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Ashlyn Blake
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John conseguía que la albina se riera, aquel hombre tenía esa picaresca que tanto le gustaba a la mujer y además disfrutaba enloqueciendo a ese hombre en todos los sentidos. Después de todo, el vaquero era débil ante sus encantos y ella no dudaba en usarlos para conseguir lo que quería de él, le gustaban los hombres como él. Grandes, de apariencia varonil y muy masculino, de esos que parece que te van a partir por la mitad con un simple abrazo. Y lo que más le gustaba era dominarlos y conseguir que hicieran todo cuanto ella quisiera. John había demostrado ser un chico obediente y además también sabía dominar en ciertas situaciones y circunstancias y eso le encantaba. Recordar el momento caracol en el saloon la hizo reír mientras le dejaba hablar.
Al menos Leonardo estaba de su parte y estaba dispuesto a ayudarles y eso siempre era de agradecer. Ash estaba lista para prepararse para las fotos y demás cuando llamaron a la puerta. Tenía la mano lista para desenfundar el revolver pero aquellos hombres no eran un peligro, eran los enviados por Leonardo que por todos los infiernos acudían demasiado rápido. La albina gruño bastante molesta cuando sintió el flash en su cara y además por que ni siquiera avisaran o pidieran permiso. Al menos habían traído la ropa y solo por eso no iba a meterles una bala entre las cejas cuando volviera a verlos.
Se froto los ojos con los dedos intentando enfocar de nuevo después de semejante flash y entonces reviso la ropa que les habían traído. Desde luego tenía pinta de gente chunga y eso siempre era bueno para el plan que tenían en mente. Se empezó a desnudar, quitándose lo poco que se había puesto encima para después ponerse la ropa nueva de tía chunga de barrio chungo. Toda la ropa era completamente negra, traía un parche e incluso un sombrero nuevo del mismo color. Debía reconocer que las botas le molaron bastante. Y algo que le hizo mucha gracia es que Leonardo había metido una notita al lado de lo que parecía ser una prótesis robot.
"Para que John no sea el único que desentone, es simple atrezzo, pero todo el mundo pensara que tienes un brazo robot como el suyo. Disfrutad parejita." Ash le paso la nota a John para que le echara un vistazo y después se puso toda aquella parafernalia encima, incluido el falso brazo robot. Desde luego sería complicado reconocerlos así.
Ropa (Ayuda visual)
Al menos Leonardo estaba de su parte y estaba dispuesto a ayudarles y eso siempre era de agradecer. Ash estaba lista para prepararse para las fotos y demás cuando llamaron a la puerta. Tenía la mano lista para desenfundar el revolver pero aquellos hombres no eran un peligro, eran los enviados por Leonardo que por todos los infiernos acudían demasiado rápido. La albina gruño bastante molesta cuando sintió el flash en su cara y además por que ni siquiera avisaran o pidieran permiso. Al menos habían traído la ropa y solo por eso no iba a meterles una bala entre las cejas cuando volviera a verlos.
Se froto los ojos con los dedos intentando enfocar de nuevo después de semejante flash y entonces reviso la ropa que les habían traído. Desde luego tenía pinta de gente chunga y eso siempre era bueno para el plan que tenían en mente. Se empezó a desnudar, quitándose lo poco que se había puesto encima para después ponerse la ropa nueva de tía chunga de barrio chungo. Toda la ropa era completamente negra, traía un parche e incluso un sombrero nuevo del mismo color. Debía reconocer que las botas le molaron bastante. Y algo que le hizo mucha gracia es que Leonardo había metido una notita al lado de lo que parecía ser una prótesis robot.
"Para que John no sea el único que desentone, es simple atrezzo, pero todo el mundo pensara que tienes un brazo robot como el suyo. Disfrutad parejita." Ash le paso la nota a John para que le echara un vistazo y después se puso toda aquella parafernalia encima, incluido el falso brazo robot. Desde luego sería complicado reconocerlos así.
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John Wayne
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John sonrió con picardía al ver como empezaba a cambiarse, aunque no tardó en hacer lo propio él mismo. Para él le habían traído un... traje bastante cliché, o eso pensaba el vaquero. Era ropa oscura, con tonalidades negras y grises. Una larga chaqueta negra como la noche, un recubrimiento metálico para su brazo de negro metal y un sombrero idéntico al suyo, pero más oscuro. Suspiró. Leo a veces era demasiado dramático y supuso que, por criminal de moral dudosa, entendió villano de cómic para niños. Viendo además el atuendo de Ash le hizo confirmarse en aquello.
No le hacía mucha gracia llevar un sombrero que no era el suyo, sin embargo no le quedaba otra. Se quitó el propio y lo miró durante un rato, dándose cuenta de que no tenía un solo recuerdo sin ese sombrero y el recuerdo de su procedencia era... vago. Aunque tenía la sensación de que tenía algo que ver con su padre... ¿El profesor Fitzgerald? No, no había conexión. Durante un instante vio... algo. Su sombrero, en el suelo, rodeado de llamas, ruinas y calor. Un brazo muerto intentando alcanzarlo.
Volvió a la realidad. Miró hacia arriba, asegurándose de que Ash no se haya dado cuenta de aquel extraño momento. Suspiró y, con cuidado, metió su sombrero en la maleta y se puso el otro. Se levantó y cogió la ropa que habían dejado, guardándola en la maleta en lugar de la nueva, y la cerró. Supuso que si se iban a infiltrar en la banda enemiga ya no iban a pasar más noches allí, por lo que ya podían irse. Cogió la maleta y se acercó a su oído.
—Te queda muy bien el negro.
Y, después de un mordisco en la oreja, salió de la habitación hacia el exterior del hotel. De camino a la salida les dedicaron varias miradas analizantes y... algo temerosas. Era imposible que la palabra ya se hubiese extendido. A menos que... En cuanto salieron del hotel John miró a un lado de la puerta, en la pared, para ver que ya estaban pegados dos carteles con las fotos que les acababan de hacer, ambas retocadas para hacerlos parecer criminales bastante típicos, con los nombres "Bonney" y "Clyde" bajo sus rostros.
—Me cago en... ¿Es que nos querían meter en problemas al salir del hotel? Vamos.
John empezó a caminar a paso rápido hacia el lado contrario en el que estaba la moto. Mientras fuesen disfrazados lo mejor sería no utilizar la moto, aunque John ya sabía donde se encontraba. Y si se la robaban... bueno, ya lo hicieron una vez, y no le costó encontrarla. Durante el camino pasaron delante de la entrada a un callejón bastante estrecho y oscuro, delante del cual John se detuvo en seco dejando a Ash avanzar un poco sin él. Miró hacia el mismo con rostro extrañado. Ahí había algo. Concretamente, dos camareros discutiendo en la puerta trasera de lo que debía ser el restaurante en el que trabajaban.
—¿Le has vuelto a dar comida? Gilipollas, si lo haces seguirá viniendo —dijo uno señalando algo detrás de un contenedor de basura.
—Son solo sobras, tío, tampoco te rayes.
—Lo que no quiero es a una puñetera alimaña rondando el restaurante. Como mañana me lo vuelva a encontrar lo meto en un saco con varias piedras, lo ato y lo tiro al mar.
Y, después de tirar al suelo los cigarrillos que estaban fumando, entraron al restaurante de nuevo. John entró al callejón y miró detrás del contenedor que el primer camarero señaló. Allí había una caja de cartón, algo mugrienta, con un sucio animal peludo en su interior. Un pequeño gatito atigrado de colores anaranjados, comiendo lo que parecían ser restos de un plato con arroz. El animal debía tener pocos meses de edad. John se agachó junto a la caja y entonces el gato lo miró, maullando débilmente. Entonces John recordó lo que el camarero dijo que haría como lo viese otra vez.
Cogió al animal con ambas manos y se irguió, poniéndolo al nivel de sus ojos para mirarlo. Soltó un leve gruñido de duda a lo cual el animal respondió con otro maullido. Entonces, maldijo para si mismo, se abrió la chaqueta y abrió el amplio bolsillo que tenía en su interior. El gato cabía perfectamente y era tan pequeño que casi no se notaba bajo su ropa. John salió a paso rápido del callejón, notando en su pecho como el animal ronroneaba, seguramente contento de ya no sentir tanto frío. Enseguida volvió a alcanzar a Ash.
No le hacía mucha gracia llevar un sombrero que no era el suyo, sin embargo no le quedaba otra. Se quitó el propio y lo miró durante un rato, dándose cuenta de que no tenía un solo recuerdo sin ese sombrero y el recuerdo de su procedencia era... vago. Aunque tenía la sensación de que tenía algo que ver con su padre... ¿El profesor Fitzgerald? No, no había conexión. Durante un instante vio... algo. Su sombrero, en el suelo, rodeado de llamas, ruinas y calor. Un brazo muerto intentando alcanzarlo.
Volvió a la realidad. Miró hacia arriba, asegurándose de que Ash no se haya dado cuenta de aquel extraño momento. Suspiró y, con cuidado, metió su sombrero en la maleta y se puso el otro. Se levantó y cogió la ropa que habían dejado, guardándola en la maleta en lugar de la nueva, y la cerró. Supuso que si se iban a infiltrar en la banda enemiga ya no iban a pasar más noches allí, por lo que ya podían irse. Cogió la maleta y se acercó a su oído.
—Te queda muy bien el negro.
Y, después de un mordisco en la oreja, salió de la habitación hacia el exterior del hotel. De camino a la salida les dedicaron varias miradas analizantes y... algo temerosas. Era imposible que la palabra ya se hubiese extendido. A menos que... En cuanto salieron del hotel John miró a un lado de la puerta, en la pared, para ver que ya estaban pegados dos carteles con las fotos que les acababan de hacer, ambas retocadas para hacerlos parecer criminales bastante típicos, con los nombres "Bonney" y "Clyde" bajo sus rostros.
—Me cago en... ¿Es que nos querían meter en problemas al salir del hotel? Vamos.
John empezó a caminar a paso rápido hacia el lado contrario en el que estaba la moto. Mientras fuesen disfrazados lo mejor sería no utilizar la moto, aunque John ya sabía donde se encontraba. Y si se la robaban... bueno, ya lo hicieron una vez, y no le costó encontrarla. Durante el camino pasaron delante de la entrada a un callejón bastante estrecho y oscuro, delante del cual John se detuvo en seco dejando a Ash avanzar un poco sin él. Miró hacia el mismo con rostro extrañado. Ahí había algo. Concretamente, dos camareros discutiendo en la puerta trasera de lo que debía ser el restaurante en el que trabajaban.
—¿Le has vuelto a dar comida? Gilipollas, si lo haces seguirá viniendo —dijo uno señalando algo detrás de un contenedor de basura.
—Son solo sobras, tío, tampoco te rayes.
—Lo que no quiero es a una puñetera alimaña rondando el restaurante. Como mañana me lo vuelva a encontrar lo meto en un saco con varias piedras, lo ato y lo tiro al mar.
Y, después de tirar al suelo los cigarrillos que estaban fumando, entraron al restaurante de nuevo. John entró al callejón y miró detrás del contenedor que el primer camarero señaló. Allí había una caja de cartón, algo mugrienta, con un sucio animal peludo en su interior. Un pequeño gatito atigrado de colores anaranjados, comiendo lo que parecían ser restos de un plato con arroz. El animal debía tener pocos meses de edad. John se agachó junto a la caja y entonces el gato lo miró, maullando débilmente. Entonces John recordó lo que el camarero dijo que haría como lo viese otra vez.
Cogió al animal con ambas manos y se irguió, poniéndolo al nivel de sus ojos para mirarlo. Soltó un leve gruñido de duda a lo cual el animal respondió con otro maullido. Entonces, maldijo para si mismo, se abrió la chaqueta y abrió el amplio bolsillo que tenía en su interior. El gato cabía perfectamente y era tan pequeño que casi no se notaba bajo su ropa. John salió a paso rápido del callejón, notando en su pecho como el animal ronroneaba, seguramente contento de ya no sentir tanto frío. Enseguida volvió a alcanzar a Ash.
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Definitivamente eran otras personas, puede que el habito no hiciera la monje, pero joder, definitivamente la ropa ayuda mucho a ocultarte o al menos consigue que parezcas lo que no eres y en cierta forma eso es bastante perturbador. Pero no tenía tiempo de ponerse a pensar en esas cosas, parece que los tipos de Leonardo hacían demasiado bien y rápido y trabajo y no habían pensado que tal vez el poner los carteles en el hotel antes de que salieran podría meterlos en un buen problema. Pero bueno, era momento de ponerse a fingir que eran unos malhechores sin ningún tipo de escrúpulo así que le gruño a los tipos que los miraban mal y consiguió que salieran corriendo como las ratas asustadas que eran.
Por un momento perdió al vaquero de vista pero no dijo nada, después de todo tenían que hacerse pasar por tipos duros, aunque en realidad lo eran, simplemente tendrían que ir un poco mas lejos de lo que iban normalmente. Saco un cigarro en la mitad del vestíbulo del hotel y cuando alguien iba a decirle algo lo miro con esos ojos rojos cargados de maldad y el tipo solo pudo retroceder mientras ella encendía el cigarro y fumaba tranquilamente. Salió del hotel totalmente y espero a que John apareciera, por suerte no tardo demasiado en hacerlo, al parecer había ido a la parte de atrás o a un callejón o algo por el estilo aunque ese no era problema suyo por el momento. Ahora tenían que recorrer las calles de aquella isla esperando que el tal King quisiera conocerlos.
