Privado Lance-Raviel "Ciencia de alto voltaje"

La ciudad, a esta hora, estaba bastante desocupada, para ser un día de entre semana. Tras bajar del barco, lo primero que me vino a la mente fue buscar un lugar dónde dormir, cosa que no me costó mucho, encontrando fácilmente un hotel en dónde hospedarme. Mis anteriores empresas no fueron lo que esperaba, pero esperaba que este encargo del gobierno fuera algo más fructífero.

"Se sabe que el profesor Zaulot, un gyojin de la universidad de Isla Gyojin, fue secuestrado y se encuentra entre algunos de los principales esclavos de subastas. No nos interesa tanto "ese pez", sino sus investigaciones sobre un "arma Gauss". Intenta averiguar lo que puedas sobre sus investigaciones. Un agente del CP no entendería esas cosas, por eso te hemos enviado" Decía la carta con la que, como siempre, me mandaban a otra misión.

-"Arma Gauss"- repetía para mí mismo, pensando en algo que pudiera parecércele. Sabía, por mis estudios, que se trataba de algo relacionado con la electricidad y el magnetismo, lo cual vendría bien para mis investigaciones. Después de todo, me ayudaría a conseguir un ascenso.

Como no contaba con más recursos, decidí ir a buscar a alguien que me ayudase con ese asunto y, ¿qué mejor lugar que una taberna? Pensaba sin prestar atención a mi entorno. Avancé por las calles oscuras, solitarias, cuando dos hombres armados aparecieron detrás de mí.

-Vaya, Bryan, parece que tenemos un mink para la subasta- dijo uno de los tipos. Ambos lucían sucios, con ropas de motociclistas y lentes negros.

-Cierto, Kevin. No prestes resistencia, cabrita- dijo el otro sujeto.

Yo, simplemente, metí mis manos en mi bata y tomé mis nudilleras. Sonreí de forma maliciosa y comencé a resplandecer.

Había conseguido trabajo, y parecía hecho a mi medida. No aportaba demasiada confianza que un señor de unos cincuenta años, calvo y bastante demacrado me pidiera que buscase a una mujer joven, o mejor dicho, niña. Tendría 17 o 18 años, para qué mentir. Pero no era el más apropiado para meterme en la vida de los demás y poner en duda sus creencias o deseos. Simplemente me debía limitar a completar el encargo, recibir mi dinero y volver a buscar a otro ''empleador''.

Nunca había estado en el Grove 1. Ejercía bastante respeto a toda aquella gente que quería evitar una muerte temprana o, por su defecto, heridas bastante serias. No había ningún ciudadano normal por allí. Simplemente, los criminales de todo tipo paseaban libremente por allí, como los reyes del mundo. Si tenían ganas, se peleaban con otra banda en mitad del islote, o secuestraban gente para poder cobrar una recompensa y sumar cifras al precio de su cabeza. Estaba bastante claro que, a mayor cantidad pagase la marine sobre tu cadáver, más respeto imponían en aquel lugar. Y yo, alguien que no era conocido ni dentro de Sabaody, era la diana en la que todos lanzaban burlas y amenazas. Iba con mi túnica habitual, negra y con ojos rojos en la parte baja. Cosa que, en conjunto a mi piel blanca, pelo y mi apariencia de niño, generaba un sentimiento de perturbación en aquellos que me miraban.

Intentando evitar peleas a toda costa, opté por pasear por aquellas calles de la ciudad que fueran menos transitadas. Callejones, para ser más concretos. Y no fue la mejor idea que tuve aquel día, pero tampoco la peor. Claro que había cobardes a la espera en aquellos lugares, buscando emboscarte y robarte todo aquello que trajeras en el acto. Pero eran solo eso: cobardes. Nadie fuerte. Ni siquiera tenía que pelear contra ellos, la fruta hacía todo su trabajo sola. En una de aquellas callejuelas me encontré a una especie de cabra humanoide, o lo que hacía poco me había enterado que se llamaban minks. Estaba siendo amenazado por un par de bandidos de poca monta y estaba clara la razón, ya que eran uno de los productos estrella en las subastas. No quería tener más trabajo a la hora de buscar a la chica entre todos los presos, así que, simplemente, traté de ahorrarme tiempo. Como aquel persona que pasea por su casa, pasé entre ambos y, en ese preciso instante, coloqué una de las manos en la nuca de aquel que me quedaba más cerca y solté una descarga. No era muy poderosa, pero lo suficiente para entumecerle el cuerpo durante media hora más o menos. Debía mantener fuerzas por si sucedía algún inconveniente durante el trabajo, al fin y al cabo. Así, sin pararme a ayudar a nadie o a decir ninguna palabra, seguí caminando, tapándome la cara aún más con la capucha de la túnica y dejando al flequillo hacer su trabajo.

Iba a llegar pronto a la subasta, y no tardaría mucho hasta que comenzase. Aumentando un poco la velocidad, en menos de cinco minutos ya estaba en el edificio, bajando unas escaleras y sentándome en uno de los asientos que estaba más alejado del resto de participantes. No tenía ganas de tener hablar con nadie de esa calaña.

En ese preciso momento, una persona encapuchada pasó entre los asaltantes y yo, y con un simple movimiento de su mano, dio una potente descarga eléctrica a uno de esos sujetos, haciéndolo caer en el acto.

-¿Pero que cojones?- gruñó el otro sujeto que, aunque trataba de lucir agresivo, mostró un temor genuino en su mirada.

Rápidamente, tomé al otro asaltante del cuello y, con mi electro, le dí la descarga más fuerte que pude, al mismo tiempo que con mi luz lunar, provoqué una intensa vibración en su tráquea, rompiendo sus vasos sanguíneos. Dejé caer al asaltante al suelo, en donde, entre convulsiones, se asfixiaría.

-¿Quién era ese sujeto?- me cuestioné, sin embargo, aquel sujeto ya se había ido. Como fuera, tenía que continuar con mi misión. Seguí avanzando por esas calles oscuras, procurando no llamar demasiado la atención, hasta que llegué a la que, según decía la inteligencia de la marina, era la casa de subastas donde el científico gyojin iba a ser vendido.

"¿Rescatarlo de la subasta?" Para nada. Si estaba en precio, posiblemente lo compraría, pero más que eso, posiblemente lo robaría de sus nuevos "dueños". De cualquier modo, necesitaba el paradero de su laboratorio.

Entré a la casa de subastas y me senté en la parte trasera, en lo más alejado y oscuro de las gradas, en las cuales había muy poca gente. O bien, era aún temprano para las subastas, o había poca afluencia de compradores. Como fuera, puse una mirada seria con una sonrisa siniestra tenuemente dibujada, mientras observaba hacia todos lados.

Quizás me toparía con esos molestos tenryubitos, o incluso con gente de la nobleza. Hacerme pasar por alguien importante y ofrecer dinero no me caería mal, sobre todo para mezclarme y aparentar, así como para conocer mejor a quienes nos rodeaban. Seguía cuestionando la decisión de la marina al enviar a un científico, pero eso no era importante ahora.

Formando poco a poco un mapa móvil y complejo del salón, miraba a la entrada e iba examinando y contando a la gente que entraba. Si tenía que huir por alguna razón, preferiría hacerlo siguiendo alguna ruta en la que evitase algún malnacido con fuerza, capaz de frenarme. Era bien sabido que esta subasta era uno de los mayores entretenimientos de los Dragones Celestiales, y quizás intervenir en esta preciosa ''ceremonia'' me pudiese costar algún enfado por parte suya. Debía huir sin que me vieran o, al menos, reconocieran. Contra todo pronóstico, mi sangre comenzó a hervir al ver como el mink al que había ayudado hace un momento se sentaba en una de las butacas cercanas. ''¿¡A qué coño ha venido aquí!? ¿¡Es su sueño ser un esclavo o es que está mal de la cabeza y ya!?'' era todo lo que rondaba por mi cabeza. Puede que fuese poco empático, pero tampoco me sabía bien que alguien desperdiciase su vida de tal manera.

Sin realizar la acción más inteligente ni sigilosa, me levanté del asiento y salí un momento del lugar. Respirando aire fresco, traté de calmarme por completo. Con que algo me disturbase, no iba a ser capaz de realizar el plan sin ninguna traba. No estaba dispuesto a morir a manos de algún Almirante, tampoco  a convertirme en esclavo. Andando, me acerqué a uno de los laterales del gran edificio y escuché voces tenues. Siguiendo la pared, llegué a la parte trasera y vi a un hombre de unos treinta años sujetando a dos mujeres del pelo, ambas portando una capa y un collar de esclavo. Sin pensarlo demasiado, corrí hacia aquel señor y le cogí del cuello, sin lograr levantarlo pero sí pudiendo hacer contacto físico. Lancé otra descarga como la anterior, pero prolongada en el tiempo, lo que causó que perdiese el conocimiento y sufriese ciertos daños internos. Había tenido suerte de que fuese un debilucho, he de decir. Las muchachas gritaron, tanto de miedo por el sobresalto como de alegría, pero nada les prometía que les fuese a quitar el collar. Solo quería su capa para aquel mink, nada más. Y entonces vi las cicatrices que cubrían cierta parte de su espalda. Había pasado por algo parecido con las marcas de mi tripa, y me sentía obligado a ayudar. Tocando ambos collares y con un poco de cuidado, solté una descarga de baja intensidad para localizar el mecanismo y luego otra más potente para accionarlo de la manera correcta, causando su apertura. Ambas corrieron como pudieron. Nada prometía que escapasen, pero eso ya no era mi trabajo.

