Borrachos y pájaros. (Privado Kaworu -Verelitzh)

Arrastré a aquel tipejo hasta la pared del callejón, y me aseguré de que nadie nos pudiese ver. Entonces le arreé una fuerte bofetada que provocó que escupiese sangre.

- No sé si sabrá algo, Verelizth, pero lo sepa o no al menos nos llevará hasta el lugar en el que alguien lo sepa.-

El hostiado comenzó a hablar.

- Zo... Zo... Zo...-

Enarqué mis cejas con levedad al tiempo que extendía la vara hacia un lateral, ofreciéndosela a Verelizth para que la cogiese.

- Coge mi vara, por favor, parece que está empezando a hablar.-

El no tan joven hostiado prosiguió con su retaíla.

- Zo... Zo... Zo...-

Mantuve mi agarre sobre sus prendas al punto de que el cierre fue tan fuerte que comenzó a faltarle la respiración. En ese punto, si Verelizth no había tomado mi vara yo la habría arrojado al suelo solo para empezar a darle de hostias.

- ¡¿Qué?! ¡¿CÓMO QUE ZO, ZO, ZO?! ¡¿QUIERES HABLAR?! ¡ZO CAPULLO!-

Grité en mitad del callejón, lo que provocó que el hombre comenzase a gritar a toda voz.

- ¡ZOCORRO! ¡MÁ PARTÍO LA CARA! ¡ZOCORRO!-

Solté al tipo y comencé a propinarle potentes patadas en la boca al tiempo que le gritaba.

- ¡QUE TE CALLES! ¡QUE TE CALLES! ¡O ME DICES QUÉ PUERTA ABRE LA LLAVE O TE ABRO YO EN CANAL CON ELLA!-

Mientras vigilaba la callejuela Kaworu se dedicó a interrogar a su pobre víctima. Por el momento no parecía venir nadie y la gente que caminaba por las otras calles no reparaba en nosotros por fortuna, sin embargo, varios destacamentos de la Marina aparecieron una calle más bajo haciendo que me alertara y me dirigiera a Kawo rauda.

-No tenemos mucho tiempo, están a una calle de aquí...así que acaba rápido o se nos echarán encima- dije volviendo la vista atrás hasta que Kaworu  había decidido que gritar era la mejor opción.

Le di un copón con mi vara rápidamente para que midiera sus palabras.

-¿Quieres dejar de gritar? O sino a los que van a hacer cantar será a nosotros en la cárcel idiota- le dije  con un tono seco.

Volví a mirar por la esquina de la calle y parecía que ya no había nadie por ahí con ojos inquietos. El tiempo se nos echaba encima y solo esperaba que Kaworu fue más rápido que nunca. Legué al punto que mi nerviosismo comenzó a pasarse a las alas y estas empezaban a moverse lentamente, y no era para menos, acaba de aparecer en escena un marine que comenzaba a subir la calle hacia nuestra dirección. Corrí rauda hacia Kaworu y le dije.

-¡No hay tiempo hay que largarse ya...acaba!- le insistí.

Entre la situación que se nos presentaba, la presión de ser descubierto, el hecho de no querer poseer aún ningún tipo de recompensa por mi cabeza, y finalmente por culpa de que aquel inútil no abría la boca para nada, sentí un gran calor resurgiendo de mi interior, me estaba enfureciendo y aquello no se trataba de nada bueno. Dije las siguientes palabras en un susurro, que prácticamente petrificó al tipo que había frente a mis ojos, el cual comenzó a temblar por temor.

- Voy a matar a esos malditos marines, quédate aquí, no me hagas que me de la vuelta para partirte las extremidades y que así no puedas escapar, escoria humana.-

Dirigí mi mirada hacia el lugar en el que estaba vigilando Verelizth y acto seguido corrí a gran velocidad hacia aquella dirección.

