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Ashlyn Blake
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Había llegado a sus oídos que un criminal de tres al cuarto había aparecido por su isla. No es que tuviera intenciones de ir a cazar aquel día, pero ya que había interrumpido en su ciudad le haría el favor de cazarlo. Se preparo, se enfundo sus botas, el revolver siempre listo y entonces fue en busca de aquel insensato. No sabía mucho sobre él, tan solo lo que los rumores decían. Parece que era un chico joven de unos veintipocos, tal vez un par de años más que ella. Pelirrojo y pecoso, con ojos verdes y que parecía tener una curiosa cicatriz en el ojo izquierdo. Con aquella descripción estaba segura de que podría encontrarlo, después de todo, conocía a todos y cada uno de los habitantes de aquella insulsa isla.
Se dispuso a caminar tranquilamente por las calles, tal vez estuviera rondando por allí de lo contrario sabía donde ir a buscarlo. Al comprobar que no se encontraba en la ciudad, cogió una moto que solía tener en la parte de atrás del taller y se puso rumbo a un lugar concreto. Se trataba de una zona en el cañón donde había diferentes tipos de cuevas, en su mayoría eran usadas por los bandidos para esconderse así que ciertamente era un buen lugar donde buscar a su nuevo amigo. Se puso a divagar entre las cuevas mientras mantenía su cigarro en la boca — vamos, sal ratita, dejame jugar contigo un ratito — su voz sonó divertida y burlona.
Realmente iba a disfrutar dando caza a ese insulso muchachito. Sobretodo después de lo que haría, comenzó a atacarla desde un lugar escondido. Ash se mantuvo escondida detrás de una roca esperando a tener una oportunidad para averiguar desde donde le estaba disparando ese condenado. Odiaba el juego sucio, pero si realmente quería jugar de aquella manera, Ash no iba a quedarse atrás y le iba a dar una buena lección. Primero averiguaría su posición y después se pondría en posición para disparar, intentaría no hacerle demasiado daño, pero daño le iba a hacer seguro. — ¡Cuando te coja te vas a enterar pequeño hijo de puta! — estaba realmente furiosa en aquel momento, quería darle una maldita paliza.
Se dispuso a caminar tranquilamente por las calles, tal vez estuviera rondando por allí de lo contrario sabía donde ir a buscarlo. Al comprobar que no se encontraba en la ciudad, cogió una moto que solía tener en la parte de atrás del taller y se puso rumbo a un lugar concreto. Se trataba de una zona en el cañón donde había diferentes tipos de cuevas, en su mayoría eran usadas por los bandidos para esconderse así que ciertamente era un buen lugar donde buscar a su nuevo amigo. Se puso a divagar entre las cuevas mientras mantenía su cigarro en la boca — vamos, sal ratita, dejame jugar contigo un ratito — su voz sonó divertida y burlona.
Realmente iba a disfrutar dando caza a ese insulso muchachito. Sobretodo después de lo que haría, comenzó a atacarla desde un lugar escondido. Ash se mantuvo escondida detrás de una roca esperando a tener una oportunidad para averiguar desde donde le estaba disparando ese condenado. Odiaba el juego sucio, pero si realmente quería jugar de aquella manera, Ash no iba a quedarse atrás y le iba a dar una buena lección. Primero averiguaría su posición y después se pondría en posición para disparar, intentaría no hacerle demasiado daño, pero daño le iba a hacer seguro. — ¡Cuando te coja te vas a enterar pequeño hijo de puta! — estaba realmente furiosa en aquel momento, quería darle una maldita paliza.
Velkan Byrne
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Johnny "dedos largos" era un criminal de poca monta, pero por lo que sabía estaba relacionado de alguna manera con Julius Khermann, el criminal al que llevaba siguiendo la pista desde el North Blue. Khermann era un capo de renombre que había sido expulsado de su zona de influencia en Cliff Island, y que sin la protección de su banda se había convertido en el objetivo de Velkan. Quería sacarlo de las calles antes de que pudiera volver a asentarse en algún sitio y hacerse fuerte. Lo había cazado como un perro por las diferentes islas donde tuvo noticia de él, pero era astuto como un zorro y siempre se le escapaba al límite. En el West Blue una tormenta le había desviado del rumbo y dañado su barco, obligándole a detenerse en Diamuird, pero tras reparar el navío había logrado seguir la pista de Khermann hasta Far West. Sin embargo había perdido un tiempo valioso y ya no era un rastro fresco.
Había oído que se refugiaba en unas cuevas algo más allá de Dunton Hot Springs, una zona frecuentada por bandidos. La caminata hasta el lugar no era corta y además había de hacerla bajo el sol del lugar, así que dejó su armadura en la posada y alquiló un caballo al posadero. En cuanto llegó a la zona, ató al animal a una piedra en una zona con hierba corta y dura, para que pastase un poco y se fue a buscar al criminal. El terreno era muy montañoso y seco, difícil de escalar y de moverse por él en general. Había sido una gran idea no llevar armadura, pues hubiera sido un engorro en aquel lugar.
Acabó localizando la cueva en cuestión siguiendo rastros, pero le pareció una mala idea entrar sin saber lo que había. En su lugar, escaló las rocas hasta situarse justo encima del risco donde estaba la entrada, y aguardó pacientemente. En algún momento Johnny tendría que entrar o salir. Pasó el tiempo sin novedades, hasta que de repente escuchó un ruido extraño, un jaleo que sonaba como si algo estuviese gritando de manera constante. Algo afónico o con problemas de garganta. El sonido creció y vino acompañado de una humareda. Y entonces entendió lo que era: alguien se acercaba en alguna especie de vehículo mecánico. Se agachó más entre las rocas por si era el criminal o un amigo suyo, y entonces vio a Johnny salir de la cueva con una pistola. Del vehículo bajó una mujer de pelo blanco, y tras un par de improperios se pusieron a tirotearse. Mal asunto. Ahí sí que le hubiera venido bien la armadura.
No iba a dejar que matasen al bandido antes de que pudiera sonsacarle dónde estaba Khermann, así que se decidió a actuar. Cogiendo la lanza, saltó sobre el pelirrojo trazando un barrido con el mango, con intención de darle un fuerte golpe en la nuca y dejarlo fuera de combate. Sin embargo el escurridizo criminal se aparto rodando, ¿cómo le había visto venir? ¡Si le había caído desde arriba y por la espalda! Asustado, Johnny comenzó a correr entre los riscos, moviéndose hábilmente.
- ¡Vuelve aquí, rata!
Había oído que se refugiaba en unas cuevas algo más allá de Dunton Hot Springs, una zona frecuentada por bandidos. La caminata hasta el lugar no era corta y además había de hacerla bajo el sol del lugar, así que dejó su armadura en la posada y alquiló un caballo al posadero. En cuanto llegó a la zona, ató al animal a una piedra en una zona con hierba corta y dura, para que pastase un poco y se fue a buscar al criminal. El terreno era muy montañoso y seco, difícil de escalar y de moverse por él en general. Había sido una gran idea no llevar armadura, pues hubiera sido un engorro en aquel lugar.
Acabó localizando la cueva en cuestión siguiendo rastros, pero le pareció una mala idea entrar sin saber lo que había. En su lugar, escaló las rocas hasta situarse justo encima del risco donde estaba la entrada, y aguardó pacientemente. En algún momento Johnny tendría que entrar o salir. Pasó el tiempo sin novedades, hasta que de repente escuchó un ruido extraño, un jaleo que sonaba como si algo estuviese gritando de manera constante. Algo afónico o con problemas de garganta. El sonido creció y vino acompañado de una humareda. Y entonces entendió lo que era: alguien se acercaba en alguna especie de vehículo mecánico. Se agachó más entre las rocas por si era el criminal o un amigo suyo, y entonces vio a Johnny salir de la cueva con una pistola. Del vehículo bajó una mujer de pelo blanco, y tras un par de improperios se pusieron a tirotearse. Mal asunto. Ahí sí que le hubiera venido bien la armadura.
No iba a dejar que matasen al bandido antes de que pudiera sonsacarle dónde estaba Khermann, así que se decidió a actuar. Cogiendo la lanza, saltó sobre el pelirrojo trazando un barrido con el mango, con intención de darle un fuerte golpe en la nuca y dejarlo fuera de combate. Sin embargo el escurridizo criminal se aparto rodando, ¿cómo le había visto venir? ¡Si le había caído desde arriba y por la espalda! Asustado, Johnny comenzó a correr entre los riscos, moviéndose hábilmente.
- ¡Vuelve aquí, rata!
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No esperaba que apareciese otro sujeto que quisiera atrapar a su presa. No le gustaba compartir, aquel individuo tenía que ser suyo y el dinero de su recompensa también. Si para eso tenía que darle una lección a ese chiquillo del palo se la daría. No iba a correr detrás de ninguno de los dos, tenía un plan mucho mejor. Se subió entre unas rocas y se preparo, le puso la mira telescópica a su revolver y entonces apunto. En el momento en que aquel idiota saltó entre una roca y otra, disparo. Su bala fue veloz y certera, no es que hubiese mucho margen de error para ella en aquel momento y en aquel terreno. Conocía perfectamente cada risco de aquella isla.
Cuando el tipo recibió el impacto, termino tirado en el suelo mientras se sujetaba la rodilla. Una rodilla sangrante con un buen agujero de bala. Fue entonces que Ash salió de donde estaba y corriendo se acerco a los dos sujetos que había en escena. Esperaba que aquel tipo que había aparecido de la nada no quisiera llevarse su botín, si lo hacía, le metería otra bala entre las cejas. Cuando estuvo lo bastante cerca de los dos apunto con su arma al moreno — aléjate de él despacito y lárgate, esa cucaracha es mía —. Tenía muy claro que no iba a dejar que se lo llevara, era su presa y como buena cazadora mal humorada que era, era territorial. De alguna forma se podría decir que Ash era algo parecido a un coyote o a un lobo, aunque con ciertos cambios.
Su intención estaba clara, llevarse al tipo con ella y cobrar la recompensa. No buscaba más pelea de la necesaria aquel día y por ahora ya había tenido bastante. Casi le meten una bala y no le hacía mucha gracia que volviera a ocurrir, aunque si ese chiquillo peleaba con palitos afilados la cosa podría ponerse divertida. — ¿Quién eres? ¿otra ratita más que viene a jugar? — no recordaba haber visto su cara en ningún cartel. Pero claro, siempre podía ser otro criminal y llevarse a dos por uno nunca le venía mal. Si era otra ratita le cortaría la colita y se la llevaría a los del cp o a los marines, le importaba poco quien lo quisiera siempre y cuando le pagasen la suma correspondiente a su cabeza.
Cuando el tipo recibió el impacto, termino tirado en el suelo mientras se sujetaba la rodilla. Una rodilla sangrante con un buen agujero de bala. Fue entonces que Ash salió de donde estaba y corriendo se acerco a los dos sujetos que había en escena. Esperaba que aquel tipo que había aparecido de la nada no quisiera llevarse su botín, si lo hacía, le metería otra bala entre las cejas. Cuando estuvo lo bastante cerca de los dos apunto con su arma al moreno — aléjate de él despacito y lárgate, esa cucaracha es mía —. Tenía muy claro que no iba a dejar que se lo llevara, era su presa y como buena cazadora mal humorada que era, era territorial. De alguna forma se podría decir que Ash era algo parecido a un coyote o a un lobo, aunque con ciertos cambios.
Su intención estaba clara, llevarse al tipo con ella y cobrar la recompensa. No buscaba más pelea de la necesaria aquel día y por ahora ya había tenido bastante. Casi le meten una bala y no le hacía mucha gracia que volviera a ocurrir, aunque si ese chiquillo peleaba con palitos afilados la cosa podría ponerse divertida. — ¿Quién eres? ¿otra ratita más que viene a jugar? — no recordaba haber visto su cara en ningún cartel. Pero claro, siempre podía ser otro criminal y llevarse a dos por uno nunca le venía mal. Si era otra ratita le cortaría la colita y se la llevaría a los del cp o a los marines, le importaba poco quien lo quisiera siempre y cuando le pagasen la suma correspondiente a su cabeza.
