Festival del Drama [Priv. Zuko - Dexter]

Tal vez Zuko no era consciente de que si se concentraba en ello podía leer su mente. No solía hacerlo porque le parecía una intromisión innecesaria, pero muchas veces los sentimientos y emociones de la gente, que salpicaban como gotas de lluvia, los captaba sin pretenderlo. Y, muchas veces, saber qué sentía una persona era muy similar a saber qué estaba pensando; sobre todo en gente pasional.

- Es normal tener miedo del fuego, o de la tormenta. -Se ahorró mencionar que, de pequeño, le aterraban los truenos-. Pero no por eso dejamos de cocinar o vivimos a oscuras. El mundo es demasiado complicado y la vida muy corta para dejar que te domine una emoción tan negra. Deberías pensar en ello.

Abrió y cerró las manos repetidas veces. Sus nudillos tendían a crujir cuando lo hacía, y en ese momento no defraudaron. Sonaron como balas saliendo de un cañón, aunque a cada vez iban emitiendo un ruidito más suave que terminó simplemente en un aleteo algo ridículo. Era la parte que nadie veía detrás de él, o algo en lo que nadie quería reparar. Poca gente entendía que mantener su fuerza era extremadamente exigente y que, su cuerpo, aunque resistente, seguía siendo simple carne y hueso. No había nada divino en él, nada que alguien no pudiese alcanzar mientras estuviese dispuesto a pagar el precio. Dolor, esfuerzo y un tiempo invertido en los lumbares que le avergonzaba reconocer. Poca gente aceptaba, en cualquier caso, sufrir tanto por un poder que, de todos modos, no era tan alto.

- Que te busquen -bufó, finalmente-. ¿Cuánto tardarán en encontrarte? Estamos en mitad de la nada, y no hay huellas que puedan seguir. Además... -lo miró a los ojos-. ¿Crees que vas a poder marcharte sin haber aprendido la lección?

Dexter sabía que, ocasionalmente, la falta de descanso y el hambre eran positivas de cara al entrenamiento. A corto plazo, claro. Su cuerpo entraría en crisis, pero su mente estaría más receptiva y aprendería antes cosas que le ayudarían a mantenerse vivo. Definitivamente, eso era lo que iba a hacer. No permitiría que Zuko se moviese de allí, y aplicaría un adiestramiento cuanto menos espartano -fuera lo que fuese Esparta- a su recién nombrado pupilo. Al fin y al cabo, algún día sería una pieza clave en el futuro del mundo.

- Muy bien. Comerás lo que puedas cazar, y dormirás solo el tiempo que yo decida. Mientras no domines a tu yo interior, cada noche será también una nueva batalla. Y espero que estés preparado, porque que estés cansado no me va a ablandar.

Zuko había tenido varios entrenadores a lo largo de su vida. Inicialmente su padre, que era duro y cruel. Después el shifu de la escuela real de Reddo, que era un negado que hacía lo mínimo con tal de que le pagasen un poco. Después su tío y el Sacerdote, cuyas enseñanzas se centraban más en la espiritualidad que en lo físico y, finalmente, la marina en si. ¿Tenía que añadir ahora a Dexter a la lista? ¿A cual de ellos se parecía más? Al shifu no, eso seguro. Y lo más probable es que no se apegase al estilo formulaico de entrenar que tenía la marina. Tal vez no fuese como ninguno de ellos y fuese... bueno, Dexter.

Se levantó de la arena. La actitud del dragón azul daba a entender que iba a ser un entrenamiento duro, cosa que no hizo quejarse a Zuko. Estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, incluso cuando su maestro actual no se lo imponía. Recordaba como cuando entrenaba en el templo bajo las enseñanzas del Sacerdote del Sol, acortaba sus tiempos de sueño a sus espaldas para seguir entrenando por la noche.

Se sacudió la arena del cuerpo y miró a su alrededor. A lo lejos lo vio, algo revolviéndose en la arena, entre las dunas. Miró a Dexter un segundo y, de un salto, empezó a volar propulsando fuego hacia aquella cosa que se movía. Era... Ciertamente, algo que no se esperaba ver para nada en un desierto. Un cangrejo enorme, correteando por las arenas, seguramente volviendo a su guarida a pasar la noche. Sin embargo, lo único que vio Zuko fue su cena. Empezó a propulsarse hacia abajo, directo a golpear la cabeza del cangrejo con su puño, sin embargo...

Como si lo viese venir, el animal dio un rápido paso a un lado saliendo de su trayectoria. El dragón chocó contra la arena, levantando gran parte de la misma. Enseguida se incorporó, pero cuando lo hizo lo vio... Una enorme pinza disparada hacia él. Se cubrió con los brazos, pero la pinza lo golpeó, mandándolo a volar con fuerza hasta aterrizar a escasos metros de donde estaba antes, con Dexter. Abrió los ojos tras el golpe, dolorido. ¿Cómo podía un puñetero cangrejo ser tan fuerte? Bueno, lo había pillado por sorpresa, estaba hambriento... Si, eso lo explicaba. Justo delante había... un lagarto. Un reptil del tamaño de su brazo, mirándolo fijamente, como si se hubiese quedado congelado tras el golpe. De un rápido movimiento Zuko lo atrapó con la mano.

