El primer trabajillo [Pasado][Privado][Lord Vader | Yan Qing]

La brisa sacudió ligeramente sus negros cabellos al mismo tiempo que el barco se aproximaba al puerto. Ante los ojos de Yan, había cientos de siluetas que recordaban… cactus. El cazador jamás había visto algo parecido, ¿se trataría de un invento humano? Podía ser, las personas eran capaces de muchas cosas. Imaginó muchas cosas antes de que Esperanza llegara hasta el puerto, lugar donde había cientos de personas transportando cosillas de un lugar a otro. También había mujeres, algunas rubias y otras morenas, pelirrojas y calvas… espera, no. No había calvas, pero sí que había chicas de todo tipo. ¿También habrá suficiente cerveza para él y su tripulación? Ah, que viajaba solo y no lo acompañaba nadie.

Las cosas parecían ser tan animadas como extrañas, pues Yan jamás había visto un lugar así. Los ojos verdes del cazador se detenían temporalmente para contemplar las esbeltas figuras de las chicas que le sonreían coquetamente, esperando que algún joven aventurero las sacase de esa monótona vida. Pero ese no sería Qing, por supuesto. Caminó tranquilamente por la ciudad y no tardó en descubrir que recibía un gran nombre: Whiskey Peak. No tenía idea de lo que significaba “Peak”, pero la primera palabra le recordaba a alguna bebida alcohólica, y esperaba que fuese una muy buena. Por otra parte, el pelinegro no tenía ningún motivo en la isla más que conocer gente y pasar un buen rato. Y quién sabe, tal vez lograba que alguien le acompañase en su viaje.

Se detuvo unos pocos segundos frente a un edificio de madera, sintiendo desde fuera el olor a la buena cerveza. Empujó escandalosamente la puerta y sonrió cuando estuvo dentro, observando rápidamente el lugar y buscando un asiento. No había mucha gente: tres hombres hablando sobre Dios sabe qué cosas, una chica junto a un jovenzuelo, y también las meseras. Eran guapas, bastante. El cazador se dirigió rápidamente hacia el cartel de anuncios, algo típico en una taberna, pero ni siquiera necesitó “investigarlo” a fondo, pues fue detenido por una de las chicas del local.

—Si buscas trabajo como cazador, te aseguro que lo puedes encontrar adentrándote en la isla —le dijo ella, una mujer de cabellos rosas y grandes ojos azules—. Este es su cartel de Se busca —la pelirrosa señaló la imagen de un hombre cuya recompensa era de 30 millones de berries—. Barthos “Mano de Hierro” es un pirata, y uno muy fuerte. Algunos cazadores han osado enfrentarle, pero ninguno de ellos ha vuelto.

El pelinegro frunció el ceño, cogió el cartel y observó detenidamente al pirata.

—Para trabajar hay que tener el estómago lleno, ¿verdad? ¡Dame diez de tus mejores platos y una jarra de cerveza!

Las órdenes del Capitán habían sido claras, debía tomar el mando de una cuadrilla de marines a bordo de la fragata marine "Intrépido", a la cual, había obtenido el mando temporalmente debido a la misión que debíamos ejercer en Cactus Island. La verdad no esperaba tal honor, y menos siendo un recluta, pero aquel buque y su dotación de 50 hombres estaban ahora a mi entera disposición, y todo ello se debía tan solamente por ser un usuario. El sargent oque me había reclutado había visto potencial en mi y no fue poca la bronca que le cayó al poner mi nombre como dirigente de la patrulla, sin embargo si salía bien, demostraría al capitán que era algo más que un simple relcuta. Nuestras órdenes eran desembarcar en la isla Cactus y  hacer un censo de todos los "ciudadanos" que tenían residencia ahí. De este modo la marina se garantizaría documentación que le permitiera saber si el número de maleantes había subido en el último año. Se nos permitía  capturar o usar la disciplina en caso de que los pueblerinos se negaran.  No podía decepcionar a mis superiores así que comenzamos el desembarco.

Las primeras 4 chalupas tomaron tierra, haciendo que los marines desembarcaran en el puerto, mientras que los marines amarraban los botes, otros corrían por las calles haciendo un pasillo  y apartando a los civiles de la vía. Los borrachos y maleantes no salieron de sus tascas, pues seguramente a esas horas todos estaban borrachos. La quinta chalupa tocó puerto y desembarqué, apareciendo detrás de mis soldados y caminando hacia la calle principal.

Me quedé en silencio en mitad de la calle, tan solo mi respiración se escuchaba. Uno de los marines se acercó  a mi con una tabla de anotaciones y una pluma.

-¿Comenzamos el censo Lord Vader?.

Asentí con la cabeza, mientras que, levantando mi mano derecha señalé a 5 marines para que me acompañaran. Nos dirigimos a la primera tasca que vimos, y por suerte esta estaba casi vacía. Los marines se apostaron: dos en la entrada, uno al fondo del local y dos a cada lado mío. Miré para uno de los marines, el que estaba a mi izquierda, y este se dirigió al dueño:

-No se preocupe buen hombre, estamos aquí por órdenes del cuartel bajo el mando de Lord Vader aquí presente. Tan sólo necesitamos que nos dé los nombres de sus parroquianos habituales, la marina requiere de un censo de ciudadanos de este pueblo. Sabemos de sobra que no solo hay civiles en esta isla.

