Astartea Shikei
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Cuando el barco la dejó en aquella isla, nuestra dama de cabellos albinos y orbes de sangre no pudo esconder esa sonrisa traicionera que pinta sus labios cuando algo interesante anda cerca.
No había rastros de que el barco o ella pertenecieran a la marina y de hecho, su apariencia distaba de ser la de un marine. El suave y ondeante vestido rojo de tirantes, el cabello recogido en una coleta alta, el bolso negro de viaje y esa apariencia que mezclaba un ángel con un travieso y molesto demonio.
Estaba molesta, si, aunque esa molestia no podía apagar su sonrisa cargada de maldad y travesura por mucho que lo intentara. Una de sus princesitas favoritas había sido vista en aquella isla y desde su desaparición Astartea estaba deseosa de cruzarse con ella en algún momento. Era fácil identificarla, sus gatos eran enormes, pesados y llamativos, tanto como sus ojos de esmeralda, las noticias habían volado.
Lastimosamente y como siempre le pasa a la marina, se entera tarde de las cosas y llegó cuando nuestra querida amiga ya había desaparecido.
-Me rompes el corazón, casi parece que escapas de mi.- Lo dice al aire, mirando el mar en el puerto, como si sus palabras fueran a ser llevadas por el viento hasta los oídos de la mujer, pero bueno, aun podía hacer algo interesante por la zona.
El turismo no era una idea que despreciara y como la mayoría la veía como una extranjera, había una mezcla extraña en el ambiente, una de esas entre la desconfianza y la curiosidad que la gente no sabe cómo descifrar. Mientras pasa por las calles de los peores barrios sus orbes de sangre pasan de un lado a otro, atenta, sin importarle demasiado las miradas o los susurros, los gestos asustados o preocupados.
Luego de eso sigue por varios caminos, curioseando el lugar hasta llegar a una inmensa fuente, sentándose un momento en su borde para descansar toma aire un momento. Saca una botella con agua, bebe de ella y mira un instante el cielo. Otra isla nueva, demasiadas cosas por investigar y conocer. Guarda la botella, pasa los dedos calmadamente por el agua y el rojo de sus orbes parece perderse entre las ondas transparentes por un instante.
¿Qué esperaba ver o encontrar exactamente aparte de su reflejo? Una sonrisa algo torcida eleva sus labios y decida borrarla distorsionando su reflejo al pasar su mano por el agua.
No es momento de pensar en tonterías, parece que algo o alguien está por llegar.
No había rastros de que el barco o ella pertenecieran a la marina y de hecho, su apariencia distaba de ser la de un marine. El suave y ondeante vestido rojo de tirantes, el cabello recogido en una coleta alta, el bolso negro de viaje y esa apariencia que mezclaba un ángel con un travieso y molesto demonio.
Estaba molesta, si, aunque esa molestia no podía apagar su sonrisa cargada de maldad y travesura por mucho que lo intentara. Una de sus princesitas favoritas había sido vista en aquella isla y desde su desaparición Astartea estaba deseosa de cruzarse con ella en algún momento. Era fácil identificarla, sus gatos eran enormes, pesados y llamativos, tanto como sus ojos de esmeralda, las noticias habían volado.
Lastimosamente y como siempre le pasa a la marina, se entera tarde de las cosas y llegó cuando nuestra querida amiga ya había desaparecido.
-Me rompes el corazón, casi parece que escapas de mi.- Lo dice al aire, mirando el mar en el puerto, como si sus palabras fueran a ser llevadas por el viento hasta los oídos de la mujer, pero bueno, aun podía hacer algo interesante por la zona.
El turismo no era una idea que despreciara y como la mayoría la veía como una extranjera, había una mezcla extraña en el ambiente, una de esas entre la desconfianza y la curiosidad que la gente no sabe cómo descifrar. Mientras pasa por las calles de los peores barrios sus orbes de sangre pasan de un lado a otro, atenta, sin importarle demasiado las miradas o los susurros, los gestos asustados o preocupados.
Luego de eso sigue por varios caminos, curioseando el lugar hasta llegar a una inmensa fuente, sentándose un momento en su borde para descansar toma aire un momento. Saca una botella con agua, bebe de ella y mira un instante el cielo. Otra isla nueva, demasiadas cosas por investigar y conocer. Guarda la botella, pasa los dedos calmadamente por el agua y el rojo de sus orbes parece perderse entre las ondas transparentes por un instante.
¿Qué esperaba ver o encontrar exactamente aparte de su reflejo? Una sonrisa algo torcida eleva sus labios y decida borrarla distorsionando su reflejo al pasar su mano por el agua.
No es momento de pensar en tonterías, parece que algo o alguien está por llegar.
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La luz que pasa por la ventana en la que está hospedado le dio en la piel, haciendo que el moreno se levantase. Se apartó instintivamente de la luz, casi esquivándola de forma natural. Estaba todavía acostumbrándose a su nueva fruta: irónicamente, antes era la luz y ahora esta era su enemiga. Se dirigió hacia el lavabo y se lavó la cara, mirándose brevemente al espejo. "Tengo que ser fuerte. piensa, mientras se despide de él mismo y se dirige a un armario. De este, se coloca de forma elegante el traje que le regalaron. Le apetecía pasear, y nada iba a impedírselo. Dos piezas negras con una camisa sin los botones de arriba abrochados. Picaron a la puerta y abrió, recibiendo un café con una pequeña sonrisa ladeada. Se lo tragó de golpe, casi ni notando lo caliente que estaba y dejó la taza en la mesa.
—Dark, he visto algo raro —le comentó Luminis.
—¿El qué? —Pregunta algo curioso.
—Hay una persona nueva en Samirn, la gente está un poco agitada.
Le acarició la cabeza a su mascota y pasó a rascarle debajo del mentón.
—Salta por la ventana y búscala. Me iré preparando para ver quién es.
A pesar de estar ligeramente dolido por lo que ocurrió en Norin, tenía que seguir adelante. Quizás por el destino, o porque le había tocado llevar una vida llena de dolor, conocer gente nueva le hacía olvidarlo brevemente. Salió de la habitación y pagó con una bolsa de berries bastante grande al viejo del hotel. Ya se conocieron en el pasado y sabía que el hombre que hospedaba en su hostal le hacía publicidad de solo estar ahí. Salió por las calles activando el mantra y llevándose las manos a la americana del traje. Al ser de cuerpo completo el malestar en general que le daba la luz era sostenible. Tenía algo de calor, pero era un precio a pagar por el poder. Se conectó a los ojos de Luminis y vio a algo que lo hizo sonreír. ¿Qué hacía esa chica ahí? Se dirigió directamente hacia donde estaba, pasando los dedos por el agua.
—¿Menuda casualidad, eh? —Dijo con una pequeña sonrisa y un tono de voz mucho más serio.
La última vez que se vieron fue al salir de Shabaody, y él era una persona completamente en aquel entonces. Ahora mantenía una postura firme y cada cosa que salía de él, tanto la mirada como la misma voz eran con un tono más maduro. Una vez llegó a la altura de la famosa peliblanca, se ofreció a cogerle la mano y dedicarle un largo beso en esta si se dejaba.
—Al final recuperé lo que era mío —exclamó mientras perdía la sonrisa—. ¿Y tú, te ha servido de algo experimentar de algo con mi brazo o pierna?
Levantó la mano, enseñándole claramente que ya no poseía el brazo dracónico. Después se metió las manos en los bolsillos y esperó atentamente a que le contestase. Había logrado jugar con él antes, y en cierto modo le estaba agradecido de alguna forma. Aunque ahora, con firmeza, sabía que le había usado a su merced. Y aunque no fuese su culpa comportarse así, le tocaba ver si podía volver a resistirse a esos carmines encendidos.
—Dark, he visto algo raro —le comentó Luminis.
—¿El qué? —Pregunta algo curioso.
—Hay una persona nueva en Samirn, la gente está un poco agitada.
Le acarició la cabeza a su mascota y pasó a rascarle debajo del mentón.
—Salta por la ventana y búscala. Me iré preparando para ver quién es.
A pesar de estar ligeramente dolido por lo que ocurrió en Norin, tenía que seguir adelante. Quizás por el destino, o porque le había tocado llevar una vida llena de dolor, conocer gente nueva le hacía olvidarlo brevemente. Salió de la habitación y pagó con una bolsa de berries bastante grande al viejo del hotel. Ya se conocieron en el pasado y sabía que el hombre que hospedaba en su hostal le hacía publicidad de solo estar ahí. Salió por las calles activando el mantra y llevándose las manos a la americana del traje. Al ser de cuerpo completo el malestar en general que le daba la luz era sostenible. Tenía algo de calor, pero era un precio a pagar por el poder. Se conectó a los ojos de Luminis y vio a algo que lo hizo sonreír. ¿Qué hacía esa chica ahí? Se dirigió directamente hacia donde estaba, pasando los dedos por el agua.
—¿Menuda casualidad, eh? —Dijo con una pequeña sonrisa y un tono de voz mucho más serio.
La última vez que se vieron fue al salir de Shabaody, y él era una persona completamente en aquel entonces. Ahora mantenía una postura firme y cada cosa que salía de él, tanto la mirada como la misma voz eran con un tono más maduro. Una vez llegó a la altura de la famosa peliblanca, se ofreció a cogerle la mano y dedicarle un largo beso en esta si se dejaba.
—Al final recuperé lo que era mío —exclamó mientras perdía la sonrisa—. ¿Y tú, te ha servido de algo experimentar de algo con mi brazo o pierna?
Levantó la mano, enseñándole claramente que ya no poseía el brazo dracónico. Después se metió las manos en los bolsillos y esperó atentamente a que le contestase. Había logrado jugar con él antes, y en cierto modo le estaba agradecido de alguna forma. Aunque ahora, con firmeza, sabía que le había usado a su merced. Y aunque no fuese su culpa comportarse así, le tocaba ver si podía volver a resistirse a esos carmines encendidos.
- Apariencia de Dark:
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-No existen las casualidades, solo lo inevitable…¿Quién te dice que no sabía que estabas por aquí?- No cambia el gesto en su rostro, la mirada que se pasea calmadamente por el agua o aquel porte de demonio con un rostro de ángel. Era quizás el escote pronunciado, la plata mezclada con la sangre o tal vez, solo tal vez, aquella sonrisa torcida y maligna que anunciaba el caos en todas partes.
Se dejó besar la mano como algo a lo que está demasiado acostumbrada, aunque no vamos a negar que odia todos y cada uno de esos gestos que tienen que ver con la nobleza. Luego el hombre hace una pregunta, y aunque debería ser ella la que se sorprende o extraña de verlo así, solo responde con algo de forma calmada y tranquila.- La verdad es que no, me sigo muriendo, así que fueron bastantes inútiles.- Pestañea de forma tranquila, como si acabara de decir que el cielo era azul y la tierra redonda.- Aunque fue divertido ponerlos en cuerpos funcionales y ver como explotaban por culpa de la energía residual.- Lo admite sin mucho problema, levantándose de su asiento, pasando sus dedos entre la tela del color del carmín.
Colocó las manos a su espalda, alzó la postura, sonríe con tranquilidad y simplemente comienza a caminar.- ¿Vienes a dar un paseo? Me aburre estar sentada.- Nuestra dama camina de forma tranquila, en el tiempo que han tardado en verse, su problema de corazón ha empeorado bastante y el uso de su akuma sigue causando problemas como pequeños infartos, sangre bajando por su boca, su nariz o incluso sus ojos. Su salud se ha deteriorado, y aunque se ha operado así misma un total de ciento sesenta y dos veces apenas ha conseguido hacer una copia de su corazón sin caer en los afectos de la anestesia general.
Doscientas noventa y tres veces ha operado su propio corazón en una mesa médica, y sin embargo no ha podido cambiarlo en su pecho debido a los problemas que suponen.