Velkan Byrne
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Apenas había iniciado la persecución cuando un disparo resonó y Johnny cayó al suelo sangrando por la rodilla. Gritó de dolor y comenzó a arrastrarse para intentar huir, pero Velkan se le acercó y le pisó la herida. El criminal dio otro aullido más salvaje que el anterior, y el joven alzó la lanza y le apoyó la punta en el cuello - Tienes tres segundos para empezar a decir todo lo que sepas sobre Julius Khermann - mientras decía eso, apretó un poco el acero contra su piel, lo justo para hacerle un leve corte. Ahora que lo tenía, debía sacarle lo que pudiera antes de que la otra apareciera. Pero demasiado tarde, porque escuchó el ruido del percutor del revólver y la voz de la mujer. Suspiró y apartó la lanza del criminal. Alzó las manos sin soltar su arma y se alejó un paso de Johnny. Ahora iba a tener que lidiar con aquella mujer. No le hacía gracia... pero debía ser diplomático para evitar que las cosas se le fueran de madre. Diablos... tal vez hasta tuviera que renunciar al dinero con tal de que le dejara interrogarlo.
- Calma ahí, hermana. Por lo que dices eres cazadora, ¿verdad?
No parecía demasiado amistosa. Por otro lado, era lo habitual cuando dos cazadores se cruzaban en medio de un trabajo. Aún no se había encontrado con ninguno dispuesto a compartir la presa. La avaricia era un lastre en aquella sociedad... ¿no entendían que podían hacer un trabajo mucho más eficaz si se coordinaban? Había oído hablar de que algunos cazadores se asociaban en gremios, pero todo lo que sabía era que se limitaban a ofrecerse protección mutua y cierto grado de cooperación. Hasta donde entendía, seguían cazando por su cuenta. En fin, ahora no era el momento de lamentarse sobre la escasa organización de los cazarrecompensas. Debía negociar si no quería acabar con un tiro como el de "dedos largos".
- Necesito interrogar a este hombre. Tiene información que necesito - dijo con calma - Tú has logrado abatirle, pero ha sido gracias a que yo lo ahuyenté de su escondrijo. Y yo llevaba más tiempo acechándole. ¿Por qué no hacemos un trato?
Llegaba la parte complicada. Si quería que le escuchara sin arreglar violentamente el asunto, debía ofrecer una cifra que le atrajera. No daban mucho dinero por aquel criminalucho de baja estofa, pero necesitaba pellizcar un mínimo. Debía rascar algo de dinero para compensar todos los gastos del viaje, o acabaría sin un duro antes de que se lograse pillar a Khermann. El calor del lugar hizo que empezara a sudar, y un enorme goterón le cayó por la garganta. Además empezaron a molestarle los brazos por mantenerlos así levantados, en especial el de la lanza.
- Tú me dejas interrogarlo, contigo delante para que veas que no pretendo llevármelo, y luego lo entregas y nos repartimos su dinero. Un 30% para mí y para ti un 70. Creo que es una cifra más que justa.
- Calma ahí, hermana. Por lo que dices eres cazadora, ¿verdad?
No parecía demasiado amistosa. Por otro lado, era lo habitual cuando dos cazadores se cruzaban en medio de un trabajo. Aún no se había encontrado con ninguno dispuesto a compartir la presa. La avaricia era un lastre en aquella sociedad... ¿no entendían que podían hacer un trabajo mucho más eficaz si se coordinaban? Había oído hablar de que algunos cazadores se asociaban en gremios, pero todo lo que sabía era que se limitaban a ofrecerse protección mutua y cierto grado de cooperación. Hasta donde entendía, seguían cazando por su cuenta. En fin, ahora no era el momento de lamentarse sobre la escasa organización de los cazarrecompensas. Debía negociar si no quería acabar con un tiro como el de "dedos largos".
- Necesito interrogar a este hombre. Tiene información que necesito - dijo con calma - Tú has logrado abatirle, pero ha sido gracias a que yo lo ahuyenté de su escondrijo. Y yo llevaba más tiempo acechándole. ¿Por qué no hacemos un trato?
Llegaba la parte complicada. Si quería que le escuchara sin arreglar violentamente el asunto, debía ofrecer una cifra que le atrajera. No daban mucho dinero por aquel criminalucho de baja estofa, pero necesitaba pellizcar un mínimo. Debía rascar algo de dinero para compensar todos los gastos del viaje, o acabaría sin un duro antes de que se lograse pillar a Khermann. El calor del lugar hizo que empezara a sudar, y un enorme goterón le cayó por la garganta. Además empezaron a molestarle los brazos por mantenerlos así levantados, en especial el de la lanza.
- Tú me dejas interrogarlo, contigo delante para que veas que no pretendo llevármelo, y luego lo entregas y nos repartimos su dinero. Un 30% para mí y para ti un 70. Creo que es una cifra más que justa.
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No le estaba haciendo mucha gracia aquel momento. No le gustaba tener que compartir una recompensa y tampoco que un guaperas se creyera con derecho a hablarle de esa manera. No sabia donde estaba, aquel territorio era suyo, aquella maldita isla era su dominio y no permitiría que ningún forastero venido a más se creyera con derechos sobre el. Un suspiro largo salio de sus labios mientras se acercaba un poquito más aunque no demasiado. — primero tira ese palito afilado a un lado y luego podemos hacer algún trato — aunque no estaba segura de aceptar nada viniendo de él.
Cargo el revolver mientras seguía apuntándole directamente a la cabeza — ¿crees que soy estúpida? si quieres interrogarlo será por algo, así que desembucha — le miraba con atención y asegurándose de paso que el desgraciado que sangraba en el suelo no se escapaba. Aunque sería complicado teniendo en cuenta que le había volado la rotula seguramente. — ¿Que información puede tener esta cucaracha para que quieras interrogarla? — quería averiguar que tanto podía saber aquel tipo. Si había un pez más gordo al que pescar quería seguir de pesca. El dinero siempre era bien recibido para la cazadora, después de todo, de algo hay que comer.
— No voy a prometerte nada ni voy a hacer ningún trato contigo hasta que tú compartas tu información conmigo encanto — se puso a girar alrededor del muchacho sin dejar de apuntarlo. Cuando llego a su espalda los ojos rojos de la albina bajaron tranquilamente por su espalda hasta su trasero. Debía admitir que tenía unas buenas nalgas y que no le importaría darle un buen azote. De todos modos, ese no era momento para permitir que sus tonterías y calenturas interfiriesen con el trabajo. Por ahora, era mejor centrarse en lo que estaba haciendo. Cazar a un delincuente y tal vez tratar con otro — bueno, puedo ser cazadora o simplemente de una banda rival, la pregunta real es ¿quien eres tu forastero y que haces aquí? — en ese momento escupió a un lado.
Volvió a estar frente a él entonces, había terminado con su ronda de reconocimiento. Aunque el chico no estaba mal, su mente estaba concentrada en los negocios. El placer era mejor dejarlo para después, el momento actual era para estar centrada en el dinero, más de una vez había perdido de vista el negocio y por eso había perdido dinero. No estaba dispuesta a que le pasara de nuevo igual, así que ya vería que hacer después si le apetecía juguetear un poco con aquel chiquillo no.
Cargo el revolver mientras seguía apuntándole directamente a la cabeza — ¿crees que soy estúpida? si quieres interrogarlo será por algo, así que desembucha — le miraba con atención y asegurándose de paso que el desgraciado que sangraba en el suelo no se escapaba. Aunque sería complicado teniendo en cuenta que le había volado la rotula seguramente. — ¿Que información puede tener esta cucaracha para que quieras interrogarla? — quería averiguar que tanto podía saber aquel tipo. Si había un pez más gordo al que pescar quería seguir de pesca. El dinero siempre era bien recibido para la cazadora, después de todo, de algo hay que comer.
— No voy a prometerte nada ni voy a hacer ningún trato contigo hasta que tú compartas tu información conmigo encanto — se puso a girar alrededor del muchacho sin dejar de apuntarlo. Cuando llego a su espalda los ojos rojos de la albina bajaron tranquilamente por su espalda hasta su trasero. Debía admitir que tenía unas buenas nalgas y que no le importaría darle un buen azote. De todos modos, ese no era momento para permitir que sus tonterías y calenturas interfiriesen con el trabajo. Por ahora, era mejor centrarse en lo que estaba haciendo. Cazar a un delincuente y tal vez tratar con otro — bueno, puedo ser cazadora o simplemente de una banda rival, la pregunta real es ¿quien eres tu forastero y que haces aquí? — en ese momento escupió a un lado.
Volvió a estar frente a él entonces, había terminado con su ronda de reconocimiento. Aunque el chico no estaba mal, su mente estaba concentrada en los negocios. El placer era mejor dejarlo para después, el momento actual era para estar centrada en el dinero, más de una vez había perdido de vista el negocio y por eso había perdido dinero. No estaba dispuesta a que le pasara de nuevo igual, así que ya vería que hacer después si le apetecía juguetear un poco con aquel chiquillo no.
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Dejó caer la lanza ante su petición. Estaba dispuesto a demostrarle que sólo quería negociar... pero fue una terrible idea. La mujer no sólo no dejó de apuntarle, sino que amartilló el revólver, preparando el tiro. Entonces empezó a amenazarle y exigirle que le dijera lo que quería que Johnny le dijera, mientras le rondaba y caminaba alrededor suyo. Comenzó a perder su calma y frialdad, furioso por la situación, y una vena se le marco en la frente. Le había ofrecido un trato más que justo y accedido a su petición, y en lugar de escucharle exigía más y más. ¿Quién se creía que era? ¿Algún vaquerucho al que pudiera asustar y manipular? Iba a llevarse una buena sorpresa si realmente creía que ese era el caso. Se veía capacitado de sobra para desarmarla o vencerla aún estando desarmado. Al fin y al cabo, podía simplemente tragársela con su oscuridad, así como los disparos que diera si era lo bastante rápido.
- Sigues pidiendo más y más. Yo pretendía resolver esto por las buenas, pero parece que en esta tierra sólo entendéis el lenguaje del hierro y la sangre.
Se le encaró, acercándosele hasta quedar a apenas un palmo de ella. El cañón de la pistola quedó pegado contra su frente, pero eso no le importó. Estaba demasiado furioso para que le importara. La miró directamente a los ojos, desafiándola con la mirada. No pudo negar que, aunque le estaba sacando de quicio, era muy atractiva. Sin embargo en ese momento su furia era bastante más fuerte en él. Normalmente era una persona calmada, pero últimamente estaba soportando demasiadas tonterías que le habían ido limando la paciencia. El semigigante del North Blue, el pulpo caníbal... y ahora esto. Su anticuado y machista código de caballería era lo único que le impedía darle un puñetazo en la mandíbula, pero empezaba a plantearse seriamente hacerlo. Una mujer que empuñaba una pistola no era una damisela en apuros.
- Baja esa puta pistola, guárdala y tal vez me plantee hablar contigo lo que sé. No lo haga y te partiré los morros.
Le sacaba media cabeza a la chica y bastante más de hombros. Sin embargo él estaba desarmado y ella tenía una pistola contra su frente. Se concentró y un humo oscuro, tan negro que parecía ser una ausencia absoluta de luz, comenzó a brotar de su cuerpo. Se estaba preparando para la posible e inminente lucha: podía haber cometido un acto arrogante y peligroso, arriesgando su vida, pero no iba a dejar que le mataran allí. Antes de que disparase la pistola, convertiría su frente en oscuridad y absorbería la bala que intentase disparar.
- Ahora decídete, bandida.
- Sigues pidiendo más y más. Yo pretendía resolver esto por las buenas, pero parece que en esta tierra sólo entendéis el lenguaje del hierro y la sangre.
Se le encaró, acercándosele hasta quedar a apenas un palmo de ella. El cañón de la pistola quedó pegado contra su frente, pero eso no le importó. Estaba demasiado furioso para que le importara. La miró directamente a los ojos, desafiándola con la mirada. No pudo negar que, aunque le estaba sacando de quicio, era muy atractiva. Sin embargo en ese momento su furia era bastante más fuerte en él. Normalmente era una persona calmada, pero últimamente estaba soportando demasiadas tonterías que le habían ido limando la paciencia. El semigigante del North Blue, el pulpo caníbal... y ahora esto. Su anticuado y machista código de caballería era lo único que le impedía darle un puñetazo en la mandíbula, pero empezaba a plantearse seriamente hacerlo. Una mujer que empuñaba una pistola no era una damisela en apuros.
