Caza de reliquias (Privado Liv y Worgulv)

El viento soplaba a favor, el día era soleado y pocas nubes corrían por el cielo, la mar estaba calmada, y el hombre la observaba como quien intenta mirar al fondo de una hoguera, totalmente absorto, disfrutando de las formas que se formaban y se desdibujaban continuamente, con una expresión de total calma y armonía.

El velamen estaba totalmente hinchado y el mascarón cortaba las olas, avanzaban al mejor ritmo posible, el objetivo no era nada del otro mundo, a Worgulv se le había encomendado la recuperación de las reliquias de valor que pudiese encontrar en un naufragio de lo mas peculiar. Un navío que largo tiempo ya había encallado, mas el lugar de dicho naufragio era lo que le daba curiosidad, ya que la embarcación se situaba en mitad de un acantilado, nadie sabía cómo había llegado allí, pero a parte de un espectáculo para la vista, se decía que albergaba objetos antiguos y de mucho valor. El hombre se disponía a averiguar si esos rumores eran ciertos, las descripciones de los testigos de dicho espectáculo describían el barco como ostentoso, con un mascaron dorado, y bastantes cañones por banda, si el navío era la mitad de grande de como lo describían, el hombre solo podía imaginar que el risco del cual pendía tendría una altura considerable.

Por fin mis superiores me habían dejado un tiempo libre para mí, el cual aproveché para irme a explorar nuevas tierras en busca de cosas que pudiesen ser interesantes. Y esta vez, gracias a la pequeña Trece me dirigí a una isla de la que no había escuchado nunca su nombre, aunque sí algunos relatos y rumores de lo que se podía encontrar en su isla.

-Podías haber buscado un barco más grande, ¿no crees? – rezongó la pequeña.

-¿Y a ti que más te da? Tu no ocupas sitio, solo yo – le respondí.

-Ya, pero quería tumbarme para poder tomar el sol.

-Sin duda alguna algo te ha trastocado la cabeza. – concluí mientras giraba el timón de la pequeña embarcación hacia el trozo de tierra que se veía en el horizonte.

Tenía la sensación de que iba a ser un gran día, un día en el que iba a pasar algo importante ya fuese para bien o para mal. Por ello, una vez encarada la isla me dirigí a donde había dejado mis armas para comprobarlas.

Hacia bastante tiempo que el hombre no salía de la base de la banda, solo se dedicaba a entrenar con el uso del martillo y el hacha, le estaba sentando bien esta toma de aire fresco, aunque solo fuese para buscar artefactos, no era comparable a una buena batalla, aunque la última quizás habría sido arriesgada en exceso, mientras ese pensamiento le cruzaba la cabeza, su mano derecha se poso sobre el hombro izquierdo, el que se notaba bastante, una cicatriz que le cruzaba y rodeaba todo el brazo, el combate había sido glorioso como poco, había logrado la victoria si, pero a un coste elevado, sin duda lo habría pagado con gusto, pues si los dioses habían decidido acogerlo en su seno, el hombre se lanzaría sin dudar, pero, siempre se tiene que agradecer tener un día mas para disfrutar los pequeños placeres de la vida y lo que es más, una nueva y más gloriosa batalla.

Cuando el hombre dejo de recordar las batallas del pasado, algo se empezó a vislumbrar en el horizonte, desde lo lejos parecía una corona de piedra, varias lanzas de roca apuñalaban el cielo, y a medida que la embarcación se aproximaba, pudo reconocer lo escarpadas que eran. El hombre cogió un catalejo de su cinturón y se dispuso a encontrar, si era posible un lugar para desembarcar o al menos el naufragio.

El oleaje, por suerte, acompañaba a que el barco se acercase más deprisa a la isla, pudiendo ver su geografía al completo. Siendo esta bastante impresionante. La verdad era que de lo que había escuchado de rumores, lo que me interesaba no eran las historias de fantasmas que se escuchaban, sino más bien el buscarle una explicación a como un buen barco había acabado en mitad de un acantilado encallado, como si hubiese volado y se hubiese estrellado en las rocas.

