Malditos pájaros [Privado, Pasado] (Dexter, Stingby, Hyo)

"Un árbol gigante, caníbales y pájaros asesinos. ¿Qué podría salir mal?", pensaba mientras la Joya surcaba la costa rompiendo la marea y siendo empujada por el mar. El cielo estaba azul y sin nubes, y se podía observar perfectamente el grotesco tronco marrón de la gran planta. Observó con atención, y pudo ver que las hojas (algunas que caían de lo más alto del árbol), tenían un tamaño normal, en consonancia con el resto de la colosal mole de madera. Tenía entendido que tribus salvajes rondaban túneles dragados en el anormal roble, y que para más colmo eran caníbales enfrentados a pájaros de pesadilla. "¿Qué podría salir mal?", volvió a decir su cabeza mientras el barco se acercaba a una raíz gigantesca, que le serviría de muelle.

Desembarcó, con sus guanteletes de acero rojo sustituyendo a sus guantes de terciopelo rojo, y las dagas cinchadas al cinturón. No le habría ido mal un arma más contundente, pero esperaba no necesitarlas, y si no siempre podía desatar al espíritu salvaje que habitaba en él. Aunque no le hacía precisamente ilusión.

"Tal vez haya músicos aquí", dijo su cabeza, aunque Dexter opinaba que su mente se burlaba de él. No existía mucha posibilidad de que un grupo de salvajes tocaran la flauta y el violín, y mucho menos de que la tocaran antes de intentar comérselo. Comenzó a caminar por la raíz y descubrió una entrada al árbol, un túnel largo y siseante rumbo a la copa. Comenzó a caminar en el absoluto silencio de aquel lugar, ronpiéndolo sólo con el eco de sus pasos.

El joven Hyo se había embarcado en un viaje solitario con un objetivo particularmente complicado, conseguir que los médicos de la isla de los pájaros, como era conocido el Reino Torino, le ayudaran a mejorar en medicina. Los médicos de esa isla eran poco conocidos pero aquellos que los conocían sabían que eran los mejores médicos del mundo. El felino se encontraba desde hace varios días en la isla observando a los caníbales para tratar de averiguar la mejor manera de acercarse a ellos sin ser comido por ellos y a la vez llevaba a cabo un pequeño experimento. Oculto de los salvajes tocaba una dulce melodía con su violín mientras observaba la reacción de aquellas personas que vivían en una constante guerra con los pájaros gigantescos que habitaban la isla.



Mientras tocaba algunos de los salvajes paraban mirando a todos lados con las lanzas en mano para atacar al causante del sonido pero uno de ellos parecía algo desconcertado ya que miraba con asombro a los lados.

Avanzaba tranquilamente por el pasillo de madera del árbol gigante. Tenía miedo de encontrarse con algún caníbal y tener que hacer animaladas otra vez para escapar con vida. Ya había tenido bastante con el día que dejó de ser cazador y cuando conoció a Kedra tiempo después. Era horrible pensar que se metía en tantos líos cuando él sólo buscaba librar al mundo de la injusticia y escuchar buena música. No podía ser que todo le saliera tan mal. Nadia estaba en una isla del North Blue, sola, y él no podía estar con ella, aunque la llevaba en el corazón cada instante que pasaba. Era la única chica que lo había enganchado de aquella forma, y estaba hechizado. Siguió avanzando hasta que comenzó a escuchar algo. Parecía algún tipo de fiesta popular, o tal vez simplemente un músico suicida estuviera importunando a los habitantes del lugar. En cualquier caso quería descubrirlo, y para ello tenía que apurar el paso.

Cada vez estaba más cerca, y la música sonaba más fuerte. Incluso, en cierto modo, le recordaba al sonido de un violín. "Si aquí tocan el violín tendré que retractarme de mis palabras", pensó mientras ascendía de camino al lugar más alto del tronco, una especie de gigantesco tocón lleno de tierra, donde crecían árboles más pequeños, matorrales, y se levantaban modestas chozas. Qué lugar más raro era. Parecía que no repararon en él, así que siguió buscando el origen de aquel sonido, tratando de ser lo más discreto posible. Finalmente lo encontró oculto tras unos matorrales. Un hombre que no parecía precisamente nativo del lugar, por su ropa y su expresión facial, y que tocaba bastante bien sin lugar a dudas. La única pregunta era qué demonios estaba haciendo allí, tocando el violín tras un seto. Algunos nativos miraban de vez en cuando hacia allí, sorprendidos por el sonido, tratando de averiguar el origen, aunque estaba claro que no tenían ni idea de música, y ni siquiera sabían captar sonidos suaves.

-No parece muy seguro lo que estás haciendo ahora mismo- dijo, acercándose y tendiéndole la mano-. Soy Dexter, y parece que eres lo único que no quiere matar humanos de esta isla.

Se quedó ahí, a la espera de la reacción por parte del músico.

"Médicos... ¿Médicos aquí?", se planteó Dexter mientras estrechaba la mano del hombre que tenía en frente, sospechando algún tipo de mentira o artimaña. Nunca había oído hablar de médicos en esa isla, sólo de caníbales con bastante mala baba y mucho apetito, por no hablar de aquellos pajarracos que se peleaban con los habitantes de la isla. Y estaba más que convencido de que esos animales no eran precisamente buenos en mejorar la salud de la gente, más bien al contrario, la empeoraban súbitamente. "Embustero...", dijo su mente tras pensar en todas las opciones. Aunque por algún motivo no podía evitar creer lo que decía, no en el sentido de que creyera en que hubiera médicos allí, sino en que el muy zoquete podría pensar que allí habría médicos. Era descabellado, pero no tanto como mentir acerca de los motivos que llevaban a uno a esa isla.

-Es un lugar un tanto raro para encontrar médicos- dijo, tratando de fingir curiosidad y ocultando su escepticismo-. ¿No sería más normal buscar un asesino aquí, o tal vez los pájaros de la copa?

El músico había guardado su violín, lo cual era lógico según lo que captaban sus oídos algunos salvajes se acercaban. Pasos y algún que otro grito, en algunos respiración acelerada. Estaban excitados por la caza, y mientras tanto Dexter tenía otro problema. El joven que tenía en frente no le quitaba ojo de encima. Su mirada fría como el hielo le sentaba como un jarro de agua por la espalda, aunque había cosas peores, pero el hecho de estar probablemente perseguido por una panda de caníbales mientras un hombre con aquella cara le estrechaba con fuerza la mano era preocupante.

-Bueno, mejor nos vamos- dijo, mientras le soltaba la mano y comenzaba a caminar, oculto entre los matorrales mientras trataba de encontrar una salida, pero sólo vio un túne hacia arriba. Siempre podía saltar más tarde hasta el barco...