— Vamos a dar una vuelta y seguir asustando a los lugareños — después de todo los rumores estaban bien, pero debían demostrar que eran dignos de ellos. Después de todo no siempre es oro todo lo que reluce y no todo es tan terrible como la gente cuenta. Sin embargo, ellos si que tenían que serlo en aquel momento, un suspiro salió de sus labios acompañado del humo de su cigarro. Comenzó a caminar entonces hacía el interior de la ciudad, tal vez asustar a algunos tenderos, en algunas tabernas, en el puerto, el juego había dado comienzo y tenían que conseguir que King y su banda se fijara en ellos cuanto antes o perderían un tiempo precioso. Sin embargo, escuchó algo extraño proveniente del vaquero.
Se giro a mirarlo con una ceja arqueada — ¿acabas de maullar? — por un momento espero una justificación por parte de aquel hombre. Pero entonces volvió a escucharlo y se cruzo de brazos mientras le miraba de forma acusatoria. — No me jodas que llevas un gatito encima, más te vale que no nos vean con eso o a la mierda la tapadera — gruño mientras pensaba en que podrían hacer. La única opción era llamar a Leonardo y que además de llevarse a Secretaria del parking del hotel se llevara a aquel gatito. No era buena idea que les vieran con un cachorrito de gatito por aquel lugar si querían hacerse pasar por delincuentes.
Por un momento perdió al vaquero de vista pero no dijo nada, después de todo tenían que hacerse pasar por tipos duros, aunque en realidad lo eran, simplemente tendrían que ir un poco mas lejos de lo que iban normalmente. Saco un cigarro en la mitad del vestíbulo del hotel y cuando alguien iba a decirle algo lo miro con esos ojos rojos cargados de maldad y el tipo solo pudo retroceder mientras ella encendía el cigarro y fumaba tranquilamente. Salió del hotel totalmente y espero a que John apareciera, por suerte no tardo demasiado en hacerlo, al parecer había ido a la parte de atrás o a un callejón o algo por el estilo aunque ese no era problema suyo por el momento. Ahora tenían que recorrer las calles de aquella isla esperando que el tal King quisiera conocerlos.
— Vamos a dar una vuelta y seguir asustando a los lugareños — después de todo los rumores estaban bien, pero debían demostrar que eran dignos de ellos. Después de todo no siempre es oro todo lo que reluce y no todo es tan terrible como la gente cuenta. Sin embargo, ellos si que tenían que serlo en aquel momento, un suspiro salió de sus labios acompañado del humo de su cigarro. Comenzó a caminar entonces hacía el interior de la ciudad, tal vez asustar a algunos tenderos, en algunas tabernas, en el puerto, el juego había dado comienzo y tenían que conseguir que King y su banda se fijara en ellos cuanto antes o perderían un tiempo precioso. Sin embargo, escuchó algo extraño proveniente del vaquero.
Se giro a mirarlo con una ceja arqueada — ¿acabas de maullar? — por un momento espero una justificación por parte de aquel hombre. Pero entonces volvió a escucharlo y se cruzo de brazos mientras le miraba de forma acusatoria. — No me jodas que llevas un gatito encima, más te vale que no nos vean con eso o a la mierda la tapadera — gruño mientras pensaba en que podrían hacer. La única opción era llamar a Leonardo y que además de llevarse a Secretaria del parking del hotel se llevara a aquel gatito. No era buena idea que les vieran con un cachorrito de gatito por aquel lugar si querían hacerse pasar por delincuentes.
John Wayne
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El animal, cómodo en su bolsillo, maulló llamando la atención de Ash que lo miró y le preguntó si acababa de maullar. John miró a los lados en silencio y se encogió de hombros, justo cuando el maullido sonó otra vez. Suspiró entonces ante la leve regañina. Tenía razón, no podían ir con el gatito encima. Pero ya no podía dejarlo de nuevo en el suelo o aquel callejón.
—Estaba pidiendo comida y decían que si lo volvían a ver lo matarían para que dejase de molestar —dijo mientras se abría la chaqueta y mostraba al animal asomando la cabecita por el bolsillo—. Se lo llevaremos a Leonardo y luego ya veré que hacer con él.
Y eso hicieron. El animal quedó a cargo de Leonardo, aunque parecía algo entristecido por tener que separarse del vaquero. Él también lo sintió, aunque fingió no hacerlo. Ya que estaban con Leonardo se abastecieron de munición y armas. Llegaba la parte complicada del plan, que era simplemente esperar a llamar la atención de la banda de King para recibir una invitación a entrar en la misma o, aunque sea, una petición de negocios. Decidieron ir a una taberna de mala muerte, donde la gente ya los señalaba y susurraba, reconociéndolos de los carteles. John incluso alcanzó a oír algo que mencionaba uno de ellos.
—Dicen que perdieron un brazo cada uno en una pelea naval con la marina...
¿Tan rápido viajaban los rumores? ¿Eso era también trabajo de los eficientes hombres de Leonardo? Fuera como fuese, parecía que iba a hacer bien el trabajo. Se sentaron, pidieron y a la media hora se acercó a ellos un hombre con espesa barba rubia, un parche en el ojo y un sombrero roto. John lo reconoció, de los archivos de King que había estado leyendo. Se trataba de Duke Lombardi, hermano pequeño de King y su segundo al mando.
—¿Bonney y Clyde?
—¿Quién pregunta? —dijo John con su rasposa voz.
—A King le gustaría negociar.
La gente a su alrededor empezaba a murmurar.
—Estaba pidiendo comida y decían que si lo volvían a ver lo matarían para que dejase de molestar —dijo mientras se abría la chaqueta y mostraba al animal asomando la cabecita por el bolsillo—. Se lo llevaremos a Leonardo y luego ya veré que hacer con él.
Y eso hicieron. El animal quedó a cargo de Leonardo, aunque parecía algo entristecido por tener que separarse del vaquero. Él también lo sintió, aunque fingió no hacerlo. Ya que estaban con Leonardo se abastecieron de munición y armas. Llegaba la parte complicada del plan, que era simplemente esperar a llamar la atención de la banda de King para recibir una invitación a entrar en la misma o, aunque sea, una petición de negocios. Decidieron ir a una taberna de mala muerte, donde la gente ya los señalaba y susurraba, reconociéndolos de los carteles. John incluso alcanzó a oír algo que mencionaba uno de ellos.
—Dicen que perdieron un brazo cada uno en una pelea naval con la marina...
¿Tan rápido viajaban los rumores? ¿Eso era también trabajo de los eficientes hombres de Leonardo? Fuera como fuese, parecía que iba a hacer bien el trabajo. Se sentaron, pidieron y a la media hora se acercó a ellos un hombre con espesa barba rubia, un parche en el ojo y un sombrero roto. John lo reconoció, de los archivos de King que había estado leyendo. Se trataba de Duke Lombardi, hermano pequeño de King y su segundo al mando.
—¿Bonney y Clyde?
—¿Quién pregunta? —dijo John con su rasposa voz.
—A King le gustaría negociar.
La gente a su alrededor empezaba a murmurar.
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Entendía que John quisiera ayudar al gatito, pero no podían ir con aquel animalillo por la isla si querían hacerse pasar por una pareja de criminales realmente peligrosos. Así que terminaron por dejar al animalito con Leonardo y poner de nuevo en marcha su plan. Una taberna de mala muerte fue el lugar elegido por ambos para pasear sus nuevas identidades que llamaron la atención enseguida. Realmente los chicos de Leonardo hacían bien su trabajo, un hombre se acerco a ellos, no sabía bien quien era, siendo sincera no le había prestado demasiada atención a los papeles del vaquero, lo único que ella reconocía era la cara de King que era la presa principal de aquella cacería.
Sin embargo, parecía que aquel tipo venía de parte de King y una sonrisa socarrona se asomo en los labios de la albina cuando le dijo que quería negociar con ellos. Se llevo un cigarro negro a la boca, ahora eran negros por que también eran un invento raro del amigo del vaquero, al parecer si eran negros daban más pinta de chicos malos. En su opinión tonterías de apariencias. Encendió el cigarro y dio una calada antes de hablar y dejar que el humo escapara entre sus dientes — ¿negociar? ¿por que no hablas más claro muchacho? no me gusta perder el tiempo — una mirada asesina de parte del único ojo que tenía visible fue suficiente para que el tabernero que se acercaba a indicarle que no podía fumar dentro del local simplemente se diera media vuelta y siguiera atendiendo al resto de clientes.
Por una vez agradeció tener aquel aspecto, esos ojos rojos que cualquiera que los viera tenían como primer instinto pensar que eran de un maldito monstruo, ahora eran una buena baza para serlo realmente. El muchacho pareció pensarlo por un momento antes de hacerles un gesto e indicarles que le siguieran. Por su parte saco el cigarro de su boca y lo apago dentro del vaso de cerveza que se estaba tomando — no pienso pagar por esta mierda — tras decir eso simplemente se despego de la barra para seguir al tipo de la banda de King hasta el exterior de la taberna. Estaba más que lista para darle una paliza a cualquiera de ser necesario, pero esperaba que el tipo hablara cuanto antes y pudieran entrar en la banda para desarticularla desde dentro, era la forma más sencilla y más eficiente que habían encontrado después de todo.
Sin embargo, parecía que aquel tipo venía de parte de King y una sonrisa socarrona se asomo en los labios de la albina cuando le dijo que quería negociar con ellos. Se llevo un cigarro negro a la boca, ahora eran negros por que también eran un invento raro del amigo del vaquero, al parecer si eran negros daban más pinta de chicos malos. En su opinión tonterías de apariencias. Encendió el cigarro y dio una calada antes de hablar y dejar que el humo escapara entre sus dientes — ¿negociar? ¿por que no hablas más claro muchacho? no me gusta perder el tiempo — una mirada asesina de parte del único ojo que tenía visible fue suficiente para que el tabernero que se acercaba a indicarle que no podía fumar dentro del local simplemente se diera media vuelta y siguiera atendiendo al resto de clientes.
Por una vez agradeció tener aquel aspecto, esos ojos rojos que cualquiera que los viera tenían como primer instinto pensar que eran de un maldito monstruo, ahora eran una buena baza para serlo realmente. El muchacho pareció pensarlo por un momento antes de hacerles un gesto e indicarles que le siguieran. Por su parte saco el cigarro de su boca y lo apago dentro del vaso de cerveza que se estaba tomando — no pienso pagar por esta mierda — tras decir eso simplemente se despego de la barra para seguir al tipo de la banda de King hasta el exterior de la taberna. Estaba más que lista para darle una paliza a cualquiera de ser necesario, pero esperaba que el tipo hablara cuanto antes y pudieran entrar en la banda para desarticularla desde dentro, era la forma más sencilla y más eficiente que habían encontrado después de todo.
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Ash contestó antes de que el vaquero pudiese hacerlo, cosa que no le molestó. Se limitó a escuchar y observar como la mujer hacía su actuación de persona increíblemente malvada, peligrosa y violenta. Lo que significaba que era Ash con una exageración extra. Tuvo que aguantarse la sonrisa. Por su parte, John decidió que iba a tomar un papel bastante más similar al que solía tener: el de hombre callado pero intimidante. No haría gala de un comportamiento violento e irascible como el que mostraba la albina, sin embargo no quitó ojo a Duke, que parecía satisfecho con lo que estaba escuchando.
—A King le gustaría acogeros bajo su ala. ¿Sabéis lo que eso significa? Que podréis hacer exactamente lo mismo que siempre hacéis solo que con la estabilidad de un lugar al que volver y la protección de un nombre como el suyo. King está muy interesado en vosotros y quiere que vengáis conmigo a verle a la trastienda de esta misma taberna. ¿Venís?
Señaló una puerta al fondo de la sala. El vaquero se dio una calada al puro y miró a Ash. Ya se había mostrado en su comportamiento inicial como la líder del grupo, por lo que la decisión tenía que tomarla ella.
—¿Qué dices, Bonney? Lo mismo renta hacer negocio con esta gente.
En el caso de que la mujer dijese que si, Duke los llevaría hasta allí atrayendo algunas miradas. La trastienda era una sala algo lúgubre, con muy poca luz y con tan solo una mesa en su centro. Cinco hombres la rodeaban, jugando al poker y todos fumando, llenando la sala de humo. Presidiendo la mesa se encontraba aquel que reconocían como King Lombardi, que se levantaría para recibirlos.
—Y aquí están mis futuros portadores de fortuna —exclamaría con una sonrisa.
—A King le gustaría acogeros bajo su ala. ¿Sabéis lo que eso significa? Que podréis hacer exactamente lo mismo que siempre hacéis solo que con la estabilidad de un lugar al que volver y la protección de un nombre como el suyo. King está muy interesado en vosotros y quiere que vengáis conmigo a verle a la trastienda de esta misma taberna. ¿Venís?