Entre nuevamente por la puerta y, de una manera dimisulada, le lancé la capa por medio de la oscuridad a aquella cabra, esperando que entendiese la intención y se la pusiese. Me volví a sentar en el mismo sillón y, con atención, volví a formar el mapa mental que tenía. Entonces empezó la función, y un señor con aspecto bastante elegante salió al escenario con una sonrisa de oreja a oreja. Ahora solo hacía falta esperar a que saliese algún esclavo interesante y la atención de todo el lugar se centrase en él para poder yo escabullirme sin problemas.

Una prenda cayó encima de mí por alguna razón. Volteé hacia los lados, pero no vi nadie. Posiblemente hubiera caído del techo, o alguien se la quitó y arrojó. Como fuera, la olfateé y dejé a un lado. No entendía para que serviría. Sin embargo, cuando una pareja pasó cerca de mí y me vieron, se susurraron algo y me miraron como si fuera un bicho raro.

Tomé la prenda y me cubrí la cabeza. Dejé en todo momento mis manos dentro de mi bata, y mi cabeza cubierta por la capucha, pero dejando el pecho descubierto, para que se viera en la bata que pertenecía a una agencia del gobierno. El lugar estaba bastante oscuro y era probable que nadie me viera.

"¿Quién habrá sido quien me dio esto?" Pensaba. Ahora entendía la utilidad de esta prenda. En breves, comenzó la apertura de la subasta. Ahora había mucho más público que hace unos momentos y, un hombre elegante al frente de todos, comenzó a dirigir la subasta de esclavos.

Primero comenzaron vendiendo un okama de cabeza enorme, ojos rojos y ropajes femeninos. Nada que me interesara. Quizás, si se armaba mucho alboroto, podría aprovechar para escabullirme y buscar al científico gyojin. Aunque resultaba una idea peligrosa, sonaba mejor que arrebatarle el esclavo a un tenryubito.

Así pasaron un par de sirenas, algunas mujeres humanas con poca ropa, un gigante de Elbaf y, pasó justo lo que esperaba. Se oscurecieron las luces, de por sí tenues, para centrarse en una hermosa mujer gigante de larga cabellera roja. Decían que era una guerra de Elbaf y, posible usuaria de una fruta. Comenzó un gran alboroto. Todos comenzaron a gritar. Algunos criminales y mafiosos comenzaron a amenazarse, los tenryubitos se gritaban entre sí y, los más calmados, simplemente gritaban desde sus lugares alguna suma exorbitante.

-!Señores, con calma... con calma!- gritó aquel hombre elegante, haciendo que la mayoría de los guardias se pusieran cerca de la multitud, por si resultaba esto en algún problema.

"Es el momento" Dije mientras me levantaba de mi lugar, encapuchado y con las manos dentro de las bolsas de la bata, con la vista hacia abajo. Me dirigiría hacia la parte trasera del edificio, similar a una carpa, en donde se oían gritos de algunos esclavistas y los lloriqueos de los esclavos.

-!Hey!- me dijo un hombre robusto de larga barba rubia- !que haces en esta sección!

Podría haberlo atacado, pero decidí pensar.

-Compra directa. Sin subastas... sólo lo mejor- le dije, sin levantar la mirada.

Aquel hombre se quedó sin saber que hacer, por unos segundos, pero luego sacudió la cabeza.

-Todo se subasta, nada se vende por privado- dijo el enorme hombre.

-¿Ni siquiera a él?- dije, señalando hacia detrás de aquél hombre que, en cuanto volteó, le dí un fuerte dedazo en la nuca, con mi dedo cargado con mi electro y mi fuerza lunar. Aquel hombre cayó fulminado, pero antes de tocar el suelo, lo sostuve y metí dentro de un barril vacío que había cerca.

Seguí avanzando, con la mirada al suelo y las manos ocultas, hasta llegar a la parte trasera de la carpa. Sólo me faltaba esperar el momento preciso. Algo que diera una oportunidad de salir bien librado.

Esclavo tras esclavo, fueron pasando una serie de personas que terminaron sin pena ni gloria siendo vendidos a distintos nobles mundiales. Al menos, no les esperaba una vida tan mala como a los que compraban los Tenryuubitos, ya que estos optaban por torturarlos y matarlos de las formas que quisieran y así divertirse. Las cifras y el dinero volaban de aquí hacia allá, sumando miles y millones por segundo. Cuando vieron a un par de sirenas salir, no pudieron evitar comenzar una guerra de pujas y alcanzar los 100 millones, cifra que ojalá tuviera yo en mi cartera. Pero no era el momento de centrarme en el dinero. Tenía un trabajo que hacer y se me escapaba el tiempo.

Sin más espera, me levanté poco a poco del asiento y, aprovechando las sombras que generaban la intensa luz de los focos, me moví en la oscuridad hasta llegar a la zona trasera del teatro. Un gorila tapaba la entrada, perfecto. Ante todo, no quería montar ninguna escena que pudiera llamar la atención de los compradores que se agrupaban en el salón, y quizás dejar a un hombre tirado en el suelo podía causar esto mismo. Me quité la túnica que llevaba, dejando ver un traje negro que bien podía costar más de dos y tres millones y que había robado hacía escasos días. Iba de perlas para poder chantajear y convencer a la gente. Con toda la seriedad que podía mantener, la cual no era poca, me planté frente al señor.

- Con permiso. - La voz levemente aguda que tenía no encajaba con la imagen que quería dar.

- Eh, eh, chico. Esto es el salón de esclavos y amos, aquí no puedes entrar. - Me estaba tratando como si fuera su sobrino de 13 años, con un tono algo cariñoso.

- He traído a dos esclavos a esta subasta y me gustaría verlos, ya que tenemos preparado un espectáculo que hará la boca agua a los espectadores. - Me coloqué la corbata que conjuntaba al traje para aportar tensión al asunto. - Así que, ahora sí, con permiso. - Terminé tajantemente la conversación y, el hombre, confuso, se apartó para dejarme pasar.

Una vez dentro, me coloqué la túnica nuevamente. No quería que nadie viera mi cara, puesto que eso significaba que no había realizado mi trabajo a la perfección y eso podía traerme problemas. Pasando el dedo por las rejas de cada celda, tardé un rato en poder cruzar de un extremo a otro la sala. Era gigantesca, y con razón, debían de meter a gigantes, tritones, sirenas, etc. Y todo en la misma sala. Me quedé con las caras de todos ellos, pero tampoco me iba a servir de mucho. No era una monjita ayudando a los más necesitados, era un mercenario ilegal ganándose el dinero. Y aquello estaba lleno de mujeres que cumplían todas y cada una de las peticiones del contratador, pero dudo que pudiera llevarle una cualquiera y que se contentase. Intentando eliminar posibilidades, fui una por una preguntando si conocían a un señor como el que me había pedido que las salvase, y la respuesta en todas era positiva. Todas querían que las sacasen de allí, eso era indudable.

Las subastas seguían agresivas. Los nobles se gritoneaban y los mafiosos se seguían amenazando. Todo por una guerrera de Elbaf y por un par de sirenas. Gracias a ello, me había podido infiltrar en la sección de los esclavos, ya que la mayoría de los guardias se encontraban donde la conmoción.

-Hey, muchacho- dijo uno de los encargados del edificio al verme- ¿eres el que viene a revisar la seguridad? Estas malditas celdas, el mismo botón abre varias y es un caos sacar a los tontattas.

Sin embargo, al verme mejor, encapuchado y con la insignia del gobierno, se quedó callado. Antes de que dijera otra cosa, le gané la palabra.

-Vengo de parte del cuartel de la marina. Estoy en busca de buenos esclavos, pagaremos bien. Sin subastas, sólo compra directa- dije con calma. Aquel hombre estaba indeciso. No pudo decir nada, tanto que se tuvo que acercar quien, para mí, era el esclavista en jefe de aquella escoria.

-Así que, ¿compra directa?- preguntó aquel hombre, buscándome la cara- algunos nobles lo han hecho, pero, ¿el gobierno?

-Busco especímenes sin historial. Gente por la que nadie preguntaría, para nuestras investigaciones- le contesté. No estaba mintiendo del todo, pero me estaba echando un farol enorme.

-¿Para que investigaciones?- me cuestionó aquel hombre.

-Eso no lo puedo decir a civiles, ¿me van a vender algo o me tengo que ir a la subasta del edificio sur?- les contesté con voz seria.

-Espere, no hay que precipitarse. Shorahama le guiará- dijo el esclavista, señalando al hombre con el que había hablado previamente, quien me pidió que le siguiera. Nada más entrar, pude notar a los esclavos gritando.

Sin embargo, al entrar, pude ver a otro "comprador". Era el encapuchado que me había ayudado en el callejón. Se me hizo extraño. Parecía estar revisando los rostros de las esclavas. Quizás buscaba alguna señorita de compañía, todo bien mientras no se llevase al Dr. Zaulot.