- ¡Poseed mi manga! ¡Cadena de almas!-

Exclamé, y acto seguido una gran cadena se formó en dicho lugar, el sonido de aquella gran cadena rozando y chisporroteando contra el suelo llamó la atención del marine, quien se giró e intentó abrir fuego, pero arrojé la cadena contra su fusil y lo desvié, resultando en que el tiro impactase contra una ventana. Salté pues inmediatamente sobre él y, apoyando mis rodillas en su torso para placarle y provocar que cayese de espaldas ante tal golpe, rodeé usando ambas manos su cuello con mis cadenas y lo ahorqué ante la vista de Verelizth y de los demás marines allí presentes. Fue entonces cuando comenzó el caos.

Los marines tardaron algunos segundos en abrir fuego, tiempo que me bastó para tomar el cadáver del suelo como escudo y para así cubrirme de las balas mientras corría en su dirección, y así fue hasta que llegué al primero de los cinco que quedaban allí, embistiéndolo directamente con el cadáver, arrojándolo junto con él contra la pared más cercana.

El primer marine desenvainó su espada y trató de atacarme con ella en un movimiento de ataque descendente, sin embargo, aquel movimiento lo paré con la palma de mis manos, giré en seco y lo desenvainé, arrojando la espada contra un segundo marine que la recibió de lleno en el pecho, cayendo de espaldas tras aquella puñalada no mortal. Al primero lo finalicé metiendo un dedo dentro de uno de sus ojos, para así agarrar la zona dura interior de la nariz y tirar de él hacia a mí, propinándole un potente puñetazo que le hundió la tráquea para adentro, provocándole inmediatamente asfixia que se prolongaría durante el suficiente tiempo como para que cayese inconsciente.

Desenvainaron pues los dos últimos con un ataque de pánico, los cuales cayeron inmediatamente por el uso de la akuma no mi, entrando pues las almas de los tres fallecidos presentes dentro del cuerpo de mi cuerpo.

Si Verelizth se asoma por el callejón, vería como eliminaría a los dos últimos a base de puñetazos en la cabeza hasta reventarles los dos la ya mencionada, poco después volvería hasta el lugar de partida para encontrarme con un hombre acojonado solo de haber escuchado lo que había sucedido, debido a que, entre otras cosas, estaba lleno de sangre y trozos de cerebro.

Escuché las primeras palabras de Kakworu y no tuve objeción alguna de que se encargara de aquellos marines. Cuando él se disponía a vencerlos yo coloqué el cabezal de mi vara contra el cuello del tipo al que íbamos a interrogar y con un tono seco le dije.

-Yo en tu lugar ni me movería- dije a pesar de que era un títere de Kaworu.

Kawo por su parte no tardó en empezar a hacer exhibición de su fruta frente a aquellos marines con auténtica destreza. Sin duda aquella fruta era horriblemente jodida...y terrible. Miedo me daba pensar en que podría convertirse en un futuro. Sin embargo seguro que todo esto iba a traer cola y mucho ruido así que corrí hacia Kaworu para ver como estaba reventando a puñetazos a los dos restantes hasta el punto de romperles la cabeza.

Me había quedado helada ante lo acontecido pero no dije nada. Miré al suelo como evitando ver a Kaworu y esperé a que se encargara del tipo al que estaba interrogando. A pesar de todo me asomé a la esquina y vi el estropicio llevándome la mano a la boca debido a que me había entrado ganas de vomitar.

Después de haber realizado tal hazaña digna de un pirata sádico, llevé una de mis manos, la que poseía la cadena ensangrentada, hacia el cuerpo del tipo que se encontraba acojonado, lo levanté directamente de la camiseta y lo dejé en pie frente a mí, le di una palmadita en la espalda y acto seguido le ordené lo siguiente que debía de hacer.

- Tú... Ser molesto. ¿A que me vas a llevar rumbo al tesoro al que pertenece esta llave...?-

Saqué la llave de mi bolsillo y se la coloqué en la mano, al tiempo que le arreaba una patada en todo el trasero para que iniciase la marcha.