Señaló una puerta al fondo de la sala. El vaquero se dio una calada al puro y miró a Ash. Ya se había mostrado en su comportamiento inicial como la líder del grupo, por lo que la decisión tenía que tomarla ella.
—¿Qué dices, Bonney? Lo mismo renta hacer negocio con esta gente.
En el caso de que la mujer dijese que si, Duke los llevaría hasta allí atrayendo algunas miradas. La trastienda era una sala algo lúgubre, con muy poca luz y con tan solo una mesa en su centro. Cinco hombres la rodeaban, jugando al poker y todos fumando, llenando la sala de humo. Presidiendo la mesa se encontraba aquel que reconocían como King Lombardi, que se levantaría para recibirlos.
—Y aquí están mis futuros portadores de fortuna —exclamaría con una sonrisa.
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Definitivamente parecía que tanto la ropa como los rumores y el modo de actuar de ambos había dado el pego lo suficiente como para conseguir que King y sus hombres se fijaran en ellos. Ash ante las palabras de John preguntando si quería o no ver que negocios podían ofrecerles asintió y les siguieron hasta la zona de la trastienda donde estaban al parecer jugando al poker. King no tardo demasiado en darles la bienvenida o algo parecido. Ash por su parte se quedo allí cerca de la puerta y apoyo su espalda en la pared mientras se cruzaba de brazos.
Siendo sincera le daba un poco de asco todos aquellos tipos que se creían con el poder absoluto. Si fuera por ella sacaba el revolver y les daba un tiro a cada uno allí mismo, pero sabía que no podía hacerlo. Si quería que todo saliera bien en ese momento para los dos, tenía que esperar y seguir el plan que habían tramado días antes. Pero no podía negar que las manos le picaban con deseos de agarrar sus pistolas y volar un par de cabezas. Pero se aguanto, miro de reojo a John y luego volvió a centrar su único ojo visible el Lombardi. Más le valía empezar a hablar antes de que se aburriese.
— Bien, ¿que tiene para ofrecernos? No me gusta perder el tiempo...señor... — la palabra señor salió de sus labios con un poco de retintín, después de todo no podía mostrar temor ni nada por el estilo. Se suponía que eran criminales realmente peligrosos y que no tenían porque acojonarse delante de aquel hombre, ni de él ni de ninguno. Bonney y Clyde no eran un duelo al que pudieran derrotar fácilmente y tampoco dominar, eran un dúo peligroso y por ese mismo motivo tenían que tenerles un respeto por mucho que ellos fueran una banda de criminales peligrosos. Ellos también lo eran ¿no? por eso mismo Ash no se cortaba un pelo en comportarse aún peor que como lo hacía normalmente, si ya era burra antes, ahora aún más, no tenía por que contenerse ni un poquito.
Siendo sincera le daba un poco de asco todos aquellos tipos que se creían con el poder absoluto. Si fuera por ella sacaba el revolver y les daba un tiro a cada uno allí mismo, pero sabía que no podía hacerlo. Si quería que todo saliera bien en ese momento para los dos, tenía que esperar y seguir el plan que habían tramado días antes. Pero no podía negar que las manos le picaban con deseos de agarrar sus pistolas y volar un par de cabezas. Pero se aguanto, miro de reojo a John y luego volvió a centrar su único ojo visible el Lombardi. Más le valía empezar a hablar antes de que se aburriese.
— Bien, ¿que tiene para ofrecernos? No me gusta perder el tiempo...señor... — la palabra señor salió de sus labios con un poco de retintín, después de todo no podía mostrar temor ni nada por el estilo. Se suponía que eran criminales realmente peligrosos y que no tenían porque acojonarse delante de aquel hombre, ni de él ni de ninguno. Bonney y Clyde no eran un duelo al que pudieran derrotar fácilmente y tampoco dominar, eran un dúo peligroso y por ese mismo motivo tenían que tenerles un respeto por mucho que ellos fueran una banda de criminales peligrosos. Ellos también lo eran ¿no? por eso mismo Ash no se cortaba un pelo en comportarse aún peor que como lo hacía normalmente, si ya era burra antes, ahora aún más, no tenía por que contenerse ni un poquito.
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—King Lombardi —se presentó ante las palabras de Bonney con una sonrisa. Una sonrisa que demostraba que sabía perfectamente lo que la albina quería mostrar al hablar así y que le daba igual—. Si me disculpáis unos minutos, terminaremos la partida y ahora estoy con vosotros.
Sin decir nada más, se sentó de nuevo a la mesa y cogió la baraja de cartas. La barajó y entonces repartió, dando dos de ellas a cada uno de los presentes, incluido él mismo. Entonces empezó la apuesta inicial. Todos parecían bastante seguros de su mano e igualaron la apuesta. Uno de ellos, calvo y con bigote, parecía incapaz de apartar la mirada de Ash cada cinco segundos. Estaba haciéndole hervir la sangre a John por momentos... Si es que tenía de eso. Se colocaron en la mesa las tres primeras cartas comunales en la mesa, mostrando un as de tréboles, un ocho de corazones y un rey de picas. Los hombres parecían ser buenos jugadores de póker, porque ninguno de ellos cambió su expresión un ápice. Excepto... King. Que suspiró y centró su atención al hombre de su izquierda, parando la partida.
—Me he cansado de esperar a que te sinceres, Rob.
Rob era un hombre musculoso, alto y de aspecto fuerte. Llevaba una camisa ancha de colores vivos, casi en contradicción con su rudo aspecto.
—¿Perdón?
—El trabajo del Club Joba. Sé que mentiste con la cantidad del dinero para quedarte más de la parte que te tocaba.
—No, King, yo...
—No recuerdo haberte dado la oportunidad de explicarte. Ya es tarde, me temo. Tu castigo ya fue decidido y transmitido a ese as de corazones que llevas en la mano.
—¡No!
Antes de que pudiera hacer nada, sus manos explotaron. Todo su cuerpo explotó después, haciendo que el hombre a su lado saltase para evitar cualquier daño. El ruido fue casi ensordecedor, el ambiente olía a quemado... Cuando el humo desapareció no quedaba ni rastro del tal Rob, tan solo un trozo de su camisa quemada. John frunció el ceño. Esa debía ser el poder de su fruta del diablo, transmitir propiedades explosivas a un objeto. A esa carta que debió manipular cuando las repartía. Sería un serio problema llegado el momento. King hizo una señal y todo el mundo dejó la habitación, dejando solos a los dos vaqueros y al jefe. King se levantó de nuevo y se acercó a ellos.
—Lamento que hayáis tenido que ver eso, pero no puedo dejar pasar una oportunidad así para que veáis lo que ocurre si alguien engañarme. Bien, lo que os ofrezco es sencillo: Una oferta de trabajo. Estoy buscando gente, podríais suplir el puesto de Rob. Según he visto sois bastante capaces, aunque es la primera vez que oigo hablar de vosotros... Aunque he de admitir algo... Tengo cierto interés... especial —dijo el hombre mientras clavaba sus ojos en John. Se acercó al vaquero y colocó ambas manos en hombros—. Cuanto tiempo sin verte, Johnny. ¿Pero por qué te haces llamar Clyde ahora?
John lanzó una mirada rápida a Ash para que mantuviese la calma. Aquello todavía se podía salvar, no había por qué desenfundar ya las armas.
—Creo que se equivoca, señor Lombardi. Mi nombre es Clyde y siempre lo ha sido. Y creo que no nos conocemos.
—Bueno, entiendo que no te acuerdes de mí, eras muy pequeño... Pero sí, estoy seguro de que eres el pequeño Johnny. Eres clavado a tu padre. Pero vaya... Te daba por muerto. Pensaba que aquel incendio también se te había llevado a ti.
Recuerdos de fuego y llamas volvieron a la mente de John. Recuerdos que tenía la sensación nunca había tenido antes, pero al mismo tiempo sentía como si hubiese pasado ayer mismo. Entonces lo recordó... Bueno, no del todo. Tan solo recordó haber visto el rostro de King anteriormente. Aquel hombre conocía su pasado. El vaquero tenía que pensar rápido.
—El incendio... No recuerdo nada anterior a él. Acabé en un orfanato tras ello —dijo llevándose un puro a la boca y encendiéndolo. Entonces miró a Ash—. ¿Aceptamos su oferta, Bonney? Tal vez así pueda descubrir algo.
Pero era una estratagema. Por mucho que quisiese descubrir cosas sobre su pasado o su... padre... No podía. Tenía una misión que cumplir y neutralizar al objetivo era la prioridad número uno.
Sin decir nada más, se sentó de nuevo a la mesa y cogió la baraja de cartas. La barajó y entonces repartió, dando dos de ellas a cada uno de los presentes, incluido él mismo. Entonces empezó la apuesta inicial. Todos parecían bastante seguros de su mano e igualaron la apuesta. Uno de ellos, calvo y con bigote, parecía incapaz de apartar la mirada de Ash cada cinco segundos. Estaba haciéndole hervir la sangre a John por momentos... Si es que tenía de eso. Se colocaron en la mesa las tres primeras cartas comunales en la mesa, mostrando un as de tréboles, un ocho de corazones y un rey de picas. Los hombres parecían ser buenos jugadores de póker, porque ninguno de ellos cambió su expresión un ápice. Excepto... King. Que suspiró y centró su atención al hombre de su izquierda, parando la partida.
—Me he cansado de esperar a que te sinceres, Rob.
Rob era un hombre musculoso, alto y de aspecto fuerte. Llevaba una camisa ancha de colores vivos, casi en contradicción con su rudo aspecto.
—¿Perdón?
—El trabajo del Club Joba. Sé que mentiste con la cantidad del dinero para quedarte más de la parte que te tocaba.
—No, King, yo...
—No recuerdo haberte dado la oportunidad de explicarte. Ya es tarde, me temo. Tu castigo ya fue decidido y transmitido a ese as de corazones que llevas en la mano.
—¡No!
Antes de que pudiera hacer nada, sus manos explotaron. Todo su cuerpo explotó después, haciendo que el hombre a su lado saltase para evitar cualquier daño. El ruido fue casi ensordecedor, el ambiente olía a quemado... Cuando el humo desapareció no quedaba ni rastro del tal Rob, tan solo un trozo de su camisa quemada. John frunció el ceño. Esa debía ser el poder de su fruta del diablo, transmitir propiedades explosivas a un objeto. A esa carta que debió manipular cuando las repartía. Sería un serio problema llegado el momento. King hizo una señal y todo el mundo dejó la habitación, dejando solos a los dos vaqueros y al jefe. King se levantó de nuevo y se acercó a ellos.
—Lamento que hayáis tenido que ver eso, pero no puedo dejar pasar una oportunidad así para que veáis lo que ocurre si alguien engañarme. Bien, lo que os ofrezco es sencillo: Una oferta de trabajo. Estoy buscando gente, podríais suplir el puesto de Rob. Según he visto sois bastante capaces, aunque es la primera vez que oigo hablar de vosotros... Aunque he de admitir algo... Tengo cierto interés... especial —dijo el hombre mientras clavaba sus ojos en John. Se acercó al vaquero y colocó ambas manos en hombros—. Cuanto tiempo sin verte, Johnny. ¿Pero por qué te haces llamar Clyde ahora?
John lanzó una mirada rápida a Ash para que mantuviese la calma. Aquello todavía se podía salvar, no había por qué desenfundar ya las armas.
—Creo que se equivoca, señor Lombardi. Mi nombre es Clyde y siempre lo ha sido. Y creo que no nos conocemos.
—Bueno, entiendo que no te acuerdes de mí, eras muy pequeño... Pero sí, estoy seguro de que eres el pequeño Johnny. Eres clavado a tu padre. Pero vaya... Te daba por muerto. Pensaba que aquel incendio también se te había llevado a ti.
Recuerdos de fuego y llamas volvieron a la mente de John. Recuerdos que tenía la sensación nunca había tenido antes, pero al mismo tiempo sentía como si hubiese pasado ayer mismo. Entonces lo recordó... Bueno, no del todo. Tan solo recordó haber visto el rostro de King anteriormente. Aquel hombre conocía su pasado. El vaquero tenía que pensar rápido.
—El incendio... No recuerdo nada anterior a él. Acabé en un orfanato tras ello —dijo llevándose un puro a la boca y encendiéndolo. Entonces miró a Ash—. ¿Aceptamos su oferta, Bonney? Tal vez así pueda descubrir algo.
Pero era una estratagema. Por mucho que quisiese descubrir cosas sobre su pasado o su... padre... No podía. Tenía una misión que cumplir y neutralizar al objetivo era la prioridad número uno.
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No le gustaba aquel tipo, no hacía falta que lo dijera, tampoco que lo expresara y por suerte para ella Ash era capaz de mantener la misma expresión en su rostro para que no sospechasen demasiado. Ante aquellas palabras referidas a lo que habían presenciado Ash no pudo hacer otra cosa que reír a carcajadas, le salió completamente natural. ¿Realmente aquel tipo quería hacerse el duro y el maleante delante de ellos? Bueno, teniendo en cuenta del palo que iba no era de extrañar, pero ella tenía que seguir en su línea también ¿verdad?