Shorohama me fue guiando entre los esclavos, mientras simplemente observaba uno tras otro. No decía palabra alguna, sólo me dedicaba a detenerme unos segundos a observar y hacer como que los analizaba.

-Podría ser... pero, decidiré tras ver todos- decía mientras veía a uno y a otro. Sin embargo, en un momento llegamos hasta la jaula de los gyojines, en donde había uno, de edad avanzada, que se veía muy similar a lo que estaba buscando. Me detuve y me quedé observando.

-Umm... "Zaulot" me dijo que necesitaba uno- dije, haciendo énfasis en ese nombre, haciendo que, efectivamente, aquel gyojin viejo levantase la mirada con sorpresa.

-Puede ser... quiero los precios de cada gyojin- dije con voz severa.

-Un millón, más un extra del cincuenta por ciento por ser compra directa- dijo Shorohama. Sin embargo, no podía dejar de mirar al muchacho que había visto previamente. No estaba muy involucrado en conducta humana, pero me parecía que algo tramaba.

-Ese de allá está ya muy viejo, pronto estará siempre enfermo. Si me llevo otra cosa, quiero un descuento por ese- dije, señalando a Zaulot.

Sin embargo, cuando apenas estaba llamando a su jefe para que fuera el quien negociara conmigo, entró uno de los guardias agitado.

-!Señor, las cosas se salieron de control!- gritó el guardia.

-¿De qué me estás hablando?- dijo el jefe con furia.

-!Uno de los "pujantes" ha herido a otro, provocando una pelea!-dijo el guardia.

-Maldita sea, ¿porqué justo hoy, cuando hemos traído a la mejor mercancía?- gruñó el jefe esclavista, llevándose consigo a varios de los de por sí pocos guardias de esa sección.

-Señor, tendrá que retirarse- dijo Shorohama, tomándome por el brazo. En ese momento, sonreí de forma siniestra y dejé ver mi rostro, clavándole la mirada.

-¿Irme? Al contrario. Las cosas acaban de mejorar- dije con voz burlona. Si iba a hacer algo, lo iba a hacer en ese momento.

Al final, decidí elegirlo a suertes. No iba a conseguir más información por mucho que tratase de buscar pistas y ayudarme con lo que dijeran aquellas chicas, así que la única opción era darle el mando al azar y que el decidiera. Entre todas, simplemente escogí a aquella que me decía mi instinto, esperando que no fallase en el trabajo. Al final de todo esto, quería conseguir mi pago. No estaba arriesgando mi pellejo para que se despreciara el resultado. Con toda la convicción que podía reunir aún con la duda rondando por mi mente, me acerqué a la elegida y me apoyé en la pared, esperando a que la gente se disipase y pudiese llevar a cabo la operación sin demasiados testigos.

Mientras miraba a los amos y esclavos que por allí rondaban, me di cuenta de que alguien que llevaba la capa que tiempo atrás había conseguido y dado al mink. ''¿¡Qué coño hace este ahora!?'' pensé para mí mismo. Ahora, sí que sí, había decidido que lo salvaría, hasta que escuché parte de la conversación. Era otro ser podrido que venía a comprar esclavos y, por la forma en la que hablaba, seguramente fueran para pruebas militares o científicas. Una persona sin registros ni familia es la mejor víctima para no dejar pruebas, al fin y al cabo. Y yo sabía de primera mano que la marine no era una organización tan resplandeciente y pura como aparentaba a ojos del mundo. Solamente imponían su poder como cualquier otra institución, nada más que se colocaban del otro lado de la balanza y se presentaban como los ''buenos'' de la película.

De un momento para otro, entró un chico casi gritando, dando unas noticias que podían ser muy malas para mí. Un escalofrío me recorrió toda la espalda cuando pensé en que viniese la marine a zanjar el problema, ya que en el salón principal había varios Tenryuubitos. A pesar de que estuviésemos en la zona sin ley, aquellos ''Dragones Celestiales'' tenían el poder para invocar a las fuerzas de la ley en todo su esplendor donde quisieran. Y cuando creía que ya tenía un problema, surgió otro. Otro chico, de la misma edad que el primero, entró a la carrera y muy nervioso, gritando.

-¡Señor, señor! ¡Más problemas! ¡Hemos encontrado al guardia inconsciente! - Yo había pasado limpiamente, así que debía haber sido aquel cabrito u otra persona que todavía no conocía, y eso me preocupaba. - ¡Y-Y, además..., han llamado a la marina! ¡Viene un vicealmirante de camino, y como vea todo esto, nos cierra el chiringuito! -

Todo el plan se estaba desmoronando a pasos agigantados. Todo por culpa de coincidencias y problemas ajenos, y eso me enfadaba. Como a cualquier otra persona, me gustaba que los planes salieran bien y este no lo estaba haciendo. Solo me quedaba entrar a la acción antes de que los problemas se agravasen y desear que no sucediese nada más. Me moví sutilmente hacia el botón que abría una de las decenas de puertas que había allí y, con la mano tras la espalda, lo toqué sin llegar a accionarlo. Esperé a un momento en el que pasase desapercibido y lancé una descarga bastante sonora hacia el metal, que llegó a la caja de cambios y accionó todos los comandos repentinamente. Todas aquellas celdas se habían abierto de golpe, y los esclavos salían a la carrera como podían, entre ellos gigantes y tritones. Era un caos. Todos llevaban un collar, por lo que no era una libertad real, pero sí una artificial que ellos valoraban en ese momento. Con la mano derecha, bajé la parte superior de la túnica de forma que me tapase la cara. Atravesando la jaula en forma etérea y tomando de la mano a la chica, me acerqué a la pared exterior del lugar y puse la mano libre, la cual era la derecha, en el tabique que me separaba de la salida. Esperaba conseguir un momento de tranquilidad, puesto que, tras las últimas palabras del mink, supuse que iba a causar algún escándalo. Cerré los ojos para concentrarme y, aunque no había practicado demasiado, traté de manipular la electricidad cercana para condensarla en el mismo punto y que no se propagase por todo el material. Con varias descargas potentes, las concentré en el mismo punto y causó que la pared se comenzara a derretir, dejando una puerta que se iba expandiendo poco a poco y terminó por dar una del tamaño adecuado para que pasásemos la señorita y yo.

- ¡Vamos! - Le dije a la chica, esperando darle prisa para que me siguiese. Si alguien me intentaba perseguir, ya me encargaría de él más tarde, fuera, donde no pudiera encontrarme cara a cara contra el Vicealmirante que tanto temía.

Las cosas no podían ir a mejor. Con la descarga más fuerte que pude, dejé inconsciente a Shorohama. Pero, cuando comenzaba a buscar en su ropa la llave para los collares, las jaulas se abrieron de golpe, dejando en libertad a los esclavos, generando una estampida humana. Como pude, me escabullí entre la marea humana, tacleando a Zaulot.

-¿A donde piensas ir con ese collar puesto?- le grité- si te calmas, te lo quitaré. Te diste cuenta de que venía a por tí, así que cálmate.

Cuando conseguí que, finalmente, aquel gyojin dejase de luchar, se puso de pie y fue conmigo. Sin embargo, la noticia de que vendría un vicealmirante podría venir para bien. Ya la mayoría de pujadores se debían haber ido, por lo que podría salir sin muchos problemas. Sin embargo, podría aprovechar para salirme con "una recompensa extra".

Tomé a Zaulot y ambos salimos del lugar, directo hacia la explanada de las subastas. Las cosas no podían salir mejor, ya que en ese momento, vi a la enorme mujer pelirroja que estaban subastando de rodillas, con la mirada al suelo. La conmoción reinaba en el lugar.

¿Porque las cosas no podían salir mejor? Porque ese sería mi "premio extra".

-Si quieres ganar tu libertad, ven con nosotros- le dije a la enorme guerrera.

-¿Que te hace pensar que iré contigo?- gruñó la chica.

-Veamos. Regresar a Elbaf un día, el no ser asesinada y humillada y, sobre todo, ser libre. Sólo eso te ofrezco- le dije a la guerrera. Tras pensarlo unos segundos, nos puso en sus hombros, pero en ese momento, entraron los marinos y, detrás de ellos, la enorme figura de un vicealmirante.

-Vaya que son rápidos- exclamé.

-¿Quién es el responsable del ataque al tenryubito?- cuestionó el vicealmirante- me han dicho que fue alguien con capucha.

En ese momento, se acercó a la gigante y sacó su espada. Antes de cualquier cosa, bajé y dejé ver mi rostro, la insignia del gobierno mundial y la carta con la orden.

-Vine por Zaulot y esta guerrera ayudó en el caso- le dije al marino.

-Bien, pero aún necesito a ese "encapuchado"- dijo el vicealmirante.

-Vi a alguien así, también viendo a los esclavos. Podría ser ese a quien busca- le contesté.

-Haz tu trabajo !Tú! Quitales el collar- gritó el vicealmirante al organizador de las subastas, quien no tardó en hacerlo. No quería desobedecer a alguien de su rango.

-Todos los demás marinos, busquen pistas. Tú, científico, lleva a Zaulot a un lugar seguro, y con tu "nueva amiga", busquen a ese infeliz- dijo el marino, antes de retirarse a seguir con su labor.

-Bueno, creo que ahora nos queda trabajar- le dije a ambos, sonriendo de forma amigable.

