Lagrimas por encargo (Priv. Dark)

-Puede…Repita para que yo me entere.- Estás intentando ordenar tu mente, pero el hombre que tienes delante no te lo pone especialmente fácil. Pestañeas algo perdida con todo el tema y el hombre te vuelve a explicar alterado que es lo que quiere.

Una de sus hijas ha roto recientemente con su pareja, sigue colgada todos los días al teléfono esperando algo que no llega y en vez de aceptarlo, solo lo niega. No sabes qué demonios tiene que ver eso contigo hasta que te ponen el fajo de billetes delante, y te piden que cantes o toques algo lo suficiente triste como para hacerla llorar. Lleva días que no parece sentir nada, atascada en una emoción vacía preocupando a toda su familia y tu levantas la ceja pensando que tal vez es todo mal chiste.

La mujer sin lágrimas haciendo llorar a los demás, qué irónico todo.

Pero oye, estas en una de las tabernas más grandes de Water Seven y ese es el encargo que te han hecho, ni más, ni menos y no serás tú quien le haga ojos feos al dinero. Pasas los dedos por el piano que acaban de afinar y te sientas, estirando suavemente los dedos.

Te das cuenta enseguida de que el hombre le ha preparado un asiento en primera fila a la muchacha, y no puedes evitar suspirar mientras miras las teclas. El ser humano puede llegar a convertirse en un ser tan patético cuando el amor les golpea.

Es entonces que comienzas a tocar, que las palabras salen de tu boca y que cada nota llena el ambiente como si creara una atmósfera que nadie puede romper. Hablas del dolor de la espera, de que tan difícil es saber que no eres especial para esa persona y finalmente, entre calma y tristeza, de lo difícil que es tomar la decisión de rendirse.

Es lo correcto, es lo que tienes que hacer, si después de aquellos últimos minutos no aparece, solo tienes que hacerlo desaparecer. Dejar de esperar, calmarte y finalmente rendirte, ya que él se rindió desde un momento contigo.

Un llanto descontrolado corta los aplausos tras tu recital, te levantas con calma y revuelves tranquilamente el cabello de la muchacha. Hace tiempo que tú has dejado de poder hacer eso, pero en cierta parte te sientes más tranquila cuando comprendes que la gente sigue avanzando, creciendo, asimilando sus emociones.

Y tu mientras, sacando lagrimas por dinero.

Te guardas el fajo en el bolsillo, te separas del piano y cruzas las katanas a tu espalda, se ha terminado el espectáculo.

Se encontraba relajado en la taberna tomándose un whisky. Le sentaba bien hacerlo fuera de la petaca, con unos cubitos de hielo y todo. Tenía el vaso cargado hasta arriba, quizás sería un triple pero no le importaba. Había venido a pasárselo bien y no estresarse demasiado. La cosa era... ¿Qué le depararía el destino? No lo sabía exactamente, pero siempre solía tener una especie de imán de gente interesante. Y los ojos se le abrieron ligeramente, su postura se tensó y se apoyó en la mesa con un brazo. ¿Y esa chica? Conforme cantaba sentía bastantes cosas agradables. Además de que entendía el verdadero significado de la letra al estar en japonés. Se echó un poco hacia atrás en la silla y cruzó los brazos, observando atentamente y dedicándole la totalidad del oído a la chica. Ya solo por el pelo que llevaba destacaba, pero a él le interesaba más bien la voz. ¿A lo mejor podría convencerla de que cantase algo para él? Seguramente con dinero lo haría.

Tras acabar, todos aplaudieron y él se unió mientras dibujaba una sonrisa en su rostro. Nada mal, la verdad. Se levantó y esperó a que todo se despejase un poco, abriéndose paso y bajando un poco la cabeza ante las personas que le reconocían. No podía salir tranquilo por ningún lado, joder. Gruñió por lo bajo y levantó un dedo, ordenando a todos que se fueran con una simple mirada. Cuando todo estuvo despejado de verdad, intentó pillar por sorpresa a la chica, echándole el ojo a las katanas que tenía en la espalda. Le sobresalían ligeramente y podía ver la calidad del mango, casi de una artesanía excelente. Aquello le interesó aún más.

—Vaya, ha sido de lo más impresionante —le comentó con una ceja arqueada mientras se ponía delante de ella—. Hacía tiempo que no escuchaba a alguien cantar tan bien. ¿Cómo te llamas? Yo soy Dark. Y estoy interesado en contratarte.

Eres una de esas personas de pueblo que ha vivido encerrada toda su vida, por eso tal vez no tienes ni zorra de la persona que tienes delante. Llevas la mano a la katana con algo de duda, mientras alzas una ceja y uno de esos ojos azules fríos como el hielo parece perforar al hombre como un taladro.-Muchas gracias, me alegro que te gustara.- Relajas el porte, sueltas la katana y sonríes de forma animada.- Kia, un placer caballero, pero le aviso de que mis servicios no son baratos, la calidad se paga.- Le guiñas un ojo de forma cómplice, mientras tranquilamente cruza los brazos bajo tu pecho, antes de quitarte la túnica y colgarla del bolso.

Estás acostumbrada a las ropas llamativas, reveladoras, a ir llamando la atención y gritarle a la gente que te molesta o que te gusta, a expresar algo que no llega a tus ojos o a los rincones de tu cuerpo. No desconfias del hombre, al menos no de momento, mientras tus ropas llenas de cadenas, escote y faldas cortas causa un ligero revuelo y no te haces la que lo nota.

-Hablemos en la terraza, me molesta el sonido de la gente.- Tienes un oído sensible, siempre lo has tenido, no es algo que la gente comprenda, pero es algo que has desarrollado con el tiempo sin que te des cuenta.