Era algo que sabía desde bastante joven, la fecha de caducidad prematura en su frente había sido lo que redujo su valor a los ojos de los nobles, de sus padres. La razón de que la regalaran y pasaran de mano a mano esperando que en algún momento muriera en las manos de alguien y así sacar su parte de todo aquello. Ellos podían intentar tener otros hijos, ella solo era algo valioso que usar para cambiarlo… O eso habían pensado hasta que los mando a matar poco después.
-¿Qué te cuentas Dark? ¿Cómo fueron las cosas? Me gustaba más como te quedaba el blanco, pero no estás tan mal de traje.- Una sonrisa burlona, coqueta y divertida, una mirada de reojo y le hace un gesto para que le deje agarrarse de su brazo.- ¿No le negaras la charla a una moribunda, no?
Se dejó besar la mano como algo a lo que está demasiado acostumbrada, aunque no vamos a negar que odia todos y cada uno de esos gestos que tienen que ver con la nobleza. Luego el hombre hace una pregunta, y aunque debería ser ella la que se sorprende o extraña de verlo así, solo responde con algo de forma calmada y tranquila.- La verdad es que no, me sigo muriendo, así que fueron bastantes inútiles.- Pestañea de forma tranquila, como si acabara de decir que el cielo era azul y la tierra redonda.- Aunque fue divertido ponerlos en cuerpos funcionales y ver como explotaban por culpa de la energía residual.- Lo admite sin mucho problema, levantándose de su asiento, pasando sus dedos entre la tela del color del carmín.
Colocó las manos a su espalda, alzó la postura, sonríe con tranquilidad y simplemente comienza a caminar.- ¿Vienes a dar un paseo? Me aburre estar sentada.- Nuestra dama camina de forma tranquila, en el tiempo que han tardado en verse, su problema de corazón ha empeorado bastante y el uso de su akuma sigue causando problemas como pequeños infartos, sangre bajando por su boca, su nariz o incluso sus ojos. Su salud se ha deteriorado, y aunque se ha operado así misma un total de ciento sesenta y dos veces apenas ha conseguido hacer una copia de su corazón sin caer en los afectos de la anestesia general.
Doscientas noventa y tres veces ha operado su propio corazón en una mesa médica, y sin embargo no ha podido cambiarlo en su pecho debido a los problemas que suponen.
Era algo que sabía desde bastante joven, la fecha de caducidad prematura en su frente había sido lo que redujo su valor a los ojos de los nobles, de sus padres. La razón de que la regalaran y pasaran de mano a mano esperando que en algún momento muriera en las manos de alguien y así sacar su parte de todo aquello. Ellos podían intentar tener otros hijos, ella solo era algo valioso que usar para cambiarlo… O eso habían pensado hasta que los mando a matar poco después.
-¿Qué te cuentas Dark? ¿Cómo fueron las cosas? Me gustaba más como te quedaba el blanco, pero no estás tan mal de traje.- Una sonrisa burlona, coqueta y divertida, una mirada de reojo y le hace un gesto para que le deje agarrarse de su brazo.- ¿No le negaras la charla a una moribunda, no?
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La forma en la que hablaba y actuaba era ligeramente distinta a la de antes. Se encontraba analizando cada movimiento, por muy sutil que fuese. El juego de descubrir quién era en realidad le hizo cortarse por un segundo al escucharla. La segunda vez que mencionaba algo referente a su estado. Lo incluía sin ningún tipo de reparo en sus palabras, y eso era porque, o ya lo tenía asumido, o seguía intentándolo. Fuese el caso que fuese, dejó de sobreanalizarla por un segundo. No podía hacerlo, no por lo menos en ese momento.
—¿Una moribunda? —Preguntó con un tono ligeramente confuso.
Relacionó la anterior frase rápidamente en su cabeza. Caminaba a su lado, y podía notar cómo la gente se fijaban en ellos. Era normal que ante dos personas tan destacables los ojos se torciesen al momento. Chasqueó la lengua por lo bajo e intentó dar una buena respuesta. Parecía que sí, que toda persona que le cayese bien acababa desaparecida o muerta. Jugueteó con el anillo de su pecho con un dedo mientras dedicaba un largo silencio. Él, por su parte, intentaba dirigir la marcha siempre por la sombra... el sol le molestaba.
—Sí, podemos charlar. Y también puedo ayudarte, si así lo deseas. —Le comentó con un tono ligeramente apagado.
El que fuese de negro no era simplemente por estilo: estaba de luto. Pero prefería no pensar en ello. Paró por un momento y señaló hacia un restaurante. No sabía si deseaba o no entrar, así que mientras estaba quieto, sacó un cigarro y lo prendió. Agarró humo y empezó a hablar, sin ningún tipo de dificultad.
—Conozco un lugar que puede curarlo todo, Astartea. —Exclamó, para después soltar el humo y dar un largo silencio—. Lo estaba usando para negociar con el gobierno. He enviado una carta para entregarme a juicio tras lo de Shabaody.
Bajó la mirada por un momento. Aunque fuese férrea y fría, se le pudo notar fruncir el ceño por un segundo.
—Y como tú me ayudaste dos veces, yo te debo dos favores. Además de ser esto personal... Me caes bien. Pídeme una cosa, lo que necesites. Y lo conseguiré. —Le dijo, tendiéndole la mano.
Se le escapó una sonrisa que casi más que sincera, era perversa. Desde que había comido la fruta tenía esa predilección de ofrecer pactos. No sabía si funcionaba de algo, o era un efecto secundario ya que no sabía todavía lo que podía hacer como demonio, pero la simple proposición le hacía llenar su corazón vacío de calor. ¿Era él ahora el demonio? ¿El que pedía deseos se había vuelto en el que los podía conceder? No lo sabía. Pero no tenía reparo en averiguarlo. Quizás podía ayudarla, y ayudarse a entender su fruta del diablo.
—¿Una moribunda? —Preguntó con un tono ligeramente confuso.
Relacionó la anterior frase rápidamente en su cabeza. Caminaba a su lado, y podía notar cómo la gente se fijaban en ellos. Era normal que ante dos personas tan destacables los ojos se torciesen al momento. Chasqueó la lengua por lo bajo e intentó dar una buena respuesta. Parecía que sí, que toda persona que le cayese bien acababa desaparecida o muerta. Jugueteó con el anillo de su pecho con un dedo mientras dedicaba un largo silencio. Él, por su parte, intentaba dirigir la marcha siempre por la sombra... el sol le molestaba.
—Sí, podemos charlar. Y también puedo ayudarte, si así lo deseas. —Le comentó con un tono ligeramente apagado.
El que fuese de negro no era simplemente por estilo: estaba de luto. Pero prefería no pensar en ello. Paró por un momento y señaló hacia un restaurante. No sabía si deseaba o no entrar, así que mientras estaba quieto, sacó un cigarro y lo prendió. Agarró humo y empezó a hablar, sin ningún tipo de dificultad.
—Conozco un lugar que puede curarlo todo, Astartea. —Exclamó, para después soltar el humo y dar un largo silencio—. Lo estaba usando para negociar con el gobierno. He enviado una carta para entregarme a juicio tras lo de Shabaody.
Bajó la mirada por un momento. Aunque fuese férrea y fría, se le pudo notar fruncir el ceño por un segundo.
—Y como tú me ayudaste dos veces, yo te debo dos favores. Además de ser esto personal... Me caes bien. Pídeme una cosa, lo que necesites. Y lo conseguiré. —Le dijo, tendiéndole la mano.
Se le escapó una sonrisa que casi más que sincera, era perversa. Desde que había comido la fruta tenía esa predilección de ofrecer pactos. No sabía si funcionaba de algo, o era un efecto secundario ya que no sabía todavía lo que podía hacer como demonio, pero la simple proposición le hacía llenar su corazón vacío de calor. ¿Era él ahora el demonio? ¿El que pedía deseos se había vuelto en el que los podía conceder? No lo sabía. Pero no tenía reparo en averiguarlo. Quizás podía ayudarla, y ayudarse a entender su fruta del diablo.
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-Es dramatismo, llevo años enferma del corazón, no es como si fuera a morirme hoy precisamente.- Rueda suavemente los ojos, con una mezcla divertida de burla y oscuridad que parece acompañarla en cada paso que da. Lo acompaña por la sombra ya que su albinismo no es compatible con el potente sol, no tiene ganas de quemarse esa tarde, es molesto y complicado.
Entonces el hombre señala un restaurante y ella asiente, acompañándole hasta este, aunque se sientan en una terraza cubierta por un techo y sombrillas de tonos blancos y claros. La dama se sienta sin mucho problema, esperando ser acompañada por el hombre que comienza a fumar un cigarro. Están en una esquina, en una zona donde no hay nadie cerca y donde el sol no llega hasta ellos.
Nuestra dama no está demasiado preocupada, y a diferencia de cualquier ser humano no se muestra tentada o controlada por sus palabras.
Se levanta de la silla, se acerca tranquilamente a la suya,se apoya ligeramente en la mesa, mirándole directamente a los ojos.- ¿Quién te crees que soy, cariño?... Tengo el suficiente cerebro como para saber que no se hacen tratos con demonios.- Un gesto calmado, travieso y calculado y cuando el hombre se da cuenta ella se sienta en su regazo.
Cruzar las piernas suavemente, acomodar el vestido que deja ver sus largas piernas y sonreír, si, sonreír de esa forma tan suya.-Sobre todo si se piensan que puedan engañar a otro más antiguo y más astuto.- Le guiña un ojo, le acaricia suavemente la mejilla y entonces se incorpora suavemente.- Pero tranquilo, puedo apañármelas sola, y si no, la muerte no es algo que me preocupe demasiado.- Encoge suavemente los hombros, mientras admite que es una de esas cosas que simplemente ha acabado asimilando con el pasar del tiempo.
-Al final comprendes que la muerte es una vieja amiga, no un enemigo…- Y esa es la realidad que los médicos abrazan con el tiempo, que aquellos que viven la vida aprovechando ese sentimiento de muerte comprenden.
Tal vez por eso nada vivo puede tentarla, tal vez por eso es uno de esos demonios que la gente teme… Después de todo, no puede perder nada.
Entonces el hombre señala un restaurante y ella asiente, acompañándole hasta este, aunque se sientan en una terraza cubierta por un techo y sombrillas de tonos blancos y claros. La dama se sienta sin mucho problema, esperando ser acompañada por el hombre que comienza a fumar un cigarro. Están en una esquina, en una zona donde no hay nadie cerca y donde el sol no llega hasta ellos.
Nuestra dama no está demasiado preocupada, y a diferencia de cualquier ser humano no se muestra tentada o controlada por sus palabras.
Se levanta de la silla, se acerca tranquilamente a la suya,se apoya ligeramente en la mesa, mirándole directamente a los ojos.- ¿Quién te crees que soy, cariño?... Tengo el suficiente cerebro como para saber que no se hacen tratos con demonios.- Un gesto calmado, travieso y calculado y cuando el hombre se da cuenta ella se sienta en su regazo.
Cruzar las piernas suavemente, acomodar el vestido que deja ver sus largas piernas y sonreír, si, sonreír de esa forma tan suya.-Sobre todo si se piensan que puedan engañar a otro más antiguo y más astuto.- Le guiña un ojo, le acaricia suavemente la mejilla y entonces se incorpora suavemente.- Pero tranquilo, puedo apañármelas sola, y si no, la muerte no es algo que me preocupe demasiado.- Encoge suavemente los hombros, mientras admite que es una de esas cosas que simplemente ha acabado asimilando con el pasar del tiempo.
-Al final comprendes que la muerte es una vieja amiga, no un enemigo…- Y esa es la realidad que los médicos abrazan con el tiempo, que aquellos que viven la vida aprovechando ese sentimiento de muerte comprenden.
Tal vez por eso nada vivo puede tentarla, tal vez por eso es uno de esos demonios que la gente teme… Después de todo, no puede perder nada.
