Privado Lance-Raviel "Ciencia de alto voltaje"

Mi parte de la batalla comenzaba con un hándicap que me iba a dar varios problemas: la deficiencia de energía. No pensé que iba a llegar este momento, porque me creía haber asegurado de no ser visto por nadie o, al menos, no dejar mi cara a la vista del enemigo. La capucha me había acompañado en todo momento y, junto al inestimable trabajo de mi flequillo, supuse que difícilmente podrían haber descubierto mi identidad de esta manera. Por la parte del cabritillo la entendía, pero el factor de aparecer como culpable en sus frases delataba que no había hecho mi trabajo todo lo bien que podía. Por esto mismo y mi inexperiencia, no había guardado ninguna reserva de electridad y había hecho esfuerzos sin cuidado alguno, así que, para no mentir, diré que ya estaba cansado. Podía seguir encargándome de personas débiles, pero el mastodonte que se nos colocaba delante era otra historia muy distinta.

Cuando quedaban ya muy pocos subordinados, y los que aún perduraban tenían demasiado miedo como para acercarse a arriesgar su vida, el jefe de todos ellos decidió tomar la iniciativa. Había tenido la confianza para quedarse quieto mientras derrotaban a todos y cada uno de sus hombres, pero ahora se le notaba con cierto nerviosismo en sus actos. Sus pasos eran rápidos y sus acciones, precipitadas, con ganas de terminar todo esto cuanto antes y poder aparentar un poco de dignidad cuando volviese a su trabajo. Comenzó a atacar al mink, golpe tras otro, mostrándose totalmente indiferente a todo aquello que no era su combate. Si pisaba a sus mismos ayudantes caídos o destrozaba algo que no tenía nada que ver, simplemente continuaba sin que un ápice de arrepentimiento se reflejase en su mirada. Solo pensaba en él y en nosotros, deseándonos una muerte temprana a cada paso que daba y cada latigazo que nos dedicaba.

Se centró por completo en el peludo, haciéndome sentir como si fuera un personaje secundario en una escena de teatro, mirando sin tomar parte alguna y sin ser relevante en ningún aspecto. Y, más que sentirme marginado o dolerme el orgullo porque me ignorasen, lo que me ocupaba la mente era un sentimiento de alivio. Podía descansar, en vez de bailar al son que marcaba, tratando de esquivar todo aquello que estaba recibiendo mi compañero. Lo mejor de todo era que no tenía que preocuparme por su seguridad, ya que su misma vida no tenía demasiada importancia a la hora de realizar mi trabajo. No conseguía nada ayudándole en esos instantes... O sí. Recordé que mi querida señorita, a la cual había salvado tiempo atrás, estaba en compañía del zoo de amigos que se había montado la cabra, y que su seguridad dependía por completo de la capacidad de estos. Además, habían ido a su barco en cuestión, y encontrarlo no iba a ser fácil si el único guía que me llevaría hasta allí estaba muerto o secuestrado por unos vendedores de cuarta.

Sintiendo angustia por el mero hecho de participar en el combate, volví al mundo de los mortales y vi varias tuberías agrietadas que amenazaban con romperse, hecho que daría lugar a una preciosa fuente. Con una mirada del mink y unas palabras dedicadas, supuse al momento cual era su plan con todo esto. Era una idea muy básica y que podía fallar en muchos aspectos, pero valdría la pena intentarlo de todas maneras. Corriendo todo lo bien que me dejaba aquel traje que llevaba, que aunque realzaba mi delgada figura era ciertamente apretado y poco elástico, me acerqué al foco de la acción. Justamente, el último de los golpes terminó impactando en el objetivo que nos habíamos marcado, partiendo aquel metal en varias partes y dejándome ver su contenido, el cual era lanzado hacia delante con mucha violencia. El agua, para mi desgracia no era todo lo cristalina que podía ser y, aunque su color oscuro no dejaba lugar a muchas dudas, en ese momento preferí pensar que era por el óxido. Era mejor para mi sanidad mental.