- Sin pararte, carroña, y por lugares seguros, no me gustaría tener mayores problemas con la marina.-

El hombre comenzó a caminar en silencio, estaba temblando y llorando, sin soltar la llave.

Parecía que finalmente íbamos a movernos para salir de aquel maldito lugar. Si bien Kaworu ya nos había aportado un guía no nos había aportado ojos en las alturas. Así que mientras caminábamos me dirigí a él.

-Será mejor que nos veamos allí, te estaré vigilando desde arriba y si veo algo te avisaré, cuando llegues a la entrada  descenderé- dije antes  de agarrar el brazo de Kaworu-Ah se me olvidaba..y no más espectáculos.

Extendí las alas y di un brinco hacia el aire para comenzar a volar a ras de los tejados de la zona intentando no quitar la vista a Kaworu y a su compañero. Podía ver por las calles divisiones de la marina preguntando a civiles por un lado, y por otro algunos ya habían descubierto el estropicio del callejón. Esto se ponía feo.

Aterricé en un tejado desde el cual Kaworu podía verme con claridad, y esperé a que él continuara su paseo hasta el almacén. No había moros en la costa así que no me puse nerviosa y por lo tanto esperé con calma sobre el tejado hasta que pudiera descender sin llamar la atención más de lo debido.

El hostiado cumplió con su papel a la perfección, llevándome por un entramado de callejuelas cada cual más extraña que la anterior, de hecho, habíamos logrado esquivar bastantes patrullas gracias a él que al parecer nos estaban pisando los talones.

Había escuchado el comentario de mi compañera pero no creía que se hubiese ido nada más decirlo, motivo por el que en cuanto miré atrás me sorprendió en no tener su presencia, algo que me hizo chasquear la lengua con levedad. ¿Aquella mujer quién demonios era? Llevaba un tiempo confiando en ella y salvándole el culo en más de una ocasión, pero aquella pregunta siempre me había rondado la cabeza. ¿Era de aquella ciudad? ¿De dónde era aquella extraña "familia" de la que había hablado?

Sabía bien que no era momento de hacerme preguntas estúpidas, así que me centré en llegar al lugar, un extraño barco con cuatro marineros tirados y dormidos, a los cuales el falso Óscar trató de despertar, pero yo se lo impedí enganchándolo inmediatamente de la nuca.

Miré a mi alrededor para ver si podía ver a la mujer alada, pero no fue el caso. Mi asustadizo acompañante me abrió la puerta hacia el camarote de quien parecía ser alguien importante y yo entré con él.

Mi compañera podría ver mi posición desde la cristalera del lugar.

Me quedé divisando el lugar desde la altura del tejado. Cuando Kaowru parecía haber encontrado el lugar se dispuso a entrar en el. El objetivo no era un almacén sino un barco donde había entrado junto a su rehén. Me quedé de pie en el borde mirando con atención hasta que decidí saltar y estirar las alas volando hasta allí hasta apoyarme en uno de los mástiles del palo mayor a la espera de que el marinero le abriera la puerta del camarote. Cuando lo hizo, entré aterrizando en la puerta suavemente.

-¿Y bien? ¿ Has encontrado lo que buscabas? -dije echando un vistazo tras Kaworu sin moverme demasiado y prestando más atención a la puerta que había a mi espalda que a lo que teníamos delante.- ¿Crees que vendrá alguien a reclamar a este idiota? -dije en alusión al marinero.

Caminé un poco hacia adelante pero sin alejarme demasiado de la puerta. Parecía que todo lo acontecido iba a dar algún tipo de fruto, pero yo a estas alturas solo deseaba que aquello acabara. ¿Podía largarme sin más? Si, pero seguía desconfiando de que no capturaran a Kaworu...así que hasta que él acabara sus cosas...yo no iba a irme.

