Jabbar & Nailah Team-up #1 - Intento de asesinato [Privado - Pasado]

Jabbar miró con los prismáticos desde lo alto de un edificio en Mock Town. Miraba por las calles, buscando a alguna muchacha que coincidiese con la foto que le habían dado. Morena y de oscura piel, con aspecto de bailarina exótica. Ese tipo de mujeres era el tipo de Jabbar, sin duda. Bueno, en realidad cualquier tipo de mujer es su tipo. Pero no la buscaba para eso, no. La buscaba para…

—¿Flashback?

¿Qué?

—Que si ahora viene un flashback, mostrando el momento en que un señor encapuchado en las sombras de una siniestra taberna me contrata para matar a la pirata Nailah, a cambio del precio íntegro de la recompensa que esta tiene por su cabeza. Y además de como me dio tres botellitas con veneno de una rara especie de serpiente para que lo utilizase para matarla y tal.

Pues… Lo acabas de decir todo en voz alta. No creo que ahora haga falta un flashback.

—Oh… Cierto es. De nada por ahorrarte el trabajo.

Amm… Sí, gracias. Esto… ¿Por dónde íbamos? Espera, ¿de dónde has sacado esos prismáticos?

—Se los robé a un tío.

Bueno, centrate. Esto ya no es un diario, es un rol. Recuerda que el resto de personajes pueden no tener tu extraña capacidad de saber lo que hay al otro lado del muro. No llames mucho la atención o pensarán que estás loco.

—Siempre piensan que estoy loco. Eh, ¿Es esa? No, eso es un tío. Oye, narrador, haz que aparezca ya.

Lo siento, en los roles no tengo ese poder. Aparecerá cuando ella quiera aparecer. En fin, sigamos narrando. El tipo de gente en la que Jabbar se fijaba por los prismáticos era variopinta. Casi todos eran estereotipados criminales que se parecían sospechosamente al villano principal de cierto anime de piratas.

—¿Es que todo el mundo es igual aquí o qué?

Nailah leyó la carta de nuevo. Que invitación más extraña, pensó. ¿Un concilio pirata? En el fondo le gustaba la idea, sería el primero al que asistiría y esperaba que no fuera el último. El rumbo había cambiado drásticamente y la trayectoria no fue fácil. Paradas innumerables hasta llegar al deseado destino. Por suerte el clima fue favorable en casi todo el viaje y eso aumentó el tiempo de llegada.

Jaya era aquel destino al que mandaba ir la invitación. Un pequeño paraíso criminal para toda la gente del mar, o de tierra. Nailah tenía curiosidad por saber como era aquella tierra exótica. Cuando estaba en Sabaody atendiendo la taberna escuchaba numerosas historias sobre valientes piratas o cazadores que habían ido a por sus cabezas. Todas eran épicas y alucinantes. La joven pirata siempre se las imaginaba en su cabeza tal y como serían, pero no sabía si distaban mucho de la realidad.

El viento meció sus cabellos con suavidad. Una brisa fresca rozó su piel y el olor a sal se expandía por todo el lugar. Se apoyó en la barandilla y, mientras el barco amarraba, se fijó en las pomposas calles del paraíso pirata. Nailah arqueó las cejas. Fiesta por doquier y un ambiente que no se imaginaba (...).

La pirata fue la primera en desembarcar del Pandora, no esperó por sus compañeros y, como aun faltaba un buen rato para ir al local decidió ir a investigar por su cuenta los misterios que entrañaba aquella legendaria isla. La verdad es que ella esperaba que todo se encontrara en un estado decadente.

Se internó en las calles de Mock Town, disfrutando de los variopintos estantes que ofrecían comidas exóticas y la música que amenizaba los lugares. Nailah disfrutaba de la feliz melodía que emitían las zanfonas y siguió caminando mientras sentía la necesidad de comprar algún detalle, pero se había la cartera en el barco.

—Gordo… Gordo… tío sin dientes… señor con pierna de madera… pirata cliché… morena buenorra llena de oros… gordo… ¡Eh, ahí está!

Los prismáticos de Jabbar volvieron a centrarse en la mujer. Tal como la había visto en el cartel que le habían dado. Bajó los prismáticos, manteniendo aún la vista fija en aquella dirección, mientras esbozaba una sonrisa. Por su cabeza empezaron a pasar mil pensamientos, todos referentes al cómo debía acabar con la vida de esa mujer. La primera, y más sencilla de realizar, era simplemente bajar y meterle un cuchillazo en la garganta. Sin embargo, no estaba seguro de si las personas de alrededor estarían contentas con ello. Tal vez haya algún miembro de su tripulación cerca.

La segunda opción era utilizar su labia. Llevarla a su terreno con seductora voz y, cuando no estuviese mirando, echarle el veneno en la jarra de ron. No, demasiado complicado. Si bien Jabbar se tenía a sí mismo como un ligón, por lo general nunca conseguía llegar muy lejos.

—¡Eh!

Calla, te van a oír. El plan número tres era el que parecía ser el correcto. Era similar al segundo plan, pero el objeto de seducción era otro: El dinero. Se guardó los prismáticos en la mochila transversal que llevaba y bajó del edificio de un salto, deshaciéndose en niebla al tocar el suelo y recomponiéndose enseguida. Empezó a correr hacia donde estaba Nailah y, cuando llegó hasta ella, se paró justo delante, jadeando por el cansancio.

—Por fin… te encuentro… -dijo entre jadeos-. Una mujer… que me puede ayudar… en esta isla… todo son gordos sin dientes… -antes de que la mujer pudiese preguntarle de qué demonios estaba hablando o darle una bofetada, el muchacho se llevó la mano a la mochila y sacó de esta un cartel de recompensa. Lo abrió delante de la cara de la mujer y gritó: -Quiero contratarte para matar a este.

Desde el principio había pensado en ese plan, por lo que cogió un cartel de un pirata. Concretamente, el capitán de un barco en el que se había colado para llegar hasta Jaya. Un rufián conocido como Avery Johnson, con una mísera recompensa de veinte millones de berries. Un novato sin mucho futuro, por así decirlo. El chico sonrió tras el cartel, esperando que la promesa de un contrato por el asesinato de un objetivo fácil llamase su atención y la llevase, como mínimo, a pensárselo.