Extrañamente, cuando me dio por mirar hacia atrás no vi a nadie seguirnos. Ni marines, ni subastadores, ni nadie que intuyera peligroso. Solo varias decenas de esclavos que buscaban la libertad como bien podían, aún con el collar en el cuello y temiendo por su vida. Podían hacerles explotar de un momento para otro, pero preferían eso a terminar viviendo como lo iban a hacer, a los pies de algún pez gordo cruel y egoísta. Bendiciendo la única pizca de suerte que me había acompañado en lo que llevaba de día, aproveché el momento y traté de correr más rápido aún, instando a la mujer a hacer lo mismo. Aquella tropa de marines llegarían en cualquier momento y yo no iba a ser el tonto que estuviera allí para recibirlos. No tenía ninguna recompensa sobre mi cabeza, pero liberar a todos aquellos esclavos podía ser considerado un crimen contra los Tenryuubitos, no lo sé bien.

Pudimos atravesar cinco o seis Groves hasta que la mujer que me acompañaba empezó a desfallecer. Mucho tiempo llevábamos corriendo, y ya me parecía extraño haber pasado de los dos islotes de distancia sin que pasara. Habíamos tenido suerte y mi sentido de la orientación había dado sus frutos por una vez. Desde aquel Grove habíamos llegado hasta el 70, donde podíamos encontrar los hoteles y muchos otros establecimientos parecidos. Allí no estaba mi contratante, pero sí que podía invitar a la mujer a que comiese y desactivar su collar con más tranquilidad. Al fin y al cabo, las prisas podían llevar a algún descuido y, por crudo que suene, la muerte de la mujer. Instantánea. Y quizás la pérdida de algún dedo por mi parte. La pólvora que llevaba el mecanismo no era ningún juego.

Una vez nos hubimos relajado un poco y pudimos encontrar un barrio con restaurantes, decidí quitarle el collar. La gente a nuestro alrededor nos miraba con cara de pocos amigos, al fin y al cabo, a ojos del mundo, yo era el amo de aquella mujer. Sin espera, lo desactivé y escondí en unos setos, y entré a uno de aquellos establecimientos. Justo antes de entrar, me quité la túnica y la coloqué sobre la percha de pie de la entrada de manera casi inmaculada, dejándome con un vestuario digno del mejor hotel de cinco estrellas. Ya sentados, le dejé pedir a ella lo que quisiera, pues el pago lo iba a cubrir sin problemas, y decidí tomar simplemente una bebida.

-Ya has visto que no soy ninguna mala persona, ¿verdad?- les dije a ambos, mientras les veía con una ligera sonrisa. Aunque Zaulot aún no confiaba en mí, ya que, después de todo, era alguien del gobierno, no tenía más alternativa que cooperar.

-Uno de los marinos habló sobre el sujeto que dicen, uno encapuchado, yendo hacia la zona residencial- dijo la giganta guerrera, quién se identificó conmigo como Nicola. Tampoco confiaba en mí del todo, pero mostraba cierta gratitud detrás de su comportamiento, el cual era algo áspero. No me detendría aún en llevar al gyojin a un lugar seguro, primero encontraría al sujeto que buscaban. Más que entregarlo, cosa que realmente no me importaba, era hacerle varias preguntas.

Quizás, en Sabaody, una gigante, un gyojin y un mink no eran lo más normal, ni el grupo más seguro, pero gracias a la presencia de los marinos, nadie intentaba hacer algo al respecto.

-Así que, doctor Zaulot, ¿podría hablarme sobre el proyecto Gauss?- cuestioné al gyojin.

-Bah, sabía que era por eso. Mi vida no le importaba realmente al gobierno- contestó el gyojin.

-Vamos, que te hemos salvado. Un CP te hubiera sacado la información y dejado morir. Puedes hablarme al respecto.

-Tienes algo de razón. Te contaré un poco, ya que en cuanto te diga todo, me dejarás botado- contestó Zaulot- bien. Hablamos de un cañón de riel. Una forma de utilizar energía eléctrica, para generar un impulso magnético, tan potente que arroje lejos un proyectil.

-¿Como?- cuestioné.

Pero antes de que acabara de preguntar, pude divisar a un sujeto encapuchado a la lejanía, cerca de un restaurante, muy similar al que había visto. Lo que más llamaba su atención era que, junto a él, yacía una mujer hermosa, con un collar de esclavo en su cuello. No me importaba si era suya o no, pero lo que sabía era que no la había obtenido de forma "oficial". Eso significaba que, o la mujer moriría de un momento a otro, o los atraparían con ese colla, que seguramente tendría un rastreador.

-Zaulot, ven conmigo. Nicola, puedes esperar afuera de ese lugar. Necesito hablar con alguien- dije con tono serio, señalando el restaurante. Una vez en el lugar, me senté tranquilamente delante de ambos, viendo hacia abajo, cubriendo mi rostro con la capucha. Junté mis manos y las recargué sobre la mesa.

No se cuanto tiempo tardamos en llegar, pero para entonces, la chica ya no tenía el collar. Menos cosas para chantajear. Tampoco tenía su capucha, pero el estar junto a esa mujer, me hacía suponer que era él quien me había ayudado.

-Vaya, si nos volvemos a ver. Verás, necesito algunas respuestas y, te están buscando los marines por alguna razón. Así como los esclavistas. Veo que tu chica está en aprietos, ¿que dices?- dije con voz tranquila pero con porte firme- también, déjame agradecerte por algo- dije señalando la capucha.

Antes de que llegara el plato, llegó otro cliente al restaurante. Claro que no éramos los únicos, pero los clientes totales no eran más de media decena. No estaba muy frecuentado, y eso me gustaba. Lo curioso era que aquella pareja que había entrado destacaba desde antes de cruzar la puerta y no era por un detalle, sino por algo bastante fácil de notar. La piel azul de uno de los dos. Era un gyojin, de ello no había duda alguna, y no se acostumbraba a verlos muy a menudo. Por la facilidad que tenían de caer presos y el hecho de sufrir a diario insultos y amenazas, no aparecían a menudo en público.  Y bueno, esto otro que voy a decir es un detalle nimio, pero su acompañanete llevaba las manos cubiertas de un pelo muy grueso. No era humano tampoco. Y, para qué mentirme, era el mismo mink con capa al que hasta hace un rato estaba ayudando.

Pasaron unos minutos hasta que la comida de la muchacha llegó a la mesa, y segundos después se levantó el mink y se acercó a nosotros dos. La vida me había enseñado a fiarme pero, por otra parte, no quería causar un desastre con la cara al descubierto y testigos de por medio. Además, la mujer estaba cansada y en medio de la comida, así que no era el mejor momento. Haciendo un esfuerzo, me tranquilicé y esperé a que él hiciese el primer movimiento, y reaccionar de una forma acorde. Lo mismo solo quería agradecerme el detalle de antes y nada más, pero el miedo nos hacía más fuertes y yo creo en esto como en mi vida.

Por desgracia, solo venía como un burocrático de la marine a pedir información del desastre que había causado en la subasta y eso no era buena señal. Significaba que me habían visto hacerlo, y puede que la túnica en el perchero me terminase de delatar si me hiciese el inocente. Simplemente opté por seguir el juego que tenía entre manos. Al menos, las malas noticias venían acompañadas de una buena, y es que al menos sentía agradecimiento. Espero que eso le hiciese pensar dos veces sus decisiones antes de llevarlas a cabo, pues no me quería ver en el calabozo por un trabajo como este. No valía la pena por el pago.

- Ajá. - Asentí con la cabeza y lo miré a los ojos fijamente. - Salgamos a la calle mejor. - Separando la silla de la mesa y dejando al camarero con el plato en la mano, me levanté de la silla y tomé la túnica, la cual me puse al momento, tapando mi cara completamente. - Ahora vuelvo, ¿vale? No te muevas. - Atravesé la puerta y, una vez en la calle, caminé hasta el otro lado del camino y me senté en unos escalones de un banco. - Espero que no hayas venido a chantajearme.

Todo esto me lo había ganado yo solito al ayudarle.

Sonreí de forma genuina, quitándome la capucha de la cabeza.

-Para nada. No tengo interés en lo que la marina quiere, de hecho, es poco probable que den contigo. Verás, tengo cierto interés en tu "habilidad"- le dije- me has ayudado. Verás, tengo que sacar a este hombre de aquí, y tú necesitas salir de este hormiguero de marinos, ¿porque no cooperamos mientras hablamos?

Trataba de ser diplomático y, de cierto modo, era verdad que no me importaba lo que la marina hiciera. Avancé lentamente hacia una banca.

-Será mejor que te quites la capucha, estarán buscando a alguien con ella. Respecto a lo demás, alguien entre los esclavistas cree que ocasionaste todo el alboroto y, para mala suerte, está con la marina- dije mientras veía sin ver, con la mirada al cielo- por otro lado, ¿esa habilidad tuya es producto de una fruta del diablo, o es que acaso conoces el "electro"? En todo caso, este amigo mío, ya sabes, el que huele a pez, podría sernos de gran ayuda.

Antes de entregar al científico, y sus experimentos, a la marina, vería la forma de sacarle algo de provecho para mí y mis investigaciones. Así mismo, esta nueva persona podría serme de utilidad.