El chorroque habíamos conseguido provocar funcionaba de aspersor, manchando por completo todo aquello que se encontraba delante suya. Y uno de aquellas cosas que tenían esa mala suerte, era el enemigo. Todo aquel líquido había terminado en su pecho y cara, causando una mueca que balanceaba entre lo cómico y asqueroso. Mirando donde debía meter la mano, opté por mantener mi dignidad de la forma más normal: hacer las cosas de la forma convencional. Dando tres pasos hacia un esclavista que había perdido las ganas de combatir y se hallaba centrado en quitarse todas aquellas gotas del cuerpo, cargué y lancé un rayo con una carga suficiente para entumecer la pierna derecha a la que iba dirigido. Acercándome aún más, hice contacto con él y puse mi mano en su rodilla izquierda, propinando una descarga que sería el doble de potente que la anterior, lo suficiente para dormir por completo aquella extremidad. Si tenía suerte y todo iba tal cual había planeado, no podría moverse a gusto y eso me daría la posibilidad de alejarme para pensar en otro ataque.

Al parecer, el plan estaba resultando a la perfección. O eso me parecía. Finalmente había rendido sus frutos todo mi esquive, gracias a la ayuda de mi compañero, y gracias a la ira que cegaba a este sujeto, cegado ahora por las aguas negras que bañaron su cuerpo. Mi compañero había entendido bien el plan, incluso, se había adelantado a dormir una pierna del esclavista. Eso nos ayudaría a huir, sin embargo, debía dar el toque que nos aseguraría escapar.

-Maldito críos...- gruñó el esclavista, con la mente nublada por la suciedad. Había resultado mejor de lo que esperaba. Ahora no estaba concentrado y podía aprovechar esto. Tan rápido como pude, me avalancé contra él, haciendo uso de mi electro. Aunque me atacó con su puño, esta vez hice uso de mi haki de observación para poder esquivar su golpe, con ayuda de mis reflejos aumentados.

Tras esquivar, tuvo lugar mi contraataque, girando mi cuerpo para evitar su golpe para, posteriormente, concentrar mi electricidad en mi puño y golpear justo en su cara.

-!Lichtember smash!- grité al momento que golpeé su rostro, el cual debió dejar desprotegido de todo haki ya que su nariz se partió al impacto. También, las líneas de Lichtemberg aparecieron por todo su rostro. Incluso, el guante potenciador de voltaje se había sobrecalentado al punto en que, el guante derecho con el que golpee, dejó de funcionar.

-!Corre!- le grité a mi compañero, corriendo lo más rápido que podía. Tenía que dirigir a Edward hacia mi barco y, si nos perseguía, al esclavista hacia la zona de marinos. De hecho, por el hecho de atacarme ya estaba en problemas con la ley, pero ese era otro tema.

-Buen baño de excremento, ¿no?- le dije a mi compañero, sonriendo mientras corría. Ensuciarme con esas cosas no significaba nada para mí. Había lidiado con cosas peores en el laboratorio. Estaba consciente de que tenía que llegar a con mis compañeros, sin embargo, eso no sería mucho problema como ví más adelante.

Parecía que aquel hombre quedaría inválido, o al menos incapacitado, pero guardaba un último truco bajo su manga. Comenzó a exhalar un raro vapor desde su nariz y pronto su cuerpo se envolvió en fuego. Cegado por la ira, comenzó a correr hacia nosotros, aunque de forma limitada, dando una serie de latigazos rápidos, aunque menos devastadores, pero mucho más difíciles de esquivar.

Las cosas comenzarían a tornarse más contradictorias a nosotros cuando, en la lejanía, ví a la enorme gigante junto a mi compañera correr hacia nosotros.

-¿Que demonios se les ha perdido?- grité con un rostro casi cómico, casi tanto como lo permitía este mundo caricaturesco, al ver que se habían regresado. No sabía bien que hacer. Quizás sus intensiones de ayudar eran buenas, sin embargo, ahora teníamos otro problema más.

