Roland von Klauswitz
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La montaña de papeles era una cruel visión para Kodama. Cada vez que veía el enorme montón de documentos que requería su atención se deprimía. A sus ojos no eran más que árboles talados garabateados y amontonados para darle trabajo. ¿Por qué siendo almirante tenía que hacer más cosas que nadie? Pasó años como capitán sin dar un palo al agua, y eso le gustaba. ¡Si ni siquiera sabía escribir! Se había molestado en aprender a leer porque era muy útil, pero nunca le había interesado poner nada por escrito. De hecho, su firma era un pegote de resina. Por suerte, no había tarea pendiente que pudiese superar la negligencia del almirante Mitoko.
-¿Qué tenemos hoy, Cass? -preguntó.
Su asistente, una diminuta joven de ojos enormes y gafas aún más grandes, apareció a su lado como de costumbre, salida de a saber dónde. Siempre estaba ahí cuando él la necesitaba. Cass consultó su libretita, donde siempre llevaba escrito todo lo que hacía falta saber.
-Hoy es el día de la recuperación de Jaya, señor.
-Oh, "recuperar" suena bien -dijo. Sin duda sonaba muy pacífico e inofensivo-. ¿Recuperar de quién?
-Piratas, señor. Llevan décadas convirtiendo esa isla en un enorme... esto... centro de recreo para criminales. Le han encargado acabar con esa situación. De hecho, señor, deberíamos haber partido ya.
Kodama comprendió que le echarían la bronca si retrasaba una misión tan importante, así que se puso en marcha. Se ajustó la corbata y se miró al espejo para comprobar que su traje, verde y a rayas, le quedaba bien. Cass insistía en que debía presentar un aspecto formal en todo momento, y hasta se puso esa extraña chaqueta con mangas que nadie usaba nunca. Dio las instrucciones oportunas para que dispusieran un barco para él y se dispuso a zarpar. Pensaba llevar únicamente un reducido grupo para que tripulasen el barco; Jaya estaría plagada de piratas, pero no creía que ninguno fuese una amenaza a gran escala. Esos estaban en la otra mitad de la Grand Line.
-Oh, sí, se me olvidaba algo.
-Señor, ¿está seguro de eso? Su pequeña costumbre es...
-¿Qué pasa con ella?
-Peligrosa. Y rara. Los demás oficiales hablan.
-Es lo que mejor se os da a los humanos.
Kodama paseó la vista por el puerto. Había muchos donde elegir, pero optó por uno que le llamó la atención. Pelo blanco, rostro vendado... parecía majo. El Roble se le acercó para llevárselo consigo. ¿Por qué? Bueno, se había propuesto conocer a cuantos reclutas pudiera para así asegurar una buena armonía en la Marina, así que de vez en cuando cogía a alguno y se lo llevaba a las misiones. Literalmente, los cogía en volandas y se los llevaba si se negaban a ir con él. Algunos decían que era una temeridad, y muchos de los seleccionados se mostraban un poco reticentes, pero él estaba seguro de que era una buena oportunidad de hacer buenas migas.
-Hola, esto... -Cass le chivó el nombre del recluta- Jack. Hoy vendrás conmigo, chico. Es tu día de suerte, vamos a hacer algo importante. Tenemos una isla que recuperar.
-¿Qué tenemos hoy, Cass? -preguntó.
Su asistente, una diminuta joven de ojos enormes y gafas aún más grandes, apareció a su lado como de costumbre, salida de a saber dónde. Siempre estaba ahí cuando él la necesitaba. Cass consultó su libretita, donde siempre llevaba escrito todo lo que hacía falta saber.
-Hoy es el día de la recuperación de Jaya, señor.
-Oh, "recuperar" suena bien -dijo. Sin duda sonaba muy pacífico e inofensivo-. ¿Recuperar de quién?
-Piratas, señor. Llevan décadas convirtiendo esa isla en un enorme... esto... centro de recreo para criminales. Le han encargado acabar con esa situación. De hecho, señor, deberíamos haber partido ya.
Kodama comprendió que le echarían la bronca si retrasaba una misión tan importante, así que se puso en marcha. Se ajustó la corbata y se miró al espejo para comprobar que su traje, verde y a rayas, le quedaba bien. Cass insistía en que debía presentar un aspecto formal en todo momento, y hasta se puso esa extraña chaqueta con mangas que nadie usaba nunca. Dio las instrucciones oportunas para que dispusieran un barco para él y se dispuso a zarpar. Pensaba llevar únicamente un reducido grupo para que tripulasen el barco; Jaya estaría plagada de piratas, pero no creía que ninguno fuese una amenaza a gran escala. Esos estaban en la otra mitad de la Grand Line.
-Oh, sí, se me olvidaba algo.
-Señor, ¿está seguro de eso? Su pequeña costumbre es...
-¿Qué pasa con ella?
-Peligrosa. Y rara. Los demás oficiales hablan.
-Es lo que mejor se os da a los humanos.