- Baja esa puta pistola, guárdala y tal vez me plantee hablar contigo lo que sé. No lo haga y te partiré los morros.
Le sacaba media cabeza a la chica y bastante más de hombros. Sin embargo él estaba desarmado y ella tenía una pistola contra su frente. Se concentró y un humo oscuro, tan negro que parecía ser una ausencia absoluta de luz, comenzó a brotar de su cuerpo. Se estaba preparando para la posible e inminente lucha: podía haber cometido un acto arrogante y peligroso, arriesgando su vida, pero no iba a dejar que le mataran allí. Antes de que disparase la pistola, convertiría su frente en oscuridad y absorbería la bala que intentase disparar.
- Ahora decídete, bandida.
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Se estaba pasando de listo aquel mocosillo. Es cierto que le estaba dando un trato ligeramente justo, pero nadie dijo nunca que Ash fuera una persona justa. Su sonrisa se ensancho en el momento en que pudo ver como el caballerito de la lanza iba perdiendo poco a poco los papeles. Veía en sus ojos como el enfado iba creciendo y como se tensaba por momentos. Seguramente pensase en atacarla, tal vez darle un puñetazo o algo parecido si no accedía a sus exigencias. Pero por el momento Ash estaba disfrutando del momento, realmente aquel chiquillo parecía que podía ser divertido. — El hierro y la sangre es lo único que entendemos aquí — le dio la razón completamente, después de todo, eso era completamente cierto.
— Tal vez te meta una bala entre las cejas — realmente le molestaba la chulería que demostraba su nuevo y molesto acompañante. Pero en un movimiento suave quito la carga del revolver y después aparto suavemente el cañón de la frente del moreno. Luego bajo de manera lenta la pistola por su cara hasta que la quito completamente de su cara. No obstante antes de alejarse un poco de él se movió de forma rápida y golpeo su nariz con su cabeza. Si, le había dado un maldito cabezazo en la nariz y esperaba que al menos sangrara como un cochino. No es que quisiera partirle la nariz, aunque si lo hacía tampoco se iba a disgustar demasiado.
— Te recomendaría que no te pusieras bravucón con alguien que te apunta a la cabeza y mucho menos si soy yo, hoy estoy de buenas y por eso tu maldito cerebro no esta decorando la arena — escupió al suelo molesta y luego fue a ver al herido. Apretó con su bota la rodilla del chiquillo haciendo que chillara — ya has escuchado a nuestro morenito, habla — no le prestaba demasiada atención ahora al lancero, aunque le mantenía en el punto de mira por si acaso se ponía de nuevo farruco. La verdad es que llevarse a otro pez más gordo realmente le llamaba la atención aunque tuviera que compartir la recompensa con aquel chiquillo.
No le dio demasiado fuerte en la cara, no quería destrozarsela. Era guapo después de todo y no quería hacerle demasiado daño. Destrozar esa carita era un crimen para el mundo — vamos, no me obligues a pegarte un tiro en la otra rodilla, sabes que lo haré — la vaquera no se andaba con chiquitas. Ash nunca había tenido ningún tipo de problema en torturar a sus victimas para sacarles información, no obstante estas solían cantar como ruiseñores solo con que los amenazase. Esperaba que aquel pajarito comenzara a cantar antes de tener que volarle la otra rodilla.
— Tal vez te meta una bala entre las cejas — realmente le molestaba la chulería que demostraba su nuevo y molesto acompañante. Pero en un movimiento suave quito la carga del revolver y después aparto suavemente el cañón de la frente del moreno. Luego bajo de manera lenta la pistola por su cara hasta que la quito completamente de su cara. No obstante antes de alejarse un poco de él se movió de forma rápida y golpeo su nariz con su cabeza. Si, le había dado un maldito cabezazo en la nariz y esperaba que al menos sangrara como un cochino. No es que quisiera partirle la nariz, aunque si lo hacía tampoco se iba a disgustar demasiado.
— Te recomendaría que no te pusieras bravucón con alguien que te apunta a la cabeza y mucho menos si soy yo, hoy estoy de buenas y por eso tu maldito cerebro no esta decorando la arena — escupió al suelo molesta y luego fue a ver al herido. Apretó con su bota la rodilla del chiquillo haciendo que chillara — ya has escuchado a nuestro morenito, habla — no le prestaba demasiada atención ahora al lancero, aunque le mantenía en el punto de mira por si acaso se ponía de nuevo farruco. La verdad es que llevarse a otro pez más gordo realmente le llamaba la atención aunque tuviera que compartir la recompensa con aquel chiquillo.
No le dio demasiado fuerte en la cara, no quería destrozarsela. Era guapo después de todo y no quería hacerle demasiado daño. Destrozar esa carita era un crimen para el mundo — vamos, no me obligues a pegarte un tiro en la otra rodilla, sabes que lo haré — la vaquera no se andaba con chiquitas. Ash nunca había tenido ningún tipo de problema en torturar a sus victimas para sacarles información, no obstante estas solían cantar como ruiseñores solo con que los amenazase. Esperaba que aquel pajarito comenzara a cantar antes de tener que volarle la otra rodilla.
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Al principio se relajó cuando empezó a bajar la pistola, aunque no bajó la guardia hasta que la hubo guardado. Siguió, de todos modos, sosteniéndole la mirada con fiereza. Lo que no se esperaba era el cabezazo. Por su resistencia natural no llegó a hacerse daño real ni sangrar, pero dolía igualmente. Sobre todo en el orgullo. Retrocedió un paso, algo sorprendido, y se llevó una mano a la nariz comprobando que no había hemorragia. Aunque no era el caso, realmente estaba muy enojado. Aquel golpe había sido muy rastrero, y ni siquiera lo había hecho para empezar una pelea, sólo por fastidiarle. ¿Y ahora se esperaba que fuese a seguir todo como si nada y a escuchar lo que el criminal tenía que decir? Ah no, eso sí que no.
- Yo y Kh...
Johnny no llegó a decir más. Velkan se acercó y le dio una patada tan fuerte en el estómago que le cortó la respiración y le hizo vomitar el desayuno. Se apartó para que no le manchara las botas y miró furioso a la mujer. Sin mirar, le dio una patada a la pistola de Johnny lanzándola colina abajo, para evitar que la recogiera mientras estaban ocupados.
- No empieces algo que no vas a terminar.
Acto seguido se lanzó sobre ella, buscando derribarla. Probablemente rodarían con ese terreno tan irregular, pero no la dejaría escaparse. La engancharía con las piernas e intentaría colocarse encima, para darle una buena ronda de puñetazos. Probablemente no era lo más sensato ponerse a pelear con un criminal aún vivo y suelto, pero en ese momento le daba igual. Tenía una rodilla reventada y estaba ocupado vomitando. Probablemente no estaría en condiciones para moverse en un rato, menos aún para huir. Nunca había sido tan agresivo con una mujer. Es decir, en Hallstat había recibido una educación bastante anticuada, y el código de caballería era incluso más anticuado. Pero antes de dejar la isla había decidido abrir su mente a otras culturas y a lo que vería fuera de Hallstat. Y dado que aquella mujer se comportaba como lo haría un hombre y le había pegado, le pagaría con la misma moneda. Además tenía algo que le hacía arder la sangre. Esa manera de hablar, de moverse, de actuar. Lo volvía loco.
- Yo y Kh...
Johnny no llegó a decir más. Velkan se acercó y le dio una patada tan fuerte en el estómago que le cortó la respiración y le hizo vomitar el desayuno. Se apartó para que no le manchara las botas y miró furioso a la mujer. Sin mirar, le dio una patada a la pistola de Johnny lanzándola colina abajo, para evitar que la recogiera mientras estaban ocupados.
- No empieces algo que no vas a terminar.
Acto seguido se lanzó sobre ella, buscando derribarla. Probablemente rodarían con ese terreno tan irregular, pero no la dejaría escaparse. La engancharía con las piernas e intentaría colocarse encima, para darle una buena ronda de puñetazos. Probablemente no era lo más sensato ponerse a pelear con un criminal aún vivo y suelto, pero en ese momento le daba igual. Tenía una rodilla reventada y estaba ocupado vomitando. Probablemente no estaría en condiciones para moverse en un rato, menos aún para huir. Nunca había sido tan agresivo con una mujer. Es decir, en Hallstat había recibido una educación bastante anticuada, y el código de caballería era incluso más anticuado. Pero antes de dejar la isla había decidido abrir su mente a otras culturas y a lo que vería fuera de Hallstat. Y dado que aquella mujer se comportaba como lo haría un hombre y le había pegado, le pagaría con la misma moneda. Además tenía algo que le hacía arder la sangre. Esa manera de hablar, de moverse, de actuar. Lo volvía loco.
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Parecía que su cabezazo no le había gustado demasiado a su nuevo amigo. Por aquel golpe que le propino al delincuente sangrante en el suelo se notaba que no quería que hablase, no por ahora. Cuando se lanzo sobre ella se preparo para golpe contra el suelo, rodaron un rato por que el terreno era totalmente irregular y lleno de rocas algo más afiladas de lo que realmente le gustaría. Sin embargo, para Ash, el dolor era un cosquilleo, estaba tan acostumbrada a el que incluso podía llegar a disfrutarlo. Rodó con aquel tipo encima hasta que terminaron con él encima de ella mientras se cubría con los brazos evitando los puñetazos que intentaba darle.
Una sonrisa ladina se asomo en sus labios y entonces elevo su pierna derecha lo suficiente como para golpear con su rodilla en el medio de su espalda. Si lograba hacerle el daño suficiente como para que se doblara, pasaría una de sus piernas por delante del cuerpo de él y tiraría hacía atrás para ser ahora ella quien estuviera encima. No iba a dejarle dominar en aquella situación, puede que él fuera físicamente más fuerte, pero ella era un animal fiero cuando de luchar se trataba. Prefería morir antes de permitir que hicieran con ella lo que quisieran. Después de todo, ya había soportado una paliza de muerte y no se dejaría hacer nuevamente.
— Vamos señoritingo, enséñame de lo que eres capaz — su voz sonaba burlona, se reía mientras realizaba aquellos movimientos, estaba loca y eso era algo que nadie podía negar. Tampoco ella misma es que quisiera hacerlo, después de todo, el mundo había jugado con ella hasta que su cabeza había decidido su propio modo de auto protegerse. Ahora ella estaba sobre él y sujetaba sus manos con las propias. Descendió para mirarle de cerca con una herida en el labio por uno de los golpes de él. Sonriendo se relamió y después lamió la mejilla del moreno que tenía un pequeño rasguño. — No se si te puedo considerar o no una presa, pero me gusta jugar con ellas — murmuro aquello mientras se movía levemente sobre su cuerpo para rozarse lentamente.
Una sonrisa ladina se asomo en sus labios y entonces elevo su pierna derecha lo suficiente como para golpear con su rodilla en el medio de su espalda. Si lograba hacerle el daño suficiente como para que se doblara, pasaría una de sus piernas por delante del cuerpo de él y tiraría hacía atrás para ser ahora ella quien estuviera encima. No iba a dejarle dominar en aquella situación, puede que él fuera físicamente más fuerte, pero ella era un animal fiero cuando de luchar se trataba. Prefería morir antes de permitir que hicieran con ella lo que quisieran. Después de todo, ya había soportado una paliza de muerte y no se dejaría hacer nuevamente.
— Vamos señoritingo, enséñame de lo que eres capaz — su voz sonaba burlona, se reía mientras realizaba aquellos movimientos, estaba loca y eso era algo que nadie podía negar. Tampoco ella misma es que quisiera hacerlo, después de todo, el mundo había jugado con ella hasta que su cabeza había decidido su propio modo de auto protegerse. Ahora ella estaba sobre él y sujetaba sus manos con las propias. Descendió para mirarle de cerca con una herida en el labio por uno de los golpes de él. Sonriendo se relamió y después lamió la mejilla del moreno que tenía un pequeño rasguño. — No se si te puedo considerar o no una presa, pero me gusta jugar con ellas — murmuro aquello mientras se movía levemente sobre su cuerpo para rozarse lentamente.