El tabernero, disgustado con la idea, se llevó su trapo con el que limpiaba las jarras al hombro y comenzó a charlar con aquel marine. Mientras tanto el hombre de armadura y casco negro seguía inmóvil en la sala. Tan solo su respiración interrumpía el silencio.

A los pocos minutos, uno de los marines de la calle entra en la taberna, y se dirige a Lord Vader:

-Señor, tenemos un total de 15 listas, ahora tan solo debemos hacer un recuento de los civiles. ¿Que hacemos con todos aquellos que no figuran en las listas?.

Me giré hacia aquel marine y por primera vez aquella voz mecánica sonó a través del casco, cortando la respiración por unos segundos:

-Informe al cuartel señor Bibs, dígales que yo me encargaré personalmente de este contratiempo

El marine asintió, saludó al estilo militar y salió por la puerta de la taberna. Yo por mi parte no presté mucha atención a los presentes, salvo por un muchacho, cuyo aspecto no parecía el propio de aquella isla, pero quien sabe, en ese isla había de todo.

La mujer suspiró profundamente para luego sonreír confiadamente, como queriendo decir “déjamelo a mí”. Enseguida fue a la cocina y el olor a verduras salteadas inundó la taberna, y pronto se sumó el de la carne asada. Por su parte, el pelinegro tomó asiento en el centro, colocó los pies encima de la mesa y comenzó a tararear una canción. Al parecer la gente era muy amable en esa isla, o tal vez solo era la chica que quería dar una buena impresión. En realidad, podían ser muchas posibilidades. Como sea, poco a poco fueron llegando los platos de comida. El primero consistió en patatas cocidas y carne asada bañada en salsa barbacoa, además de ensaladas para mantener una dieta equilibrada. Yan atacó como a la comida como si fuese un enemigo, ensartando el tenedor y cortando con el cuchillo, echándose cada trozo a la boca y comiendo eufóricamente, como si fuese el último plato de comida del mundo.

La habilidad culinaria del cocinero dejó impresionado al pelinegro, pues cada trozo de comida que se llevaba a la boca y rozaba el paladar, provocaba tanta alegría en él que las lágrimas caían de su rostro. Podía ser un tanto exagerado, sí, pero también sabía disfrutar las cosas buenas de la vida. Y la cerveza también estaba sabrosa, mucho. Mientras más comía, más se convencía de que viajar había sido la mejor opción que pudo haber tomado en su vida. Pero lo bueno tenía que terminar… siempre tenía que ser así.

La puerta de la taberna se abrió de par en par, acto seguido entró un hombre que vestía un extraño traje completamente negro. La máscara parecía estar hecha de alguna especie de metal, y la armadura le daba cierta altura superior a la de los hombres que le acompañaban, pero no era tan alto como Yan. No tenía idea de lo que hacía la Marina en aquel lugar, aunque pronto advirtió que solo se trataba de una especie de censo. ¿Por qué a los marines les gustaba trabajar tanto? Eran cosas que el cazador no entendía, y posiblemente nunca lo haría. Hacer listas siempre fue aburrido, y el que diga lo contrario, es tan molesto como hacer ese tedioso trabajo. En fin, él no era quien para juzgar a los demás.

Tal vez la comida estaba demasiado sabrosa como para pararse a pensar en que el marine a cargo de las listas parecía un robot. ¿Lo había pensado bien? Sí, un robot. Uno de verdad, de esos que aparecen en historias y cortometrajes, ¿o eran películas? Como sea, allí yacía el espectro metálico que hablaba con una voz tan profunda que parecía provenir del inframundo. El pelinegro se levantó de su asiento, le dio el último sorbo a la cerveza y se acercó al marine. Ciertamente le llegaba un poco más debajo del hombro, así que tuvo que agacharse un tanto para quedar a su altura e intentar ver a través de la máscara.

—Eres el robot más feo que he visto en la vida, ¿sabes? —comentó sin considerar la posición en la que se encontraba, yendo con la honestidad que siempre le caracterizó—. ¡Se supone que eres un hombre que debe entregar seguridad, no miedo! Tómalo como un consejo, buen hombre —le comentó dándole unas palmadas en el hombro.

Los marines del establecimiento se habían quedado absortos ante el comentario que aquel muchacho había dicho al hombre de negro. Algunos a pensaban " lo va a ahogar, seguro que lo va a ahogar". Así que , los marines ya se preparaban para lo peor. Algunos desenfundaron sus fusiles, otros directamente esperaban la reacción de Vader.

Parecía que aquella basura a mis ojos se atrevió a llamarme robot, y no conforme con eso, dijo feo. Vaya, parece que los huevos de aquella isla habían ido a parar a manos de aquel muchacho. La verdad es que podría ahorcarle en un segundo si hubiera sido impulsivo o incluso temerario, pues no lo conocía de nada. Sin embargo sus palabras continuaron saliendo de su boca, diciéndome que debía imponer seguridad, no miedo. Sin duda algo loable, pero inútil en los tiempos que corrían.

No dije nada por unos segundos, dejando nuevamente, que mi respiración interrumpiera  el silencio de la estancia.  Miré al marine Bibs y le hablé:

-¿Tenemos lo que necesitamos señor Bibs? -Pregunté ignorando a aquel muchacho.

-Si Vader, el capitán estará contento con esta lista. Con su permiso volveré al barco junto con el resto. Le esperamos allí en un rato...que veo que tiene un asunto que arreglar.