Poco a poco sales al sol y suspiras al sentirlo contra tu piel. Es la jodida razón de que vayas casi desnuda a todas partes, después de vivir en la nieve tanto tiempo tienes calor con cualquier temperatura que pase de los diez grados.-Odio el calor...En fin, cuéntame.- Giras sobre tus talones, pestañeas de manera tranquila y mientras con un gesto pides una copa al camarero te preparas para la charla de negocios.- ¿Qué quieres exactamente? -Los hombres trajeados no siempre quieren una canción al oído, a veces quieren más cosas, y por la forma en la que mira tus katanas no es un hombre normal en traje de chaqueta.

Pero bueno, sea como sea, lo importante es que ahora tiene tu atención justo donde la quiere y cuando te sirven la copa de alcohol te la bebes sin pestañear, el calor de la copa no lo notas y muerdes uno de los hielos mientras esperas la charla. Señor, al menos podían estar bajo las sombrillas o te ibas a derretir, pero bueno, al menos esta vez no te gritan por escándalo público.

Tras presentarse, aprovechó el momento para acompañarla hasta lo que parecía ser una terraza. Bien decorada, con alguna que otra mesa, sombrillas encima... Incluso calefactores eléctricos. Parecían simular una llama rojiza que iluminaba todo lo cercano de aquel color. Pero la rubia no parecía necesitarlos: iba bastante ligera de ropa. Él, respetuoso, cada vez que miraba lo hacía directamente a los ojos. A pesar de ir con un aspecto tan impresionante, Dark no mantenía ningún interés sexual con nadie. Cosas de estar jodido. Pero sí que podía admitir que la chica era guapa y tenía un buen gusto con la ropa. De hecho le extrañaba no saber nada de su nombre, ya que con esa voz cualquiera hablaría de ella. Él lo haría en el futuro si alguien le preguntaba. ¿Por qué no lo haría?

Agitó el vaso por un momento y después lo elevó, haciendo un pequeño brindis solo y bebiéndoselo entero de un trago. Lo dejó en la baranda de la terraza y jugueteó con el dedo entre los hielos. Le gustaba el sonido del choque, sin lugar a dudas. Pero ahora no importaba el choque. Importaba lo que podía llegar a negociar con la mujer. Le interesaba que cantase de forma tan fluida el japonés, al fin y al cabo. Miró hacia el cielo mientras relajaba su cuerpo encima de la baranda y aprovechó para contestar.

—Me sorprende que cantes en japonés, la verdad. Por lo menos de esa forma tan fluida —le comentó mientras tenía la mirada clavada a la luna—. El dinero me sobra y bastante. Así que pon tú el precio, el que quieras. ¿Qué cobras, un millón, diez? ¿Más? No será un problema.

Tenía un tono dulce y calmado, el tan característico de un demonio que buscaba a una presa para sus oscuros deseos. Pero los suyos eran brillantes, por lo menos si la mujer lograba hacerle brillar los ojos una vez más con otra canción.

El tema del japonés te hace chasquear internamente la lengua, el idioma es algo que has heredado de tu maestro, tu primer amor y el fetiche de tu falso esposo. No sabes cantar en otro idioma, puedes, pero es algo que te prohíbes internamente como si de hacerlo fueras a perder la magia que te rodea. Sin embargo sabes que el hombre ha de ser versado en el idioma o al menos saber diferenciarlo de otros similares.- Cobro dependiendo de lo que me pidan, dependiendo de lo que quieras, diré el precio.- Te encoges de hombros, la noche es tu elemento, te sientes cómoda, la luna te ha acompañado más veces de la que te gusta reconocer.

Sigues teniendo insomnio, pesadillas, la única razón de que no tengas ojeras de búho es el hecho de tener una genética que no es propensa a ello. Lastima que la genética no te quiera librar de los terrores nocturnos mi pequeña niña.- ¿Quieres de verdad que te cante, o quieres algo más? -La curiosidad brilla un instante en tus ojos del color del cielo, de haber tenido colas se hubieran levantado, de haber tenido orejas se hubieran erizado. No puedes evitar querer saber que encuentra un hombre como él de fascinante el idioma en el que cantas.

-El idioma es algo que aprendí, al igual que manejar estas espadas, de un hombre de Wano que me cuidó de pequeña…- Es una verdad a medias, pero es una verdad así que no te importa decirla mientras juegas con el último hielo de tu vaso.

Luego solo tienes que entrecerrar suavemente los ojos y esperar que mágicamente el hombre te explique la razón de su interés, ojalá pudieras ver las mentiras de la gente cómo ves sus malas intenciones, pero te conformas con tu intuición.

Sabes sin embargo a quien te recuerda este hombre y eso hace que rompas el hielo que viaja entre tus labios de un mordisco, el porte, el aire, las palabras, es como ver a tu esposo con el pelo largo y el mismo mal aura. Pero bueno, visto un demonio vistos todos y si le cortaste la cabeza al primero, el segundo será mucho más fácil, aunque sinceramente no quieres llegar a eso y esperas no hacerlo.

Es una mezcla de cansancio y hastío el que te envuelve, tal vez te estas haciendo mayor con el paso del tiempo. Sea como sea, estas esperando por su respuesta y sabes de sobra que si no te gusta, vas a tardar cinco segundos en salir por aquella puerta con otra copa en la mano y tal vez una camiseta menos.

La forma en la que hablaba, en el fondo, la podía entender perfectamente. Solo con sentirla un momento podía analizar cada parte de su dolor o lugar del que provenía. Se giró en el sitio y se mantuvo apoyado de costado esta vez, dedicándole una mirada directa a sus ojos. Era comprensible que pensase raro, no todos los días un hombre en traje ofrecía diez millones a una desconocida por cantar. Pero él solo sentía esa necesidad, así que, ¿por qué no?

—Mantengo mi voto de viudo, por lo que solo tengo interés en tu canto —le explicó mientras le dedicaba una vaga sonrisa—. No me tienes que comparar con nadie, o por lo menos pensarlo. Diez millones por una canción a tu elección. Tú eliges.

