, el barullo cesa de inmediato –. Es una petición válida y como tal debe ser votada… Es sencillo, aquellos miembros de este consejo temporal a favor de otorgarle lo solicitado que levanten la mano.
Un total de dos manos se levantan: La primera pertenece a la dama silenciosa, la única junto a su líder que no se había dignado a perder los nervios con gritos o risas… La segunda, pertenece precisamente al agente que había optado por reír; este es Talio, aquel encargado de supervisar a Nyx, un hombre que ya conoce demasiado bien al joven agente ante ellos.
Pero tres pares de manos permanecen sobre la mesa.
– Aquellos en contra de entregar al agente su cargo como infiltrado, que levanten ahora la mano – susurra la líder del consejo.
Y de nuevo, dos manos se alzan. Pertenecen al hombre y la mujer que primero susurraban y más tarde gritaban sobre la falta de credibilidad de Nyx. Pasan varios segundos y la mano de aquella que ocupa el centro de las astas no se levanta.
– Por tanto tenemos dos votos a favor y dos en contra… – la mujer suspira, comprendiendo resignada que todo queda en su mano. Permanece unos instantes ensilencio, observando al CP juzgado, y finalmente sonríe con gesto burlón. Es la primera vez que ha imprimido cualquier tipo de sentimiento en su rostro a lo largo de todo el juicio –. No puedo negar la evidencia de los sucesos contados… Un agente infiltrado habría frenado más eficazmente todo lo ocurrido –. Las voces de quienes estaban en contra se alzan, conscientes de lo que implican unas palabras como estas, pero son acallados con un solo gesto casual de la agente al mando. Su liderazgo es indiscutible –. Mi voto es, considerando los hechos, a favor.
Y por primera vez a lo largo de todas las horas que llevan ahí dentro, Nyx respira con tranquilidad. Puede que acabe de salvar su cabeza.
– Por tanto y como intuyo que ya supondrás. Dado el carácter retroactivo de tu nueva labor, se retira la acusación de infiltración ilegal, quedando sobre la mesa únicamente los alicientes de la infiltración y huida de la pirata… Carentes de importancia real al no ser trabajo del C.P. detener a esta escoria concreta. Se considerará que la actuación llevada a cabo ha sido la correcta y se procederá a anotarlo así en los consiguientes informes. En un mes a partir de ahora se te preparará para tomar este papel. Se disuelve el consejo.
✧✦❦✦✧
Varios minutos más tarde, la sala está casi completamente abandonada. La única excepción se encuentra en el agente Nyx y su supervisor, Talio, que se encuentra a punto de salir por la puerta; parece no haberse recuperado de lo que para él ha sido la perfecta comedia.
– Maldito conspirador empedernido... – susurra Talio con tono divertido, muy distinto al que Nyx está acostumbrado a escuchar – ¿Al final lo has conseguido, no? Te dije que si seguías así acabarías muerto o ascendido… Bueno, no es exactamente un ascenso, pero me alegro de ver que aún no has perdido la cabeza.
Su expresión se serena casi de inmediato, adoptando una seriedad que, de no ser porque el peliblanco lo conoce demasiado bien, resultaría demasiado alarmante.
– Voy a hacer bien las cosas Talio… Te lo dije aquel día, ¿o ya no lo recuerdas? –. La expresión de Nyx al pronunciar aquellas palabras es sombría, mostrando que tienen mucho más significado del que parece.
– Lo recuerdo demasiado bien… – responde el supervisor con una expresión similar –. Ten cuidado agente. Acabas de entrar en un terreno peligroso.
Y sin más, se marcha de la sala, dejando al joven de ojos rosados solo acompañado por sus pensamientos. Las cosas le han salido relativamente bien, pero aquello es solo el principio.
- OFF:
- Con esto, por mi parte el tema se puede dar por finalizado. Disculpa la demora, tenía "problemas" externos al foro. Disculpa también acabar tan bruscamente, pero no sabía por donde seguir el rol sin atentar contra la personalidad de mi PJ. Te prometo que si se meda la ocasión, haré lo posible en un rol futuro por pagar mis "deudas" (?) (Aún tengo en mente hacer Akumas experimentales...)
