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Contratante: Contraalmirante Becker.
Descripción de la misión: Se ha visto en una isla cercana al G-2 a una flota perteneciente al emperador del mar Julious C. Zar, los cuales han estado buscando a algún insensato para atacarnos. Quiero que vayáis a esa isla antes de que se marchen y hundáis su barco, dejando claro que el espíritu de Condoriano siempre está con nosotros. Puede que tengan el estandarte de un emperador del nuevo mundo, pero no se iguala ni de lejos a los monstruos que habitan ese mar.
Objetivo principal: Destruir el barco de la flota de Julius C. Zar.
Objetivo secundario: Intentar no llevar la batalla al pueblo pesquero de la isla.
Premios: Una técnica de categoría épica y 5 medallas al mérito militar.
Premios por cumplir el objetivo secundario: 50.000.000.
Descripción de la misión: Se ha visto en una isla cercana al G-2 a una flota perteneciente al emperador del mar Julious C. Zar, los cuales han estado buscando a algún insensato para atacarnos. Quiero que vayáis a esa isla antes de que se marchen y hundáis su barco, dejando claro que el espíritu de Condoriano siempre está con nosotros. Puede que tengan el estandarte de un emperador del nuevo mundo, pero no se iguala ni de lejos a los monstruos que habitan ese mar.
Objetivo principal: Destruir el barco de la flota de Julius C. Zar.
Objetivo secundario: Intentar no llevar la batalla al pueblo pesquero de la isla.
Premios: Una técnica de categoría épica y 5 medallas al mérito militar.
Premios por cumplir el objetivo secundario: 50.000.000.
―Los hombres esperan órdenes ―comenté mientras me dirigía a la proa del barco. Zuko y Kenzo ya se encontraban allí, escrutando la lejanía como si de ese modo pudiesen revelar la posición de los hombres de Julius C. Zar, el Emperador del Mar. Aquélla era una misión importante, de modo que, sin que sirviera de precedente, me había forzado a retener los detalles. Aquellos tipos respondían a las órdenes del señor de los mares, pero no formaban parte de la poderosa tripulación que habitualmente comandaba. Conformaban una surte de banda aliada, no por ello menos problemática―. ¿A quién se le ocurre causar problemas tan cerca de la base del G-2? ―pregunté, extrayendo una bolsa de pistachos de unos de mis bolsillos interiores para comerme un par de ellos.
Los datos apuntaban a que había un pueblo pesquero en la isla que se presentaba como nuestro destino, y la orden de mantenerlo apartado del conflicto era clara. Tendríamos que tener cuidado, porque no sería de extrañar que, en caso de encontrarse en inferioridad, intentaran parapetarse tras la población civil.
Tas recibir la orden del vicealmirante, los marines de más baja graduación soltaron amarras y nos hicimos a la mar. Abandonamos el perímetro de seguridad lentamente, respetando la calma necesaria para que no hubiese problemas con el resto de buques militares que se distribuían en el puerto. Aun así, una vez nos hubimos alejado lo suficiente de cualquier otra embarcación nuestro barco fue incrementando la velocidad hasta dejar atrás la base.
―Creo que esta vez no me voy a poder librar de arrimar el hombro, ¿no crees? ―le dije a Kenzo, situado junto a mí. Era consciente de que la mayoría de mis compañeros ―sobre todo Wyrm― no comulgaba demasiado con mi filosofía de vida. Pese a ello, la confianza adquirida a lo largo del tiempo y mi permanente involucre cuando la situación realmente lo requería me permitían poner voz a mis pensamientos―. Recordad: no debemos permitir que la batalla se lleve a la aldea costera. De suceder podría haber un número de bajas civiles que no podemos asumir.
Habiendo recordado aquel dato, casi tan importante como derrotar y apresar a la tripulación pirata, cerré la boca, saqué algunos pistachos más de la bolsa y esperé alguna orden por parte de mis superiores.
Los datos apuntaban a que había un pueblo pesquero en la isla que se presentaba como nuestro destino, y la orden de mantenerlo apartado del conflicto era clara. Tendríamos que tener cuidado, porque no sería de extrañar que, en caso de encontrarse en inferioridad, intentaran parapetarse tras la población civil.
Tas recibir la orden del vicealmirante, los marines de más baja graduación soltaron amarras y nos hicimos a la mar. Abandonamos el perímetro de seguridad lentamente, respetando la calma necesaria para que no hubiese problemas con el resto de buques militares que se distribuían en el puerto. Aun así, una vez nos hubimos alejado lo suficiente de cualquier otra embarcación nuestro barco fue incrementando la velocidad hasta dejar atrás la base.
―Creo que esta vez no me voy a poder librar de arrimar el hombro, ¿no crees? ―le dije a Kenzo, situado junto a mí. Era consciente de que la mayoría de mis compañeros ―sobre todo Wyrm― no comulgaba demasiado con mi filosofía de vida. Pese a ello, la confianza adquirida a lo largo del tiempo y mi permanente involucre cuando la situación realmente lo requería me permitían poner voz a mis pensamientos―. Recordad: no debemos permitir que la batalla se lleve a la aldea costera. De suceder podría haber un número de bajas civiles que no podemos asumir.
Habiendo recordado aquel dato, casi tan importante como derrotar y apresar a la tripulación pirata, cerré la boca, saqué algunos pistachos más de la bolsa y esperé alguna orden por parte de mis superiores.
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—¡Zarpamos! —gritó en cuanto llegó Iulio, indicándole que todo el mundo estaba listo ya para recibir la orden.
La orden empezó a extenderse por el barco, de grito a grito, con todo el mundo empezando a correr de un lado para otro para zarpar. ¿A que clase de lunático se le ocurriría acercarse tanto al G-2? Habían identificado la bandera que ondeaba en los barcos de aquella flota, siendo esta reconocida como una banda que había salido en los periódicos recientemente. La banda de Patton Oswalt, apodado "El Broncas", que había cogido cierta fama por aliarse con uno de los cuatro emperadores del mar. Zuko había hecho su investigación en cuanto recibió el aviso, claro está, pues habían contactado con alguien de rango tan alto debido a la conexión del pirata con el Yonkou.
Oswalt era un pirata que había ganado fama muy de la noche a la mañana por hacer gala de un violento comportamiento. El principio del registro son delitos menores, como escándalo público o agresiones en peleas de borracho. Sin embargo, no tarda en escalar, sumando el robo, el asesinato, saqueos... Hubo en el registro algo que llamó su atención. Cierto punto que hizo que provocó un pico de subida demasiado potente en su recompensa: Derribar un cuartel de la marina en el Paraíso.
Con cañones, disparos, explosivos... Lo redujo a escombros y se aseguró de matar a todo el que allí había, incluido el alto cargo que lideraba dicho cuartel. Tras aquello se jactó a gritos y carcajadas, ondeando una bandera del gobierno mundial en llamas. El gobierno lo tomó como una declaración de guerra hacia los suyos y decidió ascender al hombre de pirata a amenaza mayor, cosa que se agravó el día que su alianza con el Yonkou se hizo pública, que fue hace poco. En aquel momento, Patton Oswalt valía la suma de trescientos noventa millones de berries. Una bastante alta para un pirata que seguía en el Paraíso.
Según le habían informado la flota de Oswalt se dirigía a un pueblo pesquero y contaba con unos tres barcos. Zuko no tardó en montar una estrategia que brillaba por su simpleza, queriendo superarlos en número. Armó cinco barcos de la marina, todos ellos bien preparados con todo lo que tenían, e informó a timoneles y navegantes de su idea: El barco líder de la flota, aquel en el que se encontraban Zuko, Iulio y Kenzo, les cortaría el paso posicionándose delante del primer barco de Oswalt, mientras que los otros cuatro se colocarían detrás y a los lados, evitando una posible huida.
La orden empezó a extenderse por el barco, de grito a grito, con todo el mundo empezando a correr de un lado para otro para zarpar. ¿A que clase de lunático se le ocurriría acercarse tanto al G-2? Habían identificado la bandera que ondeaba en los barcos de aquella flota, siendo esta reconocida como una banda que había salido en los periódicos recientemente. La banda de Patton Oswalt, apodado "El Broncas", que había cogido cierta fama por aliarse con uno de los cuatro emperadores del mar. Zuko había hecho su investigación en cuanto recibió el aviso, claro está, pues habían contactado con alguien de rango tan alto debido a la conexión del pirata con el Yonkou.
Oswalt era un pirata que había ganado fama muy de la noche a la mañana por hacer gala de un violento comportamiento. El principio del registro son delitos menores, como escándalo público o agresiones en peleas de borracho. Sin embargo, no tarda en escalar, sumando el robo, el asesinato, saqueos... Hubo en el registro algo que llamó su atención. Cierto punto que hizo que provocó un pico de subida demasiado potente en su recompensa: Derribar un cuartel de la marina en el Paraíso.
Con cañones, disparos, explosivos... Lo redujo a escombros y se aseguró de matar a todo el que allí había, incluido el alto cargo que lideraba dicho cuartel. Tras aquello se jactó a gritos y carcajadas, ondeando una bandera del gobierno mundial en llamas. El gobierno lo tomó como una declaración de guerra hacia los suyos y decidió ascender al hombre de pirata a amenaza mayor, cosa que se agravó el día que su alianza con el Yonkou se hizo pública, que fue hace poco. En aquel momento, Patton Oswalt valía la suma de trescientos noventa millones de berries. Una bastante alta para un pirata que seguía en el Paraíso.
Según le habían informado la flota de Oswalt se dirigía a un pueblo pesquero y contaba con unos tres barcos. Zuko no tardó en montar una estrategia que brillaba por su simpleza, queriendo superarlos en número. Armó cinco barcos de la marina, todos ellos bien preparados con todo lo que tenían, e informó a timoneles y navegantes de su idea: El barco líder de la flota, aquel en el que se encontraban Zuko, Iulio y Kenzo, les cortaría el paso posicionándose delante del primer barco de Oswalt, mientras que los otros cuatro se colocarían detrás y a los lados, evitando una posible huida.
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El espadachín estaba verdaderamente motivado. Sus servicios, así como los de Zuko y Iulio, habían sido requeridos por el Alto Mando para apoyar a los compañeros de la base militar del G-2 ante la inminente amenaza de la tripulación de Patton Oswalt, apodado "El Broncas". El infame pirata comandaba una numerosa banda de maleantes conocidos como "The Brawlers", y sus nombres habían comenzado a oírse cada vez más en los últimos meses debido a la brutalidad de sus actos. Habían acabado incluso con las vidas de múltiples civiles y, en un acto de clara rebelión contra el Gobierno Mundial, habían derruido un cuartel de la Marina y agitado una bandera gubernamental ardiente, burlándose de la autoridad del mismo. Tras este acto, que indudablemente constituía una declaración de guerra abierta, habían sido contactados por el célebre Yonkou Julius C. Zar, quien había adoptado a dicha banda bajo su protección. Al parecer eso les había hecho envalentonarse y buscar atacar la base del G-2. No obstant, ante la falta de aliados aún no habían movido ficha y se hallaban en la isla más cercana a este, aguardando refuerzos. Era el momento de atacar y acabar con aquellas malditas ratas, impidiendo que los habitantes de la pequeña villa marinera que había en la isla sufrieran ningún daño por culpa de aquellos malnacidos.
Iulio bromeó sobre que aquella vez iba a tener que emplearse a fondo, recordando a su vez el objetivo principal: evitar que aquellos piratas provocasen algún mal a los inocentes lugareños. El brazos largos se rió ante la frase de su compañero, y dándole una palmada en la espalda contestó, siguiendo la broma:
- ¡Uffff!, el Coordinador Jefe Cornelius D. Iulio empleándose a fondo. El día de hoy puede ser histórico.
Poco después avistaron el navío pirata y comenzaron a maniobrar para rodearles. El Comandante, mirando a sus compañeros, sonrió y asintió. No permitirían que aquellos desgraciados continuasen campando a sus anchas. Había llegado la hora de que respondiesen por sus crímenes. Con voz lo suficientemente alta para que sus subordinados la oyesen, el espadachín alzó el puño y exclamó:
- ¡Vamos muchachos, es hora de mostrar a esos cabrones el poder de la justicia!
Iulio bromeó sobre que aquella vez iba a tener que emplearse a fondo, recordando a su vez el objetivo principal: evitar que aquellos piratas provocasen algún mal a los inocentes lugareños. El brazos largos se rió ante la frase de su compañero, y dándole una palmada en la espalda contestó, siguiendo la broma:
- ¡Uffff!, el Coordinador Jefe Cornelius D. Iulio empleándose a fondo. El día de hoy puede ser histórico.
Poco después avistaron el navío pirata y comenzaron a maniobrar para rodearles. El Comandante, mirando a sus compañeros, sonrió y asintió. No permitirían que aquellos desgraciados continuasen campando a sus anchas. Había llegado la hora de que respondiesen por sus crímenes. Con voz lo suficientemente alta para que sus subordinados la oyesen, el espadachín alzó el puño y exclamó:
- ¡Vamos muchachos, es hora de mostrar a esos cabrones el poder de la justicia!
Las órdenes de Zuko estaban claras, así que no había demasiado que hacer hasta que avistásemos al enemigo. Oswalt no podía ser menospreciado, de forma que, en mayor o menor medida, los tripulantes seleccionados para la misión se caracterizaban por atesorar una experiencia que sería útil en aquella operación.