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Rodaron cuesta abajo, y acabaron con él encima. Intentó sacudirle una buena tanda de puñetazos, pero ella se cubrió con los brazos. Durante un momento comenzó a replantearse lo que estaba haciendo. Atacando a alguien por ira. Eso no era un comportamiento muy caballeresco, incluso si ya no era uno y había renunciado al código. Esos pensamiento se evaporaron tan rápido como habían llegado cuando recibió una patada en mitad de la espalda. Soltó un gruñido de dolor, y por un momento dobló el cuerpo. Ella aprovechó para hacerle caer de lado y colocarse encima. La miró furiosamente, preparándose para defenderse... pero ella no le ataco. Le agarró las manos y se quedó encima de él, mirándole muy de cerca.
- Estás muy equivocada si crees que puedes llamarme presa.
Y entonces ella hizo algo que no se había esperado en absoluto. A pesar del lametón, al que reaccionó con un estremecimiento, no había visto venir lo siguiente. De hecho al sentir su lengua al principio pensó que se reía de él... pobre inocentón. En ningún escenario que hubiese podido prever había contemplado aquella posibilidad. ¿Estaba... frotándose contra él? Por un momento se quedó totalmente en blanco. No tenía claro qué estaba ocurriendo ahí. Su estupefacción llegó al punto en que tardó en siquiera encontrar una razón por la que alguien quisiera rozarse así contra otro. Era simplemente tan surrealista que no lo entendía. ¿Acaso estaba loca?
- ¿Qué demonios estás haciendo?
Y a pesar de todo, no pudo evitarlo. Sus cuerpos tan cerca, el roce de ella, su figura sensual... un calor comenzó a extenderse por su cuerpo. Estaba empezando a excitarse, y se sentía a la vez furioso consigo mismo y totalmente confundido. No comprendía cómo había acabado esa situación así. Se odió a sí mismo al notar que su furia comenzaba a evaporarse. Su corazón comenzó a latir con fuerza y la sangre fue a parar a su entrepierna. Muy pronto no podría ocultarlo ya, no con ella encima en esa posición. Si lo hubiese sabido, no se habría puesto unos pantalones tan ajustados... pero, ¿quién se hubiese esperado acabar con una tipa encima intentando violarlo? Aunque a ese paso, que acabase en violación era dudoso.
- Estás muy equivocada si crees que puedes llamarme presa.
Y entonces ella hizo algo que no se había esperado en absoluto. A pesar del lametón, al que reaccionó con un estremecimiento, no había visto venir lo siguiente. De hecho al sentir su lengua al principio pensó que se reía de él... pobre inocentón. En ningún escenario que hubiese podido prever había contemplado aquella posibilidad. ¿Estaba... frotándose contra él? Por un momento se quedó totalmente en blanco. No tenía claro qué estaba ocurriendo ahí. Su estupefacción llegó al punto en que tardó en siquiera encontrar una razón por la que alguien quisiera rozarse así contra otro. Era simplemente tan surrealista que no lo entendía. ¿Acaso estaba loca?
- ¿Qué demonios estás haciendo?
Y a pesar de todo, no pudo evitarlo. Sus cuerpos tan cerca, el roce de ella, su figura sensual... un calor comenzó a extenderse por su cuerpo. Estaba empezando a excitarse, y se sentía a la vez furioso consigo mismo y totalmente confundido. No comprendía cómo había acabado esa situación así. Se odió a sí mismo al notar que su furia comenzaba a evaporarse. Su corazón comenzó a latir con fuerza y la sangre fue a parar a su entrepierna. Muy pronto no podría ocultarlo ya, no con ella encima en esa posición. Si lo hubiese sabido, no se habría puesto unos pantalones tan ajustados... pero, ¿quién se hubiese esperado acabar con una tipa encima intentando violarlo? Aunque a ese paso, que acabase en violación era dudoso.
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Le estaba gustando realmente sentir como aquel hombre se estaba poniendo a tono con sus movimientos. Aún en contra de lo que sentía inicialmente, que estaba segura de que era bastante ira y molestia por el golpe que le había propinado en la nariz. Ahora se estaba dejando llevar, ahora mismo sentía como el cuerpo bajo ella reaccionaba. Podía sentir como lo que tenía que ir despertando lo hacía por momentos, con cada nuevo roce de sus cuerpos. La sonrisa en los labios de la albina se agrando mientras le miraba con la diversión en los ojos.
— ¿Estas seguro de eso? ahora mismo creo que eres una presa de lo más mona, como un conejito al que me pienso comer — su voz sonó juguetona y algo lasciva. Se notaba en su forma de moverse y de hablar que quería hacer ciertas cosas con el lancero y no precisamente daño. Aunque bueno, de vez en cuando el dolor en aquellos momentos podía dar mucho juego. Dejo que sus dientes jugueteasen con la oreja de su nueva presa mientras dejaba salir una juguetona risita. Desde luego últimamente estaba teniendo suerte con los chicos que conocía.
Hacía tiempo que la mujer no disfrutaba de unos juegos tan divertidos tan seguidos. Normalmente entre uno y otro solían pasar un par de semanas, tal vez un mes. Pero últimamente encontraba un montón de chicos guapos de los cuales aprovecharse. Primero aquel vaquero del Cp al que le había dado un buen repaso sobre la barra de aquel Saloon. Y ahora, tenía a un guapo lancero morenazo justo debajo del que iba a aprovecharse igualmente. Oh si, las cosas no podían irle mejor, además iban a pagarle por el imbécil que se estaba desangrando a unos cuantos metros de los dos cazadores, dinero y sexo ¿que más podía pedir?
Además llevaba en su chaqueta, su paquete de cigarros para después y su petaca de Whisky, primero dejaría seco al muchacho y después dejaría seca la petaca. Estaba todo bien planeado y no tenía fisuras, realmente iba a lograr que ese morenazo no tuviera más remedio que bajarse los pantalones y dejarse hacer. Porque la mujer no tenía intenciones de dejarle escapar, al menos no ahora que había elegido una presa nueva que logro llamar su atención.
— ¿Estas seguro de eso? ahora mismo creo que eres una presa de lo más mona, como un conejito al que me pienso comer — su voz sonó juguetona y algo lasciva. Se notaba en su forma de moverse y de hablar que quería hacer ciertas cosas con el lancero y no precisamente daño. Aunque bueno, de vez en cuando el dolor en aquellos momentos podía dar mucho juego. Dejo que sus dientes jugueteasen con la oreja de su nueva presa mientras dejaba salir una juguetona risita. Desde luego últimamente estaba teniendo suerte con los chicos que conocía.
Hacía tiempo que la mujer no disfrutaba de unos juegos tan divertidos tan seguidos. Normalmente entre uno y otro solían pasar un par de semanas, tal vez un mes. Pero últimamente encontraba un montón de chicos guapos de los cuales aprovecharse. Primero aquel vaquero del Cp al que le había dado un buen repaso sobre la barra de aquel Saloon. Y ahora, tenía a un guapo lancero morenazo justo debajo del que iba a aprovecharse igualmente. Oh si, las cosas no podían irle mejor, además iban a pagarle por el imbécil que se estaba desangrando a unos cuantos metros de los dos cazadores, dinero y sexo ¿que más podía pedir?
Además llevaba en su chaqueta, su paquete de cigarros para después y su petaca de Whisky, primero dejaría seco al muchacho y después dejaría seca la petaca. Estaba todo bien planeado y no tenía fisuras, realmente iba a lograr que ese morenazo no tuviera más remedio que bajarse los pantalones y dejarse hacer. Porque la mujer no tenía intenciones de dejarle escapar, al menos no ahora que había elegido una presa nueva que logro llamar su atención.
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Ahora sí que no había manera de malinterpretar la situación. Ella sobre él, moviéndose contra la entrepierna, su sonrisa... no podía no haber notado que se le había puesto el pene erecto. No, al contrario. Estaba seguro de que lo había notado. Tuvo que contener una sonrisa que habría traicionado sus sentimientos, pues aún no sabía qué pensar. ¡Diablos! Estaba totalmente confuso e indeciso. Por un lado no le importaría sacarse todo y abalanzarse sobre ella allí mismo. Es decir, no era la situación más ideal, pero era evidente que ambos querían ello. Por otro lado... su orgullo le gritaba que la rechazara. Le había atacado a traición, había intentado robar su presa y le había amenazado con una pistola. Y estaba totalmente dividido entre ambas sensaciones. Al menos por el momento.
Pero en esta vida cuando no tomas una decisión, otro la toma por ti. Y ese fue el caso de aquella vez, pues la chica mordió suavemente su lóbulo. Un escalofrío recorrió su cuerpo y se le erizaron los cabellos. No podía haber encontrado su punto débil... maldita sea. Ahora ya no había vuelta atrás. A la mierda el orgullo, de todos modos lo había abandonado cuando decidió marcharse de Hallstat en vez de intentar eliminar a los traidores y restaurar la paz en el reino. Decidiendo abandonarse totalmente al momento, la agarró por la camisa y tiró de ella hacia él mientras se incorporaba un poco, quedando sus rostros a centímetros. La miró directamente a los ojos, desafiante.
- Vas a necesitar algo más que palabras y mordiscos para llevarte esta presa, mujer.
Entonces la atrajo más hacia sí mismo y la besó ardientemente, entrelazando sus lenguas. Estaba ya totalmente desatado. Podía creer que estaba intentando mantener el control para salvar lo que quedaba de su orgullo, decirse a sí mismo que había sido su decisión... pero a decir verdad había caído totalmente en sus redes aunque se negase a admitirlo. El cazador había sido cazado, aunque no caería sin dar lucha. Ni sin arrancarle un gemido a su cazadora.
Y mientras tanto, el pobre diablo del fondo les miraba apenas consciente, preguntándose qué diablos estaba ocurriendo allí.
Pero en esta vida cuando no tomas una decisión, otro la toma por ti. Y ese fue el caso de aquella vez, pues la chica mordió suavemente su lóbulo. Un escalofrío recorrió su cuerpo y se le erizaron los cabellos. No podía haber encontrado su punto débil... maldita sea. Ahora ya no había vuelta atrás. A la mierda el orgullo, de todos modos lo había abandonado cuando decidió marcharse de Hallstat en vez de intentar eliminar a los traidores y restaurar la paz en el reino. Decidiendo abandonarse totalmente al momento, la agarró por la camisa y tiró de ella hacia él mientras se incorporaba un poco, quedando sus rostros a centímetros. La miró directamente a los ojos, desafiante.
- Vas a necesitar algo más que palabras y mordiscos para llevarte esta presa, mujer.
Entonces la atrajo más hacia sí mismo y la besó ardientemente, entrelazando sus lenguas. Estaba ya totalmente desatado. Podía creer que estaba intentando mantener el control para salvar lo que quedaba de su orgullo, decirse a sí mismo que había sido su decisión... pero a decir verdad había caído totalmente en sus redes aunque se negase a admitirlo. El cazador había sido cazado, aunque no caería sin dar lucha. Ni sin arrancarle un gemido a su cazadora.
Y mientras tanto, el pobre diablo del fondo les miraba apenas consciente, preguntándose qué diablos estaba ocurriendo allí.
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Había caído redondo, no podía seguir ocultando lo que ella ya sabía, estaba duro como una piedra y por muy orgulloso que quisiera parecer no le quedaba ninguna duda a la cazadora de que aquel conejito ya era suyo. No tenía más escapatoria, podría haber huido, tal vez antes, antes de que ella notara como su cuerpo cedía a sus deseos. Pero ya no, era demasiado tarde para escapar, ahora aquel animalito era suyo, el lancero se había convertido en su nueva presa y la albina no iba a dejarlo escapar. Se podría decir que Ash es como un perro de presa, cuando atrapa no deja escapar aunque le corten la cabeza.