Kodama paseó la vista por el puerto. Había muchos donde elegir, pero optó por uno que le llamó la atención. Pelo blanco, rostro vendado... parecía majo. El Roble se le acercó para llevárselo consigo. ¿Por qué? Bueno, se había propuesto conocer a cuantos reclutas pudiera para así asegurar una buena armonía en la Marina, así que de vez en cuando cogía a alguno y se lo llevaba a las misiones. Literalmente, los cogía en volandas y se los llevaba si se negaban a ir con él. Algunos decían que era una temeridad, y muchos de los seleccionados se mostraban un poco reticentes, pero él estaba seguro de que era una buena oportunidad de hacer buenas migas.
-Hola, esto... -Cass le chivó el nombre del recluta- Jack. Hoy vendrás conmigo, chico. Es tu día de suerte, vamos a hacer algo importante. Tenemos una isla que recuperar.
Jack F. Yoi
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¡Y quién diría que el nuevo día iba a comenzar tan bien para el bueno de Jack! Al principio, todo parecía bastante corriente, rutinario. Nuestro joven se levantó del camarote tras la hora habitual, siguiendo la misma rutina de siempre: desayuno, aseo, preparación física y tareas de mantenimiento. También era normal que recibiera alguna broma por parte de sus compañeros debido a su condición física de 'Tostado'; alguna que otra petición por parte de su oficial al mando y, finalmente, sus típicos descansos para repasar qué tareas le quedaban por hacer a fin de cumplir con ellas lo antes posibles. Pero como dijimos al principio, ¿cómo iba a pensar que ese plan rutinario iba a cambiar con la llegada de la naturaleza?
El momento en que su superior acudió a él, Jack se encontraba haciendo labores de transporte de carga, pues al parecer un barco parecía salir en breves. Al parecer necesitaban un poco de lo básico, lo típico de todo barco que estaba a punto de partir, de forma que pidieron al joven recluta ayudar con los preparativos, quien no dudó en ponerse manos a la obra, 'Otro barco que parte a cumplir con la ley...ojalá algún día pueda participar en una de ésas' pensó mientras iba llevando las cosas. No sabía muy bien si fue por su determinación, o por el esfuerzo que ponía en todas las tareas que se le pedían, pero el conocido superior, Kodama, estaba delante de él...hablándole... Jack estaba con los ojos abiertos, a ratos alucinado por la situación, a ratos incapaz de emitir una palabra ante la petición. Estaba diciéndole que fuera...que fuera con él en ese barco, ¡increíble! ¡Por fin podría tener una tarea más grande, de mayor envergadura! Qué alegría podía resultar para él que de la misma no sabía muy bien cómo reaccionar, apostando por el reglamentario: - ¡Sí señor, será todo un orgullo ir con usted! - acompañado del respetuoso saludo.
Su posición firme, su júbilo, era todo tan apreciable que parecía una bombilla en aquel momento, irradiando alegría y emoción por la nueva labor. Pero no podía perder el tiempo, tenía que ponerse manos a la obra. Por esta sencilla razón, terminó de llevar la carga que le quedaba y rápidamente fue a por su equipamiento, caracterizado por su espada y poco más. Reportó su situación al Oficial mencionado anteriormente, para salir corriendo al barco del Almirante, donde parecía estar esperándole. Jack se acercó con respeto y siempre que tuviera permiso, a fin de preguntar, - ¿A dónde iremos, señor? - Todo en un notorio ambiente respetuoso.
El momento en que su superior acudió a él, Jack se encontraba haciendo labores de transporte de carga, pues al parecer un barco parecía salir en breves. Al parecer necesitaban un poco de lo básico, lo típico de todo barco que estaba a punto de partir, de forma que pidieron al joven recluta ayudar con los preparativos, quien no dudó en ponerse manos a la obra, 'Otro barco que parte a cumplir con la ley...ojalá algún día pueda participar en una de ésas' pensó mientras iba llevando las cosas. No sabía muy bien si fue por su determinación, o por el esfuerzo que ponía en todas las tareas que se le pedían, pero el conocido superior, Kodama, estaba delante de él...hablándole... Jack estaba con los ojos abiertos, a ratos alucinado por la situación, a ratos incapaz de emitir una palabra ante la petición. Estaba diciéndole que fuera...que fuera con él en ese barco, ¡increíble! ¡Por fin podría tener una tarea más grande, de mayor envergadura! Qué alegría podía resultar para él que de la misma no sabía muy bien cómo reaccionar, apostando por el reglamentario: - ¡Sí señor, será todo un orgullo ir con usted! - acompañado del respetuoso saludo.
Su posición firme, su júbilo, era todo tan apreciable que parecía una bombilla en aquel momento, irradiando alegría y emoción por la nueva labor. Pero no podía perder el tiempo, tenía que ponerse manos a la obra. Por esta sencilla razón, terminó de llevar la carga que le quedaba y rápidamente fue a por su equipamiento, caracterizado por su espada y poco más. Reportó su situación al Oficial mencionado anteriormente, para salir corriendo al barco del Almirante, donde parecía estar esperándole. Jack se acercó con respeto y siempre que tuviera permiso, a fin de preguntar, - ¿A dónde iremos, señor? - Todo en un notorio ambiente respetuoso.