Era obvio que en sus palabras yacía un pequeño resentimiento, o más bien, algo que lo comparaba con una persona de su pasado. Por eso mismo decidió darle el aviso directo y no entrar en un bucle del cual no tenía demasiado interés. Igualmente aún le quedaba algo por lo que indagar: Wano. Sí, se notaba manufactura del país del cerezo. Además de que el tono y el acento lo había escuchado en más de un Wanense. ¿Quizás por eso mismo cantaba en aquel idioma? Apego y admiración ante el que un día fue su maestro. Sí, tenía lógica. Él también había tenido una mentora y había seguido sus pasos. Y por eso, a pesar de caminar en un sendero de destrucción continua, seguía vivo. Por haber hecho caso a Akane.

—Me interesa el tema de las espadas, la verdad —le comentó mientras alejaba un poco la chaqueta de su torso, enseñando por un segundo a Haruno Rö, una Saijo Ö Wazamono—. Me fascinan las katanas, la verdad. Ya me había fijado antes ante tus hebras doradas. Encima dos, ¿sabes usarlas bien?

Volvió a relajar su postura y encaminó otra mirada hacia el cielo. Water Seven de noche era una de las ciudades más preciosas de los siete mares. Podía ver de un lugar para otro los canales que cruzaban la calle conforme bajaba la cabeza. Y al final, había vuelto a cumplir su predicción. Apartó un mechón de su cara y entendió que ver el futuro era un don de lo más interesante, pero uno del que jamás abusaría. Si no los encuentros fortuitos no tendrían gracia nunca.

-No he dicho ni insinuado lo contrario, se diferencias los hombres que me miran los ojos de los que me miran las tetas… Los primeros son mucho más peligrosos.- Admites con una sonrisa de zorro travieso, oscuro y astuto. Ignoras totalmente lo siguiente, sabes de sobra que esa clase de persona es del tipo que te incomoda, te molesta y realmente no quieres empezar una pelea que no quieres acabar.- Hasta donde yo se nadie controla mis pensamientos y si no te gustan, métete tus poderes psíquicos por el ojete.- Alzas una ceja, pestañeas tranquila y sigues a lo tuyo, mientras te estiras ligeramente para volver a lo tuyo.

Cuando el tema cambia a tus espadas las quitas de tu espalda, donde tu cabello tapa la mayoría él ha conseguido ver algo. Las dejas encima de la mesa, mientras con calma revisas suavemente la suya, asintiendo de forma suave sin añadir nada más. Como herrera sabes de sobra que es una buena espada, pero no añades nada más por respeto a toda la situación en general.- Es una buena espada, y si, me enseñaron a forjarlas, a cuidarlas y a usarlas por sobre todo, el estilo de mi maestro es ahora mi estilo.- Seriedad, una que cubre unos ojos tan fríos e inexpresivos ahora como el hielo, como cada vez que la palabra maestro sale de tus labios.

Hace tiempo que dejó de haber algo de cariño, aunque te gustaría recordarlo de esa manera no es algo que puedas evitar.-El que sea bueno o malo, depende de la percepción de cada uno y de cómo aplique el bushido que porta.- Una puta cantante hablando de honor, poder y nobleza, el mundo te había convertido en un esperpento que no tenía sentido, pero precisamente por eso te encantaba sonreirle a la gente antes de atravesarlos con la espada.

Podrían haberte quitado todo, pero eso no quería decir que fueras a dejarte derrotar de una manera tan sencilla. En fin, el tema de la canción lo aceptas, ladeando suavemente el rostro, antes de asentir.- Acepto el tema de la canción, aunque no se si quieres algún tema en concreto o te da igual.- Juegas con tus dedos sobre la madera, mientras piensas un momento en silencio, sabes de sobra sobre que quieren escuchar las personas como él.

Pero puede ser cruel de tu parte ofrecerle lágrimas a una persona que te ofrece dinero, o tal vez él sigue pensando que no puede llorar, que lo controla todo como cree controlar su vida.

Qué hombre más triste y solitario.

Sin lugar a dudas, la mujerzuela tenía una lengua casi tan fulminante como su mirada. No le bastaba de más de una frase para molestarle, pero se encontraba extrañamente sereno. Le interesaba su voz, y si tenía que aguantar alguna que otra frase malsonante, no le importaría. Igualmente, algo le sorprendió ligeramente y avivó su curiosidad más allá del canto: habló sobre el bushido. Y tenía conocimientos de Wano. Aquello le hizo arquear una ceja y se mostró interesado, de forma muy abierta, para conocer sobre su origen. Si su mismo maestro, el herrero que había forjado tales armas, le había enseñado también a luchar sus movimientos serían bellos y curtidos. Además de parecer usar dos a la vez, ya que las tenía acomodadas para usar las dos manos. Era muy fácil distinguir eso: según la forma en la que las sayas yacían decía sobre el estilo de desenfundado. Y le extrañaba que estuviesen a la altura de la cintura. ¿Quizás podría hacer un Iai doble aprovechándose de la inercia del movimiento? Era peligroso cruzado.

—La canción me da igual, Kia. Improvísate algo —exclamó mientras se cruzaba de brazos y caminaba hasta una pared para apoyarse—. Había notado por tu mirada y armas que no debías ser una novata con ellas. Hay algo en tus ojos que me dice que las has usado más de una vez —le comentó mientras miraba hacia sus uñas, algo despreocupado.

Quizás era algo vergonzoso admitir que él mismo no tenía un estilo en particular. Era extraordinariamente diestro y bueno con todo tipo de armas, pero no se había parado nunca a aprender un arte específica. Se basaba más en la agilidad y fuerza para hacer una tormenta de cortes, pero tampoco podía admitir que aquello fuese lo correcto. Seguramente contra un espadachín curtido con sus mismas capacidades físicas perdería, y nunca estaba de más aprender. Aunque fuese de alguien más débil. Porque el tiempo le haría llegar a él y acabaría muerto. Las generaciones venideras que aparecían eran de lo más patas, y él, un vejestorio ya, sabía que como el genio que era no podía quedarse satisfecho con lo que él solo se enseñase. Así que sacó su petaca y volvió a llenar el vaso, con el hielo casi derretido. Sonrió brevemente y esperó una respuesta.