—Aquí está, mi cena —dijo enseñándoselo a Dexter.


No tardó mucho en encontrar palmeras desde las cuales pudo sacar un palo para... bueno, empalar al pobre lagarto. Escupió fuego para cocinarlo y se lo comió. Ya era de noche, y las noches en el desierto eran gélidas, lo sabía. Su calor corporal era mayor al de cualquiera, claro, pero no lo hacía inmune al frío. Es más, estaba seguro de que lo mismo sus habilidades de reptil lo hacían susceptible al mismo. Aunque no debería siempre y cuando no se transformase... En cuanto terminó de cenar se colocó en posición de meditar, juntando los puños y cerrando los ojos.

—Voy a volver a la pelea interna antes de dormir —le dijo a Dexter.

Podría hacer una hoguera para evitar el frío. Crear fuego no le era un problema, para nada, sin embargo... En aquel instante el calor era un lujo. Tal vez la noche gélida le ayudase a entrenar mejor.

La primera noche Zuko pudo dormir un par de horas antes de que Dexter decidiese que era suficiente. Le pareció que agacharse para clavar una garra en él podría haberle hecho sobrerreaccionar y atacarle, así que esperó unos instantes antes de tomar la decisión y, finalmente, optó por darle una patada. El marine voló unos cuantos metros, despertándose entre quejidos, pero no obstante no demasiado adolecido por el golpe. Chasqueó la lengua. Zuko tenía una extraña resistencia al dolor que podía obligarlo a utilizar más fuerza de la que tal vez su cuerpo soportara. Y, dado que estaba haciendo aquello por él, debía tener la cortesía de no matarlo en el proceso.

Sin embargo, esa era la teoría. En la práctica, Dexter apenas necesitaba dormir o comer, y antes de que el príncipe pudiera razonarlo estaba encima de él. Por la noche mientras dormía, cuando cazaba y, obviamente, mientras meditaba. Al principio la meditación consistía en eso, Dexter pegándole mientras intentaba conectar sus dos yoes, pero al cabo de un par de días pareció no ser suficiente. La batalla entre los Zukos se recrudecía, pero seguía sin haber un claro vencedor y Dexter no tenía todo el tiempo del mundo, así que optó por hacer trampas. Bueno, trampas sería utilizar un término muy feo. Lo que hizo fue dejar de golpearlo de día, pero impedir que durmiese a base de golpes. Sabía, por su propia experiencia, que la regeneración constante era extenuante.

- Cada golpe que puedo darte es una batalla que pierdes -decía, como un mantra, cada vez que comenzaba a ensañarse con él-. Cada vez que pierdes estás más lejos de poder ser tú mismo.

¿Qué era ser él mismo? Ni siquiera Dexter tenía claro que ese concepto estuviese mínimamente cerca de poderse concretar. Era una abstracción, una simple expresión que en realidad ninguno de los dos podía materializar. ¿Era el dominio de su fruta algo que lo llevaría a ser él? No lo sabía, pero desde luego ser dominado por ella lo alejaría: Más animal, más bestia que persona, más fuego que sangre, más peligro que esperanza... Zuko necesitaba un amigo y un mentor, pero también superarse a sí mismo. Por eso desde el quinto día no le dejó comer. Lo golpeaba a cada instante, lo anulaba por momentos, y todo porque, de alguna forma, creía que solo si era implacable podría ayudarlo.

Al cabo de una semana, el Marine resistió un envite sin moverse del lugar. Aún le quedaba mucho camino por recorrer, pero era un comienzo. Sonrió.

Escupió en el suelo, tiñendo varios granos de arena de rojo. Estaba de rodillas en el suelo, con una mano apoyada en la arena y la otra sobre su estómago, justo donde le había golpeado el dragón. Había recibido duros entrenamientos antes, sobre todo después de lo fuerte que se había vuelto. Una vez llegas al punto que eres capaz de aguantar una catedral cayéndote encima, no vale cualquier cosa para entrenar. Sin embargo, los golpes de aquel hombre no eran cualquier cosa. Cada uno de ellos le hacía sentirse como cuando era un iniciado en el CP, cuando se encontraba en aquellas intensivas prácticas para conseguir dominar el rokushiki.

Hacía muchísimo tiempo que no se sentía así. Tal vez demasiado. Claro, de vez en cuando había recibido algún que otro golpe inesperado durante una pelea, sobre todo luchando contra Zane, el cual podía llegar a ser muy imprevisible, al menos para él. Pero nada era como aquello. No podía defenderse, ni siquiera tenía la oportunidad. Sin embargo, lo que más le afectaba, era el hecho de que sabía que Dexter no estaba utilizando toda su fuerza para llegar a ese nivel.