Me limité a contemplar la lejanía en espera de que nuestro objetivo apareciese ante nosotros y, efectivamente, así fue. La flota se encontraba peligrosamente cerca de la isla, por lo que se antojaba crucial que el enfrentamiento diese comienzo cuanto antes. La maquinaria de los barcos comenzó a rendir a toda potencia, incrementando su velocidad hasta el máximo que se podía permitir. Los buques comenzaron a distanciarse entre sí para dar forma a la estrategia que el vicealmirante había concebido.
―Voy poniéndome en marcha ―comenté antes de comenzar a refulgir. Antes de que tuviesen la opción de despedirse de mí, había desaparecido ante los ojos de mis compañeros. Me materialicé en uno de los navíos más distantes, uno de los destinados a impedir la retirada de 'El Broncas'. Los marines se sorprendieron al verme aparecer de la nada, pero no era momento de distracciones―. Raro, ¿verdad? ―dije al tiempo que me dirigía hacia la proa de la embarcación―. ¡Pues cerrad la boca y vamos a por ellos!
Mis recién adquiridos subordinados se pusieron manos a la obra enseguida, recuperando sus labores para dar caza a los piratas. Rebasamos su posición, aunque pronto quedó manifiestamente claro que no tenían planeado huir. Por el contrario, intentaban continuar avanzando hacia la población pesquera.
―¡No podemos permitir que lleguen! ―exclamé―. ¡Fuego! ―Una hilera de cañones vomitó sus proyectiles, fijando uno de los tres barcos de la flota de 'The Brawlers' como objetivo. Algunas de las grandes bolas hicieron diana, mientras que otras levantaron altas columnas de agua al errar. No obstante, los daños sufridos no impidieron al navío continuar con su avance, respondiendo al mismo tiempo con otra descarga.
Nuestro barco se sacudió como consecuencia de la violencia recibida, pero no podíamos recular.
―¡Más rápido! ―bramé―.¡Tenemos que acercarnos a ellos! ¡No pueden llegar a la isla!
Me limité a contemplar la lejanía en espera de que nuestro objetivo apareciese ante nosotros y, efectivamente, así fue. La flota se encontraba peligrosamente cerca de la isla, por lo que se antojaba crucial que el enfrentamiento diese comienzo cuanto antes. La maquinaria de los barcos comenzó a rendir a toda potencia, incrementando su velocidad hasta el máximo que se podía permitir. Los buques comenzaron a distanciarse entre sí para dar forma a la estrategia que el vicealmirante había concebido.
―Voy poniéndome en marcha ―comenté antes de comenzar a refulgir. Antes de que tuviesen la opción de despedirse de mí, había desaparecido ante los ojos de mis compañeros. Me materialicé en uno de los navíos más distantes, uno de los destinados a impedir la retirada de 'El Broncas'. Los marines se sorprendieron al verme aparecer de la nada, pero no era momento de distracciones―. Raro, ¿verdad? ―dije al tiempo que me dirigía hacia la proa de la embarcación―. ¡Pues cerrad la boca y vamos a por ellos!
Mis recién adquiridos subordinados se pusieron manos a la obra enseguida, recuperando sus labores para dar caza a los piratas. Rebasamos su posición, aunque pronto quedó manifiestamente claro que no tenían planeado huir. Por el contrario, intentaban continuar avanzando hacia la población pesquera.
―¡No podemos permitir que lleguen! ―exclamé―. ¡Fuego! ―Una hilera de cañones vomitó sus proyectiles, fijando uno de los tres barcos de la flota de 'The Brawlers' como objetivo. Algunas de las grandes bolas hicieron diana, mientras que otras levantaron altas columnas de agua al errar. No obstante, los daños sufridos no impidieron al navío continuar con su avance, respondiendo al mismo tiempo con otra descarga.
Nuestro barco se sacudió como consecuencia de la violencia recibida, pero no podíamos recular.
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Los barcos ya empezaron a moverse. Aquel en el que iba Zuko se posicionó para bloquear la flota, yendo en horizontal. Pudo ver como los barcos empezaban a aminorar su velocidad cuando veían que estaban siendo no solo bloqueados, también rodeados. El dragón se colocó de pie en la baranda del barco, mirando al navío de Oswalt, con cierta declaración de intenciones. Entonces levantó una mano y ordenó que disparasen los cañones. Enormes bolas de hierro salieron disparadas hacia el barco, sin embargo...
Una figura saltó varios metros en el aire desde la cubierta. Las balas de cañón que iban directas al barco fueron detenidas en mitad del aire por ondas cortantes, explotando en el cielo, mientras que las otras balas impactaron en el agua, sacudiéndola y levantando torrentes acuáticos. Antes de caer, la misma figura mandó una onda cortante hacia donde estaba el dragón. Se colocó en posición y dio un puñetazo al aire, enviando una potente onda de choque que golpeó con la onda cortante y la detuvo, levantando una onda expansiva desde el epicentro del choque.
—¡Seguid disparando!
Saltó de la baranda utilizando el geppou, directo hacia la figura del espadachín que había aterrizado en la cofa de su propio barco. El dragón giró sobre si mismo y le dio una patada cargada de haki, que fue bloqueada con cierto esfuerzo por el sable ennegrecido del hombre. Lo reconoció de los carteles, era Oswalt. Calvo y con un lustroso mostacho rubio, llevando una cimitarra en cada mano y vestido con una casaca roja típica de un pirata. Lo miraba, sonriendo, como si estuviese esperando la bronca desde el principio.
Una figura saltó varios metros en el aire desde la cubierta. Las balas de cañón que iban directas al barco fueron detenidas en mitad del aire por ondas cortantes, explotando en el cielo, mientras que las otras balas impactaron en el agua, sacudiéndola y levantando torrentes acuáticos. Antes de caer, la misma figura mandó una onda cortante hacia donde estaba el dragón. Se colocó en posición y dio un puñetazo al aire, enviando una potente onda de choque que golpeó con la onda cortante y la detuvo, levantando una onda expansiva desde el epicentro del choque.
—¡Seguid disparando!
Saltó de la baranda utilizando el geppou, directo hacia la figura del espadachín que había aterrizado en la cofa de su propio barco. El dragón giró sobre si mismo y le dio una patada cargada de haki, que fue bloqueada con cierto esfuerzo por el sable ennegrecido del hombre. Lo reconoció de los carteles, era Oswalt. Calvo y con un lustroso mostacho rubio, llevando una cimitarra en cada mano y vestido con una casaca roja típica de un pirata. Lo miraba, sonriendo, como si estuviese esperando la bronca desde el principio.
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En cuanto Iulio, casi sin mediar palabra, se desplazó a la inhumana velocidad que su akuma le proporcionaba hasta otro de los navíos de su pequeña flota, el brazos largos hizo lo propio. Activando su electro-jetpack voló hasta otro de los buques y aterrizó suavemente sobre cubierta. Iulio se estaba encargando de atacar al barco de la izquierda, y Zuko dirigía la ofensiva contra el navío central, por lo que solo faltaba atacar a una de las tres embarcaciones piratas, la situada en el lateral derecho.
- ¡Vamos allá, compañeros! ¡Esos malnacidos no verán un día más de libertad! - Gritó a sus subordinados. Los hombres seleccionados para aquella misión eran, teóricamente, de los más preparados entre los efectivos de que la Marina disponía en la primera mitad del Grand Line. - ¡Cargad los cañones y comenzad a disparar! ¡Hay que presionar a esos cabrones para evitar que se acerquen a la aldea!
El Comandante corrió hacia el timón y, una vez frente al encargado de manejarlo, le dio las instrucciones pertinentes:
- Hay que intentar bloquear su avance, interponerse entre ellos y la aldea. Si quieren aterrizar, que lo hagan en otro lugar.
Dicho esto el espadachín lanzó una pegajosa telaraña hacia el mástil del barco enemigo. Una vez estuvo fija, se agarró a ella y la utilizó como liana para avanzar por el aire y abordarlo. Sin embargo un hombre saltó y, con un poderoso tajo, cortó la telaraña. El marine, desequilibrado y sin punto alguno de apoyo, comenzó a caer. Bajo su posición tan solo había mar abierto, por lo que si no hacía algo se enfrentaba a una muerte segura. Por suerte llevaba el electro-jetpack, por lo que solo tuvo que pulsar nuevamente el botón de encendido y logró estabilizarse en el aire.
Suspiró, aliviado. Desplazarse mediante sus telarañas molaba y quedaba muy bien, eso era indiscutible, pero aquello acababa de demostrar que tal vez no fuese la forma más adecuada de moverse en mitad del mar. Al menos no si no quería poner en riesgo su propia integridad.
Una vez se hubo estabilizado y hubo reanudado su marcha hacia el barco enemigo pudo ver quién había cortado su telaraña. Mirándole desafiante desde cubierta había un tipo al que reconocía por su cartel de "Se Busca". Pelirrojo y con una larga barba, alto y corpulento, con enormes músculos adornando su torso, sus hombros y sus brazos, y solo un chaleco negro y unos pantalones amarillos cubriéndolos, era inconfundible. Jack "La Rata" Barnes, segundo al mando de Oswalt. Tristemente famoso por su colaboración en todos los malvados actos de su capitán y sobre todo por su asquerosa afición por violar y descuartizar salvajemente mujeres allá por donde su banda pasaba, se había ganado en los últimos tiempos una recompensa por su cabeza de ciento noventa millones, poco menos de la mitad de su capitán, pero una cifra mucho más que respetable para alguien que aún no había llegado al Nuevo Mundo.
El marine apretó los puños, lleno de rabia. Iba a dar su merecido a aquel hijo de puta costara lo que costara, se aseguraría de que no volvía a cometer ninguno de esos abyectos crímenes que, por desgracia, se habían convertido en una costumbre en los últimos meses. Pagaría por todos ellos aquel día, sufriendo en sus carnes lo que todas esas pobres chicas habían padecido por su culpa. El brazos largos aterrizó en cubierta de un salto y miró al pirata. Este, considerablemente más alto que él, descansaba su gigantesco espadón sobre el hombro derecho.
- Dejadme al marine, chicos. - Dijo a sus nakamas. - Yo me encargo de él.
- ¡Vamos allá, compañeros! ¡Esos malnacidos no verán un día más de libertad! - Gritó a sus subordinados. Los hombres seleccionados para aquella misión eran, teóricamente, de los más preparados entre los efectivos de que la Marina disponía en la primera mitad del Grand Line. - ¡Cargad los cañones y comenzad a disparar! ¡Hay que presionar a esos cabrones para evitar que se acerquen a la aldea!
El Comandante corrió hacia el timón y, una vez frente al encargado de manejarlo, le dio las instrucciones pertinentes:
- Hay que intentar bloquear su avance, interponerse entre ellos y la aldea. Si quieren aterrizar, que lo hagan en otro lugar.
Dicho esto el espadachín lanzó una pegajosa telaraña hacia el mástil del barco enemigo. Una vez estuvo fija, se agarró a ella y la utilizó como liana para avanzar por el aire y abordarlo. Sin embargo un hombre saltó y, con un poderoso tajo, cortó la telaraña. El marine, desequilibrado y sin punto alguno de apoyo, comenzó a caer. Bajo su posición tan solo había mar abierto, por lo que si no hacía algo se enfrentaba a una muerte segura. Por suerte llevaba el electro-jetpack, por lo que solo tuvo que pulsar nuevamente el botón de encendido y logró estabilizarse en el aire.
Suspiró, aliviado. Desplazarse mediante sus telarañas molaba y quedaba muy bien, eso era indiscutible, pero aquello acababa de demostrar que tal vez no fuese la forma más adecuada de moverse en mitad del mar. Al menos no si no quería poner en riesgo su propia integridad.
Una vez se hubo estabilizado y hubo reanudado su marcha hacia el barco enemigo pudo ver quién había cortado su telaraña. Mirándole desafiante desde cubierta había un tipo al que reconocía por su cartel de "Se Busca". Pelirrojo y con una larga barba, alto y corpulento, con enormes músculos adornando su torso, sus hombros y sus brazos, y solo un chaleco negro y unos pantalones amarillos cubriéndolos, era inconfundible. Jack "La Rata" Barnes, segundo al mando de Oswalt. Tristemente famoso por su colaboración en todos los malvados actos de su capitán y sobre todo por su asquerosa afición por violar y descuartizar salvajemente mujeres allá por donde su banda pasaba, se había ganado en los últimos tiempos una recompensa por su cabeza de ciento noventa millones, poco menos de la mitad de su capitán, pero una cifra mucho más que respetable para alguien que aún no había llegado al Nuevo Mundo.
El marine apretó los puños, lleno de rabia. Iba a dar su merecido a aquel hijo de puta costara lo que costara, se aseguraría de que no volvía a cometer ninguno de esos abyectos crímenes que, por desgracia, se habían convertido en una costumbre en los últimos meses. Pagaría por todos ellos aquel día, sufriendo en sus carnes lo que todas esas pobres chicas habían padecido por su culpa. El brazos largos aterrizó en cubierta de un salto y miró al pirata. Este, considerablemente más alto que él, descansaba su gigantesco espadón sobre el hombro derecho.
- Dejadme al marine, chicos. - Dijo a sus nakamas. - Yo me encargo de él.
Mirando más allá del velamen del barco que me había tocado abordar, pude comprobar que el resto de la flota reunida por Zuko hacía su función a la perfección. El navío comandado por el vicealmirante les había cerrado el camino, mientras que los demás flanqueaban su posición para formar un cerco en torno a los corsarios. Pese a lo sobrecogedora que en teoría debería ser la situación, los gritos eufóricos de los piratas inundaban el aire con el clamor de la guerra.