—Ahora mismo me interesan dos cosas. Tu bushido y tu voz. Así que enséñamelo en el orden que quieras.

Tus ojos, esos dos pozos de hielo que sabes de sobra que la gente intenta descifrar una y otra vez esperando encontrar una respuesta. Pestañeas de forma tranquila, mientras te acomodas en la mesa y dejas el mentón en tu puño, esperando que el hombre termine con su historia y con su explicación. Suspiras con algo de queja, sabiendo de sobra que lo que tienes delante es un hombre terriblemente caprichoso, pero bueno, el dinero es dinero y no es la primera que vendes tu cuerpo y tu mente por algo así.- Empezamos con las espadas, luego hablamos sobre el tema cantar… Tengo que pensar en una canción que te quede bien.- Recoges las katanas de la mesa, las dejas de nuevo en su lugar natural y te rascas la nuca.

-Vale, sígueme anda, tenemos cosas que apañar…- Bostezas de forma suave, sin embargo sabes que la palabra sueño no es algo que te acompañe demasiado.- ¿Cómo llevas lo de no dormir? - Le miras de reojo, mientras caminas tranquilamente por las calles de aquel lugar y te diriges hacia la posada en la que te han acogido por unos dias. Tiene un bonito jardín, te gusta el hecho de que para entrar es cómodo.

Miras de un lado a otro, te rascas el mentón y asientes.- Este sitio me vale, bien...Yo que tu me quitaría la chaqueta.- Llevas una mano a cada empuñadura, lejos de lo que piensa el hombre el agarre no está cruzado, si no que cada mano agarra su respectiva empuñadura en una postura bastante inusual., pero es la base de tu estilo y eso es algo que siempre te ha gustado… Dejar a la gente con la incógnita.

-Inicia el ataque, con amor y cariño, recuerda que soy una suave damisela- Una sonrisa zorruna, una ceja levantada y algo oscuro en esos ojos de hielo, aunque si le estas pidiendo amor y cariño, sabes que aunque tienes más técnica que él, es más fuerte.

Se le nota en el ego.

Le acompañó conforme escuchaba lo que le decía. Parecía estar serena y aquello le decía bastante, pero ya sabía cómo era aquella mujer. Tenía el control sobre sus acciones y no iba a involucrarse en ello, ya que él mismo sentía tener el control sobre todo. Pero dejó llevarse por ella y la acompañó hasta lo que parecía ser el patio de una posada. Se llevó las manos a la espalda, a la altura de la lumbar y miró hacia el alrededor, fijándose en lo desolado que estaba todo. Era casi media noche y, al igual que ella, no podía dormir. No era una persona que disfrutase el mero hecho de dormir y, si no fuese un ser polimórfico, se le verían unas ojeras hasta las mejillas de lo más prominentes. Pero podía moldear sus facciones a su gusto, y su gusto era él con veintisiete años. Estaba exactamente igual como recordaba verse al espejo. Quizás el pelo largo era un añadido, pero quedaba de lo más chulo y más cuidándoselo con una serie de productos de lo más caros. Dejó de centrarse en él y volvió a centrarse en la jovenzuela, para proceder a responder de la forma más sincera posible.

—No suelo dormir demasiado, supongo que por razones parecidas a las tuyas —procedió a quitarse la chaqueta de la forma más correcta posible, doblándola y colocándola en un lado. Después tanteó el mango de Haruno Rö—. Procederé a desenfundar. Pero yo no soy una persona con un estilo definido, que quede claro. Tendré cuidado.

Se concentró brevemente e imaginó el movimiento en su cabeza. Quedaba espectacular, por lo que, para impresionarla —ya que así quizás le cantaría más animada— decidió recrearlo. Estiró del mango y arqueó un movimiento con todas sus fuerzas... No, ¡con todas sus fuerzas no! Abrió la boca y vio que se había pasado. El suelo estaba totalmente cortado y se había generado un viento tan fuerte que había hecho caer las hojas de los árboles de alrededor, limpiando toda la grava y arena del suelo. Tosió algo molesto y, cuando el polvo bajó, se fijó si en la chica estaba bien. Por suerte lo estaba y sin rasguños.

—¿Así va bien el movimiento? —acabó preguntando con una ceja arqueada, intentando excusar su error.

Hay momentos de tu vida en los que te replanteas cosas mi niña, momentos en los que piensas qué demonios estás haciendo y puedo decir con calma que este es uno de estos. De no ser por el hielo que corre por tus venas te hubieras asustado, sin embargo sigues cómodamente apoyada en ambas katanas, pestañeando tranquilamente.- Me falta mucho el amor y el cariño, pero digamos que estas desentrenado.- Toses ligeramente quitando la carraspera que el polvo ha traído a tu garganta, antes de negar tranquilamente.

-La cosa es que tienes que decidir, si quieres un estilo de desenfunde, ataque lineal o esperar… Mi estilo se basa en esperar, pero te haré una muestra.- Das un paso al frente, luego uno en diagonal, comienzas aquello y desenfundas rápidamente aunque dejándole claro que es un entrenamiento, estas quedándote lejos de él. Sacas ambas Katanas en línea recta, dejándolas para cruzarlas en su empuñadura, luego abres el gesto y algo similar a una tijera separaría la espada de Dark de la tuya.- Esta es la forma base de abrir para pegar, abres con ambas espadas las armas del rival, para girar una de ellas.- Giras en tu mano la espada derecha, bajando hasta el costado del hombre.- Y atacar, es un estilo que se basa en parar el golpe… Luego está si eres el atacante.

Retrocedes, cambias las espadas de posición, ambas al lado izquierdo, la diestra arriba la zurda abajo y llevas ambas manos a tus katanas.- El modo ataque, sería de esta forma, primero atacas con la derecha.- Desenfundas rápidamente, apuntando la espada derecha a su hombro izquierdo.- Y cuando tu te defiendes, la izquierda sale a una posición contraria.- La espada izquierda salió a su costado derecho, sin llegar a tocarle.- El estilo lineal es desenfundar y tirar hacia delante, como el kendo.