Katharina von Steinhell
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Katharina no era tonta ni ingenua, sabía que un verdadero centro científico del Gobierno Mundial estaría mucho más protegido que ese. Sí, los doctores del lugar eran experimentados y sabían lo que hacían, pero no trabajaban en experimentos altamente secretos. A excepción del androide con inteligencia artificial, no había mucho más. Y tampoco el arma de guerra del Gobierno fue tan grandiosa, pues quedó reducido a chatarra al recibir casi de lleno el disparo producido por la Hoja de Argoria. La instalación quedó completamente destruida, al menos una buena parte de ella. Se podía ver cables cortados que chispeaban en sus extremos, varias cañerías arrojando agua y también algo de humo. En todo caso, debía sentirse afortunada por no haber hecho reaccionar algún elemento altamente inflamable.
Pero pese a tal ataque, la férrea voluntad de la Capitana seguía allí, haciéndole frente a un oponente que tal vez no podía derrotar. Y, por su parte, la pirata se sorprendió. Sin duda alguna era la técnica más destructiva que tenía en su arsenal de habilidades, y como tal, debía esperar un buen rato para volver a usarla. Los nanobots de la Hoja de Argoria debían cargarse nuevamente, y eso tardaría. En todo caso, eso no implicaba ninguna desventaja por parte de Katharina, puesto que también era muy buena luchando a corta distancia. Sin ningún gesto en su rostro, empuñó una espada delgada y medio curva.
Tras esprintar hacia delante lo más rápido que sus piernas le permitieron, se centró en cortar el pecho de su oponente. Pero en el fondo sabía que su ataque no iría dirigido a la mujer, sino que a lo que representaba y buscaba proteger. Más de una vez luchó por los intereses de otros, y también por la idea de justicia que la Marina tenía. Pensó que al estar bajo su protección, su vida comenzaría a mejorar. Pero no se imaginó que la misma le terminaría dando la espalda. La espada de Katharina emitía un intenso brillo azulado, además de una fina capa de niebla extremadamente helada. Se detuvo a medio metro de donde se encontraba la mujer y le propinó un ataque ascendente y diagonal, el cual fue bien bloqueado por unos brazos cruzados cubiertos en haki de armadura. Pero ni la propia voluntad de la Capitana de la Marina pudo frenar el frenesí de Katharina, ni a su espada épica.
La pelinegra buscó agrandar la distancia entre ella y su oponente, para luego reunir energía en su puño derecho, envolviéndolo en un aura rojiza y sumamente intensa. Por un momento pareció desaparecer ante los ojos de Katharina, pero pronto la mujer apareció detrás de la pirata, inclinando su torso para preparar un poderoso golpe que pareció impactar de lleno en la espalda de la bruja, estrellándola fuertemente contra el suelo y generando un cráter de algunos metros de profundidad. De no ser por el agudo haki de observación de Katharina y sus inhumanos reflejos, no habría alcanzado a colocar su espada entre su espalda y el puñetazo de la marine. Tras incorporarse entre medio de rocas, algunas más grandes que otras, escupió un fino hilillo de sangre. Desde el centro del cráter unos ojos gélidos miraban a la pelinegra, los ojos de una bestia hambrienta.
—¿Qué diablo eres…? —Preguntó Hawk tras comprobar que su puño sufrió algunas quemaduras. Antes de que este impactase contra su oponente, sintió un frío sobrenatural… No solo le heló la piel, sino que le atravesó el alma… Era gélido, como si no perteneciese a este mundo. Tan gélido como si lo produjese la muerte misma.
—Solo un monstruo que ha fijado sus garras en ti —respondió con una sonrisa medio tétrica y salvaje.
Katharina desapareció por un segundo y de pronto se encontró sobre su objetivo, esta vez propinándole un puñetazo envuelto en un aura congelante. Fue tan rápido que la Capitana de la Marina solo tuvo tiempo de usar su palma izquierda para protegerse, pero eso no evitó que se formase otro cráter en el suelo, aunque más pequeño que el otro. No era normal que la bruja contase con tal fuerza, pero todo era posible usando un poco de magia… y un hechizo llamado Puño de Piedra. Perfectamente pudo haber ejecutado un tajo, pero decidió devolverle el favor de asestarle un buen puñetazo. Sin embargo, pese a haber recibido un ataque con tal… violencia, la mujer de cabellos oscuros se incorporó, demostrando lo perseverante que era.