-Yo me imagino que ese día corrió el ron por todas y cada una de las tablas del navío. – Dijo Trece mirando hacia la isla.

-Es posible, sin embargo, no nos pasará nada por echarle un ojo. Quien sabe, quizás encontremos algo interesante. – le respondí mientras cogía mis espadas y comprobaba que su filo estaba en perfecto estado.

Tras unos minutos revisando las espadas y el hacha, volví a prestar atención a la isla, la cual teníamos casi encima, y quedaba poca distancia por recorrer para alcanzarla. Esto hizo que Trece se emocionase y comenzase a moverse por la embarcación, no sabía reprimir sus emociones.

-Oye, oye, ¿y si tiramos el barco? – preguntó con las manos juntas a la altura del pecho como si me rogase por poder hacerlo.

-No creo que sea buena idea. Además, solo será un vistacito, nada más – le respondí intentando rebajar su emoción, y pareció funcionar, pues agachó la cabeza entristecida.

Ya casi podía oler la arena y la vegetación de la isla tras la regañina que le había hecho a la pequeña, aunque al fina era posible que cumpliese y le concediese su deseo, ya vería.

Las olas chocaban con violencia contra los riscos, la razón si duda del origen de esos característicos acantilados, sea como fuere acercar el barco a una corriente que acabase por empotrarlos contra los riscos y destrozar si nave, era cuanto menos nada sensato, además no localizaba el barco encallado, en su fuero interno esperaba, de todo corazón, que no fuese un bulo de borrachos.

La isla no parecía muy extensa, mas bien un peñasco de tierra con acantilados enormes, algún tipo de vegetación se podía vislumbrar entre las altas puntas que formaban la isla, quizás hubiese vida.

Worgulv dio la orden y el barco viró, rodeando la isla, hasta que no viene un barco enorme en un risco, no pensaría como atracar, tenía que comprobar que era cierto. Solamente hizo falta un par de minutos para poder ver en mitad de uno de los acantilados mas grandes, el gran navío, suspendido en el aire en un alarde de equilibrio asombroso, el hombre pudo ver como lagunas puntas de roca atravesaban la quilla, e incluso se podía ver el final de las mismas aparecer por la borda, el hombre no vio manera alguna de desembarcar desde su posición, asique opto por la vía fácil, invocando a los dioses, se materializaron a su espalda unas alas enormes, que lo lanzaron al cielo.

En apenas unos minutos más estábamos en la isla, sin embargo, hubo un pequeño problema, no había costa, por lo menos por la zona que teníamos delante. Volví a girar el timón para que el barco no acabase de la misma forma que el que buscaba, empotrado en un acantilado, y comenzamos a rodear la isla en busca de un sitio donde dejar la nave y poder desembarcar.

-¡Cuidado, una roca! – gritó la pequeña mientras rodeábamos la isla. – si no vas con cuidado acabaremos en el fondo del mar – comentó enfadada.

-He visto la roca igual que tú, solo relájate y espera sentada a que lleguemos. – le respondí para que me dejase tranquila un rato.

Aquello pareció funcionar, dado que la niña se sentó sin rechistar y sin mediar ni una sola palabra más, o eso me hubiese gustado decir. Se mantuvo callada unos minutos, luego no pudo por menos y volvió a hablar.

-¡Mira, mira! – dijo señalando hacia el cielo - ¡Es el barco, no era ninguna mentira!.

No le respondí, y simplemente realicé una pequeña sonrisa que dada la ropa que llevaba puesta no se veía. Poco después de ver el enorme navío en la pared del acantilado pudimos encontrar un buen sitio donde atracar y poder desembarcar.