Y de esa manera retomó las espadas a su posición original, suspirando.

—Bueno, más que desentrenado es que no me he interesado —le contestó mientras mantenía la katana en una posición alta.

Qué interesante. La verdad es que era una completa experta en lo que explicaba. Aquello hizo que se fijase más y aprendiese. Sería necio no observar a alguien con tal habilidad con la espada. Quizás pecaba por falta de fuerza y podía pulir mejor sus movimientos, pero eso era cuestión de tiempo. Estaba seguro que la chavala llegaría lejos. Continuó observando y guió su arma, imitando los movimientos de Kia. Los replicaba casi a la perfección a la primera, asintiendo con la cabeza cada vez que hacía uno. Era muy interesante y sin lugar a dudas, se estaba divirtiendo. Pero lo que mejor se le daba era el modo de atacar, tomando una mayor iniciativa e incluso improvisando una postura extra en el momento. Frunció el ceño y observó que quizás tenía una sintonía natural con movimientos de inicio, por lo que volvió al sitio y repitió el proceso varias veces más.

Dejó descansar la katana sobre su hombro y agitó la cabeza, volviéndola a bajar y manteniendo la misma postura anterior. Estaba malacostumbrado al estilo de combate que había mantenido mientras estaba amnésico, luchando de esa forma por acto reflejo. Le era extrañamente cómodo combinar una postura tan relajada, ya que le permitía asestar más fuerza por la trayectoria y ángulo. Pero decidió ignorarlo y volver al clavo.

—Impresionante, Kia —le felicitó— puedes hacer que hasta alguien que ha librado más de mil batallas aprenda algo nuevo. Tu maestro debía ser una persona increíble —acabó diciendo con una pequeña sonrisa.

Muy seguramente, ni siquiera tendría que pedirle de seguir. Si era inteligente, sabría por sus movimientos que estaba interesado en el estilo ofensivo.

-No te sirve de nada ser un genio si no lo pones en práctica, yo soy un jodido desastre pero puedo prometerte que entreno más que nadie ese desastre.- Admites con calma, siempre tardas más que los demás en conseguir las cosas, pero una vez lo haces son como cimientos de un bloque inamovible que te ayudan a mantenerte.

Retrocedes con calma y preparas la postura defensiva, esperando que Dark decida qué demonios quiere hacer en ese momento. Así que le dejas que te use como un pequeño modelo de entrenamiento, mientras te imita poco a poco y logra realizar lo que desea. Se notaba a lo lejos que era mucho más impaciente que tu, y que sin duda era un dolor en el trasero tenerlo como alumno, pero bueno, al menos era algo que esperabas te divirtiera por un par de noches.

Inclinas suavemente la cabeza, aceptando sus palabras de felicitación, pero simplemente te encoges de hombros.- Desconozco si mi maestro es especialmente bueno o malo, solo sé que yo intento entrenar más que nadie para asegurarme de que lo que me ha enseñado, merezca la pena.- Colocas las katanas en la posición de ataque, sabiendo de sobra que el hombre quería ser algo más agresivo.

Con ambas katanas desenfundadas dejas la mano dominante por encima de la otra, la derecha arriba y la izquierda ligeramente abajo. La katana derecha estaba en ángulo recto con su hombro, mientras la izquierda lo hacía con su cadera.- Esta es la postura básica de ataque, una vez estás listo y firme debes mantenerla, te ayudará a apartar y atacar.- Das un paso hacía delante, apartas su katana con la espada izquierda y mueves la derecha en diagonal para mostrarle el corte que sería.

-La clave es apartar y hacerte camino hasta tu enemigo, cuando eres el que ataca, no es tanto defenderte de un posible ataque como hacerte un hueco para que tu ataque llegue.- Finalizas la explicación dando un paso hacía atrás, diciéndole que haga lo que tu has hecho antes.

Es sin duda interesante lo rápido que puede llegar a imitarte.

La verdad es que la chavala tenía razón. ¿Qué más daba que fuese un genio si no practicaba con la espada? Hasta ahora le había ido bien siendo una bestia sobrehumana en todos los aspectos. Reflejos casi perfectos, fuerza que rozaba lo inimaginable... Pero no podía seguir así. Había recordado luchar con espadachines más hábiles que él y, lamentablemente, Kia era más hábil que él. Podía replicarla porque su cuerpo esta a otro nivel físico. Pero si estuviesen en igualdad de condiciones, no podría ganar. Le estaba enseñando cosas que ni él mismo creía que sabía. Así que seguía escuchando e imitando. Agarró un palo y lo endureció, poniendo la misma postura que ella. La mano dominante con un ángulo perfecto sobre su hombro. La otra, descansando ligeramente en horizontal a la altura de su cadera. Podía llegar a entender el fundamento de aquel estilo.

—Hm... Interesante —exclamó mientras notaba algo de ilusión sobre sus espadas—. Creo que realmente estoy aprendiendo —le confirmó mientras cerraba los ojos.

Notaba algo que llevaba años casi sin hacer. La emoción de aprender algo nuevo. Llevaba muchísimos años sin entrenar como era debido y, con la conclusión de que necesitaba un estilo, imitó. No podía llamarse un genio si no aceptaba consejos. Y aunque no quisiera llamarlo, sabía que algo iba por encima de él. La facilidad con la que encadenaba los movimientos era de lo más misterioso. Era ágil, tanto física como mentalmente. Ahí decidió soltar el palo y volver a meter la katana en la saya de su cadera. Agarró aire y la desenfundó con un movimiento mucho más sutil. Sonrió brevemente y volvió a enfundarla. Por ahora no necesitaba saber nada más.

—Creo que ya he aprendido suficiente por ahora —le comunicó mientras se cruzaba de brazos—. Ahora quiero escucharte cantar. Si tú quieres, claro.