Los marines se retiraron del establecimiento, con una cara de preocupación que no se podía disimular. El resto de marines comenzaron a retirarse hacia  la fragata, dejando, a Vader en  el loca junto al muchacho y los pocos clientes que había. Yo por mi cuenta, me quedé mirando a aquel muchacho, alto a mis ojos, pero no por ello "estable", las caídas suelen ser peores. Fingiendo que aquel insulto no me había hecho mella, respondí al muchacho.

-¿Y quién sois vos? ¿Un forastero tal vez?-Dije con el único tono que me era posible enfocar a través de la máscara- Ciertamente muchacho estamos aquí para garantizar la seguridad....pero tened cuidado, pues vuestra ofensa no es algo agradable de primeras para alguien como yo

Bajo mi capa cerré mi puño, arqueando mis dedos como si de una soga se tratara. Me quedé mirando fijamente al muchacho, el cual, comenzaría a notar una leve presión en el cuello, nada grave, pero si lo suficiente para necesitar aire. Intentando que el dolor de las agujas clavadas en mi cuerpo no me  enfadara y tensara más mi mano para cortar del todo el aire.No pretendía hacerle daño, tan solo, decir de alguna manera, que yo no era un vulgar marine al que se le pudiera insultar.  No sabía si poseía habilidades, o alguna forma de luchar contra mi ilusión, pero tan solo era un toque de atención.

-Mida sus palabras la próxima vez- Dije sin dejar de mantener  el estrangulamiento que le afectaba- Y en cuanto a la ofensa.....disculpa aceptada.

De repente, el estrangulamiento cesó. Sin embargo yo seguía frente a él.

-Tienes una forma peculiar de decir las cosas honestamente ¿no muchacho?. Dejemos atrás y empecemos de nuevo. ¿Quién sois? Es obvio que no pertenecéis a la marina, pero tampoco tenéis pinta de ser un civil. ¿Que hacéis en esta isla? ¿Debo consideraros un pirata?

Me mantuve firme, deseando poder ir al barco a calmar el dolor que sentía, pero por otro lado, aquel desconocido me había levantado curiosidad.  No por su forma de hablar, sino porque como dije, parecía ser un forastero. Esperaba que dijera que era un pirata y me alegrara el día. Por otro lado, aquella isla era famosa por ser el nido de muchos cazadores de piratas....¿sería uno? Si así era, debía decir que era un novato....tan solo esperaba poder hablar con él y ver si podía darme algo de provecho.

Sabía que los tipos que vestían armaduras negras e intentaban semejarse a robots eran matones, claro que lo sabía. No supo lo que el hombre pequeño hizo, pero de pronto sintió que su cuello era estrangulado por una fuerza invisible. Realizó una leve mueca de molestia, pues el dolor no era demasiado intenso; podía salir de esa. Y no cedió un solo momento, claro que no. Se mantuvo igual que antes, mirando al marine hacia abajo y sonriendo confiadamente. Un puñetazo era lo único que bastaba para que el robot dejase de hacer lo que estaba haciendo, pero se suponía que era de los tipos buenos… y mira tú que de bueno no tenía nada. Negro, metálico y voz robótica… características demasiado turbias como para que fuese a tener buenas intenciones.

Tal vez fue por su persistente desafío a la autoridad que siguió provocando al marine. Odiaba cuando los que tenían el “poder” abusaban de las demás personas. Por suerte, Yan tenía la fuerza como para deshacerse de lo que él estaba haciendo pero, ¿qué hubiera pasado si la mesera habría sido la involucrada? No, no podía dejar que un matón detrás del uniforme de la Marina hiciese lo que quisiese. Sin embargo, se contuvo tras escuchar nuevamente esa amarga y pesada voz de ultratumba, soltando una irónica carcajada cuando el rarito dijo lo de garantizar la seguridad de los ciudadanos, o algo así. Podían estar del mismo bando, cazadores y marines, pero sus motivaciones y ambiciones eran muy diferentes.

—Ya puedes dejar de hacer lo que sea que estás haciendo. ¿Sabes que un manco puede apretar más fuerte con sus inexistentes manitos? —mencionó con una sonrisa en el rostro—. Mi nombre es Yan Qing, y seré el Rey de los Cazadores. Y no necesitas disculparme, pues no me arrepiento de haberte dicho lo que pienso: ¡das miedo y punto!

Tal vez sus palabras calaron en el robot, ya que de un momento a otro el estrangulamiento cesó, y Yan inhaló profundamente, como habiendo retomado la respiración después de estar un largo tiempo bajo el agua. Algún día le devolvería el favor, pero esa vez no sería el momento. Tal vez los marines no sabían lo que significaba esforzarse para mantener un negocio, pero el pelinegro sí. A ningún tabernero le gustan las peleas en su local, y el cazador no comenzaría una. Por otra parte, aún tenía que luchar contra un pirata que atormentaba a los ciudadanos y no podía darse el lujo de desperdiciar energías con alguien tan… extraño. Vaya cosas se veían hoy en día. ¿Cómo sería detrás de esa máscara? Se imaginaba una especie de ratón con los labios pintados.

—Como te dije, intenta cambiar tu forma de ser. Si tu intención es proteger a las personas, debes ser un robot más amigable —comentó tras darle la espalda al marine—. Ahora tengo una presa que cazar, protege a esta gente de la furia de los piratas.

Vaya...otro cazarrecompensas, ¿porque no me debía de extrañar? Esta isla era un hervidero de ellos, se reproducen como ratas un día de luna llena. Su nombre, no era  menos intrigante que su físico, era Yan Quing. Vaya y este a diferencia de otros parecía tener una meta más loable que simplemente gastarse el dinero en alcohol. Sin embargo poseía un atrevimiento que le traería muchos problemas, al menos con gente como yo y mis superiores.