El viento no le impidió llegar a su destino, con un chispazo y un rápido movimiento, el hombre materializo su hacha gélida, del brazalete a su mano. Cuando llego al risco, clavó el hacha en la roca para asegurar la posición y retiro las alas, el hombre no sabía si el barco estaba estable, y aterrizar directamente en el podría provocar que este se desprendiese al abismo, y así perder las reliquias y objetos de valor que pretendía recuperar.

Worgulv descendía poco a poco, sujetándose a cada resquicio que encontraba en la roca, y ayudándose con el hacha cuando no podía, intentando utilizarla, y para variar, lo menos posible, si abría la grieta errónea, de seguro colapsaría el naufragio.

Ya estaba a la altura de la proa del barco, con un pequeño salto se descolgó de la pared, aterrizando suavemente en el navío, salvo por el leve crujido de las tablas, parecía que el peso del guerrero no altero mucho la peculiar condición en la que se encontraba el barco.

Suponiendo que las reliquias de mayor valor se podrían encontrar en el camarote del capitán o bien en lo mas profundo de las bodegas, Worgulv se internó en la nave.

No tardé mucho en dejar en barco cerca de la costa bien anclado, cuando terminé cogí las espadas y el hacha y usando la técnica que el agente del CP9 me había enseñado para volar me dirigí hacia la isla. Una vez me encontré en tierra dejé de usar aquella habilidad y comencé a caminar en dirección hacia el barco. Para ser sincera, no solo Trece tenía ganas de llegar al barco, sino que, yo también tenía ganas de llegar y verlo de cerca y por ello mis pasos eran más amplios de lo normal y más ligeros con la intención de llegar antes.

Me encontraba cerca del borde del acantilado, moviéndome por una zona en la que el terreno parecía ser más o menos estable, aunque había momentos en los que parecía que aquello colapsaría y caería al vacío. De pronto, antes de que Trece pudiese decir nada y siendo la niña la que miraba hacia el mar con una cara seria, me percaté de que pasaba algo. Entre las olas pude ver un barco, y si allí había un barco eso significaba que era muy posible que alguien más estuviese en la isla. Desenfundé el hacha y me preparé por si me encontraba con los que hubiesen desembarcado y fuesen hostiles.

En apenas un par de minutos más llegué al barco, había aligerado el paso para intentar llegar antes que ellos hasta el navío. Me encontraba en lo alto del acantilado y justo debajo de mí se encontraba la nave, solo había una manera de llegar y era descendiendo y esto lo podía hacer de dos formas, saltando y cayendo en este o bajar poco a poco hasta llegar al barco. Sin duda alguna, la mejor opción era la primera, así que salté y justo antes de tocar la borda del navío usé la misma habilidad de antes y así reducir la caída casi en su mayoría. Al tocar el barco, las tablas de este crujieron, era un lugar muy poco estable, y con ello peligroso, pero había ido a verlo, y no era el momento de echarse atrás, por lo que busqué algún sitio por el que bajar a las bodegas.

Las tablas no parecían tan podridas como para romperse con el simple peso de unas pisadas, pero solo por si las apariencias engañaban, el hombre desmaterializo su hacha, que nuevamente se almaceno en los brazaletes con un chispazo azul y un sonido distintivo, y puso especial cuidado en cada pisada, pues ahora que se encontraba dentro del barco, si este se precipitaba al fondo del mar, podría atraparlo fácilmente, y no tenía intención de sucumbir en una batalla contra un montón de madera encallada. De pronto el hombre escucho un crujido cuando él no había dado paso alguno, ¿significaba que el peso había desestabilizado el barco? A los pocos segundo otro…pasos, no estaba solo.

Todos los habitáculos estaban vacíos de objetos fuera de lo mundano, al hombre le pareció curiosos no encontrar ningún hueso o esqueleto de los tripulantes, ¿habrían muerto antes de naufragar? ¿se habían cansado de esperar a la muerte y la habrían ido a buscar? El hombre no confiaba mucho en que hubiesen sobrevivido, si no, no tendría ningún objeto que recuperar y el riesgo habría sido en vano.