Mi predicción había funcionado muchísimo mejor de lo esperado, ya que le había entumecido el cuerpo lo suficiente para que perdiese la consciencia y el razonamiento en ciertos aspectos. Había comenzado a ser incapaz de mantener la calma, lapsus que no dudó en aprovechar el mink para estampar su puño en la cara ajena, dejando una huella en la nariz bastante llamativa. La había hundido casi por completo y alrededor generó unas marcas, hecho que dudo que le hiciese mucha gracía a la víctima de todo esto. Aunque, sinceramente, tampoco creo que tuviese mucho tiempo para preocuparse de si le gustaba o no. Con un tambaleo ya nos daba una idea de su estado, que debería orbitar entre el desmayo y la batalla por pura dignidad y tozudez.

Sin poder ver el desenlace de nuestro enemigo y su tan esperada caída al suelo, el marine que me hacía compañía no dudo en comenzar una huida. La batalla ya parecía más que ganada, así que me pareció un movimiento ilógico y bastante cobarde de su parte, pero no seré yo quién juzgue las ideas de los demás. Siguiendo sus peticiones con toda la velocidad de la que disponía, comencé a correr en la misma dirección que él había señalado segundos antes. Mientras avanzábamos, el chaval quiso quitarle hierro al asunto con un comentario gracioso, cosa que no cambió en nada mi comportamiento ya que ni le presté demasiada atención. Estaba más atento al camino, tratando de no caerme mientras giraba la cabeza para poder asegurarme de que nuestro rival no nos seguía, aunque lo más seguro era que siquiera se levantara tras lo ocurrido.

Para mi sorpresa, sus alrededores se tiñeron de un blanco pastoso y una niebla o vapor comenzó a rodearle, emitida desde su mismo cuerpo. Parecía ser una caja de sorpresas bastante mal hecha, ya que había optado por mostrar una de las cartas más preciadas de su baraja cuando estábamos alejados y el combate había acabado, pero no sería yo quien le quitase la ilusión y las ganas de combatir. Sus ojos se tiñeron de blanco, fruto de la ira que estaba experimentando, y su carne se iba abrasando poco a poco ya que el humo había aumentado gradualmente su temperatura y ahora mismo era nada más ni nada menos que fuego. El látigo que antaño había utilizado también formaba parte de este ataque que estaba realizando, ya que lo agitaba con gran velocidad sin cuidado alguno, pero los golpes habían perdido mucha puntería y fuerza en el camino. Examinando con cuidado el cambio de potencia que había sufrido, aquello que era mi única debilidad había desaparecido, ya que mi invulnerabilidad me protegería de todo a partir de este momento.

Mientras la cabra seguía corriendo, yo decidí hacer uso de mi capacidad para lanzar rayos con cierta potencia y fui disparándole, tratando de apuntar al pecho aunque el factor de estar corriendo y huyendo no ayudó en esto. Su respuesta era nula, ya que había quedado cegado por una rabia que le inundaba y comenzaba a desbordarse, pues sus movimientos iban perdiendo fuelle mientras pasaban los segundos. Una vez vi que todo aquello con lo que estaba teorizando podía ser cierto, confié en mi juicio todo lo que podía, frenando en seco la carrera y, con un giro muy cerrado, volviéndome contra él. Su velocidad y la mía estaban parejas, por lo que no tardamos mucho tiempo en encontrarnos. Saltando hacia la derecha para esquivar uno de sus muy predecibles ataques, elevé el brazo izquierdo y metí la mano en el aura de fuego. Había perdido mucha temperatura respecto al inicio, pero eso no quitaba que sufriera mientras lo hacía. Con ansias y bastante prisa por terminar, mis dedos se colocaron en la parte izquierda de su pecho, concentrando toda la electricidad que podía en el centro de la mano y, en cuanto la palma hizo contacto con esa misma zona, lancé un chispazo cargado. Sin dudar ni esperar un resultado, salté hacia atrás y traté de alcanzar al mink, que se había parado ante la visión de nuestros compañeros, que venían corriendo hacia nosotros. ¿De verdad tenían que surgir más problemas...?

Aquel hombre yacía incapacitado, pero al vernos magullados, sus hombres comenzaron a tomar valor para acercarse. Aún cuando pensaba que iban a surgir más problemas, sobre todo al ver a mis compañeros acercarse, una luz abrió una nueva esperanza. Junto a ellos, de hecho justo detrás, algunos marinos acompañaban a mis compañeros, llegando a encañonar a los sicarios. Hubiera sido todo, sin embargo, una gran figura imponente llegó junto con los marinos, y no se trataba de nadie menos que del vice almirante.