-La ayuda nunca sobra. No voy a quitarte tu tiempo, piénsalo- le dije, viéndolo a los ojos, sin expresión alguna en mi rostro. Pronto, se acercó Nicola, la guerrera gigante, a nosotros.

-Raviel, vienen marinos a esta dirección- dijo la giganta.

-Se nos acaba el tiempo. Conozco una vieja bodega de la marina abandonada. Allí podremos esconderlos un tiempo- dije, levantándome mientras llamaba a Zaulot para que nos fuéramos- ¿vienen?

Para mi sorpresa, no venía por ningún tema relacionado con la marine. Claro que esta situación era mejor para mí, pero me sorprendía lo corruptos que eran últimamente, sin ser capaces de aferrarse, ayudar y ser fieles a su propia organización. No eran como yo: les pagaban por tratar a la gente y a la marine bien, y proteger a ambos. Que pagasen a este mink por ignorar su deber, ayudar a un criminal y esconderlo, como mínimo me parecía una broma de mal gusto. Pero yo no era quién para juzgar, supongo.

Tenía razón en el hecho de que debía salir de aquí cuanto antes, puesto que, si él estaba aquí, significaba que la misma marine me estaba buscando por molestar a los Tenryuubitos. Y no tardarían mucho tiempo en ser capaces de cubrir la mitad de la isla o más. Quizás antes de que terminasemos de comer. Al parecer, uno de los esclavistas que estaban haciéndome compañía en aquella sala a la hora de irme estaba con los que me buscaban. Un criminal ayudando a la marine a buscar otro criminal. Parecía un chiste malo. Ignoré los comentarios acerca de mi poder porque, a pesar de que no parecía alguien que fuera a hacerme daño, tampoco me agradaba el hecho de enseñar mis poderes a un desconocido.

Justo cuando iba a preguntar la razón de que su compañero de goyjin nos podía servir de mucha ayuda a ambos, una mujer de la cual no me había percado habló. Y era difícil no darse cuenta de que estaba allí, pues era una gigante. Me instaban a acompañarles y, ante la duda de si podía ser una trampa más que obvia por parte de la marine, decidí jugar mis cartas a su favor. Estaba cargando a una mujer débil y bastante inútil, y quizás huir y pelear con la marine no era el mejor plan a seguir. Además, el vicealmirante que estaba en la isla me generaba pavor en los mismos huesos. Mirando a la mujer a los ojos, señalé dentro del bar y luego la señalé a ella. Entré al restaurante en un momento y, dejando varias monedas en la barra y recogiendo la túnica, cogí a la mujer y la arrastré a la salida. Levantándola del suelo, se la ofrecí a la gigante para que la llevase, y parece ser que me entendió cuando la puso en su hombro. Tomando la túnica en los brazos y doblándola de forma perfecta de forma vertical, la dejé sobre mi hombro y le di la salida a Raviel.

- Vamos. - Clavé mis ojos en los suyos, con algo de duda. No me agradaba confiar, pero quizás era la mejor opción en ese momento. A los pocos segundos de comenzar el camino, opté por preguntar lo que antes no me habían dejado. - ¿En qué me puede ayudar ese..., compañero gyojin tuyo?

Solo sonreí y no dije nada hasta llegar al viejo almacén de la marina. Hacía años que nadie usaba ese viejo lugar, tanto que los botes allí abandonados tenían ya varios años descontinuados. Llamé a mi amiga Mikasa, para darle la dirección de los experimentos de Zaulot, así como para que me trajese algo de comida.

-Este gyojin que ves aquí, es un gran científico encargado del "proyecto Gauss", el cual trabaja con la electricidad y el magnetismo- dije mientras caminaba detrás de la espalda del gyojin, de un lado a otro- por otro lado, tenemos a un muchacho que tiene ciertas habilidades con la electricidad, cosa que nunca he visto en un humano, ¿posible usuario de una fruta?

En cuanto dije esto, Zaulot avanzó hacia el otro muchacho, inspeccionándolo con curiosidad.

-Así que, dígame doctor Zaulot, explíqueme más sobre el proyecto Gauss- le dije casi ordenándole.

-Bien. Trata básicamente de enfocar la electricidad para producir ciertos efectos. Es enfocar la corriente y "controlar" su flujo, de tal manera que nos sea útil, en este caso, generando una corriente magnética que pueda generar un gran disparo. Así como innovar en otras armas, y armaduras, que involucren electricidad- dijo el gyojin.

Me senté un momento a pensar, con el rostro serio. Luego, voltee a ver a mi acompañante y le sonreí, encogiéndome de hombros.

-En eso te podemos ayudar. Aprender formas de controlar la electricidad, quizás desarrollar alguna que otra artimaña que te sirva, mientras ayudas en mis investigaciones sobre la electricidad. No te preocupes por la marina. Ningún tenryubito se preocupa por nosotros, tampoco me pagan por sus intereses, así que todo lo que se haga será entre nosotros. Además, en breve dejarán de molestarte- le dije a mi acompañante. Unos momentos después, llegó Mikasa, una chica de aproximadamente cinco metros, con material para construir inventos, los diarios del gyojin y bastante comida.

-Ahora, amiga, toma un poco de comida y ésta capucha- dije, haciendo a tomar la capucha del muchacho- dáselos a un vagabundo y dí que encontraste a alguien sospechoso. Espero que con eso baste. Luego, regresa al hotel.

La chica semi gigante asintió con la cabeza, saliendo del lugar tras haber escuchado mis instrucciones.

-Antes de comenzar, ¿como dijo que se llamaba usted?- le pregunté al muchacho.

El camino no se me hizo demasiado largo. Aunque claro, éramos un grupo de cinco conformados por dos humanos, una gigante, un gyojin y un mink. Parecíamos el comienzo de un chiste, y lo notaba en las caras de aquellos que se quedaban mirando varios segundos a nuestro paso. Si ya de por sí era difícil encontrar razas distintas a la humana en Sabaody, ver a todas juntas a la vez era casi impensable. Cuando dejé de estar ensimismado, ya habíamos llegado a una gran puerta metálica que no dudamos en cruzar. Yo lo estaba siguiendo y, visto lo visto, cada vez cogía más fuerza mi hipótesis de la trampa de los marines. Y realmente, no me habían ofrecido una recompensa tangible tan jugosa para que me valiese la pena el riesgo. O, mejor dicho, no me habían dicho nada aún. Solo que los siguiese y por unas simples palabras estaba aquí. Mirando la parte buena de la situación, la zona de peligro quedaba atrás y con suerte podría escapar con la muchacha intacta.

Una vez atravesada la entrada, fueron escasos pasos los que dimos hasta que el mink marcó la parada y se alejó del grupo un poco. Hablando con otra persona casi a escondidas, las sospechas no hacían otra cosa que aumentar y aumentar y la idea de escapar se hacía cada vez más real, pero opté por contenerme. Una vez que acabó la charla a distancia se acercó el gyojin, un poco senil, y me comenzó a mirar con detenimiento. No me terminaba de gustar, pero supuse que sería un sacrificio para un bien mayor. Además, la gigante tenía a la chica que había salvado en su hombro o lo que venía siendo lo mismo, mi paga.

Tras una corta pausa, una voz que confirmaba la edad del tritón comenzó a hacer eco por la sala. Explicó conceptos muy simplificados de la electricidad. Eran fáciles de realizar en mis manos, pero muy complicados de llevar a cabo en condiciones ''normales''. Al fin y al cabo, yo no podía ser considerado normal en la mayoría de baremos. De todas maneras, esto no me iba a reportar ninguna ventaja puesto que yo controlaba mucho mejor la electricidad de lo que ellos siquiera podrían soñar...

Cuando estaba por irme, entró una muchacha que a mis ojos era gigante, portando muchos objetos en sus manos, entre ellos papeles. Uno de ellos se cayó en mitad del camino y pude ver su contenido. Con solo echar un vistazo, supe que era un plano y quizás lo que representaba sí que me hacía la boca agua. Un arma eléctrica, que funcionaba a base de energía. El reto era generar esa misma energía que tanto necesitaba, pues las baterías no darían el rendimiento suficiente y no podías enchufarla a ningún lado en mitad de una batalla. Pero yo tenía una sencilla y preciosa solución a este problema que se presentaba.

Mientras pensaba en cómo podría hacerlo, me preguntaron mi nombre y, sin ocupar demasiado de mi tiempo y pensamiento, contesté:

- Edward Tellerum. - Tomé el papel de mi mano y lo puse ante la cara del gyojin, dejándole ver el plano por completo. - ¿Y si..., tuviera energía para funcionar constantemente?

Zaulot observó el plano del arma por un momento, luego sonrió. Era uno de sus antiguos proyectos que, por no ser viable debido a la falta de una batería lo suficientemente potente, tuvo que olvidarse de ella.

-Por supuesto. Si tuviera la energía suficiente, podría, sin problemas, volverse un arma poderosa. Tristemente, no eh logrado encontrar una batería lo suficientemente poderosa y, tenerla conectada, la vuelve incapaz de ser transportada- dijo el gyojin.

El muchacho, de nombre Edward, había logrado tener interés en algo, por lo que podría seguir con mis planes por un tiempo más.