Sus caderas siguieron moviéndose lentamente sobre él, siguió su beso sin perder la sonrisa, devorando sus labios, enredando sus lenguas en un baile ardiente y atrevido. Luego llevo una de sus manos al cabello moreno de aquel muchacho y tiro de él hacía atrás mientras le mostraba esa sonrisa juguetona y burlona que la cazadora poseía.— Puedes decir lo que quieras conejito, pero esta presa, ya es mía y ahora, pienso comérmela — y no necesito decir nada más para abalanzarse nuevamente a devorar su boca con cierta ansiedad.
Llevó sus manos hasta la ropa del moreno, quería tocar su piel y no tardo demasiado en abrirse camino para poder acariciar aquel cuerpo. Pero no solo eso, además de acariciar sus músculos dejo que sus uñas fueran arañando de forma muy suave y superficial, quería causarle escalofríos, que su vello se erizara igual que lo había echo cuando sus dientes habían rozado el lóbulo de su oreja. Se separo nuevamente de sus labios para subir de nuevo a su oreja y en esta ocasión lamer lentamente mientras susurraba para que él pudiera oírla, con una voz melosa y perversa — me encanta doblegar a tíos orgullosos como tú — aquellas palabras fueron acompañadas de una risa traviesa.
Podía hacerse todo lo machito que quisiera, pero ya había caído en sus manos y en sus juegos y no tenía escapatoria posible. Como disfrutaba molestando y aprovechándose del orgullo de algunos hombres. Les gustaba hacerse los machitos y destrozar esa fachada de hombretón que no cede era algo que Ash gozaba incluso más que el sexo.
Sus caderas siguieron moviéndose lentamente sobre él, siguió su beso sin perder la sonrisa, devorando sus labios, enredando sus lenguas en un baile ardiente y atrevido. Luego llevo una de sus manos al cabello moreno de aquel muchacho y tiro de él hacía atrás mientras le mostraba esa sonrisa juguetona y burlona que la cazadora poseía.— Puedes decir lo que quieras conejito, pero esta presa, ya es mía y ahora, pienso comérmela — y no necesito decir nada más para abalanzarse nuevamente a devorar su boca con cierta ansiedad.
Llevó sus manos hasta la ropa del moreno, quería tocar su piel y no tardo demasiado en abrirse camino para poder acariciar aquel cuerpo. Pero no solo eso, además de acariciar sus músculos dejo que sus uñas fueran arañando de forma muy suave y superficial, quería causarle escalofríos, que su vello se erizara igual que lo había echo cuando sus dientes habían rozado el lóbulo de su oreja. Se separo nuevamente de sus labios para subir de nuevo a su oreja y en esta ocasión lamer lentamente mientras susurraba para que él pudiera oírla, con una voz melosa y perversa — me encanta doblegar a tíos orgullosos como tú — aquellas palabras fueron acompañadas de una risa traviesa.
Podía hacerse todo lo machito que quisiera, pero ya había caído en sus manos y en sus juegos y no tenía escapatoria posible. Como disfrutaba molestando y aprovechándose del orgullo de algunos hombres. Les gustaba hacerse los machitos y destrozar esa fachada de hombretón que no cede era algo que Ash gozaba incluso más que el sexo.
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Podía intentar negarlo, pero se dio cuenta de la realidad: le tenía totalmente atrapado. Sintió un escalofrío cuando le arañó, e inconscientemente apretó más su entrepierna contra la suya. ¿Cómo podía estar cediendo tan fácilmente? No podía dejarse. Él no era tan fácil. Se suponía que era un caballero, había aprendido a controlar sus impulsos y mantenerse firme en cualquier situación. Pero nadie le había enseñado a evitar excitarse cuando jugaban con su oreja, y en el momento en que sintió su lengua y le habló al oído perdió totalmente el control. Le echó las manos a la espalda y se la recorrió con lujuria, como queriendo desgarrarle la ropa, arrancársela y tocar directamente su piel desnuda. Y eso era exactamente lo que haría. Bueno, más o menos.
- ¿Quién dice que me hayas doblegado?
Llevó las manos a su camisa y empezó a desabrochársela. En cuanto le quitó los botones metió las manos por dentro, recorriendo su piel con gestos sensuales. Intentaría lograr alguna reacción por su parte que no fuese ponerse más dominante. No podía dejar que fuese él único que estuviera caliente y que sintiese el placer hasta el punto de estremecerse o reaccionar. Estaba sonrojado por la excitación y jadeante y ella... no se podía decir que estuviese como si nada, pero estaba claramente en control de la situación. Y eso le ponía totalmente de los nervios. Pero una parte inconfesable de él sentía un placer secreto ante la situación.
Pero no iba a dejarse. No tan fácilmente, no así. Le pasó la mano por la nuca para obligarle a bajar la cabeza y le pasó los dientes por el cuello, mordiéndoselo ligeramente, para luego soltar su aliento y susurrarle - No eres la única aquí jugando. ¿En eso se había convertido? ¿En un juego? Parecía lejano el momento en que habían estado a punto de matarse, en que habían perseguido a la misma presa. ¿Cómo podían haberse retorcido tanto las cosas como para acabar teniendo sexo en mitad del desierto? Sinceramente, le daba igual a esas alturas. Apartó la cabeza del cuello de la albina y volvió a besarla, con ansia y casi con violencia.
- ¿Quién dice que me hayas doblegado?
Llevó las manos a su camisa y empezó a desabrochársela. En cuanto le quitó los botones metió las manos por dentro, recorriendo su piel con gestos sensuales. Intentaría lograr alguna reacción por su parte que no fuese ponerse más dominante. No podía dejar que fuese él único que estuviera caliente y que sintiese el placer hasta el punto de estremecerse o reaccionar. Estaba sonrojado por la excitación y jadeante y ella... no se podía decir que estuviese como si nada, pero estaba claramente en control de la situación. Y eso le ponía totalmente de los nervios. Pero una parte inconfesable de él sentía un placer secreto ante la situación.
Pero no iba a dejarse. No tan fácilmente, no así. Le pasó la mano por la nuca para obligarle a bajar la cabeza y le pasó los dientes por el cuello, mordiéndoselo ligeramente, para luego soltar su aliento y susurrarle - No eres la única aquí jugando. ¿En eso se había convertido? ¿En un juego? Parecía lejano el momento en que habían estado a punto de matarse, en que habían perseguido a la misma presa. ¿Cómo podían haberse retorcido tanto las cosas como para acabar teniendo sexo en mitad del desierto? Sinceramente, le daba igual a esas alturas. Apartó la cabeza del cuello de la albina y volvió a besarla, con ansia y casi con violencia.
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Joder, cuanto disfrutaba verlo de aquella manera, ver como intentaba oponerse e imponerse. Pero no era capaz, los movimientos de la mujer lo tenían completamente absorto y perdido. Ash sonrió de medio lado escuchando como intentaba molestar, como quería quedar por encima. Pero entonces llevo una de sus manos a su entrepierna y apretó aquel bulto que se formaba contra aquellas mallas o pantalón ajustado y sonrió de forma lasciva — me parece que esto mismo, es lo que afirma que has sido doblegado — por mucho que intentara ponerse bruto, era demasiado tarde, Ash sabía perfectamente que ese hombre ya no tenía escapatoria.
Dejo que sus manos la tocaran, permitió que quitara sus botones y que su piel tocara la suya. Se mordió en labio inferior cuando sintió sus dientes acariciar la piel de su cuello y entonces intensifico un poco más los movimientos de su cadera dejando que se rozaran con algo más de fuerza e intensidad. — Oh no, no solo juego yo, pero soy yo quien pone las reglas — devoro sus labios completamente, dejando que su lengua se enredara de manera salvaje contra la de aquel moreno que tenía bajo el cuerpo. Era realmente divertido, como disfrutaba viendo sus ojos, las expresiones que ponía y lo mucho que intentaba negar lo que ella veía y sentía.
Separo sus labios de los contrarios y ahora fue su turno de lamer su cuello y morderlo, dejar que sus dientes pasaran por su piel en un leve roce, tenue y agonizante. Hasta que nuevamente llego a su oreja, rozo sus labios contra su piel antes de susurar — voy a follarte conejito y tú vas a gemir y suplicar por que lo haga — y entonces volvió a morder su oreja dejando sus caderas quietas por un momento para luego rozar nuevamente de forma muy leve y sutil sus entrepiernas. Quería que aquel hombre orgulloso suplicara, que le pidiera que siguiera, que le suplicara que siguiera con sus juegos, que entre jadeos suplicara que se lo follara allí mismo en la mitad del jodido desierto.
Dejo que sus manos la tocaran, permitió que quitara sus botones y que su piel tocara la suya. Se mordió en labio inferior cuando sintió sus dientes acariciar la piel de su cuello y entonces intensifico un poco más los movimientos de su cadera dejando que se rozaran con algo más de fuerza e intensidad. — Oh no, no solo juego yo, pero soy yo quien pone las reglas — devoro sus labios completamente, dejando que su lengua se enredara de manera salvaje contra la de aquel moreno que tenía bajo el cuerpo. Era realmente divertido, como disfrutaba viendo sus ojos, las expresiones que ponía y lo mucho que intentaba negar lo que ella veía y sentía.
Separo sus labios de los contrarios y ahora fue su turno de lamer su cuello y morderlo, dejar que sus dientes pasaran por su piel en un leve roce, tenue y agonizante. Hasta que nuevamente llego a su oreja, rozo sus labios contra su piel antes de susurar — voy a follarte conejito y tú vas a gemir y suplicar por que lo haga — y entonces volvió a morder su oreja dejando sus caderas quietas por un momento para luego rozar nuevamente de forma muy leve y sutil sus entrepiernas. Quería que aquel hombre orgulloso suplicara, que le pidiera que siguiera, que le suplicara que siguiera con sus juegos, que entre jadeos suplicara que se lo follara allí mismo en la mitad del jodido desierto.
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No pudo evitar un gemido contenido cuando fueron los labios de ella los que recorrieron su cuello, y un escalofrío recorrió su espalda al escuchar su susurro. En parte no quería eso, su orgullo le impedía dejarse ser dominado de esa manera. ¡Era un caballero del reino y un guerrero! Y aquella mujer estaba haciendo con él lo que quería, como si no fuese más que un hombre débil y falto de voluntad. Por eso mismo se odio a sí mismo cuando ella paró de moverse. Porque inmediatamente sintió el impulso de pedirle que no parase, que lo montara ahí mismo. Algo que sabía que no haría, pero la simple tentación era suficiente para querer reprimirse a sí mismo por ello.
Sin embargo otra parte de él disfrutaba secretamente de la situación. Deseaba que aquello continuara, que le hablara así y le obligase a desafiar a su propio orgullo y moral. La otra parte se asqueaba de sí mismo y se arrepentía de lo que estaba sintiendo, pero a medida la excitación y el deseo ganaban terreno, su lado más morboso también lo hacía. En el fondo quería hacer la clase de cosas que no se atrevería a mencionar en público. Única y exclusivamente porque la idea de que fuese algo contra la moral que le habían inculcado era excitante. Y porque quería lo que nunca había tenido: una mujer dura y decidida. ¿Qué gracia había en esas señoritas de noble cuna que se tumbaban sobre la cama y se dejaban hacer? Ninguna.
Al final, lo único que impedía que se entregara totalmente a ello eran sus prejuicios culturales. El hombre debía ser fuerte, no mostrar debilidad, estar siempre al mando. Y aunque intentaba abrir su mente a otras formas de pensar, no era fácil cambiar lo que le había acompañado toda una vida en cuestión de meses. Y aún le parecía una debilidad indecible el dejarse hacer como si él fuese la mujer. Pero al final eran solo convicciones frente su deseo, un deseo que estaba volviéndose cada vez más poderoso. Finalmente apretó su cintura contra la suya, dirigiéndole una mirada significativa.
- ¿Vas a follarme o vas a quedarte ahí mirando?