Te debería de doler que tal vez aprende mucho más rápido que tú, pero eres consciente de que eso de ser un genio nunca ha sido lo tuyo. Ver como se desenvuelve te llena más de orgullo que de dolor y es cuando te das cuenta que quizás eres demasiado buena persona para esa clase de cosas. Suspiras cuando la cosa termina y decides enseñarle una última cosa- Te dejaré un regalo, antes de cantar y eso… - Vuelves a la posición inicial, durante un momento relajas el cuerpo por completo y empiezas a bajar el cuerpo.

Para ti no es algo especial, pero es cierto que no tienes ni la fuerza ni las capacidades físicas de aquel hombre, con sus capacidades esa simple kata podría transformarse en algo mortal que todos deberían de temer. Alzas la espada derecha, la preparas para un ataque, das un paso rápido hacia el frente, desciende la derecha y mientras se distrae con esta, la izquierda corta en horizontal abajo.

Una finta compleja que al acabarla te hace nombrar su nombre- Reitō suteppu - El paso helado, como se le llamaba, era una de esas cosas súper fansy entre finta y corte chungo que hasta que no hagas unas quinientas flexiones más no te sale.

-Algo así, con tu nivel y tu capacidad física no tendrías problemas para copiarlo y sacar algo mucho más interesante y genial. -Ríes divertida, mientras que bajas las espadas y las guardas en sus fundas respectivas. El tema de cantar es algo que harás luego, de momento le haces un gesto con la cabeza para que él también intente hacerlo.

Escuchó atentamente a la última oferta y la agradeció, observando después los movimientos de la joven. Soltó un silbido de admiraicón una vez acabó y se dispuso a imitarla. Relajó los hombros y cerró los ojos. Elevó el brazo derecho y relajó el izquierdo, agarrando una vez más el palo. Lo endureció y se abalanzó hacia delante mientras bajaba el arma derecha. Conforme estaba en mitad de la trayectoria para tocar el suelo, apretó los músculos de su brazo izquierdo e hizo un barrido horizontal hacia su derecha.

—Reitō suteppu... —acabó diciendo mientras no podía evitar sonrojarse.

Porque realmente odiaba decir los nombres de las técnicas en alto. Se llevó las manos a la cara y soltó un largo suspiro. ¿Le había salido bien o mal? No lo sabía. Lo había hecho bastante fluido y acomodando los cortes a como los hizo la rubia, pero añadiendo un poco de su originalidad en este con el barrido. Tenía el brazo más largo que ella y a su vez era más alto, por lo que no podía replicar exactamente su postura. Pero sí se parecía bastante, por lo menos replicada en su cabeza. Enfundó una vez más a Haruno Rö y se giró sobre su eje, dedicándole una sonrisa a Kia.

—¿Lo hice bien? —le acabó preguntando.

Parecía como el típico empollón que no sabía si había suspendido en un examen, pero realmente dudaba sobre si lo había hecho bien. Si no se lo decía una persona externa no podría corregir su postura, por lo que entrenar con Kia le estaba yendo bien. Aunque aún faltaba la voz, claro.

Te aguantas ligeramente la risa al ver que está sonrojado, no puedes evitar negar ante la imagen pero prefieres no comentar nada. Hace bastante tiempo que desconoces lo que la palabra vergüenza pueda llegar a significar en cualquier situación. Relajas el cuerpo, le miras y esperas a que termine la kata. Es algo más brusca y rudimentaria que la original, pero será efectiva y a medida que la vaya usando, será perfecta.- Intenta no estar tan tenso antes de dar el golpe, por todo lo demás, perfecto.- Le aplaudes con una sonrisa animada, mientras el hombre se recolocaba de nuevo.

Al menos se le notaba que se lo tomaba en serio, puedes notarselo en su inquietud por hacer las cosas bien y no meter la pata, es algo que sin duda agradeces independientemente del nivel de poder del hombre. El hecho de que respeta tus conocimientos adquiridos en los diez años más dolorosos de tu vida.

Le enseñas finalmente las correcciones posibles, como mejorar su latigazo y en apenas unos minutos ambos estáis satisfechos con el resultado.- Perfecto, sin duda sabrás usarlo cuando llegue el momento.- Sonríes animada, y mientras guardas las katanas te separas lentamente para comenzar a tararear.

Comienzas con un susurro, lento y tranquilo , pero sabes que puede escucharte. Es quizás la canción que más le pega a alguien como él, al menos por lo que has conocido. Alguien asustado del amor, alguien que escucha sus canciones de forma escéptica, alguien que extraña a una persona que no va a volver, pero que desearía que lo hiciera, para volver a sentirse amado, para volver a querer.

Alguien deseando sabe que el amor aún existe para él, incluso aunque ahora mismo no pueda verlo. Por eso cantas esa canción, que es parecida a un susurro, tal vez a un llanto perdido, hasta que las últimas palabras salen de tus labios.-No hay nadie más para mi...Que no seas tú.-Terminas finalmente, y el silencio vuelve a reinar en el lugar, una sonrisa suave pinta tus labios y te giras para mirarle.- Algún día encontraras a alguien que te quiera, y ni todos los votos van a ayudarte a evitarlo.- ¿Será igual para ti entonces? La sola idea te hace negar en silencio, mientras sabes que después de haber matado con tus propias manos a Tao…

No quedaba nada ni nadie para ti.

Su rostro no era el mismo que antes. Lo tenía pesado, con los pómulos levantados y los ojos entrecerrados. La canción le causaba dolor y no podía evitar escucharla sin recordarla. Se llevó la mano a la cara e intentó no romperse. Se consideraba una de las personas más fuertes del mundo pero su corazón era débil. Y el sentimiento de culpa y nostalgia que le acarreaba la canción acabó por hacerle saltar una lágrima. Porque aunque fuese viudo por tres, solo lloraba por una. Era muy duro pensar que el tiempo no lograba cerrar esa herida y nada ni nadie podría hacerlo. Por eso mismo intentó evadir las palabras que le expresó al final de la canción, tras hacerse el silencio. Él no era merecedor de alguien que llegase a sentir por él. Lo único que tenía que hacer era vivir, pasar los días y buscar algo con lo que divertirse. Pero encontrar a alguien que le entendiese realmente y se quedase después de saber que era una bestia y un demonio era imposible. No solo porque primero, huiría; si no porque segundo, nunca la buscaría. Y aunque recordase que una vieja adivina le había comentado que algún día el destino llamaría a su puerta sabía que ya no había esperanza para él.