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En el momento que dijo lo del demonio, por una fracción de segundo, se le iluminaron los ojos intensamente, casi rozando lo sobrenatural. Suspiró y se retuvo por un momento. Nada de usar la fruta del diablo, se había jurado a él mismo. No por lo menos mientras entendiese su verdadera naturaleza. Seguramente no se equivocaba en ello: ella le había ofrecido primero un pacto, que él mismo aceptó. Oh, joven y necio Dark amnésico. Si hubiese estado en ese barco, en aquella noche, con su estado de ahora, quizás la situación habría acabado muy distinta. Elevó una de sus piernas para cruzarla, e imitó la sonrisa característica de la joven albina. Miró su mano por un momento y entendió que estaba tanteando palabras. Nadie sabía que él poseía una fruta del diablo otra vez.
—Sólo era una proposición, Astartea —dijo mientras miraba su mano con desdén, girándola y comprobando que sus uñas estuviesen perfectamente cortadas—. Estoy seguro, con sinceridad, de que eres un sol. ¿Por qué no me dejas invitarte a comer algo y hablamos más profundamente de ésto? —Le preguntó mientras levantaba la mano e indicaba al camarero que viniese hacia ellos—. Quédate aquí mientras la señorita decide si quiere comer o no. A mí tráeme lo de siempre —le dijo con una pequeña sonrisa.
Se acomodó en la silla y se sintió aliviado de estar en la sombra otra vez. Se fijó en una parte del cuello que estaba excepcionalmente roja y echó un mechón de su pelo por ahí, tapándola disimuladamente. La gracia es que sus debilidades, su palidez repentina, todo venía de la akuma no mi. La joven parecía compartir esas propiedades con su albinismo, su forma de hablar y de comportarse. Quizás, aún con la sinceridad que estaba demostrando, todo esto volvía a ser un juego como en Shabaody o en el barco. "[i]La verdad es que tendrás hasta razón. Eres un demonio más viejo que yo." pensó mientras soltaba una pequeña carcajada por lo bajo.
—¿Y tienes alguna idea de cómo puedes superar tu aflicción? —Le preguntó, apoyando el pómulo en su mentón.
Por supuesto que la muerte era una vieja amiga. La había superado ya dos veces. Seguramente, si realmente existía una parca, tendría su número de contacto. Era ya un perro viejo, y a pesar de tener un cuerpo joven y perfecto, sabía mucho más de evadir el adiós definitivo. Seguiría su rollo, se mostraría interesado e intentaría verse algo estúpido con ella. De hecho, estaba volviendo a tener el tono anterior, más jovial y agradable.
—Sólo era una proposición, Astartea —dijo mientras miraba su mano con desdén, girándola y comprobando que sus uñas estuviesen perfectamente cortadas—. Estoy seguro, con sinceridad, de que eres un sol. ¿Por qué no me dejas invitarte a comer algo y hablamos más profundamente de ésto? —Le preguntó mientras levantaba la mano e indicaba al camarero que viniese hacia ellos—. Quédate aquí mientras la señorita decide si quiere comer o no. A mí tráeme lo de siempre —le dijo con una pequeña sonrisa.
Se acomodó en la silla y se sintió aliviado de estar en la sombra otra vez. Se fijó en una parte del cuello que estaba excepcionalmente roja y echó un mechón de su pelo por ahí, tapándola disimuladamente. La gracia es que sus debilidades, su palidez repentina, todo venía de la akuma no mi. La joven parecía compartir esas propiedades con su albinismo, su forma de hablar y de comportarse. Quizás, aún con la sinceridad que estaba demostrando, todo esto volvía a ser un juego como en Shabaody o en el barco. "[i]La verdad es que tendrás hasta razón. Eres un demonio más viejo que yo." pensó mientras soltaba una pequeña carcajada por lo bajo.
—¿Y tienes alguna idea de cómo puedes superar tu aflicción? —Le preguntó, apoyando el pómulo en su mentón.
Por supuesto que la muerte era una vieja amiga. La había superado ya dos veces. Seguramente, si realmente existía una parca, tendría su número de contacto. Era ya un perro viejo, y a pesar de tener un cuerpo joven y perfecto, sabía mucho más de evadir el adiós definitivo. Seguiría su rollo, se mostraría interesado e intentaría verse algo estúpido con ella. De hecho, estaba volviendo a tener el tono anterior, más jovial y agradable.
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-Las proposiciones nunca son solo eso, y eres o un mentiroso o bastante ingenuo si lo ves de esa forma.- Un vocablo mordaz, directo y casi burlón, mientras ella simplemente sigue a lo suyo, sentada en su silla cruzando suavemente sus piernas. Se acurruca suavemente en la silla con un gesto casi infantil y una de esas sonrisas que casi te hacen olvidar por un instante la clase de demonio que es. Sin embargo está contenta, no va a tener que andar por ahí con una sombrilla por miedo a terminar achicharrada por el sol.- Oh por dios, no soy un sol, siempre he sido más como la luna, eso de brillar y cegar a la gente hace años que se lo encargué a otra persona.- La silueta de Annabelle apareció en su mente y tuvo que negar de manera suave.
Acepta encogiéndose suavemente de hombros su invitación de comer y tras pedirle al camarero lo que a ojo, era lo más caro de la carta, la mujer simplemente se cruzó de brazos, mirándole.-Muchas, demasiadas, pero eso es cosa mía, como todo… Tengo mi manera de lidiar las cosas, y doy gracias a que no te incluye.- Pestañea de falsa forma inocente, exagerada, mientras se lleva la mano al pecho con cierta diversión.- No quisiera molestarte con mis problemas.- Mientras el camarero comienza a traer las bebidas y Astartea disfruta de una copa de vino tinto, no puede evitar pasar la mirada por el hombre, con algo de recelo.
Es desconfiada, demasiado, y sabe de sobra que hay cambios físicos que no los trae simplemente encontrarte a ti mismo y recuperar tus recuerdos. Gira la copa suavemente entre los dedos, tras relamerse suavemente los labios. No puede beber demasiado, lo sabe, pero eso no quiere decir que no disfrute rebajando suavemente su temperatura con aquello.
-Pero no hablemos de mí, ya sabes todo lo que tienes que saber… ¿Qué encontraste exactamente, mi querido Dark? - Astartea tenía la manía y la costumbre de tirar a la gente una vez le daba lo que ella quería, el hombre ya le había dado lo que podía querer, era el momento de averiguar si tenía algo más que poder sacarle.
Siempre era divertido jugar con la gente.
Acepta encogiéndose suavemente de hombros su invitación de comer y tras pedirle al camarero lo que a ojo, era lo más caro de la carta, la mujer simplemente se cruzó de brazos, mirándole.-Muchas, demasiadas, pero eso es cosa mía, como todo… Tengo mi manera de lidiar las cosas, y doy gracias a que no te incluye.- Pestañea de falsa forma inocente, exagerada, mientras se lleva la mano al pecho con cierta diversión.- No quisiera molestarte con mis problemas.- Mientras el camarero comienza a traer las bebidas y Astartea disfruta de una copa de vino tinto, no puede evitar pasar la mirada por el hombre, con algo de recelo.
Es desconfiada, demasiado, y sabe de sobra que hay cambios físicos que no los trae simplemente encontrarte a ti mismo y recuperar tus recuerdos. Gira la copa suavemente entre los dedos, tras relamerse suavemente los labios. No puede beber demasiado, lo sabe, pero eso no quiere decir que no disfrute rebajando suavemente su temperatura con aquello.
-Pero no hablemos de mí, ya sabes todo lo que tienes que saber… ¿Qué encontraste exactamente, mi querido Dark? - Astartea tenía la manía y la costumbre de tirar a la gente una vez le daba lo que ella quería, el hombre ya le había dado lo que podía querer, era el momento de averiguar si tenía algo más que poder sacarle.
Siempre era divertido jugar con la gente.
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Iba cambiando de un brazo a otro para apoyarse, atento de todo lo que le iba contando la albina. Era una casualidad absoluta que estuviese por la isla: iba a llamarla dentro de poco. Tenía algo que enseñarle, y quizás su fruta serviría para algo. ¿Que diese gracias a que no le incluyese? Por la forma en la que hablaba, la chica creía firmemente que suponía algún tipo de peligro para el moreno. Quizás podía haber sido manipulado antes, pero ahora cuestionaba en un juicio rápido todo lo que iba diciendo.
—No, no me molestas con tus problemas. Estaría encantado de ayudar. —Le contestó con un tono calmado.
Siguió atento hasta que llegó su turno. No le apetecía decir qué había encontrado, ya que quería reservarse la carta de la fruta por ahora. Sonrió brevemente y fue a abrir la boca para soltar una excusa, pero vio de fondo a un hombre que ya le había echado el ojo anteriormente. Le señaló vagamente dejando caer su mano del mentón y sonrió perversamente. Le iba a facilitar bastante las cosas que un apareciese aquel tío. Se llamaba Parton, y hace poco le habían venido a sus oídos más de una vez las actividades a las que se dedicaba en sus horas libres. Labrador por el día... Violador por las noches. Y él tenía una política especial para los criminales y piratas sin remedio. Una que había recuperado junto con sus memorias. Casi no podía ni contener la euforia de cazarlo, de atraerlo hacia él. El corazón se le aceleraba pero debía mantenerse en calma. Notaba los latidos acelerados y el sudor frío recorrer su frente. Los ojos se le iluminaron poco a poco y acabó llamando la atención de la mujer de ojos carmines.
—¿Te acuerdas del que te trató de robar el bolso en Shabaody, Astartea? ―Dijo mientras se levantaba de la silla con finura e impregnaba la fruta del diablo en sus palabras―. Tú. Ven.
El hombre inmediatamente tras escucharle, se giró sobre su eje y comenzó a andar hacia el moreno. Una vez estuvo delante, le colocó la mano en el hombro y centró su voluntad en él para desmayarlo, dejándole sentado al lado de ellos. Sacó unas gafas de su bolsillo y se las colocó para que pareciese que estaba durmiendo. Con el mismo movimiento, acabó abriendo su boca ligeramente y mirando dentro de esta. Le faltaba un molar en la parte izquierda de la mandíbula, tal y como le habían llegado los rumores.
—Digamos que quiero hacer un experimento. Si me acompañas te llevaré hasta mi casa, y te enseño de qué va. —Miró al que estaba sentado—. Este tío estaba invuelto en unos rumores de pedofilia, así que ya no sirve para la sociedad. Podemos probar con él. ¿Qué te parece?
Si aceptaba, señalaría hacia el fondo de la calle, donde no muy lejos se veía una casa con la fachada blanca. De dos pisos y un bonito porche. Era la suya y Brianna ya había marchado, por lo cual la llevaría hasta el sótano que había estado preparando. Ahí esperaba su objetivo principal desde que su aventura se había resumido. Lo que antes era un camino de rosas y aventuras, ahora eran frágiles espinas llenas de la sangre de otros. Era el camino que había elegido anteriormente, y el que le tocaba retomar.
—No, no me molestas con tus problemas. Estaría encantado de ayudar. —Le contestó con un tono calmado.
Siguió atento hasta que llegó su turno. No le apetecía decir qué había encontrado, ya que quería reservarse la carta de la fruta por ahora. Sonrió brevemente y fue a abrir la boca para soltar una excusa, pero vio de fondo a un hombre que ya le había echado el ojo anteriormente. Le señaló vagamente dejando caer su mano del mentón y sonrió perversamente. Le iba a facilitar bastante las cosas que un apareciese aquel tío. Se llamaba Parton, y hace poco le habían venido a sus oídos más de una vez las actividades a las que se dedicaba en sus horas libres. Labrador por el día... Violador por las noches. Y él tenía una política especial para los criminales y piratas sin remedio. Una que había recuperado junto con sus memorias. Casi no podía ni contener la euforia de cazarlo, de atraerlo hacia él. El corazón se le aceleraba pero debía mantenerse en calma. Notaba los latidos acelerados y el sudor frío recorrer su frente. Los ojos se le iluminaron poco a poco y acabó llamando la atención de la mujer de ojos carmines.
—¿Te acuerdas del que te trató de robar el bolso en Shabaody, Astartea? ―Dijo mientras se levantaba de la silla con finura e impregnaba la fruta del diablo en sus palabras―. Tú. Ven.