-Eh estado viendo los planos sobre unos guantes- le dije a Zaulot- capaces de canalizar la corriente y, con un interruptor, volverlo un ataque magnético.

Seguí analizando los planos, luego, le pedí a Edward que apoyara a Zaulot. Yo tendría que ayudar en el proceso de creación, requiriendo a Mikasa cuando necesitara piezas o comida, así como para transportar el equipo de la casa del gyojin a la bodega. Por otro lado, mi amiga me había dicho que ya había hecho lo del vagabundo, y que ahora estaba en disposición de las autoridades por "desorden público y atentar contra la seguridad de un tenryubito". Las cosas estaban saliendo bien.

Cuando llegó todo el equipo del científico, me puse en una mesa, con los planos, a armar herramientas y equipo eléctrico que necesitaría para los experimentos, mientras el gyojin le pediría a Edward comenzara generar electricidad, la cual atraparía en un campo magnético con una especie de "convertidor", la cual alimentaría una extraña esfera de cristal con estática dentro.

Micro baterías y conductores de platino, cosas que eran base en la creación de las armas, era lo que me estaba llevando tiempo construir. Casi siempre había desviado toda mi atención a la biología y la medicina, pero había ignorado que, el crear inventos y artefactos tecnológicos, también me gustaba. No era un ingeniero, por lo que no podría hacer ni los guantes ni las armas yo sólo, pero por eso tenía a Zaulot.

-Necesitamos cantidades masivas de energía para comenzar a trabajar- dijo el gyojin. Por otro lado, Nicola y la otra chica parecían aburridas. No mostraban mucho interés en lo que hacíamos y, a decir verdad, quizás podrían sernos de ayuda.

-Nicola, muchacha, háblenme un poco de ustedes, ¿a que se dedican? Bueno, antes de llegar a estar en la situación en la que se encontraron hace rato, ¿que hacían?- preguntaba a las dos chicas, mientras trabajaba con un cautín eléctrico. Nicola era una herrera de Elbaf, una comerciante de armaduras, de hecho, así como una buena talladora de barcos en su tiempo libre. Ella podría ayudarnos en la creación de piezas de metal. Ahora, quedaría a la expectativa de lo que dijera la otra chica.

Como mi propia lógica y experiencia me había anticipado, tenía la razón. Simplemente, el problema en una gran cantidad de aquellas armas era uno tan simple como complicado de resolver: potencia eléctrica. Y yo podía resolverlo momentáneamente. Olvidándome por completo de mi alrededor y centrando toda mi atención en aquel trozo de papel, formando poco a poco una imagen tridimensional en mi cabeza. Era una especie de cañón de proporciones desmedidas, por cuyas anotaciones en la esquina, con letra cursiva y preciosa, podía hacerme una idea del calibre de sus balas. Prototipos parecidos, conectados a una fuente constante e inmensa de electricidad, habían sido capaces de atraver placas y placas de metal sin dificultad alguna, amenazando incluso con crear un agujero en las paredes del cubículo de pruebas. Como mínimo, era un arma peligrosa para ambos bandos por su inestable potencial pero que, en buenas manos y con experiencia, sería capaz de subyugar una isla de algún Blues por sí misma.

Y en este momento era cuando venían las dudas. ¿En qué momento de su carrera, sin descartar esa misma idea por imposible o inviable, decide tratar de construir este monstruo? Claro que me sorprendía el refinamiento de aquel plano, pero la cantidad de horas invertidas en su planteamiento y dibujo debían contarse por decenas. Y todo para que luego no fuera capaz de funcionar, o al menos no de manera independiente. Por su necesidad, pasaba de ser un armamento útil de destrucción masiva a... Bueno, algo no tan útil. Una pena, la verdad. Solo la podría blandir yo y a costa de una gran pérdida de mi propia energía por cada disparo.

La voz del gyojin me sacó de mi abstracción para pedirme ayuda.

- S-Señorito... - No me terminaba de gustar esta expresión, pero tampoco me quedaba otra alternativa. El traje influía mucho en la forma en la que me trataba la gente y el respeto que infundía. - ¿Podría..., utilizar su electricidad aquí? Él me dijo que podía hacerlo, de una manera u otra, y eso sería muy..., ¿útil? - Mi mirada fija comenzaba a asustarle un poco, ya que no me convencía para nada hacer uso de mis poderes delante de aquella gente. Al fin y al cabo, uno de ellos era un marine, y mi meta en todo esto no era filtrar mis capacidades a dicha organización. Pero en la otra mano estaba que él se enfadase y diese una voz de alarma, trayendo al vicealmirante... Y creo que estaba clara la opción a tomar. Quizás incluso me llevase algún regalo por el camino, a saber.

- Bueno... - El gyojin señaló a una esfera de cristal bastante extraña, que supuse que almacenaría todas las descargas para próximos experimentos. - Vale. Solo por esta vez. - Con la mano derecha adelantada, me comencé a acercar al instrumento con un paso decidido.

- ¡No lo toque directamente! ¡Está cargado y recibirá demasiada electricidad de golpe! - Sonreí ante esta afirmación, en la que me tachaba de persona común. - ¡Morirá instantáneamente! - Una vez hice contacto directo con la bola mientras miraba la cara de terror del científico, este la tornó por una más de confusión. No se lo esperaba venir. Entonces, comencé a generar electricidad con velocidad, deseando acabar la tarea lo antes posible. Él comenzó a darme instrucciones a seguir, sin un fin aparente, para hacerlo como debía.

Mientras nuestra charla, o monólogo, ocupaba una parte del lugar, en la otra había un diálogo bastante más amigable y desenfadado. Las dos muchachas estaban hablando sobre sus capacidades y cualidades, así podríamos saber si nos iban a ser de ayuda. Aprovechando mi don para dividir mi atención, iba siguiendo ambas conversaciones simultáneamente. Entonces, la chica que había rescatado comenzó a hablar:

- Bueno... - Un hilillo de voz tímida aunque un poco más grave de lo esperado brotó de su cuerpo. - Se me da bien bailar... Cantar también... Sé hacer imitaciones... Y poco más. - Era una chica bastante arquetipada, cosa que me venía bastante bien ya que eso había pedido mi cliente. - Ah, y actuar. En mi escuela me elegían como actriz principal en la mayoría de escenas... - Sus ojos reflejaban una pasión que no tenían cuando la rescaté, y su mente parecía haberse sumergido en los recuerdos de su infancia.

Una vez me aseguré de que había terminado, traté de hablar con la cabra. Estaba siendo descuidado viniendo aquí, pero quería mantener un margen de seguridad que no me dejase descubierto si algo salía mal.

- Eh... ¡Mink! - No me había dicho su nombre o no lo recordaba. - ¿Cuándo se irán los marines?

Que barbaridad. La muchacha no nos sería de mucha ayuda... por el momento. Quizás, más adelante.

Seguía trabajando para hacerme de aquellos artefactos, utilizando el cautín para, según los perfectamente dibujados planos del gyojin, unir las micro baterías a las líneas conductoras, cuando Edward me distrajo.

-¿Eh? Ni yo lo sé. Ya eh mandado un cebo para que lo atrapen, solo es cuestión de esperar que lo tomen, se lo crean y manden al almirante de regreso a su sillón- dije sin voltear a verle para no descuidar el trabajo.

Había puesto a Mikasa, ayudada por su habilidad de sigilo, a espiar a ese vagabundo de vez en cuando y me reportarse lo que sucedía, claro, sin descuidar mis encargos. Me hubiera gustado tenerla con nosotros, para que se encargara de algunos detalles, pero era más útil ayudando en la logística.

Comencé a unir las micro baterías a los circuitos para las armas, y cuando tuve hecha las líneas, similares a redes de telarañas, se las llevé a Zaulot para que las ensamblara. Aproveché para darle una leía a sus creaciones.
Una de sus armas utilizaba un "principio de Gauss", también conocida como "El cañón de riel", la cual involucraba acelerar un proyectil mediante cargas magnéticas. Sería un buen detalle a añadir a mis guantes, pero, ¿porque no intentarlo yo mismo? Llevaría tiempo, por lo que por el momento serviría con los guantes.

Por otro lado, estaba viendo a Edward que comenzaba a incomodarse, quizás no deseaba estar allí. Por supuesto, eso era claro, pero no me importaba mucho. Con tener a alguien con sus capacidades me bastaba.

-Nicola, necesito ayuda con las placas de metal. Estoy seguro de que puedes echar a andar los hornos de allá, esos que están arrumbados- le pedí a la giganta. No terminaba de agradarle, sin embargo, me mostraba bastante gratitud por haberla salvado de la esclavitud. Y quizás, algo de aprecio también.

-Soy muy grande para eso, quizás me lleve un rato- me contestó.

-Haz que funcione- le pedí con voz un tanto más amigable- y dígame, joven Edward, ¿alguna vez ah estado interesado o en contacto con la ciencia? Estas cosas son muy interesantes, útiles y, no es necesario decir que valiosas. Lucrativas, diría yo. Ambos hemos visto lo que se puede llegar a hacer, ¿que opinas de esto?