Su ceño fruncido, sus ojos llameantes y sus dientes apretándose entre sí… Sus expresiones gritaban a los cuatro vientos que la Capitana Hawk no conocía la palabra derrota. Y como si hubiera despertado la verdadera bestia, la pelinegra dio un salto hacia su oponente y alcanzó a propinarle un fuerte rodillazo en su estómago, para luego asestarle un puñetazo en la mejilla izquierda, mandándola a volar varios metros. Pero su furia no cesó en ese momento, sino que corrió lo más rápido que pudo para alcanzar a Katharina y ejecutar una patada con la intención de hacerla estrellar una vez más contra el suelo. Pero la bruja no permitió que le siguiera golpeando como a un muñeco de paja. A mitad de vuelo, se acomodó y bloqueó la patada enemiga, interponiendo su espada entre esta y su cuerpo.
La mano izquierda de Katharina, al mismo tiempo que su espada comenzaba a separarse de la suela del zapato de la marine, comenzó a emitir un intenso brillo rojo y vivaz, como si estuviese a punto de explotar. Y así fue. Rápidamente un mar de llamas rodeó el cuerpo de la bruja para envolver a Hawk, ocasionándole quemaduras en todo el cuerpo. Tras separarse por completo, Katharina miró a una mujer con heridas a lo largo de su cuerpo, pero la mirada de determinación no se esfumó. La pelirrosa llevó su mano libre al costado derecho, pues ahí era donde más le dolía. ¿Qué era lo que sentía en su interior? ¿Acaso… se estaba divirtiendo? Ciertamente no había tenido ningún encuentro así en mucho tiempo. El último fue contra el agente del CP9, pero ya había pasado tiempo.
—Temo que es momento de retirarme —mencionó tras advertir la presencia de varios hombres acercándose a su posición—. Puedes intentar seguirme, pero tus piernas no lo permitirán —comentó al observar que estas tambaleaban—. ¡Nos volveremos a ver, Hawk! Este combate aún no ha terminado, eso te lo prometo.
El cuerpo de Katharina se envolvió en una tenue brisa, haciéndolo flotar como si ella manipulase el mismo viento. Y así fue como comenzó a perderse en la oscuridad, observando como la marine caía en la fría nieve. Katharina no estaba tan segura de si ese combate lo había ganado ella… Esa mirada era la misma que tuvo ella contra Leonel, el agente del CP. Ese día conoció a un muchacho que se las pagaría algún día, alguien que se había ganado a una buena enemiga, y también conoció a una fuerte capitana de la Marina. Finalmente, se perdió en la completa oscuridad de la noche y transformó su cuerpo para huir de esa peligrosa isla.
Pero pese a tal ataque, la férrea voluntad de la Capitana seguía allí, haciéndole frente a un oponente que tal vez no podía derrotar. Y, por su parte, la pirata se sorprendió. Sin duda alguna era la técnica más destructiva que tenía en su arsenal de habilidades, y como tal, debía esperar un buen rato para volver a usarla. Los nanobots de la Hoja de Argoria debían cargarse nuevamente, y eso tardaría. En todo caso, eso no implicaba ninguna desventaja por parte de Katharina, puesto que también era muy buena luchando a corta distancia. Sin ningún gesto en su rostro, empuñó una espada delgada y medio curva.
Tras esprintar hacia delante lo más rápido que sus piernas le permitieron, se centró en cortar el pecho de su oponente. Pero en el fondo sabía que su ataque no iría dirigido a la mujer, sino que a lo que representaba y buscaba proteger. Más de una vez luchó por los intereses de otros, y también por la idea de justicia que la Marina tenía. Pensó que al estar bajo su protección, su vida comenzaría a mejorar. Pero no se imaginó que la misma le terminaría dando la espalda. La espada de Katharina emitía un intenso brillo azulado, además de una fina capa de niebla extremadamente helada. Se detuvo a medio metro de donde se encontraba la mujer y le propinó un ataque ascendente y diagonal, el cual fue bien bloqueado por unos brazos cruzados cubiertos en haki de armadura. Pero ni la propia voluntad de la Capitana de la Marina pudo frenar el frenesí de Katharina, ni a su espada épica.