En las bodegas no había nada de valor, mas que botellas rotas y vacías, púas de piedra enorme que impedían el paso o lo hacían mas escabroso, dado que allí no encontraría nada, el hombre se dispuso a encontrar, esperanzado porque el viaje no hubiese resultado una perdida de tiempo, el camarote del capitán.

-Tengo una mala sensación, Liv – me dijo Trece cuando bajé las primeras escaleras.

-Sí, comparto tu sensación, sin embargo, he venido a ver el barco y no me iré de aquí hasta que lo haya visto entero. – le respondí en voz baja.

Por un momento, nos pareció haber visto un destello azul dentro del barco, sin embargo, era posible que algo de luz se hubiese colado algo de luz y su reflejo nos hubiese confundido. Seguimos avanzando con cuidado, hacha en mano y preparada.

Por el momento el hacha pareció ser algo que no era necesaria, ya que no encontré nada por donde fui mirando en otros camarotes, ni siquiera huesos, algo extraño a mi parecer. Junto a mis pisadas también comencé a escuchar unas más fuertes que las mías, la curiosidad me pudo y las busqué y seguí, parecían ir hacia el camarote más grande de la embarcación.

Según me fui acercando al susodicho sitio noté como el equilibrio del barco cambiaba ligeramente, inclinándose hacia donde me dirigía. Dando una sensación extraña.

-¡Tú! – dije cuando entré en el camarote señalando a un tipo con el hacha.

El hombre se dirigió al último habitáculo que le quedaba por revisar, tenia que ser raudo, no habían sido imaginaciones suyas, mientras revisaba el resto de las habitaciones y bodegas había podido escuchar unos crujidos rítmicos y una voz femenina, varias opciones pasaron por su cabeza, fantasmas, caza tesoros, misiones de sigilo imposibles, pero, en definitiva, el hombre no estaba solo.

Cuando llego al camarote, pudo ver una gran sala llena de objetos llenos de polvo y telarañas por todas partes, pero con la luz que se colaba por las rendijas y agujeros del casco, se podía distinguir el brillo de la plata y el oro, esos objetos podrían tener gran valor, bien, algo había encontrado.

Cuando el hombre reviso mas detalladamente la sala, pudo ver una gran cama que se situaba en el centro de la sala, con un dosel con cortinas raídas por el tiempo, pero con un escudo de armas que desconocía, sobre la misma cama, un esqueleto, el primero que veía, con un color descolorido donde le daba el sol pero sin una pizca de tejido, vestía ropajes caros, y bajo ellos una cota de malla que poseía un fulgor especial, el hombre sabia por experiencia que esa pieza era de un valor excepcional, pero lo que más llamo la atención a Worgulv fue el martillo que sujetaba, un martillo que a su ojo experto era fácilmente reconocible como un martillo de herrería, pero lo curioso era el símbolo gravado en la cabeza del mismo, ese símbolo, si podía reconocerlo.

El hombre percibió que una copa salió rodando hacia una de las paredes, eso no podía significar nada bueno, de pronto una voz femenina se hizo notar en todo el barco.

TU!

En el camarote, había un hombre, se encontraba de espaldas a mí, lo que me daba la ventaja de la situación. Además, no podía ver ningún tipo de arma con él, lo que me daba una venta mucho mayor, aunque, por otra parte, se notaba en este una gran musculatura, lo que me hizo deducir que debía de ser alguien fuerte con quien debería tener cuidado en el cuerpo a cuerpo.

-¿Acaso eres un caza tesoros? – le pregunté mientras giraba a su alrededor con cuidado manteniendo las distancias.