«Están locos», me dije, apretando los dientes mientras comprobaba por qué le apodaban 'El Broncas'. La guerra y la sangre eran el terreno donde Oswalt y sus hombres se sentían cómodos, su hogar, por referirme a aquella despreciable forma de vida de un modo más sentimental. La sorpresa también se reflejaba en los rostros de mis subordinados, que no tardaron en ser jaleados por mí una vez más para que no se quedasen quietos.
Necesitaban una inyección de moral, así que di orden de que preparasen una nueva descarga y continuasen aproximándose a la embarcación objetivo. Entretanto, alcé una mano y las puntas de mis cinco dedos comenzaron a brillar con fuerza. Una hilera de corsarios se había dispuesto tras la borda, disparándonos con sus rifles en cuanto nos supieron a tiro. Aquellas balas no me harían nada, así que no me molesté en ocultarme y me limité a devolver el fuego.
―¡Más cerca! ¡Tenemos que abordarles! ―Por fortuna el bloqueo había hecho efecto y la flota de piratas no había conseguido llegar a puerto. Algo era algo. Como si de una ametralladora se tratase, mi mano comenzó a arrojar láseres a toda velocidad. Shining Machine Gun recorría la cubierta de los enemigos, abatiendo a los necios que intentaban abandonar momentáneamente su cobertura para atacarnos―. ¡No paréis! ―Con los enemigos parapetados para no sufrir más bajas, era el momento de insuflar moral a los míos―. ¡Son nuestros!
Entonces noté el dolor. Una de los proyectiles había rozado mi hombro, arrebatándome un ahogado gemido que me forcé a disimular para que mis hombres no fuesen conscientes de lo que acababa de suceder. Saber que entre los corsarios había alguien capaz de herir a un Logia podría desmoralizar a las tropas, y eso era algo que no me podía permitir.
Durante el transcurso del tiroteo nos habíamos aproximado considerablemente a la embarcación enemiga, así que no dudé en dar la orden de abordaje. Los preparativos comenzaron, pero yo clavé mi mirada en quien me había dañado. Un tipo alto y corpulento, calvo y con una espesa barba negra me observaba con una media sonrisa en su rostro. Empleaba unos pantalones bombachos marrones y cubría su velludo torso con un chaleco sin mangas de cuero negro. Una cimitarra cuyo grosor de hoja resultaba desmesurado era firmemente asida por su mano derecha, mientras que la izquierda sostenía la humeante pistola con la que me había disparado.
Su cara me sonaba vagamente. Me había esforzado por retener la información relevante sobre la misión, pero memorizar los rostros de los lugartenientes del 'Broncas' ya era demasiado; más aún teniendo en cuenta la atención que acostumbraba a prestar a las explicaciones de mis superiores. De un modo u otro y pese a que no recordase su nombre, acertaba a vislumbrar unos cuantos ceros bajo la imagen de su cara, tal vez más de los que era habitual. Sí, aquél era el mío.
―Hasta aquí habéis llegado ―comenté al tiempo que mis brazos comenzaban a brillar hasta el codo.
«Están locos», me dije, apretando los dientes mientras comprobaba por qué le apodaban 'El Broncas'. La guerra y la sangre eran el terreno donde Oswalt y sus hombres se sentían cómodos, su hogar, por referirme a aquella despreciable forma de vida de un modo más sentimental. La sorpresa también se reflejaba en los rostros de mis subordinados, que no tardaron en ser jaleados por mí una vez más para que no se quedasen quietos.
Necesitaban una inyección de moral, así que di orden de que preparasen una nueva descarga y continuasen aproximándose a la embarcación objetivo. Entretanto, alcé una mano y las puntas de mis cinco dedos comenzaron a brillar con fuerza. Una hilera de corsarios se había dispuesto tras la borda, disparándonos con sus rifles en cuanto nos supieron a tiro. Aquellas balas no me harían nada, así que no me molesté en ocultarme y me limité a devolver el fuego.
―¡Más cerca! ¡Tenemos que abordarles! ―Por fortuna el bloqueo había hecho efecto y la flota de piratas no había conseguido llegar a puerto. Algo era algo. Como si de una ametralladora se tratase, mi mano comenzó a arrojar láseres a toda velocidad. Shining Machine Gun recorría la cubierta de los enemigos, abatiendo a los necios que intentaban abandonar momentáneamente su cobertura para atacarnos―. ¡No paréis! ―Con los enemigos parapetados para no sufrir más bajas, era el momento de insuflar moral a los míos―. ¡Son nuestros!
Entonces noté el dolor. Una de los proyectiles había rozado mi hombro, arrebatándome un ahogado gemido que me forcé a disimular para que mis hombres no fuesen conscientes de lo que acababa de suceder. Saber que entre los corsarios había alguien capaz de herir a un Logia podría desmoralizar a las tropas, y eso era algo que no me podía permitir.
Durante el transcurso del tiroteo nos habíamos aproximado considerablemente a la embarcación enemiga, así que no dudé en dar la orden de abordaje. Los preparativos comenzaron, pero yo clavé mi mirada en quien me había dañado. Un tipo alto y corpulento, calvo y con una espesa barba negra me observaba con una media sonrisa en su rostro. Empleaba unos pantalones bombachos marrones y cubría su velludo torso con un chaleco sin mangas de cuero negro. Una cimitarra cuyo grosor de hoja resultaba desmesurado era firmemente asida por su mano derecha, mientras que la izquierda sostenía la humeante pistola con la que me había disparado.
Su cara me sonaba vagamente. Me había esforzado por retener la información relevante sobre la misión, pero memorizar los rostros de los lugartenientes del 'Broncas' ya era demasiado; más aún teniendo en cuenta la atención que acostumbraba a prestar a las explicaciones de mis superiores. De un modo u otro y pese a que no recordase su nombre, acertaba a vislumbrar unos cuantos ceros bajo la imagen de su cara, tal vez más de los que era habitual. Sí, aquél era el mío.
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Zuko frunció el ceño. Sus pies tocaron suelo y, enseguida, dirigió un puñetazo que conectó con su barbilla, mandándolo disparado hacia arriba, rompiendo la punta del mástil y haciendo que esta cayera al agua con un fuerte estruendo. El dragón entonces saltó, cortando el avance del lanzamiento y golpeándolo en el pecho, mandándolo directo a la cubierta del barco. La espalda del hombre astilló la madera y se quedó allí, tumbado, mientras Zuko aterrizaba a un par de metros de él. Los demás piratas enseguida lo miraron, soltando gritos e improperios. Oswalt se levantó del suelo, dando la orden a todo el mundo de quedarse quieto.
—¡Proteged el barco de los marines! ¡Yo me encargo de este!
Los hombres celebraron la orden y el dragón vio como empezaban a colocarse y preparándose para defenderse del abordaje de los marines del barco en el que había venido Zuko. El dragón se quitó la chaqueta que usaba a modo de capa y la lanzó a un lado, moviendo el cuello haciendo que crujiese, preparándose para la pelea.
—Sabes quién soy, ¿verdad?
—El vicealmirante que derrotó a Krauser. El Príncipe Dragón, la bestia que todo pirata debe temer... a pesar de que como dragón sigue a la sombra de Dexter Black.
El hombre sonrió. Quería provocar a Zuko y este empezaba a ver porque lo llamaban "El Broncas". El dragón se crujió los nudillos y se colocó en posición, casi disfrutando aquello. Sin embargo, aunque le gustaba combatir, no dejaría atrás lo verdaderamente importante: Cumplir la misión.
—Última oportunidad, Oswalt. Entrégate antes de que más de tus hombres mueran.
—¡Ja! ¡Que cara de soso tienes! Estarías más guapo... —saltó contra Zuko con una potencia considerable, levantando en ristre sus cimitarras—¡¡Si sonrieras más!!
El dragón esquivó los cortes moviéndose a un lado con el kami e, dirigiendo un puñetazo directo al costillar del pirata que había quedado descubierto tras su ataque. El hombre, que pareció verlo venir, saltó a un lado y lo evitó, mientras se colocaba en posición con sus sables, casi como si bailara, esperando el próximo movimiento.
—¡Proteged el barco de los marines! ¡Yo me encargo de este!
Los hombres celebraron la orden y el dragón vio como empezaban a colocarse y preparándose para defenderse del abordaje de los marines del barco en el que había venido Zuko. El dragón se quitó la chaqueta que usaba a modo de capa y la lanzó a un lado, moviendo el cuello haciendo que crujiese, preparándose para la pelea.
—Sabes quién soy, ¿verdad?
—El vicealmirante que derrotó a Krauser. El Príncipe Dragón, la bestia que todo pirata debe temer... a pesar de que como dragón sigue a la sombra de Dexter Black.
El hombre sonrió. Quería provocar a Zuko y este empezaba a ver porque lo llamaban "El Broncas". El dragón se crujió los nudillos y se colocó en posición, casi disfrutando aquello. Sin embargo, aunque le gustaba combatir, no dejaría atrás lo verdaderamente importante: Cumplir la misión.
—Última oportunidad, Oswalt. Entrégate antes de que más de tus hombres mueran.
—¡Ja! ¡Que cara de soso tienes! Estarías más guapo... —saltó contra Zuko con una potencia considerable, levantando en ristre sus cimitarras—¡¡Si sonrieras más!!
El dragón esquivó los cortes moviéndose a un lado con el kami e, dirigiendo un puñetazo directo al costillar del pirata que había quedado descubierto tras su ataque. El hombre, que pareció verlo venir, saltó a un lado y lo evitó, mientras se colocaba en posición con sus sables, casi como si bailara, esperando el próximo movimiento.
Kenzo Nakajima
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El marine, desenvainando a Amida y Shinigami, acortó rápidamente la distancia que le separaba del pirata y atacó con ambas espadas, buscando herirle en el pecho. Sin embargo el corpulento criminal se movió con una velocidad bastante mayor a la que esperaba para bloquear su ataque con su espadón, demostrando unos reflejos mucho más que respetables. Acto seguido continuó su movimiento con un tajo en diagonal que el brazos largos bloqueó cruzando sus espadas.
Sus brazos se resintieron notablemente cuando las armas colisionaron, y la potencia del ataque del pirata fue tal que el marine salió despedido hacia atrás. Aprovechando la inercia dio una voltereta hacia atrás en el aire que le permitió caer de pie. Sus cuatro codos le dolían ligeramente. Era una sensación extraña, ya que al no poseer ya receptores del dolor en la piel ni el tejido subcutáneo debido a las grandes quemaduras que había sufrido no sentía dolor cuando le cortaban o golpeaban. Sin embargo las articulaciones, tan profundas, eran otra cosa. Tal vez fuese la primera vez que consideraba sus codos dobles como una desventaja, pues ahora sentía molestias en el doble de articulaciones que un humano normal.
Si algo le quedaba claro era que mediante la fuerza bruta no iba a vencer a aquel hombre, pues aquella montaña de músculos había demostrado ya en los escasos golpes que habían intercambiado que iba sobrado en ese aspecto. No, si quería derrotarle tendría que ser a través de su habilidad, su velocidad y su capacidad para pensar con rapidez.
- Me da igual que seas un oficial, marine. Ahora te vas a enterar de por qué todo el mundo en este mar teme el nombre de Jack "La Rata" Barnes. - Dijo con voz amenazante el enorme corsario.
En ese momento el pelo carmesí de su cabeza y su barba se fue extendiendo por su cuerpo a medida que crecía algo más hasta casi doblar a Kenzo en tamaño. Su rostro se alargó hasta formar un hocico terminado en dos grandes dientes, y una larga cola brotó a su espalda. Ahora sí que no le cabía duda de por qué le llamaban "La Rata", aunque dados sus abyectos crímenes el apodo tampoco le había extrañado antes. Eso sí, resultaba cuanto menos curioso observar a aquel híbrido entre hombre y roedor de color rojo brillante.
- Puta rata asquerosa. - Escupió Kenzo a modo de respuesta. - Tus días de violaciones y asesinatos han terminado, cabrón.
Sus brazos se resintieron notablemente cuando las armas colisionaron, y la potencia del ataque del pirata fue tal que el marine salió despedido hacia atrás. Aprovechando la inercia dio una voltereta hacia atrás en el aire que le permitió caer de pie. Sus cuatro codos le dolían ligeramente. Era una sensación extraña, ya que al no poseer ya receptores del dolor en la piel ni el tejido subcutáneo debido a las grandes quemaduras que había sufrido no sentía dolor cuando le cortaban o golpeaban. Sin embargo las articulaciones, tan profundas, eran otra cosa. Tal vez fuese la primera vez que consideraba sus codos dobles como una desventaja, pues ahora sentía molestias en el doble de articulaciones que un humano normal.
Si algo le quedaba claro era que mediante la fuerza bruta no iba a vencer a aquel hombre, pues aquella montaña de músculos había demostrado ya en los escasos golpes que habían intercambiado que iba sobrado en ese aspecto. No, si quería derrotarle tendría que ser a través de su habilidad, su velocidad y su capacidad para pensar con rapidez.
- Me da igual que seas un oficial, marine. Ahora te vas a enterar de por qué todo el mundo en este mar teme el nombre de Jack "La Rata" Barnes. - Dijo con voz amenazante el enorme corsario.