—Nee... —se mordió el labio, sacó sin querer la muletilla. Pasó la mano por sus cuencas y acomodó el tono de su voz— está muy bien la canción. Pero yo ya no encontraré a nadie que me quiera, puesto que no soy una persona que merezca a alguien. Si sigues con esa voz estoy muy seguro que...

Echó su pelo hacia delante y se concentró, agarrando aire y dejando de ver el mundo como era. Dejó fluir el mantra por su cuerpo, elevándolo hasta la altura de su cabeza y contagiándolo a las puntas del pelo. Se movía de forma sobrenatural, casi como si de viento lo estuviese moviendo de un lado para otro. La vio a ella, y vio a un chico rubio. Fue una décima de segundo, pero supo que había dado en el clavo. Exhaló y volvió a ver el mundo como era, acercándose a ella y dedicándole una última frase.

—A ti sí te llegará el día —exclamó mientras ponía una mano en su cadera y la miraba seriamente—. Recuerda que alguna vez, cuando encuentres a alguien del mismo color que tú, será el indicado.

Y dejó pasar el silencio. Era el demonio del destino: y a veces tenía que actuar como tal.

-Baka…-La palabra salió de manera natural de tus labios, mientras tus ojos celestes siguen fijos en el cielo, las pequeñas estrellas que se escapan de las luces artificiales de aquella ciudad, la gran luna que sin estar llena no hace más que iluminar. Dejas que tenga su pequeño rato a solas, no quieres presionarle, sabes que es más sentimental de lo que piensa, más sensible y cariñoso de lo que muchos pueden creer. Por eso lo dejas a solas, que se reconstruya, que se destruya, que vuelva tranquilamente a ser lo que tiene que ser.- No depende de ti...Depende de alguien que seguramente quiera encontrarte.- Te encoges de hombros, a veces no elegimos que nos quieran, pero la gente se apaña para hacerlo de todas formas.

Sus palabras te dejan algo loca, te giras finalmente sobre los talones para clavar tus ojos en los suyos y fruncir suavemente el ceño.- Bueno, si es así....- Te cruzas de brazos de manera más firme, cierras los ojos como si fueras una especie de genio omnipotente y tras mover los labios un par de veces, sonríes.- Tu serás feliz con alguien...Y no me hace falta ser vidente ni tener ningún poder raro para saberlo.- Descruzas los brazos, llevas cada mano a la cintura y frunces ligeramente el ceño como si de pronto te hubieras dado cuenta de algo mortalmente obvio, negando.- Aunque joder, hasta un ciego se daría cuenta de ello. -Luego solo tienes que seguir a lo tuyo, palmear su hombro un par de veces y comenzar a caminar.

-¿Vas a seguir entrenando o paseamos un rato? Aun me queda noche para moverme.- Ladeas el rostro mirandole, el tema de tu voz o todo lo demás ha dejado de importar, es hora de que cada uno piense en sí mismo.

Otra persona habría tomado aquello como un cumplido, él simplemente no podía. Veía las intenciones de la chica pero su dolor se sobreponía a cualquier ánimo que pudieran darle. No merecía a nadie. Y pensar y tener esperanza era algo que no podía permitirse. Ya dio una oportunidad al amor, dos veces, y las dos acabaron mal. Por eso mismo necesitaba pasar el resto de su vida solo.

—¿Darse cuenta de qué, Kia? —bajó la cabeza—. Todas las personas que andan a mi lado desaparecen. Y hay una que no logro superar. Han pasado muchos años, y sigue ahí presente cada día a cada hora. Por eso sé que no podré estar al lado de otra persona. Porque hasta ahora, ninguna otra me ha hecho olvidarla. ¿Llegará el día que me encuentre? No lo sé.

Evadía las palabras de la rubia: el mero hecho de darle una pizca de esperanza hacía que su corazón se agitase. Pero no podía. Ninguna otra persona aguantaría sus pecados. Se estiró brevemente y empezó a caminar: necesitaba moverse un poco para despejar su cabeza. No quería parecer egoísta ni mucho menos, pero quería evadir la conversación y dejar de pensar en un quizás. Podía usar el mantra para ver su futuro, pero no lo haría jamás. ¿Para qué esforzarse si ya sabía que no? La canción de Kia le había tocado y ahora sentía en su cabeza un mar de sentimientos. Y de verdad que no quería recordar.

—Y tú... Tú también suenas con dolor en tus palabras, ¿qué te ha pasado a ti? —preguntó—. A lo mejor entrenamos un rato más si me cuentas algo interesante. ¿Tú ya sabes algo de mí, no?

Era una chica de lo más interesante y sabía que seguramente no hablaría. Sonaba seca la mayoría de veces y no habían logrado ninguna clase de vínculo, por lo que no recibiría una respuesta. Pero por lo menos tenía que ser tan cortés como ella lo había sido con él. Se había preocupado, o eso había creído, y no le costaba nada hacerlo él también.

-Estoy muy solo, muy triste, nadie me quiere y los que me quieren muere.- Finges un tono irritante, mientras miras al hombre con algo de queja en aquellos orbes del hielo más frío y fino.- Madura joder, te estoy diciendo que podrás controlar todo lo que quieras lo que te afecte a ti, pero no lo que afecte a los demás.- Lo señalas sin dudar un instante, sonríes de esa manera zorruna casi amenazante que eleva tus labios como si fueran una cuchilla.- Y vas a encontrar a alguien que le importe todo una mierda y arrase con todas y cada una de tus tonterías, hasta llegar al fondo.- Asientes segura, orgullosa de tus palabras, sin temer durante un segundo las consecuencias de ellas, sabes de sobra que tienes razón, has visto el final de muchos hombres como Dark.- ¿Y sabes lo mejor? Que no vas a poder hacer nada para pararlo, esa es la gracia del amor.- O eso te han dicho, o eso creíste durante un momento de tu vida hasta que tuviste que estrangularlo con tus propias manos y cortarle la cabeza.