— Yo tampoco dejo vivos a los traidores señor Lombardi, pero tampoco me gusta ser el perro de nadie, nos gusta trabajar por nuestra cuenta y nos ha ido bien hasta ahora de esa manera. Aún así, estoy dispuesta a trabajar para usted con una condición, no somos parte de su jauría de perros rabiosos ¿bien? — estaba claro que no iba a dejar que los tratasen como a mera basura. Tenía que dejar clara su posición nada más entrar a la banda o las cosas se les podrían complicar una vez dentro. Ellos tenían que demostrar que eran gente capaz, que eran completamente letales y que su fama no era simplemente infundada. Ash tenía que continuar en aquel papel pasase lo que pasase y en ocasiones el ir de incógnito de esa forma podía ser un verdadero problema.
Pero lo que no se esperaba bajo ningún concepto fue que reconociera a su compañero, aquello podía ser un jodido dolor de ovarios. Pero parece ser que su compañero actuó de forma rápida para evitar cualquier tipo de inconveniente. Ella simplemente se cruzo de brazos y fingió que aquella conversación le era completamente indiferente. Sin embargo no pudo evitar sentir la mirada penetrante de uno de los hombres de Lombardi. No tardó demasiado en clavar su único ojo rojo visible en aquel hombre bigotudo. No sabía si le sonaba de algo o no, pero desde luego aquel tipo si quería problemas los iba a tener.
Ashlyn no era mujer que le tuviera miedo a nadie y ahora en su papel de Bonney estaba dispuesta a reventarle las muelas a todos los allí presentes con tal de demostrar de que pasta estaban hechos. Aunque bueno, eso no distaba mucho de la propia personalidad de la albina, tal vez por eso se le daba tan bien hacer de matona. Por que de alguna forma, siempre había sido un poco matona, había estado en una banda de maleantes, después los había molido a golpes a todos y cada uno de ellos. Puede que no le gustase hacer daño sin necesidad, pero estaba dispuesta a hacerlo y si tenían que pillar a Lombardi tenía que ser de la mejor forma posible y sin demasiadas brechas. Sus vidas estaban en juego en aquel momento y tenían que tener cuidado.
— Yo tampoco dejo vivos a los traidores señor Lombardi, pero tampoco me gusta ser el perro de nadie, nos gusta trabajar por nuestra cuenta y nos ha ido bien hasta ahora de esa manera. Aún así, estoy dispuesta a trabajar para usted con una condición, no somos parte de su jauría de perros rabiosos ¿bien? — estaba claro que no iba a dejar que los tratasen como a mera basura. Tenía que dejar clara su posición nada más entrar a la banda o las cosas se les podrían complicar una vez dentro. Ellos tenían que demostrar que eran gente capaz, que eran completamente letales y que su fama no era simplemente infundada. Ash tenía que continuar en aquel papel pasase lo que pasase y en ocasiones el ir de incógnito de esa forma podía ser un verdadero problema.
Pero lo que no se esperaba bajo ningún concepto fue que reconociera a su compañero, aquello podía ser un jodido dolor de ovarios. Pero parece ser que su compañero actuó de forma rápida para evitar cualquier tipo de inconveniente. Ella simplemente se cruzo de brazos y fingió que aquella conversación le era completamente indiferente. Sin embargo no pudo evitar sentir la mirada penetrante de uno de los hombres de Lombardi. No tardó demasiado en clavar su único ojo rojo visible en aquel hombre bigotudo. No sabía si le sonaba de algo o no, pero desde luego aquel tipo si quería problemas los iba a tener.
Ashlyn no era mujer que le tuviera miedo a nadie y ahora en su papel de Bonney estaba dispuesta a reventarle las muelas a todos los allí presentes con tal de demostrar de que pasta estaban hechos. Aunque bueno, eso no distaba mucho de la propia personalidad de la albina, tal vez por eso se le daba tan bien hacer de matona. Por que de alguna forma, siempre había sido un poco matona, había estado en una banda de maleantes, después los había molido a golpes a todos y cada uno de ellos. Puede que no le gustase hacer daño sin necesidad, pero estaba dispuesta a hacerlo y si tenían que pillar a Lombardi tenía que ser de la mejor forma posible y sin demasiadas brechas. Sus vidas estaban en juego en aquel momento y tenían que tener cuidado.
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—Vaya, Johnny, te las buscas bien, ¿eh? —miró entonces a Ash con una sonrisa. El cyborg la miró también, manteniendo la seriedad robótica de una máquina en su expresión—. Me gusta el carácter que tienes. Eso es lo que necesito. Rob siempre me lamía las botas e iba detrás de mí a todas partes, como un perro, esperando que por ello le perdonase cualquier error que cometiese. He aprendido que no quiero eso, necesito más gente como vosotros. Gente con cojones—dijo justo antes de mirar a John de nuevo—. Sé que ella los tiene, ¿pero los tienes tú, Johnny? ¿Tienes cojones?
—Llámame Clyde. Es el nombre al que me he acostumbrado todos estos años.
—Responde a mi pregunta, Clyde. ¿Tienes cojones?
—Puedo desenfundar, dispararle a una ardilla en el ojo y volver a enfundar antes de que la bala le dé en el blanco. Si me jodes a mí o a ella podría atravesarte la cabeza de un disparo y nadie sabría que he sido yo.
—Eres callado, Johnny, pero los tienes. Bueno, muchachos. Viendo que tanto yo como vosotros estamos totalmente avisados de lo que ocurre si nos traicionamos... Podemos hacerlo oficial, ¿no?
—¡Vamos, Clyde, joder, he apostado quinientos berries por ti!
Un puño chocó contra su rostro de acero, haciendo mover su cara a un lado. Los miembros de la banda de King Lombardi habían montado en el campamento un ring improvisado, un círculo donde los más valientes se metían a darse puñetazos y los menos valientes los rodeaban y apostaban por un ganador. Su contrincante era Larry el puños, un hombre corpulento con más músculo en el brazo que John tenía cabeza. Aunque, por fuerte que fuese, el vaquero tenía una ventaja: su cuerpo de acero.
Estaba sin camiseta, en posición de combate, moviéndose de un lado a otro en una especie de boxeo callejero. Esquivó un puño que iba hacia él moviéndose a un lado y, sin perder un solo segundo, dio un puñetazo a Larry en el costillar. Ese golpe hizo que agachase la cabeza, lo cual John aprovechó y la golpeó con su puño de metal. El hombre cayó al suelo de espaldas y no se movió.
—¡Larry ha caído por fin! ¡Clyde gana!
Muchas personas habían apostado por Larry, pues era el campeón imbatible durante mucho tiempo. Sin embargo, los pocos que apostaron por el recién llegado Clyde saltaban de alegría y casi parecía que iban a darle besos a John por el dinero que les había hecho ganar. El vaquero, en cambio, se limitó a coger su parte del dinero, ponerse su sombrero que estaba colocado en un poste, y dirigirse a su tienda donde ya debería estar Ash.
El campamento se encontraba en lo más hondo de un barranco en una árida meseta. Solo se podía llegar al mismo por un estrecho camino que se alargaba al sur y las paredes del acantilado se alzaban por varias centenas de metros. John, todavía sin camiseta y tan solo con los negros pantalones y su sombrero, entró en la tienda. El día se acercaba y había que empezar a planificar el asesinato.
—Llámame Clyde. Es el nombre al que me he acostumbrado todos estos años.
—Responde a mi pregunta, Clyde. ¿Tienes cojones?
—Puedo desenfundar, dispararle a una ardilla en el ojo y volver a enfundar antes de que la bala le dé en el blanco. Si me jodes a mí o a ella podría atravesarte la cabeza de un disparo y nadie sabría que he sido yo.
—Eres callado, Johnny, pero los tienes. Bueno, muchachos. Viendo que tanto yo como vosotros estamos totalmente avisados de lo que ocurre si nos traicionamos... Podemos hacerlo oficial, ¿no?
Dos días después...
—¡Vamos, Clyde, joder, he apostado quinientos berries por ti!
Un puño chocó contra su rostro de acero, haciendo mover su cara a un lado. Los miembros de la banda de King Lombardi habían montado en el campamento un ring improvisado, un círculo donde los más valientes se metían a darse puñetazos y los menos valientes los rodeaban y apostaban por un ganador. Su contrincante era Larry el puños, un hombre corpulento con más músculo en el brazo que John tenía cabeza. Aunque, por fuerte que fuese, el vaquero tenía una ventaja: su cuerpo de acero.
Estaba sin camiseta, en posición de combate, moviéndose de un lado a otro en una especie de boxeo callejero. Esquivó un puño que iba hacia él moviéndose a un lado y, sin perder un solo segundo, dio un puñetazo a Larry en el costillar. Ese golpe hizo que agachase la cabeza, lo cual John aprovechó y la golpeó con su puño de metal. El hombre cayó al suelo de espaldas y no se movió.
—¡Larry ha caído por fin! ¡Clyde gana!
Muchas personas habían apostado por Larry, pues era el campeón imbatible durante mucho tiempo. Sin embargo, los pocos que apostaron por el recién llegado Clyde saltaban de alegría y casi parecía que iban a darle besos a John por el dinero que les había hecho ganar. El vaquero, en cambio, se limitó a coger su parte del dinero, ponerse su sombrero que estaba colocado en un poste, y dirigirse a su tienda donde ya debería estar Ash.
El campamento se encontraba en lo más hondo de un barranco en una árida meseta. Solo se podía llegar al mismo por un estrecho camino que se alargaba al sur y las paredes del acantilado se alzaban por varias centenas de metros. John, todavía sin camiseta y tan solo con los negros pantalones y su sombrero, entró en la tienda. El día se acercaba y había que empezar a planificar el asesinato.
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Habían pasado dos días desde que comenzaron a formar parte de la banda de Lombardi. Su plan había dado sus frutos y ahora estaban más cerca que nunca de meterle una bala entre los sesos a aquel tipo. Mientras John se dedicaba a partirse la cara con uno de los chicos de Lombardi ella jugaba a las cartas con otra tanda. Aunque de vez en cuando le echaba una mirada al vaquero. No podía evitarlo, era de lo más entretenido verlos intentar tumbarlo. Después de todo era medio maquina y sabía perfectamente que con un simple puñetazo no podrían tirarle al suelo. Aún así era magnifico ver como lo intentaban.
Cuando el combate estaba a punto de terminar ella acabo su partida, recogió sus ganancias y fue a la tienda. Empezó a quitarse las botas y la chaqueta. Después fue despojándose del resto de ropa, estaba cansada aquel día. Se quedo en ropa interior y con una de las camisas blancas del vaquero abierta. Solía dormir así desde que habían empezado aquella misión, exceptuando la noche en el hotel, que bueno, no es que durmieran precisamente. — Buen trabajo campeón, menuda paliza — sonrió con cierto tono juguetón mientras se acercaba para darle un mordisco en el labio inferior como recompensa.
Después cerró la tienda tras el vaquero, cuando tenían que hablar de ese tipo de cosas solían hacerlo por escrito para que no pudieran oírles mientras hablaban de cualquier otra cosa para distraer. Después, esos papeles eran completamente destruidos para no dejar ningún tipo de prueba. Ash cogió un papel y escribió "Mañana es el día, ¿cómo quieres hacerlo?" — ha sido un buen combate y ya sabes como me pone verte así... — no era mentira lo que le estaba diciendo, realmente verlo combatir de aquella manera la volvía loca. Paseo una de sus manos por su pecho mientras esperaba una respuesta por parte del vaquero en aquel papelito.
Mañana se suponía que iban a llevar acabo un robo o algo parecido, una misión a la que iría la mayoría de la banda y tenían que aprovechar ese momento para darle el golpe de gracia a Lombardi. Esperaba que John se hubiese enterado de alguna cosa más mientras estaba con los chicos en el circulo de combate, si podían pillar al jefazo desprevenido sería mucho más sencillo acabar con aquella historia, aunque claro, no podían olvidarse del resto de los componentes de aquel pequeño campamento que tenía bajo su mando. Podía ser un verdadero problema si su plan no salía como debería desde el principio.
Cuando el combate estaba a punto de terminar ella acabo su partida, recogió sus ganancias y fue a la tienda. Empezó a quitarse las botas y la chaqueta. Después fue despojándose del resto de ropa, estaba cansada aquel día. Se quedo en ropa interior y con una de las camisas blancas del vaquero abierta. Solía dormir así desde que habían empezado aquella misión, exceptuando la noche en el hotel, que bueno, no es que durmieran precisamente. — Buen trabajo campeón, menuda paliza — sonrió con cierto tono juguetón mientras se acercaba para darle un mordisco en el labio inferior como recompensa.
Después cerró la tienda tras el vaquero, cuando tenían que hablar de ese tipo de cosas solían hacerlo por escrito para que no pudieran oírles mientras hablaban de cualquier otra cosa para distraer. Después, esos papeles eran completamente destruidos para no dejar ningún tipo de prueba. Ash cogió un papel y escribió "Mañana es el día, ¿cómo quieres hacerlo?" — ha sido un buen combate y ya sabes como me pone verte así... — no era mentira lo que le estaba diciendo, realmente verlo combatir de aquella manera la volvía loca. Paseo una de sus manos por su pecho mientras esperaba una respuesta por parte del vaquero en aquel papelito.