-Tome asiento por favor, o al menos no cruce el umbral de la puerta aún- Dije nuevamente ignorando sus palabras, o al menos dejando que volaran en el ambiente. Tomé asiento en una de las mesas cercanas a la salida. Desde ella comencé a hablar.

-Lamento decirle que no soy un robot, y que este traje no es algo que lleve por gusto créame. -Hice una pausa dejando ver nuevamente mi respiración- Dice que sea más amigable, sin embargo, esa palabra es desconocida para nosotros en lugares fuera de la ley como lo es esta isla señor Qing. Cuidamos de los ciudadanos de bien, aunque tengamos que salvarlos de ellos mismo. Si quiere dinero fácil, quizás debería pasarse por el cuartel general y probar su suerte siendo dado de alta como un cazarrecompensas al servicio del gobierno...y no como un mercenario.

-Busca a  "Mano de Hierro" ¿verdad? - Dije tras otra pausa, mientras me levantaba  me acercaba a él- Mis superiores llevan tras él varios meses, pues es la comidilla de esta isla desde hace poco más de dos años...quizás yo le pueda ayudar, si usted me ayuda a mi.

Revisé el bolsillo izquierdo de mi túnica exterior, sacando un papel doblado, el cual mantuve en mi mano.

-Si usted y yo cazamos esta noche a ese maleante, yo le habré ayudado a usted...a pesar de que pueda pensar ¿porque te iba a necesitar?, pues se lo diré, porque si usted aspira a ser un cazarrecompensas de renombre, creo que necesitará dinero, medios y sobre todo información gratis....y vaya por Dios, yo puedo facilitarle eso. Pero usted, debe ayudarme a mi.  Cazaremos a ese desgraciado entre ambos, podría hacerlo solo pero sería desobedecer órdenes de mi capitán, pues vengo sólo por un censo...pero...si vuelvo con un censo y un prisionero ¿que mejor forma de hacer mi ascenso un poco más llevadero no cree?. Desde una posición más alta podré ayudarle a usted mucho más que ahora. ¿Que me dice?. Piénselo bien, pues hay cazadores de sobra en esta isa, si usted se negara, cogería a otro, y créame que daríamos con el maleante mucho antes que usted.

Pasé por su lado, par salir a la calle, mientras que mi respiración , ahora, se hacía mas fuerte.

No necesitó reflexionar ni un solo segundo la respuesta del marine, pues ya la respuesta ya estaba. No necesitaba que otra persona hiciese el trabajo que él quería hacer, tampoco quería que alguien se metiese en su primer trabajo oficial como cazarrecompensas. Caminó directamente hacia el tablón de anuncios y quitó el cartel de Se busca de Barthos “Mano de Hierro”, fijándose en el retrato del pirata. Se trataba de un hombre de rasgos toscos y cabello marrón, y tenía una distinguible cicatriz vertical que le cruzaba el ojo derecho. Intentó guardar la imagen en su cabeza, pero seguramente se le terminaría olvidando, aunque esperaba que no. Según lo que había escuchado anteriormente en la conversación con la mesera, Barthos era acusado no solo de piratería, sino que también de múltiples asesinatos, así que debía ser detenido cuanto antes.

Ya dejando la tontería a un lado, apoyó la mano abierta en la mesa y se detuvo frente al robot. Quería dejarle claro que no necesitaba su ayuda, quería hacerle entender que un verdadero hombre tenía que hacer el trabajo solo. El comienzo de su aventura no podía verse opacado por la ayuda de un marine tan sombrío y extraño como él.

—¿Cómo pretenderé ser un verdadero hombre si acepto la ayuda de un desconocido? Debo rechazar tu propuesta, extraño robot —dijo con el semblante serio y el ceño fruncido—. Esto es algo que debo hacer solo, y no porque subestime tu fuerza, sino que es porque debo demostrarme algo a mí mismo. Cuando el mundo se entere de que Barthos “Mano de Hierro” fue derrotado, quiero que sepa que lo hizo un solo hombre: Yan Qing.

Esperaba que su discurso fuese lo suficientemente motivador para mojar el calzón de la mesera, aunque eso era esperar mucho. Bastaba con que el robot de la Marina no interviniese en su trabajo, eso sería suficiente. Esperando haber dejado todo muy claro, y tras darle el último profundo sorbo a la jarra de cerveza, salió de la taberna. No había que ser demasiado inteligente para saber que Barthos se ocultaba en el interior de la isla, pues de ello se hablaba en Whisky Peak. Él no sería otra víctima del pirata, y usaría todas sus fuerzas para atrapar al criminal. No podía dejar que un monstruo así caminase libremente por las calles, aterrando a las personas y causando tanto dolor. Apretó fuertemente el puño y se mordió el labio, frunció el ceño y se hizo una promesa: no perdería por ningún motivo.

Parecía que nuestra charla había finalizado. Pobre hombre,¿ pensaría acaso que los problemas vienen a uno?, no lo sé ni me importaba demasiado. Ahora mismo  los pocos marines que quedaban en las calles subían al navío para poner rumbo al cuartel. Mi compañero me dijo que debía subir ya, o si no, tendríamos problemas con nuestros superiores.
Suspiré dentro de la máscara y con paso decidido, salí del lugar para dirigirme al puerto. Para mi desgracia una leve risa se escuchó a mi espalda, en la calle principal.