Traba de hacer el ambiente más ameno. No le prestaba mucha atención, ya que el chocar de dos miradas maliciosas podría resultar en algo desagradable, por lo que continuaba trabajando, esta vez en realizar conexiones. Seguía las instrucciones de los planos de Zaulot y, de vez en cuando, recurría a éste para que, o bien completara lo que faltaba o me indicara si estaba bien hecho o le faltaba algo. Estábamos haciendo las cosas deprisa, pero no había otra manera de hacerlas. Con la electricidad que este joven nos había dado, finalmente el gyojin comenzó a echar a andar algunas secciones finalizadas del armamento. Aún faltaba bastante, pero íbamos por buen camino.

La respuesta a mi pregunta era una que no me esperaba para nada, aunque no me desagradaba la idea en lo más mínimo. Confiar en su palabra como marine no era la acción más lógica en mis pensamientos, pero hacerlo me generaba una sensación de relajación bastante satisfactoria. La idea de que aquellos que me buscaban tras todo este incidente hubiesen perdido mis pista y la confudiesen con la de un desgraciado aleatorio era, cuanto menos, curiosa y divertida. Para el comportamiento tonto y descuidado que había mostrado la primera y segunda vez que le vi, esto me sorprendía de una grata manera. Era inteligente o, al menos, sabía qué procedimiento tenía que seguir en este tipo de casos. Esto creaba más desconfianza a la vez, porque equivalía a que la cabra presentaba un peligro mayor hacia mi propia integridad.

Mientras el resto seguía trabajando y el grupo era comandado por Zaulot y el cabrito, busqué maneras de ser útil. Me incomodaba estar quieto y no servir para nada, lo percibía como una pérdida que no podría recuperar. Al fin y al cabo, desde lo sucedido antes de llegar aquí, el resto de mis días eran casi un regalo. Con un paso decidido, me acerqué al gyojin y le miré a los ojos. Él, en contraposición, evitó la mirada a toda costa y comenzó a hablar sin mucha seguridad en su persona:

- ¿Q-Qué necesita..., señorito? - Gesticulaba de una manera casi cómica, tanto como para ser confundido con un ataque epiléptico desde lejos. A pesar de que le había ayudado, los nervios no habían desaparecido.

- Trabajo. - Fue una palabra muy seca, casi sin entonación o matices detrás. Ante la confusión del gyojin, bastante entendible, decidí señalar al mink para escenificar lo que quería dar a entender. - Dame trabajo.

- ¡Ah! ¡V-Vale! - Soltando lo que sea que tuviese en las manos sobre la mesa, se alejó caminando a paso rápido de mi lado. A la vuelta, con un paso más tranquilo para maximizar aquel momento de calma, me soltó en los brazos una caja hecha con tablas de madera. Un eco metálico inundó la gran sala, fruto del contenido de aquel recipiente. Estaba llena de baterías. Baterías gigantescas, he de decir. Al menos, comparadas a las comerciales, ya que estas ocupaban mi mano entera. - Igual que hizo antes con el receptor eléctrico..., me gustaría que lo hiciese esta vez con las baterías. Como si inflase un globo. Pruebe su máxima capacidad sin que llegue a explotar. Me ser--- Nos será muy útil a todos nosotros.

La idea estaba clara y, como alguien que está preparando una fiesta sorpresa inflando decenas de globos de una forma casi robótica, comencé a hacer mi trabajo. Si acertaba y la cargaba totalmente, el rápido incremento en el voltaje las terminaba fundiendo poco a poco. En cambio, si me pasaba... Bueno, explotaban en muchos pedazos. La respuesta estaba clara y, aunque no me agradaba, debía seguirla a rajatabla si quería resultados. Necesitaba recargarlas con poca intensidad y voltaje, alargando el proceso un trescientos o cuatrocientos porciento. Con el dedo corazón izquierdo en una de las pestañas de la batería y la mano contraria sujetándola, me senté en el suelo para hacer más cómoda mi espera. En mitad de todo esto, el animal blanco habló:

- Bueno... Sí, algunas cosas sé. Pocas, pero me interesa. - El tono de su frase daba a entender que quería hacer de esta una charla amena, desenfadada y tranquila, pero la seriedad de mis palabras no hacían más que alejarla de ese propósito. Simplemente, no estaba cómodo hablando con alguien como él. - Supongo que tú trabajas en esto.

OFF-ROL:

Ya había terminado lo principal de las armas, tanto como para comenzar a integrar algunos armamentos. Finalmente, Edward había comenzado a trabajar. Haciendo algunas cosas para Zaulot. Por mi parte, no había perdido el tiempo y, trabajando lo más rápido posible, comencé a armar los circuitos compuestos por las "telarañas" de conductores y micro baterías, añadiéndolos a algunos potenciadores. Todo eso, lo había implementado a unos guantes negros proporcionados por Mikasa.

Ahora comenzaba a trabajar con el arma de Zaulot y el muchacho. Revisé los planos algunas veces y me incorporé, como pude, al proyecto. Nicola ya había logrado encender el horno para proporcionarnos algunas piezas que nos faltarían. Todo parecía que quedaría estático, sin problemas, pero pronto el destino daría un giro inesperado,

-Tenemos suficiente energía, quiero probar el motor de una vez- dijo Zaulot.

-Eh, ¿no es peligroso probarlo todavía?- le pregunté.

-Para nada. Es sólo una prueba para ver como enciende. Nada en especial- dijo el gyojin. Por su las dudas, me alejé y le dije a los demás que tomaran sus precauciones.

Seguro de lo que hacía, Zaulot comenzó a echar a andar el motor del arma, el cual comenzó a hacer un ruido similar a un zumbido, seguido de una pequeña corriente de aire. Parecía bien, pero de pronto, el arma se desestabilizó a el mismo cañón, por los impulsos electromagnéticos, salió disparado con tanta fuerza que destruyó la pared de lámina de la bodega, avanzando lo suficiente como para destruir el local del café, justo donde había encontrado a Edward anteriormente.

Me quedé helado, con la boca abierta.

-¿Seguro, no?- le reclamé a Zaulot, quien no sabía qué decir.

-!Eh, oí eso de las bodegas!- oí una voz gritar a lo lejos. No era la voz de un marino, sino que le reconocía más como la voz de uno de los esclavistas del edificio de subastas. ¿Sabrían sobre el potencial del gyojin?

-Rápido. Mikasa y Zaulot carguen el equipo y váyanse. Edward y la chica, Nicola, tendrás que esconderlos en tu taparrabos, quizás quepa uno delante y otro detrás- les ordené con voz seria, poniéndome los guantes negros que había creado y mi capucha, dejando que sobre esta salieran mis cuernitos.

-¿Que?- replicó Nicola.

-No hay tiempo. Iremos a mi barco. No está muy lejos. Los marinos ya no serán un problema, menos si van junto a mí, pero no pueden ver al muchacho. Además, ahora tendremos el problema de los esclavistas. Nicola, carga el arma y esconde los cableados en tu peto- dije mientras me asomaba por afuera del lugar, viendo quienes se acercaban. Debíamos pasar cerca de marinos para estar seguros de los esclavistas, y evitar peleas. Como fuera, saldríamos corriendo en cuanto todos estuvieran listos.

Nuevamente me había refugiado en la nula realidad de mi mente, imaginando lo que fuera que podría conseguir realizando el trabajo, o pensando en qué deberían estar haciendo los esclavistas y marines que estaban tras nuestra pista. Aunque las palabras anteriores me hacían pensar que no debería existir ningún tipo de amenaza, ya que ellos pensaban que habían capturado al culpable de todo esto, otra parte de mí estaba segura de que no iba a ser tan fácil. Nadie mandaría a un vicealmirante y a toda su flota para contentarse con un cualquiera que hubieran encontrado en la calle. Había sido capaz de irrumpir en aquel lugar y causar un caos de tal calibre, así que no era razonable que fuese tan fácil capturarme.

Mientras desarrollaba más y más el tema en mi cabeza, y creaba un complejo laberinto de posibilidades que no iba a servir de nada, algo irrumpió mi esfuerzo. Y vaya que lo irrumpió. A mi espalda, a una distancia relativamente corta, se había generado un agujero gigantesco en la pared, y el terreno mermado apuntaba hacia la pared de otro establecimiento que estaba en las mismas condiciones. No había que ser un genio para saber que el origen de aquel desastre, siguiendo el reguero de destrucción, era el cañón que momentos antes había cargado. Funcionaba mejor de lo que pensaba, pero por otra parte era bastante más difícil de controlar pues su rango era gigantesco y, por ende, su ratio de fallo era mayor por su retroceso.

Algo emocionado, volví a pensar lógicamente de nuevo. El ruido y el fruto de lo que había sucedido no eran pequeños e iba a ser tremendamente complicados esconderlos, así que supe que era el momento de irse. Si no venía la marine a por mí, lo harían por todo el desastre que el gyojin había generado en un solo momento. Cuando ya iba a comenzar mi huida, escuché la voz de aquel que me había traído aquí. Quería que me escondiese en el taparrabos de la gigante. Pero entonces llegue a una conclusión y me sentí totalmente estúpido. Ellos buscaban a alguien con capucha, y yo me había esforzado porque en ningún momento pudieran verme ningún rasgo de la cara. Aunque pasase frente a ellos decenas de veces, no me reconocerían por mi traje. Dando varias zancadas hacia la túnica que había dejado en una mesa para trabajar con más libertad, lo tomé y se lo di a la chica que debía entregar, diciéndole que se escondiese donde le habían dicho.