Mañana se suponía que iban a llevar acabo un robo o algo parecido, una misión a la que iría la mayoría de la banda y tenían que aprovechar ese momento para darle el golpe de gracia a Lombardi. Esperaba que John se hubiese enterado de alguna cosa más mientras estaba con los chicos en el circulo de combate, si podían pillar al jefazo desprevenido sería mucho más sencillo acabar con aquella historia, aunque claro, no podían olvidarse del resto de los componentes de aquel pequeño campamento que tenía bajo su mando. Podía ser un verdadero problema si su plan no salía como debería desde el principio.
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Aquel cosquilleo que sentía cuando veía a Ash... Solo a ella y nadie más... era algo que no quería cambiar por nada. Solo junto a ella tenía clara su humanidad, su verdadero yo, en cambio estando solo no hacía más que dudar y recordarla, intentando apagar esos pensamientos con gruñidos y una actitud desinteresada. Con ella no hacía falta. Colocó ambas manos en su cintura a modo de caricia y, cuando se acercó a su boca, le dio un beso a modo de saludo. Mientras la mujer hablaba, y escribía, su mensaje, el vaquero se sentó en la silla y cogió de la mesa la botella ya empezada de ron.
—El robo, tenemos que ir —respondió John escribiendo en el papel—. Leonardo ya está avisado, me dijo que esperásemos a su señal para ponernos a cubierto.
Leonardo trabajaba así, explicando poco. Supuso que durante el robo haría algo que mermaría a los bandidos, pillándolos por sorpresa. Había sabido además que se trataba del robo a un casino. Por lo visto tenían un plan simple, tan solo entrar gritando con las armas al aire y exigir que les den el dinero. Si bien no iba a ir toda la banda, iban a ir bastantes, los suficientes como para que, si caen todos junto al líder, la banda se fuese al traste. Porque escapasen tres o cuatro desorganizados no iba a pasar nada malo. Tras el mensaje, todavía en la silla, John rodeó a Ash con el brazo y, colocando la mano en su espalda, la movió hacia si mismo, pidiéndole con sus gestos que se sentara sobre él.
En cuanto lo hiciese, el vaquero la abrazaría, empujando su cuerpo contra el suyo y dándole un apasionado beso en los labios. Tras separarse colocaría una mano en su nuca y uniría su frente con la suya, mirándola a los ojos... a aquellos preciosos ojos rojos. Entonces, en un susurro se lo diría. Aquello que quería decirle durante todo el día, desde que se enteró que al día siguiente iban a pasar a la acción.
—Si mañana he de morir... —su voz sonaba bajita. Nadie fuera podía oírle, solo ella que estaba a escasos milímetros de su rostro—... Si mañana he de morir... que esta noche sea eterna...
Y volvería a besarla. Nunca se había preocupado sobre si iba a volver de una misión o no. Jamás había pensado en las consecuencias que podrían tener una misión fallida. Siempre había tenido en cuenta la posibilidad, claro, pues en su trabajo debía tener en cuenta todos los posibles resultados. Sin embargo... nunca había sido algo malo. Solo un contratiempo más. Un agente caído en batalla, enseguida reemplazado por una versión superior que pudiese hacer el trabajo que el primero fracasó. Pero no aquel día. Aquella fue la primera vez que por la cabeza de John pasaron las palabras "No quiero morir".
"No quiero morir... no con ella."
—El robo, tenemos que ir —respondió John escribiendo en el papel—. Leonardo ya está avisado, me dijo que esperásemos a su señal para ponernos a cubierto.
Leonardo trabajaba así, explicando poco. Supuso que durante el robo haría algo que mermaría a los bandidos, pillándolos por sorpresa. Había sabido además que se trataba del robo a un casino. Por lo visto tenían un plan simple, tan solo entrar gritando con las armas al aire y exigir que les den el dinero. Si bien no iba a ir toda la banda, iban a ir bastantes, los suficientes como para que, si caen todos junto al líder, la banda se fuese al traste. Porque escapasen tres o cuatro desorganizados no iba a pasar nada malo. Tras el mensaje, todavía en la silla, John rodeó a Ash con el brazo y, colocando la mano en su espalda, la movió hacia si mismo, pidiéndole con sus gestos que se sentara sobre él.
En cuanto lo hiciese, el vaquero la abrazaría, empujando su cuerpo contra el suyo y dándole un apasionado beso en los labios. Tras separarse colocaría una mano en su nuca y uniría su frente con la suya, mirándola a los ojos... a aquellos preciosos ojos rojos. Entonces, en un susurro se lo diría. Aquello que quería decirle durante todo el día, desde que se enteró que al día siguiente iban a pasar a la acción.
—Si mañana he de morir... —su voz sonaba bajita. Nadie fuera podía oírle, solo ella que estaba a escasos milímetros de su rostro—... Si mañana he de morir... que esta noche sea eterna...
Y volvería a besarla. Nunca se había preocupado sobre si iba a volver de una misión o no. Jamás había pensado en las consecuencias que podrían tener una misión fallida. Siempre había tenido en cuenta la posibilidad, claro, pues en su trabajo debía tener en cuenta todos los posibles resultados. Sin embargo... nunca había sido algo malo. Solo un contratiempo más. Un agente caído en batalla, enseguida reemplazado por una versión superior que pudiese hacer el trabajo que el primero fracasó. Pero no aquel día. Aquella fue la primera vez que por la cabeza de John pasaron las palabras "No quiero morir".
"No quiero morir... no con ella."
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Leyó el mensaje de John y asintió, no hacía falta mucho más. Si Leonardo estaba listo para la acción ellos estarían listos para interpretar su señal. Cogió su mechero y quemo aquel trozo de papel para después enterrar las cenizas en el suelo de la tienda como hacían con todos los que escribían y como hacían con sus cigarros una vez los terminaban. De esa forma simplemente podrían identificar cenizas y cigarrillos. Las caricias que le proporcionaban las manos callosas de aquel agente del gobierno eran suficiente para hacer que su piel se erizara, realmente adoraba estar con John y era algo que había descubierto en aquellas semanas que habían pasado juntos.
Se sentó en sus piernas tal y como él le había pedido de forma silenciosa y siguió cada uno de los besos que le daba. Se pego a su cuerpo aferrándose a el con ganas y le quito el sombrero para dejarlo sobre la cama mientras enterraba sus dedos en el pelo del vaquero mientras lo besaba. Después clavo sus rojizos ojos en los ojos del vaquero y negó, no iban a morir, ninguno de los dos lo haría no aquel día. — No te preocupes vaquero...yo te protegeré — una sonrisa juguetona apareció en sus labios aunque también algo tierna, entendía el sentimiento que tenía en ese momento y quería tranquilizarlo.
Aquella noche una vez más se hizo eterna entre sus brazos, ninguno de los dos quería irse a dormir y tal y como había dicho John si esa resultaba ser la última noche para alguno de los dos, o incluso para los dos, al menos guardarían en su recuerdo aquella pasión que los acompañó hasta el último momento de sus días. Cuando el sol asomó en el horizonte los dos estaban más que preparados para la acción. Un simple silbido por parte del jefe de aquella banda fue suficiente para que los dos salieran armados hasta los dientes y listos para unirse al resto de la banda para realizar aquel atraco.
El camino se llevo acabo entre gritos y demás barullo, por su parte Ash iba al lado de John lista para cualquier eventualidad, tenían que estar atentos a la señal de Leonardo y también al momento más oportuno para acabar con Lombardi. Iba a ser un día intenso y la tensión se podía sentir, prácticamente se podría cortar con un cuchillo, pero no era momento para dejarse llevar por algo así. Por el momento tenían que relajarse y llevar a cabo el plan de la mejor forma posible hasta encontrar el hueco perfecto para acabar con aquel tipo. Quedaba poco para terminar la tarea que se traían entre manos, por un momento Ash pensó entonces que debería separarse de John y sintió un poco de molestia, pero era normal ¿no? él tenía que seguir con su trabajo y ella con el suyo. Prefirió dejar de pensar en eso y centrarse en lo que estaba haciendo, no quería terminar cagandola por pensar tonterías.
Se sentó en sus piernas tal y como él le había pedido de forma silenciosa y siguió cada uno de los besos que le daba. Se pego a su cuerpo aferrándose a el con ganas y le quito el sombrero para dejarlo sobre la cama mientras enterraba sus dedos en el pelo del vaquero mientras lo besaba. Después clavo sus rojizos ojos en los ojos del vaquero y negó, no iban a morir, ninguno de los dos lo haría no aquel día. — No te preocupes vaquero...yo te protegeré — una sonrisa juguetona apareció en sus labios aunque también algo tierna, entendía el sentimiento que tenía en ese momento y quería tranquilizarlo.
Aquella noche una vez más se hizo eterna entre sus brazos, ninguno de los dos quería irse a dormir y tal y como había dicho John si esa resultaba ser la última noche para alguno de los dos, o incluso para los dos, al menos guardarían en su recuerdo aquella pasión que los acompañó hasta el último momento de sus días. Cuando el sol asomó en el horizonte los dos estaban más que preparados para la acción. Un simple silbido por parte del jefe de aquella banda fue suficiente para que los dos salieran armados hasta los dientes y listos para unirse al resto de la banda para realizar aquel atraco.
El camino se llevo acabo entre gritos y demás barullo, por su parte Ash iba al lado de John lista para cualquier eventualidad, tenían que estar atentos a la señal de Leonardo y también al momento más oportuno para acabar con Lombardi. Iba a ser un día intenso y la tensión se podía sentir, prácticamente se podría cortar con un cuchillo, pero no era momento para dejarse llevar por algo así. Por el momento tenían que relajarse y llevar a cabo el plan de la mejor forma posible hasta encontrar el hueco perfecto para acabar con aquel tipo. Quedaba poco para terminar la tarea que se traían entre manos, por un momento Ash pensó entonces que debería separarse de John y sintió un poco de molestia, pero era normal ¿no? él tenía que seguir con su trabajo y ella con el suyo. Prefirió dejar de pensar en eso y centrarse en lo que estaba haciendo, no quería terminar cagandola por pensar tonterías.
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John dudaba de su memoria. No por su culpa, sino porque no tenía claro cuanto control tenía el profesor sobre la misma. Claramente, Lombardi le conocía de cuando era niño... Puede que conociese a su padre biológico también. Del cual el vaquero tenía muy pocos recuerdos nítidos más allá de su muerte en aquel incendio. Cualquier recuerdo previo al mismo era... difuso. Por eso mismo, el agente tenía miedo. Miedo de olvidar su rostro, sus ojos, sus labios... Miedo de olvidarla a ella. Por eso mismo no podía decirle nada sobre ella al profesor.
Cada noche antes de caer dormido pensaba en ella. Cada mañana, al despertar, pensaba en ella, tan solo por asegurarse de que los recuerdos seguían allí. De que no le habían sido robados. Y aquella noche... atesoró cada segundo en su memoria. Por la mañana despertó antes que ella. No pudo evitar mirar su rostro durante unos segundos. Suspiró y se levantó, metiendo las manos en uno de los bolsillos de su chaqueta, sacando un pequeño diario con tapa de cuero. Lo abrió por la última página, miró la última entrada y escribió, a lápiz, la fecha de aquel día, seguido de un:
"Todavía la recuerdas."
Si algún día la olvidaba y leía aquel diario... Lo sabría. Y seguramente sabría que hacer. Guardó el diario rápidamente cuando ella se levantó del todo y se preparó junto a ella. Cuando King hizo el llamado, ambos salieron y se unieron al pequeño convoy. No estaba toda la banda, claro, pero eran bastantes. John se acomodó el pañuelo al cuello, sabiendo que tendría que utilizarlo para cubrirse la cara en aquel robo. Tan solo esperaba que Ash no se metiese en problemas con el gobierno... Si Leonardo actuaba rápido y aceptaban como explicación la captura de Lombardi, la mujer no debería ganar recompensa alguna.
Y allí estaban, delante del casino. Lombardi hizo la primera señal con una mano y todos se cubrieron la cara, John incluido. Miró una vez más a Ash y se vio tentado a abrazarla y besarla en aquel instante... tuvo que obligarse a no hacerlo. Lombardi, con orgullo y prepotencia en la mirada, posó la mano en la puerta. Esta no tardó en explotar.
Cada noche antes de caer dormido pensaba en ella. Cada mañana, al despertar, pensaba en ella, tan solo por asegurarse de que los recuerdos seguían allí. De que no le habían sido robados. Y aquella noche... atesoró cada segundo en su memoria. Por la mañana despertó antes que ella. No pudo evitar mirar su rostro durante unos segundos. Suspiró y se levantó, metiendo las manos en uno de los bolsillos de su chaqueta, sacando un pequeño diario con tapa de cuero. Lo abrió por la última página, miró la última entrada y escribió, a lápiz, la fecha de aquel día, seguido de un:
"Todavía la recuerdas."
Si algún día la olvidaba y leía aquel diario... Lo sabría. Y seguramente sabría que hacer. Guardó el diario rápidamente cuando ella se levantó del todo y se preparó junto a ella. Cuando King hizo el llamado, ambos salieron y se unieron al pequeño convoy. No estaba toda la banda, claro, pero eran bastantes. John se acomodó el pañuelo al cuello, sabiendo que tendría que utilizarlo para cubrirse la cara en aquel robo. Tan solo esperaba que Ash no se metiese en problemas con el gobierno... Si Leonardo actuaba rápido y aceptaban como explicación la captura de Lombardi, la mujer no debería ganar recompensa alguna.