Aproveché aquello además para ver lo que había en la sala, bastantes monedas de oro y plata, objetos que quizás tuviesen algo de valor, una cama en medio del lugar, con cortinas y demás cosas propias de un camarote de alguien adinerado. Algunos objetos comenzaron a rodar por el suelo siguiendo la inclinación que estaba teniendo el barco.

-Mira, Liv, esa cota de malla parece muy bonita ¿no crees? – dijo Trece.

-Pues sí, la verdad, aunque no sé si será muy buena, ha estado aquí por mucho tiempo. – le respondí quitando atención al hombre.

Por todos los dioses, una chica había irrumpido con un hacha de la mano, lo cual le extraño en un principio, el único ser que había portado un hacha en su contra o en su bando en la batalla, le había seccionado el brazo izquierdo limpiamente.

- ¿Acaso eres un caza tesoros? – preguntó la chiquilla.

Cuando el hombre se dispuso a responder, preparándose por si la respuesta derivaba en conflicto sacar sus armas, la chica interrumpió sus pensamientos.

-Pues sí, la verdad, aunque no sé si será muy buena, ha estado aquí por mucho tiempo. – dijo la chica, el hombre atónito, miro la puerta, por si había alguien detrás de ella, no había nadie mas en la sala, esa chica estaba hablando sola.

El hombre se percato entonces de que al cáliz que había rodado anteriormente, se le habían unido varios objetos, el barco estaba perdiendo el perfecto equilibrio que lo había mantenido en el precipicio.

´´Retrocede chica, o el barco se vendrá abajo´´ le espeto el hombre alejándose de ella, y situándose en el lado contrario en que el que se encontraba para intentar estabilizar la nave, esperaba que, si la chica permanecía en la puerta y el a un lado de la gigantesca cama, podrían no provocar que el barco se precipitase al vacío.

El hombre al principio no se movió de donde se encontraba, sin embargo, proto habló y lo hizo para mandarme retroceder, aunque no lo hizo en un tono amenazante, sino más bien de consejo. Por su parte, el se movió en la habitación para irse a un extremo y yo tuve que dar un par de pasos hacia atrás para equilibrar peso. Esto hizo que los objetos que rodaban se detuviesen.

-¿¡Tú!? – pregunté al hombre algo sorprendida.

Conocía a aquel hombre, desde hacía mucho tiempo, más del que llevaba alistada en las filas del Gobierno. Aquel hombre borracho que me acompañó en mi travesía de una isla a otra.

-Por el fantasma del gran Odín, ¿qué haces tú aquí? – le pregunté avanzando hasta la cama en la que estaban los esqueletos.

No sabía como reaccionar ante aquel hombre, lo había admirado por mucho tiempo, sin embargo, ahora estaba frente a mí listo para lo que parecía saquear el barco. Lo que me resultó extraño fue el no ver su colección de hachas colgadas en sus cintos, algo que sin duda me descolocó bastante. Cada segundo que pasaba hacía que cogiese mi arma con más fuerza, y comencé a notar algo líquido en mis manos. Sangre, comprobé cuando lo miré de reojo.

Al principio la chica pareció entrar en razón, pero lejos de estar calmado, el hombre tenia mil preguntas sobre quien era y como había llegado esa chica hasta allí, y lo que era mas importante con que objetivo. Cuando el hombre abrió la boca para formular alguna de las preguntas la mujer volvió a exclamar

- ¿¡Tú!? – el desconcierto del hombre fue absoluto -Por el fantasma del gran Odín, ¿qué haces tú aquí? – por todos los dioses ¿quién era esa niña? ¿lo conocía? ¿cómo es que sabía de los dioses? Toda la situación estaba empezando a confundir al hombre

Todo eso carecía de importancia la chica se había lanzado al centro de la sala desestabilizando el navío, maldición.

Antes de que el navío se fuese al vacío, el hombre materializo su hacha gélida y la clavo en la pared de la sala, cortando limpiamente sin querer uno de los mástiles del dosel de la cama.