-¿Que está pasando aquí?- gruñó el almirante.

-Allí, señor, ese es el hombre que comenzó todo en la subasta. Es el responsable de arruinarle el día al noble- dijo Mikasa, señalando al esclavista. Seguido de esto, Nicola, Zaulot y la compañera de Edward, esta última sacando su mano debajo del taparrabos de la gigante, señalaron a aquel hombre. El almirante vio también a los jóvenes que tenía delante, reconociéndome como un marino.

-Señor, intenté detenerlo pero no tuve tiempo de pedir refuerzos. De hecho, este civil salvó mi vida- dije fingiendo que me faltaba el aire.

-Bien, ya te había dicho que te llevaras al gyojin a donde te indicaron. Ahora nos encargaremos nosotros- dijo el vice almirante, sonriendo con una sonrisa maliciosa, avanzando contra el hombre del látigo, quien por los impactos recibidos, y la técnica que había utilizado, no podía pronunciar palabra alguna en su defensa. Le hice una seña a Edward para que me siguiera.

Junto al resto, avanzaríamos hasta mi barco, ya con mucha más calma, en donde terminaríamos de fabricar las armas, corregir los experimentos y, sobre todo, de finalizar cuanto antes para llevar al gyojin al centro de la marina más cercano, en donde harían uso de sus conocimientos. Nicola me expresaría su preocupación. No tenía una banda realmente y había sido la única persona que había mostrado algo de interés por ella, por lo que decidió que la anexara a la marina, ayudándome en mis proyectos. No se lo negaría, aunque sería algo extraño.

Pero por ahora, en cuanto llegué junto a Zaulot le entregué los guantes para que los reparase.

-Así que, Edward, ¿que planeas hacer después de esto? Veo que podemos tener buena relación de negocios, además, nunca vendría mal alguien que ayude a la marina... ni un nexo a esta para ofrecer servicios. No espero que me contestes ahorita- le dije, sonriendo como acostumbraba hacerlo- pero piénsalo.

El vice almirante había tomado al esclavista como culpable, Zaulot estaba bajo mi custodia y las cosas se habían calmado. Quizás ahora podría descansar.

[Salto de turno tras más de 36 horas]
Era, cuando menos curioso que las cosas se hubieran resuelto de esta manera. Era momento de separarme de mi compañero, pero no sin antes llevar al gyojin al barco, en donde continuaríamos trabajando en la "súper arma", así como en mejorar los componentes de mis guantes.
Mientras Nicola trabajaba en el chapado del cañón Gauss, Zaulot me ayudaba en la mejora de la resistencia de los circuitos de los guantes, para que cuando menos pudieran aguantar sin que se quemaran, tratando de canalizar toda la energía posible.

Ahora ya estábamos bajo jurisdicción de la marina, en donde ninguno de esos sicarios y esclavistas podían hacernos nada, por lo que pude trabajar con Zaulot todo el resto del día y gran parte de la noche, todo para poder explotar sus conocimientos antes de entregarlo. A mi compañero le entregaría lo pactado, pero no me quedaría atrás, utilizando a Mikasa, quien no resultaba casi de utilidad en esos momentos, para conseguir más piezas con los chatarreros y otros miembros de la marina, a fin de conseguir aquella arma que Edward me pedía.
Estaba a punto de finalizar, cuando la enorme chica pelirroja se me acercó, indicándome que no tenía en donde quedarse y que necesitaba protección por un tiempo.
No estaba convencido del todo de tener a un gigante en el barco, sin embargo, podrían ser más ventajas que desventajas. Una chica herrera que creara soportes para mis creaciones, a la vez que su gran fuerza nos podría salvar de alguno que otro conflicto.
Trataría de dormir sólo hasta que, junto con Zaulot, termináramos los proyectos, incluso la copia del arma que ya estábamos construyendo, la cual terminaría el gyojin de camino al cuartel, pero dejando lista ya la de Edward.
Sin otra cosa que agregar, daría por terminado mi viaje despidiéndome de mi compañero para continuar por mi parte, dejando detrás lo sucedido en el archipiélago para concentrarme en mis propios proyectos.