El hombre inmediatamente tras escucharle, se giró sobre su eje y comenzó a andar hacia el moreno. Una vez estuvo delante, le colocó la mano en el hombro y centró su voluntad en él para desmayarlo, dejándole sentado al lado de ellos. Sacó unas gafas de su bolsillo y se las colocó para que pareciese que estaba durmiendo. Con el mismo movimiento, acabó abriendo su boca ligeramente y mirando dentro de esta. Le faltaba un molar en la parte izquierda de la mandíbula, tal y como le habían llegado los rumores.
—Digamos que quiero hacer un experimento. Si me acompañas te llevaré hasta mi casa, y te enseño de qué va. —Miró al que estaba sentado—. Este tío estaba invuelto en unos rumores de pedofilia, así que ya no sirve para la sociedad. Podemos probar con él. ¿Qué te parece?
Si aceptaba, señalaría hacia el fondo de la calle, donde no muy lejos se veía una casa con la fachada blanca. De dos pisos y un bonito porche. Era la suya y Brianna ya había marchado, por lo cual la llevaría hasta el sótano que había estado preparando. Ahí esperaba su objetivo principal desde que su aventura se había resumido. Lo que antes era un camino de rosas y aventuras, ahora eran frágiles espinas llenas de la sangre de otros. Era el camino que había elegido anteriormente, y el que le tocaba retomar.
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Astartea era una de esas personas a la que le gustaba marcar el ritmo de la conversación, el momento, el cuándo y el dónde. Odiaba terriblemente que la gente decidiera por ella o que se impusiera a sus deseos. Por ello tal vez se limitó a comer de manera calmada, mientras escuchaba al hombre tras deleitarse con el pedido que ha llegado poco después de aquel fantástico vino. Es triste pero le interesa más pillarse una borrachera a costa de aquel líquido que de prestarle atención al muchacho.
Aquella inocencia había desaparecido en una marea tan oscura como lo era ahora su cabello, y hombres como él habían pasado cientos a lo largo de su vida. Por eso tal vez se limitó a apretar los cubiertos entre sus dedos, fruncir ligeramente el ceño y negar de manera suave mientras traía al hombre. Una vez lo ve sentado simplemente mira a Dark, tomando de su nueva y rellenada copa de vino.- Lo siento, soy muy cuidadosa cuando elijo mis compañeros de laboratorio y tú definitivamente no cumples el perfil.- Simple y llanamente se terminó la copa de un trago, tras haber limpiado el plato.
Se levantó separando la silla de la mesa, dio un par de palmadas en el hombro de aquel hombre al que él había encantado y clavó sus orbes de sangre en los suyos- Buscate alguien más con quien jugar...Tengo una dama a la que buscar, no me interesa ver como juegas con este pobre desgraciado.- Un suave gesto y se encoge de hombros, pero nuestra dama sabe esa verdad que la gente como él calla. Lo peligroso con la gente como él no es no saber nada, es saber demasiado, hasta el punto en el que puedas resultar un peligro para ellos.
-Creo que si no tienes nada más que decirme, podemos continuar con el paseo, me gusta caminar para bajar la comida.-Entonces de su bolso sacaría cuidadosamente un parasol blanco, girando suavemente entre sus dedos con la falsa inocencia que esconde la sangre de sus ojos y la traición de su sonrisa.
Aquel hombre podría haber encontrado un poder capaz de doblegar a la gente, y eso sin duda era impresionante y quería felicitarlo por ello, pero no era consciente de que se había encontrado con la horma de su zapato. Así como cierta dama de esmeraldas por ojos se negaba a que conociera a cierto rubio, ella sabía que para Dark era definitivamente una de esas cosas que aunque querías encontrar, no deberías.
Los demonios y las pesadillas eran mejor desde la distancia.
Aquella inocencia había desaparecido en una marea tan oscura como lo era ahora su cabello, y hombres como él habían pasado cientos a lo largo de su vida. Por eso tal vez se limitó a apretar los cubiertos entre sus dedos, fruncir ligeramente el ceño y negar de manera suave mientras traía al hombre. Una vez lo ve sentado simplemente mira a Dark, tomando de su nueva y rellenada copa de vino.- Lo siento, soy muy cuidadosa cuando elijo mis compañeros de laboratorio y tú definitivamente no cumples el perfil.- Simple y llanamente se terminó la copa de un trago, tras haber limpiado el plato.
Se levantó separando la silla de la mesa, dio un par de palmadas en el hombro de aquel hombre al que él había encantado y clavó sus orbes de sangre en los suyos- Buscate alguien más con quien jugar...Tengo una dama a la que buscar, no me interesa ver como juegas con este pobre desgraciado.- Un suave gesto y se encoge de hombros, pero nuestra dama sabe esa verdad que la gente como él calla. Lo peligroso con la gente como él no es no saber nada, es saber demasiado, hasta el punto en el que puedas resultar un peligro para ellos.
-Creo que si no tienes nada más que decirme, podemos continuar con el paseo, me gusta caminar para bajar la comida.-Entonces de su bolso sacaría cuidadosamente un parasol blanco, girando suavemente entre sus dedos con la falsa inocencia que esconde la sangre de sus ojos y la traición de su sonrisa.
Aquel hombre podría haber encontrado un poder capaz de doblegar a la gente, y eso sin duda era impresionante y quería felicitarlo por ello, pero no era consciente de que se había encontrado con la horma de su zapato. Así como cierta dama de esmeraldas por ojos se negaba a que conociera a cierto rubio, ella sabía que para Dark era definitivamente una de esas cosas que aunque querías encontrar, no deberías.
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"No sé si lo que pretende es desquiciarme o es que simplemente es así." pensó mientras se levantaba con una sonrisa. Tras el rechazo se sintió algo molesto. No solo porque no iba a llevarla hasta su casa, sino que no sabría a quién pedirle ayuda con lo que tenía en su sótano. No tenía demasiado tiempo: las agujas del reloj iban dejando pasar las horas y el tiempo final se acercaba. Pero tampoco sabía cómo entonar lo que tenía que pedirle. Ni iba a usar su fruta del diablo con ella. Lo tenía prohibido con toda la gente que respetaba, o por en general. No le gustaba ser un demonio embaucador que atraía a sus presas para hacer cosas raras con ellas. Sentía algo oscuro dentro de él que le pedía que lo hiciese, pero lograba calmarlo por ahora. Decidió no tomárselo a mal y simplemente contestar encogiéndose de hombros. No podía hacer más que interesarse por lo que ella quería y, a lo mejor al final del día, aceptaría a verla.
—¿Cuál es la dama a la que tienes que buscar, Astartea? —Le preguntó con un tono tranquilo—. A lo mejor podemos preguntar por ahí. O pasear como quieras.
Sabía de sobras que no debía exponerse demasiado. Al fin y al cabo las personas como ella eran mucho más pulcras y cuidadosas de lo normal. Así que ignorando el tema y ofreciendo una sutil ayuda a la mujer de ojos carmines se adentraría un poco en su terreno. Era normal. Él ya no era una buena persona y quizás Astartea podía verlo de lejos. No le gustaba ya ir preservando las opiniones de los demás. En el fondo todo le daba igual a esas alturas. Cómo podía estar alguien, sus problemas... No podía tener empatía con ellos. Actuaba y fingía pero por dentro de él ya estaba apagada la llama que le motivaba. Rejuvenecer solo le había dado treinta años más que esperar hasta el final. Y el intermedio era muy aburrido y triste. Se dio cuenta que, mientras paseaba a su lado, le recordó a cuando la conoció en Shabaody. Y el paseo de aquel entonces lo sentía de una forma totalmente distinta. Una chica guapa y menuda, un objetivo para intentar cortejar. Pero ahora se sentía de una forma totalmente distinta. Necesitaba una amiga con la que poder charlar.
—He mandado una carta para el gobierno mundial —exclamó mientras iba con los brazos pegados a la lumbar—. Voy a entregarme a juicio. Mi plan es volver a la Marine, pero estoy muy seguro de que voy a acabar en Impel Down —acabó diciendo antes de parar y volver al silencio.
Esa era una de las dos cosas que quería contarle. Para la otra no estaría preparada, no por lo menos por ahora. O a lo mejor era él el que no lo estaba.
—¿Cuál es la dama a la que tienes que buscar, Astartea? —Le preguntó con un tono tranquilo—. A lo mejor podemos preguntar por ahí. O pasear como quieras.
Sabía de sobras que no debía exponerse demasiado. Al fin y al cabo las personas como ella eran mucho más pulcras y cuidadosas de lo normal. Así que ignorando el tema y ofreciendo una sutil ayuda a la mujer de ojos carmines se adentraría un poco en su terreno. Era normal. Él ya no era una buena persona y quizás Astartea podía verlo de lejos. No le gustaba ya ir preservando las opiniones de los demás. En el fondo todo le daba igual a esas alturas. Cómo podía estar alguien, sus problemas... No podía tener empatía con ellos. Actuaba y fingía pero por dentro de él ya estaba apagada la llama que le motivaba. Rejuvenecer solo le había dado treinta años más que esperar hasta el final. Y el intermedio era muy aburrido y triste. Se dio cuenta que, mientras paseaba a su lado, le recordó a cuando la conoció en Shabaody. Y el paseo de aquel entonces lo sentía de una forma totalmente distinta. Una chica guapa y menuda, un objetivo para intentar cortejar. Pero ahora se sentía de una forma totalmente distinta. Necesitaba una amiga con la que poder charlar.
—He mandado una carta para el gobierno mundial —exclamó mientras iba con los brazos pegados a la lumbar—. Voy a entregarme a juicio. Mi plan es volver a la Marine, pero estoy muy seguro de que voy a acabar en Impel Down —acabó diciendo antes de parar y volver al silencio.
Esa era una de las dos cosas que quería contarle. Para la otra no estaría preparada, no por lo menos por ahora. O a lo mejor era él el que no lo estaba.
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-Oh no tienes que molestarte, se que esa mujer ya no está en la isla, pero al meno me ha servido para saber algo interesante.- Mirando hacía la zona de la fortaleza, nuestra dama de sonrisa traviesa gira suavemente el parasol entre sus dedos mientras mira al hombre, las cosas comienzan a moverse tanto como su adorado paraguas de encaje blanco. Sus dedos se paseaban tranquilamente por la espalda del pequeño rehén que compartían, cubriendo su cuerpo de pequeñas marquitas que aparecen casi como si de alguna clase de embrujo parecieran. Luego simplemente baja la mano, sonríe de manera tranquila y comienza a caminar.
El tema de la carta consigue que le mire de manera curiosa, hace que pestañee de forma calmada y que ladee el rostro.- Oh yo que soñaba con entregarte algún día, me rompes el corazón.- Su expresión no cambiaba, pero la sutil forma en la que sus labios se elevan deja claro que le está divirtiendo todo aquello de una manera que no debería.- Siempre puedo testificar a tu favor, tengo muy buena fama dentro de la marina.- Lo dice en serio, y aunque es irónico está creciendo rápidamente en ese lugar, mientras sus sonrisas se pierden entre la gente y ellos piensan cada vez más que pueden y deben confiar en ella.
No sabe exactamente qué clase de mentira está creando, si hace tiempo que dejó de ser una mentira o si realmente está cambiando de alguna manera. Frunce ligeramente el ceño mientras piensa en cierta persona, entonces mira a Dark con el gesto mantenido, queriendo saber una cosa tanto como todo aquello.- Hace poco, me he encontrado con Dexter Black…¿Le conoces aparte de por lo obvio? - Una pregunta seria mientras con calma lo cubre con su parasol para que el sol no queme su piel. Puede que ya no sea albino, pero sigue teniendo la piel clara y a ojos de nuestra médico esquivar el sol parece su nuevo deporte favorito.
No vamos a negar que la curiosidad le pica de una manera divertida y consigue que ella tenga que aguantar una sonrisa. Es su mayor pecado, su mayor fallo y aquello que siempre ha conseguido meterla en líos, lograr que auténticas barbaridades salieran de entre sus labios o sus dedos. Dark siempre tiene algo interesante incluso cuando ella cree que ya se ha cansado tras obtener lo que quería, era una persona que tardaba poco en reinventarse y eso le gustaba.