Tenía la sensación de que, si lo quisiese, aquel hombre podría hacerle desaparecer de la faz de la tierra solo con un golpe. Aquello le aterraba y, a su vez, aumentaba su admiración por él. El dolor era algo que podía soportar. Lo sentía, claro, pero podía vivir con ello. La falta de sueño y comida, en cambio... Aquel lagarto había sido lo mejor que había probado en días, y a veces incluso le parecía ver, a lo lejos, como el cangrejo gigante volvía para reírse de él.

Pasados los días la desesperación de Zuko empezó a cansarle. No avanzaba, era un alumno pésimo. Las palabras de su padre resonaban por su cabeza, repitiéndole una y otra vez que jamás llegará a ser un guerrero capaz. Se sintió... tentado. En su mente, sus dos mitades combatían sin parar y él no dejaba de controlar a una de ellas. La más débil. Se sintió tentado a cambiar de control, a ser la otra. A ser aquella mitad de él que le recordaba a su padre. Tal vez... tal vez solo así sea capaz de vencer.

Intentó hacerlo. Intentó visualizarse a si mismo en el otro lado de su mente. A ver a través de los ojos del monstruo contra el que se enfrentaba... y se detuvo a medio camino. Empezaba a sentir realización sobre si mismo, que podía llegar a conseguirlo... Pero también que eso le abría puertas. Que sería capaz de conseguir todas sus metas... Sea de la forma que sea. Caiga quien tenga que caer... Y aquello le aterró. No quería ser un monstruo, claro, pero... Una parte de él creía que tal vez necesitase serlo.

Entonces ocurrió algo. Sus dos mitades golpearon a la vez. Los puños chocaron y, como si de energías contrarias e idénticas se tratase, todo pareció agitarse con armonía en su mente. Se asustó, volvió al control de su primera mitad antes de abrir los ojos. El puño de Dexter le había golpeado una vez más, pero... Aquella vez el vicealmirante no había salido volando por el golpe. ¿Había funcionado el cambio? No, no había llegado a hacerlo... ¿De verdad se estaba acercando?

—He... ¿He aguantado un golpe? ¿Un golpe tuyo? —casi no se lo creía.

En ocasiones Dexter había castigado a Zuko con golpes brutales. No había utilizado todas sus fuerzas, eso habría sido devastador, pero sí se había ensañado a través del Haki para que sintiese un verdadero dolor interno. Otras veces era por simplemente asegurarse de que no estaba utilizando alguna clase de poder que él desconocía, o mismo intentase mitigar con su propio endurecimiento los ataques que le propinaba. Costaba mucho llamar entrenamiento a aquella paliza constante, y habría mentido si dijese que en alguna ocasión no disfrutó de darle algún que otro golpe cuando el resultado era inusitadamente gracioso.

Pero el día que finalmente resistió, fue el primero en el que realmente se sintió pleno. Ver cómo no salía volando, o caía al suelo, o simplemente se le cortaba de lleno la concentración... Simplemente, había hundido el puño en su abdomen. Podía ver cómo los músculos se habían hundido ligeramente, y cómo todo su cuerpo se había tensando. Pero estaba de pie, mirándolo. Seguramente tuviese más daños de los que querría admitir, pero aun si eso era cierto su cuerpo había resistido el impacto sin problemas -sin demasiados problemas, por lo menos-. Tiró hacia atrás, sacando el puño con cierta dificultad, y mientras el torso del marine recuperaba su forma, asintió.

- Lo has hecho -confirmó-. Ahora, no sé hasta qué punto serás capaz de resistir alguno más. Pero si quieres probar...

Se crujió los nudillos. Antes del torneo tenía aún unos días libres, y quería practicar un par de cosas. Al final del día no cambiaría nada, pero sabía que podía llevar su Haki a un nivel superior. Se había percatado, en la última semana con Zuko, de que podía concentrar el Haki de su puño para propagarse por el interior del dragón, atravesando sus defensas. Lo había utilizado de manera inconsciente al principio, hasta que al final había terminado haciéndolo de forma mecánica, como quien camina en un paseo. Estaba seguro de que ya sería suficiente, pero para afianzar el entrenamiento de Zuko -y lógicamente, para beneficiarse él de su descubrimiento- decidió darse un tiempo más.

- Y por eso, ahora vienen los golpes de verdad -advirtió, antes de ahora sí golpear con verdadero poder, utilizando su Haki-. Espero que estés listo.

Tras ello, empezó el entrenamiento de verdad. Dexter, consumiendo su Haki a máxima potencia cada vez que pudo, se encargó de golpear al vicealmirante sin piedad hasta que ambos pudieron confirmar, sin miedo a equivocarse, que ambos Zukos danzaban en un baile unívoco. Y entonces, fue hora de volar lejos.