-Vaya, cada día los marines son menos convencionales- Dijo aquella voz sin dejar de reírse.

Me giré sobre mis tobillos y allí estaba, aquel desgraciado pirata "Mano de Hierro" del que me había hablado. Parecía que la suerte me estaba sonriendo o que el universo se había conjurado para traerme a ese paleto ante mi, y seguramente Quing todavía estaba por la zona. A pesar de mi agrado de que aquella escoria apareciera, imagino, que para dar una paliza a los marines que entraban en su territorio como era habitual, y más siendo un buque de reclutas. Por desgracia ha topado conmigo. También cabe decir que mi pecho hinchado se desinfló un poco al ver que 15 hombres aparecían detrás de él...imagino que serían  sus seguidores.

-Bien veo dos opciones -Dijo el pirata blandiendo una porra en sus manos- La primera os largáis y nos dais todo lo de valor que tengáis y morís...o la segunda, en donde tan solo moriréis.

Los marines que todavía quedaban en tierra enfilaron al pirata  con sus mosquetones, yo sin embargo permanecí inmovil. Mi compañero dio un paso adelante diciéndoles que tan solo veníamos a hacer un censo y que ya nos retirábamos, que no tenían porque hacer eso. Yo giré mi cabeza y me quedé mirándolo.

-Eres patético, ¿desde cuando negocias con basura?. Largaros al barco yo me encargo dije caminando al frente.

Mi compñaero en un primer momento se negó pero el resto de marines ya habían puesto pies en polvorosa al barco. Seguramente mi compañero pensaba que era mejor perder un recluta que a todo el navío, pero por otro lado, conocía mi habilidad y pericia con la espada. Así que tras unos segundos asintió y se largó al barco.

-Vader tienes 30 minutos hasta que soltemos amarra, aléjalos de la ciudad no queremos bajas civiles -Dijo mientras corría calle abajo hacia el puerto.

-Tranquilo...como bien han dicho, no soy un marine convencional- dije mirando a los piratas, que comenzaron a formar alrededor mía.

El ambiente pronto se volvió tenso, los pueblerinos, por alguna razón, corrieron apresuradamente hacia sus casas para esconderse dentro de ellas. Por donde se mirase, aquel comportamiento era extraño e incluso alguien como Yan lo veía. Al ver sus rostros, no pareciera que querían montar una fiesta o algo así, sino que más bien lucían aterrados y preocupados. Por mucho miedo que diera el marine de la armadura, no parecía de los que infundían tanto terror. Era alguien más. El cazador volteó la cabeza, encontrándose con un hombre casi tan grande como él, si es que no más. Tenía una cicatriz vertical en su ojo y lucía muy rudo. Tenía el tatuaje de una sirena en su musculoso y velludo brazo derecho, y con la mano izquierda sostenía un gigantesco bate. Esa persona solo podía ser un individuo…

Pronto los marines reaccionaron ante la aparición del criminal, quien en un acto más temeroso que inteligente, decidió aparecer en el pueblo. Y la respuesta por parte de quienes juraron proteger a los demás no le sorprendió en lo absoluto, pero sí le molestó. No era la primera vez que veía a la Marina actuando cobardemente, abandonando a la gente. Ellos no eran coherentes con lo que anunciaban a los cuatro vientos, no podían llamarse hombres a sí mismos si pretendían renunciar a sus juramentos. Yan apretó fuertemente el puño mientras veía a los marines caminar hacia el puerto, observando algunos rostros de incertidumbre y otros de indiferencia. Y en un acto tan o más irresponsable que el que cometió Barthos, el cazador caminó hacia el compañero del robot. Apenas le llegaba al pecho, así que tuvo que mirar hacia abajo.

—¿Quién te crees que eres para abandonar a esta gente? —recriminó, soltando sin cuidado las palabras—. ¡¿Acaso no juraste dar tu vida para proteger a esta gente?! No me digas que no es tu trabajo porque sí lo es —Yan se acercó más al marine, casi al punto de que podía escuchar su agitada respiración—. Si estás cagado de miedo, dilo. ¡Yo, Yan Qing, me haré cargo de este imbécil! —anunció a los marines y ciudadanos que estaban escuchando el sermón.

Acompañado de varios hombres más, el pirata soltó una carcajada en un intento de burlarse de la declaración del cazador. Sin esfuerzo alguno, balanceó el bate en un vaivén, al mismo tiempo que empezó a caminar hacia Yan. De cerca parecía incluso más imponente, pero un verdadero hombre no se dejaba empequeñecer ante nadie.

—¿Y se supone que tú me enfrentarás? ¿Qué? ¿No pudieron traer a nadie mejor? —preguntó, burlándose de Yan y soltando carcajadas—. Pareces tener huevos, algo que claramente no tiene la Marina, y te lo reconozco. ¡Pero eso no hace que compitamos en la misma liga, novato!