Mentiría si dijese que realmente tenía claro lo que había sucedido sobre aquellos manglares en ese momento. De un segundo a otro, pasé de temer y sentirme cansado por la idea de ocuparme de más problemas a relajarme por completo, ya que los compañeros del mink traían unos refuerzos bastante notorios. Entre ellos, la cabecilla destacaba sobre el resto: el tan famoso vicealmirante se regía sobre el resto con una capa destacable y un aura gigantesca en comparación a la de sus acompañantes o a la de quienes, un minuto atrás, habían intentado matarnos. Entre un montón de papeleo y abundantes charlas por aquí y por allá de los azules justicieros, una voz me terminó arrastrando con ella. Estaba cansado por el exceso que me había visto obligado a realizar en cuestión de horas, ya que había generado energía suficiente como para alimentar mucho tiempo a una casa al completo. Y no era un cansancio físico, sino más bien psicológico, así que ni me cuestioné si debía hacer lo que estaba haciendo o no. Aunque, viendo en restrospectiva, el objetivo del trabajo por el que había comenzado todo esto estaba a cargo de la chica gigante, por lo que hice lo que debía.

Obviando horas y horas bastante aburridas y repetitivas que tuve que sufrir, terminé consiguiendo aquello que quería: la chica y el arma. Claramente, podría haber optado a más, mucho más, pero con aquello ya me daba para contentarme. Tampoco había sido un día tan difícil como para pedir algo mejor, supongo. Una vez obtuve ambas, decidí acercarme al hostal donde tantas horas había pasado últimamente, durmiendo más a gusto que en el resto de lugares, y dejar todas mis pertenencias junto a mi cama. En la habitación, decidí sentarme en mi cama y mirar a la mujer de arriba abajo, suspirando y colocando una sonrisa en mi cara:

- No te he comentado por qué te rescaté, creo. Y supongo que te lo mereces, aunque sea para que no te pille por sorpresa cuando pase. - La chica asentía con la cabeza de forma nerviosa, cada vez más intensamente. - Bueno, me ha contactado cierta persona, identificándose como alguien muy cercano a ti, y me pagó para que te rescatase de allí. Yo no sé si es verdad lo que dijo o si tú eres esa persona, pero sea como sea, debería terminar mi trabajo si tengo palabra. Así... Vamos. - Me levanté y abrí la puerta, dejándola a ella seguirme a gusto.

Solo hubo que hacer un trayecto bastante corto hacia los groves designados y recorrer varios callejones, vacíos para mi suerte, para encontrar a aquel sujeto que tiempo atrás me había contratado. Parecía bastante más demacrado que la primera vez que nos vimos, y sus ropas dejaban mucho que desear. En resumen: tenía peor aspecto que cualquier mendigo. Y ahí entraba en juego mi miedo a que no
tuviese con qué pagarme. Me había jugado el pellejo para conseguir a una mujer, y no me iba a ir de allí sin ningún tipo de remuneración, fuera la que fuera. Una vez me acerqué lo suficiente, el señor dejó de hacer lo que estuviese haciendo y miró a la chica, abriendo los ojos lo más posible. Por la reacción de alegría y su sonrisa, supuse que había dado en el clavo.

- ¡Esta es! - Bastante seco y sin ningún tipo de reencuentro súper emotivo, cosa que me extrañó. - ¡Ya he escuchado la que liaste, cabroncete! - Metió una mano en su bolsillo y sacó un fajo de billetes bastante considerable. Lo lanzó contra mí con muy poca puntería, cosa que pude corregir yo con reflejos y tomarlo al aire, y me miró detenidamente. - Pues ya está, te puedes ir. - Sus ojos seguían clavados en mí, y su sonrisa poco a poco se iba tornando en una mueca de indiferencia. Me tocaba irme, supongo, viendo que lo estaba incomodando.

Al menos, tenía mi dinero y había salido ganando, por mucho que hubiera sido el trabajo que tuviera que realizar. Al fin y al cabo, todo el progreso conlleva trabajo, ¿no?