En ese momento el pelo carmesí de su cabeza y su barba se fue extendiendo por su cuerpo a medida que crecía algo más hasta casi doblar a Kenzo en tamaño. Su rostro se alargó hasta formar un hocico terminado en dos grandes dientes, y una larga cola brotó a su espalda. Ahora sí que no le cabía duda de por qué le llamaban "La Rata", aunque dados sus abyectos crímenes el apodo tampoco le había extrañado antes. Eso sí, resultaba cuanto menos curioso observar a aquel híbrido entre hombre y roedor de color rojo brillante.
- Puta rata asquerosa. - Escupió Kenzo a modo de respuesta. - Tus días de violaciones y asesinatos han terminado, cabrón.
―¡No os detengáis! ―exclamó el de la pistola y la cimitarra―. ¡Embestid a quien haga falta, pero no podemos permitir que nos rodeen y nos retengan aquí!
Sus tripulantes siguieron sus órdenes, imprimiendo ánimos renovados a la embarcación sin importar qué o quién se interpusiese en su camino. El timonel hizo girar el timón, orientando el barco hacia el mínimo espacio que había quedado entre dos buques de la Marina.La colisión no tardó en acontecer, desplazando a ambos navíos y permitiendo que los piratas pasaran por el hueco abierto a la fuerza.
―¡Seguidles! ―ordené, mirando con urgencia a nuestro timonel para que no causase más daños en los barcos aliados. Los otros dos navíos de los bucaneros ya eran un campo de batalla, por lo que no tenía demasiado sentido asegurar un bloqueo innecesario. Por el contrario, proteger el pueblo pesquero era crucial. Tal vez el universo me había pagado con aquella tarea por repetirlo tan insistentemente; algo similar a un "si tanto te importa, hazlo tú mismo".
Esperé a que no hubiese probabilidad de dañar a los marines que dejábamos atrás para concentrar una gran cantidad de luz en mi mano derecha y, fijando el objetivo en la cubierta del enemigo, lancé un violento proyectil de luz. Shining Bullet perforó la madera y la hizo saltar por los aires, lanzando a muchos bucaneros por la borda y desatando gritos de dolor e incomprensión. Aun así, el barco se resistía a hundirse.
―¡Fuego! ―exclamó una voz en el barco enemigo al tiempo que dos cañones asomaban en la popa. Vomitaron sus grandes balas sobre nosotros, incidiendo sobe nuestra proa y provocando que todo se tambalease bajo nuestros pies. Aun así, los desperfectos de su barco parecían a simple vista más graves que los del nuestro. Las órdenes de persecución se sucedían una tras otra, naciendo con apremio desde mi garganta y golpeando los tímpanos de mis subordinados. Recortábamos distancia, pero no sabía si sería suficiente para cerrarles el paso.
―¡A la mierda! ―dije, acercándome al oficial más cercano que encontré―. Voy para allá, pero que no se os ocurra dejar de perseguirles. Interponeos en su camino o haced lo que haga falta, pero detenedles y abordad el barco.
Las instrucciones eran pocas pero claras, así que sólo quedaba poner de mi parte para que no llegasen a tierra firme. Asumiendo mi forma elemental, me deshice en un sinfín de destellos luminosos para, menos de un segundo después, materializarme junto al tipo de la barba. Mi puño derecho, que ya reflejaba incandescente calor desde hacía un rato, conectó con su quijada, enviándole contra el mástil.
Sus tripulantes siguieron sus órdenes, imprimiendo ánimos renovados a la embarcación sin importar qué o quién se interpusiese en su camino. El timonel hizo girar el timón, orientando el barco hacia el mínimo espacio que había quedado entre dos buques de la Marina.La colisión no tardó en acontecer, desplazando a ambos navíos y permitiendo que los piratas pasaran por el hueco abierto a la fuerza.
―¡Seguidles! ―ordené, mirando con urgencia a nuestro timonel para que no causase más daños en los barcos aliados. Los otros dos navíos de los bucaneros ya eran un campo de batalla, por lo que no tenía demasiado sentido asegurar un bloqueo innecesario. Por el contrario, proteger el pueblo pesquero era crucial. Tal vez el universo me había pagado con aquella tarea por repetirlo tan insistentemente; algo similar a un "si tanto te importa, hazlo tú mismo".
Esperé a que no hubiese probabilidad de dañar a los marines que dejábamos atrás para concentrar una gran cantidad de luz en mi mano derecha y, fijando el objetivo en la cubierta del enemigo, lancé un violento proyectil de luz. Shining Bullet perforó la madera y la hizo saltar por los aires, lanzando a muchos bucaneros por la borda y desatando gritos de dolor e incomprensión. Aun así, el barco se resistía a hundirse.
―¡Fuego! ―exclamó una voz en el barco enemigo al tiempo que dos cañones asomaban en la popa. Vomitaron sus grandes balas sobre nosotros, incidiendo sobe nuestra proa y provocando que todo se tambalease bajo nuestros pies. Aun así, los desperfectos de su barco parecían a simple vista más graves que los del nuestro. Las órdenes de persecución se sucedían una tras otra, naciendo con apremio desde mi garganta y golpeando los tímpanos de mis subordinados. Recortábamos distancia, pero no sabía si sería suficiente para cerrarles el paso.
―¡A la mierda! ―dije, acercándome al oficial más cercano que encontré―. Voy para allá, pero que no se os ocurra dejar de perseguirles. Interponeos en su camino o haced lo que haga falta, pero detenedles y abordad el barco.
Las instrucciones eran pocas pero claras, así que sólo quedaba poner de mi parte para que no llegasen a tierra firme. Asumiendo mi forma elemental, me deshice en un sinfín de destellos luminosos para, menos de un segundo después, materializarme junto al tipo de la barba. Mi puño derecho, que ya reflejaba incandescente calor desde hacía un rato, conectó con su quijada, enviándole contra el mástil.
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El pirata saltó hacia delante de nuevo, atacando con sus espadas al marine. El dragón detuvo ambas con las manos ennegrecidas, haciendo que el hombre parara en seco, creando una onda expansiva de aire por el impacto. Sujetaba ambas espadas, mirando al hombre a los ojos, aunque el tipo no dejaba de sonreír de forma macabra. El dragón echó la cabeza hacia atrás y le dio un cabezazo en la frente. Soltó una de sus espadas con un aspamiento, moviendo su brazo y dejando su torso al descubierto. Con el puño golpeó su pecho unas tres veces mientras con la otra mano intentaba ejercer fuerza para romper la cimitarra, aunque no lo consiguió.
«Putos espadachines y sus armas especiales...» —pensó, recordando sus combates contra Zane y Therax.
El hombre dio un tirón y se liberó del agarre. Entonces, a una velocidad que el dragón no vio venir, le dio una patada en el pecho. Fue fuerte, haciéndole retroceder unos centímetros. En ese instante de distracción, el pirata aprovecho para atacar de forma descendente con su cimitarra ennegrecida. En el último momento, el dragón colocó el dorso de la mano, también envuelto en haki, en medio del ataque, provocando una vez más un choque de voluntades que parecía romper el aire, demostrando al dragón que ambos combatientes estaban parejos en el uso del haki de armadura.
El dragón rechazó de un empujón la espada y giró sobre si mismo, dando una patada giratoria al rostro del hombre, empezando a utilizar sus movimientos de artes marciales en vez de golpear ciegamente. La patada, que debió ser demasiado rápida para que Oswalt la viese venir, impactó de lleno en su rostro, enviándolo a volar y chocar contra el mástil. Sin embargo, enseguida se puso de pie de nuevo y corrió a toda velocidad hacia el dragón, dirigiendo rápidos cortes con sus cimitarras.
«Putos espadachines y sus armas especiales...» —pensó, recordando sus combates contra Zane y Therax.
El hombre dio un tirón y se liberó del agarre. Entonces, a una velocidad que el dragón no vio venir, le dio una patada en el pecho. Fue fuerte, haciéndole retroceder unos centímetros. En ese instante de distracción, el pirata aprovecho para atacar de forma descendente con su cimitarra ennegrecida. En el último momento, el dragón colocó el dorso de la mano, también envuelto en haki, en medio del ataque, provocando una vez más un choque de voluntades que parecía romper el aire, demostrando al dragón que ambos combatientes estaban parejos en el uso del haki de armadura.
El dragón rechazó de un empujón la espada y giró sobre si mismo, dando una patada giratoria al rostro del hombre, empezando a utilizar sus movimientos de artes marciales en vez de golpear ciegamente. La patada, que debió ser demasiado rápida para que Oswalt la viese venir, impactó de lleno en su rostro, enviándolo a volar y chocar contra el mástil. Sin embargo, enseguida se puso de pie de nuevo y corrió a toda velocidad hacia el dragón, dirigiendo rápidos cortes con sus cimitarras.
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Con su curiosa transformación aquel tipo seguramente hubiese aumentado sus capacidades físicas, como usuario zoan él mismo conocía bien las habilidades que una de estas frutas podía otorgar. Así que cuando la rata carmesí se lanzó hacia él al marine no le sorprendió la enorme velocidad que habían adquirido sus movimientos. Pudo ver cómo una armadura semitransparente recubría el espadón de Barnes, y reaccionó justo a tiempo para evitar que la gran arma le segara la cabeza, agachándose bruscamente. La espada pasó apenas unos centímetros por encima de su cabeza, y el brazos largos aprovechó que había doblado sus piernas para impulsarse con fuerza y atacar con sus dos espadas imbuidas en Haki. Sin embargo, se topó con que la armadura de la rata se había vuelto de un tono negro metalizado, y sus armas rebotaron contra ella sin apenas dañarla.
El pirata tan solo retrocedió unos centímetros mientras el marine se veía forzado a alejarse para evitar un nuevo envite de su espadón. Ya a una distancia prudencial comenzó a hacer girar sus brazos a gran velocidad hasta que, tras alcanzar la suficiente, los estiró hacia delante, apuntando con ellos al corsario. Una potente ráfaga de viento emergió de ellas, avanzando en dirección a Barnes a gran velocidad.
- Nitoryuu: Ju Taka No Arashi. - Pronunció el espadachín.
Su oponente, sin embargo, trazó un arco con su espadón, lanzando en respuesta una poderosa onda cortante que evitó que la ráfaga llegase a tocarle. El marine frunció el ceño. Aquel tipo era más duro de lo que esperaba, parecía valer los millones que se ofrecían por su cabeza. Iba a tener que emplearse a fondo.
En ese momento a ambos lados de su espalda comenzaron a brotar ocho arácnidas patas que, una vez crecidas, desenvainaron cada una una de las espadas restantes de Kenzo. Empuñando sus diez katanas, el marine vendado miró desafiante a su oponente, haciéndole un gesto para incitarle a ir a por él. Las cosas se habían puesto serias.
El pirata tan solo retrocedió unos centímetros mientras el marine se veía forzado a alejarse para evitar un nuevo envite de su espadón. Ya a una distancia prudencial comenzó a hacer girar sus brazos a gran velocidad hasta que, tras alcanzar la suficiente, los estiró hacia delante, apuntando con ellos al corsario. Una potente ráfaga de viento emergió de ellas, avanzando en dirección a Barnes a gran velocidad.
- Nitoryuu: Ju Taka No Arashi. - Pronunció el espadachín.
Su oponente, sin embargo, trazó un arco con su espadón, lanzando en respuesta una poderosa onda cortante que evitó que la ráfaga llegase a tocarle. El marine frunció el ceño. Aquel tipo era más duro de lo que esperaba, parecía valer los millones que se ofrecían por su cabeza. Iba a tener que emplearse a fondo.
En ese momento a ambos lados de su espalda comenzaron a brotar ocho arácnidas patas que, una vez crecidas, desenvainaron cada una una de las espadas restantes de Kenzo. Empuñando sus diez katanas, el marine vendado miró desafiante a su oponente, haciéndole un gesto para incitarle a ir a por él. Las cosas se habían puesto serias.
La barba del sujeto se había chamuscado en la zona del impacto, pero no tardó en levantarse, enfundar su pistola y apagar las llamas con unas rápidas palmadas. Me miró con evidente rabia en los ojos, pues a nadie le gustaba ser golpeado sin tener margen de reacción. Sus tripulantes me apuntaron con sus armas, pero no les presté la menor atención. El peligro se encontraba frente a mí y portaba una cimitarra. Todos abrieron fuego casi al unísono, pero los proyectiles me atravesaron sin mayores repercusiones. Mi cuerpo quedó plagado de agujeros, que no tardaron en brillar antes de volver a cerrarse.
―Así que por eso has venido a por mí tan decididamente ―dijo con un tono neutro que no ocultaba lo agudo de su voz―. Pues que así sea. ¡No dejéis de avanzar! ¡Hay que llegar a la isla como sea!
―De eso ni hablar ―le contradije, dirigiendo mi dedo índice hacia el pirata que hacía las veces de timonel. Cayó abatido antes de que cualquiera pudiera reaccionar, pero otro no tardó en tomar su lugar. Aun así, cualquier segundo era de vital importancia y el barco que yo había estado comandando se dispuso a cerrar el paso a los corsarios―. No vais a llegar, eso puedes tenerlo claro.
Los marines comenzaron a abrir fuego y aproximaron el navío, comenzando el abordaje al tiempo que yo pasaba a la acción. Lancé un nuevo puñetazo en dirección a su torso, pero empleó la amplia hoja de su cimitarra, ennegrecida por su ambición, para detenerla.
―Una vez sí, pero dos no ―comentó al tiempo que sonreía con satisfacción, deshaciendo el contacto para trazar con un tajo oblicuo del que me esforcé en apartarme. Aun así, acertó a segar parcialmente mi túnica y el uniforme que se ocultaba bajo ella.