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-Vale, hagamos inventario. ¿Espadas? Una. ¿Ojos del Viento? A salvo en su bolsa y en mi cintura. ¿Mechero? -Como respuesta, Kodama acarició la salamandra que le correteaba por el hombro. Un par de marines se dirigieron a él al verle hablar en alto, pero los ignoró. Según tenía entendido, la gente mayor tendía a hablar sola, y el Roble no era una excepción-.
-¿Por qué no repuso la otra espada, señor?
-Pff, he estado ocupado, Cass -mintió el árbol.
Acababan de llegar a Jaya, y Kodama se sentía como si acabasen de salir. Habían pasado apenas unos pocos días, lo cual equivalía a diez minutos en tiempo de árbol. Apenas había tenido tiempo de prepararse para la misión, sobre todo porque había pasado mucho tiempo esquivando a Cass y sus agobiantes papeles. En vez de eso había preferido dedicarse a conocer al nuevo recluta que había acogido bajo su rama. Estuvo un buen rato acosándole con todo tipo de preguntas:
-¿Cómo te llamas? ¿Por qué esas vendas? ¿Es la moda? ¿De dónde vienes? ¿Te gusta la naturaleza? ¿Se te da bien pelear? ¿Sabes para que sirve esa cremallera que llevan los pantalones del uniforme?
Para cuando quiso darse cuenta, ya habían llegado. A muchos de sus hombres aún les preocupaba el aberrante ser que se habían topado no hacía mucho, pero Kodama había tenido la precaución de dejarlo en paz. Él nunca perturbaba la paz de los animales en su entorno, y menos si estaba tan ocupado contando semillas que ni se daba cuenta de su presencia.
Las costas de Jaya, como de costumbre, rebosaba de barcos piratas. Demasiadas banderas negras para su gusto, aunque al menos se lo esperaba. Las murallas y las demás fortificaciones sí que le pillaron por sorpresa. No se imaginaba quién había podido construirlas, pero no era una buena señal. Significaba que el descuido de la Marina con respecto a aquel lugar había sido mayor de lo que se pensaba.
Ordenó echar el ancla y preparar la artillería. Sus hombres solo tenían la misión de defenderse y de transportar a los piratas derrotados a las mazmorras del barco. Eso último era sugerencia de Cass, porque Kodama daba por hecho que una vez derrotados iban a desaparecer arrepentidos. Como último detalle, le explicó un par de cosas al joven Jack.
-Vale, muchacho. Éste es el plan de ataque: si vemos a un pirata, le damos un par de golpes. No hagas tonterías y no te separes mucho de mí. Estamos aquí para recuperar la isla, no para matar a un montón de gente, así que si alguien se va, pues que se vaya. Bueno, si no es muy peligroso. Bah, ya veremos. En cualquier caso, asegúrate de divertirte y no morir -Dicho esto, se giró en busca de algo-. ¿Alguien ha visto el altavoz? A ver si voy a tener que hablar sin él.
Kodama se acercó a proa y se aclaró la garganta. A alguien como él no le hacía falta, pero causaba un efecto que le gustaba. Se aseguró de que su voz llegara, con altavoz o sin él, lo más lejos posible:
-¡Buenos días! ¡Al habla el almirante Kodama! ¡Se ruega a todos los criminales y/o piratas de la isla que, por favor, se marchen inmediatamente o tendremos que darles un empujoncito para que lo hagan! ¡Y háganlo sin robar, por favor!
“Bueno, pues ya está”, se dijo. Con suerte ya no tendría que trabajar más y podría dedicarse a los planes para su nuevo jardín.
-¿Por qué no repuso la otra espada, señor?
-Pff, he estado ocupado, Cass -mintió el árbol.
Acababan de llegar a Jaya, y Kodama se sentía como si acabasen de salir. Habían pasado apenas unos pocos días, lo cual equivalía a diez minutos en tiempo de árbol. Apenas había tenido tiempo de prepararse para la misión, sobre todo porque había pasado mucho tiempo esquivando a Cass y sus agobiantes papeles. En vez de eso había preferido dedicarse a conocer al nuevo recluta que había acogido bajo su rama. Estuvo un buen rato acosándole con todo tipo de preguntas:
-¿Cómo te llamas? ¿Por qué esas vendas? ¿Es la moda? ¿De dónde vienes? ¿Te gusta la naturaleza? ¿Se te da bien pelear? ¿Sabes para que sirve esa cremallera que llevan los pantalones del uniforme?
Para cuando quiso darse cuenta, ya habían llegado. A muchos de sus hombres aún les preocupaba el aberrante ser que se habían topado no hacía mucho, pero Kodama había tenido la precaución de dejarlo en paz. Él nunca perturbaba la paz de los animales en su entorno, y menos si estaba tan ocupado contando semillas que ni se daba cuenta de su presencia.
Las costas de Jaya, como de costumbre, rebosaba de barcos piratas. Demasiadas banderas negras para su gusto, aunque al menos se lo esperaba. Las murallas y las demás fortificaciones sí que le pillaron por sorpresa. No se imaginaba quién había podido construirlas, pero no era una buena señal. Significaba que el descuido de la Marina con respecto a aquel lugar había sido mayor de lo que se pensaba.