La pelinegra buscó agrandar la distancia entre ella y su oponente, para luego reunir energía en su puño derecho, envolviéndolo en un aura rojiza y sumamente intensa. Por un momento pareció desaparecer ante los ojos de Katharina, pero pronto la mujer apareció detrás de la pirata, inclinando su torso para preparar un poderoso golpe que pareció impactar de lleno en la espalda de la bruja, estrellándola fuertemente contra el suelo y generando un cráter de algunos metros de profundidad. De no ser por el agudo haki de observación de Katharina y sus inhumanos reflejos, no habría alcanzado a colocar su espada entre su espalda y el puñetazo de la marine. Tras incorporarse entre medio de rocas, algunas más grandes que otras, escupió un fino hilillo de sangre. Desde el centro del cráter unos ojos gélidos miraban a la pelinegra, los ojos de una bestia hambrienta.
—¿Qué diablo eres…? —Preguntó Hawk tras comprobar que su puño sufrió algunas quemaduras. Antes de que este impactase contra su oponente, sintió un frío sobrenatural… No solo le heló la piel, sino que le atravesó el alma… Era gélido, como si no perteneciese a este mundo. Tan gélido como si lo produjese la muerte misma.
—Solo un monstruo que ha fijado sus garras en ti —respondió con una sonrisa medio tétrica y salvaje.
Katharina desapareció por un segundo y de pronto se encontró sobre su objetivo, esta vez propinándole un puñetazo envuelto en un aura congelante. Fue tan rápido que la Capitana de la Marina solo tuvo tiempo de usar su palma izquierda para protegerse, pero eso no evitó que se formase otro cráter en el suelo, aunque más pequeño que el otro. No era normal que la bruja contase con tal fuerza, pero todo era posible usando un poco de magia… y un hechizo llamado Puño de Piedra. Perfectamente pudo haber ejecutado un tajo, pero decidió devolverle el favor de asestarle un buen puñetazo. Sin embargo, pese a haber recibido un ataque con tal… violencia, la mujer de cabellos oscuros se incorporó, demostrando lo perseverante que era.
Su ceño fruncido, sus ojos llameantes y sus dientes apretándose entre sí… Sus expresiones gritaban a los cuatro vientos que la Capitana Hawk no conocía la palabra derrota. Y como si hubiera despertado la verdadera bestia, la pelinegra dio un salto hacia su oponente y alcanzó a propinarle un fuerte rodillazo en su estómago, para luego asestarle un puñetazo en la mejilla izquierda, mandándola a volar varios metros. Pero su furia no cesó en ese momento, sino que corrió lo más rápido que pudo para alcanzar a Katharina y ejecutar una patada con la intención de hacerla estrellar una vez más contra el suelo. Pero la bruja no permitió que le siguiera golpeando como a un muñeco de paja. A mitad de vuelo, se acomodó y bloqueó la patada enemiga, interponiendo su espada entre esta y su cuerpo.
La mano izquierda de Katharina, al mismo tiempo que su espada comenzaba a separarse de la suela del zapato de la marine, comenzó a emitir un intenso brillo rojo y vivaz, como si estuviese a punto de explotar. Y así fue. Rápidamente un mar de llamas rodeó el cuerpo de la bruja para envolver a Hawk, ocasionándole quemaduras en todo el cuerpo. Tras separarse por completo, Katharina miró a una mujer con heridas a lo largo de su cuerpo, pero la mirada de determinación no se esfumó. La pelirrosa llevó su mano libre al costado derecho, pues ahí era donde más le dolía. ¿Qué era lo que sentía en su interior? ¿Acaso… se estaba divirtiendo? Ciertamente no había tenido ningún encuentro así en mucho tiempo. El último fue contra el agente del CP9, pero ya había pasado tiempo.
—Temo que es momento de retirarme —mencionó tras advertir la presencia de varios hombres acercándose a su posición—. Puedes intentar seguirme, pero tus piernas no lo permitirán —comentó al observar que estas tambaleaban—. ¡Nos volveremos a ver, Hawk! Este combate aún no ha terminado, eso te lo prometo.
El cuerpo de Katharina se envolvió en una tenue brisa, haciéndolo flotar como si ella manipulase el mismo viento. Y así fue como comenzó a perderse en la oscuridad, observando como la marine caía en la fría nieve. Katharina no estaba tan segura de si ese combate lo había ganado ella… Esa mirada era la misma que tuvo ella contra Leonel, el agente del CP. Ese día conoció a un muchacho que se las pagaría algún día, alguien que se había ganado a una buena enemiga, y también conoció a una fuerte capitana de la Marina. Finalmente, se perdió en la completa oscuridad de la noche y transformó su cuerpo para huir de esa peligrosa isla.
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