Y allí estaban, delante del casino. Lombardi hizo la primera señal con una mano y todos se cubrieron la cara, John incluido. Miró una vez más a Ash y se vio tentado a abrazarla y besarla en aquel instante... tuvo que obligarse a no hacerlo. Lombardi, con orgullo y prepotencia en la mirada, posó la mano en la puerta. Esta no tardó en explotar.
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Una vez llegaron al casino la cosa no fue muy complicada, al menos no para entrar. Una vez que todos estuvieron cubiertos Lombardi coloco la mano sobre la puerta y esta reventó de la forma más sencilla posible. Salió volando, seguramente le daría a alguien en el camino pero ahora mismo por terrible que pareciese no podía centrarse en ayudar a nadie, tenía que seguir con su papel para poder acabar con esa banda o todo el trabajo que habían realizado hasta el momento no habría servido para nada. Con la puerta fuera de combate y aprovechando el ruido, el humo por la explosión y el miedo de la gente entraron.
y e
Con sus armas dispuestas y todos preparados una vez dentro comenzó el atraco. Derribando maquinas tragaperras para sacar el dinero, destrozando las mesas de blackjack y poker, dejando a los trabajadores de aquel lugar sin posibilidades al apuntarles con sus armas para después dejarlos atados de pies y manos y bien amordazados. El dinero de aquel lugar iba a desaparecer de un momento a otro y esperaba que al menos no hubiera perdidas humanas, las maquinas se arreglaban y el dinero iban a recuperarlo, pero si alguien perdía la vida no podrían hacer nada para arreglar aquella metedura de pata. Por eso de alguna forma Ash esperaba que todo saliera "bien".
¿Dónde coño estaba Leonardo con la dichosa señal? En ocasiones se moría de ganas por darle una buena paliza a Leonardo por no ser mas especifico a la hora de hablar de los planes que tenía. Una señal, si, estupendo, pero ¿dónde cuándo cómo? todas esas preguntas eran igual de importantes y aquel desgraciado nunca las respondía. Ash estaba empezando a impacientarse, realmente estaba saliendo todo demasiado bien para el maldito Lombardi. No tardaron más de media hora en vaciar todo el local y tras escuchar una nueva señal por parte del jefe todos salieron del local con las bolsas bien cargadas y listos para emprender la huida con el botín obtenido.
Pusieron rumbo al escondrijo cuando Ash pudo darse cuenta de algo, ¿podría ser esa la señal de Leonardo? Miro a John de reojo esperando ver su reacción, si esa era la señal de Leonardo era momento de ponerse a cubierto así que se acerco al vaquero para buscar juntos un lugar donde ocultarse. Esperaba poder hacerlo antes de que diera comienzo la verdadera función de aquel día. Las cosas iban a ponerse serias de un momento a otro y solo dios y el diablo sabían como iba a acabar todo aquello.
y e
Con sus armas dispuestas y todos preparados una vez dentro comenzó el atraco. Derribando maquinas tragaperras para sacar el dinero, destrozando las mesas de blackjack y poker, dejando a los trabajadores de aquel lugar sin posibilidades al apuntarles con sus armas para después dejarlos atados de pies y manos y bien amordazados. El dinero de aquel lugar iba a desaparecer de un momento a otro y esperaba que al menos no hubiera perdidas humanas, las maquinas se arreglaban y el dinero iban a recuperarlo, pero si alguien perdía la vida no podrían hacer nada para arreglar aquella metedura de pata. Por eso de alguna forma Ash esperaba que todo saliera "bien".
¿Dónde coño estaba Leonardo con la dichosa señal? En ocasiones se moría de ganas por darle una buena paliza a Leonardo por no ser mas especifico a la hora de hablar de los planes que tenía. Una señal, si, estupendo, pero ¿dónde cuándo cómo? todas esas preguntas eran igual de importantes y aquel desgraciado nunca las respondía. Ash estaba empezando a impacientarse, realmente estaba saliendo todo demasiado bien para el maldito Lombardi. No tardaron más de media hora en vaciar todo el local y tras escuchar una nueva señal por parte del jefe todos salieron del local con las bolsas bien cargadas y listos para emprender la huida con el botín obtenido.
Pusieron rumbo al escondrijo cuando Ash pudo darse cuenta de algo, ¿podría ser esa la señal de Leonardo? Miro a John de reojo esperando ver su reacción, si esa era la señal de Leonardo era momento de ponerse a cubierto así que se acerco al vaquero para buscar juntos un lugar donde ocultarse. Esperaba poder hacerlo antes de que diera comienzo la verdadera función de aquel día. Las cosas iban a ponerse serias de un momento a otro y solo dios y el diablo sabían como iba a acabar todo aquello.
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Era algo que sospechaba desde el momento que conoció a Leonardo, aunque nunca pudo confirmarlo pues hasta ahora no lo había visto en acción, y eso era el hecho de que el joven e inteligente ingeniero tenía la sutilidad cinco granadas de mano. El casino no estaba vacío, totalmente evacuado de cualquier civil, sino que en la pared del salón principal del lugar había colocadas una serie de pequeñas bombillas con sus respectivos cables yendo a todas partes. En cuanto entraron, todas las luces se iluminaron mostrando una gigantesca y brillante L. En efecto, aquella era la señal.
Buscó agarrar a Ash del brazo y tirar de ella hasta agacharse detrás de una de las mesas de blackjack. De aquella forma pudieron salir del alcance de varias minas eléctricas colocadas en el suelo, que dejaron escapar varios voltios a su alrededor paralizando a los bandidos. La mayoría cayeron inconscientes, otros quedaron débiles por el shock y apenas se podían mover. Lombardi, en cambio, pareció encajar la electricidad bastante bien. Miraba a su alrededor, sorprendido, y esto se convertió en enfado cuando vio a John salir de detrás de la mesa.
King empezó a correr hacia la salida trasera. John saltó por encima de la mesa y lo empezó a perseguir.
—¡Termina de tumbar a los que queden en pie! —le pidió a Ash—. ¡Luego ven conmigo, ¿vale?!
Seguro que no tenía ningún problema en hacerlo, era una mujer muy capaz. Seguramente más capaz de lo que John creía, que ya era bastante. Además, no deberían tardar en venir los hombres de Leonardo a recoger a los despojos que quedasen inconscientes después de todo. John, por su parte, ya estaba persiguiendo a Lombardi por un pasillo.
—¡Yo te acepté, Johnny! —gritaba sin darse la vuelta—. ¡A ti y a tu novia! ¡Traidores hijos de puta!
John no respondió. Y aunque quisiese tampoco pudo hacerlo, pues cuando pasó justo junto a un jarrón que había en un mueble en aquel pasillo, este explotó. El cuerpo de metal del vaquero chocó contra la pared, dañado. Parte de su piel sintética se había roto, mostrando el metal que había bajo la misma. Y en las partes donde no había metal, había quedado herido. Iba a cojear por la pierna derecha, seguro, por mucho que no pudiese sentir ese dolor.
Salió de entre los escombros de la pared y recogió del suelo el sombrero, para después reanudar la persecución, algo más lento por su cojera.
Buscó agarrar a Ash del brazo y tirar de ella hasta agacharse detrás de una de las mesas de blackjack. De aquella forma pudieron salir del alcance de varias minas eléctricas colocadas en el suelo, que dejaron escapar varios voltios a su alrededor paralizando a los bandidos. La mayoría cayeron inconscientes, otros quedaron débiles por el shock y apenas se podían mover. Lombardi, en cambio, pareció encajar la electricidad bastante bien. Miraba a su alrededor, sorprendido, y esto se convertió en enfado cuando vio a John salir de detrás de la mesa.
King empezó a correr hacia la salida trasera. John saltó por encima de la mesa y lo empezó a perseguir.
—¡Termina de tumbar a los que queden en pie! —le pidió a Ash—. ¡Luego ven conmigo, ¿vale?!
Seguro que no tenía ningún problema en hacerlo, era una mujer muy capaz. Seguramente más capaz de lo que John creía, que ya era bastante. Además, no deberían tardar en venir los hombres de Leonardo a recoger a los despojos que quedasen inconscientes después de todo. John, por su parte, ya estaba persiguiendo a Lombardi por un pasillo.
—¡Yo te acepté, Johnny! —gritaba sin darse la vuelta—. ¡A ti y a tu novia! ¡Traidores hijos de puta!
John no respondió. Y aunque quisiese tampoco pudo hacerlo, pues cuando pasó justo junto a un jarrón que había en un mueble en aquel pasillo, este explotó. El cuerpo de metal del vaquero chocó contra la pared, dañado. Parte de su piel sintética se había roto, mostrando el metal que había bajo la misma. Y en las partes donde no había metal, había quedado herido. Iba a cojear por la pierna derecha, seguro, por mucho que no pudiese sentir ese dolor.
Salió de entre los escombros de la pared y recogió del suelo el sombrero, para después reanudar la persecución, algo más lento por su cojera.
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Si, definitivamente esa enorme L luminosa no podía ser otra cosa que la señal de Leonardo, lo de ser discreto no iba con él desde luego. Se escondió con John bajo una mesa de blackjack. Aquel ataque eléctrico fue suficiente para dejar a la mayoría completamente hechos polvo. Aún quedaban algunos conscientes y Lombardi ni si quiera se había percatado de aquella electricidad pasando por su cuerpo. Al parecer el tipo tenía una resistencia envidiable. Por su parte asintió a las indicaciones de John y dejo que fuera él quien persiguiera a Lombardi primero. Ella se quedo para ir golpeando a los subordinados de King que quedaban medio despiertos para dejarlos completamente rendidos en el suelo.
Los hombres de Leonardo junto con el propio Leonardo no tardaron en llegar. Pero Ash estaba de los nervios por dejar a John solo contra aquel maleante, se imaginaba que daría problemas y no quería dejar al vaquero solo enfrentándose a semejante monstruo. — Joder, si que has tardado macho, encargaos de estos desgraciados — sin esperar una respuesta ni nada salió corriendo por el camino que había visto coger a John. No tardó mucho en encontrarse con aquel boquete en la pared. Era una explosión de eso no había duda y pudo ver sangre en el suelo acompañada de un poco de aceite. Eso solo podía significar una cosa y era que John estaba herido.
La idea de que el vaquero estaba herido la hizo sentirse tremendamente molesta. En aquel momento tenía ganas de ir y destrozarle la cara a Lombardi a puñetazos, pero sabía que eso no era una buena idea. Siguió el camino que habían dejado las manchas de sangre y aceite, esperaba encontrar pronto al vaquero y a su presa. Esperaba por su bien que no el hubiera hecho mucho a John, por que si le había desgraciado al vaquero se iba a encargar ella de darle una paliza que no iba a olvidar en su maldita vida. Por que recordaba perfectamente que en su cartel ponía vivo o muerto así que no tenía por que contenerse lo más mínimo, podía molerlo a golpes hasta dejarlo completamente moribundo.
¿Y quién demonios se lo iba a reprochar? Nadie, nadie en su sano juicio se pondría entre la vaquera y aquel maldito delincuente para salvar su vida. Nadie con dos dedos de frente claro, que siempre había algún imbécil que prefería morir antes de dejar morir al tipo que "le había dado un hogar". Por alguna razón Ash nunca podría llegar a entender a aquellas personas que se conformaban con ser el subordinado de un tipo chungo. Si quieres hacer algo en tu vida, levanta y mueve el culo, no dejes que te mangoneen y que encima decidan sobre tu vida como si valieras menos que un filete de pollo del súper. Escucho voces y ralentizo un poco el paso, esperaba encontrar a esos dos pronto, pero no quería aparecer de la nada sin saber como estaba la situación.
Los hombres de Leonardo junto con el propio Leonardo no tardaron en llegar. Pero Ash estaba de los nervios por dejar a John solo contra aquel maleante, se imaginaba que daría problemas y no quería dejar al vaquero solo enfrentándose a semejante monstruo. — Joder, si que has tardado macho, encargaos de estos desgraciados — sin esperar una respuesta ni nada salió corriendo por el camino que había visto coger a John. No tardó mucho en encontrarse con aquel boquete en la pared. Era una explosión de eso no había duda y pudo ver sangre en el suelo acompañada de un poco de aceite. Eso solo podía significar una cosa y era que John estaba herido.
La idea de que el vaquero estaba herido la hizo sentirse tremendamente molesta. En aquel momento tenía ganas de ir y destrozarle la cara a Lombardi a puñetazos, pero sabía que eso no era una buena idea. Siguió el camino que habían dejado las manchas de sangre y aceite, esperaba encontrar pronto al vaquero y a su presa. Esperaba por su bien que no el hubiera hecho mucho a John, por que si le había desgraciado al vaquero se iba a encargar ella de darle una paliza que no iba a olvidar en su maldita vida. Por que recordaba perfectamente que en su cartel ponía vivo o muerto así que no tenía por que contenerse lo más mínimo, podía molerlo a golpes hasta dejarlo completamente moribundo.