Ordenó echar el ancla y preparar la artillería. Sus hombres solo tenían la misión de defenderse y de transportar a los piratas derrotados a las mazmorras del barco. Eso último era sugerencia de Cass, porque Kodama daba por hecho que una vez derrotados iban a desaparecer arrepentidos. Como último detalle, le explicó un par de cosas al joven Jack.
-Vale, muchacho. Éste es el plan de ataque: si vemos a un pirata, le damos un par de golpes. No hagas tonterías y no te separes mucho de mí. Estamos aquí para recuperar la isla, no para matar a un montón de gente, así que si alguien se va, pues que se vaya. Bueno, si no es muy peligroso. Bah, ya veremos. En cualquier caso, asegúrate de divertirte y no morir -Dicho esto, se giró en busca de algo-. ¿Alguien ha visto el altavoz? A ver si voy a tener que hablar sin él.
Kodama se acercó a proa y se aclaró la garganta. A alguien como él no le hacía falta, pero causaba un efecto que le gustaba. Se aseguró de que su voz llegara, con altavoz o sin él, lo más lejos posible:
-¡Buenos días! ¡Al habla el almirante Kodama! ¡Se ruega a todos los criminales y/o piratas de la isla que, por favor, se marchen inmediatamente o tendremos que darles un empujoncito para que lo hagan! ¡Y háganlo sin robar, por favor!
“Bueno, pues ya está”, se dijo. Con suerte ya no tendría que trabajar más y podría dedicarse a los planes para su nuevo jardín.
Jack F. Yoi
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El viaje no fue tan largo como se imaginó, pues cuando se hablaba de que la localización era Jaya, a menudo pensaba que estaría a varios meses de distancia. 'Dudo que una zona tan importante como ésa esté tan cerca' decía la voz de la inexperiencia que, una vez más, volvía a errar en Jack ante la sucesión de acontecimientos. La sorpresa duró poco, simplemente le bastó ver la isla y el desarrollo de los eventos para saber qué tenía que hacer y cómo, comenzando por colocarse junto a su superior y esperar las órdenes adecuada.
Kodama era el nombre, si no estaba equivocado. No sabía mucho sobre él, aunque había oído a sus compañeros de que se trataba de una especie de árbol, o algo así, tampoco quiso interesarse mucho, por miedo a quedar fascinado cuando estuviera con él. Simplemente se dedicó a cumplir con sus obligaciones y, a la vez, responder las distintas dudas que tenía su jefe sobre la figura de Jack, respondiendo con las mismas respuestas sinceras que daba a cualquiera que le preguntaba:
- Las vendas son por las quemaduras.
- Las quemaduras vienen por culpa de la mansión en llamas que sin querer prendió.
- Su nombre era Jack Yoi, pero que usaba la letra F, de Fair, como segundo apellido.
- Y finalmente, respondió afirmativamente a la pregunta sobre la naturaleza. Quizás en el momento se viera un tanto filosófico, pues sus palabras fueron 'la naturaleza convive con el hombre, de manera que debemos de respetar a ésta y sus normas, de igual forma que lo hacemos con las normas que creamos'. Quizás dijo algo más, ¿pero para qué recordar algo tan poco importante como eso?
Ahora lo vital era la situación de delante de ambos, Jaya, una ciudad donde parecía que estaban a favor de la llegada de los Marines. Jack pensó que era buena oportunidad aprovechar esa situación, es más, no se cortó en añadir, si se le daba permiso, lo siguiente:
- Aunque la situación fuera una trampa, tenemos la oportunidad de introducirnos en Jaya y movernos por todo el recinto, no como aquí, en la mar, donde somos un claro objetivo. Creo que deberíamos aprovechar la oportunidad de ir a su interior.-
Cabe destacar también que, en el interrogatorio, Jack habló sobre su poder, la capacidad de ser un grifo, explicándole qué y qué no podía hacer a fin de que su superior tuviera en cuenta tal posibilidad para cualquier acción que quisiera ser tomada. Puede que tardase un poco, pero si la situación requería movilización por aire, podía contar con él.
Kodama era el nombre, si no estaba equivocado. No sabía mucho sobre él, aunque había oído a sus compañeros de que se trataba de una especie de árbol, o algo así, tampoco quiso interesarse mucho, por miedo a quedar fascinado cuando estuviera con él. Simplemente se dedicó a cumplir con sus obligaciones y, a la vez, responder las distintas dudas que tenía su jefe sobre la figura de Jack, respondiendo con las mismas respuestas sinceras que daba a cualquiera que le preguntaba:
- Las vendas son por las quemaduras.
- Las quemaduras vienen por culpa de la mansión en llamas que sin querer prendió.
- Su nombre era Jack Yoi, pero que usaba la letra F, de Fair, como segundo apellido.