Nunca te cansabas de una persona así.
El tema de la carta consigue que le mire de manera curiosa, hace que pestañee de forma calmada y que ladee el rostro.- Oh yo que soñaba con entregarte algún día, me rompes el corazón.- Su expresión no cambiaba, pero la sutil forma en la que sus labios se elevan deja claro que le está divirtiendo todo aquello de una manera que no debería.- Siempre puedo testificar a tu favor, tengo muy buena fama dentro de la marina.- Lo dice en serio, y aunque es irónico está creciendo rápidamente en ese lugar, mientras sus sonrisas se pierden entre la gente y ellos piensan cada vez más que pueden y deben confiar en ella.
No sabe exactamente qué clase de mentira está creando, si hace tiempo que dejó de ser una mentira o si realmente está cambiando de alguna manera. Frunce ligeramente el ceño mientras piensa en cierta persona, entonces mira a Dark con el gesto mantenido, queriendo saber una cosa tanto como todo aquello.- Hace poco, me he encontrado con Dexter Black…¿Le conoces aparte de por lo obvio? - Una pregunta seria mientras con calma lo cubre con su parasol para que el sol no queme su piel. Puede que ya no sea albino, pero sigue teniendo la piel clara y a ojos de nuestra médico esquivar el sol parece su nuevo deporte favorito.
No vamos a negar que la curiosidad le pica de una manera divertida y consigue que ella tenga que aguantar una sonrisa. Es su mayor pecado, su mayor fallo y aquello que siempre ha conseguido meterla en líos, lograr que auténticas barbaridades salieran de entre sus labios o sus dedos. Dark siempre tiene algo interesante incluso cuando ella cree que ya se ha cansado tras obtener lo que quería, era una persona que tardaba poco en reinventarse y eso le gustaba.
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Sonrió cuando escuchó lo de que podía testificar por él. Al fin y al cabo toda ayuda era bienvenida; lógicamente, no le diría que no. Porque necesitaba volver a la Marine para empezar con su plan. Le tendió la mano con la sonrisa todavía y la dejó en el aire.
—Gracias, Astartea. No me capturarás, ¿pero quién sabe? —acabó diciendo con un pequeño guiño. Después se limitó a seguir escuchándola.
Frunció el ceño ligeramente cuando escuchó el nombre de aquel hombre. Bajó la cabeza brevemente y no pudo evitar pensar en Álex. Al fin y al cabo, todas las veces que se había cruzado con Dexter había sido del lado del antiguo rey de los cazadores. Así que asintió con la cabeza varias veces mientras se perdía en sus recuerdos y pensamientos. El mundo había avanzado sin él, sin lugar a dudas. Y, a pesar de haber escuchado rumores de que seguía vivo, Astartea le acababa de confirmar aquello. Suspiró y se llevó la mano a la nuca.
—Sí, lo conocí hace ya bastantes años —exclamó sin soltar información de más. Al fin y al cabo no lo conoció como para considerarlo como un amigo—. ¿Por qué lo mencionas, Astartea? Lo has sacado de repente y tienes que tener una razón por ello. Al fin y al cabo... Siempre hablas por una razón en concreto, ¿verdad? —acabó preguntándole mientras se cruzaba de brazos y la miraba fijamente.
¿Sinceramente? El moreno se encontraba nostálgico. Y se le podía ver de lejos. La forma en la que se alarmó, en la que comunicaba todo con sus expresiones faciales... Sin lugar a dudas, hablar de la gente de su generación le dolía. Y más si actualmente había una brecha tan basta entre sus poderes. Antaño era competitivo y se hubiese cabreado por enterarse de esa forma, pero ahora lo tomaba con la mayor calma posible. Al fin y al cabo, si jugaba sus cartas bien, podría verle y preguntar por Álex. A lo mejor él sabía algo de su mejor amigo, ya que eran extrañamente cercanos.
—Gracias, Astartea. No me capturarás, ¿pero quién sabe? —acabó diciendo con un pequeño guiño. Después se limitó a seguir escuchándola.
Frunció el ceño ligeramente cuando escuchó el nombre de aquel hombre. Bajó la cabeza brevemente y no pudo evitar pensar en Álex. Al fin y al cabo, todas las veces que se había cruzado con Dexter había sido del lado del antiguo rey de los cazadores. Así que asintió con la cabeza varias veces mientras se perdía en sus recuerdos y pensamientos. El mundo había avanzado sin él, sin lugar a dudas. Y, a pesar de haber escuchado rumores de que seguía vivo, Astartea le acababa de confirmar aquello. Suspiró y se llevó la mano a la nuca.
—Sí, lo conocí hace ya bastantes años —exclamó sin soltar información de más. Al fin y al cabo no lo conoció como para considerarlo como un amigo—. ¿Por qué lo mencionas, Astartea? Lo has sacado de repente y tienes que tener una razón por ello. Al fin y al cabo... Siempre hablas por una razón en concreto, ¿verdad? —acabó preguntándole mientras se cruzaba de brazos y la miraba fijamente.
¿Sinceramente? El moreno se encontraba nostálgico. Y se le podía ver de lejos. La forma en la que se alarmó, en la que comunicaba todo con sus expresiones faciales... Sin lugar a dudas, hablar de la gente de su generación le dolía. Y más si actualmente había una brecha tan basta entre sus poderes. Antaño era competitivo y se hubiese cabreado por enterarse de esa forma, pero ahora lo tomaba con la mayor calma posible. Al fin y al cabo, si jugaba sus cartas bien, podría verle y preguntar por Álex. A lo mejor él sabía algo de su mejor amigo, ya que eran extrañamente cercanos.
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-Oh vamos, de otras maneras siempre he podido atraparte, recuerda que puedo convertirte en un muñeco de acción interactivo.- Le hace recordar la primera vez que se encontraron, mientras una sonrisa pinta sus labios y no puede evitar centrarse en el hombre a medida que le saca el tema importante.
La razón de que le haya preguntado a él, es que no es tan estúpida como para no valorar las capacidades de su acompañante, sus años metido en aquel mundo y sus contacto. Dexter es alguien que ha marcado un antes y un después en su vida que no sabe exactamente por donde agarrar, pero tiene claro que va a seguir persiguiéndolo hasta que encuentre una solución a todo eso.- Confío en tus capacidades, algo me dice que conoces a más gente de la que yo podría conocer en varias vidas...Has tenido una vida muy dura y muy larga después de todo, mi querido Dark.- El sutil hilo en su voz, dejaba claro que en algún matiz de aquella frase, nuestra demonio pretendía dejarle caer algo al hombre.
Sin embargo lo que le llamó la atención, fue el gesto que su rostro empezó a tomar cuando las cosas comenzaron a pasar por su cabeza. No tenias que ser un genio, ni saber de psicología para saber que algo estaba pasando por la mente de Dark a toda velocidad. Nuestra chica toma sutilmente su mano y su akuma nota rápidamente la maraña de nostalgia, tristeza y dolor que el muchacho siente.- Pues para no conocerle mucho, se te ve afectado…¿O es acaso por otra cosa, Dark? -Ladea el rostro en una mezcla entre curiosidad y algo de genuina y pura y dura preocupación.
Le gustara o no admitirlo, el hombre y ella eran amigo, una clase rara de relación de amistad claramente, pero amigos al final de todo.Aunque el hombre no se lo pudiera imaginar, el simple hecho de que la mujer admitiera que testificar por él era un símbolo de que ella estaría dispuesta a jugarse su fama en la marina. Años de trabajo, mentiras, dolor y preocupación que podrían irse a la borda por ayudar a alguien con tantos problemas, dinero por su cabeza y una larga lista de crímenes.
Pero bueno, estaba intentando ser más sociable, y él había sido de las primeras personas que se había acercado a su vida, y tras saber cómo era realmente, aún seguía en ella. Todo un logro.
La razón de que le haya preguntado a él, es que no es tan estúpida como para no valorar las capacidades de su acompañante, sus años metido en aquel mundo y sus contacto. Dexter es alguien que ha marcado un antes y un después en su vida que no sabe exactamente por donde agarrar, pero tiene claro que va a seguir persiguiéndolo hasta que encuentre una solución a todo eso.- Confío en tus capacidades, algo me dice que conoces a más gente de la que yo podría conocer en varias vidas...Has tenido una vida muy dura y muy larga después de todo, mi querido Dark.- El sutil hilo en su voz, dejaba claro que en algún matiz de aquella frase, nuestra demonio pretendía dejarle caer algo al hombre.
Sin embargo lo que le llamó la atención, fue el gesto que su rostro empezó a tomar cuando las cosas comenzaron a pasar por su cabeza. No tenias que ser un genio, ni saber de psicología para saber que algo estaba pasando por la mente de Dark a toda velocidad. Nuestra chica toma sutilmente su mano y su akuma nota rápidamente la maraña de nostalgia, tristeza y dolor que el muchacho siente.- Pues para no conocerle mucho, se te ve afectado…¿O es acaso por otra cosa, Dark? -Ladea el rostro en una mezcla entre curiosidad y algo de genuina y pura y dura preocupación.
Le gustara o no admitirlo, el hombre y ella eran amigo, una clase rara de relación de amistad claramente, pero amigos al final de todo.Aunque el hombre no se lo pudiera imaginar, el simple hecho de que la mujer admitiera que testificar por él era un símbolo de que ella estaría dispuesta a jugarse su fama en la marina. Años de trabajo, mentiras, dolor y preocupación que podrían irse a la borda por ayudar a alguien con tantos problemas, dinero por su cabeza y una larga lista de crímenes.
Pero bueno, estaba intentando ser más sociable, y él había sido de las primeras personas que se había acercado a su vida, y tras saber cómo era realmente, aún seguía en ella. Todo un logro.
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Sin lugar a dudas, la confianza y comentarios de Astartea le lograban sorprender a veces. Otras personas la llamarían una loca suicida, pero había algo de razón y lógica entre sus palabras. Estaba segura de que podía. Y lo mejor era no meterse con ese tipo de personas.
—Sí, siempre pudiste atraparme. ¿Pero no mencionaste también de que mi fuerza no podía menguar? —Exclamó mientras se acercaba a una farola y la doblaba sin dificultad—. Igualmente, sería el muñeco de acción más caro de la historia —exclamó tras una sonora carcajada.
No pudo evitar sonreír por lo bajo cuando volvió a cederle el turno de palabra. La verdad es que necesitaba una amiga y Astartea estaba cumpliendo el papel perfecto. A pesar de comportarse de forma rara, le había cogido cariño.
—Digamos que Dexter Black era un amigo de mi mejor amigo —le explicó tras soltar un suspiro—. He oído rumores por ahí de que hay un marine con la gura gura no mi, la fruta de los terremotos. Y era su fruta. ¿Así que hay que esperarse lo peor, no crees? A lo mejor el dragón sabe algo.
Era evidente de que se esperaba lo peor. A lo largo de su vida se había ido ya demasiada gente. Y aunque él sabía que había logrado desprenderse de la pika pika no mi y tener ahora la oni oni no mi dudaba que otra persona hubiese logrado tal hazaña. No sin ayuda de la yami yami no mi. Suspiró pesadamente y se apoyó en una pared, cruzándose de brazos y dedicándole una mirada algo pesada a la peliblanca. La chica había mantenido contacto con él y sabía exactamente por qué. Pero no era momento para deprimirse o intentar buscar respuestas a preguntas que no tenían que ser formuladas. Agitó la cabeza brevemente y se alejó de la pared, ofreciendo el brazo a la mujer de ojos como rubíes para seguir paseando.
―Por la forma en la que hablas o actúas... Tú también has tenido que tener una muy dura, Astartea. Si necesitas hablar de algo importante, muy seguramente el por qué me has preguntado eso... Adelante. Soy todo oídos.
Le invitó a que hablase. Quería escucharla, al fin y al cabo. Lo del sótano podía esperar.