Una vez allí examiné con relativa velocidad el interior de dicho camarote, parecía tratarse de no más que un sencillo camarote de un marinero que se dedicaba a pescar y que quizá poseía algunos asuntos turbios, o al menos eso deduje por la mesa de caoba lujosa que había frente a una silla del mismo material y lujo, poco frecuente en un entorno así.

El marinero me señaló hacia un cuadro también lujoso que se encontraba tras el sillón, así que me dirigí hasta ahí y llevé mis manos hacia el ya mencionado, tratando de gastar el cuidado de que no se me cayese tan horrenda obra que resultaba ser un retrato del capitán, sin embargo, fue entonces cuando la llegada de Verelizth y su cordial voz me alertaron en sobremanera, dando un respingo y arrojando el cuadro a un lateral al tiempo que gritaba...

- ¡Hostia puta! ¡No me asustes así que me va a dar un infarto!-

Giré la cabeza para mirar a Verelizth al tiempo que pude ver a un marinero tras ella durmiendo removiéndose un poco en su sueño, sabía que había estado muy cerca de despertarlo, motivo por el que tendría mayor cuidado la próxima vez.

- Sí... Aquí está...-

Susurré señalando la caja fuerte que había quedado a la vista, y acto seguido le propiné una colleja al hombre para que comenzase a abrir la ya mencionada, acción que realizó de un sobresalto.

Definitivamente aquella boca estaba diseñada para ponerle una botella de licor por chupete. No le hice caso a su voz elevada  e ignoré todo por unos segundos para enfocar mi atención en lo que parecía una caja fuerte.

-Ábrela- le dije con tono seco mientras me dirigía al marinero que estaba durmiendo tras nosotros y le propinaba un golpe seco con la vara para dejarlo directamente inconsciente- Ale, un problema menos.. ahora abre eso, coge lo que quieras y a partir de aquí te vas a un lugar seguro y no me nombras más en tu vida fuera de esta isla...no quiero atraer miradas de gente a la que no puedo combatir, al menos, por ahora.

Caminé hacia ellos dos quedándome detrás, esperando, a que abrieran la caja fuerte mientras echaba un vistazo a aquel camarote. No era nada del otro mundo y mas bien parecía una ratonera que el camarote de un capitán. Si no fuera porque el retrato indicaba que era alguien pudiente puesto que esas cosas cuestan bastante dinero, no lo pensaría por la basura de camarote que tenía. Pero bueno, esa era una preocupación menor...tan solo esperaba que esa caja no estuviera vacía.

El hombre hostiado no pareció tener más dificultad que la que sus manitas de cerdo temblorosas le permitían para abrir la cerradura, se demoró más de cinco minutos que estuve fijando la mirada en la cerradura, más emocionado que un niño pequeño cuando se entera de que han llegado los regalos de la navidad, sin embargo, después de tanto tiempo la emoción comenzó a convertirse en patetismo, motivo por el que lo enganché directamente del cuello, lo arrojé al suelo y comencé a pisarle la cabeza hasta que no quedó más que prácticamente una masa de carne y huesos irreconocible, poco después escupí en su deformado rostro.

- Vaya puta mierda de marinero roto nos ha tocado.-

Indiqué sin tener ningún tipo de respeto por el ahora asesinado cuerpo que había en el suelo. Ya con la llave metida en la caja fuerte, la giré de un golpe seco y la cerradura no abrió, motivo por el que fruncí el ceño y estuve más de cinco minutos para abrirla, dándome cuenta de que la culpa no estaba en el hombre, si no en la cerradura, que ya estaba algo oxidada. No me sentí culpable por haberle reventado la cabeza sin motivo al varón.

Tras abrir la cerradura se mostraron dos cajas exactamente iguales, llevé inmediatamente mis manos hacia la caja de la derecha, y la tomé con rapidez.

- ¡Pues aquí está!-

Exclamé sin caer en la cuenta de que los otros fuera aún seguían durmiendo, pero tampoco importó mucho lo que sucediese, al parecer, su sueño era más que profundo.