- Y finalmente, respondió afirmativamente a la pregunta sobre la naturaleza. Quizás en el momento se viera un tanto filosófico, pues sus palabras fueron 'la naturaleza convive con el hombre, de manera que debemos de respetar a ésta y sus normas, de igual forma que lo hacemos con las normas que creamos'. Quizás dijo algo más, ¿pero para qué recordar algo tan poco importante como eso?
Ahora lo vital era la situación de delante de ambos, Jaya, una ciudad donde parecía que estaban a favor de la llegada de los Marines. Jack pensó que era buena oportunidad aprovechar esa situación, es más, no se cortó en añadir, si se le daba permiso, lo siguiente:
- Aunque la situación fuera una trampa, tenemos la oportunidad de introducirnos en Jaya y movernos por todo el recinto, no como aquí, en la mar, donde somos un claro objetivo. Creo que deberíamos aprovechar la oportunidad de ir a su interior.-
Cabe destacar también que, en el interrogatorio, Jack habló sobre su poder, la capacidad de ser un grifo, explicándole qué y qué no podía hacer a fin de que su superior tuviera en cuenta tal posibilidad para cualquier acción que quisiera ser tomada. Puede que tardase un poco, pero si la situación requería movilización por aire, podía contar con él.
- Disculpas:
- [Perdón por mi larga ausencia, ando teniendo problemas de tiempo por culpa de exámenes de la carrera. El 10 podría acabar y tendré más posibilidad de entrar y postear con regularidad.]
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Kodama asintió complacido cuando salieron las autoridades. Le sorprendía un poco que le conociesen, pero supuso que sería cosa de su nuevo puesto. Los humanos eran muy cotillas, y las noticias corrían como un río embravecido entre esos pequeños mamíferos. Estaba claro que aún quedaba cierta paz y orden en Jaya, lo cual era claramente gratificante. Sin duda la situación no era tan mala como se quería hacer ver desde el cuartel general. ¿Era posible que se hubiesen equivocado? Oh, por supuesto que sí. Los humanos siempre andaban cometiendo errores.
-Será todo un placer acompañaros, jóvenes -anunció, totalmente confiado en que el asunto se solucionaría rápidamente. Igual no hacía falta ni detener a nadie.
Tanto Cass como Jack insistieron en la posibilidad de que todo aquello fuese una trampa, pero Kodama desechó sus sospechas con un gesto de la mano. Ciertamente, esos dos polluelos carecían del refinado instinto de quien ha vivido más de un siglo. Si fuese una trampa, Kodama lo sabría.
En el puerto siete aguardaban su llegada con todo un festín. La multitud enfervorizada mostraba su apoyo a la Marina con entusiasmo, y las paredes lucían todo tipo de carteles y guirnaldas en apoyo a los hombres y mujeres de blanco y azul. La gente se mostraba abiertamente alegre y agradecida, y parecía totalmente relajada. Estaba claro que allí no había ningún problema. Seguro que el alcalde le explicaría que allí no tenían problema alguno, lo cual convertiría una engorrosa misión de arresto y combate en un viaje de placer.
Aparentemente, alguien iba a dar un discurso, así que Kodama subió al escenario pensando que sería él quien tendría que hablar. Cass le explicó que no era buena idea separarse y que él no tenía que decir nada, y luego le llevó a las hileras de bancos donde aguardaban los soldados de Kodama. El Roble no quiso sentarse, porque esa clase de postura le resultaba tremendamente antinatural, así que permaneció de pie, observando los alrededores.
-Escucha, chico -le dijo a Jack. Desde que había descubierto que tenía una habilidad que le permitía volar se le habían ocurrido muchos usos para ella. Aunque no parecía que fuese a hacer falta usar mucho sus poderes-. Quiero que vueles un poco por ahí para asegurarte de que los pocos delincuentes que quedan no se acercan a arruinar la fiesta. Si ves algún problema, avísame. Y no te metas en líos innecesarios.
-Será todo un placer acompañaros, jóvenes -anunció, totalmente confiado en que el asunto se solucionaría rápidamente. Igual no hacía falta ni detener a nadie.
Tanto Cass como Jack insistieron en la posibilidad de que todo aquello fuese una trampa, pero Kodama desechó sus sospechas con un gesto de la mano. Ciertamente, esos dos polluelos carecían del refinado instinto de quien ha vivido más de un siglo. Si fuese una trampa, Kodama lo sabría.
En el puerto siete aguardaban su llegada con todo un festín. La multitud enfervorizada mostraba su apoyo a la Marina con entusiasmo, y las paredes lucían todo tipo de carteles y guirnaldas en apoyo a los hombres y mujeres de blanco y azul. La gente se mostraba abiertamente alegre y agradecida, y parecía totalmente relajada. Estaba claro que allí no había ningún problema. Seguro que el alcalde le explicaría que allí no tenían problema alguno, lo cual convertiría una engorrosa misión de arresto y combate en un viaje de placer.
Aparentemente, alguien iba a dar un discurso, así que Kodama subió al escenario pensando que sería él quien tendría que hablar. Cass le explicó que no era buena idea separarse y que él no tenía que decir nada, y luego le llevó a las hileras de bancos donde aguardaban los soldados de Kodama. El Roble no quiso sentarse, porque esa clase de postura le resultaba tremendamente antinatural, así que permaneció de pie, observando los alrededores.