Barthos, en un rápido movimiento para su tamaño y corpulencia, alzó el bate y lo dejó caer con brutalidad. No hubo tiempo de reaccionar, tampoco de esquivar. El arma impactó con violencia en la cabeza de Yan, abriéndole una herida y ensangrentándole el rostro. Sin embargo, no cayó. El pelinegro miraba desafiantemente al pirata, sin intención de ceder un solo centímetro. Apretó aún con más fuerza el puño, tanto que las venas del brazo aumentaron de volumen. Y entonces, descargó su furia contenida hasta ahora. El puñetazo dio de lleno en la cara de Barthos, y el pelinegro pudo escuchar que algo se rompió. Le golpeó con tanta fuerza que el gigantón se desestabilizó y dio un par de pasos hacia atrás, intentando no caer. Un hilo de sangre cayó de su nariz, y el criminal, sorprendido, miró a Yan. La sorpresa tardó menos de un segundo en convertirse en cólera, siendo tan abrupto el cambio como la transformación del rostro de Barthos. Frunció tanto el ceño que parecía que sus cejas se fuesen a unir, las venas se le marcaron y en cualquier minuto sus ojos expulsarían fuego.

—¡Maten a este hijo de puta! ¡Háganlo trizas y quemen el pueblo!

Parecía que aquel cazador no se había enterado de la misa ni la media. Estábamos evacuando la zona para evitar que yo la destrozara en el enfrentamiento con aquella escoria. Mi compañero se molestó ante las palabras del cazador e hizo un aceno de echarse hacia adelante, cosa que evité poniendo mi mano delante de él.

-Camarada vuelva al barco, ya le dije que yo me ocupo de esto, y con el señor cazador aquí...creo que no tardaremos demasiado siempre y cuando no moleste- Dije sin quitar ojo de los maleantes mientras mi compañero asentía disgustado y se marchaba junto a los últimos reductos marines hacia el puerto.

Ante las declaraciones del pirata, mi respiración se hizo más intensa, casi podía decirse que me estaba conteniendo ante aquella palabrería barata. ¿Debía noquearlo ya o por el contrario debía dejar hacer al cazador? Muchas posibilidades y todas acaban con aquel pirata  sangrando en el suelo. Lamentablemente no hubo mucho tiempo para pensamientos puesto que aquella mole se lanzó contra el cazador usando su bate y abriéndole una brecha en la cabeza.

Los ojos del cazador Yan estaban fijos en aquel ser...¿no le había dolido? Incluso a mi me dolió la cabeza dentro del casco ante semejante acometida. Tan solo podía pensar : "Igual sabes lo que estás haciendo y todo". Me crucé de brazos y esperé a su reacción.

Y efectivamente, no tardó en devolver el golpe a Barthos con un sutíl pero potente puñetazo en la cara que hizo que un "crac" sonara. Algo se había roto ahí dentro eso seguro. El pirata a pesar de semejante golpe se mantuvo en pie, y tan solo un reguero de sangre leve salió por su nariz. Creo que hora de intervenir...si bien Barthos y el lucharían en combate singular, yo podía "allanarle" el camino con sus secuaces.

Así que me quedé con los brazos cruzados ocultos por mi capa negra. Giré mi muñeca y comencé a elaborar una ilusión. Los piratas se quedaron quietos, inmóviles totalmente, como si estuvieran esperando órdenes de Barthos. La ilusión era la siguiente: A ojos de los piratas, Barthos estaba machacando a Yan en el suelo y ellos tan solo esperaban órdenes de su capitán para actuar. Algunos se reían fruto de "la diversión" que le provocaba ver a su jefe pegando al cazador...cuando realmente todo era falso. Aprovechando el trance, hablé hacia Yan.

[i]-Tienes dos minutos para acabar con Barthos muchacho, lúcete sino me veré obligado a tomar el relevo[/i]- Dije mientras mantenía la ilusión activa.

Ese marine hablaba con una arrogancia que llegaba a molestar, pero ahora mismo estaba lejos de ocupar el primer lugar en la lista de preocupaciones del cazador. Seguía sin entender por qué los marines huían a los barcos, siendo que podían ocuparse de las personas y protegerlas. El hombre bajo el traje robótico tenía un altísimo concepto de sí mismo, incluso llegando al punto que parecía sobreestimar sus habilidades. Pero aquellos que pecaban de soberbia, eran los que más sufrían cuando debían enfrentar la realidad. ¿Y quién diablos era él para decirle en cuánto tiempo debía eliminar a Barthos? «Tardaré lo que tenga que tardar», se dijo a sí mismo el cazador. Por otra parte, no fue buena idea recibir gratuitamente ese batazo, pues ya le dolía la cabeza. Estaba algo mareado y, de vez en cuando, la mirada se le nublaba. Sin embargo, no tenía otra opción más que avanzar y terminar lo que empezó.

El cazador alzó el puño y lo apretó fuertemente, luego miró al marine y esbozó una sonrisa confiada.

—¿En serio crees que tardaré tanto? —respondió con toda la intención de hacerse el chulo—. Y no me importa quién diablos seas, no te metas en mi pelea.

A unos cuantos metros de Yan, el musculoso hombre esperaba al cazador con una sonrisa petulante en el rostro. Una vez el pelinegro comprobó que no había nadie cerca del campo de batalla, suspiró aliviado. Ahora podía luchar con todas sus fuerzas. Al mismo tiempo que tomó una gran bocanada, infló el pecho, y luego dejó soltar un profundo suspiro acompañado de una extraña neblina morada. El gas no tardó demasiado tiempo en cubrir un buen espacio, describiendo una trayectoria circular en torno al cazador. Por otra parte, Barthos rápidamente se dio cuenta de que lo que estaba en el aire no era más que veneno, cubriéndose la boca y la nariz con su gigante antebrazo. Pero el gas tóxico generado por Yan no solo se transmitía oralmente, sino que también cutáneamente. Los ojos del pirata pronto se volvieron húmedos y llorosos, así como también adoptaron un color rojizo característico de la irritación. Enseguida comenzó a mostrar síntomas de molestia, pues cada ciertos intervalos soltaba los típicos tics de alguien con picazón.