¿Y quién demonios se lo iba a reprochar? Nadie, nadie en su sano juicio se pondría entre la vaquera y aquel maldito delincuente para salvar su vida. Nadie con dos dedos de frente claro, que siempre había algún imbécil que prefería morir antes de dejar morir al tipo que "le había dado un hogar". Por alguna razón Ash nunca podría llegar a entender a aquellas personas que se conformaban con ser el subordinado de un tipo chungo. Si quieres hacer algo en tu vida, levanta y mueve el culo, no dejes que te mangoneen y que encima decidan sobre tu vida como si valieras menos que un filete de pollo del súper. Escucho voces y ralentizo un poco el paso, esperaba encontrar a esos dos pronto, pero no quería aparecer de la nada sin saber como estaba la situación.
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Lombardi había dejado de gritar. John, todavía cojeando, llegó hasta el final del pasillo. Una puerta doble, lujosa y de refinada madera, se encontraba allí, entreabierta. No había otro camino, por lo que Lombardi solo podía estar ahí. Con el pulgar tiró del percutor de la pistola, sabiendo que lo más probable era que hubiese una trampa al otro. Con cuidado y una mano empujó la puerta y entró, aunque se detuvo en cuanto vio la situación.
Aquella sala parecía ser una habitación privada para los más ricachones del casino y, lo más probable, es que antes de la entrada de Lombardi fuese impecable. En aquel instante lo que había era una mesa tumbada a un lado y un montón de objetos desperdigados por el suelo. Al otro extremo de la habitación estaba Lombardi, sangrando por el estómago, tirado en el suelo con la espalda apoyada en la pared y respirando con extrema dificultad. A su lado, en el suelo, un cadáver. Alguien con una pistola cerca de la mano y la cabeza totalmente volatilizada. Debía ser uno de los hombres de Leonardo que, tras disparar a Lombardi, encontró su final en una explosión.
—No me... —empezó a decir Lombardi, exhausto—... No me ha dado tiempo a convertir en bomba todos esos objetos... pero te aseguro que muchos de ellos son ahora minas de proximidad...
—Inútil —dijo John frunciendo el ceño—. Puedo acertar desde aquí y acabar contigo.
—Puedes... pero no lo harás...
—¿Y por qué no iba a hacerlo?
—Porque alguien tiene que... refrescarte la memoria... sobre tu padre... —señaló al suelo bajo los pies de John. El vaquero bajó la vista y observó que allí había una fotografía en blanco y negro, algo agrietada por el tiempo pasado.
En ella aparecía un Lombardi mucho más joven, vestido de manera impecable con un chaleco de color rojo terciopelo y un bombín negro. A su lado había un hombre y, durante un instante, John pensó que se estaba viendo a si mismo. Lo único que consiguió persuadirle de que no lo era, era el hecho de que el John de la foto tenía un cuidado mostacho banderín acompañado de una perilla mosca. El sombrero sobre su cabeza era, sin lugar a dudas, el mismo que tenía el vaquero ahora mismo.
Durante un instante se vio tentado a agacharse y coger la foto, pero recordó la habilidad de Lombardi. Convertir en bomba esa misma foto y llamar su atención para cogerla era la trampa perfecta, no podía arriesgarse lo más mínimo. Durante un instante... se lo pensó. Sin embargo, no duró mucho.
—Mi pasado quedó atrás cuando me convirtieron en una máquina. No siento curiosidad ni ansías de recuperar mis recuerdos perdidos, tan solo tengo que seguir la orden que se me dio... apretar el gatillo.
—¿Me intentas engañar a mí o a ti mismo? Si no te vale como incentivo para escucharme... —levantó un pulgar—... Mira detrás de ti.
John miró de reojo. Allí estaba Ash, llegando por fin. Apretó los dientes en una expresión de rabia y enfado. No sabía que iba a hacer, pero si iba a amenazarla a ella...
—¿Qué pretendes? —dijo centrando su atención en Lombardi de nuevo.
—Como me dispares juro que antes de que la bala llegue a mí habré bajado el pulgar... detonando la bomba en la que se ha convertido la puerta.
—Mientes, no puedes...
—¿Y que pasaría si es cierto? Tal vez... esos perros del gobierno puedan arreglar los daños de tu cuerpo y reanimarte... Pero a ella... Es más difícil reanimar un cuerpo humano... Para cuando hayan llegado estará muerta.
—Y tú también.
—¡¡Pero habré acabado con los cabrones que me engañaron!!
Tras gritar empezó a toser sangre al suelo. John tenía un plan pero... ¿Cómo podría transmitírselo a Ash? Podría hablar en clave... tragó saliva un instante y entonces miró a Lombardi, mientras con la otra mano llamaba la atención de la albina, como pidiéndole que escuchara con atención sus palabras.
—Cuando te conocimos estabas jugando al póker... ¿recuerdas?
—Sí... lo recuerdo... —se rió de forma bastante asquerosa, con la boca llena de sangre.
—Debí imaginarme que serías así en nuestro enfrentamiento final entonces... diciendo cosas que bien podrían ser un farol... o podrían ser ciertas... haciendo dudar a tu adversario para que se deje llevar por el pánico y vencerle. ¿Me equivoco?
—La vida es una partida de póker, Johnny... Y eso tu padre lo sabía...
—Sí... Cuando tienes una buena mano es más difícil perder la cabeza.
Esperó unos segundos mientras Lombardi se reía, creyendo que había salido victorioso, y entonces... disparó. Disparó al dedo pulgar del jefe criminal, casi volatilizándolo por la bala de gran calibre. Si Ash le entendió, que esperaba que sí pues no dudaba de sus capacidades, vería su oportunidad de dispararle en la cabeza en su confusión, antes de que decidiese accionar la posible bomba con su otra mano.
Aquella sala parecía ser una habitación privada para los más ricachones del casino y, lo más probable, es que antes de la entrada de Lombardi fuese impecable. En aquel instante lo que había era una mesa tumbada a un lado y un montón de objetos desperdigados por el suelo. Al otro extremo de la habitación estaba Lombardi, sangrando por el estómago, tirado en el suelo con la espalda apoyada en la pared y respirando con extrema dificultad. A su lado, en el suelo, un cadáver. Alguien con una pistola cerca de la mano y la cabeza totalmente volatilizada. Debía ser uno de los hombres de Leonardo que, tras disparar a Lombardi, encontró su final en una explosión.
—No me... —empezó a decir Lombardi, exhausto—... No me ha dado tiempo a convertir en bomba todos esos objetos... pero te aseguro que muchos de ellos son ahora minas de proximidad...
—Inútil —dijo John frunciendo el ceño—. Puedo acertar desde aquí y acabar contigo.
—Puedes... pero no lo harás...
—¿Y por qué no iba a hacerlo?
—Porque alguien tiene que... refrescarte la memoria... sobre tu padre... —señaló al suelo bajo los pies de John. El vaquero bajó la vista y observó que allí había una fotografía en blanco y negro, algo agrietada por el tiempo pasado.
En ella aparecía un Lombardi mucho más joven, vestido de manera impecable con un chaleco de color rojo terciopelo y un bombín negro. A su lado había un hombre y, durante un instante, John pensó que se estaba viendo a si mismo. Lo único que consiguió persuadirle de que no lo era, era el hecho de que el John de la foto tenía un cuidado mostacho banderín acompañado de una perilla mosca. El sombrero sobre su cabeza era, sin lugar a dudas, el mismo que tenía el vaquero ahora mismo.
Durante un instante se vio tentado a agacharse y coger la foto, pero recordó la habilidad de Lombardi. Convertir en bomba esa misma foto y llamar su atención para cogerla era la trampa perfecta, no podía arriesgarse lo más mínimo. Durante un instante... se lo pensó. Sin embargo, no duró mucho.
—Mi pasado quedó atrás cuando me convirtieron en una máquina. No siento curiosidad ni ansías de recuperar mis recuerdos perdidos, tan solo tengo que seguir la orden que se me dio... apretar el gatillo.
—¿Me intentas engañar a mí o a ti mismo? Si no te vale como incentivo para escucharme... —levantó un pulgar—... Mira detrás de ti.
John miró de reojo. Allí estaba Ash, llegando por fin. Apretó los dientes en una expresión de rabia y enfado. No sabía que iba a hacer, pero si iba a amenazarla a ella...
—¿Qué pretendes? —dijo centrando su atención en Lombardi de nuevo.
—Como me dispares juro que antes de que la bala llegue a mí habré bajado el pulgar... detonando la bomba en la que se ha convertido la puerta.
—Mientes, no puedes...
—¿Y que pasaría si es cierto? Tal vez... esos perros del gobierno puedan arreglar los daños de tu cuerpo y reanimarte... Pero a ella... Es más difícil reanimar un cuerpo humano... Para cuando hayan llegado estará muerta.
—Y tú también.
—¡¡Pero habré acabado con los cabrones que me engañaron!!
Tras gritar empezó a toser sangre al suelo. John tenía un plan pero... ¿Cómo podría transmitírselo a Ash? Podría hablar en clave... tragó saliva un instante y entonces miró a Lombardi, mientras con la otra mano llamaba la atención de la albina, como pidiéndole que escuchara con atención sus palabras.
—Cuando te conocimos estabas jugando al póker... ¿recuerdas?
—Sí... lo recuerdo... —se rió de forma bastante asquerosa, con la boca llena de sangre.
—Debí imaginarme que serías así en nuestro enfrentamiento final entonces... diciendo cosas que bien podrían ser un farol... o podrían ser ciertas... haciendo dudar a tu adversario para que se deje llevar por el pánico y vencerle. ¿Me equivoco?
—La vida es una partida de póker, Johnny... Y eso tu padre lo sabía...
—Sí... Cuando tienes una buena mano es más difícil perder la cabeza.
Esperó unos segundos mientras Lombardi se reía, creyendo que había salido victorioso, y entonces... disparó. Disparó al dedo pulgar del jefe criminal, casi volatilizándolo por la bala de gran calibre. Si Ash le entendió, que esperaba que sí pues no dudaba de sus capacidades, vería su oportunidad de dispararle en la cabeza en su confusión, antes de que decidiese accionar la posible bomba con su otra mano.
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Había logrado encontrar a John y supuso que también a Lombardi pues pudo ver como el vaquero hacía algunos aspavientos y movimientos un poco extraños viniendo de él. Por su parte siguió avanzando hasta ellos para ver si conseguía escuchar lo que estaban diciendo. La situación era bastante tensa y no era difícil darse cuenta al ver la espalda del vaquero completamente recta y como apretaba sus manos. Vio aquella señal que John le daba y avanzo mas despacio hacía ellos, quería asegurarse de que las cosas estaban bien y bueno averiguar que estaba pasando en realidad en aquella habitación.
Escucho entonces las palabras que salían de los labios de aquel hombre con el que había compartido algo más que la cama y entonces lo supo. Era una clave para ella, no tardo en tirarse al suelo y cuando escucho el disparo de John ella misma tenía el revolver listo con su mira puesta para apuntar a la cabeza y pegarle un tiro directamente. Sin miramientos, sin esperar nada más, la bala entró completamente limpia y seguramente salió y termino incrustada en la pared. Esperaba que con eso hubiesen terminado ya con aquella locura en la que se había convertido esa misión.
Se levanto y tras sacudirse la ropa un poco con las manos se acerco a John, tenía que comprobar que se encontraba bien, después de todo había visto restos de aceite y demás y quería asegurarse de que estaba entero al menos. Una vez que estuvo cerca de él coloco una de sus manos en su hombro y suspirando se asomó a ver que estaba todo entero. Vio al chico de Leonardo en el suelo echo trizas prácticamente y la cabeza de Lombardi sangrando al mismo tiempo que su estómago con los dos boquetes. Las cosas habían acabado y por suerte habían acabado bien o más o menos bien, por desgracia había algunas bajas en los hombres de leonardo.
— Esto ya a terminado ¿estas bien vaquero? — suspirando se quito el dichoso parche de la cara y el sombrero que no era suyo, no le gustaba llevar toda esa parafernalia encima. Estaba deseando cambiarse de ropa y volver a llevar la suya. De todos modos alguno de los dos tenía que entrar en aquella habitación y recoger el cuerpo de Lombardi, pero no pudo evitar fijarse en la foto que había entre las piernas de John. No le hizo falta hablar si quiera para saber que aquel hombre era Lombardi y que el que estaba junto a él era su padre. Seguramente el muy cerdo quiso confundirlo o incluso joderle con alguna artimaña usando su pasado en su contra, pero se alegraba de que no se hubiese dejado vencer — si quieres respuestas, las buscaremos — y era una promesa, si él quería, ella le ayudaría a encontrar respuestas sobre su padre.
Escucho entonces las palabras que salían de los labios de aquel hombre con el que había compartido algo más que la cama y entonces lo supo. Era una clave para ella, no tardo en tirarse al suelo y cuando escucho el disparo de John ella misma tenía el revolver listo con su mira puesta para apuntar a la cabeza y pegarle un tiro directamente. Sin miramientos, sin esperar nada más, la bala entró completamente limpia y seguramente salió y termino incrustada en la pared. Esperaba que con eso hubiesen terminado ya con aquella locura en la que se había convertido esa misión.