-Escucha, chico -le dijo a Jack. Desde que había descubierto que tenía una habilidad que le permitía volar se le habían ocurrido muchos usos para ella. Aunque no parecía que fuese a hacer falta usar mucho sus poderes-. Quiero que vueles un poco por ahí para asegurarte de que los pocos delincuentes que quedan no se acercan a arruinar la fiesta. Si ves algún problema, avísame. Y no te metas en líos innecesarios.
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Kodama observó como su subordinado emprendía el vuelo majestuosamente, y no puedo evitar sentirse embargado por una extraña y difusa sensación de que no volvería a verlo nunca. Abajo, en tierra firme, el banquete comenzó. Comida, bebida, música... todas esas cosas que a los humanos tanto les gustaban, y en cantidades industriales. Incluso él probó un poco de aquí y allá, pasando de plato en plato. No es que fuese un gourmet, pero encontraba fascinante la sensación de comida bajando por su sistema digestivo. O por lo que fuera; la anatomía de Kodama era un misterio incluso para él mismo.
Lo que sí le pareció raro fue que unos tipos arrastrasen un tonel de fertilizante por ahí. Eso era... pues eso, raro. El olor no era precisamente agradable para la gente que comía, y vio a más de uno de sus hombres dejar el plato en la mesa. El fertilizante, por supuesto, se lo ofrecieron a él, pero lo declinó amablemente, al igual que la parcela de tierra donde esperasen que se colocara. Era una conveniente casualidad que estuvieran tan preparados para agasajar a alguien como él, pero no tenía tiempo que perder. Él estaba allí para conocer al alcalde o al líder humano que allí gobernase, y concertar con él las medidas para expulsar de allí a los criminales. Y sabía que si se unía a la fiesta, estarían allí demasiado rato. Se conocía lo bastante como para saber que si se permitía relajarse y olvidar el objetivo de su misión, pasarían días antes de que volviese a estar concentrado en ella. Además, Cass le echaría la bronca.
-Estos mamíferos, siempre tan distraídos -murmuró para sí mismo. A veces pensaba en voz alta-. Aprovechan cualquier excusa para montar una fiesta. Creí que las cosas se celebraban después de hacerlas, no antes.
Incluso sus marines parecían demasiado relajados. Se dijo que no podía permitirlo. No quería ser un líder muy estricto, pero tenían un horario que cumplir. Así que subió al estrado y desde allí se dirigió a todos los presentes, llamando su atención estrellando dos botellas de cristal entre sí. Era así como se hacía, ¿no?
-Disculpadme, pero va siendo hora de ponernos en marcha -proclamó-. Dejaremos la fiesta para cuando hayamos limpiado este sitio de piratas y delincuentes. Así que voy a ponerme en marcha. Todos los marines deben formar y prepararse para cumplir sus cometidos. La limpieza de Jaya comienza ahora mismo.
Y dicho esto, extendió su mantra. Éste se vería amplificado por cualquier árbol que hubiese en trescientos metros a la redonda, de forma que podría hacerse una idea de si había alguien especialmente fuerte o peligroso por los alrededores. Sería un buen punto por donde empezar. Si no encontraba a nadie, pues se iría a recorrer la ciudad hasta encontrarlo.
Lo que sí le pareció raro fue que unos tipos arrastrasen un tonel de fertilizante por ahí. Eso era... pues eso, raro. El olor no era precisamente agradable para la gente que comía, y vio a más de uno de sus hombres dejar el plato en la mesa. El fertilizante, por supuesto, se lo ofrecieron a él, pero lo declinó amablemente, al igual que la parcela de tierra donde esperasen que se colocara. Era una conveniente casualidad que estuvieran tan preparados para agasajar a alguien como él, pero no tenía tiempo que perder. Él estaba allí para conocer al alcalde o al líder humano que allí gobernase, y concertar con él las medidas para expulsar de allí a los criminales. Y sabía que si se unía a la fiesta, estarían allí demasiado rato. Se conocía lo bastante como para saber que si se permitía relajarse y olvidar el objetivo de su misión, pasarían días antes de que volviese a estar concentrado en ella. Además, Cass le echaría la bronca.
-Estos mamíferos, siempre tan distraídos -murmuró para sí mismo. A veces pensaba en voz alta-. Aprovechan cualquier excusa para montar una fiesta. Creí que las cosas se celebraban después de hacerlas, no antes.
Incluso sus marines parecían demasiado relajados. Se dijo que no podía permitirlo. No quería ser un líder muy estricto, pero tenían un horario que cumplir. Así que subió al estrado y desde allí se dirigió a todos los presentes, llamando su atención estrellando dos botellas de cristal entre sí. Era así como se hacía, ¿no?
-Disculpadme, pero va siendo hora de ponernos en marcha -proclamó-. Dejaremos la fiesta para cuando hayamos limpiado este sitio de piratas y delincuentes. Así que voy a ponerme en marcha. Todos los marines deben formar y prepararse para cumplir sus cometidos. La limpieza de Jaya comienza ahora mismo.