- ¡Es hora de marcharnos de esta asquerosa isla y de darle de comer a mi pájaro! ¡Y con un tesoro en mis manos!-

La caja al parecer no tenía ningún tipo de seguridad, la única que existía era la de la caja fuerte.

-¡PUEDES DEJAR DE MATAR GENTE POR LOS JA JAS!-dije gritándole mientras me llevaba la mano a la cabeza en señal de cansancio.

A pesar de todos los dolores de cabeza se había logrado conseguir abrir aquella caja fuerte de una maldita vez. Así que aparté a Kaworu con la vara y pude ver el premio...dos cajas. Kaworu cogió la derecha y yo la izquierda en compensación por los duros dolores de cabeza que me había dado. Finalmente le dije.

-No te me vuelvas a cruzar en mi camino...porque si lo haces creo que habrá más muertos, y si te soy sincera, ya he tenido bastante por hoy- dije jocosa mientras le entregaba la caja que acababa de coger- Toma, no me interesa..tan solo quiero que me jures que no dirás mi nombre a nadie, y que saliendo de esta isla no me conocerás ¿vale?. Se que es difícil de entender pero créeme...no me apetece tener más problemas. Aunque debo admitir que me he divertido a la par que me he asustado...y me ha gustado.

Me di media vuelta con el objetivo de salir de aquel camarote sin decirle más que lo expuesto.

Disfrutaba de la gélida compañía de mi adorada caja cuando la mujer cuya presencia había pasado a un segundo plano en mi mente, había comenzado a exclamar palabras que no llegaron a dolerme, pero sí a darme un severo y nuevo respingón. Arrojé la caja por los aires y salté a la par que movía con velocidad mis manitas para intentar tomarla antes de que cayese al suelo, con la suerte de cogerla al vuelo sin que se abriese. Suspiré con pesadez a la vez que giré mi cabeza para fijarla en la mujer, enarcando mis cejas a punto de soltarle una verdadera reprimenda por ello, sin embargo, después de aquellas molestas primeras palabras que no me permitieron proceder como deseaba, ella me entregó su caja y se acabaron las reprimendas.

Mostré una amplia sonrisa de oreja a oreja en cuanto ella me dio las instrucciones a seguir, y mientras sostuve con una de mis manos las dos cajas lo mejor que pude, alcé la otra hacia mi frente en saludo formal a la vez que decía...

- ¡A sus órdenes, Verelizth! ¡Yo también me he divertido bastante!-

Sin caer en la cuenta de que ya había dicho su nombre. El alma del cadáver salió de su cuerpo y entró en el mío, y poco después salí de aquel lugar con las cajas en mi mano dirección hacia mi nueva chalupa sin estrenar en el puerto.

Suspiré ante su metedura de pata nuevamente dándolo como un caso perdido. Sin embargo no pude evitar sonreír levemente ante aquel comentario  jocoso antes de salir al aire libre desde el camarote.

Finalmente me giré sobre mis talones y me que´de mirando para Kaworu.

-Ha sido muy estimulante no te lo voy a negar Kaworu, pero te diría que se pueden hacer las cosas con menos sangre y con más cabeza...pero tampoco te voy a negar que de alguna forma me he divertido también.

Tras decir aquellas palabras extendí las alas y comencé a batirlas.

-Que tenga mucha suerte Kaworu, creo que no le olvidaré, pero espero que usted si me olvide...al menos por hoy- concluí antes de salir disparada al aire mientras movía las alas.

-Nos veremos pronto , y ya me contarás sobre tu akuma con un poco más de detalle, y también espero que tengas la cabeza un poco más amueblada y fría, hasta mas ver

Ascendí hasta los cielos y me fui alejando isla adentro alejándome cada vez más de la vista de Kaworu manteniendo mi sonrisa y perdiéndome en el horizonte sin mirar atrás.