Te quedas pensando, le miras con una mano en el mentón y niegas.- Mi vida no tiene nada de interesante, soy una cantante vagabunda que viaja de ciudad en ciudad, y eso es lo único que importa saber.-  Y es todo lo que vas a decirle. Amarras las espadas a tu espalda, dejas que con cuidado cubran cualquier zona de aquel lugar que cubre la camiseta y tu largo cabello,junto al mayor de tus secretos.

Comienzas ese paseo a la luz de la luna en silencio, mientras no quieres pensar en lo que puede ser que esconda tu mente a esas alturas. El hombre que ve el futuro puede decir lo que quiera, pero lo único que ves en tu vida es más y más hielo.

Una vez más, la mujer de cabellos rubios se mostró bastante pedante al respecto. No le gustaba, no quería hablar de ese tema. Lo estaba intentando apartar a cada momento, pero con cada contestación ella volvía a remarcarlo. Y como no le apetecía, decidió cambiar el tema de la forma más cortante. Se notó en su voz que ya estaba cansado, puesto que tras un suspiro le contestó.

—Pienso ignorar la burla —exclamó mientras apartaba la mirada—. Si viene o no ya veré qué pasa.

Caminó junto a ella, paseando debajo de la luz de la luna. Su piel se sentía mejor, menos resentida. Ser el demonio le había hecho odiar el sol de alguna forma. Le daba vueltas a lo que decía, pero no sabía exactamente qué contestar. Le tenía totalmente pillado: no quería perder la razón ni tampoco había intentado explicar quién era. Mordió su lengua y pensó qué decir. No sabía por qué, pero últimamente se encontraba con femmes fatales que le callaban la boca cada dos por tres. Que si Astartea, que si Lysbeth... ¿Cómo iba a tener suerte en el amor si ninguna mujer lo trataba más allá de un amigo? Que tampoco es que él intentase nada, no estaba interesado, pero... Era un tema bastante jodido, sin lugar a dudas.

—Insistiré una vez más, pero será la última —comentó mientras frenaba en seco y esperaba que ella lo hiciese también—. Conozco a muchas personas, pero toda la que encierra esa modestia a través de ella son las más interesantes. ¿Qué es lo que no quieres contar?

Dark poseía el poder para doblegar casi cualquier voluntad, para torcer las palabras y entrar en la mente de las personas, obligándolas a hacer lo que quisieran. Pero con esa gente tan especial, se tenía a él mismo prohibido usar su fruta del diablo. Era mucho más interesante usarse a él mismo para ver qué podía sacar.

-Lo siento, no puedo evitarlo, he tratado con muchos hombres a lo largo de mi vida.- Te encoges de hombros con ese tono entre pícaro, burlón y divertido que te caracteriza y parece tu sello personal.

Vais disfrutando del paseo, te gusta la ligera sensación de la brisa nocturna entre tus largos cabellos, es casi como un susurro relajante. Te hace olvidarte de muchas cosas, pero ninguna de ellas puede salvarte de las incesantes preguntas del hombre. Odias las preguntas, odias tener que responderlas pero siempre las respondes de la misma forma.- Acabas mejor preguntándome que te quiero contar.- Lo paras antes de que insinúe el hacerlo, alzando el dedo índice, alzando una ceja.- Y la respuesta es nada, mi vida no le interesa a la gente y a mi no me interesa la gente, caso cerrado.- Una historia lacrimogena, las andanzas de una puta con el corazón de hielo que cuenta historias de amores que nunca ha vivido.

¿Por qué demonios tienes que hablar de algo así? No quieres, no lo deseas y no vas a hacerlo, como todos y cada uno de los que preguntan por tu espalda o por tu vida, simplemente das respuestas vagas o las cambias cada día.

-Digamos que estoy sola, pero desde hace años estar sola es lo mejor que me ha podido pasar, fin de las declaraciones.- No hay más vueltas, no hay más oportunidades y Dark debe notarlo en la frialdad de tu voz y en la forma en que le miras de reojo.

Es una historia que de poder, te llevarás tranquilamente a la tumba.

Volvió a escucharla, casi tan cortante como el filo de las armas que tenía en su espalda. Ahí decidió no insistir más, además de haberla avisado. A la mujer no le importaba él ni seguramente le importaría nadie. O por lo menos eso le daba a parecer. Por ello mismo tomaría aquello como un encuentro casi fortuito, en el cual escuchó una de las mejores voces que había logrado presenciar en su vida. Guardó la experiencia en su cabeza y recordó que no tenía algo en particular a lo que llamar estilo. Solo conocía uno, y era prohibido. Por lo menos no sin la katana de ella. Por lo que había tomado las clases como algo positivo. Le ofreció la mano y se dispuso a irse.

—No te sonsacaré nada más. Prefiero que sea así, no quiero cruzar la línea más de lo debido —exclamó mientras sacaba de su bolsillo el dinero y se lo ofrecía—. Aquí lo tienes, diez millones. Yo me iré yendo ya, tengo unos asuntos que tratar.

La noche no era eterna y él prefería estar salvaguardado por un lugar cerrado y alejado de todo. No sabía qué hacer exactamente, pero necesitaba un momento para él mismo. Una vez se separó de Kia, volvió a la habitación que había alquilado. ¿Qué o quién era él para perfeccionar un corte tan feroz? Nadie. Y por eso mismo empezó a sudar la gota y dedicó unos días para entrenar, recordando una y otra vez las palabras de la mujer de cabellos rubios. Su postura y movimientos eran más precisos y acabó logrando perfeccionar el movimiento. No tenía el número de Den Den mushi de la chavala, pero si volvía a la marine, sabía que algún día se volvería a cruzar con ella. ¿Que cómo lo sabía? Era el demonio del destino. Sabía muchas cosas.