Y dicho esto, extendió su mantra. Éste se vería amplificado por cualquier árbol que hubiese en trescientos metros a la redonda, de forma que podría hacerse una idea de si había alguien especialmente fuerte o peligroso por los alrededores. Sería un buen punto por donde empezar. Si no encontraba a nadie, pues se iría a recorrer la ciudad hasta encontrarlo.
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-Así que... una trampa. Ya veo -reflexionó Kodama en la repentina oscuridad-. Qué inconveniente.
El almirante se sentía un tanto decepcionado al ver que la fiesta en su honor no era más que un truco. Las amables y hospitalarias personas de Jaya no eran en absoluto buena gente, lo cual le desconcertaba. Si uno no podía fiarse de quien le daba de comer, ¿qué quedaba de bueno en el mundo? Ahora iba a tener que acabar con todos ellos, y eso era una descortesía tremenda. Era su invitado, al fin y al cabo. Así que, por si acaso, dedicó unos segundos a intentar imaginar una explicación alternativa a todo aquello. Hmm... no, no se le ocurría ninguna. Tendría que arrestarlos.
Una burbuja surgió de su corteza y lo elevó unos centímetros por encima del molesto herbicida. Le había quemado un poco las raíces, pero a cambio le había dado información. Podía afirmar con seguridad que esa gente estaba bien informada y organizada y que eran más que simples maleantes unidos por el alcohol o el saqueo. En fin, ese horrendo líquido asesino de plantas no era un problema, al menos en comparación con el peligro que representaba el gas para sus subordinados. Esa molesta manía de respirar de los humanos...
El almirante desenvainó su única espada, echando de menos la sensación familiar de empuñar dos armas. Tendría que hacerse con una nueva en algún momento. Le desconcertaba la cantidad de presencias que lo rodeaban por completo, incluso desde arriba. Era como si los piratas hubiesen formado una especie de cúpula a su alrededor. ¿Serían acróbatas? Se lo preguntaría una vez los tuviese esposados a todos.
Hizo flotar su pompa hasta la mesa más cercana y se apoyó en ella. Entones agitó su espada en todas direcciones, guiado por la tenue percepción que le concedía el mantra. Se su hoja nacieron multitud de diminutas ondas cortantes que adoptaban la forma de pájaros. No eran tantos como cuando podía utilizar sus dos espadas, pero tendría que valer. Haría caer a unos cuantos para así desbaratar la siguiente trampa que pudieran tener preparada. Un segundo después ya estaba haciendo surgir una gruesa rama de su brazo izquierdo, tan gruesa como una columna de mármol. Su corteza, dura como el buen acero, debería ser suficiente para hacer añicos una de las paredes de con uno o dos buenos golpes. Eso haría que se dispersase el gas y él podría sacar a sus subordinados de allí usando sus burbujas.
El almirante se sentía un tanto decepcionado al ver que la fiesta en su honor no era más que un truco. Las amables y hospitalarias personas de Jaya no eran en absoluto buena gente, lo cual le desconcertaba. Si uno no podía fiarse de quien le daba de comer, ¿qué quedaba de bueno en el mundo? Ahora iba a tener que acabar con todos ellos, y eso era una descortesía tremenda. Era su invitado, al fin y al cabo. Así que, por si acaso, dedicó unos segundos a intentar imaginar una explicación alternativa a todo aquello. Hmm... no, no se le ocurría ninguna. Tendría que arrestarlos.
Una burbuja surgió de su corteza y lo elevó unos centímetros por encima del molesto herbicida. Le había quemado un poco las raíces, pero a cambio le había dado información. Podía afirmar con seguridad que esa gente estaba bien informada y organizada y que eran más que simples maleantes unidos por el alcohol o el saqueo. En fin, ese horrendo líquido asesino de plantas no era un problema, al menos en comparación con el peligro que representaba el gas para sus subordinados. Esa molesta manía de respirar de los humanos...
El almirante desenvainó su única espada, echando de menos la sensación familiar de empuñar dos armas. Tendría que hacerse con una nueva en algún momento. Le desconcertaba la cantidad de presencias que lo rodeaban por completo, incluso desde arriba. Era como si los piratas hubiesen formado una especie de cúpula a su alrededor. ¿Serían acróbatas? Se lo preguntaría una vez los tuviese esposados a todos.
Hizo flotar su pompa hasta la mesa más cercana y se apoyó en ella. Entones agitó su espada en todas direcciones, guiado por la tenue percepción que le concedía el mantra. Se su hoja nacieron multitud de diminutas ondas cortantes que adoptaban la forma de pájaros. No eran tantos como cuando podía utilizar sus dos espadas, pero tendría que valer. Haría caer a unos cuantos para así desbaratar la siguiente trampa que pudieran tener preparada. Un segundo después ya estaba haciendo surgir una gruesa rama de su brazo izquierdo, tan gruesa como una columna de mármol. Su corteza, dura como el buen acero, debería ser suficiente para hacer añicos una de las paredes de con uno o dos buenos golpes. Eso haría que se dispersase el gas y él podría sacar a sus subordinados de allí usando sus burbujas.