―Es un regalo, ¿sabes? ―Mis dedos brillaron con mayor intensidad, vomitando una serie de cinco láseres que esquivó como pudo. Sin embargo, uno de ellos acertó a perforar su hombro. El criminal tuvo que emitir un quejido de dolor, pero se levantó en un alarde de resistencia. Quería dejarme claro que aquello no acabaría allí y que aún podría continuar dando guerra. No había esperado otra cosa en ningún momento, así que me puse en guardia y esperé a que lanzara su ofensiva.
―Así que por eso has venido a por mí tan decididamente ―dijo con un tono neutro que no ocultaba lo agudo de su voz―. Pues que así sea. ¡No dejéis de avanzar! ¡Hay que llegar a la isla como sea!
―De eso ni hablar ―le contradije, dirigiendo mi dedo índice hacia el pirata que hacía las veces de timonel. Cayó abatido antes de que cualquiera pudiera reaccionar, pero otro no tardó en tomar su lugar. Aun así, cualquier segundo era de vital importancia y el barco que yo había estado comandando se dispuso a cerrar el paso a los corsarios―. No vais a llegar, eso puedes tenerlo claro.
Los marines comenzaron a abrir fuego y aproximaron el navío, comenzando el abordaje al tiempo que yo pasaba a la acción. Lancé un nuevo puñetazo en dirección a su torso, pero empleó la amplia hoja de su cimitarra, ennegrecida por su ambición, para detenerla.
―Una vez sí, pero dos no ―comentó al tiempo que sonreía con satisfacción, deshaciendo el contacto para trazar con un tajo oblicuo del que me esforcé en apartarme. Aun así, acertó a segar parcialmente mi túnica y el uniforme que se ocultaba bajo ella.
―Es un regalo, ¿sabes? ―Mis dedos brillaron con mayor intensidad, vomitando una serie de cinco láseres que esquivó como pudo. Sin embargo, uno de ellos acertó a perforar su hombro. El criminal tuvo que emitir un quejido de dolor, pero se levantó en un alarde de resistencia. Quería dejarme claro que aquello no acabaría allí y que aún podría continuar dando guerra. No había esperado otra cosa en ningún momento, así que me puse en guardia y esperé a que lanzara su ofensiva.
- Zuko:
- Oswalt te dirige una serie de amenazantes cortes. Dos de ellos son horizontales a la altura de tu abdomen mientras que los dos siguientes son verticales y pretenden cortar tus hombros. Termina el combo con uno oblicuo y poderoso, considerablemente más lento, pero lanza una onda cortante horizontal que, lejos de poder dañar la embarcación, crece y se dirige hacia ti con intención homicida.
- Nota para el moderador:
- Para hacer el rol más ameno y menos repetitivo para nosotros, hemos decidido, si no hay conveniente, que cada uno guiará las acciones del NPC de uno de los otros.
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Bloqueó los primeros cortes utilizando los dorsos de las manos envueltos en haki, rechazándolo de un empujón que sonó con un choque metálico. Siguiendo el ímpetu del empuje movió las espadas de forma que, al bajar verticalmente, fuesen directas a sus hombros. Lo esquivó de nuevo con el kami-e, moviéndose un paso hacia atrás, mientras veía como cargaba su próximo ataque. Era más lento, pero se veía que iba a ser considerablemente más destructivo. Una onda cortante en horizontal fue directo hacia él. El dragón saltó, girando en el aire de forma que la onda pasase bajo su espalda.
Aterrizó de nuevo y, sin parar un solo segundo, giró sobre si mismo dirigiendo una patada al aire cargada de fuego, que enviaba un Phoenix Emperor directo hacia el pirata. El potenciado rankyaku flamígero con forma de fénix debería hacerle cierto daño y, si lo esquivaba, provocaría ciertos daños a la embarcación. En el caso de que lo bloqueara y esparciese su daño, el barco debería verse afectado de igual manera. Ese era su objetivo, hundir el barco.
Una vez enviado ese ataque, se impulsaría hacia delante con gran fuerza y dirigiría un fuerte y rápido puñetazo a su mentón, con el propósito de mandarlo a volar hacia arriba. En el cielo aquel hombre no tenía ningún control, el dragón en cambio sí. En el caso de acertar y hacerle ascender, le seguiría a toda prisa con el geppou hasta colocarse por encima de él, descargando una fuerte patada sobre su estómago que lo enviaría de vuelta al barco con gran potencia.
Aterrizó de nuevo y, sin parar un solo segundo, giró sobre si mismo dirigiendo una patada al aire cargada de fuego, que enviaba un Phoenix Emperor directo hacia el pirata. El potenciado rankyaku flamígero con forma de fénix debería hacerle cierto daño y, si lo esquivaba, provocaría ciertos daños a la embarcación. En el caso de que lo bloqueara y esparciese su daño, el barco debería verse afectado de igual manera. Ese era su objetivo, hundir el barco.
Una vez enviado ese ataque, se impulsaría hacia delante con gran fuerza y dirigiría un fuerte y rápido puñetazo a su mentón, con el propósito de mandarlo a volar hacia arriba. En el cielo aquel hombre no tenía ningún control, el dragón en cambio sí. En el caso de acertar y hacerle ascender, le seguiría a toda prisa con el geppou hasta colocarse por encima de él, descargando una fuerte patada sobre su estómago que lo enviaría de vuelta al barco con gran potencia.
- Kenzo:
- El hombre roedor parece verse provocado por tus gestos. Corre hacia ti con su enorme espada al aire y dirige un potente corte descendente... con más velocidad de la que pudieses creer posible con un arma tan grande. Después de eso, a menos que consigas detener su combo, haría un segundo corte en horizontal a toda prisa, como queriendo dibujar una cruz en el aire a la par que te corta.
Kenzo Nakajima
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La rata carmesí se lanzó hacia el marine haciendo gala nuevamente de su gran velocidad y, cuando llegó ante él, lanzó un tajo descendente tan rápido que sorprendió al brazos largos, que solo tuvo tiempo de alzar a Shinigami y Amida y bloquearlo a duras penas. Pese a que trató de acompañar ligeramente su movimiento para acunarlo y disminuir su poder, sus brazos fueron desplazados hacia abajo por la brutal potencia del impacto.
Acto seguido el pirata continuó con un tajo horizontal tan poderoso como el anterior que el arácnido bloqueó cruzando las cuatro espadas de sus patas derechas. Gracias a la resistencia combinada de los cuatro brazos logró evitar ser desplazado en exceso como había ocurrido con su ataque anterior, y pudo aprovechar la propia inercia del bloqueo para girar sobre sí mismo trescientos sesenta grados a gran velocidad y tratar de cortar a su oponente con las cuatro katanas de sus patas izquierdas, entre las que se encontraban Seigi y Kurai Noroi. Si le daba se pondría con una ligera ventaja, dado que el frío de la primera podría congelar su carne alrededor de la herida y la enzima presente en el frío de la primera evitaría cualquier posible regeneración.
Acertase o no buscaría alejarse ligeramente. Ante un enemigo con mayor fuerza física que él le convenía no mantenerse en distancias demasiado cortas, sino permanecer lo suficientemente alejado para verle venir cuando atacar y poder reaccionar. Tratando de provocar a su rival, el marine habló nuevamente:
- Sucia rata, no eres ni serás nunca rival para el poder de la Marina. Disfruta de este combate, va a ser el último de tu vida.
Acto seguido el pirata continuó con un tajo horizontal tan poderoso como el anterior que el arácnido bloqueó cruzando las cuatro espadas de sus patas derechas. Gracias a la resistencia combinada de los cuatro brazos logró evitar ser desplazado en exceso como había ocurrido con su ataque anterior, y pudo aprovechar la propia inercia del bloqueo para girar sobre sí mismo trescientos sesenta grados a gran velocidad y tratar de cortar a su oponente con las cuatro katanas de sus patas izquierdas, entre las que se encontraban Seigi y Kurai Noroi. Si le daba se pondría con una ligera ventaja, dado que el frío de la primera podría congelar su carne alrededor de la herida y la enzima presente en el frío de la primera evitaría cualquier posible regeneración.
Acertase o no buscaría alejarse ligeramente. Ante un enemigo con mayor fuerza física que él le convenía no mantenerse en distancias demasiado cortas, sino permanecer lo suficientemente alejado para verle venir cuando atacar y poder reaccionar. Tratando de provocar a su rival, el marine habló nuevamente:
- Sucia rata, no eres ni serás nunca rival para el poder de la Marina. Disfruta de este combate, va a ser el último de tu vida.
- Iulio:
- El tipo no parece especialmente rápido de movimientos, y cuando comienza a correr hacia ti casi pareces verle a cámara lenta. No obstante, cuando llega cerca de tu posición, mueve su brazo tan rápido que casi cuesta seguirlo, lo que contrasta enormemente con su lentitud en carrera. Su cimitarra, que desciende sobre ti en un movimiento oblicuo que busca cortarte desde el hombro izquierdo a la cadera derecha, brilla con el suave resplandor negro de su voluntad. Si nada se lo impide continuará este movimiento con un giro de su arma por encima de su cabeza seguido de un tajo horizontal que buscará segar tu cuello.
Con aquella velocidad de movimiento no tendría problema para hacerle frente. Los tipos tan corpulentos acostumbraban a atesorar una considerable fortaleza física, pero pecar de una lentitud que habitualmente era lo que decantaba la balanza en mi favor. No obstante, en aquella ocasión no fue así. Mis ideas preconcebidas me jugaron una mala pasada y únicamente pude apartarme de la trayectoria en el último momento. No obstante, la cimitarra volvió a rasgar mi ropa y en aquella ocasión consiguió provocarme un anda desdeñable corte en el pecho. Había trazado un arco oblicuo, por lo que el inicio y el final del movimiento no incidieron sobre mí. Por desgracia, no ocurrió lo mismo con el resto de la acción.
Apreté los dientes de puro dolor, pero no me amedrenté. ¿Quería degollarme? Eso parecía a juzgar por la trayectoria horizontal de la que había dotado a su espada. Alcé el brazo derecho, interponiéndolo para así poder frenar el combate. Luz candente había tomado forma en mis extremidades superiores, por lo que esperaba que su abrasador e hiriente calor hiciese mella en él. Aun así, aquel sujeto hacía gala de un poderío físico para nada desdeñable y me desplazó algunos pasos hacia la izquierda para no caer ante la imponencia de su envite.
Entretanto mi mano izquierda había cambiado mínimamente su resplandor. La punta de mis dedos resaltaban sobre el fulgor de la luz candente, asegurando que mi ofensiva no se haría esperar. Cinco láseres nacieron, uno de cada falange, para recorrer a toda velocidad el aire en dirección a su cara. La posibilidad de que los eludiese de algún modo estaba ahí, así que me aseguré de que mi ofensiva no cayese en saco roto. Inmediatamente de crear los proyectiles lumínicos cerré el puño, lanzando una golpe en dirección a su estómago, seguido de otro en dirección a su cara con la mano derecha. Esperaba que, viéndose obligado a responder a mi ataque, el brazo que blandía el sable hubiese perdido el empuje que había manifestado previamente.
Apreté los dientes de puro dolor, pero no me amedrenté. ¿Quería degollarme? Eso parecía a juzgar por la trayectoria horizontal de la que había dotado a su espada. Alcé el brazo derecho, interponiéndolo para así poder frenar el combate. Luz candente había tomado forma en mis extremidades superiores, por lo que esperaba que su abrasador e hiriente calor hiciese mella en él. Aun así, aquel sujeto hacía gala de un poderío físico para nada desdeñable y me desplazó algunos pasos hacia la izquierda para no caer ante la imponencia de su envite.
Entretanto mi mano izquierda había cambiado mínimamente su resplandor. La punta de mis dedos resaltaban sobre el fulgor de la luz candente, asegurando que mi ofensiva no se haría esperar. Cinco láseres nacieron, uno de cada falange, para recorrer a toda velocidad el aire en dirección a su cara. La posibilidad de que los eludiese de algún modo estaba ahí, así que me aseguré de que mi ofensiva no cayese en saco roto. Inmediatamente de crear los proyectiles lumínicos cerré el puño, lanzando una golpe en dirección a su estómago, seguido de otro en dirección a su cara con la mano derecha. Esperaba que, viéndose obligado a responder a mi ataque, el brazo que blandía el sable hubiese perdido el empuje que había manifestado previamente.
- Zuko:
- Oswalt frena el rankyaku con sus sables. No obstante, la longitud de tu ataque es mayor de lo que sus espadas pueden abarcar. La consecuencia es que, pese a que el mástil quede intacto al encontrarse tras él, la zona que en teoría debería corresponder al camarote del capitán se ve golpeada y comienza a arder.
Mandas a volar al 'Broncas', pero cuando te sitúas sobre él para lanzarle la patada ves que su rostro únicamente muestra una gran sonrisa. Encaja tu patada de una forma magistral, interponiendo las empuñaduras de sus cimitarras y haciendo gala de una espectacular fuerza en sus brazos. Sale despedido hacia abajo, pero no con la potencia que te gustaría. De hecho, es capaz de maniobrar en el aire para aterrizar con cierto estilo ―dentro de sus escasas posibilidades, claro―. Sin darte tiempo a que desciendas de nuevo, une ambas espadas de modo que apenas unos centímetros separan sus filos. Entonces, como si batease una bola de béisbol, gira su torso al completo para lanzarte una colosal onda cortante. Es mucho más grande que cualquiera de las que te lanzó antes y tiene cierto resplandor verdoso. Es muy bonita, para qué nos vamos a engañar. Crece a un ritmo bestial, tanto que cuando llega a tu posición su longitud es de ocho metros y su grosor de un metro. Se mueve a una nada desdeñable velocidad de setenta metros por segundo.