Qing aprovechó el momento en que no solo el capitán, sino que también el resto de la tripulación, estaban sintiendo los efectos del veneno. Corrió lo más rápido que pudo hacia su oponente y se detuvo a un brazo de distancia, lanzándole un fuerte derechazo que impactó de lleno en la barbilla del distraído mastodonte. Barthos retrocedió dos pasos, pero no perdió el equilibrio. Y como toda persona corpulenta y alta, el pirata era muy lento en comparación al cazador, quien nuevamente estaba frente a él listo para propinarle un zurdazo que no olvidaría en su vida. Pero hasta ahí llegó la emoción, pues Barthos no tenía ninguna intención de seguir siendo golpeado. Casi sin ningún problema detuvo con su mano el puño del pelinegro, sujetándolo con fuerza para no dejarle ir. Y justo después de soltar una sonrisa que no indicaba nada bueno, le propinó un cabezazo tan fuerte que lo mandó al suelo. ¿De qué diablos estaba hecho ese hombre…? ¡Incluso le dolió más que el batazo que recibió!

—¡No dejaré que un niño me deje en vergüenza frente a mis hombres! —aseguró el pirata y luego cogió al cazador del cuello—. Te daré una lección que no olvidarás, novato.

Un hilillo de sangre caía desde el término de la ceja derecha, ensangrentándole el rostro. E incluso en esa situación, el cazador no borró la sonrisa de su rostro, lo que no hizo más que molestar al pirata. Pero antes de que pudiera actuar, Yan le escupió el ojo, soltándole un chorro de veneno le provocó gran dolor. Por meros reflejos, el pirata soltó al pelinegro y llevó ambas manos a su rostro, soltando un grito tan ronco como desgarrador. Ya incomodaba y dolía bastante una basura en el ojo, imagínate un chorro de veneno. Ignorando por completo el dolor que sentía en la cabeza, el cazador se abalanzó hacia el pirata como si de una bestia se tratase. Sus músculos aumentaron de volumen y las venas de todo su cuerpo se marcaron profundamente, dándole un aspecto intimidante. Parecía que le costaba respirar, y cómo no, en ese estado tenía dificultades en mantener esa técnica.

Yan sabía lo que significaba fallar y decepcionar a la gente, así que no podía permitirse fracasar. Recibir ese golpe con el bate fue un error, y ahora estaba pagando las consecuencias. Necesitaba golpear a su oponente con una fuerza tal que este no pudiera levantarse de nuevo, y para hacerlo no dudaría en usar hasta la última gota de energía. Soltó un grito, como queriendo reunir todas sus fuerzas, y luego lanzó el puñetazo más fuerte que había lanzado en la vida. Este se envolvió en una especie de manto negro, una armadura que no solo disminuyó el dolor del impacto, sino que también incrementó la fuerza del ataque. En ese puño no solo estaba toda su energía reunida, sino que también sus intenciones de ganar.

El ímpetu, la poca experiencia, el orgullo, el arrojo y la obediencia a impulsos eran propios de los novatos charlatanes Una vez fui así, orgulloso...y lamentablemente a lo largo de a experiencia ahora lo era todavía más. No era Narcisismo ni mucho menos, pero había aprendido a vivir dentro del traje y a ocultar así los golpes que la vida me había dado en mi juventud. Yan era valiente, debía reconocerlo pero también era inexperto y atrevido. Barthos no era una pieza fácil y su arrojo y determinación pesaban de igual manera que las ganas del cazador.

Pude ver que los marines ya estaban listos para levantar el ancla, y me estaba cansando de esperar,básicamente no iba a darle ni un minuto de espera. Pero, cuando iba  a intervenir una nebñina morada se hizo presente alrededor de Yan y de su contrincante. "Veneno" pensé para mi, pues había visto a suficientes capullos usar ese tipo de tácticas que yo mismo padecí....estaría preocupado si no fuera porque mi máscara tenía el filtro mejorado de toxinas, y el traje cubría cada centímetro de mi piel. No podía decir lo mismo de aquellos piratas.

A pesar que la tripulación enemiga sufrió los embates del veneno, Bathos aguantó en la medida de lo posible, no solo el veneno, sino los golpes de Yan. Preparé mi mano para actuar antes de que a Yan se le torcieran las cosas, pero no sin antes alarmarme por el uso de aquella técnica.

"¿Será un usuario?" Pensé para mis adentros, un tanto asombrado, pero no preocupado.

En vista de que Barthos seguía dando guerra y que Yan había imbuído su brazo en lo que parecía Haki, o al menos  eso interpreté, puesto que se tornó de color negro.Parecía que el muchacho ya iba a cargar con todo contra aquel pirata. ¿Debía intervenir? Era posible...pero visto el potencial y arrojo del cazador tan solo esperé que tuviera éxito con aquel golpe. Si no lo tuviera y Barthos se guardara un As en la manga, intentaría ahogarlo para que no dañara al cazador. ¿Porque? No me preocupaba en absoluto, pero tampoco podía dejar que un criminal hiriera más a un cazador, aunque estos, no fueran ciudadanos exactamente.

Así que preparé mi otra mano también para hacer una ilusión combinada en caso de que Yan fallara. Además, si lograba tumbarlo, esperaba que Yan nos lo entregara a nosotros, sino Bathos no sería su único problema...