—Sí, siempre pudiste atraparme. ¿Pero no mencionaste también de que mi fuerza no podía menguar? —Exclamó mientras se acercaba a una farola y la doblaba sin dificultad—. Igualmente, sería el muñeco de acción más caro de la historia —exclamó tras una sonora carcajada.
No pudo evitar sonreír por lo bajo cuando volvió a cederle el turno de palabra. La verdad es que necesitaba una amiga y Astartea estaba cumpliendo el papel perfecto. A pesar de comportarse de forma rara, le había cogido cariño.
—Digamos que Dexter Black era un amigo de mi mejor amigo —le explicó tras soltar un suspiro—. He oído rumores por ahí de que hay un marine con la gura gura no mi, la fruta de los terremotos. Y era su fruta. ¿Así que hay que esperarse lo peor, no crees? A lo mejor el dragón sabe algo.
Era evidente de que se esperaba lo peor. A lo largo de su vida se había ido ya demasiada gente. Y aunque él sabía que había logrado desprenderse de la pika pika no mi y tener ahora la oni oni no mi dudaba que otra persona hubiese logrado tal hazaña. No sin ayuda de la yami yami no mi. Suspiró pesadamente y se apoyó en una pared, cruzándose de brazos y dedicándole una mirada algo pesada a la peliblanca. La chica había mantenido contacto con él y sabía exactamente por qué. Pero no era momento para deprimirse o intentar buscar respuestas a preguntas que no tenían que ser formuladas. Agitó la cabeza brevemente y se alejó de la pared, ofreciendo el brazo a la mujer de ojos como rubíes para seguir paseando.
―Por la forma en la que hablas o actúas... Tú también has tenido que tener una muy dura, Astartea. Si necesitas hablar de algo importante, muy seguramente el por qué me has preguntado eso... Adelante. Soy todo oídos.
Le invitó a que hablase. Quería escucharla, al fin y al cabo. Lo del sótano podía esperar.
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-Eres más ingenuo de lo que pensaba si de verdad me creíste, puedo sumar, restar, dividir y multiplicar muchas cosas… Te prometo que tus capacidades son una de ellas.- La sonrisa ladeada escondía tantas cosas con su mente, tan complicadas, complejas y pérdidas que nadie sabía realmente que podía haber tras ellas. Nuestra dama sabía que el hombre confiaba más en ella de lo que aparentaba y que ambos habían aceptado una extraña tregua en la que hacía rato que se habían terminado las mentiras. Un sutil pero bastante llamativo alto al fuego que había acabado con ambos aceptando todo aquello, sabiendo que eran amigos de una manera algo retorcida y diferente.
Sus palabras, su suspiro, su forma de comportarse y la información que le daba, Dark había perdido a alguien querido y ella no sabía si podía entender qué significaba aquello exactamente. Solo había perdido a una persona importante una vez, y ella misma se había encargado de resucitarla de entre los muertos.- Bueno, esperar lo peor es lo mejor en estos casos, pero no pierdas la esperanza, yo enterré a una persona querida y poco después, apareció para darme una bofetada.- Literalmente, pero bueno, son esas cosas las que hacen interesantes la vida de la médico, la capacidad de que los cadáveres puedan cobrar vida en cualquier momento para darte una ostia.
-Mi vida está llena de muchos momentos complicados y duros... Pero yo la hice así, no fue algo de lo que me arrepienta, contarte mi historia solo hará que me mires con pena, como si fuera alguna clase de muñeca rota que de pronto necesita un abrazo.- Sus orbes de sangre se clavaron en los suyos, y una mueca similar a una sonrisa triste apareció para cubrir por un instante aquellos labios.- Tal y como me vio ese hombre, supongo.- Dexter la había visto como un cadáver en el barro que se hundia para no tener que pensar en lo que pasaba si salía fuera, había mirado a Tea y le había dicho que le daba pena que se condenara de esa forma.
Ella había sido toda su vida feliz sin pensar en afrontar todas y cada una de las cosas que le habian pasado, ella había sido feliz en aquella ignorancia que de pronto le habían arrebatado.
Ahora no le quedaba nada más que seguir peleando por aquella vida con un límite puesto para su duración, sabiendo que en cualquier momento simplemente se acabaría.
Sus palabras, su suspiro, su forma de comportarse y la información que le daba, Dark había perdido a alguien querido y ella no sabía si podía entender qué significaba aquello exactamente. Solo había perdido a una persona importante una vez, y ella misma se había encargado de resucitarla de entre los muertos.- Bueno, esperar lo peor es lo mejor en estos casos, pero no pierdas la esperanza, yo enterré a una persona querida y poco después, apareció para darme una bofetada.- Literalmente, pero bueno, son esas cosas las que hacen interesantes la vida de la médico, la capacidad de que los cadáveres puedan cobrar vida en cualquier momento para darte una ostia.
-Mi vida está llena de muchos momentos complicados y duros... Pero yo la hice así, no fue algo de lo que me arrepienta, contarte mi historia solo hará que me mires con pena, como si fuera alguna clase de muñeca rota que de pronto necesita un abrazo.- Sus orbes de sangre se clavaron en los suyos, y una mueca similar a una sonrisa triste apareció para cubrir por un instante aquellos labios.- Tal y como me vio ese hombre, supongo.- Dexter la había visto como un cadáver en el barro que se hundia para no tener que pensar en lo que pasaba si salía fuera, había mirado a Tea y le había dicho que le daba pena que se condenara de esa forma.
Ella había sido toda su vida feliz sin pensar en afrontar todas y cada una de las cosas que le habian pasado, ella había sido feliz en aquella ignorancia que de pronto le habían arrebatado.
Ahora no le quedaba nada más que seguir peleando por aquella vida con un límite puesto para su duración, sabiendo que en cualquier momento simplemente se acabaría.
Dark Satou
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Literalmente, no era tan ingenuo. Más bien tanteaba poco a poco soltando alguna que otra frase. Parecía que no tenía sentido, o que sobrevaloraba sus habilidades, pero Astartea tanto como una persona tranquila, podía ser el mismo diablo. O aquello era lo que sentía, pero sabía que estaba en el bando correcto de la conversación. Poco a poco parecía abrirse y evadir las respuestas cortas para fluir la conversación y aportar pequeños pedazos que Dark valoraba. No podía decir que no a conocerla un poco más, ya que se sentía con cierta parte de egoísmo en la relación de amistad que mantenían. Ella sabía de él pero él no sabía tanto de ella.
—¿Que qué? —preguntó algo extrañado, casi frunciendo el ceño y esbozando una pequeña mueca de asombro—. Me... pasó algo muy parecido. También enterré a alguien que me pegó una bofetada. Pero si se puede saber... ¿quién es?
Muy dentro de su ser, hubiese deseado que aquella anécdota fuese de Louise soltándole una bofetada. Pero no fue el caso. Diana seguía ahí fuera y no debía olvidar de que había revivido. En el caso de Astartea... era especial, sin lugar a dudas. A pesar de estar un estado permanente de alerta con ella, se sentía increíblemente cómodo y cercano. No quería hacerlo, pero confiaba en ella para poder hablar abiertamente de cómo se sentía. Y suponía que, por cómo se expresaba ella, también confiaba en él. Era extraño, pero no podía quejarse. Un amigo era un amigo, estuviese al borde de la muerte o fuese un psicópata. Y había aceptado a Astartea como una.
—Contar tu historia no hará que te vea con pena, Astartea. Me considero tu amigo, y quiero saber de ti. Yo no tendría reparos en contarte de... ella —el nombre era casi prohibido, se le helaba la garganta cada vez que intentaba mencionarlo, casi como una puñalada directa a su pecho.
Pero no podía engañarse a él mismo. Si se lo pidiese, le contaría todo, pero no quería ser el protagonista de esa conversación. Prefería relajarse y escucharla, caminando entre sombra y sombra. Al fin y al cabo la estaba guiando sutilmente hasta su casa.
—¿Que qué? —preguntó algo extrañado, casi frunciendo el ceño y esbozando una pequeña mueca de asombro—. Me... pasó algo muy parecido. También enterré a alguien que me pegó una bofetada. Pero si se puede saber... ¿quién es?
Muy dentro de su ser, hubiese deseado que aquella anécdota fuese de Louise soltándole una bofetada. Pero no fue el caso. Diana seguía ahí fuera y no debía olvidar de que había revivido. En el caso de Astartea... era especial, sin lugar a dudas. A pesar de estar un estado permanente de alerta con ella, se sentía increíblemente cómodo y cercano. No quería hacerlo, pero confiaba en ella para poder hablar abiertamente de cómo se sentía. Y suponía que, por cómo se expresaba ella, también confiaba en él. Era extraño, pero no podía quejarse. Un amigo era un amigo, estuviese al borde de la muerte o fuese un psicópata. Y había aceptado a Astartea como una.
—Contar tu historia no hará que te vea con pena, Astartea. Me considero tu amigo, y quiero saber de ti. Yo no tendría reparos en contarte de... ella —el nombre era casi prohibido, se le helaba la garganta cada vez que intentaba mencionarlo, casi como una puñalada directa a su pecho.
Pero no podía engañarse a él mismo. Si se lo pidiese, le contaría todo, pero no quería ser el protagonista de esa conversación. Prefería relajarse y escucharla, caminando entre sombra y sombra. Al fin y al cabo la estaba guiando sutilmente hasta su casa.
Astartea Shikei
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Una sonrisa suave pinta sus labios, algo de diversión parece cruzarlos un instante, tal vez le parece tierna la forma en la que Dark se sorprende por su historia, pero rápidamente describe como le pasó igual.- Enterré a mi mejor amiga hace muchos años, pero decidió que eso de desaparecer y morir no era lo suyo...Hizo una gran entrada como fantasma y la terminó con un buen derechazo.- La llamó amiga, llamarla amante, amor de primavera, ladrona de suspiros era demasiado personal, contar lo que Annabelle le había hecho era demasiado íntimo, incluso para alguien como él.
Esa mujer había sido durante años la obsesión de una chiquilla demasiado necesitada como para darse cuenta de sus errores.
Escucha sus palabras, sabe que ella se refiere a esa mujer y nuestra dama, nuestra demonio particular toca suavemente la mano de Dark con la suya.- Hablas de Louise...Encontraste la respuesta encerrada a tanto dolor.- Un gesto algo incomodo, una mirada perdida, unos labios ligeramente temblorosos. No está acostumbrada, no le gusta que la gente la destroce y vea lo que hay realmente debajo de todos aquellos terrores.
Una niña que asustada y temerosa había matado a todos y cada uno de los seres que le habían hecho sentir ese miedo. Sus dedos aprietan la sombrilla y siente que su respiración durante un instante tiembla tanto como ella. Orbes de sangre que se entrecierran suavemente hasta convertirse en una pequeña marea que casi parece rosa.- Formo parte de la familia Ducal de English Garden, la más antigua y poderosa, soy su única heredera y su único miembro.- Pasa los dedos por el mango de la sombrilla, le mira y con calma recita la realidad tras esas palabras.- Yo lo hice así, mis padres me regalaron a sabiendas de mis problemas de salud, de la posibilidad de que un parto me matara, de no llegar a la mayoría de edad.-Un gesto torcido, una realidad que no llega a ninguna parte, una historia perdida en el engaño de tanta gente.
- Primero me regalaron al reino de Lvnnel para entretener a su princesa a los cinco años, luego a un Rey perdido que me dejó embarazada a los diecisiete, cómo encontraron un marido mejor al que venderme, me lo quitaron...Lo mataron.- Cicatrices, cientas de ellas habían surcado su cuerpo y todas y cada una de ellas habían desaparecido bajo los dedos de su akuma cuando el momento había llegado y así ella enterró cualquier rastro de la pobre y débil Tea. Aquella muchacha que se había aferrado a un bebe que antes de nacer se habían asegurado de quitarle a la fuerza- Me casé a los dieciocho con un mercante de Wano que solo me veía como una vasija.- Se encoge suavemente de hombros, continuando con aquel paseo.- Estaba cansada de pasar como un juguete entre manos inútiles….Planee la historia que hoy puedes leer en los periódicos de English Garden.- Oscuridad, profunda, aterradora, siniestra, una maldad que parecía haber levantado la cabeza de un foso tan oscuro como sus pupilas.