- Usado:
- Ámbito Viento --> Pájaro cortante: Kodama hace girar sus espadas mientras extiende los brazos y lanza una serie de rápidas ondas de aire cortante con forma de pájaro.
Modalidad de haki armadura --> Madera de hierro Nivel III: Si se concentra, el haki de Kodama es un 75% más duro. Su corteza también se ha vuelto más resistente, siendo tan dura como el acero.
Roland von Klauswitz
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"Vale, eso es raro", se dijo. Por razones que se le escapaban, la pared no se rompía, sino que se ¿estiraba? ¿Acaso era eso posible? Teniendo en cuenta que él estaba vivo, su definición de lo que era posible resultaba de lo más laxa, pero las paredes de goma eran algo nuevo. El ingenio humano podía llegar a ser tan poderoso como irritante. Y encima estaba el fuego.
Si había algo peor que el herbicida, era el herbicida ardiendo. Aquello representaba el mayor y más cruel ímpetu de la humanidad en acabar con los de su especie. Es decir, ¿quién inventaba un producto tóxico con el que asesinar a las plantas? ¿Y si él hubiese creado un líquido venenoso para exterminar a las molestas ardillas? Sería un descanso, porque así dejarían de corretear por su tronco y de habitar entre sus ramas, pero también sería una crueldad innecesaria. Esperaba que ahora que por fin tenía rango e influencia pudiese cambiar ese tipo de cosas. Aunque fuese por las malas.
Kodama se imaginaba que el pestazo que emitía el veneno en llamas sería de lo más intenso, así que se alegraba de tener la posibilidad de no olerlo. Cubrió sus fosas nasales con la corteza de su tronco. El problema no era ya el olor, sino que sus subordinados eran aún más frágiles que él. El fuego y el humo tóxico los matarían en poco tiempo y eso no podía permitirlo. Decidió segregar jabón para intentar envolverlos a todos en burbujas y elevarlos un poco para que quedasen fuera del alcance del fuego mientras él buscaba una salida, pero no sabía cuánto resistirían.
En cualquier caso, no podía entretenerse. Estaba decidido a atravesar esa pared de una forma u otra, y ya que la fuerza bruta no resultaba, optaría por una opción más estilosa. Golpear paredes solo era la segunda mejor forma de derribarlas, sobre todo para un espadachín. Su afilado acero, sumado a su filo de kairoseki y a la destreza de Kodama, daría buena cuenta de un simple muro sin importar el aberrante y estrafalario material del que estuviese fabricado.
La hoja del almirante surcó el aire con un agudo silbido en dirección al punto exacto en el que había golpeado unos segundos atrás. Algún daño debería haber hecho, ¿verdad? Con suerte, sería la zona más vulnerable; en el peor de los casos, sería un lugar tan bueno como cualquier otro para abrir un agujero. Cortaría el muro con todas sus fuerzas, haciendo una abertura de varios metros a través de la que podría sacar a su gente de allí.
Luego empezaría la caza.
Si había algo peor que el herbicida, era el herbicida ardiendo. Aquello representaba el mayor y más cruel ímpetu de la humanidad en acabar con los de su especie. Es decir, ¿quién inventaba un producto tóxico con el que asesinar a las plantas? ¿Y si él hubiese creado un líquido venenoso para exterminar a las molestas ardillas? Sería un descanso, porque así dejarían de corretear por su tronco y de habitar entre sus ramas, pero también sería una crueldad innecesaria. Esperaba que ahora que por fin tenía rango e influencia pudiese cambiar ese tipo de cosas. Aunque fuese por las malas.
Kodama se imaginaba que el pestazo que emitía el veneno en llamas sería de lo más intenso, así que se alegraba de tener la posibilidad de no olerlo. Cubrió sus fosas nasales con la corteza de su tronco. El problema no era ya el olor, sino que sus subordinados eran aún más frágiles que él. El fuego y el humo tóxico los matarían en poco tiempo y eso no podía permitirlo. Decidió segregar jabón para intentar envolverlos a todos en burbujas y elevarlos un poco para que quedasen fuera del alcance del fuego mientras él buscaba una salida, pero no sabía cuánto resistirían.
En cualquier caso, no podía entretenerse. Estaba decidido a atravesar esa pared de una forma u otra, y ya que la fuerza bruta no resultaba, optaría por una opción más estilosa. Golpear paredes solo era la segunda mejor forma de derribarlas, sobre todo para un espadachín. Su afilado acero, sumado a su filo de kairoseki y a la destreza de Kodama, daría buena cuenta de un simple muro sin importar el aberrante y estrafalario material del que estuviese fabricado.
La hoja del almirante surcó el aire con un agudo silbido en dirección al punto exacto en el que había golpeado unos segundos atrás. Algún daño debería haber hecho, ¿verdad? Con suerte, sería la zona más vulnerable; en el peor de los casos, sería un lugar tan bueno como cualquier otro para abrir un agujero. Cortaría el muro con todas sus fuerzas, haciendo una abertura de varios metros a través de la que podría sacar a su gente de allí.
Luego empezaría la caza.
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