Acompañaría al mink a paso lento y desenfadado, demostrando una seguridad que no tenía por mucho, solo para no levantar ningún tipo de sospecha sobre mi identidad. El ser a mi lado pertenecía a la marine y, por ende, no debían de haber dudas al respecto de mi persona. Era la mejor idea para escapar de la situación sin mayores complicaciones, supongo.

Finalmente, habíamos cogido todo el equipo posible y nos escabullimos entre los almacenes abandonados. Un grupo singular que viajaba con equipo electrónico parecía que despertaría sospechas, pero gracias a mi bata con el símbolo de la división científica de la marina, logramos pasar entre los marines sin parecer sospechosos.

-Raviel, esto es humillante- dijo Nicola, avanzando lo más normal que podía, sonrojada por cierto por tener a la delicada chica de Edward sujeta firmemente entre sus posaderas.

-Sólo no te vayas a sentar, no te quieres convertir en una muñeca matrioska- estaba hablando con mi compañera, cuando una mano tiró de mi hombro. A un lado mío, y al lado contrario de Edward, yacían unos sujetos vestidos como motoristas y, junto a ellos, algunos que pude reconocer como los esclavistas de la subasta.

Por desgracia, o suerte, ya estábamos retirados de los marinos y de la zona de los almacenes y, ahora, parecía más una zona de manglar. Estábamos ya muy cerca de los barcos.

Antes de que el motorista pudiera sacar una navaja, con mis dedos piqué sus ojos, con una carga de mi electro. Como había previsto, el guante potenció el poder de mi carga, de por sí alta, provocándole quemaduras en los ojos a ese hombre, haciendo que gritara mientras agarraba sus cuencas humeantes.

-Vaya- dije con disgusto, viendo que mi guante se había calentado. Debía hacerle algunas mejoras. Sin embargo, aquellos hombres pronto nos rodearon- Mikasa, llévate a Nicola y a Zaulot al barco.

-!Si corro escoceré a la muchacha!- se quejó Nicola, pero pronto siguió a mi compañera, corriendo hacia el puerto. Con una simple patada, mandó a volar a uno de los motoristas.

-!No, no lo harás!- gritó uno de los motoristas. Cuando comenzaba a girar un gancho para hacer caer a mi compañera, rápidamente llegué a espaldas del sujeto y golpee su nuca con mi electro, dejándolo caer.

-Así que así es como quieren que sea... bien- dijo uno de los esclavistas.

Tendría que hacer intérvalos entre guante y guante, para que no se calentasen demasiado. Veía el peligro cerca, pero tenía que arreglármelas para llegar al puerto, en donde habría más marinos y estos sicarios no podrían perseguirnos. Primero se lanzaron los más débiles, a los que podría enfrentar con combinaciones simples de golpes, sin usar mi electro ni los hakis, sin embargo, parecía que los esclavistas serían más difíciles.

Parecía que alguien más se acercaba, y se trataba del presentador de la subasta. Quizás era el líder de los esclavistas, sin embargo, no podría estar seguro más que su presencia parecía "poderosa".

La caminata junto al mink, a ratos tensa cuando pasábamos junto a los marines, estaba dando sus frutos. Nos alejábamos más y más de la zona inicial, el almacén, y supuse que el destino principal sería el barco que él ya nos había comentado en repetidas ocasiones. A estas alturas, dudo que alguien nos pudiese relacionar con el incidente del cañón, así que por eso no debíamos preocuparnos. En cambio, sí que habían otros temas en los que debíamos centrar algo más nuestra atención. Los perros del gobierno nos habían dejado pasar con solo una mirada a la placa del susodicho científico, pero había otro grupo de gente que..., no estaba tan convencida. Y no tenía nada que ver con el arma de destrucción masiva que había sido activada hacía escasos minutos, sino de un problema anterior: los esclavistas.

Desconozco como nos podrían haber encontrado y, mucho menos aún, conocer nuestros aspectos. En todo momento habíamos llevado túnicas, pero cualquier cosa podía suceder en este tipo de lugares sin ley. Quizás habían comprado información, quizás tenían cámaras y grabaron al Mink... Había demasiadas posibilidades, y todas fruto de los actos de mi compañero. Por otra parte, podíamos verle el lado positivo a todo esto: los ex-esclavos se habían marchado hace unos momentos y no pasarían por el peligro de verse con sus captores de nuevo. Y la pregunta era: ''¿Cómo sabéis que los esclavisas eran ellos?'', y bueno, la respuesta estaba muy clara. Entre todos los hombres de aspecto rudo que nos rodearon, uno destacaba sobre el resto. No por altura, voz, aspecto o manera de actuar. Era su presencia lo que le hacía ganarse la atención.

La cabra comenzó el enfrentamiento de una forma bastante veloz y, ya de paso, atroz y cruel. No me desagradaba, nada más lejos de la realidad, pues era algo que yo también podría hacer en caso de necesidad, pero su estatus como científico de la marina me había dado unas expectativas que poco a poco se estaban rompiendo. En pelea, se comportaba como cualquier otro criminal de mala muerte. Protegiendo a las chicas que hace un momento habían escapado, siguió con la racha de bajas, haciendo caer a más y más con la fuerza que le había conferido su nuevo guante eléctrico. Yo, por mi parte, simplemente estaba cruzado de brazos observando el espectáculo. Era un problema que se había buscado él, así que no tenía razones para resolverlo.

O eso me gustaría, ya que los muy subnormales habían visto en mí el eslabon más débil en esta pelea, alguien de que se pudieran aprovechar. Un par de ellos vinieron corriendo sin esconder sus intenciones, arma en mano y mirándome fijamente, esperando acertar un golpe y utilizarme como rehén o algo por el estilo. Y, aunque lo lograran, dudo que ''mi compañero'' me viese como alguien a quien rescatar en una situación como esa. Relajando los brazos y dejándolos caer, me aseguré de que cuando estuvieran cerca, esquivarles el golpe que iba directo al tronco dando un salto hacia atrás y volver a acercarme con velocidad para colocar mis manos en sendas gargantas para circular una descarga. El hecho de haber estado cargando pilas en el almacén y de que utilizasen tanto mie electricidad me había quitado una cantidad decente de potencia, hecho que se reflejaba en la visión de ambos criminales cayendo al suelo y escupiendo sangre. Si hubiera estado en perfectas condiciones, no había duda de que hubieran muerto. Con otro chispazo, los dos terminaron inconscientes de mala manera.

Una vez que noté que mis extremidades comenzaban a entrar en calor y no iban a parar de venir, a pesar de la visión que segundos atrás les había proporcionado, decidí que mi mejor baza era unirme y, de paso, divertirme un poco.

El guante había funcionado bastante bien, no como yo lo esperaba, sobre todo por el tema del calentamiento, pero tenía una funcionalidad decente. Sin embargo, visto el enemigo que tenía enfrente, lo que menos me importaba era si los guantes se calentaban o no. Su presencia indicaba de que se trataba de alguien fuerte, no como los simples motoristas que contrató para que nos atacasen.

Me puse en guardia, esperando la reacción de este hombre.

-¿Tienes idea de todo lo que perdí este día? Se suponía que sería la subasta del año y, un "niño pomposo y una cabra estúpida" arruinaron mi negocio...- dijo el esclavista, desenrollando su látigo.

Estaba serio. Ya no sonreía maliciosamente como lo había hecho con sus esbirros, ahora tenía que luchar en serio. Por otro lado, bien podía ingeniármelas para escapar y llegar al muelle, evitando alargar demasiado la lucha.

-Edward... quizás debamos prepararnos para luchar en serio- le dije a mi compañero, pero en ese instante, un latigazo cayó en medio de ambos. Salté para esquivarlo. Realmente había quebrado el suelo del impacto, lo más probable es que hubiera sido usando haki.

Aguardé a que volviese a atacar, acercándome con mi gran velocidad, esquivando apenas el golpe que me dio con su látigo, pero no pude bloquear el que me dio con su puño. Ni tiempo de activar mi electro. Apenas había podido utilizar mi haki para evitar salir dañado, pero al menos había probado su fuerza.

Si podía esquivar sus ataques, al menos por ahora, podría optar por cansarlo hasta que quedara expuesto, pero ese valioso tiempo podría hacer que quedásemos en la misma situación. Quizás algo en el ambiente podría ayudarnos.

Rápidamente observé los alrededores y, a decir verdad, en las callejuelas no había mucho que utilizar, salvo algo doméstico que estaba presente en muchos lugares: tuberías. Había tuberías que subían por las paredes y, como era de esperarse, muchas llevarían agua dentro, cosa que podríamos utilizar para crear una ventaja gracias a nuestra electricidad.

Con mi velocidad y agilidad, comencé a provocar que aquel hombre me atacara, buscando que en alguno de sus ataques rompiera las tuberías y todo se volviera un charco.

Por otro lado, seguía pensando en mis compañeros. Si no se topaban con nadie tan fuerte como este hombre, podrían llegar sin problemas hasta el barco. No esperaba refuerzos, de hecho ni los quería, sería arriesgar a mis compañeros. Con que escaparan sería suficiente.

-Edward... las tuberías...-le dije a mi compañero mientras recuperaba el aliento.