-Contraté un asesino para mis padres, me libré después de él, enloquecí a mi marido y dejé que la marina se librase luego de él, me dio el nombre que hoy en día es mi apellido, una realidad.- Le mira, calmadamente, como si nada de aquello fuera con ella, como si hubiera enterrado cada pequeña parte de aquella historia con todas y cada una de sus debilidades.- Shikei, sentencia a muerte.- Cruza sus ojos con los dispares del muchacho y este notaría la total frialdad de ellos.- Y los condene a todos y cada uno de ellos, hasta que ardieron vivos, hasta que me hice fuerte… Hasta ser la única capaz de juzgarlos.
La sombrilla giró suavemente entre sus dedos, sus labios se curvan en una tétrica pero hermosa sonrisa.- Hasta que nadie más pueda juzgarme a mi.- Y así Astartea había ahorcado y hundido en el barro, la sangre y el dolor a Tea, mientras disfrutaba con una sonrisa y adoraba ver cualquier posibilidad de su lado tierno fallecer.
Le habían hecho daño, muchisimo, pero se los había devuelto, y con una sonrisa había comprendido que tenía que ser así, herir antes de ser herida, odiar antes de ser odiada.
Pero sin darse cuenta, y en una marea de oscuridad perdida, había amado antes de ser amada, sabiendo que nunca podría serlo, sabiendo la realidad que escondía un hombre al que no sabía si volvería a ver.
Y ahora, desnudandose delante de un amigo que tal vez, un día, simplemente la traicionaria.
Esa mujer había sido durante años la obsesión de una chiquilla demasiado necesitada como para darse cuenta de sus errores.
Escucha sus palabras, sabe que ella se refiere a esa mujer y nuestra dama, nuestra demonio particular toca suavemente la mano de Dark con la suya.- Hablas de Louise...Encontraste la respuesta encerrada a tanto dolor.- Un gesto algo incomodo, una mirada perdida, unos labios ligeramente temblorosos. No está acostumbrada, no le gusta que la gente la destroce y vea lo que hay realmente debajo de todos aquellos terrores.
Una niña que asustada y temerosa había matado a todos y cada uno de los seres que le habían hecho sentir ese miedo. Sus dedos aprietan la sombrilla y siente que su respiración durante un instante tiembla tanto como ella. Orbes de sangre que se entrecierran suavemente hasta convertirse en una pequeña marea que casi parece rosa.- Formo parte de la familia Ducal de English Garden, la más antigua y poderosa, soy su única heredera y su único miembro.- Pasa los dedos por el mango de la sombrilla, le mira y con calma recita la realidad tras esas palabras.- Yo lo hice así, mis padres me regalaron a sabiendas de mis problemas de salud, de la posibilidad de que un parto me matara, de no llegar a la mayoría de edad.-Un gesto torcido, una realidad que no llega a ninguna parte, una historia perdida en el engaño de tanta gente.
- Primero me regalaron al reino de Lvnnel para entretener a su princesa a los cinco años, luego a un Rey perdido que me dejó embarazada a los diecisiete, cómo encontraron un marido mejor al que venderme, me lo quitaron...Lo mataron.- Cicatrices, cientas de ellas habían surcado su cuerpo y todas y cada una de ellas habían desaparecido bajo los dedos de su akuma cuando el momento había llegado y así ella enterró cualquier rastro de la pobre y débil Tea. Aquella muchacha que se había aferrado a un bebe que antes de nacer se habían asegurado de quitarle a la fuerza- Me casé a los dieciocho con un mercante de Wano que solo me veía como una vasija.- Se encoge suavemente de hombros, continuando con aquel paseo.- Estaba cansada de pasar como un juguete entre manos inútiles….Planee la historia que hoy puedes leer en los periódicos de English Garden.- Oscuridad, profunda, aterradora, siniestra, una maldad que parecía haber levantado la cabeza de un foso tan oscuro como sus pupilas.
-Contraté un asesino para mis padres, me libré después de él, enloquecí a mi marido y dejé que la marina se librase luego de él, me dio el nombre que hoy en día es mi apellido, una realidad.- Le mira, calmadamente, como si nada de aquello fuera con ella, como si hubiera enterrado cada pequeña parte de aquella historia con todas y cada una de sus debilidades.- Shikei, sentencia a muerte.- Cruza sus ojos con los dispares del muchacho y este notaría la total frialdad de ellos.- Y los condene a todos y cada uno de ellos, hasta que ardieron vivos, hasta que me hice fuerte… Hasta ser la única capaz de juzgarlos.
La sombrilla giró suavemente entre sus dedos, sus labios se curvan en una tétrica pero hermosa sonrisa.- Hasta que nadie más pueda juzgarme a mi.- Y así Astartea había ahorcado y hundido en el barro, la sangre y el dolor a Tea, mientras disfrutaba con una sonrisa y adoraba ver cualquier posibilidad de su lado tierno fallecer.
Le habían hecho daño, muchisimo, pero se los había devuelto, y con una sonrisa había comprendido que tenía que ser así, herir antes de ser herida, odiar antes de ser odiada.
Pero sin darse cuenta, y en una marea de oscuridad perdida, había amado antes de ser amada, sabiendo que nunca podría serlo, sabiendo la realidad que escondía un hombre al que no sabía si volvería a ver.
Y ahora, desnudandose delante de un amigo que tal vez, un día, simplemente la traicionaria.
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Bajó la mirada brevemente cuando mencionó a la chica. Su voz... su voz lo decía todo. Ella tenía que haber sentido lo mismo que él sintióy solo hizo que se encontrase peor. Pero levantó la cabeza y se dispuso a escuchar, sin importar qué dijese y cómo lo dijese. Se estaba abriendo, y era lo importante. Se parecían más de lo que deseaba, él también era el último de su familia. Bueno, sin contar la hija de puta de Rayne. Pero estaba muerta para él, así que sí, era el último. El problema era todo lo que le había pasado. ¿Un embarazo a esa edad? ¿Casarse con más de un hombre? Le extrañaba que estuviese cuerda. O por lo menos que no estuviese dilarando a cada momento. ¿Por eso mismo actuaba así, mostrando una barrera helada detrás de su cálida sonrisa?
También era viuda, pero no sabía si estaba orgullosa de serlo. Quizás sí, quizás el poder contar aquella historia le daba cierto control sobre su destino. Por lo menos el que le quedaba. Seguía ligeramente impactado por la tanda de noticias que soltaba a diestro y siniestro, pero las aceptaba y no la juzgaba. Él era un demonio, al fin y al cabo. Había hecho peores cosas, o por lo menos peores bajo su juicio. Pero el acto de confianza que estaba demostrando la joven de ojos carmines le había calado el corazón. No quería crear vínculos afectivos, pero era demasiado tarde. Dio un paso hacia al lado cuando acabó de hablar y se encaró a ella, agachándose un poco y rodeando sus brazos a través de ella para abrazarla. No sabía qué contestar ante tanto dolor, así que hizo lo único que se le ocurrió. A lo mejor acabaría con un brazo desprendido, pero debía intentarlo. Y ni siquiera había activado el mantra. Confiaba realmente en ella.
—Eres una mujer increíble, Astartea —le dijo con un tono dulce—. Me parece increíble que hayas superado tanto y estés aquí contándomelo. Quiero que sepas que no puedo hacer nada para ayudar lo que agita tu corazón, pero que te ofrezco mi casa como la tuya y también decirte, por primera vez, que tienes un hermano en Samirn para siempre que lo necesites.
Vaya, le salió directamente del corazón. Del que creía que había perdido cuando arrebató la vida a su propia hija. No quería demostrarlo tampoco, y quizás el abrazo había sido un simple amago para esconder algo que no quería declarar: la historia de Astartea le había hecho saltar las lágrimas.
Y aquello le demostró que los demonios podían llorar.
También era viuda, pero no sabía si estaba orgullosa de serlo. Quizás sí, quizás el poder contar aquella historia le daba cierto control sobre su destino. Por lo menos el que le quedaba. Seguía ligeramente impactado por la tanda de noticias que soltaba a diestro y siniestro, pero las aceptaba y no la juzgaba. Él era un demonio, al fin y al cabo. Había hecho peores cosas, o por lo menos peores bajo su juicio. Pero el acto de confianza que estaba demostrando la joven de ojos carmines le había calado el corazón. No quería crear vínculos afectivos, pero era demasiado tarde. Dio un paso hacia al lado cuando acabó de hablar y se encaró a ella, agachándose un poco y rodeando sus brazos a través de ella para abrazarla. No sabía qué contestar ante tanto dolor, así que hizo lo único que se le ocurrió. A lo mejor acabaría con un brazo desprendido, pero debía intentarlo. Y ni siquiera había activado el mantra. Confiaba realmente en ella.
—Eres una mujer increíble, Astartea —le dijo con un tono dulce—. Me parece increíble que hayas superado tanto y estés aquí contándomelo. Quiero que sepas que no puedo hacer nada para ayudar lo que agita tu corazón, pero que te ofrezco mi casa como la tuya y también decirte, por primera vez, que tienes un hermano en Samirn para siempre que lo necesites.
Vaya, le salió directamente del corazón. Del que creía que había perdido cuando arrebató la vida a su propia hija. No quería demostrarlo tampoco, y quizás el abrazo había sido un simple amago para esconder algo que no quería declarar: la historia de Astartea le había hecho saltar las lágrimas.
Y aquello le demostró que los demonios podían llorar.
Astartea Shikei
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De todas las cosas que se hubiera esperado, un abrazo no era especialmente una opción entre ellas. Para ser sinceros la gente solía asustarse, aunque sentían pena siempre escuchaba la frase de que el fin no justifica los medios, que era un monstruo, un demonio. Luego los mataba y los rumores , las palabras y las posibilidades terminaban en aquel momento.
Sin embargo comprendió que en algún lugar, tal vez en alguna parte, era el hombre el que necesitaba ese abrazo y saber que aún contaba con alguien. Pasó con cuidado la sombrilla por su espalda, dejó tranquilamente el mentón apoyado contra él.
-¿Hum? ¿No me digas que quieres el puesto de Duque? Puedo prometerte que no es tan fancy como crees.- Intentó rebajar el tono de la conversación, las lágrimas que notaba sutilmente bajar de los ojos del hombre y un montón de cosas que empezaba a percibir estaban pasando aunque él fuera a negarlo. Hizo pequeños círculos en su espalda, demostrando de esa forma que podía relajarse, que no pasaba nada.- Eres el hermano pequeño, digas lo que digas, tengas los años que tengas, eres un llorón.- Ríe de forma suave, con una de esas sonrisas que no le gusta que vea la gente, demasiado calmada, relajada y auténtica como para que cualquiera la vea.
Tal vez por eso simplemente lo abraza un poco más, y cuando finalmente se relaja lo suelta.
-El tema de la casa es discutible, tengo varias, lo del hermano ten cuidado, tenerme como hermana puede dar muchos dolores de cabeza… Y de otras cosas.- Se encoge suavemente de hombros, sonriendo de forma ligeramente malvada, antes de soltarle del todo y cubrirlo de nuevo con su sombrilla.- Ahora prosigamos con el paseo, definitivamente no tengo ganas de ponerme sentimental en mitad de la calle...Otra vez.-Ligeramente aterrorizada con la idea, nuestra dama demoníaca no quería saber qué pasaba si ambos terminaban por ponerse todo llorosos y emocionales.
La sola idea le hace fruncir el ceño y definitivamente agarra a Dark del brazo con toda la confianza del mundo para que apriete el paso. No señor, nada de ponerse sentimental ni cosas de esas, tiene una reputación que mantener. Últimamente hay demasiados hombres y mujeres dispuestos a pinchar su estabilidad emocional con un pal y damas y caballeros, a este paso el siguiente se va a llevar una ostia de la que no va a poder levantarse.