Acto seguido, hizo un giro con la cadera para desequilibrarla, la agarró y los hizo rodar a ambos para quedar encima. ¿Por qué lo hizo? Impulsividad. Estaba cansándose de esperar y de la falta de acción. Y si la impulsaba a actuar y ponerse manos a la obra, mejor. Entonces se quitó la camiseta casi arrancándosela, dejando su fornido cuerpo al sol. Entonces se echó sobre ella acariciando su cuerpo y bajando hacia su entrepierna, para meter la mano dentro de su pantalón y acariciársela.
- Veo que no soy el único que lo quiere - sonrió.
Sin embargo otra parte de él disfrutaba secretamente de la situación. Deseaba que aquello continuara, que le hablara así y le obligase a desafiar a su propio orgullo y moral. La otra parte se asqueaba de sí mismo y se arrepentía de lo que estaba sintiendo, pero a medida la excitación y el deseo ganaban terreno, su lado más morboso también lo hacía. En el fondo quería hacer la clase de cosas que no se atrevería a mencionar en público. Única y exclusivamente porque la idea de que fuese algo contra la moral que le habían inculcado era excitante. Y porque quería lo que nunca había tenido: una mujer dura y decidida. ¿Qué gracia había en esas señoritas de noble cuna que se tumbaban sobre la cama y se dejaban hacer? Ninguna.
Al final, lo único que impedía que se entregara totalmente a ello eran sus prejuicios culturales. El hombre debía ser fuerte, no mostrar debilidad, estar siempre al mando. Y aunque intentaba abrir su mente a otras formas de pensar, no era fácil cambiar lo que le había acompañado toda una vida en cuestión de meses. Y aún le parecía una debilidad indecible el dejarse hacer como si él fuese la mujer. Pero al final eran solo convicciones frente su deseo, un deseo que estaba volviéndose cada vez más poderoso. Finalmente apretó su cintura contra la suya, dirigiéndole una mirada significativa.
- ¿Vas a follarme o vas a quedarte ahí mirando?
Acto seguido, hizo un giro con la cadera para desequilibrarla, la agarró y los hizo rodar a ambos para quedar encima. ¿Por qué lo hizo? Impulsividad. Estaba cansándose de esperar y de la falta de acción. Y si la impulsaba a actuar y ponerse manos a la obra, mejor. Entonces se quitó la camiseta casi arrancándosela, dejando su fornido cuerpo al sol. Entonces se echó sobre ella acariciando su cuerpo y bajando hacia su entrepierna, para meter la mano dentro de su pantalón y acariciársela.
- Veo que no soy el único que lo quiere - sonrió.
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Se notaba que el chiquillo no podía aguantar mucho más la necesidad, la ansiedad y la excitación. Podía ver en sus ojos la lucha interna que se traía y eso era algo que Ash disfrutaba tanto. Ver como poco a poco el placer y la lujuria lo dominaban, como el deseo nublaba completamente sus pensamientos y su raciocinio convirtiéndolo en un hombre sin capaz de resistirse, queriendo simplemente dejarse llevar y que la mujer hiciera con él cuanto quisiera. Cuando la hizo girar de aquella forma dejo salir una risilla ante sus movimientos y sus palabras.
Debía admitir que el tipo tenía un buen cuerpo, fornido y musculoso, le gustaba aquella visión e iba a deleitarse un poco con ella. Cuando sintió su mano entre sus piernas no dudo en soltar una carcajada ante sus palabras. — No te lo tengas tan creído grandullón, no has hecho nada para tenerme así, es el morbo y el placer que me da dominar a hombres como tú — de nuevo usando su fuerza le hizo una llave con las piernas y lo hizo girar. No iba a dejarle dominar, de eso nada, antes lo dejaba con el calenton y se largaba sin más.
Prácticamente le arranco los pantalones o las mayas esas que llevaba, lo que fuera, realmente no le interesaba en absoluto utilizar el termino correcto. Después se deshizo de su ropa interior e hizo lo mismo con la propia rozando ahora piel con piel con algo de fuerza pero sin llegar al acto principal — claro que voy a follarte, pero tendrás que pedirlo, vamos, déjame escucharlo — si no suplicaba no iba a darle nada más. Si no pedía por esa boquita Ash no le daría el placer de tener un polvazo increíble con ella. Le miro mientras sus ojos rubí brillaban peligrosos entre la lujuria y el deseo, sus caderas se movían rozando su entrepierna húmeda y caliente contra el duro miembro del lancero.
— Suplica animalito, y te daré lo que quieres... — se mordió el labio mientras esperaba, sin dejar de rozar sus cuerpos y dejando que sus manos lujuriosas y ansiosas acariciaran el cuerpo de aquel hombre que tenía bajo ella. Sus caricias eran cada vez más atrevidas dejando que sus uñas acariciaran y bailaran sobre su piel despacio, provocando en él sensaciones nuevas y traviesas, unas cosquillas que se confundían y acrecentaban el deseo, al menos para ella funcionaba así o casi siempre había funcionado así. Disfrutaba realmente viendo sus reacciones, estaba casi segura de que nunca había tenido una mujer como ella entre los brazos.
Debía admitir que el tipo tenía un buen cuerpo, fornido y musculoso, le gustaba aquella visión e iba a deleitarse un poco con ella. Cuando sintió su mano entre sus piernas no dudo en soltar una carcajada ante sus palabras. — No te lo tengas tan creído grandullón, no has hecho nada para tenerme así, es el morbo y el placer que me da dominar a hombres como tú — de nuevo usando su fuerza le hizo una llave con las piernas y lo hizo girar. No iba a dejarle dominar, de eso nada, antes lo dejaba con el calenton y se largaba sin más.
Prácticamente le arranco los pantalones o las mayas esas que llevaba, lo que fuera, realmente no le interesaba en absoluto utilizar el termino correcto. Después se deshizo de su ropa interior e hizo lo mismo con la propia rozando ahora piel con piel con algo de fuerza pero sin llegar al acto principal — claro que voy a follarte, pero tendrás que pedirlo, vamos, déjame escucharlo — si no suplicaba no iba a darle nada más. Si no pedía por esa boquita Ash no le daría el placer de tener un polvazo increíble con ella. Le miro mientras sus ojos rubí brillaban peligrosos entre la lujuria y el deseo, sus caderas se movían rozando su entrepierna húmeda y caliente contra el duro miembro del lancero.
— Suplica animalito, y te daré lo que quieres... — se mordió el labio mientras esperaba, sin dejar de rozar sus cuerpos y dejando que sus manos lujuriosas y ansiosas acariciaran el cuerpo de aquel hombre que tenía bajo ella. Sus caricias eran cada vez más atrevidas dejando que sus uñas acariciaran y bailaran sobre su piel despacio, provocando en él sensaciones nuevas y traviesas, unas cosquillas que se confundían y acrecentaban el deseo, al menos para ella funcionaba así o casi siempre había funcionado así. Disfrutaba realmente viendo sus reacciones, estaba casi segura de que nunca había tenido una mujer como ella entre los brazos.
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Apretó los labios y trató de contenerse. Volvía a sentirse dividido; podía sentir excitación porque ella tomase la iniciativa y el control, pero a su vez su orgullo le gritaba que la rechazara. ¿Obligarle a pedir que lo hiciera? ¿Realmente podía caer hasta ese punto de humillación? Y sin embargo esa parte de él que se había excitado ahora quería hacerlo. ¿Era realmente una humillación, u otro tabú que romper? Poco a poco la duda comenzó a rasgar la armadura de su orgullo y determinación, y el calor de su sangre acabó tomando la decisión por él. Comenzó a mover la cadera, dejando que sus genitales se acariciaran.
- ¿Realmente necesitas que lo diga?
Menuda pregunta más estúpida. Por un momento se sintió idiota. Él no se portaba así. No se dejaba mangonear por otros tan fácilmente, de esa manera. Ni hacía esa clase de preguntabas. Actuaba o no actuaba, no dudaba. Ahora ya no era una cuestión de orgullo, sino de frustración para consigo mismo. No podía quedarse en el marco de la puerta sin tener muy claro si salía o entraba; tenía que tomar una decisión e ir adelante con ella. O se retractaba, la apartaba y tomaba al imbécil ese por las malas... o simplemente le daba una patada a su orgullo y se dejaba hacer. Hablado del idiota, ¿qué había sido de él? Un breve vistazo le bastó para comprobar que estaba ya inconsciente. O tal vez se había desangrado, quién sabe.
- Está bi...
Un pellizco le causó un gemido contenido que ahogó sus palabras. No era sólo cómo se movía, sus caricias, su manera de arañarle y de hablarle, todo le estaba volviendo loco. Entonces tuvo ya totalmente claro que no había marcha atrás. Había caído totalmente en sus garras, y no tenía intención de escapar. Ni se sentía incómodo con su posición.
- Quiero que me folles. Quiero metértela y sentir tu coño. Hazlo, por favor.
- ¿Realmente necesitas que lo diga?
Menuda pregunta más estúpida. Por un momento se sintió idiota. Él no se portaba así. No se dejaba mangonear por otros tan fácilmente, de esa manera. Ni hacía esa clase de preguntabas. Actuaba o no actuaba, no dudaba. Ahora ya no era una cuestión de orgullo, sino de frustración para consigo mismo. No podía quedarse en el marco de la puerta sin tener muy claro si salía o entraba; tenía que tomar una decisión e ir adelante con ella. O se retractaba, la apartaba y tomaba al imbécil ese por las malas... o simplemente le daba una patada a su orgullo y se dejaba hacer. Hablado del idiota, ¿qué había sido de él? Un breve vistazo le bastó para comprobar que estaba ya inconsciente. O tal vez se había desangrado, quién sabe.
- Está bi...
Un pellizco le causó un gemido contenido que ahogó sus palabras. No era sólo cómo se movía, sus caricias, su manera de arañarle y de hablarle, todo le estaba volviendo loco. Entonces tuvo ya totalmente claro que no había marcha atrás. Había caído totalmente en sus garras, y no tenía intención de escapar. Ni se sentía incómodo con su posición.
- Quiero que me folles. Quiero metértela y sentir tu coño. Hazlo, por favor.
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¿Estaba satisfecha? Totalmente, había logrado enloquecer al caballerito hasta el punto en que le suplicaba que se lo follara, que lo dominara completamente y le hiciera suyo. Una sonrisa ladina y un poco retorcida asomó en sus labios ahora que lo tenía completamente a su merced. Se inclino lo suficiente como para morder sus labios y entonces llevar una de sus manos hasta el miembro del lancero para después de un solo movimiento permitir que la penetrase completamente hasta el fondo. Se irguió y le miro relamiéndose los labios para comenzar un lento vaivén entre sus cuerpos.
Se mordía el labio para no permitir que los gemidos escaparan demasiado fuertes de sus labios, le gustaba verlo a él primero sumido en el placer antes de permitirse el enloquecer ella también. Ash era de esas personas que cuanto más puedan dominar la situación mas disfruta y más se excita. — Dime, conejito, ¿te gusta? ¿quieres mas? — le gustaba oírle pedir oírle suplicar y con la voz entrecortada por el placer y la lujuria. Sus caderas primeramente se movían lentas, pausadas, sin demasiado esfuerzo, era una tortura, no solo para él, también para ella, pero era un juego que Ash disfrutaba, el masoquismo era un poco parte de ella.
Una vez que recibiera una respuesta por su parte, comenzaría a moverse un poco más rápido, sus caderas golpearían con fuerza contra las masculinas mientras tomaba sus manos y las subía a sus pechos, puede que le guste dominar, pero tampoco le gustaba que se quedaran quietos como una estrellita de mar y que se dejasen hacer. Ella mantenía sus manos sobre el pecho del chico para tener un apoyo mejor mientras se movía sobre su cuerpo con aquel ritmo cada vez más frenético — por cierto ahh conejito, aún no se tu nombre ahh — dejo salir una risilla de lo más entretenida y juguetona en el momento en que recordó aquel pequeño detalle, ni siquiera sabía su nombre. Aunque siendo sinceros, no necesitaba saber su nombre para poder follárselo, allí estaba la prueba y por el momento se lo estaba pasando bastante bien.