―¡Hacía meses que no podía divertirme así! ―exclama al tiempo que alza sus espadas en pleno éxtasis. Sus hombres han comenzado a apagar las llamas mientras tanto.
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Oswalt fue capaz de detener el Phoenix Emperor, aunque no de que este prendiese en llamas parte de su barco. Después el puño conecta con su barbilla y Zuko casi puede sentir sus huesos removiéndose bajo su piel por el golpe. Su impulso al subir con el geppou no tardó en alcanzar su ascenso y dirigió una fuerte patada a su torso para bajarlo de nuevo, sin embargo... El hombre lo detuvo con sus armas, sonriendo de oreja a oreja. Bajó, aterrizando de pie y haciendo temblar un poco el barco con el impacto, aunque salió indemne. El dragón frunció el ceño.
Iba a tener que ponerse medianamente serio si quería acabar con aquello. Se mantuvo en el aire con el geppou y su cuerpo se vio envuelto de llamas que, al dispersarse, revelaban su forma híbrida. La enorme onda cortante verdosa del pirata se dirigía con peligrosidad hacia él. El dragón, endureciendo con concentración extra sus dos brazos, paró la onda cortante con las manos, como si la agarrara. Durante unos instantes forcejeó con la misma, que casi lo empujaba hacia arriba. Podía sentir la presión del ataque amenazando con atravesar su haki y sus escamas. Con un grito cerró las manos, dispersando la onda cortante.
—Hasta aquí tu diversión...
El dragón dirigió un nuevo Phoenix Emperor, girando sobre si mismo al dar la patada, hacia los hombres que habían empezado a apagar el fuego con intención de detenerlos y dañar el barco más aún. Entonces empezó a descender a gran velocidad hacia Oswalt y, al llegar a él, dirigiría un fuerte y rápido puñetazo endurecido con su puño derecho directo a su pómulo. No tenía intención de entretenerse, quería acabar con eso ya.
Iba a tener que ponerse medianamente serio si quería acabar con aquello. Se mantuvo en el aire con el geppou y su cuerpo se vio envuelto de llamas que, al dispersarse, revelaban su forma híbrida. La enorme onda cortante verdosa del pirata se dirigía con peligrosidad hacia él. El dragón, endureciendo con concentración extra sus dos brazos, paró la onda cortante con las manos, como si la agarrara. Durante unos instantes forcejeó con la misma, que casi lo empujaba hacia arriba. Podía sentir la presión del ataque amenazando con atravesar su haki y sus escamas. Con un grito cerró las manos, dispersando la onda cortante.
—Hasta aquí tu diversión...
El dragón dirigió un nuevo Phoenix Emperor, girando sobre si mismo al dar la patada, hacia los hombres que habían empezado a apagar el fuego con intención de detenerlos y dañar el barco más aún. Entonces empezó a descender a gran velocidad hacia Oswalt y, al llegar a él, dirigiría un fuerte y rápido puñetazo endurecido con su puño derecho directo a su pómulo. No tenía intención de entretenerse, quería acabar con eso ya.
- Kenzo:
- La rata suelta un chillido de dolor, bastante agudo, al recibir tu ataque en el torso, aunque pudo moverse a tiempo para bajar un poco los daños. Sin embargo, está claro que le diste y está herido, y una de sus heridas está congelada.
—¡Insecto! —grita ignorantemente, al no saber que las arañas no son insectos.
Coloca la espada sobre su cabeza y empieza a dar vueltas, como si se tratase de las aspas de un helicóptero. Cada vez va más rápido y a tu alrededor el aire se mueve, como si lo estuviese convocando desde ahí. Empieza a formarse un remolino sobre su espadón que crece hasta tornarse en un tornado que, comparado con un típico tornado natural, parece bastante pequeño. Pero aún así impresiona, pues el aire se mueve a gran velocidad. Con un grito agudo lanza sobre ti el tornado con un barrido de su espadón y... Tienes la sensación de que si te da, va a cortar un poco.
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El pirata respondió a sus palabras llamándole insecto. El marine no se esforzó en reprimir una carcajada de desprecio ante la ignorancia que acababa de mostrar. No distinguir entre un arácnido y un insecto cuando los primeros depredaban a los segundos... tal y como él iba a acabar cual voraz depredador con aquella rata.
Sin embargo el pirata comenzó a hacer girar su espadón sobre su cabeza, creando un pequeño tornado sobre ella que lanzó con fuerza hacia el marine. Este, tratando de evitarlo, lanzó una de sus telarañas hacia el mástil del barco y la utilizó como si de una liana se tratase para alejarse de allí. Su idea era dar una vuelta alrededor del mástil en el aire para, una vez el tornado hubiese pasado, aprovechar la inercia de su movimiento para atacar. Sin embargo el tornado avanzó más rápido de lo que había esperado y, aunque no le dio de lleno, sí que le alcanzó de refilón antes de poder alejarse lo suficiente.
El marine cayó sobre la cubierta con un gran estruendo. Al levantarse, no sin ciertas dificultades, pudo ver que sangraba por al menos siete heridas diferentes. Ninguna era especialmente profunda, cosa que podía saber porque no le dolían, lo que significaba que no habían alcanzado el músculo. Sin embargo dos de los cortes de su abdomen sangraban de forma muy abundante. Sus vendas se cerraron sobre todas las heridas, que comenzaron a hacerse más pequeñas lentamente. Tres de ellas desaparecieron casi al momento. Las otras cuatro, una de ellas localizada en su hombro derecho, otra en el pecho y las dos ya mencionadas del abdomen, no obstante, iban a requerir algo más de tiempo.
El odio visceral que el marine sentía hacia su enemigo aumentaba por momentos, bullendo con intensidad desmedida. Podía sentir cómo esa aversión aumentaba su espíritu combativo y le daba fuerzas, volviéndole un combatiente aún más poderoso.
Ya en pie, y pese a continuar sangrando, el brazos largos decidió que era el momento de pasar a la ofensiva, de tomar la iniciativa en aquel combate y empezar a decantarlo de su lado. Así, acelerando bruscamente en un movimiento instantáneo tan veloz como fue capaz de realizar, se plantó ante su enemigo y comenzó a descargar tajos sobre él con sus diez espadas, uno tras otro. Los ataques se sucedían, a diferentes alturas y ángulos, buscando evitar que el pirata pudiese defenderse de todos, obligarle a retroceder y continuar hiriéndole. De ese modo, su veneno, que ya había comenzado a entrar en el organismo de su enemigo, podría comenzar a actuar, ya que al inyectarlo mediante sus espadas necesitaba una mayor cantidad de dosis que si lo hacía mediante una mordedura.
Sin embargo el pirata comenzó a hacer girar su espadón sobre su cabeza, creando un pequeño tornado sobre ella que lanzó con fuerza hacia el marine. Este, tratando de evitarlo, lanzó una de sus telarañas hacia el mástil del barco y la utilizó como si de una liana se tratase para alejarse de allí. Su idea era dar una vuelta alrededor del mástil en el aire para, una vez el tornado hubiese pasado, aprovechar la inercia de su movimiento para atacar. Sin embargo el tornado avanzó más rápido de lo que había esperado y, aunque no le dio de lleno, sí que le alcanzó de refilón antes de poder alejarse lo suficiente.
El marine cayó sobre la cubierta con un gran estruendo. Al levantarse, no sin ciertas dificultades, pudo ver que sangraba por al menos siete heridas diferentes. Ninguna era especialmente profunda, cosa que podía saber porque no le dolían, lo que significaba que no habían alcanzado el músculo. Sin embargo dos de los cortes de su abdomen sangraban de forma muy abundante. Sus vendas se cerraron sobre todas las heridas, que comenzaron a hacerse más pequeñas lentamente. Tres de ellas desaparecieron casi al momento. Las otras cuatro, una de ellas localizada en su hombro derecho, otra en el pecho y las dos ya mencionadas del abdomen, no obstante, iban a requerir algo más de tiempo.
El odio visceral que el marine sentía hacia su enemigo aumentaba por momentos, bullendo con intensidad desmedida. Podía sentir cómo esa aversión aumentaba su espíritu combativo y le daba fuerzas, volviéndole un combatiente aún más poderoso.
Ya en pie, y pese a continuar sangrando, el brazos largos decidió que era el momento de pasar a la ofensiva, de tomar la iniciativa en aquel combate y empezar a decantarlo de su lado. Así, acelerando bruscamente en un movimiento instantáneo tan veloz como fue capaz de realizar, se plantó ante su enemigo y comenzó a descargar tajos sobre él con sus diez espadas, uno tras otro. Los ataques se sucedían, a diferentes alturas y ángulos, buscando evitar que el pirata pudiese defenderse de todos, obligarle a retroceder y continuar hiriéndole. De ese modo, su veneno, que ya había comenzado a entrar en el organismo de su enemigo, podría comenzar a actuar, ya que al inyectarlo mediante sus espadas necesitaba una mayor cantidad de dosis que si lo hacía mediante una mordedura.
- Iulio:
- Tu luz candente hace que al hombre comience a costarle respirar, y múltiples gotas de sudor comienzan a perlar su frente y resbalar por su rostro. Cuando ve que le apuntas con los dedos, sitúa su cimitarra ante su rostro. No sé si te habías percatado antes, pero su anormalmente ancha hoja posee una peculiar característica, y es que puedes verte nítidamente reflejado en ella. Así, cuando los láseres impactan sobre ella rebotan, siendo reflejados en múltiples direcciones. Lógicamente, al estar tú mismo hecho de luz, no debes preocuparte de que te alcancen, pero no han conseguido el efecto que esperabas.
Eso sí, tus dos puñetazos logran impactar en los lugares deseados, y el tipo se encorva ante tus poderosos golpes durante un momento. No obstante pronto vuelve a recuperar la verticalidad y retoma su ataque, lanzando un tajo oblicuo ascendente de izquierda a derecha y acto seguido uno descendente que amenaza con partirte en dos mitades idénticas. Sin embargo, algo ha cambiado. En el momento en el que inicia cada movimiento una onda cortante brota de su espada y avanza, precediendo al tajo, a gran velocidad. No parece que vayan a tener un alcance mayor de un par de metros, sino que da la sensación de que simplemente son ondas enfocadas en aumentar su poder destructivo en el cuerpo a cuerpo y disminuir la probabilidad de que sus ataques sean evadidos.
Le había dado, ¡y qué dura estaba esa cara! Agité la mano a consecuencia del dolor, pero no pude dedicar más de un instante a esa tarea. La cimitarra volvía a fijarme como su objetivo con un nuevo tajo oblicuo. Me aparté del primero, pero cuál fue mi sorpresa al comprobar que el filo no era lo único capaz de cortar. La afilada ráfaga impactó en mi torso, dejando un surco que no era más que la imagen especular del anterior, sólo que más profundo. Creía recordar haber visto una marca como aquélla ―una equis― en el pecho de alguien, pero era incapaz de recordar quién era esa persona.
De un modo u otro, tuve que hacerme a un lado para que el barbudo no me partiese en dos, girando sobre mis talones y aprovechando el impulso para lanzar un golpe horizontal en dirección a su oreja izquierda. Suponía que no le haría mucha gracia recibir un impacto cómo ése, pero no podía confiar en que le golpease, de modo que encadené un rodillazo en dirección a su estómago. La intención era que se doblase sobre sí mismo aunque únicamente fuese durante un instante. Así podría unir ambas manos para golpear su nuca con toda mi fuerza e, incluso si no lo consiguiese, saltaría para alcanzar la zona posterior de su cuello y propinarle dicho golpe.
Inmediatamente después haría el intento de alejarme con el único fin de apartarme del alcance de su sable. Se había revelado como un arma terriblemente peligrosa, más aún al descubrir que su poseedor la empuñaba con tanta maestría. Lo último que quería era terminar aquella misión lisiado o, peor aún, muerto.
Aprovechando el retroceso lancé un fugaz vistazo a los alrededores. Siguiendo la órdenes de quien comandaba aquel barco, los tripulantes seguían intentando llegar a puerto. Los marines bajo mis mando se oponían al avance, ralentizándolo todo lo que podían y convirtiendo la situación en una suerte de tira y afloja. Confiaba en ellos ―o eso me había forzado a hacer para poder centrarme en el combate―, pero debía derrotar a aquel tipo como fuese para anular cualquier posibilidad de que llegase a la población pesquera.
De un modo u otro, tuve que hacerme a un lado para que el barbudo no me partiese en dos, girando sobre mis talones y aprovechando el impulso para lanzar un golpe horizontal en dirección a su oreja izquierda. Suponía que no le haría mucha gracia recibir un impacto cómo ése, pero no podía confiar en que le golpease, de modo que encadené un rodillazo en dirección a su estómago. La intención era que se doblase sobre sí mismo aunque únicamente fuese durante un instante. Así podría unir ambas manos para golpear su nuca con toda mi fuerza e, incluso si no lo consiguiese, saltaría para alcanzar la zona posterior de su cuello y propinarle dicho golpe.