``Vuelve a tu posición, chica, o nos precipitaremos al vacío´´ Exclamo el hombre con urgencia, en caso de que esta no lo hiciera el hacha le serviría de punto de apoya para reaccionar a la precipitación del navío en caída libre ¨¨ ¿Quién demonios es esta chica? ¨¨

El hombre se había vuelto bastante callado, parecía ser que solo el alcohol le hacía hablar más allá de preocuparse solo por el bienestar de la embarcación en la pared. Activé las marcas rúnicas, las cuales se fueron extendiendo por todo el cuerpo desde el centro del pecho. Justo Antes de comenzar a caminar hacia atrás y volver a estar en equilibrio, le propiné una fuerte patada a la cama para hacer que el equilibrio se descompensase y estuviese de su lado. Este golpe hizo que el esqueleto de la cama cayese al suelo en el mismo sitio donde estaba.

-La verdad es que yo te tenía en un pedestal, pero visto lo visto, parece que no debí de haberlo hecho. – le dije a Worgulv - ¿Acaso viniste a por esto? – le pregunté tirando de la cota de malla del esqueleto, hecho que hizo que este se deshiciese.

-¿De que conoces a este sujeto, Liv? – preguntó Trece – Por cierto, quizás pueda hablar si le dejas hablar, que ya ha intentado hablar y tu no le has dejado.

-Es una larga historia, poco antes de tú aparecieses – le respondí sin apartar la mirada del vikingo.

Pero, lo que había dicho la niña era cierto, por un momento había visto como había intentado hablar pero había retenido sus palabras porque yo había comenzado a hablar, por lo que me mantuve en silencio para que el hombre se expresase.

El hombre no salía de su asombro, esa chica estaba revolucionando la escena de una manera inimaginable, el hombre estaba cuanto menos confundido, un viaje para recuperar reliquias se había transformado en una pintoresca escena con una chica que hablaba sola y que parecía conocerle, pero que demonios. Lo que aconteció posteriormente solo mejoro la escena.

Unas extrañas runas comenzaron a aparecer en el cuerpo de la chica, el hombre saco el hacha de la pared por si era una acción previa a un ataque, materializando su martillo en la mano que le quedaba libre. Acto seguido la chica le dio una patada a la cama, provocando que el esqueleto cayese al suelo y el martillo que portaba saliese por los aires en dirección al hombre. En un rápido movimiento el hombre desmaterializa su hacha y cogió el martillo a escasos centímetros de su cara, cuando el hombre fue a fulminarla con la mirada acusatoriamente, esta ya le estaba gritando.

-La verdad es que yo te tenía en un pedestal, pero visto lo visto, parece que no debí de haberlo hecho. ¿Acaso viniste a por esto? - dijo enarbolando la cota de malla de lo que ahora solo era polvo de esqueleto.

``Pero por todos los dioses chica, ¿quién demonios eres? ni siquiera se que es eso´´ dijo el hombre señalando la cota de malla, pero el hombre no estaba seguro de si se le había podido escuchar, pues el movimiento brusco de la cama había provocado el colapso completo, el estruendo de las maderas resquebrajándose, la piedra derrumbándose, todas las piezas metálicas de la sala rodando, la cama directamente partió finalmente la pared y se precipito al vacío, al igual que la nave.

El hombre saliendo del ensimismamiento que le había provocado la situación, invoco a los dioses, dos alas surgieron de su espalda, pero no las desplegó, no aun, antes de comenzar la caída libre el hombre se lanzo a sujetar el brazo en el que la chica portaba el hacha, para evitar que la usase en su contra, y poder atravesar lo que quedaba de pared, y una vez fuera, desplegar las alas y aterrizar en algún sitio, si resultaban sanos y salvos.