De momento, tiene cosas que solucionar con el nuevo e improvisado miembro de su familia.
Sin embargo comprendió que en algún lugar, tal vez en alguna parte, era el hombre el que necesitaba ese abrazo y saber que aún contaba con alguien. Pasó con cuidado la sombrilla por su espalda, dejó tranquilamente el mentón apoyado contra él.
-¿Hum? ¿No me digas que quieres el puesto de Duque? Puedo prometerte que no es tan fancy como crees.- Intentó rebajar el tono de la conversación, las lágrimas que notaba sutilmente bajar de los ojos del hombre y un montón de cosas que empezaba a percibir estaban pasando aunque él fuera a negarlo. Hizo pequeños círculos en su espalda, demostrando de esa forma que podía relajarse, que no pasaba nada.- Eres el hermano pequeño, digas lo que digas, tengas los años que tengas, eres un llorón.- Ríe de forma suave, con una de esas sonrisas que no le gusta que vea la gente, demasiado calmada, relajada y auténtica como para que cualquiera la vea.
Tal vez por eso simplemente lo abraza un poco más, y cuando finalmente se relaja lo suelta.
-El tema de la casa es discutible, tengo varias, lo del hermano ten cuidado, tenerme como hermana puede dar muchos dolores de cabeza… Y de otras cosas.- Se encoge suavemente de hombros, sonriendo de forma ligeramente malvada, antes de soltarle del todo y cubrirlo de nuevo con su sombrilla.- Ahora prosigamos con el paseo, definitivamente no tengo ganas de ponerme sentimental en mitad de la calle...Otra vez.-Ligeramente aterrorizada con la idea, nuestra dama demoníaca no quería saber qué pasaba si ambos terminaban por ponerse todo llorosos y emocionales.
La sola idea le hace fruncir el ceño y definitivamente agarra a Dark del brazo con toda la confianza del mundo para que apriete el paso. No señor, nada de ponerse sentimental ni cosas de esas, tiene una reputación que mantener. Últimamente hay demasiados hombres y mujeres dispuestos a pinchar su estabilidad emocional con un pal y damas y caballeros, a este paso el siguiente se va a llevar una ostia de la que no va a poder levantarse.
De momento, tiene cosas que solucionar con el nuevo e improvisado miembro de su familia.
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Dark se sintió de muchas formas en el transcurso de lo que duró el abrazo. Pero simplemente se aferró a ella y disfrutó el momento. Quizás era algo egoísta por su parte, ya que lo hacía para intentar enseñarle una muestra de afecto. Y lo estaba aprovechando para sentir algo de calor de una persona a la que apreciaba mucho. Era difícil estar solo como regla general y no poder confiar en las personas que iban y venían. Pero con ella podía hacerlo, y más si había aceptado su extraña proposición. Quizás no compartían un vínculo sanguíneo pero tenían una espectacular coincidencia mayor a eso: los dos eran demonios. Se secó las lágrimas y no contestó, riendo por lo bajo conforme hablaba. La verdad es que le sentía bien llorar, pero tenía bien claro que los demonios no lloraban. Quizás era su lado humano, el cual todavía ganaba en la balanza. Se dejó agarrar y le colocó el brazo gustoso, relajando la postura y bajándolo un poco para que no tuviera que ascenderlo ella.
—¿Y qué más dan los problemas, Astartea? —le preguntó mientras miraba hacia delante y llegaba hasta el lugar en concreto, su casa—. La familia está para apoyarse, ¿no crees?
Pero mentía en eso. Sabía que la familia no se apoyaba, sabía que era un mal padre y esposo. Pero a lo mejor tenía una nueva oportunidad con la chica de ojos carmines. Se alegraba de haberla conocido y ahora saber y ser parte de su historia. Sería duro pero con suerte podría estar en su lado como marine más adelante. Sentía la necesidad de ayudarla, por lo menos en lo que pudiese. Tenía muy presente todavía lo que le había contado y le daba vueltas a su cabeza. Confiaba en ella y, conociéndola, sabía que acabaría encontrando la solución a su problema. No esperaba menos. La cuestión real era... ¿cómo reaccionaría ante su secreto? ¿Le aceptaría? ¿No lo haría?
Y cuando le guió hasta el sótano de su casa y encendió la luz pudo verse, en un ataúd de cristal, una hermosa joven perfectamente conservada. Con un pelo negro como el carbón que le llegaba hasta casi los pies, perfectamente peinado. Tenía un pequeño pañuelo colocado a la altura del cuello para ocultar la herida que él mismo le provocó. Se llevó la mano a la cara y esperó a ver qué decía o cómo reaccionaba. El corazón le iba a mil.
—Te presento a tu sobrina —musitó, cabizbajo—. ¿Crees que puedes hacer algo?
Y esperó que su hermana le diese la respuesta. Más bien, lo deseó.
—¿Y qué más dan los problemas, Astartea? —le preguntó mientras miraba hacia delante y llegaba hasta el lugar en concreto, su casa—. La familia está para apoyarse, ¿no crees?
Pero mentía en eso. Sabía que la familia no se apoyaba, sabía que era un mal padre y esposo. Pero a lo mejor tenía una nueva oportunidad con la chica de ojos carmines. Se alegraba de haberla conocido y ahora saber y ser parte de su historia. Sería duro pero con suerte podría estar en su lado como marine más adelante. Sentía la necesidad de ayudarla, por lo menos en lo que pudiese. Tenía muy presente todavía lo que le había contado y le daba vueltas a su cabeza. Confiaba en ella y, conociéndola, sabía que acabaría encontrando la solución a su problema. No esperaba menos. La cuestión real era... ¿cómo reaccionaría ante su secreto? ¿Le aceptaría? ¿No lo haría?
Y cuando le guió hasta el sótano de su casa y encendió la luz pudo verse, en un ataúd de cristal, una hermosa joven perfectamente conservada. Con un pelo negro como el carbón que le llegaba hasta casi los pies, perfectamente peinado. Tenía un pequeño pañuelo colocado a la altura del cuello para ocultar la herida que él mismo le provocó. Se llevó la mano a la cara y esperó a ver qué decía o cómo reaccionaba. El corazón le iba a mil.
—Te presento a tu sobrina —musitó, cabizbajo—. ¿Crees que puedes hacer algo?
Y esperó que su hermana le diese la respuesta. Más bien, lo deseó.
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A veces te das cuenta de las segundas intenciones de la gente, otras veces simplemente te explotan en la cara y te quedas mirando con una ceja levantada, esperando la respuesta a la bizarra situación que está empezando. Pues ahora mismo estamos en una de esas situaciones en las que nuestra adorada Astartea no sabe exactamente qué hacer con lo que tiene delante de sus ojos. Dark ha tomado la mano que le ha tendido y le ha pedido hasta la cabeza, por eso cuando le presenta el cadáver como su sobrina, nuestra dama no puede evitar decir lo primero que pasa por la mente.- El tono del pañuelo no le pega para nada, y podrías haberle cosido bien el cuello al menos.- Simple, práctica y más fría que el congelador de la morgue donde le gustaba guardar a sus cadáveres favoritos.
Saca unos guantes de látex de su bolso, enseguida retira el pañuelo, revisa la herida y empieza a mirar las partes seccionadas. Antes de que Dark pueda preguntar nada, ya ha unido el nuevo cuello a la cabeza, y aunque en la nuca aparece un símbolo de sumar, nuestra dama de cabello blanca no puede evitar suspirar.- No resucito muertos, su cuerpo está ya en perfecto estado, pero eso no quiere decir que pueda ponerle un alma.- Frunce ligeramente los labios, la nariz, sabe de algo pero incluso eso es una locura poco probable. - Como mucho podría infundir recuerdos o sentimientos de otras personas, pero no dejaría de ser un cadáver sentimental...No hablaría, o expresaría emociones que no fueran las inculcadas ni tendría voluntad propia.- Sería prácticamente un monstruo de pies a cabeza, la otra opción era encontrar a alguien con una akuma capaz de traer almas del otro lado, entonces ella podría sumarla al cuerpo de la muchacha y bueno, resucitarla.
Era una jodida locura que definitivamente quería probar, pero no sabía si estaba bien visto el hacer experimentos extraños con su sobrina.- Es muy complicado resucitar muertos Dark, incluso con akumas y cosas así, nada que muere una vez, vuelve a la vida siendo igual.- Era algo lógico, dentro de la lógica que podía haber en el tema de resucitar gente y esas cosas, pero bueno, el tema era que independientemente de como terminara aquello, resucitar a los muertos era algo que incluso los demonios como ellos debían temer.
Las creaciones eran muy propensas a matar a sus creadores una vez habían conseguido lo que querían.
Saca unos guantes de látex de su bolso, enseguida retira el pañuelo, revisa la herida y empieza a mirar las partes seccionadas. Antes de que Dark pueda preguntar nada, ya ha unido el nuevo cuello a la cabeza, y aunque en la nuca aparece un símbolo de sumar, nuestra dama de cabello blanca no puede evitar suspirar.- No resucito muertos, su cuerpo está ya en perfecto estado, pero eso no quiere decir que pueda ponerle un alma.- Frunce ligeramente los labios, la nariz, sabe de algo pero incluso eso es una locura poco probable. - Como mucho podría infundir recuerdos o sentimientos de otras personas, pero no dejaría de ser un cadáver sentimental...No hablaría, o expresaría emociones que no fueran las inculcadas ni tendría voluntad propia.- Sería prácticamente un monstruo de pies a cabeza, la otra opción era encontrar a alguien con una akuma capaz de traer almas del otro lado, entonces ella podría sumarla al cuerpo de la muchacha y bueno, resucitarla.
Era una jodida locura que definitivamente quería probar, pero no sabía si estaba bien visto el hacer experimentos extraños con su sobrina.- Es muy complicado resucitar muertos Dark, incluso con akumas y cosas así, nada que muere una vez, vuelve a la vida siendo igual.- Era algo lógico, dentro de la lógica que podía haber en el tema de resucitar gente y esas cosas, pero bueno, el tema era que independientemente de como terminara aquello, resucitar a los muertos era algo que incluso los demonios como ellos debían temer.
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El frío que transmitía por la voz no correspondía al calor de sus acciones. ¿Si tan mal hecha estaba la costura, por qué arreglarla? Se limitó a observar y ver que su hija ahora estaba presentable. Y se sentía agradecido, al fin y al cabo, no podía culpar a su hermana por esto. Había sido su culpa y solo su culpa. Su estirpe estaba maldita con morir o matar. Él era un demonio y había engendrado dos personas mucho peores que él. Por lo que todo se resumía a sí o no. Olvidar o vengar. Y no iba a tomar acción ninguna, no por lo menos como estaba. Iba a centrar sus ojos en aquello y marcar el dolor en su corazón. Ahora Louise albergaba una compañera: Kiseki. Y no iba a olvidar aquella punzada. Era hora de ver hasta dónde podía arrastrarle el vórtice.
—Quizás he pedido demasiado —exclamó mientras tocaba la cúpula de cristal—. No soy un médico excelente, me dedico más a la psicología, por lo que la costura no es perfecta. Sé que no es lo mejor, pero algún día encontraré alguna forma. Por lo menos te la he presentado —le acabó diciendo con una pequeña sonrisa nostálgica, llena de dolor.
Empezó a caminar hacia fuera, esperando ser seguido por ella. Todavía tenían que hablar de cosas, todavía tenían que ver qué pasaría con los dos. Pero aquello era una historia que se contaría en otro momento.
—Quizás he pedido demasiado —exclamó mientras tocaba la cúpula de cristal—. No soy un médico excelente, me dedico más a la psicología, por lo que la costura no es perfecta. Sé que no es lo mejor, pero algún día encontraré alguna forma. Por lo menos te la he presentado —le acabó diciendo con una pequeña sonrisa nostálgica, llena de dolor.
Empezó a caminar hacia fuera, esperando ser seguido por ella. Todavía tenían que hablar de cosas, todavía tenían que ver qué pasaría con los dos. Pero aquello era una historia que se contaría en otro momento.
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