Inmediatamente después haría el intento de alejarme con el único fin de apartarme del alcance de su sable. Se había revelado como un arma terriblemente peligrosa, más aún al descubrir que su poseedor la empuñaba con tanta maestría. Lo último que quería era terminar aquella misión lisiado o, peor aún, muerto.
Aprovechando el retroceso lancé un fugaz vistazo a los alrededores. Siguiendo la órdenes de quien comandaba aquel barco, los tripulantes seguían intentando llegar a puerto. Los marines bajo mis mando se oponían al avance, ralentizándolo todo lo que podían y convirtiendo la situación en una suerte de tira y afloja. Confiaba en ellos ―o eso me había forzado a hacer para poder centrarme en el combate―, pero debía derrotar a aquel tipo como fuese para anular cualquier posibilidad de que llegase a la población pesquera.
- Zuko:
- El rankyaku ígneo impacta sobre el improvisado grupo de bomberos navales, provocando que el barco estalle en llamas y haciendo que cruja desde cada punto de su estructura. Es la señal inequívoca de que se va a hundir, pero ese proceso tomará su tiempo. Mientras tanto golpeas a Oswalt y éste se estrella contra el mástil, que se quiebra y cae sobre la cubierta.
Aun así el corsario se levanta visiblemente perjudicado y escupe una considerable cantidad de sangre. Te vuelve a sonreír con el rostro de un demente, mostrándote sus encías carentes de dientes ―acabas de arrebatarle los pocos que le quedaban― y sangrantes.
―Tú te vienes conmigo ―dice entonces, y un halo verde comienza a envolver su cuerpo. Adquiere la forma de un sujeto barrigón y con cara de malhumorado. Éste rodea su cuerpo y alcanza una altura de al menos tres metros y medio, blandiendo un hacha de doble filo cuyas proporciones son más que considerables. Realiza un tazo vertical hacia ti, mucho más poderoso que los que te han lanzado anteriormente, que es seguido por una una onda cortante que se propagará en una distancia de diez metros.
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Se colocó en posición de combate después de golpearle. El fuego empezó a extenderse a su alrededor, lo cual era buena señal. indicaba una ventaja a su favor. Colocó las manos en la posición del tigre, con los dedos flexionados, moviéndose a un lado para que el mástil no cayese encima suya. Observó con el ceño fruncido como el hombre empezaba a... verse rodeado por una extraña aura verde. Con la misma superó los tres metros, alcanzando lo que ahora el dragón medía en su forma híbrida. Por su parte, un aura dorada rodeó al dragón.
Sus cabellos se volvieron también dorados mientras que la madera bajo sus pies se agrietó un poco ante el cambio de forma. Respiró hondo, dejando escapar una bocanada de fuego de su nariz al hacerlo. Entonces, con su enorme hacha recién materializada, lanzó una potente onda cortante verdosa en vertical. El dragón endureció con intensidad su brazo, adquiriendo este un tono negro y brillante, y lo puso en medio. Forcejeó con la onda, que amenazaba con cortarle, chocando contra su haki creando un ruido que parecía romper el aire.
El dragón entonces sacudió el brazo, buscando desviar la onda hacia un lado, que la misma dañase el propio barco del pirata. Entonces, sin perder un solo segundo, giró sobre si mismo para moverse a un lado y empezó a moverse hacia el pirata. Sus puños empezaron a golpear el aire, mandando potentes ondas de choque hacia el pirata a una velocidad brutal, que no iban solas, pues controlaban el incendio de su alrededor para mandarle enormes bolas de fuego. Mientras lo hacía se iría acercando a él y, cuando estuviese a un metro, daría un fuerte puñetazo al suelo, a cubierta, buscando romper el barco de una vez por todas.
Sus cabellos se volvieron también dorados mientras que la madera bajo sus pies se agrietó un poco ante el cambio de forma. Respiró hondo, dejando escapar una bocanada de fuego de su nariz al hacerlo. Entonces, con su enorme hacha recién materializada, lanzó una potente onda cortante verdosa en vertical. El dragón endureció con intensidad su brazo, adquiriendo este un tono negro y brillante, y lo puso en medio. Forcejeó con la onda, que amenazaba con cortarle, chocando contra su haki creando un ruido que parecía romper el aire.
El dragón entonces sacudió el brazo, buscando desviar la onda hacia un lado, que la misma dañase el propio barco del pirata. Entonces, sin perder un solo segundo, giró sobre si mismo para moverse a un lado y empezó a moverse hacia el pirata. Sus puños empezaron a golpear el aire, mandando potentes ondas de choque hacia el pirata a una velocidad brutal, que no iban solas, pues controlaban el incendio de su alrededor para mandarle enormes bolas de fuego. Mientras lo hacía se iría acercando a él y, cuando estuviese a un metro, daría un fuerte puñetazo al suelo, a cubierta, buscando romper el barco de una vez por todas.
- Kenzo:
- La rata detiene tu primer espadazo... y el segundo... el tercero a duras penas... el cuarto le da de lleno. Lo ha desestabilizado y ya no puede defenderse más. A partir de ahí, todos y cada uno de los cortes dan en él, sacudiéndolo como a un muñeco de trapo. Una vez terminas ves como todo su pelo de rata está negruzco y rojizo, humedo de la sangre. El hombre respira con profundidad, con los ojos en blanco. Tal vez hubiese podido moverse un poco más pero... El veneno hizo el resto del trabajo, haciendo que cayese de espaldas.
Cuando te quieres dar cuenta estás rodeado de piratas que te apuntan con sus armas. Son bastantes, pero... Parecen ser poco más que masilla.
—¡El barco del jefe está ardiendo! —grita uno—. ¡Nos quieren hundir! ¡Defended este!
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El pirata, pese a la enorme fama que le acompañaba en los últimos tiempos, no fue capaz de seguir la velocidad de los ataques del brazos largos, cuyas diez katanas moviéndose tan rápido como lo hacían podían abrumar a cualquiera en un combate uno contra uno. Tras ser capaz de detener los primeros golpes, mostrando su habilidad, su desventaja en cuanto a velocidad quedó patente y comenzó a recibir cada vez más cortes. La sangre manaba y, para colmo, el veneno de la araña fue poco a poco haciendo su efecto en él. Apenas unos segundos después de que la interminable sucesión de ataques finalizara comenzó a tener dificultades para respirar adecuadamente, y sus ojos se pusieron en blanco. Cayó de espaldas y, aunque intentó levantarse y se revolvió, el marine no permitió que sus escasas posibilidades de recuperación se materializasen. Se acercó a él y, con un veloz movimiento descendente, hundió seis de sus espadas en su cuerpo todo lo profundamente que fue capaz. Un instante después las sacudidas cesaron, y aquel inmundo violador dejó de moverse para siempre.
El Comandante estaba exultante. Había logrado dar su merecido a aquel tipo, lo que le producía una inmensa alegría. No obstante no podía descuidarse, pues aún tenía mucho trabajo por delante. Al parecer el barco líder estaba en llamas, seguramente por cortesía de Zuko, y al ver a su subcapitán caer los piratas empezaron a pensar que la situación peligraba. Rodearon al brazos largos, apuntando hacia él con múltiples espadas y lanzas, y aguardaron un momento, como esperando a ver su reacción.
- ¡Venid a por mí, pedazo de basura! - Les espetó el militar, consciente de que los combates contra grandes cantidades de enemigos eran su especialidad.
Cuatro de ellos se lanzaron al ataque, enervados tras la derrota de su segundo de abordo y la provocación del marine. Este dio un paso hacia delante mientras trazaba un arco con tres de sus armas. Una de ellas fue detenida, pero las otras dos hirieron a dos de los piratas. Tras esto giró sobre sí mismo y cruzó dos de sus brazos para ensartar con cada una de las dos espadas que sujetaba en ellos a uno de los dos restantes.
La reacción de los demás no se hizo esperar, abalanzándose cual turba enfurecida sobre el espadachín. Este saltaba, giraba y se movía envuelto en un auténtico remolino de acero, formado por sus diez armas, que se movían sin cesar. Cayeron cabezas, brazos, piernas e incluso torsos, pero aún así parecía que la cantidad de piratas no disminuía. Entonces el brazos lagos sintió algo que hacía mucho que no sentía: dolor.
Su pierna izquierda le envió una potente descarga dolorosa. Poco acostumbrado a ello debido a la insensibilidad de su piel, el Comandante se detuvo al momento y miró hacia la fuente del dolor. Una lanza atravesaba de lado a lado su pantorrilla, entrando desde atrás, en el lateral del gemelo, y saliendo por delante.
El Comandante estaba exultante. Había logrado dar su merecido a aquel tipo, lo que le producía una inmensa alegría. No obstante no podía descuidarse, pues aún tenía mucho trabajo por delante. Al parecer el barco líder estaba en llamas, seguramente por cortesía de Zuko, y al ver a su subcapitán caer los piratas empezaron a pensar que la situación peligraba. Rodearon al brazos largos, apuntando hacia él con múltiples espadas y lanzas, y aguardaron un momento, como esperando a ver su reacción.
- ¡Venid a por mí, pedazo de basura! - Les espetó el militar, consciente de que los combates contra grandes cantidades de enemigos eran su especialidad.
Cuatro de ellos se lanzaron al ataque, enervados tras la derrota de su segundo de abordo y la provocación del marine. Este dio un paso hacia delante mientras trazaba un arco con tres de sus armas. Una de ellas fue detenida, pero las otras dos hirieron a dos de los piratas. Tras esto giró sobre sí mismo y cruzó dos de sus brazos para ensartar con cada una de las dos espadas que sujetaba en ellos a uno de los dos restantes.
La reacción de los demás no se hizo esperar, abalanzándose cual turba enfurecida sobre el espadachín. Este saltaba, giraba y se movía envuelto en un auténtico remolino de acero, formado por sus diez armas, que se movían sin cesar. Cayeron cabezas, brazos, piernas e incluso torsos, pero aún así parecía que la cantidad de piratas no disminuía. Entonces el brazos lagos sintió algo que hacía mucho que no sentía: dolor.
Su pierna izquierda le envió una potente descarga dolorosa. Poco acostumbrado a ello debido a la insensibilidad de su piel, el Comandante se detuvo al momento y miró hacia la fuente del dolor. Una lanza atravesaba de lado a lado su pantorrilla, entrando desde atrás, en el lateral del gemelo, y saliendo por delante.
- Iulio:
- Tu combo tiene éxito y, tras lograr que el tipo se doble sobre sí mismo, le asestas un feroz golpe en la nuca que le tumba boca abajo. Tomas algo de distancia por el retroceso, y puedes ver como tu enemigo tiene serias dificultades para levantarse. Cuando al fin lo hace parece mareado, como si tuviese una fuerte conmoción. Parece que tu ataque a su nuca ha tenido un efecto ciertamente devastador. No obstante se niega a rendirse y, en un intento desesperado, adopta una posición similar a la de un bateador y, tras aguantar así en torno a un segundo, traza un velocísimo arco con su cimitarra. De ella brota una onda cortante de más anchura que la anterior y muy curvada, que recuerda sospechosamente a un bumerán. Avanza a gran velocidad hacia ti, girando sobren sí misma y siguiendo una trayectoria ligeramente curva. Parece mucho más peligrosa que las ondas que le has visto lanzar anteriormente, y algo te dice que si te diese resultaría tremendamente dañina. Y tal vez incluso tengas que preocuparte de ella en más de una ocasión, quién sabe.
Exhalé una única vez, tan profunda como necesitada. Aquel tipo comenzaba a dejarme sin aliento con su molesta cimitarra y su incómoda costumbre de resistir mis golpes y levantarse una y otra vez. Había dado de bruces con el suelo, así que esperaba que no volviese a levantarse y me dejase ocuparme del avance del barco, que, aunque aún bastante distante del pueblo pesquero, continuaba moviéndose pese a la lentitud generada por el asedio del navío que yo había abandonado.
―¡Oh, vamos! ―me quejé cuando vi que volvía a erguirse―. ¿Es que no te cansas nunca?
Su actitud corporal daba a entender que no, porque volvió a blandir su cimitarra como un mortal mensajero del dolor. el sujeto blandió su arma con un veloz movimiento que dio origen a la onda cortante más rara que jamás había visto. Era extrañamente curva y no avanzaba como cabría esperar, pues rotaba sobre un eje imaginario al tiempo que se dirigía hacia mí con una trayectoria completamente anómala.
Fue por todo ello que, pese a ver cómo nacía y estar en disposición de evitarla, no pude hacerlo como me hubiera gustado. Me hice a un lado con velocidad, pero aquello no impidió que notase cómo laceraba mi abdomen. Acertó a provocar un nada desdeñable y profundo tajo en mi flanco derecho, justo debajo de las costillas, provocando que me doblase sobre mí mismo y la perdiese de vista por completo.
Fuera como fuese, aquel hombre se encontraba completamente desprotegido tras realizar semejante movimiento. Era mi momento de tumbarle, o eso esperaba.Mis manos brillaron con más intensidad aún cuando luz volátil se materializó en ellas. Buscando no darle margen de reacción, adopté mi forma etérea y la recuperé a un escaso medio metro de su cuerpo. Lancé la mano izquierda a su cuello, abierta para poder aferrarlo y que no se me escapase.
El dolor del corte golpeaba sin misericordia mi abdomen, pero ahogué un gemido y no permití que aquello me detuviese. En caso de sentir el contacto de su piel, una explosión surgiría de la nada para Esperaba que, a menos que aquel tipo respondiese con una defensa inesperada, su vida le fuese arrebatada al recibir a quemarropa semejante detonación. Pero aún no habría terminado, ya que aquella embarcación debía detenerse sin importar cómo. Dirigí un vistazo alrededor para comprobar la situación de uno de los barcos piratas de Oswalt, evaluando rápidamente el entorno para ver cómo podía zanjar el asunto cuanto antes.