Se mordía el labio para no permitir que los gemidos escaparan demasiado fuertes de sus labios, le gustaba verlo a él primero sumido en el placer antes de permitirse el enloquecer ella también. Ash era de esas personas que cuanto más puedan dominar la situación mas disfruta y más se excita. — Dime, conejito, ¿te gusta? ¿quieres mas? — le gustaba oírle pedir oírle suplicar y con la voz entrecortada por el placer y la lujuria. Sus caderas primeramente se movían lentas, pausadas, sin demasiado esfuerzo, era una tortura, no solo para él, también para ella, pero era un juego que Ash disfrutaba, el masoquismo era un poco parte de ella.
Una vez que recibiera una respuesta por su parte, comenzaría a moverse un poco más rápido, sus caderas golpearían con fuerza contra las masculinas mientras tomaba sus manos y las subía a sus pechos, puede que le guste dominar, pero tampoco le gustaba que se quedaran quietos como una estrellita de mar y que se dejasen hacer. Ella mantenía sus manos sobre el pecho del chico para tener un apoyo mejor mientras se movía sobre su cuerpo con aquel ritmo cada vez más frenético — por cierto ahh conejito, aún no se tu nombre ahh — dejo salir una risilla de lo más entretenida y juguetona en el momento en que recordó aquel pequeño detalle, ni siquiera sabía su nombre. Aunque siendo sinceros, no necesitaba saber su nombre para poder follárselo, allí estaba la prueba y por el momento se lo estaba pasando bastante bien.
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Fue repentino y placentero. Toda la anticipación y toda la excitación acumulada le golpearon como un gran mazo arrancándole un jadeo. El sexo en algunos aspectos era como con la comida: para disfrutarlo de la mejor manera posible, no solo eran importantes los componentes, sino también las condiciones. Había que preparar el ambiente, dejar que el deseo creciera y ver el fruto conteniendo el hambre. Esperar y deleitarse en la contemplación antes de dar el mordisco. En aquel caso todo se había combinado para dar lugar la situación perfecta. Eran las personas correctas en el momento correcto. Habían esperado a que el deseo llegase al momento exacto y prolongado la espera lo justo para que saciar el ansia causase placer, sin que llegase a ser suficiente como para amargar el momento.
Sin embargo a ella no le llegaba con eso. Necesitaba más, y se le notaba. En su respiración contenida, en sus dientes hundidos en el labio inferior, en la manera de apretar su pecho. Estaba conteniéndose... estaba dando aún los primeros bocados de aquel banquete con calma y suavidez, dejando que el sabor se insinuase y aumentara el deseo. Aún no habían llegado al plato principal. Su autocontrol y fuerza le causaron admiración... y aumentó su deseo. No solo porque aún no estuviese moviéndose como debía. Simplemente, todo aquello era lo que no sabía que había querido.
- Dame más, o me voy a a volver loco - dijo entre jadeos.
Todo sentido de la vergüenza se había perdido ya. O era más correcto decir que aún era consciente de lo que decía, pero oírlo y saber que estaba siendo dominado simplemente le causaba muchísimo morbo. Recorrió la piel de ella en caricias atrevidas, lujuriosas, famélico de ella y de su cuerpo. Respondió a cada movimiento de la vaquera, no intentando llevar el ritmo, sino dejándose montar, como un caballo que se mueve en sintonía con los movimientos del jinete. Y en medio del sexo, le llegó una pregunta tan extraña como necesaria. ¿En serio habían llegado hasta ese punto sin presentarse?
- Velkan - alcanzó a decir - Tú... tampoco has dicho tu nombre.
Sin embargo a ella no le llegaba con eso. Necesitaba más, y se le notaba. En su respiración contenida, en sus dientes hundidos en el labio inferior, en la manera de apretar su pecho. Estaba conteniéndose... estaba dando aún los primeros bocados de aquel banquete con calma y suavidez, dejando que el sabor se insinuase y aumentara el deseo. Aún no habían llegado al plato principal. Su autocontrol y fuerza le causaron admiración... y aumentó su deseo. No solo porque aún no estuviese moviéndose como debía. Simplemente, todo aquello era lo que no sabía que había querido.
- Dame más, o me voy a a volver loco - dijo entre jadeos.
Todo sentido de la vergüenza se había perdido ya. O era más correcto decir que aún era consciente de lo que decía, pero oírlo y saber que estaba siendo dominado simplemente le causaba muchísimo morbo. Recorrió la piel de ella en caricias atrevidas, lujuriosas, famélico de ella y de su cuerpo. Respondió a cada movimiento de la vaquera, no intentando llevar el ritmo, sino dejándose montar, como un caballo que se mueve en sintonía con los movimientos del jinete. Y en medio del sexo, le llegó una pregunta tan extraña como necesaria. ¿En serio habían llegado hasta ese punto sin presentarse?
- Velkan - alcanzó a decir - Tú... tampoco has dicho tu nombre.
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Podía sentirlo, en cada movimiento de su cadera, en las caricias que le proporcionaban sus manos, en su mirada y en los jadeos que dejaba escapar de sus labios. Aquel hombre había caído totalmente presa de los encantos de la albina, ya no había vuelta atrás. El placer y el deseo habían hecho desaparecer cualquier tipo de resistencia, cualquier intento de dominar la situación o de hacerse con el control de la misma. Sonriendo comenzó a mover sus caderas con algo más de fuerza, hacía arriba, hacía abajo, por momentos paraba para moverse en círculos que aquel placer fuera diferente.
Sentir la arenilla y las rocas debajo de sus rodillas clavándose y raspando su piel solo conseguían excitarla más, provocando que su cuerpo apretara el de Velkan en su interior. Velkan, tenía un bonito nombre, aunque eso tampoco es que fuera del todo interesante en aquel momento. — Ash — una vez pronuncio su nombre comenzó a moverse con más velocidad. Clavando su mirada en los ojos de aquel hombre llevo una de sus manos a su pecho derecho para comenzar a masajear el mismo mientras que la otra mano la llevo entre sus piernas para juguetear con su clítoris.
Desde luego en aquel momento le tenía que estar dando un buen espectáculo al hombre bajo su cuerpo, notarlo duro y caliente era lo que más le gustaba, además de esa mirada cegada por la lujuria que podía ver en sus ojos. — Espero que empieces a gemirlo cariño, por que me pone cachondísima que griten mi nombre mientras me los follo — estaba claro que no iba a dejarle estar tranquilo por el momento. Sus comentarios siempre eran atrevidos y sucios cuando se trataba de sexo, no le importaba ser un poco burda o mal hablada, ella disfrutaba más así y al que no le gustase podía irse y buscarse una chica digamos, menos atrevida o menos ansiosa que ella. Esperaba que el conejito también empezara a demostrar lo que sabía hacer, por que por su parte le gustaba dominar, pero también le gustaba tener un poco de marcha.
Sentir la arenilla y las rocas debajo de sus rodillas clavándose y raspando su piel solo conseguían excitarla más, provocando que su cuerpo apretara el de Velkan en su interior. Velkan, tenía un bonito nombre, aunque eso tampoco es que fuera del todo interesante en aquel momento. — Ash — una vez pronuncio su nombre comenzó a moverse con más velocidad. Clavando su mirada en los ojos de aquel hombre llevo una de sus manos a su pecho derecho para comenzar a masajear el mismo mientras que la otra mano la llevo entre sus piernas para juguetear con su clítoris.
Desde luego en aquel momento le tenía que estar dando un buen espectáculo al hombre bajo su cuerpo, notarlo duro y caliente era lo que más le gustaba, además de esa mirada cegada por la lujuria que podía ver en sus ojos. — Espero que empieces a gemirlo cariño, por que me pone cachondísima que griten mi nombre mientras me los follo — estaba claro que no iba a dejarle estar tranquilo por el momento. Sus comentarios siempre eran atrevidos y sucios cuando se trataba de sexo, no le importaba ser un poco burda o mal hablada, ella disfrutaba más así y al que no le gustase podía irse y buscarse una chica digamos, menos atrevida o menos ansiosa que ella. Esperaba que el conejito también empezara a demostrar lo que sabía hacer, por que por su parte le gustaba dominar, pero también le gustaba tener un poco de marcha.
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No sabía cuánto tiempo llevaban ahí. ¿Segundos, minutos, horas? El tiempo parecía haber perdido significado. Sus cuerpos sudorosos bajo el sol, rozándose y mezclándose en aquella danza era lo único que lo tenía ahora. No recordaba una vez en que hubiese llegado a ese punto, perder totalmente la cabeza y acabar totalmente perdido en el acto carnal. Entre jadeos y gemidos, alcanzó a repetir su nombre, a medias una seña de haberla escuchado, a medias un intento de complacer su deseo.
- Ash...
La observó masturbarse, y llevado por el momento le dio una fuerte cachetada en la nalga, apretándosela luego. Tras eso se incorporó, quedando ambos frente a frente con ella subida encima de él. Le pasó un brazo por la espalda y el otro por la cintura, haciéndola botar sobre él. En aquella postura era capaz de llegar más profundo. Y podía hacer más cosas. Se echó sobre ella y dejó que su aliento acariciara su oreja, para luego morder su lóbulo. La besó con lujuria y casi con ferocidad, sin dejar de hacerla moverse encima suya.
- Vamos a probar otras cosas pues... Ash - le dijo al oído - ahora me toca a mí hacerte gemir.
Le pasó el brazo de la cintura por el trasero para agarrarla mejor y apoyándose contra una roca se levantó, aún penetrándola. Entonces continuó moviendo su cadera de pie, manteniéndola agarrada entre sus fuertes brazos. ¿Quién iba a decir que iba acabar dándole un uso como ese a tantos años de ejercicio y entrenamiento? Recorrió su cuello con sus labios, besándoselo y dándole suaves mordiscos. Y, en aquella postura, esbozó una sonrisa pícara y maliciosa y comenzó a moverse cada vez más rápido.
- Ash...
La observó masturbarse, y llevado por el momento le dio una fuerte cachetada en la nalga, apretándosela luego. Tras eso se incorporó, quedando ambos frente a frente con ella subida encima de él. Le pasó un brazo por la espalda y el otro por la cintura, haciéndola botar sobre él. En aquella postura era capaz de llegar más profundo. Y podía hacer más cosas. Se echó sobre ella y dejó que su aliento acariciara su oreja, para luego morder su lóbulo. La besó con lujuria y casi con ferocidad, sin dejar de hacerla moverse encima suya.
- Vamos a probar otras cosas pues... Ash - le dijo al oído - ahora me toca a mí hacerte gemir.
Le pasó el brazo de la cintura por el trasero para agarrarla mejor y apoyándose contra una roca se levantó, aún penetrándola. Entonces continuó moviendo su cadera de pie, manteniéndola agarrada entre sus fuertes brazos. ¿Quién iba a decir que iba acabar dándole un uso como ese a tantos años de ejercicio y entrenamiento? Recorrió su cuello con sus labios, besándoselo y dándole suaves mordiscos. Y, en aquella postura, esbozó una sonrisa pícara y maliciosa y comenzó a moverse cada vez más rápido.
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Le gustaba cuando se ponían rudos, después de todo le gustaba dominar y más cuanto más se resistían ellos a dejarse dominar. Disfrutaba resquebrajando aquel orgullo que mostraban y que tanto les costaba dejar atrás. Eso lo había conseguido con el allí presente, lo había visto, había visto como su orgullo era completamente anulado por la lujuria y la pasión y como se había dejado llevar. Aquel animalito era suyo y no iba a dejarlo ir de ninguna de las maneras. Se aferró a su cuerpo en el momento en que le dio por levantarse. Rodeo su cintura con las piernas y su cuello con los brazos dejando que ahora fuera él quien llevara el movimiento de cintura y el tempo de los embistes.
Fue su turno ahora de sonreír ladinamente mientras comenzaba a gemir con algo mas de fuerza, ahora si que podemos decir que estaba empezando a disfrutar bastante de aquel juego que se traían. Se dedico a calvar sus uñas en los hombros de aquel hombre con cierta fuerza, le gustaba dejarlos marcados no iba a negarlo y si de paso le decían que tenían novia o algo parecido más aún. Así era más fácil que se llevaran una bofetada al volver a casa. Pero en aquel momento se iba a centrar en disfrutar y en nada más, su cuerpo reaccionaba sus caricias y a sus embistes mientras que ella no se quedaba atrás. Aún en esa postura podía hacer cosas así que movía sus caderas con gusto en busca de mayor fricción y mayor placer.