Se levanto y tras sacudirse la ropa un poco con las manos se acerco a John, tenía que comprobar que se encontraba bien, después de todo había visto restos de aceite y demás y quería asegurarse de que estaba entero al menos. Una vez que estuvo cerca de él coloco una de sus manos en su hombro y suspirando se asomó a ver que estaba todo entero. Vio al chico de Leonardo en el suelo echo trizas prácticamente y la cabeza de Lombardi sangrando al mismo tiempo que su estómago con los dos boquetes. Las cosas habían acabado y por suerte habían acabado bien o más o menos bien, por desgracia había algunas bajas en los hombres de leonardo.
— Esto ya a terminado ¿estas bien vaquero? — suspirando se quito el dichoso parche de la cara y el sombrero que no era suyo, no le gustaba llevar toda esa parafernalia encima. Estaba deseando cambiarse de ropa y volver a llevar la suya. De todos modos alguno de los dos tenía que entrar en aquella habitación y recoger el cuerpo de Lombardi, pero no pudo evitar fijarse en la foto que había entre las piernas de John. No le hizo falta hablar si quiera para saber que aquel hombre era Lombardi y que el que estaba junto a él era su padre. Seguramente el muy cerdo quiso confundirlo o incluso joderle con alguna artimaña usando su pasado en su contra, pero se alegraba de que no se hubiese dejado vencer — si quieres respuestas, las buscaremos — y era una promesa, si él quería, ella le ayudaría a encontrar respuestas sobre su padre.
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Se dejó caer hacia un lado, apoyando un hombro en la puerta, cuando Lombardi murió. Por lo poco que sabía de los usuarios de fruta del diablo, una vez muertos sus efectos desaparecían del entorno, por lo que ya no debía haber ningún peligro. Miró a Ash cuando esta le preguntó si estaba bien. Durante un instante sintió cierta... vergüenza. De que viese el metal bajo las heridas de su piel. Suspiró y volvió a erguirse, agachándose como pudo con la pierna mal para coger la foto. No tardó en guardársela.
—Estoy bien, mi sensibilidad al dolor es casi... casi nula. Solo necesito reparaciones. Y... puede. Puede que algún día busque esas respuestas.
Dicho eso se acercó al cuerpo de Lombardi, sorteando los objetos que había dejado tirados. Al llegar a él vio algo a su lado. Algo que había visto antes entre todos los objetos desperdigados, pero que en su momento no había llamado tanto su atención como lo hacía ahora por un cambio que antes no estaba. Era un cuenco de fruta roto y volcado. Varias de esas frutas estaban desperdigadas por el suelo. Eran lo típico, manzanas, plátanos, alguna naranja... Y una enorme fruta de color violeta casi pegada al cuerpo de Lombardi. Estaba seguro de que eso no estaba allí antes, pues lo habría visto. Cogió la fruta, que contaba con un rugoso tacto y un patrón de espirales. No había duda, aquello era una fruta del diablo, pero... ¿De dónde había salido?
Miró el cuerpo de Lombardi, que estaba con los ojos abiertos y vacíos, sangrando por el agujero de su frente. ¿Es posible que al morir un usuario el poder del que gozaba salga de él para manifestarse de nuevo? Se irguió, con la fruta en la mano.
—Creo que esta fruta podría ser el poder que tenía Lombardi... Lo sea o no estoy seguro de que es una Fruta del diablo, no podemos dejarla aquí.
Pensó en darle un mordisco. Sabía que el mundo era inhóspito y cruel, y tal vez... tal vez tener un poder como ese en su arsenal, sea cual sea, le sería increíblemente útil. Y si llevaba la fruta a sus superiores... lo más probable es que la guardasen hasta dársela a quien creyesen conveniente. Algo dentro de su cabeza le dijo que eso era lo que tenía que hacer. Dejar la decisión en manos de sus superiores, como siempre hacía, sin embargo... miró a Ash. Desde que la conocía se había topado con un sentimiento nuevo para él... El no querer morir. Sentía que debía sobrevivir, fuese como fuese, y aquel poder... aquel poder sería útil.
Le dio un mordisco. Jamás supo si estaba buena o no, pues hacía tiempo que era incapaz de discernir si los sabores eran buenos o malos. No sabía muy bien como funcionaba por lo que... se la comió entera tan rápido como pudo. Se quedó mirando a la albina unos instantes, esperando que ella le dijese algo, le diese alguna respuesta. No sabía que experiencia tenía ella con las frutas del diablo, pero... esperaba que alguien le dijese si era normal no sentir ningún cambio en un principio.
—¿Nos vamos?
Fuera ya estaban varios marines investigando el lugar. Uno de ellos parecía estar interrogando a un muy tranquilo Leonardo. Un marine se acercó a ellos y John dejó que la albina se llevase todo el mérito. En el trabajo del vaquero tan solo importaba el resultado, no quien se llevaba el mérito. A sus superiores en el Cipher Pol les contaría el reporte entero, pero a lo que la marina y el público conllevaba, la cazarrecompensas Ash había acabado con ellos utilizando la ayuda de su subordinado con brazo de metal. Además, al Cipher Pol le gustaba cuando su intervención era lo menos pública posible.
Una vez hubiesen dado los datos, Leonardo se acercó a él, dándole una reprimenda por dejarse estropear sus implantes de esa manera, diciendo que tendría que retocarle él mismo en el taller. Fuera como fuese, los guió al exterior, donde se encontraba su moto, Secretaria, y una segunda moto muy parecida a esta. Tal como le había pedido a Leonardo, le había hecho una moto a la albina. John se acercó a ella.
—La moto es para ti... Como agradecimiento por tu ayuda y por... — "Dilo" —... por todo — "Idiota."
—Estoy bien, mi sensibilidad al dolor es casi... casi nula. Solo necesito reparaciones. Y... puede. Puede que algún día busque esas respuestas.
Dicho eso se acercó al cuerpo de Lombardi, sorteando los objetos que había dejado tirados. Al llegar a él vio algo a su lado. Algo que había visto antes entre todos los objetos desperdigados, pero que en su momento no había llamado tanto su atención como lo hacía ahora por un cambio que antes no estaba. Era un cuenco de fruta roto y volcado. Varias de esas frutas estaban desperdigadas por el suelo. Eran lo típico, manzanas, plátanos, alguna naranja... Y una enorme fruta de color violeta casi pegada al cuerpo de Lombardi. Estaba seguro de que eso no estaba allí antes, pues lo habría visto. Cogió la fruta, que contaba con un rugoso tacto y un patrón de espirales. No había duda, aquello era una fruta del diablo, pero... ¿De dónde había salido?
Miró el cuerpo de Lombardi, que estaba con los ojos abiertos y vacíos, sangrando por el agujero de su frente. ¿Es posible que al morir un usuario el poder del que gozaba salga de él para manifestarse de nuevo? Se irguió, con la fruta en la mano.
—Creo que esta fruta podría ser el poder que tenía Lombardi... Lo sea o no estoy seguro de que es una Fruta del diablo, no podemos dejarla aquí.
Pensó en darle un mordisco. Sabía que el mundo era inhóspito y cruel, y tal vez... tal vez tener un poder como ese en su arsenal, sea cual sea, le sería increíblemente útil. Y si llevaba la fruta a sus superiores... lo más probable es que la guardasen hasta dársela a quien creyesen conveniente. Algo dentro de su cabeza le dijo que eso era lo que tenía que hacer. Dejar la decisión en manos de sus superiores, como siempre hacía, sin embargo... miró a Ash. Desde que la conocía se había topado con un sentimiento nuevo para él... El no querer morir. Sentía que debía sobrevivir, fuese como fuese, y aquel poder... aquel poder sería útil.
Le dio un mordisco. Jamás supo si estaba buena o no, pues hacía tiempo que era incapaz de discernir si los sabores eran buenos o malos. No sabía muy bien como funcionaba por lo que... se la comió entera tan rápido como pudo. Se quedó mirando a la albina unos instantes, esperando que ella le dijese algo, le diese alguna respuesta. No sabía que experiencia tenía ella con las frutas del diablo, pero... esperaba que alguien le dijese si era normal no sentir ningún cambio en un principio.
—¿Nos vamos?
Fuera ya estaban varios marines investigando el lugar. Uno de ellos parecía estar interrogando a un muy tranquilo Leonardo. Un marine se acercó a ellos y John dejó que la albina se llevase todo el mérito. En el trabajo del vaquero tan solo importaba el resultado, no quien se llevaba el mérito. A sus superiores en el Cipher Pol les contaría el reporte entero, pero a lo que la marina y el público conllevaba, la cazarrecompensas Ash había acabado con ellos utilizando la ayuda de su subordinado con brazo de metal. Además, al Cipher Pol le gustaba cuando su intervención era lo menos pública posible.
Una vez hubiesen dado los datos, Leonardo se acercó a él, dándole una reprimenda por dejarse estropear sus implantes de esa manera, diciendo que tendría que retocarle él mismo en el taller. Fuera como fuese, los guió al exterior, donde se encontraba su moto, Secretaria, y una segunda moto muy parecida a esta. Tal como le había pedido a Leonardo, le había hecho una moto a la albina. John se acercó a ella.
—La moto es para ti... Como agradecimiento por tu ayuda y por... — "Dilo" —... por todo — "Idiota."
Ashlyn Blake
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Realmente el vaquero parecía estar bien aunque ciertas zonas de su cuerpo dejaban al aire sus pedazos de metal. Se imaginaba que se había comido alguna que otra explosión era lógico que estuviera algo magullado y malherido. Pero se alegraba de que no fuese nada del todo grave, pues aún podía moverse y hablar de forma mas o menos fluida. Vio como se acercaba al cuerpo de Lombardi tras recoger la foto y le dejo hacer tranquilamente. No quería molestarle, no quería ser un incordio para él en un momento tan delicado para él.
Fue entonces cuando le vio coger una fruta ¿era posible que fuera una fruta del diablo? cuando vio que se la comía entera y del tirón se preocupo un poco. No sabía como podría afectar aquello a alguien como él, aunque aún era humano o tenía un porcentaje de humano considerable así que no tendría por que resultar dañino para él o eso esperaba. Suspiro levemente cuando la miro y se encogió de hombros — seguramente tardes un tiempo en aprender a usarla, esas mierdas llevan su tiempo — en su caso le había costado unos cuantos meses aprender como funcionaba y aún ni si quiera conocía todo su potencial.
No por nada las akuma no mi eran un misterio que la gente disfrutaba descubriendo. Una vez salieron se encontraron con la marina que andaba investigando lo sucedido y ella se presentó como la cazadora que era mostrando su identificación y presentando a John como un compañero suyo que la ayudaba a la hora de las cacerías mas grandes al igual que Leonardo y sus chicos. La marina le hizo unas cuantas preguntas que Ash no tardó en responder y entonces procedieron a indicarle que le entregarían su recompensa una vez que se llevaran el cuerpo de Lombardi al cuartel mas cercano. La chica simplemente asintió y volvió junto al vaquero.
Al ver la moto sonrió de medio lado, realmente era preciosa. Era exactamente igual que la del vaquero pero con algunos retoques, tenía algunos adornos en blanco y Leonardo le indico que tenía unos cambios en su diseño para adaptarse a ella ya que no era medio maquina como su colega. Miro a John con una leve sonrisa y se acerco para darle un morreo, ella hacía tiempo que no se controlaba con esas cosas — nos vemos pronto vaquero, pórtate bien mientras no este — se montaría en la moto y tras arrancarla iría con los marines al cuartel más cercano a recoger su recompensa.
Fue entonces cuando le vio coger una fruta ¿era posible que fuera una fruta del diablo? cuando vio que se la comía entera y del tirón se preocupo un poco. No sabía como podría afectar aquello a alguien como él, aunque aún era humano o tenía un porcentaje de humano considerable así que no tendría por que resultar dañino para él o eso esperaba. Suspiro levemente cuando la miro y se encogió de hombros — seguramente tardes un tiempo en aprender a usarla, esas mierdas llevan su tiempo — en su caso le había costado unos cuantos meses aprender como funcionaba y aún ni si quiera conocía todo su potencial.
No por nada las akuma no mi eran un misterio que la gente disfrutaba descubriendo. Una vez salieron se encontraron con la marina que andaba investigando lo sucedido y ella se presentó como la cazadora que era mostrando su identificación y presentando a John como un compañero suyo que la ayudaba a la hora de las cacerías mas grandes al igual que Leonardo y sus chicos. La marina le hizo unas cuantas preguntas que Ash no tardó en responder y entonces procedieron a indicarle que le entregarían su recompensa una vez que se llevaran el cuerpo de Lombardi al cuartel mas cercano. La chica simplemente asintió y volvió junto al vaquero.
Al ver la moto sonrió de medio lado, realmente era preciosa. Era exactamente igual que la del vaquero pero con algunos retoques, tenía algunos adornos en blanco y Leonardo le indico que tenía unos cambios en su diseño para adaptarse a ella ya que no era medio maquina como su colega. Miro a John con una leve sonrisa y se acerco para darle un morreo, ella hacía tiempo que no se controlaba con esas cosas — nos vemos pronto vaquero, pórtate bien mientras no este — se montaría en la moto y tras arrancarla iría con los marines al cuartel más cercano a recoger su recompensa.
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