Casi sin prestarle atención a las palabras de Verelizth dado el hecho de que ya disponía de mis dos tesoros y aquello a fin de cuentas era lo único que me importaba en aquellos momentos, llegué hacia la chalupa en la que me esperaba el señor que custodiaba mi barca. Al parecer había conseguido dejar mi ropa de combate como nueva, y eso era algo que se debía de agradecer. Me senté al lado de él, motivo por el que tuvo un respingo inmediato, llevaba horas sin verme y cuando partí yo estaba limpio de sangre, trozos de carne humana y trozos de cerebro, además de licor y de la cadena que seguía colgando de mi manga recubierta por lo mismo, por suerte, mi vara poseída se acordaba de la ubicación de la chalupa, y llegó arrastrándose lo mejor que podía hasta mi posición al tiempo que gritaba con voz muy aguda...

- ¡Señor! ¡Por favor, no se marche! ¡No me deje aquí!-

Miré entonces hacia su dirección y vi a mi preciosa vara, siendo consciente entonces de que aún colgaban las cadenas de mi manga, dejé las cajas en la chalupa, hice desaparecer la cadena y caminé hasta la vara para así tomarla y traerla conmigo, ante lo que apareció una boca en la empuñadura y mostró una amplia sonrisa.

Ante lo que no pude más que responder...

- ¡Bō Thyjo! ¡¿Cómo te iba a abandonar aquí, preciosa?!-

Y ella respondió.

- ¡Gracias señor! ¡Pensaba que me iba a abandonar!-

Chasqueé la lengua con fiereza y deposité la misma en la chalupa, al tiempo que comenzaba a desnudarme para así quedar completamente desnudo y comencé a preguntar al npc que me había protegido la barca.

- Oye tú... Óscar. ¿Sabes a alguien que sepa llegar a Ohara?-

El hombre se había quedado algunos minutos callado desde mi llegada, se había horrorizado y hasta había vomitado al mar lo que había almorzado, sin embargo, tras ver que no pensaba acabar con su vida, al menos en aquel momento, pareció mostrarse más animado a hablar.

- Yo... Yo sé llegar a Ohara...-

El hombre parecía estar al borde de un ataque de pánico, nunca antes había visto una vara hablar ni tampoco a un hombre como yo, pero parecía estar soportándome mejor que los otros humanos que habíamos visto antes.

- En ese caso pon rumbo y preparemos lo necesario para llegar hasta allí inmediatamente, y mientras tanto, dame un buen baño, tengo sangre de diez tíos diferentes en mi cuerpo.-

El hombre se negó rotundamente ante mis palabras.

- No... No puedo... Verá, mañana tengo la boda con mi novia...-

Le di una rápida bofetada que lo dejó en silencio.

- Óscar, te vas a venir conmigo.-

Me respondió asustado.

- Pero señor... No me llamo Óscar...-

Le abofeteé una vez más y le siseé para que guardase silencio.

- En tu vida pasada fuiste un fracasado con novia, que iba a pasarse una vida sin aventuras solo para calentarle la panza a una mujer que probablemente ni te quiera y solo esté por tu facultad como navegante, conmigo vivirás experiencias y aventuras, descubrirás que el nombre que te otorgó tu madre no vale nada en comparación a tu verdadero nombre, Óscar, estoy seguro de que este nombre te hace sentirte más tú.-

El pobre joven me miró extrañado y me pidió permiso para hablar alzando la mano, yo se lo permití.

- Pero señor, no soy Óscar, yo me llamo Migu...-

Una nueva bofetada lo volvió a callar.

- Partamos, Óscar de Astora, el timonel del barco pirata de los Calaveras Rojas.-

El hombre obedeció entre lágrimas mi propuesta y la cámara se fue alejando de la escena mientras que él, con su nuevo nombre, comenzaba a hacer cosas en el barco para preparar el baño y lo necesario para partir. La cámara se aleja de ese plano hasta que finalmente las nubes ocultan la visión del puerto.