―¡Oh, vamos! ―me quejé cuando vi que volvía a erguirse―. ¿Es que no te cansas nunca?
Su actitud corporal daba a entender que no, porque volvió a blandir su cimitarra como un mortal mensajero del dolor. el sujeto blandió su arma con un veloz movimiento que dio origen a la onda cortante más rara que jamás había visto. Era extrañamente curva y no avanzaba como cabría esperar, pues rotaba sobre un eje imaginario al tiempo que se dirigía hacia mí con una trayectoria completamente anómala.
Fue por todo ello que, pese a ver cómo nacía y estar en disposición de evitarla, no pude hacerlo como me hubiera gustado. Me hice a un lado con velocidad, pero aquello no impidió que notase cómo laceraba mi abdomen. Acertó a provocar un nada desdeñable y profundo tajo en mi flanco derecho, justo debajo de las costillas, provocando que me doblase sobre mí mismo y la perdiese de vista por completo.
Fuera como fuese, aquel hombre se encontraba completamente desprotegido tras realizar semejante movimiento. Era mi momento de tumbarle, o eso esperaba.Mis manos brillaron con más intensidad aún cuando luz volátil se materializó en ellas. Buscando no darle margen de reacción, adopté mi forma etérea y la recuperé a un escaso medio metro de su cuerpo. Lancé la mano izquierda a su cuello, abierta para poder aferrarlo y que no se me escapase.
El dolor del corte golpeaba sin misericordia mi abdomen, pero ahogué un gemido y no permití que aquello me detuviese. En caso de sentir el contacto de su piel, una explosión surgiría de la nada para Esperaba que, a menos que aquel tipo respondiese con una defensa inesperada, su vida le fuese arrebatada al recibir a quemarropa semejante detonación. Pero aún no habría terminado, ya que aquella embarcación debía detenerse sin importar cómo. Dirigí un vistazo alrededor para comprobar la situación de uno de los barcos piratas de Oswalt, evaluando rápidamente el entorno para ver cómo podía zanjar el asunto cuanto antes.
- Zuko:
- Desvías la poderosa onda de choque hacia un lateral y hacia abajo. Esto provoca una profunda herida en el barco, que ve su borda y la cubierta cortadas hasta incluso separar las aguas algunos metros. El barco entonces comienza a inclinarse hacia la derecha, pues el agua comienza a entrar por esa zona y amenaza con hundirlo.
Oswalt frena tus ondas de choque con sus cimitarras, pero no tiene con qué ocuparse del fuego. Éste comienza a devorar su figura, provocando que estalle en un sinfín de alaridos antes de que lances sobre él tu último golpe. La última onda le lanza hacia atrás antes de que conectes un puñetazo con el suelo, que agrieta el barco hasta la mismísima quilla y lo condena inevitablemente al naufragio. Por su parte, Oswalt y el barrigón verde que la envuelto se dirigen hacia el mástil con extremada violencia. Antes de colisionar con el mismo y quedar completamente fuera de combate, la criatura de energía verde emite un sonoro vozarrón, el cual sirve para que nazca una onda de choque en tu dirección. Es de la misma potencia que la última onda cortante que te lanzó, sólo que mucho más grande. A la vista de que su barco va inexorablemente hacia el hundimiento, le da igual dañarlo más aún y la dota de un diámetro de seis metros, siendo capaz de cubrir tu cuerpo al completo. En caso de que te alcance, se plegará sobre sí misma para envolverte y dañarte con toda su furia. Sea como sea, Oswalt ha comprobado cómo una cabeza humana puede incrustarse en un mástil. No respira.
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El barco estaba ya en las últimas. No solo estaba siendo pasto de las llamas, sino que los continuados golpes y ondas cortantes que habían recibido lo habían reducido básicamente a astillas. Con el último golpe, Oswalt fue volando hacia el mástil. El dragón estuvo apunto de darse la vuelta y marcharse volando para ayudar a alguno de sus subordinados, sin embargo... Una onda de choque golpeó su espalda. Era enorme, verde y poderosa. Un último acto de un hombre a punto de morir. Apretó los dientes, sintiendo la fuerza y presión ejercida a su espalda, aplicando enseguida haki de armadura por todo su cuerpo.
No tenía tiempo a apartarse, por lo que esperaba que sus escamas de dragón y su potenciación en el Dragón Interior fuesen suficientes para soportar aquello. La onda lo envolvió por completo, obligando al dragón a envolverse bajo sus alas endurecidas en haki. Hizo una mueca de esfuerza mientras su cuerpo temblaba por la presión recibida por la onda hasta que esta se disipó. Se mantuvo en el aire, batiendo las alas, jadeando con intensidad después de aquello. Bajo sus pies el barco ya estaba hundiéndose y las llamas apagándose en cuanto entraban en contacto con el mar.
Voló hasta el barco marine del que había salido, donde todo el mundo estaba ajetreado, arreglando los desperfectos que habían podido ocasionar los disparos hechos por los piratas, y aterrizó en el borde de la baranda.
—Buscad supervivientes entre los restos del barco y detenedlos. Cuando acabéis uníos a la ofensiva contra los otros barcos.
Sobrevoló el barco donde se encontraba Iulio, combatiendo contra uno de los hombres. No tardó nada en girar sobre si mismo y dirigir uno de sus Phoenix Emperor a la cubierta del barco, buscando cortarlo y prenderlo en llamas para acelerar el proceso. Sabía que Iulio sería lo suficientemente rápido como para pasar a su forma elemental y salir de allí antes de que se hundiese. Entonces voló hacia el otro barco, donde estaba Kenzo. Parecía tener problemas, enfrentándose él solo a una cantidad bastante grande de piratas. Aterrizó con fuerza, justo a su lado, haciendo temblar el barco. Los piratas parecieron asustarse por eso. Se colocó en posición de combate, sin apartar de vista a los piratas.
—¿Estás bien? ¿Puedes volver para curarte eso?
Sabía que el comandante era un hombre tenaz, que sería capaz de seguir luchando hasta el último segundo con una daga clavada en el corazón, sin embargo no quería que aquella herida empeorase. Lo único que faltaba era reducir ese barco a cenizas y los barcos marines ya estaban apuntando sus cañones hacia ellos.
No tenía tiempo a apartarse, por lo que esperaba que sus escamas de dragón y su potenciación en el Dragón Interior fuesen suficientes para soportar aquello. La onda lo envolvió por completo, obligando al dragón a envolverse bajo sus alas endurecidas en haki. Hizo una mueca de esfuerza mientras su cuerpo temblaba por la presión recibida por la onda hasta que esta se disipó. Se mantuvo en el aire, batiendo las alas, jadeando con intensidad después de aquello. Bajo sus pies el barco ya estaba hundiéndose y las llamas apagándose en cuanto entraban en contacto con el mar.
Voló hasta el barco marine del que había salido, donde todo el mundo estaba ajetreado, arreglando los desperfectos que habían podido ocasionar los disparos hechos por los piratas, y aterrizó en el borde de la baranda.
—Buscad supervivientes entre los restos del barco y detenedlos. Cuando acabéis uníos a la ofensiva contra los otros barcos.
Sobrevoló el barco donde se encontraba Iulio, combatiendo contra uno de los hombres. No tardó nada en girar sobre si mismo y dirigir uno de sus Phoenix Emperor a la cubierta del barco, buscando cortarlo y prenderlo en llamas para acelerar el proceso. Sabía que Iulio sería lo suficientemente rápido como para pasar a su forma elemental y salir de allí antes de que se hundiese. Entonces voló hacia el otro barco, donde estaba Kenzo. Parecía tener problemas, enfrentándose él solo a una cantidad bastante grande de piratas. Aterrizó con fuerza, justo a su lado, haciendo temblar el barco. Los piratas parecieron asustarse por eso. Se colocó en posición de combate, sin apartar de vista a los piratas.
—¿Estás bien? ¿Puedes volver para curarte eso?
Sabía que el comandante era un hombre tenaz, que sería capaz de seguir luchando hasta el último segundo con una daga clavada en el corazón, sin embargo no quería que aquella herida empeorase. Lo único que faltaba era reducir ese barco a cenizas y los barcos marines ya estaban apuntando sus cañones hacia ellos.
Kenzo Nakajima
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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El brazos largos, sin moverse al tener la lanza clavada en el gemelo, continuaba lanzando tajos a diestro y siniestro. Su velocidad de ataque y la enorme cantidad de brazos hacían que, pese a la descomunal desventaja numérica, cada hombre que se acercara a él cayese presa de sus ataques. Sin embargo, al no tener tiempo para arrancarse la lanza que atravesaba su pantorrilla debido a la continua afluencia de enemigos, la habilidad curativa de sus vendas no podía comenzar a cerrar la herida, y no solo eso, sino que la limitación en su capacidad de movimiento hacía mucho más sencillo que alguno de los miembros de aquella turba encontrase un hueco en su defensa.
Por suerte el Vicealmirante llegó, surcando los cielos con sus escamosas alas. Al parecer había logrado acabar con el capitán y hundir su barco, por lo que acudía en ayuda de Kenzo. Una vez vencidos Oswalt y su segundo de abordo aquella tripulación había quedado completamente descabezada y privada de la gran mayoría de su poder, pero sus hombres, conscientes del futuro que les esperaba si se rendían, continuaban luchando con un ahínco digno de elogiar contra la flota marine. Pero el espadachín sabía bien que tras haber derrotado a sus líderes los piratas ya no tenían nada que hacer. El poder de la justicia había mostrado ser demasiado para ellos.
- Estoy bien, Zuko. No te preocupes. Solo necesito un momento para arrancarme la lanza y podré seguir combatiendo. - Contestó a su superior cuando este se interesó por su estado de salud.
Cuando le proporcionó el tiempo que necesitaba, el marine envainó dos de sus espadas y agarró con las manos que habían estado sujetándolas el asta de la lanza. Decidido a continuar luchando, sin rendirse en ningún momento, dio un brusco tirón con todas sus fuerzas. El arma se deslizó a través de su pierna hasta salir por donde había entrado, provocando un estallido de dolor que hizo que el brazos largos cayese sobre la rodilla de la pierna lesionada. Apenas un instante después las vendas rodearon la herida y comenzó a notar como su poder sanador comenzaba a hacer su efecto. No obstante se trataba de una herida considerable, por lo que iba a tardar en curarse por completo. Pero al menos ahora podía moverse de nuevo, aunque fuese con mayor dificultad.
- Estoy listo. - Anunció a su amigo y superior, asintiendo firmemente con la cabeza.
Acto seguido se lanzó nuevamente contra los piratas, blandiendo sus espadas con letal maestría e ignorando los pinchazos de dolor que, en cada apoyo del pie izquierdo, le mandaba su pantorrilla. No era tan rápido como acostumbraba, ni mucho menos, pero no pensaba dejar que eso fuese un impedimento. No cuando había un deber que cumplir.
Por suerte el Vicealmirante llegó, surcando los cielos con sus escamosas alas. Al parecer había logrado acabar con el capitán y hundir su barco, por lo que acudía en ayuda de Kenzo. Una vez vencidos Oswalt y su segundo de abordo aquella tripulación había quedado completamente descabezada y privada de la gran mayoría de su poder, pero sus hombres, conscientes del futuro que les esperaba si se rendían, continuaban luchando con un ahínco digno de elogiar contra la flota marine. Pero el espadachín sabía bien que tras haber derrotado a sus líderes los piratas ya no tenían nada que hacer. El poder de la justicia había mostrado ser demasiado para ellos.
- Estoy bien, Zuko. No te preocupes. Solo necesito un momento para arrancarme la lanza y podré seguir combatiendo. - Contestó a su superior cuando este se interesó por su estado de salud.
Cuando le proporcionó el tiempo que necesitaba, el marine envainó dos de sus espadas y agarró con las manos que habían estado sujetándolas el asta de la lanza. Decidido a continuar luchando, sin rendirse en ningún momento, dio un brusco tirón con todas sus fuerzas. El arma se deslizó a través de su pierna hasta salir por donde había entrado, provocando un estallido de dolor que hizo que el brazos largos cayese sobre la rodilla de la pierna lesionada. Apenas un instante después las vendas rodearon la herida y comenzó a notar como su poder sanador comenzaba a hacer su efecto. No obstante se trataba de una herida considerable, por lo que iba a tardar en curarse por completo. Pero al menos ahora podía moverse de nuevo, aunque fuese con mayor dificultad.
- Estoy listo. - Anunció a su amigo y superior, asintiendo firmemente con la cabeza.
Acto seguido se lanzó nuevamente contra los piratas, blandiendo sus espadas con letal maestría e ignorando los pinchazos de dolor que, en cada apoyo del pie izquierdo, le mandaba su pantorrilla. No era tan rápido como acostumbraba, ni mucho menos, pero no pensaba dejar que eso fuese un impedimento. No cuando había un deber que cumplir.
- Iulio:
- Logras agarrar el cuello del pirata, atravesando para ello su espesa barba con tu mano. Tal vez notes el tacto de alguna miga que haya quedado atrapada en ella. Tu ataque tiene un efecto devastador, acabando con la vida de tu enemigo, que nada puede hacer para defenderse de tu velocidad y la capacidad destructiva de tu ofensiva.
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