No tenía idea de qué diablos había sido eso del extraño manto negro azabache que le envolvió el puño, pero al parecer había aumentado ligeramente la potencia de su ataque. Se quedó mirando su mano cerrada, pero la perplejidad duró apenas un segundo. A pesar de haberle golpeado con todas sus fuerzas, Barthos se incorporó. El musculoso hombre tuvo que usar un poste para poder hacerlo, sus piernas le temblaban y su mirada estaba puesta en el cazador, como queriendo decirle: “te mataré”. Dio un paso hacia delante, seguido de otro y luego de otro, pero en este último se detuvo. Finalmente, el imponente pirata cayó al suelo, completamente inconsciente. Los piratas quedaron asombrados… y aterrados. Seguramente ninguno de ellos había visto caer a su capitán, y Yan esperaba que fuera la última vez. Un hombre tan peligroso como Barthos no podía caminar libremente por las calles del mundo, no sabiendo que había hecho tanto daño y había lastimado a tantas personas.

El cazador cayó de espaldas y a medida que la adrenalina desaparecía de su cuerpo, iba sintiendo el cansancio y el dolor. Intentó levantarse, pero sus piernas no reaccionaron. Intentó usar sus brazos como apoyo, pero estos estaban débiles. Terminó soltando una sonrisa, no solo por haberle ganado a un fuerte pirata, sino que también por haber tenido un enfrentamiento entretenido. Ciertamente duró poco, pero fue tiempo suficiente para que Yan se diera cuenta de que en el mundo había hombres mucho más fuertes que él. Tenía que entrenar y volverse el mejor, solo así conseguiría llegar a la cima y convertirse en el Rey de los Cazadores. Era un título llamativo, ¿eh?

—Barthos… ¡Barthos pudo haber caído, pero nosotros no! —Se escuchó de pronto—. Compañeros, no nos demos por vencido… ¡El cazador está herido y solo hay un marine! ¡Podemos ganar!

El pelinegro se sorprendió al escuchar las palabras de uno de los piratas. Creía que la moral de los criminales había sido completamente destruida cuando el cazador derrotó a Barthos, pero no era así. Poco a poco los susurros se transformaron en gritos llenos de motivación y violencia, gritos de personas que estaban dispuestas a enfrentarse contra la justicia. Uno de los criminales cogió una espada y centró la mirada en Yan. Él sabía que el cazador estaba débil y no podría defenderse, era una táctica propia de un pirata. La horda de criminales se abalanzó sobre los únicos dos hombres que estaban dispuestos a arriesgar sus vidas para proteger a la gente del pueblo. Yan intentó incorporarse una vez más, pero simplemente no tenía fuerzas suficientes para lograrlo. Se sentía impotente, frustrado. No esperaba que los piratas fuesen a reaccionar así. Volteó la cabeza para encontrar al marine robótico, esperando que tuviera la fuerza necesaria para hacerle frente a la horda.

Sin duda alguna aquel muchacho era una caja de sorpresas. " Sin duda alguna eso es Haki" pensaba constantemente entre la admiración y el aburrimiento. Por muy fuerte que fuera Barthos aquel golpe no le permitiría respirar con la misma facilidad que antes, y efectivamente, se desplomó como un saco de patatas.

El cazador estaba herido y los piratas restantes muy enteros. " No pienso dejar que lo toquéis" volví a decir para mi. Así que di un paso al frente colocándome delante de él a modo de escudo humano.

-Si a él le he dado dos minutos...¿Cuanto creeis que os daré a vosotros? -Dije serio- Se que os cuesta pensar, pero si os paráis un momento y veis que vuestro capitán...que es infinitamente superior a vosotros no ha durado dos asaltos...¿que os hace pensar de que tenéis una mínima oportunidad con este cazador?. Pero  debo deciros que tenéis suerte hoy, porque acabáis de ganar un pase al hospital...yo pago la botella de oxígeno...o las flores del sepelio.

Extendí mis dos manos hacia adelantes y apretando las manos como si estuviera agarrando algo en el aire. Los piratas comenzaron a llevarse las manos nuevamente al cuello. Algunos cayeron de rodillas pidiendo aire, mientras que otros se mantenían malamente de pie intentando respirar. Sabía que matarlos era muy cruel, y para mi era necesario, pero la verdad valían más vivos que muertos.

Giré mi mano dereha y abrí la palma y enfoqué uno por uno a los piratas. Estos comenzaron a caer dormidos uno a uno. Realmente era una ilusión de que tenían mucho sueño, y a nuestros ojos, estaban como en un trance de pie. Mansos podría decirse.

Me giré hacia el cazador y le ofrecí mi mano para ayudarle, pues al fin y al cabo su acto fue loable.

-Buen trabajo muchacho, parece que serás una promesa...espero que no una falsa.- Dije mientras intentaba ayudarlo.

Giré mi mano otra vez y los piratas comenzaron a caminar, como perdices una detrás de otra y con una cara de drogados total ( la ilusión seguía activa) rumbo al navío marine donde serían arrestados.

-¿LLeváis vos a Barthos?-Dije burlón y hasta jocoso viniendo de mi- Parece que al final si que debemos colaborar juntos. Si os parece, y opciones no tenéis visto lo visto, os llevaremos a nuestro navío. Allí os sanarán rumbo al cuartel, donde entregaréis a Barthos y yo a estos maleantes.

No le di tiempo a responder, pues me giré y me dirigí hacia el puerto para dar aviso a los marineros para que me ayudaran.