Inosuke Dru-zan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No, no, no , no y no. No podía salir de aquel cuarto, no quería encontrarme con aquellas criaturas. Su lugar no era cerca de los vivos, andando y haciendo cosas como si fueran personas. Debían estar enterrados bajo tierra, y no salir de ahí nunca. Pero no, el barco debía estar plagado de ellos. Y lo peor era que al resto le parecía normal. No me entraba en la cabeza... Y ya no hablemos del barco, que se echa a bucear bajo el agua y uno no puede salir a tomar aire. Si lo hubiera sabido antes no me hubiera metido en él.
Pero ya era tarde. Llevaba un tiempo viajando ahí y me había encariñado con mis compañeros vivos. Habíamos pasado ya por varias cosas juntos y era agradable, aunque a veces se echaba en falta ver el sol, las estrellas y esas cosas que puedes encontrar por encima del agua.
Abro la puerta del cuarto en el que estoy escondido y asomo levemente mi cabeza, cubierta por la cabeza de jabalí. Miro discretamente hacia ambos lados del pasillo y cuando me aseguro de que no hay muertos cerca, salgo y me dirijo hacia la sala de entrenamiento. Tuve suerte de no encontrarme con nadie por el camino, no quería ver a un hombre-esqueleto con falda de hojas y tener que salir corriendo de nuevo a esconderme.
Al fin llegué a la sala de entrenamiento. Bueno, yo la llamaba así, aunque realmente no sabía si se podía usar para eso, pero como nadie me había dicho nada hasta el momento, pues yo la seguía usando. Si quería volverme más fuerte, debía entrenar y mejorar, y una panda de cadáveres descompuestos no me lo iba a impedir.
Así pues, empece a practicar mis movimientos con los Colmillos, tal y como había aprendido tiempo atrás. Estaba muy agradecido de haber conocido lo que denominaban "el camino de la espada", pero mi maestro era demasiado riguroso y al final acabamos tomando rumbos distintos. En cuanto seguí mi propio camino, empecé a desarrollar mi propio estilo de combate, del cual estaba muy orgulloso. Lo había combinado con la forma de pelear de mi clan y el resultado me había dejado satisfecho, pero conocer a mis compañeros me hizo darme cuenta de lo grande que es el mundo y lo poderosa que puede llegar a ser la gente.
- !AAAHHHHHHHH! ¡AULLIDO DE LOBO! - grité mientras practicaba esta técnica.
La técnica consistía en colocar mis dos espada a un lado de mi cuerpo, sobre la altura del torso, con la parte de atrás mirando al frente, quedando perpendicular con el suelo, y lanzarme en un movimiento bajo y veloz hacia el rival, buscando atacar sus piernas para inmovilizarlo. Se me había ocurrido tras recordar como los lobos intentaban morder las piernas de sus presas.
Pero ya era tarde. Llevaba un tiempo viajando ahí y me había encariñado con mis compañeros vivos. Habíamos pasado ya por varias cosas juntos y era agradable, aunque a veces se echaba en falta ver el sol, las estrellas y esas cosas que puedes encontrar por encima del agua.
Abro la puerta del cuarto en el que estoy escondido y asomo levemente mi cabeza, cubierta por la cabeza de jabalí. Miro discretamente hacia ambos lados del pasillo y cuando me aseguro de que no hay muertos cerca, salgo y me dirijo hacia la sala de entrenamiento. Tuve suerte de no encontrarme con nadie por el camino, no quería ver a un hombre-esqueleto con falda de hojas y tener que salir corriendo de nuevo a esconderme.
Al fin llegué a la sala de entrenamiento. Bueno, yo la llamaba así, aunque realmente no sabía si se podía usar para eso, pero como nadie me había dicho nada hasta el momento, pues yo la seguía usando. Si quería volverme más fuerte, debía entrenar y mejorar, y una panda de cadáveres descompuestos no me lo iba a impedir.
Así pues, empece a practicar mis movimientos con los Colmillos, tal y como había aprendido tiempo atrás. Estaba muy agradecido de haber conocido lo que denominaban "el camino de la espada", pero mi maestro era demasiado riguroso y al final acabamos tomando rumbos distintos. En cuanto seguí mi propio camino, empecé a desarrollar mi propio estilo de combate, del cual estaba muy orgulloso. Lo había combinado con la forma de pelear de mi clan y el resultado me había dejado satisfecho, pero conocer a mis compañeros me hizo darme cuenta de lo grande que es el mundo y lo poderosa que puede llegar a ser la gente.
- !AAAHHHHHHHH! ¡AULLIDO DE LOBO! - grité mientras practicaba esta técnica.
La técnica consistía en colocar mis dos espada a un lado de mi cuerpo, sobre la altura del torso, con la parte de atrás mirando al frente, quedando perpendicular con el suelo, y lanzarme en un movimiento bajo y veloz hacia el rival, buscando atacar sus piernas para inmovilizarlo. Se me había ocurrido tras recordar como los lobos intentaban morder las piernas de sus presas.
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