Lo que dijo el hombre me sorprendió un poco, además de que me hizo sentir un poco de vergüenza. Parecía ser que no se acordaba de quien era yo, no le culpaba, iba casi oculta por completo, salvo parte de la cara y el pelo, pudiendo ser cualquiera. Cerré los ojos un momento para calmarme y me llevé la mano al colgante que siempre llevaba conmigo. Sin quitármelo lo descubrí entre las ropas para que el vikingo pudiese verlo bien.

-¿Y ahora, Worgulv? ¿Ya sabes quién soy? – le pregunté en un tono tranquilo.

Sin embargo, la tranquilidad duró muy poco, pues la parada en la cama había provocado que el equilibrio se perdiese por completo y el barco comenzó a caer al vacío. Aproveché que tenía las runas activadas para crear con ellas un par de alas de color negro que me permitiesen planear hasta el acantilado y no caer al mar. Esto pareció no ser necesario, el movimiento del barco me hizo perder el equilibrio momentáneamente, momento en el Worgulv se abalanzó sobre mí y me agarró por el brazo en el que portaba el hacha. Apenas pude ver nada más y de pronto mucha luz entró en mis ojos, habíamos salido del barco y volábamos hacia la isla.

-Vaya, gracias, pero podía haber salido por mi cuenta. – le diría cuando me soltase.

El hombre vio desde las alturas como el barco caía al mar, destrozándose por completo cuando impacto en la superficie, lo único que quedo del naufragio fueron un par de tablas flotantes y la tela raída de las velas, todos los objetos de valor que podían haber quedado en el navío, se habían perdido en el fondo del mar.

Por suerte había logrado atravesar el barco y sujetar a la chica antes de salir de allí, ya poco se podía hacer allí, volando se acercó a lo más alto del risco donde dejo a la chica la cual se lo agradeció, añadiendo que pudo haber salido sola, el hombre asintió sonriendo.

El hombre no sabía quien era esa chica y cuando iba a preguntar, un sonido aparatoso corto la escena como un hacha, era su camarada Deathstroke, cuando el hombre abrió el canal del comunicador las palabras cayeron sobre el cómo un yunque.

``Legim va a ser ejecutado´´ El tiempo pareció detenerse ¨¨ ¿Cómo? ¿El elegido de los dioses va a morir? ¨¨ el hombre se había quedado de piedra, todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor carecía de importancia.

``tengo que irme chica, que los dioses te guíen´´ dijo el hombre como quien le habla al viento, con una cara totalmente rígida impropia de él, descendió como un rayo hasta su barco gritando ordenes.

`` VOLVEMOS AL OJO, RAUDOS´´ el barco dejo atrás rápidamente los restos del naufragio y a esa chica en el peñasco, el hombre tenia asuntos mucho mas urgentes que atender.

El barco hizo un gran estruendo al caer en el mar, y debido a su mal estado, se destrozó por completo, quedando unas tablas flotando. Ante mi agradecimiento por su acto de salvarme, Worgulv tan solo asintió con una sonrisa, pero no dijo nada más, en parte, porque alguien le llamaba. Al principio no le reconocí la voz, pero cuando terminó de hablar la recordé, era Deathstroke, el subcapitán de los Blue Roses, le informaba de la ejecución de Legim, un Yonkou. Parecía que los otros yonkous iba a moverse debido la muerte de este mencionado.

La noticia afectó al vikingo, quien se sorprendió y me regaló unas últimas palabras de que debía marcharse y que los dioses me guiarían. En parte lo sabía y contaba con ello, pero, por otra parte, me había molestado el que no me hubiese recordado.

-Dale una paliza a ese tipo, Liv, si te conoce, seguro que a golpes lo recuerda. – me dijo Trece mientras mirábamos como volaba hacia el barco que habíamos visto antes.

-Sí, va a ser la mejor opción, pero será la próxima vez que o vea, ahora debo ir a la misión.

-Bueno, al menos tiene esa cota de malla, que vista de cerca no parece estar en mal estado.