Llevo su boca a la curvatura de su cuello para comenzar a pasear sus labios por aquella parte de su anatomía justo antes de comenzar a dejar mordiscos suaves, por el momento no quería dejarle los dientes marcados, pero nadie decía que no pudiera hacerlo próximamente. No estaba segura de si volvería a ver a aquel hombre, pero por el momento parecía que les unía un objetivo común y eso podía ser bueno o terriblemente perjudicial para ambos, pero por el momento ella estaba disfrutando y si era un inconveniente pues ya se haría cargo de eso después, una vez terminara de disfrutarlo y beneficiarselo. La verdad es que era interesante aquel juego que se traían los dos y estaba disfrutando bastante de volver completamente loco a aquel muchacho. Parecían tan rectito y se notaba tanto que le había costado llegar a ese punto que estaba disfrutando como loca.
Se acerco a su oído para susurrar mientras le acariciaba el lobulo con los labios y los dientes — eres un buen chico Velkan, ahh, sigue, más fuerte — si sequía dándole fuerte no tardaría mucho en llegar al punto exacto de placer. Pero por ahora no le diría nada, simplemente se apretó mas contra él mientras mordía con gusto aquella oreja para seguir enloqueciendo poco a poco cada uno de sus sentidos. Había pronunciado su nombre entre gemidos y además con cierto toque malicioso en su voz, sabía que eso podía conseguir dos cosas, confundirlo un poco o que quisiera demostrar de que pasta estaba hecho y entonces le diera más fuerte.
Fue su turno ahora de sonreír ladinamente mientras comenzaba a gemir con algo mas de fuerza, ahora si que podemos decir que estaba empezando a disfrutar bastante de aquel juego que se traían. Se dedico a calvar sus uñas en los hombros de aquel hombre con cierta fuerza, le gustaba dejarlos marcados no iba a negarlo y si de paso le decían que tenían novia o algo parecido más aún. Así era más fácil que se llevaran una bofetada al volver a casa. Pero en aquel momento se iba a centrar en disfrutar y en nada más, su cuerpo reaccionaba sus caricias y a sus embistes mientras que ella no se quedaba atrás. Aún en esa postura podía hacer cosas así que movía sus caderas con gusto en busca de mayor fricción y mayor placer.
Llevo su boca a la curvatura de su cuello para comenzar a pasear sus labios por aquella parte de su anatomía justo antes de comenzar a dejar mordiscos suaves, por el momento no quería dejarle los dientes marcados, pero nadie decía que no pudiera hacerlo próximamente. No estaba segura de si volvería a ver a aquel hombre, pero por el momento parecía que les unía un objetivo común y eso podía ser bueno o terriblemente perjudicial para ambos, pero por el momento ella estaba disfrutando y si era un inconveniente pues ya se haría cargo de eso después, una vez terminara de disfrutarlo y beneficiarselo. La verdad es que era interesante aquel juego que se traían los dos y estaba disfrutando bastante de volver completamente loco a aquel muchacho. Parecían tan rectito y se notaba tanto que le había costado llegar a ese punto que estaba disfrutando como loca.
Se acerco a su oído para susurrar mientras le acariciaba el lobulo con los labios y los dientes — eres un buen chico Velkan, ahh, sigue, más fuerte — si sequía dándole fuerte no tardaría mucho en llegar al punto exacto de placer. Pero por ahora no le diría nada, simplemente se apretó mas contra él mientras mordía con gusto aquella oreja para seguir enloqueciendo poco a poco cada uno de sus sentidos. Había pronunciado su nombre entre gemidos y además con cierto toque malicioso en su voz, sabía que eso podía conseguir dos cosas, confundirlo un poco o que quisiera demostrar de que pasta estaba hecho y entonces le diera más fuerte.
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Fue intenso. Muy intenso. Durante un rato largo, no hubiese sabido decir cuánto tiempo, recorrieron mutuamente sus cuerpos. Aunque a veces le dejaba algo de iniciativa, ella siempre llevaba el ritmo. Nunca había conocido a una mujer como ella, con un carácter tan fuerte, tan ardiente y tan dominante. Al terminar, aunque sentía algo de vergüenza al pensar en cómo había acabado suplicándole y dejándose usar, también sintió una oleada de calor recorrerle al pensar en lo que había ocurrido a continuación. Era una situación extraña para él, pero decidió no darle más vueltas y quedarse con lo bueno de la experiencia. Tras quedar medio minuto a la sombra jadeando, algo aturdido por el calor, dio un suspiro y se puso a recoger su ropa y cosas.
- Aún tenemos algo pendiente, no creas que me he olvidado.
Se volvió a poner la camiseta y los pantalones, y se sentó en una roca con la lanza en la mano. A unos metros de ellos aún yacía Johnny, a saber si vivo o muerto. Sintió una punzada de culpabilidad: criminal o no, era una crueldad dejar a un hombre desangrándose a esa temperatura. Simplemente no estaba bien. Sin embargo cuando... cayeron uno encima del otro, se le fue totalmente la cabeza. La situación escaló demasiado rápido y para cuando quiso darse cuenta, ya se había olvidado de qué había venido a hacer aquí. Oh, mierda. Si había muerto no podría interrogarle acerca de Khermann.
- Sospecho que este ha estirado la pata. Si es el caso, ya no puedo sacarle la información que necesito - suspiró - Tal vez tenga un trato para ti, pero creo que va siendo hora de que hables las cosas claras. ¿Qué eres, una bandida con cuentas pendientes con este hombre? ¿Una vengadora que ha venido a matar al asesino de su familia? ¿Una cazadora de recompensas?
Si era cazadora, por un lado sería un dolor de huevos porque tendría que compartir la recompensa y tal vez incluso contarle lo de Khermann y tener más competencia en su cacería. Sin embargo seguramente sería más fácil llegar a un entendimiento que si era una asesina enviada por las mafias de Cliff Island. En ese caso tendrían intereses enfrentados, porque ambos necesitarían su cuerpo como prueba. En el mejor caso, tal vez lograría al menos conseguir a una compañera que le ayudase a encontrar a su objetivo. Khermann seguía siendo un hombre peligroso.
- Aún tenemos algo pendiente, no creas que me he olvidado.
Se volvió a poner la camiseta y los pantalones, y se sentó en una roca con la lanza en la mano. A unos metros de ellos aún yacía Johnny, a saber si vivo o muerto. Sintió una punzada de culpabilidad: criminal o no, era una crueldad dejar a un hombre desangrándose a esa temperatura. Simplemente no estaba bien. Sin embargo cuando... cayeron uno encima del otro, se le fue totalmente la cabeza. La situación escaló demasiado rápido y para cuando quiso darse cuenta, ya se había olvidado de qué había venido a hacer aquí. Oh, mierda. Si había muerto no podría interrogarle acerca de Khermann.
- Sospecho que este ha estirado la pata. Si es el caso, ya no puedo sacarle la información que necesito - suspiró - Tal vez tenga un trato para ti, pero creo que va siendo hora de que hables las cosas claras. ¿Qué eres, una bandida con cuentas pendientes con este hombre? ¿Una vengadora que ha venido a matar al asesino de su familia? ¿Una cazadora de recompensas?
Si era cazadora, por un lado sería un dolor de huevos porque tendría que compartir la recompensa y tal vez incluso contarle lo de Khermann y tener más competencia en su cacería. Sin embargo seguramente sería más fácil llegar a un entendimiento que si era una asesina enviada por las mafias de Cliff Island. En ese caso tendrían intereses enfrentados, porque ambos necesitarían su cuerpo como prueba. En el mejor caso, tal vez lograría al menos conseguir a una compañera que le ayudase a encontrar a su objetivo. Khermann seguía siendo un hombre peligroso.
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Había sido un rato divertido, un buen polvo desde luego y para Ash al menos había sido entretenido dominar al señoritingo hasta hacerlo suspirar y suplicar por más. Una vez terminaron se arregló la ropa y volvió a ponerse le sombrero en su sitio. Se rió ante las palabras del moreno, claro que tenían algo pendiente, ella tampoco se había olvidado del idiota que habían dejado desangrándose. Aunque ahora que lo pensaba seguramente ya estaría muerto o apunto de estirar la pata. Deberían haber dejado el jugueteo para otro momento, pero bueno, así es como eran las cosas con la vaquera.
— Soy cazadora encanto y esa cucaracha es mi presa o bueno, nuestra, teniendo en cuenta que los dos lo atrapamos — se encogió de hombros por un momento. Se acercó para comprobar el pulso de aquel tipo y ver que tal y como habían pensado los dos el sujeto estaba más que muerto ya. Se había quedado frío incluso de tanto esperar a que esos dos terminasen de jugar al gato al ratón. — Bueno, parece que el animalito estiro la pata — tiro un poco del cuerpo para colocarlo en la sombra y que no siguiera dándole el sol o terminaría oliendo demasiado mal la carroña y atraería a animales salvajes.
— ¿Que es esa información que querías sacarle? si lo hubieras dicho antes y no te hubieras puesto tan gallito hubiéramos terminado antes — ahora se habían quedado sin información aunque bueno, si esa rata la tenía estaba claro que no sería el único y que podrían encontrarla de alguna otra forma. ¿Encontrarla? ¿Por que estaba hablando en plural? normalmente ella trabajaba siempre sola, pero bueno, le había caído bien el conejito y no tenía por que dejarlo tirado ni convertir aquello en una competición innecesaria. Si trabajaban juntos podrían conseguir muchas más cosas que haciéndolo por separado o eso es lo que pensaba ella.
Lo miro y suspiro un poco mientras se terminaba de acercar y le tendía la mano — mira, se que empezamos con mal pie pero en este trabajo es lo normal, ¿quieres que trabajemos juntos en esta ocasión? normalmente suelen salir mejor las cosas en compañía y no me apetece tener un enemigo mas en esta cacería — por que ella no iba a dejar escapar aquello, si había piezas más grandes que capturar no las dejaría escapar. Ash es así, le gustan las piezas gordas, después de todo siempre había sido un poco kamikaze a la hora de elegir a sus presas y si iba en compañía siempre sería mas sencillo capturarlos.
— Soy cazadora encanto y esa cucaracha es mi presa o bueno, nuestra, teniendo en cuenta que los dos lo atrapamos — se encogió de hombros por un momento. Se acercó para comprobar el pulso de aquel tipo y ver que tal y como habían pensado los dos el sujeto estaba más que muerto ya. Se había quedado frío incluso de tanto esperar a que esos dos terminasen de jugar al gato al ratón. — Bueno, parece que el animalito estiro la pata — tiro un poco del cuerpo para colocarlo en la sombra y que no siguiera dándole el sol o terminaría oliendo demasiado mal la carroña y atraería a animales salvajes.
— ¿Que es esa información que querías sacarle? si lo hubieras dicho antes y no te hubieras puesto tan gallito hubiéramos terminado antes — ahora se habían quedado sin información aunque bueno, si esa rata la tenía estaba claro que no sería el único y que podrían encontrarla de alguna otra forma. ¿Encontrarla? ¿Por que estaba hablando en plural? normalmente ella trabajaba siempre sola, pero bueno, le había caído bien el conejito y no tenía por que dejarlo tirado ni convertir aquello en una competición innecesaria. Si trabajaban juntos podrían conseguir muchas más cosas que haciéndolo por separado o eso es lo que pensaba ella.
Lo miro y suspiro un poco mientras se terminaba de acercar y le tendía la mano — mira, se que empezamos con mal pie pero en este trabajo es lo normal, ¿quieres que trabajemos juntos en esta ocasión? normalmente suelen salir mejor las cosas en compañía y no me apetece tener un enemigo mas en esta cacería — por que ella no iba a dejar escapar aquello, si había piezas más grandes que capturar no las dejaría escapar. Ash es así, le gustan las piezas gordas, después de todo siempre había sido un poco kamikaze a la hora de elegir a sus presas y si iba en compañía siempre sería mas sencillo capturarlos.
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